(Este capítulo 45. Está basado en
San Mateo 16:13-28; San Marcos 8:27-38; San Lucas 9:18-27).
LA OBRA DE CRISTO EN LA TIERRA SE ACERCABA
RÁPIDAMENTE A SU FIN. Delante de él, en vívido relieve, se hallaban las escenas
hacia las cuales sus pies le llevaban. Aun antes de asumir la humanidad, vio
toda la senda que debía recorrer a fin de salvar lo que se había perdido. Cada
angustia que iba a desgarrar su corazón, cada insulto que iba a amontonarse
sobre su cabeza, cada privación que estaba llamado a soportar, fueron
presentados a su vista antes que pusiera a un lado su corona y manto reales y
bajara del trono para revestir su divinidad con la humanidad. La senda del
pesebre hasta el Calvario estuvo toda delante de sus ojos. Conoció la angustia
que le sobrevendría. La conoció toda, y sin embargo dijo: "He aquí yo vengo; (en el rollo del libro está escrito de mi); me
complazco en hacer tu voluntad, oh Dios mío, y tu ley está en medio de mi
corazón.' (Salmos 40:7,8 VM).
TUVO SIEMPRE PRESENTE EL RESULTADO DE SU
MISIÓN.
Su vida terrenal, tan llena de trabajo y abnegación, fue alegrada por la
perspectiva de que no soportaría todas esas penurias en vano. Dando su vida por
la de los hombres, haría volver el mundo a su lealtad a Dios. Aunque primero
debía recibir el bautismo de sangre; aunque los pecados del mundo iban a
abrumar su alma inocente; aunque la sombra de una desgracia indecible pesaba
sobre él; por el gozo que le fue propuesto, decidió soportar la cruz y
menospreció el oprobio.
PERO LAS
ESCENAS QUE LE ESPERABAN ESTABAN TODAVÍA OCULTAS PARA LOS ELEGIDOS COMPAÑEROS
DE SU MINISTERIO; no obstante se acercaba el tiempo en que deberían
contemplar su agonía. Deberían ver a Aquel a quien amaban y en quien confiaban
entregado a sus enemigos y colgado de la cruz del Calvario. Pronto tendría que
dejar que afrontaran el mundo sin el consuelo de su presencia visible. Él sabía
cómo los perseguirían el odio acérrimo y la incredulidad, y deseaba prepararlos
para sus pruebas.379
JESÚS Y SUS
DISCÍPULOS HABÍAN LLEGADO A UNO DE LOS PUEBLOS QUE RODEABAN A CESÁREA DE
FILIPOS.
Estaban fuera de los límites de Galilea, en una región donde prevalecía la
idolatría. Allí se encontraban los discípulos apartados de la influencia
predominante del judaísmo y relacionados más íntimamente con el culto pagano.
En derredor de sí, veían representadas las formas de la superstición que existían
en todas partes del mundo. Jesús deseaba que la contemplación de estas cosas
los indujese a sentir su responsabilidad hacia los paganos. Durante su estada
en dicha región, trató de substraerse a la tarea de enseñar a la gente, a fin
de dedicarse más plenamente a sus discípulos. Iba a hablarles de los
sufrimientos que le aguardaban. Pero primero se apartó solo y rogó a Dios que
sus corazones fuesen preparados para recibir sus palabras.
AL REUNÍRSELES, NO LES COMUNICÓ EN SEGUIDA LO QUE DESEABA IMPARTIRLES. Antes de hacerlo, les dio una oportunidad de confesar su fe en él para que pudiesen ser fortalecidos para la prueba venidera.
Preguntó: "¿Quién dicen los hombres que
es el Hijo del hombre?" Con tristeza, los discípulos se vieron
obligados a confesar que Israel no había sabido reconocer a su Mesías. En
verdad, al ver sus milagros, algunos le habían declarado Hijo de David. Las
multitudes que habían sido alimentadas en Betsaida habían deseado proclamarle
rey de Israel. Muchos estaban listos para aceptarle como profeta; pero no
creían que fuese el Mesías.
