2 CORINTIOS 1:1-11. Vers. (1-2). Saludos. (3-7) Agradecimiento en medio de la tribulación. El, apóstol anima a los corintios contra las dificultades mediante las consolaciones y providencias con que Dios lo ha librado a él en todas sus pruebas, (8-11) especialmente en el último peligro que le sobrevino en Asia.
1 PABLO, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo, a la iglesia de Dios que está en Corinto, con todos los santos que están en toda Acaya: 2 Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
3 Bendito sea el Dios y Padre de
nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, 4
el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también
nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la
consolación con que nosotros somos consolados por Dios.
5 Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación. 6 Pero si somos atribulados, es para vuestra consolación y salvación; o si somos consolados, es para vuestra consolación y salvación, la cual se opera en el sufrir las mismas aflicciones que nosotros también padecemos. 7 Y nuestra esperanza respecto de vosotros es firme, pues sabemos que así como sois compañeros en las aflicciones, también lo sois en la consolación.
8 Porque hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida. 9 Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos; 10 el cual nos libró, y nos libra, y en quien esperamos que aún nos librará, de tan gran muerte; 11 cooperando también vosotros a favor nuestro con la oración, para que por muchas personas sean dadas gracias a favor nuestro por el don concedido a nosotros por medio de muchos. (2 Corintios 1).
1. Apóstol. Gr. apóstolos (ver com. Mar. 3:14; Hech. 1:2). Pablo había sido comisionado directamente por Jesucristo (Hech. 26:16-17; cf. Gál. 1:11-12); era, pues, un embajador que representaba a Cristo (2 Cor. 5:20). En la mayoría de sus epístolas Pablo se identifica como apóstol; por lo tanto, su autoridad era igual a la de los doce, todos los cuales habían visto al Señor y habían sido instruidos personalmente por él (ver com. 1 Cor. 9:1).
De Jesucristo. Es decir, enviado por Jesucristo y por
consiguiente, su portavoz.
Voluntad de Dios. Los falsos apóstoles que
perturbaban a la iglesia corintia actuaban por su propia iniciativa. Pablo
había llegado a ser apóstol por un acto de la voluntad divina (cf. Rom. 1:1; 1
Cor. 1:1). Era imperativo que los corintios reconocieran esta diferencia y lo
aceptaran por lo que él era: un representante de Dios.
Durante varias décadas hubo un
sector influyente de cristianos de origen judío que exigían que los gentiles
que se convertían al cristianismo también se hicieran prosélitos del judaísmo y
observaran las prescripciones de la ley ritual. Esos judíos evidentemente
negaban validez a la decisión del concilio de Jerusalén que eximía a los gentiles
de esos ritos (Hech. 15:19-20, 28-29).
En una ocasión este sector,
judaizante consiguió que las iglesias de Galacia se opusieran a Pablo (Gál.
3:1; 5:1-7), y también las iglesias de la provincia de Asia (2Tim. 1:15). Esos
judaizantes menospreciaban continuamente a Pablo, y como él no se había
relacionado personalmente con Cristo como los doce, en el mejor de los casos lo
presentaban como un apóstol de segunda categoría.
En la iglesia primitiva existía
la tendencia de dividir a los apóstoles en dos grupos: los que habían estado
con Cristo y los que no habían estado con él. Los que habían visto a Jesús
personalmente, por lo general eran tenidos en más alta estima que los que no lo
habían visto. Los del segundo grupo habían sido nombrados al apostolado por la
iglesia, y eran considerados inferiores a los del primer grupo.
Esta clasificación era humana, y
no tenía ni la aprobación de Dios ni la de los apóstoles originales. Por eso
Pablo con frecuencia se sentía obligado a destacar que había sido llamado
personalmente por Cristo. Se había encontrado con Jesús cara a cara en el
camino a Damasco. Había sido instruido por el Señor en persona (Gál. 1:11-12),
y había sido enviado personalmente por él mientras estaba en el templo, durante
su primera visita a Jerusalén después de su conversión (Hech. 22:21).
Debido la que el bando que se le
oponía en Corinto había puesto en tela de juicio sus credenciales como apóstol,
en su segunda epístola a esa iglesia Pablo presentó abiertamente el hecho de
haber sido llamado divinamente para ser apóstol (2 Cor. 3:1-6; 10:1-12; 11:1 a
12:18).
Si era "la voluntad de
Dios" que Pablo fuera apóstol, ¿qué derecho tenían los judaizantes de
disputarle su autoridad? Ver com. 2 Cor. 3:1; 11:5; Gál. 1:1; 2:6.
