(Este capítulo 24. Está basado en San Lucas
4:16-30).
UNA SOMBRA
cruzó los agradables días del ministerio de Cristo en Galilea. La gente de
Nazaret le rechazó. "¿No es éste el hijo del carpintero?" decía.
Durante su niñez y juventud, Jesús había adorado entre sus hermanos en la
sinagoga de Nazaret. Desde que iniciara su ministerio, había estado ausente,
pero ellos no ignoraban lo que le había acontecido. Cuando volvió a aparecer
entre ellos, su interés y expectativa se avivaron en sumo grado. Allí estaban
las caras familiares de aquellos a quienes conociera desde la infancia. Allí
estaban su madre, sus hermanos y hermanas, y todos los ojos se dirigieron a él
cuando entró en la sinagoga el sábado y ocupó su lugar entre los adoradores. En
el culto regular del día, el anciano leyó de los profetas, y exhortó a la gente
a esperar todavía al que había de venir, al que iba a introducir un reino
glorioso y desterrar toda la opresión. Repasando la evidencia de que la venida
del Mesías estaba cerca, procuró alentar a sus oyentes. Describió la gloria de
su advenimiento, recalcando la idea de que aparecería a la cabeza de ejércitos
para librar a Israel.
CUANDO UN RABINO ESTABA PRESENTE EN LA SINAGOGA, se esperaba que diese el sermón, y cualquier israelita
podía hacer la lectura de los profetas. En ese sábado, se pidió a Jesús que
tomase parte en el culto. "Se levantó a leer. Y fuéle dado el
libro del profeta Isaías." Según se lo comprendía, el pasaje por él leído
se refería al Mesías: "El espíritu del Señor es sobre mí, por cuanto me ha
ungido para dar buenas nuevas a los pobres: me ha enviado para sanar a los
quebrantados de corazón; para pregonar a los cautivos libertad, y a los ciegos
vista; para poner en libertad a los quebrantados: para predicar el año
agradable del Señor." "Y enrollando el libro, lo dio al ministro, . .
. y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él.... Y todos le daban
204 testimonio, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de
su boca."
JESÚS ESTABA DELANTE DE LA GENTE COMO EXPONENTE VIVO DE LAS
PROFECÍAS CONCERNIENTES A ÉL MISMO. Explicando
las palabras que había leído, habló del Mesías como del que había de aliviar a
los oprimidos, libertar a los cautivos, sanar a los afligidos, devolver la
vista a los ciegos y revelar al mundo la luz de la verdad. Su actitud
impresionante y el maravilloso significado de sus palabras conmovieron a los
oyentes con un poder que nunca antes habían sentido. El flujo de la influencia
divina quebrantó toda barrera; como Moisés, contemplaban al Invisible. Mientras
sus corazones estaban movidos por el Espíritu Santo, respondieron con
fervientes amenes y alabaron al Señor.
PERO CUANDO JESÚS ANUNCIÓ:
"Hoy se ha cumplido esta Escritura
en vuestros oídos," se sintieron inducidos repentinamente a pensar en
sí mismos y en los asertos de quien les dirigía la palabra. Ellos, israelitas,
hijos de Abrahám, habían sido representados como estando en servidumbre. Se les
hablaba como a presos que debían ser librados del poder del mal; como si
habitasen en tinieblas, necesitados de la luz de la verdad. Su orgullo se ofendió,
y sus recelos se despertaron. Las palabras de Jesús indicaban que la obra que
iba a hacer en su favor era completamente diferente de lo que ellos deseaban.
Tal vez iba a investigar sus acciones con demasiado detenimiento. A pesar de su
meticulosidad en las ceremonias externas, rehuían la inspección de aquellos
ojos claros y escrutadores.
¿QUIÉN ES ESTE JESÚS? preguntaron.