JESÚS HIZO ENTONCES UNA SEGUNDA PREGUNTA
RELACIONADA CON LOS DISCÍPULOS MISMOS: "Y vosotros, ¿quién decís que
soy?" Pedro respondió: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios
viviente." Desde el principio, Pedro había creído que Jesús era el
Mesías. Muchos otros que habían sido convencidos por la predicación de Juan el
Bautista y que habían aceptado a Cristo, empezaron a dudar en cuanto a la
misión de Juan cuando fue encarcelado y ejecutado; y ahora dudaban que Jesús
fuese el Mesías a quien habían esperado tanto tiempo. Muchos de los discípulos
que habían esperado ardientemente que Jesús ocupase el trono de David, le
dejaron cuando percibieron que no tenía tal intención. Pero Pedro y sus
compañeros 380 no se desviaron de su fidelidad. El curso vacilante de aquellos
que ayer le alababan y hoy le condenaban no destruyó la fe del verdadero
seguidor del Salvador.
PEDRO DECLARÓ:
"TÚ ERES EL CRISTO, EL HIJO DEL DIOS VIVIENTE." El no esperó
que los honores regios coronasen a su Señor, sino que le aceptó en su
humillación. Pedro había expresado la fe de los doce. Sin embargo, los
discípulos distaban mucho de comprender la misión de Cristo. La oposición y las
mentiras de los sacerdotes y gobernantes, aun cuando no podían apartarlos de
Cristo, les causaban gran perplejidad. Ellos no veían claramente el camino. La
influencia de su primera educación, la enseñanza de los rabinos, el poder de la
tradición, seguían interceptando su visión de la verdad. De vez en cuando
resplandecían sobre ellos los preciosos rayos de luz de Jesús; mas con
frecuencia eran como hombres que andaban a tientas en medio de las sombras.
Pero en ese día, antes que fuesen puestos frente a frente con la gran prueba de
su fe, el Espíritu Santo descansó sobre ellos con poder. Por un corto tiempo
sus ojos fueron apartados de "las
cosas que se ven," para contemplar "las que no se ven."* (2 Corintios 4:18).
BAJO EL DISFRAZ
DE LA HUMANIDAD, discernieron la gloria del Hijo de Dios. Jesús contestó a
Pedro: "Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás; porque no te lo reveló
carne ni sangre, más mi Padre que está en los cielos." La verdad
que Pedro había confesado es el fundamento de la fe del creyente. Es lo que
Cristo mismo ha declarado ser vida eterna. Pero la posesión de este
conocimiento no era motivo de engreimiento. No era por ninguna sabiduría o
bondad propia de Pedro por lo que le había sido revelada esa verdad. Nunca
puede la humanidad de por sí alcanzar un conocimiento de lo divino. "Es más alto que los cielos: ¿qué
harás? Es más profundo que el infierno: ¿cómo lo conocerás?" (Job 11:8).
ÚNICAMENTE EL
ESPÍRITU DE ADOPCIÓN PUEDE REVELARNOS LAS COSAS PROFUNDAS DE DIOS, que "ojo no vio, ni oído oyó, y que jamás
entraron en pensamiento humano." "Pero a nosotros nos las ha revelado
Dios por medio de su Espíritu; porque el Espíritu escudriña todas las cosas, y
aun las cosas profundas de Dios." (1 Corintios 2:9,10 VM.). "El secreto
de Jehová es para los que le 381
temen;" y el hecho de que Pedro discernía la gloria de Dios era
evidencia de que se contaba entre los que habían sido "enseñados de Dios." (Salmos 25:14; Juan 6:45).
¡AH! EN VERDAD,
"BIENAVENTURADO ERES, SIMÓN, HIJO DE JONÁS; porque
no te lo reveló carne ni sangre." Jesús continuó: "Mas yo también te
digo, que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia; y las
puertas del infierno no prevalecerán contra ella." La palabra
Pedro significa piedra, canto rodado. Pedro no era la roca sobre la cual se
fundaría la iglesia. Las puertas del infierno prevalecieron contra él cuando
negó a su Señor con imprecaciones y juramentos.
LA
IGLESIA FUE EDIFICADA SOBRE AQUEL CONTRA QUIEN LAS PUERTAS DEL INFIERNO NO
PODÍAN PREVALECER. Siglos antes
del advenimiento del Salvador, Moisés había señalado la roca de la salvación de
Israel. El salmista había cantado acerca de "la roca de mi
fortaleza." Isaías había escrito: "Por
tanto, el Señor Jehová dice así: He aquí que yo fundo en Sión una piedra,
piedra de fortaleza, de esquina, de precio, de cimiento estable."