El hermano Timoteo. En ninguna parte se llama apóstol a Timoteo. Aún era joven, aunque había estado relacionado con Pablo unos 15 años (ver com. Hech. 16:1-3; cf. HAP 149). Pablo también se refiere a Timoteo como a su "colaborador" (Rom. 16:21). Quizá todavía era considerado como principiante; sin embargo ya era bien conocido por la iglesia de Corinto (1 Cor. 16:10; 2 Cor. 1:19).
Los nombres de Pablo y Timoteo
están unidos en los saludos de otras cinco epístolas (Fil. 1:1; Col. 1:1; 1
Tes. 1:1; 2 Tes. 1:1; File. 1). Pablo lo llama su "verdadero hijo en la fe"
(1 Tim. 1:2, cf. 2 Tim. 1:2). Ver com. 1 Cor. 4:17; 16:10.
Iglesia. Gr. ekklesía (ver com. Mat. 18:17). Pablo llama a
la iglesia de Corinto "la iglesia de Dios", con lo que quiere decir
que había sido establecida por la voluntad de Dios, así como él había sido
ordenado como apóstol "por la voluntad de Dios". La ciudad de Corinto
era notable por su cultura, su riqueza y su impiedad (ver p. 652). A pesar de
todo Dios había establecido su iglesia en este lugar, uno de los más perversos
del mundo romano.
Todos los santos. Es indudable que en ese tiempo
había un considerable núcleo de creyentes en Acaya (ver mapa frente a la p.
33). Se menciona específicamente a la iglesia de Cencrea (Rom. 16:1), y sin
duda había otras.
El término hágios,
"santo" (ver com. Rom. 1:7) fue usado desde el comienzo para
referirse a los creyentes cristianos (Hech. 9:13), significando que estaban
separados del mundo para servir a Dios.
Los que pertenecen al pueblo de
Dios son llamados "creyentes" (1 Tim. 4:12), debido a su fe en Cristo;
"discípulos" (Hech. 11:26), debido a que aprenden del Señor;
"siervos" (Efe. 6:6), porque cumplen la voluntad divina; hijos (1
Juan 3:10; cf. vers. 1), por pertenecer a la familia de Dios por adopción;
"santos", a causa de que sus vidas están dedicadas exclusivamente al
Señor (1 Cor. 1:2).
Acaya. Los Romanos dividían a Grecia en dos provincias
senatoriales: Acaya y Macedonia (cf. Hech. 19:21). Corinto era la capital de
Acaya, que incluía el Ática y el Peloponeso, y era la residencia del procónsul
o gobernador romano (ver mapa frente a la p. 33).
La inclusión en el saludo "a
todos los santos que están en toda Acaya", además de los de Corinto,
implica que hasta cierto punto aquéllos también necesitaban el consejo enviado
a la iglesia de Corinto. Los corintios debían llevar los saludos del apóstol y
su mensaje a las otras iglesias.
2. Gracia y paz. Ver com. Rom. 1:7. Este es el
saludo de Pablo en todas sus epístolas excepto en las pastorales, en donde
añade la palabra "misericordia". Gracia (járis; ver com. Juan 1:14)
era un saludo común entre los griegos. Expresaba el deseo de que la persona a
quien así se saludaba pudiera experimentar gozo y prosperidad. "Gracia",
como saludo cristiano, expresaba el deseo de que el saludado pudiera conocer la
plenitud del poder divino y la bendición celestial.
Las palabras comunes griegas con
frecuencia adquirían nuevos matices de significado por la forma en que las
usaban los cristianos (ver t. V, p. 107). "Paz", el saludo favorito
de los judíos, expresaba el deseo de que el saludado tuviera bendiciones
materiales y espirituales (ver com. Isa. 26:3; Mat. 5:9; Luc. 1:79; 2:14; Juan
14:27).
Por medio del saludo "gracia
y paz", Pablo quizá deseaba expresar su deseo de comunión con los cristianos
tanto de origen judío como gentil. La iglesia cristiana unía a judíos y a
griegos.
La "gracia" de Dios
justifica a los pecadores arrepentidos (Rom. 3:24; cf. Tito 2:11); su "paz" mantiene sus
corazones y mentes firmes en Cristo (Fil 4:16).
Nuestro Padre. Ver com. Mat. 6:9.
Señor Jesucristo. Ver com. Mat. 1:1; Juan 1:38.
3. Bendito. Gr. eulog'tós (ver com. Mat. 5:3). Pablo comienza
atribuyendo acertadamente la alabanza a Dios. En cuanto al sentido en que los
hombres bendicen a Dios, ver com. Sal. 63:4.
Padre. El significado que Cristo atribuyó al nombre Padre,
aplicado a Dios, se ve en todas las enseñanzas y el ministerio de Jesús.
Refleja el espíritu del Sermón del Monte, es la palabra clave del Padre
nuestro, el fundamento de la hermandad cristiana, el móvil para perdonar a los
que nos ofenden y la convicción omnipresente de que Dios, como Padre de Cristo,
lo acompañó a través de su vida (ver com. Luc. 2:49); y después de su
resurrección habló de "mi Padre y vuestro Padre" (Juan 20:17).
