(Este capítulo 48. Está basado en San Mateo 17:22-27; 18:1-20; San Marcos 9:30-50; San Lucas 9:46-48).
AL VOLVER A
CAPERNAÚM,
Jesús no se dirigió a los lugares bien conocidos donde había enseñado a la
gente, sino que con sus discípulos buscó silenciosamente la casa que había de
ser su hogar provisorio. Durante el resto de su estada en Galilea, se proponía
instruir a los discípulos más bien que trabajar por las multitudes.
DURANTE EL
VIAJE POR GALILEA, Cristo había procurado otra vez preparar el ánimo de sus
discípulos para las escenas que les esperaban. Les había dicho que debía subir
a Jerusalén para morir y resucitar. Y les había anunciado el hecho extraño y
terrible de que iba a ser entregado en manos de sus enemigos. Los discípulos no
comprendían todavía sus palabras. Aunque la sombra de un gran pesar había caído
sobre ellos, el espíritu de rivalidad subsistía en su corazón.
DISPUTABAN
ENTRE SÍ ACERCA DE QUIÉN SERÍA EL MAYOR EN EL REINO. Pensaban
ocultar la disensión a Jesús, y no se mantenían como de costumbre cerca de él,
sino que permanecían rezagados, de manera que él iba adelante de ellos cuando
entraron en Capernaúm. Jesús leía sus pensamientos y anhelaba aconsejarlos e
instruirlos. Pero esperó para ello una hora de tranquilidad, cuando estuviesen
con el corazón dispuesto a recibir sus palabras.
POCO DESPUÉS DE
LLEGAR A LA CIUDAD, EL COBRADOR DEL IMPUESTO PARA EL TEMPLO VINO A PEDRO
PREGUNTANDO:
"¿Vuestro
Maestro no paga las dos dracmas?" Este tributo no era un impuesto
civil, sino una contribución religiosa exigida anualmente a cada judío para el
sostén del templo. El negarse a pagar el tributo sería considerado como deslealtad
al templo, lo que era en la estima de los rabinos un pecado muy grave. La
actitud del Salvador hacia las leyes rabínicas, y sus claras reprensiones a los
defensores de la tradición, ofrecían un pretexto para acusarle de estar
tratando de destruir el servicio del templo. 400 Ahora sus enemigos vieron una
oportunidad para desacreditarle. En el cobrador del tributo encontraron un
aliado dispuesto.
PEDRO VIO EN LA
PREGUNTA DEL COBRADOR UNA INSINUACIÓN DE SOSPECHA ACERCA DE LA LEALTAD DE
CRISTO HACIA EL TEMPLO. Celoso del honor de su Maestro, contestó apresuradamente,
sin consultarle, que Jesús pagaría el tributo. Pero Pedro había comprendido tan
sólo parcialmente el propósito del indagador. Ciertas clases de personas
estaban exentas de pagar el tributo. En el tiempo de Moisés, cuando los levitas
fueron puestos aparte para el servicio del santuario, no les fue dada herencia
entre el pueblo. El Señor dijo: "Por
lo cual Leví no tuvo parte ni heredad con sus hermanos: Jehová es su
heredad." (Deuteronomio 10:9).
EN EL TIEMPO DE
CRISTO, LOS SACERDOTES Y LEVITAS eran todavía considerados como
dedicados especialmente al templo, y no se requería de ellos que diesen la
contribución anual para su sostén. También los profetas estaban exentos de ese
pago. Al requerir el tributo de Jesús, los rabinos negaban su derecho como
profeta o maestro, y trataban con él como con una persona común. Si se negaba a
pagar el tributo, ello sería presentado como deslealtad al templo; mientras que
por otro lado, el pago justificaría la actitud que asumían al no reconocerle
como profeta.
TAN SÓLO POCO
TIEMPO ANTES, Pedro había reconocido a Jesús como el Hijo de Dios; pero
ahora perdió la oportunidad de hacer resaltar el carácter de su Maestro. Por su
respuesta al cobrador, de que Jesús pagaría el tributo, sancionó virtualmente
el falso concepto de él que estaban tratando de difundir los sacerdotes y
gobernantes. Cuando Pedro entró en la casa, el Salvador no se refirió a lo que
había sucedido, sino que preguntó: "¿Qué
te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quién cobran los
tributos o el censo? ¿De sus hijos o de los extraños? Pedro le dice: De los
extraños." Jesús dijo: "Luego los hijos son francos."
