domingo, noviembre 29, 2009

8. La Temperancia SECClON VIII "NUESTRA AMPLIA PLATAFORMA DE TEMPERANCIA"


1. LO QUE ABARCA LA VERDADERA TEMPERANCIA.  
Alcancemos el más alto grado de perfección.
"Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios". Se nos concede solamente una vida; y la pregunta de cada uno debería ser: ¿Cómo puedo, invertir mi vida para que produzca el mayor beneficio? ¿Cómo puedo hacer lo máximo para la gloria de Dios y en beneficio de mis semejantes? Porque la vida es solamente valiosa cuando se la usa para alcanzar esos fines. Nuestro primer deber hacia Dios y nuestros semejantes es el propio desarrollo. Cada facultad que el Creador nos ha confiado debería ser cultivada hasta alcanzar el más alto grado de perfección, para que seamos capaces de hacer la mayor cantidad de bien que podamos. 

 Por lo tanto, es tiempo bien empleado el que está dirigido al establecimiento y preservación de una sólida salud física y mental. No podemos permitirnos menguar o estropear una sola función de la mente o el cuerpo por trabajo excesivo, o por abuso de cualquier parte de la maquinaria viviente. Tan seguramente como hacemos esto, sufriremos las consecuencias. La intemperancia, en el verdadero sentido de la palabra, está en la base de la mayor parte de las enfermedades de la vida, y anualmente destruye decenas de millares. Porque la intemperancia no se limita al uso de licores embriagantes; tiene un sentido más amplio, e incluye la complacencia da dañina de cualquier apetito o pasión (Signs of the Times, 17-11-1890).

 Exceso en comer, beber, dormir y ver. 
La excesiva indulgencia en comer, beber, dormir, y ver, es pecado. La acción saludablemente armoniosa de todas las facultades 122 del cuerpo y de la mente produce felicidad; y cuanto más elevadas y refinadas son las facultades, tanto más pura y sin mezcla la felicidad (Testimonies, tomo 4, pág. 417).

Temperancia en la alimentación. 
Los principios de la templanza deben llevarse más allá del mero consumo de bebidas alcohólicas. El uso de alimentos estimulantes indigestos es a menudo igualmente perjudicial para la salud, y en muchos casos, siembra las semillas de la embriaguez. La verdadera temperancia nos enseña a abstenernos por completo de todo lo perjudicial, y a usar cuerdamente lo que es saludable. Pocos son los que comprenden debidamente la influencia que sus hábitos relativos a la alimentación ejercen sobre su salud, su carácter, su utilidad en el mundo y su destino eterno. El apetito debe sujetarse siempre a las facultades morales e intelectuales. El cuerpo debe servir a la mente, y no la mente al cuerpo 
(Patriarcas y Profetas, pág. 605).

Comer demasiado o con mucha frecuencia. 
Los que comen y trabajan intemperantemente e irracionalmente, hablan y actúan irracionalmente. No es necesario beber bebidas alcohólicas para ser intemperante. El pecado de intemperancia en el comer -comer con mucha frecuencia, demasiado, y de abundante y malsano alimento- destruye la acción saludable de los órganos digestivos, afecta el cerebro, y pervierte el juicio, perturbando el pensamiento y la acción saludable, racional y tranquila 
(Christian Temperance and Bible Hygiene, pág. 155).

Los que después que la luz ha venido a ellos, no comen ni beben por principio, y en cambio son dominados por el apetito, no serán tenaces en ser gobernados por principio en otras cosas (Health Reformer, agosto de 1866).

 También la temperancia en el vestir. 
El pueblo de Dios tiene que aprender el significado de la temperancia en todas las cosas. Tiene que practicarla en comer, beber y vestirse. Toda indulgencia propia debe ser desechada de sus vidas. Antes de que puedan comprender realmente el significado de la verdadera santificación y de la conformidad a la voluntad de Cristo, deben, por la cooperación con Dios, obtener el dominio sobre los hábitos y las prácticas equivocadas (Medical Ministry, pág. 275).

Temperancia en el trabajo. 
Debemos practicar la temperancia en nuestra labor. No es nuestro deber colocarnos 123 donde tengamos que trabajar en exceso. A veces, algunos serán puestos donde esto es necesario, pero debería ser la excepción, no la regla. Debemos practicar la temperancia en todas las cosas. Si honramos al Señor haciendo nuestra parte, él hará la suya para preservar nuestra salud. Debemos tener un dominio razonable de todos nuestros órganos. Por la práctica de la temperancia en el comer, en el beber, en el vestir, en trabajar, y en todas las cosas, podemos hacer para nosotros mismos lo que ningún médico puede hacer en nuestro favor (Manuscrito 41, 1908).

Viviendo con capital prestado. 
La intemperancia en el comer y beber, en trabajar y en casi todas las cosas, existe por todas partes. Los que hacen grandes esfuerzos para ejecutar cierta suma de trabajo en un tiempo dado y siguen trabajando cuando su criterio les dice que deberían descansar, jamás son vencedores. Están viviendo de capital prestado. Están gastando la fuerza vital que necesitarán en un tiempo futuro. Y cuando se exija la energía que emplearon con tanta imprudencia, desfallecerán por falta de ella. 

 Habrá desaparecido la fuerza física; decaerán las facultades mentales, Se darán cuenta de que han perdido algo, pero no sabrán lo que es. Su tiempo de necesidad habrá llegado, pero sus recursos físicos estarán agotados. Todo aquel que viola las leyes de la salud, deberá algún día sufrir en mayor o menor grado. Dios nos ha dotado de fuerza corporal, necesaria en diferentes períodos de nuestra vida. Si imprudentemente agotamos esta fuerza por el ajetreo constante, seremos perdedores algún día. Nuestra eficacia se menoscabará, si acaso nuestra vida misma no se destruye 
(La Educación Cristiana, págs. 144, 145).

El trabajo nocturno. 
Como regla, la labor del día no debería prolongarse en la noche . . . Se me ha mostrado que los que hacen esto, a menudo pierden más de lo que ganan, porque sus energías se agotan y trabajan con excitación nerviosa. Pueden no darse cuenta de ningún daño inmediato, pero con toda seguridad están minando su organismo (Counsels on Health, pág. 99).

Temperancia en el estudio. 
La intemperancia en el estudio es una especie de intoxicación, y los que se entregan a ella, como el borracho, se apartan de la senda segura, tropiezan y caen en las tinieblas. El Señor quiere que todo alumno recuerde que el ojo debe mantenerse 124 sincero para la gloria de Dios. No ha de agotar o malgastar sus facultades físicas y mentales procurando adquirir todo el conocimiento posible de las ciencias, sino que debe conservar la frescura y el vigor de todas ellas para dedicarse a la obra que el Señor le ha señalado: ayudar a las almas a hallar la senda de la justicia 
(Consejos para los Maestros, pág. 311).

 Intemperancia en la búsqueda de riquezas. 
Abundan los organismos quebrantados, entre los hombres, debido a la dedicación a obtener riquezas; debido a un deseo desordenado de riquezas. Empequeñecen sus vidas para el solo propósito de adquirir dinero; sacrifican el descanso, el sueño y las comodidades de la vida para este único objeto. Su organismo naturalmente bueno se destruye, la enfermedad se instala como una consecuencia del abuso de sus facultades físicas, y la muerte cierra la escena de una vida pervertida. Ni una sola moneda de su riqueza obtenida a tan terrible precio, puede llevar a ese hombre consigo. El dinero, los palacios, y los ricos oropeles no le sirven de nada ahora; el trabajo de su vida es peor que la inutilidad 
(Health Reformer, abril de 1877).

Guardar cada fibra del ser. 
Cada órgano, cada fibra del ser, debe ser preservado sagradamente de cualquier práctica dañina, si no hemos de ser contados entre los que Cristo representó como caminando en la misma senda deshonrosa que anduvieron los habitantes del mundo antes del diluvio. Los que se encuentran entre éstos serán señalados para la destrucción, porque han persistido en llevar hábitos legítimos a extremos y han creado y se han complacido en hábitos que no tienen fundamento en la naturaleza, y que han llegado a ser una concupiscencia militante. . .

