Hechos 11. EL EVANGELIO A LOS GENTILES: Pedro
Defiende Ante Los Apóstoles Su Ministerio Entre Los Gentiles (1-18): Vers.
(1-4) Pedro es acusado de juntarse con los gentiles, (5-17) pero presenta su
defensa, (18) y es aceptada.
El Evangelio A Los Judíos Fuera De Palestina. Vers. (19-25), El Evangelio es predicado en Fenicia, Chipre y Antioquía. Bernabé
es enviado para que confirme a los creyentes. Y se encuentra con Pablo. (26),
Los discípulos son llamados "cristianos" por primera vez.
Vers. (27-30). Los Cristianos De Antioquía envían socorro a los hermanos de Judea, y Alivian El Hambre).
1 OYERON los apóstoles y los
hermanos que estaban en Judea, que también los gentiles habían recibido la
palabra de Dios. 2 Y cuando Pedro subió a Jerusalén, disputaban con él los que
eran de la circuncisión, 3 diciendo: ¿Por qué has entrado en casa de hombres
incircuncisos, y has comido con ellos?
4 Entonces comenzó Pedro a
contarles por orden lo sucedido, diciendo: 5 Estaba yo en la ciudad de Jope
orando, y vi en éxtasis una visión; algo semejante a un gran lienzo que
descendía, que por las cuatro puntas era bajado del cielo y venía hasta mí. 6
Cuando fijé en él los ojos, consideré y vi cuadrúpedos terrestres, y fieras, y
reptiles, y aves del cielo. 7 Y oí una voz que me decía: Levántate, Pedro, mata
y come. 8 Y dije: Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda entró jamás en
mi boca.
9 Entonces la voz me respondió
del cielo por segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común. 10 Y esto
se hizo tres veces, y volvió todo a ser llevado arriba al cielo.
11 Y he aquí, luego llegaron tres
hombres a la casa donde yo estaba, enviados a mí desde Cesarea. 12 Y el
espíritu me dijo que fuese con ellos sin dudar. Fueron también conmigo estos
seis hermanos, y entramos en casa de un varón, 13 quien nos contó cómo había
visto en su casa un ángel, que se puso en pie y le dijo: Envía hombres a Jope,
y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro; 14 él te hablará
palabras por las cuales serás salvo tú, y toda tu casa.
15 Y cuando comencé a hablar,
cayó el Espíritu Santo sobre ellos también, como sobre nosotros al principio. 16
Entonces me acordé de lo dicho por el Señor, cuando dijo: Juan ciertamente
bautizó en agua, más vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo.
17 Si Dios, pues, les concedió también el mismo don que a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo que pudiese estorbar a Dios? 18 Entonces, oídas estas cosas, callaron, y glorificaron a Dios, diciendo: ¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!
19 Ahora bien, los que habían
sido esparcidos a causa de la persecución que hubo con motivo de Esteban,
pasaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, no hablando a nadie la palabra, sino
sólo a los judíos. 20 Pero había
entre ellos unos varones de Chipre y de Cirene, los cuales, cuando entraron en
Antioquía, hablaron también a los griegos, anunciando
el evangelio del Señor Jesús. 21 Y la mano del Señor estaba con ellos, y
gran número creyó y se convirtió al Señor.
22 Llegó la noticia de estas
cosas a oídos de la iglesia que estaba en Jerusalén; y enviaron a Bernabé que
fuese hasta Antioquía.
23 Este, cuando llegó, y vio la
gracia de Dios, se regocijó, y exhortó a todos a que con propósito de corazón
permaneciesen fieles al Señor. 24 Porque era varón bueno, y lleno del Espíritu
Santo y de fe. Y una gran multitud fue agregada al Señor.
25 Después fue Bernabé a Tarso para buscar a Saulo; y hallándole, le trajo a Antioquía. 26 Y se congregaron allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía.
27 En aquellos días unos profetas descendieron de Jerusalén a Antioquía. 28 Y levantándose uno de ellos, llamado Agabo, daba a entender por el Espíritu, que vendría una gran hambre en toda la tierra habitada; la cual sucedió en tiempo de Claudio. 29 Entonces los discípulos, cada uno conforme lo que tenía determinaron enviar socorro a los hermanos que habitaban en Judea; 30 lo cual en efecto hicieron, enviándolo a los ancianos por mano de Bernabé y de Saulo. (Hechos 11).
1. En Judea. O "por Judea" (BJ). El contexto implica
que mientras Pedro permaneció en Cesarea la noticia de su entrevista con
Cornelio se esparció, probablemente primero por Jope y Lida, y luego por
Jerusalén.
Los gentiles. La noticia de la conversión de los gentiles debe
haber causado un gran impacto en la iglesia de Jerusalén. Hasta donde se sepa,
esta fue la primera vez en que se bautizaron gentiles incircuncisos y se los
recibió en la iglesia.
2. A Jerusalén. Donde aún estaba la sede central de
la iglesia (ver com. cap. 8:14).
