(Este
capítulo 62. Está basado en San Mateo 26:6-13; San Marcos 14:3-11; San Lucas
7:36-50; San Juan 11:55-57; 12:1-11).
SIMÓN DE
BETANIA ERA CONSIDERADO DISCÍPULO DE JESÚS. Era uno de los pocos fariseos
que se habían unido abiertamente a los seguidores de Cristo. Reconocía a Jesús
como maestro y esperaba que fuese el Mesías, pero no le había aceptado como
Salvador. Su carácter no había sido transformado; sus principios no habían
cambiado. Simón había sido sanado de la lepra, y era esto lo que le había
atraído a Jesús. Deseaba manifestar su gratitud, y en ocasión de la última
visita de Cristo a Betania ofreció un festín al Salvador y a sus discípulos.
ESTE FESTÍN REUNIÓ A MUCHOS DE LOS JUDÍOS. Había entonces mucha
excitación en Jerusalén. Cristo y su misión llamaban la atención más que nunca
antes. Aquellos que habían venido a la fiesta vigilaban estrechamente sus
movimientos, y algunos, con ojos inamistosos. El Salvador había llegado a
Betania solamente seis días antes de la Pascua, y de acuerdo con su costumbre
había buscado descanso en la casa de Lázaro. Los muchos viajeros que iban hacia
la ciudad difundieron las noticias de que él estaba en camino a Jerusalén y
pasaría el sábado en Betania. Había gran entusiasmo entre la gente. Muchos se
dirigieron a Betania, algunos llevados por la simpatía para con Jesús, y otros
por la curiosidad de ver al que había sido resucitado. Muchos esperaban oír de
Lázaro una descripción maravillosa de las escenas de ultratumba. Se sorprendían
de que no les dijera nada. Nada tenía él de esta naturaleza que decir. La
Inspiración declara: "Los muertos
nada saben.... Su amor, y su odio y su envidia, feneció ya." (Eclesiastés
9:5,6).
PERO LÁZARO
TENÍA UN ADMIRABLE TESTIMONIO QUE DAR RESPECTO A LA OBRA DE CRISTO. Había sido
resucitado con este propósito. Con certeza y poder, declaraba que Jesús era el
Hijo de Dios. Los informes llevados de vuelta a Jerusalén por los que visitaron
Betania aumentaban la excitación. El pueblo estaba 512 ansioso de ver y oír a
Jesús. Por todas partes se indagaba si Lázaro le acompañaría a Jerusalén, y si
el profeta sería coronado rey en ocasión de la Pascua.
LOS SACERDOTES
Y GOBERNANTES veían que su influencia sobre el pueblo estaba
debilitándose cada vez más, y su odio contra Jesús se volvía más acerbo.
Difícilmente podían esperar la oportunidad de quitarlo para siempre de su
camino. A medida que transcurría el tiempo, empezaron a temer que al fin no
viniera a Jerusalén. Recordaban cuán a menudo había frustrado sus designios
criminales, y temían que hubiese leído ahora sus propósitos contra él y
permaneciera lejos. Mal Podían Ocultar Su Ansiedad, Y Preguntaban Entre Sí: "¿Qué
os parece, que no vendrá a la fiesta?" Convocaron un concilio de
sacerdotes y fariseos.
DESDE LA
RESURRECCIÓN DE LÁZARO, las simpatías del pueblo estaban tan plenamente con Cristo
que sería peligroso apoderarse de él abiertamente. Así que las autoridades
determinaron prenderle secretamente y llevarle al tribunal tan calladamente
como fuera posible. Esperaban que cuando su condena se conociese, la voluble
corriente de la opinión pública se pondría en favor de ellos. Así se proponían
destruir a Jesús.
PERO LOS
SACERDOTES Y RABINOS SABÍAN QUE MIENTRAS LÁZARO VIVIESE, no estarían
seguros. La misma existencia de un hombre que había estado cuatro días en la
tumba y que había sido resucitado por una palabra de Jesús, ocasionaría, tarde
o temprano, una reacción. El pueblo habría de vengarse contra sus dirigentes
por haber quitado la vida a Aquel que podía realizar tal milagro. Por lo tanto,
el Sanedrín llegó a la conclusión de que Lázaro también debía morir.
A TALES EXTREMOS conducen a sus esclavos la envidia y el prejuicio.
