(Este capítulo, Está basado en San Mateo 21:12-16, 23-46; San Marcos 11:15-19, 27-33; 12:1-12; San Lucas 19:45-48; 20:1-19).
AL COMENZAR SU
MINISTERIO, CRISTO HABÍA ECHADO DEL TEMPLO A LOS QUE LO CONTAMINABAN CON SU
TRÁFICO PROFANO; y su porte severo y semejante al de Dios había infundido
terror al corazón de los maquinadores traficantes. Al final de su misión, vino
de nuevo al templo y lo halló tan profanado como antes. El estado de cosas era
peor aún que entonces. El atrio exterior del templo parecía un amplio corral de
ganado. Con los gritos de los animales y el ruido metálico de las monedas, se
mezclaba el clamoreo de los airados altercados de los traficantes, y en medio
de ellos se oían las voces de los hombres ocupados en los sagrados oficios.
LOS MISMOS
DIGNATARIOS DEL TEMPLO SE OCUPABAN EN COMPRAR Y VENDER Y EN CAMBIAR DINERO. Estaban tan
completamente dominados por su afán de lucrar, que a la vista de Dios no eran
mejores que los ladrones. Los sacerdotes y gobernantes consideraban liviana
cosa la solemnidad de la obra que debían realizar. En cada Pascua y fiesta de
las cabañas, se mataban miles de animales, y los sacerdotes recogían la sangre
y la derramaban sobre el altar.
LOS JUDÍOS SE
HABÍAN FAMILIARIZADO CON EL OFRECIMIENTO DE LA SANGRE hasta perder
casi de vista el hecho de que era el pecado el que hacía necesario todo este
derramamiento de sangre de animales. No discernían que prefiguraba la sangre
del amado Hijo de Dios, que había de ser derramada para la vida del mundo, y
que por el ofrecimiento de los sacrificios los hombres habían de ser dirigidos
al Redentor crucificado.
JESÚS MIRÓ LAS
INOCENTES VÍCTIMAS DE LOS SACRIFICIOS, y vio cómo los judíos habían
convertido estas grandes convocaciones en escenas de derramamiento de sangre y
crueldad. En lugar de sentir humilde arrepentimiento del pecado, habían
multiplicado los sacrificios de animales, como si Dios pudiera ser honrado por
un servicio que no nacía del corazón.
LOS SACERDOTES
Y GOBERNANTES habían endurecido sus corazones con el 541 egoísmo y la
avaricia. Habían convertido en medios de ganancia los mismos símbolos que
señalaban al Cordero de Dios. Así se había destruido en gran medida a los ojos
del pueblo la santidad del ritual de los sacrificios. Esto despertó la
indignación de Jesús; él sabía que su sangre, que pronto había de ser derramada
por los pecados del mundo, no sería más apreciada por los sacerdotes y ancianos
que la sangre de los animales que ellos vertían constantemente. Cristo había
hablado contra estas prácticas mediante los profetas.
SAMUEL HABÍA
DICHO:
"¿Tiene Jehová tanto contentamiento
con los holocaustos y víctimas, como en obedecer a las palabras de Jehová?
Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios; y el prestar atención que
el sebo de los carneros."
E ISAÍAS, AL VER EN VISIÓN PROFÉTICA LA APOSTASÍA DE LOS JUDÍOS, se dirigió a ellos como si fuesen gobernantes de Sodoma y Gomorra: "Príncipes de Sodoma, oíd la palabra de Jehová; escuchad la ley de nuestro Dios, pueblo de Gomorra. ¿Para qué a mí, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? Harto estoy de holocaustos de carneros, y de sebo de animales gruesos: no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos. ¿Quién demandó esto de vuestras manos, cuando vinieseis a presentaros delante de mí, para hollar mis atrios?" "Lavad, limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de ante mis ojos; dejad de hacer lo malo: aprended a hacer bien; buscad juicio, restituid al agraviado, oíd en derecho al huérfano, amparad a la viuda." (1Samuel 15:22; Isaías 1:10-12, 16,17).
