(Este capítulo 85. Está basado en San Juan 21:1-22).
JESÚS HABÍA
CITADO A SUS DISCÍPULOS A UNA REUNIÓN CON ÉL EN GALILEA; y poco después
que terminara la semana de Pascua, ellos dirigieron sus pasos hacia allá. Su
ausencia de Jerusalén durante la fiesta habría sido interpretada como desafecto
y herejía, por lo cual permanecieron hasta el fin; pero una vez terminada esa
fiesta, se dirigieron gozosamente hacia su casa para encontrarse con el
Salvador, según él se lo había indicado. Siete de los discípulos estaban
juntos.
Iban vestidos con el humilde atavío de los pescadores; eran
pobres en bienes de este mundo, pero ricos en el conocimiento y la práctica de
la verdad, lo cual a la vista del Cielo les daba el más alto puesto como
maestros.
No habían estudiado en las escuelas de los profetas, pero
durante tres años habían sido enseñados por el mayor educador que el mundo
hubiese conocido. Bajo su instrucción habían llegado a ser agentes elevados,
inteligentes y refinados, capaces de conducir a los hombres al conocimiento de
la verdad.
GRAN PARTE DEL
MINISTERIO DE CRISTO HABÍA TRANSCURRIDO CERCA DEL MAR DE GALILEA. Al reunirse
los discípulos en un lugar donde no era probable que se los perturbase, se
encontraron rodeados por los recuerdos de Jesús y de sus obras poderosas.
Sobre Este Mar, donde su
corazón se había llenado una vez de terror y la fiera tempestad parecía a punto
de lanzarlos a la muerte, Jesús había caminado sobre las ondas para ir a
rescatarlos. Allí la tempestad había sido calmada por su palabra.
A Su Vista
Estaba La Playa donde más de diez mil personas habían sido alimentadas con
algunos pocos panes y pececillos.
No Lejos De
Allí Estaba Capernaúm, escenario de tantos milagros.
MIENTRAS LOS
DISCÍPULOS MIRABAN LA ESCENA, embargaban su espíritu los recuerdos
de las palabras y acciones de su Salvador. La noche era agradable, y Pedro, que
todavía amaba mucho sus botes y la pesca, propuso salir al mar y echar sus
redes. 750 Todos acordaron participar en este plan; necesitaban el alimento y
las ropas que la pesca de una noche de éxito podría proporcionarles. Así que
salieron en su barco, pero no prendieron nada. Trabajaron toda la noche sin
éxito. Durante las largas horas, hablaron de su Señor ausente y recordaron las
escenas maravillosas que habían presenciado durante su ministerio a orillas del
mar. Se hacían preguntas en cuanto a su propio futuro, y se entristecían al
contemplar la perspectiva que se les presentaba.
MIENTRAS TANTO
UN OBSERVADOR SOLITARIO, INVISIBLE, LOS SEGUÍA CON LOS OJOS DESDE LA ORILLA. Al fin,
amaneció. El barco estaba cerca de la orilla, y los discípulos vieron de pie
sobre la playa a un extraño que los recibió con la pregunta: "Mozos,
¿tenéis algo de comer?" Cuando contestaron: "No," "él les
dice: Echad la red a la mano derecha del barco, y hallaréis. Entonces la
echaron, y no la podían en ninguna manera sacar, por la multitud de peces."
JUAN RECONOCIÓ AL EXTRAÑO, Y Le Dijo A Pedro: "El Señor Es." Pedro se regocijó de tal manera que en su apresuramiento se echó al agua y pronto estuvo al lado de su Maestro. Los otros discípulos vinieron en el barco arrastrando la red llena de peces. "Y como descendieron a tierra, vieron ascuas puestas, y un pez encima de ellas, y pan." Estaban demasiado asombrados para preguntar de dónde venían el fuego y la comida. "Díceles Jesús: Traed de los peces que cogisteis ahora." Pedro corrió hacia la red, que él había echado y ayudado a sus hermanos a arrastrar hacia la orilla. Después de terminado el trabajo y hechos los preparativos, Jesús invitó a los discípulos a venir y comer. Partió el alimento y lo dividió entre ellos, y fue conocido y reconocido por los siete.
RECORDARON
ENTONCES EL MILAGRO de cómo habían sido alimentadas las cinco mil personas en
la ladera del monte; pero los dominaba una misteriosa reverencia, y en
silencio miraban al Salvador resucitado.
VÍVIDAMENTE
RECORDABAN la escena ocurrida al lado del mar cuando Jesús les había ordenado
que le siguieran. Recordaban cómo, a su orden, se habían dirigido mar
adentro, habían echado la red y habían prendido tantos peces que la llenaban
hasta el punto de romperla. Entonces Jesús los había invitado 751 a dejar sus
barcos y había prometido hacerlos pescadores de hombres.
