(Este capítulo 78. Está basado en San Mateo 27:31-53; San Marcos
15:20-38; San Lucas 23:26-46; San Juan 19:16-30).
"Y COMO vinieron al lugar que se
llama de la Calavera, le crucificaron allí." "Para santificar al
pueblo por su propia sangre," Cristo "padeció fuera de la
puerta." (Hebreos 13:12).
POR
LA TRANSGRESIÓN DE LA LEY DE DIOS, Adán y Eva fueron desterrados del Edén.
Cristo, nuestro substituto, iba a sufrir fuera de los límites de Jerusalén.
Murió fuera de la puerta, donde eran ejecutados los criminales y homicidas.
Rebosan de significado las palabras: "Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros
maldición." (Gálatas 3:13).
UNA
VASTA MULTITUD SIGUIÓ A JESÚS DESDE EL PRETORIO HASTA EL CALVARIO. Las
nuevas de su condena se habían difundido por toda Jerusalén, y acudieron al
lugar de su ejecución personas de todas clases y jerarquías. Los
sacerdotes y príncipes se habían comprometido a no molestar a los seguidores de
Cristo si él les era entregado, así que los discípulos y creyentes de
la ciudad y región circundante pudieron unirse a la muchedumbre que seguía al
Salvador. Al cruzar Jesús la puerta del atrio del tribunal de Pilato, la cruz
que había sido preparada para Barrabás fue puesta sobre sus hombros magullados
y ensangrentados. Dos compañeros de Barrabás iban a sufrir la muerte al mismo
tiempo que Jesús, y se pusieron también cruces sobre ellos. La carga del
Salvador era demasiado pesada para él en su condición débil y doliente. Desde
la cena de Pascua que tomara con sus discípulos, no había ingerido alimento ni
bebida.
EN EL
HUERTO DE GETSEMANÍ había agonizado en conflicto con
los agentes satánicos. Había soportado la angustia de la entrega, y había visto
a sus discípulos abandonarle y huir. Había sido llevado a Anás, luego a Caifás
y después a Pilato. De Pilato había sido enviado a Herodes, luego de nuevo a
Pilato. Las injurias habían sucedido a las injurias, los escarnios a los
escarnios; Jesús había sido 691 flagelado dos veces, y toda esa noche se había
producido una escena tras otra de un carácter capaz de probar hasta lo sumo a
un alma humana. Cristo no había desfallecido. No había pronunciado palabra que
no tendiese a glorificar a Dios.
DURANTE
TODA LA DESHONROSA FARSA DEL PROCESO,
se había portado con firmeza y dignidad. Pero cuando, después de la segunda
flagelación, la cruz fue puesta sobre él, la naturaleza humana no pudo soportar
más y Jesús cayó desmayado bajo la carga. La muchedumbre que seguía al Salvador
vio sus pasos débiles y tambaleantes, pero no manifestó compasión. Se burló de
él y le vilipendió porque no podía llevar la pesada cruz. Volvieron a poner
sobre él la carga, y otra vez cayó desfalleciente al suelo. Sus perseguidores
vieron que le era imposible llevarla más lejos. No sabían dónde encontrar quien
quisiese llevar la humillante carga. Los judíos mismos no podían hacerlo,
porque la contaminación les habría impedido observar la Pascua.
ENTRE
LA TURBA que le seguía no había una sola persona que
quisiese rebajarse a llevar la cruz.
EN
ESE MOMENTO, UN FORASTERO, SIMÓN
CIRENEO, que volvía del campo, se encontró con la
muchedumbre. Oyó las burlas y palabras soeces de la turba; oyó las palabras
repetidas con desprecio: Abrid paso para el Rey de los judíos. Se detuvo
asombrado ante la escena; y como expresara su compasión, se apoderaron de él y
colocaron la cruz sobre sus hombros.
Simón había oído hablar de Jesús. Sus
hijos creían en el Salvador, pero él no era discípulo. Resultó una bendición
para él llevar la cruz al Calvario y desde entonces estuvo siempre agradecido
por esta providencia. Ella le indujo a tomar sobre sí la cruz de Cristo por su
propia voluntad y a estar siempre alegremente bajo su carga.
HABÍA
NO POCAS MUJERES ENTRE LA MULTITUD que seguía al Inocente a su muerte cruel. Su
atención estaba fija en Jesús. Algunas de ellas le habían visto antes. Algunas
le habían llevado sus enfermos y dolientes.
Otras habían sido sanadas. Al oír el
relato de las escenas que acababan de acontecer, se asombraron por el odio de
la muchedumbre hacia Aquel por quien su propio corazón se enternecía y estaba
por quebrantarse. Y a pesar de la acción de la turba enfurecida y de las
palabras airadas de sacerdotes y príncipes, esas mujeres expresaron su 692
simpatía.
AL
CAER JESÚS DESFALLECIDO BAJO LA CRUZ, PRORRUMPIERON EN LLANTO LASTIMERO.
Esto fue lo único que atrajo la atención de Cristo. Aunque abrumado por el sufrimiento
mientras llevaba los pecados del mundo, no era indiferente a la expresión de
pesar.
MIRÓ
A ESAS MUJERES CON TIERNA COMPASIÓN. No
eran creyentes en él; sabía que no le compadecían como enviado de Dios, sino
que eran movidas por sentimientos de compasión humana. No despreció su
simpatía, sino que ésta despertó en su corazón una simpatía más profunda por
ellas. "Hijas de Jerusalem --dijo,-- no me lloréis a mí, mas llorad por
vosotras mismas, y por vuestros hijos."