Mientras que los habitantes de un país tienen que pagar impuesto para sostener
a su rey, los hijos del monarca son eximidos. Así también Israel, el profeso
pueblo de Dios, debía sostener su culto; pero Jesús, el Hijo de Dios, no se
hallaba bajo esta obligación. Si los sacerdotes y levitas estaban exentos por
su 401 relación con el templo, con cuánta más razón Aquel para quien el templo
era la casa de su Padre.
SI JESÚS
HUBIESE PAGADO EL TRIBUTO SIN PROTESTA, habría reconocido virtualmente la
justicia del pedido, y habría negado así su divinidad. Pero aunque consideró
propio satisfacer la demanda, negó la pretensión sobre la cual se basaba. Al
proveer para el pago del tributo, dio evidencia de su carácter divino. Quedó de
manifiesto que él era uno con Dios, y por lo tanto no se hallaba bajo tributo
como mero súbdito del Rey.
"VE A LA
MAR --INDICÓ A PEDRO,-- y echa el
anzuelo, y el primer pez que viniere, tómalo, y abierta su boca, hallarás un
estatero: tómalo, y dáselo por mí y por ti." Aunque había
revestido su divinidad con la humanidad, en este milagro reveló su gloria. Era
evidente que era Aquel que había declarado por medio de David: "Porque mía es toda bestia del bosque,
y los millares de animales en los collados. Conozco todas las aves de los
montes, y en mi poder están las fieras del campo. Si yo tuviese hambre, no te
lo diría a ti: porque mío es el mundo y su plenitud." (Salmos 50:10-12).
AUNQUE JESÚS DEMOSTRÓ CLARAMENTE que no se
hallaba bajo la obligación de pagar tributo, no entró en controversia alguna
con los judíos acerca del asunto; porque ellos hubieran interpretado mal sus
palabras, y las habrían vuelto contra él. Antes que ofenderlos reteniendo el
tributo, hizo aquello que no se le podía exigir con justicia.
ESTA LECCIÓN
IBA A SER DE GRAN VALOR PARA SUS DISCÍPULOS. Pronto se iban a realizar
notables cambios en su relación con el servicio del templo, y Cristo les enseñó
a no colocarse innecesariamente en antagonismo con el orden establecido. Hasta
donde fuese posible, debían evitar el dar ocasión para que su fe fuese mal
interpretada. Aunque los cristianos no han de sacrificar un solo principio de
la verdad, deben evitar la controversia siempre que sea posible.
MIENTRAS
CRISTO Y LOS DISCÍPULOS ESTABAN SOLOS EN LA CASA, después que
Pedro se fuera al mar, Jesús llamó a los otros a sí y les preguntó: "¿Qué disputabais entre vosotros en el
camino?" La presencia de Jesús y su pregunta dieron al asunto un cariz
enteramente diferente del que les había parecido que tenía mientras disputaban
por el camino. La vergüenza y un 402 sentimiento de condenación les indujeron a
guardar silencio. Jesús les había dicho que iba a morir por ellos, y la
ambición egoísta de ellos ofrecía un doloroso contraste con el amor altruista
que él manifestaba.
CUANDO JESÚS LES DIJO QUE IBA A MORIR Y
RESUCITAR,
estaba tratando de entablar una conversación con ellos acerca de la gran prueba
de su fe. Si hubiesen estado listos para recibir lo que deseaba comunicarles,
se habrían ahorrado amarga angustia y desesperación. Sus palabras les habrían
impartido consuelo en la hora de duelo y desilusión. Pero aunque había hablado
muy claramente de lo que le esperaba, la mención de que pronto iba a ir a
Jerusalén reanimó en ellos la esperanza de que se estuviese por establecer el
reino y los indujo a preguntarse quiénes desempeñarían los cargos más elevados.