Con El Fin De Hacerles Recordar Esta Escena Y
Profundizar Su Impresión Había Realizado De Nuevo Este Milagro.
Su Acto Era Una Renovación Del Encargo Hecho A Los
Discípulos. Demostraba Que La Muerte De Su Maestro No Había Disminuido Su
Obligación De Hacer La Obra Que Les Había Asignado.
Aunque habían de quedar privados de su compañía personal y
de los medios de sostén que les proporcionara su empleo anterior, el Salvador
resucitado seguiría cuidando de ellos. Mientras estuviesen haciendo su obra,
proveería a sus necesidades. Y Jesús tenía un propósito al invitarlos a echar
la red hacia la derecha del barco. De ese lado estaba él, en la orilla. Era el
lado de la fe.
Si ellos trabajaban en relación con él y se
combinaba su poder divino con el esfuerzo humano, no podrían fracasar.
RESTAURANDO A
PEDRO
*Cristo tenía otra
lección que dar, especialmente relacionada con Pedro. La forma en que Pedro
había negado a su Maestro había ofrecido un vergonzoso contraste con sus
anteriores profesiones de lealtad. Había deshonrado a Cristo e incurrido en la
desconfianza de sus hermanos.
*Ellos pensaban
que no se le debía permitir asumir su posición anterior entre ellos, y él mismo
sentía que había perdido su confianza. Antes de ser llamado a asumir de nuevo
su obra apostólica, debía dar delante de todos ellos pruebas de su
arrepentimiento. Sin esto, su pecado, aunque se hubiese arrepentido de él,
podría destruir su influencia como ministro de Cristo.
*El Salvador le dio
oportunidad de recobrar la confianza de sus hermanos y, en la medida de lo
posible, eliminar el oprobio que había atraído sobre el Evangelio.
*En Esto Es Dada Una Lección Para Todos Los Que Siguen A Cristo. El
Evangelio No Transige Con El Mal. No Puede Disculpar El Pecado.
“Los Pecados Secretos Han De Ser Confesados En
Secreto A Dios. Pero El Pecado Abierto Requiere Una Confesión Abierta”.
*EL OPROBIO Que Ocasiona El Pecado Del Discípulo Recae Sobre
Cristo.
Hace triunfar a Satanás, y tropezar a las almas vacilantes. El discípulo debe,
hasta donde esté a su alcance, eliminar ese oprobio dando prueba de su
arrepentimiento. Mientras Cristo y los discípulos estaban comiendo juntos a
orillas del mar, el Salvador dijo a Pedro, refiriéndose a sus hermanos:
"Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos?" 752 Pedro había
declarado una vez: "Aunque todos
sean escandalizados en ti, yo nunca seré escandalizado."*(Mateo 26:33).
PERO AHORA SUPO
ESTIMARSE CON MÁS VERDAD. "Sí, Señor
-¬dijo:-- tú sabes que te amo." No aseguró vehementemente que su amor
fuese mayor que el de sus hermanos. No expresó su propia opinión acerca de su
devoción. Apeló a Aquel que puede leer todos los motivos del corazón, para que
juzgase de su sinceridad: "Tú sabes que te amo." Y Jesús le ordeno:
"Apacienta mis corderos."
NUEVAMENTE
JESÚS PROBÓ A PEDRO, repitiendo sus palabras anteriores: "Simón, hijo de
Jonás, ¿me amas?" Esta vez no preguntó a Pedro si le amaba más que sus
hermanos. La segunda respuesta fue como la primera, libre de seguridad
extravagante: "Sí, Señor: tú sabes que te amo." Y Jesús le dijo:
"Apacienta mis ovejas." Una vez más el Salvador le dirige la pregunta
escrutadora: "Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?" Pedro se entristeció;
pensó que Jesús dudaba de su amor. Sabía que su Maestro tenía motivos para
desconfiar de él, y con corazón dolorido contestó: "Señor, tú sabes todas
las cosas; tú sabes que te amo." Y Jesús volvió a decirle: "Apacienta
mis ovejas."
Tres veces había negado Pedro abiertamente a
su Señor, y tres veces Jesús obtuvo de él la seguridad de su amor y lealtad,
haciendo penetrar en su corazón esta aguda pregunta, como una saeta armada de
púas que penetrase en su herido corazón.
DELANTE DE LOS
DISCÍPULOS CONGREGADOS, Jesús reveló la profundidad del arrepentimiento de Pedro, y
demostró cuán cabalmente humillado se hallaba el discípulo una vez jactancioso.
