Lucas 4:14-44. Comienzo Del Ministerio En
Galilea. Vers. (14-15) y comienza a predicar. (16-32) El pueblo de Nazaret se maravilla de sus
palabras de gracia. (33-37) Sana a un endemoniado, (38-39) a la suegra de Pedro
(40) y a muchos otros enfermos. (41-42) Los demonios confiesan a Cristo, pero
él los reprende. (43-44) Predica en otras ciudades.
14 Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama por toda la tierra de alrededor. 15 Y enseñaba en las sinagogas de ellos, y era glorificado por todos.
16 Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo* entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. 17 Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: 18 El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; 19 A predicar el año agradable del Señor.
20 Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. 21 Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros. 22 Y todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca y decían: ¿No es éste el hijo de José?
23 Él les dijo: Sin duda me diréis este refrán: Médico, cúrate a ti mismo; de tantas cosas que hemos oído que se han hecho en Capernaúm, haz también aquí en tu tierra. 24 Y añadió: De cierto os digo, que ningún profeta es acepto en su propia tierra. 25 Y en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra; 26 pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón. 27 Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio.
28 Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira; 29 y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle. 30 Mas él pasó por en medio de ellos, y se fue. 31 Descendió Jesús a Capernaúm, ciudad de Galilea; y les enseñaba en los días de reposo. 32 Y se admiraban de su doctrina, porque su palabra era con autoridad.
33 Estaba en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu de demonio inmundo, el cual exclamó a gran voz, 34 diciendo: Déjanos; ¿qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Yo te conozco quién eres, el Santo de Dios. 35 Y Jesús le reprendió diciendo: Cállate, y sal de él. Entonces el demonio, derribándole en medio de ellos, salió de él, Y no le hizo daño alguno. 36 Y estaban todos maravillados, y hablaban unos a otros, diciendo: ¿Qué palabra es esta, que con autoridad y poder manda a los espíritus inmundos, y salen?
37 Y su fama se difundía por todos los lugares de los contornos. 38 Entonces Jesús se levantó y salió de la sinagoga, y entró en casa de Simón. La suegra de Simón tenía una gran fiebre; y le rogaron por ella. 39 E inclinándose hacia ella, reprendió a la fiebre; y la fiebre la dejó, y levantándose ella al instante, les servía.
40 Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diversas enfermedades los traían a él; y él, poniendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba. 41 También salían demonios de muchos, dando voces y diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. Pero él los reprendía y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Cristo.
42 Cuando ya era de día, salió y se fue a un lugar desierto; y la gente le buscaba, y llegando a donde estaba, le detenían para que no se fuera de ellos. 43 Pero él les dijo: Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios; porque para esto he sido enviado. 44 Y predicaba en las sinagogas de Galilea. (Lucas 4).
EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 1-28.
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EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 1-16
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14. En el poder. Jesús comienza su ministerio en Galilea, Luc. 4:14-15=Mat. 4:12=Mar. 1:14-15. Comentario principal: Mateo.] La palabra traducida "poder" deriva del griego dúnamis, de donde también derivamos la palabra "dunamita" (ver com. cap. 1:35).
El Espíritu
Santo es el agente activo tanto en la creación (Gén. 1:2) como en la nueva creación
(Juan 3:5). El reino de Dios debía venir "con poder" (Mar. 9:1). El
poder del Espíritu Santo cubrió con su "sombra" a María en el momento
de la encarnación (Luc. 1:35). Por medio del Espíritu Santo ella recibió la
sabiduría necesaria para cooperar con el cielo en cl desarrollo del carácter de
Jesús (DTG 49). Pero en ocasión del
bautismo (le Cristo, el Espíritu Santo descendió sobre él de un modo
extraordinario y lo llenó de poder divino para llevar a cabo su misión (ver
com. Juan 3:34). Más tarde, se les prometió a los discípulos que recibirían el
poder del Espíritu Santo, poder que los capacitaría para dar testimonio del
glorioso mensaje de un Salvador crucificado y resucitado (Hech. 1:8; cf. cap.
2:1-4).
Fama. Gr. f'm' "informe",
"fama", "renombre", del verbo f'mí "hablar". La
fama de una persona se extiende por lo que se dice de ella. La fama de Jesús
crecía a medida que las noticias acerca de él se repetían de boca en boca
"por toda la tierra de alrededor".
15. Enseñaba. Para impartir la verdad, Jesús
usaba más el medio de la enseñanza que el de la predicación. Según se la define
hoy, en la predicación se hace una presentación más formal de la verdad que en
la enseñanza. Aquélla proclama la verdad mientras que ésta trata de explicarla.
La enseñanza tiende a ser más efectiva que la predicación porque los oyentes
también participan, mientras que en la predicación son mayormente oidores
pasivos. De vez en cuando, Jesús presentaba algún discurso más formal, como el
Sermón del Monte (Mat. 5 al 7) y el sermón acerca del pan de vida (Juan 6:
25-59). Pero aun en relación con el Sermón del Monte, el Evangelio dice que
"abriendo su boca les enseñaba, diciendo" (Mat. 5: 2). Feliz el
predicador que puede dar a su predicación la cualidad adicional de la
enseñanza.
Las sinagogas de ellos. Es decir, las sinagogas de
Galilea. En las pp. 57-59 se presenta una descripción de la sinagoga y de su
servicio. Es probable que Lucas haya mencionado que Jesús enseñaba en la
sinagoga anticipándose así al episodio que está por narrar (vers. 16-30). Inmediatamente
después de relatar el incidente ocurrido en la sinagoga de Nazaret, narra otro
que sucedió en la sinagoga de Capernaúm (vers. 31-37), y señalando de nuevo que
Jesús "predicaba en las sinagogas de Galilea" (vers. 44).