Disputaban. Gr. diakrínÇ, "separar",
"vacilar", "dudar"; "distinguir", "hacer
distinción", "discriminar"; "oponerse", "disputar
con" (cap. 10:20; 11:12; 15:9); lo que significa que se separaron de Pedro
con hostilidad; se oponían a él y disputaban con él. Los que disputaban
insistían en que la diferencia entre judíos y gentiles aún debía mantenerse; es
decir, que los cristianos debían tener relaciones sólo con los que se habían
hecho prosélitos del judaísmo y que observaban estrictamente la ley ritual. Cornelio
no había sido recibido en la comunidad de judíos de Cesarea (cap. 10:2), y el
activo sentimiento judaizante en la iglesia tendía a impedir que fuera aceptado
en la comunidad cristiana. Esto era comprensible debido al prejuicio que se
había ido acumulando entre los judíos a través de generaciones de ritualismo. Es
imposible hacer que toda una nación cambie radicalmente su modo de pensar en
corto tiempo.
También debe señalarse que el
hecho de que las ideas y la conducta de Pedro pudieran ser atacadas violentamente,
demuestra que no se lo consideraba como cabeza de la iglesia, ni jefe de los
apóstoles.
De la circuncisión. No hay indicación alguna de que
esta expresión describa a una clase especial de cristianos de origen judío,
porque cuando esto ocurrió todos los conversos eran judíos o prosélitos. Por lo
tanto, la protesta debe haberse levantado en toda la iglesia. Sin embargo la
narración de Lucas fue escrita posteriormente, cuando "los de la
circuncisión" se habían convertido en un partido separado, y su influencia
estaba causando una clara división en las congregaciones cristianas. Por dicha
razón, debe considerarse significativo el uso que le da Lucas a esta expresión.
Ver com. 3.
Los judíos de nacimiento, y que no habían oído acerca de la visión de Pedro ni habían visto el derramamiento del Espíritu Santo sobre Cornelio y su casa, deben ser perdonados si sus escrúpulos los hacían dudar del proceder de Pedro.
Después de que escucharon su relato, quedaron
satisfechos (cf. vers. 18); pero muchos cristianos de origen judío siguieron
debatiendo este asunto en otras partes (Hech. 15:1; Gál. 2:11-14).
3. Has entrado. Ver com. cap. 10:28.
Incircuncisos. En labios de un judío esto expresaba el máximo
desprecio. En realidad indica el profundo sentimiento que se había despertado contra
Pedro. Los hombres con los cuales había tenido trato no son llamados gentiles,
sino "incircuncisos", palabra de amargo reproche en labios de un
judío piadoso.
Has comido. Pedro había comido con hombres entre los cuales,
por lo general, no se tenía en cuenta la clase de alimento que se servía ni la
forma de prepararlo, cosas muy importantes para el judío. Esta acusación era en
esencia el problema. Compárese con las
acusaciones de los fariseos contra Cristo (Luc. 5:30; 15:1-2; etc.). La actitud
de los judíos en cuanto a comer con los gentiles se ve claramente en un pasaje
del libro de los jubileos, escrito quizá a fines del siglo III a. C.: "Y
tú, hijo mío, Jacob, recuerda mis palabras, y observa los mandamientos de
Abrahán, tu padre: Sepárate de las naciones, y no comas con
ellos"(Jubileos 22:16).
4. Comenzó Pedro a contarles. Esta repetición del relato del
cap. 10, casi palabra por palabra, a primera vista parece no concordar con el pulido
estilo literario de Lucas. Algunos comentadores explican que Lucas se informó
de lo que presenta en la primera narración por lo que le contaron los
discípulos con quienes se encontró en Cesarea, y que el segundo relato se lo
contaron los discípulos en Jerusalén; y comprendió que su semejanza confirmaba
el episodio. Lucas hace lo mismo con las narraciones de lo sucedido a Pablo en
Damasco (cap. 9; 22; 26), dejando las ligeras variantes como una prueba de que
eran relatos independientes y como testimonio de diferentes testigos.
Si se quiere saber algo más
detallado de lo que se presenta en los vers. 5-17, ver com. cap. 10:9-48. Más
adelante se verán sólo los puntos que no se trataron en el cap. 10 (ver com.
cap. 11:5-17). Las variaciones entre el relato del cap. 10 y del cap. 11 son
pequeñas y de poca importancia.
5. Venía hasta mí. Esta es una vívida pincelada que
evoca un recuerdo personal en la descripción del lienzo que baja del cielo y se
acerca a Pedro.
6. Consideré. Mejor "estaba considerando". Otro vívido
detalle. El apóstol recuerda la atenta y anhelante mirada con que había
contemplado la extraña visión.
9. No lo llames tú común. La advertencia se refiere al
juicio de Pedro en cuanto a los hombres y no en cuanto a los animales (ver com.
cap. 10:28).
10. Volvió todo a ser llevado. Se presenta aquí una descripción
algo más detallada que la del relato paralelo (cap. 10:16.)
