martes, septiembre 14, 2021

REFLEXIÓN 839. CONDENACIÓN DE IRREGULARIDADES: Litigio Ante Tribunales Seculares (1 CORINTIOS 6).

1 Corintios 6. LITIGIO ANTE TRIBUNALES SECULARES: Vers. (1-8) Los corintios no deben perturbar a sus hermanos denunciándolos ante los tribunales de los incrédulos. (9-14) Los injustos no heredarán el reino de Dios. (15-18) Nuestros cuerpos son miembros de Cristo, (19-20) y templos del Espíritu Santo; por lo tanto, no debemos mancharlos.

1 ¿Osa alguno de vosotros, cuando tiene algo contra otro, ir a juicio delante de los injustos, y no delante de los santos? 2 ¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas?

3 ¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida? 4 Si, pues, tenéis juicios sobre cosas de esta vida, ¿ponéis para juzgar a los que son de menor estima en la iglesia? 5 Para avergonzaros lo digo. ¿Pues qué, no hay entre vosotros sabio, ni aun uno, que pueda juzgar entre sus hermanos, 6 sino que el hermano con el hermano pleitea en juicio, y esto ante los incrédulos? 7 Así que, por cierto es ya una falta en vosotros que tengáis pleitos entre vosotros mismos. ¿Por qué no sufrís más bien el agravio? ¿Por qué no sufrís más bien el ser defraudados? 8 Pero vosotros cometéis el agravio, y defraudáis, y esto a los hermanos.

9 ¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, 10 ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. 11 Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios. 12 Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, más yo no me dejaré dominar de ninguna. 13 Las viandas para el vientre, y el vientre para las viandas; pero tanto al uno como a las otras destruirá Dios. Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo. 14 Y Dios, que levantó al Señor, también a nosotros nos levantará con su poder.

15 ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Quitaré, pues, los miembros de Cristo y los haré miembros de una ramera? De ningún modo. 16 ¿O no sabéis que el que se une con una ramera, es un cuerpo con ella? Porque dice: Los dos serán una sola carne. 17 Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él. 18 Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; más el que fornica, contra su propio cuerpo peca.

19 ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? 20 Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios. (1 Corintios 6).

1. ¿Osa alguno de vosotros? Pablo trata ahora otro grave error que había en la iglesia: los miembros que tenían pleitos iban ante los Jueces paganos en vez de arreglar sus dificultades entre ellos mismos. Una conducta tal era contraria a las enseñanzas de Cristo (ver Mat. 18:15-17) y, por lo tanto, no concordaba con la naturaleza del cristianismo. El sentimiento expresado en las palabras "¿osa alguno de vosotros?" denota sorpresa porque algún miembro de la iglesia se había atrevido a llevar a otro hermano ante un tribunal pagano para dar solución a un pleito. ¿No teméis -sugería el apóstol- exponer las debilidades de los miembros de la iglesia ante los que no aman al Señor?

Cuando tiene algo. Mientras estemos en este mundo de pecado habrá diferencias de opiniones, aun en la iglesia de Dios; esto es inevitable. Sin embargo, debe escogerse con cuidado el método correcto para arreglarlas, y manifestarse el debido espíritu cuando se procura tal arreglo. Las grandes diferencias de opinión en la iglesia indican que falta ese espíritu de unidad y amor por el cual oró Cristo poco antes de su crucifixión (ver Juan 17:11, 21-26).

Contra otro. Es obvio que se atribuye al demandante la responsabilidad de haber llevado el asunto ante los incrédulos, pues a él le correspondía elegir el tribunal ante el cual deseaba que se examinara su caso. "Otro" se refiere a un creyente, pues no era posible que los incrédulos fueran llevados ante la iglesia para ser juzgados. El tema se refiere a las dificultades entre los miembros de iglesia.

Injustos. Gr. ádikos, "inicuo", "injusto". El término se usa aquí en contraste con "santos", y se refiere a los que no son cristianos. No significa necesariamente que las decisiones de los tribunales paganos fueran siempre injustas, ni que no se pudiera tener nunca la esperanza de obtener justicia de ellos.

Los santos. Los judíos no permitían que sus disputas fueran presentadas ante los tribunales gentiles. Era una ley de ellos que las diferencias entre judíos fueran llevadas ante hombres aprobados, que tenían la misma fe y eran de su misma nación (ver Talmud Gittin 88b). Galión, el procónsul romano de Corinto, indudablemente conocía esto cuando rehusó escuchar las acusaciones de los judíos contra Pablo (Hech. 18:15). Los cristianos que iban con sus pleitos ante los tribunales paganos, al hacerlo admitían que la lealtad que manifestaban con la iglesia era inferior a la de las judíos.

El Señor mismo dio instrucciones acerca del procedimiento que se debía seguir para arreglar las dificultades entre los miembros de iglesia (Mat. 18:15-18). El hecho de que un hermano litigue contra su hermano, deshonra a la iglesia y disminuye el poder de Dios para guiar y regir a su pueblo en todos los asuntos de su vida (ver HAp 247).

2. ¿No sabéis? En otras palabras, ¿no habéis recibido la información que estoy por impartiros, o se han embotado de tal modo vuestros sentidos por apartamos de los principios correctos, que no percibís la verdad en este asunto? Hay quienes son extremadamente sensibles acerca de lo que les agrada llamar sus "derechos". Tales personas se ofenden fácilmente aun cuando no haya ningún propósito de ofenderlas. 

El amor al yo es la verdadera causa de su celo por sus derechos. Cuando el pecador arrepentido en realidad se entrega a Cristo, no procura más defender su yo, sino que continuamente se preocupa por cumplir con la voluntad de Dios. El orgullo es la raíz de la mayoría de las disputas que surgen en la iglesia, pero no hay lugar para el orgullo en el corazón de aquel que comprende la gran deuda que tiene con Jesús. 

El que verdaderamente se haya convertido en hijo de Dios estará alerta para ver qué puede hacer para ayudar a su hermano a lo largo del camino de la vida, antes que malgastar el tiempo albergando insultos y ofensas fruto de su imaginación (ver Isa. 57:15; Rom. 12:10; 15:1-3; Gál. 5:14; Fil. 3:7-8; com. Mat. 7:12; 18:1-35).

Juzgar al mundo. Una referencia al período que seguirá a la segunda venida de Cristo. Los santos ascenderán al cielo con Cristo en su segundo advenimiento (Juan 14:1-3; 1 Tes. 4:16-17), y ocuparán tronos y compartirán la autoridad y el poder de Jesús para juzgar y ejecutar juicio durante mil años (Apoc. 20:4; cf. com. Dan. 7:22). Los santos juzgarán a los ángeles caídos (1 Cor. 6:3) y a los seres humanos impenitentes que no hayan hecho la paz con Dios mediante Jesucristo. Esta obra se llevará a cabo durante esos mil años, que transcurrirán antes de que Cristo regrese con los santos a esta tierra (Apoc. 20:4,6).

El juicio de los impíos será un examen de los registros de sus vidas más la declaración del castigo que les corresponderá. Su destrucción ya ha sido determinada por su rechazo voluntario del ofrecimiento que Dios les hace de la salvación en Cristo, por cuyo rechazo deliberadamente han elegido la muerte eterna. El examen del registro de las vidas de los impíos hará que los justos puedan ver la justicia de Dios y lo correcto de su trato con aquellos que permanecieron rebeldes hasta el fin (Apoc. 15:3; CS 719; cf. 599-600).

