domingo, julio 04, 2021

REFLEXIÓN 751. CONCLUYE EL MINISTERIO EN JERUSALÉN, PASCUA, AÑO 31 DC/ Crucifixión Y Entierro De Jesús (LUCAS 23:26-56).

Lucas 23:26-56. Crucifixión Y Entierro De Jesús. Vers. (26-33) Simón de Cirene, es obligado a llevar la cruz. Cristo dice a las mujeres que se lamentan por él, que lloren por ellas y sus hijos por las desgracias que les sobrevendrán. (34-38) Ora por sus enemigos. (39-45) Dos malhechores son crucificados con él. (46-49) Su muerte (50-56) y entierro.

26 Y llevándole, tomaron a cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevase tras Jesús. 27 Y le seguía gran multitud del pueblo, y de mujeres que lloraban y hacían lamentación por él. 28 Pero Jesús, vuelto hacia ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos.

29 Porque he aquí vendrán días en que dirán: Bienaventuradas las estériles, y los vientres que no concibieron, y los pechos que no criaron. 30 Entonces comenzarán a decir a los montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos.  31 Porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará? 32 Llevaban también con él a otros dos, que eran malhechores, para ser muertos. 33 Y cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.

34 Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.  Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes. 35 Y el pueblo estaba mirando; y aun los gobernantes se burlaban de él, diciendo: A otros salvó; sálvese a sí mismo, si éste es el Cristo, el escogido de Dios. 36 Los soldados también le escarnecían, acercándose y presentándole vinagre. 37 y diciendo: Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo. 38 Había también sobre él un título escrito con letras griegas, latinas y hebreas: ESTE ES EL REY DE LOS JUDIOS.

39 Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. 40 Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? 41 Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo42 Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. 43 Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso. 44 Cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. 45 Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por la mitad. 

46 Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró. 47 Cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo: Verdaderamente este hombre era justo48 Y toda la multitud de los que estaban presentes en este espectáculo, viendo lo que había acontecido, se volvían golpeándose el pecho. 49 Pero todos sus conocidos, y las mujeres que le habían seguido desde Galilea, estaban lejos mirando estas cosas. 

50 Había un varón llamado José, de Arimatea, ciudad de Judea, el cual era miembro del concilio, varón bueno y justo. 51 Este, que también esperaba el reino de Dios, y no había consentido en el acuerdo ni en los hechos de ellos, 52 fue a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús. 53 Y quitándolo, lo envolvió en una sábana, y lo puso en un sepulcro abierto en una peña, en el cual aún no se había puesto a nadie.

54 Era día de la preparación, y estaba para comenzar el día de reposo. 55 Y las mujeres que habían venido con él desde Galilea, siguieron también, y vieron el sepulcro, y cómo fue puesto su cuerpo. 56 Y vueltas, prepararon especias aromáticas y ungüentos; y descansaron el día de reposo, conforme al mandamiento. (Lucas 23).

EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 1-28.

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EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 1-16

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26. Y llevándole. [Crucifixión y muerte de Jesús, Luc. 23:26-49 = Mat. 27:31b-56 = Mar. 15:20-41 = Juan 19:17-37. Comentario principal: Mateo y Juan.]

27. Gran multitud. Entre el gentío, también estaban los discípulos, pero "le seguían de lejos" (DTG 692).

28. Vuelto hacia ellas. Es probable que esto hubiera sido imposible si en ese momento Jesús estuviera llevando su cruz.

Hijas. Jesús se dirigió a las mujeres como habitantes de Jerusalén.

No lloréis por mí. Sin embargo, Jesús no estaba despreciando su simpatía ni las reprendía por manifestársela (DTG 692).

29. Vendrán días. Jesús se refiere ahora al sitio del año 70 d. C. (DTG 692; ver com. Mat. 24:15-20).

Bienaventuradas las estériles. Los judíos solían considerar que la esterilidad era una maldición (ver com. cap. 1:7,25).