La masa de los habitantes de este mundo está destruyendo para sí la verdadera base de los más altos intereses terrenales. Están destruyendo su poder de dominio propio y haciéndose incapaces de apreciar las realidades eternas. Ignorando voluntariamente su propia estructura, conducen a sus hijos por la misma senda de complacencia propia, haciéndoles sufrir el castigo de la transgresión de las leyes de la naturaleza. . . . Nuestros hábitos de comer y beber muestran si somos del mundo o estamos entre los que el Señor, con su poderosa hacha de la verdad, ha separado del mundo. Estos 125 son su pueblo peculiar, celoso de buenas obras (Manuscrito 86, 1897).

Temperancia en todas las cosas. 
Para preservar la salud, es necesaria la temperancia en todas las cosas- temperancia en el trabajo, temperancia en el comer y en el beber. Nuestro Padre celestial envió la luz de la reforma de la salud para preservar de los malos resultados de un apetito degradado, para que los que aman la pureza y la santidad puedan saber cómo usar con discreción las buenas cosas que él ha provisto para ellos, y para que ejerciendo temperancia en la vida cotidiana, puedan ser santificados por medio de la verdad (Christian Temperance and Bible Hygiene, pág. 52). Los abogados de la temperancia deberían poner su norma sobre una plataforma más amplia. Luego deberían trabajar juntos con Dios. Con cada pizca de su influencia deberían animar la divulgación de los principios de reforma (Manuscrito 86, 1897).


2. EL CUERPO ES EL TEMPLO.  
La responsabilidad del cristiano. 
"¿No sabéis -pregunta Pablo- que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyera el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es". El hombre es la hechura de Dios, su obra maestra, creado para un alto y santo propósito; y en cada parte del tabernáculo humano Dios desea escribir su ley. Cada nervio y músculo, cada facultad mental y física debe ser guardada pura. Dios quiere que el cuerpo sea un templo para su Espíritu. 

 Cuán solemne, entonces, es la responsabilidad que descansa sobre cada alma. . . . Cuántos hay que, bendecidos con razón e inteligencia, talentos que deberían ser usados para la gloria de Dios, voluntariamente degradan el alma y el cuerpo. Sus vidas son una continua ronda de excitación. Partidos de cricket y fútbol, y carreras de caballos absorben la atención. La maldición del licor, con su mundo de pesar, está profanando el templo de Dios. . . . Por el uso de la bebida y el tabaco los hombres están envileciendo la vida que se les ha dado para altos y santos propósitos. Sus prácticas están representadas por maderas, heno y rastrojo. Sus poderes dados por Dios están pervertidos 126 y sus sentidos degradados para satisfacer los deseos de la mente carnal.

El ebrio se vende a sí mismo por una copa de veneno. 
 Satanás toma el dominio de su razón, sus afectos, su conciencia. Tal hombre está destruyendo el templo de Dios. El beber té le ayuda a hacer esta obra. Sin embargo, cuántos son los que ponen estos agentes destructores sobre sus mesas.

No hay derecho a dañar ningún órgano de la mente o el cuerpo. 
Ningún hombre o mujer tiene algún derecho a formar hábitos que disminuyan la acción saludable de un órgano de la mente o del cuerpo. El que pervierte sus facultades está profanando el templo del Espíritu Santo. El Señor no obrará un milagro para restaurar la salud de los que continúan usando drogas que degradan el alma, la mente y el cuerpo tanto que las cosas sagradas no son apreciadas.

Los que se dan al uso del tabaco y la bebida no aprecian su intelecto. 
No se dan cuenta del valor de las facultades que Dios les ha dado. Permiten que sus facultades se marchiten y decaigan. Dios desea que todos los que creen en él sientan la necesidad de desarrollo. Cada facultad confiada debe ser mejorada. Ninguna debe ser descuidada. Como labranza y edificio de Dios, el hombre está bajo su supervisión en todo el sentido de la palabra; y cuanto mejor se relacione con su Hacedor, más sagrada llegará a ser su vida en su estimación. . . . Dios pide a sus hijos que vivan una vida pura y santa. Ha dado a su Hijo para que podamos alcanzar esta norma. Ha hecho toda la provisión necesaria para capacitar al hombre para vivir, no para una satisfacción animal, como las bestias que perecen, sino para Dios y el cielo. . . .

Dios lleva cuenta. 
El castigo físico por pasar por alto las leyes naturales aparecerá en forma de enfermedad, un organismo arruinado, y aun la muerte. Pero también tiene que hacerse pronto un arreglo con Dios. El registra cada trabajo, si es para el bien o para el mal, y en el día del juicio cada hombre recibirá de acuerdo con su obra. Cada transgresión de las leyes de la vida física es una transgresión de las leyes de Dios; y el castigo debe seguir, y seguirá a cada una de tales transgresiones. 127 La casa humana, el edificio de Dios, requiere una estrecha y vigilante custodia.... La vida física debe ser cuidadosamente educada, cultivada, y desarrollada para que mediante los hombres y las mujeres sea revelada la naturaleza divina en su plenitud. Dios espera que los hombres usen el intelecto que les ha dado. Que empleen cada poder del raciocinio para él. Han de dar a la conciencia el lugar de supremacía que se le ha asignado. Las facultades mentales y físicas, junto con los afectos, tienen que ser cultivados para que puedan alcanzar la más alta eficiencia (Review and Herald, 6-11-1900).

Guiados por una conciencia iluminada. 
El apóstol Pablo escribe: "¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno sólo lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible" (Signs of the Times, 2-10-1907).

El apóstol Pablo menciona aquí las carreras pedestres, con las cuales los corintios estaban familiarizados. Los contendientes de estas carreras estaban sujetos a la más severa disciplina para ponerlos en condiciones de afrontar la prueba de su fuerza. Su dieta era simple. El alimento abundante y el vino eran prohibidos. Su comida era cuidadosamente seleccionada. Estudiaban para saber qué se adaptaba mejor para mantenerlos sanos y activos, y qué podía impartirles vigor físico y resistencia, para que pudieran exigir sus fuerzas hasta el máximo. Cada complacencia que podría tender a debilitar las fuerzas físicas era prohibida (Signs of the Times, 27-1-1909).

Si los paganos, que no estaban dominados por una conciencia iluminada, que no tenían el temor de Dios delante de ellos, podían someterse a la privación y a la disciplina del entrenamiento, negándose a cada complacencia debilitadora solamente por una corona de sustancia perecedera y el aplauso de la multitud, cuánto más los que corren la carrera cristiana con la esperanza de la inmortalidad y la aprobación del alto Cielo deberían estar dispuestos a privarse de los estimulantes malsanos y las complacencias que degradan la moral, debilitan el intelecto y colocan las facultades superiores bajo el dominio de los apetitos y pasiones animales. 128 

 Multitudes en el mundo están presenciando este juego de la vida, la lucha cristiana. Y no es todo. El Monarca del universo y las miríadas de ángeles celestiales son espectadores de esta carrera; están observando ansiosamente para ver quiénes serán los triunfadores de éxito que ganarán la corona de gloria que no se esfuma. Con intenso interés Dios y los ángeles celestiales toman en cuenta la negación propia, el sacrificio propio, y los agonizantes esfuerzos de los que se empeñan en correr la carrera cristiana.

La recompensa dada a cada hombre estará de acuerdo con la perseverante energía y la fiel solicitud con que realiza su parte en esta gran disputa. En los juegos referidos, sólo uno tenía la seguridad del premio. En la carrera cristiana, dice el apóstol: "Así que, yo de esta manera corro, no como a la Ventura". No seremos desilusionados al final de la carrera. Para todos los que cumplen cabalmente con las condiciones de la Palabra de Dios, y tienen un sentido de su responsabilidad para preservar el vigor físico y la actividad del cuerpo, a fin de tener mentes bien equilibradas y moral saludable, la carrera no es incierta. Todos pueden ganar el premio, y obtener y llevar la corona de gloria inmortal que no se desvanece. . . .

