Hechos 8. Vers. (1-4) Por causa
de la persecución en Jerusalén, la iglesia es establecida en Samaria (5-13) por
la predicación de Felipe, el diácono, quien predicaba, hacía milagros y
bautizaba a grandes multitudes, inclusive a Simón el mago, quien engañaba a
muchos. (14-17) Pedro y Juan llegan para confirmar y aumentar la iglesia
mediante la oración y la imposición de las manos. (18-19) Simón ofrece comprar
el don del Espíritu Santo; (20-25) Pedro lo reprende duramente por su
hipocresía y avaricia, y le aconseja que se arrepienta de su pecado; luego,
regresan a Jerusalén.
1 Y Saulo consentía en su muerte. En aquel día hubo una gran
persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron
esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles. 2 Y
hombres piadosos llevaron a enterrar a Esteban, e hicieron gran llanto sobre
él. 3 Y Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a
hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel. 4 Pero los que fueron
esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio.
5 Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba
a Cristo. 6 Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía
Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía. 7 Porque de muchos que tenían
espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y
cojos eran sanados; 8 así que había gran gozo en aquella ciudad.
9 Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en
aquella ciudad, y había engañado a la gente de Samaria, haciéndose pasar por
algún grande. 10 A éste oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más
grande, diciendo: Este es el gran poder de Dios. 11 Y le estaban atentos,
porque con sus artes mágicas les había engañado mucho tiempo. 12 Pero cuando
creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de
Jesucristo, se bautizaban hombres y
mujeres. 13 También creyó Simón mismo, y habiéndose bautizado, estaba siempre
con Felipe; y viendo las señales y grandes milagros que se hacían, estaba
atónito.
14 Cuando los apóstoles que
estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron
allá a Pedro y a Juan; 15 los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que
recibiesen el Espíritu Santo; 16 porque aún no había descendido sobre ninguno
de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. 17
Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo.
18 Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los
apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, 19 diciendo: Dadme
también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos
reciba el Espíritu Santo.
20 Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. 21 No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. 22 Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; 23 porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás. 24 Respondiendo entonces Simón, dijo: Rogad vosotros por mí al Señor, para que nada de esto que habéis dicho venga sobre mí. 25 Y ellos, habiendo testificado y hablado la palabra de Dios, se volvieron a Jerusalén, y en muchas poblaciones de los samaritanos anunciaron el evangelio. (Hechos 8).
1. Saulo consentía. Algunos sugieren que la primera
oración del versículo corresponde en realidad al final del cap. 7, para unir el
relato del martirio de Esteban con una nota acerca de la actitud que Saulo
adoptó frente a ese hecho. Saulo estaba de acuerdo con lo que se había hecho,
aunque él mismo no tomó parte personalmente en el apedreamiento. El intrépido
testimonio de Esteban sin duda conmovió a Saulo más profundamente de lo que él
se daba cuenta.
Esto le produjo un
conflicto íntimo entre su propio fanatismo farisaico y su convicción de que
Esteban representaba una causa justa.
La consecuencia de este conflicto
fue que se acentuara el rencor de Saulo contra los cristianos, que se
intensificara su persecución (HAp 83-84, 92-93). Como recompensa por la parte
que había tenido en el martirio de Esteban, Saulo fue recibido como miembro del
sanedrín (HAp 84; ver com. 1 Cor. 7:7). Pero más tarde, arrepentido, confesó la
parte que había desempeñado en la muerte de Esteban (cf. Hech. 22:20).
En Aquel Día. El
apedreamiento de Esteban señaló el comienzo de una persecución organizada en
contra de la iglesia. Después de haber llegado hasta el punto de matar a
Esteban, los dirigentes judíos dieron rienda suelta a su ira contra todos los
cristianos.
Gran Persecución. La iglesia fue perseguida una vez
más por las autoridades judías, como ya lo había sido en una escala menor
después de la curación del cojo (4:1-7) y de la muerte de Ananías y Safira
(cap. 5:17-18). Esta persecución se distingue de las anteriores por ser
"una gran persecución", más grande en extensión y severidad.