El que se había arrogado la gloria del Mesías era el hijo de un carpintero, y
había trabajado en su oficio con su padre José. Le habían visto subiendo y
bajando trabajosamente por las colinas; conocían a sus hermanos y hermanas, su
vida y sus ocupaciones. Le habían visto convertirse de niño en adolescente, y
de adolescente en hombre. Aunque su vida había sido intachable, no querían creer
que fuese el Prometido.
¡QUÉ CONTRASTE ENTRE SU ENSEÑANZA ACERCA DEL NUEVO REINO Y
LO QUE HABÍAN OÍDO DECIR A SU ANCIANO RABINO!
Nada había dicho Jesús acerca de librarlos de los romanos. Habían oído hablar
de sus milagros, y esperaban que su poder se ejerciese 205 en beneficio de
ellos; pero no habían visto indicación de semejante propósito. Al abrir la
puerta a la duda, y por haberse enternecido momentáneamente, sus corazones se
fueron endureciendo tanto más. Satanás estaba decidido a que los ojos ciegos no
fuesen abiertos ese día, ni libertadas las almas aherrojadas en la esclavitud.
Con intensa energía, obró para aferrarlas en su incredulidad. No tuvieron en
cuenta la señal ya dada, cuando fueron conmovidos por la convicción de que era
su Redentor quien se dirigía a ellos.
PERO JESÚS LES DIO ENTONCES UNA EVIDENCIA DE SU DIVINIDAD
REVELANDO SUS PENSAMIENTOS SECRETOS. Les
dijo: "Sin duda me diréis este refrán: Médico, cúrate a ti mismo: de
tantas cosas que hemos oído haber sido hechas en Capernaúm, haz también aquí en
tu tierra. Y dijo: De cierto os digo, que ningún profeta es acepto en su
tierra. Mas en verdad os digo, que muchas viudas había en Israel en los días de
Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, que hubo una
grande hambre en toda la tierra; pero a ninguna de ellas fue enviado Elías,
sino a Sarepta de Sidón, a una mujer viuda. Y muchos leprosos había en Israel
en tiempo del profeta Eliseo; mas ninguno de ellos fue limpio, sino Naamán el
siro." Por esta relación de sucesos ocurridos en la vida de los
profetas, Jesús hizo frente a las dudas de sus oyentes. A los siervos a quienes
Dios había escogido para una obra especial, no se les permitió trabajar por la
gente de corazón duro e incrédula. Pero los que tenían corazón para sentir y fe
para creer se vieron especialmente favorecidos por las evidencias de su poder
mediante los profetas.
EN LOS DÍAS DE ELÍAS, ISRAEL SE HABÍA APARTADO DE DIOS. Se aferraba a sus pecados y rechazaba las amonestaciones
del Espíritu enviadas por medio de los mensajeros del Señor. Así se había
apartado del conducto por medio del cual podía recibir la bendición de Dios. El
Señor pasó por alto las casas de Israel, y halló refugio para su siervo en una
tierra pagana, en la casa de una mujer que no pertenecía al pueblo escogido.
Pero ella fue favorecida porque seguía la luz que había recibido, y su corazón
estaba abierto para recibir la mayor luz que Dios le enviaba mediante su
profeta.
POR ESTA MISMA RAZÓN, LOS LEPROSOS DE ISRAEL FUERON PASADOS
206 POR ALTO EN TIEMPO DE ELISEO.
Pero Naamán, noble pagano que había sido fiel a sus convicciones de lo recto y
había sentido su gran necesidad de ayuda, estaba en condición de recibir los
dones de la gracia de Dios. No solamente fue limpiado de su lepra, sino también
bendecido con un conocimiento del verdadero Dios. Nuestra situación delante de Dios
depende, no de la cantidad de luz que hemos recibido, sino del empleo que damos
a la que tenemos. Así, aun los paganos que eligen lo recto en la medida
en que lo pueden distinguir, están en una condición más favorable que aquellos
que tienen gran luz y profesan servir a Dios, pero desprecian la luz y por su
vida diaria contradicen su profesión de fe.
