(Este
capítulo 67. Está basado en San Mateo Capitulo 23; San Marcos 12:41-44; San
Lucas 20:45-47; 21:1-4).
ERA EL ÚLTIMO DÍA
QUE CRISTO ENSEÑARA EN EL TEMPLO. La atención de todos los que formaban
las vastas muchedumbres que se habían reunido en Jerusalén había sido atraída a
él; el pueblo se había congregado en los atrios del templo, y atento a la
contienda que se había desarrollado, no había perdido una palabra de las que
cayeron de los labios de Jesús. Nunca se había presenciado una escena tal.
ALLÍ ESTABA EL
JOVEN GALILEO, SIN HONORES TERRENALES NI INSIGNIAS REALES. En derredor de
él estaban los sacerdotes con sus lujosos atavíos, los gobernantes con sus
mantos e insignias que indicaban su posición exaltada, y los escribas teniendo
en las manos los rollos a los cuales se referían con frecuencia. Jesús estaba
serenamente delante de ellos con la dignidad de un rey.
COMO INVESTIDO
DE LA AUTORIDAD CELESTIAL, miraba sin vacilación a sus adversarios, que habían
rechazado y despreciado sus enseñanzas, y estaban sedientos de su vida. Le
habían asaltado en gran número, pero sus maquinaciones para entramparle y
condenarle habían sido inútiles. Había hecho frente a un desafío tras otro,
presentando la verdad pura y brillante en contraste con las tinieblas y los
errores de los sacerdotes y fariseos. Había expuesto a estos dirigentes su
verdadera condición, y la retribución que con seguridad se atraerían si
persistían en sus malas acciones. La amonestación había sido dada fielmente.
SIN EMBARGO,
CRISTO TENÍA AÚN OTRA OBRA QUE HACER. Le quedaba todavía un propósito por
cumplir. El interés del pueblo en Cristo y su obra había aumentado
constantemente.
A LOS
CIRCUNSTANTES LES ENCANTABA SU ENSEÑANZA, PERO TAMBIÉN LOS DEJABA MUY PERPLEJOS. Habían
respetado a los sacerdotes y rabinos por su inteligencia y piedad aparente. En
todos los asuntos religiosos, habían prestado siempre obediencia implícita a su
autoridad. Pero ahora veían que estos hombres trataban de desacreditar a Jesús,
maestro 563 cuya virtud y conocimiento se destacaban con mayor brillo a cada
asalto que sufría. Miraban los semblantes agachados de los sacerdotes y ancianos,
y allí veían confusión y derrota. Se maravillaban de que los sacerdotes no
quisieran creer en Jesús, cuando sus enseñanzas eran tan claras y sencillas. No
sabían ellos mismos qué conducta asumir. Con ávida ansiedad, se fijaban en los
movimientos de aquellos cuyos consejos habían seguido siempre.
EN LAS
PARÁBOLAS QUE CRISTO HABÍA PRONUNCIADO, era su propósito amonestar a los
sacerdotes e instruir a la gente que estaba dispuesta a ser enseñada. Pero era
necesario hablar aún más claramente.
LA GENTE ESTABA
ESCLAVIZADA POR SU ACTITUD REVERENTE HACIA LA TRADICIÓN y por su fe
ciega en un sacerdocio corrompido. Cristo debía romper esas cadenas. El
carácter de los sacerdotes, gobernantes y fariseos debía ser expuesto
plenamente. "Sobre la cátedra de Moisés --dijo él,-- se sentaron los escribas
y los Fariseos: así que todo lo que os dijeren que guardéis, guardadlo y
hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras: porque dicen y no hacen."
LOS ESCRIBAS Y
LOS FARISEOS ASEVERABAN ESTAR INVESTIDOS DE AUTORIDAD DIVINA SIMILAR A LA DE
MOISÉS.
Aseveraban reemplazarle como expositores de la ley y jueces del pueblo. Como
tales, exigían del pueblo absoluto respeto y obediencia.