Según el vers. 3 y la descripción
hecha más tarde por Pablo (cf. cap. 22:4; 26: 10-11), se deduce que esta
persecución produjo muchos sufrimientos y encarcelamientos.
La iglesia. Es decir, la congregación que se había formado en
la ciudad capital desde Pentecostés (ver com. Mat. 18:17). Esto sugiere que la
iglesia tenía otras ramas fuera de Jerusalén, lo cual indica un crecimiento
animador.
Esparcidos. Gr. diaspeirÇ, "esparcir";
específicamente se refiere a la siembra al voleo. La ira de los enemigos sólo logró de este
modo que la iglesia cumpliera lo que Cristo había predicho (cap. 1:8).
No necesariamente
debe entenderse que "todos" los miembros de la naciente iglesia fueron
esparcidos (ver com. cap. 1:1), sino sólo los que sintieron más temor, o quizá
los más activos en predicar, o los que eran conocidos personalmente por los
perseguidores. Pero en la ciudad quedaron creyentes de ambos sexos (cap. 8:3).
De Judea y de Samaria. Es posible que ciudades y aldeas
como Hebrón, Gaza, Lida y Jope pudieran haber servido de refugio para los
cristianos. La existencia de comunidades cristianas en algunos de estos lugares
pudo deberse a esta dispersión de cristianos y a la predicación de Felipe (vers.
40; cf. cap. 9:32,36).
Algunos huyeron a
Samaria sin duda por causa del odio de ese pueblo contra los judíos; el que
huía de los sacerdotes y dirigentes de Jerusalén probablemente era bien
recibido allí.
La segunda región mencionada en
el cap. 1:8 ya estaba siendo alcanzada. Esto pudo haber servido como el primer
paso para deshacer la antipatía contra los samaritanos, y finalmente contra los
gentiles.
Salvo los apóstoles. Se han señalado tres posibles
razones para que se quedaran los apóstoles: (1) Los doce habían aprendido de su
Maestro que "el asalariado huye, porque es asalariado" (Juan 10:13),
y se negaban a abandonar sus responsabilidades. (2) Los doce deseaban
permanecer en Jerusalén a pesar de toda la persecución, porque esa ciudad era
considerada como el centro de las actividades de los cristianos, y los
fugitivos debían buscar allí consejo y ayuda. (3) Esta persecución parece
haberse dirigido especialmente contra aquellos que, como Esteban, enseñaban que
las costumbres a las cuales los fariseos daban tanta importancia eran
transitorias (ver com. Hech. 6:14). Parece que los apóstoles siguieron
rindiendo culto en el templo manteniéndose ceremonialmente limpios (cap. 10:14),
y permanecían alejados de los gentiles (vers. 28).
Es probable que la mayoría del
pueblo los considerara con bastante favor y respeto; por lo tanto, es posible
que la persecución se hubiera dirigido más bien contra los discípulos
helenistas. Este grupo fue el que en
forma más activa inició el siguiente gran paso en la expansión de la iglesia. Sin embargo, no puede adoptarse ninguna
posición dogmática en cuanto a una u otra de las tres razones presentadas por
comentadores e historiadores eclesiásticos.
2. Piadosos. Gr. eulab's, "el que toma bien",
"cuidadoso", "piadoso" (ver com. cap. 2:5). Ananías, quien
bautizó a Pablo es calificado de "piadoso" (cap. 22:12). Sólo Lucas
emplea esta palabra (Luc. 2:25; Hech. 2:5; 8:2; 22:12).
Se ha sugerido que
"piadosos" se refiere a un grupo de personas que enterraron a
Esteban, sin defender plenamente la verdad que éste había presentado mientras
vivía, así como lo habían hecho Nicodemo y José de Arimatea después de la
crucifixión de Cristo. Este versículo es la conclusión del cap. 7.