LAS PALABRAS DE JESÚS A SUS OYENTES EN LA SINAGOGA LLEGARON
A LA RAÍZ DE SU JUSTICIA PROPIA,
haciéndoles sentir la amarga verdad de que se habían apartado de Dios y habían
perdido su derecho a ser su pueblo. Cada palabra cortaba como un cuchillo,
mientras Jesús les presentaba su verdadera condición. Ahora despreciaban la fe que
al principio les inspirara. No querían admitir que Aquel que había surgido de
la pobreza y la humildad fuese otra cosa que un hombre común. Su incredulidad
engendró malicia. Satanás los dominó, y con ira clamaron contra el Salvador. Se
habían apartado de Aquel cuya misión era sanar y restaurar; y ahora
manifestaban los atributos del destructor. Cuando Jesús se refirió a las
bendiciones dadas a los gentiles, el fiero orgullo nacional de sus oyentes
despertó, y las palabras de él se ahogaron en un tumulto de voces.
ESA GENTE SE HABÍA JACTADO DE GUARDAR LA LEY; PERO AHORA QUE
VEÍA OFENDIDOS SUS PREJUICIOS,
estaba lista para cometer homicidio. La asamblea se disolvió, y empujando a
Jesús, le echó de la sinagoga y de la ciudad. Todos parecían ansiosos de matarle.
Le llevaron hasta la orilla de un precipicio, con la intención de despeñarle.
Gritos y maldiciones llenaban el aire. Algunos le tiraban piedras, cuando
repentinamente desapareció de entre ellos. Los mensajeros celestiales que
habían estado a su lado en la sinagoga estaban con él en medio de la
muchedumbre enfurecida. Le resguardaron de sus enemigos y le condujeron a un
lugar seguro. 207 También los ángeles habían protegido a Lot y le habían
conducido en salvo de en medio de Sodoma. Así protegieron a Eliseo en la
pequeña ciudad de la montaña. Cuando las colinas circundantes estaban ocupadas
por caballos y carros del rey de Siria, y por la gran hueste de sus hombres
armados, Eliseo contempló las laderas más cercanas cubiertas con los ejércitos
de Dios: caballos y carros de fuego en derredor del siervo del Señor.
ASÍ, EN TODAS LAS EDADES,
LOS ÁNGELES HAN ESTADO CERCA DE LOS FIELES QUE SIGUIERAN A CRISTO. La vasta confederación del mal está desplegada contra todos
aquellos que quisieren vencer; pero Cristo quiere que miremos las cosas que no
se ven, los ejércitos del cielo acampados en derredor de los que aman a Dios,
para librarlos. De qué peligros, vistos o no vistos, hayamos sido salvados por
la intervención de los ángeles, no lo sabremos nunca hasta que a la luz de la
eternidad veamos las providencias de Dios. Entonces sabremos que toda la
familia del cielo estaba interesada en la familia de esta tierra, y que los
mensajeros del trono de Dios acompañaban nuestros pasos día tras día.
CUANDO EN LA SINAGOGA JESÚS LEYÓ LA PROFECÍA, se detuvo antes de la especificación final referente a la
obra del Mesías. Habiendo leído las palabras: "A proclamar año de la buena voluntad de Jehová," omitió
la frase: "Y día de venganza del
Dios nuestro.'* (Isaías 61:2). Esta frase era tan cierta como la primera de
la profecía, y con su silencio Jesús no negó la verdad. Pero sus oyentes se
deleitaban en espaciarse en esa última expresión, y deseaban ansiosamente su
cumplimiento. Pronunciaban juicios contra los paganos, no discerniendo que su
propia culpa era mayor que la de los demás. Ellos mismos estaban en la más
profunda necesidad de la misericordia que estaban tan listos para negar a los
paganos. Ese día en la sinagoga, cuando Jesús se levantó entre ellos, tuvieron
oportunidad de aceptar el llamamiento del cielo. Aquel que "es amador de
misericordia," (Miqueas 7:18).