AL VOLVER PEDRO
DEL MAR,
los discípulos le hablaron de la pregunta del Salvador, y al fin uno se atrevió
a preguntar a Jesús: "¿Quién es el
mayor en el reino de los cielos?" El Salvador reunió a sus discípulos
en derredor de sí y les dijo: "Si
alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de
todos." Tenían estas palabras una solemnidad y un carácter
impresionante que los discípulos distaban mucho de comprender. Ellos no podían
ver lo que Cristo discernía. No percibían la naturaleza del reino de Cristo, y
esta ignorancia era la causa aparente de su disputa. Pero la verdadera causa
era más profunda. Explicando la naturaleza del reino, Cristo podría haber
apaciguado su disputa por el momento; pero esto no habría alcanzado la causa
fundamental. Aun después de haber recibido el conocimiento más completo,
cualquier cuestión de preferencia podría renovar la dificultad, y el desastre
podría amenazar a la iglesia después de la partida de Cristo.
LA LUCHA POR EL
PUESTO MÁS ELEVADO era la manifestación del mismo espíritu que diera origen a
la gran controversia en los mundos superiores e hiciera bajar a Cristo del
cielo para morir. Surgió delante de él una visión de Lucifer, el hijo del alba,
que superaba en gloria a todos los ángeles que rodean el trono y estaba unido
al Hijo de Dios por los vínculos más íntimos. Lucifer había dicho: "Seré semejante al Altísimo,"
(Isaías 14:12,14). Y su deseo de exaltación había introducido la lucha en
los atrios celestiales y desterrado una multitud de las huestes de Dios.
SI LUCIFER 403
HUBIESE DESEADO REALMENTE SER COMO EL ALTÍSIMO, no habría
abandonado el puesto que le había sido señalado en el cielo; porque el espíritu
del Altísimo se manifiesta sirviendo abnegadamente. Lucifer deseaba el poder de
Dios, pero no su carácter. Buscaba para sí el lugar más alto, y todo ser
impulsado por su espíritu hará lo mismo. Así resultarán inevitables el
enajenamiento, la discordia y la contención. El dominio viene a ser el premio
del más fuerte. El reino de Satanás es un reino de fuerza; cada uno mira al
otro como un obstáculo para su propio progreso, o como un escalón para poder
trepar a un puesto más elevado.
MIENTRAS
LUCIFER CONSIDERÓ COMO PRESA DESEABLE EL SER IGUAL A DIOS, Cristo, el
encumbrado, "se anonadó a sí mismo,
tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y hallado en la
condición como hombre, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte,
y muerte de cruz."* (Filipenses 2:7,8).
EN ESOS MOMENTOS, LA CRUZ
LE ESPERABA;
y sus propios discípulos estaban tan llenos de egoísmo, es decir, del mismo
principio que regía el reino de Satanás, que no podían sentir simpatía por su
Señor, ni siquiera comprenderle mientras les hablaba de su humillación por
ellos. Muy tiernamente, aunque con solemne énfasis, Jesús trató de corregir el
mal. Demostró cuál es el principio que rige el reino de los cielos, y en qué
consiste la verdadera grandeza, según las normas celestiales. Los que eran
impulsados por el orgullo y el amor a la distinción, pensaban en sí mismos y en
la recompensa que habían de recibir, más bien que en cómo podían devolver a
Dios los dones que habían recibido. No tendrían cabida en el reino de los
cielos porque estaban identificados con las filas de Satanás. Antes de la honra
viene la humildad. Para ocupar un lugar elevado ante los hombres, el Cielo
elige al obrero que como Juan el Bautista, toma un lugar humilde delante de
Dios.
EL DISCÍPULO
QUE MÁS SE ASEMEJA A UN NIÑO ES EL MÁS EFICIENTE EN LA LABOR PARA DIOS. Los seres
celestiales pueden cooperar con aquel que no trata de ensalzarse a sí mismo
sino de salvar almas. El que siente más profundamente su necesidad de la ayuda
divina la pedirá; y el Espíritu Santo le dará vislumbres de Jesús que
fortalecerán y elevarán su alma. Saldrá de la 404 comunión con Cristo para trabajar
en favor de aquellos que perecen en sus pecados. Fue ungido para su misión, y
tiene éxito donde muchos de los sabios e intelectualmente preparados
fracasarían.
