1 Corintios 15. LA CERTEZA, SU NATURALEZA LITERAL Y LA ESPERANZA DE LA RESURRECCIÓN EN LA 2° VENIDA DE CRISTO:
LA CERTEZA DE LA RESURRECCIÓN: vers. (1-11) Por medio de la resurrección de Cristo, (12-20) Pablo prueba la seguridad de nuestra resurrección para refutar a quienes negaban la resurrección del cuerpo. (21-34) La siembra y el fruto.
LA NATURALEZA LITERAL DE LA
RESURRECCIÓN: Vers. (35-50) ilustran la resurrección.
LA ESPERANZA DE LA RESURRECCIÓN REALIZADA EN LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO: Vers. (51-58) La transformación que experimentarán los que estén vivos en el último día.
1 Además os declaro, hermanos, el
evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también
perseveráis; 2 por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he
predicado, sois salvos, si no creísteis en vano.
3 Porque primeramente os he
enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados,
conforme a las escrituras; 4 y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día,
conforme a las Escrituras; 5 y que apareció a Cefas, y después a los doce. 6
Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven
aún, y otros ya duermen. 7 Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles;
8 y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí. 9 Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios. 10 Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo. 11 Porque o sea yo o sean ellos, así predicamos, y así habéis creído.
12 Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? 13 Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. 14 Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe. 15 Y somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan. 16 Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; 17 y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. 18 Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron. 19 Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres. 20 Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho.
21 Porque por cuanto la muerte
entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. 22
Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán
vivificados. 23 Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego
los que son de Cristo, en su venida. 24 Luego el fin, cuando entregue el reino
al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia.
25 Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos
debajo de sus pies.
26 Y el postrer enemigo que será
destruido es la muerte. 27 Porque todas las cosas las sujetó debajo de sus
pies. Y cuando dice que todas las cosas han sido sujetadas a él, claramente se
exceptúa aquel que sujetó a él todas las cosas. 28 Pero luego que todas las
cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le
sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos.
29 De otro modo, ¿Qué harán los que se bautizan por los
muertos, si en ninguna manera los muertos resucitan? ¿Por qué, pues, se
bautizan por los muertos?
30 ¿Y por qué nosotros peligramos a toda hora? 31 Os aseguro, hermanos, por la gloria que de vosotros tengo en nuestro Señor Jesucristo, que cada día muero. 32 Si como hombre batallé en Éfeso contra fieras, ¿qué me aprovecha? Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, porque mañana moriremos. 33 No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres. 34 Velad debidamente, y no pequéis; porque algunos no conocen a Dios; para vergüenza vuestra lo digo.
35 Pero dirá alguno: ¿Cómo
resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán? 36 Necio, lo que tú siembras
no se vivifica, si no muere antes. 37 Y lo que siembras no es el cuerpo que ha
de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de otro grano; 38 pero Dios
le da el cuerpo como él quiso, y a cada semilla su propio cuerpo. 39 No toda
carne es la misma carne, sino que una carne es la de los hombres, otra carne la
de las bestias, otra la de los peces, y otra la de las aves. 40 Y hay cuerpos
celestiales, y cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los celestiales, y
otra la de los terrenales. 41 Una es la gloria del sol, otra la gloria de la
luna, y otra la gloria de las estrellas, pues una estrella es diferente de otra
en gloria.
42 Así también es la resurrección
de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. 43 Se
siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará
en poder. 44 Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo
animal, y hay cuerpo espiritual.
45 Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante. 46 Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual. 47 El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. 48 Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales. 49 Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial. 50 Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción.
51 He aquí, os digo un misterio:
No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, 52 en un momento, en un
abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y
los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.
53 Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal
se vista de inmortalidad. 54 Y cuando esto corruptible se haya vestido de
incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se
cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria.
55 ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? 56 ya que el aguijón de la muerte es él pecado, y el poder del pecado, la ley. 57 Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo. 58 Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano. (1 Corintios 15).
