1 Corintios 6. LITIGIO ANTE TRIBUNALES SECULARES: Vers. (1-8) Los corintios no deben perturbar a sus hermanos denunciándolos ante los tribunales de los incrédulos. (9-14) Los injustos no heredarán el reino de Dios. (15-18) Nuestros cuerpos son miembros de Cristo, (19-20) y templos del Espíritu Santo; por lo tanto, no debemos mancharlos.
1 ¿Osa alguno de vosotros, cuando
tiene algo contra otro, ir a juicio delante de los injustos, y no delante de
los santos? 2 ¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo
ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas?
3 ¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida? 4 Si, pues, tenéis juicios sobre cosas de esta vida, ¿ponéis para juzgar a los que son de menor estima en la iglesia? 5 Para avergonzaros lo digo. ¿Pues qué, no hay entre vosotros sabio, ni aun uno, que pueda juzgar entre sus hermanos, 6 sino que el hermano con el hermano pleitea en juicio, y esto ante los incrédulos? 7 Así que, por cierto es ya una falta en vosotros que tengáis pleitos entre vosotros mismos. ¿Por qué no sufrís más bien el agravio? ¿Por qué no sufrís más bien el ser defraudados? 8 Pero vosotros cometéis el agravio, y defraudáis, y esto a los hermanos.
9 ¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, 10 ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. 11 Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios. 12 Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, más yo no me dejaré dominar de ninguna. 13 Las viandas para el vientre, y el vientre para las viandas; pero tanto al uno como a las otras destruirá Dios. Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo. 14 Y Dios, que levantó al Señor, también a nosotros nos levantará con su poder.
15 ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Quitaré, pues, los miembros de Cristo y los haré miembros de una ramera? De ningún modo. 16 ¿O no sabéis que el que se une con una ramera, es un cuerpo con ella? Porque dice: Los dos serán una sola carne. 17 Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él. 18 Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; más el que fornica, contra su propio cuerpo peca.
19 ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? 20 Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios. (1 Corintios 6).
1. ¿Osa alguno de vosotros? Pablo trata ahora otro grave
error que había en la iglesia: los miembros que tenían pleitos iban ante los
Jueces paganos en vez de arreglar sus dificultades entre ellos mismos. Una
conducta tal era contraria a las enseñanzas de Cristo (ver Mat. 18:15-17) y,
por lo tanto, no concordaba con la naturaleza del cristianismo. El sentimiento
expresado en las palabras "¿osa alguno de vosotros?" denota sorpresa
porque algún miembro de la iglesia se había atrevido a llevar a otro hermano
ante un tribunal pagano para dar solución a un pleito. ¿No teméis -sugería el
apóstol- exponer las debilidades de los miembros de la iglesia ante los que no
aman al Señor?
Cuando tiene algo. Mientras estemos en este mundo de
pecado habrá diferencias de opiniones, aun en la iglesia de Dios; esto es
inevitable. Sin embargo, debe escogerse con cuidado el método correcto para
arreglarlas, y manifestarse el debido espíritu cuando se procura tal arreglo.
Las grandes diferencias de opinión en la iglesia indican que falta ese espíritu
de unidad y amor por el cual oró Cristo poco antes de su crucifixión (ver Juan
17:11, 21-26).
Contra otro. Es obvio que se atribuye al demandante la
responsabilidad de haber llevado el asunto ante los incrédulos, pues a él le
correspondía elegir el tribunal ante el cual deseaba que se examinara su caso.
"Otro" se refiere a un creyente, pues no era posible que los
incrédulos fueran llevados ante la iglesia para ser juzgados. El tema se
refiere a las dificultades entre los miembros de iglesia.
Injustos. Gr. ádikos, "inicuo",
"injusto". El término se usa aquí en contraste con
"santos", y se refiere a los que no son cristianos. No significa
necesariamente que las decisiones de los tribunales paganos fueran siempre
injustas, ni que no se pudiera tener nunca la esperanza de obtener justicia de
ellos.
Los santos. Los judíos no permitían que sus disputas fueran
presentadas ante los tribunales gentiles. Era una ley de ellos que las diferencias
entre judíos fueran llevadas ante hombres aprobados, que tenían la misma fe y
eran de su misma nación (ver Talmud Gittin 88b). Galión, el procónsul romano de
Corinto, indudablemente conocía esto cuando rehusó escuchar las acusaciones de
los judíos contra Pablo (Hech. 18:15). Los cristianos que iban con sus pleitos
ante los tribunales paganos, al hacerlo admitían que la lealtad que
manifestaban con la iglesia era inferior a la de las judíos.
El Señor mismo dio instrucciones
acerca del procedimiento que se debía seguir para arreglar las dificultades
entre los miembros de iglesia (Mat. 18:15-18). El hecho de que un hermano
litigue contra su hermano, deshonra a la iglesia y disminuye el poder de Dios
para guiar y regir a su pueblo en todos los asuntos de su vida (ver HAp 247).
2. ¿No sabéis? En otras palabras, ¿no habéis recibido la información que estoy por impartiros, o se han embotado de tal modo vuestros sentidos por apartamos de los principios correctos, que no percibís la verdad en este asunto? Hay quienes son extremadamente sensibles acerca de lo que les agrada llamar sus "derechos". Tales personas se ofenden fácilmente aun cuando no haya ningún propósito de ofenderlas.
El amor al yo es la verdadera causa de su celo por sus derechos. Cuando el pecador arrepentido en realidad se entrega a Cristo, no procura más defender su yo, sino que continuamente se preocupa por cumplir con la voluntad de Dios. El orgullo es la raíz de la mayoría de las disputas que surgen en la iglesia, pero no hay lugar para el orgullo en el corazón de aquel que comprende la gran deuda que tiene con Jesús.
El que verdaderamente se haya convertido en hijo de Dios estará alerta
para ver qué puede hacer para ayudar a su hermano a lo largo del camino de la
vida, antes que malgastar el tiempo albergando insultos y ofensas fruto de su
imaginación (ver Isa. 57:15; Rom. 12:10; 15:1-3; Gál. 5:14; Fil. 3:7-8; com.
Mat. 7:12; 18:1-35).
Juzgar al mundo. Una referencia al período que
seguirá a la segunda venida de Cristo. Los santos ascenderán al cielo con
Cristo en su segundo advenimiento (Juan 14:1-3; 1 Tes. 4:16-17), y ocuparán
tronos y compartirán la autoridad y el poder de Jesús para juzgar y ejecutar
juicio durante mil años (Apoc. 20:4; cf. com. Dan. 7:22). Los santos juzgarán a
los ángeles caídos (1 Cor. 6:3) y a los seres humanos impenitentes que no hayan
hecho la paz con Dios mediante Jesucristo. Esta obra se llevará a cabo durante
esos mil años, que transcurrirán antes de que Cristo regrese con los santos a
esta tierra (Apoc. 20:4,6).
El juicio de los impíos será un
examen de los registros de sus vidas más la declaración del castigo que les
corresponderá. Su destrucción ya ha sido determinada por su rechazo voluntario
del ofrecimiento que Dios les hace de la salvación en Cristo, por cuyo rechazo
deliberadamente han elegido la muerte eterna. El examen del registro de las
vidas de los impíos hará que los justos puedan ver la justicia de Dios y lo
correcto de su trato con aquellos que permanecieron rebeldes hasta el fin
(Apoc. 15:3; CS 719; cf. 599-600).