EL MISMO QUE HABÍA DADO
ESTAS PROFECÍAS, REPETÍA AHORA POR ÚLTIMA VEZ LA AMONESTACIÓN. En
cumplimiento de la profecía, el pueblo había proclamado rey de Israel a Jesús. Había
recibido su homenaje y aceptado el título de rey. Debía actuar como tal. Sabía
que serían vanos sus esfuerzos por reformar un sacerdocio corrompido; no
obstante, su obra debía hacerse; debía darse a un pueblo incrédulo la evidencia
de su misión divina.
DE NUEVO LA
MIRADA PENETRANTE DE JESÚS RECORRIÓ LOS PROFANADOS ATRIOS DEL TEMPLO. Todos los
ojos se fijaron en él. Los sacerdotes y gobernantes, los fariseos y gentiles,
miraron con asombro y temor reverente al que estaba delante de ellos con la
majestad del Rey del cielo. La divinidad fulguraba a través de 542 la
humanidad, invistiendo a Cristo con una dignidad y gloria que nunca antes había
manifestado. Los que estaban más cerca se alejaron de él tanto como el gentío
lo permitía. Exceptuando a unos pocos discípulos suyos, el Salvador quedó solo.
Se acalló todo sonido. El profundo silencio parecía insoportable.
CRISTO HABLÓ
CON UN PODER QUE INFLUYÓ EN EL PUEBLO COMO UNA PODEROSA TEMPESTAD: "Escrito
está: Mi casa, casa de oración será llamada, mas vosotros cueva de ladrones la
habéis hecho." Su voz repercutió por el templo como trompeta. El Desagrado
de su rostro parecía fuego consumidor. Ordenó con autoridad: "Quitad
de aquí esto."
TRES AÑOS
ANTES,
los gobernantes del templo se habían avergonzado de su fuga ante el mandato de
Jesús. Se habían asombrado después de sus propios temores y de su implícita
obediencia a un solo hombre humilde. Habían sentido que era imposible que se
repitiera su humillante sumisión. Sin embargo, estaban ahora más aterrados que
entonces y se apresuraron más aún a obedecer su mandato. No había nadie que
osara discutir su autoridad.
LOS SACERDOTES
Y TRAFICANTES HUYERON DE SU PRESENCIA ARREANDO SU GANADO. Al alejarse
del templo se encontraron con una multitud que venía con sus enfermos en busca
del gran Médico. El informe dado por la gente que huía indujo a algunos de
ellos a volverse. Temieron encontrarse con uno tan poderoso, cuya simple mirada
había echado de su presencia a los sacerdotes y gobernantes. Pero muchos de
ellos se abrieron paso entre el gentío que se precipitaba, ansiosos de llegar a
Aquel que era su única esperanza.
CUANDO LA
MULTITUD HUYÓ DEL TEMPLO, muchos quedaron atrás. Estos se unieron ahora a los que
acababan de llegar. De nuevo se llenaron los atrios del templo de enfermos e
inválidos, y una vez más Jesús los atendió. Después de un rato, los sacerdotes
y gobernantes se atrevieron a volver al templo. Cuando el pánico hubo pasado,
los sobrecogió la ansiedad de saber cuál sería el siguiente paso de Jesús.
Esperaban que tomara el trono de David.
VOLVIENDO
QUEDAMENTE AL TEMPLO, oyeron las voces de hombres, mujeres y niños que alababan
a Dios. Al entrar, quedaron estupefactos ante la maravillosa escena. Vieron
sanos a los enfermos, con vista a los ciegos, con oído a los sordos, y a los
tullidos saltando 543 de gozo. Los niños eran los primeros en regocijarse.
Jesús había sanado sus enfermedades; los había estrechado en sus brazos, había
recibido sus besos de agradecido afecto, y algunos de ellos se habían dormido
sobre su pecho mientras él enseñaba a la gente. Ahora con alegres voces los
niños pregonaban sus alabanzas. Repetían los hosannas del día anterior y
agitaban triunfalmente palmas ante el Salvador. En el templo, repercutían
repetidas veces sus aclamaciones: "Bendito el que viene en nombre de
Jehová." "He aquí, tu rey vendrá a ti, justo y salvador." (Salmos
118:26; Zacarías 9:9).