DE LA
ESCENA QUE PRESENCIABA, Cristo miró hacia adelante al tiempo de la destrucción
de Jerusalén. En ese terrible acontecimiento, muchas de las que lloraban ahora
por él iban a perecer con sus hijos.
DE LA
CAÍDA DE JERUSALÉN, los pensamientos de Jesús pasaron a un juicio más amplio.
En la destrucción de la ciudad impenitente, vio un símbolo de la destrucción
final que caerá sobre el mundo. Dijo: "Entonces comenzarán a decir a los
montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos.
PORQUE
SI EN EL ÁRBOL VERDE HACEN ESTAS COSAS, ¿en el seco, qué se hará?" Por el
árbol verde, Jesús se representó a sí mismo, el Redentor inocente. Dios
permitió que su ira contra la transgresión cayese sobre su Hijo amado. Jesús
iba a ser crucificado por los pecados de los hombres.
¿Qué sufrimiento
iba entonces a soportar el pecador que continuase en el pecado?
TODOS
LOS IMPENITENTES E INCRÉDULOS iban a
conocer un pesar y una desgracia que el lenguaje no podría expresar.
ENTRE
LA MULTITUD que siguió al Salvador hasta el Calvario, había muchos que le
habían acompañado con gozosos hosannas y agitando palmas, mientras entraba
triunfantemente en Jerusalén.
PERO NO POCOS de aquellos que habían
gritado sus alabanzas porque era una acción popular, participaban en clamar: "Crucifícale,
crucifícale."
CUANDO
CRISTO ENTRÓ EN JERUSALÉN, las esperanzas de los discípulos habían llegado a su
apogeo. Se habían agolpado en derredor de su Maestro, sintiendo que era un alto
honor estar relacionados con él. Ahora,
en su humillación, le seguían de lejos.
ESTABAN
LLENOS DE PESAR y agobiados por las esperanzas
frustradas. Ahora se verificaban 693 las palabras de Jesús: "Todos
vosotros seréis escandalizados en mí esta noche; porque escrito está: Heriré al
Pastor, y las ovejas de la manada serán dispersas." (Mateo 26:31).
AL
LLEGAR AL LUGAR DE LA EJECUCIÓN, los
presos fueron atados a los instrumentos de tortura. Los dos ladrones se
debatieron en las manos de aquellos que los ponían sobre la cruz; pero Jesús no ofreció resistencia.
LA
MADRE DE JESÚS, sostenida por el amado discípulo Juan,
había seguido las pisadas de su Hijo hasta el Calvario. Le había visto desmayar
bajo la carga de la cruz, y había anhelado sostener con su mano la cabeza
herida y bañar la frente que una vez se reclinara en su seno. Pero se le había
negado este triste privilegio.
JUNTAMENTE
CON LOS DISCÍPULOS, acariciaba
todavía la esperanza de que Jesús manifestara su poder y se librara de sus
enemigos. Pero su corazón volvió a desfallecer al recordar las palabras con que
Jesús había predicho las mismas escenas que estaban ocurriendo.
MIENTRAS
ATABAN A LOS LADRONES A LA CRUZ, miró suspensa en agonía.
¿Dejaría que se le crucificase Aquel
que había dado vida a los muertos? ¿Se sometería el Hijo de Dios a esta muerte
cruel? ¿Debería ella renunciar a su fe de que Jesús era el Mesías? ¿Tendría
ella que presenciar su oprobio y pesar sin tener siquiera el privilegio de
servirle en su angustia?
Vio sus manos extendidas sobre la cruz;
se trajeron el martillo y los clavos, y mientras éstos se hundían a través de
la tierna carne, los afligidos discípulos apartaron de la cruel escena el
cuerpo desfalleciente de la madre de Jesús.
EL SALVADOR NO DEJÓ OÍR UN MURMULLO DE QUEJA. Su rostro permaneció sereno. Pero había grandes gotas de sudor sobre su frente. No hubo mano compasiva que enjugase el rocío de muerte de su rostro, ni se oyeron palabras de simpatía y fidelidad inquebrantable que sostuviesen su corazón humano.
LA ORACIÓN DE JESÚS: COMIENZA SU PAPEL DE ABOGADO INTERCESOR.
MIENTRAS
LOS SOLDADOS ESTABAN REALIZANDO SU TERRIBLE OBRA, JESÚS ORABA POR SUS ENEMIGOS:
"Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen." Su espíritu se
apartó de sus propios sufrimientos para pensar en el pecado de sus
perseguidores, y en la terrible retribución que les tocaría. No
invocó maldición alguna sobre los soldados que le maltrataban tan rudamente. No
invocó venganza alguna sobre los sacerdotes y príncipes que se regocijaban por
haber logrado su propósito. Cristo se compadeció 694 de ellos en su ignorancia
y culpa. Sólo exhaló una súplica para que fuesen perdonados, "porque no
saben lo que hacen." Si hubiesen sabido que estaban torturando
a Aquel que había venido para salvar a la raza pecaminosa de la ruina eterna,
el remordimiento y el horror se habrían apoderado de ellos.
PERO
SU IGNORANCIA NO SUPRIMIÓ SU CULPABILIDAD, porque habían tenido el privilegio
de conocer y aceptar a Jesús como su Salvador. Algunos
iban a ver todavía su pecado, arrepentirse y convertirse. Otros, por su
impenitencia, iban a hacer imposible que fuese, contestada la oración de Cristo
en su favor.
PERO ASIMISMO SE CUMPLÍA EL PROPÓSITO DE DIOS. Jesús estaba adquiriendo derecho a ser abogado de los hombres en la
presencia del Padre.
