(Este Capítulo, Está basado en San Mateo 21:1-11; San Marcos 11:1-10; San Lucas
19:29-44; San Juan 12:12-19).
"ALÉGRATE
mucho, hija de Sión; da voces de júbilo, hija de Jerusalem: he aquí, tu rey
vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, así sobre
un pollino hijo de asna." (Zacarías 9:9).
QUINIENTOS AÑOS ANTES DEL NACIMIENTO DE CRISTO, el profeta
Zacarías predijo así la venida del Rey de Israel. Esta profecía se iba a
cumplir ahora. El que siempre había rechazado los honores reales iba a entrar
en Jerusalén como el prometido heredero del trono de David.
FUE EN EL
PRIMER DÍA DE LA SEMANA CUANDO CRISTO HIZO SU ENTRADA TRIUNFAL EN JERUSALÉN. Las
multitudes que se habían congregado para verle en Betania le acompañaban
ansiosas de presenciar su recepción. Mucha gente que iba en camino a la ciudad
para observar la Pascua se unió a la multitud que acompañaba a Jesús. Toda la
naturaleza parecía regocijarse. Los árboles estaban vestidos de verdor y sus
flores comunicaban delicada fragancia al aire. Nueva vida y gozo animaban al
pueblo. La esperanza del nuevo reino estaba resurgiendo. Como quería entrar
cabalgando en Jerusalén, Jesús había enviado a dos de sus discípulos para que
le trajesen una asna y su pollino. Al tiempo de su nacimiento, el Salvador
dependió de la hospitalidad de los extraños.
EL PESEBRE EN
EL CUAL YACIERA ERA UN LUGAR DE DESCANSO PRESTADO. Y ahora,
aunque le pertenecían los millares de animales en los collados, dependía de la
bondad de un extraño para conseguir un animal en el cual entrar en Jerusalén
como su Rey. Pero de nuevo su divinidad se reveló, aun en las detalladas
indicaciones dadas a sus discípulos respecto a su diligencia. Según lo predijo,
la súplica: "El Señor los ha
menester" fue atendida de buena gana.
JESÚS ESCOGIÓ
PARA SU USO UN POLLINO SOBRE EL CUAL NUNCA SE HABÍA SENTADO NADIE. Con alegre
entusiasmo, los discípulos extendieron sus vestidos sobre la bestia y sentaron
encima a su Maestro. En 524 ocasiones anteriores, Jesús había viajado siempre a
pie, y los discípulos se extrañaban al principio de que decidiese ahora ir
cabalgando. Pero la esperanza nació en sus corazones al pensar gozosos que
estaba por entrar en la capital para proclamarse rey y hacer valer su autoridad
real. Mientras cumplían su diligencia, comunicaron sus brillantes esperanzas a
los amigos de Jesús y, despertando hasta lo sumo la expectativa del pueblo, la
excitación se extendió lejos y cerca.
CRISTO SEGUÍA
LA COSTUMBRE DE LOS JUDÍOS EN CUANTO A UNA ENTRADA REAL. El animal en
el cual cabalgaba era el que montaban los reyes de Israel, y la profecía había
predicho que así vendría el Mesías a su reino. No bien se hubo sentado sobre el
pollino cuando una algazara de triunfo hendió el aire. La multitud le aclamó
como Mesías, como su Rey. Jesús aceptaba ahora el homenaje que nunca antes
había permitido que se le rindiera, y los discípulos recibieron esto como una
prueba de que se realizarían sus gozosas esperanzas y le verían establecerse en
el trono.
LA MULTITUD
ESTABA CONVENCIDA DE QUE LA HORA DE SU EMANCIPACIÓN ESTABA CERCA. En su
imaginación, veía a los ejércitos romanos expulsados de Jerusalén, y a Israel
convertido una vez más en nación independiente. Todos estaban felices y
alborozados; competían unos con otros por rendirle homenaje. No podían exhibir
pompa y esplendor exteriores, pero le tributaban la adoración de corazones
felices. Eran incapaces de; presentarle dones costosos, pero extendían sus
mantos como alfombra en su camino, y esparcían también en él ramas de oliva y
palmas.