A los hombres a veces les es
difícil comprender la omnipresencia, la omnipotencia y la omnisapiencia del
Dios infinito. Pero todos los hombres pueden entenderlo y apreciarlo como al
Padre amante que dio a su único Hijo para que viviera y muriera por una raza de
pecadores (Juan 3:16). Ver a Jesús es ver y conocer al Padre (Juan 14:9; cf.
cap. 17:3).
Padre de misericordias. Esta frase no se repite
exactamente en el NT. Dios es el Padre misericordioso, la fuente de donde
fluyen todas las misericordias, el originador de todas ellas. Misericordia
implica más que benevolencia, más que bondad. Dios es bueno para
con todos, pero es misericordioso con aquellos que están afligidos por el
pecado y necesitan perdón. Las misericordias son una revelación de la esencia
del carácter del Dios; brotan de su corazón. Ver com. Rom. 12:1.
Consolación. Gr. parákl'sis (ver com. Mat. 5:4). Mediante el Espíritu Santo, el
Consolador (ver com. Juan 14:16), Dios
se acerca al hombre para atender sus necesidades espirituales y materiales.
Parákl'sis es una palabra característica de esta epístola. Aparece 11 veces
como sustantivo y 18 veces como verbo.
4. Consuela. Mejor consuela sin cesar. Gr. parakaléÇ (ver com.
Mat. 5:4). Es decir, mediante el ministerio del Espíritu Santo (ver com. 2 Cor.
1:3).
Tribulaciones. Gr. thlípsis, "opresión",
"apremio", "aflicción", "angustia",
"apretura". El consuelo que viene de Dios hacía que el apóstol
pudiera aceptar con calma los momentos angustiosos que se reflejan en otros
pasajes (cap. 4:8-11; 11:30).
Consolar. Los que han experimentado tribulaciones y dolores y
han hallado el consuelo que viene de lo alto, pueden simpatizar con otros que
están en circunstancias similares y guiarlos a su Padre celestial.
La consolación. Este término incluye más que el
consuelo en el dolor o en la angustia. Incluye todo lo que un amoroso Padre
celestial puede hacer por sus Hijos terrenales. Ver com. Mat. 5:4.
La tribulación desempeña un papel
importante en la perfección del carácter del cristiano (cf. Heb. 2:10). Los
sufrimientos y las tribulaciones no tienen poder por sí mismos, para hacer que
los hombres sean semejantes a Cristo; al contrario, más bien hacen que muchos
se endurezcan y amarguen.
Pero Dios santifica la tribulación, y los que encuentran en él gracia y fortaleza para soportar, han resuelto uno de los grandes problemas de la vida (cf. Heb. 2:10). Comparar con el caso y el ejemplo del mismo Pablo (ver com. 2 Cor. 4:8-11; el. cap. 12:7-10). Es difícil creer en Dios en medio del lujo, las comodidades terrenales y la holgura. Las tribulaciones y los dolores pueden, en la providencia de Dios, acercarnos a él. Por lo tanto, ¿no deberían los hombres alabar al Señor por la tribulación y permitir que ella se convierta en un peldaño hacia el reino de Dios? (Hech. 14:22; Rom, 5:3; cf. Sant. 1:2-3).
5. Las aflicciones de Cristo. La expresión podría significar los sufrimientos soportados por los creyentes por causa de Cristo, y también los que Cristo soportó, que son compartidos por sus seguidores. La sintaxis griega -"de Cristo"- permite ambos sentidos, lo que hace que surja la pregunta: ¿En qué sentido abundarán en nosotros los sufrimientos de Cristo? Cristo preguntó a sus discípulos: "¿Podéis beber del vaso que yo he de beber?" (Mat. 20:22). Pedro habla de ser "participantes de los padecimientos de Cristo" (1 Ped, 4:13). El cristiano tiene el privilegio de conocer "la participación de sus padecimientos" (Fil. 3:10), "llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús" (2 Cor. 4:10).
De acuerdo con la primera
interpretación, "las aflicciones de Cristo" son las que se sufren por
causa de él. Así como las aflicciones de Cristo fueron ocasionadas por la
oposición, el desprecio, la persecución, las pruebas y necesidades, así también
lo son las de sus discípulos.
Sin embargo, el valor del
sufrimiento no depende tanto de las circunstancias que lo ocasionan como de la
actitud del que sufre (cf. 1 Cor. 13:3). La buena disposición para sufrir no es
de por sí una evidencia de cristianismo. Incontables millares han soportado sin quejarse pruebas y sufrimientos,
sin embargo no son bajos de Dios. La comunión con Dios es la que ennoblece y
santifica el sufrimiento (cf. 1 Ped. 2:20-21).