ANHELABA SALVARLOS DE
LA RUINA que sus pecados atraían. No iba a
abandonarlos sin llamarlos una vez más al arrepentimiento. Hacia la terminación
de su ministerio en Galilea, volvió a visitar el hogar de su niñez. Desde que
se le rechazara allí, la fama de su predicación y sus milagros había llenado el
208 país. Nadie podía negar ahora que poseía un poder más que humano. Los
habitantes de Nazaret sabían que iba haciendo bienes y sanando a todos los
oprimidos del diablo. Alrededor de ellos había pueblos enteros donde no se oía
un gemido de enfermedad en ninguna casa; porque él había pasado por allí,
sanando a todos sus enfermos. La misericordia revelada en todo acto de su vida
atestiguaba su ungimiento divino.
OTRA VEZ, MIENTRAS ESCUCHABAN SUS PALABRAS, los nazarenos fueron movidos por el Espíritu divino. Pero
tampoco entonces quisieron admitir que ese hombre, que se había criado entre
ellos, era mayor que ellos o diferente. Todavía sentían el amargo recuerdo de
que, mientras aseveraba ser el Prometido, les había negado un lugar con Israel;
porque les había demostrado que eran menos dignos del favor de Dios que una
mujer y un hombre paganos. Por ello, aunque se preguntaban: "¿De
dónde tiene éste esta sabiduría, y estas maravillas?" no le
quisieron recibir como el Cristo divino. Por causa de su incredulidad, el
Salvador no pudo hacer muchos milagros entre ellos. Tan sólo algunos corazones
fueron abiertos a su bendición, y con pesar se apartó, para no volver nunca.
LA INCREDULIDAD, UNA VEZ ALBERGADA, CONTINUÓ DOMINANDO A LOS
HOMBRES DE NAZARET. Así dominó al Sanedrín y
la nación. Para los sacerdotes y la gente, el primer rechazamiento de la
demostración del Espíritu Santo fue el principio del fin. A fin de demostrar
que su primera resistencia era correcta, continuaron desde entonces cavilando
en las palabras de Cristo. Su rechazamiento del Espíritu culminó en la cruz del
Calvario, en la destrucción de su ciudad, en la dispersión de la nación a los
vientos del cielo. ¡Oh, cuánto anhelaba Cristo revelar a Israel los preciosos
tesoros de la verdad! Pero tal era su ceguera espiritual que fue imposible
revelarle las verdades relativas a su reino. Se aferraron a su credo y a sus ceremonias
inútiles, cuando la verdad del cielo aguardaba su aceptación. Gastaban su
dinero en tamo y hojarasca, cuando el pan de vida estaba a su alcance.
¿POR QUÉ NO
FUERON A LA PALABRA DE DIOS, PARA BUSCAR DILIGENTEMENTE Y VER SI ESTABAN EN
ERROR? Las escrituras del Antiguo Testamento presentaban claramente
todo detalle del ministerio de Cristo, y repetidas veces citaba él de los
profetas y decía: "Hoy 209 se ha
cumplido esta escritura en vuestros oídos." Si ellos hubiesen
escudriñado honradamente las Escrituras, sometiendo sus teorías a la prueba de
la Palabra de Dios, Jesús no habría necesitado llorar por su impenitencia. No
habría necesitado declarar: "He
aquí vuestra casa os es dejada desierta."* (Lucas 13:35 VM.). Podrían
haber conocido las evidencias de su carácter de Mesías, y la calamidad que
arruinó su orgullosa ciudad podría haber sido evitada. Pero las miras de los
judíos se habían estrechado por su fanatismo irracional. Las lecciones de
Cristo revelaban sus deficiencias de carácter y exigían arrepentimiento. Si
ellos aceptaban estas enseñanzas, debían cambiar sus prácticas y abandonar las
esperanzas que habían acariciado. A fin de ser honrados por el Cielo, debían
sacrificar la honra de los hombres.