ESA ORACIÓN DE CRISTO POR SUS ENEMIGOS ABARCABA AL MUNDO. Abarcaba a todo pecador que hubiera vivido desde el principio del mundo o fuese a vivir hasta el fin del tiempo. Sobre todos recae la culpabilidad de la crucifixión del Hijo de Dios. A todos se ofrece libremente el perdón. "El que quiere" puede tener paz con Dios y heredar la vida eterna.
TAN PRONTO como Jesús estuvo clavado en la cruz, ésta fue levantada por hombres fuertes y plantada con gran violencia en el hoyo preparado para ella. Esto causó los más atroces dolores al Hijo de Dios.
Pilato
escribió entonces una inscripción en hebreo, griego y latín y la colocó sobre
la cruz, más arriba que la cabeza de Jesús. Decía: "Jesús
Nazareno, Rey de los Judíos." Esta inscripción irritaba a los
judíos.
EN EL
TRIBUNAL DE PILATO HABÍAN CLAMADO: "Crucifícale."
"No tenemos rey sino a César."*(Juan 19:15). Habían
declarado que quien reconociese a otro rey era traidor. Pilato escribió el
sentimiento que habían expresado. No se mencionaba delito alguno, excepto que
Jesús era Rey de los judíos. La inscripción era un reconocimiento virtual de la
fidelidad de los judíos al poder romano. Declaraba que cualquiera que aseverase
ser Rey de Israel, era considerado por ellos como digno de muerte. Los
sacerdotes se habían excedido.
CUANDO MAQUINABAN LA MUERTE DE CRISTO,
Caifás había declarado conveniente que un hombre muriese para salvar la nación.
Ahora su hipocresía quedó revelada. A fin de destruir a Cristo, habían
estado dispuestos a sacrificar hasta su existencia nacional. 695 Los
sacerdotes vieron lo que habían hecho, y pidieron a Pilato que cambiase la
inscripción. Dijeron: "No escribas, Rey de los judíos: sino, que él dijo:
Rey soy de los Judíos." Pero Pilato estaba airado consigo mismo por su
debilidad anterior y despreciaba cabalmente a los celosos y arteros sacerdotes
y príncipes. Respondió fríamente: "Lo que he escrito, he escrito."
UN
PODER SUPERIOR A PILATO Y A LOS JUDÍOS había dirigido la colocación de esa
inscripción sobre la cabeza de Jesús. Era la providencia de Dios, tenía que
incitar a reflexionar e investigar las Escrituras. El lugar donde Cristo fue
crucificado se hallaba cerca de la ciudad. Miles de personas de todos los
países estaban entonces en Jerusalén, y la inscripción que declaraba Mesías a
Jesús de Nazaret iba a llegar a su conocimiento. Era una verdad viva transcrita
por una mano que Dios había guiado.
EN LOS SUFRIMIENTOS DE CRISTO EN LA CRUZ, SE CUMPLÍA LA PROFECÍA. Siglos antes de la crucifixión, el Salvador había predicho el trato
que iba a recibir. Dijo: "Porque perros me han rodeado, hame
cercado cuadrilla de malignos: horadaron mis manos y mis pies. Contar puedo
todos mis huesos; ellos miran, considéranme. Partieron entre sí mis vestidos, y
sobre mi ropa echaron suertes." (Salmos 22:16-18).
LA PROFECÍA concerniente a sus vestiduras fue cumplida sin
consejo ni intervención de los amigos o los enemigos del Crucificado. Su ropa
había sido dada a los soldados que le habían puesto en la cruz. Cristo oyó las
disputas de los hombres mientras se repartían las ropas entre sí. Su túnica era
tejida sin costura y dijeron: "No la partamos, sino echemos suertes sobre
ella, de quién será."
EN
OTRA PROFECÍA, El Salvador Declaró: "La
afrenta ha quebrantado mi corazón, y estoy acongojado: y esperé quien se
compadeciese de mí, y no lo hubo: y consoladores, y ninguno hallé. Pusiéronme
además hiel por comida, y en mi sed me dieron a beber vinagre." (Salmos
69:20,21). Era permitido dar a los que sufrían la muerte de cruz una poción
estupefaciente que amortiguase la sensación del dolor. Esta poción fue ofrecida
a Jesús; pero al probarla, la rehusó. No quería recibir algo que turbase su
inteligencia. Su fe debía aferrarse a Dios. Era su única fuerza. Enturbiar sus
sentidos sería dar una ventaja a Satanás. Los enemigos de Jesús desahogaron su
ira sobre él mientras pendía de la cruz. Sacerdotes, príncipes y escribas se
unieron a 696 la muchedumbre para burlarse del Salvador moribundo.
SÁLVATE A TI MISMO
EN OCASIÓN DEL BAUTISMO Y DE LA TRANSFIGURACIÓN,
se había oído la voz de Dios proclamar a Cristo como su Hijo. Nuevamente,
precisamente antes de la entrega de Cristo, el Padre había hablado y
atestiguado su divinidad. Pero ahora la voz del cielo callaba. Ningún
testimonio se oía en favor de Cristo. Solo, sufría los ultrajes y las burlas de
los hombres perversos. "Si eres Hijo de Dios --decían,-- desciende
de la cruz." "Sálvese a sí, si éste es el Mesías,
el escogido de Dios."
EN EL DESIERTO DE LA TENTACIÓN, SATANÁS HABÍA DECLARADO: "Si
eres Hijo de Dios, di que estas piedras se hagan pan." "Si eres Hijo
de Dios, échate abajo" desde el pináculo del templo. (Mateo
4:3,6). Y Satanás, con ángeles suyos en forma humana, estaba presente al
lado de la cruz.
