Hechos 27. VIAJE A ROMA: EL NAUFRAGIO Vers. (1-8) Pablo, en camino a Roma, (9-10) predice los peligros del viaje; (11-13) pero no le creen. (14-40) En Creta Y El Naufragio: El barco es sacudido de un lado a otro por la tempestad, (41-44) y naufragara; sin embargo, todos desembarcan sanos y salvos.
1 CUANDO se decidió que habíamos
de navegar para Italia, entregaron a Pablo y a algunos otros presos a un
centurión llamado julio, de la compañía Augusta. 2 Y embarcándonos en una nave
adramitena que iba a tocar los puertos de Asia, zarpamos, estando con nosotros
Aristarco, macedonio de Tesalónica. 3 Al otro día llegamos a Sidón; y julio,
tratando humanamente a Pablo, le permitió que fuese a los amigos, para ser
atendido por ellos.
4 Y haciéndonos a la vela desde allí, navegamos a sotavento de Chipre, porque los vientos eran contrarios. 5 Habiendo atravesado el mar frente a Cilicia y Panfilia, arribamos a Mira, ciudad de Licia. 6 Y hallando allí el centurión una nave alejandrina que volaba para Italia, nos embarcó en ella. 7 Navegando muchos días despacio, y llegando a duras penas frente a Gnido, porque nos impedía el viento, navegamos a sotavento de Creta frente a Salmón. 8 Y costeándola con dificultad, llegamos a un lugar que llaman Buenos Puertos, cerca del cual estaba la ciudad de Lasea.
9 Y habiendo pasado mucho tiempo,
y siendo ya peligrosa la navegación, por haber pasado ya el ayuno, Pablo les amonestaba, 10 diciéndoles:
Varones, veo que la navegación va a ser con perjuicio y mucha pérdida, no sólo
del cargamento y de la nave, sino también de nuestras personas.
11 Pero el centurión daba más crédito al piloto y al patrón de la nave,
que a lo que Pablo decía. 12 Y siendo incómodo el puerto para gobernar, la
mayoría acordó zarpar también de allí, por si pudiesen arribar a Fenice, puerto
de Creta que mira al nordeste y sudeste, e invernar allí.
13 Y soplando una brisa del sur,
pareciéndoles que ya tenían lo que deseaban, levaron anclas e iban costeando
Creta. 14 Pero no mucho después dio contra la nave un viento huracanado llamado
Euroclidón. 15 Y siendo arrebatada la nave, y no pudiendo poner proa al viento,
nos abandonamos a él y nos dejamos llevar. 16 Y habiendo corrido a sotavento de
una pequeña isla llamada Clauda, con dificultad pudimos recoger el esquife. 17
Y una vez subido a bordo, usaron de refuerzos para ceñir la nave; y teniendo
temor de dar en la Sirte, arriaron las velas y quedaron a la deriva.
18 Pero siendo combatidos por una
furiosa tempestad, al siguiente día empezaron a alijar, 19 y al tercer día con
nuestras propias manos arrojamos los aparejos de la nave. 20 Y no apareciendo
ni sol ni estrellas por muchos días, y acosados por una tempestad no pequeña,
ya habíamos perdido toda esperanza de salvarnos.
21 Entonces Pablo, como hacía ya
mucho que no comíamos, puesto en pie en medio de ellos, dijo: Habría sido por
cierto conveniente, oh varones, haberme oído, y no zarpar de Creta tan sólo
para recibir este perjuicio y pérdida. 22 Pero ahora os exhorto a tener buen
ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre nosotros, sino solamente de
la nave.
23 Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a
quien sirvo 24 diciendo: Pablo, no temas; es necesario que
comparezcas ante César; y he aquí, Dios te ha concedido todos los que navegan
contigo. 25 Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío en Dios
que será así como se me ha dicho. 26 Con todo, es necesario que demos en alguna
isla.
27 Venida la decimacuarta noche, y siendo llevados a través del mar
Adriático, a la medianoche los marineros sospecharon que estaban cerca de
tierra; 28 y echando la sonda, hallaron veinte brazas; y pasando un poco más
adelante, volviendo a echar la sonda, hallaron quince brazas. 29 Y temiendo dar
en escollos, echaron cuatro anclas por la popa, y ansiaban que se hiciese de
día.
30 Entonces los marineros procuraron huir de la nave, y echando el esquife al mar, aparentaban como que querían largar las anclas de proa.
31 Pero Pablo dijo al centurión y a los
soldados: Si éstos no permanecen en la nave, vosotros no podéis salvaros. 32
Entonces los soldados cortaron las amarras del esquife y lo dejaron perderse.
33 Cuando comenzó a amanecer, Pablo exhortaba a todos que comiesen, diciendo: Este es el decimocuarto día que veláis y permanecéis en ayunas, sin comer nada. 34 Por tanto, os ruego que comáis por vuestra salud; pues ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá. 35 Y habiendo dicho esto, tomó el pan y dio gracias a Dios en presencia de todos, y partiéndolo, comenzó a comer.
36 Entonces todos,
teniendo ya mejor ánimo, comieron también. 37 Y éramos todas las personas en la
nave doscientas setenta y seis. 38 Y ya satisfechos, aligeraron la nave,
echando el trigo al mar.
39 Cuando se hizo de día, no
reconocían la tierra, pero veían una ensenada que tenía playa, en la cual
acordaron varar, si pudiesen, la nave. 40 Cortando, pues, las anclas, las
dejaron en el mar, largando también las amarras del timón; e izada al viento la
vela de proa, enfilaron hacia la playa.
41 Pero dando en un lugar de dos
aguas, hicieron encallar la nave; y la proa, hincada, quedó inmóvil, y la popa
se abría con la violencia del mar. 42 Entonces los soldados acordaron matar a
los presos, para que ninguno se fugase nadando.
43 Pero el centurión, queriendo salvar a Pablo, les impidió este intento, y mandó que los que pudiesen nadar se echasen los primeros, y saliesen a tierra; 44 y los demás, parte en tablas, parte en cosas de la nave. Y así aconteció que todos se salvaron saliendo a tierra. (Hechos 27).
1. Navegar para Italia. Finalmente, aunque en
circunstancias muy diferentes a las que él se había propuesto, el deseo que
Pablo había albergado por tan largo tiempo se iba a concretar: "ver
también a Roma" (Hech. 19:21; Rom. 1:15; 15:22-24).
Entregaron a Pablo. Los soldados que custodiaron a
Pablo durante su permanencia en Cesarea lo entregaron a un oficial para el
viaje a Roma.
Otros. Gr. héteros, dando a entender una clase de presos
diferentes en algo a Pablo.
Centurión. Oficial romano a cuyo cargo estaban 100 hombres
(ver com. cap. 10:1).
Julio. Un nombre típicamente romano.
Compañía. Gr. spéira, "cohorte". Una cohorte
auxiliar romana como ésta, probablemente consistía de 1.000 hombres (ver com.
cap. 21:31; 23:10). Se han presentado varias explicaciones en cuanto a la
identidad de esta "compañía" Angosta. Por las inscripciones se ha
comprobado que una cohorte denominada Augusta estaba acantonada en Siria en el
siglo I d. C.; la "compañía" que aquí se menciona tal vez podría
identificarse con esta última.
2. Embarcándonos. Gr. epibáhinÇ término específico
que significa "embarcarse", "subir a bordo"
Adramitena. Osea de Adramitio, puerto marítimo en la costa
noroeste de Misia, en Asia Menor, a unos 80 km al este de Troas. Era un centro
comercial de cierta importancia. Su nombre moderno es Edremit. Parece que este
era el puerto del cual procedía el navío y también su puerto de destino en el
viaje que aquí se narra.
Iba a tocar. Literalmente "iba a zarpar hacia",
"iba a navegar hacia". El centurión propuso que entraran en varios
puertos durante el viaje, hasta que hallaran un barco que navegara a Roma.
Estando con nosotros. Estas palabras implican que
ambos, Aristarco y Lucas, el autor del relato, acompañaban a Pablo. La ley
romana estipulaba que los ciudadanos romanos que viajaban en calidad de presos
podían ser acompañados por un esclavo y por un médico personal. Tal vez
Aristarco era el siervo de Pablo, y Lucas, su médico.
Aristarco. Un compañero de viaje de Pablo. Había estado con el
apóstol en Éfeso (cap. 19:29), y también en Macedonia y Grecia (cap. 20:4).
Permaneció con Pablo durante su primer encarcelamiento en Roma (Col. 4:10;
File. 24).
3. Sidón. Puerto marítimo muy conocido, situado en la costa
de Fenicia; frecuentemente se menciona con Tiro (ver t. II, pp. 69-7 1; com.
cap. 12:20).