El odio y la incredulidad de los dirigentes judíos habían crecido hasta
disponerlos a quitar la vida a quien el poder infinito había rescatado del
sepulcro.
MIENTRAS SE TRAMABA ESTO EN JERUSALÉN, Jesús y sus
amigos estaban invitados al festín de Simón. A un lado del Salvador, estaba
sentado a la mesa Simón a quien él había curado de una enfermedad repugnante, y
al otro lado Lázaro a quien había resucitado.
MARTA
SERVÍA, PERO MARÍA ESCUCHABA FERVIENTEMENTE CADA PALABRA QUE SALÍA DE LOS
LABIOS DE JESÚS. En su misericordia 513 Jesús había perdonado sus pecados,
había llamado de la tumba a su amado hermano, y el corazón de María estaba
lleno de gratitud.
ELLA HABÍA OÍDO
HABLAR A JESÚS DE SU PRÓXIMA MUERTE, y en su profundo amor y tristeza había
anhelado honrarle. A costa de gran sacrificio personal, había adquirido un vaso
de alabastro de "nardo líquido de mucho precio" para ungir su cuerpo.
Pero muchos declaraban ahora que él estaba a punto de ser coronado rey. Su pena
se convirtió en gozo y ansiaba ser la primera en honrar a su Señor. Quebrando
el vaso de ungüento, derramó su contenido sobre la cabeza y los pies de Jesús,
y llorando postrada le humedecía los pies con sus lágrimas y se los secaba con
su larga y flotante cabellera. Había procurado evitar ser observada y sus
movimientos podrían haber quedado inadvertidos, pero el ungüento llenó la pieza
con su fragancia y delató su acto a todos los presentes.
JUDAS CONSIDERÓ
ESTE ACTO CON GRAN DISGUSTO. En vez de esperar para oír lo que
Jesús dijera sobre el asunto, comenzó a susurrar a sus compañeros más próximos,
críticas contra Cristo porque toleraba tal desperdicio. Astutamente, hizo
sugestiones tendientes a provocar descontento.
JUDAS ERA EL
TESORERO DE LOS DISCÍPULOS, y de su pequeño depósito había extraído secretamente para
su propio uso, reduciendo así sus recursos a una escasa pitanza. Estaba ansioso
de poner en su bolsa todo lo que pudiera obtener. A menudo había que sacar
dinero de la bolsa para aliviar a los pobres; y cuando se compraba alguna cosa
que Judas no consideraba esencial, él solía decir: ¿Por qué se hace este
despilfarro? ¿Por qué no se coloca el costo de esto en la bolsa que yo llevo
para los pobres?
AHORA EL ACTO
DE MARÍA CONTRASTABA TANTO CON SU EGOÍSMO QUE ÉL QUEDABA EXPUESTO A LA
VERGÜENZA;
y de acuerdo con su costumbre trató de dar un motivo digno a su crítica en
cuanto a la dádiva de ella. Dirigiéndose a los discípulos, preguntó: "¿Por
qué no se ha vendido este ungüento por trescientos denarios, y se dio a los
pobres? Mas dijo esto, no por el cuidado que él tenía de los pobres; sino
porque era ladrón, y tenía la bolsa, y traía lo que se echaba en ella."
Judas no tenía amor a los pobres. Si el ungüento de María se hubiese vendido y
el importe hubiera caído en su poder, los pobres no habrían recibido beneficio.
514
JUDAS TENÍA UN
ELEVADO CONCEPTO DE SU PROPIA CAPACIDAD ADMINISTRATIVA. Se
consideraba muy superior a sus condiscípulos como hombre de finanzas, y los
había inducido a ellos a considerarlo de la misma manera. Había ganado su
confianza y tenía gran influencia sobre ellos. La simpatía que profesaba a los
pobres los engañaba, y su artera insinuación los indujo a mirar con desagrado
la devoción de María. El murmullo circuyó la mesa: "¿Por qué se pierde
esto? Porque esto se podía vender por gran precio, y darse a los pobres."
MARÍA OYÓ LAS
PALABRAS DE CRÍTICA. Su corazón temblaba en su interior. Temía que su hermana
la reprendiera como derrochadora. El Maestro también podía considerarla
impróvida. Estaba por ausentarse sin ser elogiada ni excusada, cuando oyó la
voz de su Señor: "Dejadla; ¿por qué la fatigáis?" El vio que estaba
turbada y apenada. Sabía que mediante este acto de servicio había expresado su
gratitud por el perdón de sus pecados, e impartió alivio a su espíritu.