Promesas para el vencedor. 
El mundo no debe ser criterio para nosotros. Es de buen tono dar rienda suelta al apetito en alimentos copiosos y estimulantes antinaturales, fortaleciendo así las propensiones animales y dañando el crecimiento y desarrollo de las facultades morales. Pero no se da ninguna seguridad a ningún hijo o hija de Adán de que puede llegar a ser un victorioso vencedor en la guerra cristiana a menos que decida practicar la temperancia en todas las cosas. Si hace así, no luchará como quien hiere al aire. 

Si los cristianos mantienen su cuerpo en sumisión, y ponen todos sus apetitos y pasiones bajo el dominio de una conciencia iluminada, sintiendo que es una obligación que deben a Dios y a sus prójimos obedecer las leyes que gobiernan la salud y la vida, tendrán la bendición del vigor físico y mental. Tendrán el poder moral para entrar en la lucha contra Satanás; y en el nombre de Aquel que venció el apetito en favor de ellos, llegarán a su vez a ser más que vencedores por sí mismos. Esta guerra está 129 abierta para todos los que quieran entrar en la batalla (Signs of the Times, 2-10-1907).  


3. TEMPERANCIA Y ESPIRITUALIDAD. 
La rendición a Satanás.
Al rendirse a las tentaciones de Satanás a dejarse dominar por la intemperancia, el hombre pone las facultades superiores en sujeción a los apetitos y pasiones animales, y cuando éstas ganan ascendencia, el ser humano, que ha sido creado un poco menor que los ángeles, con facultades susceptibles del más alto cultivo, se somete al dominio de Satanás. Y él gana fácil acceso a los que son esclavos del apetito. Mediante la intemperancia algunos sacrifican la mitad, otros dos tercios de sus facultades físicas, mentales y morales y llegan a ser juguetes del enemigo. 

Los que deberían tener mentes claras para discernir los engaños de Satanás tienen que poner sus apetitos físicos bajo el dominio de la razón y la conciencia. La acción moral vigorosa de las facultades superiores de la mente es esencial para la perfección del carácter cristiano, y la fuerza o la debilidad de la mente tiene muchísimo que ver con nuestra utilidad en este mundo y con nuestra salvación final. 

 La ignorancia que ha prevalecido respecto a la ley de Dios concerniente a nuestra naturaleza física, es deplorable. 
 La intemperancia de cualquier clase es una violación de las leyes de nuestro ser. La imbecilidad prevalece en gran medida. Se hace atractivo el pecado cubriéndolo de la luz que Satanás arroja sobre él, y se siente muy complacido cuando puede mantener al mundo cristiano en sus hábitos diarios bajo la tiranía de la costumbre, como los paganos, y permitir que el apetito los gobierne.

 La fortaleza del cuerpo y la del intelecto sacrificadas. 
Si los hombres y las mujeres inteligentes tienen sus facultades morales embotadas por la intemperancia de cualquier clase, están, en muchos de sus hábitos, sólo un poco más arriba que los paganos. Satanás está constantemente arrastrando a la gente de la luz salvadora a la costumbre y a la moda que no respeta la salud física, mental y moral. 

 El gran enemigo sabe que si domina el apetito y la pasión, la salud del cuerpo y la fortaleza del intelecto son sacrificadas sobre el altar de la complacencia propia, y el hombre 130 es llevado a una rápida ruina. Si el intelecto iluminado mantiene las riendas, dominando las tendencias animales y manteniéndolas en sujeción a las facultades morales, Satanás sabe bien que su poder de vencer con sus tentaciones es muy pequeño.

Luchar contra las demandas de la moda. 
En nuestros días, la gente habla de la edad oscura y se jacta del progreso. Pero con este progreso no decrece la maldad y el crimen. Deploramos la ausencia de la sencillez natural y el incremento de la ostentación artificial. Salud, fuerza, belleza y larga vida, que fueron comunes en la así llamada "Edad Oscura", son raras ahora. Casi todo lo deseable es sacrificado para satisfacer las demandas de la vida a la moda.

 Una gran parte del mundo cristiano no tiene el derecho de darse ese nombre. Sus hábitos, su lujo desmedido y el trato general de sus propios cuerpos, son una violación de la ley física y están en contra de la Biblia. Están labrando para ellos mismos, en el curso de la vida, sufrimiento físico y debilidad mental y moral. Por medio de estos ardides, Satanás en muchos aspectos, ha hecho de la vida doméstica una existencia de cuidados y complicadas cargas para satisfacer las demandas de la moda. 

 Persigue el propósito de mantener las mentes ocupadas tan completamente con las cosas de esta vida que no puedan dar sino poca atención a sus más altos intereses. La intemperancia en comer y en vestir ha embargado tanto las mentes del mundo cristiano que no se da tiempo para ser sabio respecto a las leyes del ser que deben ser obedecidas. Profesar el nombre de Cristo es de poca importancia si la vida no corresponde a la voluntad de Dios, revelada en su Palabra....

Cuando la santificación es imposible. 
Una gran proporción de todas las debilidades que afligen a la familia humana son el resultado de sus propios hábitos equivocados, por ignorar voluntariamente o hacer caso omiso de la luz que Dios ha dado en relación con las leyes del ser. No es posible para nosotros glorificar a Dios mientras vivimos violando las leyes de la vida. 

 El corazón no puede mantener la consagración a Dios mientras se da rienda suelta al apetito concupiscente. 

 Un cuerpo enfermo y un intelecto desordenado, a causa de una continua complacencia en una concupiscencia 131 dañina, hace imposible la santificación del cuerpo y del espíritu. El apóstol comprendió la importancia de las saludables condiciones del cuerpo para la exitosa perfección del carácter cristiano. Dice: "Golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado" 
(Redemption; or the Temptation of Christ, págs. 57-62).

Los hábitos, los gustos, y las inclinaciones deben ser educados. Nada puede ser más ofensivo a Dios que dañar o abusar de los dones que nos ha presentado para ser usados en su servicio. Está escrito: "Si pues coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios". En cada obra importante hay tiempos de crisis, en que hay gran necesidad de que los que están relacionados con la obra tengan mentes claras. Debe haber hombres que se den cuenta, como el apóstol San Pablo, de la importancia de practicar la temperancia en todas las cosas. 

 Hay una obra que debemos hacer, una obra firme, solícita por nuestro Maestro. Todos nuestros hábitos, gustos, e inclinaciones deben ser educados en armonía con las leyes de la vida y la salud. Por este medio podemos asegurarnos la mejor condición física, y tener claridad mental para discernir entre lo bueno y lo malo. La intemperancia de cualquier clase embota los órganos perceptivos y debilita tanto el poder nervioso del cerebro que las cosas eternas no son apreciadas, sino que son puestas a un nivel igual que las cosas comunes. Las facultades superiores de la mente, destinadas para nobles propósitos, se las somete a la esclavitud de las bajas pasiones. 

 Si los hábitos físicos no son correctos, las facultades mentales y morales no pueden ser vigorosas, porque existe una gran simpatía entre lo físico y lo moral. El apóstol Pedro entendió esto y llevó su voz en amonestación: "Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma". Intereses superiores en peligro. 

Así la Palabra de Dios plenamente nos amonesta que, a menos que nos abstengamos de los deseos carnales, la naturaleza física entrará en conflicto con la espiritual. La indulgencia concupiscente batalla contra la salud y la paz. Se establece una lucha entre los atributos superiores e inferiores del hombre. Las tendencias 132 inferiores, fuertes y activas, oprimen el alma. Los más altos intereses del ser son puestos en peligro por la complacencia de un apetito no santificado (Signs of the Times, 27-1-1909).

Una lección para los adventistas del séptimo día. 
El caso de los hijos de Aarón ha sido registrado para beneficio del pueblo de Dios, y debería enseñar a los que especialmente se están preparando para la segunda venida de Cristo, que la complacencia de un apetito depravado destruye la sensibilidad del alma, y afecta tanto a los poderes de raciocinio que Dios ha dado al hombre, que las cosas espirituales y santas pierden su carácter sagrado. La desobediencia parece placentera en vez de excesivamente pecaminosa (Signs of the Times, 8-7-1880).

 Venced toda práctica malsana. 
Los principios de temperancia son de largo alcance; y existe el peligro de que los que han recibido gran luz sobre este asunto fracasen en apreciar esta luz. Dios requiere que su pueblo que vive en estos últimos días, venza cada práctica malsana, presentando sus cuerpos como un sacrificio vivo, santo, agradable a él para que puedan ganar un asiento a su diestra. 

