Romanos 7. LA RELACIÓN DE LA LEY CON EL
PECADO: Vers. (1-3) Ninguna ley tiene poder sobre el
hombre por más tiempo que su vida. (4-6) Nosotros estamos muertos a la ley; (7-11)
pero ésta no es una ley de pecado, (12-14) sino santa, justa y buena,
EL CONFLICTO ENTRE LA CARNE Y EL ESPÍRITU: Vers. (15-25) Reconozco la ley como santa,… pues siento pesar porque no puedo guardarla. La lucha de los siglos entre lo espiritual y lo carnal.
1 ¿Acaso Ignoráis, hermanos (pues hablo con los que conocen la ley), que la ley se enseñorea del hombre entre tanto que éste vive? 2 Porque la mujer casada está sujeta por la ley del marido mientras ésta vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido. 3 Así que, si en vida del marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera; pero si su marido muriere, es libre de esa ley, de tal manera que si se uniere a otro marido, no será adúltera.
4 Así también vosotros, hermanos
míos, habéis
muerto a la ley mediante
el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a
fin de que llevemos fruto para Dios. 5 Porque mientras estábamos en la carne,
las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros
llevando fruto para muerte.
6 Pero Ahora Estamos Libres De La Ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.
7 ¿Qué Diremos, Pues? ¿La Ley Es Pecado? En ninguna manera. Pero yo no
conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la
ley no dijera: No codiciarás. 8 Mas el pecado, tomando ocasión por el
mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque
sin la ley el pecado está muerto.
9 Y Yo Sin La Ley Vivía En Un Tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí. 10 Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte; 11 porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y por él me mató.
12 De Manera Que La Ley A La Verdad Es Santa, Y El Mandamiento Santo, Justo Y Bueno. 13 ¿Luego lo que es bueno, vino a ser muerte para mí? En ninguna manera; sino que el pecado, para mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que por el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso. 14 Porque Sabemos Que La Ley Es Espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado.
15 Porque lo que hago, no lo
entiendo pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. 16 Y si
lo que no quiero, esto hago, apruebo
que la ley es buena.
17 De manera que ya no soy yo
quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. 18 Y yo sé que en mí, esto
es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no
el hacerlo. 19 Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero,
eso hago.
20 Y si hago lo que no quiero, ya
no lo hago yo, sino el pecado que mora
en mí. 21 Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal
está en mí. 22 Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; 23
pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y
que me lleva cautivo a la ley del
pecado que está en mis miembros.
24 ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? 25 Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado. (Romanos 7).
1. ¿Acaso ignoráis? "¿O es que ignoráis?"
(BJ). Ver com. cap. 6:3. "O" sugiere una alternativa. En realidad
Pablo plantea un dilema: "O bien admitís la verdad de mi afirmación de que
vuestra muerte al pecado [cap. 6:11] significa que no estáis más bajo ley [cap.
6:14], o de lo contrario debéis ignorar la naturaleza de la ley con la que yo
daba por sentado que estabais familiarizados".
Presenta otra
ilustración para mostrar cómo se ha efectuado la transición de la ley a la
gracia y cuáles debieran ser los resultados de este cambio.
El cap. 7 se basa sobre una
afirmación fundamental de Pablo: "No estáis bajo la ley, sino bajo la
gracia" (cap. 6:14). Para explicarlo ya se ha referido al bautismo y a la
relación entre los esclavos y sus amos. Ahora recurre a una ilustración de la
ley del matrimonio.
Conocen la ley. Literalmente "conocen
ley". La ausencia del artículo delante de "ley" sugiere que Pablo
se está refiriendo al principio de ley en general (ver com. cap. 2:12).
Dice sencillamente que la ley no
puede acusar o castigar a un hombre después que ha muerto; sin embargo, en el
contexto de este capítulo después resulta evidente que Pablo piensa
especialmente en la ley del AT (ver cap. 7:7).
Se enseñorea. Anteriormente Pablo ha personificado a la
"muerte" y al "pecado" como si hubieran "tenido
dominio" o "reinado" sobre el pecador (cap. 5:14-17; 6:12). Para
Pablo, estar bajo el dominio de la ley equivale a estar bajo el dominio del
pecado (ver com. cap. 6:14). La razón para esto es que la ley sólo revela la
norma de rectitud, pero no puede quitar la culpabilidad ni el dominio del
pecado.
La ley exige
completa obediencia a sus preceptos, pero no ofrece al pecador el poder que lo
capacita para la obediencia.
Por otro lado, la
gracia hace lo que la ley es incapaz de realizar. Elimina la culpa del pecado y
también imparte poder para vencerlo.
De modo que para
Pablo estar bajo la ley es estar bajo el pecado, y morir a la ley equivale a
morir al pecado.
Su propósito en
este capítulo es destacar que, debido al pecado y a la debilidad de la carne
pecaminosa (cap. 8:3), la ley es completamente incapaz de proporcionar salvación
al pecador.
Hombre. Gr. ánthrÇ,pos, "hombre" en sentido genérico
(ver Mat. 8:20; Mar. 2:27; etc.), varón o mujer (ver Mat. 15:11; Juan 3:4;
16:21; etc.). En cambio la palabra an'r se refiere exclusivamente al
"varón" (Mar. 10:2; Luc. 1:27; etc.).
Entre tanto que éste vive. En griego dice: "tanto
tiempo como viva", permitiendo que se entienda de dos formas; el tiempo que dura la ley y el tiempo que vive el hombre.
La segunda
interpretación es más natural y está más de acuerdo con el contexto, porque
Pablo se está preparando para aplicar a la ley el principio de que la ley puede
presentar sus demandas contra un hombre sólo mientras éste vive.
2. La mujer casada. Gr. húpandros, literalmente,
"bajo marido", es decir sujeta a un marido. Esta palabra sólo aparece
aquí en el NT Se encuentra en la LXX en Núm. 5:20,29; Prov. 6:24,29. La
traducción "mujer casada" es muy exacta.
Está sujeta por la ley. Literalmente "ha sido sujeta
por ley".
Mientras éste vive. La frase dice literalmente
"al marido viviente". Compárese con 1Cor. 7:39.
Libre. Gr. katargéÇ (ver com. cap. 3:3). La definición
"liberar de" es apropiada aquí. Al morir su esposo queda anulada y
abolida la condición de la mujer como su esposa.
La ley del marido. Es decir, la ley acerca del
marido, las reglas de la ley que tratan del matrimonio. Compárese con la frase "ley
para el leproso" (Lev. 14:2). Cuando el marido muere, la mujer queda
liberada de "la ley del marido", la cual define su relación legal con
él, pero prohibe que se case con otro mientras viva su marido.
3. Llamada. Gr. jer'matízÇ, que puede sugerir que la mujer
formalmente es llamada o considerada adúltera, y en este caso estaría sometida
a los más severos castigos bajo la ley del AT (ver Lev. 20:10).
Esa ley. Es decir, la ley del marido (ver com. vers. 2).
4. Así también. Pablo ahora aplica la ilustración
de la ley del matrimonio a la vida del cristiano. Su mayor argumento es que la
muerte disuelve la obligación legal.
Por lo tanto, así
como la muerte libera a la esposa de las obligaciones que impone la ley del
casamiento, o sea que pueda casarse legalmente con otro, así también la
crucifixión (o muerte) del cristiano con Cristo lo libera del dominio del
pecado y de la ley. Entonces puede
comenzar una nueva unión espiritual con el Salvador resucitado.
Habéis muerto. O "fuisteis muertos", que se refiere a la
crucifixión del "viejo hombre" con Cristo (cap. 6:6).
En la ilustración, la muerte del
marido fue la que liberó a la esposa de la ley; en la aplicación, la muerte de la vieja naturaleza pecaminosa es la que
libera al creyente de la condenación y del dominio de la ley, para que se una a
Cristo.
Aquí, como en el cap. 6, Pablo ve
al cristiano como si tuviera una vida doble: la antigua vida condenada por el
pecado, de la que se despoja con Cristo, y la nueva vida de aceptación y
santidad a la cual resucita con Cristo (ver com. vers. 11).
A la ley. La muerte del viejo hombre resulta en la liberación
del yugo impuesto por uno mismo, el de tratar de ganar la salvación por las obras
de la ley (ver com. cap. 6:14).