PERO CUANDO LOS
HOMBRES SE ENSALZAN A SÍ MISMOS, y se consideran necesarios para el
éxito del gran plan de Dios, el Señor los hace poner a un lado. Queda
demostrado que el Señor no depende de ellos. La obra no se detiene porque ellos
sean separados de ella, sino que sigue adelante con mayor poder. No era
suficiente que los discípulos de Jesús fuesen instruidos en cuanto a la
naturaleza de su reino. Lo que necesitaban era un cambio de corazón que los
pusiese en armonía con sus principios.
LLAMANDO A UN
NIÑITO A SÍ, JESÚS LO PUSO EN MEDIO DE ELLOS; y luego rodeándole tiernamente
con sus brazos dijo: "De cierto os digo, que si no os
volviereis, y fuereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos."
La sencillez, el olvido de sí mismo y el amor confiado del niñito son los
atributos que el Cielo aprecia. Son las características de la verdadera
grandeza.
JESÚS VOLVIÓ A
EXPLICAR A SUS DISCÍPULOS que su reino no se caracteriza por la dignidad y
ostentación terrenales. A los pies de Jesús, se olvidan todas estas
distinciones. Se ve a los ricos y a los pobres, a los sabios y a los
ignorantes, sin pensamiento alguno de casta ni de preeminencia mundanal. Todos
se encuentran allí como almas compradas por la sangre de Jesús, y todos por
igual dependen de Aquel que los redimió para Dios. El alma sincera y contrita
es preciosa a la vista de Dios.
ÉL PONE SU
SEÑAL SOBRE LOS HOMBRES, no según su jerarquía ni su riqueza, ni por su grandeza
intelectual, sino por su unión con Cristo. El Señor de gloria queda satisfecho
con aquellos que son mansos y humildes de corazón. "Dísteme asimismo --dijo David-- el escudo de tu salud: . . . y tu benignidad --como elemento del
carácter humano-- me ha
acrecentado."* (Salmos 18:35). "El que recibiere en mi nombre uno
de los tales niños --dijo Jesús,-- a mí recibe; y el que a mí recibe, no recibe
a mí, más al que me envió." "Jehová
dijo así: el cielo es mi solio, y la tierra estrado de mis pies: . . . mas a
aquel miraré que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi
palabra."* (Isaías 66:1,2). 405
LAS PALABRAS
DEL SALVADOR DESPERTARON EN LOS DISCÍPULOS UN SENTIMIENTO DE DESCONFIANZA
PROPIA.
En su respuesta, él no había indicado a nadie en particular; pero Juan se
sintió inducido a preguntar si en cierto caso su acción había sido correcta.
Con el espíritu de un niño, presentó el asunto a Jesús. "Maestro --dijo,-- hemos visto a uno que en tu nombre echaba fuera
los demonios, el cual no nos sigue; y se lo prohibimos, porque no nos
sigue." Santiago y Juan habían pensado que al reprimir a este hombre
buscaban la honra de su Señor; mas empezaban a ver que habían sido celosos por
la propia. Reconocieron su error y aceptaron la reprensión de Jesús: "No se lo prohibáis; porque ninguno
hay que haga milagro en mi nombre que luego pueda decir mal de mí."
NINGUNO DE LOS
QUE EN ALGUNA FORMA SE MANIFESTABAN AMISTOSOS CON CRISTO debía ser
repelido. Había muchos que estaban profundamente conmovidos por el carácter y
la obra de Cristo y cuyo corazón se estaba abriendo a él con fe; y los
discípulos, que no podían discernir los motivos, debían tener cuidado de no
desalentar a esas almas. Cuando Jesús ya no estuviese personalmente entre ellos
y la obra quedase en sus manos, no debían participar de un espíritu estrecho y
exclusivista, sino manifestar la misma abarcante simpatía que habían visto en
su Maestro.
EL HECHO DE QUE
ALGUNO NO OBRE EN TODAS LAS COSAS CONFORME A NUESTRAS IDEAS y opiniones
personales no nos justifica para prohibirle que trabaje para Dios. Cristo es el
gran Maestro; nosotros no hemos de juzgar ni dar órdenes, sino que cada uno
debe sentarse con humildad a los pies de Jesús y aprender de él. Cada alma a la
cual Dios ha hecho voluntaria es un conducto por medio del cual Cristo revelará
su amor perdonador. ¡Cuán cuidadosos debemos ser para no desalentar a uno de
los que transmiten la luz de Dios, a fin de no interceptar los rayos que él
quiere hacer brillar sobre el mundo!