Era glorificado. Es decir, era "alabado"
(BJ) u "honrado". Galilea era un campo más propicio que Judea para la
obra del Salvador (DTG 199). Dondequiera que Jesús iba "gran multitud del
pueblo le oía de buena gana" (Mar. 12:37).
16. A Nazaret. [Primer rechazo en Nazaret, Luc.
4:16-30. Ver mapa p. 208; diagramas pp. 219-221. ver Nota Adicional al fin del
capítulo.] Esta fue la primera visita de Cristo a Nazaret después de haber
dejado el taller de carpintero en el otoño (septiembre-noviembre) del año 27 d.
C., cuando inició su ministerio público (DTG 203). Es probable que para
entonces estuviera terminando la primavera del año 29 (mayo) que ya hubiera
transcurrido cerca de la mitad de su ministerio público. Un año más tarde,
probablemente a comienzos de la primavera del año 30 d. C., Jesús volvió a
visitar, y ahora por última vez, esta ciudad (DTG 207-208). La primera visita
sólo se registra en Luc. 4:16-30; con referencia a la segunda, ver com. Mar.
6:1-6. La madre, los hermanos y las hermanas de Jesús vivían todavía en Nazaret
(DTG 203), y sin duda se encontraban entre los adoradores en la sinagoga en ese
día sábado.
Se había criado. Ver com. Mat. 2:23; Luc. 2:51-52.
En el día de reposo. La sencilla declaración de Lucas de que Jesús habitualmente asistía a los sagrados servicios en la sinagoga en el día sábado, día que identifica específicamente como el séptimo de la semana (cap. 23:56 a 24:1), señala claramente cuál es el deber del cristiano que ama a su Maestro y quiere seguir en sus pisadas (Juan 14:15; 1 Ped. 2:21).
El hecho de que Cristo guardara cuando estuvo en la tierra el mismo día que observaban los Judíos, muestra también que no se había perdido el orden de los días desde que se dio la ley en el Sinaí, ni desde la creación. Cristo es "Señor aun del día de reposo" (Mar. 2:28); es decir, él lo hizo (Gén. 2:1-3; cf. Mar. 2:27), lo reclama como suyo por lo tanto, su ejemplo al guardarlo es el modelo perfecto para el cristiano, no sólo en cuanto al tiempo sino también en cuanto a la manera de guardarlo.
Además, no
puede haber duda de que la semana, como la tenemos ahora, nos ha sido
transmitida en forma ininterrumpida desde los tiempos de Cristo, y que al
guardar hoy el séptimo día de la semana se guarda el día sábado en que Cristo
reposó. Desde ese tiempo hasta ahora ha
habido millones de judíos esparcidos en todo el mundo civilizado, y habría sido
imposible que todos ellos simultáneamente cometieran un error idéntico en el
cómputo del séptimo día de la semana.
La sinagoga. La antigua sinagoga y sus
servicios se describen en las pp. 57-59. Con referencia a las ruinas de una
sinagoga en Capernaúm, ver com. Juan 6:59.
https://elaguila3008.blogspot.com/2021/04/los-judios-del-primer-siglo-de-la-era.html
Conforme a su costumbre. Cristo tenía el hábito de asistir
a los servicios regulares de la sinagoga el día sábado. A menudo, aun cuando
era muy joven, en esta misma sinagoga de Nazaret se le pedía que leyera un pasa
e de los profetas, y de su conocimiento íntimo de las Escrituras extraía
lecciones que conmovían el corazón de los adoradores (DTG 54-55; cf. 51). Al
parecer, Jesús muchas veces aprovechó la oportunidad que le proporcionaba la
reunión de la gente en las sinagogas de Judea y de Galilea para enseñarles
(Mat. 4:23; 12:9 13:54; Mar. 1:21; 6:2; etc.; ver com. Luc. 4:15), así como lo
hizo Pablo más tarde en el extranjero (Hech. 13:14-15, 42).
Se levantó. La reverencia hacia la Palabra
escrita exigía que permaneciera de pie el que la leía públicamente. Así se
leían la "ley y los profetas" (ver t. I, p. 40; t. V, pp. 58-59).
A leer. Gr. anaginóskÇ, "leer",
la palabra que se emplea en el NT para referirse a la lectura pública de las
Escrituras (Hech. 13:27; 15:21; Col. 4:16; 1 Tes. 5:27) y a la lectura privada
(Mat. 24:15; Luc. 10:26; Hech. 8:28). Era de esperarse que se le pidiera a
Jesús que leyera las Escrituras y que predicara un sermón al regresar a
Nazaret, pues esto se podía pedir a cualquier israelita mayor de 12 años. Jesús
lo había hecho siendo aún niño (DTG 54-55), y su fama como predicador en Judea
(Juan 3: 26, DTG 153) hizo que sus coterráneos de Nazaret sintieran anhelo de
escuchar lo que tenía que decir. Era costumbre que el que leía el pasaje
escogido de los profetas también presentara el sermón.
17. Se le dio. Esto lo hacía el funcionario de
la sinagoga, conocido como jazzan, quien tenía el deber de sacar los sagrados
rollos del arca y entregárselos al lector, y luego debía colocarlos nuevamente
en el arca al concluir la lectura (ver p. 58). En armonía con el ritual de la
sinagoga, el jazzan tomó del arca el rollo de los profetas, le quitó la
cobertura, y, sin abrirlo, lo entregó a Jesús. Es evidente que Jesús no sólo
hablaba el arameo, el idioma común del pueblo, sino que también sabía bien el
hebreo, idioma que para ese tiempo ya estaba más o menos muerto y se usaba solamente
para fines religiosos. El pasaje escogido cada día siempre se leía en hebreo.