(Deuteronomio 32:4; Salmos 62:7; Isaías 28:16).
v
PEDRO MISMO, ESCRIBIENDO POR
INSPIRACIÓN, APLICA ESTA PROFECÍA A JESÚS. Dice: "Si habéis gustado y
probado que es bueno el Señor. Allegándoos a él, como a piedra viva, rechazada
en verdad de los hombres, más para con Dios escogida y preciosa, vosotros
también, como piedras vivas, sois edificados en un templo espiritual." (1
Pedro 2:3-5 VM.). "Porque nadie puede poner otro fundamento que el que
está puesto, el cual es Jesucristo." (1 Corintios 3:11).
"SOBRE
ESTA PIEDRA --DIJO JESÚS-- EDIFICARÉ MI IGLESIA". En la presencia
de Dios y de todos los seres celestiales, en la presencia del invisible
ejército del infierno, Cristo fundó su iglesia sobre la Roca viva. Esa Roca es
él mismo -- su propio cuerpo quebrantado y herido por nosotros. Contra la
iglesia edificada sobre ese fundamento, no prevalecerán las puertas del
infierno.
CUÁN
DÉBIL PARECÍA LA IGLESIA CUANDO CRISTO PRONUNCIÓ ESTAS PALABRAS. Se componía
apenas de un puñado de creyentes contra quienes se dirigía todo el poder de los
demonios y de los hombres malos; sin embargo, los discípulos de Cristo no
debían temer. Edificados sobre la Roca de su fortaleza, no podían ser
derribados.
DURANTE SEIS MIL AÑOS, LA
FE HA EDIFICADO SOBRE CRISTO. Durante seis mil años, las
tempestades y los embates de la ira 382 satánica han azotado la Roca de nuestra
salvación; pero ella sigue inconmovible.
PEDRO
HABÍA EXPRESADO LA VERDAD QUE ES EL FUNDAMENTO DE LA FE DE LA IGLESIA, y Jesús le
honró como representante de todo el cuerpo de los creyentes. Dijo: "A
ti daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que ligares en la tierra
será ligado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado
en los cielos."
"LAS LLAVES DEL REINO DE LOS CIELOS" SON LAS PALABRAS
DE CRISTO. Todas
las palabras de la Santa Escritura son suyas y están incluidas en esa frase.
Esas palabras tienen poder para abrir y cerrar el cielo. Declaran las
condiciones bajo las cuales los hombres son recibidos o rechazados. Así la obra
de aquellos que predican la Palabra de Dios tiene sabor de vida para vida o de
muerte para muerte. La suya es una misión cargada de resultados eternos.
EL SALVADOR NO CONFIÓ LA OBRA DEL EVANGELIO A PEDRO INDIVIDUALMENTE. En una ocasión ulterior, repitiendo las palabras que fueron dichas a Pedro, las aplicó directamente a la iglesia. Y lo mismo fue dicho en substancia también a los doce como representantes del cuerpo de creyentes. Si Jesús hubiese delegado en uno de los discípulos alguna autoridad especial sobre los demás, no los encontraríamos contendiendo con tanta frecuencia acerca de quién sería el mayor. Se habrían sometido al deseo de su Maestro y habrían honrado a aquel a quien él hubiese elegido.
En vez de nombrar a uno como su cabeza, Cristo dijo
de los discípulos: "No queráis ser
llamados Rabbí;" "ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro
Maestro, el Cristo." (Mateo 23:8,10). "Cristo es la cabeza de todo
varón." Dios, quien puso todas las cosas bajo los pies del Salvador,
"diólo por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su
cuerpo, la plenitud de Aquel que hinche todas las cosas en todos.' (1 Corintios
11:3; Efesios 1:22,23).