LA DUREZA Y
FRIALDAD MANIFESTADAS POR UN DISCÍPULO hacia una persona a la que Cristo
estaba atrayendo --un acto como el de Juan al prohibir a otro que realizase
milagros en nombre de Cristo,-- podía desviar sus pies por la senda del enemigo
y causar la pérdida de un alma. Jesús dijo que antes de hacer una cosa
semejante, "mejor le fuera si se le atase una piedra 406 de molino al cuello,
y fuera echado en la mar." Y
añadió: "Y si tu mano te
escandalizare, córtala; mejor te es entrar a la vida manco, que teniendo dos
manos ir a la Gehenna, al fuego que no puede ser apagado. Y si tu pie te fuere
ocasión de caer, córtalo: mejor te es entrar a la vida cojo, que teniendo dos
pies ser echado en la Gehenna."
¿POR QUÉ EMPLEÓ JESÚS ESTE
LENGUAJE VEHEMENTE, QUE NO PODRÍA HABER SIDO MÁS ENÉRGICO? Porque "el Hijo del hombre vino a salvar lo
que se había perdido." ¿Habrán
de tener sus discípulos menos consideración hacia las almas de sus semejantes
que la manifestada por la Majestad del cielo? Cada alma costó un precio
infinito, y ¡cuán terrible es el pecado de apartar un alma de Cristo de manera
que para ella el amor, la humillación y la agonía del Salvador hayan sido
vanos!
"¡AY DEL
MUNDO POR LOS ESCÁNDALOS! PORQUE NECESARIO ES QUE VENGAN ESCÁNDALOS." El mundo,
inspirado por Satanás, se opondrá seguramente a los que siguen a Cristo y
tratará de destruir su fe; pero ¡ay de aquel que lleve el nombre de Cristo, y
sin embargo sea hallado haciendo esta obra! Nuestro Señor queda avergonzado por
aquellos que aseveran servirle, pero representan falsamente su carácter; y
multitudes son engañadas, y conducidas por sendas falsas.
CUALQUIER
HÁBITO O PRÁCTICA QUE PUEDA INDUCIR A PECAR Y ATRAER DESHONRA SOBRE CRISTO, debe ser
desechado cueste lo que costare. Lo que deshonra a Dios no puede beneficiar al
alma. La bendición del Cielo no puede acompañar a un hombre que viole los
eternos principios de la justicia. Y un pecado acariciado es suficiente para
realizar la degradación del carácter y extraviar a otros. Si para salvar el
cuerpo de la muerte uno se cortaría un pie o una mano, o aún se arrancaría un
ojo, ¡con cuánto más fervor deberíamos desechar el pecado, que trae muerte al
alma!
EN
EL CEREMONIAL DEL TEMPLO, se añadía sal a todo sacrificio. Esto,
como la ofrenda del incienso, significaba que únicamente la justicia de Cristo
podía hacer el culto aceptable para Dios. Refiriéndose a esta práctica dijo
Jesús: "Todo sacrificio será salado
con sal." "Tened sal en vosotros, y paz unos con otros."
Todos los que quieran presentarse "en
sacrificio vivo, santo, agradable a Dios," (Romanos 12:1). Deben recibir la sal que salva, la justicia de
407 nuestro Salvador. Entonces vienen a ser "la sal de la tierra" *(Mateo 5:13).
Que restringe el mal entre los hombres, como la sal preserva
de la corrupción. Pero si la sal ha perdido su sabor; si no hay más que una
profesión de piedad, sin el amor de Cristo, no hay poder para lo bueno. La vida
no puede ejercer influencia salvadora sobre el mundo. Vuestra energía y
eficiencia en la edificación de mi reino --dice Jesús,-- dependen de que
recibáis mi Espíritu. Debéis participar de mi gracia, a fin de ser sabor de
vida para vida. Entonces no habrá rivalidad ni esfuerzo para complacerse a sí
mismo, ni se deseará el puesto más alto. Poseeréis ese amor que no busca lo
suyo, sino que otro se enriquezca.