JESÚS
INVITÓ A SUS OYENTES A HACER LO QUE LOS RABINOS LES ENSEÑABAN SEGÚN LA LEY,
PERO NO A SEGUIR SU EJEMPLO. Ellos mismos no practicaban sus propias enseñanzas. Y,
además, enseñaban muchas cosas contrarias a las Escrituras. Jesús
dijo: "Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre
los hombros de los hombres; mas ni aun con su dedo las quieren mover."
LOS FARISEOS
IMPONÍAN UNA MULTITUD DE REGLAMENTOS FUNDADOS EN LA TRADICIÓN, que
restringían irracionalmente la libertad personal. Y explicaban ciertas
porciones de la ley de tal manera que imponían al pueblo observancias que ellos
mismos pasaban por alto en secreto, y de las cuales, cuando respondía a su
propósito, hasta aseveraban estar exentos. Su objeto constante consistía en
hacer ostentación de su piedad. Para ellos, nada era demasiado sagrado para
servir a este fin.
DIOS
HABÍA DICHO A MOISÉS ACERCA DE SUS LEYES: "Has 564 de atarlas por señal en tu
mano, y estarán por frontales entre tus ojos." (Deuteronomio 6:8). Estas palabras
tienen un significado profundo. A medida que se medite en la Palabra de Dios y
se la practique, el ser entero quedará ennoblecido. Al obrar con justicia y
misericordia, las manos revelarán, como señal, los principios de la ley de
Dios. Se mantendrán libres de cohecho, y de todo lo que sea corrupto y
engañoso. Serán activas en obras de amor y compasión. Los ojos, dirigidos hacia
un propósito noble, serán claros y veraces. El semblante y los ojos expresivos
atestiguarán el carácter inmaculado de aquel que ama y honra la Palabra de
Dios.
PERO LOS JUDÍOS
DEL TIEMPO DE CRISTO NO DISCERNÍAN TODO ESO. La orden dada a Moisés había
sido torcida en el sentido de que los preceptos de la Escritura debían llevarse
sobre la persona. Por consiguiente se escribían en tiras de pergamino o
filacterias que se ataban en forma conspicua en derredor de la cabeza y de las
muñecas. Pero esto no daba a la ley de Dios dominio más firme sobre la mente y
el corazón. Se llevaban estos pergaminos simplemente como insignias para llamar
la atención. Se creía que daban a quienes los llevasen un aire de devoción
capaz de inspirar reverencia al pueblo.
JESÚS
ASESTÓ UN GOLPE A ESTA VANA PRETENSIÓN: "Antes, todas sus obras hacen para ser mirados de los hombres;
porque ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos; y aman
los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas; y
las salutaciones en las plazas, y ser llamados de los hombres Rabbí, Rabbí. Mas
vosotros, no queráis ser llamados Rabbí; porque uno es vuestro Maestro, el
Cristo; y todos vosotros sois hermanos. Y vuestro padre no llaméis a nadie en la
tierra; porque uno es vuestro Padre, el cual está en los cielos. Ni seáis
llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo."
EN ESTAS CLARAS
PALABRAS, EL SALVADOR REVELÓ LA AMBICIÓN EGOÍSTA que
constantemente procuraba obtener cargos y poder manifestando una humildad
ficticia, mientras el corazón estaba lleno de avaricia y envidia.
CUANDO LAS
PERSONAS ERAN INVITADAS A UNA FIESTA, los huéspedes se sentaban de acuerdo
con su jerarquía, y los que obtenían el puesto más honorable recibían la
primera atención y favores especiales. Los fariseos estaban siempre maquinando
para obtener estos honores. Jesús reprendió esta práctica. 565
TAMBIÉN REPRENDIÓ LA VANIDAD MANIFESTADA AL CODICIAR EL TÍTULO DE
RABINO O MAESTRO. Declaró que este título no pertenecía a los
hombres, sino a Cristo. Los sacerdotes, escribas, gobernantes, expositores y
administradores de la ley, eran todos hermanos, hijos de un mismo Padre. Jesús
enseñó enfáticamente a la gente que no debía dar a ningún hombre un título de
honor que indicase su dominio de la conciencia y la fe.