¿Sois indignos? En vista de la parte que corresponderá a los santos en el juicio de los impíos, ¿no podrán acaso juzgar las diferencias que surgen en la iglesia sin exponer sus querellas ante los incrédulos? Las dificultades entre los miembros de la iglesia ciertamente debieran ser pequeñas en comparación con las de los impíos. Los creyentes, guiados por el Espíritu Santo, sin duda debieran ser competentes para tratar esos casos. Si un miembro de iglesia rehúsa aceptar el consejo de los hermanos cuando se llega a él en la forma descrita en Mat. 18:15-17, automáticamente se coloca fuera del círculo de los creyentes y debe ser tratado como un infiel (vers. 17). Si un miembro de iglesia permite que su fe decline hasta el punto en que deja de aferrarse a Cristo, y permite que su corazón rehuse obstinadamente una reconciliación con su hermano, no es digno de ser llamado cristiano. Debe ser considerado como uno que necesita convertirse. Es necesario trabajar con una persona tal con el espíritu de Jesús y hacer todo esfuerzo posible para traerla de vuelta al redil (ver Gál. 6:1; Heb. 12:12-15; Sant. 5:19-20).

Cosas. Gr. krit'rion, "tribunal", "juicio", o quizá "caso". En el vers. 4 se traduce "juicios".

3. Hemos de juzgar a los ángeles. Estos ángeles son sin duda los que se rebelaron en el cielo y fueron expulsados de allí junto con su caudillo, Satanás (Apoc. 12:7-9; 2 Ped. 2:4, Jud. 6), pues no hay razón para que sean juzgados los ángeles que no cayeron. Este juicio se efectuará durante los mil años mencionados (ver com. 1 Cor. 6:2).

Cuánto más. Hombres que fueron creados inferiores a los ángeles, pero que han sido elevados por la redención a una condición superior a la de los ángeles caídos, están bien capacitados para dictar fallos en cuanto a los asuntos de esta vida.

De esta vida.La cuestión de resolver problemas relacionados con asuntos terrenales es relativamente simple, en comparación con la responsabilidad de participar en la obra de juzgar lo que afecta el destino eterno de los ángeles caídos y los hombres impíos. Este sólo argumento es suficiente para probar que los santos deberían ser capaces de llegar a decisiones justas en cuanto a las diferencias que urgen entre miembros de la iglesia acerca e asuntos temporales.

4. Tenéis juicios. Es decir, cuando acudían a los tribunales para resolver asuntos de a vida diaria.

Ponéis. Gr. kathízÇ, "sentar", "establecer". Estas palabras pueden ser una pregunta (RVR), una afirmación (BJ). Teniendo en cuenta el contexto, especialmente el vers. 5, parece preferible considerar que es una interrogación. Parece haber un dejo de sarcasmo en la pregunta de Pablo, que podría ser parafraseada de esta manera: "¿Eligiréis como jueces a magistrados paganos, incrédulos, que o respetan al Dios verdadero y que son tratados con menosprecio por la iglesia?"

Es poco probable que se instruyera a la iglesia para que eligiera los miembros menos capacitados fin de que sirvieran como Jueces en las dificultades cotidianas que surgían entre los hermanos. En el vers. 5, el apóstol sugiere que la iglesia debiera elegir a un "sabio" para que se ocupara de tales situaciones. Para apreciar el consejo del vers. 4, es necesario conocer algo en cuanto a los tribunales paganos de los días de Pablo. Si bien la justicia romana merece su renombre por ser justa y eficaz, en los tribunales también había Jueces incorrectos; algunos de ellos eran personas disolutas, fácilmente sobornables. Es evidente que los cristianos no podían confiar en su juicio, y los de Corinto fueron reprochados por llevar sus casos ante esos hombres.

5. Para avergonzaros. Pablo se ha ocupado tan clara y enérgicamente de la situación de los pleitos entre los hermanos como le ha sido posible, para que los miembros de la iglesia sintieran vergüenza. Deseaba que comprendieran que no estaban dando un ejemplo de vida cristiana victoriosa ante los paganos. Los miembros de la iglesia deben mantener en sujeción sus sentimientos y deseos personales dando prioridad a las cosas que conciernen al bienestar de la iglesia. No debe permitirse que las diferencias entre los hermanos ensombrezcan el buen nombre de la iglesia.

Sabio. Los corintios se jactaban de su sabiduría e inteligencia, y se consideraban superiores a otras personas que los rodeaban; si era así, deberían haber encontrado a alguien de la iglesia capaz de pronunciar decisiones sabias y justas en cuanto a las diferencias entre los hermanos. Si su ciudad era tan refinada y culta como pretendían que lo era, sin duda era extraño que no pudieran nombrar a uno de los miembros de iglesia para que resolviera sus dificultades, en quien pudieran tener confianza los hermanos y cuyo juicio fuera aceptado por los litigantes. No es difícil captar la reprobación algo sarcástica a la cual recurre Pablo.

6. El hermano pleitea. Ver com. vers. 1. Era suficiente malo que los hermanos disputaran hasta el punto de que no pudieran reconciliarse y tuvieran que llevar sus pleitos a los tribunales; pero aún era peor que acudieran a un tribunal compuesto por "incrédulos". Esto demostraba claramente que los creyentes habían perdido la visión de su elevada y santa vocación como hijos e hijas del Creador del universo (ver Heb. 3:1; 1 Juan 3:1-2). Permitían que el viejo, pecaminoso e impío corazón hiciera valer sus derechos y exigiera compensaciones por alguna ofensa recibida, en vez de ensalzar a Cristo, olvidando sus diferencias y cubriendo todo con discreto amor (ver Prov. 10:12; 17:9; 1 Cor. 13:4; 1 Ped. 4:8).

Incrédulos. Gr. ápistos, "sin fe", "desleal", "incrédulo". En el vers. 1 se los llama "injustos", es decir, inicuos. Los que no tienen fe en el único Dios verdadero y que debido a su falta de conocimiento de Dios y de los principios de su reino, no comprenden ni practican lo que es recto, no son personas adecuadas para arbitrar en las diferencias entre los hermanos en Cristo. Por lo tanto, es inexcusable que los creyentes ventilen sus agravios ante esos "incrédulos". Este principio es tan aplicable hoy día como lo fue en el tiempo de Pablo. Siempre es una vergüenza que los hijos de Dios se aparten del plan divino para el ajuste de sus diferencias y busquen la dirección de los incrédulos (ver 2JT 83-84).

7. Falta. Gr. hétt'ma, "derrota", "fracaso". El proceder de los cristianos de Corinto era una derrota para ellos. Las diferencias personales con frecuencia son causadas por la antigua naturaleza carnal que debiera haber sido crucificada con Cristo cuando el pecador se convirtió (ver Gál. 2:20; 3:27).

Esos impulsos deben ser reprimidos inmediatamente. Desafortunadamente con frecuencia no son eliminados inmediatamente, sino que se permite que se conviertan en resentimientos, orgullo herido y un impío deseo de venganza. Se interrumpe la relación con Dios, y el alma se aleja de Aquel que es su fuente de paz. Cuando los cristianos entran en pleitos entre sí, demuestran que han perdido la tolerancia mutua, la paciencia y el amor que son los motivos guiadores de los corazones de los verdaderos seguidores del Maestro. La oración de Cristo para que exista perfecta unidad entre sus seguidores (Juan 17:11, 21-23) claramente les prohíbe que permitan que sus sentimientos egoístas se conviertan en querellas que hacen necesaria una solución ante los tribunales.

Sufrís más bien. Pablo ha estado presentando la forma cristiana en la cual un miembro de iglesia debe procurar justicia cuando sabe que el que le ha perjudicado también es miembro de la iglesia. No es un pecado esforzarse por lograr lo que con justicia nos pertenece; por ejemplo, que un obrero reclame que su empleador le pague el salario que legítimamente ha ganado. Pero como Pablo ha declarado, el mal está en presentarse ante los tribunales seculares en busca de un fallo judicial por diferencias entre los hermanos. Los miembros de la iglesia dependen de la autoridad de ésta y deben recurrir a ella para que resuelva sus diferencias.