1. Además. Gr. dé, "pero" o "ahora bien". Se
señala un cambio en el hilo del pensamiento y la introducción de un nuevo tema:
la resurrección.
Este capítulo
contiene lo que podría llamarse la gloria con la cual culmina la epístola: una
exposición de la verdad de la resurrección.
El tema puede ser dividido en
cuatro secciones: (1) La prueba de que hay resurrección (vers. 1-34); (2) la
naturaleza de los cuerpos de los que serán resucitados (vers. 35-50); (3) una
afirmación en cuanto a lo que sucederá con los que estén vivos en el segundo
advenimiento de Cristo (vers. 51-54); (4) las consecuencias reales de esta
doctrina (vers. 55-58).
En el testimonio de la
resurrección de Jesús, dado en los vers. 3-8, se refieren algunos hechos no
registrados en los Evangelios (vers. 6-7). En el capítulo se declara que la
muerte y resurrección de Cristo fueron temas de antiguas profecías y sucesos
confirmados por el testimonio de testigos vivientes (vers. 5-6). Este es uno de
los testimonios más antiguos escritos en cuanto a la resurrección, redactado
dentro de los primeros 25 años después de acontecido ese hecho (ver las pp.
105-107). Muestra que la evidencia de la resurrección, como hecho literal e
histórico, fue suficiente para convencer el poderoso intelecto de un
contemporáneo hostil: Pablo.
Entre los errores que se habían introducido en la iglesia de Corinto como resultado del rebajamiento de las normas morales por parte de algunos creyentes, estaba el rechazo de la creencia en la resurrección (ver cap. 3:3; 5:1-2; HAp 257). La forma detallada en que Pablo trata esta doctrina destaca su vital importancia (cf. Juan 5:28-29; 11:25; Hech. 23:6; 24:14-15; Rom. 1:3-4; Fil. 3:10-11; Apoc. 20:6).
Satanás siempre está listo para hacer
desaparecer una verdad vital y reemplazarla con un error. Por esta razón los
cristianos deben repasar frecuentemente las principales verdades evangélicas,
llenando sus mentes con ellas para que no haya lugar a ideas equivocadas (ver
com. 2 Tim. 2:15).
Declaro. Gr. gnÇrízÇ, "hacer saber"; pero como Pablo está repitiendo lo que ya ha dicho a los corintios, la palabra podría usarse en el sentido de "reiterar", "recordar".
El apóstol
creía que era necesario repetir la sustancia de su predicación, y al hacerlo
ponía especial énfasis en la doctrina de la resurrección.
Evangelio. Ver com. Mar. 1:1. El contenido del Evangelio o "buena nueva" que
predicaba Pablo a los corintios, puede reunirse de los cap. 1:7-9, 17-24; 2:2;
etc., en donde se verá que la cruz de Cristo se destaca en el mensaje. La doctrina
de la muerte expiatoria del Salvador (cap. 15:3) está necesariamente asociada
con este tema central.
Todo lo que se relaciona con la
vida de Cristo en la tierra tiene interés e importancia para el creyente; pero
Pablo revela aquí que la gloriosa noticia de que uno ha sido salvado del pecado
llega a su máxima altura con la resurrección.
Recibisteis. Pablo había predicho fielmente el Evangelio, y
ahora recuerda a los miembros de la iglesia que ellos habían recibido y
aceptado su mensaje.
Perseveráis. "Permanecéis firmes" (BJ), "os
mantenéis firmes" (NC). La flexión del verbo griego sugiere que permanecieron y continuaban
permaneciendo en la fe que Pablo les había predicado. Él había fundado la
iglesia de Corinto (Hech. 18), y por eso era correcto que les recordara las
grandes verdades sobre las cuales se había establecido la iglesia, pero de las
cuales se había desviado su atención debido a cosas extrañas que se habían
introducido entre ellos, como luchas y disputas. Es bueno que los cristianos
recuerden con frecuencia el Evangelio mediante el cual el Espíritu Santo
efectuó su conversión; ese recuerdo los ayudará a mantenerse humildes e
impedirá que dependan de sus propias filosofías (cf. Col. 2:8).