30. Decir a los montes. Cf. Oseas 10:8; Apoc. 6:16.

31. Verde. Gr. hugrós, "húmedo", "mojado", como sucede con un árbol, lleno de savia.  Al hablar de un "árbol verde" Jesús se estaba refiriendo a sí mismo (DTG 692). Él era inocente, y si las cosas que sucedían en ese momento podían ocurrirle a una persona inocente, ¿cuál no sería entonces la suerte de los culpables?

En el seco. Esta figura de lenguaje describe el estado espiritual de la sociedad judía, lo que hizo que todos fueran rechazados como el pueblo escogido de Dios y que su nación se desintegrara (ver t. IV, pp. 27-40).

¿Qué no se hará? Jesús se refiere de nuevo a las calamidades que acompañarían a la caída de Jerusalén, unos 40 años más tarde (ver com. vers. 29).

34. Padre, perdónalos. Jesús se refería a los romanos y también a los judíos que habían causado su condenación y crucifixión (DTG 693); sin embargo, su oración no podría por sí misma quitar la culpa de ellos (DTG 694). Esta oración abarca, en un sentido más amplio, a todos los pecadores hasta el fin del tiempo, porque todos son culpables del derramamiento de la sangre de Jesús (DTG 694).

Esta es la primera de las siete veces que Jesús habló mientras colgaba de la cruz, llamadas muchas veces "las siete últimas palabras". Ningún evangelista menciona más de tres ni menos de una de éstas. 

"Las siete palabras", ordenadas cronológicamente, son las siguientes: 

1)."Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (vers. 34). 

2)."De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso" (vers. 43). 

3)."Mujer, he ahí tu hijo... [Hijo], he ahí tu madre" (Juan 19:26-27). 

4)."Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" (Mat. 27:46; Mar. 15:34). 

5)."Tengo sed" (Juan 19:28). 

6)."Consumado es" (Juan 19:30). 

7."Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" (Luc. 23:46).

No saben. Los dirigentes judíos habían tomado una decisión deliberada contra Cristo, aunque habían tenido la plena luz de la verdad que él les había venido a revelar. Sin embargo, en cierta medida, no comprendían cabalmente lo que estaban haciendo; no percibían su acción dentro del contenido completo del gran conflicto entre el bien y el mal (DTG 693-694). El pueblo en general no tenía idea de lo que estaba ocurriendo, y sus burlas y mofas eran producto de su ignorancia. Ciegamente seguía a sus dirigentes (ver com. Mat. 27:54).

Si bien en tres de los MSS antiguos más importantes (P75, N, B) no figura esta plegaria de Jesús, la evidencia textual se inclina por incluirla, no necesariamente porque haya formado parte del Evangelio original, sino por su contenido y porque fue aceptada unánimemente en siglos posteriores.

35. Si éste. Estás palabras fueron dichas con desprecio (ver com. cap. 14:30; 15:2).

El Cristo. Es decir, el Mesías, el Ungido (ver com. Mat. 1:1).

36. Los soldados. Según el texto griego, las burlas de los soldados eran menos persistentes que las de los dirigentes judíos.

38. Letras griegas, latinas y hebreas. La evidencia textual favorece (cf. p. 147) la omisión de esta declaración en cuanto a los tres idiomas en los cuales estaba escrita la inscripción (ver com.  Mat. 27:37). Sin embargo, no hay duda de que esta frase es parte del original de Juan 19:20.

39. Si tú eres el Cristo. La evidencia textual establece (cf. p. 147) el texto: "¿No eres tú el Cristo?" (BJ). "¿No eres tú el Mesías?" (BC, NC).

40. ¿Ni aun temes tú a Dios? A pesar de que debes comparecer ante él en el día del juicio.

Misma condenación. Es decir, la misma sentencia. Un malhechor le dice al otro que él también es culpable, y le pregunta qué autoridad tiene para condenar a Jesús.