NO PODÍAN
ENCABEZAR LA PROCESIÓN TRIUNFAL CON ESTANDARTES REALES, pero
esparcían palmas, emblema natural de victoria, y las agitaban en alto con
sonoras aclamaciones y hosannas. A medida que avanzaba, la multitud aumentaba
continuamente con aquellos que habían oído de la venida de Jesús y se
apresuraban a unirse a la procesión. Los espectadores se mezclaban
continuamente con la muchedumbre, y preguntaban: ¿Quién es éste? ¿Qué significa toda
esta conmoción? Todos habían oído hablar de Jesús y esperaban que fuese
a Jerusalén; pero sabían que había desalentado hasta entonces todo esfuerzo que
se hiciera para colocarle en el trono, y se asombraban grandemente al saber que
realmente era él.
SE MARAVILLABAN
525 DE QUE SE HUBIESE PRODUCIDO ESTE CAMBIO EN AQUEL QUE HABÍA DECLARADO QUE SU
REINO NO ERA DE ESTE MUNDO. Esas voces son acalladas por un clamor de triunfo. Es
muchas veces repetido por la ansiosa muchedumbre; es recogido por el pueblo a
gran distancia, y repercute en las colinas y los valles circunvecinos. Y ahora
la procesión es engrosada por las muchedumbres de Jerusalén. De las multitudes
reunidas para asistir a la Pascua, miles salen para dar la bienvenida a Jesús.
Le saludan agitando palmas y prorrumpiendo en cantos sagrados.
LOS SACERDOTES
HACEN SONAR EN EL TEMPLO LA TROMPETA PARA EL SERVICIO DE LA TARDE, pero pocos
responden, y los gobernantes se dicen el uno al otro con alarma: "He
aquí, el mundo se va tras de él." Nunca antes en su vida terrenal
había permitido Jesús una demostración semejante. Previó claramente el
resultado. Le llevaría a la cruz. Pero era su propósito presentarse
públicamente de esta manera como el Redentor. Deseaba llamar la atención al
sacrificio que había de coronar su misión en favor de un mundo caído.
MIENTRAS EL
PUEBLO ESTABA REUNIDO EN JERUSALÉN PARA CELEBRAR LA PASCUA, él, el
verdadero Cordero de Dios representado por los sacrificios simbólicos, se puso
aparte como una oblación. Iba a ser necesario que su iglesia, en todos los
siglos subsiguientes, hiciese de su muerte por los pecados del mundo un asunto
de profunda meditación y estudio. Cada hecho relacionado con ella debía
comprobarse fuera de toda duda. Era necesario, entonces, que los ojos de todo
el pueblo se dirigieran ahora a él; los sucesos precedentes a su gran
sacrificio debían ser tales que llamasen la atención al sacrificio mismo.
DESPUÉS DE UNA
DEMOSTRACIÓN COMO LA QUE ACOMPAÑÓ A SU ENTRADA TRIUNFAL EN JERUSALÉN, todos los
ojos seguirían su rápido avance hacia la escena final. Los sucesos relacionados
con la cabalgata triunfal iban a ser el tema de cada lengua, y pondrían a Jesús
en todo pensamiento. Después de su crucifixión, muchos recordarían estos
sucesos en relación con su proceso y muerte. Serían inducidos a escudriñar las
profecías y se convencerían de que Jesús era el Mesías; y en todos los países
los conversos a la fe se multiplicarían.
EN ESTA ESCENA
DE TRIUNFO DE SU VIDA TERRENAL, EL SALVADOR 526 pudiera haber aparecido
escoltado por ángeles celestiales y anunciado por la trompeta de Dios; pero una
demostración tal hubiera sido contraria al propósito de su misión, contraria a
la ley que había gobernado su vida. El permaneció fiel a la humilde suerte que
había aceptado.
DEBÍA LLEVAR LA
CARGA DE LA HUMANIDAD HASTA EL MOMENTO DE DAR SU VIDA POR LA DEL MUNDO. Este día, que
parecía a los discípulos el día culminante de su propia existencia, habría sido
obscurecido con nubes muy tenebrosas si ellos hubiesen sabido que esta escena
de regocijo no era sino un preludio de los sufrimientos y la muerte de su
Señor. Aunque repetidas veces les había hablado de su seguro sacrificio, sin
embargo, en el alegre triunfo presente, olvidaron sus tristes palabras, y
miraron adelante a su próspero reinado sobre el trono de David.