ELEVANDO SU VOZ POR ENCIMA
DEL MURMULLO DE CENSURAS, DIJO: "Buena obra me ha hecho; que siempre tendréis los
pobres con vosotros, y cuando quisiereis les podréis hacer bien; mas a mí no
siempre me tendréis. Esta ha hecho lo que podía; porque se ha anticipado a
ungir mi cuerpo para la sepultura."
EL DON FRAGANTE
QUE MARÍA HABÍA PENSADO PRODIGAR AL CUERPO MUERTO DEL SALVADOR, lo derramó
sobre él en vida. En el entierro, su dulzura sólo hubiera llenado la tumba,
pero ahora llenó su corazón con la seguridad de su fe y amor.
JOSÉ DE ARIMATEA Y NICODEMO no
ofrecieron su don de amor a Jesús durante su vida. Con lágrimas amargas,
trajeron sus costosas especias para su cuerpo rígido e inconsciente.
LAS MUJERES QUE LLEVARON SUBSTANCIAS
AROMÁTICAS A LA TUMBA halla ron que su diligencia era vana, porque él había
resucitado.
PERO MARÍA, AL DERRAMAR SU OFRENDA
SOBRE EL SALVADOR, mientras él era consciente de su devoción, le ungió para la
sepultura. Y cuando él penetró en las tinieblas de su gran prueba, llevó con
sigo el recuerdo de aquel acto, anticipo del amor que le tributarían para
siempre aquellos que redimiera.
MUCHOS son los que ofrendan sus dones preciosos a los muertos.
Cuando están alrededor de su cuerpo frío, silencioso, abundan en palabras de
amor. La ternura, el aprecio y la 515 devoción son prodigados al que no ve ni
oye. Si esas palabras se hubiesen dicho cuando el espíritu fatigado las
necesitaba mucho; cuando el oído podía oír y el corazón sentir, ¡cuán preciosa
habría sido su fragancia!
MARÍA NO CONOCÍA EL SIGNIFICADO PLENO
DE SU ACTO DE AMOR. No podía contestar a sus acusadores. No podía explicar por
qué había escogido esa ocasión para ungir a Jesús.
El Espíritu Santo Había Pensado En Lugar Suyo, Y Ella Había
Obedecido Sus Impulsos. La Inspiración No Se Humilla A Dar Explicaciones. Una Asistencia
Invisible Habla A La Mente Y Al Alma, Y Mueve El Corazón A La Acción. Es Su
Propia Justificación.
CRISTO LE DIJO A MARÍA el significado
de su acción, y con ello le dio más de lo que había recibido. "Porque
echando este ungüento sobre mi cuerpo --dijo él,-- para sepultarme lo ha
hecho." De la manera en que el alabastro fue quebrado y se llenó
la casa entera con su fragancia, así Cristo había de morir, su cuerpo había de
ser quebrantado; pero él había de resucitar de la tumba y la fragancia de su
vida llenaría la tierra. "Cristo
nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en
olor suave."*(Efesios 5:2).
"DE CIERTO
OS DIGO --DECLARÓ CRISTO,-- que donde quiera que este evangelio fuere predicado en todo el mundo,
también será dicho para memoria de ella, lo que ésta ha hecho."
Mirando en lo futuro, el Salvador habló con certeza concerniente a su
Evangelio. Iba a predicarse en todo el mundo. Y hasta donde el Evangelio se
extendiese, el don de María exhalaría su fragancia y los corazones serían
bendecidos por su acción espontánea. Se levantarían y caerían los reinos; los
nombres de los monarcas y conquistadores serían olvidados; pero la acción de
esta mujer sería inmortalizada en las páginas de la historia sagrada. Hasta que
el tiempo no fuera más, aquel vaso de alabastro contaría la historia del
abundante amor de Dios para con la especie caída.
LA ACCIÓN DE
MARÍA ESTABA EN PRONUNCIADO CONTRASTE CON LA QUE JUDAS ESTABA POR REALIZAR. ¡Cuán
terminante lección pudiera haberle dado Cristo a aquel que había sembrado la
semilla de la crítica y los malos pensamientos en la mente de los discípulos!