Gran llanto. Cf. Mat. 9:23; com. Mar. 5:38-39. Los que
participaron en el entierro tuvieron que tener mucho valor para cumplir con los
ritos funerarios, pues Esteban había caído ante la ira del sanedrín. Lo
habitual era que una persona que había sido acusada de blasfemia y apedreada,
no tuviera derecho a funerales (Mishnah, Sanhedrin 6.5-6).
La lamentación de los piadosos en
público pudo haber tenido un tono de protesta contra los que habían causado la
muerte de Esteban.
3. Saulo asolaba la iglesia. Se continúa el relato comenzado
en el vers. 1. El verbo "asolar", es traducción del griego lumáinÇ,
"destrozar", "destruir", "asolar". En Sal. 80:13
(LXX) este verbo describe el destrozo que hace un jabalí.
El tiempo aquí empleado sugiere
una persecución continuada. Pablo afirma: "perseguía yo este Camino hasta
la muerte" (Hech. 22:4; cf. cap. 26:10). Según lo confesó más tarde (cap.
26:11), en su violencia parecía haber una extrema ferocidad.
Iglesia. La de Jerusalén. Ver com. vers. 1; cf. cap. 26:10.
Casa por casa. Por lo que se dice posteriormente (cap. 26:11),
parece que Saulo iba en primer lugar a las sinagogas en busca de víctimas, y
después perseguía a los cristianos de casa en casa. Es posible que esas casas
fueran sus lugares de reunión.
A hombres y a mujeres. La mención de que había mujeres
entre los perseguidos, sugiere que ellas eran prominentes en la iglesia (cf. com.
Luc. 8:2-3; Hech. 1:14).
Las mujeres han
demostrado ser fieles en las persecuciones. a través de la historia de la
iglesia.
4. Iban por todas partes. Gr. diérjomai,
"atravesar", palabra predilecta de Lucas para referirse a la obra
misionera (cf. Luc. 9:6; Hech. 8:40; 9:32; 11:19; 13:6).
En este caso el intento de raer
la nueva le dio un campo de acción más amplio, así como el Señor lo había
deseado (Hech. 1:8), y obligó a la iglesia a ir más allá de los límites que de
otro modo la habrían detenido durante un período de espera mucho más largo.
Entonces -como ha sucedido después-, la sangre de los mártires fue la semilla
de la iglesia.
Anunciando el evangelio. Gr. euaggelízomai,
"evangelizar", "anunciar buenas noticias". Esta era la
tarea de los cristianos perseguidos: anunciar el Evangelio, o sea las buenas
nuevas (ver com. Mar. 1:1) en los muchos lugares donde eran esparcidos.
El griego dice
"evangelizando la palabra", es decir, anunciando las buenas nuevas de
la Palabra. Esta palabra era todo lo que
se refería a Cristo. Buena parte de esa "palabra" provenía del AT. La
mayoría de lo que se presentaba de la historia de Jesús aún no había sido
escrita, y se basaba en los mensajes orales de los diligentes evangelistas.
5. Felipe. No puede referirse a Felipe el apóstol, pues en el
vers. 1 se dice específicamente que los apóstoles permanecieron en Jerusalén;
por lo tanto, debe referirse al diácono que llevaba ese mismo nombre (ver com.
cap. 6:5). Puesto que tuvo una parte importante en estos primeros esfuerzos de
evangelización, se lo conoció después como Felipe el evangelista (cap. 21:8).
Ciudad de Samaria. Samaria era la región; "la
ciudad de Samaria" se refería lógicamente a la ciudad capital de la
región; sin embargo, no se sabe si Lucas se refería a Sebaste, conocida antes
como Samaria, o a Neápolis, la Nablús actual, o quizá a alguna otra ciudad (cf.
com. vers. 9). Tampoco se sabe por qué no dio el nombre preciso de la ciudad.