CONTINUAMENTE
SE UNÍA MÁS GENTE A LA PROCESIÓN Y, CON POCAS EXCEPCIONES, todos se
contagiaban del entusiasmo de la hora, para acrecentar los hosannas que
repercutían de colina en colina y de valle en valle. El clamor subía
continuamente: "¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del
Señor! ¡Hosanna en las alturas!"
NUNCA ANTES
HABÍA VISTO EL MUNDO TAL ESCENA DE TRIUNFO. No se parecía en nada a la de
los famosos conquistadores de la tierra. Ningún séquito de afligidos cautivos
la caracterizaba como trofeo del valor real. Pero alrededor del Salvador
estaban los gloriosos trofeos de sus obras de amor por los pecadores. Los
cautivos que él había rescatado del poder de Satanás alababan a Dios por su
liberación. Los ciegos a quienes había restaurado la vista abrían la marcha.
Los mudos cuya lengua él había desatado voceaban las más sonoras alabanzas. Los
cojos a quienes había sanado saltaban de gozo y eran los más activos en
arrancar palmas para hacerlas ondear delante del Salvador. Las viudas y los
huérfanos ensalzaban el nombre de Jesús por sus misericordiosas obras para con
ellos. Los leprosos a quienes había limpiado extendían a su paso sus
inmaculados vestidos y le saludaban Rey de gloria. Aquellos a quienes su voz
había despertado del sueño de la muerte estaban en la multitud.
LÁZARO, CUYO
CUERPO SE HABÍA CORROMPIDO EN EL SEPULCRO, pero que ahora se gozaba en la
fuerza de una gloriosa virilidad, guiaba a la bestia en la cual cabalgaba el
Salvador. 527
MUCHOS FARISEOS
ERAN TESTIGOS DE LA ESCENA Y, ARDIENDO DE ENVIDIA Y MALICIA, procuraron
cambiar la corriente del sentimiento popular. Con toda su autoridad trataron de
imponer silencio al pueblo; pero sus exhortaciones y amenazas no hacían sino
acrecentar el entusiasmo. Temían que esa multitud, por la fuerza del número,
hiciera rey a Jesús. Como último recurso, se abrieron paso a través del gentío
hasta donde estaba el Salvador, y se dirigieron a él con palabras de
reprobación y amenazas: "Maestro, reprende a tus
discípulos." Declararon que tan ruidosa demostración era contraria
a la ley, y que no sería permitida por las autoridades. Pero fueron reducidos
al silencio por la respuesta de Jesús: "Os digo que si éstos callaren, las
piedras clamarán."
TAL ESCENA DE TRIUNFO ESTABA DETERMINADA POR DIOS MISMO. Había sido predicha por el profeta, y el hombre era incapaz de desviar el propósito de Dios. Si los hombres no hubiesen cumplido el plan de Dios, él habría dado voz a las piedras inanimadas y ellas habrían saludado a su Hijo con aclamaciones de alabanza. Cuando los fariseos, reducidos al silencio, se apartaron, miles de voces repitieron las palabras de Zacarías: "Alégrate mucho, hija de Sión; da voces de júbilo, hija de Jerusalem: he aquí, tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, así sobre un pollino hijo de asna." (Zacarías 9:9).
CUANDO LA PROCESIÓN LLEGÓ A LA CRESTA DE LA
COLINA Y ESTABA POR DESCENDER A LA CIUDAD, JESÚS SE DETUVO, y con él toda
la multitud. Delante de él yacía Jerusalén en su gloria, bañada por la luz del
sol poniente. El templo atraía todas las miradas. Al destacarse entre todo con
majestuosa grandeza, parecía señalar hacia el cielo como si indicara al pueblo
quién era el único Dios verdadero y viviente.
EL TEMPLO HABÍA SIDO DURANTE MUCHO
TIEMPO EL ORGULLO Y LA GLORIA DE LA NACIÓN JUDÍA. Los romanos
también se enorgullecían de su magnificencia. Un rey nombrado por los romanos
había unido sus esfuerzos a los de los judíos para reedificarlo y embellecerlo,
y el emperador de Roma lo había enriquecido con sus dones. Su solidez, riqueza
y magnificencia lo habían convertido en una de las maravillas del mundo.