41. Justamente padecemos. Este ladrón fue tan sincero, que admitió llanamente su culpa. En cuanto a la importancia de la actitud que aquí se refleja en relación con la concesión de la misericordia divina, ver com. Mat. 5:3.

Ningún mal hizo. Literalmente "nada fuera de lugar hizo". Este ladrón, y probablemente también su compañero, había oído hablar a Jesús y había estado con él en el pretorio de Pilato; y juntos habían ido hasta el lugar de la ejecución (DTG 697). Después de haber visto y oído gran parte de lo que había ocurrido en las últimas horas, el ladrón que hablaba estaba plenamente convencido de que Jesús era todo lo que afirmaba ser. Y lo mismo sucedía con el centurión que supervisaba la ejecución (ver com. Mat. 27:54).

42. Cuando vengas. Literalmente "cuando quiera que vengas". El ladrón arrepentido aceptó a Jesús como Mesías y Salvador, como el que habría de reinar sobre el trono de David y restablecer todas las cosas (ver com. Mat. 1:1; 21:9; Luc. 19:10).

En tu reino. El concepto que tenía el ladrón arrepentido acerca del reino de Cristo era probablemente el que tenían la mayoría de sus compatriotas (ver com. cap. 4: 19). 

No hay indicación alguna de que hubiera albergado un concepto más claro del "reino" que el que tenían los discípulos (ver com. Mat. 18:1; 20:21). No debemos cometer el error de suponer que el ladrón comprendía plenamente las enseñanzas de Jesús acerca del reino; sin embargo, sus palabras indican claramente que creía en la resurrección de los justos (Hech. 24:15). La idea que tenía acerca de la resurrección quizá no era muy diferente de la que albergaba Marta (ver com. Juan 11:24). Aun los fariseos creían definidamente en la resurrección (Hech. 23:8).

No importa cuán imperfecta pudiera haber sido la comprensión que tenía el ladrón de la naturaleza del reino de Cristo y de la resurrección, la respuesta de éste debe entenderse a la luz de sus propias enseñanzas acerca de estos temas. La enseñanza de Jesús acerca de su futuro reino se resume en el com. Mat. 4:17; 25:31. 

Jesús declaró nítidamente que su reino no era de este mundo (Juan 18:36), y que su "reino" de gloria sería establecido únicamente cuando él volviera personalmente a la tierra (ver com. Mat. 24:3).

43. De cierto. Ver com. Mat. 5:18.

Te digo que hoy estarás. Según el texto griego, Jesús literalmente dijo: am'n soi légÇ s'meron met' emóu és' en tÇ paradéisÇ; esto es: "De cierto te digo hoy conmigo estarás en el paraíso". El texto griego se escribió -según se acostumbraba entonces- sin signos de puntuación, y la conjunción "que" es una añadidura que se ha hecho en no pocas versiones, especialmente en castellano.

Según el texto griego, el adverbio "hoy" podría modificar tanto al verbo "digo" como al verbo "estarás". Por lo tanto, lo que necesitamos saber es si Jesús quiso decir "te digo hoy" u "hoy estarás". Y para poder saber cuál es la enseñanza correcta es necesario que descubramos las respuestas de la Biblia a las siguientes preguntas: (1) ¿Qué es el paraíso? (2) ¿Fue Jesús al paraíso el mismo día en que murió? (3) ¿Qué enseñó Jesús acerca del momento cuando los seres humanos recibirán la recompensa en el paraíso? La primera pregunta se responde en el comentario de la palabra "paraíso"; la segunda y la tercera se contestan en el comentario a la palabra "conmigo".

Conmigo. En la víspera de la traición -menos de 24 horas antes de hacer esta promesa al ladrón- Jesús había dicho a los doce: "En la casa de mi Padre muchas moradas hay... voy, pues, a preparar lugar para vosotros... Vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis" (ver com. Juan 14:1-3). Sin embargo, tres días más tarde, Jesús le dijo a María: "Aún no he subido a mi Padre" (Juan 10:17). Es, pues, evidente que Jesús ni fue al paraíso ni estuvo en el paraíso el día de su crucifixión. Por lo tanto, el ladrón no podría haber estado con Jesús en el paraíso.

