(Este
capítulo 83. Está basado en San Lucas 24:13-33).
HACIA EL
ATARDECER DEL DÍA DE LA RESURRECCIÓN, DOS
DE LOS DISCÍPULOS SE HALLABAN EN CAMINO A EMAÚS, pequeña ciudad situada a
unos doce kilómetros de Jerusalén. Estos discípulos no habían tenido un lugar
eminente en la obra de Cristo, pero creían fervientemente en él. Habían venido
a la ciudad para observar la Pascua, y se habían quedado muy perplejos por los
acontecimientos recientes. Habían oído las nuevas de esa mañana, de que el
cuerpo de Cristo había sido sacado de la tumba, y también el informe de las
mujeres que habían visto a los ángeles y se habían encontrado con Jesús.
Volvían ahora a su casa para meditar y orar. Proseguían
tristemente su viaje vespertino, hablando de las escenas del juicio y de la
crucifixión. Nunca antes habían estado tan descorazonados. Sin esperanza ni fe,
caminaban en la sombra de la cruz.
NO HABÍAN
PROGRESADO MUCHO EN SU VIAJE CUANDO SE LES UNIÓ UN EXTRAÑO, pero estaban
tan absortos en su lobreguez y desaliento, que no le observaron detenidamente.
Continuaron su conversación, expresando los pensamientos de su corazón.
Razonaban acerca de las lecciones que Cristo había dado, que no parecían poder
comprender. Mientras hablaban de los sucesos que habían ocurrido, Jesús
anhelaba consolarlos. Había visto su pesar; comprendía las ideas
contradictorias que, dejando a su mente perpleja, los hacían pensar: ¿Podía
este hombre que se dejó humillar así ser el Cristo? Ya no podían dominar su
pesar y lloraban.
JESÚS SABÍA QUE
EL CORAZÓN DE ELLOS ESTABA VINCULADO CON ÉL POR EL AMOR, y anhelaba
enjugar sus lágrimas y llenarlos de gozo y alegría. Pero primero debía darles
lecciones que nunca olvidaran. "Y
díjoles: ¿Qué pláticas son éstas que tratáis entre vosotros andando, y estáis
tristes? Y respondiendo el uno, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Tú sólo
peregrino eres en Jerusalem, y no has sabido las cosas que en ella han
acontecido estos 739 días?"
Ellos le hablaron del desencanto que habían sufrido respecto de su Maestro, "el cual fue varón profeta, poderoso
en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo;" pero "los príncipes de los sacerdotes y nuestros
príncipes," dijeron, le entregaron "a condenación de muerte, y le crucificaron."
CON CORAZÓN
APESADUMBRADO Y LABIOS TEMBLOROSOS, AÑADIERON: "Mas nosotros esperábamos que él era
el que había de redimir a Israel: y ahora sobre todo esto, hoy es el tercer día
que esto ha acontecido." Era extraño que los discípulos no recordasen
las palabras de Cristo, ni comprendiesen que él había predicho los
acontecimientos que iban a suceder. No comprendían que tan exactamente coma la
primera parte de su revelación, se iba a cumplir la última, de que al tercer
día resucitaría. Esta era la parte que debieran haber recordado.
LOS SACERDOTES
Y PRÍNCIPES NO LA HABÍAN OLVIDADO. El día "después de la preparación, se juntaron los príncipes de los
sacerdotes y los Fariseos a Pilato, diciendo: Señor, nos acordamos que aquel
engañador dijo, viviendo aún: Después de tres días resucitaré."*(Mateo
27:62,63).
PERO LOS
DISCÍPULOS NO RECORDABAN ESTAS PALABRAS. "Entonces
él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los
profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y
que entrara en su gloria?"
LOS DISCÍPULOS
SE PREGUNTABAN QUIÉN PODÍA SER ESTE EXTRAÑO, que penetraba así hasta su
misma alma, hablaba con tanto fervor, ternura y simpatía y alentaba tanta esperanza.
Por primera vez desde la entrega de Cristo, empezaron a sentirse esperanzados.