Es nuestro deber ponernos a nosotros mismos en sujeción y luchar para poner nuestra mente, nuestra voluntad y nuestros gustos en conformidad con los requerimientos de nuestro Creador. Sólo la gracia de Dios puede capacitarnos para hacer esto: por su poder nuestras vidas pueden ser puestas en armonía con los principios rectos. Cosecharemos lo que sembramos, y solamente los que se ponen a sí mismos en sujeción a la voluntad de Dios son verdaderamente sabios (Carta 69, 1896).

 Dominados por una conciencia esclarecida. 
Si los cristianos pusieran todos sus apetitos y pasiones bajo el dominio de una conciencia iluminada, considerando que la obediencia a las leyes que gobiernan la vida y la salud es una obligación que deben a Dios y a su prójimo, tendrían la bendición del vigor físico y mental. Tendrían Poder moral para alistarse en la guerra contra Satanás; y en el nombre de Aquél que venció para ellos, serían más que vencedores ellos mismos 
(Christian Temperance and Bible Hygiene, págs. 39, 40).

 Por qué muchos caerán. 
Queremos que nuestras hermanas que ahora se están perjudicando a sí mismas por hábitos erróneos los pongan a un lado, y vengan al frente y 133 sean obreras en la reforma. La razón porque muchos de los nuestros caerán en el tiempo de prueba, estriba en el descuido de la temperancia y en la complacencia del apetito. Moisés predicó mucho sobre el asunto, y la razón por la cual el pueblo no entró en la tierra prometida se debía a la repetida indulgencia del apetito. Nueve décimas de la maldad entre los niños de hoy es causada por la intemperancia en el comer y en el beber. Adán y Eva perdieron el Edén por la complacencia del apetito, y nosotros solamente podemos ganarlo de nuevo si nos reformamos.
 (Review and Herald, 21-10-1884).

Corred para que la obtengáis
Hay preciosas. victorias que ganar; y los vencedores en esta lucha contra el apetito y toda concupiscencia mundana recibirán una corona de vida que no se disipará, un hogar bienaventurado en aquella ciudad cuyas puertas son de perlas y cuyos fundamentos son de piedras preciosas. ¿No vale la pena luchar por ese premio? ¿No vale la pena cada esfuerzo que podemos hacer. Entonces corramos para obtenerlo. (Signs of the Times, 1-9-1887).  


4. EL EJEMPLO DE DANIEL
No podemos tener una correcta comprensión del tema de la temperancia hasta que lo consideremos desde el punto de vista de la Biblia. Y en ninguna parte podremos encontrar una ilustración más abarcante y convincente de la verdadera temperancia y las bendiciones que la acompañan que la que brinda la historia del profeta Daniel y sus compañeros en la corte de Babilonia (Signs of the Times, 6-12-1910). 

Cuando el pueblo de Israel, su rey, sus nobles y sacerdotes, fueron llevados a la cautividad, se eligieron de entre ellos cuatro personas para servir en la corte del rey de Babilonia. Uno de estos era Daniel, quien en su temprana juventud prometía llegar a la notable capacidad desarrollada en los años posteriores. Estos jóvenes eran todos de principesco abolengo, y se los describe como muchachos en quienes no había "tacha alguna, y de buen parecer, y enseñados en toda sabiduría, y sabios en ciencia, y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey"(Daniel 1:4). 

Percibiendo los talentos superiores de estos jóvenes cautivos, el rey Nabucodonosor determinó preparar 134 los para ocupar importantes posiciones en su reino. A fin de que pudieran estar plenamente capacitados para la vida en la corte, de acuerdo con la costumbre oriental había de enseñárseles el idioma de los caldeos, y debían estar sujetos durante tres años a un curso completo de disciplina física e intelectual.

Afrontando la prueba.
Entre las viandas colocadas ante el rey se hallaba la carne de cerdo y otras carnes declaradas inmundas por la ley de Moisés, y que a los hebreos les habían sido expresamente prohibidas como alimento. Aquí Daniel fue colocado en una severa prueba. ¿Se adheriría él a las enseñanzas de sus padres concernientes a las carnes y bebidas, y ofendería al rey y probablemente perdería no solamente su posición sino su vida? ¿O desobedecería el mandamiento del Señor, y retendría el favor del rey, obteniendo así grandes ventajas intelectuales y las más halagüeñas perspectivas mundanas? Daniel no dudó por mucho tiempo. Decidió permanecer firme en su integridad, cualquiera fuera el resultado. "Propuso en su corazón de no contaminarse en la ración de la comida del rey, ni en el vino de su beber"(Dan. 1: 8).

 Ni estrecho, ni fanático
Hay muchos entre los profesos cristianos hoy que considerarían a Daniel demasiado exigente, y lo clasificarían como estrecho o fanático. Ellos consideran el asunto de comer y beber como de poca consecuencia para exigir una norma tan decidida, que envolvía el probable sacrificio de toda ventaja terrenal. Pero aquellos que razonan así encontrarán en el día del juicio que se han apartado de los expresos mandatos de Dios, y establecido su propia opinión como una norma de lo correcto e incorrecto. 

 Encontrarán que lo que les parecía de poca importancia no era considerado así por Dios. Los requerimientos divinos deben ser sagradamente obedecidos. Los que aceptan y obedecen uno de los preceptos de Dios porque es conveniente hacerlo, mientras que rechazan otro porque su observancia requeriría sacrificio, bajan la norma de la justicia, y por su ejemplo inducen a otros a considerar livianamente la santa ley de Dios. El "así ha dicho el Señor" ha de ser nuestra regla en todas las cosas.

Un carácter intachable. 
Daniel estaba sujeto a las más severas tentaciones que pueden asaltar a los jóvenes de hoy en día; sin embargo era fiel a la instrucción religiosa 135 recibida en los primeros años. Se hallaba rodeado por influencias calculada para trastornar a los que vacilasen entre los principios y las inclinaciones; sin embargo, la Palabra de Dios los presenta como un carácter intachable. Daniel no osó confiar en su propio poder moral. 

 La oración era para él una necesidad. 
 Hizo de Dios su fortaleza, y el temor del Señor estaba constantemente delante de él en todas las transacciones de la vida. Daniel poseía la gracia de la genuina mansedumbre. Era leal, firme y noble. Trató de vivir en paz con todos, y sin embargo era imposible de torcer, como el glorioso cedro, dondequiera que hubiera un principio envuelto. En todo lo que no ofreciera conflicto con su lealtad a Dios, era respetuoso y obediente hacia aquellos que tenían autoridad sobre él; pero tenía un concepto tan alto de las exigencias divinas que los requerimientos de los gobernantes terrenales eran colocados en un lugar subordinado. 

 Ninguna consideración egoísta lo inducía a desviarse de su deber. 
El carácter de Daniel es presentado al mundo como un notable ejemplo de lo que la gracia de Dios puede hacer por los hombres caídos por naturaleza y corrompidos por el pecado. El registro que tenemos de su vida noble y abnegada es un motivo de aliento para el común de los hombres. De él podemos obtener fuerza para resistir noble y firmemente la tentación, y con la gracia de la mansedumbre, perseverar en todo lo recto, bajo la más severa prueba.

La aprobación de Dios vale más que la vida. 
Daniel podría haber encontrado una excusa plausible para apartarse de sus hábitos estrictamente temperantes; pero la aprobación de Dios era más cara para el que el favor del más poderoso potentado terrenal, más cara aún que la vida misma. Habiendo obtenido, por su conducta cortés, el favor de Melsar, el funcionario que estaba a cargo de los jóvenes hebreos, Daniel solicitó para ellos la franquicia de no comer de la comida del rey, ni del vino de su beber. 