¿Sois indignos? En vista de la parte que
corresponderá a los santos en el juicio de los impíos, ¿no podrán acaso juzgar
las diferencias que surgen en la iglesia sin exponer sus querellas ante los
incrédulos? Las dificultades entre los miembros de la iglesia ciertamente
debieran ser pequeñas en comparación con las de los impíos. Los creyentes,
guiados por el Espíritu Santo, sin duda debieran ser competentes para tratar
esos casos. Si un miembro de iglesia rehúsa aceptar el consejo de los hermanos
cuando se llega a él en la forma descrita en Mat. 18:15-17, automáticamente se
coloca fuera del círculo de los creyentes y debe ser tratado como un infiel
(vers. 17). Si un miembro de iglesia
permite que su fe decline hasta el punto en que deja de aferrarse a Cristo, y
permite que su corazón rehuse obstinadamente una reconciliación con su hermano,
no es digno de ser llamado cristiano. Debe ser considerado como uno que
necesita convertirse. Es necesario trabajar con una persona tal con el espíritu
de Jesús y hacer todo esfuerzo posible para traerla de vuelta al redil (ver
Gál. 6:1; Heb. 12:12-15; Sant. 5:19-20).
Cosas. Gr. krit'rion, "tribunal",
"juicio", o quizá "caso". En el vers. 4 se traduce
"juicios".
3. Hemos de juzgar a los ángeles. Estos ángeles
son sin duda los que se rebelaron en el cielo y fueron expulsados de allí junto
con su caudillo, Satanás (Apoc. 12:7-9; 2 Ped. 2:4, Jud. 6), pues no hay razón
para que sean juzgados los ángeles que no cayeron. Este juicio se efectuará
durante los mil años mencionados (ver com. 1 Cor. 6:2).
Cuánto más. Hombres que fueron creados inferiores a los
ángeles, pero que han sido elevados por la redención a una condición superior a
la de los ángeles caídos, están bien capacitados para dictar fallos en cuanto a
los asuntos de esta vida.
De esta vida.La cuestión de resolver problemas relacionados con
asuntos terrenales es relativamente simple, en comparación con la
responsabilidad de participar en la obra de juzgar lo que afecta el destino
eterno de los ángeles caídos y los hombres impíos. Este sólo argumento es
suficiente para probar que los santos deberían ser capaces de llegar a
decisiones justas en cuanto a las diferencias que urgen entre miembros de la
iglesia acerca e asuntos temporales.
4. Tenéis juicios. Es decir, cuando acudían a los
tribunales para resolver asuntos de a vida diaria.
Ponéis. Gr. kathízÇ, "sentar",
"establecer". Estas palabras pueden ser una pregunta (RVR), una
afirmación (BJ). Teniendo en cuenta el contexto, especialmente el vers. 5,
parece preferible considerar que es una interrogación. Parece haber un dejo de
sarcasmo en la pregunta de Pablo, que podría ser parafraseada de esta manera:
"¿Eligiréis como jueces a magistrados paganos, incrédulos, que o respetan
al Dios verdadero y que son tratados con menosprecio por la iglesia?"
Es poco probable que se
instruyera a la iglesia para que eligiera los miembros menos capacitados fin de
que sirvieran como Jueces en las dificultades cotidianas que surgían entre los
hermanos. En el vers. 5, el apóstol sugiere que la iglesia debiera elegir a un
"sabio" para que se ocupara de tales situaciones. Para apreciar el
consejo del vers. 4, es necesario conocer algo en cuanto a los tribunales
paganos de los días de Pablo. Si bien la justicia romana merece su renombre por
ser justa y eficaz, en los tribunales también había Jueces incorrectos; algunos
de ellos eran personas disolutas, fácilmente sobornables. Es evidente que los
cristianos no podían confiar en su juicio, y los de Corinto fueron reprochados
por llevar sus casos ante esos hombres.
5. Para avergonzaros. Pablo se ha ocupado tan clara y
enérgicamente de la situación de los pleitos entre los hermanos como le ha sido
posible, para que los miembros de la iglesia sintieran vergüenza. Deseaba que
comprendieran que no estaban dando un ejemplo de vida cristiana victoriosa ante
los paganos. Los miembros de la iglesia deben mantener en sujeción sus
sentimientos y deseos personales dando prioridad a las cosas que conciernen al
bienestar de la iglesia. No debe permitirse que las diferencias entre los
hermanos ensombrezcan el buen nombre de la iglesia.
Sabio. Los corintios se jactaban de su sabiduría e
inteligencia, y se consideraban superiores a otras personas que los rodeaban;
si era así, deberían haber encontrado a alguien de la iglesia capaz de
pronunciar decisiones sabias y justas en cuanto a las diferencias entre los
hermanos. Si su ciudad era tan refinada y culta como pretendían que lo era, sin
duda era extraño que no pudieran nombrar a uno de los miembros de iglesia para
que resolviera sus dificultades, en quien pudieran tener confianza los hermanos
y cuyo juicio fuera aceptado por los litigantes. No es difícil captar la
reprobación algo sarcástica a la cual recurre Pablo.
6. El hermano pleitea. Ver com. vers. 1. Era suficiente
malo que los hermanos disputaran hasta el punto de que no pudieran
reconciliarse y tuvieran que llevar sus pleitos a los tribunales; pero aún era
peor que acudieran a un tribunal compuesto por "incrédulos". Esto demostraba
claramente que los creyentes habían perdido la visión de su elevada y santa
vocación como hijos e hijas del Creador del universo (ver Heb. 3:1; 1 Juan 3:1-2).
Permitían que el viejo, pecaminoso e impío corazón hiciera valer sus derechos y
exigiera compensaciones por alguna ofensa recibida, en vez de ensalzar a
Cristo, olvidando sus diferencias y cubriendo todo con discreto amor (ver Prov.
10:12; 17:9; 1 Cor. 13:4; 1 Ped. 4:8).
Incrédulos. Gr. ápistos, "sin fe",
"desleal", "incrédulo". En el vers. 1 se los llama
"injustos", es decir, inicuos. Los que no tienen fe en el único Dios
verdadero y que debido a su falta de conocimiento de Dios y de los principios
de su reino, no comprenden ni practican lo que es recto, no son personas
adecuadas para arbitrar en las diferencias entre los hermanos en Cristo. Por lo
tanto, es inexcusable que los creyentes ventilen sus agravios ante esos
"incrédulos". Este principio es tan aplicable hoy día como lo fue en
el tiempo de Pablo. Siempre es una vergüenza que los hijos de Dios se aparten
del plan divino para el ajuste de sus diferencias y busquen la dirección de los
incrédulos (ver 2JT 83-84).
7. Falta. Gr. hétt'ma, "derrota",
"fracaso". El proceder de los cristianos de Corinto era una derrota
para ellos. Las diferencias personales con frecuencia son causadas por la
antigua naturaleza carnal que debiera haber sido crucificada con Cristo cuando
el pecador se convirtió (ver Gál. 2:20; 3:27).
Esos impulsos deben ser reprimidos
inmediatamente. Desafortunadamente con frecuencia no son eliminados
inmediatamente, sino que se permite que se conviertan en resentimientos,
orgullo herido y un impío deseo de venganza. Se interrumpe la relación con
Dios, y el alma se aleja de Aquel que es su fuente de paz. Cuando los
cristianos entran en pleitos entre sí, demuestran que han perdido la tolerancia
mutua, la paciencia y el amor que son los motivos guiadores de los corazones de
los verdaderos seguidores del Maestro. La oración de Cristo para que exista
perfecta unidad entre sus seguidores (Juan 17:11, 21-23) claramente les prohíbe
que permitan que sus sentimientos egoístas se conviertan en querellas que hacen
necesaria una solución ante los tribunales.
Sufrís más bien. Pablo ha estado presentando la
forma cristiana en la cual un miembro de iglesia debe procurar justicia cuando
sabe que el que le ha perjudicado también es miembro de la iglesia. No es un
pecado esforzarse por lograr lo que con justicia nos pertenece; por ejemplo,
que un obrero reclame que su empleador le pague el salario que legítimamente ha
ganado. Pero como Pablo ha declarado, el mal está en presentarse ante los
tribunales seculares en busca de un fallo judicial por diferencias entre los
hermanos. Los miembros de la iglesia dependen de la autoridad de ésta y deben
recurrir a ella para que resuelva sus diferencias.