FIJE EL PECADOR
ARREPENTIDO SUS OJOS EN "EL CORDERO DE DIOS, que quita el
pecado del mundo;' y contemplándolo, se transformará. Su temor se trueca en
gozo, sus dudas en esperanza. Brota la gratitud. El corazón de piedra se
quebranta. Una oleada de amor inunda el alma. Cristo es en él una fuente de
agua que brota para vida eterna. Cuando vemos a Jesús, Varón de dolores y
experimentado en quebrantos, trabajando para salvar a los perdidos,
despreciado, escarnecido, echado de una ciudad a la otra hasta que su misión
fue cumplida; cuando le contemplamos en Getsemaní, sudando gruesas gotas de
sangre, y muriendo en agonía sobre la cruz; cuando vemos eso, no podemos ya
reconocer el clamor del yo. Mirando a Jesús, nos avergonzaremos de nuestra
frialdad, de nuestro letargo, de nuestro egoísmo. Estaremos dispuestos a ser
cualquier cosa o nada, para servir de todo corazón al Maestro. Nos regocijará
el llevar la cruz en pos de Jesús, el sufrir pruebas, vergüenza o persecución
por su amada causa. "Así que, los
que somos más firmes debemos sobrellevar las flaquezas de los flacos, y no agradarnos
a nosotros mismos." (Romanos 15:1).
A NADIE QUE
CREA EN CRISTO SE LE DEBE TENER EN POCO, aun cuando su fe sea débil y sus
pasos vacilen como los de un niñito. Todo lo que nos da ventaja sobre otro
--sea la educación o el refinamiento, la nobleza de carácter, la preparación
cristiana o la experiencia religiosa-- nos impone una deuda para con los menos
favorecidos; y debemos servirlos en cuanto esté en nuestro poder.
SI SOMOS
FUERTES, DEBEMOS CORROBORAR LAS MANOS DE LOS DÉBILES. Los ángeles
de gloria, que contemplan 408 constantemente el rostro del Padre en el cielo,
se gozan en servir a sus pequeñuelos. Las almas temblorosas, que tienen tal vez
muchos rasgos de carácter censurables, les son especialmente encargadas. Hay
siempre ángeles presentes donde más se necesitan, con aquellos que tienen que
pelear la batalla más dura contra el yo y cuyo ambiente es más desalentador. Y
los verdaderos seguidores de Cristo cooperarán en ese ministerio. Si alguno de
estos pequeñuelos fuese vencido y obrase mal contra nosotros, es nuestro deber
procurar su restauración. No esperemos que haga el primer esfuerzo de reconciliación.
"¿QUÉ
OS PARECE?--PREGUNTA CRISTO.-- Si tuviese algún hombre cien ovejas, y
se descarriase una de ellas, ¿no iría por los montes, dejadas las noventa
y nueve, a buscar la que se había descarriado? Y si aconteciese
hallarla, de cierto os digo, que más se goza de aquella, que de las noventa y
nueve que no se descarriaron. Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está
en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños. "Con espíritu de mansedumbre, "considerándote a ti mismo,
porque tú no seas también tentado,"* (Gálatas 6:1).
VE AL QUE
YERRA, Y "REDARGÚYELE ENTRE TI Y ÉL SOLO." No le
avergüences exponiendo su falta a otros, ni deshonres a Cristo haciendo público
el pecado o error de quien lleva su nombre. Con frecuencia hay que decir
claramente la verdad al que yerra; debe inducírsele a ver su error para que se
reforme. Pero no hemos de juzgarle ni condenarle. No intentemos justificarnos.
Sean todos nuestros esfuerzos para recobrarlo. Para tratar las heridas del alma
se necesita el tacto más delicado, la más fina sensibilidad. Lo único que puede
valernos en esto es el amor que fluye del que sufrió en el Calvario. Con
ternura compasiva, trate el hermano con el hermano, sabiendo que si tiene éxito
"salvará un alma de muerte" y
"cubrirá multitud de pecados."* (Santiago 5:20).
PERO AUN ESTE
ESFUERZO PUEDE SER INÚTIL. ENTONCES, DIJO JESÚS, "TOMA AÚN CONTIGO UNO O
DOS."