"¡HOSANNA
AL HIJO DE DAVID!" Oír estas voces libres y felices ofendía a los gobernantes
del templo, quienes decidieron poner coto a esas demostraciones. Dijeron al
pueblo que la casa de Dios era profanada por los pies de los niños y los gritos
de regocijo. Al notar que sus palabras no impresionaban al pueblo, los
gobernantes recurrieron a Cristo: "¿Oyes lo que éstos dicen? Y
Jesús les dice: Sí: ¿nunca leísteis: De la boca de los niños y de los que maman
perfeccionaste la alabanza?"
LA PROFECÍA
HABÍA PREDICHO QUE CRISTO SERIA PROCLAMADO REY, y esa
predicción debía cumplirse. Los sacerdotes y gobernantes de Israel rehusaron
proclamar su gloria, y Dios indujo a los niños a ser sus testigos. Si las voces
de los niños hubiesen sido acalladas, las mismas columnas del templo habrían
pregonado las alabanzas del Salvador. Los fariseos estaban enteramente
perplejos y desconcertados. Uno a quien no podían intimidar ejercía el
mando.
JESÚS HABÍA
SEÑALADO SU POSICIÓN COMO GUARDIÁN DEL TEMPLO. Nunca antes había asumido esa
clase de autoridad. Nunca antes habían tenido sus palabras y obras tan gran
poder. Había efectuado obras maravillosas en toda Jerusalén, pero nunca antes
de una manera tan solemne e impresionante. En presencia del pueblo que había
sido testigo de sus obras maravillosas, los sacerdotes y gobernantes no se
atrevieron a manifestarle abierta hostilidad. Aunque airados y confundidos por
su respuesta, fueron incapaces de realizar cualquier cosa adicional ese día. A
la mañana siguiente, el Sanedrín consideró de nuevo qué conducta debía adoptar
para con Jesús. Tres años antes, habían exigido una señal de su carácter
mesiánico.
DESDE AQUELLA
OCASIÓN,
él había realizado obras poderosas por todo el país. 544 Había sanado a los
enfermos, alimentado milagrosamente a miles de personas, caminado sobre las
olas y aquietado el mar agitado. Había leído repetidas veces los corazones como
un libro abierto; había expulsado a los demonios y resucitado muertos. Antes
los gobernantes le habían pedido evidencias de su carácter de Mesías. Ahora
decidieron exigirle, no una señal de su autoridad, sino alguna admisión o
declaración por la cual pudiera ser condenado.
YENDO AL TEMPLO
DONDE ESTABA ÉL ENSEÑANDO, LE PREGUNTARON: "¿Con qué autoridad haces
esto? ¿y quién te dio esta autoridad" Esperaban que afirmase que
su autoridad procedía de Dios. Se proponían negar un aserto tal. Pero Jesús les
hizo frente con una pregunta que al parecer concernía a otro asunto e hizo
depender su respuesta a ellos de que contestaran esa pregunta. "El
bautismo de Juan --dijo,-- ¿de dónde era? ¿del cielo, o de los hombres?"
Los sacerdotes vieron que estaban en un dilema del cual ningún sofisma los
podía sacar. Si decían que el bautismo de Juan era del cielo, se pondría de
manifiesto su inconsecuencia. Cristo les diría: ¿Por qué entonces no creísteis
en él? Juan había testificado de Cristo: "He
aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo." (Juan 1:29).
SI LOS
SACERDOTES CREÍAN EL TESTIMONIO DE JUAN, ¿CÓMO PODÍAN NEGAR QUE CRISTO FUESE EL
MESÍAS?
Si declaraban su verdadera creencia, que el ministerio de Juan era de los
hombres, iban a provocar una tormenta de indignación, porque el pueblo creía
que Juan era profeta. La multitud esperaba la decisión con intenso interés.
Sabían que los sacerdotes habían profesado aceptar el ministerio de Juan, y
esperaban que reconocieran sin reservas que era enviado de Dios. Pero después
de consultarse secretamente, los sacerdotes decidieron no comprometerse.
Simulando ignorancia, dijeron hipócritamente: "No sabemos."