SI CRISTO ESTUVIESE EN LA TIERRA HOY RODEADO POR AQUELLOS QUE LLEVAN EL TÍTULO DE "REVERENDO" O "REVERENDÍSIMO," ¿no repetiría su aserto: "Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo"?
La Escritura declara acerca de Dios: "Santo y terrible [reverendo, en
inglés] es su nombre." (Salmos 111:9). ¿A
qué ser humano cuadra un título tal?
CUÁN POCO
REVELA EL HOMBRE DE LA SABIDURÍA Y JUSTICIA QUE INDICA. Cuántos de los
que asumen este título representan falsamente el nombre y el carácter de Dios.
¡Ay, cuántas veces la ambición y el despotismo mundanales y los pecados más
viles han estado ocultos bajo las bordadas vestiduras de un cargo alto y santo!
EL SALVADOR CONTINUÓ: "EL QUE ES EL MAYOR DE VOSOTROS, SEA
VUESTRO SIERVO. Porque el que se ensalzare, será humillado; y el que se humillare, será
ensalzado." Repetidas veces Cristo había enseñado que la
verdadera grandeza se mide por el valor moral. En la estima del cielo, la
grandeza de carácter consiste en vivir para el bienestar de nuestros
semejantes, en hacer obras de amor y misericordia. Cristo, el Rey de gloria,
fue siervo del hombre caído.
"¡AY DE
VOSOTROS, ESCRIBAS Y FARISEOS, HIPÓCRITAS! --DIJO JESÚS,-¬porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; que ni
vosotros entráis, ni a los que están entrando dejáis entrar." Pervirtiendo
las Escrituras, los sacerdotes y doctores de la ley cegaban la mente de
aquellos que de otra manera habrían recibido un conocimiento del reino de
Cristo y la vida interior y divina que es esencial para la verdadera santidad.
"¡AY DE
VOSOTROS, ESCRIBAS Y FARISEOS, HIPÓCRITAS! porque coméis las casas de las
viudas, y por pretexto hacéis larga oración: por esto llevaréis más grave
juicio." Los fariseos ejercían gran influencia sobre la gente, y
la aprovechaban para servir sus propios intereses. Conquistaban la confianza de
viudas piadosas, y les indicaban que era su deber dedicar su propiedad 566 a
fines religiosos. Habiendo conseguido el dominio de su dinero, los astutos
maquinadores lo empleaban para su propio beneficio.
PARA CUBRIR SU
FALTA DE HONRADEZ, OFRECÍAN LARGAS ORACIONES EN PÚBLICO y hacían gran
ostentación de piedad. Cristo declaró que esta hipocresía les atraería mayor
condenación. La misma reprensión cae sobre muchos que en nuestro tiempo hacen
alta profesión de piedad. Su vida está manchada de egoísmo y avaricia, pero
arrojan sobre ella un manto de aparente pureza, y así por un tiempo engañan a
sus semejantes. Pero no pueden engañar a Dios. El lee todo propósito del
corazón, y juzgará a cada uno según sus obras.
CRISTO
NO ESCATIMÓ LA CONDENACIÓN DE LOS ABUSOS, pero se esmeró
en no reducir las obligaciones. Reprendió el egoísmo que extorsionaba y
aplicaba mal los donativos de la viuda.
AL MISMO TIEMPO, ALABÓ A LA VIUDA QUE HABÍA TRAÍDO SU
OFRENDA A LA TESORERÍA DE DIOS. El Abuso Que Hacía El Hombre Del Donativo No
Podía Desviar La Bendición Que Dios Concedía A La Dadora. Jesús estaba en el atrio donde se
hallaban los cofres del tesoro, y miraba a los que venían para depositar sus
donativos. Muchos de los ricos traían sumas elevadas, que presentaban con gran
ostentación. Jesús los miraba tristemente, pero sin hacer comentario acerca de
sus ingentes ofrendas.