Si un miembro trae un asunto ante
la iglesia y ésta da su fallo, debiera estar dispuesto a aceptar ese fallo,
aunque no este satisfecho con él. Que uno se presente ante la iglesia en busca
de un fallo, pero con la reserva mental de que lo aceptará sólo si le es
favorable, es ser culpable de no proceder en armonía con el propósito evidente
del consejo de Pablo.
Si un miembro ha presentado un
pleito ante la iglesia y ésta declina ejercer su deber judicial, entonces para
él se han agotado las posibilidades del procedimiento que aquí bosqueja Pablo.
Lo que haga desde ese momento en adelante depende de su propia conciencia. Los
dirigentes cristianos nunca han creído que debieran declarar que un feligrés es
pecador ante Dios porque en circunstancias como estas se presenta su caso ante
un tribunal secular.
Sin embargo, la esencia de la enseñanza cristiana sugiere que sería mucho mejor que un miembro de iglesia sufra paciente y silenciosamente insultos, injurias o perjuicios de parte de otro feligrés antes que buscar justicia llevando el asunto a los tribunales.
El
ejemplo de Jesús es suficiente para todo cristiano consagrado.
El salvador fue tratado más injustamente que cualquier otro, pero el registro dice que "no abrió su boca" (Isa. 53:7; cf. Mat. 27:12). El espíritu de desquite y justificación propia es una negación directa de Cristo, y todos los que lo fomentan se colocan entre aquellos de los cuales dijo Jesús: "también le negaré delante de mi Padre" (Mat. 10:33; cf. Mar. 8:38; 2 Tim. 2:12).
El señor enseña a sus hijos a que estén dispuestos a sufrir injusticias con paciencia y sin quejarse (ver Prov. 20:22; Mat. 5:39-41; Rom. 12:17, 19-21; 1 Tes. 5:15).
Los perjuicios y sufrimientos de un feligrés serían un mal menor que el daño
que sufriría la iglesia debido a pleitos entre los hermanos en Cristo ante los
tribunales civiles. Los cristianos deben amar la causa de su Salvador más que
sus propios intereses personales. Deben preferir que no sea perjudicada o
estorbada la causa de Cristo antes que evitarse ellos mismos una pérdida.
Ser defraudados. "Dejaros. . .despojar"
(BJ). Gr. aposteréÇ, "robar", "privar de",
"despojar". Ya fuera que se tratará de un insulto personal o de la
pérdida de posesiones materiales, Pablo aconseja que es mejor que un miembro de
iglesia permita que se lo despoje injustamente de propiedades, o que sufra
debido a falsedades, antes que exponer ante los "incrédulos" las
dificultades que tiene con otro hermano en Cristo (ver com. Mat. 5:10-12; cf. 1
Ped. 4:14).
8. Los hermanos. Su mal proceder no estaba limitado a su trato con los incrédulos; también procedían con engaño e injusticia en su trato mutuo dentro de la iglesia.
El fraude y la injusticia
siempre son malos, no importa quién cometa esos pecados; pero son especialmente
detestables cuando se practican entre los miembros de la iglesia. En tal caso
la falta parece agrandarse porque revela ausencia de amor y de respeto hacia
aquellos que debieran ser considerados con particular afecto y estima. Cuando
un miembro de iglesia se rebaja a cometer actos de injusticia y maldad con sus
hermanos en Cristo, es porque ha perdido su amor por Dios y los hermanos.
9. ¿No sabéis? La forma de la pregunta en griego pide una
respuesta afirmativa: "Ciertamente, lo sabéis". ¿Os habéis apartado
tanto de las enseñanzas del evangelio y de los principios de rectitud que no
comprendéis que no hay lugar en el cielo para cualquiera que es culpable de
éstas cosas?
Injustos. El que procura beneficiarse a expensas de sus
hermanos no entrará en el reino de Dios. Su carácter codicioso, egoísta y
ambicioso es diametralmente opuesto al abnegado y humilde amor que caracteriza
a los habitantes del paraíso.
No heredarán. El reino de Dios es presentado en varios textos
como una herencia (Mat. 19:29; 25:34; Luc. 10:25; 18:18; 1 Cor. 15:50; Efe.
1:11,14; Heb. 11:9-10). Se advierte a los injustos que anhelan tanto obtener
posesiones materiales, hasta el punto de estar dispuestos a desprestigiar a la
iglesia llevando a sus hermanos ante los tribunales civiles, que por hacer esto
se están privando de una herencia eterna mucho más valiosa que cualquier
riqueza natural.
El reino de Dios. Puede aplicarse al reino de la
gracia, aquí y ahora, y también el reino de la gloria que se establecerá cuando
Jesús vuelva (ver com. Mat. 3:2; 4:17; 5:3). Un injusto no es un súbdito idóneo
para ninguno de estos dos reinos. Quien espera vivir en el reino de la gloria
en el futuro, naturalmente procurará que su vida, mediante la gracia divina,
armonice con los principios que rigen en ese reino.
No erréis. "¡No os engañéis!" (BJ, NC). "No os
forjéis ilusiones" (BC). El pecado ciega a los que lo practican, a tal
punto que con frecuencia parecen no comprender que están haciendo mal; o si lo
comprenden, sus sentidos están tan embotados y oscurecidos por la complacencia
en el mal, que da la impresión que no se dan cuenta del peligro que los amenaza
(ver Jer. 17:9; Mat. 13:14-15; 2 Cor. 3:14; 4:4). La familiaridad con el pecado
frecuentemente hace que los hombres pierdan de vista su verdadera naturaleza y
que sean inducidos a creer que pueden vivir transgrediendo la ley de Dios, y al
mismo tiempo esperar confiadamente que serán salvos. Dios presenta con claridad
que no puede haber transigencia entre el pecado y la rectitud, y que cualquiera
que se aferra al pecado cosechará la retribución de esa necedad que revela poca
visión (ver Prov. 14:9; Gál. 6:7-8; DMJ 78-79). Los creyentes de Corinto no
podían fomentar mala voluntad hacia sus hermanos hasta el punto de demandarlos
ante los tribunales de los incrédulos y, sin embargo esperar ser salvos.
Ni los fornicarios. Los vers. 9 y 10 presentan una
lista de vicios que eran comunes entre los paganos de Corinto. La fornicación
se presenta primero debido quizá al flagrante caso de incesto (cap. 5:1).
Idólatras. Se enumera la idolatría con un grupo de pecados
derivados de la sensualidad, porque entre los paganos el desenfreno sexual con
frecuencia se relaciona con la adoración de ídolos. Otra razón para incluir la
idolatría en la lista de horribles pecados de inmoralidad podría ser porque el
libertinaje se centra claramente en el abuso sexual del cuerpo humano, y se
puede decir que los que lo practican convierten en un ídolo el medio por el
cual complacen su propia concupiscencia.
Adúlteros. Ver com. Mat. 5:27-32.
Afeminados. Gr. malakós, que básicamente significa "de
naturaleza suave", "delicado", o "tierno". Cuando se
usa en relación con términos que indican algún vicio carnal, tales como los del
vers. 9, se aplica a homosexuales, y más particularmente, a los que se entregan
para ser usados con propósitos inmorales.
Los que se echan con varones. Gr. arsenokóites, otro término
que describe a los homosexuales. "Homosexuales" (BJ);
"sodomitas" (BC; NC).
La lista de los pecados
enumerados en los vers. 9 y 10 incluye la mayoría de los pecados comunes de la
carne (ver Gál. 5:19-21; Efe. 5:3-7). Si alguien persiste en fomentar
cualquiera de éstos malos hábitos, será excluido del reino de Dios. El que vive
esclavizado por los pecados de la carne, no sólo renuncia a su oportunidad de
participar de la gloriosa herencia de los santos, sino que transmite a sus
descendientes un legado de debilidad física y espiritual (ver CRA 50, 140; Te
155; 3SG 291; 1JT 102).