Mediante el cuerpo de Cristo. Es decir, mediante la muerte
expiatorio de Cristo (ver Efe. 2:15; Col. 1:22; 1 Ped. 2:24). El creyente es bautizado
en esa muerte (Rom. 6:4), y al participar así de la muerte de Cristo al pecado
y a la ley, como se explica en el cap. 6, el creyente puede considerar que su
vieja naturaleza está muerta a las cosas que una vez la cautivaban. El que
acepta a Cristo ocupa su lugar con él en la cruz y allí hace que sea crucificada
su vieja naturaleza.
Para que seáis de otro. Pablo acostumbra en sus escritos
comparar a la unión de Cristo y los creyentes con un matrimonio (2 Cor. 11:2;
Efe. 5:25, 28-29; cf. Jer. 3:14).
De otro. Es decir, de Cristo.
Llevemos fruto. El simbolismo de este capítulo se
asemeja mucho al del cap. 6. El "viejo hombre" es el primer marido.
La crucifixión del "viejo hombre" (cap. 6:6) es la muerte del marido.
La resurrección a una nueva vida (cap. 6:5,11) es el nuevo casamiento. En cada
caso el resultado final es llevar fruto para Dios, el fruto de una vida
reformada (cap. 6:22).
5. En la carne. Es decir, la unión con la vieja
naturaleza, en el cuerpo de pecado (cap. 6:6), la obediencia a los impulsos más
viles. Esta frase describe una vida que no ha sido regenerada, cuyo principal
propósito es la complacencia de los apetitos y de los sentidos. Debe contrastar
con la vida "según el Espíritu" (cap. 8:9).
Por la ley. O "mediante la ley"; "excitadas por
la ley" (BJ); "atizadas por la ley" (BC). Pablo explica en los
versículos siguientes lo que quiere decir con estas palabras.
No afirma que la ley es la raíz u
origen de esas pasiones pecaminosas, sino que la ley revela (vers. 7) dichas
pasiones que identifica como pecados, los cuales son propios de la naturaleza
rebelde y pecaminosa del hombre.
Esta obra preliminar de la ley es vital para la
salvación de los pecadores, y es un gran error culpar o condenar a la ley
porque cumple este propósito tan necesario.
Pablo no disminuye en nada la
necesidad o la importancia de la ley moral; por el contrario, su evangelio en
realidad sirve para ensalzar la ley.
Una de sus principales preocupaciones es que los hombres comprendan la
relación correcta que existe entre la ley y el Evangelio, y su gran mensaje es
que los pecadores no deben depender de ley, ni siquiera de la ley de Dios (ver
com. cap. 2:12; 6:14), para que haga por ellos lo que sólo puede alcanzarse
mediante la gracia de Dios que justifica y santifica por medio de Jesucristo.
La comprensión de esta verdad fundamental para la salvación no disminuye el
respeto por la ley de Dios; por el contrario, produce un efecto precisamente
opuesto en los que tienen fe (ver com. cap. 3:31).
Obraban. O "estaban activas". Ve el contraste con
su inactividad en el cristiano que ha renacido (cap. 6:6).
En nuestros miembros. Es decir, en los órganos y
facultades de nuestros cuerpos (ver com. cap. 6:13).
Llevando fruto. Cf. Sant. 1:15.
6. Libres. Gr. katargéÇ (ver com. cap. 3:3);
"emancipados" (BJ), "desligados" (NG). La palabra se usa en
cap. 7:2 para describir que la esposa queda liberada de la "ley del marido".
"Libres de la ley" es el equivalente a no estar "bajo la ley".
Para su significado, ver com. cap. 6:14.
Por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos. O: "Por haber muerto a aquello que nos tenía aprisionados" (BJ).
Es decir, una vez
que hemos muerto a la ley, que nos tenía sujetos. Pablo se refiere aquí al
medio por el cual quedamos liberados de la ley: la muerte del viejo hombre
pecaminoso (vers. 4).
Esa muerte nos da libertad, así
como la muerte del marido dejaba libre a la mujer (vers. 2). Cuando nuestro
viejo hombre es crucificado con Cristo (cap. 6:6), nosotros, como la mujer en
la ilustración, morimos a la ley (cap. 7:4) que anteriormente había ejercido
sobre nosotros el dominio opresivo, por causa de nuestra desventurada unión con
la vieja naturaleza pecaminosa ver com. cap. 6:14).
De modo que sirvamos. O "de modo que
servimos". La frase puede entenderse como una expresión de propósito (cf.
vers. 4) o de resultado (cf. cap. 6:22).
Bajo el régimen nuevo del Espíritu. Los creyentes
que han muerto al pecado y resucitado a la vida nueva (cap. 6:2,4), ahora
prestan un servicio que es nuevo y espiritual.
Su obediencia a la ley
de Dios ya no es legalista y mecánica, como si la justificación consistiera
simplemente en cumplir con un código de reglamentos externos de conducta que no
tiene nada que ver con la condición del corazón.
Mediante su unión con el Salvador
resucitado, los creyentes han aprendido un camino nuevo de verdadera obediencia
cordial y espiritual. Tal servicio y tal culto sólo son posibles para los que
han renacido del Espíritu Santo y viven bajo su influencia. Pablo amplía su
explicación en el cap. 8.
Bajo el régimen viejo de la letra. Literalmente
"en antigüedad de letra".
Una descripción de la obediencia legalista de los que
tratan de alcanzar la salvación por las obras de la ley.
Así procedían los fariseos que
eran cuidadosos en diezmar "la menta y el eneldo y el comino" pero al
mismo tiempo omitían "lo más importante de la ley: la justicia, la
misericordia y la fe" (ver com. Mat. 23:23). "Lo más importante"
era lo que tenía que ver con el corazón y el espíritu.
Servir "en
antigüedad de letra" sólo puede conducir al pecado y a la muerte (Rom. 7:5);
pero el Evangelio es portador del ofrecimiento de Dios de capacitar al hombre
para el servicio espiritual que emana del corazón.
Haber renacido del Espíritu Santo
significa la creación de un corazón limpio y la renovación de un espíritu recto
(cf. Sal. 51:10), de modo que desde allí en adelante el creyente ya no sirve a
Dios movido por el sentimiento de un yugo legal y por temor, sino en un nuevo
espíritu de libertad y de amor (ver Juan 4:23; 6:63; 2 Cor. 3:6).
7. ¿Qué diremos, pues? Una frase típica de Pablo (ver
com. cap. 4:1). El apóstol se prepara ahora para hacer frente a otra posible
comprensión equivocada de lo que ha dicho en cuanto a la relación entre la ley
y el pecado.
¿La ley es pecado? Pablo ha afirmado (vers. 5) que
el pecado se vale de la ley para causar la destrucción del pecador. ¿Significa
esto que la ley es algo pecaminoso, cuyo único propósito es hacer que los
hombres sean peores de lo que eran antes?
Pablo responde explicando que el mal no está en la ley
sino en el hombre, y que aunque es cierto que la ley es la "ocasión"
del pecado (vers. 8), sin embargo" la ley es santa, justa y buena"
(vers. 12).
En ninguna manera. Ver com. cap. 3:4.
Pero. Gr. allá, que generalmente se traduce
"Pero", aunque puede significar "por el contrario" (ver 1
Cor 12:22); es decir, por el contrario, lejos de que la ley sea pecado, pone de
manifiesto el pecado. Allá también puede entenderse como "no obstante",
"sin embargo" (ver Rom. 5:14). Es decir, aunque se niegue
enfáticamente que la ley es pecado, a pesar de todo si no fuera por la ley yo
no tendría conocimiento del pecado. Cualquiera de estas interpretaciones
corresponde con el argumento de Pablo.
Yo no conocí el pecado. Puesto que el pecado es "impiedad"
o "infracción de la ley" (ver com. 1 Juan 3:4), es lógico que el
efecto de la ley en la vida de un hombre es revelarle el pecado en su verdadera
naturaleza. El proceder lógico frente a la ley es considerarla como un enemigo
por haber pronunciado este veredicto justo.
El espejo no es
enemigo de una persona fea porque le revela su fealdad, ni tampoco un médico es
enemigo de un enfermo porque le dice que está enfermo. Ni el médico es el
causante de la enfermedad, ni el espejo de la fealdad. Tampoco Dios es la causa de la enfermedad y
de la fealdad de nuestro pecado porque nos lo muestra en el espejo de su santa
ley.
