Basado en Hechos 25:13-27; Capitulo 26.
PABLO había apelado a César, y Festo no
podía hacer otra cosa que enviarlo a Roma.
PERO
PASÓ UN TIEMPO antes que se pudiese encontrar un barco conveniente; y
como había otros presos para enviar con Pablo, la consideración de sus casos
también ocasionó atraso.
ESTO DIO A PABLO La Oportunidad De
Exponer Las Razones De Su Fe Ante Los Principales Hombres De Cesarea, y también
al rey Agripa II, el último de los Herodes.
"Y
PASADOS ALGUNOS DÍAS, el rey Agripa y Berenice vinieron a Cesarea a
saludar a Festo. Y como estuvieron allí muchos días, Festo declaró la causa de
Pablo al rey, diciendo: Un hombre ha sido dejado preso por Félix, sobre el
cual, cuando fuí a Jerusalem, vinieron a mí los príncipes de los sacerdotes y
los ancianos de los Judíos, pidiendo condenación contra él." Esbozó las
circunstancias que indujeron al preso a apelar a César, describió el reciente
juicio realizado ante él, y dijo que los judíos no habían presentado contra
Pablo ninguna acusación de las que él había pensado que levantarían, sino
"ciertas cuestiones acerca de su superstición, y de un cierto Jesús,
difunto, el cual Pablo afirmaba que estaba vivo."
CUANDO
FESTO RELATÓ SU HISTORIA, Agripa se interesó y dijo: "Yo también quisiera
oír a ese hombre." De acuerdo con su deseo, se arregló una entrevista
para el día siguiente. "Y al otro día, viniendo Agripa y Berenice con
mucho aparato, y entrando en la audiencia con los tribunos y principales
hombres de la ciudad, por mandato de Festo, fue traído Pablo." En honor de
sus visitantes, Festo había tratado de hacer imponente esta ocasión. Los ricos
mantos del procurador y sus 347
invitados, las espadas de sus soldados, y la resplandeciente armadura de sus
comandantes, contribuían a dar relumbre a la escena. Y ahora Pablo, maniatado
todavía, estaba ante la compañía reunida.
¡QUÉ CONTRASTE SE PRESENTABA ALLÍ! Agripa y Berenice poseían poder y
jerarquía, y por eso eran favorecidos por el mundo. Pero estaban desprovistos
de los rasgos de carácter que Dios estima. Eran transgresores de su ley, corrompidos
de corazón y vida. Su conducta era aborrecida por el Cielo.
EL
ANCIANO PRESO, encadenado a los soldados que le servían de guardia, no
tenía en su apariencia nada que indujera al mundo a rendirle homenaje. Sin
embargo, en ese hombre aparentemente sin amigos ni riquezas ni elevada
posición, y mantenido preso a causa de su fe en el Hijo de Dios, todo el cielo
estaba interesado. Los ángeles eran sus asistentes. Si se hubiese
manifestado la gloria propia de uno solo de estos resplandecientes mensajeros,
la pompa y orgullo de la realeza habrían palidecido; el rey y sus cortesanos
habrían sido postrados en tierra, como sucedió a los de la guardia romana que
vigilaban el sepulcro de Cristo.
FESTO
mismo presentó a Pablo ante la asamblea con las palabras: "Rey
Agripa, y todos los varones que estáis aquí juntos con nosotros: veis a éste,
por el cual toda la multitud de los Judíos me ha demandado en Jerusalem y aquí,
dando voces que no conviene que viva más; mas yo, hallando que ninguna cosa
digna de muerte ha hecho, y él mismo apelando a Augusto, he determinado
enviarle: del cual no tengo cosa cierta que escriba al señor; por lo que le he
sacado a vosotros, y mayormente a ti, oh rey Agripa, para que hecha información,
tenga yo qué escribir. Porque fuera de razón me parece enviar un preso, y no
informar de las causas."
EL REY AGRIPA LE PERMITIÓ AHORA A PABLO HABLAR EN SU DEFENSA. El
apóstol no se desconcertó por la brillante pompa, ni por la alta jerarquía de
su auditorio; porque sabía de cuán poco valor son las riquezas y la posición
mundanales. Las 348
pompas terrenales y el poder ni por un momento intimidaron su valor o le despojaron
de su dominio propio. "Oh rey
Agripa, me tengo por dichoso declaró él de que haya hoy de defenderme
delante de ti; mayormente sabiendo tú todas las costumbres y cuestiones que hay
entre los Judíos: por lo cual te ruego que me oigas con paciencia."
PABLO
RELATÓ LA HISTORIA DE SU CONVERSIÓN desde su empecinado descreimiento hasta
que aceptó la fe en Jesús de Nazaret como el Redentor del mundo. Describió la
visión celestial que al principio le había llenado de indescriptible terror,
pero que después resultó ser una fuente del mayor consuelo: una revelación de
la gloria divina, en medio de la cual estaba entronizado Aquel a quien él había
despreciado y aborrecido, cuyos seguidores estaba tratando de destruir. Desde
aquella hora Pablo había sido un nuevo hombre, un sincero y ferviente creyente
en Jesús, gracias a la misericordia transformadora.