LUEGO SU ROSTRO
SE ILUMINÓ AL VER A UNA POBRE VIUDA ACERCARSE CON VACILACIÓN, como temerosa
de ser observada. Mientras Los Ricos Y
Altaneros Pasaban Para Depositar Sus Ofrendas, ella vacilaba como si no se
atreviese a ir más adelante. Y sin embargo, anhelaba hacer algo, por poco que
fuese, en favor de la causa que amaba. Miraba el donativo que tenía en la mano.
Era muy pequeño en comparación con los que traían aquellos que la rodeaban,
pero era todo lo que tenía. Aprovechando su oportunidad, echó apresuradamente
sus dos blancas y se dio vuelta para irse. Pero al hacerlo, notó que la mirada
de Jesús se fijaba con fervor en ella. El Salvador llamó a sí a sus discípulos,
y les pidió que notasen la pobreza de la viuda. Entonces sus palabras de elogio
cayeron en los oídos de ella: "De verdad os digo, que esta pobre
viuda echó más que todos." Lágrimas de gozo llenaron sus ojos al
sentir que su acto era comprendido y apreciado. Muchos le habrían aconsejado
que guardase su pitanza para 567 su propio uso. Puesto en las manos de los bien
alimentados sacerdotes, se perdería de vista entre los muchos y costosos
donativos traídos a la tesorería.
PERO JESÚS
COMPRENDÍA EL MOTIVO DE ELLA. Ella creía que el servicio del templo
era ordenado por Dios, y anhelaba hacer cuanto pudiese para sostenerlo. Hizo lo
que pudo, y su acto había de ser un monumento a su memoria para todos los
tiempos, y su gozo en la eternidad. Su corazón acompañó a su donativo,
cuyo valor se había de estimar, no por el de la moneda, sino por el amor hacia
Dios y el interés en su obra que había impulsado la acción.
JESÚS DIJO
ACERCA DE LA POBRE VIUDA: "ECHÓ MÁS QUE TODOS." Los ricos
habían dado de su abundancia, muchos de ellos para ser vistos y honrados de los
hombres. Sus grandes donativos no los habían privado de ninguna comodidad, ni
siquiera de algún lujo; no habían requerido sacrificio alguno y no podían
compararse en valor con las blancas de la viuda.
Es el motivo lo que da carácter a nuestros actos,
marcándolos con ignominia o con alto valor moral. No son las cosas grandes que
todo ojo ve y que toda lengua alaba lo que Dios tiene por más precioso. Los
pequeños deberes cumplidos alegremente, los pequeños donativos dados sin
ostentación, y que a los ojos humanos pueden parecer sin valor, se destacan con
frecuencia más altamente a su vista. Un corazón lleno de fe y de amor es más
apreciable para Dios que el don más costoso.
LA POBRE VIUDA
DIO LO QUE NECESITABA PARA VIVIR AL DAR LO POCO QUE DIO. Se privó de
alimento para entregar esas dos blancas a la causa que amaba. Y lo hizo con fe,
creyendo que su Padre celestial no pasaría por alto su gran necesidad. Fue este
espíritu abnegado y esta fe infantil lo que mereció el elogio del Salvador.
Entre los pobres hay muchos que desean demostrar su gratitud a Dios por su
gracia y verdad. Anhelan participar con sus hermanos más prósperos en el
sostenimiento de su servicio. Estas almas no deben ser repelidas. Permítaseles
poner sus blancas en el banco del cielo. Si las dan con corazón lleno de amor
por Dios, estas aparentes bagatelas llegan a ser donativos consagrados,
ofrendas inestimables que Dios aprecia y bendice.