2. Retenéis. Mejor "seguís reteniendo con firmeza",
refiriéndose a lo que Pablo les había predicado. Este retener con firmeza
significa más que el asentimiento intelectual a las doctrinas; indica una
convicción absoluta en lo que se ha creído. Una convicción tal induciría a un
comportamiento compatible con su fe y no les permitiría albergar pensamientos
erróneos.
Salvos. Literalmente "estáis siendo salvados". La
salvación es una experiencia continua (ver com. Rom. 8:24; cf. PVGM 46).
Creísteis en vano. No había nada malo en el mensaje
que se les había predicado, pero la forma en que los corintios creían en ese
mensaje podía permitir dudas. Si su creencia era a medias, tenía poco valor. Si
su fe era firme, descubrirían que la doctrina de Pablo era suficiente para
guiarlos por el camino de la salvación. Después de decirles eso, el apóstol
procede a asegurarles que ciertamente él les había dado el verdadero Evangelio.
3. Primeramente. Primeramente en orden de
presentación, o en importancia. El apóstol enumera cuatro "primeros"
hechos que había transmitido a los creyentes: (1) Cristo murió por nuestros
pecados, (2) Cristo fue sepultado, (3) Cristo fue resucitado, y (4) Cristo
apareció (vers. 3-5). Algunos han sugerido que esto forma la base del credo
cristiano más antiguo que se conoce.
Enseñado. Literalmente "entregué". "Os
transmití" (BJ, BC). Pablo nunca pretendió ser el autor del Evangelio que
predicaba. Aclara que estaba transmitiendo un mensaje que le había sido dado
por el Señor (cf. 1 Cor. 11:2,23; Gál. 1:12; Efe. 3:2-3). Esto destaca el origen
divino de la doctrina que él predicaba, ensalzando así su mensaje y haciendo
imperativa su observancia.
Por nuestros pecados. La preposición griega hupér,
traducida "por", tiene el sentido de "a causa de" o
"en lugar de". Jesús, el Cordero de Dios, murió como una ofrenda expiatorio
a causa de nuestros pecados. Murió para expiar el pecado (ver com. Rom.
3:24-26; 4:25; 5:8; 2Cor. 5:21; Gál. 1:4; 1 Ped. 2:24).
Este es el primer gran hecho enseñado por Pablo a los corintios.
La muerte vicaria de Cristo expió nuestros
pecados, pero Cristo no permaneció bajo el poder de la muerte. Como no pecó, la muerte no pudo retenerlo, y
resucitó triunfante de la tumba (ver com.
Juan 10:17; Hech. 2:22-24).
Escrituras. Es evidente que Pablo había dado a la fe de sus conversos una base completamente bíblica, y ahora podía recurrir a muchas de las profecías concernientes al Mesías que se encuentran en el AT (cf. com. Luc. 24:26-27, 44).
Su hábil aplicación de los pasajes que tratan de la vida, los sufrimientos
y la muerte del Mesías prometido, había convencido en diferentes ocasiones a
sus oyentes y acallado la oposición de sus críticos judaizantes (ver com. Hech.
9:19-22; 13:14-41; 17:3; 18:4-6; 24:14; 26:4-8, 22-23; 28:23).
4. Sepultado. La sepultura de Cristo comprobaba que nuestro Salvador sí había muerto y proporcionaba la condición necesaria anterior a la resurrección. El pedido de José de Arimatea, de que se le permitiera quitar el cuerpo del Salvador de la cruz, hizo que Pilato preguntara acerca de si era cierto que había muerto (Mar 15:43-45). Los preparativos para su sepultura como se registran en los Evangelios y el relato de que fue colocado en la tumba y custodiado por soldados romanos ante la instigación de los principales sacerdotes, confirman que murió (ver Mat. 27:57-60, 62-66; Luc. 23:50-56; Juan 19:38-42).