¡Cuán justamente el acusador pudiera haber sido acusado! Aquel que lee los
motivos de cada corazón y 516 entiende toda acción, pudo haber abierto ante los
que estaban en la fiesta los capítulos obscuros de la vida de Judas. Podría
haber desenmascarado la falsa pretensión sobre la cual el traidor basaba sus
palabras; porque en vez de tener simpatía para con los pobres, él les robaba el
dinero destinado a aliviarlos. Podría Cristo haber excitado la indignación
contra él porque oprimía a la viuda, al huérfano y al asalariado.
PERO SI CRISTO HUBIESE DESENMASCARADO A JUDAS, esto se
hubiera considerado como un motivo de la traición. Y aunque acusado de ser
ladrón, Judas hubiera ganado simpatía hasta entre los discípulos. El Salvador
no le censuró, y así evitó darle una excusa para traicionarle. Pero la mirada
que Jesús dirigió a Judas le convenció de que el Salvador discernía su
hipocresía y leía su carácter vil y despreciable. Al elogiar la acción de
María, que había sido tan severamente condenada, Cristo había censurado a
Judas. Antes de eso, nunca le había hecho el Salvador un reproche directo.
Ahora la reprensión había provocado resentimiento en su corazón y resolvió
vengarse.
DE LA CENA FUE DIRECTAMENTE
AL PALACIO DEL SUMO SACERDOTE, donde
estaba reunido el concilio, y ofreció entregar a Jesús en sus manos. Los
sacerdotes se alegraron mucho. A estos dirigentes de Israel se les había dado
el privilegio de recibir a Cristo como su Salvador, sin dinero y sin precio.
Pero rechazaron el precioso don que les fue ofrecido con el más tierno espíritu
de amor constrictivo. Rehusaron aceptar la salvación que es de más alto valor
que el oro, y compraron a su Salvador por treinta piezas de plata.
JUDAS SE HABÍA ENTREGADO A
LA AVARICIA HASTA QUE ÉSTA HABÍA SUBYUGADO TODO BUEN RASGO DE SU CARÁCTER. Envidiaba la ofrenda hecha a Jesús. Su corazón estaba lleno de
celos porque el Salvador había sido objeto de un don digno de los monarcas de
la tierra. Por una cantidad muy inferior a la que costaba el vaso de ungüento,
entregó a su Señor.
LOS DISCÍPULOS
NO SE PARECÍAN A JUDAS. Ellos amaban al Salvador. Pero no apreciaban debidamente su
exaltado carácter. Si hubiesen comprendido lo que él había hecho por ellos,
hubieran sentido que nada que se le ofrendaba era malgastado.
LOS SABIOS DEL ORIENTE, que conocían
tan poco de Jesús, habían 517 manifestado mejor aprecio del honor debido a él. Trajeron
sus preciosos dones al Salvador, y se inclinaron en homenaje a él, cuando no
era sino un niño y yacía en un pesebre.
CRISTO APRECIABA LOS ACTOS DE CORTESÍA
QUE BROTABAN DEL CORAZÓN. Cuando alguien le hacía un favor, lo bendecía con cortesía
celestial. No rechazaba la flor más sencilla arrancada por la mano de un niño,
que se la ofrecía con amor. Aceptaba las ofrendas de los niños, bendecía a los
donantes e inscribía sus nombres en el libro de la vida.
EN LAS ESCRITURAS, SE MENCIONA EL UNGIMIENTO DE JESÚS POR MARÍA
PARA DISTINGUIRLA DE LAS OTRAS MARÍAS. Los
actos de amor y reverencia para con Jesús son una evidencia de la fe en él como
Hijo de Dios. Y el Espíritu Santo menciona, como evidencia de la lealtad de una
mujer a Cristo: "Si ha lavado los
pies de los santos; si ha socorrido a los afligidos; si ha seguido toda buena
obra."*(1 Timoteo 5:10). Cristo se deleitó en el ardiente deseo de
María de hacer bien a su Señor. Aceptó la abundancia del afecto puro mientras
que sus discípulos no lo comprendieron ni quisieron comprenderlo.
EL DESEO QUE MARÍA TENÍA DE PRESTAR
ESTE SERVICIO A SU SEÑOR era de más valor para Cristo que todo el ungüento precioso
del mundo, porque expresaba el aprecio de ella por el Redentor del mundo. El
amor de Cristo la constreñía. Llenaba su alma la sin par excelencia del
carácter de Cristo. Aquel ungüento era un símbolo del corazón de la donante.