Paraíso. Gr. parádeisos, transliteración de la palabra persa pairidaeza, "lugar cercado", "parque", donde había árboles y donde con frecuencia se tenían animales para la caza. Estaba cercado de muros y algunas veces había torres para los cazadores. La palabra hebrea equivalente, pardes, tomada también del persa, se traduce como "bosque" (Neh. 2:8) y "jardín" (Ecl. 2:5). En la LXX, el jardín del Edén es el "paraíso" del Edén (ver com. Gén. 2:8) y la palabra parádeisos aparece comúnmente donde en español se emplea la palabra "huerto" (Heb. gan). Ver Gén. 3:1; Isa. 51:3; Joel 2:3; etc.

La palabra parádeisos aparece en el NT sólo en Luc. 23:43; 2 Cor. 12:4; Apoc. 2:7. En 2 Cor. 12:2-4 la palabra "paraíso" es evidentemente sinónimo de "cielo". Que Pablo no se refiera a un paraíso terrenal es muy claro, porque para él son una misma cosa ser arrebatado al "cielo" y ser arrebatado al "paraíso". 

Según Apoc. 2:7 el "árbol de la vida" aparece "en medio del paraíso de Dios", mientras que en Apoc. 21:1-3, 10; 22:1-5 el árbol de la vida aparece junto con la tierra nueva, la nueva Jerusalén, el río de la vida y el trono de Dios. No hay, pues, duda alguna de que en el NT parádeisos es siempre sinónimo de "cielo".

Cuando Jesús le aseguró al ladrón que tendría un lugar con él en el "paraíso", estaba refiriéndose a las "muchas moradas" de la casa de su Padre, y al momento cuando se reuniría con los suyos (ver com. Juan 14:1-3). 

A través de todo su ministerio Jesús había declarado específicamente que recompensaría "a cada uno conforme a sus obras" cuando volviera "en la gloria de su Padre con sus ángeles" (ver com. Mat. 16:27). Y sólo en ese momento invitará a los salvados de la tierra a que hereden el reino preparado para ellos "desde la fundación del mundo" (ver com. Mat. 25:31, 34; cf. Apoc. 22:12). 

Pablo enseñó que los que duermen en Jesús saldrán de sus tumbas cuando Cristo venga por segunda vez (1 Cor. 15:20-23), y entonces recibirán la inmortalidad (vers. 51-55). Los justos resucitados y los justos que estén vivos serán entonces arrebatados "para recibir al Señor en el aire, y así" estarán "siempre con el Señor" (1 Tes. 4:16-17). El ladrón estará con Jesús en el "paraíso", pero será después de la resurrección de los justos, la cual ocurrirá en la segunda venida del Señor.

Ya se señaló que en el texto griego de este pasaje no están ni la conjunción "que", ni la coma, ni los dos puntos que aparecen en no pocas versiones. Es evidente que tanto la conjunción "que" como la coma o los dos puntos responden a lo que entienden los traductores y revisores de la RVA, de la RVR y otras versiones acerca del estado de los muertos. Ni Jesús ni los escritores del NT creían ni tampoco enseñaban -ya lo hemos señalado- que los muertos van al paraíso inmediatamente después de morir. Alterar este versículo añadiendo una conjunción o signos de puntuación inexistentes en el texto original,* hace parecer que Jesús contradice lo que él y varios escritores del NT dicen claramente de otros pasajes. La promesa de Jesús al ladrón mientras ambos colgaban en sendas cruces, fue -entendida dentro de las enseñanzas del NT- la siguiente: "Te digo hoy: conmigo estarás en el paraíso" (ver com. Juan 4:35-36).