10. Ladrones. Gr. Klépt's (ver com. Juan 10:1).
Maldicientes. O "ultrajadores" (BC; BJ). Ver com. cap.
5:11.
11. Algunos. Los corintios habían participado de estos vicios
antes de su conversión.
Lavados. Es decir, lavados del pecado. El bautismo es la señal externa, el reconocimiento o la ratificación de la experiencia íntima de la eliminación del pecado que se ha efectuado en el pecador arrepentido.
El lavamiento mencionado en este versículo es el milagro de la regeneración experimentado por la persona cuyos pecados han sido perdonados y lavados por la sangre de Cristo, en cuyo sacrificio expiatorio el pecador ha puesto su fe (ver Mat. 26:28; Efe. 1:7; Heb. 9:14,22; 1 Juan 1:7,9; Apoc. 1:5).
Aunque un hombre
haya sido contaminado y corrompido por los pecados más envilecedores, puede
hallar completa salvación en Jesús. Cuando una persona tal se arrepiente y
clama al señor en busca de liberación, sucede un grandioso milagro en su vida,
es transformada por el Espíritu Santo y se convierte desde ese momento en una
agradecida seguidora de Cristo, humilde y sincera (ver Rom. 7:24-25; 8:1-4, 11;
12:1-2).
Santificados. Gr. hagiázÇ (ver com. Juan 17:11,17). Los creyentes de Corinto habían sido llamados a salir del mundo para servir a Dios; habían sido "lavados" y convertidos en aceptables ante el Padre mediante la fe en la sangre purificadora de su hijo.
Cuando los pecados han sido
perdonados, el Espíritu Santo comienza la obra de desarrollar en la vida del
creyente un carácter semejante al de Cristo. Este proceso de santificación es
un continuo crecimiento en la gracia y el conocimiento de Dios (ver 1Tes. 4:3;
2 Tes. 2:13; CS 522).
Justificados. Es decir, reconocidos como libres de culpa,
absueltos, tenidos por inocentes (ver com. Rom. 4:8). Este es el cuadro que
presenta ante Dios el creyente arrepentido que ha confesado sus pecados en el
nombre de Cristo. La justificación es posible porque la fe del creyente le es
contada como justicia (ver com. Rom. 3:24-26; 4:3,5).
El Padre contempla al pecador
convertido, ve la hermosa vestidura de la justicia de Cristo con la cual ha
sido cubierto el pecador arrepentido, y no los harapos manchados de pecado de
la vida corrupta del pecador. Esta maravillosa transacción ha sido posible por
la muerte expiatorio de Jesús (ver Rom. 5:19; 2 Cor. 5:17-19, 21; Heb. 9:15; 1
Ped. 2:24; CC 62-63). En vista de que el Espíritu Santo obra esta
transformación del pecado a la justicia, los creyentes están bajo la obligación
moral de vivir siempre vidas de continua entrega a la voluntad del Señor.
12. Todas las cosas. Esta expresión no debe ser
entendida en sentido absoluto, pues con seguridad no se incluyen los males
morales como los que están enumerados en los vers. 9 y 10. Pablo se está
refiriendo a las prácticas que no son malas en sí mismas. El cristiano está en
libertad de participar en cualquier actividad que corresponda con el plan de
vida instituido por Dios como el que es más conveniente para la humanidad.
Puede hacer todo lo que esté en armonía con la voluntad de Dios como se
presenta en su Palabra. Dios no se contradice. No pasa por alto algo que ha
ordenado hacer. Nadie es libre de hacer lo que él prohibe.
El cristiano está en libertad de
hacer lo que desee si se halla en armonía con la voluntad de Dios; pero hay una
condición que se debe tener en cuenta: no debe hacer nada que pueda ser motivo
de tropiezo para otro. Jesús resumió todo lo que es lícito que hagan sus
seguidores en su respuesta a la pregunta hecha por el intérprete de la ley
(Mat. 22:36-40). Los principios que gobiernan la vida del verdadero cristiano
son el amor a Dios y el amor al prójimo. El cristiano está en plena libertad de
hacer cualquier cosa que desee si no contradice estos dos principios guiadores
(cf. 1 Cor. 10:23).
Lícitas. En el vers. 12 hay un juego de palabras difícil de
reproducir, con esta palabra, (éxestin) y la flexión verbal exousíasthésomai,
que se deriva del primer vocablo. La siguiente es una traducción aproximada:
"Todas las cosas están en mi poder, pero no seré puesto bajo el poder de
ninguna" (Vincent). Evidentemente se trata de un proverbio.
Convienen. Gr. sumférÇ, "reunir", "ser
útil", "aprovechar". Ver com. cap. 10:23. En cuanto a ejemplos
de limitaciones en la libertad cristiana, ver com. Rom. 14.
No me dejaré dominar. Mejor "no me pondré bajo el
poder".
De ninguna. Es decir, de cosa alguna. En la segunda mitad del versículo se repite el argumento de que el cristiano está en libertad de hacer todas las cosas, pero se añade otra condición que limita esa libertad. Una persona equilibrada no se dejará esclavizar por aquello que está en libertad de hacer, sino que ejercerá dominio propio y será mesurada en todas las cosas. No cultivará un hábito que pueda dominar su voluntad o interferir en forma alguna con su dedicación al servicio de Dios (cf. cap. 9:27).
Hay una cantidad de
prácticas que el creyente consagrado está en libertad de hacer, pero no es
sabio que él se ocupe de cosa alguna que pueda estorbar el progreso de la obra
de Dios. No debe hacerse nada que cause tropiezo al que está buscando la
verdad, aun cuando ese acto pueda ser completamente inofensivo en sí mismo (ver
Rom. 14:13; 1 Cor. 8:9; cf. 9T 215).
13. Viandas. Gr. brÇma, alimento, sin especificar clase. Dios proporciona el alimento para el uso de los seres humanos e hizo sus estómagos para digerirlos, y todos tienen derecho a satisfacer su apetito de alimentos.
Sin embargo, aunque Dios ha dado al hombre el apetito y le proporciona los
medios para satisfacerlo, el cristiano no está en libertad de comer cualquier
cosa que desee su apetito. Está bajo la obligación de recordar que ha sido
comprado por la sangre de Cristo, y que es su deber conservar su cuerpo en la
mejor condición posible (ver 1 Cor. 6:20; 1 Ped. 1:18-19; Apoc. 5:9; CH 41).
Destruirá. "Dejar inactivo", "hacer
ineficaz", "abolir", "destruir". Los creyentes no
deben colocar en primer lugar lo que será destruido, sino que se preparan para
la vida eterna cultivando un carácter que pueda ser aprobado por Dios. Los que
anhelan tener mente clara y cuerpo sano son temperantes. Comer en exceso, aun
de la mejor clase de alimentos, impide que uno disfrute de buena salud y
también interfiere con la comprensión y el aprecio de las verdades
espirituales. El que conoce el gozo de la comunión con Dios no permite que sus
facultades mentales y espirituales sean nubladas por la glotonería en el consumo
de alimentos (cf. cap. 9:27). Los hombres deben estar agradecidos por lo que
Dios les proporciona para satisfacer las necesidades alimentarías del cuerpo.
Por lo tanto, deben comer inteligentemente para obtener energía, servir con
eficacia al Señor y cumplir con sus deberes en este mundo.
No es para la fornicación. El estómago tiene la función de
digerir los alimentos, pero el cuerpo no ha sido hecho para el libertinaje sino
que debe ser consagrado al servicio del Señor. El resto de este capítulo se
dedica al tema de la inmoralidad, mal al que estaban especialmente expuestos
los corintios.