11. Donde yo estaba. La evidencia textual se inclina
(cf. p. 10) por el texto: "donde nosotros estábamos" (BJ). Así quedarían
incluidos los seis compañeros.
12. El Espíritu me dijo. Pedro, guiado por el Espíritu, no
había presentado obstáculos como lo estaban haciendo ahora los "de la
circuncisión", quienes se estaban oponiendo a lo que el Espíritu había
ordenado a Pedro que hiciera.
Estos seis hermanos. Los seis habían acompañado a
Pedro en el viaje a Cesarea, y éste también los había llevado a Jerusalén para
que sus declaraciones apoyaran el relato de él, y para que dijeran a la iglesia
lo que habían visto.
14. Serás salvo. Estas palabras no aparecen como
parte de lo que dijo el ángel (cap. 10:4-6), pero están implícitas en su
declaración. Cornelio anhelaba la salvación, y cuando en respuesta a su oración
se le dijo que mandara a buscar a uno que podría explicarle, comprendió que
oiría acerca del camino de la salvación.
15. Comencé. El Espíritu Santo estaba listo para manifestarse
sobre Cornelio y su familia tan pronto como todos los presentes estuvieran
preparados psicológica y espiritualmente para apreciar lo que estaba por
suceder. Sin duda las primeras palabras del sermón de Pedro (cap. 10:34-43)
influyeron para que sus oyentes participaran de este derramamiento. El Espíritu
siempre está listo para bendecir, cada vez que los hombres estén dispuestos a
recibirle.
Al principio. Es decir, en el día de Pentecostés. Estas palabras
de defensa fueron pronunciadas delante de los apóstoles y los discípulos que
habían compartido con él el don del día de Pentecostés. Pedro testificó que lo
que había visto en Cesarea era tan ciertamente obra del Espíritu como lo que
los discípulos habían experimentado "al principio".
16. Me acordé. Cuán maravillosa experiencia debe haber sido la de
permitir que el Espíritu les recordara las cosas que Jesucristo les había
enseñado. Jesús había prometido que esto ocurriría (Juan 14:26).
Lo dicho por el Señor. La promesa específica a la cual
Pedro hace referencia es la que se registra en el cap. 1:5, referente al
bautismo del Espíritu Santo. Cuando fue dada, a los discípulos les pareció que
sólo se refería a ellos. Ahora Pedro
veía el don del Espíritu con una perspectiva más amplia, como algo que también
sería concedido a los que no eran de Israel. Puesto que el bautismo del
Espíritu Santo les había sido concedido también a ellos, por lo tanto les
correspondía también el bautismo de agua, así como lo mayor incluye lo menor.
17. Mismo don. Los gentiles recibieron el don del Espíritu Santo
lo mismo que los cristianos de origen judío.
Que hemos creído. Aquí se establece un paralelo
entre "ellos", los gentiles, y "nosotros", los que ya antes
habíamos creído (vers. 15). Porque así como la fe de Pedro y de los apóstoles
existía antes de que fuera concedido el don del Espíritu, así también, antes de
que recibieran el don, había existido en Cornelio y sus compañeros cierta
medida de fe (ver com. cap. 10:35). En el caso de "ellos", esta
medida de fe fue suficiente para capacitarlos para recibir mayores dones, y así
fueron hechos aptos para el bautismo y para que pudieran tener comunión con la
iglesia.
18. Callaron, y glorificaron a Dios. El
derramamiento del Espíritu Santo sobre Cornelio y su casa era evidentemente de
gran importancia en relación con el conflicto que pronto surgiría entre Pablo y
los judaizantes (Hech. 15; Gál. 2). El Espíritu Santo guió en el primer paso
para la libre admisión de los gentiles en la iglesia mediante Pedro, y se
añadió la aprobación formal de los apóstoles y de los otros cristianos de
origen judío de Jerusalén.
A los gentiles. Los judíos tenían una elevadísima
opinión de sí mismos, como si las bendiciones de Dios hubieran sido destinadas
sólo para ellos, y las otras naciones hubieran sido abandonadas a su
desventura. Este exclusivismo parece reflejarse en un pasaje del libro
pseudoepigráfico de 2 Esdras, escrito a comienzos del siglo II d. C.: "Tú
hiciste el mundo por amor a nosotros. En cuanto a las otras naciones... tú has
dicho que no son nada, que son como un salivazo, y has comparado a la multitud
de ellos con una gota en un balde" (2 Esdras 6:55-56). Se había divulgado
la creencia de que el Mesías salvaría a los judíos y los convertiría en un
pueblo glorioso, pero que al mismo tiempo destruiría a las otras naciones o las
sometería a los judíos. Para librar a la creciente iglesia cristiana de este
arrogante exclusivismo, el Señor hizo algo espectacular al conceder su Espíritu
a Cornelio y a los que le acompañaban.