Tratando. Gr. Jráomai, "usar", "tratar"
(CE cap. 7:19). Pablo había causado una favorable impresión en todos los que se
relacionaban estrechamente con él.
Humanamente. Gr. filanthrÇpÇs, "bondadosamente".
Para ser atendido. O "para recibir
hospitalidad".
4. Haciéndonos a la vela. Es decir, levando anclas, navegando (cf. Luc. 5:4).
Sotavento de Chipre. Hacia la tierra o sotavento, entre la isla y el continente. Con tiempo favorable, el curso sin duda hubiera sido no poco al sur de Chipre (ver com. cap. 21:1-3).
5. Mira. Una ciudad a unos 3 km de la costa, a orillas del
río Andríaco, que los turcos llaman ahora Dembre. Este no era un puerto en el
que solían hacer escala los buques que navegaban de Palestina a Roma. Una
antigua inscripción identifica a Mira como un lugar donde se depositaban
cereales, y el barco procedente de Alejandría bien pudo, como parte de su
itinerario, haber ido allí para descargar cereales (vers. 38). Egipto era el
granero del Imperio Romano.
6. Nave alejandrina. Mira estaba muy alejada de la
ruta directa del viaje entre Alejandría y Roma.
7. Navegando. . . despacio. Evidentemente debido a los
fuertes vientos de proa.
A duras penas. Gr. mólis, "con dificultad" (cf. vers. 8). Gnido. En aquel entonces un activo puerto de mar en el extremo sudoeste del Asia Menor. Ahora está en ruinas. Era famoso como un centro de adoración de Afrodita. Allí había existido una colonia judía, por lo menos desde el tiempo de los Macabeos (1 Mac. 15:15-24). Aparentemente los vientos forzaron al buque a navegar cerca de la costa. Ahora, ya en el mar Egeo, la nave fue azotada con toda la fuerza del ventarrón, y se dirigió hacia Creta.
Nos impedía. O "no permitiéndonos". Durante esta estación
los vientos generalmente soplaban desde el noroeste y eran conocidos como los
vientos etesios (cf. vers. 14).
Sotavento de Creta. Así estaban protegidos del viento
(cf. vers. 4). Aquí el mar estaría menos agitado.
Salmón. Probablemente el cabo Sidero, un promontorio en el
extremo oriental de la isla de Creta, que se interna en el mar. Allí el barco
estaba protegido del viento.
8. Con dificultad. Ver com. vers. 7.
Buenos Puertos. Esta localidad no se menciona en ningún pasaje de los escritos de la época, pero aún tiene el mismo nombre. Está en la costa sur de Creta, a unos 8 km al este del cabo Matala, el principal promontorio de la costa sur de la isla. Ahora es llamado Limenes Kali. Lasea. Se han identificado las ruinas de esta ciudad a unos pocos kilómetros al este de Buenos Puertos.
9. Habiendo pasado mucho tiempo. Mientras esperaban un viento
favorable y deliberaban sobre lo que deberían hacer.
Siendo ya peligrosa la navegación. Se estaba
aproximando el invierno, y en el Mediterráneo no se acostumbraba navegar en esa
época del año.
El ayuno. Evidentemente el día de expiación, en el día décimo
del mes séptimo (Tisri) del calendario eclesiástico (ver t. II, p. 112; Josefo,
Antigüedades iii. 10.3). Probablemente estaban en la última parte del mes de octubre,
y se podían esperar fuertes tormentas.
10. Veo. Gr. théoreo, "discernir" (cf. Juan 4:19). La percepción que Pablo tenía del
peligro que los amenazaba no era necesariamente por discernimiento de origen
sobrenatural, sino por su propia observación y juicio como viajero
experimentado. No parece que hubiera hablado como profeta. Nótese que el
"perjuicio" o daño que él temía que les ocurriera a los que estaban a
bordo, no significó la pérdida de la vida (Hech. 27:44).
Perjuicio y mucha pérdida. O "con daño y mucha
pérdida". Evidentemente Pablo se había ganado el respeto de los que
conducían la nave, pues se sentía libre de dar un consejo tal. Había viajado
varias veces por el Mediterráneo y por el Egeo, y algunos años antes de este
viaje escribió: "Tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he
estado como náufrago en alta mar" (2 Cor. 11:25). En la Nota Adicional al
final del capítulo hay una explicación del viaje de Pablo y del naufragio cerca
de la isla de Malta.
11. Daba más crédito. Literalmente "estaba
persuadido". Cuando se trataba de estos asuntos, el centurión tenía más
confianza en el capitán y en el patrón de la nave que en Pablo. El centurión,
como oficial de la guardia imperial, influía en los hombres que dirigían el
buque.
Piloto. Gr. kubernétis, "timonel", el que estaba
a cargo de la navegación del buque. El centurión prefirió naturalmente el
juicio de un experto navegante al de un rabino judío itinerante.
Patrón. El dueño o capitán de un barco. Posiblemente aquí,
el dueño del buque y de la carga, que era trigo de Egipto (vers. 38) con
destino a Roma. Este producto comercial generaba un intenso y lucrativo
comercio entre Alejandría y Roma (ver com. vers. 5).
12. Incómodo. O "no adecuado". El puerto quizá no
parecía proporcionar protección suficiente para el barco durante el invierno, o
Buenos Puertos tal vez era demasiado pequeño para que allí se consiguieran las
provisiones adecuadas.
Zarpar. Gr. anagó, "hacerse a la mar".
Fenice. O Fénix, generalmente identificado con el actual
puerto cretense de Lutero, el mejor puerto durante todo el año en la costa sur
de Creta. Estrabón, el geógrafo griego, lo menciona (Geografía x. 4.3). En sus
alrededores se encontró una tablilla dedicada a Serapis y a Júpiter, como una
ofrenda de agradecimiento por haber sido salvados en el mar. Esa tablilla fue
ofrendada por el encargado de un buque que hacía la travesía desde Alejandría.
Nordeste y sudeste. Literalmente "que mira hacia
el suroeste y hacia el noroeste". El puerto de Lutro da frente al este, y
la persona a bordo de un buque que entra en el puerto, mira hacia el oeste. Al
otro lado del promontorio que forma el puerto de Lutro, está el puerto menos
protegido de Fineka, que mira hacia el oeste.
13. Brisa del sur. Esto representaría un cambio completo del tiempo, porque el piloto había dirigido el curso del buque hacia el sur de Creta para escapar al viento norte (vers. 7-8). Tenían lo que deseaban. O sea que esperaron lo necesario hasta que cambiara el tiempo. Iban. Literalmente "estaban navegando".
Costeando. Gr. ásson, "más cerca". Se creyó antes
que era el nombre de un lugar, pero ahora generalmente se traduce como
"más cerca". No se ha identificado ningún lugar con este nombre. El propósito del capitán era mantenerse cerca
de la costa hasta que pudiera llegar a Fenice, a unos 65 km al oeste.
14. Dio contra la nave. O "embistió contra ella un
viento", esto es procedente de la montañosa isla de Creta. Hubo otro
súbito cambio: el suave viento sur se transformó en un fuerte viento norte, y
esto impulsó el barco hacia el sur en dirección de la isla de Clauda (vers. 16;
ver mapas p. 442 y frente a p. 33).
Huracanado. Gr. tufonikós, adjetivo derivado del nombre del
dios Tifón que personifica las fuerzas tempestuosas de la naturaleza, y en
forma especial los fuertes vientos. Los rápidos cambios del viento indican que
era una gran tormenta ciclónica.
Euroelidón. Gr. euroklúdón. De dos palabras que significan
"viento este" y "[gran] ola" o "aguas agitadas".
Se refiere a un fuerte viento que levantaba grandes olas. Sin embargo, la
evidencia textual (cf. p. 10) favorece la grafía eurakúlon. Esta palabra
híbrida, cuya primera parte es griega y la segunda latina, indica un viento
este-noreste. "Viento huracanado del nordeste" (VP), "curoaquilón"
(BC, BJ, NC).
15. Siendo arrebatada la nave. Mientras la nave estuvo costeando cerca de la costa al este del cabo Matala, estuvo protegida del cambio de viento; pero tan pronto como comenzó a cruzar la bahía abierta en su ruta hasta Fenice, el violento viento noreste dio contra ella con toda su furia, y la arrojó hacia el suroeste en dirección a Clauda.
No pudiendo poner proa al viento. Es decir, "no pudiendo hacer frente al viento" (BC, BJ).
Nos dejamos llevar. Mejor, "éramos llevados a la
deriva". Era imposible timonear la nave. Lo único que se podía hacer era
navegar a merced del viento, rumbo al suroeste.
