jueves, julio 08, 2021

REFLEXIÓN 759. (III). MINISTERIO DE JESÚS EN JUDEA, DE PASCUA A PASCUA, 28-29 D. C/ El Testimonio De Juan (JUAN 3: 22-36).

Juan 3:22-36. El bautismo, el testimonio y la doctrina de Juan concerniente a Cristo.

22 Después de esto, vino Jesús con sus discípulos a la tierra de Judea, y estuvo allí con ellos, y bautizaba23 Juan bautizaba también en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas, y venían, y eran bautizados. 24 Porque Juan no había sido aún encarcelado.

25 Entonces hubo discusión entre los discípulos de Juan y los judíos acerca de la purificación. 26 Y vinieron a Juan y le dijeron: Rabí, mira que el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste testimonio, bautiza, y todos vienen a él. 27 Respondió Juan y dijo: No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo. 28 Vosotros mismos me sois testigos de que dije: Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado delante de él. 29 El que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está a su lado y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo está cumplido.

30 Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe. 31 El que de arriba viene, es sobre todos: el que es de la tierra, es terrenal, y cosas terrenales habla; el que viene del cielo, es sobre todos. 32 Y lo que vio y oyó, esto testifica; y nadie recibe su testimonio. 33 El que recibe su testimonio, éste atestigua que Dios es veraz.

34 Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida. 35 El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano. 36 El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él. (Juan 3).

22. Después de esto. [Ministerio en Judea, Juan 3: 22-36.] Gr. metá taúta, una frase común para indicar un cambio (cf. cap. 5:1; 6: 1; 7:1). 

"Esto", los sucesos (cap. 2:13 a 3: 21), acontecieron en la pascua de 28 d. C. o poco después.

Sus discípulos. Juan, Andrés, Pedro, Felipe y Natanael (cap. 1:40-50).

A la tierra de Judea. Los acontecimientos (cap. 2:13 a 3:21) ocurrieron en Jerusalén o en sus proximidades. Desde Jerusalén, Jesús ahora extendió su ministerio a los pueblos y aldeas de Judea, donde trabajó por un período de unos ocho meses, más o menos desde abril a diciembre del año 28 d. C. (Nota Adicional com. Luc. 4).

Excepto el breve relato de Juan 3:22-36, el registro evangélico no consigna los detalles de este período del ministerio de nuestro Señor. Jesús dedicó la fase inicial de su ministerio público a Jerusalén y Judea, con el propósito específico de dar una oportunidad a los dirigentes para que fueran testigos de las pruebas de su misión divina, para que lo aceptaran como el Mesías y para que guiaran a la nación en el cumplimiento de la tarea divinamente ordenada para ella (DTG 198);

 Ver CBA Tomo. IV, páginas 28-32.

https://elaguila3008.blogspot.com/2020/08/el-papel-de-israel-en-la-profecia-del.html

Pero, a pesar del éxito aparente, los comienzos del ministerio en Judea carecieron mayormente de resultados prácticos (DTG 165, 211). En realidad, más conversiones verdaderas ocurrieron en el día de Pentecostés que en todo el ministerio terrenal de Cristo (ver Material Suplementario de EGW com. Hech. 2:1-4,14,41).

La gran popularidad de Jesús (Juan 3:26) despertó los celos de los discípulos de Juan a favor de su maestro, quien simultáneamente predicaba y bautizaba en la misma región. Por eso, transitoriamente, en torno del mes de diciembre, Jesús regresó a Galilea (cap. 4:1-3). Volvió a Jerusalén para la pascua de 29 d. C., cuando terminó su primer ministerio en Judea y se dedicó a su obra en Galilea (ver Nota Adicional com. Luc. 4; diagrama 219; com. Mat. 4:12; Luc. 4:16).

Estuvo. . . bautizaba. Los verbos griegos indican un ministerio prolongado. Al bautizar, Jesús dio su aprobación al ministerio de su precursor, pero no bautizaba en realidad sino bautizaban sus discípulos (cap. 4: 2). Al igual que Juan, sin duda Jesús eligió lugares donde hubiera "muchas aguas" (cap. 3:23). Acerca del rito mismo del bautismo, ver com. Mat. 3:6.

