1. Importancia de los hábitos de estricta temperancia
Ejemplos del Antiguo y el Nuevo Testamentos.
Cuando el Señor suscitó a Sansón como libertador de su pueblo, ordenó que su madre siguiera hábitos correctos de vida antes del nacimiento del niño. La misma prohibición había de ser impuesta al niño desde el principio, porque debía ser consagrado a Dios como nazareo desde su nacimiento. El ángel de Dios a la mujer de Manoa y le informó que tendría un hijo, y en vista de esto, le dio importantes instrucciones: "Ahora, pues, no bebas vino ni sidra, ni comas cosa inmunda" (Juec. 13: 4).
Dios tenía asignada una importante obra para el hijo prometido de Manoa, y para asegurarle las cualidades necesarias para realizar esa obra, los hábitos de la madre tanto como del niño tenían que ser cuidadosamente regulados. "No beberá vino ni sidra", fue la instrucción del ángel para la mujer de Manoa, "y no comerá cosa inmunda; guardará todo lo que le mandé" (Juec. 13: 14). El niño sería afectado para bien o para mal por los hábitos de la madre. Ella misma debía gobernarse por principios y practicar la temperancia y la abnegación, si había de procurar el bienestar de su niño.
En el Nuevo Testamento hallamos un ejemplo no menos impresionante de la importancia de los hábitos de temperancia. Juan el Bautista era un reformador. Se le había confiado una gran obra en favor de la gente de sus días, y en preparación para esa obra, sus hábitos fueron cuidadosamente regulados desde su mismo nacimiento. El ángel Gabriel fue enviado del cielo para instruir a los padres de Juan en los principios de la reforma pro salud. "No beberá vino ni sidra", dijo el mensajero celestial, "y será lleno del Espíritu Santo" (Luc. 1: 15). 81
Juan se separó de sus amigos y de los lujos de la vida, para ir a vivir solo en el desierto, alimentándose de una dieta puramente vegetal. La sencillez de su vestimenta -un manto tejido con pelo de camello- era un reproche para el lujo y la ostentación de la gente de su generación, especialmente de los sacerdotes judíos. También su régimen, de langostas y miel silvestre, era un reproche para la glotonería que prevalecía por doquiera.
La obra de Juan fue predicha por el profeta Malaquías: "He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres" (Mal. 4: 5, 6). Juan el Bautista salió con el espíritu y el poder de Elías para preparar el camino del Señor, y para hacer volver la gente a la sabiduría de los justos. Era un representante de los que viven en los últimos días, a quienes Dios ha confiado sagradas verdades para presentar ante la gente y preparar el camino para la segunda venida de Cristo. Y los mismos principios de temperancia que Juan practicó debieran ser observados por aquellos que en nuestros días han de advertir al mundo de la llegada del Hijo del Hombre.
Dios hizo al hombre a su propia imagen, y espera que el hombre conserve íntegras las facultades que se le han impartido para el servicio del Creador. ¿No debiéramos prestar atención a sus advertencias, y tratar de conservar cada facultad en las mejores condiciones para servir a Dios? Lo mejor que podamos dar a Dios es débil, por cierto. ¿Por qué hay tanta miseria hoy en el mundo? ¿Será porque a Dios le agrada ver sufrir a sus criaturas? ¡Oh, no! Es porque los hombres han sido debilitados por prácticas inmortales. Nos quejamos de la transgresión de Adán y parece que pensamos que nuestros primeros padres dieron muestra de gran debilidad al ceder a la tentación. Pero si la transgresión de Adán fuera el único mal que tuviéramos que enfrentar, la condición del mundo sería mucho mejor de lo que es. Ha habido una sucesión de caídas desde los días de Adán (Christian Temperance and Bible Hygiene, págs. 37-39).
Una advertencia sobre el efecto del vino.