Mientras el sol poniente teñía de oro los cielos, iluminaba gloriosa y
esplendentemente los mármoles de blancura inmaculada 528 de las paredes del
templo y hacía fulgurar los dorados capiteles de sus columnas.
DESDE LA COLINA EN QUE ANDABAN JESÚS Y
SUS SEGUIDORES, el templo ofrecía la apariencia de una maciza estructura
de nieve, con pináculos de oro. A la entrada, había una vid de oro y plata, con
hojas verdes y macizos racimos de uvas, ejecutada por los más hábiles
artífices. Esta estructura representaba a Israel como una próspera vid. El oro,
la plata y el verde vivo estaban combinados con raro gusto y exquisita hechura;
al enroscarse graciosamente alrededor de las blancas y refulgentes columnas,
adhiriéndose con brillantes zarcillos a sus dorados ornamentos, capturaba el
esplendor del sol poniente y refulgía como con gloria prestada por el cielo.
JESÚS CONTEMPLA LA ESCENA Y LA VASTA
MUCHEDUMBRE ACALLA SUS GRITOS, encantada por la repentina visión de
belleza. Todas las miradas se dirigen al Salvador, esperando ver en su rostro
la admiración que sentían.
PERO EN VEZ DE ESTO,
OBSERVAN UNA NUBE DE TRISTEZA. Se sorprenden y chasquean al ver sus
ojos llenos de lágrimas, y su cuerpo estremeciéndose de la cabeza a los pies
como un árbol ante la tempestad, mientras sus temblorosos labios prorrumpen en
gemidos de angustia, como nacidos de las profundidades de un corazón
quebrantado. ¡Qué cuadro ofrecía esto a los ángeles que observaban! !su amado
Jefe angustiado hasta las lágrimas! ¡Qué cuadro era para la alegre multitud que
con aclamaciones de triunfo y agitando palmas le escoltaba a la gloriosa
ciudad, donde esperaba con anhelo que iba a reinar!
JESÚS HABÍA LLORADO JUNTO A LA TUMBA DE
LÁZARO,
pero era con tristeza divina por simpatía con el dolor humano. Pero esta súbita
tristeza era como una nota de lamentación en un gran coro triunfal. En medio de
una escena de regocijo, cuando todos estaban rindiéndole homenaje, el Rey de
Israel lloraba; no silenciosas lágrimas de alegría, sino lágrimas acompañadas
de gemidos de irreprimible agonía. La multitud fue herida de repentina
lobreguez. sus aclamaciones fueron acalladas. Muchos lloraban por simpatía con
un pesar que no comprendían.
LAS LÁGRIMAS DE JESÚS NO FUERON
DERRAMADAS PORQUE PRESINTIERA SU SUFRIMIENTO. Delante de él estaba el
Getsemaní, donde pronto le envolvería el horror de una grande obscuridad.
También estaba a la vista la puerta de las ovejas, por la cual habían 529 sido
llevados durante siglos los animales destinados a los sacrificios. Esta puerta
pronto habría de abrirse para él, el gran Cordero de Dios, hacia cuyo
sacrificio por los pecados del mundo habían señalado todas aquellas ofrendas.
ESTABA CERCA EL CALVARIO, el lugar de su
inminente agonía. Sin embargo, no era por causa de estas señales de su muerte
cruel por lo que el Redentor lloraba y gemía con espíritu angustiado. Su
tristeza no era egoísta. El pensamiento de su propia agonía no intimidaba a
aquella alma noble y abnegada.
ERA LA VISIÓN DE JERUSALÉN LA QUE
TRASPASABA EL CORAZÓN DE JESÚS: Jerusalén, que había rechazado al
Hijo de Dios y desdeñado su amor, que rehusaba ser convencida por sus poderosos
milagros y que estaba por quitarle la vida. El vio lo que era ella bajo la
culpabilidad de haber rechazado a su Redentor, y lo que hubiera podido ser si
hubiese aceptado a Aquel que era el único que podía curar su herida. Había
venido a salvarla; ¿cómo podía abandonarla? Israel había sido un pueblo
favorecido; Dios había hecho del templo su habitación; era "de hermosa perspectiva, el gozo de toda la tierra."* (Salmos 48:2
V.M.).