Abunda. Ver com. Efe. 3:20. Pablo estuvo plenamente satisfecho en todas sus angustias
terrenales, con la consolación que le proporcionaba el ciclo.
Consolación. Gr. parákl'sis (ver com. vers. 3).
6. Si somos atribulados. Las tribulaciones de Pablo junto con el consuelo divino que recibía en su aflicción, redundaron en favor de los que fueron ganados por él para Cristo, Más aún: esas tribulaciones proveían una oportunidad para un paciente sufrimiento que los nuevos conversos podían imitar. Las tribulaciones de sabio también lo hacían idóneo para que diera consuelo y consejo a otros que podían pasar por iguales vicisitudes. Consolados. Gr. parakaléÇ (ver com. Mat. 5:4; cf. 2 Cor. 1:3-4).
La cual se opera. Las tribulaciones y los consuelos que experimentan los dirigentes de la iglesia, con frecuencia llegan a ser de gran valor para las personas a quienes sirven.
El ejemplo valiente y lleno de paciencia de los primeros, anima a los segundos (cf. Fil. 1: 13-14). Soportar con paciencia las tribulaciones es siempre un factor positivo para la salvación y la santificación (Rom. 5:3-5; 8:28).
7. Nuestra esperanza respecto de vosotros. La confianza
que Pablo les tenía se basaba en su propia experiencia. Así como había recibido
consuelo de Dios en momentos de prueba, sabía que también otros podían recibirlo
en circunstancias similares. Este es el privilegio de todos los que tienen
comunión con los sufrimientos de Cristo.
Así como sois compañeros. En los vers. 4-6 Pablo se ha
referido a su propio caso. El consuelo del cual habla sólo se puede comprender
experimentando aflicciones. Es evidente que los corintios habían estado
sometidos a pruebas similares, en algunos respectos, a las que Pablo había
soportado. Esas pruebas eran constantes en la iglesia primitiva, y servían para
unir a todos los verdaderos creyentes en un compañerismo de sufrimiento y
consolación. Los cristianos esperaban sufrir persecuciones por causa de Cristo
(cf. Juan 16:3).
La constancia cristiana no es
únicamente un estado emotivo que alcanzan los seres humanos por sí solos: es el
producto del amor divino y de la gracia divina que actúan en la vida de las
mujeres y los hombres consagrados. Es una esperanza que se basa en las
evidencias pasadas del poder salvador de Dios y de la "consolación"
en tiempos de prueba. La experiencia de depender de Dios en tales momentos
proporciona un fundamento estable para estar firmes en situaciones posteriores
(cf. 1 Ped. 5:10).
8. Nuestra tribulación. Después de una declaración
general de principios acerca de la tribulación (vers. 3-7), Pablo se refiere a
las pruebas específicas por las que acababa de pasar en Asia. Los eruditos han
sugerido varios episodios que Pablo podría haber tenido en cuenta.
a. El tumulto levantado por
Demetrio en Éfeso (Hech. 19:22-41). Sin embargo, se ha objetado que
difícilmente Pablo podría haber estado en peligro de perder la vida durante ese
motín, pues sus amigos, por temor de que fuera despedazado, lo persuadieron
para que no se presentara en el teatro.
Además, Pablo había estado con
frecuencia en peligro de muerte, como en Listra, donde fue apedreado y dejado
por muerto (Hech. 14:19-20); por lo tanto, el episodio de Efeso difícilmente
podría haber sido el motivo para la extrema angustia que aquí se expresa. Algunos creen que Pablo se refiere al caso de
Listra.
b. Una enfermedad mortal. Esta
suposición difícilmente podría concordar con el contexto.
c. El complot de los judíos para
matarlo cuando salió de Corinto, como resultado del cual creyó necesario
cambiar sus planes (Hech. 20:3; cf. 1 Cor. 16:9).
d. La agonía mental y espiritual
que sufrió debido a la condición de la iglesia de Corinto, especialmente a
partir de su segunda visita, que tanto lo había angustiado (ver p. 818), y su
ansiedad a causa de la forma como se recibió su carta anterior. Se hace notar
que Pablo usa sus expresiones más vigorosas para la angustia mental y no para
el peligro o sufrimiento de carácter físico. Se llama la atención al alivio que
Pablo sintió al recibir las noticias de un cambio en las condiciones espirituales
de Corinto (2 Cor. 7:6-7, 13).
Aunque la frase perdimos la
esperanza de conservar la vida podría parecer demasiado fuerte para referirse a
su angustia mental, los que la han sentido aseguran que las circunstancias
pueden dar lugar a una tensión tal en el alma, que parece imposible continuar
viviendo a menos que se halle un remedio. Teniendo en cuenta todas las
circunstancias, esta opinión parece ser más probable que las anteriores (cf. HAp
260-262).