Pedro era naturalmente audaz e impulsivo, y Satanás se había valido de estas
características para vencerle. Precisamente antes de la caída de Pedro, Jesús
le había dicho: "Satanás os ha
pedido para zarandaros como a trigo; mas yo he rogado por ti que tu fe no
falte: y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos."*(Lucas 22:31,32).
*HABÍA LLEGADO ESE
MOMENTO, y era evidente la transformación realizada en Pedro. Las preguntas
tan apremiantes por las cuales el Señor le había probado, no habían arrancado
una sola respuesta impetuosa o vanidosa; y a causa de su humillación y
arrepentimiento, Pedro estaba mejor preparado que nunca antes para actuar como
pastor del rebaño.
*La Primera Obra Que Cristo
Confió A Pedro Al Restaurarle En 753 Su Ministerio Consistía En Apacentar A Los
Corderos. Era una obra en la cual Pedro tenía poca experiencia. Iba a
requerir gran cuidado y ternura, mucha paciencia y perseverancia. Le llamaba a
ministrar a aquellos que fuesen jóvenes en la fe, a enseñar a los ignorantes, a
presentarles las Escrituras y educar los para ser útiles en el servicio de
Cristo.
Hasta entonces Pedro no había sido apto para hacer esto, ni
siquiera para comprender su importancia. Pero ésta era la obra que Jesús le
ordenaba hacer ahora. Había sido preparado para ella por el sufrimiento y el
arrepentimiento que había experimentado. Antes de su caída, Pedro había tenido
la costumbre de hablar inadvertidamente, bajo el impulso del momento. Siempre
estaba listo para corregir a los demás, para expresar su opinión, antes de
tener una comprensión clara de sí mismo o de lo que tenía que decir.
Pero el Pedro convertido era muy diferente.
Conservaba su fervor anterior, pero la gracia de Cristo regía su celo. Ya no
era impetuoso, confiado en sí mismo, ni vanidoso, sino sereno, dueño de sí y
dócil. Podía entonces alimentar tanto a los corderos como a las ovejas del
rebaño de Cristo.
LA MANERA EN
QUE EL SALVADOR TRATÓ A PEDRO encerraba una lección para él y sus
hermanos. Les enseñó a tratar al transgresor con paciencia, simpatía y amor
perdonador. Aunque Pedro había negado a su Señor, el amor de Jesús hacia él no
vaciló nunca.
UN AMOR TAL
DEBÍA SENTIR EL SUBPASTOR por las ovejas y los corderos confiados a su cuidado.
Recordando su propia debilidad y fracaso, Pedro debía tratar con su rebaño tan
tiernamente como Cristo le había tratado a él.
*La pregunta que Cristo había dirigido a Pedro era
significativa. Mencionó sólo una condición para ser discípulo y servir.
"¿Me amas?" dijo. Esta es la cualidad esencial. Aunque Pedro poseyese
todas las demás, sin el amor de Cristo no podía ser pastor fiel sobre el rebaño
del Señor.
El Conocimiento, La Benevolencia, La
Elocuencia, La Gratitud Y El Celo Son Todos Valiosos Auxiliares En La Buena
Obra; Pero Sin El Amor De Jesús En El Corazón, La Obra Del Ministro Cristiano
Fracasará Seguramente.
EL FUTURO DE
PEDRO
JESÚS ANDUVO A
SOLAS CON PEDRO UN RATO, porque
había algo que deseaba comunicarle a él solo. Antes de su muerte, Jesús le
había dicho: "Donde yo voy, no me
puedes ahora seguir; más me seguirás después." A esto Pedro había
contestado: "Señor, 754 ¿por qué no
te puedo seguir ahora? mi alma pondré por ti."*(Juan 13:36,37). Cuando
dijo esto, no tenía noción de las alturas y profundidades a las cuales le iban
a conducir los pies de Cristo. Pedro había fracasado cuando vino la prueba,
pero volvía a tener oportunidad de probar su amor hacia Cristo. A fin de que
quedase fortalecido para la prueba final de su fe, el Salvador le reveló lo que
le esperaba. Le dijo que después de vivir una vida útil, cuando la vejez le
restase fuerzas, habría de seguir de veras a su Señor.
Jesús dijo: "Cuando eras más mozo, te ceñías, e ibas
donde querías; más cuando ya fueres viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá
otro, y te llevará a donde no quieras. Y esto dijo, dando a entender con qué
muerte había de glorificar a Dios."
Jesús dio entonces a conocer a Pedro la manera en que habría
de morir. Hasta predijo que serían extendidas sus manos sobre la cruz. Volvió a
ordenar a su discípulo: "Sígueme." Pedro no quedó desalentado por la revelación.
Estaba dispuesto a sufrir cualquier muerte por su Señor.