Si un miembro trae un asunto ante la iglesia y ésta da su fallo, debiera estar dispuesto a aceptar ese fallo, aunque no este satisfecho con él. Que uno se presente ante la iglesia en busca de un fallo, pero con la reserva mental de que lo aceptará sólo si le es favorable, es ser culpable de no proceder en armonía con el propósito evidente del consejo de Pablo.

Si un miembro ha presentado un pleito ante la iglesia y ésta declina ejercer su deber judicial, entonces para él se han agotado las posibilidades del procedimiento que aquí bosqueja Pablo. Lo que haga desde ese momento en adelante depende de su propia conciencia. Los dirigentes cristianos nunca han creído que debieran declarar que un feligrés es pecador ante Dios porque en circunstancias como estas se presenta su caso ante un tribunal secular.

Sin embargo, la esencia de la enseñanza cristiana sugiere que sería mucho mejor que un miembro de iglesia sufra paciente y silenciosamente insultos, injurias o perjuicios de parte de otro feligrés antes que buscar justicia llevando el asunto a los tribunales.

 El ejemplo de Jesús es suficiente para todo cristiano consagrado.

El salvador fue tratado más injustamente que cualquier otro, pero el registro dice que "no abrió su boca" (Isa. 53:7; cf. Mat. 27:12). El espíritu de desquite y justificación propia es una negación directa de Cristo, y todos los que lo fomentan se colocan entre aquellos de los cuales dijo Jesús: "también le negaré delante de mi Padre" (Mat. 10:33; cf. Mar. 8:38; 2 Tim. 2:12). 

El señor enseña a sus hijos a que estén dispuestos a sufrir injusticias con paciencia y sin quejarse (ver Prov. 20:22; Mat. 5:39-41; Rom. 12:17, 19-21; 1 Tes. 5:15). 

Los perjuicios y sufrimientos de un feligrés serían un mal menor que el daño que sufriría la iglesia debido a pleitos entre los hermanos en Cristo ante los tribunales civiles. Los cristianos deben amar la causa de su Salvador más que sus propios intereses personales. Deben preferir que no sea perjudicada o estorbada la causa de Cristo antes que evitarse ellos mismos una pérdida.

Ser defraudados. "Dejaros. . .despojar" (BJ). Gr. aposteréÇ, "robar", "privar de", "despojar". Ya fuera que se tratará de un insulto personal o de la pérdida de posesiones materiales, Pablo aconseja que es mejor que un miembro de iglesia permita que se lo despoje injustamente de propiedades, o que sufra debido a falsedades, antes que exponer ante los "incrédulos" las dificultades que tiene con otro hermano en Cristo (ver com. Mat. 5:10-12; cf. 1 Ped. 4:14).

8. Los hermanos. Su mal proceder no estaba limitado a su trato con los incrédulos; también procedían con engaño e injusticia en su trato mutuo dentro de la iglesia. 

El fraude y la injusticia siempre son malos, no importa quién cometa esos pecados; pero son especialmente detestables cuando se practican entre los miembros de la iglesia. En tal caso la falta parece agrandarse porque revela ausencia de amor y de respeto hacia aquellos que debieran ser considerados con particular afecto y estima. Cuando un miembro de iglesia se rebaja a cometer actos de injusticia y maldad con sus hermanos en Cristo, es porque ha perdido su amor por Dios y los hermanos.

9. ¿No sabéis? La forma de la pregunta en griego pide una respuesta afirmativa: "Ciertamente, lo sabéis". ¿Os habéis apartado tanto de las enseñanzas del evangelio y de los principios de rectitud que no comprendéis que no hay lugar en el cielo para cualquiera que es culpable de éstas cosas?

Injustos. El que procura beneficiarse a expensas de sus hermanos no entrará en el reino de Dios. Su carácter codicioso, egoísta y ambicioso es diametralmente opuesto al abnegado y humilde amor que caracteriza a los habitantes del paraíso.

No heredarán. El reino de Dios es presentado en varios textos como una herencia (Mat. 19:29; 25:34; Luc. 10:25; 18:18; 1 Cor. 15:50; Efe. 1:11,14; Heb. 11:9-10). Se advierte a los injustos que anhelan tanto obtener posesiones materiales, hasta el punto de estar dispuestos a desprestigiar a la iglesia llevando a sus hermanos ante los tribunales civiles, que por hacer esto se están privando de una herencia eterna mucho más valiosa que cualquier riqueza natural.

El reino de Dios. Puede aplicarse al reino de la gracia, aquí y ahora, y también el reino de la gloria que se establecerá cuando Jesús vuelva (ver com. Mat. 3:2; 4:17; 5:3). Un injusto no es un súbdito idóneo para ninguno de estos dos reinos. Quien espera vivir en el reino de la gloria en el futuro, naturalmente procurará que su vida, mediante la gracia divina, armonice con los principios que rigen en ese reino.

No erréis. "¡No os engañéis!" (BJ, NC). "No os forjéis ilusiones" (BC). El pecado ciega a los que lo practican, a tal punto que con frecuencia parecen no comprender que están haciendo mal; o si lo comprenden, sus sentidos están tan embotados y oscurecidos por la complacencia en el mal, que da la impresión que no se dan cuenta del peligro que los amenaza (ver Jer. 17:9; Mat. 13:14-15; 2 Cor. 3:14; 4:4). La familiaridad con el pecado frecuentemente hace que los hombres pierdan de vista su verdadera naturaleza y que sean inducidos a creer que pueden vivir transgrediendo la ley de Dios, y al mismo tiempo esperar confiadamente que serán salvos. Dios presenta con claridad que no puede haber transigencia entre el pecado y la rectitud, y que cualquiera que se aferra al pecado cosechará la retribución de esa necedad que revela poca visión (ver Prov. 14:9; Gál. 6:7-8; DMJ 78-79). Los creyentes de Corinto no podían fomentar mala voluntad hacia sus hermanos hasta el punto de demandarlos ante los tribunales de los incrédulos y, sin embargo esperar ser salvos.

Ni los fornicarios. Los vers. 9 y 10 presentan una lista de vicios que eran comunes entre los paganos de Corinto. La fornicación se presenta primero debido quizá al flagrante caso de incesto (cap. 5:1).

Idólatras. Se enumera la idolatría con un grupo de pecados derivados de la sensualidad, porque entre los paganos el desenfreno sexual con frecuencia se relaciona con la adoración de ídolos. Otra razón para incluir la idolatría en la lista de horribles pecados de inmoralidad podría ser porque el libertinaje se centra claramente en el abuso sexual del cuerpo humano, y se puede decir que los que lo practican convierten en un ídolo el medio por el cual complacen su propia concupiscencia.

Adúlteros. Ver com. Mat. 5:27-32.

Afeminados. Gr. malakós, que básicamente significa "de naturaleza suave", "delicado", o "tierno". Cuando se usa en relación con términos que indican algún vicio carnal, tales como los del vers. 9, se aplica a homosexuales, y más particularmente, a los que se entregan para ser usados con propósitos inmorales.

Los que se echan con varones. Gr. arsenokóites, otro término que describe a los homosexuales. "Homosexuales" (BJ); "sodomitas" (BC; NC).