Isaías. Se cree que en tiempos de Jesús
aquel a quien se le pedía que leyera la porción de los profetas y predicara el
sermón, podía escoger la sección que debía leerse. Jesús pidió específicamente
el rollo del profeta Isaías (2SP 110). Ver Nota Adicional al fin de este
capítulo.
Habiendo abierto. La crítica textual se inclina (cf
p. 147) por el texto "habiendo desenrollado".
Libro. Gr. biblíon, "libro" o
"rollo". La palabra Biblia deriva del griego biblíon. En este caso,
el "libro" era un rollo. Ver p. 113.
Halló el lugar. Para encontrar en sin rollo la lectura
que se deseaba, era necesario desenrollar con una mano y al mismo tiempo
enrollar con la otra (ver foto del rollo de Isaías del mar Muerto, t. I, p.
37). Isaías 61:1-2 estaba casi al final
del rollo.
Donde estaba escrito. La cita de Lucas concuerda básicamente
con la LXX en Isa. 61:1-2ª, con la añadidura de una paráfrasis de una parte de
Isa. 58:6. Es posible que Lucas tuviera consigo la LXX mientras escribía (ver
com. cap. 3:36). Entre los judíos era práctica común unir de este modo varios
pasajes bíblicos (ver com. Mar. 1:2).
18. El Espíritu del Señor. Con referencia al papel del
Espíritu Santo en el ministerio terrenal de Jesús, ver com. Mat. 3:16; 4:1.
Está sobre mí. Jesús recibió el Espíritu Santo citando fue bautizado, para que le fuera conferido el poder necesario para llevar a cabo su ministerio terrenal (ver Luc. 3:21-22; Juan 1:32; Hech. 10:38). Me ha ungido. Gr. jríÇ, "ungir", de donde también deriva el título "Cristo", es decir el Ungido o "Mesías", que tiene el mismo sentido (ver com. Mat. 1:1). Dentro de su contexto mesiánico, este texto podría traducirse: "Me ha hecho el Cristo", o "me ha hecho el Mesías" (ver com. Isa. 61:1). Buenas nuevas. Ver com. Mar. 1:1.
Los pobres. Los pobres solían estar a merced
de los inescrupulosos funcionarios, comerciantes y vecinos. Por otra parte, se
suponía generalmente que el sufrimiento por ser pobre se debía a la maldición
de Dios, que la desgracia del pobre era por su propia culpa. Eran pocos los que simpatizaban con la triste
situación del pobre. El supremo amor de Jesús por los pobres fue una de las
grandes evidencias de que era el Mesías, y cuando Juan languidecía en la
cárcel, Jesús le hizo notar este hecho (Mat. 11:5). Los que padecen escasez de
los bienes de este mundo, muchas veces están conscientes de sus necesidades y
de su dependencia de Dios, y por lo tanto frecuentemente son susceptibles a la
predicación del Evangelio. El Evangelio de Jesús significa alivio para los
pobres, luz para los ignorantes, curación para los dolientes y libertad para
los esclavos del pecado.
La gente creía que todo aquel que
se interesara en aliviar las necesidades del pobre, era especialmente justo; y
el dar limosnas llegó a ser casi sinónimo de ser justo (ver com. Hech. 10:2-4;
etc.). Pero muchas veces sucedía que se daban limosnas no por simpatía ni
inclinación a ayudar a los pobres, sino por el deseo de ganar méritos (ver com.
Mat. 6:1-4; Juan 12:5). Sin embargo, la preocupación cordial y genuina por los
sentimientos y las necesidades de nuestros prójimos es una de las mejores
evidencias de la "religión pura" (Sant. 1:27), de conversión sincera
(1 Juan 3:10, 14), de amor a Dios (1 Juan 3:17-19; 4:21) y de ser apto para
entrar en el reino de los cielos (Mat. 25:34-46).
Jesús quizá también estaba
pensando en los "pobres en espíritu" (ver com. Mat. 5:3), los que
tenían necesidades espirituales y no materiales. Cristo prometió los recursos
infinitos del reino de los cielos a los "pobres en espíritu", a los
que sienten su necesidad espiritual. Hay
quienes sólo sienten la necesidad de lo que este mundo puede ofrecer; y cuando
se les predica el Evangelio debe despertarse en ellos su interés por las cosas
espirituales (cf. Apoc. 3:17-18). Los ricos en fe son aquellos que oyen y
aceptan el mensaje evangélico (ver com. Mat. 7:24), y serán "herederos del
reino" (Sant. 2:5). Lo que vale es el tesoro en los cielos (Luc. 12:21,
33; 18:22).
A sanar a los quebrantados de
corazón. Esta frase aparece en la LXX en Isa. 61:1, pero la evidencia textual
establece su omisión en el texto del NT. La BJ, que sigue los más antiguos manuscritos
griegos, la omite. Sin embargo, esta declaración describe correctamente el
ministerio de Jesús en favor de quienes sufren amargos chascos, pero sobre todo
de los que, "quebrantados de corazón", están arrepentidos de sus
pecados. Los "quebrantados" de este pasaje bien pueden compararse con
los que lloran por sus pecados, es decir, los contritos de corazón (ver com.
Mat. 5: 4; cf. Rom. 7:24). Jesús vino a sanar "a los quebrantados de
corazón".
Cautivos. Estos "cautivos" no son
los presos comunes sino los que han estado en el cautiverio de Satanás en cuerpo,
mente y espíritu (Rom. 6:16). Jesús no liberó a Juan el Bautista de la
cárcel. Estos "cautivos" son
los que languidecen en la cárcel de Satanás (1Ped. 3:19), los que han sido
atrapados en el "lazo del diablo" y han sido puestos "cautivos a
voluntad de él" (2 Tim. 2:26).
Ciegos. No sólo los que están ciegos
físicamente sino, además, los ciegos espirituales (Mat. 15:14; 23:16-19, 26;
Juan 9:39-41).