Abrumados sobremanera. Lo que Pablo destaca no es el
sufrimiento en sí, sino su intensidad. Su propósito es doble: (1) Expresar su
interés personal y su preocupación por los creyentes de Corinto; (2) animarlos
para que permanezcan firmes.
Perdimos la esperanza de conservar la vida. Ver com. "nuestra
tribulación".
9. Sentencia. Literalmente "respuesta". Pablo pensaba que Dios quería que él muriera pronto. Ellos -Pablo y sus compañeros- tenían la "respuesta" de muerte en sí mismos; es decir, la respuesta interior a la pregunta en cuanto a su destino era que morirían.
El tiempo del verbo en
griego implica que el vívido recuerdo de la experiencia de muerte hacía que a
Pablo le pareciera real mientras escribía.
No confiásemos en nosotros mismos. La experiencia
por la cual Pablo había pasado recientemente lo había impresionado con esta
lección. La misma verdad le era evidente cuando oraba para que le fuera quitado
el "aguijón" de su "carne" (cap. 12:7-10). Pablo aprendió a
confiar en la "consolación" que había hallado en Dios (ver com. 1:4).
Todos tenemos una fuerte
tendencia a confiar en nosotros mismos, la cual es muy difícil de vencer.
Fueron necesarios la "sentencia de muerte" y el "aguijón"
en la "carne" para que Pablo la venciera. Las vicisitudes de Israel
mientras iba de Egipto a Canaán tenia el propósito de enseñar a los
Israelitas esta lección
fundamental. Dios permite con frecuencia
que los suyos pasen por intensos aprietos para que puedan comprender su propia
insuficiencia y sean inducidos a confiar y a esperar en la suficiencia divina.
Las pruebas son requisitos de la
vida cristiana (Hech. 14:22). Para la salvación del ser humano es fundamental
que éste aprenda a confiar plenamente en Cristo; esta confianza en Dios es un
factor esencial en el diario vivir del cristiano. En el horno de fuego es donde
con frecuencia los seres humanos aprenden a caminar al lado del Hijo de Dios
(ver Dan. 3:25).
Sólo los que "tienen hambre
y sed" de las cosas de Dios pueden esperar ser "saciados" (ver
com. Mat. 5:6). Sentir siempre la propia necesidad es un requisito
indispensable para recibir las dádivas del cielo (ver t. V, p.199; com. Mar.
1:44; Luc. 7:41).
Resucita a los muertos. En cuanto a la certeza que tenía
Pablo de la resurrección, ver 1 Cor. 15:12-23, 51-55; 1 Tes. 4:16-17.
10. Nos librará. Es posible que el peligro al cual
Pablo alude en el vers. 8 no había desaparecido del todo. Quizá comprendía que
en el ministerio evangélico con seguridad un peligro seguiría a otro. La
liberación pasada le daba seguridad y confianza para esperar una liberación
futura. El sentimiento de seguridad del cristiano proviene de la confianza en
las promesas de Dios y de las experiencias personales que prueban que esas
promesas se han cumplido.
Tan gran muerte. O "tan terrible
muerte". El verbo "librar", que aquí se usa tres veces, es la
clave de este versículo. La liberación había llegado a tener verdadero
significado para Pablo (cap. 11: 23-28), y esto explica el énfasis que pone en
ella.
11. Cooperando. Los creyentes corintios podían por medio de sus oraciones ser colaboradores con Pablo en su ministerio.
El creía
firmemente en el valor de la oración intercesora, la suya propia (Rom. 1:9,
Efe. 1:16; Fil. 1:4; etc.), y la de otros (Rom. 15:30; 1 Tes. 5:25; 2 Tes.
3:1). Pablo estimaba mucho las oraciones unidas del pueblo de Dios.
Muchas personas. Literalmente "muchos
rostros", modismo pintoresco que significa "personas". Tal vez
Pablo pensaba en las muchas personas cuyos rostros se habían elevado a Dios en
favor del apóstol. En el rostro se refleja el espíritu de oración y
agradecimiento. Al recordar las aflicciones y las pruebas por las que había
pasado, se daba cuenta de que la mano divina lo había salvado de la muerte;
pero además veía un mar de rostros elevados hacia el cielo para interceder por
él ante el trono de la gracia.
Pablo invita a los miembros de la familia de la fe a unirse en oración por aquellos a quienes Dios ha escogido para que atiendan las necesidades espirituales de la grey.
La condición de esos
dirigentes con frecuencia es sumamente peligrosa. Sus responsabilidades son grandes y sus
problemas muchos. Su bienestar físico y espiritual debe ser un asunto de gran
cuidado en la iglesia. Es igualmente importante que los ministros sientan el amante
compañerismo de su grey.