Con frecuencia miraban fervientemente a su compañero, y pensaban que sus
palabras eran exactamente las que Cristo habría hablado. Estaban llenos de
asombro y su corazón palpitaba de gozosa expectativa.
EMPEZANDO
CON MOISÉS, alfa de la historia bíblica, Cristo expuso en todas las
Escrituras las cosas concernientes a él. Si se hubiese dado a conocer primero,
el corazón de ellos habría quedado satisfecho. En la plenitud de su gozo, no
habrían deseado más. Pero era necesario que comprendiesen el testimonio que le
daban los símbolos y las profecías del Antiguo Testamento. Su fe debía
establecerse sobre éstas.
CRISTO NO
REALIZÓ NINGÚN MILAGRO PARA CONVENCERLOS, sino que su primera 740 obra
consistió en explicar las Escrituras. Ellos habían considerado su muerte como
la destrucción de todas sus esperanzas. Ahora les demostró por los profetas que
era la evidencia más categórica para su fe.
AL
ENSEÑAR A ESTOS DISCÍPULOS, Jesús Demostró La Importancia Del Antiguo
Testamento Como Testimonio De Su Misión.
MUCHOS DE LOS QUE PROFESAN SER CRISTIANOS
AHORA, descartan el Antiguo Testamento y aseveran que ya no tiene utilidad.
Pero tal no fue la enseñanza de Cristo. Tan altamente lo apreciaba que en una
oportunidad dijo: "Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se
persuadirán, si alguno se levantare de los muertos." (Lucas 16:31).
ES LA VOZ DE
CRISTO QUE HABLA POR LOS PATRIARCAS Y LOS PROFETAS, desde los días
de Adán hasta las escenas finales del tiempo. El Salvador se revela en el
Antiguo Testamento tan claramente como en el Nuevo.
Es la luz del pasado profético lo que presenta la vida de
Cristo y las enseñanzas del Nuevo Testamento con claridad y belleza.
Los milagros de Cristo son una prueba de su divinidad; pero
una prueba aún más categórica de que él es el Redentor del mundo se halla al
comparar las profecías del Antiguo Testamento con la historia del Nuevo.
RAZONANDO SOBRE LA BASE DE LA PROFECÍA, Cristo
dio a sus discípulos una idea correcta de lo que había de ser en la humanidad.
Su expectativa de un Mesías que había de asumir el trono y el poder real de
acuerdo con los deseos de los hombres, había sido engañosa. Les había impedido
comprender correctamente su descenso de la posición más sublime a la más
humilde que pudiese ocupar.
CRISTO DESEABA
QUE LAS IDEAS DE SUS DISCÍPULOS FUESEN PURAS Y VERACES EN TODA ESPECIFICACIÓN. Debían
comprender, en la medida de lo posible, la copa de sufrimiento que le había
sido dada. Les demostró que el terrible conflicto que todavía no podían
comprender era el cumplimiento del pacto hecho antes de la fundación del mundo.
Cristo debía morir, como todo transgresor de la ley debe morir si continúa en
el pecado. Todo esto había de suceder, pero no terminaba en derrota, sino en
una victoria gloriosa y eterna.
JESÚS LES DIJO
QUE DEBÍA HACERSE TODO ESFUERZO POSIBLE PARA SALVAR AL MUNDO DEL PECADO. Sus seguidores
deberían vivir como él había vivido y obrar como él había obrado, esforzándose
y perseverando. 741 Así discurrió Cristo con sus discípulos, abriendo su
entendimiento para que comprendiesen las Escrituras. Los discípulos estaban
cansados, pero la conversación no decaía. De los labios del Salvador brotaban
palabras de vida y seguridad. Pero los ojos de ellos estaban velados. Mientras
él les hablaba de la destrucción de Jerusalén, miraron con llanto la ciudad
condenada.
PERO POCO
SOSPECHABAN QUIÉN ERA SU COMPAÑERO DE VIAJE. No pensaban que el objeto de su
conversación estaba andando a su lado; porque Cristo se refería a sí mismo como
si fuese otra persona. Pensaban que era alguno de aquellos que habían asistido
a la gran fiesta y volvía ahora a su casa. Andaba tan cuidadosamente como ellos
sobre las toscas piedras, deteniéndose de vez en cuando para descansar un poco.