A poner en libertad. Esta es una paráfrasis de Isa.
58:6 (ver com. Luc. 4:17). Cuando se leía en el libro de los profetas era
permitido escoger porciones de diferentes pasajes; pero estaba prohibido
hacerlo cuando se leía de la ley.
Los oprimidos. El verbo griego empleado en este
pasaje significa "quebrar", "oprimir". Jesús vino a
libertar a los hombres de la pesada carga del pecado y de la opresión que
significa el intento de lograr la salvación mediante la observancia de leyes y
reglas. Jesús liberaría a los judíos de las opresivas restricciones rabínicas
(Mat. 23:4; cf. cap. 11:28-30).
19. Año agradable. "Un año de gracia"
(BJ), o sea la era evangélica, cuando los que sienten su necesidad espiritual
(los pobres en espíritu), los de contrito corazón (los quebrantados de
corazón), los que han sido cautivos del pecado y han estado ciegos a las cosas
espirituales, y los que han sido heridos y oprimidos por el maligno, pueden esperar
la liberación del pecado. El "año agradable del Señor" recuerda el
año del jubileo, cuando los esclavos eran libertados, las deudas eran
canceladas, y las tierras eran devueltas a sus dueños originales por herencia
(ver com. Lev. 25:10, 15, 24).
Jesús concluyó aquí su lectura de
Isa. 61:1-2. Pero no leyó la frase siguiente que era para los patriotas judíos
la culminación de todo el pasaje: "el día de venganza del Dios
nuestro". Los judíos acariciaban la convicción de que la salvación era
para ellos y el castigo para los gentiles (Sal. 79: 6). La idea judía de que la
salvación dependía de la nacionalidad y no de la entrega personal a Dios, cegó
al pueblo hasta tal punto que no pudo comprender la verdadera naturaleza de la
misión de Cristo y lo indujo a rechazarlo. Esperaban que el Mesías aparecería
como un poderoso príncipe a la cabeza de un gran ejército para vencer a todos
los opresores de los judíos y para someter a todo el mundo a la autoridad de
Israel (DTG 22, 203).
Este error fundamental surgió
porque los judíos deliberadamente pasaban por alto las profecías que hablaban
de un Mesías que sufriría, y aplicaban mal aquellas que destacaban la gloria de
su segunda venida (DTG 22). El orgullo, el prejuicio y la opinión preconcebida
indujeron a los judíos a este estado de ceguera espiritual (DTG 46, 183, 209). Estaban
ciegos ante el hecho de que lo que vale no es la cantidad de luz que brilla
sobre una persona, sino el uso que le da a esa luz. Se deleitaban en la idea de
que el castigo de Dios estaba reservado para otros, y hasta pudieron haberse
sorprendido de que Jesús ni siquiera lo mencionara. Cuando Jesús ensalzó en su
sermón la fe de los paganos, insinuando así la falta de fe de los judíos, los
oyentes quedaron resentidos y con ira (vers. 25-29).
Para más comentarios acerca de
los falsos conceptos que tenían los judíos en cuanto al reino mesiánico, ver
com. Mat. 3:7; 4:9; 5:2-3; Luc. 1:68. Con referencia a la verdadera naturaleza
del reino, ver com. Mat. 3:2-3; 4:17; 5:2-3; Mar. 3:14.
20. Enrollando el libro. Una acción contraria a la que se
describe en el vers. 17: "habiendo abierto" (ver com.)
Ministro. Gr. hup'rét's,
"ayudante", "siervo", el que sirve a un amo o a un
superior. Lucas se refiere sin duda al jazzan, o acólito, encargado de colocar
el rollo de nuevo en el arca (ver com. vers. 17).
Se sentó. La costumbre exigía que el lector
estuviera de pie para leer la ley y los profetas; pero para presentar el sermón
que seguía a la lectura, el predicador se sentaba en una silla especial,
algunas veces llamada "silla de Moisés". Esa silla estaba sobre una
plataforma, cerca del púlpito desde el cual se leía. Cuando Jesús predicaba y
enseñaba, con frecuencia, y quizá en forma habitual, se sentaba (Mat. 5:1; Mar.
4:1; Luc. 5:3; Juan 8:2), costumbre que, al menos en ciertas ocasiones,
siguieron sus discípulos (Hech. 16:13; ver p. 59).
Fijos. Sin duda había una atmósfera de
suspenso causada por la extremada atención (cf. Hech. 6:15; 10:4; etc.) y por
la seria expresión del rostro de Jesús. Se produjo un efecto similar en las dos
ocasiones cuando Jesús purificó el templo (DTG 130-131, 542; ver com. Luc.
2:48). Aun el aire parecía vibrar de expectativa.
21. Comenzó a decirles. El pueblo consideraba a Jesús
como rabino o maestro (Juan 1:38, 49; 3:2; 6:25). Era, pues, de esperarse que
se le pidiera a un rabino visitante que predicara el sermón, especialmente
porque Nazaret era su ciudad y porque siendo aún jovencito había leído las
Escrituras en esta misma sinagoga (ver com. Luc. 4:16). Es evidente que Lucas sólo presenta una
brevísima síntesis de lo que dijo Cristo en esta ocasión, seleccionando quizá
los comentarios que produjeron el efecto descrito en el vers. 22 y la violenta
reacción de los vers. 28-29.
Hoy. Este anuncio hizo comprender sin
duda a los presentes que Jesús los consideraba pobres, quebrantados, cautivos,
ciegos y oprimidos (DTG 204). Durante su ministerio Jesús citó vez tras vez a
los profetas del AT, y afirmaba: "Hoy se ha cumplido esta Escritura
delante de vosotros" (DTG 209).