Esto es lo que indujo a Pablo a
expresar que anhelaba las oraciones de aquellos entre quienes trabajaba. La
simpatía y el apoyo acompañado de oración proporcionan gran fortaleza. Pablo no
había estado solo al orar por la ayuda divina; ahora tampoco podía regocijarse
solo. Anhelaba que otros compartieran las bendiciones que había recibido.
El don concedido. Es decir, la bendición que había sido concedida en respuesta a las oraciones de muchos. Pablo se refiere sin duda a su liberación del peligro mortal (vers. 8). 6CBA
COMENTARIOS DE EGW
3-4. 2JT 191.
Pablo agradecía así el consuelo
que Dios le diera: "Bendito sea. . . el Dios de toda consolación, el cual
nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros
consolar a los que están en cualquiera angustia, con la consolación con que
nosotros somos consolados de Dios."(2 Cor. 1:3,4.) Y al sentir Pablo el
consuelo y el calor del amor de Dios, reflejaba la bendición sobre los demás.
Conduzcámonos de modo que los cuadros que se graben en nuestra memoria no 192
sean de un carácter tal que no podamos reflexionar en ellos.
3-8. HAp 261. SE ESCUCHA EL MENSAJE. Basado En
2 Carta A Los Corintios. (260-269)
https://elaguila3008.blogspot.com/2019/07/capitulo-31-se-escucha-el-mensaje.html
4. MB 24. EL SUFRIMIENTO, UN MEDIO PARA EL PERFECCIONAMIENTO DEL CARÁCTER. Hay también en las palabras del Salvador un mensaje de consuelo para los que sufren aflicción o la pérdida de un ser querido. Nuestras tristezas no brotan de la tierra. Dios "no aflige ni congoja de su corazón a los hijos de los hombres". Cuando él permite que suframos pruebas y aflicciones, es para "lo que nos es provechoso, para que recibamos su santificación".
Si la recibimos con fe, la prueba
que parece tan amarga y difícil de soportar resultará una bendición. El golpe
cruel que marchita los gozos terrenales nos hará dirigir los ojos al cielo.
¡Cuántos son los que nunca habrían conocido a Jesús, si la tristeza no les
hubiera movido a buscar consuelo en él!
Las pruebas de la vida son los
instrumentos de Dios para eliminar de nuestro carácter toda impureza y
tosquedad. Mientras nos labran, escuadran, cincelan, pulen y bruñen, el proceso
resulta penoso, y es duro ser oprimido contra la muela de esmeril. Pero 23 la
piedra sale preparada para ocupar su lugar en el templo celestial. El Señor no
ejecuta trabajo tan consumado y cuidadoso en material inútil. Únicamente sus
piedras preciosas se labran a manera de las de un palacio.
El Señor obrará para cuantos
depositen su confianza en él. Los fieles ganarán victorias preciosas,
aprenderán lecciones de gran valor y tendrán experiencias de gran provecho (El
Discurso Maestro de Jesucristo, págs. 16, 17).
LA AFLICCIÓN Y
LA CALAMIDAD NO INDICAN EL DESAGRADO DE DIOS. "Y
pasando Jesús, vio un hombre ciego desde su nacimiento. Y preguntáronle sus
discípulos, diciendo: Rabbí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciese
ciego? Respondió Jesús: ni éste pecó, ni sus padres: más para que las obras de
Dios se manifestasen en él". . .
Se creía generalmente entre los
judíos que el pecado era castigado en esta vida. Se consideraba que cada
aflicción era castigo de alguna falta cometida por el mismo que sufría o por
sus padres. Es verdad que todo sufrimiento es resultado de la transgresión de
la ley de Dios, pero esta verdad había sido falseada. Satanás, el autor del
pecado y de todos sus resultados, había inducido a los hombres a considerar la
enfermedad y la muerte como procedentes de Dios, como un castigo
arbitrariamente infligido por causa del pecado. Por lo tanto, aquel a quien le
sobrevenía una gran aflicción o calamidad debía soportar la carga adicional de
ser considerado un gran pecador. . .
Dios había dado una lección
destinada a prevenir esto. La historia de Job había mostrado que el sufrimiento
es infligido por Satanás, pero que Dios predomina sobre él con fines de
misericordia. Pero Israel no entendía la lección. Al rechazar a Cristo, los 24
judíos repetían el mismo error por el cual Dios había reprobado a los amigos de
Job.
Los discípulos compartían la
creencia de los judíos concerniente a la relación del pecado y el sufrimiento.
Al corregir Jesús el error, no explicó la causa de la aflicción del hombre,
sino que les dijo cuál sería el resultado. Por causa de ello se manifestarían
las obras de Dios. "Entre tanto que estuviere en el mundo -dijo él- luz
soy del mundo". Entonces, habiendo untado los ojos del ciego, lo envió a
lavarse en el estanque de Siloé, y el hombre recibió la vista. Así Jesús
contestó la pregunta de los Discípulos de una manera práctica, como respondía
él generalmente a las preguntas que se le dirigían nacidas de la curiosidad.