La historia de Nadab y Abiú también está registrada como una advertencia para el hombre, que muestra que el efecto del vino 82 sobre el intelecto es confundir. Y siempre tendrá esta influencia sobre las mentes de aquellos que lo usan. Por lo tanto Dios prohibe explícitamente el uso de vino y de bebidas fuertes (Signs of the Times, 8-7-1880).
Nunca hubieran cometido Nadab y Abiú su fatal pecado, si antes no se hubiesen intoxicado parcialmente bebiendo mucho vino. Sabían que era menester hacer la preparación más cuidadosa y solemne antes de presentarse en el santuario donde se manifestaba la presencia divina; pero debido a su intemperancia se habían descalificado para ejercer su santo oficio. Su mente se confundió y se embotaron sus percepciones morales, de tal manera que no pudieron discernir la diferencia que había entre lo sagrado y lo común (Patriarcas y Profetas, pág. 376).
Las tendencias heredadas despertadas por el vino y la sidra.
Para las personas que han heredado el apetito por los estimulantes, no es seguro en ninguna manera beber vino o sidra en el hogar, porque Satanás las está instando continuamente a complacerse. Si ellas ceden a sus tentaciones, no saben dónde se detendrán; el apetito exige que se lo complazca, y es complacido para ruina de ellos. El cerebro se obnubila, la razón ya no sostiene las riendas, sino que las afloja quedando a merced de la concupiscencia. El libertinaje abunda y se practican vicios de casi cualquier clase como resultado de complacer el apetito por el vino y la sidra
(Christian Temperance and Bible Hygiene, págs. 32, 33).
No puede crecer en gracia.
Es imposible que el que ame estos estimulantes y se acostumbre a usarlos crezca en gracia. Se vuelve indecoroso y sensual; las pasiones animales dominan las facultades superiores de la mente, y la virtud no es atesorada
(Christian Temperance and Bible Hygiene, pág. 33).
Perversión de la mente por las bebidas embriagantes suaves.
Tan gradualmente Satanás aparta de los baluartes de la temperancia; tan insidiosamente el vino y la sidra ejercen su influencia sobre el gusto, que se entra en el camino de la embriaguez sin siquiera sospecharlo. Se cultiva el gusto por los estimulantes; se desequilibra el sistema nervioso; 83 Satanás mantiene la mente en una fiebre de inquietud; y la pobre víctima que se considera perfectamente segura, sigue avanzando hasta que toda barrera es derribada, todo principio sacrificado. Están minadas las más fuertes resoluciones y los intereses eternos son demasiado débiles para conservar el apetito envilecido bajo el dominio de la razón. Algunos nunca están realmente borrachos, pero siempre están bajo la influencia de bebidas embriagantes suaves. Están febricitantes, inestables mentalmente, no realmente delirantes, pero seguramente desequilibrados, porque las facultades más nobles de la mente están pervertidas
(Christian Temperance and Bible Hygiene, pág. 33).
Vino y sidra no fermentados.
El jugo puro de la uva, libre de fermentación, es una bebida saludable (Manuscrito 126, 1903). La sidra y el vino pueden envasarse frescos y mantenerse dulces por largo tiempo, y si se usan sin fermentar, no destronarán la razón
(Review and Herald, 25-3-1884).
La sidra dulce.
¿Sabemos de qué está hecha esta deliciosa sidra dulce? Los que convierten las manzanas en sidra para el mercado no son muy escrupulosos acerca de la condición de la fruta usada, y en muchos casos se exprime el jugo de manzanas descompuestas. Los que no pensarían siquiera en introducir el veneno de manzanas podridas en su organismo, están dispuestos a beber la sidra hecha con ellas, y la consideran exquisita; pero el microscopio revelaría el hecho que esta agradable bebida a menudo no es apta para el estómago humano, aun recién exprimida de la prensa. Si se la hierve y se tiene cuidado de quitar las impurezas, sería menos censurable.