"Ni yo os digo con qué autoridad hago esto," dijo Jesús. Los
escribas, sacerdotes y gobernantes fueron reducidos todos al silencio.
Desconcertados y chasqueados, permanecieron cabizbajos, sin atreverse a dirigir
más preguntas a Jesús. Por su cobardía e indecisión habían perdido en gran
medida el respeto del pueblo, que observaba y se divertía al ver derrotados a
esos hombres orgullosos y henchidos de justicia propia. 545
TODOS LOS
DICHOS Y HECHOS DE CRISTO ERAN IMPORTANTES, y su influencia había de
sentirse con intensidad que iría en aumento después de su crucifixión y
ascensión. Muchos de los que habían aguardado ansiosamente el resultado de las
preguntas de Jesús, serían finalmente sus discípulos, atraídos a él por sus
palabras de aquel día lleno de acontecimientos. Nunca se desvanecería de sus
mentes la escena ocurrida en el atrio del templo.
EL
CONTRASTE ENTRE JESÚS Y EL SUMO SACERDOTE MIENTRAS HABLARON JUNTOS ERA NOTABLE. El orgulloso
dignatario del templo estaba vestido con ricas y costosas vestimentas. Sobre la
cabeza tenía una tiara reluciente. Su porte era majestuoso; su cabello y su
larga barba flotante estaban plateados por los años. Su apariencia infundía
terror a los espectadores. Ante este augusto personaje estaba la Majestad del
cielo, sin adornos ni ostentación. En sus vestiduras había manchas del viaje;
su rostro estaba pálido y expresaba una paciente tristeza; pero se notaban allí
una dignidad y benevolencia que contrastaban extrañamente con el orgullo, la
confianza propia y el semblante airado del sumo sacerdote.
MUCHOS DE LOS
QUE OYERON LAS PALABRAS Y VIERON LOS HECHOS DE JESÚS EN EL TEMPLO, le tuvieron
desde entonces por profeta de Dios. Pero mientras el sentimiento popular se
inclinaba a Jesús, el odio de los sacerdotes hacia él aumentaba. La sabiduría
por la cual había rehuido las trampas que le tendieran era una nueva evidencia
de su divinidad y añadía pábulo a su ira.
EN SU DEBATE
CON LOS RABINOS, NO ERA EL PROPÓSITO DE CRISTO HUMILLAR A SUS CONTRINCANTES. No se
alegraba de verlos en apuros. Tenía una importante lección que enseñar. Había
mortificado a sus enemigos permitiéndoles caer en la red que le habían tendido.
Al reconocer ellos su ignorancia en cuanto al carácter de Juan el Bautista,
dieron a Jesús oportunidad de hablar, y él la aprovechó presentándoles su
verdadera condición y añadiendo otras amonestaciones a las muchas ya dadas.
"¿QUÉ OS
PARECE? --DIJO:-- UN HOMBRE TENÍA DOS HIJOS, y llegando al primero, le dijo:
Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña Y respondiendo él, dijo: No quiero; más
después arrepentido, fue. Y llegando al otro, le dijo de la misma manera; y
respondiendo él, dijo: Yo, Señor, voy. Y no fue ¿Cuál de los dos hizo la voluntad
de su padre?" 546 Esta abrupta pregunta sorprendió a sus oyentes.
Habían seguido de cerca la parábola, y respondieron inmediatamente: "El
primero." Fijando en ellos firmemente sus ojos, Jesús respondió con acento
severo y solemne: "De cierto os digo, que los publicanos y las rameras os van
delante al reino de Dios. Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y
no le creísteis; y los publicanos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo
esto, no os arrepentisteis después para creerle." Los sacerdotes y
gobernantes no podían dar sino una respuesta correcta a la pregunta de Cristo,
y así obtuvo él su opinión en favor del primer hijo. Este representaba a los
publicanos, que eran despreciados y odiados por los fariseos.