Los creyentes comprendían sin
duda la maldad del libertinaje, pero vivían entre gente que no sólo lo
practicaba sino que aun lo consideraba como parte de su vida normal (cf. Núm. 25:1-8;
Apoc. 2:14); por lo tanto, las Escrituras presentan fuertes argumentos contra
ese pecado. La obediencia a esta instrucción, (1) los protegería contra la
tentación, (2) los capacitaría para oponerse con eficacia a los que la
defendían, y (3) definiría los aspectos morales del problema sobre una base
firme.
El tema que se presenta en esta
epístola es el siguiente: El hombre fue creado a la imagen de Dios (Gén. 1:27),
para la gloria divina (ver 1 Cor. 6:20; Apoc. 4:11), para reflejar la imagen
divina (ver Efe. 4:13; PE 71) y para demostrar el poder de Dios (ver 1Ped.
2:9; 4:14); por lo tanto, el cristiano está obligado a mantener su cuerpo sin
contaminación para que sea una ofrenda adecuada que pueda presentarse ante el
Señor (Rom. 12:1).
Es indudable que había quienes argüían en favor de que existe un paralelo entre el uso de alimento por parte del estómago y el oro del cuerpo para la complacencia sensual.
Sin embargo, aunque el propósito de Dios es
que el estómago se use para digerir el alimento y debe recibir ese alimento en
forma regular para funcionar bien, el cuerpo no fue hecho para la complacencia
de los deseos sensuales, sino para el Señor (ver 1 Cor. 6:15; Efe. 5:23,
29-30). Este es el primero de los argumentos de Pablo contra la impureza (ver
com. 1 Cor. 6:14-15, 18-19).
14. Levantó al Señor. Ver Mat. 28:1-6.
También. . . levantará. Este versículo presenta el
segundo argumento contra la impureza (ver com. vers. 13). Mediante la fe los
creyentes están unidos a Cristo, a quien Dios levantó de los muertos con un
cuerpo glorificado. Los santos resucitados tendrán cuerpos glorificados semejantes
al de Cristo (ver Fil. 3:21). Como (1)
los redimidos serán resucitados por el poder de Dios, (2) sus cuerpos serán
inmaculadamente puros y santos como el cuerpo glorificado de Cristo, (3) y como
esto se efectuará por el poder de Dios, no es correcto que el cuerpo sea
entregado a prácticas de corrupción moral y a la complacencia de los apetitos.
Dar rienda suelta al libertinaje
es algo completamente indigno de los santos, pues pertenecen al Salvador puro y
santo que fue resucitado de entre los muertos y nos ha resucitado para que
caminemos en novedad de vida (ver Rom. 6:1-13); y también es indigno debido a
la gloriosa verdad de que los cuerpos de los creyentes serán resucitados en una
perfecta y eterna pureza. La compresión plena de la unión de los santos con el
inmaculado Salvador resucitado y la esperanza que tienen ellos de ser
revestidos de pureza inmortal, debe ser más poderosa que ninguna otra razón para
apartarlos del degradante pecado del libertinaje en todas sus formas.
15. Miembros de Cristo. La iglesia es el cuerpo de
Cristo, él es la cabeza del cuerpo, y los creyentes son, individualmente, los
miembros de ese cuerpo (ver 1 Cor. 12:27; Efe. 1:22-23; 4:12-13, 15-16; 5:30).
Los creyentes están íntima y vitalmente unidos con Cristo como la mano o el pie
lo están con el cuerpo. Así como los miembros del organismo están regidos y
conducidos por la cabeza para la ejecución de sus respectivas funciones, así
también los creyentes reciben de Jesús -cabeza espiritual- la dirección y la
fuerza para cumplir sus deberes cristianos.
En este versículo se presenta el
tercer argumento contra el libertinaje (cf. com. vers. 13-14): los cristianos
deben estar unidos a Jesús, por lo tanto es inadmisible que contaminen con
inmoralidad a los miembros de Cristo. El Señor es completamente puro, y sus
verdaderos seguidores, como están unidos a él, deben ser puros como lo es él; y
los que esperan encontrarse con él en su segunda venida continuamente
procurarán conservar esa pureza (ver 1 Juan 3:3).
¿Podría Un Verdadero Cristiano Entregar Para Un Uso
Tan Vil Lo Que Pertenece A Cristo?
Los cristianos responden a una
elevada y santa vocación, y no pueden aceptar las bajas normas del mundo
incrédulo como norma para su comportamiento (ver Fil. 3:14; 1 Tes. 1:4; 2 Tim.
1:9; Heb. 3:1). El creyente está bautizado "en Cristo" (Gál. 3:27) y
se convierte en un miembro de Cristo, y se espera que mantenga esa sagrada
relación guardando su cuerpo íntegramente consagrado al Señor.
De ningún modo. Ver com. Rom. 3:4,31. Esta
expresión manifiesta intensamente la esperanza de que nunca suceda algo
mencionado en las anteriores declaraciones. Esta frase se encuentra 15 veces en
el NT, y 14 de ellas están en los escritos de Pablo. "De ningún modo"
demuestra la aversión del apóstol ante el solo pensamiento de que los miembros
de Cristo sean separados de él y se conviertan en "miembros de una ramera".
16. Se une. Un hombre y su esposa son uno en su matrimonio, en
una unión correcta y santa (Gén. 2:24); pero un hombre y una mujer también se
convierten en uno al cometer fornicación, una relación ilegítima y no
santificada. La unión de los sexos es santa únicamente cuando se efectúa de
acuerdo con la ley de Dios. Los creyentes corintios no cuestionaban la
afirmación de que eran miembros de Cristo, pero sí ponían en duda que mediante
la fornicación perderían su encumbrada condición y se harían miembros de una
ramera. Quizás dirían que esto era una exageración en cuanto al efecto de una
caída moral. Pero el razonamiento de Pablo, basado en las Sagradas Escrituras,
no podía ser refutado con éxito.
17. Al Señor. En los vers. 16 y 17 hay un contraste; se presentan dos condiciones completamente opuestas, que se excluyen entre sí. El que ama al Señor y confía en él, se une a su Señor en todo. Rechaza activamente todo lo que desagrada a Dios, y sólo acepta lo que está en armonía con la voluntad divina. Esta unión suya con Cristo es una actividad continua y se convierte en su interés predominante.
El acto de fornicación, por el cual el cuerpo se une a
una ramera, es transitorio; pero degrada el carácter. Aunque la unión es
física, coloca a los que participan de ella en un nivel moral sumamente bajo. Pero
la unión con Cristo eleva al creyente al máximo nivel moral y espiritual. Tiene
el propósito de ser una unión permanente, en la cual los pensamientos de Jesús
se convierten en los del creyente, quien de ese modo se une completamente con
la voluntad de Dios. Desea únicamente ser el instrumento mediante el cual la
voluntad de Dios se exprese en pensamientos, palabras y actos humanos (ver PVGM
253).
Esta unión con el Señor, descrita
aquí por Pablo, es otra forma de definir la justificación por la fe. Es una
hermosa afirmación de la misteriosa transformación que tiene lugar en el
pecador cuando eleva los ojos a Cristo y por la fe se aferra de la promesa que
se halla en Jer. 31:33-34. Jesús describe esta unión con la figura de la vid y sus
pámpanos (ver com. Juan 15:1, 4-5). El creyente no pierde su identidad y
personalidad, sino que se une a Cristo en una forma tal, que tiene los mismos
pensamientos de Cristo, anhela las cosas que él desea y hace las mismas cosas
que haría su Maestro si estuviera en la tierra. Esta experiencia también es
comparada con la unión matrimonial (ver Efe. 5:22-33). La unión de un hombre y
una mujer en el matrimonio debiera ser considerada como sagrada e inmutable. La
unión entre Cristo y el creyente es más íntima, rica, pura y completa que lo
que puede ser cualquier matrimonio terrenal.