A menudo he oído personas decir: "¡Oh!, esto es apenas sidra dulce; es perfectamente inofensiva, y aun saludable". Se llevan a casa grandes cantidades de ella. Por algunos días sigue siendo dulce, luego comienza la fermentación. El gusto fuerte la hace tanto más agradable a muchos paladares, y el que ama el vino o la sidra dulces está poco dispuesto a admitir que su bebida favorita se está volviendo cada vez más fuerte y agria (Review and Herald, 25-3-1884).
La única conducta segura.
Los que han heredado la sed de estimulantes antinaturales no deberían tener de ningún modo vino, cerveza o sidra a la vista o a su alcance, porque 84 esto los expone continuamente a la tentación (El Ministerio de Curación, pág. 255).
Si los hombres llegaran a ser templados en todas las cosas, si no tocaran, ni gustaran, ni palparan té, café, tabaco, vinos, opio y bebidas alcohólicas, la razón tomaría las riendas del gobierno en sus propias manos y tendría bajo su dominio los apetitos y pasiones. Mediante el apetito Satanás domina la mente y todo el ser. Miles de personas que podrían haber vivido han pasado a la tumba destrozados en lo físico, lo mental y lo moral porque sacrificaron todas sus facultades a la complacencia del apetito (Christian Temperance and Bible Hygiene, pág. 37).
La gente puede embriagarse tan ciertamente con vino y sidra como con bebidas más fuertes, y la peor clase de embriaguez es la producida por las bebidas así llamadas más suaves. Las pasiones son más perversas; la transformación del carácter es más grande, más decidida y obstinada. Unos pocos vasos de sidra o de vino dulce pueden despertar un gusto por bebidas más fuertes, y muchos que se han vuelto borrachos empedernidos han puesto de esta forma el fundamento del hábito de beber (Review and Herald, 25-3-1884).
Un posible precursor de la embriaguez habitual.
Un solo vaso de vino puede abrir la puerta de la tentación que llevará
al hábito de la embriaguez (Testimonies, tomo 4, pág. 578).
Condiciones de enfermedad producidas por el uso de sidra.
Del consumo habitual de sidra puede resultar una tendencia a enfermedades diversas, tales como hidropesía, desórdenes hepáticos, temblores nerviosos y congestión cerebral. Mediante su consumo muchos acarrean sobre sí mismos enfermedades permanentes. Algunos mueren de tuberculosis o son víctimas de apoplejía sólo por esta causa. Algunos sufren de dispepsia. Toda función vital se niega a actuar, y los médicos les dicen que tienen desarreglos hepáticos, cuando si ellos se deshicieran de su barril de sidra y nunca cedieran a la tentación de reemplazarlo, sus fuerzas vitales maltratadas recobrarían el vigor (Review and Herald 25-3-1884). 85
Efectos del vino después del diluvio.
El mundo había llegado a ser tan corrupto debido a la complacencia del apetito y las bajas pasiones en los días de Noé, que Dios destruyó a sus habitantes con las aguas del diluvio. A medida que los hombres se multiplicaron nuevamente sobre la tierra, la complacencia del vino, llevada hasta la embriaguez, pervirtió los sentidos y preparó el camino para el comer carne en exceso y el fortalecimiento de las pasiones animales. Los hombres se levantaron contra el Dios del cielo, y sus facultades y oportunidades se consagraron para glorificarse a sí mismos antes que honrar a su Creador
(Redemption; or the Temptation of Christ, págs. 21, 22).
Lleva al consumo de bebidas más fuertes.
El beber sidra lleva al consumo de bebidas mas fuertes. El estómago pierde su vigor natural y se necesita algo más fuerte para despertarlo a la acción. En cierta ocasión en que mi esposo y yo estábamos viajando, nos vimos obligados a pasar varias horas esperando el tren. Mientras estábamos en la estación entró al restaurante anexo un campesino de rostro enrojecido y congestionado, que con voz fuerte y ronca preguntó: "¿Tiene Ud. aguardiente de primera?" Se le contestó que sí, y pidió medio vaso. "¿Tiene pimienta?" "Sí", fue la respuesta. "Bueno, ponga adentro dos cucharadas bien grandes". Luego pidió que agregaran dos cucharadas de alcohol, y terminó pidiendo "una buena cantidad de pimienta negra".