LOS PUBLICANOS
HABÍAN SIDO GROSERAMENTE INMORALES. Habían sido en verdad transgresores
de la ley de Dios y mostrado en sus vidas una resistencia absoluta a sus
requerimientos. Habían sido ingratos y profanos; cuando se les pidió que fueran
a trabajar en la viña del Señor, habían dado una negativa desdeñosa. Pero
cuando vino Juan, predicando el arrepentimiento y el bautismo, los publicanos
recibieron su mensaje y fueron bautizados. El
segundo hijo representaba a los dirigentes de la nación judía. Algunos de
los fariseos se habían arrepentido y recibido el bautismo de Juan; pero los
dirigentes no quisieron reconocer que él había venido de Dios. Sus
amonestaciones y denuncias no los habían inducido a reformarse.
ELLOS "DESECHARON EL CONSEJO DE DIOS CONTRA
SÍ MISMOS, NO SIENDO BAUTIZADOS DE ÉL." Trataron su mensaje con
desdén. Como el segundo hijo, que cuando fue llamado dijo: "Yo, señor,
voy" pero no fue, los sacerdotes y gobernantes profesaban obediencia pero
desobedecían. Hacían gran profesión de piedad, aseveraban acatar la ley de
Dios, pero prestaban solamente una falsa obediencia. Los publicanos eran
denunciados y anatematizados por tos fariseos como infieles; pero demostraban
por su fe y sus obras que iban al reino de los cielos delante de aquellos
hombres llenos de justicia propia, a los cuales se les había dado gran luz,
pero cuyas obras no correspondían a su profesión de piedad.
LOS SACERDOTES
Y GOBERNANTES NO ESTABAN DISPUESTOS A SOPORTAR ESTAS VERDADES ESCUDRIÑADORAS. Sin embargo,
guardaron 547 silencio, esperando que Jesús dijese algo que pudieran usar
contra él; pero habían de soportar aún más.
"OÍD OTRA PARÁBOLA --DIJO CRISTO:-- FUE UN HOMBRE, PADRE DE
FAMILIA, el cual plantó una viña; y la cercó de vallado, y cavó en
ella un lagar, y edificó una torre, y la dio a renta a labradores, y se partió
lejos. Y cuando se acercó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los
labradores, para que recibiesen sus frutos. Mas los labradores, tomando a los
siervos, al uno hirieron, y al otro mataron, y al otro apedrearon. Envió de
nuevo otros siervos, más que los primeros; e hicieron con ellos de la misma
manera. Y a la postre les envió su hijo, diciendo: Tendrán respeto a mi hijo.
Mas los labradores, viendo al hijo, dijeron entre sí: Este es el heredero;
venid, matémosle, y tomemos su heredad. Y tomando, le echaron fuera de la viña,
y le mataron. Pues cuando viniere el señor de la viña, ¿qué hará a aquellos
labradores?" Jesús se dirigió a todos los presentes; pero los sacerdotes y
gobernantes respondieron. "A los malos destruirá miserablemente
--dijeron,-- y su viña dará a renta a otros labradores, que le paguen el fruto
a sus tiempos." Los que hablaban no habían percibido al principio la
aplicación de la parábola, mas ahora vieron que habían pronunciado su propia
condenación.
EN LA PARÁBOLA,
EL SEÑOR DE LA VIÑA REPRESENTABA A DIOS, la viña a la nación judía, el vallado
la ley divina que la protegía. La torre era un símbolo del templo. El señor de
la viña había hecho todo lo necesario para su prosperidad. "¿Qué más se había de hacer a mi viña, que yo no haya hecho en
ella?" (Isaías 5:4). Así se representaba el infatigable cuidado de
Dios por Israel. Y como los labradores debían devolver al dueño una debida
proporción de los frutos de la viña, así el pueblo de Dios debía honrarle
mediante una vida que correspondiese a sus sagrados privilegios.
PERO COMO LOS
LABRADORES HABÍAN MATADO A LOS SIERVOS QUE EL SEÑOR LES ENVIÓ EN BUSCA DE FRUTO, así los
judíos habían dado muerte a los profetas a quienes Dios les enviara para
llamarlos al arrepentimiento. Mensajero tras mensajero había sido muerto. Hasta
aquí la aplicación de la parábola no podía confundirse, y en lo que siguiera no
sería menos evidente.