 Melsar temía que si accedía a este pedido, incurriría en el desagrado del rey, y así pondría en peligro su propia vida. 
 Como muchos en el día de hoy, pensaba que un régimen frugal haría que estos jóvenes aparecieran pálidos y enfermizos, y fueran deficientes en fuerza muscular, en tanto que el alimento abundante de la mesa del rey los haría sonrosados y hermosos, y promovería la actividad física y mental. 136 

Daniel pidió que el asunto fuera decidido después de una prueba de diez días: a los jóvenes hebreos, durante este breve período, se les permitiría comer alimentos sencillos, en tanto que sus compañeros participaran de los alimentos dedicados al rey. Por fin el pedido fue concedido, y Daniel se sintió seguro de que había ganado su causa. Aunque era sólo un joven, había visto los efectos perjudiciales del vino y de una vida lujuriosa sobre la salud física y mental.

Dios vindica a sus siervos. 
Al final de los diez días el resultado fue completamente opuesto a las expectativas de Melsar. No solamente en la apariencia personal, sino en la actividad y el vigor físico y mental, los que habían sido temperantes en sus hábitos exhibieron una notable superioridad sobre sus compañeros que habían complacido el apetito. 

 Como resultado de esta prueba, Daniel y sus asociados recibieron el permiso de continuar su sencillo régimen alimentario durante todo el curso de educación que siguieran para los deberes del reino. El Señor consideró con aprobación la firmeza y la abnegación de estos jóvenes hebreos, y su bendición los acompañó. "Dióles Dios conocimiento e inteligencia en todas letras y ciencia; mas Daniel tuvo entendimiento en toda visión y sueños"(Dan. 1:17). 

 A la expiración de los tres años de educación, cuando su capacidad y sus adquisiciones fueron probadas por el rey, "no fue hallado entre todos ellos otro como Daniel, Ananías, Misael, y Azarías: y así estuvieron delante del rey. Y en todo negocio de sabiduría e inteligencia que el rey les demandó, hallólos diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo su reino"(Daniel 1:19, 20).  

Dominio propio, una condición de la santificación.
La vida de Daniel es una ilustración inspirada de lo que constituye un carácter santificado. Presenta una lección para todos, y especialmente para los jóvenes. El cumplimiento estricto de los requerimientos de Dios es benéfico para la salud del cuerpo y la mente. A fin de alcanzar las más altas condiciones morales e intelectuales, es necesario buscar sabiduría y fuerza de Dios, y observar la estricta temperancia en todos los hábitos de la vida.

 En la experiencia de Daniel y de sus compañeros tenemos un ejemplo del triunfo de los principios sobre la tentación a complacer el apetito. Nos muestra que por medio de los principios religiosos los jóvenes 137 pueden triunfar sobre el apetito de la carne, y permanecer leales a los requerimientos divinos, aun cuando ello les costase un gran sacrificio. 

¿Qué habría acontecido si Daniel y sus compañeros hubieran transigido con los funcionarios paganos y hubieran cedido a la presión de la oportunidad, comiendo y bebiendo como era usual para los babilonios? Este solo abandono de los principios habría debilitado su sentido de lo justo y su aborrecimiento de lo erróneo. 

 La complacencia del apetito habría envuelto el sacrificio del vigor físico, la claridad del intelecto, y el poder espiritual. Un paso falso habría conducido probablemente a otros, hasta que, al cortarse su vinculación con el cielo, habrían sido arrastrados por la tentación. Dios ha dicho: "Honraré a los que me honran" (1 Samuel 2:30). Mientras Daniel se aferró a su Dios con inconmovible confianza, el espíritu del poder profético vino sobre él. Mientras era instruido por los hombres en los deberes de la corte, Dios le enseñaba a leer los misterios de las edades futuras, y a presentar a las generaciones del porvenir por medio de símbolos y símiles, los maravillosos acontecimientos que habrían de suceder en los últimos días 
(La Edificación del Carácter y la Formación de la Personalidad, págs. 21-29). 

Los jóvenes hebreos no obraron presuntuosamente, sino confiando firmemente en Dios. No decidieron singularizarse, aunque preferían eso antes que deshonrar a Dios (Profetas y Reyes, pág. 354).

La recompensa de la temperancia es para nosotros también.
Los hebreos cautivos fueron hombres con las mismas pasiones que nosotros. En medio de las seductoras influencias de la fastuosa corte de Babilonia permanecieron firmes. Los jóvenes de hoy están rodeados de incitaciones a la complacencia propia. Especialmente en nuestras grandes ciudades, cada forma de complacencia sensual se hace fácil y tentadora. 
 Los que, como Daniel, rehúsan corromperse a sí mismos, cosecharán la recompensa de los hábitos de temperancia. 
 Con su vigor físico más desarrollado y mayor poder de resistencia, tendrán como un depósito bancario al cual echar mano en caso de emergencia. 

Los hábitos físicos correctos promueven la superioridad mental. 
 El poder intelectual, el vigor físico, y la extensión 138 de la vida dependen de leyes inmutables. La naturaleza de Dios no interferirá para preservar a los hombres de las consecuencias de violar los requerimientos de la misma. Quien lucha por la victoria debe ser moderado en todas las cosas. La claridad de mente y la firmeza de propósito de Daniel, su poder de adquirir conocimiento y de resistir la tentación, se debieron en gran medida a la sencillez de su dieta, en relación con su vida de oración. 

Hay mucha verdad áurea en el adagio: "Cada hombre es el arquitecto de su propia fortuna". Si bien es cierto que los padres son responsables de moldear el carácter como de la educación y preparación de sus hijos, también es cierto que nuestra posición y nuestra utilidad en el mundo dependen en alto grado de nuestro propio curso de acción. Daniel y sus compañeros gozaron de los beneficios de una correcta preparación y educación en su vida temprana, pero estas ventajas solas no podrían haber hecho de ellos lo que fueron. Vino el tiempo cuando debían actuar por sí mismos, cuando su futuro dependía de su propio curso de acción. Entonces decidieron ser fieles a las lecciones que recibieron en la niñez. El temor de Dios, que es el principio de la sabiduría, fue el fundamento de su grandeza (Youth's Instructor, 9-7-1903).


 5. LOS ALIMENTOS SOBRE NUESTRAS MESAS. 
La intemperancia comienza en nuestras propias mesas. 
Muchas madres que deploran la intemperancia que existe por doquiera no investigan lo suficiente como para ver la causa. Demasiado a menudo se la puede rastrear hasta la mesa del hogar. Más de una madre, aun entre las que profesan ser cristianas, diariamente pone delante de su familia alimentos excesivos y muy sazonados que tientan el apetito y estimulan a comer demasiado (Christian Temperance and Bible Hygiene, págs. 75, 76).

 Después de un tiempo, por la complacencia continua del apetito, los órganos digestivos se debilitan y el alimento ingerido no satisface. Se establecen condiciones malsanas y se anhela ingerir alimentos más estimulantes. El té, el café y la carne producen un efecto inmediato. Bajo la influencia de estos venenos, el sistema nervioso se excita y, en algunos casos, el intelecto parece vigorizado momentáneamente y la imaginación resulta más vívida. Por el hecho de que estos 139 estimulantes producen resultados pasajeros tan agradables, muchos piensan que los necesitan realmente y continúan consumiéndolos.... El apetito se acostumbra a desear algo más fuerte, lo cual tenderá a aumentar la sensación agradable, hasta que satisfacerlo llega a ser un hábito y de continuo se desean estimulantes más fuertes, como el tabaco, los vinos y licores (Joyas de los Testimonios, tomo 1, págs. 417, 418).

 Alimentos sanos, sencillamente preparados
Cada madre debería vigilar cuidadosamente su mesa, y no permitir sobre ella nada que tenga la más leve tendencia a colocar el fundamento de hábitos de intemperancia. Los alimentos deberían prepararse en la forma más sencilla posible, libre de condimentos y especias, y aun de una cantidad indebida de sal. Vosotros que tenéis sobre vuestro corazón el bien de vuestros hijos y queréis verlos crecer con gustos y apetitos no pervertidos, debéis abriros paso con perseverancia y urgencia contra los sentimientos y prácticas populares. 