La lección que la iglesia
aprendió con el caso de Cornelio fue que Dios deseaba que la "pared intermedia
de separación" (Efe. 2:14) entre judíos y gentiles fuera derribado. Pablo
sabía que el Evangelio de Cristo debía ser el medio de destruirla. Las
ceremonias simbólicas concluyeron con la muerte de Cristo. Su gracia salvadora
y su divina fuerza, impartidas al creyente a fin de capacitarlo para que
observe la ley, libran al pecador de la condenación de la ley (Rom. 8:1-4). No
hay diferencia, puesto que así se benefician tanto gentiles como judíos: todos
están condenados, pero todos los que creen en Dios son salvos (Gál. 3:27-29;
Col. 3:10-11). Ambos grupos son reconciliados con Dios y puestos en armonía con
el Padre celestial (Efe. 2:11-22).
Este es el "misterio" que ahora se ha revelado (Efe. 3:1-12). La gracia de Dios había descansado sobre Israel; pero los israelitas no habían reconocido que Dios tenía el propósito de que esa gracia se extendiera también a las otras naciones.
Ahora,
en Cristo todo se aclara. Los gentiles pueden entrar en "la dispensación
del misterio" (Efe. 3:9) de justicia, que incluye a todos en el mismo gran
plan de salvación.
Ha dado Dios arrepentimiento. Dios da arrepentimiento. La fe es
un don de Dios (Rom. 12: 3) y también lo es el arrepentimiento que le sigue
(Rom. 2:4; 2 Tim. 2:25). Dios, por medio de su Espíritu, no sólo había dado a
esos gentiles la oportunidad de arrepentirse, sino había hecho que sintieran el
arrepentimiento. Y con su corazón transformado (cf. Jer. 24:7; Eze. 11:19; 36:26),
arrepentidos y perdonados, fueron aceptados por Dios, ¿Cómo podía Pedro
oponerse a Dios?
19. Habían sido esparcidos. Lo que sigue es una continuación
de lo que venía relatándose en el cap. 8:1-4. Se hace una digresión para narrar
la obra de Felipe con los samaritanos y el etíope, la obra de Saulo en Damasco
y en Tarso de Cilicia (cap. 9:27-30), y la de Pedro con Cornelio y su casa. Esta
digresión prepara al lector para lo que sigue, que es el relato de la
conversión de los griegos al Evangelio.
Persecución. O "tribulación" (BJ). Se alude a la
persecución en la cual Saulo había tomado una parte activa (cap. 8:1; 9:1-2).
Con motivo de Esteban. La muerte del mártir fue seguida
por una terrible persecución de los cristianos en Jerusalén (cap. 8:1-4). Esto
causó la dispersión de muchos creyentes. Felipe trabajó en Samaria y en
Cesarea; otros fueron a Fenicia, a las ciudades de Tiro, Sidón y Tolemaida, y
probablemente ayudaron a fundar las iglesias mencionadas en otros pasajes (cap.
21:3-7; 27:3). En Chipre se preparó el camino para la obra posterior de Bernabé
y Saulo (cap. 13:4-13; ver mapa, p. 264).
Hasta Fenicia. Fenicia era el territorio en donde se hallaban las
importantes ciudades de Tiro y Sidón (ver t. II, pp. 69-71).
Chipre. Ver com. cap. 13:4.
Antioquía. Este es el primer contacto que se menciona entre la
naciente iglesia cristiana y la capital de Siria. Después de Roma, Alejandría y
Efeso, Antioquía era la ciudad más grande del Imperio Romano. Durante largo
tiempo fue un importante centro del cristianismo. Nicolás, prosélito de
Antioquía (cap. 6:5), quizá había regresado allí a proclamar su nueva fe. La
penetración del cristianismo en Antioquía fue de gran importancia. Estaba
situada a orillas del río Orontes, a unos 25 km del puerto de Seleucia, y había
sido fundada por Seleuco Nicator alrededor del año 300 a. C., quien le dio su
nombre en honor de su padre el rey Antíoco. La ciudad había alimentado en
riqueza y en poder hasta llegar a ser la principal ciudad de Asia. El mundo
aclamaba a sus eruditos y literatos. Cicerón dedicó un famoso discurso a
Arquías, escritor antioqueño. Juvenal reconoció la influencia de Antioquía
sobre la vida y el gusto de los romanos, cuando escribió: "¿Qué parte de
nuestro sedimento viene de Grecia; El Orontes de Siria desde hace mucho ha
desembocado en el Tíber, trayendo consigo su idioma, sus modales, sus flautas y
sus liras de cuerdas diagonales" (Sátiras iii. 62-64).
En Antioquía había una numerosa
colonia judía en cuyo honor Herodes el Grande hizo construir una columnata de
mármol que atravesaba la ciudad.
Antioquía era la sede del prefecto, o propretor romano de Siria. En
Antioquía el cristianismo se relacionó más íntimamente con la cultura griega que
en Jerusalén o en Cesarea. Aquí también tuvo que enfrentarse con el paganismo
en sus formas más seductoras y degradantes. Los bosques de Dafne eran famosos
por su culto lleno de voluptuosidad e idolatría. Una gran victoria fue la que
hizo posible que la iglesia convirtiera a Antioquía en una de sus principales
sedes.