Resucitó. Gr. "ha sido resucitado", que corresponde con la voz pasiva y tiempo perfecto; por lo tanto, transmite el significado de que ha sido resucitado y aún vive. Las flexiones verbales previas "murió" (vers. 3) y "fue sepultado" (vers. 4), están en el tiempo del aoristo, que corresponde con sucesos históricos del pasado, en contraste con el sentido de continuidad implicado por el perfecto. De modo que Pablo está destacando no sólo que Jesús había resucitado de los muertos, sino que continuaba estando resucitado, y que permanece en la condición de haber resucitado.
Tercer día. En cuanto al intervalo entre la muerte de Cristo y su resurrección, ver t. V, pp. 239-242. Cf. Mat. 12:40; Luc. 24:46.
5. Apareció. Pablo sigue enumerando los principales puntos del
Evangelio que había transmitido a los corintios (vers. 3).
Cefas. Gr. k'fás, transliteración del nombre arameo Kefa´,
que se tradujo al griego como Pétros, de donde deriva Pedro (ver com. Mat. 4:18).
En cuanto a la aparición de Cristo a Pedro, ver com. Luc. 24:34. Pablo recurre
al testimonio de los que habían tenido un conocimiento directo de la
resurrección, y especialmente de los que aún vivían, para que confirmaran esa
verdad. Teniendo en cuenta que sólo estaba repitiendo puntos de la doctrina que
previamente les había predicado, no trató de presentar todas las pruebas
posibles, sino que sólo resumió lo que ellos ya conocían.
Doce. Algunos MSS antiguos dicen "once"; sin
embargo, la evidencia textual (cf. p. 10) establece el texto "doce".
Posiblemente pueda verse aquí un intento de armonizar el versículo con el
número de los apóstoles que quedaron después de la muerte de Judas y antes de
la elección de Matías (cf. Hech. 1:26). Cuando Cristo se apareció por primera
vez a sus apóstoles, sólo diez estaban presentes, pues Tomás no estaba en el
grupo (Juan 20:24). Pero sin duda Pablo está usando el número "doce"
como el título oficial del grupo apostólico. Por lo tanto, no hay una
discrepancia vital entre este versículo y los hechos históricos.
6. A más de quinientos. Los Evangelios no mencionan el
hecho de que Jesús apareciera a un grupo tan grande, pero una afirmación de
Mateo sin duda se refiere a esta reunión (cf. cap. 28:10,16; Nota Adicional de Mat.
28).
Los once, en obediencia a la
instrucción de su Salvador resucitado (Mat. 28:9-10), fueron a Galilea. Es
difícil suponer que se reservaron para sí la noticia de esta cita de origen
divino, sino que sin duda informaron a los creyentes que Jesús tenía el plan de
encontrarse con ellos. Más de 500 respondieron a la invitación, lo que
demuestra que el Señor tenía muchos más discípulos de lo que generalmente se
supone.
Muchos viven aún. "La mayor parte viven"
(BJ). La mayor parte de los 500 vivía cuando Pablo escribió su epístola, los
cuales podían a una sola voz dar un poderoso testimonio de la certeza de la
resurrección de Cristo, pues un acontecimiento que podía ser confirmado por
tantos testigos no podía desestimarse fácilmente.
Duermen. Gr. koimáÇ, "dormir" (ver com. Juan 11:11). Esta expresión se usa en las Escrituras para significar la muerte (ver Mat. 9:24; Hech. 7:60; 1 Cor. 15:18; 1 Tes. 4:13-15; 2 Ped. 3:4).
7. Jacobo. No hay una prueba que demuestre de cuál Jacobo se
trata, pero la mayoría de los comentadores lo identifican con Jacobo, el
hermano del Señor. En cuanto a la identificación de los diversos personajes que
se llaman Jacobo, ver la Introducción a la Epístola de Santiago (o Jacobo).