El hombre que estaba preparando la mistura preguntó: "¿Qué va Ud. a hacer con esta mezcla?" El contestó: "Supongo que esto me hará efecto", y llevándose el vaso lleno a los labios bebió todo su ardiente contenido. Mi esposo dijo: "Ese hombre ha usado estimulantes hasta destruir las delicadas paredes del estómago. Supongo que estarán tan insensibles como una bota quemada".
Muchos al leer esto se reirán de la advertencia de peligro. Dirán: "Ciertamente el poco de vino o sidra que yo uso no puede hacerme daño". Satanás tiene marcados a los tales como su presa; los lleva paso a paso, y ellos no se dan cuenta de eso, hasta que las cadenas del hábito y el apetito son demasiado fuertes para ser rotas. Vemos el poder que el apetito por la bebida fuerte tiene sobre los hombres; vemos cuántos hombres de todas las profesiones y de pesadas responsabilidades, de elevada posición, de eminentes talentos, de grandes logros, de finos sentimientos, de fuertes nervios 86 y de grandes facultades intelectuales lo sacrifican todo por la complacencia del apetito hasta reducirse al nivel de las bestias brutas; y en muchísimos casos, su caída comenzó con el consumo de vino o sidra. Sabiendo esto, me opongo decididamente a la elaboración de vino o sidra para ser usados como bebida.... Si todos fueran vigilantes y fieles en guardar las pequeñas brechas abiertas por el uso moderado de los supuestamente inofensivos vino y sidra, se cerraría el camino a la embriaguez (Review and Herald, 25-3-1884).
El vino de Caná no era fermentado.
En ninguna parte sanciona la Biblia el uso del vino fermentado. El vino que Cristo hizo con agua en las bodas de Caná era zumo puro de uva. Este es el "mosto" que se halla en el "racimo", del cual dice la Escritura: "No lo desperdicies, que bendición hay en él"(Isa. 65: 8). Fue Cristo quien advirtió a Israel en el Antiguo Testamento: "El vino es escarnecedor, la cerveza alborotadora; y cualquiera que por ello errare no será sabio" (Prov. 20: 1). Cristo no suministró semejante bebida. Satanás induce a los hombres a dejarse llevar por hábitos que anublan la razón y entorpecen las percepciones espirituales, pero Cristo nos enseña a dominar la naturaleza inferior.
Nunca ofrece él a los hombres lo que podría ser una tentación para ellos. Su vida entera fue un ejemplo de abnegación. Para quebrantar el poder de los apetitos ayunó cuarenta días en el desierto, y en beneficio nuestro soportó la prueba más dura que la humanidad pudiera sufrir. Fue Cristo quien dispuso que Juan el Bautista no bebiese vino ni bebidas fuertes. Fue él quien impuso la misma abstinencia a la esposa de Manoa. Cristo no contradijo su propia enseñanza.
El vino sin fermentar que suministró a los convidadas de la boda era una bebida sana y refrigerante. Fue el vino del que nuestro Salvador hizo uso con sus discípulos en la primera comunión. Es también el vino que debería figurar siempre en la Santa Cena como símbolo de la sangre del Salvador. El servicio sacramental está destinado a refrigerar y vivificar el alma. Nada de lo que sirve al mal debe relacionarse con dicho servicio (El Ministerio de Curación, pág. 256).
El vino recomendado en la Biblia no es embriagante.
En ningún lugar la Biblia enseña el uso del vino embriagante 87 ya sea como bebida o como símbolo de la sangre de Cristo. Apelamos a la razón natural para decidir si la sangre de Cristo está mejor representada por el jugo puro de uva en su estado natural, o después que se ha convertido en un vino fermentado y embriagante.... Instamos a que este último nunca sea puesto sobre la mesa del Señor. . . . Protestamos que Cristo nunca hizo vino embriagante; un acto tal habría sido contrario a todas las enseñanzas y ejemplos de su vida. . . . El vino que Cristo elaboró del agua por un milagro de su poder era el jugo puro de la vid (Signs of the Times, 29-8-1878).