16. Y habiendo corrido. Es decir, habiendo navegado a sotavento de Clauda (ver com. vers. 4). Clauda. La evidencia textual (cf. p. 10) favorece la grafía "Cauda" (BJ, NC). El nombre moderno de la isla es Gozzo o Gaudo. Tolomco (Geografía iii. 15.8) la llamó Claudos. La isla está a unos 72 km al suroeste del cabo Matala, cerca del cual se desató la tempestad que venía del noreste y azotó la nave en que viajaba Pablo.
Pudimos recoger el esquife. O "con mucha dificultad
pudimos hacernos dueños del bote salvavidas". Este bote comúnmente era
llevado a un lado para usarlo en una emergencia. En medio de las tempestades
sin duda se llenaba de agua y era muy difícil utilizarlo. La tripulación estaba
tratando de subirlo a bordo para que no se perdiese.
17. Refuerzos. Ataron la nave con fuertes cuerdas para impedir que
el casco de madera se despedazara por la fuerza del viento y de las olas. Este
procedimiento de ceñir una nave de madera se llama atortoramiento. Es obvio que
la nave difícilmente estaba en condiciones de continuar viaje, y debe haber
estado anegándose tanto que las junturas de la madera amenazaban con abrirse.
La nave estaba en peligro de zozobrar. Compárese con Tucídides (Historia i. 29.
3) y Horacio (Odas i. 14).
Dar. Gr. ekpíptó, que significa "caer fuera",
ser echado a tierra".
Sirte. Gr. súrtis, nombre del brazo oriental del gran
golfo que penetra en la costa norte del continente africano, y que hoy día se
conoce como la Gran Sirte [actual golfo de Sidra, [Libia], para distinguirlo de
la Pequeña Sirte [actual golfo de Gabes, Túnez], el brazo occidental del mismo
golfo.
Las aguas de ambos golfos son de
poca profundidad y ocultan bancos de arena que se han convertido en la tumba de
innumerable; buques desde los comienzos de la navegación. La nave de Pablo era
llevada en dirección de la Gran Sirte por el viento. Ver Lucano, La guerra
civil. ix.303-310; cf. Milton, El paraíso perdido ii. 939.
Arriaron. Gr. jaláÇ "desatar", "bajar",
"hacer descender".
Las velas. Gr. skéuos, "equipo",
"aparejo"; o sea los
"aparejos" del barco. La tripulación bajó de la arboladura de la nave
todo aquello de lo cual podían prescindir, especialmente la pesada vela mayor y
su aparejo. Sin duda dejaron suficientes velas y aparejos para mantener el
dominio de la nave y evitar la Sirte con sus tan temidos bancos de arena.
Todas estas precauciones se
tomaron (vers. 16-17) y se completaron mientras la nave estaba en una calma
transitoria a sotavento de Clauda. Hay una descripción de esta parte del viaje
en la Nota Adicional al fin del capítulo.
Y. Es decir, con el bote a bordo y el casco del buque
ceñido con cuerdas, después de deshacerse de los aparejos que no eran
esenciales.
A la deriva. Al cabo de uno o dos días la tempestad del noreste
llevaría la nave al oeste-suroeste impulsándola dentro de la Sirte. Para
evitarlo, los marineros prepararon la nave para tiempo tormentoso, viraron y
tomaron rumbo a estribor, pues con la proa de la nave dirigida aproximadamente
al norte y la tempestad del noreste dando contra la nave en su parte de
estribor, serían llevados mayormente en forma lateral en una dirección
oeste-noroeste. La distancia de Clauda a Malta es de unos 750 km.
18. Siendo combatidos. La tormenta aumentó su furia.
Al siguiente día. Es decir, el segundo día de
tormenta. La nave estaba más allá del momentáneo refugio de la isla de Clauda.
Empezaron a alijar. Comenzaron a arrojar la carga de
trigo (vers. 38) al mar. La nave se anegaba peligrosamente a pesar de las
cuerdas con que estaba ceñido el casco para impedir que se abriera (ver com.
vers. 17).
19. Con nuestras propias manos arrojamos. En el griego
dice "con sus propias manos", o sea las manos de la tripulación (ver
el comentario previo). El aparejo no fue lanzado al mar por un golpe de las
olas, ni barrido por el viento, sino que a propósito fue arrojado al mar.
Los aparejos. Ver com. vers. 17. Todos los implementos que podían
ser eliminados del barco, particularmente los que estaban sobre cubierta,
fueron arrojados al mar.
20. Ni sol ni estrellas. Antes de la invención de la
brújula, los que navegaban en alta mar dependían de la observación del sol
durante el día y de las estrellas durante la noche para orientarse y conocer su
posición. Según el vers. 27 es evidente que los pilotos de la nave no conocían
su posición náutica. Estaban perdidos.
Muchos días. Casi dos semanas, de acuerdo con los
acontecimientos narrados (vers. 27).
Ya. Gr. loipós, "al fin",
"finalmente". La tormenta continuó, haciendo imposible las
observaciones en cuanto a la posición de la nave. Corriendo el inminente
peligro de zozobrar o ser lanzados contra la Sirte o contra una costa rocosa,
la tripulación abandonó toda esperanza.
21. Hacía ya mucho que no comíamos. Se supone que
tanto la tripulación como los pasajeros habían estado sin comer. La agitación y
la dificultad para maniobrar la nave durante la tormenta habían impedido la
preparación del alimento y su distribución. Sin duda, muchos estaban mareados.
Puesto en pie. Parece que desde el momento en que el consejo de
Pablo fue rechazado cuando estaban en Buenos Puertos, el apóstol y sus
compañeros habían dejado al capitán y a la tripulación que siguieran sus
propias decisiones.
Haberme oído. El que Pablo les hiciera recordar lo que les había
dicho no era una censura o un regaño, sino que tenía el propósito de persuadir
a los pilotos de la nave a que prestaran atención a lo que ahora les iba a
decir. Si se hubiera seguido su consejo (vers. 10), se podrían haber evitado
los peligros y el temor de los últimos días. Harían bien en escuchar el nuevo
consejo que tenía que darles. Recibir. O
"sufrir".
Perjuicio y pérdida. Habían perdido el cargamento y
los aparejos de la nave (vers. 18-19), y parecía que perderían la nave y aun
sus vidas (vers. 20).
22. Tener buen ánimo. O "tener valor", "no
desalentarse". A su debido tiempo todo terminaría bien. Contrástense las
palabras de ánimo de Pablo con la pérdida de "toda esperanza" (vers.
20). Cf. Juan 16:33; Hech. 23:11. La actitud de Pablo y el tono de su voz deben
haber estado en consonancia con su alentadora admonición. Así debería proceder
el cristiano cuando lleva las buenas nuevas de la salvación por medio de Cristo
Jesús a un mundo perturbado.
Ninguna pérdida de vida. Anteriormente Pablo había
anticipado que podrían perderse algunas vidas (vers. 10), pero Dios le reveló
que no habría pérdida de vidas.
De la nave. Es decir, sólo se perdería la nave.
23. Ha estado conmigo. Sin duda Pablo recordaba la
visita del ángel mientras estaba preso en Jerusalén, cuando le dijo que se presentaría
ante César (cap. 23:11).
El ángel. En el griego dice "un ángel". Acerca de
la intervención de los ángeles en favor de los hijos de Dios, ver Hech. 5:19;
8:26; 12:7; cf. Heb. 1:13-14.
De quien soy. La religión es algo personal: es consagración, adoración y servicio
personal que se rinden a un Dios personal.
Pablo presentó un elocuente
testimonio a los temerosos paganos que estaban con él en la nave condenada a
naufragar. Conocía al Dios que estaba a punto de intervenir en favor de todos
los que estaban a bordo, porque el Señor pertenecía a Pablo y Pablo pertenecía
a él en una íntima comunión de servicio. Pablo había aceptado llevar el yugo
del servicio y estaba íntimamente relacionado con su divino Compañero de yugo (ver
Mat. 11:28-30; cf. Rom. 1:9; 2 Tim. 1:3,12).
24. No temas. Los visitantes celestiales han saludado muy a
menudo a los seres humanos con estas palabras (Luc. 1:13, 30; 2:10; Apoc. 1:17).
Comparezcas ante César. Renovación de una promesa anterior
(cap. 23:11), que desde entonces había sostenido el apóstol. Pablo pasaría sano
y salvo a través de la prueba y finalmente llegaría a Roma.
Te ha concedido. Probablemente como una respuesta
a la oración. Pablo debe haber estado a menudo en oración durante este tiempo
de peligro. Ahora todos los que estaban a bordo de la nave tuvieron que saber
que el apóstol no era un preso común.