No importa cuál fuera esa ciudad, la semilla ya se había sembrado en Samaria
(ver com. Juan 4:4-42). Como resultado los campos estaban ya "blancos para
la siega" (Juan 4:35).
Predicaba. Gr. k'rússÇ, "proclamar", lo que implica
una predicación más formal y organizada que la de los creyentes. Se utiliza
esta palabra para referirse tanto a la predicación de Juan el Bautista como a la
de Cristo (Mat. 3:1; 4:17). El tiempo del verbo indica que Felipe predicaba constantemente.
Cristo. Mejor "el Cristo", el Ungido, el Mesías.
En Juan 4:25 se ve que entre los samaritanos, como entre los judíos, había
mucha expectativa en cuanto al Mesías, y que por lo tanto la obra de Felipe fue
la de proclamar que Aquel a quien por tanto tiempo habían esperado ya había
venido, y que Jesús de Nazaret era el Cristo, el Hijo de Dios.
6. La gente. Mejor "las multitudes", refiriéndose a muchedumbres.
Unánime. Ver com. cap. 1:14. Escuchaba. Gr. proséjÇ, "aplicar la mente a", "atenerse a"; es decir, "oír atentamente" (Hech. 8:10-11; 16:14; 1 Tim. 1:4; 3:8; 4:1, 13; 2 Ped. 1:19). El texto implica que multitudes aceptaron la nueva enseñanza. La prontitud con que creyeron muestra que a pesar de la influencia adversa de Simón el Mago (Hech. 8:9-11), la cual se había hecho sentir después de que Cristo enseñó allí, la obra del Maestro no había sido en vano. Oyendo. Los samaritanos habían creído al principio simplemente como resultado de oír predicar a Cristo (Juan 4:39-42), sin que entonces se produjeran "señales" (cf. Mat. 12:38-42).
Los milagros que ahora se hacían no eran la base de su fe, sino que la
fortalecían. Los milagros quitaron toda duda acerca del poder
que actuaba por medio de Felipe. Sin duda también sirvieron para contrarrestar
la influencia de Simón el Mago (Hech. 8:9-11).
7. Espíritus inmundos. Nótese cómo Lucas, el médico,
distingue entre los que estaban endemoniados y los que sufrían de otras
enfermedades. Con referencia a los "espíritus inmundos", ver com.
cap. 5:16; la Nota Adicional de Mar. 1.
8. Gran gozo. El gozo de esta ciudad samaritana muestra cuán
favorablemente fue recibida la obra de los mensajeros cristianos por la gente
de Samaria.
9. Simón. Ver com. Juan 1:42. Este Simón comúnmente es
llamado Simón el Mago. Según, Justino Mártir, nació en Gitto, aldea de Samaria
(Apología primera 26).
Relatos posteriores de los
tiempos de los padres de la iglesia, lo describen como un constante enemigo de
Pedro, a quien siguió a Roma para oponerse a su enseñanza. Estas leyendas
carecen de autoridad.
Simón era un ejemplo típico de
cierto grupo de Judíos que dependían del prestigio de su raza y de la
credulidad de los paganos.
Tales fueron Elimas de Chipre
(Hech. 13:8), los exorcistas "ambulantes" judíos de Éfeso (cap.
19:13), y Simón de Chipre, a menos que éste fuera el mismo de este pasaje
(Josefo, Antigüedades xx. 7.2). Ver t. V, p.890; t. VI, p. 36.
Antes ejercía la magia. La "magia" la
practicaban los "magos".
Ambas palabras
derivan de mágos, nombre que daban los griegos a los miembros de una tribu de
medos que ejercían funciones sacerdotales entre los iranios; sin
embargo, debe admitirse que no sabemos exactamente cuáles eran las artes
mágicas que practicaba Simón.