Muchos que vacilarían en poner licor en los labios de su prójimo se dedican al cultivo del lúpulo, y así prestan su influencia contra la causa de la temperancia. No puedo comprender cómo, a la luz de la ley de Dios, los cristianos pueden dedicarse concienzudamente a cultivar lúpulo o a la elaboración de vino o sidra para el mercado
(Christian Temperance and Bible Hygiene, pág. 32).
Evitad la apariencia del mal.
Siento tristeza en el corazón cuando hombres y mujeres inteligentes que profesan ser cristianos argumentan que no hay daño en hacer vino o sidra para el mercado, porque mientras no estén fermentados no embriagarán. Yo sé que hay otro aspecto de este asunto que ellos se niegan a considerar porque el egoísmo ha cerrado sus ojos a los terribles males que pueden resultar del uso de esos estimulantes. No veo cómo nuestros hermanos pueden abstenerse de toda apariencia de mal al dedicarse extensamente al negocio de cultivar lúpulo, sabiendo qué uso se dará al lúpulo.
Los que ayudan a producir estas bebidas que fomentan y educan el apetito por estimulantes más fuertes, tendrán la recompensa de acuerdo con sus obras. Son transgresores de la ley de Dios y serán castigados por los pecados que cometen y por aquellos que cometieron otros influidos por las tentaciones que ellos pusieron en su camino.
Que todos los que profesan creer la verdad para este tiempo y que profesan ser reformadores actúen en consonancia con su fe. Debiera trabajarse cuidadosamente con una persona, cuyo nombre está en el libro de la iglesia, si se dedica a elaborar vino o sidra para el mercado, y si continúa 88 en su práctica, debiera ser puesta bajo censura por la iglesia.
Los que no quieran ser disuadidos de hacer esta obra son indignos de ocupar un lugar y de tener su nombre entre el pueblo de Dios.
Debemos ser seguidores de Cristo, debemos afirmar nuestro corazón y nuestra influencia contra toda mala práctica. ¿Cómo nos sentiremos en el día cuando se derramen los juicios de Dios al enfrentar hombres que se han vuelto borrachos por nuestra influencia? Estamos viviendo en el día real de expiación y nuestros casos pronto habrán de ser revisados delante de Dios. ¿Cómo estaremos en pie en el tribunal celestial si nuestra conducta ha favorecido el uso de estimulantes que pervierten la razón y destruyen la virtud, la pureza y el amor de Dios? (Testimonies, tomo 5, págs. 358, 359).
El amor al dinero no ha de desviarnos.
Tengo unas pocas hectáreas de terreno. Cuando lo compré estaba plantado con vides para vino, pero no venderé una libra de esa uva a ninguna bodega. El dinero que obtendría de ello aumentaría mis entradas, pero antes que ayudar la causa de la intemperancia permitiendo que se convierta en vino, dejaría que se echara a perder en las parras. . . .
El amor al dinero llevará a los hombres a violar su conciencia. Quizá ese mismo dinero sea llevado a la tesorería del Señor, pero él no aceptará una ofrenda tal: es una ofensa para él. Fue obtenida traspasando su ley, que requiere que el hombre ame a su prójimo como a sí mismo. No es excusa para el transgresor decir que si él no hubiese hecho vino o sidra, algún otro lo habría hecho, y su prójimo se habría convertido lo mismo en borracho. Por el hecho de que hay quienes ponen la botella en los labios de su prójimo, ¿se arriesgarán los cristianos a manchar sus vestiduras con la sangre de almas, a incurrir en la maldición pronunciada sobre aquellos que ponen esta tentación en el camino de los hombres que yerran? Jesús llama a sus seguidores para que se alisten bajo su bandera y ayuden a destruir las obras del diablo.