23. Juan bautizaba también. El ministerio de Juan continuó a lo menos hasta después del tiempo del retiro transitorio de Jesús de Judea, en torno del mes de diciembre.  

Fue arrestado y encarcelado entre ese tiempo y la pascua siguiente. 

(ver Nota Adicional com. Luc. 4; com. Luc. 3:19-20).

Enón, junto a Salim. No se conoce con certeza la ubicación de estos antiguos lugares.

Esta aldea está cerca de las cabeceras del Wadi Farah, donde hay numerosas vertientes. El lugar tradicional, ubicado por San Jerónimo, como a 12 km al sur de Escitópolis (Bet-sán), está cerca del río Jordán, donde parecería innecesario que Juan destacara que allí había "muchas aguas".

Esta descripción sólo tendría significado para una localidad comparativamente poco conocida, donde la posible falta de una abundante provisión de agua podría levantar la duda en cuanto a cómo podía bautizarse allí.  Ver mapa frente a la p. 353.

Muchas aguas. Este detalle sugiere el bautismo por inmersión, la única forma del rito en la cual hubieran sido indispensables "muchas aguas". Ver com. Mat. 3:6; Rom. 6:3-6.

24. Encarcelado. Juan estuvo encarcelado aproximadamente un año, más o menos desde el tiempo de la pascua de 29 d. C. hasta el mismo tiempo del año siguiente (ver com. Luc. 3:19-20).

25. Hubo discusión. Aunque por temor a la gente (Mat. 21:26) las autoridades judías eludieron un ataque directo contra Juan, en formas menos llamativas procuraron estorbar su obra.

El bautismo era el centro de la predicación de Juan (Mar. 1:4; Luc. 3:3) como un  símbolo de arrepentimiento y de limpieza del pecado. Los judíos bautizaban a los gentiles conversos para su purificación ceremonial. (ver com. Juan 3:3-5).

Pero Juan requería que los judíos aceptaran el rito, pues lo convirtió en una señal de arrepentimiento y de haberse apartado de una vida de pecado. 

Es cierto que los esenios practicaban el bautismo dándole un significado algo parecido al de Juan (ver pp. 64, 92), pero eran pocos en número y tenían poca influencia en la vida y el pensamiento de la nación.

Los judíos. La evidencia textual se inclina (cf. p. 147) por el texto "un judío".

Purificación. Es decir, un lavamiento ceremonial.

26. Rabí. Ver com. cap. 1:38.

El que estaba contigo. Cf. cap. 1:29-36.

Bautiza. Ver com. cap. 4:2.

Todos vienen a él. La predicación de Juan había recibido tal aprobación popular, que los escribas y fariseos estaban celosos de él (ver com. cap. 1: 19-25).

Pero aquí estaba un Maestro aun más popular que Juan. Los discípulos de Juan se resintieron por el aparente éxito de Jesús y sintieron celos por su maestro (cf. Mar. 9:38). Creían que como el bautismo de Juan les era característico (ver com. Juan 3:25), Jesús y otros que no estaban directamente relacionados con Juan y con ellos, no tenían derecho a administrar el rito en la forma y para los propósitos con que lo hacía Juan.

27. No puede el hombre recibir. Juan reconocía que su éxito había, provenido del cielo, y confirmaba su creencia en que el éxito mayor que acompañaba los trabajos de Jesús también debía provenir del cielo.  En ambos casos la iniciativa estaba con Dios, ¿y qué derecho tenían los hombres para desafiar los actos de Dios? Juan estaba seguro de que cumplía una misión divina y desde el principio había predicho la venida de Uno aun mayor que él (cap. 1:26-27).

¿Por qué habría de resentirse por el cumplimiento de su propia predicción?

La completa humildad y la sumisión abnegada de Juan son rasgos característicos del verdadero seguidor de Cristo.

Juan pudo decir: "Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe" (cap. 3:30) sólo porque claramente entendió su relación con el Mesías y porque lo había transformado el toque del amor divino (DTG 151). En vano el orgullo y los celos atacaron su ecuanimidad intelectual y emotiva.