No hay ningún otro registro de la
aparición del Señor a Jacobo, pero si el Jacobo que aquí se menciona era en
verdad el hermano del Señor, el mismo que presidió el concilio de la iglesia en
Jerusalén (ver com. Hech. 12:17; 15:13), entonces Pablo se había encontrado con
él en Jerusalén, y sin duda había escuchado de Jacobo el testimonio personal de
la aparición que aquí se menciona.
Todos los apóstoles. Sin duda se refiere a la última
aparición de Cristo a los apóstoles cuando ascendió al cielo (Hech. 1:6-12).
8. Último de todos. Estas palabras parecen indicar
que la enumeración precedente de apariciones está dispuesta en orden
cronológico, y que Pablo fue el último a quien Cristo se apareció
personalmente.
Abortivo. Gr. éktrÇma, "aborto", "feto nacido
muerto". "Aborto" (NC); "siendo como soy el abortivo"
(BC). Esta palabra sólo aparece aquí en
el NT griego, pero se usa en la LXX (Núm. 12:12; Job 3:16; Ecl. 6:3).
El apóstol quiere decir que, en
comparación con los otros apóstoles no es mejor que un bebé que nace
muerto. Los otros discípulos crecieron y
maduraron mientras ejercían su ministerio, pero Pablo fue introducido
súbitamente en su apostolado.
También podría estar expresando
su sentimiento de indignidad de ser contado entre los discípulos debido a la
forma como había tratado antes a los que creían en Cristo (ver com. Hech. 7:58;
8:1, 3;9:1,13,21; 26:10). Por medio de su incansable diligencia parecía haber
demostrado que sentía la gran obligación de compensar su falta de trato
personal con Jesús.
9. El más pequeño. Había sido el último de os (vers.
8), ahora afirma que es el más pequeño (cf. com. Efe. 3:8).
No soy digno. Pablo reconoce la verdad de que nadie, en ningún
sentido, es digno de ser llamado al servicio de Dios (ver com. 2 Cor. 3:5).
Porque perseguí. Parece que nunca se perdonó su
anterior fiera oposición a los creyentes cristianos, y que el recuerdo de esa
experiencia tendía a mantenerlo humilde y continuamente agradecido por la bondad
del Señor (ver Hech. 22:4; 26:9-11; Gál. 1:13; 1 Tim. 1:13). El perdón de Dios
produce en el corazón verdaderamente convertido una sensibilidad al pecado y un
sentimiento de gratitud y humildad. Esta
experiencia capacita al creyente para testificar a otros.
10. Gracia de Dios. Para una definición de
"gracia", ver com. Rom. 3:24. Todo lo que Pablo había llegado a ser o
que había alcanzado en el servicio del Señor, lo atribuía a la misericordia
inmerecida, al favor y el poder de Dios.
Había aprendido la
lección esencial de que todas las adquisiciones humanas no tienen valor en la
obra de Dios si el alma no ha recibido esa vida espiritual procedente de Dios
que se llama "gracia". Pablo sabía que todo su celo, toda su piedad,
toda su capacidad y todo su éxito como apóstol, eran el resultado del favor
inmerecido que Dios había manifestado para con él. Por la gracia de Dios había
podido hacer más que los otros misioneros.
Soy lo que soy. Esta frase destaca la condición
espiritual de Pablo; no contiene un egotismo jactancioso.
No ha sido en vano. En
estas palabras se manifiesta una nota de agradecida satisfacción. Pablo estaba
contento porque la gracia de Dios no se malgastó cuando le fue conferida a él.
He trabajado más. Es decir, más intensamente. La
consagración y el trabajo tenaz rara vez dejan de producir un abundante fruto. Pero
como lo revela la frase siguiente, el apóstol no permitía que el orgullo echara
a perder su éxito como evangelista.