El ladrón no se preocupaba tanto por el momento cuando llegaría al paraíso, sino de que realmente llegara allí.  La sencilla declaración de Jesús le aseguró al malhechor que, sin duda, estaría en el cielo, sin importar cuán falto de méritos estuviera ni cuán imposible pareciera que Jesús -que estaba muriendo como si hubiera sido un criminal- pudiera cumplir tal promesa. En verdad, la presencia de Jesús en la cruz fue la que hizo posible tal esperanza.

45. El sol se oscureció. Algunos han sugerido que Lucas se refiere aquí a un eclipse de sol; sin embargo, es imposible que haya eclipse de sol en luna llena, y la pascua siempre se celebraba en la luna llena del mes de Nisán. La oscuridad de ese día fue sobrenatural. La BJ dice: "al eclipsarse el sol". La evidencia textual favorece (cf. p. 147) el texto "se eclipsó". Sin embargo, debe señalarse que el significado del verbo ekleípÇ es múltiple: "faltar", "cesar", "oscurecer", "eclipsar", etc.

46. Padre. Con referencia al empleo que Jesús daba a este término, ver com. Mat. 6:8. En cuanto a Dios como "Padre" en la literatura judía, ver com. Juan 5:18.

En tus manos. Jesús murió con las palabras de Sal. 31:5 en los labios. Esta actitud lleva a una sublime culminación el espíritu de humilde sumisión a la voluntad del Padre, ejemplificado a través de toda la vida terrenal de Jesús. Este mismo espíritu abnegado fue el que impulsó a Jesús a pronunciar en el huerto de Getsemaní estas palabras: "no sea como yo quiero, sino como tú" (Mat. 26:39). Con referencia a la perfecta sumisión de Cristo al Padre, ver com. Luc. 2:49. Dichosa la persona que vive y muere en las "manos" de Dios. Todo lo que tenemos está seguro si lo colocamos en sus manos.

Espíritu. Gr. pnéuma (ver com. cap. 8:55).

50. Un varón llamado José. [Jesús es sepultado, Luc. 23:50-56 = Mat. 27:57-61 = Mar. 15:42-47 = Juan 19:38-42. Comentario principal: Mateo y Marcos.]

51. No había consentido. José de Arimatea y Nicodemo no habían estado presentes en el concilio registrado en Juan 11:47-53 (DTG 497), ni tampoco en el juicio cuando se afirmó que Jesús había blasfemado (DTG 647-648, 719). 

Intencionalmente, ninguno de ellos fue invitado a esa reunión. El voto para condenar a Jesús fue unánime (Mar. 14:64). 

Si Nicodemo y José de Arimatea, varones justos, hubieran estado presentes, sin duda habrían elevado su voz en protesta como lo habían hecho en ocasiones anteriores (DTG 424, 497, 647, 718; ver com. Juan 7:50-51).

53. No se había puesto. En el texto griego la construcción es enfáticamente negativa, como si se dijera que jamás se había puesto alguien en esa tumba. "Nadie había sido puesto todavía" (BJ).  Ver com. Mat. 27:60.

54. Día de la preparación. Es decir, viernes (ver com. Mar. 15:42,46).

56. Descansaron el día de reposo. Lucas menciona específicamente el viernes como "día de la preparación" (vers. 54), el sábado, como "el día de reposo" (vers. 54, 56), y el domingo como "primer día de la semana" (cap. 24:1). No puede haber duda en cuanto a la secuencia de estos días ni a su identificación. Cristo fue crucificado el viernes, descansó en la tumba durante todo el sábado; y después de haber terminado la obra de la redención (ver com. Gén. 2:2-3; Eze. 20:20) resucitó al día siguiente, el domingo, "el primer día de la semana" (ver com. Luc. 24:1). 5CBA

COMENTARIOS DE EGW

26-46. DTG 690-705. "EL CALVARIO"

https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/dtg-capitulo-78-el-calvario.html

42-43. PVGM 207. “CÓMO SE DECIDE NUESTRO DESTINO” 

Parábola Del Hombre Rico Y Lázaro” 

https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/como-se-decide-nuestro-destino.html

46, 56. DTG 716,714,719. "EN LA TUMBA DE JOSÉ"

https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/dtg-capitulo-80-en-la-tumba-de-jose.html

*Aun las dudas asaltaron al moribundo Hijo de Dios. No podía ver a través de los portales de la tumba. Ninguna esperanza resplandeciente le presentaba su salida del sepulcro como vencedor ni la aceptación de su sacrificio de parte de su Padre. El Hijo de Dios sintió hasta lo sumo el peso del pecado del mundo en todo su espanto. 