Esta Escritura. Quienes afirman que Jesús nunca
se consideró a sí mismo como el Mesías de las profecías del AT, harían bien en
considerar este pasaje. Los judíos de tiempos de Cristo entendían que Isa. 61:1-2
era evidentemente una profecía mesiánica.
22. Todos daban buen testimonio. La gente de Nazaret había oído
informes acerca del poder que acompañaba a la predicación de Jesús durante su
ministerio en Judea (ver com. Mat. 4:12).
Ahora esa misma gente tuvo la oportunidad de sentirse subyugada por el
encanto de esa predicación. Se dieron cuenta de que los informes no habían sido
exagerados.
Las palabras de gracia. Tuvo que haberse dicho mucho más
que lo que aquí se registra. La gente quedó fascinada y encantada con las
palabras de Jesús, llenas de gracia y encanto.
¿No es éste? La forma de la pregunta griega
indica que se esperaba una respuesta afirmativa. Esta pregunta no expresa incertidumbre,
sino admiración. Habían conocido a Jesús a través de los años, pero llegaron a
considerarlo como a un hombre común, semejante a cualquiera, quizá con menos
faltas que ellos. Se negaron a creer que Aquel a quien conocían tan bien
pudiera ser el Prometido, y su falta de fe los dejó turbados.
Hijo de José. Jesús era considerado comúnmente
como "hijo de José" (ver com. cap. 2:33, 41; 3:23). La madre de
Jesús, sus hermanos y hermanas, aún vivían en Nazaret (Mat. 13:54-56; DTG 203),
y sin duda estaban presentes entre el público. Es probable que mientras la
gente se preguntaba "¿no es éste el hijo de José?", sus miradas se
dirigieran espontáneamente hacia esos miembros de la familia de Jesús. Sólo
puede especularse en cuanto a los pensamientos de María en una ocasión como
ésta (Luc. 2:34-35, 51).
23. Sin duda. Gr. pántÇs,
"totalmente", "por todos los medios", "sin duda",
o "seguramente" (BJ). El adverbio pántos se usa para destacar una
afirmación o una negación (Hech. 18:21; Rom. 3:9). Jesús contempló los rostros
de los que allí estaban reunidos, y conoció en el acto cuáles eran los pensamientos
que los perturbaban. Su esfuerzo por dar a conocer a sus oidores la verdadera
actitud y condición de ellos (Luc. 3:23-27) los enfureció aún más, y los indujo
a que intentaran quitarle la vida. Jesús demostró muchas veces que sabía leer
los pensamientos de los hombres, y de esa manera probó su divinidad (ver com.
cap. 2:48).
Médico, cúrate a ti mismo. Parece que este era un dicho
popular. La forma hebrea de este proverbio, dice: "Médico, cura tu propia
cojera". Esta idea fue expresada sarcásticamente de varias maneras tanto
por los griegos como por otros pueblos de la antigüedad cuando algún
tratamiento era ineficaz. Esta parte del discurso (vers. 23-27) fue la que
demostró que Jesús conocía los pensamientos secretos de sus oyentes (DTG 205). Compárese
con una afrenta similar de la cual fue objeto en la cruz (Mat. 27:42).
Los comentadores no concuerdan en
cuanto al sentido preciso que Jesús quiso dar a este proverbio ante sus
oyentes. Algunos han sugerido que estaba dando a los pensamientos de ellos el
siguiente significado: "Has realizado muchos milagros de curación y has
hecho otras señales ante otros [es decir, a los de Capernaúm], ahora muestra
una señal en tu favor [ante los de Nazaret]. Afirmas que eres el Mesías de la
profecía; déjanos ver algunos milagros tuyos". Muchas veces se intentó que
Jesús mostrara alguna señal, pero él nunca satisfizo esta exigencia (Mat.
12:38-39; Mar. 8:11-12; Juan 6:30-32).
Esta petición silenciosa permite
entender que Jesús no había hecho ningún milagro ni en su niñez ni en su
juventud, como lo afirman los evangelios apócrifos (ver com. Luc. 2:52). Los
habitantes de Nazaret le estaban pidiendo que defendiera su reputación delante
de ellos; es como si le hubieran dicho: "Demuestra aquí lo que eres".
Hecho en Capernaúm. Muchos comentadores han
considerado que esta referencia a milagros hechos en Capernaúm prueba que este
episodio ocurrió en la última parte del ministerio de Cristo en Galilea, y que
el relato de Lucas acerca de la visita a Nazaret corresponde con el mismo hecho
que se registra en Mat. 13:54-58 y Mar. 6:1-6. Sin embargo, esta conclusión no
se justifica porque el hijo del noble acababa de ser sanado en Capernaúm
(aunque Jesús estaba en Caná en ese momento), y, además, la ciudad se había
conmovido por ese suceso (DTG 170). La curación del hijo del noble se había
hecho varios meses antes de esta visita a Nazaret (ver com. Juan 4:53;
diagramas pp. 220-221). Además, es indudable que la gente de Galilea hubiera
oído informes de los milagros realizados en Judea (Juan 4:44-45; DTG 167). Queda
claro que el ministerio metódico y amplio de Capernaúm aún no se había iniciado
(ver com. Mat. 4:12-13), aunque Jesús ya había visitado la ciudad brevemente
(Luc. 4:14-15; Juan 2:12; ver Nota Adicional de Luc. 4).
24. De cierto. Gr. am'n, "seguramente",
"verdaderamente" (ver com. Gén. 15:6; Deut. 7:9; Mat. 5:18).
Ningún profeta. Jesús vino a sus propios conciudadanos
y no le recibieron (Juan 1:11). El orgullo les impidió reconocer la presencia
del Prometido en el carpintero que habían conocido desde su tierna infancia
(DTG 204).
25. Tres años y seis meses. Con referencia a la duración de
esa hambre, ver com. 1 Rey. 18:1 (cf.
Sant. 5:17).