Por el contrario, Dios es el autor del plan divino
mediante el cual Jesús vino al mundo a curar nuestra enfermedad.
Por la ley. Literalmente "por medio de ley" (ver com.
cap. 2:12).
Codicia. Gr. epithumía, "deseo" "anhelo"
a veces de cosas lícitas (Luc. 22:15; Fil. 1:23), pero generalmente de cosas prohibidas
(Rom. 13:14 Sant. 1:14-15; etc.). La palabra que se traduce
"codiciarás" en el mismo versículo es epithuméÇ, verbo afín de
epithumía.
Si la ley no dijera. Una referencia al décimo
mandamiento (Exo. 20:17).
No codiciarás. Es
significativo que Pablo escogiera el décimo mandamiento, pues no es simplemente
un ejemplo del resto sino que contiene el principio que está en la raíz de todo
pecado (ver PP 318).
El uso que hace Pablo de este
mandamiento en un contexto tal revela un significado más profundo que el que
expresan literalmente estas palabras. En la prohibición no sólo vio el deseo de
ciertas cosas específicamente mencionadas en el mandamiento, sino también el
deseo de cualquier cosa prohibida por Dios.
En otras palabras,
la ley prohibe cualquier clase de deseo egoísta y pecaminoso, y esto es lo que
Pablo no hubiera sabido "si la ley no" lo "dijera".
Descubrió que la verdadera obediencia a los mandamientos de Dios no era una
simple conformidad externa con la letra de la ley, sino que tiene que ver con
la mente, el corazón y el espíritu (vers. 14; cf. cap. 2:29).
El pecado no es
simplemente una brecha externa abierta en la letra de la ley, sino una
condición interior y profunda de la mente, la disposición, los hábitos y el
carácter, de donde proceden todos los actos pecaminosos (Mat. 5:28; 1 Juan 3:15).
Sin embargo, el efecto inicial que tuvo este profundo
descubrimiento en el corazón de Pablo cuando aún no estaba regenerado, fue
despertar su naturaleza corrupta provocando una oposición pecaminosa (Rom. 7:8).
8. Pecado. Pablo personifica al pecado como el principio y
poder antagónico a la ley de Dios (ver com. cap. 5:12).
El pecado es
representado en el NT como un enemigo que siempre está procurando causar
nuestra ruina, y que aprovecha cada ocasión para lograrlo.
Se lo describe como rodeándonos y
asediándonos (Heb. 12:1), sometiéndonos a servidumbre (Rom. 6:12),
seduciéndonos, y así causando nuestra muerte (Sant. 1:14-15).
En otras palabras,
se presenta al pecado como haciendo todo lo que Satanás -el máximo enemigo de
la humanidad- está tratando de lograr al tentarnos a pecar.
En cuanto a la forma en que
Satanás usa la ley como una ocasión para tentar y atraer a la humanidad a la
desobediencia, de modo que los seres humanos queden sometidos a la condenación
y a la muerte, ver com. Rom. 7:11.
Ocasión. Gr. aform', "oportunidad",
"ocasión". Sólo Pablo usa esta palabra en el NT (Rom. 7:11; 2 Cor. 5:12;
11:12; Gál. 5:13; 1 Tim. 5:14).
Mandamiento. Un solo precepto, en este caso el décimo
mandamiento, en contraste con "ley" que se refiere a todo el código.
Las palabras "por el mandamiento" pueden relacionarse con
"tomando ocasión", lo que significa que el pecado se aprovechó del
mandamiento (RVR); o podrían relacionarse con "produjo en mí", lo que
significaría que el pecado obró en mí con la ayuda del mandamiento. La segunda
posibilidad podría compararse con "produjo en mí la muerte por medio de lo
que es bueno" (vers. 13). En ambos casos, el significado es prácticamente
el mismo.
Produjo. Gr. katergázomai, "llevar a cabo",
"completar", "conseguir" (cf. Rom. 2:9; 1 Cor 5:3; 2Cor.
7:10). Se usa para referirse a lograr algo ya bueno o malo (Rom. 7:15, 17-18,
20).
Codicia. "Concupiscencias" (BJ), "deseos
desordenados" (VM). Gr. epithumía (ver com. vers. 7). Pablo está diciendo
que el mandamiento que ordena no codiciar hizo que codiciara más. El corazón no
regenerado reacciona así ante la expresa voluntad de Dios. Algo que ha sido
prohibido con frecuencia parece ser más deseable, y excita los malos deseos del
corazón rebelde (cf. Prov. 9:17).
Un pecador puede parecer como
sosegado y tranquilo, en paz consigo mismo y con el mundo, pero cuando la ley
de Dios llega hasta su conciencia no es raro que se irrite y se enoje. Desprecia
la autoridad de la ley, y sin embargo su conciencia le dice que la ley tiene
razón. Trata de ponerla a un lado, pero tiembla ante su poder. Y para mostrar
su independencia y determinación de pecar, se sumerge en la iniquidad y se
convierte en un pecador más impío y obstinado.
Esta situación se convierte en
lucha, y en el conflicto con Dios el pecador resuelve no dejarse vencer. Por
eso es frecuente que un hombre sea más irreverente, blasfemo e impío cuando
siente la convicción de su pecado, que en otras ocasiones. De modo que cuando
una persona se torna especialmente violenta e insultante en su oposición a
Dios, podría a veces ser una clara indicación de que está empeñada en esta
lucha contra su conciencia.
Compárese esta conducta con el
caso de Pablo que se oponía a la voluntad de Dios que le era revelada. Pablo se
sentía disgustado después del martirio de Esteban porque tenía la íntima
convicción de que el mártir estaba en lo correcto, y para aplacar esa creciente
convicción se sumió con celo frenético en una campaña de persecución, terror y
muerte (ver HAp 92-93). Procuraba "dar coces contra el aguijón" de la
convicción y de una conciencia esclarecida (Hech. 26:14).
Su prejuicio y su ambición de
popularidad hicieron que se rebelara contra Dios, hasta que se convirtió en un
instrumento en las manos de Satanás (HAp 83-84). De ese modo la revelación de
la voluntad de Dios excitó la naturaleza pecaminosa de Pablo hacia un pecado
todavía mayor, hasta que al fin llegó a estar dispuesto a reconocer su
pecaminosidad y su necesidad de un Salvador (Hech. 9:6; ver HAp 97).
El caso de Pablo es una clara
ilustración de que la ley no puede desarraigar la rebeldía y el pecado. Su
efecto puede ser precisamente el contrario. Pablo halló libertad del poder del
pecado y de la condenación únicamente cuando se encontró frente a frente con
Cristo.
Sin la ley. Literalmente "sin ley" (BJ, BC); o
"aparte de ley" (ver com. cap. 2:12).
El pecado está muerto. Pablo ya ha presentado tácitamente
la idea de que el pecado está "muerto" sin ley (cap. 4:15; 5:13). Es
evidente que con "muerto" no quiere decir que no existe, sino que
está inerte. Compárese con "la fe sin obras está muerta" (Sant. 2:26).
El pecado ha reinado siempre desde la transgresión de Adán (Rom. 5:12,21), pero
su pleno poder y virulencia sólo se manifestaron cuando apareció la ley con sus
restricciones y prohibiciones. Entonces el pecado se presenta como rebelión
contra la voluntad de Dios, y la naturaleza humana no regenerada es instigada a
la oposición y al pecado.
9. Yo. . . vivía. Pablo se
refiere a su vida pasada, pero con su experiencia simboliza a todos los que no
están convertidos y dependen de su propia justicia.
Sin la ley. . . en un tiempo. El período de su vida pasada al
cual aquí se refiere Pablo, ha sido objeto de muchos debates; sin embargo, por
el contexto parece evidente que está hablando del tiempo anterior al momento
cuando comprendió la verdadera naturaleza, espiritualidad y alcances de la ley
divina. Fue un período durante el cual creía que era justo y que, en lo que se
refería a su conducta externa, parecía que estaba cumpliendo la ley. Pero era
una justicia legalista, como aquella de la que se jactaba el joven rico cuando
fue puesto frente a frente con los mandamientos: "Todo esto lo he guardado
desde mi juventud. ¿Qué más me falta?" (Mat. 19:20).