Era la demostración exterior de un amor alimentado por las corrientes
celestiales hasta que desbordaba.
EL ACTO DE MARÍA ERA PRECISAMENTE LA
LECCIÓN QUE NECESITABAN LOS DISCÍPULOS para mostrarle que la expresión de su
amor a Cristo le alegraría. Él había sido todo para ellos, y no comprendían que
pronto serían privados de su presencia, que pronto no podrían ofrecerle prueba
alguna de gratitud por su grande amor.
LA SOLEDAD DE CRISTO, SEPARADO DE LAS CORTES CELESTIALES, viviendo la
vida de los seres humanos, nunca fue comprendida ni apreciada por sus
discípulos como debiera haberlo sido. Él se apenaba a menudo porque sus
discípulos nunca le daban lo que hubiera debido recibir de ellos. Sabía que si
hubiesen estado bajo la influencia de los ángeles celestiales que le
acompañaban, ellos también hubieran pensado 518 que ninguna ofrenda era de
suficiente valor para manifestar el afecto espiritual del corazón.
SU COMPRENSIÓN POSTERIOR LES DIO UNA
VERDADERA IDEA DE LAS MUCHAS COSAS que hubieran podido hacer para
expresar a Jesús el amor y la gratitud de sus corazones, mientras estaban junto
a él. Cuando ya no estaba con ellos y se sintieron en verdad como ovejas sin
pastor, empezaron a ver cómo hubieran podido hacerle atenciones que hubieran
infundido alegría a su corazón. Ya no cargaron de reproches a María, sino a sí
mismos. ¡Oh, si hubiesen podido recoger sus censuras, su presentación del pobre
como más digno del don que Cristo. Sintieron el reproche agudamente cuando
quitaron de la cruz el cuerpo magullado de su Señor.
LA MISMA NECESIDAD ES EVIDENTE EN
NUESTRO MUNDO HOY. Son pocos los que aprecian todo lo que Cristo es para
ellos. Si lo hicieran expresarían el gran amor de María, ofrendarían libremente
el ungüento, y no lo considerarían un derroche.
NADA TENDRÍAN POR DEMASIADO COSTOSO
PARA DARLO A CRISTO, ningún acto de abnegación o sacrificio personal les
parecería demasiado grande para soportarlo por amor a él. Las palabras dichas
con indignación: "¿Por qué se pierde esto?" recordaron vívidamente a
Cristo el mayor sacrificio jamás hecho: el don de sí mismo en propiciación por
un mundo perdido.
EL SEÑOR QUERÍA SER TAN GENEROSO con Su Familia
Humana que no pudiera decirse que él habría podido hacer más. En el don de
Jesús, Dios dio el cielo entero. Desde el punto de vista humano, tal sacrificio
era un derroche desenfrenado. Para el raciocinio humano, todo el plan de la
salvación es un derroche de mercedes y recursos. Podemos ver abnegación y
sacrificio sincero en todas partes.
BIEN PUEDEN LAS HUESTES CELESTIALES MIRAR CON ASOMBRO A LA FAMILIA
HUMANA que rehúsa ser elevada y enriquecida con el infinito amor expresado en
Cristo. Bien pueden ellas exclamar: ¿Por qué se hace este gran derroche? Pero
la propiciación para un mundo perdido había de ser plena, abundante y completa.
La ofrenda de Cristo era sumamente abundante para enriquecer a toda alma que
Dios había creado. No debía restringirse de modo que no excediera al número de
los que aceptarían el gran Don.
NO TODOS LOS 519 HOMBRES SE SALVAN; SIN EMBARGO, el
plan de redención no es un desperdicio porque no logra todo lo que está
provisto por su liberalidad. Debía haber suficiente y sobrar.