26. A ninguna de ellas. Dios no puede hacer nada en favor
de los que son duros de corazón e incrédulos, que no sienten su necesidad
espiritual (ver com. Mat. 5:3). Nuestra posición delante de Dios se determina
no por la abundancia de luz que hayamos recibido, sino por el uso que le
hayamos dado (DTG 206). Es interesante notar que Lucas, que escribió
principalmente para lectores gentiles, es el único que registra estas palabras
de Jesús en las cuales elogia a los gentiles creyentes y condena a los
israelitas incrédulos.
Una mujer viuda. Ver 1 Rey. 17:8-24.
Sarepta. Ciudad fenicia, situada a unos 24
km al norte de Tiro; se conoce hoy como Sarafán. Cristo relató este episodio
como su primera ilustración de la verdad que deseaba transmitir con el dicho que
había citado en el vers. 23. La falta de fe de los habitantes de Nazaret fue lo
que impidió que Jesús hiciera milagros allí (Mar. 6:5-6). No fue porque no
pudiera hacerlos, sino porque ellos no estaban preparados para recibir las
bendiciones que él deseaba darles.
27. Muchos leprosos. Jesús presenta una segunda
ilustración para el dicho del vers. 23. El relato de la curación de Naamán se
encuentra en 2 Rey 5:1-19. Algunos de los "muchos leprosos... en Israel"
a los cuales Jesús aludió, aparecen en 2 Rey 7:3.
28. Al oír. Los habitantes de Nazaret no
fueron lentos en entender la aplicación de las palabras que Jesús había
pronunciado. Comprendieron claramente lo que quería decirles. Quizá recordaron
algunos hechos de la niñez, la adolescencia y la juventud del Salvador, cuando
su lealtad ante lo correcto había condenado tácitamente la conducta errada de
ellos (DTG 68). La reprensión implícita de Jesús en esta ocasión cayó duramente
sobre sus corazones maldispuestos. Su corazón impío se rebeló (cf. Rom. 8:7), aunque por un momento se dieron
cuenta de los defectos de su propio carácter y de su necesidad de verdadero
arrepentimiento y conversión. El orgullo y el prejuicio oscurecieron su mente
maldispuesta ante la luz de la verdad que por un instante había penetrado la
oscuridad de su alma.
Se llenaron de ira. Comprendieron que las palabras de
Jesús los describían perfectamente, y no quisieron escuchar más. Si lo
aceptaban, tenían que admitir que no eran mejores que los paganos, a quienes
consideraban como a perros, y esto no podían admitirlo. Se negaron a humillar
su corazón. ¡Cuán diferentes eran las palabras de Jesús de las "cosas
halagüeñas" que estaban acostumbrados a oír! (ver com. Isa. 30:10). Parece
que los habitantes de Nazaret preferían permanecer pobres, ciegos y esclavizados
(cf. Luc. 4:18). Aunque fueron tocados en lo más íntimo de su ser, su mala
conciencia reaccionó prestamente para silenciar las penetrantes palabras de
verdad. El violento orgullo nacional se sintió agraviado ante la idea de que
las bendiciones del Evangelio pudieran ser concedidas también a los paganos, y
debido a su fanática intolerancia estuvieron dispuestos a matar al Príncipe de
la vida (cf. Hech. 3:15).
29. Levantándose. La gente de Nazaret terminó de
escuchar antes de que Jesús terminara de hablar. "No le recibieron"
(Juan 1:11). Sus corazones abrigaban intenciones homicidas, aun en día sábado,
y estuvieron listos para aniquilar a Jesús.
Cumbre del monte. Literalmente, "la ceja del
monte", o sea "cresta del monte". El monte de la Precipitación,
lugar tradicional de este acontecimiento, está a unos 3 km de Nazaret, mucho
más distante que el camino o distancia que era permitido andar en día sábado. Es
mucho más probable que la gente lo hubiera llevado hasta un promontorio de
piedra calcárea de unos 9 a 12 m de altura en la parte sudoeste de la aldea, y
todavía visible hoy, detrás del convento maronita.
30. Pasó por en medio. Los ángeles lo cobijaron y lo
llevaron a un lugar seguro como lo hicieron en otra ocasión (cf. Juan 8:59), y
así como muchas veces han protegido a los testigos del cielo en todas las
edades (DTG 207). Algo semejante ocurrió en los casos de Lot (Gén. 19:10-11) y
de Eliseo (2 Rey. 6:17-18), y también en los tiempos modernos. Jesús "pasó
por en medio" de la multitud bajo la protección de santos ángeles (DTG
207). Los que estuvieron decididos a matar a Jesús, fueron impedidos en varias
ocasiones de llevar a cabo sus impías intenciones (Juan 7:44-46; 10:31-39),
porque la obra de Cristo aún no había terminado, "porque aún no había
llegado su hora" (Juan 7:30).
Se fue. Como ya se hizo notar, esta
visita a Nazaret, la primera desde el bautismo de Jesús, quizá ocurrió hacia
fines de la primavera o comienzos del verano del año 29 d. C. (ver com. vers.
16). Su próxima y última visita la hizo
casi un año más tarde, a comienzos de la primavera del año 30 d. C., poco antes
de la pascua (ver com. Mar. 6:1-6).
31. Descendió. [Viaje a Capernaúm, Luc. 4:31a=Mat.
4:13-17=Mar. 1:14-15. Comentario principal: Mateo.] Desde la aldea de Nazaret
situada en las montañas, hasta Capernaúm, a orillas del mar de Galilea, a 32 km
de distancia, se desciende de 349 m sobre el nivel del mar a unos 209 m por
debajo de este nivel. Es posible que María y otros miembros de la familia hayan
acompañado a Cristo a Capernaúm.