Pablo y sus compañeros cristianos estaban demostrando que eran "olor
de vida para vida" (2 Cor. 2:16; cf. Gén. 18:23-32; Mat. 5:13).
25. Yo confío en Dios. La fe de Pablo se fortalecía a
medida que aumentaban el peligro y la angustia, aunque desde hacía muchos días
se había perdido toda razón para tener confianza en la solidez de la nave o en
la habilidad del capitán y la tripulación (cf. vers. 20).
26. En alguna isla. La isla de Malta (cap. 28:1).
27. Decimacuarta noche. El acto final del tormentoso
drama se produjo después de dos semanas (cf. vers. 18-19, 33). Durante esos
días habían sido irremediablemente llevados a la deriva sin conocer su posición
en el mar. Habían viajado unos 750 km, o sea cerca de 60 km por día (ver Nota
Adicional al final de este capítulo).
Adriático. La parte del mar Mediterráneo que está al sur de lo
que ahora se conoce como el mar Adriático (cf. Estrabón, Geografía ii. 5.20;
Josefo, Vida 3).
Los marineros sospecharon. Tal vez vieron la espuma
producida por las olas que se estrellaban contra los escollos de Punta Koura,
en el extremo oriental de la bahía de San Pablo en la costa nororiental de la
isla de Malta (cap. 28:1).
28. Echando la sonda. Se echaba la sonda quizá con un
plomo atado en el extremo de una cuerda. En los tiempos antiguos, de noche o en
medio de la niebla éste era el único método para determinar la posición de un
buque con relación a la costa.
Veinte brazas. La "braza" griega medía la distancia
entre los dedos pulgares de un hombre con los brazos extendidos; equivalía
aproximadamente a la "braza" inglesa de 1, 86 m (ver t. V, p. 52).
Por lo tanto, la profundidad era de unos 36 m. La profundidad del mar a la distancia
de unos 400 m de Punta Koura (ver com. vers. 27) ha sido medida en tiempos
recientes y es de 36 m (ver Nota Adicional al final del capítulo).
Pasando un poco más adelante. O "y habiéndose alejado un
poco".
Quince brazas. Unos 27 m. Una disminución tan marcada en
profundidad en tan corta distancia y en tan breve lapso, indicaba que la nave
se estaba aproximando rápidamente a la orilla.
29. Escollos. O "lugares ásperos" (ver com. vers. 27).
Echaron cuatro anclas. La oscuridad de la noche hacía
imposible que eligieran la mejor parte de la costa para encallar la nave. Las
anclas se arrojaron desde la popa para mantener la proa de la nave hacia la
costa.
Ansiaban. Literalmente "estaban rogando" (cf. Job.
1:4-5).
30. Procuraron huir. Para salvar sus vidas la
tripulación había decidido abandonar la nave con sus pasajeros. Es un
testimonio elocuente de la situación desesperante en que se encontraban.
31. Pablo dijo. Pablo tenía amplia experiencia en
los viajes por mar (ver com. vers. 10), y por eso sabía que la operación
propuesta era innecesaria. Supuso, pues, que la intención de los marineros
era abandonar la nave.
Si éstos no permanecen. Sólo los marineros tenían la
destreza necesaria para anclar la embarcación y salvar a los pasajeros.
32. Esquife. El bote que habían alzado a bordo de la nave cerca
de la isla de Clauda dos semanas antes (ver com. vers. 16).
33. Cuando comenzó a amanecer. Habían transcurrido hasta este
momento unas seis horas desde el momento cuando los marineros descubrieron que
estaban próximos a la orilla (vers. 27-29). Nada podía hacerse en la oscuridad.
Comiesen. No se especifica qué alimento debían tomar. La
alimentación era esencial debido al esfuerzo y la exposición a la intemperie
que todos experimentarían cuando abandonaran la nave. Decimocuarto día. Ver com. vers. 27.
Sin comer nada. Probablemente sea una referencia
a las comidas regulares. La rutina de la vida a bordo de la nave se trastornó
completamente, y sólo había sido posible comer unos bocados de vez en cuando.
Sin duda, muchos también habían estado mareados.
34. Salud. Gr. sotería, "salvación", aquí en sentido
físico (cf. vers. 31).
Ni aun un cabello. . . perecerá. Figura de lenguaje bíblica; una
expresión familiar para designar una liberación completa (Luc. 21:18; cf. 1
Sam. 14:45; 2 Sam. 14:11; 1 Rey 1:52).
35. Dio gracias. Pablo reconoció a Dios como el
dador del alimento y el sustentador de la vida. Dio un ejemplo consecuente con
su exhortación a todos sus compañeros de viaje.
36. Mejor ánimo. La esperanza, la fe y el valor de
Pablo fueron contagiosos. Todos cobraron aliento a pesar de darse cuenta del
peligro que acechaba en las rocas a lo largo de la costa. Comieron. Ver com. vers. 33.
37. En la nave. La nave tuvo que haber sido
bastante grande. Se sabe que en los días de Pablo viajaban por el Mediterráneo
barcos de más de 60 m de largo. Se ha estimado que esta nave tenía un
desplazamiento de unas 1.200 toneladas (ver Nota Adicional al fin del
capítulo). El hecho de que la nave tuviera cuatro anclas en la popa (vers. 29)
y otras en la proa (vers. 30), sugiere que era grande. En este momento se dice
por primera vez el número de los que estaban a bordo; es posible que fueran
contados anticipándose así al abandono de la nave.
38. Aligeraron la nave. La mayor parte de la carga quizá
había sido arrojada al mar (vers. 18) y los Aparejos reducidos al mínimo (ver
com. vers. 17); también se había eliminado todo lo que estaba sobre cubierta y
en los depósitos de la nave (vers. 19). Ahora se hizo lo mismo con lo que había
quedado de la carga y con el alimento sobrante.
Echando el trigo. Aparentemente éste era un barco
triguero egipcio que iba a Roma. La
población de Italia, y especialmente la de Roma, dependía de los cargamentos de
trigo egipcio (Juvenal, Sátiras v. 118-119; ver com. vers. 5).
39. No reconocían la tierra. Cuando llegaron a la costa supieron
en qué isla estaban (cap.28:1). Malta era bien conocida; pero la bahía de San
Pablo, que probablemente fue el sitio del desembarco, estaba Lejos del
acostumbrado puerto de llegada, y por eso no era bien conocida.
Ensenada. Gr. kólpos, "golfo", "bahía",
literalmente "seno". En la costa rocosa había una abertura que tenían
mucho, pero que era a propósito para varar la nave con relativa seguridad.
40. Cortando, pues, las anclas. O "habiendo quitado".
Posiblemente aquí signifique "levar anclas".
Las amarras del timón. Es decir, las cuerdas que
levantaban los timones fuera del agua, asegurándolos a los costados de la nave.
En aquel tiempo los buques a menudo tenían dos timones -remos o paletas-, uno
en cada lado de la popa. En ese momento, para conducir el barco hasta la playa,
dejaron caer los timones en el agua.
Vela de proa. Gr. artémÇn, "trinquete",
"artimón". Parece que la vela principal, junto con su aparejo, había
sido echada al mar (ver com. vers. 17, 19).
41. Lugar de dos aguas. Literalmente "entre dos
mares", o sea entre dos corrientes.
Estas dos corrientes encontradas probablemente forzaron a la nave a
encallar a pesar de la acción de los timones.
La popa se abría. O "se iba rompiendo".
Con la proa de la nave encallada en la costa, las violentas corrientes
mencionadas poco a poco fueron deshaciendo la popa.
Del mar. La evidencia textual (cf. p. 10) se inclina por el texto
"de las olas". En algunas antiguas versiones se tradujo "de los
vientos"; otras omiten estas palabras.
42. Matar a los presos. Ver com. cap. 12:19; 16:27.
43. Queriendo salvar. El centurión respetaba mucho a
Pablo y a sus compañeros de viaje; y también sabía que todos los que estaban a
bordo debían su vida a Pablo (vers. 9-10, 21-26, 31, 34 -36).
Los que pudiesen nadar. Aparentemente la nave encalló muy
cerca de la orilla. A los que podían nadar se les permitió que lo hicieran
primero, de ando las tablas de la nave para los que no podían nadar.
44. Parte en... cosas de la nave. Una vívida
descripción de personas que huyen de un barco que se hunde, cuando los
sobrevivientes se aferran a los restos de la nave que se deshace por la fuerza
de las olas, o que es despedazada por manos humanas.