LA
IGLESIA ESTÁ EDIFICADA SOBRE CRISTO COMO SU FUNDAMENTO; ha de
obedecer a Cristo como su cabeza. No debe depender del hombre, ni ser regida
por el hombre. Muchos sostienen que una posición de confianza en la iglesia les
da autoridad para dictar lo que otros hombres deben creer y hacer. Dios no
sanciona esta pretensión. El Salvador declara: "Todos vosotros sois
hermanos.' Todos 383 están expuestos a la tentación y pueden errar. No podemos
depender de ningún ser finito para ser guiados.
LA ROCA DE LA
FE ES LA PRESENCIA VIVA DE CRISTO EN LA IGLESIA. De ella puede
depender el más débil, y los que se creen los más fuertes resultarán los más
débiles, a menos que hagan de Cristo su eficiencia. "Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su
brazo." El Señor "es la
Roca, cuya obra es perfecta." "Bienaventurados todos los que en él
confían.' (Jeremías 17:5; Deuteronomio 32:4; Salmos 2:12).
DESPUÉS
DE LA CONFESIÓN DE PEDRO, Jesús encargó a los discípulos que a
nadie dijeran que él era el Cristo. Este encargo fue hecho por causa de la
resuelta oposición de los escribas y fariseos. Aún más, la gente y los
discípulos mismos tenían un concepto tan falso del Mesías, que el anunciar
públicamente su venida no les daría una verdadera idea de su carácter o de su
obra. Pero día tras día, se estaba revelando a ellos como el Salvador, y así
deseaba darles un verdadero concepto de sí como el Mesías.
LOS DISCÍPULOS SEGUÍAN ESPERANDO QUE CRISTO
REINASE COMO PRÍNCIPE TEMPORAL. Creían que, si bien les había ocultado
durante tanto tiempo su designio, no permanecería siempre en la pobreza y
obscuridad; que debía estar acercándose el tiempo en que establecería su reino.
Nunca creyeron los discípulos, que los sacerdotes y rabinos no iban a cejar en
su odio, que Cristo sería rechazado por su propia nación, condenado como
impostor y crucificado como malhechor.
PERO LA HORA
DEL PODER DE LAS TINIEBLAS SE ACERCABA Y JESÚS DEBÍA EXPLICAR A SUS DISCÍPULOS
EL CONFLICTO QUE LES ESPERABA. Él se entristecía al pensar en la
prueba. Hasta entonces había evitado darles a conocer cualquier cosa que se
relacionase con sus sufrimientos y su muerte. En su conversación con Nicodemo
había dicho: "Como Moisés levantó
la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado;
para que todo aquel que en él creyere, no se pierda, sino que tenga vida
eterna.' (Juan 3:14,15). Pero los discípulos no lo habían oído, y si lo
hubiesen oído, no lo habrían comprendido. Pero ahora habían estado con Jesús,
escuchando sus palabras y contemplando sus obras, hasta que, no obstante la
humildad de su ambiente y la oposición de los sacerdotes y del pueblo, podían
unirse al testimonio de Pedro: "Tú eres 384 el Cristo, el Hijo del Dios
viviente."
AHORA HABÍA
LLEGADO EL MOMENTO DE APARTAR EL VELO QUE OCULTABA EL FUTURO. "Desde
aquel tiempo comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le convenía ir a
Jerusalem, y padecer mucho de los ancianos, y de los príncipes de los
sacerdotes, y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día."
Los discípulos escuchaban mudos de tristeza y asombro. Cristo había aceptado el
reconocimiento de Pedro cuando le declaró Hijo de Dios; y ahora sus palabras,
que anunciaban sus sufrimientos y su muerte, parecían incomprensibles. Pedro no
pudo guardar silencio. Se asió de su Maestro como para apartarlo de su suerte
inminente, exclamando: "Señor, ten
compasión de ti: en ninguna manera esto te acontezca."
PEDRO AMABA A
SU SEÑOR;
pero Jesús no le elogió por manifestar así el deseo de escudarle del
sufrimiento. Las palabras de Pedro no eran de naturaleza que fuesen de ayuda y
solaz para Jesús en la gran prueba que le esperaba. No estaban en armonía con
el misericordioso propósito de Dios hacia un mundo perdido, ni con la lección
de abnegación que Jesús había venido a enseñar por su propio ejemplo.