Pablo también podía pretender que
"en cuanto a la justicia que es en la ley" él era "irreprensible"
(Fil. 3:6; cf. Hech. 26:5). Compárese con la jactancioso oración del fariseo,
llena de justicia propia (Luc. 18:11-12). Pero cuando Pablo discernió el
carácter espiritual de la ley, el pecado apareció en su verdadero carácter
repulsivo. Se vio a sí mismo como transgresor, y su engreimiento se desvaneció
(ver CC 27-28).
Venido el mandamiento. Es decir, cuando Pablo comprendió
en su mente y en su conciencia el significado espiritual del mandamiento
"no codiciarás" (vers. 7), vio el espíritu de la ley en esta
prohibición de todos los deseos pecaminosos, y cuando penetró en él como la
palabra de Dios, viva y eficaz y más cortante que toda espada de dos filos
(Heb. 4:12), la complacencia en su justicia propia quedó súbitamente destruida.
El pecado revivió. Es decir, "volvió a
vivir". Pablo no quiere decir que antes de que viniera "el
mandamiento", el pecado -aquí personificado como un ser aborrecible- había
estado inactivo en su vida, sino que él no se había dado cuenta ni de su
verdadera naturaleza ni de sus consecuencias fatales (vers. 13).
En realidad, el pecado había
actuado sin restricciones en su vida (vers. 5). Pero la venida del
"mandamiento" desafió a la presencia del pecado y a su derecho de
dominar la vida de Pablo. El pecado entonces se levantó para mantener su
disputada autoridad. Apareció en toda su malignidad y fuerza, en su verdadero
carácter: el de un engañador, un enemigo y un asesino.
Pablo no dice cuándo ni cómo
comenzó a sentir por primera vez el poder condenatorio de la ley; sin embargo,
sabemos lo suficiente en cuanto a sus años anteriores como para tener algún
conocimiento de su experiencia con la ley antes de su conversión.
Como fariseo bien versado, que vivía de acuerdo con la secta más estricta de su religión, con intensos, aunque inútiles esfuerzos, y mediante una observancia externa, había tratado de cumplir con las exigencias de una ley santa que escudriña el corazón. Pero la serenidad y el amor perdonador que manifestó Esteban durante su martirio conmovieron hasta lo profundo la mente de Pablo, e hicieron que su conciencia comprendiera que la obediencia a la ley era algo que iba más allá de la letra.
(Ver com. vers. 8).
Morí. Cuando Pablo llegó a comprender la naturaleza
espiritual de la ley, el nuevo conocimiento sólo sirvió para acusarlo como
transgresor y despertar en él toda clase de malos deseos (vers. 8). Pablo se
convirtió entonces en un pecador plenamente consciente, y descubrió que no
tenía esperanza de vida (cf. cap. 6:21,23).
10. Hallé. Literalmente "fue hallado en mí o por
mí", es decir, el mandamiento. Al fin Pablo supo que el mismo mandamiento
de cuya observancia hacía depender su salvación, sólo podía condenarlo a
muerte.
Este es un versículo clave en el
razonamiento de Pablo de que los pecadores no deben depender de la ley para su
salvación. Pablo ha explicado claramente, y ahora lo ilustra con su propio
caso, que el depender de la ley mediante la justicia propia es una grave
tergiversación de la ley, y que sólo puede conducir al sorprendente
descubrimiento expresado en este versículo.
La ley de Dios presenta una
elevada norma espiritual que ningún mortal pecador puede alcanzar mediante sus
propios esfuerzos, sin ayuda. Delante de ella sólo aparece como culpable y
condenado; pero bienaventurado aquel que al comprender su impotencia y
necesidad acude al Salvador, el único en quien puede encontrar justificación y
salvación (Gál. 3:24).
El Gran Error De Muchos Judíos Consistía En Su
Concepto Falso De La Función De La Ley En Un Mundo Pecaminoso.
Orgullosos con su justicia
propia, no estaban dispuestos a reconocer su culpabilidad ante la ley ni su
incapacidad para vivir a la altura de sus preceptos; por lo tanto, no comprendían
su necesidad de un Salvador. Se dedicaban a un diligente estudio de las
Escrituras creyendo que en la ley encontrarían vida y no condenación. No
querían ir a Cristo para que pudieran hallar justificación y vida (Juan
5:39-40). Ver com. Eze. 16:60.
El mismo mandamiento. Este versículo dice literalmente:
"El mandamiento, el para vida, éste fue hallado por mí para muerte".
La expresión griega es enfática.
Que era para vida. La promesa de vida acompañó a la
entrega de la ley de Dios a Israel en 18:5; Deut. 5:33; Eze. 18:9,21;
20:11,13,21; cf. Mat. 19:17).
No hay ninguna arbitrariedad en
esto. Todas las leyes de Dios para nuestro bien físico, mental y espiritual son
dadas para nuestro máximo bien. La vida y la prosperidad, tanto en este mundo
como en el venidero, están íntimamente asociadas a la perfecta obediencia a las
leyes inmutables de Dios.
Para muerte. Pablo conoció el pecado por medio de la ley (vers.
7-9; cf. cap. 3:20), y "la paga del pecado es muerte" (cap. 6:23).
11. Porque el pecado. La conjunción causal
"porque" da comienzo a una explicación del vers. 10. La primera parte
del versículo es similar al vers. 8, pero una diferente sintaxis en griego
destaca que no fue el mandamiento sino el pecado el que "engañó" y "mató".
El pecado es personificado otra vez, y aparece ejerciendo el poder para tentar
y destruir, lo que normalmente corresponde a Satanás.
Por el mandamiento. Estas palabras pueden
relacionarse con "tomando ocasión" o con "me engañó" (cf.
com. vers. 8). La conclusión "y por él me mató" podría indicar que
debe preferirse la segunda relación. El pasaje entonces diría: "Porque el
pecado, tomando ocasión, me engañó por el mandamiento". La barrera que la
ley erige contra el pecado se convierte en la ocasión para sugerir que se cometa
el pecado.
Me engañó. Gr. exapatáÇ, que básicamente significa "hacer
que uno se extravíe". Pablo es el único que usa esta palabra en el NT
(Rom. 16:18; 1 Cor. 3:18; 2 Cor. 11:3; 2Tes. 2:3). En el huerto del Edén el
pecado se aprovechó del mandamiento: "No comeréis de él, ni le tocaréis,
para que no muráis" (Gén. 3:3), con lo cual inspiró un mal deseo (ver com.
"por la ley" y "codicia", vers. 5 y 8 respectivamente).
Cuando Eva estuvo frente al árbol
prohibido comenzó a dudar de la orden de Dios que le había prohibido que tocara
ese fruto (ver PP 36-37). Esa fue la oportunidad de Satanás, el cual usó la
prohibición divina para engañar a Eva y hacerla pecar.
El engaño del
pecado consiste en presentar como algo bueno el objeto del deseo pecaminoso,
pero cuando dicho objeto se alcanza posteriormente resulta malo (Sant. 1:14-15;
cf. Heb. 3:13,17).
Satanás incitó a Eva a que
participara del fruto prohibido, para que así, llegara hasta un mundo de
existencia más elevada y obtuviera un conocimiento más amplio (PP 36-37).
Satanás usó el mandamiento en
esta forma engañosa para incitar al pecado; y una vez que logró su mal
propósito utilizó el mismo mandamiento como un medio de condenación. Satanás
es, a no dudarlo, no sólo el tentador del hombre sino también su acusador (Apoc.
12:10; cf. Job 1:9-11; 2:4-5). De esa manera Eva comprobó, para su gran dolor,
que lo que una vez deseó como algo deleitoso sólo le produjo condenación y
muerte.
Ningún ser del universo cae en
peor engaño que el pecador que se complace en un deseo prohibido (ver Prov. 7:21-23).
Por él. Es decir, por el mandamiento.
Me mató. Compárese con "yo morí" (vers. 9). El
mandamiento, aunque en sí mismo es santo y tiene el propósito de proporcionar
vida, no sólo se convirtió en ocasión de pecado sino también, como su
consecuencia, en ocasión de muerte. Y todo esto se produjo mediante el engaño.
Lo deseado en realidad no era bueno, pero la concupiscencia y la codicia
inspiradas por el tentador hicieron que pareciera que era así. Uno de los
grandes propósitos de la gracia transformadora de Dios es eliminar ese engaño
destructor y hacer que el hombre vuelva a ver las cosas en su verdadera
realidad, y de ese modo regrese a la vida y a la paz con Dios.
