(Este
capítulo 18. Está basado en San Juan 3:22-36).
DURANTE UN TIEMPO LA INFLUENCIA DEL BAUTISTA Sobre La Nación
Había Sido Mayor Que La De Sus Gobernantes, Sacerdotes O Príncipes. Si hubiese declarado que era el Mesías y encabezado una
rebelión contra Roma, los sacerdotes y el pueblo se habrían agolpado alrededor
de su estandarte. Satanás había estado listo para asediar a Juan el Bautista
con toda consideración halagadora para la ambición de los conquistadores del
mundo. Pero, frente a las evidencias que tenía de su poder, había rechazado
constantemente esta magnífica seducción.
HABÍA DIRIGIDO HACIA OTRO
LA ATENCIÓN QUE SE FIJABA EN ÉL. Ahora
veía que el flujo de la popularidad se apartaba de él para dirigirse al
Salvador. Día tras día, disminuían las muchedumbres que le rodeaban. Cuando
Jesús vino de Jerusalén a la región del Jordán, la gente se agolpó para oírle.
El número de sus discípulos aumentaba diariamente. Muchos venían para ser
bautizados, y aunque Cristo mismo no bautizaba, sancionaba la administración
del rito por sus discípulos. Así puso su sello sobre la misión de su precursor.
PERO LOS DISCÍPULOS DE JUAN MIRABAN CON CELOS LA POPULARIDAD
CRECIENTE DE JESÚS. Estaban dispuestos a
criticar su obra, y no transcurrió mucho tiempo antes que hallaran ocasión de
hacerlo. Se levantó una cuestión entre ellos y los judíos acerca de si el
bautismo limpiaba el alma de pecado. Ellos sostenían que el bautismo de Jesús difería
esencialmente del de Juan. Pronto estuvieron disputando con los discípulos de
Cristo acerca de las palabras que era propio emplear al bautizar, y finalmente
en cuanto al derecho que tenía Jesús para bautizar.
LOS DISCÍPULOS DE JUAN VINIERON A ÉL CON SUS
MOTIVOS DE QUEJA DICIENDO:
"Rabbí, el que estaba contigo de la otra parte del Jordán, del cual tú
diste testimonio, he aquí bautiza, y todos vienen a él." Con estas
palabras, Satanás presentó una tentación a Juan. Aunque la misión de Juan
parecía estar a 151 punto de terminar, le era todavía posible estorbar la obra
de Cristo.
SI HUBIESE SIMPATIZADO CONSIGO MISMO Y EXPRESADO PESAR O
DESILUSIÓN POR SER SUPERADO, habría sembrado semillas
de disensión que habrían estimulado la envidia y los celos, y habría impedido
gravemente el progreso del Evangelio. Juan tenía por naturaleza los defectos y
las debilidades comunes a la humanidad, pero el toque del amor divino le había
transformado. Moraba en una atmósfera que no estaba contaminada por el egoísmo
y la ambición, y lejos de los miasmas de los celos.
NO MANIFESTÓ SIMPATÍA ALGUNA POR EL DESCONTENTO DE SUS
DISCÍPULOS, sino que demostró cuán
claramente comprendía su relación con el Mesías, y cuán alegremente daba la
bienvenida a Aquel cuyo camino había venido a preparar. Dijo: "No
puede el hombre recibir algo, si no le fuere dado del cielo. Vosotros mismos me
sois testigos que dije: Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado delante de
él. El que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está en
pie y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo."
JUAN SE REPRESENTÓ A SÍ MISMO COMO EL AMIGO Que Actuaba Como Mensajero Entre Las Partes Comprometidas,
preparando el matrimonio. Cuando el esposo había recibido a la esposa, la
misión del amigo había terminado. Se regocijaba en la felicidad de aquellos
cuya unión había facilitado. Así había sido llamado Juan para dirigir la gente
a Jesús, y tenía el gozo de presenciar el éxito de la obra del Salvador. Dijo: "Así
pues, este mi gozo es cumplido. A él conviene crecer, más a mí menguar."
MIRANDO CON FE AL REDENTOR, JUAN SE ELEVÓ A LA ALTURA DE LA
ABNEGACIÓN. No trató de atraer a los
hombres a sí mismo, sino de elevar sus pensamientos siempre más alto hasta que
se fijasen en el Cordero de Dios.
EL MISMO HABÍA SIDO TAN SÓLO UNA VOZ, UN CLAMOR EN EL
DESIERTO. Ahora aceptaba con gozo el silencio y
la obscuridad a fin de que los ojos de todos pudiesen dirigirse a la Luz de la
vida.
LOS QUE SON
FIELES A SU VOCACIÓN como mensajeros de Dios no buscarán honra para sí mismos.
El amor del yo desaparecerá en el amor por Cristo. Ninguna rivalidad mancillará
la preciosa causa del Evangelio. Reconocerán que les toca proclamar como Juan
el Bautista: "He aquí el Cordero de Dios, 152 que quita el pecado del
mundo.' (Juan 1:29).
ELEVARÁN A JESÚS,
y con él la humanidad será elevada. "Así dijo el Alto y Sublime, el que
habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la
santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el
espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los
quebrantados." (Isaías 57:15).
EL ALMA DEL PROFETA, DESPOJADA DEL YO, SE LLENÓ DE LA LUZ
DIVINA. Al presenciar la gloria del Salvador,
sus palabras eran casi una contraparte de aquellas que Cristo mismo había
pronunciado en su entrevista con Nicodemo.