ALLÍ ESTABA LA CRÓNICA DE MÁS DE MIL AÑOS
DE CUSTODIA PROTECTORA Y TIERNO AMOR DE CRISTO, como de un
padre que soporta a su hijo único. En aquel templo, los profetas habían
proferido sus solemnes admoniciones. Allí se habían mecido los incensarios
encendidos, de los que el incienso, mezclado con las oraciones de los
adoradores, había ascendido a Dios. Allí había fluido la sangre de los
animales, símbolo de la sangre de Cristo. Allí Jehová había manifestado su
gloria sobre el propiciatorio. Allí los sacerdotes habían oficiado, y había
continuado la pompa de los símbolos y las ceremonias durante siglos.
PERO TODO ESTO DEBÍA
TERMINAR. JESÚS LEVANTÓ LA MANO-- la mano que a menudo bendecía a los
enfermos y dolientes,-- y extendiéndola hacia la ciudad condenada, con palabras
entrecortadas de pena exclamó : "¡Oh si también tú conocieses, a lo menos
en este tu día, lo que toca a tu paz!" Aquí el Salvador se detuvo, y no
expresó que hubiera podido ser la condición de Jerusalén si hubiese aceptado la
ayuda que Dios deseaba darle: el don de su amado Hijo. Si Jerusalén hubiese
conocido lo que era su privilegio conocer, y hecho caso de la luz que el Cielo
le había enviado, podría haberse destacado en la gloria de la prosperidad, como
530 reina de los reinos, libre en la fuerza del poder dado por su Dios. No
habría habido soldados armados a sus puertas, ni banderas romanas flameando en
sus muros. El glorioso destino que podría haber exaltado a Jerusalén si hubiese
aceptado a su Redentor se presentó ante el Hijo de Dios. Vio que hubiera podido
ser sanada por él de su grave enfermedad, librada de la servidumbre y
establecida como poderosa metrópoli de la tierra. La paloma de la paz hubiera
salido de sus muros rumbo a todas las naciones. Hubiera sido la gloriosa
diadema del mundo.
PERO EL BRILLANTE CUADRO DE LO QUE
JERUSALÉN PODRÍA HABER SIDO SE DESVANECE DE LA VISTA DEL SALVADOR. Él se da
cuenta de que ahora está ella bajo el yugo romano, soportando el ceño de Dios,
condenada a su juicio retributivo. Reanuda el hilo interrumpido de su
lamentación: "Mas ahora está encubierto de tus ojos. Porque vendrán días sobre
ti, que tus enemigos te cercarán con baluarte, y te pondrán cerco, y de todas
partes te pondrán en estrecho, y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro
de ti; y no dejarán sobre ti piedra sobre piedra; por cuanto no conociste el
tiempo de tu visitación."
CRISTO VINO A SALVAR A JERUSALÉN CON
SUS HIJOS; pero
el orgullo, la hipocresía, la malicia y el celo farisaico le habían impedido
cumplir su propósito. Jesús conocía la terrible retribución que caería sobre la
ciudad condenada. Vio a Jerusalén cercada de ejércitos, a sus sitiados
habitantes arrastrados al hambre y la muerte, a las madres alimentándose con
los cuerpos muertos de sus propios hijos, y a los padres e hijos arrebatándose
unos a otros el último bocado; vio los afectos naturales destruidos por las
angustias desgarradoras del hambre.
VIO QUE LA TESTARUDEZ DE LOS JUDÍOS, evidenciada
por el rechazamiento de la salvación que él les ofrecía, los induciría también
a rehusar someterse a los ejércitos invasores.
CONTEMPLÓ EL CALVARIO, sobre el cual
él había de ser levantado, cuajado de cruces como un bosque de árboles. Vio a
sus desventurados habitantes sufriendo torturas sobre el potro y crucificados,
los hermosos palacios destruidos, el templo en ruinas, y de sus macizas
murallas ni una piedra sobre otra, mientras la ciudad era arada como un campo.
BIEN PODÍA EL SALVADOR LLORAR DE AGONÍA
CON ESA ESPANTOSA ESCENA A LA VISTA. 531 Jerusalén había sido la hija de
su cuidado, y como un padre tierno se lamenta sobre un hijo descarriado, así
Jesús lloró sobre la ciudad amada. ¿Cómo puedo abandonarte? ¿Cómo puedo verte
condenada a la destrucción? ¿Puedo permitirte colmar la copa de tu iniquidad?