Sino sólo a los judíos. Naturalmente esto era de
esperarse de quienes habían salido de Jerusalén antes de la conversión de
Cornelio o antes de que se divulgara esa noticia. No habían sido informados,
como en cambio lo había sido Pedro, de que había llegado el momento de llevar
la misión profética de Cristo hasta su más completa extensión (cap. 1:8). Parece
que se destaca el hecho de que se predicaba sólo a los judíos como un contraste
con el relato anterior acerca de Pedro y de Cornelio, y lo que sigue en cuanto
a las labores misioneras.
20. Varones de Chipre y de Cirene. En el caso de
estos hombres, de procedencia más cosmopolita, es probable que hubiera menos
vacilación en mezclarse con los gentiles que la que hubo entre los judíos de
Palestina, centro de la nación judía y baluarte de sus prejuicios. Sólo puede
conjeturarse en cuanto a la identidad de estos varones: quizá Lucio de Cirene,
que aparece en la lista de profetas del cap. 13:1; posiblemente Simón de
Cirene, quien probablemente fue discípulo de Jesús (ver com. Mat. 27:32; cf.
Mar. 15:21). Los fundadores de la iglesia de Antioquía siguen en el anonimato.
En Antioquía. Ver com. vers. 19. Hablaron. El verbo griego se traduce mejor "hablaban" (BJ), lo que indica una acción repetida.
Los griegos. La evidencia textual se inclina (cf. p. 10) por el
texto "helenistas" (hell'nistás) y no "helenos", es decir
griegos (héllenas). El problema no es sólo textual, sino que además aumenta
debido a la controversia en cuanto a la identidad de los "helenistas"
(ver com. cap. 6:1).
Generalmente se entiende que los
"helenistas" eran personas de otros pueblos que habían adoptado la
lengua y la manera de vivir de los griegos. En Hech. 6:1 parece aplicarse este
término a los judíos cuyo idioma era el griego y que no habían nacido en
Palestina. Si así se entendiera, entonces los evangelistas anónimos de
Antioquía predicaron a personas de cultura y lengua griega, pero no de raza
griega, entre los cuales los judíos griegos ocupaban un lugar destacado. En
cierto sentido, los helenistas serían el eslabón entre los judíos y los helenos
o griegos.
Sin embargo, y a pesar de que el
peso de la evidencia de los antiguos manuscritos griegos se inclina por el
texto "helenistas", muchos sugieren que debe entenderse
"helenos", o sea "gentiles". Afirman que: (1) si no se
tratara de helenos gentiles, no tendría sentido la distinción que hace Lucas
entre los judíos del vers. 19 (entre los cuales podrían perfectamente estar los
judíos que hablaban griego) y los gentiles del vers. 20; (2) en vista de que
había judíos de habla griega en Jerusalén, no sería una novedad que se los
mencionara específicamente en Antioquía; (3) sería completamente natural
diferenciar a judíos de helenos (cf. cap. 14:1; 18:4), y registrar el progreso
que hacía la iglesia al extenderse más allá de los límites del pueblo judío;
(4) referencias posteriores señalan la presencia de cristianos de origen gentil
en Antioquía de Siria (cap. 15:1, 28-31; HAp 126-131,153); (5) el hecho de que
fueran helenos no significa que fueran paganos idólatras antes de convertirse,
y que quizá, como Cornelio, algunos de ellos ya temían a Dios (ver com. cap.
10:2) y asistían a la sinagoga (compárese con los corintios, Hech. 18:4).
No se sabe si la conversión de
los helenistas que se registra en este capítulo precedió o siguió a la
conversión de Cornelio. Es probable que por mucho tiempo se hubiera trabajado
en Antioquía entre los judíos, tanto griegos como palestinos o sirios, y que
los varones de Chipre y de Cirene llegaran después de que la historia de
Cornelio hubiera puesto en acción fuerzas que permitieron proclamar el mensaje
del Evangelio más allá de los límites de la raza judía.
21. La mano del Señor. Esta expresión aparece con
frecuencia en el AT para referirse a la intervención directa de Dios en los
asuntos de la tierra. Ver Exo. 14:31, donde el "hecho que Jehová
ejecutó" en hebreo es la mano (yad) de Jehová". Compárese también con
la frase "mano de Jehová" en Exo. 9:3; Rut 1:13; 1 Sam. 7:13; Neh. 2:8;
etc. que hace destacar la verdad de un Dios personal.
Gran número creyó. Aquí hay nuevas señales del
maravilloso crecimiento de la iglesia. Cf. cap. 2:47; 4:4; 5:14; 6:7; 8:6,12;
ver com. cap. 9:31; 11:24.
22. La noticia de estas cosas. Es decir, el informe acerca de
los conversos de Antioquía. Si, como es probable, los nuevos conversos eran
gentiles, la recepción favorable que tuvo en Jerusalén la noticia de su
conversión sin duda se debió a que Cornelio ya había sido aceptado.