El Redentor del mundo, que sabe bien la condición de la sociedad en los últimos días, describe el comer y el beber como los pecados que condenan a esta época. Nos dice que así como era en los días de Noé, así será cuando apareciere el Hijo del Hombre. "Estaban comiendo y bebiendo, casándose 89 y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos". Un estado de cosas igual existirá en los últimos días, y los que creen estas advertencias tendrán el mayor cuidado de no tener una conducta que los lleve a la condenación(Review and Herald, 25-3-1884).
A la luz de las Escrituras, la naturaleza y la razón.
A la luz de lo que enseñan las Escrituras, la naturaleza
y la razón respecto al uso de bebidas embriagantes,
¿Cómo pueden los cristianos dedicarse al cultivo del lúpulo
para la fabricación de cerveza, o a la elaboración de vino o sidra?
Si aman a su prójimo como a sí mismos.
¿Cómo pueden contribuir a ofrecerle lo que ha de ser para él un lazo peligroso?
(El Ministerio de Curación, págs. 256, 257).
Hermanos, consideremos este asunto a la luz de las Escrituras y ejerzamos una influencia decidida en favor de la temperancia en todas las cosas. Manzanas y uvas son dones de Dios; pueden dárseles usos excelentes como saludables artículos de alimentación, o pueden ser prostituidos al dárseles un uso incorrecto. Dios ya está agostando las cosechas de vides y manzanas debido a las prácticas pecaminosas de los hombres. Estamos ante el mundo como reformadores; no demos ocasión de que los infieles o incrédulos reprochen nuestra fe. Cristo dijo: "Vosotros sois la sal de la tierra", "la luz del mundo". Mostremos que nuestros corazones y nuestra conciencia están bajo la influencia transformadora de la gracia divina y que nuestras vidas están regidas por los puros principios de la ley de Dios, aun cuando estos principios puedan requerir el sacrificio de intereses temporales (Testimonies, tomo 5, pág. 361).
6. Temperancia y abstinencia total
Si algo hace falta para apagar la sed, el agua pura tomada poco antes o después de la comida es todo lo que la naturaleza requiere. Nunca té, café, cerveza, vino o ninguna bebida alcohólica. El agua es el mejor líquido de que dispongamos para limpiar los tejidos (Review and Herald 29-7- 1884).
Haríamos bien en considerar detenidamente la lección que aquí se presenta [la de Daniel y sus compañeros]. Nuestro peligro no está en la escasez, sino en la abundancia. Constantemente 90 estamos tentados a excedernos. Los que quieran conservar sus facultades íntegras para el servicio de Dios deben observar estricta temperancia en el uso de sus bondades, así como una total abstinencia de toda complacencia perjudicial o degradante.
Las generaciones jóvenes están rodeadas de incitaciones calculadas para tentar el apetito. Especialmente en nuestras grandes ciudades, se facilita toda forma de complacencia y se invita a disfrutarla. Aquellos que, como Daniel, se nieguen a contaminarse, cosecharán la recompensa de sus hábitos temperantes. Con su mayor vigor físico y poder de resistencia, tienen un depósito bancario al cual pueden acudir en caso de emergencia
(Christian Temperance and Bible Hygiene, págs. 27, 28).
Se insiste muchas veces en que para quitar a la juventud el gusto por la literatura pasional o indigna, debe proporcionársela una clase mejor de literatura de imaginación. Pero esto es como intentar curar a un borracho dándole, en vez de aguardiente, bebidas fermentadas más suaves, como vino, cerveza o sidra. El uso de estas bebidas fomentaría continuamente la sed de estimulantes más activos. La única seguridad para el borracho, y la única salvaguardia para el hombre templado, es la abstinencia total (El Ministerio de Curación, págs. 352, 353). 91
(La Temperancia de E. G. de White)
No hay comentarios:
Publicar un comentario