12. De manera que. Este es el comienzo de una
conclusión basada en lo tratado en los vers. 7-11, y una respuesta a la
pregunta del vers. 7: "¿la ley es pecado?"
La ley. El artículo "la" se encuentra en el texto
griego (ver com. cap. 2:12). Pablo puede estar usando el término "la
ley" como en el cap. 7:9, para referirse a todo el código, y el término
"el mandamiento" para referirse a un precepto específico de la ley.
Es santa. La ley, lejos de ser pecado (vers. 7) es santa,
justa y buena (vers. 12). La ley de Dios, como revelación del carácter de su
Autor y expresión de su pensamiento y voluntad, sólo puede ser verdadera, justa
y santa.
El mandamiento santo. Pablo ya ha afirmado la santidad
de toda la ley. Ahora destaca más específicamente la santidad, justicia y
bondad del mandamiento: "No codiciarás". El énfasis quizá se base en
que este mandamiento ha sido descrito particularmente en los vers. 7-11 como la
ocasión especial para que aumente el conocimiento y la acción del pecado.
El décimo mandamiento es santo,
pues es una expresión de la santa voluntad de Dios que prohibe todo deseo
impuro y pecaminoso. Su santidad de ninguna manera es disminuida por el hecho
de que revela el pecado (vers. 7), y de que ha sido usado por el pecado para
incitar a los pecadores a una transgresión todavía mayor (vers. 8-9), atrayendo sobre ellos condenación y
muerte. La falta no se halla en el mandamiento santo sino en los hombres
impíos, que en su debilidad y pecaminosidad son incapaces de vivir de acuerdo con
la suprema norma de pureza y santidad que la ley exige con justicia.
Justo. O "correcto". El mandamiento es justo y
correcto en sus exigencias, pues destaca la norma de un carácter justo; y a
pesar de las acusaciones de Satanás que afirman lo contrario, sólo pide la
obediencia que está al alcance de los seres humanos (ver com. Mat. 5:48; HAp
423; DTG 15, 275).
La vida de Jesús plena de
obediencia confirmó la justicia de las exigencias de la ley de Dios. Demostró
que la ley podía ser obedecida, y puso de manifiesto la excelencia de carácter
que se adquiriría si fuera guardada. Todo el que obedece como Jesús, también
declara que la ley es "santa, justa y buena". Pero todos los que
violan los mandamientos de Dios están apoyando la acusación de Satanás de que
la ley es injusta y no puede ser obedecida (ver Com. Rom. 3:26; DTG 21).
Bueno. Gr. agathós, bueno en un sentido moral (cf com.
vers. 16). El único propósito del mandamiento es que el hombre disfrute de vida
y bendiciones tanto ahora como durante toda la eternidad (ver com. vers. 10).
Si es obedecido, proporcionará justicia y felicidad por doquiera.
13. Vino a ser muerte. En otras palabras, ¿la ley buena
tiene la culpa de mi muerte? Pablo
responde repitiendo que la falta no está en la ley sino en él mismo y en sus
inclinaciones pecaminosas.
En ninguna manera. Ver com. cap. 3:4. Así como la
ley no causa la muerte tampoco ocasiona el pecado.
Sino que el pecado. El texto de la BJ puede ayudar a
comprender mejor este pasaje: "Sino que el pecado, para aparecer como tal,
se sirvió de una cosa buena, para procurarme la muerte, a fin de que el pecado
ejerciese todo su poder de pecado por medio del precepto".
Para mostrarse pecado. O "para que fuese
manifestado como pecado" (VM). Es decir, para que fuese visto en su
verdadera naturaleza de pecado.
Produjo en mí la muerte. O "produjo muerte para
mí". La verdadera naturaleza del pecado se pone de manifiesto cuando éste
emplea lo que es bueno para producir el mal y la muerte. Toma lo que es la
revelación del carácter y de la voluntad de Dios -cuyo propósito es servir como
norma de santidad- y lo usa para aumentar el pecado y la condenación de los
hombres (vers. 8-11). El propósito de Dios al permitir que el pecado produzca
muerte por medio de la ley, es que el pecado, al pervertir lo que es bueno, se
descubra y manifieste en toda su pecaminosidad y engaño (ver PP 22-23).
Sobremanera pecaminoso. O "excesivamente
pecaminoso". La palabra griega que corresponde con "sobremanera"
es huperbol', de la cual deriva "hipérbole". Compárese con el uso que
hace Pablo de este vocablo en 1 Cor. 12:31; 2 Cor. 1:8; 4:7, 17; 12:7; Gál. 1:13.
El apóstol ya ha explicado cómo la ley ha servido para revelar la enormidad del
pecado.
En Rom. 7:7-13 la ley de Dios es
claramente vindicada de cualquier acusación de que sea responsable por el
pecado y la muerte que se han difundido en toda la humanidad (cf. cap. 5:14,17).
La culpa corresponde con toda justicia al pecado. Y en la medida en que los
hombres persisten en identificarse con el pecado, comparten en su culpabilidad
y condenación.
Estos versículos también destacan
la doctrina de Pablo de que la salvación no puede provenir de la ley. La
función importante de la ley es la de desenmascarar el pecado y convencer al
pecador de que sus caminos son errados, pero no puede desarraigar un espíritu
rebelde ni perdonar una transgresión. "La ley revela al hombre sus
pecados, pero no dispone ningún remedio" (CS 521).
Estos versículos también sirven para aclarar la relación entre la ley y el Evangelio. La función permanente de los mandamientos es revelar la norma de justicia, convencer de pecado y mostrar la necesidad de un Salvador.
Si no hubiera ley para convencer de pecado, el
Evangelio sería impotente, pues a menos que el pecador esté convencido de su
pecado, no sentirá la necesidad de arrepentirse y de tener fe en Cristo. De
modo que pretender que el Evangelio ha abolido la ley no sólo es tergiversar el
lugar y la importancia de la ley, sino también socavar el propósito y la
necesidad fundamentales del Evangelio y del plan de salvación (ver com. cap. 3:31).
14. Porque. Pablo ahora confirma su vindicación de la ley y su
exposición de la verdadera naturaleza del pecado, mediante un análisis profundo
de la forma en que obra el pecado en la vida íntima del hombre.
EL SIGNIFICADO de los vers. 14-25 ha sido uno
de los problemas más debatidos de toda la epístola. Las preguntas básicas han
girado en torno a dos aspectos: hasta qué punto la descripción de una lucha
moral tan intensa puede ser autobiográfica, y si así fue, si dichos versículos
se refieren a la vida de Pablo antes o después de su conversión. Que Pablo está
hablando de su propia lucha personal con el pecado, resulta evidente por el
significado obvio de sus palabras (cf. vers. 7-11; CC 15; 1JT 403).
Pero también es igualmente cierto
que está describiendo un conflicto que en forma más o menos pronunciada es experimentado
por toda alma que se enfrenta a las demandas espirituales de la santa ley de
Dios, y las reconoce.
Más importante es la pregunta en cuanto al período de vida que Pablo
describe.
Algunos comentadores sostienen
que la descripción corresponde con la vida de Pablo después de que se convirtió
al cristianismo. Destacan el uso de los verbos en tiempo presente y hacen notar
las expresiones que revelan odio al pecado (vers. 15,19) y el ferviente deseo
de hacer el bien (vers. 15,19,21). Argumentan que una persona inconversa no
hubiera podido decir: "Según el hombre interior, me deleito en la ley de
Dios" (vers. 22) y "yo mismo con la mente sirvo a la ley de
Dios" (vers. 25).
Otros comentadores creen que la
lucha debe haber tenido lugar antes de su conversión, argumentando que
expresiones como "yo soy carnal, vendido al pecado" (vers. 14),
"el pecado que mora en mí" (vers. 17), "el querer el bien está
en mí, pero no el hacerlo" (vers. 18), "¡Miserable de mí! ¿quién me
librará. . . ?" (vers. 24), no podrían referirse a la condición de Pablo
después de que renació. Sin embargo, destacan que Pablo no está describiendo
sus experiencias cuando "sin la ley vivía en un tiempo", sino cuando
"venido el mandamiento, el pecado revivió y" él murió (ver com. vers.
9).