Iglesia que estaba en Jerusalén. Ver com. cap. 8:14.
Enviaron a Bernabé. Lo enviaron para que fortaleciera
la obra en Antioquía y para darle el apoyo y la aprobación de la iglesia de
Jerusalén, así como se había enviado a Pedro y a Juan a Samaria (cap. 8:14). Quizá
se escogió a Bernabé porque se sabía que simpatizaba con la obra que se estaba
haciendo en Antioquía. Era amigo de Saulo, a quien había presentado a algunos
de los discípulos en Jerusalén (cap. 9:27), y debe haber conocido las
convicciones de Saulo y sus esperanzas en cuanto a los gentiles. Por lo tanto,
se sentiría feliz de tener la oportunidad de trabajar de ese mismo modo. También
era ventaja el hecho de que era del mismo país de algunos de los misioneros que
estaban trabajando en Antioquía.
Hasta Antioquía. Es posible que Bernabé hubiera
visitado otras congregaciones mientras se dirigía a Antioquía.
23. La gracia de Dios. Ver com. Rom. 3:24.
Se regocijó. Bernabé vio en la nueva obra sólo lo que era digno
de su aprobación, y el hecho de que más miembros se estuvieran añadiendo a la
iglesia fue para él motivo de profundo gozo. En verdad, toda la experiencia y
el programa del cristiano debería ser siempre motivo de gozo continuo.
Exhortó. Mejor "exhortaba" (BJ); el verbo griego
expresa acción repetida o continua.
Propósito de corazón. "Con corazón
firme"(BJ).
Permaneciesen fieles al Señor. La lealtad debe ser hacia el
Señor Jesucristo, la cual debe permanecer en él con "corazón firme",
como lo indica la frase anterior. Bernabé había visto el resultado de la acción
de la gracia de Dios en los conversos de Antioquía, pero sabía, como lo sabe
todo verdadero pastor, que la voluntad del hombre o la falta de ésta puede
frustrar la gracia. No es cierto que el que ha aceptado a Cristo nunca más
puede perderse, pues la gente puede apartarse de Cristo. Es necesario que la
voluntad del hombre coopere con Dios para que se complete la obra de la
santificación.
24. Bueno. Es decir, recto (cf. Luc. 18:18-19). En relación
con Bernabé, esto significa un gran elogio, y sin duda expresaba la opinión personal
de Lucas respecto a él. Es posible que usara esta alabanza en su narración
porque poco después se refería a la contienda que separó a Bernabé de Saulo de
Tarso, amigo y compañero de labores de Lucas (Hech. 15:39).
Lleno del Espíritu Santo. Un hombre de buen carácter como
Bernabé, destacado entre los judíos griegos de Antioquía, tendría una gran
influencia entre judíos y griegos en esa ciudad. Esteban tenía la misma
característica (cap. 6:5). Como resultado de la persecución que siguió a la
muerte de Esteban, los misioneros habían ido a Antioquía. Algunos de ellos pueden
haber sido helenistas activos en la obra por la cual fue apedreado Esteban.
Una gran multitud. Esta frase sugiere un gran
incremento, superior al que se registra en el vers. 21. La aprobación de lo que
se estaba haciendo en Jerusalén, tal como lo expresaban el gozo y la
exhortación de Bernabé, el "hijo de consolación", sin duda serviría
para aumentar el celo de estos fervientes obreros de Cristo.
25. Fue Bernabé a Tarso. Esto es importante, pues
presupone que Saulo aprobaba la obra que se estaba haciendo en Antioquía, y
demuestra la confianza de Bernabé en que Saulo era la persona apta para ayudar
en la obra allí. También sugiere que había habido comunicación con Saulo, ya
fuera mediante un mensajero o por carta, después de que éste salió de
Jerusalén. Se puede deducir que Saulo había permanecido en Tarso o en sus
alrededores, predicando el Evangelio y también en las aldeas vecinas de Cilicia
(ver pp. 104-105; com. cap. 15:41).
Para buscar a Saulo. Ahora se le pide a Saulo, a quien
el Señor se le había aparecido y había sido señalado como "instrumento
escogido" (cap. 9:15) para llevar el nombre de Cristo a los gentiles, que
se una a Bernabé en esta nueva tarea de predicar a los gentiles de Antioquía. Saulo
aceptó la invitación, pues sin duda ya había oído de los resultados del poder
de Dios allí.
26. Todo un año. Aquí se menciona el tiempo
preciso, a diferencia de casos anteriores. Saulo, arriesgando su vida, había
predicado en Damasco y en Jerusalén. En la iglesia de Antioquía halló cierta
tranquilidad y amplias oportunidades adecuadas a su fervor.
Con la iglesia. O "en la iglesia". No
se trata de un edificio, pues la iglesia no tuvo edificios sino hasta el siglo
III; se refiere a la congregación. Los interesados se reunían con los creyentes
y eran incorporados en la iglesia tan pronto como aceptaban plenamente el
mensaje evangélico.