EN EL AMADO
HIJO A QUIEN EL SEÑOR DE LA VIÑA ENVIÓ FINALMENTE A SUS DESOBEDIENTES SIERVOS, a quien ellos
habían prendido y matado, 548 los sacerdotes y gobernantes vieron un cuadro
claro de Jesús y su suerte inminente. Ya estaban ellos maquinando la muerte de
Aquel a quien el Padre les había enviado como último llamamiento. En la
retribución infligida a los ingratos labradores, estaba pintada la sentencia de
los que matarían a Cristo.
MIRÁNDOLOS CON PIEDAD, EL SALVADOR CONTINUÓ: "¿Nunca
leísteis en las Escrituras: La piedra que desecharon los que edificaban, ésta
fue hecha por cabeza de esquina: por el Señor es hecho esto, y es cosa
maravillosa en nuestros ojos? Por tanto os digo, que el reino de Dios será
quitado de vosotros, y será dado a gente que haga los frutos de él. Y el que
cayere sobre esta piedra, será quebrantado; y sobre quien ella cayere, le
desmenuzara." Los judíos habían repetido a menudo esta profecía en
las sinagogas aplicándola al Mesías venidero. Cristo era la piedra del ángulo
de la dispensación judaica y de todo el plan de la salvación. Los edificadores
judíos, los sacerdotes y gobernantes de Israel, estaban rechazando ahora esta
piedra fundamental. El Salvador les llamó la atención a las profecías que
debían mostrarles su peligro. Por todos los medios a su alcance procuró
exponerles la naturaleza de la acción que estaban por realizar.
Y SUS PALABRAS
TENÍAN OTRO PROPÓSITO. AL HACER LA PREGUNTA: "Cuando viniere el Señor de
la viña, ¿qué hará a aquellos labradores?" Cristo se proponía que
los fariseos contestaran como lo hicieron. Quería que ellos mismos se
condenaran. Al no inducirlos al arrepentimiento, sus amonestaciones sellarían
su sentencia, y él deseaba que ellos vieran que se habían acarreado su propia
ruina.
ÉL QUERÍA
MOSTRARLES CUÁN JUSTO ERA DIOS AL PRIVARLOS DE SUS PRIVILEGIOS NACIONALES, cosa que ya
había empezado, y terminaría no solamente con la destrucción de su templo y
ciudad, sino con la dispersión de la nación. Los oyentes comprendieron la
amonestación. Pero a pesar de la sentencia que habían pronunciado sobre sí
mismos, los sacerdotes y gobernantes estaban dispuestos a completar el cuadro
diciendo: "Este es el heredero; venid, matémosle." "Y buscando
cómo echarle mano, temieron al pueblo," porque el sentimiento
popular estaba en favor de Cristo.
AL
CITAR LA PROFECÍA DE LA PIEDRA RECHAZADA, Cristo se
refirió 549 a un acontecimiento verídico de la historia de Israel. El incidente
estaba relacionado con la edificación del primer templo. Si bien es cierto que
tuvo una aplicación especial en ocasión del primer advenimiento de Cristo, y
debiera haber impresionado con una fuerza especial a los judíos, tiene también
una lección para nosotros. Cuando se levantó el templo de Salomón, las inmensas
piedras usadas para los muros y el fundamento habían sido preparadas por
completo en la cantera. De allí se las traía al lugar de la edificación, y no
había necesidad de usar herramientas con ellas; lo único que tenían que hacer
los obreros era colocarlas en su lugar. Se había traído una piedra de un tamaño
poco común y de una forma peculiar para ser usada en el fundamento; pero los
obreros no podían encontrar lugar para ella, y no querían aceptarla. Era una
molestia para ellos mientras quedaba abandonada en el camino. Por mucho tiempo,
permaneció rechazada.