 Si queréis prepararlos para ser útiles sobre la tierra y obtener la recompensa eterna en el reino de gloria, debéis enseñarles a obedecer las leyes de Dios, manifestadas tanto en la naturaleza como en la revelación, en vez de seguir las costumbres del mundo. El esfuerzo concienzudo, la oración y la fe, cuando están unidos a un correcto ejemplo no serán infructíferos. Presentad vuestros hijos a Dios con fe, y procurad impresionar sus mentes susceptibles con un sentido de sus obligaciones hacia su Padre celestial. Eso requerirá lección sobre lección, línea sobre línea, precepto sobre precepto, un poquito aquí, otro poquito allí (Review and Herald, 6-11-1883).  

La mitad de las madres lamentablemente ignorantes. 
Ni la mitad de las madres saben cómo cocinar o qué poner delante de sus hijos. Ponen delante de sus niñitos nerviosos esas ricas sustancias que queman su garganta y todo su trayecto hasta las tiernas mucosas del estómago, transformándolo en un depósito ardiente, y así no reconocen el alimento saludable. Los pequeños vendrán a la mesa y no comerán esto o lo otro. Llegan a dominar y consiguen lo que quieren, sea ello para su bien o no. 140 

Yo recomendaría que se los deje sin alimento por lo menos tres días hasta que tengan suficiente hambre como para gozar de un alimento sano. Yo me arriesgaría a que pasaran hambre. Nunca he puesto sobre mi mesa cosas de las cuales no les permitía participar a mis hijos. Ponía delante de ellos lo que yo misma comía. Los niños comían de este alimento y nunca se les ocurría pedir cosas que no estaban sobre la mesa. No debemos estimular la indulgencia del apetito de nuestros niños poniendo delante de ellos estos alimentos demasiado sazonados (Manuscrito 3, 1888).

 Pavimentando el camino de la intemperancia. Las mesas de nuestro pueblo norteamericano están 
generalmente preparadas para hacer ebrios (Testimonies, tomo 3, pág. 563).

Los que creen la verdad presente deben rehusar beber té o café, porque excitan el deseo de estimulantes más fuertes. Deben rehusarse a comer carne, porque ésta también excita el deseo de bebidas fuertes. Los alimentos sanos, preparados con gusto y habilidad, deben ser actualmente nuestro régimen alimentarlo (Evangelismo, pág. 197).

 La carne estimula. 
Los resultados inmediatos de comer carne pueden manifestarse como una aparente vigorización del organismo, pero esto no es razón para que se la considere el mejor ingrediente de la dieta. El consumo moderado de brandy puede tener el mismo efecto por un tiempo, pero cuando su influencia excitante desaparece sigue una sensación de languidez y debilidad. Los que dependen de alimentos sencillos y nutritivos que son comparativamente no estimulantes en sus efectos, pueden soportar más trabajo en el curso de meses y años que el que come carne o bebe licor. Los que trabajan al aire libre sentirán menos daño del uso de carne que los que tienen hábitos sedentarios, porque el sol y el aire son una gran ayuda para la digestión, y hacen mucho para contrarrestar los efectos de los hábitos equivocados de comer y beber.

Los efectos de los estimulantes. 
Todos los estimulantes aceleran demasiado la maquinaria humana, y aunque por un tiempo parecen incrementarse la actividad y el vigor, en proporción a la influencia irritante empleada, sobreviene una reacción; seguirá una debilidad proporcionada al grado de excitación antinatural que se ha producido. Cuando se siente esta debilidad, otra vez se usa algo para estimular y tonificar el organismo y conseguir inmediato 141 alivio de esa desagradable languidez. 

 Gradualmente la naturaleza se acostumbra a depender de este remedio repetido con frecuencia, hasta que sus facultades son debilitadas por ser a menudo estimuladas para una acción antinatural. Todas las personas deberían estar familiarizadas con las leyes de su ser. Cómo vivir, cómo regular el trabajo, y cómo comer y beber en relación con la salud, debería ser un importante tema de estudio. Cuanto más sencilla y naturalmente vivimos, tanto más estaremos capacitados para resistir la epidemia y la enfermedad. Si nuestros hábitos son buenos y el organismo no está debilitado por la acción antinatural, la naturaleza nos proveerá todos los estímulos que necesitamos. . . .

El apetito, un guía inseguro. 
La regla que algunos recomiendan es comer cuando quiera que haya una sensación de hambre, y comer hasta estar satisfecho. Esta modalidad conducirá a la enfermedad y a muchos males. Actualmente el apetito no es generalmente natural, por lo tanto no es un correcto índice de las necesidades del organismo. Ha sido mimado y mal dirigido hasta llegar a la morbosidad, y ya no puede ser un guía seguro. Se ha abusado de la naturaleza, y sus esfuerzos se han frustrado por los malos hábitos y la complacencia en el pecaminoso halago de los sentidos, hasta que el gusto y el apetito también son pervertidos.

No es natural tener ansias por comer carne
 No fue así en el principio. El apetito por la carne ha sido creado y desarrollado por el hombre. Nuestro Creador ha provisto para nosotros en las verduras, cereales y frutas, todos los elementos de nutrición necesarios para la salud y el vigor. 
 La carne no formaba parte del alimento de Adán y Eva antes de su caída. Si las frutas, las leguminosas, y los cereales no son suficientes para satisfacer las necesidades del hombre, entonces el Creador cometió un error al darlos a Adán. . . .

Para que Israel pudiera preservar la fortaleza física y moral.
Dios no sustrajo la carne de la alimentación de los hebreos en el desierto simplemente para mostrar su autoridad, sino para su bien, para que pudieran preservar su fortaleza física y moral. Él sabía que el uso del alimento animal fortalece las pasiones animales y debilita el intelecto. Sabía que la satisfacción del apetito de los hebreos 142 mediante la carne, debilitaría sus facultades morales y los pondría en una disposición irritable tal que la vasta multitud llegaría a ser insubordinada, perdería el alto sentido de sus obligaciones morales, y rehusaría ser legislada por las sabias leyes de Jehová. Existiría la violencia y la rebelión entre ellos haciendo imposible para sí ser un pueblo puro y feliz en la tierra de Canaán. 

 Dios sabía qué era lo mejor para los hijos de Israel, por lo tanto los privó en una gran medida del uso de carne. Satanás los tentó a considerar esto como algo injusto y cruel. Les hizo anhelar las cosas prohibidas porque vio que mediante la complacencia del apetito pervertido llegarían a tener una mente carnal y fácilmente podrían ser llevados a hacer la voluntad de Satanás; los órganos inferiores serían fortalecidos, mientras que las facultades intelectuales y morales se debilitarían. 

Satanás no es un novicio en la tarea de destruir almas.
 Sabe bien que si puede conducir a los hombres y las mujeres a hábitos erróneos de comer y beber ha ganado, en alto grado, el dominio de sus mentes y sus pasiones inferiores. En el principio, el hombre comía los frutos de la tierra, pero el pecado introdujo el uso de la carne de animales muertos como alimento. Esta dieta obra directamente contra el espíritu del verdadero refinamiento y la pureza moral. La sustancia de lo que es puesto en el estómago pasa a la circulación y es convertida en carne y sangre. . . . Dios requiere que su pueblo sea templado en todas las cosas. 

 El ejemplo de Cristo, durante su largo ayuno en el desierto, debería enseñar a sus seguidores a rechazar a Satanás cuando viene bajo el disfraz del apetito. Entonces podrían tener influencia para reformar a los que han sido extraviados por la indulgencia, y han perdido el poder moral para vencer la debilidad y el pecado que han tomado posesión de ellos. Así los cristianos pueden asegurarse salud y felicidad en una vida pura y bien ordenada, y con una mente clara y sin mancha delante de Dios (Signs of the Times, 6-1-1876).

 Como ve la reforma el nuevo converso
Cuando el mensaje alcanza a las personas que no han oído la verdad para este tiempo, ellas ven que deben realizar una gran reforma en su régimen alimenticio. Se dan cuenta de que deben abandonar la carne, porque crea un apetito por el licor, y llena 143 el organismo de enfermedad. Al consumir carne, las facultades físicas, mentales y morales se debilitan. 
El hombre se edifica de lo que come. Las pasiones animales predominan como resultado de comer carne, de usar tabaco, y de beber alcohol (Consejos Sobre el Régimen Alimenticio, pág. 317). 