Juan dijo: "El
que de arriba viene, sobre todos es: el que es de la tierra, terreno es, y
cosas terrenas habla: el que viene del cielo, sobre todos es... Porque el que
Dios envió, las palabras de Dios habla: porque no da Dios el Espíritu por
medida".
CRISTO PODÍA DECIR: "No busco mi voluntad, más la voluntad
del que me envió, del Padre." De él se declara: "Has amado la
justicia, y aborrecido la maldad; por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, con
óleo de alegría más que a tus compañeros." (Juan 5:30; Hebreos 1:9). El Padre no le da "el Espíritu por
medida".
ASÍ TAMBIÉN SUCEDE CON LOS QUE SIGUEN A CRISTO. Podemos recibir la luz del cielo únicamente en la medida
en que estamos dispuestos a ser despojados del yo. No podemos discernir el
carácter de Dios, ni aceptar a Cristo por la fe, a menos que consintamos en
sujetar todo pensamiento a la obediencia de Cristo. El Espíritu Santo se da sin
medida a todos los que hacen esto. En Cristo "reside toda la plenitud de la Deidad corporalmente; y vosotros
estáis completos en él." (Colosenses 2:9,10).
LOS DISCÍPULOS DE JUAN HABÍAN DECLARADO QUE
TODOS LOS HOMBRES ACUDÍAN A CRISTO; pero con percepción más clara, Juan dijo: "Nadie recibe
su testimonio;" tan pocos estaban dispuestos a aceptarle como el Salvador
del pecado. Pero "aquel que ha recibido su testimonio, ha puesto su sello
a esto, que Dios es veraz." (Juan 3:33 VM.). "El que cree en el
Hijo, tiene vida eterna".
NO ERA NECESARIO DISPUTAR ACERCA DE SI EL
BAUTISMO DE CRISTO O EL DE JUAN PURIFICABA DEL PECADO. Es
la gracia de Cristo la que da vida al alma. Fuera de Cristo, el bautismo, como
cualquier otro rito, es una forma sin valor. "El que es incrédulo al Hijo,
no verá la vida."
EL ÉXITO DE LA OBRA DE CRISTO, que el Bautista había recibido 153 con tanto gozo, fue
comunicado también a las autoridades de Jerusalén. Los sacerdotes y rabinos
habían tenido celos de la influencia de Juan al ver cómo la gente abandonaba
las sinagogas y acudía al desierto; pero he aquí que aparecía uno que tenía un
poder aun mayor para atraer a las muchedumbres.
AQUELLOS CAUDILLOS DE ISRAEL NO ESTABAN DISPUESTOS A DECIR
CON JUAN: "A él conviene crecer, más a mí
menguar." Se irguieron con nueva resolución para acabar con la
obra que apartaba de ellos al pueblo. Jesús sabía que no escatimarían esfuerzo
para crear una división entre sus discípulos y los de Juan. Sabía que se estaba
formando la tormenta que arrebataría a uno de los mayores profetas dados al
mundo. Deseando evitar toda ocasión de mala comprensión o disensión, cesó
tranquilamente de trabajar y se retiró a Galilea.
NOSOTROS TAMBIÉN,
aunque leales a la verdad, debemos tratar de evitar todo lo que pueda conducir
a la discordia o incomprensión. Porque siempre que estas cosas se presentan,
provocan la pérdida de almas. Siempre que se produzcan circunstancias que
amenacen causar una división, debemos seguir el ejemplo de Jesús y el de Juan
el Bautista.
JUAN HABÍA SIDO LLAMADO A DESTACARSE COMO
REFORMADOR. A causa de
esto, sus discípulos corrían el peligro de fijar su atención en él, sintiendo
que el éxito de la obra dependía de sus labores y perdiendo de vista el hecho
de que era tan sólo un instrumento por medio del cual Dios había obrado.
PERO LA OBRA DE JUAN NO ERA SUFICIENTE PARA
ECHAR LOS FUNDAMENTOS DE LA IGLESIA CRISTIANA. Cuando hubo terminado su misión, otra obra debía ser hecha,
que su testimonio no podía realizar.
SUS DISCÍPULOS NO COMPRENDÍAN ESTO. Cuando vieron a Cristo venir para encargarse de la obra, sintieron celos y desconformidad.
EXISTEN TODAVÍA LOS MISMOS PELIGROS. Dios llama a un hombre a hacer
cierta obra; y cuando la ha llevado hasta donde le permiten sus cualidades, el
Señor suscita a otros, para llevarla más lejos. Pero, Como Los Discípulos De
Juan, muchos creen que el éxito depende del primer obrero. La atención se fija
en lo humano en vez de lo divino, se infiltran los celos, y la obra de Dios
queda estorbada. El que es así honrado indebidamente se siente tentado a
albergar confianza propia. No comprende cuánto depende de Dios. Se enseña a la
gente a esperar 154 dirección del hombre, y así caen en error y son inducidos a
apartarse de Dios.
LA OBRA DE DIOS NO HA DE LLEVAR LA IMAGEN E INSCRIPCIÓN DEL HOMBRE. De vez en cuando, el Señor introducirá diferentes agentes por medio de los cuales su propósito podrá realizarse mejor. Bienaventurados los que estén dispuestos a ver humillado el yo, diciendo con Juan el Bautista: "A él conviene crecer, más a mí menguar." 155 DTG/EGW
(Este capítulo 18. Está basado en San Juan 3:22-36).
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