18. Huid. El tiempo del verbo en griego indica continuidad:
"seguid huyendo", "huid siempre". No os detengáis para
discutir con el tentador cuando os invite con cualquier práctica a complacemos
en la inmoralidad. Es peligroso vacilar y argüir con la conciencia. Lo único
seguro es una fuga decidida e inmediata para apartamos de la tentación (ver CH
587).
Esta orden de no intentar
detenerse para discutir con la tentación a la impureza, sino apartarse y huir
de ella, no puede ser desobedecida impunemente. La tentación a la fornicación
con frecuencia puede ser tan sutil, que sólo se está a salvo huyendo de ella.
Sólo se está libre de la corrupción cuando no se da cabida a un pensamiento
inmoral; sólo hay seguridad cuando se aparta la mirada de cualquier objeto que
pudiera sugerir un pensamiento impuro (ver 2 Sam. 11:2-4; Job 31:1; Prov.
6:23-26; Mat. 5:27-29). No hay otra forma de evitar la contaminación de la
fornicación, sino la que presenta Pablo. José demostró la importancia de huir
de este mal (ver Gén. 39:7-12; 2JT 237). Muchas personas se librarían de
lágrimas, remordimientos, pobreza, necesidad, enfermedades y calamidades
permanentes, si sólo prestaran atención a estas palabras: "Huid de la
fornicación".
Fornicación. Gr. ponéia, término general que se aplica a todas
las formas de relaciones sexuales ilícitas.
Fuera del cuerpo. El significado exacto del
contraste que aquí se presenta no es claro, pero es evidente el sentido
general. Ningún pecado mancilla el cuerpo como la fornicación; ningún pecado
tiene su origen dentro del cuerpo en la misma terrible forma como la
fornicación. Pablo presenta aquí el cuarto argumento contra el libertinaje (cf.
com. vers. 13-15).
El efecto más inmediato de los pecados
como el robo, la falsedad, la codicia, está en la mente; pero la impureza
afecta directamente al cuerpo. Aunque los excesos como la embriaguez y la
glotonería son pecados que se cometen en el cuerpo y por el cuerpo, se
introducen en éste desde afuera; pero cuando se comete fornicación se usa el
cuerpo como instrumento directo del crimen. Este abominable pecado es
particularmente odioso porque disturba la bella y simbólica unidad del
matrimonio. Dios quiere que el matrimonio sea la unión de un hombre y una
mujer, que dure toda la vida y que nada pueda interrumpirla (ver Gén. 2:23-24;
Rom. 7:2-3), unión que representa la que hay entre Cristo y su iglesia (Efe.
5:25-32). Ver com. Mat. 5:28-32; 19:5-9.
19. Templo. Gr. naós (ver com. cap. 3:16). Este es el quinto
argumento contra la inmoralidad (cf. com. cap. 6:13-15, 18). Si los cuerpos de
los creyentes son santuarios sagrados del Espíritu Santo, no deben ser
contaminados por este pecado. Como nuestros cuerpos "son miembros de
Cristo" (vers. 15) y "templos del Espíritu Santo" que Dios nos
dio (Juan 14:16-17), cada pecado que es cometido contra nuestro cuerpo es un
pecado contra nuestro Hacedor y contra el Espíritu Santo.
No sois vuestros. Este es el sexto argumento contra
la fornicación (cf. com. vers. 13-15, 18-19). El hombre no es dueño de sí
mismo; no tiene derecho a usar sus facultades de acuerdo con los deseos e
impulsos de su cuerpo pervertido. Él es propiedad de Dios por creación y
redención. El hombre está obligado a vivir mental, física y espiritualmente
como Dios ordenara para la gloria del nombre divino y no para la complacencia
de los deseos carnales. El hombre convertido es, ciertamente, un esclavo
voluntario de Jesucristo (ver com. Rom.
1:1; 6:18); sólo vive para complacer a su Maestro.
20. Precio. Dios asigna a la raza humana un valor muy alto,
según se deduce del precio infinito que pagó por la redención del hombre. Ese
hecho revela la importancia de cada ser humano. Jesús habría venido a la tierra
y dado su vida si hubiera habido sólo un pecador (ver Mat. 18:12-14; MB 261).
El pecador redimido, comprado por un valor infinito, está moralmente obligado a
vivir solamente para Dios, a obedecer todas sus órdenes y a "huir" de
toda forma de libertinaje (ver 3JT 339; CS 528).
En vuestro cuerpo. Debido a que los hombres han sido
redimidos de la muerte eterna, su deber es hacer todo lo que puedan para
mantener su cuerpo en la mejor condición, de modo que puedan glorificar a Dios
hasta el máximo sirviéndole en forma aceptable (ver CH 40-41, 73-74).
Si se quiere cuidar
inteligentemente el cuerpo es necesario tener una comprensión de la fisiología,
de la anatomía y de las leyes de la salud (ver CH 38; FE 321; PVGM 282). Los
seguidores de Cristo no permitirán que sus apetitos y deseos carnales los
dominen, sino que harán que sus cuerpos sirvan a mentes regeneradas que
constantemente están dirigidas por la sabiduría divina (ver Rom. 6:13; 12:1; 1
Cor. 9:25, 27; HAp 250; MC 92; CH 622).
Espíritu. La evidencia textual (cf. p. 10) tiende a confirmar
la omisión de las palabras "y en vuestro espíritu, los cuales son de
Dios". Las omiten la BJ, BC y NC. El énfasis de Pablo en este capítulo
recae especialmente sobre la consagración del cuerpo. (6CBA).
COMENTARIOS DE EGW
1-9. HAp 246. OTRO GRAVE MAL QUE SE HABÍA LEVANTADO EN LA
IGLESIA era que los hermanos recurrían a la ley unos
contra otros. Se había hecho abundante provisión para el arreglo de las
dificultades entre creyentes. Cristo mismo había dado instrucción clara en
cuanto a cómo debían ser resueltos esos asuntos.
"Si
tu hermano 246 pecare contra
ti había aconsejado el Salvador, ve, y redargúyele entre ti y él solo: si
te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aun contigo uno o
dos, para que en boca de dos o de tres testigos conste toda palabra. Y si no
oyere a ellos, dilo a la iglesia: y si no oyere a la iglesia, tenle por étnico
y publicano. De cierto os digo que todo lo que ligareis en la tierra, será
ligado en el cielo; y todo lo que desatareis en la tierra, será desatado en el
cielo." (Mat. 18:15-18.)
A LOS CREYENTES CORINTIOS que habían perdido de vista este claro consejo, Pablo les escribió en términos precisos de amonestación y reproche. "¿Osa alguno de vosotros preguntó, teniendo algo con otro, ir a juicio delante de los injustos, y no delante de los santos? ¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas? ¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿cuánto más las cosas de este siglo? Por tanto, si hubiereis de tener juicios de cosas de este siglo, poned para juzgar a los que son de menor estima en la iglesia. Para avergonzaros lo digo. ¿Pues qué, no hay entre vosotros sabio, ni aun uno que pueda juzgar entre sus hermanos; sino que el hermano con el hermano pleitea en juicio, y esto ante los infieles? Así que, por cierto es ya una falta en vosotros que tengáis pleitos entre vosotros mismos. ¿Por qué no sufrís antes la injuria? . . . Empero vosotros hacéis la injuria, y defraudáis, y esto a los hermanos.
¿No sabéis que
los injustos no poseerán el reino de Dios?"
SATANÁS Está
Tratando Constantemente De Provocar Desconfianza, desunión, malicia entre el
pueblo de Dios. Seremos a menudo tentados a sentir que se pisotean
nuestros derechos, aun cuando no haya causa real para tales sentimientos.
AQUELLOS cuyo
amor propio sea más fuerte que su amor por Cristo y su causa, darán la primacía
a sus propios intereses y recurrirán a casi cualquier medio para protegerlos y
conservarlos.