CUANDO
JESÚS DIJO ACERCA DE LA VIUDA: "ECHÓ MÁS QUE TODOS" 568 sus
palabras expresaron la verdad no sólo en cuanto al motivo, sino acerca de los
resultados de su don. Las "dos blancas, que son un maravedí," han
traído a la tesorería de Dios una cantidad de dinero mucho mayor que las
contribuciones de aquellos judíos ricos. La influencia de ese pequeño donativo
ha sido como un arroyo, pequeño en su principio, pero que se ensancha y se
profundiza a medida que va fluyendo en el transcurso de los siglos. Ha
contribuido de mil maneras al alivio de los pobres y a la difusión del
Evangelio. El ejemplo de abnegación de esa mujer ha obrado y vuelto a obrar en
miles de corazones en todo país, en toda época. Ha impresionado tanto a ricos
como a pobres, y sus ofrendas han aumentado el valor de su donativo.
LA
BENDICIÓN DE DIOS SOBRE LAS BLANCAS DE LA VIUDA HA HECHO DE ELLAS UNA FUENTE DE
GRANDES RESULTADOS. Así también sucede con cada don entregado y todo acto
realizado con un sincero deseo de glorificar a Dios. Está vinculado con los
propósitos de la Omnipotencia. Nadie puede
medir sus resultados para el bien.
EL SALVADOR
CONTINUÓ DENUNCIANDO A LOS ESCRIBAS Y FARISEOS: "¡Ay
de vosotros, guías ciegos! que decís: Cualquiera que jurare por el templo es
nada; mas cualquiera que jurare por el oro del templo, deudor es. ¡Insensatos y
ciegos! porque ¿cuál es mayor, el oro, o el templo que santifica al oro? Y:
Cualquiera que jurare por el altar, es nada; más cualquiera que jurare por el
presente que está sobre él, deudor es. ¡Necios y ciegos! porque, ¿cuál es
mayor, el presente, o el altar que santifica al presente?"
LOS SACERDOTES
INTERPRETABAN LOS REQUERIMIENTOS DE DIOS SEGÚN SU PROPIA NORMA FALSA Y ESTRECHA. Presumían de
hacer delicadas distinciones en cuanto a la culpa comparativa de diversos
pecados, pasando ligeramente sobre algunos, y tratando a otros, que eran tal
vez de menor consecuencia, como imperdonables. Por cierta consideración
pecuniaria, dispensaban a las personas de sus votos. Y por grandes sumas de
dinero, pasaban a veces por alto crímenes graves. Al mismo tiempo, estos
sacerdotes y gobernantes pronunciaban en otros casos severos juicios por
ofensas triviales.
"¡AY DE VOSOTROS, ESCRIBAS Y FARISEOS, HIPÓCRITAS porque diezmáis la menta y el eneldo y
el comino, y dejasteis lo que es lo más grave de la ley, es a saber, el juicio
y la misericordia 569 y la fe: esto era menester hacer, y no dejar lo
otro."!
EN ESTAS
PALABRAS Cristo Vuelve A Condenar El Abuso De La Obligación Sagrada. No descarta
la obligación misma.
EL SISTEMA DEL
DIEZMO ERA ORDENADO POR DIOS y había sido observado desde los
tiempos más remotos. Abrahán, padre de los fieles, pagó diezmo de todo lo que
poseía. Los gobernantes judíos reconocían la obligación de pagar diezmo, y eso
estaba bien; pero no dejaban a la gente libre para ejecutar sus propias
convicciones del deber. Habían trazado reglas arbitrarias para cada caso. Los
requerimientos habían llegado a ser tan complicados que era imposible
cumplirlos. Nadie sabía cuándo sus obligaciones estaban satisfechas. Como Dios
lo dio, el sistema era justo y razonable, pero los sacerdotes y rabinos habían
hecho de él una carga pesada. Todo lo que Dios ordena tiene importancia. Cristo
reconoció que el pago del diezmo es un deber; pero demostró que no podía
disculpar la negligencia de otros deberes. Los fariseos eran muy exactos en
diezmar las hierbas del jardín como la menta, el anís y el comino; esto les
costaba poco, y les daba reputación de meticulosos y santos. Al mismo tiempo,
sus restricciones inútiles oprimían a la gente y destruían el respeto por el
sistema sagrado ideado por Dios mismo. Ocupaban la mente de los hombres con
distinciones triviales y apartaban su atención de las verdades esenciales. Los
asuntos más graves de la ley: la justicia, la misericordia y la verdad, eran
descuidados. "Esto --dijo Cristo,-- era menester hacer, y no dejar lo otro."