SIMÓN,
EL HUÉSPED, HABÍA SENTIDO LA INFLUENCIA DE LA CRÍTICA DE JUDAS RESPECTO AL DON
DE MARÍA, y
se había sorprendido por la conducta de Jesús. Su orgullo de fariseo se había
ofendido. Sabía que muchos de sus huéspedes estaban mirando a Cristo con
desconfianza y desagrado. Dijo entre sí: "Este, si fuera profeta, conocería
quién y cuál es la mujer que le toca, que es pecadora." Al curarlo
a Simón de la lepra, Cristo lo había salvado de una muerte viviente. Pero ahora
Simón se preguntaba si el Salvador era profeta. Porque Cristo permitió que esta
mujer se acercara a él, porque no la rechazó con indignación como a una persona
cuyos pecados eran demasiado grandes para ser perdonados, porque no demostró
que comprendía que ella había caído, Simón estaba tentado a pensar que él no era
profeta. Jesús no sabe nada en cuanto a esta mujer que es tan liberal en sus
demostraciones, pensaba él, de lo contrario no permitiría que le tocase.
PERO ERA LA
IGNORANCIA DE SIMÓN RESPECTO A DIOS Y A CRISTO LO QUE LE INDUCÍA A PENSAR ASÍ. No comprendía
que el Hijo de Dios debía actuar como Dios, con compasión, ternura y
misericordia. El plan de Simón consistía en no prestar atención al servicio de
penitencia de María. El acto de ella, de besar los pies de Cristo y ungirlos
con ungüento, era exasperante para su duro corazón. Y pensó que si Cristo era
profeta, debería reconocer a los pecadores y rechazarlos.
A ESTOS
PENSAMIENTOS INEXPRESADOS CONTESTÓ EL SALVADOR: "Simón, una cosa tengo que decirte.... Un acreedor tenía dos
deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; y no
teniendo ellos de qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de éstos le amará
más? Y respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel al cual perdonó más. Y él le
dijo: Rectamente has juzgado."
COMO NATÁN CON DAVID, Cristo ocultó
el objeto de su ataque bajo el velo de una parábola. Cargó a su huésped con la
responsabilidad de pronunciar sentencia contra sí mismo. Simón había arrastrado
al pecado a la mujer a quien ahora despreciaba. 520 Ella había sido muy
perjudicada por él.
POR LOS DOS
DEUDORES DE LA PARÁBOLA ESTABAN REPRESENTADOS SIMÓN Y LA MUJER. Jesús no se
propuso enseñar qué grado de obligación debían sentir las dos personas, porque
cada una tenía una deuda de gratitud que nunca podría pagar. Pero Simón se
sentía más justo que María, y Jesús deseaba que viese cuán grande era realmente
su culpa. Deseaba mostrarle que su pecado superaba al de María en la medida en
que la deuda de quinientos denarios excedía a la de cincuenta. Simón empezó
ahora a verse a sí mismo desde un nuevo punto de vista. Vio cómo era
considerada María por quien era más que profeta. Vio que, con penetrante ojo
profético, Cristo había leído el corazón de amor y devoción de ella.
SOBRECOGIDO DE VERGÜENZA,
COMPRENDIÓ QUE ESTABA EN LA PRESENCIA DE UNO QUE ERA SUPERIOR A ÉL. "Entré en tu casa --continuó
Cristo,-- no me diste agua para mis pies;" pero con lágrimas de
arrepentimiento, impulsada por el amor, María ha lavado mis pies, y los ha
secado con su cabellera. "No me diste beso, mas ésta,"
que tú desprecias, "desde que entré, no ha cesado de besar mis pies."
CRISTO ENUMERÓ
LAS OPORTUNIDADES QUE SIMÓN HABÍA TENIDO PARA MOSTRAR EL AMOR QUE TENÍA POR SU
SEÑOR,
y su aprecio de lo que había sido hecho en su favor. Claramente, aunque con
delicada cortesía, el Salvador aseguró a sus discípulos que su corazón se apena
cuando sus hijos dejan de mostrar su gratitud hacia él con palabras y hechos de
amor.
EL QUE ESCUDRIÑA EL CORAZÓN
LEYÓ EL MOTIVO QUE IMPULSÓ LA ACCIÓN DE MARÍA, y vio también el espíritu
que inspiró las palabras de Simón. "¿Ves esta mujer?" le dijo
él. Es una pecadora. "Por lo cual te digo que sus muchos pecados
son perdonados, porque amó mucho; mas al que se perdona poco, poco ama”.
La frialdad y el descuido de Simón para con el Salvador demostraban cuán poco
apreciaba la merced que había recibido.