Todos se salvaron. Ninguno pereció de acuerdo con la
promesa que Dios le había hecho a Pablo, y que el apóstol había declarado a los
que estaban en la nave (24).
NOTA ADICIONAL DEL CAPÍTULO 27
Varios detalles de la narración
de la tormenta y el naufragio del cap. 27 no son claros debido a los siguientes
factores: (1) el exacto significado técnico de algunos términos náuticos es aún
incierto, y (2) pocos comentadores de la Biblia -si es que hay alguno- han
tenido un conocimiento personal adecuado de los asuntos náuticos. Es obvio que
una persona que combine cierto conocimiento del NT griego con una experiencia
personal en navegación, particularmente en aquella región del Mediterráneo en
donde se desarrolló la narración, podría explicar mejor el naufragio que otra
que no está en esas condiciones.
Ese es el caso del teniente Edwin
Smith, ministro de la iglesia presbiteriano Avondale, de Tillsoriburg, Ontario,
Canadá, que sirvió como oficial naval en el Mediterráneo en 1918 y 1919.
En la Homiletic Review de agosto
de 1919 (t. 78, N.º 2, pp. 101-110), el teniente Smith explicó el relato del
naufragio de Hech. 27 apoyado en su experiencia y observaciones como oficial de
la marina en servicio en el Mediterráneo. Ese artículo, titulado "El
último viaje y el naufragio de San Pablo", fue escrito a bordo de un buque
en el puerto de La Valetta, en la isla de Malta, aproximadamente a unos 13 km
del lugar tradicional del naufragio, la bahía de San Pablo.
Este Comentario reproduce en
forma parcial dicho artículo, sin respaldar necesariamente cada declaración.
Sin embargo, los hechos citados y las conclusiones basadas en él confirman el
relato bíblico y dan testimonio de que Lucas fue un historiador informado,
exacto y fidedigno.
Desde el comienzo el autor hace
notar la necesidad de tener un conocimiento de las naves antiguas, la náutica,
las aguas, los puertos y las tierras de esa región, como también de la relación
que Pablo y Lucas tuvieron con la historia del naufragio.
Prosigue con una declaración
general sobre el conocimiento de los antiguos en cuanto a "hacerse al
mar". El autor hace notar luego que la descripción de Lucas en cuanto a lo
que hicieron el capitán y la tripulación para enfrentarse a las diversas
emergencias que surgieron, "es casi, palabra por palabra, lo que la
mayoría de las obras modernas sobre náutica nos dicen que deberíamos hacer si
nos encontráramos en circunstancias similares".
Después de mencionar la
descripción de un barco triguero alejandrino escrita por el autor griego
Luciano, del tiempo del emperador Cómodo (180-192), el autor continúa:
"¿Quién, por ventura, pensaría en ir a Pompeya para averiguar allí cosa
alguna respecto a los barcos de los antiguos, o referente a los barcos no tan
antiguos de los días de San Pablo? Y, sin embargo, es allí donde podemos
obtener la ayuda más efectiva, porque los mármoles y los frescos de Pompeya nos
proporcionan detalles valiosos y tienen la ventaja adicional de que son
precisamente del tiempo del viaje de San Pablo. La catástrofe a la cual deben
su conservación sucedió algo menos de veinte años después del naufragio.
"A continuación trataré de
reconstruir uno de estos antiguos buques, y confío en dar una idea medianamente
correcta de un buque mercante del primer siglo de la era cristiana.
"En líneas generales, no
diferían mucho de los buques de vela de hace 50 años, especialmente en las
partes que iban debajo de la línea de flotación, con la excepción de que la
proa y la popa eran muy similares. La curvatura superior (arrufo) o contorno de
los costados de cubierta era casi recta en el centro, pero curva en los
extremos, y tanto la proa como la popa se elevaban a considerable altura y
terminaban en algún adorno, generalmente la cabeza y el cuello de un ave acuática
inclinada hacia atrás.
"En la descripción que
presenta Luciano del buque alejandrino, menciona que la popa se levantaba en
forma gradual en una curva coronada por un "cheniscos" dorado
[proyección en forma de cuello de ganso], y la proa se elevaba en forma
similar.
En el fresco de la nave que está
en la tumba de Naevolia Tyche, en Pompeya, se ve un barco de construcción
similar. Su alta proa termina en una cabeza de Minerva. "Las amuradas eran
barandas abiertas, y a ambos extremos había fogones o galerías. En el barco de
Tesco, representado en uno de los cuadros encontrados en Herculano, se ve un
cabrestante enrollado por un cable; y en una figura del barco de Ulises (se
dice que fue tomada de un mármol antiguo) de una edición de Virgilio (3 tomos,
Roma, 1765) se ve el cable enroscado alrededor de un cabrestante pequeño
[molinete].
"La diferencia más grande
entre estos buques antiguos y todas las clases de buques modernos quizá esté en
lo que atañe al timón. Los barcos antiguos no se gobernaban con un solo timón
giratorio en la popa como los barcos modernos, sino por dos grandes remos
paletas (padalía), uno a cada lado de la popa; de aquí la mención en plural que
de ellos hace San Lucas. Se maniobraban a través de dos escobones [agujeros por
donde pasan cables], uno en cada lado, que también se usaban para los cables
cuando los barcos estaban anclados por la popa. No fue sino hasta fines del
siglo XIII cuando comenzó a usarse el moderno timón giratorio.
"Pero el punto de mayor
interés en relación con estos antiguos buques es su tamaño. Muchos de los
barcos trigueros que hacían la travesía entre Egipto e Italia en los días de
San Pablo deben haber tenido más de mil toneladas de desplazamiento. Razonamos
que deben haber sido de suficiente tamaño para que su uso dejara ganancia. Las
naves pequeñas sólo dejan utilidades cuando se usan para viajes cortos.
Pero podemos suponer su tamaño
pues sabemos, por ejemplo, que el barco en el que viajaban San Lucas y San
Pablo en esta ocasión llevaba un cargamento de trigo y 276 personas en total.
Si la tripulación hubiese sido de 26 marineros, el número de pasajeros hubiera
ascendido a 250 personas. Para acomodar a tanta gente a bordo durante varias
semanas, además del cargamento y de la tripulación, la nave necesariamente
debía ser más grande que un navío pesquero común.
El barco en el cual naufragó
Josefo en su viaje a Italia llevaba a bordo 600 personas, una cantidad de
pasajeros suficiente para un transatlántico actual de cinco o seis mil
toneladas. Pero el mejor informe que tenemos del tamaño de algunas de estas
naves es el que dio el carpintero (naupegós) del Isis, el triguero alejandrino
que fue llevado a Atenas por vientos contrarios.
"De acuerdo con los datos proporcionados,
y después de tener plenamente en cuenta la diferencia en construcción, esta
nave debe haber sido de unas 1.100 a 1.200 toneladas de desplazamiento. He
leído que algunos escritores, usando los mismos datos, le adjudican algo más de
1.300 toneladas.
"Los aparejos de estas
antiguas naves eran muy sencillos. Ante todo tenían un mástil principal que
sostenía una verga muy larga, quizá tan larga como el mismo barco, en donde se
desplegaba una gran vela cuadrada que colgaba de la arboladura superior de la
verga. Además, estos grandes buques cerealeros llevaban gavias, o velas que
desplegaban en el mastelero mayor. Generalmente tenían otro mástil más pequeño
cerca de la proa, sobre el cual desplegaban una pequeña vela cuadrada llamada
el artémÇn. Además de esto tenían velas triangulares con el propósito de
facilitar el desplazamiento de la nave en diferentes circunstancias y de hacer
girar o cambiar de rumbo la embarcación. También las usaban en casos de
tormenta, cuando las grandes velas tenían que ser recogidas.
"No debemos olvidar que el
barco en el cual viajó San Pablo también estaba equipado para emergencias. El
fracaso en comprender la construcción y los aparejos de estas naves ha sido la
causa por la cual muchos comentadores han cometido lamentables equivocaciones
al ocuparse de los episodios registrados en el capítulo 27 del libro de los
Hechos.
"¿Qué es lo que sabemos acerca de la experiencia náutica previa de San
Lucas o San Pablo, o de ambos? No es necesaria otra evidencia fuera
de lo que se registra en los cap. 27 y 28 de Hechos para probar en forma
concluyente que San Lucas, el autor del Evangelio que lleva su nombre, así como
de Los Hechos, tenía un conocimiento cabal de las naves y de su manejo, el cual
solamente pudo adquirir en una forma: por experiencia. Sin ésta, no importa
cuánto hubiese leído acerca de naves o las hubiese observado desde la costa, no
hubiera estado capacitado para escribir el relato de su naufragio y de San
Pablo. Tal conocimiento y comprensión, como se manifiestan aquí, sólo se
obtienen por experiencia. No quiero decir que tiene que haber sido marino, pues
la misma evidencia demuestra que no fue así, y que, no obstante, viajó por mar
e hizo más de dos o tres cortos viajes. . .