EL GRAN ENEMIGO Y SUS HUESTES COOPERABAN CON LOS SACERDOTES Y PRÍNCIPES.
Los maestros del pueblo habían incitado a la turba ignorante a pronunciar
juicio contra Uno a quien muchos no habían mirado hasta que se les instó a que
diesen testimonio contra él. Los sacerdotes, los príncipes, los fariseos y el
populacho empedernido estaban confederados en un frenesí satánico. Los
dirigentes religiosos se habían unido con Satanás y sus ángeles. Estaban
cumpliendo sus órdenes. Jesús, sufriendo y moribundo, oía cada palabra mientras
los sacerdotes declaraban: "A otros salvó, a sí mismo no se
puede salvar. El Cristo, Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, para que
veamos y creamos." Cristo podría haber descendido de la cruz. Pero
por el hecho de que no quiso salvarse a sí mismo tiene el pecador esperanza de
perdón y favor con Dios.
MIENTRAS SE BURLABAN DEL SALVADOR, LOS HOMBRES QUE PROFESABAN SER EXPOSITORES
DE LA PROFECÍA repetían
las mismas palabras que la Inspiración había predicho que pronunciarían en esta
ocasión. Sin embargo, en su ceguera, no vieron que estaban cumpliendo la
profecía. Los que con irrisión dijeron: "Confió en Dios: líbrele ahora si le
quiere: porque ha dicho: Soy Hijo de Dios," no pensaron que su
testimonio repercutiría a través de los siglos.
PERO, AUNQUE FUERON DICHAS EN SON
DE BURLA, estas palabras indujeron a los
hombres a escudriñar las Escrituras como nunca lo habían hecho antes.
HOMBRES
SABIOS OYERON, ESCUDRIÑARON, reflexionaron y oraron. Hubo quienes
no descansaron hasta que, por la comparación de un pasaje de 697 la Escritura
con otro, vieron el significado de la misión de Cristo. Nunca antes hubo un
conocimiento tan general de Jesús como una vez que fue colgado de la cruz.
EN EL CORAZÓN DE MUCHOS DE AQUELLOS QUE PRESENCIARON LA CRUCIFIXIÓN y oyeron las palabras de Cristo, resplandeció la
luz de la verdad. Durante su agonía sobre la cruz, llegó a Jesús un rayo de
consuelo.
EL BUEN LADRÓN
FUE LA PETICIÓN DEL LADRÓN ARREPENTIDO. Los
dos hombres crucificados con Jesús se habían burlado de él al principio; y por
efecto del padecimiento uno de ellos se volvió más desesperado y desafiante.
Pero no sucedió así con su compañero. Este hombre no era un criminal
empedernido. Había sido extraviado por las malas compañías, pero era menos
culpable que muchos de aquellos que estaban al lado de la cruz vilipendiando al
Salvador.
HABÍA
VISTO Y OÍDO A JESÚS Y SE HABÍA CONVENCIDO POR SU ENSEÑANZA,
pero había sido desviado de él por los sacerdotes y príncipes. Procurando
ahogar su convicción, se había hundido más y más en el pecado, hasta que fue
arrestado, juzgado como criminal y condenado a morir en la cruz. En el tribunal
y en el camino al Calvario, había estado en compañía de Jesús. Había oído a
Pilato declarar: "Ningún crimen hallo en él." (Juan 19:4).
HABÍA
NOTADO SU PORTE DIVINO Y EL ESPÍRITU COMPASIVO
de perdón que manifestaba hacia quienes le atormentaban. En la cruz, vio a los
muchos que hacían gran profesión de religión sacarle la lengua con escarnio y
ridiculizar al Señor Jesús. Vio las cabezas que se sacudían, oyó cómo su
compañero de culpabilidad repetía las palabras de reproche: "Si
tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros." Entre
los que pasaban, oía a muchos que defendían a Jesús. Les oía repetir sus
palabras y hablar de sus obras. Penetró de nuevo en su corazón la convicción de
que era el Cristo. Volviéndose hacia su compañero culpable, dijo: "¿Ni
aun tú temes a Dios, estando en la misma condenación?"
ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO
LOS
LADRONES MORIBUNDOS NO TENÍAN YA NADA QUE TEMER DE LOS HOMBRES.
Pero uno de ellos sentía la convicción de que había un Dios a quien temer, un
futuro que debía hacerle temblar. Y ahora, así como se hallaba, todo manchado
por el pecado, se veía a punto de terminar la historia de su vida. "Y nosotros, a la verdad, justamente
padecemos --gimió,-- porque recibimos lo que merecieron nuestros
hechos: más éste ningún mal hizo." 698 Nada ponía ya en tela de
juicio. No expresaba dudas ni reproches. Al ser condenado por su crimen, el
ladrón se había llenado de desesperación; pero ahora brotaban en su mente
pensamientos extraños, impregnados de ternura.
RECORDABA
TODO LO QUE HABÍA OÍDO DECIR ACERCA DE JESÚS, cómo
había sanado a los enfermos y perdonado el pecado. Había oído las palabras de
los que creían en Jesús y le seguían llorando. Había visto y leído el título
puesto sobre la cabeza del Salvador. Había oído a los transeúntes repetirlo,
algunos con labios temblorosos y afligidos, otros con escarnio y burla.
EL
ESPÍRITU SANTO ILUMINÓ SU MENTE y poco a poco se fue eslabonando la cadena de
la evidencia. En
Jesús, magullado, escarnecido y colgado de la cruz, vio al Cordero de Dios, que
quita el pecado del mundo.