Intemperancia en la variedad de platos
Yo voy más lejos. La temperancia debería practicarse en cocinar los alimentos y en la variedad de platos que se presentan, para que la madre pueda economizar toda labor posible. No es esencial una gran variedad de alimentos para sostener la vida; en cambio perjudica los órganos digestivos, y produce un conflicto en el estómago. Con la bendición de Dios, el alimento sencillo, simple, sostendrá la vida, y será lo mejor para el cuerpo entero. Pocos se dan cuenta de que generalmente se ingiere más alimento de lo necesario. Pero el alimento extra es una carga para el estómago, y perjudica toda la estructura humana (Manuscrito 50, 1893).

 Comer demasiado es intemperancia. 
La intemperancia se ve tanto en la cantidad como 
en la calidad de lo que se come (Counsels on Health, pág. 576).

 La intemperancia abarca mucho. 
 Para algunos consiste en comer demasiado de un alimento, que si se tomara en la cantidad apropiada, no sería objetable. Todo lo que se pone en el estómago, más allá de la real necesidad del organismo, llega a ser un factor peligroso. 
 Se descompone en el estómago y causa dispepsia. Comer de continuo más de lo necesario consume las fuerzas vitales y priva al cerebro del poder para hacer su trabajo (Manuscrito 155, 1899).

El que se complace en comer libremente, y sobrecarga los órganos digestivos hasta el punto de incapacitarles de digerir adecuadamente el alimento, también es un hombre intemperante, y encontrará que le es imposible discernir claramente las cosas espirituales (Manuscrito 41, 1908). Nuestro Padre celestial desea que usemos con discreción las buenas cosas que él nos ha dado (Signs of the Times, 27-1-1909).

Un Lugar Importante En Nuestra Salvación.
Los que no son reformadores en lo que respecta a la salud, se tratan a sí mismos de una manera injusta e insensata. 
 Por la complacencia del apetito, se infieren injurias terribles. Algunos pueden 144 pensar que la cuestión del régimen alimenticio no es lo suficientemente importante como para ser incluida en la religión. Pero tal cosa es un gran error. 
La Palabra de Dios declara: "Si pues coméis, o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo a gloria de Dios". El tema de la temperancia, en todos sus aspectos, tiene un lugar importante en la obra de nuestra salvación (Evangelismo, pág. 197).

 Si los hombres y las mujeres viven perseverantemente de acuerdo con las leyes de la vida y la salud, se darán cuenta de los benditos resultados de una completa reforma de la salud (Signs of the Times, 6-1-1876).

 Todos están siendo probados. 
Es de gran importancia que hagamos individualmente nuestra parte y tengamos una comprensión inteligente de lo que debemos comer y beber, y cómo debemos vivir para preservar la salud. Todos están siendo probados para ver si aceptan los principios de la reforma pro salud o siguen una conducta de complacencia propia 
(Consejos Sobre el Régimen Alimenticio, pág. 39).  


6. NUESTRA POSICIÓN ES LA ABSTINENCIA TOTAL 
El único proceder seguro. 
La única conducta segura consiste en no tocar ni probar té, café, vino, tabaco, opio ni bebidas alcohólicas. La necesidad que tienen los hombres de esta generación de invocar en su ayuda el poder de la voluntad fortalecida por la gracia de Dios, a fin de no caer ante las tentaciones de Satanás, y resistir hasta la menor complacencia del apetito pervertido, es dos veces mayor hoy que hace algunas generaciones. Pero la actual tiene menos dominio propio que las anteriores
 (Joyas de los Testimonios, tomo 1, págs. 418, 419).

Nunca participemos de un vaso de bebida alcohólica. 
Nunca lo toquemos (Manuscrito 38 1/2, 1905).

La voluntad para no tocar, no gustar, no manipular. Si todos fuéramos vigilantes y fieles en guardar la pequeña abertura hecha por el moderado uso del así llamado inofensivo vino y sidra, el camino a la ebriedad sería cerrado. Lo que se necesita en cada comunidad es un propósito firme, y una voluntad para no tocar, no gustar, no manipular tales cosas. Entonces la reforma de la temperancia sería fuerte, permanente y completa (Review and Herald, 25-3-1884).

Absténgase estrictamente de todo alimento y bebida estimulante. 
 Usted es propiedad de Dios. No debe abusar de 145 ningún órgano del cuerpo. Tiene que cuidar sabiamente su cuerpo, para que pueda ser un hombre perfectamente desarrollado. ¿No es un acto de ingratitud de su parte hacer algo que debilite tanto sus fuerzas vitales que usted sea incapaz de representar a Dios apropiadamente, o hacer la obra que él tiene para usted? (Carta 236, 1903).

Los principios de la temperancia derivan de la ley de Dios. 
 Si los hombres guardaran estricta y concienzudamente la ley de Dios, no habría ebrios, intoxicados por el tabaco, enfermedad, penuria y crimen. Si las tabernas se cerraran por falta de clientela, terminarían las nueve décimas partes de toda la miseria existente en el mundo. Los hombres jóvenes caminarían en forma erecta y distinguida, con paso elástico y firme, clara mirada y saludable estado. 

Cuando los ministros, desde sus púlpitos menosprecian la lealtad a la ley de Dios; cuando se unen al mundo para hacerla impopular; cuando estos maestros del pueblo participan sin miramiento en el vaso social, la droga corruptora, el tabaco, ¿Qué profundidad de vicio no puede esperarse de la juventud de esta generación? . . . Habéis oído mucho respecto a la autoridad y santidad de la ley de los Diez Mandamientos. Dios es el autor de esa ley, que es el fundamento de su gobierno en el cielo y en la tierra. Todas las naciones esclarecidas han basado sus leyes sobre este gran fundamento de toda ley; sin embargo, legisladores y ministros, que son reconocidos como dirigentes y maestros del pueblo, viven en abierta violación de los principios establecidos en esos santos estatutos.

Muchos ministros predican a Cristo desde el púlpito, y luego no vacilan en entorpecer sus sentidos bebiendo vino, o aun brandy y otras bebidas alcohólicas. La norma cristiana dice: "No tocar; no gustar; no manipular"; y las leyes de nuestro ser físico repiten el solemne mandato con énfasis. Es el deber de cada ministro cristiano poner la verdad claramente ante su pueblo, enseñándola por precepto y por ejemplo. . . . Se declara que la iglesia cristiana debe ser la sal de la tierra, la luz del mundo. ¿Podemos aplicar esto a las iglesias de hoy, muchos de cuyos miembros están usando no solamente esa sustancia corruptora, el tabaco, sino también el vino embriagante y los licores espirituosos, y están poniendo la copa de bebida en los labios de 146 sus prójimos? 

La iglesia de Cristo debería ser una escuela en la cual la juventud inexperta pudiera educarse para dominar sus apetitos, desde un punto de vista moral y religioso. Allí debería enseñársele cuán inseguro es entremeterse con la tentación, entretenerse con el pecado; que no hay tal cosa como un bebedor moderado y mesurado; que la senda del bebedor es siempre hacia abajo. Los jóvenes deberían ser exhortados a "no mirar cuando el vino rojea, cuando resplandece su color en el vaso", porque "al fin como serpiente morderá y como basilisco dará dolor" (Signs of the Times, 29-8-1878).

La total abstinencia es nuestra plataforma. 
Cuando la temperancia es presentada como parte del Evangelio, muchos verán su necesidad de reforma. Verán el mal de los licores embriagantes, y que una total abstinencia es la única plataforma sobre la cual puede colocarse concienzudamente el pueblo de Dios (Testimonies, tomo 7, pág. 75).  


7. RELACIÓN CON LA FELIGRESÍA DE LA IGLESIA. 
 Un elemento vivo, fundamental en la iglesia. 
En el círculo de la familia y en la iglesia deberíamos colocar la temperancia cristiana sobre una elevada plataforma. Debería ser un elemento vivo, fundamental, la reforma de los hábitos, la disposición y el carácter. La intemperancia está en la base de todos los males de nuestro mundo (Manuscrito 50, 1893).

Los que no deben ser admitidos en la iglesia
Dios nos da el privilegio de estar bien despiertos respecto a este terrible mal. Que él nos ayude a trabajar con todo nuestro poder para salvar a hombres y mujeres y a la juventud de este esfuerzo del enemigo para entramparnos. No introducimos en la iglesia a los que usan bebidas alcohólicas o tabaco.