"Y en cuanto a San Pablo, mi
propia opinión es que él también tuvo una considerable experiencia en viajes
marítimos. Como podrán darse cuenta, San Pablo no es tan reservado acerca de sí
mismo y de su pasado como San Lucas. . .
"Vayamos a 2 Cor. 11:25:
"Tres veces he padecido naufragio". Por supuesto, un hombre no
naufraga en cada viaje, y la mención de tres naufragios parece indicar que no
sólo era muy experimentado en viajes marítimos, sino que también su experiencia
no había sido muy agradable...
"Pasaremos por alto los detalles del viaje hasta que el navío arribó
a Buenos Puertos, al sur de la costa de Creta. Fue de este puerto de donde
salió la nave en lo que resultó ser su último viaje, relato que me propongo
examinar ahora.
"Aunque San Lucas no
menciona la condición del barco, omisión que no haría un auténtico marinero,
estoy convencido de que su condición era deficiente, por las razones que
presentaré a continuación. Por el relato sabemos que después de un viaje
tedioso y largo a sotavento de la costa, tuvieron que permanecer en Buenos
Puertos por un tiempo considerable debido a los vientos contrarios. La estación
había avanzado mucho, y las noches eran más oscitras y nubladas, de modo que no
era fácil que el buque navegara sin brújula una distancia de casi 600 millas
inglesas [965 km si son millas inglesas comunes, o unas 1.112 si se trata de
millas náuticas] hasta el estrecho de Mesina. Por lo tanto, el capitán decidió
abandonar la idea de continuar el viaje y acordaron pasar el invierno en la
isla de Creta.
Parece que San Pablo favoreció
esta decisión; pero cuando poco después el capitán anunció su intención de
proseguir el viaje hasta Fenice, siguiendo la costa unas 38 ó 40 millas [60 ó
64 km], porque dijo que era un puerto mejor para invernar, es decir, más seguro
para el barco, San Pablo puso objeciones y les recomendó permanecer donde
estaban. Les afirmó que ese recorrido estaba lleno de peligros no sólo del
cargamento y de la nave, sino también de nuestras personas'. Se nos dice que
fue entonces cuando sopló 'una brisa del sur', de manera que el peligro no se
manifestó en la amenazadora condición del tiempo. Sin embargo, podemos estar
seguros que el recorrido sugerido por el capitán prometía mayor seguridad y
bienestar en todo sentido, y por lo tanto San Pablo no se hubiera opuesto a él
sin buenas razones; pero no se dan esas razones, lo que es otra característica
del relato de San Lucas, y una segunda prueba de que, después de todo, no era
un auténtico marinero, porque un verdadero hombre de mar nunca deja de dar sus
razones; en realidad, un marino está propenso a ser tedioso en ese respecto.
No obstante, nadie que tenga
experiencia náutica puede leer este relato y dejar de descubrir cuáles fueron
aquellas razones. En resumen, creo que fueron éstas: la nave no era demasiado
segura ni siquiera contando con buen tiempo, y por lo menos el apóstol no
quería correr el riesgo de ser sorprendido por un ventarrón en esta estación
del año, si podía evitarse. San Pablo ya había estado algunas semanas en esa
nave, Habían sido fuertemente zarandeados a barlovento rumbo a Creta, y en esas
semanas San Pablo había hecho algunas observaciones y meditado sobre ciertos
asuntos. Por ejemplo, se dio cuenta de que el buque hacía agua y que cuando las
borrascas soplaban más fuertemente la nave crujía y las tablas se movían en
forma inquietante...
Por lo tanto, el argumento de San Pablo fue sencillamente éste:
'Aunque admito que Fenice (hoy Lutro) es un puerto mejor que Buenos Puertos
para pasar el invierno, con todo sostengo que el riesgo que corremos en
hacernos al mar en este tiempo del año, en este barco, es demasiado grande para
que valga la pena hacerlo. Además, no veo con buenos ojos este tranquilo viento
sur en esta estación, porque generalmente gira al este-noreste y sopla como un
ventarrón, ¡y si nos sorprende mientras estamos cruzando la bahía de Mesara,
nos llevará muy lejos de la costa, y entonces ...!'
"Pero el centurión prestaba
más atención al piloto y al patrón de la nave 'que a lo que Pablo decía', y de
esa manera continuaron el viaje y sucedió precisamente lo que San Pablo temía.
"Después que el puerto
desapareció en el horizonte y hasta que pasaron el cabo Matala, la nave
navegaba cerca de la costa. Desde el fondeadero en Buenos Puertos hasta el cabo
Matala hay una distancia de unas tres o cuatro millas [5 a 7 km], y como la
dirección es oeste-noroeste, el viento sur era favorable, pues soplaba
oblicuamente en un ángulo de dos cuartas por la popa del buque. Por lo tanto,
tenían una buena probabilidad de llegar a su destino en unas pocas horas. Sin
embargo, no habían ido muy lejos cuando ocurrió un repentino cambio en el
tiempo. . .
"La nave fue sorprendida por
una violenta tempestad que sopló con tal fuerza que no pudieron hacerle frente,
y fueron obligados a dejarse arrastrar. Sabemos que los desvió de su ruta,
hacia la isla de Clauda, unas 23 millas [42 km] al oeste-suroeste de Creta. Por
lo tanto, si conocemos en qué lugar estaba la nave cuando el ventarrón dio
contra ella, podemos formarnos una estimación bastante aproximada de la
dirección del viento que los llevó a ese lugar.
"Según el relato, no fue
mucho después (ou polú) de que hubieron salido de Buenos Puertos cuando la
tempestad azotó la nave. Los gramáticos nos dicen que el término ou polú es una
expresión relativa y significa menos de la mitad. De ahí que la nave debe haber
estado en algún lugar entre el cabo Matala y un punto en el océano a 17 millas
[27 km] en dirección oeste- noroeste. . .
"Lo primero que debían hacer
era asegurar bien la nave para que soportara la tormenta. Debían bajar la gran
vela cuadrada de la arboladura superior e izar las velas cangrejo para
tormentas [pequeñas velas de popa a proa enarboladas cuando se baja el otro
velamen para mantener la proa de un navío de cara al viento en una tormenta], y
además se debía atortorar la nave. ¿Qué? ¿Ya estaban atortorando el barco? ¡Ah,
entonces se estaban confirmando los sombríos temores de San Pablo!
El barco era débil y mostraba
señales de estar soportando una tremenda presión, aunque podemos darnos cuenta
de que habían estado corriendo sólo tres horas con el viento. Había, pues, que
reforzar pronto la nave.
Es bien conocido el hecho de que
los vientos huracanados someten el casco de un barco a una gran presión. Por
ejemplo, Plinio los denomina 'la principal peste de la gente del mar,
destructor no sólo de los mástiles sino del mismo casco'.
Por lo tanto, ¿cómo asombrarse de
que San Pablo tuviera temor de hacerse a la mar en la estación invernal, en un
barco que sabía que no estaba en buenas condiciones?
San Lucas nos dice que
atortoraron la nave cuando habían navegado sólo 25 millas [unos 40 km], una
clara indicación de que el navío estaba sometido a una gran presión y que
estaba entrando mucha agua. No sería difícil multiplicar los casos en que esta
forma de dar más consistencia a las naves ha sido puesta en práctica en tiempos
comparativamente modernos, pero en cada caso se hizo cuando el barco era viejo
y débil, o como consecuencia de que hubiera sufrido algún daño.
"Deseo destacar aquí lo
que casi todos los comentadores han dejado de reconocer, y que sin embargo es
muy importante, a saber: que el verdadero peligro que amenazaba a la nave en la
cual viajaban San Lucas y San Pablo era el de zozobrar en medio del mar debido
a que el buque se anegaba, y que si providencialmente no hubieran llegado a la
costa para poder salvar sus vidas al encallar la nave en la orilla, habrían
zozobrado en el mar y todos los que iban a bordo hubieran perecido.
"Se nos dice después que
teniendo temor de ser impulsados hacia la Sirte, 'arriaron las velas' (vers.
17; ver RV). No es fácil imaginarse una traducción más errónea que la que se da
en nuestra versión autorizada (KJV): 'Teniendo temor de dar en las arenas
movedizas, arriaron las velas y quedaron a la deriva'. Eso verdaderamente
habría sido fatal. Equivale a decir que temiendo cierto peligro se privaron del
único medio posible de evitarlo. No es arriando el mástil o las velas como se
evitan tales peligros. Arriar las velas y navegar con sólo la arboladura los
hubiera llevado en la dirección en la cual soplaba el viento.