LA
ESPERANZA SE MEZCLÓ CON LA ANGUSTIA EN SU VOZ,
mientras que su alma desamparada se aferraba de un Salvador moribundo. "Señor,
acuérdate de mí --exclamó,-- cuando vinieres en tu reino."*(Lucas 23:42
VM.).
PRESTAMENTE
LLEGÓ LA RESPUESTA. El tono era suave y melodioso, y las
palabras, llenas de amor, compasión y poder: De
cierto te digo hoy: estarás conmigo en el paraíso.
DURANTE LARGAS HORAS DE AGONÍA, el
vilipendio y el escarnio habían herido los oídos de Jesús. Mientras pendía de
la cruz, subía hacia él el ruido de las burlas y maldiciones. Con corazón anhelante,
había escuchado para oír alguna expresión de fe de parte de sus discípulos.
HABÍA OÍDO SOLAMENTE LAS TRISTES PALABRAS: "Esperábamos que él era el que había de redimir a
Israel." ¡Cuánto agradecimiento sintió entonces el Salvador
por la expresión de fe y amor que oyó del ladrón moribundo!
MIENTRAS
LOS DIRIGENTES JUDÍOS LE NEGABAN y hasta sus discípulos dudaban de su
divinidad, el pobre ladrón, en el umbral de la eternidad, llamó a Jesús, Señor.
MUCHOS ESTABAN DISPUESTOS A LLAMARLE SEÑOR CUANDO REALIZABA MILAGROS Y
DESPUÉS QUE HUBO RESUCITADO DE LA TUMBA; pero mientras pendía moribundo de la cruz, nadie le reconoció sino el
ladrón arrepentido que se salvó a la undécima hora. Los que estaban cerca de
allí oyeron las palabras del ladrón cuando llamaba a Jesús, Señor.
EL TONO DEL HOMBRE ARREPENTIDO LLAMÓ SU ATENCIÓN. Los que, al pie de la cruz, habían estado disputándose la ropa de
Cristo y echando suertes sobre su túnica, se detuvieron a escuchar. Callaron
las voces airadas. 699 Con el aliento en suspenso, miraron a Cristo y esperaron
la respuesta de aquellos labios moribundos. Mientras pronunciaba las palabras
de promesa, la obscura nube que parecía rodear la cruz fue atravesada por una
luz viva y brillante. El ladrón arrepentido sintió la perfecta paz de la
aceptación por Dios.
EN
SU HUMILLACIÓN, CRISTO FUE GLORIFICADO. El
que ante otros ojos parecía vencido, era el Vencedor. Fue reconocido como
Expiador del pecado. Los hombres pueden ejercer poder sobre su cuerpo humano.
Pueden herir sus santas sienes con la corona de espinas. Pueden despojarle de
su vestidura y disputársela en el reparto.
PERO
NO PUEDEN QUITARLE SU PODER DE PERDONAR PECADOS.
Al morir, da testimonio de su propia divinidad, para la gloria del Padre. Su
oído no se ha agravado al punto de no poder oír ni se ha acortado su brazo para
no poder salvar. Es su derecho real salvar hasta lo sumo a todos los que por él
se allegan a Dios. De cierto te digo hoy: estarás conmigo en el paraíso*.
APÉNDICE:
NOTA 4. Es bien sabido que la puntuación de
la Biblia no es obra de los escritores inspirados. En verdad, la puntuación es
un arte moderno, pues la coma en su forma actual fue inventada en 1490 por un
impresor de Venecia. Por lo tanto, tenemos libertad para cambiar la puntuación
de la Escritura según lo exija el sentido. En Lucas 23:43, si se coloca la coma
después de hoy, y se suprime la palabra "que," vocablo que no existe
en el original griego, el texto dice: "De cierto te digo hoy, estarás
conmigo en el paraíso." Entonces no hay falta de armonía entre este pasaje
y la declaración ulterior de Cristo de que todavía no había ascendido al Padre.
CRISTO
NO PROMETIÓ QUE EL LADRÓN ESTARÍA EN EL PARAÍSO ESE DÍA,
El mismo no fue ese día al paraíso. Durmió en la tumba, y en la mañana de la
resurrección dijo: "Aun no he subido a mi Padre."*(Juan
20:17). Pero en el día de la crucifixión, el día de la derrota y tinieblas
aparentes, formuló la promesa. "Hoy;" mientras moría en la cruz como
malhechor, Cristo aseguró al pobre pecador: "Estarás conmigo en el
paraíso."
LOS
LADRONES CRUCIFICADOS CON JESÚS ESTABAN "uno
a cada lado, y Jesús en medio." Así se había dispuesto por indicación de
los sacerdotes y príncipes. La posición de Cristo entre los ladrones debía
indicar que era el mayor criminal de los tres. Así se cumplía el pasaje: "Fue
contado con los perversos." (Isaías 53:12).
PERO
LOS SACERDOTES NO PODÍAN VER EL PLENO SIGNIFICADO DE SU ACTO.
Como Jesús crucificado con los ladrones fue puesto "en medio," así su
cruz fue puesta en medio de un mundo que yacía en el pecado. Y las palabras de
perdón dirigidas al ladrón arrepentido encendieron una luz que brillará hasta
los más remotos confines de la tierra.
CON
ASOMBRO, LOS ÁNGELES CONTEMPLARON EL AMOR INFINITO DE JESÚS, quien, sufriendo
la más intensa agonía mental y corporal, pensó solamente en los demás y animó
al alma penitente a creer.