No yo. Pablo no daba oportunidad para que nadie se
imaginara que se estaba gloriando; rendía toda la gloria a Dios. Todos los que
alcanzan verdadero éxito en la obra de Dios en la tierra, reconocerán que
cualquier bien que hayan realizado ha procedido de la gracia de Dios que los capacita
(cf. Gál. 2:20; Fil. 2:13; 4:13).
11. Porque. Pablo termina aquí la comparación entre él y los
otros apóstoles (9-10), y llega a la conclusión de que como todo
testimonio cristiano valedero recibe su poder de Dios, la identidad y la
personalidad del agente humano son relativamente de poca importancia.
Así predicamos. ¡Qué valiente afirmación en
cuanto a la unidad del testimonio apostólico! Todos los apóstoles daban el
mismo testimonio en cuanto a la resurrección de Cristo. Por lo tanto, no tenía
importancia quién de ellos había llevado el mensaje a los corintios.
Este principio es de aplicación universal,
y puede ser recordado con provecho por la iglesia moderna. El instrumento
humano es nada más que un portavoz usado por el Espíritu Santo para llevar la
verdad a los hombres, y si el éxito corona sus esfuerzos, el mérito pertenece a
Dios (cf. cap. 3:6).
Así habéis creído. Pablo recuerda a sus lectores de
Corinto la forma en que originalmente aceptaron la doctrina que él les
comunicó, que era la de todos los apóstoles.
12. Pero. Con este versículo da comienzo el apóstol a sus
argumentos estrechamente entrelazados en cuanto a la resurrección.
En los vers. 5-8 ha establecido
la base histórica de la resurrección presentando el testimonio de una multitud
de testigos presenciales fidedignos. Ahora pregunta cómo, teniendo en cuenta
este hecho bien comprobado, algún creyente corintio podía negar una
resurrección general de los muertos.
No hay resurrección. Es evidente que había algunos en Corinto que negaban la posibilidad de una resurrección corporal de los muertos. En los vers. 13-19. Pablo demuestra la naturaleza nociva de una negación tal, y demuestra cómo esa creencia es incompatible con el hecho demostrado de que Jesús había resucitado (ver también vers. 16).
13. Tampoco Cristo resucitó. Si se consideraba que era
imposible la resurrección de los muertos, que era un absurdo creer en ella,
entonces debía deducirse que Cristo no había resucitado de la tumba, pues la
objeción general contra la resurrección de los muertos se aplicaría también a
la resurrección de Cristo.
Por lo tanto, no es posible negar
la resurrección general sin negar implícitamente la resurrección de Jesús, tan
bien comprobada. Pablo dice que éste es el resultado inevitable de negar la
resurrección, e implica una negación del cristianismo, la eliminación de la
esperanza del cristiano de la vida eterna.
14. Vana. Gr. kenós, "vacío", "sin
contenido", "carente de verdad" (cf. com. vers. 17), una
adecuada descripción de cualquier tentativa de predicar el Evangelio sin tener
en cuenta la resurrección de Jesús. Semejante predicación sería
"vacía", despojada de uno de sus hechos históricos centrales. Si
Cristo no resucitó, el testimonio cristiano es hallado falto por dos motivos:
(1) Jesús declaró repetidas veces que resucitaría de los muertos (Mat. 16:21;
17:22-23; 20:17-19; etc.), y si no resucitó, fue un impostor; (2) los apóstoles
basaban su predicación en un suceso que afirmaban que había ocurrido, y de esa
manera compartían la impostura, y predicaban una esperanza que no podía
cumplirse.
Predicación. Gr. kérugma, "lo predicado". El énfasis
está en el contenido de la predicación (ver com. cap. 1:21).
Vuestra fe. No creer en la resurrección invalida no sólo la
predicación apostólica sino también la creencia en esa predicación. Poniendo en
duda la posibilidad de una resurrección, tales hombres estaban destruyendo todo
lo que antes habían estimado como precioso.