OTRAS LEYES HABÍAN SIDO
PERVERTIDAS IGUALMENTE POR LOS RABINOS. En las instrucciones dadas por medio
de Moisés, se prohibía comer cosa inmunda. El consumo de carne de cerdo y de
ciertos otros animales estaba prohibido, porque podían llenar la sangre de
impurezas y acortar la vida. Pero los fariseos no dejaban estas restricciones
como Dios las había dado. Iban a extremos injustificados. Entre otras cosas,
exigían a la gente que colase toda el agua que bebiese, por si acaso contuviese
el menor insecto capaz de ser clasificado entre los animales inmundos.
JESÚS,
CONTRASTANDO ESTAS EXIGENCIAS TRIVIALES CON LA MAGNITUD DE SUS PECADOS REALES, dijo
a los fariseos: "¡Guías ciegos, que coláis el mosquito,
más tragáis el camello!" "¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos,
hipócritas! porque 570 sois semejantes a sepulcros blanqueados, que de fuera, a
la verdad, se muestran hermosos, más de dentro están llenos de huesos de
muertos y de toda suciedad." Como la tumba blanqueada y
hermosamente decorada ocultaba en su interior restos putrefactos, la santidad
externa de los sacerdotes y gobernantes ocultaba iniquidad.
JESÚS CONTINUÓ:
"¡AY DE VOSOTROS, ESCRIBAS Y FARISEOS, HIPÓCRITAS! porque
edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los
justos, y decís: Si fuéramos en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido
sus compañeros en la sangre de los profetas. Así que, testimonio dais a
vosotros mismos, que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas." A
fin de manifestar su estima por los profetas muertos, los judíos eran muy
celosos en hermosear sus tumbas; pero no aprovechaban sus enseñanzas, ni
prestaban atención a sus reprensiones.
EN LOS DÍAS DE
CRISTO, SE MANIFESTABA CONSIDERACIÓN SUPERSTICIOSA HACIA LOS LUGARES DE
DESCANSO DE LOS MUERTOS, y se prodigaban grandes sumas de dinero para adornarlos. A
la vista de Dios, esto era idolatría. En su indebida consideración por los
muertos, los hombres demostraban que no amaban a Dios sobre todas las cosas ni
a su prójimo como a sí mismos.
LA MISMA IDOLATRÍA SE LLEVA A GRADOS EXTREMOS HOY. Muchos son
culpables de descuidar a la viuda y a los huérfanos, a los enfermos y a los
pobres, para edificar costosos monumentos en honor a los muertos. Gastan
pródigamente el tiempo, el dinero y el trabajo con este fin, mientras que no
cumplen sus deberes para con los vivos, deberes que Cristo ordenó claramente.
Los fariseos construían las tumbas de los profetas, adornaban sus sepulcros y
se decían unos a otros: Si hubiésemos vivido en los días de nuestros padres no
habríamos participado con ellos en el derramamiento de la sangre de los siervos
de Dios. Al mismo tiempo, se proponían quitar la vida de su Hijo. Esto debiera
ser una lección para nosotros. Debiera abrir nuestros ojos acerca del poder que
tiene Satanás para engañar el intelecto que se aparta de la luz de la verdad.