PENSABA
QUE HONRABA A JESÚS INVITÁNDOLE A SU CASA. Pero ahora se vio a sí mismo
como era en realidad. Mientras pensaba estar leyendo a su Huésped, su Huésped
estaba leyéndolo a él. Vio cuán verdadero era el juicio de Cristo en cuanto a
él. Su religión había sido un manto farisaico. Había despreciado 521 la
compasión de Jesús. No le había reconocido como al representante de Dios.
Mientras María era una pecadora perdonada, él era un pecador no perdonado. La
severa norma de justicia que había deseado aplicar contra María le condenaba a
él.
SIMÓN
FUE CONMOVIDO POR LA BONDAD DE JESÚS AL NO CENSURARLE ABIERTAMENTE DELANTE DE
LOS HUÉSPEDES. Él no había sido tratado como deseaba que María lo fuese.
Vio que Jesús no quiso exponer a otros su culpa, sino que, por una correcta
exposición del caso, trató de convencer su mente, y subyugar su corazón
manifestando benevolencia.
UNA DENUNCIA
SEVERA HUBIERA ENDURECIDO EL CORAZÓN DE SIMÓN CONTRA EL ARREPENTIMIENTO, pero una paciente
admonición le convenció de su error. Vio la magnitud de la deuda que tenía para
con su Señor. Su orgullo fue humillado, se arrepintió y el orgulloso fariseo
llegó a ser un humilde y abnegado discípulo.
MARÍA HABÍA
SIDO CONSIDERADA COMO UNA GRAN PECADORA, pero Cristo conocía las
circunstancias que habían formado su vida. Él hubiera podido extinguir toda
chispa de esperanza en su alma, pero no lo hizo. Era él quien la había librado
de la desesperación y la ruina. Siete veces ella había oído la reprensión que
Cristo hiciera a los demonios que dirigían su corazón y mente. Había oído su
intenso clamor al Padre en su favor. Sabía cuán ofensivo es el pecado para su
inmaculada pureza, y con su poder ella había vencido. Cuando a la vista humana
su caso parecía desesperado, Cristo vio en María aptitudes para lo bueno. Vio
los rasgos mejores de su carácter. El plan de la redención ha investido a la
humanidad con grandes posibilidades, y en María estas posibilidades debían
realizarse.
POR SU GRACIA, ELLA LLEGÓ A SER PARTICIPANTE DE LA
NATURALEZA DIVINA. Aquella que había caído, y cuya mente había sido
habitación de demonios, fue puesta en estrecho compañerismo y ministerio con el
Salvador.
FUE MARÍA LA QUE SE SENTABA A SUS PIES Y
APRENDÍA DE ÉL. FUE MARÍA la que derramó sobre su cabeza el precioso ungüento,
y bañó sus pies con sus lágrimas. María estuvo junto a la cruz y le siguió
hasta el sepulcro. María fue la primera en ir a la tumba después de su
resurrección. FUE MARÍA la primera que proclamó al Salvador resucitado.
JESÚS CONOCE LAS CIRCUNSTANCIAS QUE RODEAN A CADA ALMA. Tú 522 puedes decir: Soy pecador, muy pecador. Puedes
serlo; pero cuanto peor seas, tanto más necesitas a Jesús. Él no se aparta de
ninguno que llora contrito. No dice a nadie todo lo que podría revelar, pero
ordena a toda alma temblorosa que cobre aliento.
PERDONARÁ LIBREMENTE a
todo aquel que acuda a él en busca de perdón y restauración. Cristo podría
encargar a los ángeles del cielo que derramen las redomas de su ira sobre
nuestro mundo, para destruir a aquellos que están llenos de odio contra Dios.
Podría limpiar este negro borrón de su universo. Pero no lo hace.
ÉL ESTÁ AHORA
JUNTO AL ALTAR DEL INCIENSO PRESENTANDO LAS ORACIONES DE AQUELLOS QUE DESEAN SU
AYUDA.
A las almas que se vuelven a él en procura de refugio, Jesús las eleva por
encima de las acusaciones y contiendas de las lenguas. Ningún hombre ni ángel
malo puede acusar a estas almas. Cristo las une a su propia naturaleza
divino-humana. Ellas están de pie junto al gran Expiador del pecado, en la luz
que procede del trono de Dios. "¿Quién
acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que
condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, quien
además está a la diestra de Dios, el que también intercede por
nosotros."*(Romanos 8:33,34). 523 DTG/EGW
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