La lista de los pecados enumerados en los vers. 9 y 10 incluye la mayoría de los pecados comunes de la carne (ver Gál. 5:19-21; Efe. 5:3-7). Si alguien persiste en fomentar cualquiera de éstos malos hábitos, será excluido del reino de Dios. El que vive esclavizado por los pecados de la carne, no sólo renuncia a su oportunidad de participar de la gloriosa herencia de los santos, sino que transmite a sus descendientes un legado de debilidad física y espiritual (ver CRA 50, 140; Te 155; 3SG 291; 1JT 102).

10. Ladrones. Gr. Klépt's (ver com. Juan 10:1).

Maldicientes. O "ultrajadores" (BC; BJ). Ver com. cap. 5:11.

11. Algunos. Los corintios habían participado de estos vicios antes de su conversión.

Lavados. Es decir, lavados del pecado. El bautismo es la señal externa, el reconocimiento o la ratificación de la experiencia íntima de la eliminación del pecado que se ha efectuado en el pecador arrepentido.

 El lavamiento mencionado en este versículo es el milagro de la regeneración experimentado por la persona cuyos pecados han sido perdonados y lavados por la sangre de Cristo, en cuyo sacrificio expiatorio el pecador ha puesto su fe (ver Mat. 26:28; Efe. 1:7; Heb. 9:14,22; 1 Juan 1:7,9; Apoc. 1:5). 

Aunque un hombre haya sido contaminado y corrompido por los pecados más envilecedores, puede hallar completa salvación en Jesús. Cuando una persona tal se arrepiente y clama al señor en busca de liberación, sucede un grandioso milagro en su vida, es transformada por el Espíritu Santo y se convierte desde ese momento en una agradecida seguidora de Cristo, humilde y sincera (ver Rom. 7:24-25; 8:1-4, 11; 12:1-2).

Santificados. Gr. hagiázÇ (ver com. Juan 17:11,17). Los creyentes de Corinto habían sido llamados a salir del mundo para servir a Dios; habían sido "lavados" y convertidos en aceptables ante el Padre mediante la fe en la sangre purificadora de su hijo. 

Cuando los pecados han sido perdonados, el Espíritu Santo comienza la obra de desarrollar en la vida del creyente un carácter semejante al de Cristo. Este proceso de santificación es un continuo crecimiento en la gracia y el conocimiento de Dios (ver 1Tes. 4:3; 2 Tes. 2:13; CS 522).

Justificados. Es decir, reconocidos como libres de culpa, absueltos, tenidos por inocentes (ver com. Rom. 4:8). Este es el cuadro que presenta ante Dios el creyente arrepentido que ha confesado sus pecados en el nombre de Cristo. La justificación es posible porque la fe del creyente le es contada como justicia (ver com. Rom. 3:24-26; 4:3,5).

El Padre contempla al pecador convertido, ve la hermosa vestidura de la justicia de Cristo con la cual ha sido cubierto el pecador arrepentido, y no los harapos manchados de pecado de la vida corrupta del pecador. Esta maravillosa transacción ha sido posible por la muerte expiatorio de Jesús (ver Rom. 5:19; 2 Cor. 5:17-19, 21; Heb. 9:15; 1 Ped. 2:24; CC 62-63). En vista de que el Espíritu Santo obra esta transformación del pecado a la justicia, los creyentes están bajo la obligación moral de vivir siempre vidas de continua entrega a la voluntad del Señor.

12. Todas las cosas. Esta expresión no debe ser entendida en sentido absoluto, pues con seguridad no se incluyen los males morales como los que están enumerados en los vers. 9 y 10. Pablo se está refiriendo a las prácticas que no son malas en sí mismas. El cristiano está en libertad de participar en cualquier actividad que corresponda con el plan de vida instituido por Dios como el que es más conveniente para la humanidad. Puede hacer todo lo que esté en armonía con la voluntad de Dios como se presenta en su Palabra. Dios no se contradice. No pasa por alto algo que ha ordenado hacer. Nadie es libre de hacer lo que él prohibe.

El cristiano está en libertad de hacer lo que desee si se halla en armonía con la voluntad de Dios; pero hay una condición que se debe tener en cuenta: no debe hacer nada que pueda ser motivo de tropiezo para otro. Jesús resumió todo lo que es lícito que hagan sus seguidores en su respuesta a la pregunta hecha por el intérprete de la ley (Mat. 22:36-40). Los principios que gobiernan la vida del verdadero cristiano son el amor a Dios y el amor al prójimo. El cristiano está en plena libertad de hacer cualquier cosa que desee si no contradice estos dos principios guiadores (cf. 1 Cor. 10:23).

Lícitas. En el vers. 12 hay un juego de palabras difícil de reproducir, con esta palabra, (éxestin) y la flexión verbal exousíasthésomai, que se deriva del primer vocablo. La siguiente es una traducción aproximada: "Todas las cosas están en mi poder, pero no seré puesto bajo el poder de ninguna" (Vincent). Evidentemente se trata de un proverbio.

Convienen. Gr. sumférÇ, "reunir", "ser útil", "aprovechar". Ver com. cap. 10:23. En cuanto a ejemplos de limitaciones en la libertad cristiana, ver com. Rom. 14.

No me dejaré dominar. Mejor "no me pondré bajo el poder".

De ninguna. Es decir, de cosa alguna. En la segunda mitad del versículo se repite el argumento de que el cristiano está en libertad de hacer todas las cosas, pero se añade otra condición que limita esa libertad. Una persona equilibrada no se dejará esclavizar por aquello que está en libertad de hacer, sino que ejercerá dominio propio y será mesurada en todas las cosas. No cultivará un hábito que pueda dominar su voluntad o interferir en forma alguna con su dedicación al servicio de Dios (cf. cap. 9:27). 

Hay una cantidad de prácticas que el creyente consagrado está en libertad de hacer, pero no es sabio que él se ocupe de cosa alguna que pueda estorbar el progreso de la obra de Dios. No debe hacerse nada que cause tropiezo al que está buscando la verdad, aun cuando ese acto pueda ser completamente inofensivo en sí mismo (ver Rom. 14:13; 1 Cor. 8:9; cf. 9T 215).

13. Viandas. Gr. brÇma, alimento, sin especificar clase. Dios proporciona el alimento para el uso de los seres humanos e hizo sus estómagos para digerirlos, y todos tienen derecho a satisfacer su apetito de alimentos. 

Sin embargo, aunque Dios ha dado al hombre el apetito y le proporciona los medios para satisfacerlo, el cristiano no está en libertad de comer cualquier cosa que desee su apetito. Está bajo la obligación de recordar que ha sido comprado por la sangre de Cristo, y que es su deber conservar su cuerpo en la mejor condición posible (ver 1 Cor. 6:20; 1 Ped. 1:18-19; Apoc. 5:9; CH 41).

Destruirá. "Dejar inactivo", "hacer ineficaz", "abolir", "destruir". Los creyentes no deben colocar en primer lugar lo que será destruido, sino que se preparan para la vida eterna cultivando un carácter que pueda ser aprobado por Dios. Los que anhelan tener mente clara y cuerpo sano son temperantes. Comer en exceso, aun de la mejor clase de alimentos, impide que uno disfrute de buena salud y también interfiere con la comprensión y el aprecio de las verdades espirituales. El que conoce el gozo de la comunión con Dios no permite que sus facultades mentales y espirituales sean nubladas por la glotonería en el consumo de alimentos (cf. cap. 9:27). Los hombres deben estar agradecidos por lo que Dios les proporciona para satisfacer las necesidades alimentarías del cuerpo. Por lo tanto, deben comer inteligentemente para obtener energía, servir con eficacia al Señor y cumplir con sus deberes en este mundo.