EN SU
HUMILLACIÓN, se había dirigido como profeta a las 700 hijas de
Jerusalén;
COMO SACERDOTE
Y ABOGADO, había intercedido con el Padre para que perdonase a sus
homicidas;
COMO SALVADOR amante, había perdonado los pecados del ladrón arrepentido.
LA MADRE DE JESÚS (EL ENCARGO).
MIENTRAS
LA MIRADA DE JESÚS RECORRÍA LA MULTITUD QUE LE RODEABA,
una figura llamó su atención. Al pie de la cruz estaba su madre, sostenida por
el discípulo Juan. Ella no podía permanecer lejos de su Hijo; y Juan, sabiendo
que el fin se acercaba, la había traído de nuevo al lado de la cruz. En el
momento de morir, Cristo recordó a su madre. Mirando su rostro pesaroso y luego
a Juan, le dijo: "Mujer, he ahí tu hijo," y luego a Juan: "He
ahí tu madre." Juan comprendió las palabras de Cristo y aceptó el
cometido. Llevó a María a su casa, y desde esa hora la cuidó tiernamente.
¡OH SALVADOR
COMPASIVO Y AMANTE! ¡En medio de todo su dolor
físico y su angustia mental, tuvo un cuidado reflexivo para su madre! No
tenía dinero con que proveer a su comodidad, pero estaba él entronizado en el
corazón de Juan y le dio su madre como legado precioso. Así le proveyó lo que
más necesitaba: la tierna simpatía de quien la amaba porque ella amaba a Jesús.
Y al recibirla como un sagrado cometido, Juan recibía una gran bendición. Le
recordaba constantemente a su amado Maestro. El perfecto ejemplo de amor filial
de Cristo resplandece con brillo siempre vivo a través de la neblina de los
siglos.
DURANTE
CASI TREINTA AÑOS Jesús había ayudado con su trabajo diario a llevar las cargas
del hogar. Y ahora, aun en su última agonía, se acordó de proveer para su madre viuda y afligida.
EL
MISMO ESPÍRITU SE VERÁ EN TODO DISCÍPULO DE NUESTRO SEÑOR.
Los que siguen a Cristo sentirán que es parte de su religión respetar a sus
padres y cuidar de ellos. Los padres y las madres nunca dejarán de recibir
cuidado reflexivo y tierna simpatía de parte del corazón donde se alberga el
amor de Cristo.
CRISTO NUESTRA PROPICIACIÓN
EL
SEÑOR DE GLORIA ESTABA MURIENDO EN RESCATE POR LA FAMILIA HUMANA.
Al entregar su preciosa vida, Cristo no fue sostenido por un gozo triunfante.
Todo era lobreguez opresiva. No era el temor de la muerte lo que le agobiaba.
No era el dolor ni la ignominia de la cruz lo que le causaba agonía inefable.
Cristo era el príncipe de los dolientes. Pero su sufrimiento provenía del
sentimiento de la malignidad del pecado, del conocimiento 701 de que por la
familiaridad con el mal, el hombre se había vuelto ciego a su enormidad.
CRISTO
VIO CUÁN TERRIBLE ES EL DOMINIO DEL PECADO SOBRE EL CORAZÓN HUMANO,
y cuán pocos estarían dispuestos a desligarse de su poder. Sabía que sin la
ayuda de Dios la humanidad tendría que perecer, y vio a las multitudes perecer
teniendo a su alcance ayuda abundante.
SOBRE
CRISTO COMO SUBSTITUTO Y GARANTE NUESTRO FUE PUESTA LA INIQUIDAD DE TODOS
NOSOTROS. Fue contado por transgresor, a fin de que pudiese
redimirnos de la condenación de la ley. La culpabilidad de cada descendiente de
Adán abrumó su corazón. La ira de Dios contra el pecado, la terrible
manifestación de su desagrado por causa de la iniquidad, llenó de consternación
el alma de su Hijo. Toda su vida, Cristo había estado proclamando a un mundo
caído las buenas nuevas de la misericordia y el amor perdonador del Padre.
SU
TEMA ERA LA SALVACIÓN AUN DEL PRINCIPAL DE LOS PECADORES.
Pero en estos momentos, sintiendo el terrible peso de la culpabilidad que
lleva, no puede ver el rostro reconciliador del Padre. Al sentir el Salvador
que de él se retraía el semblante divino en esta hora de suprema angustia,
atravesó su corazón un pesar que nunca podrá comprender plenamente el hombre.
TAN
GRANDE FUE ESA AGONÍA QUE APENAS LE DEJABA SENTIR EL DOLOR FÍSICO.
Con fieras tentaciones, Satanás torturaba el corazón de Jesús. El Salvador no
podía ver a través de los portales de la tumba. La esperanza no le presentaba
su salida del sepulcro como vencedor ni le hablaba de la aceptación de su
sacrificio por el Padre.
TEMÍA
QUE EL PECADO FUESE TAN OFENSIVO PARA DIOS QUE SU SEPARACIÓN RESULTASE ETERNA.
Sintió la angustia que el pecador sentirá cuando la misericordia no interceda
más por la raza culpable. El sentido del pecado, que atraía la ira del Padre
sobre él como substituto del hombre, fue lo que hizo tan amarga la copa que
bebía el Hijo de Dios y quebró su corazón.
CON
ASOMBRO, LOS ÁNGELES PRESENCIARON LA DESESPERADA AGONÍA DEL SALVADOR.
Las huestes del cielo velaron sus rostros para no ver ese terrible espectáculo.
La naturaleza inanimada expresó simpatía por su Autor insultado y moribundo.