Los magos que vinieron del
Oriente a ver al niño Jesús (ver com. Mat. 2:2) eran hombres piadosos y
eruditos; pero se sabe que los "magos" también se dedicaban a la
astrología, a la interpretación de sueños y a la adivinación. En relación con
los "magos" de Babilonia, ver com. Dan. 1:20. Indudablemente, Simón
era un hombre astuto y sabía engañar a los crédulos del pueblo, pero su éxito
no se debió exclusivamente a inteligencia humana, sino que trabajaba con la
ayuda de los demonios (CS 570; cf. com. Exo. 7:11).
Aquella ciudad. Ver com. vers. 5. Muchos
comentadores creen que debería leerse "una ciudad" y no "la
ciudad". Aquí Samaria parece
referirse de nuevo a la región y no a una ciudad.
Había engañado a la gente. Mejor "tenía atónito al
pueblo de Samaria" (BJ).
Los habitantes de
Samaria eran supersticiosos, y por
eso quedaron impresionados por los supuestos milagros del gran Simón el Mago.
Algún grande. El vers. 10 explica con más claridad la naturaleza
de lo que pretendía ser. Cuando el pueblo exclamaba que Simón era "el gran
poder de Dios", sin duda no hacía más que repetir lo que él mismo
afirmaba, pues de una u otra manera pretendía ser la encarnación del poder
divino. Es posible que se identificara como el Mesías.
Las esperanzas mesiánicas judías
favorecían a los impostores y les ayudaban a conseguir adeptos.
Nótese el contraste con Felipe
(vers. 5) que predicaba a Cristo, y no llamaba la atención hacia sí mismo.
10. Oían atentamente todos. Ver com. vers. 6. Sus engaños
habían logrado mucho éxito, porque todo tipo de gente creía en él. Jesús
advirtió que se levantarían personas que harían "grandes señales y
prodigios" para engañar, (cf. Mat. 24:24; 2 Tes. 2:9).
Este es el gran poder de Dios. Según el griego, el pronombre
"éste" sólo puede representar a Simón. Refiriéndose a Simón el Mago,
Ireneo, obispo de Lyon, dice que "era glorificado por muchos como si
fuera un dios... En una palabra, se hacía pasar como el más elevado de
todos los poderes" (Contra herejías i. 23).
11. Estaban atentos. Gr. proséjÇ (ver com. vers. 6).
Les había engañado. Ver com. vers 9. Algunos han
sugerido que Simón había actuado en Samaria durante varios años, quizá desde
poco tiempo después que Jesús visitó esa región, unos seis o siete años antes.
Sin embargo, no se sabe cuánto abarcó el "mucho tiempo" de este
versículo.
12. Anunciaba el evangelio. "Anunciaba la Buena Nueva
del Reino"(BJ). Así como entonces, también ahora los hombres son salvados
por la predicación del Evangelio (ver com. 1 Cor. 1:21). El poder del mensaje
de Felipe fue mucho más poderoso que la fascinación de la magia de Simón.
Reino de Dios. Ver com. Mat. 4:17; Luc. 17:20-21; Hech. 1:6. A
medida que se extendía el campo de la labor evangélica, el mensaje de los
discípulos se hacía más claro. Era abarcante y específico; llevaba al bautismo
a quienes lo escuchaban.
Nombre de Jesucristo. Ver com. cap. 2:21; 3:16.
Se bautizaban. Ver com. Mat. 3:6. El tiempo del verbo griego
denota un continuo crecimiento debido a los que se iban bautizando y se añadían
a la iglesia.
13. También Creyó Simón Mismo. Sin duda quedó impresionado por los milagros que hacía Felipe (vers. 6). Se
sentía como si estuviera ante la presencia de un poder infinitamente mayor que
el suyo, y aceptó lo que Felipe decía acerca de la muerte y de la resurrección
de Cristo sin que madurara en él una fe personal. Su fe era de la clase que
habla Santiago (Sant. 2:14,19).