No es para la fornicación. El estómago tiene la función de digerir los alimentos, pero el cuerpo no ha sido hecho para el libertinaje sino que debe ser consagrado al servicio del Señor. El resto de este capítulo se dedica al tema de la inmoralidad, mal al que estaban especialmente expuestos los corintios.

Los creyentes comprendían sin duda la maldad del libertinaje, pero vivían entre gente que no sólo lo practicaba sino que aun lo consideraba como parte de su vida normal (cf. Núm. 25:1-8; Apoc. 2:14); por lo tanto, las Escrituras presentan fuertes argumentos contra ese pecado. La obediencia a esta instrucción, (1) los protegería contra la tentación, (2) los capacitaría para oponerse con eficacia a los que la defendían, y (3) definiría los aspectos morales del problema sobre una base firme.

El tema que se presenta en esta epístola es el siguiente: El hombre fue creado a la imagen de Dios (Gén. 1:27), para la gloria divina (ver 1 Cor. 6:20; Apoc. 4:11), para reflejar la imagen divina (ver Efe. 4:13; PE 71) y para demostrar el poder de Dios (ver 1Ped. 2:9; 4:14); por lo tanto, el cristiano está obligado a mantener su cuerpo sin contaminación para que sea una ofrenda adecuada que pueda presentarse ante el Señor (Rom. 12:1).

Es indudable que había quienes argüían en favor de que existe un paralelo entre el uso de alimento por parte del estómago y el oro del cuerpo para la complacencia sensual. 

Sin embargo, aunque el propósito de Dios es que el estómago se use para digerir el alimento y debe recibir ese alimento en forma regular para funcionar bien, el cuerpo no fue hecho para la complacencia de los deseos sensuales, sino para el Señor (ver 1 Cor. 6:15; Efe. 5:23, 29-30). Este es el primero de los argumentos de Pablo contra la impureza (ver com. 1 Cor. 6:14-15, 18-19).

14. Levantó al Señor. Ver Mat. 28:1-6.

También. . . levantará. Este versículo presenta el segundo argumento contra la impureza (ver com. vers. 13). Mediante la fe los creyentes están unidos a Cristo, a quien Dios levantó de los muertos con un cuerpo glorificado. Los santos resucitados tendrán cuerpos glorificados semejantes al de Cristo (ver Fil. 3:21). Como (1) los redimidos serán resucitados por el poder de Dios, (2) sus cuerpos serán inmaculadamente puros y santos como el cuerpo glorificado de Cristo, (3) y como esto se efectuará por el poder de Dios, no es correcto que el cuerpo sea entregado a prácticas de corrupción moral y a la complacencia de los apetitos.

Dar rienda suelta al libertinaje es algo completamente indigno de los santos, pues pertenecen al Salvador puro y santo que fue resucitado de entre los muertos y nos ha resucitado para que caminemos en novedad de vida (ver Rom. 6:1-13); y también es indigno debido a la gloriosa verdad de que los cuerpos de los creyentes serán resucitados en una perfecta y eterna pureza. La compresión plena de la unión de los santos con el inmaculado Salvador resucitado y la esperanza que tienen ellos de ser revestidos de pureza inmortal, debe ser más poderosa que ninguna otra razón para apartarlos del degradante pecado del libertinaje en todas sus formas.

15. Miembros de Cristo. La iglesia es el cuerpo de Cristo, él es la cabeza del cuerpo, y los creyentes son, individualmente, los miembros de ese cuerpo (ver 1 Cor. 12:27; Efe. 1:22-23; 4:12-13, 15-16; 5:30). Los creyentes están íntima y vitalmente unidos con Cristo como la mano o el pie lo están con el cuerpo. Así como los miembros del organismo están regidos y conducidos por la cabeza para la ejecución de sus respectivas funciones, así también los creyentes reciben de Jesús -cabeza espiritual- la dirección y la fuerza para cumplir sus deberes cristianos.

En este versículo se presenta el tercer argumento contra el libertinaje (cf. com. vers. 13-14): los cristianos deben estar unidos a Jesús, por lo tanto es inadmisible que contaminen con inmoralidad a los miembros de Cristo. El Señor es completamente puro, y sus verdaderos seguidores, como están unidos a él, deben ser puros como lo es él; y los que esperan encontrarse con él en su segunda venida continuamente procurarán conservar esa pureza (ver 1 Juan 3:3).

¿Podría Un Verdadero Cristiano Entregar Para Un Uso Tan Vil Lo Que Pertenece A Cristo?

Los cristianos responden a una elevada y santa vocación, y no pueden aceptar las bajas normas del mundo incrédulo como norma para su comportamiento (ver Fil. 3:14; 1 Tes. 1:4; 2 Tim. 1:9; Heb. 3:1). El creyente está bautizado "en Cristo" (Gál. 3:27) y se convierte en un miembro de Cristo, y se espera que mantenga esa sagrada relación guardando su cuerpo íntegramente consagrado al Señor.

De ningún modo. Ver com. Rom. 3:4,31. Esta expresión manifiesta intensamente la esperanza de que nunca suceda algo mencionado en las anteriores declaraciones. Esta frase se encuentra 15 veces en el NT, y 14 de ellas están en los escritos de Pablo. "De ningún modo" demuestra la aversión del apóstol ante el solo pensamiento de que los miembros de Cristo sean separados de él y se conviertan en "miembros de una ramera".

16. Se une. Un hombre y su esposa son uno en su matrimonio, en una unión correcta y santa (Gén. 2:24); pero un hombre y una mujer también se convierten en uno al cometer fornicación, una relación ilegítima y no santificada. La unión de los sexos es santa únicamente cuando se efectúa de acuerdo con la ley de Dios. Los creyentes corintios no cuestionaban la afirmación de que eran miembros de Cristo, pero sí ponían en duda que mediante la fornicación perderían su encumbrada condición y se harían miembros de una ramera. Quizás dirían que esto era una exageración en cuanto al efecto de una caída moral. Pero el razonamiento de Pablo, basado en las Sagradas Escrituras, no podía ser refutado con éxito.

17. Al Señor. En los vers. 16 y 17 hay un contraste; se presentan dos condiciones completamente opuestas, que se excluyen entre sí. El que ama al Señor y confía en él, se une a su Señor en todo. Rechaza activamente todo lo que desagrada a Dios, y sólo acepta lo que está en armonía con la voluntad divina. Esta unión suya con Cristo es una actividad continua y se convierte en su interés predominante. 

El acto de fornicación, por el cual el cuerpo se une a una ramera, es transitorio; pero degrada el carácter. Aunque la unión es física, coloca a los que participan de ella en un nivel moral sumamente bajo. Pero la unión con Cristo eleva al creyente al máximo nivel moral y espiritual. Tiene el propósito de ser una unión permanente, en la cual los pensamientos de Jesús se convierten en los del creyente, quien de ese modo se une completamente con la voluntad de Dios. Desea únicamente ser el instrumento mediante el cual la voluntad de Dios se exprese en pensamientos, palabras y actos humanos (ver PVGM 253).

Esta unión con el Señor, descrita aquí por Pablo, es otra forma de definir la justificación por la fe. Es una hermosa afirmación de la misteriosa transformación que tiene lugar en el pecador cuando eleva los ojos a Cristo y por la fe se aferra de la promesa que se halla en Jer. 31:33-34. Jesús describe esta unión con la figura de la vid y sus pámpanos (ver com. Juan 15:1, 4-5). El creyente no pierde su identidad y personalidad, sino que se une a Cristo en una forma tal, que tiene los mismos pensamientos de Cristo, anhela las cosas que él desea y hace las mismas cosas que haría su Maestro si estuviera en la tierra. Esta experiencia también es comparada con la unión matrimonial (ver Efe. 5:22-33). La unión de un hombre y una mujer en el matrimonio debiera ser considerada como sagrada e inmutable. La unión entre Cristo y el creyente es más íntima, rica, pura y completa que lo que puede ser cualquier matrimonio terrenal.