EL SOL SE NEGÓ A MIRAR LA TERRIBLE
ESCENA
Sus rayos brillantes iluminaba la tierra a
mediodía, cuando de repente parecieron borrarse. Como fúnebre mortaja, una
obscuridad completa rodeó la 702 cruz. "Fueron hechas tinieblas
sobre toda la tierra hasta la hora de nona." Estas tinieblas,
que eran tan profundas como la medianoche sin luna ni estrellas, no se debía a
ningún eclipse ni a otra causa natural. Era un testimonio milagroso dado por
Dios para confirmar la fe de las generaciones ulteriores.
EN ESA DENSA OBSCURIDAD, SE OCULTABA LA
PRESENCIA DE DIOS. El hace de las tinieblas su
pabellón y oculta su gloria de los ojos humanos. Dios y sus santos ángeles
estaban al lado de la cruz. El Padre estaba con su Hijo. Sin embargo, su
presencia no se reveló. Si su gloria hubiese fulgurado de la nube, habría
quedado destruido todo espectador humano. En aquella hora terrible, Cristo no
fue consolado por la presencia del Padre. Pisó solo el lagar y del pueblo no
hubo nadie con él. Con esa densa obscuridad, Dios veló la última agonía humana
de su hijo.
TODOS
LOS QUE HABÍAN VISTO A CRISTO SUFRIR ESTABAN CONVENCIDOS DE SU DIVINIDAD.
Ese rostro, una vez contemplado por la humanidad, no sería jamás olvidado. Así
como el rostro de Caín expresaba su culpabilidad de homicida, el rostro de
Cristo revelaba inocencia, serenidad, benevolencia: la imagen de Dios. Pero sus
acusadores no quisieron prestar atención al sello del cielo.
DURANTE
LARGAS HORAS DE AGONÍA, CRISTO HABÍA SIDO MIRADO POR LA MULTITUD ESCARNECEDORA.
Ahora le ocultó misericordiosamente el manto de Dios.. Un silencio sepulcral
parecía haber caído sobre el Calvario. Un terror sin nombre dominaba a la
muchedumbre que estaba rodeando la cruz. Las maldiciones y los vilipendios
quedaron a medio pronunciar. Hombres, mujeres y niños cayeron postrados al suelo.
Rayos vívidos fulguraban ocasionalmente de la nube y dejaban ver la cruz y el
Redentor crucificado. Sacerdotes, príncipes, escribas, verdugos y la turba,
todos pensaron que había llegado su tiempo de retribución.
DESPUÉS
DE UN RATO, ALGUIEN MURMURÓ QUE JESÚS BAJARÍA AHORA DE LA CRUZ.
Algunos intentaron regresar a tientas a la ciudad, golpeándose el pecho y
llorando de miedo. A la hora nona, las tinieblas se elevaron de la gente, pero
siguieron rodeando al Salvador. Eran un símbolo de la agonía y horror que
pesaban sobre su corazón. Ningún ojo podía atravesar la lobreguez que rodeaba
la cruz, y nadie podía penetrar la lobreguez más intensa que rodeaba el alma
doliente de 703 Cristo. Los airados rayos parecían lanzados contra él mientras
pendía de la cruz.
ENTONCES "EXCLAMÓ JESÚS A GRAN VOZ,
DICIENDO:
Eloi,
Eloi, ¿lama sabachthani?" "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
desamparado?" Cuando la lobreguez exterior se asentó
en derredor del Salvador, muchas voces exclamaron: La venganza del cielo está
sobre él. Son lanzados contra él los rayos de la ira de Dios, porque se declaró
hijo de Dios.
MUCHOS QUE CREÍAN EN ÉL OYERON SU CLAMOR
DESESPERADO. La esperanza los abandonó. Si
Dios había abandonado a Jesús, ¿en quién podían confiar sus seguidores?
CUANDO
LAS TINIEBLAS SE ALZARON DEL ESPÍRITU OPRIMIDO DE CRISTO,
recrudeció su sentido de los sufrimientos físicos y dijo: "Sed tengo." Uno de los soldados romanos, movido a
compasión al mirar sus labios resecos, colocó una esponja en un tallo de hisopo
y, sumergiéndola en un vaso de vinagre, se la ofreció a Jesús.
PERO
LOS SACERDOTES SE BURLARON DE SU AGONÍA.
Cuando las tinieblas cubrieron la tierra, se habían llenado de temor; pero al
disiparse su terror volvieron a temer que Jesús se les escapase todavía. Interpretaron
mal sus palabras: "Eloi, Eloi, ¿lama sabachthani?" Con amargo
desprecio y escarnio dijeron: "A Elías llama éste." Rechazaron la
última oportunidad de aliviar sus sufrimientos. "Deja --dijeron,-- veamos
si viene Elías a librarle."
EL
INMACULADO HIJO DE DIOS PENDÍA DE LA CRUZ: su
carne estaba lacerada por los azotes; aquellas manos que tantas veces se habían
extendido para bendecir, estaban clavadas en el madero; aquellos pies tan
incansables en los ministerios de amor estaban también clavados a la cruz; esa
cabeza real estaba herida por la corona de espinas; aquellos labios temblorosos
formulaban clamores de dolor.
Y
TODO LO QUE SUFRIÓ: LAS GOTAS DE SANGRE QUE CAYERON DE SU CABEZA,
sus manos y sus pies, la agonía que torturó su cuerpo y la inefable angustia
que llenó su alma al ocultarse el rostro de su Padre, habla a cada hijo de la
humanidad y declara: Por ti consiente el Hijo de Dios en llevar esta carga de
culpabilidad; por ti saquea el dominio de la muerte y abre las puertas del
Paraíso.