AUN
MUCHOS que parecen ser cristianos concienzudos son
impedidos por el orgullo y la estima propia de ir privadamente a aquellos 247 a
quienes consideran en error, para hablar con ellos con el espíritu de Cristo y
orar juntos el uno por el otro. Al creerse perjudicados por sus hermanos,
algunos recurrirán hasta a un juicio en lugar de seguir la regla del Salvador.
LOS
CRISTIANOS NO DEBERÍAN RECURRIR A LOS TRIBUNALES CIVILES para
arreglar las diferencias que puedan levantarse entre los miembros de la
iglesia. Tales diferencias deberían arreglarse entre ellos mismos, o por
la iglesia, de acuerdo con la instrucción de Cristo. Aunque pueda haberse
cometido una injusticia, el seguidor del manso y humilde Jesús sufrirá que se
le defraude antes que exponer al mundo los pecados de sus hermanos de la
iglesia.
LOS
PLEITOS ENTRE HERMANOS son un
oprobio para la causa de la verdad. Los cristianos que recurren a la ley
unos contra otros exponen a la iglesia al ridículo de sus enemigos, y provocan
el triunfo de las potestades de las tinieblas. Hieren de nuevo a Cristo, y
le exponen al vituperio. Al pasar por alto la autoridad de la iglesia,
manifiestan menosprecio por Dios, quien dio autoridad a la iglesia.
10. CS 594. UN FALSO EJEMPLO DE SALVACIÓN UNIVERSAL. En los
funerales de un joven irreligioso, muerto instantáneamente en una desgracia, un
ministro universalista escogió por texto de su discurso las siguientes palabras
que se refieren a David: "Ya estaba consolado acerca de Amnón que era
muerto." (2 Samuel 13: 39.)
"A menudo
me preguntan -dijo el orador- cuál será la 593 suerte de los que mueren en el
pecado, tal vez en estado de embriaguez, o que mueren sin haber lavado sus
vestiduras de las manchas ensangrentadas del crimen, o como este joven, sin
haber hecho profesión religiosa ni tenido experiencia alguna en asuntos de
religión. Nos contentamos con citar las Sagradas Escrituras; la contestación
que nos dan al respecto ha de resolver tan tremendo problema. Amnón era pecador
en extremo; era impenitente, se embriagó y fue muerto en ese estado. David era
profeta de Dios; debía saber si Amnón se encontraba bien o mal en el otro
mundo. ¿Cuáles fueron las expresiones de su corazón? -'El rey David deseó ver a
Absalom: porque estaba consolado acerca de Amnón que era muerto.'
"¿Y qué debemos deducir de
estas palabras? ¿No es acaso que los sufrimientos sin fin no formaban parte de
su creencia religiosa? -Así lo entendemos nosotros; y aquí encontramos un
argumento triunfante en apoyo de la hipótesis más agradable, más luminosa y más
benévola de la pureza y de la paz finales y universales. Se había consolado de
la muerte de su hijo. ¿Y por qué?- Porque podía con su ojo de profeta echar una
mirada hacia el glorioso estado, ver a su hijo muy alejado de todas las
tentaciones, libertado y purificado de la esclavitud y corrupciones del pecado,
y, después de haber sido suficientemente santificado e iluminado, admitido a la
asamblea de espíritus superiores y dichosos. Su solo consuelo consistía en que
su hijo amado al ser recogido del presente estado de pecado y padecimiento,
había ido adonde el soplo sublime del Espíritu Santo sería derramado sobre su
alma obscurecida; adonde su espíritu se desarrollaría con la sabiduría del
cielo y con los dulces transportes del amor eterno, a fin de ser así preparado
para gozar con una naturaleza santificada del descanso y de las glorias de la
herencia eterna.
"Con esto queremos dar a entender que creemos que
la salvación del cielo no depende en nada de lo que podamos hacer en esta vida,
ni de un cambio actual de corazón, ni de una creencia actual ni de una
profesión de fe religiosa." 594
ASÍ ES COMO ESTE PROFESO MINISTRO de Cristo
reitera la mentira ya dicha por la serpiente en Edén: "De seguro que no
moriréis." "En el día que comiereis de él, vuestros ojos serán
abiertos, y seréis como Dios." Afirma que los más viles pecadores -el
homicida, el ladrón y el adúltero- serán preparados después de la muerte para
gozar de la eterna bienaventuranza.
¿Y de dónde saca sus conclusiones
este falseador de las Sagradas Escrituras? -De una simple frase que expresa la
sumisión de David a la dispensación de la Providencia. Su alma "deseó ver
a Absalom: porque estaba consolado acerca de Amnón que era muerto." Al
mitigarse con el andar del tiempo la acrimonia de su aflicción, sus
pensamientos se volvieron del hijo muerto al hijo vivo que se había desterrado
voluntariamente por temor al justo castigo de su crimen.
¡Y esto es una evidencia de que
el incestuoso y ebrio Amnón fue al morir llevado inmediatamente a la morada de
los bienaventurados, para ser purificado y preparado allí para la sociedad de
los ángeles inmaculados!
¡Fábula amena, por cierto,
muy apropiada para satisfacer el corazón carnal ¡Es la doctrina del mismo
Satanás y produce el efecto que él desea! ¿Es entonces de extrañar que con
tales enseñanzas la iniquidad abunde?
La conducta de este falso maestro
ilustra la de otros muchos. Desprenden de sus contextos unas cuantas palabras
de las Sagradas Escrituras, por más que en muchos casos aquéllos encierren un
significado contrario al que se les presta; y esos pasajes así aislados se
tuercen y se emplean para probar doctrinas que no tienen ningún fundamento en
la Palabra de Dios. El pasaje citado para probar que el borracho Amnón está en
el cielo, no pasa de ser una mera conjetura, a la que contradice
terminantemente la declaración llana y positiva de las Santas Escrituras de que
los dados a la embriaguez no poseerán el reino de Dios. (1 Corintios 6:10.
Y así es como los que dudan, los incrédulos y los escépticos convierten la
verdad en mentira. Y con tales sofismas se engaña a muchos y se los arrulla en
la cuna de una seguridad carnal. 595
SI FUESE CIERTO que las almas de todos los
hombres van directamente al cielo en la hora de la disolución, entonces bien
podríamos anhelar la muerte antes que la vida. Esta creencia ha inducido a
muchas personas a poner fin a su existencia. Cuando está uno anonadado por los
cuidados, por las perplejidades y los desengaños, parece cosa fácil romper el
delgado hilo de la vida y lanzarse hacia la bienaventuranza del mundo eterno.
*DIOS DECLARA
POSITIVAMENTE EN SU PALABRA que castigará a los transgresores de su ley. Los
que se lisonjean con la idea de que es demasiado misericordioso para ejecutar
su justicia contra los pecadores, no tienen más que mirar a la cruz del
Calvario La muerte del inmaculado Hijo de Dios testifica que "la paga del
pecado es muerte," que toda violación de la ley de Dios debe recibir su
justa retribución.
Te. 258, 259. Una Mayoría Con Dios. Ningún borracho
puede tener su nombre escrito en los libros del cielo. Resistid la tentación
con valor. En el nombre de Jesucristo de Nazaret, podéis aferraros del poder
divino. Cristo obrará en favor de cada uno de vosotros. La afición al tabaco
que se crea no tiene base en la naturaleza. Sin embargo, podéis ganar la
victoria. La maldición de Dios está sobre el que pasa la botella a los labios
de su prójimo. Decís que estamos en minoría. ¿No es mayoría Dios? Si estamos
del lado de Dios que hizo los cielos y la tierra, ¿no estamos del lado de la
mayoría? Tenemos a nuestro lado los ángeles que sobrepujan en fortaleza. Apartaos de las prácticas de este siglo
degenerado…
Necesitamos quedar libres y puros de las degradaciones de este mundo. "El que
venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro
de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus
ángeles". Cristo venció en nuestro lugar. Podemos vencer por el nombre de
Jesucristo de Nazaret. Cuando los redimidos entren por las puertas de la
ciudad, Jesucristo les dará la bienvenida a todos, y tendrán arpas de oro y
cantarán las glorias de Jesucristo, y vestirán mantos tejidos en los telares
del cielo que no tienen hebra alguna de procedencia humana en ellos. Queremos
ir al cielo, y Jesucristo tiene el propósito de que lo logremos si cooperamos
con él (Manuscrito 27, 1893).