28. Me sois testigos. La actitud de Juan para con el Cristo ya permanecía en el recuerdo de sus discípulos.

Yo no soy el Cristo. Ver com. cap. 1:20.

Soy enviado delante de él. Ver com. Mat. 3:3.

29. El que tiene la esposa. La relación de Dios con su pueblo se compara con frecuencia con la del esposo y la esposa (Isa. 54:5; Jer. 2:2; 3:20; Eze. 16:8; 23:4; Ose. 2:19-20; 2 Cor. 11:2; Efe. 5:25-27; etc.). Parecía que ahora Jesús se estaba ganando al pueblo de Israel.

El amigo del esposo. El "amigo del esposo" era el intermediario que hacía arreglos entre la familia del novio y la de la novia. Se complacía cuando la transacción culminaba con felicidad.

Juan había cumplido el papel que le correspondía de exhortar a Israel para que aceptara a su Señor y Maestro espiritual, y ahora se regocijaba ante el indudable éxito de Aquel para quien había trabajado. Su "gozo" así se había "cumplido". 

Ver com. Mar. 2:19.

Está a su lado y le oye. Quizá Juan habla del amigo del novio como si estuviera atento por saber los deseos de éste para realizarlos. O quizá Juan se refiera al momento cuando el novio saluda a su novia por primera vez, cara a cara, y el amigo del novio se regocija ante la exitosa terminación de su tarea. Así también Juan no podía lamentarse porque los hombres fueran atraídos a Cristo. En realidad así se realizaban sus más acariciadas esperanzas.

30. Es necesario que él crezca. Ver com. vers. 27, 29. Juan declara que no podía ser de otra manera.  Estas son casi las últimas palabras de Juan que se registran antes de su encarcelamiento.

Con seguridad, nunca se han pronunciado palabras más llenas de humildad, de sumisión y de abnegación que las de Juan en esta ocasión. Cuando estaba en la plenitud de su vida y de su ministerio, se lo llama a retirarse y a dejar su lugar a otros. Ciertamente, "entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista" (Mat. 11:11).

31. El que . . . viene. Modismo judío específico que significa "el Mesías" (ver Mat. 11:3; 21:9; 23:39; Luc. 7:19; etc.; com. Juan 1:14).

De arriba. Gr. ánÇthen (ver com. vers 3).

Cristo vino "de arriba" para que los hombres pudieran nacer "de arriba".

Juan declara que, debido a que Cristo vino "de arriba", es correcto y propio -en realidad, necesario- que él. esté "sobre todos" los de origen terrenal.

De la tierra. Lo que es de origen terrenal, también es terrenal por naturaleza.

Cosas terrenales habla. Juan era "de la tierra" y hablaba como hombre. Jesús era "de arriba" y hablaba con sabiduría "de arriba". No es de extrañarse que la gente se volviera de Juan a Jesús, de lo menor a lo mayor.

Es sobre todos. Aunque esta frase no aparece por segunda vez en el vers. 31 en algunos MSS, la evidencia textual se inclina por retenerla (cf. p. 147). Si se omitieran estas palabras, el vers. 31 se combinaría con el vers. 32 de esta manera: "El que viene del cielo, lo que vio y oyó, esto testifica".

Al retener esa expresión, se hace notar que Juan admite que Cristo es infinitamente mayor que él; en realidad, que todos los hombres, y que Juan rehúsa considerarse a sí mismo como rival de Jesús.

32. Lo que vio y oyó. Es decir, lo que Cristo ha visto y oído del carácter y de la voluntad del Padre (ver com. vers. 11:13).

Juan siempre recuerda a sus lectores que el testimonio de Jesús acerca de las cosas celestiales se originó con el Padre (cap. 8:40; 15:15; etc.).

Nadie recibe. hipérbole que hace resaltar cuán pocos de la multitud que seguía a Jesús en verdad lo aceptaron como al Enviado de Dios (cf. cap. 1:11; 2:24). 

Es evidente, sin embargo, que algunos recibieron el testimonio de Jesús y lo creyeron (cap. 3:33; cf. cap. 1:11-12).

33. El que recibe. Ver com. cap. 1:12. Algunos hombres se destacan como excepciones notables a la declaración general del versículo precedente.