Por lo tanto, la experiencia que
se describe no sería la de un hombre que no ha sido regenerado en absoluto,
sino la de un pecador movido por una profunda convicción, que sufre bajo su
carga de culpa y se esfuerza fervientemente -pero luchando por sí mismo- para
poner su vida de acuerdo con los requerimientos divinos. Sus mejores esfuerzos
terminan en un triste fracaso hasta que encuentra a Cristo y experimenta el
poder vivificador del Evangelio.
Tal es también la experiencia del
que se convirtió una vez, pero fracasa en no aprovechar las bendiciones del
Evangelio y entonces lucha en busca de la pureza de su vida mediante su propia
fuerza, o del cristiano nominal que nunca se ha entregado plenamente a Cristo.
El principal propósito de Pablo
en este pasaje parece ser mostrar la relación que existe entre la ley, el
Evangelio y la persona que, movida por su convicción, lucha afanosamente contra
el pecado para prepararse para la salvación.
El mensaje de Pablo es: aunque la
ley puede servir para precipitar e intensificar la lucha, sólo el Evangelio de
Jesucristo puede proporcionar la victoria y el alivio (vers. 25. cap. 8). La
intensidad de la lucha y el momento de su comienzo varían en el caso de cada
individuo que, mediante la ley, llega a conocer el pecado. Es evidente que cada
cristiano puede reconocer por experiencia propia que prosigue una lucha intensa
después de la conversión y de haber renacido.
La vida del apóstol Pablo era
"un constante conflicto consigo mismo. . . Su voluntad y sus deseos
estaban en conflicto diario con su deber y con la voluntad de Dios" (MC
358).
La realidad del conflicto de
Pablo se revela con sus palabras: "Golpeo mi cuerpo, y lo pongo en
servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser
eliminado" (1 Cor. 9:27).
Para cada cristiano convertido,
renacido y justificado, el proceso de la santificación implica, de la misma
manera, duras y serias batallas con el yo (PVGM 266-267; HAp 447-448).
Mientras más nos acerquemos a
Cristo, más claramente discerniremos la extraordinaria pecaminosidad del pecado
y más fervientemente confesaremos la pecaminosidad de nuestra propia naturaleza
(ver com. Eze. 20:43; 16:62-63; PVGM 124-125).
Aunque con frecuencia es cierto
que una intensa lucha moral continúa después de la conversión, a medida que el
cristiano diariamente renueva su consagración (ver Luc. 9:23-25; 2 Cor. 4:16;
2JT 59; 3JT 93), no podemos estar seguros de que el apóstol se refiera aquí a
una lucha semejante. El propósito de su tesis hasta este punto de la epístola
ha sido mostrar la incapacidad del hombre para alcanzar la justificación cuando
depende de su propia fuerza, por las obras de la ley.
Ha demostrado que los que están
bajo la ley están bajo el yugo del pecado (ver com. Rom. 6:14); que a pesar de sus mejores
esfuerzos no pueden cumplir con lo que exige la ley; que son desdichados y
desvalidos hasta que hallan a Cristo. Entonces cesa la condenación (cap. 8:1).
Lo que antes no pudieron hacer, ahora lo alcanzan por medio del poder
vivificador de Cristo (cap. 8:3-4). Ya no se preocupan por las cosas de la
carne (cap. 8:5), sino que andan conforme al Espíritu (cap. 8:1).
Sabemos. Pablo da por sentado que la espiritualidad de la
ley es reconocida por sus lectores (cf. cap. 2:2; 3:19).
La ley es espiritual. Pablo está resumiendo y
repitiendo lo que ya ha dicho en el vers. 12. Destaca de nuevo que la ley no es
culpable de los pecados de los cuales él ha estado hablando. La ley es de
origen espiritual pues fue dada personalmente por Dios, y "Dios es
Espíritu" (Juan 4:24). La ley es de naturaleza espiritual porque es
"santa, justa y buena" y porque pide una obediencia que sólo está al
alcance de los que son espirituales y tienen los frutos del Espíritu (Mat.
22:37-39; Juan 15:2; Rom. 13:8,10; Gál. 5:22-23; Efe. 3:9).
Yo soy. El cambio del tiempo del verbo del pasado (vers.
7-11) al presente (vers. 14-28) ha sido considerado por algunos como una prueba
de que Pablo se está refiriendo a lo que le sucedía entonces. Otros ven en esto
sólo un presente histórico o presente dramático, para dar más énfasis, como
ocurre en Mar. 14:17; Luc. 8:49. Ver arriba comentario de "porque".
Carnal. Es decir, hecho de carne y sangre, lo que denota la
naturaleza humana con su debilidad inherente (cf. 2 Cor. 3:3). Esta es la forma
en que Pablo expresa "lo que es nacido de la carne, carne es" (Juan
3:6). El equivalente que él da de "lo que es nacido del Espíritu, espíritu
es" (Juan 3:6) está en Rom. 8.
En contraste con la
espiritualidad y santidad de la ley divina, Pablo descubre en él un ser de
carne, y por lo tanto proclive a toda la pecaminosidad y complacencia propia, a
la cual se inclinaba su naturaleza corrupta. Por eso, en su deseo de obedecer
la ley espiritual, se encuentra a sí mismo sumido en una lucha continua con sus
tendencias al pecado heredadas y cultivadas (cap. 7:23).
Insta a los creyentes a que
crucifiquen la carne, y declara que él mismo mantiene su cuerpo en servidumbre
(1 Cor. 9:27; Gál. 5:24). También los insta a vivir en forma temperante (1 Cor.
10:31) y a ofrecer sus cuerpos a Dios como un sacrificio santo y vivo (Rom. 12:1).
Describe el cuerpo como el templo del Espíritu Santo (1 Cor. 6:19) y exhorta a
los cristianos a que glorifiquen a Dios en el cuerpo (vers. 20). Expresa que
tanto la carne como el espíritu necesitan limpieza (2 Cor. 7:1) y anticipa la
redención y glorificación del cuerpo (Rom. 8:23; 1 Cor. 15:51-53).
Vendido al pecado. Es decir, vendido para estar bajo
el poder del pecado. Compárese con
"Acab, que se vendió para hacer lo malo" (1 Rey. 21:25; cf. 1 Rey
21:20; Isa. 50:1). El dominio del pecado sobre la carne puede ser tan completo
como el de un amo sobre un esclavo. En vista de las afirmaciones anteriores de
Pablo de que el cristiano convertido está libre ahora de la servidumbre del
pecado (Rom. 6:18,22), hay algunos que consideran que esta expresión es una
prueba de que el apóstol está hablando de los días anteriores a su conversión;
es decir, del tiempo cuando estaba completamente convencido, pero aún no se
había entregado plenamente a Cristo (ver com. cap. 7:9).
Otros sostienen que Pablo puede
estar usando un lenguaje tan enfático para expresar la fuerza de esa
depravación contra la cual estaba luchando después de su conversión, que está
tratando de demostrar que al obedecer los impulsos de su naturaleza carnal
estaba procediendo como quien era esclavo de otra voluntad. Posteriormente añade que el pecado todavía
vivía en su carne (vers. 17-18) y que aunque había llegado a la condición de
deleitarse en la ley de Dios, aún veía en sus miembros un poder maligno en
acción que lo llevaba a permanecer cautivo del pecado (vers. 22-23).
Los hombres más santos son carnales en comparación con la espiritualidad de la ley. Su discernimiento del carácter santo de los mandamientos de Dios hacía que Pablo comprendiera más su propia imperfección. Y cuando él se describe como "vendido al pecado" indica cuán profunda era su convicción.
Compárese con el caso de Job, quien
aunque es presentado por el Señor como perfecto y recto (Job 1:1; 2:3), más
tarde confesó "Yo soy vil", "me aborrezco, y me arrepiento en
polvo y ceniza" (cap. 40:4; 42:6).
15. Porque. Pablo ahora explica sus experiencias durante el
período cuando estuvo "vendido al pecado" (vers. 14).
Lo que hago. La flexión del verbo "hago", aparece tres
veces en este versículo, y es la traducción de tres diferentes verbos griegos.
En el primer caso Pablo emplea katergázomai, el mismo verbo que en el vers. 8
significa "producir", "llevar a cabo",
"alcanzar". Ver posteriormente un estudio de las otras palabras
traducidas como "hago".
Entiendo. Gr. ginÇskÇ, "saber", "llegar a
saber", "percibir", "reconocer". Comparece con la
traducción: "Mi proceder no lo comprendo" (BJ).
No hago. Gr. ou. . . prássÇ.