CON
CLARIDAD Y PODER PABLO REPASÓ ANTE AGRIPA los principales acontecimientos
relacionados con la vida de Cristo en la tierra. Testificó que el
Mesías de las profecías ya había aparecido en la persona de Jesús de Nazaret. Mostró
cómo las Escrituras del Antiguo Testamento habían declarado que el Mesías debía
aparecer como un hombre entre los hombres; y cómo en la vida de Jesús se habían
cumplido todas las especificaciones dadas por Moisés y los profetas. A fin de
redimir un mundo perdido, el divino Hijo de Dios había sufrido la cruz,
menospreciando la vergüenza, y había ascendido a los cielos triunfante de la
muerte y el sepulcro.
¿POR
QUÉ, razonó Pablo, habría de parecer increíble que Cristo hubiese resucitado de
los muertos?
Una vez le había parecido así a él mismo; pero, ¿cómo podía dejar de creer lo que él mismo había visto y oído?
CERCA
DE LAS PUERTAS DE DAMASCO había
de veras contemplado al Cristo crucificado y resucitado, el mismo que había
caminado por las calles de Jerusalén, muerto en el Calvario, roto las ligaduras
de la muerte y ascendido al cielo. Lo había visto y había conversado con él, 349 tan ciertamente como Cefas,
Santiago, Juan o cualquier otro de los discípulos.
LA
VOZ le había mandado proclamar el Evangelio de un Salvador resucitado y, ¿cómo
podía desobedecer? En Damasco, en Jerusalén, por toda Judea, en las regiones
más lejanas, había dado testimonio de Jesús el Crucificado, exhortando a todos
a "que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de
arrepentimiento."
"Por causa de esto
declaró el apóstol, los Judíos, tomándome en el templo tentaron matarme. Mas
ayudado del auxilio de Dios, persevero hasta el día de hoy, dando testimonio a
pequeños y a grandes, no diciendo nada fuera de las cosas que los profetas y
Moisés dijeron que habían de venir: que Cristo había de padecer, y ser el
primero de la resurrección de los muertos, para anunciar luz al pueblo y a los
Gentiles."
TODOS
habían escuchado extasiados el relato que hiciera Pablo de las cosas
maravillosas que había experimentado.
EL
APÓSTOL SE ESTABA ESPACIANDO EN SU TEMA FAVORITO. Ninguno de los que le
oían podía dudar de su sinceridad. Pero en medio de su persuasiva elocuencia
fue interrumpido por Festo, que gritó: "Estás
loco, Pablo: las muchas letras te vuelven loco." EL APÓSTOL REPLICÓ: "No estoy loco, excelentísimo Festo,
sino que hablo palabras de verdad y de templanza. Pues el rey sabe estas cosas,
delante del cual también hablo confiadamente. Pues no pienso que ignora nada de
esto; pues no ha sido esto hecho en algún rincón."
ENTONCES, DIRIGIÉNDOSE A AGRIPA, LE PREGUNTÓ DIRECTAMENTE: "¿Crees, Rey Agripa, A Los Profetas? Yo
Sé Que Crees."
PROFUNDAMENTE AFECTADO, Agripa perdió por un momento de vista todo lo que le rodeaba y la dignidad de su posición. Consciente sólo de las verdades que había oído, viendo al humilde preso de pie ante él como embajador de Dios, contestó involuntariamente: "Por poco me persuades a ser Cristiano."
FERVIENTEMENTE
el apóstol respondió: "¡Pluguiese a Dios que por poco o por mucho, no
solamente tú, mas también todos los que hoy me oyen, fueseis hechos tales cual
yo soy y añadió 350 mientras
levantaba sus manos encadenadas, excepto estas prisiones !"
FESTO,
AGRIPA Y BERENICE podían con justicia
cargar las cadenas que llevaba el apóstol. Todos eran culpables de graves
crímenes. Esos culpables habían oído ese día el ofrecimiento de la salvación
por medio del nombre de Cristo.
UNO,
POR LO MENOS,
casi había sido persuadido a aceptar la gracia y el perdón ofrecidos. PERO AGRIPA, poniendo a un lado la
misericordia ofrecida, rehusó aceptar la cruz de un Redentor crucificado.
LA
CURIOSIDAD DEL REY ESTABA SATISFECHA, y levantándose de su asiento, indicó
que la entrevista había terminado. Cuando la asamblea se dispersó, hablaron
ellos entre sí diciendo: "Ninguna cosa digna ni de muerte, ni de prisión,
hace este hombre." Aunque Agripa era judío, no sentía el celo fanático ni
el prejuicio de los fariseos. "Podía este hombre ser suelto dijo a Festo
si no hubiera apelado a César." Pero como el caso había sido remitido al
tribunal superior, estaba fuera de la jurisdicción de Festo o de Agripa. 351
Los Hechos
De Los Apóstoles En La Proclamación
Del
Evangelio De Jesucristo. (EGW). MHP
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