Así prosiguieron por el camino montañoso, mientras andaba a su lado Aquel que
habría de asumir pronto su puesto a la diestra de Dios y podía decir: "Toda potestad me es dada en el cielo
y en la tierra."*(Mateo 28:18).
DURANTE EL
VIAJE, EL SOL SE HABÍA PUESTO, y antes que los viajeros llegasen a
su lugar de descanso los labradores de los campos habían dejado su trabajo.
Cuando los discípulos estaban por entrar en casa, el extraño pareció querer
continuar su viaje. Pero los discípulos se sentían atraídos a él. En su alma
tenían hambre de oír más de él. "Quédate con nosotros," dijeron. Como
no parecía aceptar la invitación, insistieron diciendo: "Se hace tarde, y
el día ya ha declinado." Cristo accedió a este ruego y "entró pues a
estarse con ellos."
SI LOS
DISCÍPULOS NO HUBIESEN INSISTIDO EN SU INVITACIÓN, no habrían
sabido que su compañero de viaje era el Señor resucitado. Cristo no impone
nunca su compañía a nadie. Se interesa en aquellos que le necesitan. Gustosamente
entrará en el hogar más humilde y alegrará el corazón más sencillo. Pero si los
hombres son demasiado indiferentes para pensar en el Huésped celestial o
pedirle que more con ellos, pasa de largo. Así muchos sufren grave pérdida.
No Conocen A Cristo Más De Lo Que Le
Conocieron Los Discípulos Mientras Andaban Con Él En El Camino.
PRONTO ESTUVO
PREPARADA LA SENCILLA CENA DE PAN. Fue colocada delante del huésped, que
había tomado su asiento a la cabecera de la mesa. Entonces alzó las manos para
bendecir el 742 alimento.
LOS DISCÍPULOS
RETROCEDIERON ASOMBRADOS. Su compañero extendía las manos exactamente como solía
hacerlo su Maestro. Vuelven a mirar, y he aquí que ven en sus manos los rastros
de los clavos. Ambos exclaman a la vez: ¡Es el Señor Jesús! ¡Ha resucitado de
los muertos! Se levantan para echarse a sus pies y adorarle, pero ha
desaparecido de su vista. Miran el lugar que ocupara Aquel cuyo cuerpo había
estado últimamente en la tumba y se dicen uno al otro: "¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el
camino, y cuando nos abría las Escrituras?"
PERO TENIENDO
ESTA GRAN NUEVA QUE COMUNICAR, no pueden permanecer sentados
conversando. Han desaparecido su cansancio y su hambre. Dejan sin probar su
cena, y llenos de gozo vuelven a tomar la misma senda por la cual vinieron,
apresurándose para ir a contar las nuevas a los discípulos que están en la
ciudad.
EN ALGUNOS
LUGARES, EL CAMINO NO ES SEGURO, pero trepan por los lugares escabrosos
y resbalan por las rocas lisas. No ven ni saben que tienen la protección de
Aquel que recorrió el camino con ellos. Con su bordón de peregrino en la mano,
se apresuran deseando ir más ligero de lo que se atreven. Pierden la senda,
pero la vuelven a hallar. A veces corriendo, a veces tropezando, siguen
adelante, con su compañero invisible al lado de ellos todo el camino.
LA NOCHE ES
OBSCURA, PERO EL SOL DE JUSTICIA RESPLANDECE SOBRE ELLOS. Su corazón
salta de gozo. Parecen estar en un nuevo mundo. Cristo es un Salvador vivo. Ya
no le lloran como muerto. Cristo ha resucitado, repiten vez tras vez. Tal es el
mensaje que llevan a los entristecidos discípulos. Deben contarles la maravillosa
historia del viaje a Emaús.
DEBEN DECIRLES
QUIÉN SE LES UNIÓ EN EL CAMINO. Llevan el mayor mensaje que fuera
jamás dado al mundo, un mensaje de alegres nuevas, de las cuales dependen las
esperanzas de la familia humana para este tiempo y para la eternidad.
(Este
capítulo 83. Está basado en San Lucas 24:13-33).
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