Enseñaron a mucha gente. Ver com. vers. 21,24. Se les llamó cristianos. Juliano, el emperador romano llamado el apóstata (361-363 d.C.), hizo notar que la población de Antioquía de su tiempo se caracterizaba por la tendencia de inventar sobrenombres satíricos. Parece que esta tendencia existía cuando el cristianismo apareció en esa ciudad. La primera sílaba de la palabra jristianós viene del vocablo griego jristós, "Cristo", mientras que la última parte se parece más al latín, y se asemeja a palabras como pompeiani, nombre dado a los seguidores de Pompeyo. En los Evangelios aparece un vocablo similar: "herodianos" (h'rÇdianós Mat. 22:16), que parece reflejar cierta relación con Roma. También es posible que los paganos hubieran dado el nombre a los cristianos para ridiculizarlos, así como 15 siglos más tarde los enemigos de Lutero usaron el término lutherani para burlarse de los seguidores del reformador.
Evidentemente, los discípulos de Cristo no se pusieron a sí mismos este nombre. Como su uso indicaba que los que lo llevaban eran seguidores del Mesías, el Cristo, no podía ser un nombre inventado por los judíos. Es clara la razón por la cual apareció este nuevo nombre. A medida que los nuevos conversos gentiles se unían a la iglesia en Antioquía, ninguno de los nombres anteriores servía para abarcar a todo ese conjunto cosmopolita. Ya no eran todos nazarenos, ni galileos, ni judíos griegos. Para los habitantes de Antioquía debe haber parecido una extraña mezcla.
Por lo tanto, la palabra híbrida "cristiano", basada en un
término griego con terminación latina, parecía ser adecuada. Y lo que en un
principio fue una burla, más tarde se convirtió en un nombre en el cual
gloriarse: "Si alguno padece como cristiano, no se avergüence" (1
Ped. 4:16).
Existe una antigua tradición, por
cierto no digna de mucho crédito, de que fue Evodio, primer obispo de
Antioquía, quien comenzó a usar el término "cristiano". Uno de los
primeros documentos cristianos que emplea este vocablo es la Didajé (12.4), de
comienzos del siglo II.
27. En aquellos días. Ver segunda Nota Adicional del
cap. 12.
Unos profetas descendieron. Cumplimiento de la profecía de
Joel, a la cual Pedro se refirió en su sermón de Pentecostés (cap. 2:17), de
que en la joven iglesia habría profetas (Hech. 13:1-2; Efe. 2:20). Sin embargo,
no es posible apreciar en el NT una descripción clara de lo que era la tarea
del "profeta". Se trataba de personas que poseían un don del
Espíritu, que algunas veces se ocupaban en predicar y explicar la Palabra de
Dios, y en otras ocasiones tenían la capacidad de predecir acontecimientos
futuros, como lo hizo Agabo (Hech. 13:1; 15:32; 19:6; 21:9-10; Rom. 12:6; 1
Cor. 12:10, 28-29; 13:2; 14:6, 29-37). La misión de los profetas evidentemente
debe ser considerada como otra muestra de aprobación dada por la iglesia en
Jerusalén a la obra que Saulo y Bernabé estaban realizando en Antioquía.
28. Agabo. Este mismo profeta aparece después en Cesarea (cap.
21:10-11). Corresponde señalar que en el
Códice de Beza se lee en este versículo el siguiente texto: "Y había allí
gran gozo. Y reunidos nosotros, uno de ellos, de nombre Agabo habló". Si
este fue el texto original, se tendría aquí el primer pasaje en el cual Lucas,
el médico amado, emplea la primera persona del plural (ver com. cap. 16:10). En
relación con esto es interesante notar que según una antigua tradición
cristiana Lucas era oriundo de la ciudad de Antioquía.
Daba a entender por el Espíritu. Cf. cap. 21:11.
Una gran hambre. Es probable que sea el hambre
mencionada por Josefo (Antigüedades xx. 2.5), quien relata que Helena, reina de
Adiabene, país situado al este del Tigris, estando de visita en Jerusalén,
socorrió a la gente consiguiéndole cereales de Alejandría e higos secos de
Chipre. Puede entenderse que esta hambre fue un cumplimiento parcial de la profecía
de Jesús de Mat. 24:7. En cuanto a su relación con la cronología del NT, ver
pp. 101, 103; primera Nota Adicional del cap. 12.
La tierra habitada. Gr. oikoumén', vocablo
correctamente traducido por la RVR. En Luc. 2:1; 4:5 y en otros pasajes del NT
se emplea esta palabra para designar al Imperio Romano.
Claudio. El reinado de Claudio duró desde el año 41 hasta el
54 d. C. Fue un período notable por sus frecuentes hambres (Suetonio, Claudio
xviii. 2; Tácito, Anales xii. 43).
29. Entonces los discípulos. Es decir, los miembros de la
iglesia de Antioquía.