 No podemos admitirlos. 
 Pero podemos tratar de ayudarlos a vencer esos hábitos. Podemos enseñarles que abandonando esas prácticas dañinas ellos y sus familias serán más felices. Los que tienen el corazón lleno del Espíritu de Dios no sentirán necesidad de estimulantes (Review and Herald, 15-6-1905).

 El verdadero convertido abandona hábitos y apetitos contaminadores
Los hombres y mujeres tienen muchos hábitos que son antagónicos con los principios de la Biblia. Las víctimas de las bebidas fuertes y del tabaco están corrompidas, 147 en cuerpo alma y espíritu. Tales personas no deben ser recibidas en la iglesia hasta que den evidencia de que están verdaderamente convertidas, que sienten la necesidad de la fe que obra por el amor y purifica el alma. La verdad de Dios purifica al verdadero creyente. El que está plenamente convertido abandonará todo hábito y apetito envilecedor. Por una abstinencia total vencerá su deseo de las complacencias destructoras de la salud (Evangelismo, pág. 196).   


8. LOS ADVENTISTAS DEL SÉPTIMO DÍA SON DIRIGENTES ESPIRITUALES.  
Preserva el vigor mental y da poder de resistencia. 
Hay una solemne responsabilidad que descansa sobre todos, especialmente sobre los ministros que enseñan la verdad, de vencer el apetito. La utilidad de los ministros de Cristo sería mucho mayor si dominaran sus apetitos y pasiones; y sus facultades mentales y morales serían más vigorosas si combinaran la labor física con el ejercicio mental. Con estrictos hábitos de temperancia, con trabajo mental y físico combinados podrían realizar una cantidad mucho mayor de tareas y preservar la claridad de mente. Si siguieran un curso tal, sus pensamientos y palabras fluirían más libremente, sus ejercicios religiosos serían más activos, y las impresiones hechas sobre sus oyentes serían más marcadas. 

La intemperancia en comer, aun de alimentos de buena calidad, tendrá una influencia deprimente sobre el organismo, y embotará las emociones más agudas y más santas. La estricta temperancia en comer y beber es sumamente esencial para la preservación de la salud y el ejercicio vigoroso de todas las funciones del cuerpo. Los estrictos hábitos de temperancia, combinados con el ejercicio de los músculos, así como el de la mente, preservarán tanto el vigor mental como el físico y darán poder de resistencia a los que están ocupados en el ministerio, a los redactores, y a todos los que tengan hábitos sedentarios (Health Reformer, agosto de 1875).

Seguid el ejemplo de Cristo. 
Los ministros de Cristo, que profesan ser sus representantes, deben seguir su ejemplo, y ante todo deben adquirir hábitos de estricta temperancia. Deben mantener la vida y el ejemplo de Cristo 148 delante de la gente por medio de su propia vida abnegada, de sacrificio propio y activa generosidad. Cristo venció el apetito en favor de los hombres; y en su lugar ellos deben presentar a los demás un ejemplo digno de ser imitado. Los que no sienten la necesidad de dedicarse a la obra de vencer al apetito, dejarán de obtener preciosas victorias, y llegarán a ser esclavos del apetito y la concupiscencia, que están llenando la copa de iniquidad de los que moran en la tierra (Joyas de los Testimonios, tomo 1, pág. 421).

La visión espiritual menoscabada. 
Estoy instruida para decir a mis hermanos en el ministerio: Por la intemperancia en el comer os estáis descalificando vosotros mismos para ver claramente la diferencia entre el fuego sagrado y el común. Y por esta intemperancia estáis revelando vuestro desprecio por las amonestaciones que el Señor os ha dado. Su palabra a vosotros es: "¿Quién hay entre vosotros que teme a Jehová, y oye la voz de su siervo? El que anda en tinieblas y carece de luz, confíe en el Señor Jehová y apóyese en su Dios. He aquí que vosotros encendéis fuego y estáis cercados de centellas: Andad a la luz de vuestro fuego, y de las centellas que encendisteis. De mi mano os vendrá esto; en dolor seréis sepultados" Isaías 50:10, 11 (Testimonies, tomo 7, pág. 258).

Una ayuda para pensar con claridad. 
No tenemos derecho a recargar nuestras fuerzas físicas y mentales hasta el punto de volvernos irritables y proferir palabras que deshonren a Dios. El Señor desea que nos mantengamos siempre serenos y pacientes. Hagan los demás lo que hagan, debemos representar a Cristo y obrar como él obraría en circunstancias parecidas. Una persona que ocupa un cargo de responsabilidad debe tomar cada día decisiones cuyas consecuencias son importantes. A menudo debe pensar rápidamente, y esto no lo pueden hacer con éxito sino los que practican estricta templanza. El espíritu se fortalece cuando las fuerzas mentales y físicas son tratadas correctamente. Si el esfuerzo no es excesivo, adquiere con cada ejercicio nuevo vigor (Joyas de los Testimonios, tomo 3, pág. 183).

Calificaciones de los hombres elegidos para posiciones de responsabilidad. 
Significa mucho ser leal a Dios. Él tiene derechos sobre todos los que están empleados en su servicio. Desea que la mente y el cuerpo sean preservados 149 en la mejor condición de salud, que cada facultad y don estén bajo el dominio divino, y sean tan vigorosos como puedan llegar a ser mediante cuidadosos y estrictos hábitos de temperancia. Estamos bajo la obligación para con Dios de hacer una consagración sin reservas de nosotros mismos, en cuerpo y alma, y con todas las facultades como dones suyos, para ser empleados en su servicio. 

 Todas nuestras energías y capacidades tienen que ser constantemente fortalecidas y desarrolladas durante este período de prueba. Solamente los que aprecian estos principios, y han sido adiestrados para cuidar sus cuerpos inteligentemente y en el temor de Dios, debieran ser elegidos para asumir responsabilidades en esta obra. Los que han estado por mucho tiempo en la verdad y, sin embargo, no pueden distinguir entre los puros principios de la justicia y los principios del mal, cuya comprensión respecto a la justicia, la misericordia, el amor de Dios están oscurecidos, deberían ser relevados de sus responsabilidades. Cada iglesia necesita un testimonio claro y nítido. La trompeta debe dar un sonido cierto 
(Signs of the Times, 2-10-1907).

 Los obreros sanitarios deben ser temperantes. 
El [el médico] ve que los que están siguiendo el curso de enfermería deberían recibir una cabal educación en los principios de la reforma de la salud, que deberían ser enseñados a ser estrictamente temperantes en todas las cosas, porque el descuido respecto a las leyes de la salud es inexcusable en los que son apartados para enseñar a otros cómo vivir (Testimonies, tomo 7, pág. 74). 

Educad, educad, educad. 
Puesto que los principios de salud y temperancia son tan importantes, y son tan a menudo mal comprendidos, descuidados, o desconocidos, deberíamos instruirnos al respecto, para que no solamente podamos poner nuestras propias vidas en armonía con tales principios, sino también enseñarlos a otros. La gente necesita ser instruida, línea sobre línea, precepto sobre precepto. El tema debe mantenerse fresco delante de ella. Casi cada familia necesita ser sacudida.
La mente debe ser iluminada y despertada la conciencia respecto al deber de practicar los principios de la verdadera reforma.

 Especialmente los ministros deberían llegar a ser sabios en esta cuestión. Como pastores del rebaño, serán responsables por su ignorancia voluntaria y su menosprecio 150 de las leyes de la naturaleza. Encuentren ellos qué es lo que constituye la verdadera reforma higiénica, y enseñen sus principios, tanto por precepto como por un sereno y constructivo ejemplo.
No deberían ignorar su deber en esta cuestión, no ponerlos a un lado porque algunos puedan llamarlos extremistas
 En las convenciones, asambleas y otras reuniones grandes e importantes debería darse instrucciones sobre la salud y la temperancia. Póngase al servicio todo el talento disponible y sígase la obra con publicaciones sobre el tema. 
 "Educad, educad, educad", debería ser el santo y seña (Manuscrito 9, sin fecha). 151 


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