18. Huid. El tiempo del verbo en griego indica continuidad: "seguid huyendo", "huid siempre". No os detengáis para discutir con el tentador cuando os invite con cualquier práctica a complacemos en la inmoralidad. Es peligroso vacilar y argüir con la conciencia. Lo único seguro es una fuga decidida e inmediata para apartamos de la tentación (ver CH 587).

Esta orden de no intentar detenerse para discutir con la tentación a la impureza, sino apartarse y huir de ella, no puede ser desobedecida impunemente. La tentación a la fornicación con frecuencia puede ser tan sutil, que sólo se está a salvo huyendo de ella. Sólo se está libre de la corrupción cuando no se da cabida a un pensamiento inmoral; sólo hay seguridad cuando se aparta la mirada de cualquier objeto que pudiera sugerir un pensamiento impuro (ver 2 Sam. 11:2-4; Job 31:1; Prov. 6:23-26; Mat. 5:27-29). No hay otra forma de evitar la contaminación de la fornicación, sino la que presenta Pablo. José demostró la importancia de huir de este mal (ver Gén. 39:7-12; 2JT 237). Muchas personas se librarían de lágrimas, remordimientos, pobreza, necesidad, enfermedades y calamidades permanentes, si sólo prestaran atención a estas palabras: "Huid de la fornicación".

Fornicación. Gr. ponéia, término general que se aplica a todas las formas de relaciones sexuales ilícitas.

Fuera del cuerpo. El significado exacto del contraste que aquí se presenta no es claro, pero es evidente el sentido general. Ningún pecado mancilla el cuerpo como la fornicación; ningún pecado tiene su origen dentro del cuerpo en la misma terrible forma como la fornicación. Pablo presenta aquí el cuarto argumento contra el libertinaje (cf. com. vers. 13-15).

El efecto más inmediato de los pecados como el robo, la falsedad, la codicia, está en la mente; pero la impureza afecta directamente al cuerpo. Aunque los excesos como la embriaguez y la glotonería son pecados que se cometen en el cuerpo y por el cuerpo, se introducen en éste desde afuera; pero cuando se comete fornicación se usa el cuerpo como instrumento directo del crimen. Este abominable pecado es particularmente odioso porque disturba la bella y simbólica unidad del matrimonio. Dios quiere que el matrimonio sea la unión de un hombre y una mujer, que dure toda la vida y que nada pueda interrumpirla (ver Gén. 2:23-24; Rom. 7:2-3), unión que representa la que hay entre Cristo y su iglesia (Efe. 5:25-32). Ver com. Mat. 5:28-32; 19:5-9.

19. Templo. Gr. naós (ver com. cap. 3:16). Este es el quinto argumento contra la inmoralidad (cf. com. cap. 6:13-15, 18). Si los cuerpos de los creyentes son santuarios sagrados del Espíritu Santo, no deben ser contaminados por este pecado. Como nuestros cuerpos "son miembros de Cristo" (vers. 15) y "templos del Espíritu Santo" que Dios nos dio (Juan 14:16-17), cada pecado que es cometido contra nuestro cuerpo es un pecado contra nuestro Hacedor y contra el Espíritu Santo.

No sois vuestros. Este es el sexto argumento contra la fornicación (cf. com. vers. 13-15, 18-19). El hombre no es dueño de sí mismo; no tiene derecho a usar sus facultades de acuerdo con los deseos e impulsos de su cuerpo pervertido. Él es propiedad de Dios por creación y redención. El hombre está obligado a vivir mental, física y espiritualmente como Dios ordenara para la gloria del nombre divino y no para la complacencia de los deseos carnales. El hombre convertido es, ciertamente, un esclavo voluntario de Jesucristo (ver com.  Rom. 1:1; 6:18); sólo vive para complacer a su Maestro.

20. Precio. Dios asigna a la raza humana un valor muy alto, según se deduce del precio infinito que pagó por la redención del hombre. Ese hecho revela la importancia de cada ser humano. Jesús habría venido a la tierra y dado su vida si hubiera habido sólo un pecador (ver Mat. 18:12-14; MB 261). El pecador redimido, comprado por un valor infinito, está moralmente obligado a vivir solamente para Dios, a obedecer todas sus órdenes y a "huir" de toda forma de libertinaje (ver 3JT 339; CS 528).

En vuestro cuerpo. Debido a que los hombres han sido redimidos de la muerte eterna, su deber es hacer todo lo que puedan para mantener su cuerpo en la mejor condición, de modo que puedan glorificar a Dios hasta el máximo sirviéndole en forma aceptable (ver CH 40-41, 73-74).

Si se quiere cuidar inteligentemente el cuerpo es necesario tener una comprensión de la fisiología, de la anatomía y de las leyes de la salud (ver CH 38; FE 321; PVGM 282). Los seguidores de Cristo no permitirán que sus apetitos y deseos carnales los dominen, sino que harán que sus cuerpos sirvan a mentes regeneradas que constantemente están dirigidas por la sabiduría divina (ver Rom. 6:13; 12:1; 1 Cor. 9:25, 27; HAp 250; MC 92; CH 622).

Espíritu. La evidencia textual (cf. p. 10) tiende a confirmar la omisión de las palabras "y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios". Las omiten la BJ, BC y NC. El énfasis de Pablo en este capítulo recae especialmente sobre la consagración del cuerpo. (6CBA).

COMENTARIOS DE EGW

1-9. HAp 246. OTRO GRAVE MAL QUE SE HABÍA LEVANTADO EN LA IGLESIA era que los hermanos recurrían a la ley unos contra otros. Se había hecho abundante provisión para el arreglo de las dificultades entre creyentes. Cristo mismo había dado instrucción clara en cuanto a cómo debían ser resueltos esos asuntos.

"Si tu hermano 246 pecare contra ti ­ había aconsejado el Salvador, ­ ve, y redargúyele entre ti y él solo: si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aun contigo uno o dos, para que en boca de dos o de tres testigos conste toda palabra. Y si no oyere a ellos, dilo a la iglesia: y si no oyere a la iglesia, tenle por étnico y publicano. De cierto os digo que todo lo que ligareis en la tierra, será ligado en el cielo; y todo lo que desatareis en la tierra, será desatado en el cielo." (Mat. 18:15-18.)

A LOS CREYENTES CORINTIOS que habían perdido de vista este claro consejo, Pablo les escribió en términos precisos de amonestación y reproche. "¿Osa alguno de vosotros ­ preguntó, ­teniendo algo con otro, ir a juicio delante de los injustos, y no delante de los santos? ¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas? ¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿cuánto más las cosas de este siglo? Por tanto, si hubiereis de tener juicios de cosas de este siglo, poned para juzgar a los que son de menor estima en la iglesia. Para avergonzaros lo digo. ¿Pues qué, no hay entre vosotros sabio, ni aun uno que pueda juzgar entre sus hermanos; sino que el hermano con el hermano pleitea en juicio, y esto ante los infieles? Así que, por cierto es ya una falta en vosotros que tengáis pleitos entre vosotros mismos. ¿Por qué no sufrís antes la injuria? . . . Empero vosotros hacéis la injuria, y defraudáis, y esto a los hermanos. 

¿No sabéis que los injustos no poseerán el reino de Dios?"

SATANÁS Está Tratando Constantemente De Provocar Desconfianza, desunión, malicia entre el pueblo de Dios. Seremos a menudo tentados a sentir que se pisotean nuestros derechos, aun cuando no haya causa real para tales sentimientos.