Pero cuando los edificadores llegaron al fundamento de la
esquina, buscaron mucho tiempo una piedra de suficiente tamaño y fortaleza, y
de la forma apropiada para ocupar ese lugar y soportar el gran peso que había
de descansar sobre ella. Si hubiesen escogido erróneamente la piedra de ese
lugar, hubiera estado en peligro todo el edificio. Debían encontrar una piedra
capaz de resistir la influencia del sol, de las heladas y la tempestad. Se
habían escogido diversas piedras en diferentes oportunidades, pero habían
quedado desmenuzadas bajo la presión del inmenso peso. Otras no podían soportar
el efecto de los bruscos cambios atmosféricos. Pero al fin la atención de los
edificadores se dirigió a la piedra por tanto tiempo rechazada. Había quedado
expuesta al aire, al sol y a la tormenta, sin revelar la más leve rajadura. Los
edificadores la examinaron. Había soportado todas las pruebas menos una. Si
podía soportar la prueba de una gran presión, la aceptarían como piedra de
esquina. Se hizo la prueba. La piedra fue aceptada, se la llevó a la posición
asignada y se encontró que ocupaba exactamente el lugar.
EN VISIÓN
PROFÉTICA, SE LE MOSTRÓ A ISAÍAS QUE ESTA PIEDRA ERA UN SÍMBOLO DE CRISTO. Él dice: "A Jehová de los ejércitos, a él
santificad: sea él vuestro temor, y él sea vuestro miedo. Entonces él será por
santuario; mas a las dos casas de Israel por piedra para tropezar, y por 550 tropezadero para caer, y
por lazo y por red al morador de Jerusalem. Y muchos tropezarán entre ellos, y
caerán, y serán quebrantados: enredaránse, y serán presos."
Conduciéndoselo en visión profética al primer advenimiento, se le mostró al
profeta que Cristo había de soportar aflicciones y pruebas de las cuales era un
símbolo el trato dado a la piedra principal del ángulo del templo de Salomón. "Por tanto, el Señor Jehová dice así:
He aquí que yo fundo en Sión una piedra, piedra de fortaleza, de esquina, de
precio, de cimiento estable: el que creyere, no se apresure." (Isaías
8:13-15; 28:16).
EN SU SABIDURÍA INFINITA, DIOS ESCOGIÓ LA
PIEDRA FUNDAMENTAL, y la colocó él mismo. La llamó "cimiento estable."
El mundo entero puede colocar sobre él sus cargas y pesares; puede soportarlos
todos. Con perfecta seguridad, pueden todos edificar sobre él. Cristo es una
"piedra probada." Nunca chasquea a los que confían en él. Él ha
soportado la carga de la culpa de Adán y de su posteridad, y ha salido más que
vencedor de los poderes del mal. Ha llevado las cargas arrojadas sobre él por
cada pecador arrepentido. En Cristo ha hallado alivio el corazón culpable. Él
es el fundamento estable. Todo el que deposita en él su confianza, descansa
perfectamente seguro. En la profecía de Isaías se declara que Cristo es un fundamento seguro y a la vez una piedra de tropiezo.
EL APÓSTOL PEDRO, ESCRIBIENDO BAJO LA INSPIRACIÓN DEL ESPÍRITU SANTO,
muestra claramente para quiénes es Cristo una piedra fundamental, y para
quiénes una roca de escándalo "Si
empero habéis gustado que el Señor es benigno; al cual allegándoos, piedra
viva, reprobada cierto de los hombres, empero elegida de Dios, preciosa,
vosotros también, como piedras vivas, sed edificados una casa espiritual, y un
sacerdocio santo, para ofrecer
sacrificios espirituales, agradables a Dios por Jesucristo. Por lo cual también
contiene la Escritura: He aquí,
pongo en Sión la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa; y el que
creyere en ella, no será confundido. Ella es pues honor a vosotros que creéis:
más para los desobedientes, la piedra que los edificadores reprobaron, ésta fue
hecha la cabeza del ángulo; y piedra de tropiezo, y roca de escándalo a
aquellos que tropiezan en la palabra, siendo desobedientes."*(1 Pedro
2:3-8). 551
PARA
TODOS LOS QUE CREEN, CRISTO ES EL FUNDAMENTO SEGURO. Estos son los
que caen sobre la Roca y son quebrantados. Así se representan la sumisión a
Cristo y la fe en él. Caer sobre la Roca y ser quebrantado es abandonar nuestra
justicia propia e ir a Cristo con la humildad de un niño, arrepentidos de
nuestras transgresiones y creyendo en su amor perdonador. Y es asimismo por la
fe y la obediencia cómo edificamos sobre Cristo como nuestro fundamento. Sobre
esta piedra viviente pueden edificar por igual los judíos y los gentiles. Es el
único fundamento sobre el cual podemos edificar con seguridad. Es bastante
ancho para todos y bastante fuerte para soportar el peso y la carga del mundo
entero. Y por la comunión con Cristo, la piedra viviente, todos los que
edifican sobre este fundamento llegan a ser piedras vivas.