En Juan 8:31 se describe una fe
similarmente imperfecta; algunos judíos creyeron en Jesús, pero como se explica
en los versículos siguientes, su creencia no era aquella que salva. Sin
embargo, Simón comprendió lo suficiente como para ser bautizado aunque, según
lo mostró su actitud posterior, su bautismo no significó un nuevo nacimiento
que lo condujera a una vida superior. Todavía permanecía en "prisión de
maldad" (Hech. 8:23).
Lucas destaca la diferencia entre la creencia de los samaritanos y la de
Simón: la gente fue ganada por la predicación de
Felipe, pero Simón fue simplemente atraído por las maravillas que vio.
Sin embargo, Dios no rechazó esta
fe imperfecta; la aceptó como una base para construir una fe más aceptable.
Cuando Simón erró, Pedro lo animó (vers. 22) a arrepentirse y a pedir perdón en
oración.
Viendo... estaba atónito. Ver com. vers. 9. Los papeles se
habían invertido. El mago, que había mantenido atónita a la gente, cedió ante
maravillas superiores a las suyas, y también quedó atónito al contemplar el
poder que acompañaba a la proclamación del Evangelio.
14. Los apóstoles. Habían quedado en Jerusalén
(vers. 1) dirigiendo las actividades de la iglesia. El Señor había fijado un
límite geográfico para la predicación del mensaje del reino (Mat. 10:5); pero
había eliminado esos límites por medio de la comisión evangélica (Mat.
28:19-20) y mediante la instrucción dada en Hech. 1:8.
La noticia del éxito de Felipe en Samaria fue para los
doce una prueba de que en verdad se habían eliminado esos límites. Había
llegado el momento de testificar de Cristo en Samaria.
Oyeron. A pesar de la persecución, parece que se
mantuvieron las comunicaciones entre los obreros esparcidos y el cuartel
general.
Samaria. El mensaje de Felipe fue llevado a través de toda
la región por sus entusiastas conversos.
Palabra de Dios. Lucas emplea esta expresión,
tanto aquí como en su Evangelio, para resumir todo el Evangelio de Cristo
(cf. Luc. 5:1; 8:11,21).
Pedro y… Juan. Evidentemente en esos primeros tiempos no se le asignaba
ninguna preeminencia especial a ninguno de los doce. Por decisión de todos los
apóstoles, Pedro y Juan fueron enviados en misión a Samaria. Era lógico que
eligieran a estos dos, pues habían sido los más activos en comenzar la obra de
la iglesia (cf. cap. 1:15; 2:14; 3:1; 4:8; etc.).
Aquí no hay
evidencia alguna de la supremacía de Pedro; estaba bajo la dirección del cuerpo
apostólico.
El y Juan fueron enviados por ese
grupo para cumplir esta misión. Juan, que una vez había deseado que descendiera
fuego del cielo sobre los samaritanos (Luc. 9:54), ahora debía llevarlos con
amor al bautismo del Espíritu Santo y de fuego (Mat. 3:11).
Es difícil afirmar que este Juan
sea en verdad Juan Marcos (ver com. Hech. 13:5,13). Si Juan Marcos hubiera
pasado por las vicisitudes descritas en los versículos siguientes, difícilmente
más tarde habría dejado de acompañar a Pablo y Bernabé (13:13).
15. Oraron. Este fue el primer acto de los dos apóstoles. No
concedieron el Espíritu Santo a los creyentes samaritanos recientemente
bautizados, sino que imploraron al Señor que les concediera el Espíritu como
resultado de su bautismo (cf. cap. 2:38), y como evidencia de que habían sido
aceptados por Dios.
16. Aún no había descendido. En este versículo se hace una clara
distinción entre el bautismo de agua administrado por Felipe, y la recepción
del Espíritu Santo por medio del ministerio de Pedro y de Juan. El verbo que se
traduce "había descendido", es el mismo que se traduce como
"cayó", en Hech. 10:44 y 11:15.
Solamente habían sido bautizados. Felipe los
había bautizado con agua, pero no recibieron los dones del Espíritu hasta que
llegaron Juan y Pedro.