AQUELLOS cuyo amor propio sea más fuerte que su amor por Cristo y su causa, darán la primacía a sus propios intereses y recurrirán a casi cualquier medio para protegerlos y conservarlos.

AUN MUCHOS que parecen ser cristianos concienzudos son impedidos por el orgullo y la estima propia de ir privadamente a aquellos 247 a quienes consideran en error, para hablar con ellos con el espíritu de Cristo y orar juntos el uno por el otro.  Al creerse perjudicados por sus hermanos, algunos recurrirán hasta a un juicio en lugar de seguir la regla del Salvador.

LOS CRISTIANOS NO DEBERÍAN RECURRIR A LOS TRIBUNALES CIVILES para arreglar las diferencias que puedan levantarse entre los miembros de la iglesia. Tales diferencias deberían arreglarse entre ellos mismos, o por la iglesia, de acuerdo con la instrucción de Cristo. Aunque pueda haberse cometido una injusticia, el seguidor del manso y humilde Jesús sufrirá que se le defraude antes que exponer al mundo los pecados de sus hermanos de la iglesia.

LOS PLEITOS ENTRE HERMANOS son un oprobio para la causa de la verdad. Los cristianos que recurren a la ley unos contra otros exponen a la iglesia al ridículo de sus enemigos, y provocan el triunfo de las potestades de las tinieblas. Hieren de nuevo a Cristo, y le exponen al vituperio. Al pasar por alto la autoridad de la iglesia, manifiestan menosprecio por Dios, quien dio autoridad a la iglesia.

10. CS 594. UN FALSO EJEMPLO DE SALVACIÓN UNIVERSAL. En los funerales de un joven irreligioso, muerto instantáneamente en una desgracia, un ministro universalista escogió por texto de su discurso las siguientes palabras que se refieren a David: "Ya estaba consolado acerca de Amnón que era muerto." (2 Samuel 13: 39.)

"A menudo me preguntan -dijo el orador- cuál será la 593 suerte de los que mueren en el pecado, tal vez en estado de embriaguez, o que mueren sin haber lavado sus vestiduras de las manchas ensangrentadas del crimen, o como este joven, sin haber hecho profesión religiosa ni tenido experiencia alguna en asuntos de religión. Nos contentamos con citar las Sagradas Escrituras; la contestación que nos dan al respecto ha de resolver tan tremendo problema. Amnón era pecador en extremo; era impenitente, se embriagó y fue muerto en ese estado. David era profeta de Dios; debía saber si Amnón se encontraba bien o mal en el otro mundo. ¿Cuáles fueron las expresiones de su corazón? -'El rey David deseó ver a Absalom: porque estaba consolado acerca de Amnón que era muerto.'

"¿Y qué debemos deducir de estas palabras? ¿No es acaso que los sufrimientos sin fin no formaban parte de su creencia religiosa? -Así lo entendemos nosotros; y aquí encontramos un argumento triunfante en apoyo de la hipótesis más agradable, más luminosa y más benévola de la pureza y de la paz finales y universales. Se había consolado de la muerte de su hijo. ¿Y por qué?- Porque podía con su ojo de profeta echar una mirada hacia el glorioso estado, ver a su hijo muy alejado de todas las tentaciones, libertado y purificado de la esclavitud y corrupciones del pecado, y, después de haber sido suficientemente santificado e iluminado, admitido a la asamblea de espíritus superiores y dichosos. Su solo consuelo consistía en que su hijo amado al ser recogido del presente estado de pecado y padecimiento, había ido adonde el soplo sublime del Espíritu Santo sería derramado sobre su alma obscurecida; adonde su espíritu se desarrollaría con la sabiduría del cielo y con los dulces transportes del amor eterno, a fin de ser así preparado para gozar con una naturaleza santificada del descanso y de las glorias de la herencia eterna.

"Con esto queremos dar a entender que creemos que la salvación del cielo no depende en nada de lo que podamos hacer en esta vida, ni de un cambio actual de corazón, ni de una creencia actual ni de una profesión de fe religiosa." 594

ASÍ ES COMO ESTE PROFESO MINISTRO de Cristo reitera la mentira ya dicha por la serpiente en Edén: "De seguro que no moriréis." "En el día que comiereis de él, vuestros ojos serán abiertos, y seréis como Dios." Afirma que los más viles pecadores -el homicida, el ladrón y el adúltero- serán preparados después de la muerte para gozar de la eterna bienaventuranza.

¿Y de dónde saca sus conclusiones este falseador de las Sagradas Escrituras? -De una simple frase que expresa la sumisión de David a la dispensación de la Providencia. Su alma "deseó ver a Absalom: porque estaba consolado acerca de Amnón que era muerto." Al mitigarse con el andar del tiempo la acrimonia de su aflicción, sus pensamientos se volvieron del hijo muerto al hijo vivo que se había desterrado voluntariamente por temor al justo castigo de su crimen.

¡Y esto es una evidencia de que el incestuoso y ebrio Amnón fue al morir llevado inmediatamente a la morada de los bienaventurados, para ser purificado y preparado allí para la sociedad de los ángeles inmaculados!

¡Fábula amena, por cierto, muy apropiada para satisfacer el corazón carnal ¡Es la doctrina del mismo Satanás y produce el efecto que él desea! ¿Es entonces de extrañar que con tales enseñanzas la iniquidad abunde?

La conducta de este falso maestro ilustra la de otros muchos. Desprenden de sus contextos unas cuantas palabras de las Sagradas Escrituras, por más que en muchos casos aquéllos encierren un significado contrario al que se les presta; y esos pasajes así aislados se tuercen y se emplean para probar doctrinas que no tienen ningún fundamento en la Palabra de Dios. El pasaje citado para probar que el borracho Amnón está en el cielo, no pasa de ser una mera conjetura, a la que contradice terminantemente la declaración llana y positiva de las Santas Escrituras de que los dados a la embriaguez no poseerán el reino de Dios. (1 Corintios 6:10.

Y así es como los que dudan, los incrédulos y los escépticos convierten la verdad en mentira. Y con tales sofismas se engaña a muchos y se los arrulla en la cuna de una seguridad carnal. 595

SI FUESE CIERTO que las almas de todos los hombres van directamente al cielo en la hora de la disolución, entonces bien podríamos anhelar la muerte antes que la vida. Esta creencia ha inducido a muchas personas a poner fin a su existencia. Cuando está uno anonadado por los cuidados, por las perplejidades y los desengaños, parece cosa fácil romper el delgado hilo de la vida y lanzarse hacia la bienaventuranza del mundo eterno.

*DIOS DECLARA POSITIVAMENTE EN SU PALABRA que castigará a los transgresores de su ley. Los que se lisonjean con la idea de que es demasiado misericordioso para ejecutar su justicia contra los pecadores, no tienen más que mirar a la cruz del Calvario La muerte del inmaculado Hijo de Dios testifica que "la paga del pecado es muerte," que toda violación de la ley de Dios debe recibir su justa retribución.