MUCHOS SIGUEN
EN LAS HUELLAS DE LOS FARISEOS. Reverencian a aquellos que murieron
por su fe. Se admiran de la ceguera de los judíos al rechazar a Cristo.
Declaran: Si hubiésemos vivido en su tiempo, habríamos recibido gozosamente sus
enseñanzas; nunca habríamos 571 participado en la culpa de aquellos que
rechazaron al Salvador. Pero cuando la obediencia a Dios requiere abnegación y
humillación, estas mismas personas ahogan sus convicciones y se niegan a
obedecer. Así manifiestan el mismo espíritu que los fariseos a quienes Cristo
condenó. Poco comprendían los judíos la terrible responsabilidad que entrañaba
el rechazar a Cristo.
DESDE EL TIEMPO
EN QUE FUE DERRAMADA LA PRIMERA SANGRE INOCENTE, cuando el
justo Abel cayó a manos de Caín, se ha repetido la misma historia, con
culpabilidad cada vez mayor. En cada época, los profetas levantaron su voz
contra los pecados de reyes, gobernantes y pueblo, pronunciando las palabras
que Dios les daba y obedeciendo su voluntad a riesgo de su vida. De generación
en generación, se fue acumulando un terrible castigo para los que rechazaban la
luz y la verdad.
LOS ENEMIGOS DE
CRISTO ESTABAN AHORA ATRAYENDO ESE CASTIGO SOBRE SUS CABEZAS. El pecado de
los sacerdotes y gobernantes era mayor que el de cualquier generación
precedente. Al rechazar al Salvador se estaban haciendo responsables de la
sangre de todos los justos muertos desde Abel hasta Cristo. Estaban por hacer
rebosar la copa de su iniquidad. Y pronto sería derramada sobre sus cabezas en
justicia retributiva. Jesús se lo advirtió: "Para que venga sobre
vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la
sangre de Abel el justo, hasta la sangre de Zacarías, hijo de Barachías, al
cual matasteis entre el templo y el altar. De cierto os digo que todo esto
vendrá sobre esta generación."
LOS ESCRIBAS Y FARISEOS QUE ESCUCHABAN A JESÚS
SABÍAN QUE SUS PALABRAS ERAN LA VERDAD. Sabían cómo había sido muerto el
profeta Zacarías. Mientras las palabras de amonestación de Dios estaban sobre
sus labios, una furia satánica se apoderó del rey apóstata, y a su orden se dio
muerte al profeta. Su sangre manchó las mismas piedras del atrio del templo, y
no pudo ser borrada; permaneció como testimonio contra el Israel apóstata.
Mientras subsistiese el templo, allí estaría la mancha de aquella sangre justa,
clamando por venganza a Dios.
CUANDO JESÚS SE
REFIRIÓ A ESTOS TERRIBLES PECADOS, una conmoción de horror sacudió a la
multitud.
MIRANDO
HACIA ADELANTE, JESÚS DECLARÓ QUE LA IMPENITENCIA 572 DE LOS JUDÍOS y su
intolerancia para con los siervos de Dios, sería en lo futuro la misma que en
lo pasado: "Por tanto, he aquí, yo envío a vosotros profetas, y sabios, y escribas:
y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros de ellos azotaréis en
vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad." Profetas
y sabios, llenos de fe y del Espíritu Santo --Esteban, Santiago y muchos
otros,-- iban a ser condenados y muertos. Con la mano alzada hacia el cielo, y
mientras una luz divina rodeaba su persona, Cristo habló como juez a los que
estaban delante de él. Su voz, que se había oído frecuentemente en amables
tonos de súplica, se oía ahora en reprensión y condenación. Los oyentes se
estremecieron.