En el nombre. Esto indica el estrecho vínculo con el cual los
nuevos conversos a la fe estaban ligados a Cristo por medio del bautismo.
17. Les imponían las manos. Ver com. cap. 6:6.
Recibían. Nótese los tres
pasos que capacitaron a los samaritanos para recibir el Espíritu Santo: (1) Su
propia confesión de fe por medio del bautismo (vers. 12), (2) la oración de los
apóstoles (vers. 15), y (3) la imposición de las manos de los apóstoles (vers.
17).
18. Vio Simón. Simón había sido bautizado por Felipe, así como lo
habían sido los otros samaritanos; pero las manos de los apóstoles no habían
sido puestas sobre él, y no había recibido el Espíritu que generosamente había
sido dado a los otros creyentes. Sin duda hubo alguna razón para esto; la
verdadera naturaleza de Simón quizá había sido claramente percibida. Sin
embargo, la diferencia que se hizo entre él y sus compatriotas, despertó su
deseo.
Vio la evidencia de
que habían recibido el Espíritu. Eran personas transformadas que posiblemente
habían comenzado a hablar en lenguas y a profetizar. Era evidente que el
Espíritu Santo había penetrado en la vida de ellos.
Les ofreció dinero. Simón vio que sus compañeros
estaban siendo dotados de facultades mucho más grandes que las que él tenía. Aunque
no poseía el Espíritu Santo deseaba el poder que recibiría con él; por lo
tanto, ofreció dinero a Pedro y a Juan, esperando poder comprar lo que no había
recibido gratuitamente. Esta conducta reveló las fallas de su fe y descubrió
los motivos que lo dominaban.
Su ofrecimiento de dinero ha dado
su nombre a toda una serie de errores eclesiásticos. Cualquier intento de
comprar un poder de orden espiritual o eclesiástico se llama
"simonía".
19. Dadme. Ahora se reveló plenamente el carácter de Simón. No
deseaba tener el Espíritu Santo como un don espiritual para sellar su bautismo,
sino para poder usar el poder para dominar a otros.
Quería el poder
externo sin haber experimentado el cambio interno que justificara la posesión
de tal don. Es posible que tuviera la
intención de ganar dinero con la facultad de impartir a su antojo el Espíritu
Santo a otros.
20. Tu dinero perezca contigo. O "vaya tu dinero a la
perdición y tú con él" (BJ). Pedro expresa su disgusto por la oferta de
Simón. Comprendió que si Simón no cambiaba, sería destruido. Pero no consideró
que no había más esperanza para Simón, porque en el vers. 22 se registra que lo
instó a arrepentirse para que fuera perdonado.
Don de Dios. La actitud de Simón mostraba una incomprensión
fundamental del carácter de Dios y de los dones del Espíritu.
Todavía tenía que
aprender que las cosas más preciosas de la vida no pueden comprarse con dinero.
21. No tienes tú parte. Esta no es una declaración
arbitraria, sino una sentencia basada en el estado evidente del corazón de
Simón. No pertenecía en verdad a la familia de Dios, y por lo tanto no estaba
en condiciones de compartir sus privilegios y responsabilidades. Con referencia
a "suerte", ver com. cap. 1:26.
Este asunto. "Este asunto" es evidentemente el tema
que se estaba discutiendo: el poder de impartir el Espíritu Santo por medio de
la imposición de manos (vers. 19).
Recto. Gr. euthús, "recto", tanto en el sentido literal como
en el moral. Aparece 8 veces en el NT: 4 veces en los Evangelios (Mat.
3:3; Mar. 1:3; Luc. 3:4-5), 3 veces en Hechos (cap. 8:21; 9:11; 13:10), y una
en 2 Ped. 2:15.
22. Arrepiéntete. Ver com. Mat. 3:2. El
arrepentimiento es la primera condición para alcanzar el perdón y evitar el
castigo merecido. Nótese que aunque la actitud de Simón es denominada
"maldad", la exhortación de Pedro muestra que todavía había salvación
para él.