PEDRO
NO DESEABA VER LA CRUZ EN LA OBRA DE CRISTO. La impresión
que sus palabras hacían se oponía directamente a la que Jesús deseaba producir
en la mente de sus seguidores, y el Salvador fue movido a pronunciar una de las
más severas reprensiones que jamás salieran de sus labios: "Quítate de
delante de mí, Satanás; me eres escándalo; porque no entiendes lo que es de
Dios sino lo que es de los hombres."
SATANÁS
ESTABA TRATANDO DE DESALENTAR A JESÚS Y APARTARLE DE SU MISIÓN; y
Pedro, en su amor ciego, estaba dando voz a la tentación. El príncipe
del mal era el autor del pensamiento. Su instigación estaba detrás de aquella
súplica impulsiva.
EN EL DESIERTO,
SATANÁS HABÍA OFRECIDO A CRISTO EL DOMINIO DEL MUNDO a condición de
que abandonase la senda de la humillación y del sacrificio. Ahora estaba
presentando la misma tentación al discípulo de Cristo. Estaba tratando de fijar
la mirada de Pedro en la gloria terrenal, a fin de que no contemplase la cruz
hacia la cual Jesús deseaba dirigir sus ojos.
POR MEDIO DE
PEDRO, SATANÁS VOLVÍA A APREMIAR A JESÚS CON LA TENTACIÓN. Pero el
Salvador no le hizo caso; pensaba en su discípulo. 385 Satanás se había interpuesto
entre Pedro y su Maestro, a fin de que el corazón del discípulo no fuese
conmovido por la visión de la humillación de Cristo en su favor. Las palabras
de Cristo fueron pronunciadas, no a Pedro, sino a aquel que estaba tratando de
separarle de su Redentor. "Quítate de delante de mí, Satanás." No te
interpongas más entre mí y mi siervo errante. Déjame llegar cara a cara con
Pedro para que pueda revelarle el misterio de mi amor.
FUE
UNA AMARGA LECCIÓN PARA PEDRO, Una
Lección que aprendió lentamente, la de que la
senda de Cristo en la tierra pasaba por la agonía y la humillación. El
discípulo rehuía la comunión con su Señor en el sufrimiento; pero en el calor
del horno, había de conocer su bendición. Mucho tiempo más tarde, cuando su cuerpo
activo se inclinaba bajo el peso de los años y las labores, escribió: "Carísimos, no os maravilléis cuando sois examinados por fuego, lo
cual se hace para vuestra prueba, como si alguna cosa peregrina os aconteciese;
antes bien gozaos en que sois participantes de las aflicciones de Cristo; para
que también en la revelación de su gloria os gocéis en triunfo." (1 Pedro
4:12,13).
JESÚS EXPLICÓ
ENTONCES A SUS DISCÍPULOS que su propia vida de abnegación era un ejemplo de lo que
debía ser la de ellos. Llamando a su derredor juntamente con sus discípulos a
la gente que había permanecido cerca, dijo: "Si alguno quiere venir en
pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz cada día, y sígame."
La cruz iba asociada con el poder de Roma. Era el instrumento del suplicio
mortal más cruel y humillante. Se obligaba a los más bajos criminales a que
llevasen la cruz hasta el lugar de su ejecución; y con frecuencia, cuando se la
estaban por poner sobre los hombros, resistían con desesperada violencia, hasta
que quedaban dominados y se ataba sobre ellos el instrumento de tortura.
PERO JESÚS ORDENABA A SUS DISCÍPULOS QUE TOMARAN LA CRUZ PARA LLEVARLA
EN POS DE ÉL. Para los discípulos, sus palabras, aunque vagamente
comprendidas, señalaban su sumisión a la más acerba humillación, una sumisión
hasta la muerte por causa de Cristo. El Salvador no podría haber descrito una
entrega más completa. Pero todo esto él lo había aceptado por ellos. Jesús no
reputó el cielo como lugar deseable mientras estábamos perdidos. El dejó los
atrios celestiales, para venir a llevar una vida de oprobios e insultos, 386 y
soportar una muerte ignominiosa. El que era rico en los inestimables tesoros
del cielo se hizo pobre, a fin de que por su pobreza fuésemos enriquecidos.
Hemos de seguir la senda que él pisó.