El desagrado del Padre por el pecado y la penalidad de éste, la muerte, era todo lo que podía vislumbrar a través de esas pavorosas tinieblas. Se sintió tentado a temer que el pecado fuese tan ofensivo para los ojos de Dios que no pudiese reconciliarse con su Hijo. La fiera tentación de que su propio Padre le había abandonado para 227 siempre, le arrancó ese clamor angustioso en la cruz: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?"

Cristo experimentó mucho de lo que los pecadores sentirán cuando las copas de la ira de Dios sean derramadas sobre ellos. La negra desesperación envolverá como una mortaja sus almas culpables, y comprenderán en todo su sentido la pecaminosidad del pecado. La salvación ha sido comprada para ellos por los sufrimientos y la muerte del Hijo de Dios. Podría ser suya si la aceptaran voluntaria y gustosamente; pero ninguno está obligado a obedecer a la ley de Dios. Si niegan el beneficio celestial y prefieren los placeres y el engaño del pecado, consumarán su elección, pero al fin recibirán su salario: la ira de Dios y la muerte eterna. Estarán para siempre separados de la presencia de Jesús, cuyo sacrificio han despreciado. Habrán perdido una vida de felicidad y sacrificado la vida eterna por los placeres momentáneos del pecado.

La fe y la esperanza temblaron en medio de la agonía mortal de Cristo, porque Dios ya no le aseguró su aprobación y aceptación, como hasta entonces. El Redentor del mundo había confiado en las evidencias que le habían fortalecido hasta allí, de que su Padre aceptaba sus labores y se complacía en su obra. En su agonía mortal, mientras entregaba su preciosa vida, tuvo que confiar por la fe solamente en Aquel a quien había obedecido con gozo. No le alentaron claros y brillantes rayos de esperanza que iluminasen a diestra y siniestra. Todo lo envolvía una lobreguez opresiva. En medio de las espantosas tinieblas que la naturaleza formó por simpatía, el Redentor apuró la misteriosa copa hasta las heces. Mientras se le denegaba hasta la brillante esperanza y confianza en el triunfo que obtendría en lo futuro, exclamó con fuerte voz: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu." (Luc. 23:46.) Conocía el carácter de su Padre, su justicia, misericordia y gran amor, y sometiéndose a él se entregó en sus manos. En medio de las convulsiones de la naturaleza, los asombrados espectadores oyeron las palabras del moribundo del Calvario. 228

La naturaleza simpatizó con los sufrimientos de su Autor. La tierra convulsa y las rocas desgarradas proclamaron que era el Hijo de Dios quien moría. Hubo un gran terremoto. El velo del templo se rasgó en dos. El terror se apoderó de los verdugos y de los espectadores, cuando las tinieblas velaron al sol, la tierra tembló bajo sus pies y las rocas se partieron.  Las burlas y los escarnios de los príncipes de los sacerdotes y ancianos cesaron cuando Cristo entregó su espíritu en las manos de su Padre.  

La asombrada muchedumbre empezó a retirarse y a buscar a tientas, en las tinieblas, el camino de regreso a la ciudad.  Se golpeaban el pecho mientras iban, y con terror cuchicheaban entre sí: "Asesinaron a un inocente. ¿Qué será de nosotros, si verdaderamente él fuera, como lo afirmó, el Hijo de Dios?" 1JT 227.

Ministerio Hno. Pio


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