Ruega a Dios. La evidencia textual establece (cf. p. 10) el
texto: "Ruega al Señor". Si bien los judíos comúnmente llamaban
"Señor" a Dios, es posible que aquí Pedro le dijera a Simón que debía
orar al Señor Jesús.
Si quizás. Esto implica duda, no de que Dios no estuviera
dispuesto a perdonar, sino de que Simón estuviera listo para arrepentirse.
Pedro también pudo haber pensado que el pecado de
Simón se acercaba al pecado imperdonable contra el Espíritu Santo (ver com. Mat.
12:31). Cristo había dado a los apóstoles tanta autoridad para disciplinar
(Juan 20:23), que estas palabras en labios de Pedro indicarían la gravedad de
la situación.
Pensamiento. Gr. epínoia, "intención",
pensamiento"; sugiere la idea de algo premeditado. Esto hace que el pecado
fuera aún más grave. El apóstol vio que la mente de Simón se había entregado
plenamente a su plan, y si bien no quería afirmar que no había esperanza para
él, su codicia, que rayaba en idolatría, hacía que el arrepentimiento fuera
casi imposible.
Dios está siempre
dispuesto a perdonar, pero muchas veces el hombre no está listo para ser
perdonado (ver com. Sal. 32:1; 130:4).
23. Hiel de amargura. Pedro comprendió que Simón estaba
sumergido en amargura y encadenado en iniquidad.
Había permitido que
la envidia y la codicia amargaran su alma, y que la iniquidad se convirtiera en
un hábito, de modo que estaba preso en estos males.
Veo. Pedro pudo entender nítidamente lo que había en el
corazón de Simón.
24. Rogad vosotros por mí. Por la forma en que Simón hizo su
petición se ve que no había sido impulsado por un arrepentimiento genuino. No
manifestaba tristeza. No parecía preocuparse por el debido desarrollo de su
carácter. Sólo pedía que se lo liberara de la amenaza del castigo. Su ruego
puede compararse con el pedido de Faraón, que repitió en varias ocasiones a
Moisés: "Orad a Jehová" (Exo. 8:8,28; 9:28; 10:17), que sólo
reflejaba su temor, pero que no produjo ningún cambio en su conducta. No se
registra posteriormente ningún arrepentimiento de Simón, y por lo tanto puede
suponerse que siguió sin convertirse.
Aquí termina el relato de Simón
en el libro de Hechos, pero la iglesia primitiva conservó muchas leyendas
acerca de él. En éstas aparece como un usurpador que presidía una corrupta
secta pseudocristiana que constantemente luchó contra la recta doctrina. Las
informaciones acerca de Simón el Mago aparecen en las Homilías
pseudoclementinas ii. 1839; Reconocimientos clementinos ii. 5-16; Justino
Mártir, Apología primera 26, 56; Ireneo, Contra herejías i. 23; Eusebio,
Historia eclesiástica ii. 13.3-18; 14. 1-6;15.1.
En estos escritos se describe a
Simón como precursor de los herejes gnósticos, un maestro cuyo sistema se
basaba mayormente en la astrología y la angelología, y una obstinada creencia
en sus propios poderes divinos. Ver p. 36; t. V, p. 890.
25. Y ellos. Sin duda se refiere a los apóstoles Pedro y Juan.
Habiendo testificado. Gr. diamartúromai,
"presentaron un testimonio solemne".
Se volvieron. En su viaje de regreso a Jerusalén predicaron el
Evangelio en muchas aldeas samaritanos. Aquí termina el relato inspirado del
progreso del cristianismo en Samaria. Después no hay más que una mención
pasajera (cap. 15:3). 6CBA
COMENTARIOS DE EGW
1-25. HAp 85-88. EL EVANGELIO EN
SAMARIA.
https://elaguila3008.blogspot.com/2012/07/capitulo-11-el-evangelio-en-samaria.html
Ministerio Hno. Pio
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