EL AMOR HACIA
LAS ALMAS POR LAS CUALES CRISTO MURIÓ SIGNIFICA CRUCIFICAR AL YO. El que es hijo
de Dios debe desde entonces considerarse como eslabón de la cadena arrojada
para salvar al mundo. Es uno con Cristo en su plan de misericordia y sale con
él a buscar y salvar a los perdidos. El cristiano ha de comprender siempre que
se ha consagrado a Dios y que en su carácter ha de revelar a Cristo al mundo.
La abnegación, la simpatía y el amor manifestados en la vida de Cristo han de
volver a aparecer en la vida del que trabaja para Dios.
"EL QUE
QUISIERE SALVAR SU VIDA, LA PERDERÁ; Y EL QUE PERDIERE SU VIDA POR CAUSA DE MÍ
Y DEL EVANGELIO LA SALVARÁ." El egoísmo es muerte. Ningún órgano
del cuerpo podría vivir si limitase su servicio a sí mismo. Si el corazón
dejase de mandar sangre a la mano y a la cabeza, no tardaría en perder su
fuerza. Así como nuestra sangre vital, el amor de Cristo se difunde por todas
las partes de su cuerpo místico. Somos miembros unos de otros, y el alma que se
niega a impartir perecerá.
Y "¿DE QUÉ
APROVECHA AL HOMBRE --DIJO JESÚS, -- SI GRANJEARE TODO EL MUNDO, Y PERDIERE SU
ALMA?
O ¿Qué
Recompensa Dará El Hombre Por Su Alma?" Más allá de la pobreza y
humillación del presente, él señaló a sus discípulos su venida en gloria, no
con el esplendor de un trono terrenal, sino con la gloria de Dios y las huestes
celestiales.
Y ENTONCES,
DIJO, "PAGARÁ A CADA UNO CONFORME A SUS OBRAS." Luego, para
alentarlos, les dio la promesa: "De cierto os digo: hay algunos de los
que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del
hombre viniendo en su reino." Pero los discípulos no comprendieron
sus palabras. La gloria parecía lejana. Sus ojos estaban fijos en la visión más
cercana, la vida terrenal de pobreza, de humillación y sufrimiento. ¿Debían
abandonar sus brillantes expectativas del reino del Mesías? ¿No habían de ver a
su Señor exaltado al trono de David? ¿Podría ser que Cristo hubiera de vivir
como humilde vagabundo sin hogar, y hubiera de ser despreciado, rechazado y
ejecutado?
LA TRISTEZA
OPRIMÍA SU CORAZÓN, POR 387 CUANTO AMABAN A SU MAESTRO. La duda acosaba
también sus mentes, porque les parecía incomprensible que el Hijo de Dios fuese
sometido a tan cruel humillación. Se preguntaban por qué habría de ir
voluntariamente a Jerusalén para recibir el trato que les había dicho que iba a
recibir. ¿Cómo podía resignarse a una suerte tal y dejarlos en mayores tinieblas
que aquellas en las cuales se debatían antes que se revelase a ellos?
EN LA REGIÓN DE
CESÁREA DE FILIPOS, CRISTO ESTABA FUERA DEL ALCANCE DE HERODES Y CAIFÁS, razonaban los
discípulos. No tenían nada que temer del odio de los judíos ni del poder de los
romanos. ¿Por qué no trabajar allí, lejos de los fariseos? ¿Por qué necesitaba
entregarse a la muerte? Si había de morir, ¿cómo podría establecerse su
reino tan firmemente que las puertas del infierno no prevaleciesen contra él?
Para los discípulos, esto era, a la verdad, un misterio.
YA ESTABAN
VIAJANDO POR LA RIBERA DEL MAR DE GALILEA HACIA LA CIUDAD DONDE TODAS SUS
ESPERANZAS QUEDARÍAN DESTROZADAS. No se atrevían a reprender a Cristo,
pero conversaban entre sí en tono bajo y pesaroso acerca de lo que sería el
futuro. Aun en medio de sus dudas, se aferraban al pensamiento de que alguna
circunstancia imprevista podría impedir la suerte que parecía aguardar a su
Señor. Así se entristecieron y dudaron, esperaron y temieron, durante seis
largos y lóbregos días. 388
(Este capítulo 45. Está basado en
San Mateo 16:13-28; San Marcos 8:27-38; San Lucas 9:18-27).
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