Ciudad de Galilea. Quizá Lucas añadió esta
explicación en beneficio de sus lectores, pues no todos conocían la geografía
de Palestina (ver p. 650).
Les enseñaba. [El endemoniado en la sinagoga,
Luc. 4:31b -37=Mar. 1:21-28. Comentario principal: Marcos.] El pretérito
imperfecto del verbo indica que Jesús enseñó repetidas veces durante cierto
tiempo. Jesús comenzó a enseñar en la sinagoga de Capernaúm y probablemente
estableció allí el centro de su ministerio.
En los días de reposo. Esta era la costumbre del Señor
Jesús (ver com. vers. 16).
32. Se admiraban. La admiración y el asombro eran
la reacción habitual ante la enseñanza de Jesús (Mat. 7:28-29; 13:54; Mar. 6:2).
Autoridad. Gr. exousía, "poder",
"autoridad" (ver com. cap. 1:35). Con referencia a la forma
impresionante en que Jesús hablaba, ver DTG 204, 218-220.
33. En la sinagoga. Esta era quizá la sinagoga
construida por un centurión romano para la gente de Capernaúm (cap. 7:5).
Demonio. Ver Nota Adicional de Marcos 1.
34. Déjanos. Gr. éa, considerado por algunos
como imperativo del verbo eáÇ, "dejar", "permitir"; pero
con mayor probabilidad es como interjección, exclamación de sorpresa, desagrado,
ira o consternación. La BJ y BC traducen: "¡Ah!"
35. No le hizo daño. Como bien podría haberse esperado
(ver com. Mar. 1:26). Sólo Lucas, el médico, registra este importante detalle.
38. Tenía una gran fiebre. [Jesús sana a la suegra de Pedro,
Luc. 4:38-39=Mt. 8:14-15=Mar. 1:29-31. Comentario principal: Marcos.] Es
posible que la frase griega que expresa esta idea fuera un término médico. Según
algunas fuentes, la medicina griega dividía las fiebres en dos clases,
"grandes" y "pequeñas", o sea, "altas" y
"bajas".
39. Inclinándose hacia ella. Como lo hubiera hecho un médico.
40. Al ponerse el sol. [Muchos son sanados al ponerse el
sol, Luc. 4:40-41=Mat. 8:16-17=Mar. 1:32-34. Comentario principal: Marcos.]
41. Demonios. Ver la Nota Adicional de Mar. 1.
No les dejaba hablar. Jesús obligó inmediatamente a los
demonios a guardar silencio, quizá porque ese testimonio podría dar a entender
que él estaba aliado con ellos (ver com. Mar. 3:11).
El Cristo. Es decir, el Mesías. El artículo
definido antepuesto a "Cristo" hace que este nombre sea un título y
no sólo un nombre propio (ver com. Mat. 1:1).
42. Cuando ya era de día. [Jesús recorre Galilea
predicando, Luc. 4:42-44=Mat. 4:23-25=Mar. 1:35-39. Comentario principal: Marcos.]
Lugar desierto. Gr. éremos (ver com. cap. 1:80).
Le detenían. Es decir, deseaban impedir que
Cristo los dejara, y hacían cuanto podían para evitar que se fuera.
44. De Galilea. La evidencia textual favorece (cf.
p. 147) el texto "de Judea". Lucas parece haber utilizado la palabra
"Judea" en un sentido muy amplio, para referirse a toda Palestina. Como
Lucas escribió, en primer lugar, para gentiles que no eran palestinos, quizá
consideró que la palabra "Judea" les sería más comprensible y, de
todos modos, suficientemente precisa para lograr lo que él se proponía (ver p.
650).
NOTA ADICIONAL DE
LUCAS 4
Hay diferencias de opinión en
cuanto a si el primer rechazo de Cristo en Nazaret ocurrió antes o después de
la pascua del 29 d. C. Según una posición, esta visita a Nazaret y los otros
acontecimientos transcurridos hasta completar el primer viaje por Galilea ocurrieron
antes de la pascua. Se llega a esta conclusión haciendo concordar el viaje de
Jesús de Judea a Galilea, mencionado en Mat. 4:12 y Mar.1:14 (por causa del
encarcelamiento de Juan el Bautista), con el viaje de Juan 4:1-3 (debido a las
contiendas entre los discípulos de Jesús y los de Juan).
Para apoyar esta posición se hace referencia a los siguientes hechos: (1) A. T. Olmstead (Jesus in the Light of History, p. 281) afirma que Jesús leyó Isa. 61: 1-3 "el 18 de diciembre del año 28 d. C., y que esta lectura corresponde con el Séder 62.º del ciclo trienal de lecturas de la ley y los profetas para la sinagoga. (2) De no ser así, habría un extraño silencio de los evangelistas sinópticos en cuanto a los acontecimientos transcurridos entre la pascua del año 28 y la del 29, en comparación con el relato detallado de lo acontecido entre la pascua del año 29 y la del 30. (3) Lucas nada dice en cuanto a la presencia de los discípulos con Jesús durante esta visita a Nazaret. Se argumenta que después de la entrevista con el noble en Caná, Jesús fue solo a Nazaret, después de enviar a sus discípulos a Capernaúm para que no fueran testigos del rechazo en Nazaret.