Este atestigua. "Ha puesto su sello a esto" (VM). Colocando su sello personal en un documento, una persona atestigua de su exactitud y validez, añadiendo así su testimonio personal a la declaración del documento mismo. Al recibir a Jesús como al Cristo, un hombre expresa su convicción de que el mensaje de Dios acerca de Jesús "es veraz".

Que Dios es veraz. Es decir, que el mensaje de Dios acerca de Jesús como el Cristo es veraz. La expresión negativa de esta misma verdad se ve en 1 Juan 5:10.

34. El que Dios envió. Es decir, el Cristo (ver com. cap. 1:14; 3:31). En cuanto al sentido en que el Padre envió a su hijo a esta tierra, ver com. vers. 17.

Jesús no vino en su propio nombre ni hablando sus propias palabras, sino en el nombre del Padre y hablando las palabras del Padre (cf. cap. 5:19, 30; etc.).

Por medida. Es decir, escasamente. Juan declara que la razón por la cual el ministerio de Jesús ha sido tan exitoso es el hecho de que él vino "de arriba" (vers. 31), y que viviendo aquí como un hombre entre los hombres había sido lleno del Espíritu Santo. Juan no podía pretender que tenía esas cualidades en el mismo grado en que Jesús las poseía, y, por lo tanto, Jesús es infinitamente superior a Juan. En el mejor de los casos, Juan sólo podía conocer "en parte" y profetizar en parte" (1 Cor. 13:9). Como Ser divino, Jesús no tenía la menor necesidad de que le fuera dado el Espíritu Santo; pero como ser humano todo lo que tenía lo había recibido del Padre.

35. Ama al Hijo. Así como lo confirmó la voz del cielo en su bautismo (ver com. Mat. 3:17). Antes de que viniera a esta tierra, el Padre y el Hijo estaban juntos como iguales en una comunión eterna (ver com. Juan 1:1). Pero Juan aquí hablaba del amor del Padre por su Hijo que se había encarnado, cuando vivió en la tierra como un hombre entre los hombres. El amor infinito que existió entre el Padre y el Hijo a través de toda la eternidad en ninguna forma había sido menoscabado por la encarnación.

Todas las cosas ha entregado. Aun como hombre entre los hombres, Jesús tiene plena autoridad para actuar en el nombre del Padre. Cf. Juan 5:22, 26-27; 13:3; 17:2, 24; etc.; ver com. Mat. 11:27; 28:18.

36. El que cree. Literalmente "el que sigue creyendo". Estar una vez "amparado por la gracia" no es suficiente; el hombre debe permanecer "en la gracia", si ha de entrar en el reino. La condición en que un hombre se halla ante el Padre es determinada por la condición en que se encuentra ante el Hijo. Ver com. cap. 1:12; 3:15-16.

Rehúsa creer. Gr. apeithéÇ, literalmente "ser desobediente", como en 1 Ped. 2:7-8. 

Sin embargo, apeithé se refiere a un estado de rebelión mental y de la voluntad, y no a actos manifiestos de desobediencia. Cf. Efe. 5:6 donde la forma del sustantivo de la misma palabra se traduce "desobediencia". El estado de la mente determina el curso de la vida. Cf. Juan 3:18.

No verá la vida. Es decir, no participará de la vida eterna (ver vers. 16; com. vers. 3). Un hombre no puede rechazar a Cristo y esperar que el Padre le dará la vida eterna.

La ira de Dios. Ver com. Rom. 1:18. En cuanto a la palabra traducida "ira" y usada con referencia a Cristo, ver com. Mar. 3:5. "La ira de Dios" recae contra todo pecado. Dios ha proporcionado un camino por el cual los hombres pueden escapar de las garras del pecado, pero si rehúsan apartarse de él, inevitablemente participarán de la suerte del pecado y serán destruidos con él. (5CBA).

COMENTARIOS DE EGW

22-36. DTG 150-154. "A ÉL CONVIENE CRECER"

https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/dtg-capitulo-18-el-conviene-crecer.html

Ministerio Hno. Pio


No hay comentarios.:

Publicar un comentario