Puede ser que su influencia unida prevalezca donde la del primero no tuvo
éxito. No siendo partes en la dificultad, habrá más probabilidad de que obren
imparcialmente, y este hecho dará a su consejo mayor peso para el que yerra. Si
no quiere escucharlos, entonces, pero no antes, se debe 409 presentar el asunto
a todo el cuerpo de creyentes. Únanse los miembros de la iglesia, como
representantes de Cristo, en oración y súplica para que el ofensor sea
restaurado. El Espíritu Santo hablará por medio de sus siervos, suplicando al
descarriado que vuelva a Dios.
EL APÓSTOL
PABLO,
hablando por inspiración, dice: "Como si Dios rogase por medio nuestro; os
rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos
con Dios.'* (2 Corintios 5:20). El
que rechaza este esfuerzo conjunto en su favor, ha roto el vínculo que le une a
Cristo, y así se ha separado de la comunión de la iglesia. Desde entonces, dijo
Jesús, "tenle por étnico y publicano." Pero no se le ha de considerar
como separado de la misericordia de Dios. No lo han de despreciar ni descuidar
los que antes eran sus hermanos, sino que lo han de tratar con ternura y
compasión, como una de las ovejas perdidas a las que Cristo está procurando
todavía traer a su redil. La instrucción de Cristo en cuanto al trato con los
que yerran repite en forma más específica la enseñanza dada a Israel por
Moisés: "No aborrecerás a tu
hermano en tu corazón: ingenuamente reprenderás a tu prójimo, y no consentirás
sobre él pecado." (Levítico 19:17).
ES DECIR, que si uno
descuida el deber que Cristo ordenó en cuanto a restaurar a quienes están en
error y pecado, se hace partícipe del pecado. Somos tan responsables de los
males que podríamos haber detenido como si los hubiésemos cometido nosotros
mismos. Pero debemos presentar el mal al que lo hace. No debemos hacer de ello
un asunto de comentario y crítica entre nosotros mismos; ni siquiera después
que haya sido expuesto a la iglesia nos es permitido repetirlo a otros.
EL CONOCIMIENTO
DE LAS FALTAS DE LOS CRISTIANOS será tan sólo una piedra de tropiezo
para el mundo incrédulo; y espaciándonos en estas cosas no podemos sino recibir
daño nosotros mismos; porque contemplando es como somos transformados. Mientras
tratamos de corregir los errores de un hermano, el Espíritu de Cristo nos
inducirá a escudarle en lo posible de la crítica aun de sus propios hermanos, y
tanto más de la censura del mundo incrédulo.
NOSOTROS MISMOS
ERRAMOS Y NECESITAMOS LA COMPASIÓN Y EL PERDÓN DE CRISTO, y él nos
invita a tratarnos mutuamente como deseamos que él nos trate. "Todo
lo que ligareis en la tierra, será ligado en el cielo; y 410 todo lo que
desatareis en la tierra, será desatado en el cielo." Obráis como
embajadores del cielo, y lo que resulte de vuestro trabajo es para la
eternidad. Pero no hemos de llevar esta gran responsabilidad solos. Cristo mora
dondequiera que se obedezca su palabra con corazón sincero. No sólo está
presente en las asambleas de la iglesia, sino que estará dondequiera que sus
discípulos, por pocos que sean, se reúnan en su nombre. Y dice: "Si
dos de vosotros se convinieren en la tierra, de toda cosa que pidieren, les
será hecho por mi Padre que está en los cielos."
JESÚS DICE: "Mi Padre que está en los cielos,"
como para recordar a sus discípulos que mientras que por su humanidad está
vinculado con ellos, participa de sus pruebas y simpatiza con ellos en sus
sufrimientos, por su divinidad está unido con el trono del Infinito. ¡Admirable
garantía! Los seres celestiales se unen con los hombres en simpatía y labor
para la salvación de lo que se había perdido. Y todo el poder del cielo se pone
en combinación con la capacidad humana para atraer las almas a Cristo. 411
(Este capítulo 48. Está basado en
San Mateo 17:22-27; 18:1-20;
San Marcos 9:30-50; San Lucas
9:46-48).
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