Los discípulos no estaban llamados a discutir la cuestión de quién había pecado
o no, sino a entender el poder y la misericordia de Dios al dar vista al ciego
(El Deseado de Todas las Gentes, págs. 436, 437).
MC 198. Uno de los
mayores obstáculos para el restablecimiento de los enfermos es la concentración
de su atención en sí mismos. Muchos inválidos se figuran que todos deben
otorgarles simpatía y ayuda, cuando lo que necesitan es que su atención se
distraiga de sí mismos, para interesarse en los demás.
Muchas veces se solicitan
oraciones por los afligidos, los tristes y los desalentados, y esto es
correcto. Debemos orar porque Dios derrame luz en la mente entenebrecida, y
consuele al corazón entristecido. Pero Dios responde a la oración hecha en
favor de quienes se colocan en el canal de sus bendiciones. Al par que rogamos
por estos afligidos, debemos animarlos a que hagan algo en auxilio de otros más
necesitados que ellos. Las tinieblas se desvanecerán de sus corazones al
procurar ayudar a otros. Al tratar de consolar a los demás con el consuelo que
hemos recibido, la bendición refluye sobre nosotros.
El capítulo cincuenta y ocho de
Isaías es una receta para las enfermedades del cuerpo y el alma. Si deseamos
tener salud y el verdadero gozo de la vida, debemos practicar las reglas dadas
en este pasaje.
2JT 574. "Yo . . .
te lo Pagaré" Dios no ha cambiado. Su poder no es menor hoy que
en los días de Elías. Y no menos segura que cuando fue pronunciada por nuestro
Salvador es la promesa que Cristo ha dado: "El que recibe profeta en
nombre de profeta, merced de profeta recibirá." (Mat. 10:41.)
A sus fieles siervos de hoy como
a sus primeros discípulos, se aplican las palabras de Cristo: "El que os
recibe a vosotros, a mí recibe; y el que a mí recibe, recibe al que me
envió." Ningún acto de bondad hecho en su nombre dejará de ser 574
reconocido y recompensado. Y en el mismo tierno reconocimiento Cristo incluye
aun a los más débiles y humildes de la familia de Dios. "Y cualquiera que
diere a uno de estos pequeñitos -los que son como niños en su fe y conocimiento-
un vaso de agua fría solamente, en nombre de discípulo, de cierto os digo, que
no perderá su recompensa." (Vers, 40, 42.)
La pobreza no necesita privarnos
de manifestar hospitalidad. Hemos de impartir lo que tenemos. Hay quienes
luchan para ganarse la vida, quienes tienen grandes dificultades para suplir
sus necesidades; pero aman a Jesús en la persona de sus santos, y están listos
para mostrar hospitalidad a creyentes e incrédulos, y tratan de hacer
provechosas sus visitas. En la mesa y en el culto de la familia, dan la
bienvenida a los huéspedes. El momento de oración impresiona a aquellos que
reciben su hospitalidad, y aun una visita puede significar la salvación de un
alma de la muerte. El Señor toma nota diciendo: "Te lo pagaré."
Hermanos y hermanas, invitad a
vuestros hogares a aquellos que necesitan hospitalidad y bondadosa atención.
Sin ostentación, al ver su necesidad, acogedlos y manifestadles verdadera
hospitalidad cristiana. Hay preciosos privilegios en el trato social.
"No con sólo el pan vivirá
el hombre," (Mat. 4:4) y a medida que nosotros impartimos a otros de
nuestro alimento temporal, debemos impartir también esperanza, valor y amor
cristianos. Debemos "consolar a los que están en cualquiera angustia, con
la consolación con que nosotros somos consolados de Dios." (2 Cor. 1:4.) Y
se nos asegura que "poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros
toda gracia; a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo que
basta, abundéis para toda buena obra." (2 Cor. 9:8.) Estamos en un mundo
de pecado y tentación; en todo nuestro derredor hay almas que perecen sin
Cristo; y Dios quiere que trabajemos por ellas de toda manera posible. Si
tenemos un hogar agradable, invitemos a los jóvenes que no tienen hogar, los
que 575 necesitan ayuda, que anhelan
simpatía, palabras bondadosas, respeto y cortesía. Sí deseáis traerlos a
Cristo, debéis mostrarles que los amáis y respetáis como compra de su sangre.
En la providencia de Dios estamos en relación con los inexpertos, con muchos que necesitan compasión y piedad. Necesitan socorro, porque son débiles. Los jóvenes necesitan ayuda. En la fuerza de Aquel cuya amante bondad se ejercita hacia los indefensos, los ignorantes y los que son contados como los menores de sus pequeñuelos, debemos trabajar para su futuro bienestar, para que adquieran un carácter cristiano.