UN ALMA ES DE TANTO VALOR QUE, EN COMPARACIÓN CON ELLA, los mundos se
reducen a la insignificancia; pero ahí estaba por perderse una nación entera.
Cuando el sol ya en su ocaso desapareciera de la vista, el día de gracia de
Jerusalén habría terminado. MIENTRAS LA
PROCESIÓN ESTABA DETENIDA SOBRE LA CRESTA DEL MONTE DE LAS OLIVAS, no era
todavía demasiado tarde para que Jerusalén se arrepintiese. El ángel de la
misericordia estaba entonces plegando sus alas para descender por los escalones
del trono de oro a fin de dar lugar a la justicia y al juicio inminentes.
PERO EL GRAN CORAZÓN DE AMOR DE CRISTO
TODAVÍA INTERCEDÍA POR JERUSALÉN, que había despreciado sus
misericordias y amonestaciones, y que estaba por empapar sus manos en su
sangre. Si quisiera solamente arrepentirse, no era aún demasiado tarde.
Mientras los últimos rayos del sol poniente se demoraban sobre el templo, las
torres y cúpulas, ¿no la guiaría algún ángel bueno al amor del Salvador y conjuraría su
sentencia?
¡HERMOSA E IMPÍA CIUDAD, QUE
HABÍA APEDREADO A LOS PROFETAS, que había
rechazado al Hijo de Dios, que se sujetaba ella misma por su impenitencia en
grillos de servidumbre: su día de misericordia casi había pasado! Sin embargo,
el Espíritu de Dios habla otra vez a Jerusalén. Antes de pasar el día, recibe
Cristo otro testimonio cuya voz se levanta en respuesta al llamamiento de un
pasado profético. Si Jerusalén quiere oír el llamamiento, si quiere recibir al
Salvador que está entrando por sus puertas, puede salvarse todavía.
LOS GOBERNANTES DE JERUSALÉN HAN
RECIBIDO INFORMES DE QUE JESÚS SE APROXIMA A LA CIUDAD CON UN GRAN CONCURSO DE
GENTE.
Pero no dan la bienvenida al Hijo de Dios. Salen con temor a su encuentro,
esperando dispersar la multitud. Cuando la procesión está por descender del
monte de las Olivas, los gobernantes la interceptan. Inquieren la causa del
tumultuoso regocijo.
CUANDO PREGUNTAN: "¿QUIÉN ES ÉSTE?" los discípulos,
llenos de inspiración, contestan. En elocuentes acordes repiten las profecías
concernientes a Cristo: 532
Adán Os Dirá: Esta Es La Simiente De La Mujer, Que Herirá La Cabeza De La Serpiente. (Génesis 3:15). Preguntadle A Abrahán, Quien Os Dirá: Es "Melquisedec, Rey De Salem,"*(Génesis 14:18). Rey De Paz. Jacob Os Dirá: Es Shiloh, De La Tribu De Judá. (Génesis 49:10).
Isaías Os Dirá: "Emmanuel," "Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe De Paz."*(Isaías 7:14; 9:6). Jeremías Os Dirá: La Rama De David, "Jehová, Justicia Nuestra." *(Jeremías 23:5,6).
Daniel Os Dirá: Es El Mesías. (Daniel 9:25,26). Oseas Os Dirá: Es "Jehová" "Dios De Los Ejércitos: Jehová Es Su Memorial."*(Oseas 12:5). Juan El Bautista Os Dirá: Es "El Cordero De Dios, Que Quita El Pecado Del Mundo."*(Juan 1:29).
El Gran Jehová Ha Proclamado Desde Su Trono: "Este Es Mi Hijo Amado." *(Mateo 3:17). Nosotros, Sus Discípulos, Declaramos: Este Es Jesús, El Mesías, El Príncipe De La Vida, El Redentor Del Mundo.
Y El Príncipe
De Los Poderes De Las Tinieblas Lo Reconoce, Diciendo: "Sé quién
eres, el Santo de Dios."*(Marcos 1:24). 533 DTG/EGW
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