Esta posición presenta las siguientes dificultades: 1. La afirmación de Olmstead de que Jesús leyó en Isa. 61:1-3 porque esa era la lectura que, según el ciclo trienal, debía leerse ese sábado, se basa en una lista de lecturas de ciclos trienales que data aproximadamente del año 600 d. C., lista que se encontró en la geniza (depósito de rollos desgastados) de la sinagoga Fustat, en El Cairo. Se sabe que en un tiempo se usó un ciclo trienal en Palestina, pero no hay evidencia alguna de que hubiera lecturas específicas de los profetas asignadas para el sábado en la sinagoga, antes de la destrucción del templo en el año 70 d. C. Además, Olmstead cita a Jacobo Mann (The Bible as Read and Preached in the Old Synagogue, pp. 481, 569, 573) para apoyar la idea de que el pasaje de Isa. 61:1-3 correspondía con el Séder 62.º, cuando, en verdad, Mann llega a la conclusión de que la lectura de Isa. 61:1-3 no llegó a ser el pasaje de los profetas, correspondiente al Séder 62.º del ciclo trienal, sino hasta mucho después de los tiempos del NT (pp. 481-487). Por lo tanto, la idea de que el Séder 62.º del ciclo trienal proporciona una base válida para ubicar el primer rechazo de Nazaret, carece de fundamento. Por otra parte, según Elena de White (2SP 110), "al final del culto", después de la lectura habitual de los profetas (ver p. 59) y de la exhortación del anciano, "Jesús se levantó con tranquila dignidad y pidió que se le entregase el libro del profeta Isaías". Parece que él mismo escogió el pasaje que iba a leer (ver t. V, pp. 59-60; datos bibliográficos de la obra de Olmstead en la p. 259).
2. La idea de que el silencio de
los autores sinópticos requiere que se sitúen los hechos del ministerio en
Galilea entre el primer rechazo de Nazaret y el fin del primer viaje por
Galilea, y que esto corresponda con el año transcurrido entre la pascua del año
28 y la del 29, es, en el mejor de los casos, un argumento basado en el
silencio, y por lo tanto no es convincente. Juan guarda tanto silencio acerca
del ministerio de Jesús en Galilea como lo hacen los evangelistas sinópticos acerca
de su ministerio en Judea. Hasta donde sepamos, ninguno de los autores de los
sinópticos fue testigo ocular del ministerio en Judea. El hecho de que el
ministerio en Judea produjera poco fruto en comparación con el ministerio en
Galilea (DTG 165, 199), posiblemente indujo a los autores de los sinópticos a
ver poca razón para relatar ampliamente este ministerio (ver com. cap. 4:23).
3. La tercera hipótesis se basa en
un argumento de silencio; por lo tanto, tampoco es decisiva. Esta primera posición carece, pues, de una
evidencia positiva.
Las razones que pueden darse para
ubicar el primer rechazo en Nazaret en la primavera (marzo- mayo) del año 29 d.
C., después de la pascua, son las siguientes:
A). Juan dice claramente que el retiro
de Judea a Galilea (cap. 4:1-3) ocurrió como resultado de la contienda entre
los discípulos de Juan el Bautista y los de Jesús (cap. 3:25-36; 4:1-2), e
insinúa con bastante claridad que Juan no estaba en la cárcel cuando ocurrió
esa querella (cap. 3:23-26). Si Juan hubiera estado en la cárcel y su obra ya
hubiera concluido, no habría razón alguna para que hubiera una disputa, porque
Jesús hacía y bautizaba "más discípulos que Juan" (Juan 4:1). Juan ya
no habría estado bautizando si hubiera estado encarcelado, y difícilmente sus
discípulos habrían comenzado a discutir quién era el mayor (Juan 3:23, 26, 30;
cf. cap. 4:1). Cuando "los discípulos de Juan vinieron a él con sus
motivos de queja.... la misión de Juan parecía estar a punto de terminar";
pero si hubiera querido hacerlo, "le era todavía posible estorbar la obra
de Cristo", pues aún estaba predicando y bautizando. Pero en la cárcel poco podría hacer para
"estorbar la obra de Cristo" (DTG 150-151). Por estas razones, parece
difícil suponer que el retiro narrado en los sinópticos (Mat. 4:12; Mar. 1:14)
corresponda con el de Juan 4:1-3. El primer retiro se ha relacionado
exclusivamente con el encarcelamiento de Juan, mientras que el segundo está
relacionado con la contienda entre los dos grupos de discípulos.
B). El retiro de Jesús narrado en
los sinópticos (Mat. 4:12; Mar. 1:14) y el comienzo de su ministerio en
Galilea, son ubicados específicamente (DTG 198-199 y DMJ 8-10) después de los
acontecimientos de Juan 5, que ocurrieron en la pascua del año 29 d. C. Según
estas referencias, el retiro mencionado por los evangelistas sinópticos puede
hacerse corresponder con el de Juan 4:1-3 únicamente si el primer rechazo de
Nazaret, el comienzo del ministerio en Capernaúm, el llamamiento junto al mar y
el primer viaje por Galilea, no son considerados como parte del ministerio en
Galilea.
C). Jesús volvió a referirse al
mensaje de Isa. 61:1-3 pocas semanas más tarde en la sinagoga de Capernaúm (DTG
220), y parece haber empleado palabras similares a las que pronunciara en
Nazaret en diversas ocasiones posteriores (DTG 203-204; cf. 209). Por lo tanto,
parece que la lectura de Isa. 61:1-3 en Nazaret y el sermón basado en ese
pasaje fueron escogidos por Jesús (ver p. 59; 2SP 1 10), y que comúnmente
predicaba acerca de este texto con el fin de exponer la naturaleza y los
propósitos de su ministerio.
Por lo tanto, parece preferible
ubicar el primer rechazo de Nazaret en la última parte de la primavera
(abril-mayo) del año 29 d. C. (ver pp. 183, 238; diagrama p. 219). 5CBA
COMENTARIOS DE EGW
16-30 DTG 203-210. "¿NO ES ESTE EL HIJO DEL CARPINTERO?"
(Este capítulo 24. Está
basado en San Lucas 4:16-30).
https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/dtg-capitulo-24-no-es-este-el-hijo-del.html
32. DTG 218. "EN CAPERNAÚM"
https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/dtg-capitulo-26-en-capernaum.html
Ministerio Hno. Pio
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