PrássÇ significa "practicar". Este verbo aparece también en
cap. 1:32; 2:1-3, 25; etc.
Quiero. Gr. thelÇ, "desear", "anhelar".
Eso hago. En este caso "hago" (poiéÇ ) implica más
bien la realización y terminación de un acto, como en el cap. 4:21. Martín
Lutero había aprendido evidentemente el significado de esta experiencia cuando
dijo: "Tengo más miedo de mi propio corazón que del papa y de todos sus
cardenales".
Los que afirman que Pablo está
describiendo sus propias experiencias, cuando se reconoció como pecador antes
de entregarse a Jesucristo (ver com. cap. 7:14), creen que el apóstol también
hace destacar la impotencia de cualquier cosa que no sea el evangelio para
proporcionar el poder que capacita para realizar obras de justicia. Comparece
con el caso de Carlos Wesley (CS 296-298).
Todos los que
procuren ganar la salvación sin una entrega completa a Jesucristo quedarán
completamente frustrados.
Los que sostienen que Pablo está
describiendo la lucha continua con el yo y el pecado, aun después de la
conversión, hacen notar que aun después de la conversión los cristianos siguen
reconociendo que hay imperfecciones y pecados en su vida, y que tales defectos
son motivo de continua intranquilidad y preocupación. La fuerza de la pasión
natural puede vencerlos en sus momentos de descuido. Todavía los acosa el poder
de los hábitos por largo tiempo cultivados. Aún surgen en su mente, con la
rapidez del relámpago, malos pensamientos de complacencia propia.
El que fue
incrédulo antes de su conversión, cuya mente estuvo llena de escepticismo,
quizá descubra que todavía perduran en su mente, perturbando su paz durante
años, los efectos de sus anteriores hábitos de pensamiento.
Tales son los efectos de los hábitos.
El solo hecho de pasar un pensamiento impuro por la mente, deja contaminación
tras sí, y cuando el pecado ha sido acariciado por largo tiempo, deja una
cicatriz indeleble en el alma aún después de la conversión, lo cual produce ese
estado de tensión que conoce muy bien el cristiano.
Cuando el cristiano ve que esos antiguos deseos y sentimientos -que él desaprueba y odia-
intentan día tras día recuperar su poder sobre él, lucha contra su influencia y
anhela ser llenado con todos los frutos del Espíritu de Dios; pero entonces
descubre que ni por sí mismo ni por la ayuda de la ley puede lograr su
liberación de lo que odia, ni puede tener éxito en alcanzar lo que aprueba y
desea hacer. Cada noche es testigo de su penitente confesión de su impotencia y
de su anhelante deseo de recibir ayuda de lo alto (ver 1JT 538).
16. Apruebo. "Estoy de acuerdo" (BJ). Gr. súmf'mi,
literalmente, "hablar juntamente con"; por lo tanto, "estar de
acuerdo", "concordar". Esa es la única vez que aparece esta
palabra en el NT. El hecho de que Pablo desapruebe sus acciones pecaminosas es
en sí mismo una evidencia de que considera que la ley de Dios es buena.
Buena. Gr. kalós, "bello",
"excelente". Esta expresión puede implicar la belleza moral y la
excelencia de ley, cuyas cualidades Pablo admite aquí. La palabra que en el vers.
12 se traduce "bueno" es agathós, que significa bueno en un sentido
moral. Kalós se relaciona con aghatós como la apariencia corresponde a la
esencia
17. De manera que. Gr. nuní, que se pude entender en
un sentido temporal con el significado de "en este momento" o en un
sentido lógico, "siendo este el caso". Lo segundo parece ser más
apropiado (cf. Rom. 7:20; 1 Cor. 14:6).
Ya no soy yo. La construcción griega es enfática. Pablo se
refiere con este "yo" al "hombre interior" (vers. 22), que
se diferencia del otro "mí" en el cual mora el pecado, que es
definido en el vers. 18 como "mi carne" y en el vers. 23 como
"mis miembros". Pablo no dice esto para negar la responsabilidad del
hombre por sus actos pecaminosos, sino para mostrar el gran poder del pecado
interior que se hace sentir contra los esfuerzos más decididos del apóstol, y que podría dominar al
cristiano que se descuida.
Cuando Pablo habla de sus
labores, dice: "No yo, sino la gracia de Dios conmigo" (1 Cor. 15:10).
Con eso no quiere decir que no hizo su parte, sino que la ejecutó bajo la
influencia de la gracia de Dios. Cuando dice: "Ya no vivo yo, más Cristo
vive en mí" (Gál. 2:20), también quiere decir que dependía de Cristo como
el origen y el sustento de su nueva y mejor vida. Aquí no se excusa por las
violaciones de la ley, sino que también afirma que hizo tales cosas bajo una
influencia que ya no dominaba más en su mente.
18. No mora el bien. Es imposible que un hombre por sí
mismo resista el poder del mal. Un poder superior debe posesionarse del alma
antes de que sean subyugadas las malas pasiones. Pablo experimentó la dolorosa
frustración que embargan a todos los que procuran lograr la justificación por
su propia fortaleza.
Está en mí. Literalmente "está cerca de mí", es
decir, a la mano. "Lo tengo a mi alcance" (BJ).
No el hacerlo. El espíritu de Pablo estaba dispuesto, pero su
carne era débil.
19. No hago. Este versículo es, en esencia, una repetición del
vers. 15, con un énfasis mayor en la realidad y la fuerza de la lucha de la
voluntad contra el pecado (ver com. vers. 15).
20. Y si hago. Este versículo es básicamente una repetición de lo
que ha sido dicha en los vers. 16 y 17 (ver comentario respecto).
21. Hallo esta ley. Literalmente "encuentro,
pues, la ley". En el texto griego se encuentra el artículo definido (ver
com. cap. 2:12). Con el término "ley" Pablo se refiere a la fuerza
maligna que una vez operaba en él creando problemas en su vida, como ya lo ha
descrito en los vers. 18-19.
22. Según el hombre interior. Ver com. vers. 17. Me deleito. Gr. sun'domai, "regocijarse con". Ese es la única vez que aparece esta palabra en el NT. Quizá sea un vocablo más expresivo que "apruebo" del vers. 16 (cf. Sal. 1:2; 119:97).
La ley de Dios. Aquí se usa el artículo definido
en el texto griego (ver com. cap. 2:12). Pablo quizá se refiere a toda la
voluntad de Dios revelada al hombre.
23. Otra. Gr. héteros, "otra de clase diferente". El objetivo héteros no solo expresa una diferencia sino con frecuencia un contraste (ver com. Gál. 1:6-7). Esta "ley" diferente se opone a la ley que aprueba el hombre interior. "La ley del pecado" (Rom. 7:23,25) -la fuerza maligna del vers. 21 (ver allí el comentario)- se aprovecha de cada impulso carnal.
En mis miembros. Es decir, en los órganos y facultades de mi cuerpo (cf. Rom. 3:13-15; 7:5; 1 Cor. 6:15; 12:12,18,20).
Se rebela contra. Gr. antistratéuomai, palabra que
sólo aparece aquí en el NT. El verbo tiene que ver con una campaña militar. La
ley en los miembros está en lucha campal contra la ley de la mente (cf. Gál.
5:17; 1 Ped. 2:11).
La ley de mi mente. "Mente" significa aquí
la mente que razona, el "hombre interior" (vers. 22). Pablo acepta
con la más noble de su ser que la ley es buena (vers. 12,16,22). Y la ley de
Dios, comprendida y aprobada por la mente, se convierte en la ley de la mente.
Por el otro lado, Pablo ve otra ley que obra mediante los impulsos del cuerpo y
los deseos de la carne: la ley que está "en mis miembros", "la
ley del pecado" (ver com. vers. 21).
Me lleva cautivo. O "me esclaviza" (BJ),
"me encadena" (NC). El verbo aijmalÇtizÇ aparece de nuevo en el NT sólo
en Luc. 21:24 y 2Cor. 10:5. Pablo ha empleado expresiones muy vigorosas en este
versículo para describir la dureza del conflicto con el pecado. Se presente a
sí mismo como empeñado en una lucha de vida o muerte para escapar del poder
seductor de sus malas inclinaciones.
24. ¡Miserable! Gr. taláipÇros que en la BJ se ha
traducido "¡Pobre de mí!" En el NT aparece por segunda vez en Apoc.