EL
QUE CALMÓ LAS AIRADAS ONDAS y anduvo sobre la cresta espumosa de
las olas, el que hizo temblar a los demonios y huir a la enfermedad, el que
abrió los ojos de los ciegos y devolvió la vida a los muertos, se ofrece 704
como sacrificio en la cruz, y esto por amor a ti.
EL,
EL EXPIADOR DEL PECADO, SOPORTA LA IRA DE LA JUSTICIA DIVINA
y por causa tuya se hizo pecado. En silencio, los espectadores miraron el fin
de la terrible escena. El sol resplandecía; pero la cruz estaba todavía rodeada
de tinieblas.
LOS SACERDOTES Y PRÍNCIPES MIRABAN HACIA JERUSALÉN; y he aquí, la nube densa se había asentado sobre la ciudad y las llanuras de Judea. El sol de justicia, la luz del mundo, retiraba sus rayos de Jerusalén, la que una vez fuera la ciudad favorecida. Los fieros rayos de la ira de Dios iban dirigidos contra la ciudad condenada.
DE
REPENTE, LA LOBREGUEZ SE APARTÓ DE LA CRUZ, y en
tonos claros, como de trompeta, que parecían repercutir por toda la creación,
Jesús exclamó: "Consumado es." "Padre, en tus manos encomiendo
mi espíritu." Una luz circuyó la cruz y el rostro del Salvador brilló con
una gloria como la del sol. Inclinó entonces la cabeza sobre el pecho y murió
Entre las terribles tinieblas, aparentemente abandonado de Dios,
CRISTO HABÍA APURADO LAS ÚLTIMAS HECES DE LA COPA DE LA DESGRACIA HUMANA. En
esas terribles horas había confiado en la evidencia que antes recibiera de que
era aceptado de su Padre. Conocía el carácter de su Padre; comprendía su
justicia, su misericordia y su gran amor. Por la fe, confió en Aquel a quien
había sido siempre su placer obedecer. Y mientras, sumiso, se confiaba a Dios,
desapareció la sensación de haber perdido el favor de su Padre. Por la fe,
Cristo venció.
NUNCA
ANTES HABÍA PRESENCIADO LA TIERRA UNA ESCENA TAL.
La multitud permanecía paralizada, y con aliento en suspenso miraba al
Salvador. Otra vez descendieron tinieblas sobre la tierra y se oyó un ronco
rumor, como de un fuerte trueno. Se produjo un violento terremoto que hizo caer
a la gente en racimos. Siguió la más frenética confusión y consternación. En
las montañas circundantes se partieron rocas que bajaron con fragor a las
llanuras. Se abrieron sepulcros y los muertos fueron arrojados de sus tumbas.
La creación parecía estremecerse hasta los átomos. Príncipes, soldados,
verdugos y pueblo yacían postrados en el suelo.
EL FIN DE LOS SACRIFICIOS DE ANIMALES
CUANDO
LOS LABIOS DE CRISTO EXHALARON EL FUERTE CLAMOR:
"Consumado es," los sacerdotes estaban oficiando en el templo. 705 Era
la hora del sacrificio vespertino. Habían traído para matarlo el cordero que
representaba a Cristo. Ataviado con vestiduras significativas y hermosas, el
sacerdote estaba con cuchillo levantado, como Abrahán a punto de matar a su
hijo. Con intenso interés, el pueblo estaba mirando. Pero la tierra tembló y se
agitó; porque el Señor mismo se acercaba. Con ruido desgarrador, el velo
interior del templo fue rasgado de arriba abajo por una mano invisible, que
dejó expuesto a la mirada de la multitud un lugar que fuera una vez llenado por
la presencia de Dios. En este lugar, había morado la shekinah .
ALLÍ DIOS HABÍA MANIFESTADO SU GLORIA SOBRE EL
PROPICIATORIO. Nadie sino el sumo sacerdote había alzado jamás el velo que
separaba este departamento del resto del templo.
ALLÍ ENTRA
UNA VEZ AL AÑO PARA HACER EXPIACIÓN POR LOS PECADOS DEL PUEBLO. Pero he aquí,
este velo se había desgarrado en dos. Ya no era más sagrado el lugar santísimo
del santuario terrenal.
TODO
ERA TERROR Y CONFUSIÓN. El sacerdote estaba por matar la
víctima; pero el cuchillo cayó de su mano enervada y el cordero escapó. El
símbolo había encontrado en la muerte del Hijo de Dios la realidad que
prefiguraba.
EL
GRAN SACRIFICIO HABÍA SIDO HECHO. Estaba
abierto el camino que llevaba al santísimo. Había sido preparado para todos un
camino nuevo y viviente.
YA NO
NECESITARÍA LA HUMANIDAD PECAMINOSA Y ENTRISTECIDA ESPERAR LA SALIDA DEL SUMO
SACERDOTE. Desde entonces, el Salvador iba a oficiar como sacerdote y abogado en
el cielo de los cielos.
ERA COMO SI UNA VOZ VIVA HUBIESE DICHO A LOS ADORADORES: Ahora terminan todos los sacrificios y ofrendas por el pecado. El Hijo de Dios ha venido conforme a su Palabra: "Heme aquí (en la cabecera del libro está escrito de mí) para que haga, oh Dios, tu voluntad." "Por su propia sangre [él entra] una sola vez en el santuario, habiendo obtenido eterna redención." (Hebreos 10:7; 9:12). DTG EGW
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