Pero, como hemos visto cuando
consideramos la dirección del viento y el curso que la nave tomó cuando pasó
ante Clauda, eso hubiera sido ir directamente en dirección de la Sirte;
precisamente lo que San Lucas dice que tanto anhelaban evitar. . . De haber
hecho tal cosa hubieran caído en esos bancos de arena aproximadamente dentro de
un día, y quizá esta historia nunca se hubiera escrito, porque la Sirte está al
oeste-suroeste, es decir en la dirección que tenían exactamente al frente y a
una distancia de unas doscientas millas [360 km].
"Como ahora sabemos que no
cayeron en los bancos de arena, estamos seguros de que no arriaron las velas y
se dejaron llevar por el ventarrón, sino que adoptaron algún otro plan. Aun mis
lectores que no saben nada de náutica habrán seguido mi lógica aquí. . . "Para
una nave en las circunstancias en las cuales estaba ésta, sé que el capitán
sólo podía hacer dos cosas: la primera, anclarla allí donde estaba; y la otra,
ponerla al pairo [poner la nave quieta, pero con las velas tendidas y largas
las escotas] enjarciando las velas y los aparejos para cambiar la dirección del
desplazamiento a la deriva de la nave, a fin de salir del peligro en vez de
dirigirse directamente a él.
Por el relato sabemos que no se
adoptó el primer recurso, y el hecho de que la nave evitara el peligro es
prueba suficiente, no obstante el atormentador silencio de San Lucas, de que
fue el segundo plan el que se adoptó. Ante la proximidad de un peligro, cuando
una nave es puesta al pairo [es decir, es colocada con las velas y el timón
como para enfrentar la tormenta] tiene la tendencia de avanzar despacio, pero
en forma constante en la dirección a la cual está apuntando los marinos la
denominan ir de proa-; pero su principal movimiento será el lateral. Esto
implica que, comparativamente hablando, avanzará lentamente a la deriva y en
dirección lateral. Cuando la nave está siendo puesta al pairo ante algún
peligro, lo mejor es hacerla girar, de modo que el viento la aleje del peligro
y no la acerque a él. En este caso la nave debe haber sido colocada en
dirección a estribor; es decir, su lado derecho debe haber enfrentado el
viento. Así la nave apuntaría hacia el norte alejándose de la costa africana y
de la Sirte, y cualquier avance que pudiera hacer mientras estaba puesta al
pairo la llevaría en dirección a Italia, mientras que, en términos generales,
su movimiento de costado sería hacia el poniente.
"Casi todos los comentadores
han caído en el error de creer que la expresión 'arriaron las velas' (cap. 27:
17) es la forma en que San Lucas expresa el ajuste de las velas en aquella
ocasión; pero la expresión que San Lucas usó no tiene ninguna referencia a las
velas, como lo mostraré un poco más adelante. El solo hecho de colocar un buque
al pairo en circunstancias tales era algo tan necesario y que tan comúnmente se
debía hacer, que San Lucas, con su acostumbrado hábito de mencionar sólo los
rasgos más importantes, lo omite por completo y prosigue relatando los pasos
posteriores que se dieron para que la nave pudiera estar colocada en la debida
forma y protegerla de ser abatida en el mar, y para aliviar la presión de su
casco hasta donde fuera posible.
El primer paso es el que se
menciona en la versión autorizada (KJV): "arriaron las velas", y en
la RV, 'bajaron los aparejos'. Esta última traducción es mejor. Dándose cuenta
de que mientras la nave permaneciera al pairo estaría soportando mucho empuje
del mar, y que el peso de la verga mayor con la vela enrollada en ella, más el
peso adicional de todas las cuerdas, los motones [garruchas o poleas], etc.,
que estaban conectados con la verga, ocasionaban una tensión demasiado grande,
decidieron que debía bajarse y ser acomodada sobre la cubierta. . .
"Entendemos pues que cuando
San Lucas nos informa que eran así llevados (hóutos eféronto), no se trata sólo
de que la nave estuviera convenientemente ceñida y bien aparejada, sino que
estaba correctamente al pairo sobre el curso de estribor, que era la única
dirección en la cual podría evitarse caer en la Sirte. Con esta noticia
concluye el primer día lleno de percances.
"Al día siguiente el
ventarrón siguió sin amainar y 'empezaron a alijar'. Cada paso dado hasta aquí
indica verdadero conocimiento de náutica, y también el hecho de alijar [arrojar
por la borda todo lo que se puede tirar de una nave] era necesario porque todas
las obras de náutica recomiendan esta medida como una de las cosas que deben
hacerse. El cargamento de la cubierta debía ser arrojado al agua junto con
algunos aparejos innecesarios entonces para el funcionamiento de la nave. Al
tercer día arrojaron al agua 'los aparejos de la nave' (vers. 19), y por la
expresión 'con nuestras propias manos' podemos deducir que esto quiere decir
'los aparejos' que habían sido bajados: la verga mayor con velas, los motones,
etc., que estaban unidos a ella, lo que probablemente requirió el esfuerzo
combinado de los pasajeros y de la tripulación para lanzarlos al mar. El alivio
que esto causaría en una nave sería igual al que habría en un barco de guerra
cuando arroja sus cañones al mar, es decir, surcaría las olas más rápidamente y
haría menos agua.
"Sigue un penoso intervalo
de once días; el ventarrón continúa con una furia que no amaina, no se pueden
observar ni el sol ni las estrellas, y al fin se nos dice que habían 'perdido
toda esperanza' de salvarse. ¿Pero por qué habían perdido toda esperanza?
Un buque antiguo,
sin brújula y sin poder hacer observaciones en la bóveda celeste no tenía forma
de saber qué rumbo llevaba. Esta era, sin duda, una situación peligrosa, pero
no necesariamente desesperada, porque la nave podría estar siendo llevada a la
deriva a un lugar seguro.
La verdadera explicación, como ya
he indicado, es ésta: los esfuerzos de ellos para evitar la entrada de agua
habían sido infructuosos, y no podían saber qué dirección debían seguir para
llegar a la costa más cercana a fin de encallar su nave en ella, que era el
único recurso para una embarcación a punto de naufragar, pues a menos que
llegaran a tierra se irían a pique en el mar.
En consecuencia, no
era tanto la furia de la tempestad la causa de sus temores, sino la condición
en que estaba la nave. . .
"Finalmente en la
decimacuarta noche de ser llevados a la deriva a través del mar de Adria
[Adriático], cerca de la medianoche los marineros sospecharon que estaban cerca
de la costa. San Lucas no nos dice cuáles fueron los indicios, pero con toda
probabilidad vieron las olas que se rompían sobre la costa, porque con un
fuerte viento que soplaba hacia tierra y como la orilla era rocosa, tales
rompientes podían ser visibles en el mar desde una larga distancia, aun en una
noche sin estrellas.
"Si admitimos que la bahía
de San Pablo, en Malta, fue el lugar de la verdadera escena del naufragio, no
tenemos dificultad en enumerar cuáles pudieron ser esos indicios. Ningún barco
puede entrar en esa bahía desde el este sin pasar a un cuarto de milla [unos
400 m] de la punta de Koura, pero antes de llegar a esa punta, la tierra es
demasiado baja y está demasiado lejos de la dirección de los barcos que vienen
del este para poder verla en una noche oscura. Cuando la nave está dentro de
esa distancia es imposible no observar las rompientes, porque con ventarrones
que soplan del noreste el mar rompe sobre la costa con tal violencia que uno se
acuerda del verso de Campbell: 'La blanca ola espumando hasta el distante
cielo'.
"El que esto
escribe visitó hace poco ese lugar, y allí permaneció toda la noche. Soplaba un
euroaquilo [euroclidón], y la blanca espuma se elevaba por el aire hasta
cuarenta o cincuenta pies [12 a 15 m], y en la costa el ruido era ensordecedor.
Ningún barco podría haber entrado en la bahía de San Pablo aquella noche oscura
sin que los marineros hubieran visto esas rompientes de la costa.
"Durante una segunda visita,
el autor de estos párrafos tomó un bote y entró en la bahía. Allí en el mar
hizo observaciones y una serie de sondeos, con el resultado de que no le quedó
la menor duda de que la punta de Koura es la tierra que estaba cerca de los
náufragos aquella noche memorable.