Aquellos mismos que más necesitan ayuda, serán a veces los que nos probarán más
la paciencia. "Mirad no tengáis en poco a alguno de estos pequeños -dice
Cristo;- porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre la faz de mi
Padre que está en los cielos." (Mat. 18:10.) Y a los que atienden a estas
almas, el Salvador declara: "De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis
a uno de estos mis hermanos pequeñitos, a mí lo hicisteis." (Mat. 25:40)
Las sienes de aquellos que hacen
esta obra llevarán la corona del sacrificio.
Pero recibirán su recompensa. En el cielo veremos a los jóvenes a
quienes ayudamos, a aquellos a quienes invitamos a nuestras casas, a los que
apartamos de la tentación. Veremos sus
rostros reflejar la radiante gloria de Dios. "Y verán su cara; y su nombre
estará en sus frentes." (Apoc. 22:4.)
3-5. DMJ 17. Bienaventurado es el hombre a quien Dios castiga... 16 Porque él es quien hace la llaga, y él la vendará; él hiere, y sus manos curan. En seis tribulaciones te librará, y en la séptima no te tocará mal". Job 5:17-19.
A todos los afligidos viene
Jesús con el ministerio de curación. El duelo, el dolor y la aflicción
pueden iluminarse con revelaciones preciosas de su presencia.
Dios no desea que
quedemos abrumados de tristeza, con el corazón angustiado
y quebrantado. Quiere que alcemos los ojos y veamos su rostro
amante. El bendito Salvador está cerca de muchos cuyos ojos están tan
llenos de lágrimas que no pueden percibirlo. Anhela estrechar nuestra
mano; desea que lo miremos con fe sencilla y que le permitamos que nos
guíe. Su corazón conoce nuestras pesadumbres, aflicciones y pruebas. Nos
ha amado con un amor sempiterno y nos ha rodeado de misericordia. Podemos
apoyar el corazón en él y meditar a todas horas en su bondad. El elevará
el alma más allá de la tristeza y perplejidad cotidianas, hasta un reino de
paz. Pensad en esto, hijos de las penas y del sufrimiento, y regocijaos
en la esperanza. "Esta es la victoria que vence al mundo…
nuestra fe". 1 Juan 5:4. VM.
Bienaventurados también los que con Jesús lloran
llenos de compasión por las tristezas del mundo y se afligen por los pecados
que se cometen en él y, al llorar, no piensan en sí mismos. Jesús fue Varón de dolores,
y su corazón sufrió una angustia indecible. Su espíritu fue desgarrado y
abrumado por las transgresiones de los hombres. Trabajó con celo consumidor
para aliviar las necesidades y los pesares de la humanidad, y se le agobió el
corazón al ver que las multitudes se negaban a venir a él para obtener la vida.
Todos los que siguen a Cristo, y compartirán también la gloria que será
revelada. Estuvieron unidos con él en su obra, apuraron con él la copa del
dolor, y participan también de su regocijo.
Por medio del sufrimiento, Jesús se
preparó para el 17 ministerio de consolación. Fue afligido por toda angustia de
la humanidad, y "en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso
para socorrer a los que son tentados". Heb. 2:18; Isa. 63:9.
Quien haya participado de esta comunión de sus padecimientos tiene el
privilegio de participar, también de su ministerio. "Porque de la
manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también
por el mismo Cristo nuestra consolación". El Señor tiene gracia especial
para los que lloran, y hay en ella poder para enternecer los corazones y ganar
a las almas. Su amor se abre paso en el alma herida y afligida, y se
convierte en bálsamo curativo para cuantos lloran. El "Padre de
misericordias y Dios de toda consolación..., nos consuela en todas nuestras
tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en
cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos
consolados por Dios". 2 Cor. 1:5,3,4.
7. HAp 212. EL CRISTIANO
VIGILANTE es el cristiano que trabaja, que procura celosamente hacer todo lo
que puede para el adelantamiento del Evangelio. Como crece el amor por su
Redentor, así también crece su amor por su prójimo.
Tiene severas
pruebas, como su Señor; pero no permite que las aflicciones agríen su 212 temperamento y destruyan su paz mental. Sabe que la prueba, si se
la soporta bien, le refinará y purificará, y le unirá más con Cristo.
Los que son
participantes de los sufrimientos de Cristo, serán también participantes
de su consolación, y al fin compartirán también su gloria. "Os rogamos,
hermanos continuó Pablo en su carta a los tesalonicenses, que reconozcáis a
los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan: y
que los tengáis en mucha estima por amor de su obra. Tened paz los unos con los
otro
Ministerio Hno. Pio
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