MUCHAS
PERSONAS SE MODELAN, PULEN Y HERMOSEAN POR SUS PROPIOS ESFUERZOS, pero no
pueden llegar a ser "piedras vivas," porque no están en comunión con
Cristo. Sin esta comunión, el hombre no puede salvarse. Sin la vida de Cristo
en nosotros, no podemos resistir los embates de la tentación. Nuestra seguridad
eterna depende de nuestra edificación sobre el fundamento seguro.
MULTITUDES
ESTÁN EDIFICANDO HOY SOBRE FUNDAMENTOS QUE NO HAN SIDO PROBADOS. Cuando caiga
la lluvia, brame la tempestad y vengan las crecientes, su casa caerá porque no
está fundada sobre la Roca eterna, la principal piedra del ángulo, Cristo
Jesús. "A aquellos que tropiezan en la palabra, siendo
desobedientes," Cristo es una roca de escándalo. Pero "la
piedra que desecharon los que edificaban, ésta fue hecha por cabeza de
esquina." Como la piedra rechazada, Cristo soportó en su misión
terrenal el desdén y el ultraje. Fue "despreciado
y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto: .
. . fue menospreciado, y no lo estimamos."* (Isaías 53:3).
PERO ESTABA CERCA EL TIEMPO EN QUE HABÍA DE
SER GLORIFICADO. Por su resurrección, había de ser "declarado Hijo de Dios con
potencia." (Romanos 1:4).
EN SU SEGUNDA VENIDA, HABRÍA DE REVELARSE COMO
SEÑOR DEL CIELO Y DE LA TIERRA. Aquellos que
estaban ahora por crucificarle, tendrían que reconocer su grandeza. Ante el
universo, la piedra rechazada vendría a ser cabeza del ángulo. "Y
sobre quien ella cayere, le desmenuzará." 552
EL PUEBLO QUE RECHAZÓ A CRISTO, iba a ver pronto su ciudad y su nación destruidas. Su gloria había de ser deshecha y disipada como el polvo delante del viento.
¿Y qué destruyó a los judíos?
Fue la roca que hubiera constituido su seguridad si hubiesen edificado sobre
ella. Fue la bondad de Dios que habían despreciado, la justicia que habían
menospreciado, la misericordia que habían descuidado. Los hombres se opusieron
resueltamente a Dios, y todo lo que hubiera sido su salvación fue su ruina.
Todo lo que Dios ordenó para que vivieran, les resultó causa de muerte.
EN LA
CRUCIFIXIÓN DE CRISTO POR LOS JUDÍOS, estaba envuelta la destrucción de
Jerusalén. La sangre vertida en el Calvario fue el peso que los hundió en la
ruina para este mundo y el venidero. Así será en el gran día final, cuando se
pronuncie sentencia sobre los que rechazan la gracia de Dios. Cristo, su roca
de escándalo, les parecerá entonces una montaña vengadora. La gloria de su
rostro, que es vida para los justos, será fuego consumidor para los impíos. Por
causa del amor rechazado, la gracia menospreciada, el pecador será destruido.
MEDIANTE MUCHAS
ILUSTRACIONES Y REPETIDAS AMONESTACIONES, Jesús mostró cuál sería para los
judíos el resultado de rechazar al Hijo de Dios. Por estas palabras, él se
estaba dirigiendo a todos los que en cada siglo rehúsan recibirle como su
Redentor. Cada amonestación es para ellos. El templo profanado, el hijo
desobediente, los falsos labradores, los edificadores insensatos, tienen su
contraparte en la experiencia de cada pecador. A menos que el pecador se
arrepienta, la sentencia que aquellos anunciaron será suya. 553 DTG/EGW
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