HASTA ENTONCES
PEDRO
había conocido a Cristo según la carne, como muchos le conocen ahora; pero ya
no había de quedar así limitado. Ya no le conocía como le había conocido en su
trato con él en forma humana. Le había amado como hombre, como maestro enviado
del cielo; ahora le amaba como Dios.
Había estado aprendiendo la lección de que para él Cristo
era todo en todo. Ahora estaba preparado para participar de la misión de
sacrificio de su Señor. Cuando por fin fue llevado a la cruz, fue, a petición
suya, crucificado con la cabeza hacia abajo. Pensó que era un honor demasiado
grande sufrir de la misma manera en que su Maestro había sufrido.
PARA PEDRO LA
ORDEN "SÍGUEME" estaba llena de instrucción. No sólo para su muerte fue
dada esta lección, sino para todo paso de su vida. Hasta entonces Pedro había
estado inclinado a obrar independientemente. Había procurado hacer planes para
la obra de Dios en vez de esperar y seguir el plan de Dios. Pero él no podía
ganar nada apresurándose delante del Señor.
Jesús le ordena: "Sígueme." No corras delante de
mí. Así no tendrás que arrostrar solo las huestes de Satanás. Déjame ir delante
de ti, y entonces no serás vencido por el enemigo.
PEDRO Y EL FUTURO DE JUAN
MIENTRAS PEDRO
ANDABA AL LADO DE JESÚS, vio que Juan los 755 estaba siguiendo. Le dominó el deseo
de conocer su futuro, y "dice a
Jesús: Señor, ¿y éste, qué? Dícele Jesús: Si quiero que él quede hasta que yo
venga, ¿qué a ti? Sígueme tú." Pedro debiera haber considerado que su
Señor quería revelarle todo lo que le convenía saber.
Es Deber
De Cada Uno Seguir A Cristo Sin Preocuparse Por La Tarea Asignada A Otros.
Al
decir acerca de Juan: "Si quiero que él quede hasta que yo venga,"
Jesús no aseguró que este discípulo habría de vivir hasta la segunda venida del
Señor. Aseveró meramente su poder supremo, y que si él quisiera que fuese así,
ello no habría de afectar en manera alguna la obra de Pedro.
El futuro de Juan, tanto como el de Pedro,
estaba en las manos de su Señor. El deber requerido de cada uno de ellos era
que le obedeciesen siguiéndole.
¡CUÁNTOS SON
HOY SEMEJANTES A PEDRO! Se interesan en los asuntos de los demás, y anhelan conocer
su deber mientras que están en peligro de descuidar el propio. Nos incumbe
mirar a Cristo y seguirle. Veremos errores en la vida de los demás y defectos
en su carácter. La humanidad está llena de flaquezas. Pero en Cristo hallaremos
perfección. Contemplándole, seremos transformados.
Juan vivió hasta ser muy anciano. Presenció la destrucción
de Jerusalén y la ruina del majestuoso templo, símbolo de la ruina final del
mundo. Hasta sus últimos días, Juan siguió de cerca a su Señor. El pensamiento
central de su testimonio a las iglesias era: "Carísimos, amémonos unos a otros;" "el que vive en
amor, vive en Dios, y Dios en él."*(1 Juan 4:7,16).
*PEDRO
NO TIENE SUPREMACÍA SOBRE LOS DEMÁS DISCÍPULOS
Pedro Había Sido Restaurado A Su Apostolado,
Pero La Honra Y La Autoridad Que Recibió De Cristo No Le Dieron Supremacía
Sobre Sus Hermanos.
Cristo dejó bien sentado esto cuando en contestación a la
pregunta de Pedro: "¿Y éste, qué?" había dicho: "¿Qué a ti? Sígueme
tú."
PEDRO NO HABÍA
DE SER HONRADO COMO CABEZA DE LA IGLESIA. El favor que Cristo le había
manifestado al perdonarle su apostasía y al confiarle la obra de apacentar el
rebaño, y la propia fidelidad de Pedro al seguir a Cristo, le granjearon la
confianza de sus hermanos. Tuvo mucha influencia en la iglesia. Pero la lección
que Cristo le había enseñado a orillas del mar de Galilea, la conservó Pedro
toda su vida.
ESCRIBIENDO POR
EL ESPÍRITU SANTO A LAS IGLESIAS, DIJO: "Ruego
a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano 756 también con ellos, y
testigo de las aflicciones de Cristo, que soy también participante de la gloria
que ha de ser revelada: Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros,
teniendo cuidado de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia
deshonesta, sino de un ánimo pronto; y no como teniendo señorío sobre las
heredades del Señor, sino siendo dechados de la grey. Y cuando apareciere el
Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria." (1
Pedro 5:1-4). 757 DTG/EGW
(Este capítulo 85. Está basado en San Juan 21:1-22).
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