NUNCA HABÍA DE
BORRARSE LA IMPRESIÓN HECHA POR SUS PALABRAS Y SU MIRADA. La
indignación de Cristo iba dirigida contra la hipocresía, los groseros pecados
por los cuales los hombres destruían su alma, engañaban a la gente y
deshonraban a Dios. En el raciocinio especioso y seductor de los sacerdotes y
gobernantes, él discernió la obra de los agentes satánicos.
AGUDA Y ESCUDRIÑADORA HABÍA SIDO SU DENUNCIA DEL PECADO; PERO NO HABLÓ
PALABRAS DE REPRESALIAS. Sentía una santa ira contra el príncipe de las
tinieblas; pero no manifestó irritación. Así también el cristiano que vive en
armonía con Dios, y posee los suaves atributos del amor y la misericordia,
sentirá una justa indignación contra el pecado; pero no le incitará la pasión a
vilipendiar a los que le vilipendien. Aun al hacer frente a aquellos que,
movidos por un poder infernal, sostienen la mentira, conservará en Cristo la
serenidad y el dominio propio.
La
Compasión Divina Se Leía En El Semblante Del Hijo De Dios Mientras Dirigía Una
Última Mirada Al Templo Y Luego A Sus Oyentes.
CON VOZ AHOGADA POR LA PROFUNDA ANGUSTIA DE SU CORAZÓN Y AMARGAS LÁGRIMAS, EXCLAMÓ: "¡Jerusalem, Jerusalem, que matas a los profetas, y apedreas a los que son enviados a ti! ¡cuántas veces quise juntar tus hijos, como la gallina junta sus pollos debajo de las alas, y no quisiste!" Esta es la lucha de la separación.
En
el lamento de Cristo, se exhala el anhelo del corazón de Dios. Es la misteriosa
despedida del amor longánime de la Divinidad. Los Fariseos Y Saduceos Quedaron Todos Callados.
JESÚS REUNIÓ A SUS DISCÍPULOS Y SE DISPUSO A ABANDONAR EL TEMPLO,
573 no como quien estuviese derrotado y obligado a huir de la presencia de sus
enemigos, sino como quien ha terminado su obra. Se retiró vencedor de la
contienda. Las gemas de verdad que cayeron de los labios de Cristo en aquel día
memorable, fueron atesoradas en muchos corazones. Hicieron brotar a la vida
nuevos pensamientos, despertaron nuevas aspiraciones y crearon una nueva
historia.
DESPUÉS DE LA
CRUCIFIXIÓN Y LA RESURRECCIÓN DE CRISTO, estas personas se adelantaron y
cumplieron su comisión divina con una sabiduría y un celo correspondientes a la
grandeza de la obra. Dieron un mensaje que impresionaba el corazón de los
hombres, debilitando las antiguas supersticiones que habían empequeñecido durante
tanto tiempo la vida de millares.
ANTE SU
TESTIMONIO, LAS TEORÍAS Y LAS FILOSOFÍAS HUMANAS LLEGARON A SER COMO FÁBULAS OCIOSAS.
Grandes fueron los resultados de las palabras del Salvador a esta muchedumbre
llena de asombro y pavor en el templo de Jerusalén.
PERO ISRAEL
COMO NACIÓN SE HABÍA DIVORCIADO DE DIOS. Las ramas naturales del olivo estaban
quebradas.
MIRANDO POR
ÚLTIMA VEZ AL INTERIOR DEL TEMPLO, JESÚS DIJO CON TONO PATÉTICO Y LASTIMOSO: "He
aquí vuestra casa os es dejada desierta. Porque os digo que desde ahora no me
veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor."
Hasta aquí había llamado al templo casa de su Padre; pero ahora, al salir el
Hijo de Dios de entre sus murallas, la presencia de Dios se iba a retirar para
siempre del templo construido para su gloria. Desde entonces sus ceremonias no
tendrían significado, sus ritos serían una mofa. 574 DTG/EGW
(Este capítulo 67. Está basado en San Mateo Capitulo 23; San Marcos 12:41-44; San Lucas 20:45-47; 21:1-4).
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