3:17, en donde describe la condición de la iglesia laodicense. La angustia
resultante del conflicto interior -que a veces es una lucha desesperada entre
en el bien y el mal- hace que Pablo pronuncie este evidente clamor de
desesperación en busca de ayuda; pero conoce de dónde viene la liberación para
sus dificultades, y se apresura a reconocerlo (Rom. 7:25).
¿Quién me librará? O "¿quién me
rescatará?" Esta pregunta da a Pablo la oportunidad de expresar la buena
nueva que es el tema de toda epístola. ¿Puede hallarse liberación por medio de
la ley? ¿Puede un hombre ganar la libertad mediante la fuerza de su propio
intelecto y voluntad? Estos métodos se han empleado en vano, y se han visto
claramente sus desastrosos resultados. Hay sólo un camino: "Jesucristo
Señor nuestro" (vers. 25).
Este cuerpo de muerte. La construcción griega no permite
saber si debe enterderse como aparece en la RVR o "el cuerpo de esta
muerte", aunque la última relación parece más natural. Se ha debatido
mucho el significado de este pasaje. Pero la convicción general es, por lo
menos, que no se puede comprobar que Pablo estuviera aludiendo a una antigua
costumbre de encadenar juntos a un prisionero y a un cadáver, aunque esa
horrenda práctica proporcionaría una vívida ilustración de las circunstancias
espirituales que Pablo está describiendo.
Pablo considera el cuerpo, la
carne, como la sede del pecado, el lugar donde mora la ley del pecado que actúa
en los miembros para ocasionar la muerte (vers. 5,13,23,25). Con esto no quiere
decir que el cuerpo físico sea malo (ver com. vers. 5). Su clamor en busca de
liberación se refiere a quedar libre del yugo de la ley del pecado, de modo que
su cuerpo no sirva más como morada del pecado y de la muerte, sino que pueda
ser ofrecido a Dios como un "sacrificio vivo, santo y agradable"
(Rom. 12:1).
25. Gracias doy a Dios. La evidencia textual (cf. p. 10)
se inclina por el texto "gracias a Dios". Pablo no da una respuesta
directa a su pregunta: "¿Quién me librará?" Tampoco dice por qué da
gracias a Dios; pero sí está claramente indicado por el contexto. Lo que ni la
ley ni la conciencia pueden hacer, ni la fuerza humana sin recibir ayuda puede
hacer, puede alcanzarse por el plan del Evangelio. Una liberación completa sólo
es posible por medio de Jesucristo, únicamente por medio de él. Compárese con
"gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro
Señor Jesucristo" (1Cor. 15:57).
Este es el punto culminante hacia
el cual se ha dirigido el razonamiento de Pablo en este capítulo. No es
suficiente estar convencido de la excelencia de la ley ni reconocer la
sabiduría y justicia de sus requerimientos, ni tampoco es suficiente asentir
que son buenos sus preceptos o aun deleitarse en ellos. Ninguna cantidad de
intenso esfuerzo de obediencia servirá para superar la ley del pecado en los
miembros, a menos que el pecador rebelde se entregue a Cristo por fe. Entonces
la entrega a una Persona ocupará el lugar de la obediencia legalista a una ley.
Y como se trata de una entrega a una Persona tiernamente amada, se la siente
como una libertad perfecta (ver CC 15; MC 93; DTG 431).
Yo mismo con la mente sirvo. Algunos se han preguntado por qué
Pablo, después de llegar a un glorioso clímax en la expresión "Gracias doy
a Dios, por Jesucristo Señor nuestro", se refiere una vez más a las luchas
del alma de las que evidentemente ya se había liberado. Algunos entienden la
expresión de agradecimiento como una exclamación parentética. Creen que tal
exclamación sigue en forma natural al clamor "¿Quién me librará?"
Sostienen que Pablo, antes de proseguir tratando extensamente la gloriosa
liberación (cap. 8), resume lo que ha dicho en los versículos precedentes y confiesa
una vez más su conflicto contra las fuerzas del pecado.
Otros sugieren que cuando Pablo
dice "yo mismo", quiere decir "librado a mis propias fuerzas,
sin tomar en cuenta a Cristo". Creen que Pablo declara aquí una verdad
general que vale en cualquier momento de la vida cristiana. Por lo tanto,
consideran que dicha exclamación no es parentética sino un eslabón en una
secuencia lógica ordenada. Siempre que el hombre trata de hallar la victoria
sobre el pecado por sí mismo, sin tomar en cuenta el poder de Cristo, está
condenado al fracaso. (6CBA).
El capítulo 7 de Romanos, presenta
3 puntos importantes: 1°.- Con la muerte de Jesús las leyes del antiguo pacto quedaron
sin efecto; por tanto es inútil querer alcanzar justificación por ese medio.
2°.- Solo es posible llevar una
vida santa consagrada y vencer la naturaleza pecaminosa con la ayuda de Jesús. De
lo contrario, solo encontraremos en nuestro caminar frustraciones.
3°.- La ley de Dios está vigente.
Porque es santa justa y buena.
COMENTARIOS DE EGW
7. 2T 512
9. CC 28. “Un Poder Misterioso que Convence” (El
Arrepentimiento) EL CAMINO A CRISTO. 21-35
https://esperanza3008b.blogspot.com/2012/11/3-un-poder-misterioso-que-convence-el.html
1JT. 403. ¡OH, cuántos se
lisonjean de que tienen bondad y justicia, cuando la verdadera luz de Dios
revela que durante toda su 403 vida han vivido solamente para agradarse a si
mismos! Toda su conducta es aborrecida de Dios. ¡Cuántos viven sin ley! En sus densas tinieblas, se consideran con
complacencia; pero sea la ley de Dios revelada a sus conciencias, como lo fue a
la de Pablo, y verán que están vendidos al pecado, y deben morir al ánimo
carnal. El yo debe morir.
¡CUÁN TRISTES Y
TEMIBLES SON LOS ERRORES QUE MUCHOS COMETEN! Edifican sobre
la arena, pero se lisonjean de estar asentados sobre la roca eterna. Muchos que
profesan piedad están despeñándose temerariamente e ignoran su peligro como si
no hubiese juicio futuro. Les aguarda una terrible retribución, y sin embargo,
los dominan los impulsos y las pasiones bajas; están llenando un sombrío
registro de su vida para el juicio. Dirijo mi voz de amonestación a todos los
que llevan el nombre de Cristo, para que se aparten de toda iniquidad.
Purificad vuestras almas obedeciendo a la verdad. Limpiaos de toda inmundicia
de la carne y del espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.
Vosotros a quienes esto se aplica, sabéis lo que quiero decir. Aun a vosotros
que habéis corrompido vuestros caminos delante del Señor, participando de la
iniquidad que abunda y ennegreciendo vuestras almas con el pecado, Cristo os
invita a cambiar de conducta, a asiros de su fortaleza y a hallar en él aquella
paz, aquel poder y aquella gracia que os harán más que vencedores en su nombre.
LAS
CORRUPCIONES de esta era degenerada han manchado muchas almas que profesaban servir a
Dios. Pero aun ahora no es demasiado tarde para corregir los males ni para
obtener expiación por la sangre de un Salvador crucificado y resucitado, si os
arrepentís y sentís necesidad de perdón. Necesitamos velar y orar ahora como
nunca antes, no sea que caigamos bajo el poder de la tentación y dejemos el
ejemplo de una vida que resultará en un miserable naufragio. Como pueblo, no
debemos ser negligentes ni considerar el pecado con indiferencia. El campamento
necesita que se lo purifique. Todos los que llevan el nombre de Cristo
necesitan velar, orar y guardar 404 las avenidas del alma; porque Satanás está
obrando para corromper y destruir, si se le concede la menor ventaja.
12. CC 17. “La Más Urgente Necesidad del Hombre” EL
CAMINO A CRISTO. 15-20
https://esperanza3008b.blogspot.com/2012/11/2-la-mas-urgente-necesidad-del-hombre.html
CS 520, 523; DTG 275; Ev 273; FE 238; PE 66; PP 115, 381; PR 11, 460; 2T
513
13. CS 561; ECFP 106; 1JT 404
14. CC 17; 1JT 403
16. CC 17
18. HAp 448; PVGM 125
24. CC 18; CS 514; DTG 172; MC 56; PVGM 158; 6T 53
Ministerio Hno. Pio
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