Te. 258, 259. Una Mayoría Con Dios. Ningún borracho puede tener su nombre escrito en los libros del cielo. Resistid la tentación con valor. En el nombre de Jesucristo de Nazaret, podéis aferraros del poder divino. Cristo obrará en favor de cada uno de vosotros. La afición al tabaco que se crea no tiene base en la naturaleza. Sin embargo, podéis ganar la victoria. La maldición de Dios está sobre el que pasa la botella a los labios de su prójimo. Decís que estamos en minoría. ¿No es mayoría Dios? Si estamos del lado de Dios que hizo los cielos y la tierra, ¿no estamos del lado de la mayoría? Tenemos a nuestro lado los ángeles que sobrepujan en fortaleza.  Apartaos de las prácticas de este siglo degenerado…

Necesitamos quedar libres y puros de las degradaciones de este mundo. "El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles". Cristo venció en nuestro lugar. Podemos vencer por el nombre de Jesucristo de Nazaret. Cuando los redimidos entren por las puertas de la ciudad, Jesucristo les dará la bienvenida a todos, y tendrán arpas de oro y cantarán las glorias de Jesucristo, y vestirán mantos tejidos en los telares del cielo que no tienen hebra alguna de procedencia humana en ellos. Queremos ir al cielo, y Jesucristo tiene el propósito de que lo logremos si cooperamos con él (Manuscrito 27, 1893).

11. DTG 471. El Salvador se presenta ante Juan bajo los símbolos del "león de la tribu de Judá" y de "un Cordero como inmolado." (Apoc. 5:5, 6.) Dichos símbolos representan la unión del poder omnipotente con el abnegado sacrificio de amor. El león de Judá, tan terrible para los que rechazan su gracia, es el Cordero de Dios para el obediente y fiel. La columna de fuego que anuncia terror e ira al transgresor de la ley de Dios, es una 471 señal de misericordia y liberación para los que guardan sus mandamientos. El brazo que es fuerte para herir a los rebeldes, será fuerte para librar a los leales. Todo el que sea fiel será salvo. "Enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán sus escogidos de los cuatro vientos, de un cabo del cielo hasta el otro." (Mat. 24:31.)

En comparación con los millones del mundo, los hijos de Dios serán, como siempre lo fueron, un rebaño pequeño; pero si permanecen de parte de la verdad como está revelada en su Palabra, Dios será su refugio. Están bajo el amplio escudo de la Omnipotencia. Dios constituye siempre una mayoría.

19-20. HAp 248. EL APÓSTOL BOSQUEJÓ FRANCAMENTE el resultado de volver de la vida de pureza y santidad a las prácticas corruptas del paganismo. "No erréis ­ escribió, ­ que ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los robadores, heredarán el reino de Dios."

LES SUPLICÓ que dominaran las bajas pasiones 248 y apetitos. "¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo -les preguntó, ­el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios?" 1 Cor. 6:9,10,19.

AUNQUE PABLO POSEÍA ELEVADAS FACULTADES INTELECTUALES, su vida revelaba el poder de una sabiduría aún menos común, que le daba rapidez de discernimiento y simpatía de corazón, y le ponía en estrecha comunión con otros, capacitándolo para despertar su mejor naturaleza e inspirarlos a luchar por una vida más elevada. Su corazón estaba lleno de ardiente amor por los creyentes corintios. Anhelaba verlos revelar una piedad interior que los fortaleciera contra la tentación. Sabía que a cada paso del camino cristiano se les opondría la sinagoga de Satanás, y que tendrían que empeñarse diariamente en conflictos. Tendrían que guardarse contra el acercamiento furtivo del enemigo, rechazar los viejos hábitos e inclinaciones naturales, y velar siempre en oración.

PABLO SABÍA QUE LAS MÁS VALIOSAS CONQUISTAS CRISTIANAS pueden obtenerse solamente mediante mucha oración y constante vigilancia, y trató de inculcar esto en sus mentes. Pero sabía también que en Cristo crucificado se les ofrecía un poder suficiente para convertir el alma y divinamente adaptado para permitirles resistir todas las tentaciones al mal. Con la fe en Dios como su armadura, y con su Palabra como su arma de guerra, serían provistos de un poder interior que los capacitaría para desviar los ataques del enemigo.

LOS CREYENTES CORINTIOS necesitaban una experiencia más profunda en las cosas de Dios. No sabían plenamente lo que significaba contemplar su gloria y ser cambiados de carácter en carácter. No habían visto sino los primeros rayos de la aurora de esa gloria.

EL DESEO DE PABLO para con ellos era que pudieran ser henchidos con toda la plenitud de Dios, que prosiguieran conociendo a Aquel cuya salida se prepara como la mañana, y continuaran aprendiendo de él hasta que llegaran a la plenitud del mediodía de una perfecta fe evangélica. 249

HAp 452. LA RAZÓN POR LA CUAL MUCHOS EN ESTE SIGLO no realizan mayores progresos en la vida espiritual, es porque interpretan que la voluntad de Dios es precisamente lo que ellos desean hacer. Mientras siguen sus propios deseos se hacen la ilusión de que están conformándose a la voluntad de Dios.  Los tales no tienen conflictos consigo mismos. Hay otros que por un tiempo tienen éxito en su lucha contra sus propios deseos de placeres y comodidad. Son sinceros y fervorosos, pero se cansan por el prolongado esfuerzo, la muerte diaria y la incesante inquietud. La indolencia parece invitarlos, la muerte al yo es desagradable; finalmente cierran sus soñolientos ojos y caen bajo el poder de la tentación en vez de resistirla.

Las instrucciones formuladas en la Palabra de Dios no dan 452 lugar para transigir con el mal. El Hijo de Dios se manifestó para atraer a todos los hombres a si mismo. No vino para adormecer al mundo arrullándolo, sino para señalarle el camino angosto por el cual todos deben andar si quieren alcanzar finalmente las puertas de la ciudad de Dios. Sus hijos deben seguir por donde él señaló la senda; sea cual fuere el sacrificio de las comodidades o de las satisfacciones egoístas que se les exija; sea cual fuere el costo en labor o sufrimiento, deben sostener una constante batalla consigo mismos.

La mayor alabanza que los hombres pueden ofrecer a Dios es llegar a ser medios consagrados por los cuales pueda obrar. El tiempo pasa rápidamente hacia la eternidad. No retengamos de Dios lo que le pertenece.

No le rehusemos lo que, aun cuando no puede ser ofrecido con mérito, no puede ser negado sin ruina. El nos pide todo el corazón; démoselo; es suyo, tanto por derecho de creación como de redención.  Nos pide nuestra inteligencia; démosela, es suya. Pide nuestro dinero; démoselo, pues es suyo. No sois vuestros, "porque comprados sois por precio." (1 Cor. 6:19,20.) Dios requiere el homenaje de un alma santificada, que, por el ejercicio de la fe que obra por medio del amor, se haya preparado para servirle. Sostiene ante nosotros el más alto ideal, el de la perfección. Nos pide que nos manifestemos absoluta y completamente en favor de él en este mundo, así como él está siempre en favor nuestro en la presencia de Dios.

"Porque la voluntad de Dios -acerca de vosotros- es vuestra santificación." (1 Tes. 4:3.) ¿Es la vuestra también? Vuestros pecados pueden aparecer ante vosotros como montañas; pero si humilláis vuestro corazón, y los confesáis, creyendo en los méritos de un Salvador crucificado y resucitado, os perdonará y limpiará de toda injusticia. Dios demanda de vosotros una completa conformidad con su ley. Esa ley es el eco de su voz que nos dice: Más santo, sí, más santo aún. Desead la plenitud de la gracia de Cristo. Permitid que vuestro corazón se llene con un intenso anhelo de su justicia, cuya obra, declara 453 la Palabra de Dios, es paz, y su efecto quietud y seguridad para siempre.

Mientras vuestra alma suspire por Dios, encontraréis más y más de las inescrutables riquezas de su gracia. Mientras las contempléis, llegaréis a poseerlas y se os revelarán los méritos del sacrificio del Salvador, la protección de su justicia, la perfección de su sabiduría y su poder para presentaros ante el Padre "sin mácula, y sin reprensión." (2Pedro 3: 14.) 454

Ministerio Hno. Pio

 

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