11. DTG 471. El Salvador se
presenta ante Juan bajo los símbolos del "león de la tribu de Judá" y
de "un Cordero como inmolado." (Apoc. 5:5, 6.) Dichos símbolos
representan la unión del poder omnipotente con el abnegado sacrificio de amor.
El león de Judá, tan terrible para los que rechazan su gracia, es el Cordero de
Dios para el obediente y fiel. La columna de fuego que anuncia terror e ira al
transgresor de la ley de Dios, es una 471
señal de misericordia y liberación para los que guardan sus mandamientos. El
brazo que es fuerte para herir a los rebeldes, será fuerte para librar a los
leales. Todo el que sea fiel será salvo. "Enviará sus ángeles con gran voz
de trompeta, y juntarán sus escogidos de los cuatro vientos, de un cabo del
cielo hasta el otro." (Mat. 24:31.)
En comparación con los millones
del mundo, los hijos de Dios serán, como siempre lo fueron, un rebaño pequeño;
pero si permanecen de parte de la verdad como está revelada en su Palabra, Dios
será su refugio. Están bajo el amplio
escudo de la Omnipotencia. Dios constituye siempre una mayoría.
19-20. HAp 248.
EL APÓSTOL BOSQUEJÓ FRANCAMENTE el resultado de
volver de la vida de pureza y santidad a las prácticas corruptas del paganismo.
"No erréis escribió, que ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los
adúlteros, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los
maldicientes, ni los robadores, heredarán el reino de Dios."
LES
SUPLICÓ que dominaran las bajas pasiones 248 y apetitos. "¿O ignoráis que
vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo -les preguntó, el cual está en
vosotros, el cual tenéis de Dios?" 1 Cor. 6:9,10,19.
AUNQUE
PABLO POSEÍA ELEVADAS FACULTADES INTELECTUALES, su
vida revelaba el poder de una sabiduría aún menos común, que le daba rapidez de
discernimiento y simpatía de corazón, y le ponía en estrecha comunión con
otros, capacitándolo para despertar su mejor naturaleza e inspirarlos a luchar
por una vida más elevada. Su corazón estaba lleno de ardiente amor por los
creyentes corintios. Anhelaba verlos revelar una piedad interior que los
fortaleciera contra la tentación. Sabía que a cada paso del camino
cristiano se les opondría la sinagoga de Satanás, y que tendrían que empeñarse
diariamente en conflictos. Tendrían que guardarse contra el acercamiento
furtivo del enemigo, rechazar los viejos hábitos e inclinaciones naturales, y
velar siempre en oración.
PABLO
SABÍA QUE LAS MÁS VALIOSAS CONQUISTAS CRISTIANAS pueden
obtenerse solamente mediante mucha oración y constante vigilancia, y trató de
inculcar esto en sus mentes. Pero sabía también que en Cristo crucificado
se les ofrecía un poder suficiente para convertir el alma y divinamente
adaptado para permitirles resistir todas las tentaciones al mal. Con la fe en
Dios como su armadura, y con su Palabra como su arma de guerra, serían
provistos de un poder interior que los capacitaría para desviar los ataques del
enemigo.
LOS
CREYENTES CORINTIOS necesitaban una
experiencia más profunda en las cosas de Dios. No sabían plenamente lo que
significaba contemplar su gloria y ser cambiados de carácter en
carácter. No habían visto sino los primeros rayos de la aurora de esa
gloria.
EL
DESEO DE PABLO para con ellos era que
pudieran ser henchidos con toda la plenitud de Dios, que prosiguieran
conociendo a Aquel cuya salida se prepara como la mañana, y continuaran
aprendiendo de él hasta que llegaran a la plenitud del mediodía de una
perfecta fe evangélica. 249
HAp 452. LA RAZÓN POR LA CUAL MUCHOS EN
ESTE SIGLO no realizan mayores progresos en la
vida espiritual, es porque
interpretan que la voluntad de Dios es precisamente lo que ellos desean hacer. Mientras
siguen sus propios deseos se hacen la ilusión de que están conformándose a la voluntad
de Dios. Los tales no tienen conflictos
consigo mismos. Hay otros que por un tiempo tienen éxito en su lucha contra sus
propios deseos de placeres y comodidad. Son sinceros y fervorosos, pero se
cansan por el prolongado esfuerzo, la muerte diaria y la incesante inquietud.
La indolencia parece invitarlos, la muerte al yo es desagradable; finalmente
cierran sus soñolientos ojos y caen bajo el poder de la tentación en vez de
resistirla.
Las instrucciones formuladas en
la Palabra de Dios no dan 452 lugar para transigir con el mal. El Hijo de Dios
se manifestó para atraer a todos los hombres a si mismo. No vino para adormecer
al mundo arrullándolo, sino para señalarle el camino angosto por el cual todos
deben andar si quieren alcanzar finalmente las puertas de la ciudad de Dios.
Sus hijos deben seguir por donde él señaló la senda; sea cual fuere el
sacrificio de las comodidades o de las satisfacciones egoístas que se les
exija; sea cual fuere el costo en labor o sufrimiento, deben sostener una
constante batalla consigo mismos.
La mayor alabanza
que los hombres pueden ofrecer a Dios es llegar a ser medios consagrados por
los cuales pueda obrar. El tiempo pasa rápidamente hacia la eternidad. No
retengamos de Dios lo que le pertenece.
No le rehusemos lo que, aun
cuando no puede ser ofrecido con mérito, no puede ser negado sin ruina. El nos
pide todo el corazón; démoselo; es suyo, tanto por derecho de creación como de
redención. Nos pide nuestra
inteligencia; démosela, es suya. Pide nuestro dinero; démoselo, pues es suyo.
No sois vuestros, "porque comprados sois por precio." (1 Cor.
6:19,20.) Dios requiere el homenaje de un alma santificada, que, por el
ejercicio de la fe que obra por medio del amor, se haya preparado para
servirle. Sostiene ante nosotros el más alto ideal, el de la perfección. Nos
pide que nos manifestemos absoluta y completamente en favor de él en este
mundo, así como él está siempre en favor nuestro en la presencia de Dios.
"Porque la voluntad de Dios
-acerca de vosotros- es vuestra santificación." (1 Tes. 4:3.) ¿Es la
vuestra también? Vuestros pecados pueden aparecer ante vosotros como montañas;
pero si humilláis vuestro corazón, y los confesáis, creyendo en los méritos de
un Salvador crucificado y resucitado, os perdonará y limpiará de toda
injusticia. Dios demanda de vosotros una completa conformidad con su ley. Esa
ley es el eco de su voz que nos dice: Más santo, sí, más santo aún. Desead la
plenitud de la gracia de Cristo. Permitid que vuestro corazón se llene con un
intenso anhelo de su justicia, cuya obra, declara 453 la Palabra de Dios, es
paz, y su efecto quietud y seguridad para siempre.
Mientras vuestra alma suspire por
Dios, encontraréis más y más de las inescrutables riquezas de su gracia.
Mientras las contempléis, llegaréis a poseerlas y se os revelarán los méritos
del sacrificio del Salvador, la protección de su justicia, la perfección de su
sabiduría y su poder para presentaros ante el Padre "sin mácula, y sin
reprensión." (2Pedro 3: 14.) 454
Ministerio Hno. Pio
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