Cada uno conforme a lo que tenía. Es decir,
"conforme a sus posibilidades financieras", "según era
prosperado". Esta colecta parece que se hizo como resultado de la
profecía, antes de que viniera el hambre. Sin duda Saulo y Bernabé activamente
procuraron que los gentiles apoyaran esta colecta. Fue la primera de las
colectas "para los pobres" que había "entre los santos" de
Jerusalén (Rom. 15:25-26). Posteriormente fueron tan importantes en el trabajo de Pablo (cf. Hech.
24:17; 1 Cor. 16:1; 2 Cor. 9; Gál. 2:10), que el apóstol las consideraba como
un lazo de unión entre los sectores judíos y gentiles de la iglesia. La
liberalidad de los conversos de Jerusalén en el brillo de su primer amor (Hech.
2:45), junto con la persecución que después sufrieron (cap. 8:1), probablemente
los había empobrecido más que a otros. Por eso, cuando hubo hambre quizá
tuvieron que depender en gran medida de la ayuda de las iglesias que estaban en
zonas no afectadas por el hambre. La iglesia de Antioquía dio un digno ejemplo
a las otras iglesias.
30. Los ancianos. Gr. presbúteros, "mayor" [en edad], por lo tanto, "anciano", "presbítero". Esta es la primera noticia que se tiene de un cargo tal en la iglesia cristiana. Es probable que no se refiera a los apóstoles, porque en otro pasaje (cap. 15:2,4,6) los apóstoles y los ancianos se presentan como dos grupos diferentes. Desde aquí en adelante, los ancianos aparecen como un elemento importante en la organización eclesiástica.
El término "anciano" y hasta cierto punto el puesto en la iglesia al cual se refiere, tenía las raíces de su origen tanto en los antecedentes de los gentiles como de los judíos. Algunos papiros de Egipto muestran que los "ancianos" desempeñaban un papel importante en la vida económica de los aldeanos. A ellos se les pedía que decidieran en cuanto a cuestiones de alquiler de tierra y el pago de impuestos (J. H. Moulton y G. Milligan, The Vocabulary of the Greek Testament, p. 535).
Este término se empleaba en el Asia Menor para designar a los miembros de una corporación; y en Egipto, para referirse a los sacerdotes de un templo (A. Deissmann, Bible Studies, pp. 156,233). Entre los judíos la palabra "anciano" (presbúteros) era empleada para designar al dirigente de una sinagoga local, como se ve en la inscripción de Teodoto (ver com. cap. 6:9). Los miembros del sanedrín también son llamados "ancianos" (Heb. zeqenim; ver com. cap. 4:5).
Por lo tanto, puede verse que el término era conocido, y fácilmente pudo haber sido adoptado para designar a los dirigentes que desempeñaban las responsabilidades principales en sus congregaciones locales. Además de llevar esas responsabilidades en las congregaciones, los ancianos de la iglesia de Jerusalén pueden también haber estado en un nivel algo similar al de los zeqenim del sanedrín judío, pues ellos, como los apóstoles, aparecen en el cap. 15 como quienes tenían cierta autoridad que trascendía los límites de sus propias congregaciones. En este caso los fondos recolectados en Antioquía fueron enviados mediante Bernabé y Saulo a los ancianos de Jerusalén, para que fueran distribuidos entre los pobres.
En la iglesia primitiva también se le daba el nombre de epískopos al anciano. Esta palabra significa "supervisor", y ha pasado al castellano como "obispo".
Históricamente, por lo menos desde el siglo III d. C., el "anciano" (presbítero) y el "obispo" han ejercido funciones diferentes dentro de la iglesia.
Sin
embargo, la evidencia del NT indica claramente que en los tiempos apostólicos
los dos términos se aplicaban indistintamente (cf. 1 Tim. 3:2-7 y Tito 1:5-9;
ver com. Hech. 20:28; cf. Fil. 1:1). Clemente de Roma (c. 96 d. C.)
parece hacer equivaler a los dos (Epístola a los Corintios 44), y Crisóstomo
(m. 407 d. C.) declaró: "En tiempos antiguos, los ancianos [presbíteros]
eran llamados obispos y diáconos de Cristo; y los obispos, ancianos
[presbíteros]" (Comentario sobre la Epístola a los Filipenses 1).
Según la epístola de Santiago,
uno de los deberes del anciano es visitar a los enfermos, orar al Señor para
que les devuelva la salud y ungirlos con aceite para su curación (cap. 5:14). Respecto
a la evolución posterior del cargo de anciano y de obispo, ver pp. 28, 39-44.
(6CBA).
COMENTARIOS DE EGW
UN INVESTIGADOR DE
LA VERDAD. Basado en Hechos 9:32-11:18.
https://elaguila3008.blogspot.com/2013/01/capitulo-14-un-investigador-de-la-verdad.html
EL EVANGELIO EN ANTIOQUÍA.
Basado en Hechos 11:19-26; 13:1-3.
https://elaguila3008.blogspot.com/2013/01/capitulo-16-el-evangelio-en-antioquia.html
Ministerio Hno. Pio
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