SI OBEDECÍAN A LAS PALABRAS DE ESTE NUEVO RABINO, debían ir contra las opiniones de los grandes pensadores y
maestros de aquel tiempo. La verdad era impopular en el tiempo de Cristo. Es
impopular en el nuestro. Lo fue desde que por primera vez Satanás la hizo
desagradable al hombre, presentándole fábulas que conducen a la exaltación
propia.
¿NO ENCONTRAMOS HOY TEORÍAS
Y DOCTRINAS QUE NO TIENEN FUNDAMENTO EN LA PALABRA DE DIOS? Los hombres se aferran hoy tan tenazmente a ellas como los
judíos a sus tradiciones. Los dirigentes judíos estaban llenos de orgullo
espiritual. Su deseo de glorificar al yo se manifestaba aun en el ritual del
santuario. Amaban los lugares destacados en la sinagoga, y los saludos en las
plazas; les halagaba el sonido de los títulos en labios de los hombres. A
medida que la verdadera piedad declinaba entre ellos, se volvían más celosos de
sus tradiciones y ceremonias. Por cuanto el prejuicio egoísta había obscurecido
su entendimiento, no podían armonizar el poder de las convincentes palabras de
Cristo con la humildad de su vida. No apreciaban el hecho de que la verdadera
grandeza no necesita ostentación externa.
LA POBREZA DE ESE HOMBRE PARECÍA COMPLETAMENTE OPUESTA A SU
ASERTO DE SER EL MESÍAS. Se preguntaban: Si es lo
que dice ser, ¿por qué es tan modesto? Si prescindía de la fuerza de las
armas, ¿qué llegaría a ser de su nación? ¿Cómo se lograría que el poder y la
gloria tanto tiempo esperados 210 convertiesen a las naciones en súbditas de la
ciudad de los judíos? ¿No habían enseñado los sacerdotes que Israel debía
gobernar sobre toda la tierra? ¿Era posible que los grandes maestros religiosos
estuviesen en error?
PERO NO FUE SIMPLEMENTE LA AUSENCIA DE GLORIA EXTERNA EN LA
VIDA DE JESÚS LO QUE INDUJO A LOS JUDÍOS A RECHAZARLE. Era él la personificación de la pureza, y ellos eran impuros.
Moraba entre los hombres como ejemplo de integridad inmaculada. Su vida sin
culpa hacía fulgurar la luz sobre sus corazones. Su sinceridad revelaba la
falta de sinceridad de ellos. Ponía de manifiesto el carácter huero de su
piedad presuntuosa, y les revelaba la iniquidad en toda su odiosidad. Esa luz
no era bienvenida para ellos.
SI CRISTO HUBIESE ENCAUZADO LA ATENCIÓN GENERAL HACIA LOS FARISEOS Y ENSALZADO SU SABER Y PIEDAD, LE HABRÍAN RECIBIDO CON GOZO. Pero cuando hablaba del reino de Dios como dispensación de misericordia para toda la humanidad, presentaba una fase de la religión que ellos no querían tolerar. Su propio ejemplo y enseñanza no habían tendido nunca a hacer deseable el servicio de Dios.
Cuando veían a Jesús
prestar atención a aquellos a quienes ellos odiaban y repelían, se excitaban
las peores pasiones de sus orgullosos corazones. Con toda su jactancia de que
bajo el "León de la tribu de
Judá"* (Apocalipsis 5:5). Israel sería exaltado a la preeminencia
sobre todas las naciones, podrían haber soportado la defraudación de sus
ambiciosas esperanzas mejor que la reprensión de sus pecados de parte de Cristo
y el oprobio que sentían en presencia de su pureza. 211
(Este capítulo 24. Está basado en San Lucas
4:16-30).
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