"Pero ¿podrían ver los
marineros las rompientes en una noche oscura estando a un cuarto de milla? Después de lo que yo vi con mis propios ojos en el lugar de los
acontecimientos, diría que sí, y que quizá durante los momentos de calma en la
tormenta también pudieron escuchar el ruido que causaban.
"Tenemos algunas evidencias en los registros del almirantazgo
que confirman mi opinión. En una noche oscura del 10 de agosto de 1810, la
fragata Lively naufragó en esta misma punta de Koura. En su testimonio bajo
juramento durante la corte marcial a que fueron sometidos sus oficiales, el
comisario de a bordo que estaba de guardia, el cual dio la alarma de que había
rocas a sotavento, dijo que él no vio tierra, sino 'las crestas de las olas'
sobre las rocas a la distancia aproximada de un cuarto de milla. Y yo puedo
añadir que en aquel momento soplaba sólo una brisa cualquiera y no un ventarrón
semejante al que se había desatado cuando San Lucas y San Pablo pasaron por
aquel derrotero. . .
"San Lucas dice que
naufragaron en Malta (Melita), y yo he mostrado que la nave fue llevada a la
deriva en esa dirección.
"El próximo paso es
interesante. ¿Cuánto se había alejado la nave de la isla de Clauda a la medianoche
del decimocuarto día? La contestación a esa pregunta depende de la
velocidad del movimiento a la deriva y del tiempo transcurrido. Desde que vine
a Malta he entrevistado a muchos capitanes que han navegado por el Mediterráneo
durante muchos años, y durante la guerra han estado navegando en forma regular
entre Malta y Creta, en cuanto a cuál pudo haber sido la velocidad por hora de
un barco como el que había llevado a San Pablo a la deriva. El consenso general
de opinión fue que la velocidad sería de una a dos millas por hora,
probablemente una milla y media o sea 36 millas en 24 horas [unos 58 km].
"Me ocuparé ahora del tiempo
transcurrido. San Lucas cuenta el tiempo desde el día que la nave dejó Buenos
Puertos. En el vers. 19 oímos hablar del tercer día, el día que lo precede se
denomina el 'siguiente día', lo cual nos lleva al 'primer' día, tanto para la
tempestad como para el viaje. Parece como si los acontecimientos aquí descritos
en el primer día deben haber ocupado una considerable parte de él. Por lo
tanto, el tiempo empleado en navegar a través del mar de Adria desde el momento
que dejaron la isla de Clauda hasta que se dieron cuenta de la cercanía de la
tierra, en la medianoche del decimocuarto día, da un total de 13 días completos
y una fracción de día. Tomando la velocidad calculada del movimiento a la
deriva de la nave como de 36 millas por día, y siendo el tiempo transcurrido 13
l/4 días, todo lo que tenemos que hacer es multiplicar 36 por 13 l/4 para
encontrar la distancia calculada que es de 477 millas (768 km) y el derrotero
como Norte 82 Oeste.
"¿Cómo se compara esto con
el verdadero curso y la verdadera distancia entre la isla de Clauda y la
entrada a la bahía de San Pablo en Malta, como lo determinaría un navegante de
hoy día? Tomando una reciente carta de navegación del almirantazgo,
correspondiente al Mediterráneo, encontramos que la dirección desde un punto a
sotavento de Clauda hasta la bahía de San Pablo en Malta, es Norte 82, 17
Oeste, y la distancia es 476.6 millas. De aquí que, de acuerdo con estos
cálculos, un barco que comenzara a navegar tarde por la noche desde Clauda,
hasta la medianoche del decimocuarto día estaría en algún lugar entre un cuarto
de milla y una milla de distancia de la entrada de la bahía de San Pablo en
Malta.
Admito que una coincidencia tan
exacta como ésta puede ser hasta cierto punto casual; pero es una casualidad
que no podría haber sucedido si hubiera habido alguna inexactitud del autor del
relato respecto a las numerosas circunstancias de las cuales dependen estos
cálculos, o si la nave hubiera naufragado en cualquier otro sitio y no en
Malta, porque no existe otro lugar que concuerde, ya sea en nombre o en la
descripción, dentro de los límites a los cuales debemos ceñirnos por los
cálculos que corresponden con el relato.
"La nave se aproxima ahora a
la terminación de su desastroso viaje. Aún no se divisa tierra, pero para los
vigilantes sentidos de los "marineros", el sonido o la aparición de
rompientes les dice que la costa está próxima, o en el lenguaje náutico de San
Lucas, que 'estaban cerca de tierra'. Tales indicios eran los precursores
comunes de la destrucción.
AQUÍ SE EXIGE un despliegue de presencia de ánimo, presteza y habilidad náutica, que no
podrían ser superados hoy día, y por esto, con la protección de la Providencia, se salvaron las vidas de todos los que estaban a
bordo. La esperanza que habían perdido fue recuperada. Ya podían echar mano del
último recurso de una nave que se hunde: hacerla encallar. Pero intentar eso
antes de que amaneciera hubiera sido precipitarse a una destrucción segura. De
ser posible debían tratar de anclar la nave y mantenerla hasta el amanecer,
cuando quizá podrían descubrir alguna ensenada en la cual pudieran encallar la
nave. . .
"Cuando amaneció no reconocieron el lugar, pero al ver una ensenada decidieron, si era posible, encallar la embarcación en ella. Cortaron los cables, abandonaron las anclas en el mar, y soltando las amarradura de los timones y levantando el artémón (trinquete), se prepararon para encallar la nave. Eligieron un lugar donde se encontraban 'dos aguas' y enfilaron la embarcación de proa para encallarla, lo que explica que la anclaron por la popa, pues así se mantuvo la nave en la posición debida para vararla. . .
"Una vez que todos
desembarcaron sin novedad, sólo queda por ver si el lugar corresponde con la
descripción que San Lucas hace de él. El primer detalle que se menciona es que
a medianoche los marineros sospecharon la proximidad de tierra, evidentemente
sin haberla visto. Ahora bien, cualquier nave que viniera en esa misma
dirección al entrar en la bahía de San Pablo pasaría a un cuarto de milla de
una punta rocosa que se destaca y forma su entrada oriental, en la cual a esa
distancia pueden verse las rompientes, así como fueron vistas por el comisario
del Lively, aunque no podía ver tierra.
"Temiendo estrellarse en las
rocas que en ese momento estaban cercanas a sotavento, anclaron por la popa y
esperaron a que amaneciera. En esto, como en las otras ocasiones, manifestaron
pericia náutica y sabia previsión, porque cuando amaneció todo lo que tenían
que hacer era izar el trinquete, cortar los cables de las anclas, y el barco
estaba en condiciones de ser dirigido a la playa fácilmente. El lugar donde las
dos aguas o corrientes se encontraban fue sin duda la abertura entre la isla
Salmoneta y la costa; y hasta el día de hoy se juntan allí las dos aguas.
"El segundo detalle mencionado por San Lucas es la profundidad del
agua en el momento cuando les pareció que estaban cerca de alguna costa.
Echaron la sonda y encontraron 20 brazas, y un poco más tarde echaron de nuevo
la sonda y hallaron 15 brazas. El que esto escribe descubrió que había 20
brazas frente a la punta de Koura, en el lugar donde se supuso que estuvo la
nave, y 15 brazas en la ruta que siguió, a un cuarto de milla de la costa en el
lugar donde ellos anclaron la nave por la popa. . .
"EN NUESTRA INVESTIGACIÓN hemos visto que cada
declaración referente a los movimientos de esta nave desde el momento cuando
salió de Buenos Puertos hasta que se encalló en Malta, como lo narra San Lucas,
ha sido verificada mediante evidencias externas e independientes con un grado
de mucha exactitud y satisfactoriamente; que las declaraciones de San Lucas en
cuanto al tiempo que la nave permaneció en el mar corresponden con la distancia
recorrida, y, finalmente, que su descripción del lugar al cual llegaron
concuerda con el lugar tal como es.
Todo esto prueba que San Lucas
hizo realmente el viaje como lo describe, y más aún: ha demostrado ser un
hombre cuyas observaciones y declaraciones pueden tomarse como sumamente
fidedignas y precisas.
El capítulo 27 del libro de los Hechos es una sencilla enumeración de
realidades. Por lo tanto, concluyo con Bres: `O no hay
certidumbre moral en los hechos históricos, o debe admitirse que San Pablo
naufragó en Malta"'. (6CBA).
COMENTARIOS DE EGW
1-44. HAp 351-356. EL VIAJE Y EL NAUFRAGIO. Basado en Hechos 27; 28:1-10
https://elaguila3008.blogspot.com/2021/08/capitulo-42-el-viaje-y-el-naufragio.html
Ministerio Hno. Pio
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