15. Falsos testigos de Dios. La deducción es que habría sido
un pecado predicar que Cristo había resucitado de entre los muertos si no
hubiera sido así, pues habría sido inicuo decir que Dios había hecho algo que
no había hecho, como hubiera sido si no hay resurrección y Cristo no hubiera
resucitado. Los apóstoles habrían estado anunciando la resurrección como un
acto de Dios y afirmando que habían sido testigos de un suceso que nunca
aconteció.
Al cual no resucitó. Pablo está considerando
detenidamente la actitud del escéptico hacia la resurrección. Su argumento se
ocupa de la suposición de que los muertos no resucitan, aunque él no apoya esa
opinión. La negación de la posibilidad de una resurrección general demuestra la
imposibilidad de que Cristo haya resucitado, y así se niega toda base para
creer en Cristo.
16. No resucitan. Esta repetición de la conclusión
ya declarada en el vers. 13 demuestra la preocupación de Pablo por la insidiosa
enseñanza que había apartado a algunos de los creyentes corintios de la verdad
en cuanto a la resurrección. Satanás trata de minar la fe en la resurrección
para que sea más fácil que los hombres acepten la primera gran mentira con la
cual negó la sentencia de muerte pronunciada por Dios para la desobediencia
(ver Gén. 2:17; 3:4). Si el hombre no muere realmente cuando llega a su fin
esta vida terrenal, entonces no hay necesidad de una resurrección; pero si la
muerte es una cesación de la existencia, entonces la vida posterior depende de
la resurrección (ver com. Sal. 146:4; Ecl. 9:5-6, 10).
17. Vana. Gr. matáios, "inútil", "sin
objeto" (cf. com. vers. 14). Aquí se llama la atención a la falta absoluta
de propósito alguno en la fe cristiana si Cristo no resucitó de los muertos.
Los fieles de Corinto eran suficientemente fuertes para rechazar la sugestión
de que su fe era "inútil" y, por lo tanto, se sentirían aún más
inclinados a creer en la resurrección.
Pecados. En los vers. 16 y 17 Pablo repite el razonamiento
que presenta en los vers. 13 y 14, pero con una diferencia. En los vers. 13 y 14 destaca que la fe es
vacía sin la resurrección de Cristo; en los vers. 16 y 17 se revela que el
hombre está desesperadamente perdido sin la resurrección. Aunque es cierto que
"Cristo murió por nuestros pecados" (vers. 3), también es cierto que
fue "resucitado para nuestra justificación" (Rom. 4:25; cf. cap. 10:9).
Si Jesús no resucitó de los
muertos, entonces fue un impostor; la fe en él no produciría el perdón de los
pecados, y el pecador quedaría para siempre con su culpabilidad. Semejante
suposición no podía ser tolerada por alguien que hubiera experimentado el gozo
de que sus pecados fueran perdonados.
Además el bautismo, que es un
símbolo de la muerte, sepultura y resurrección de Cristo, perdería su
significado si no hubiera resurrección, pues se da la exhortación de que
andemos "en vida nueva" así como Cristo fue resucitado de entre los
muertos (ver Rom. 6:3-4).
18. Entonces. Pablo presenta ahora otra consecuencia inevitable cuando se niega la resurrección. Los que durmieron. Ver com. vers. 6.
En Cristo. Para los corintios estas palabras se referirían
principalmente a los cristianos muertos, pero en un sentido más amplio se refieren
a todos los que, desde Adán hasta el fin de la historia humana, hayan muerto
creyendo que la confesión de los pecados y la fe en la sangre expiatorio del
Salvador les asegurarían el perdón y la vida eterna.
Perecieron. Si no hay resurrección, los que han muerto
permanecerán muertos, las perspectivas sostenidas por el cristianismo son un
cruel engaño, y todos los justos muertos estáis condenados a permanecer
inconscientes en sus tumbas. Ningún cristiano podría aceptar tales conclusiones
que destruyen una gran esperanza. Por eso el razonamiento de Pablo destaca otra
vez la importancia vital de la resurrección en la doctrina cristiana (ver com.
vers. 16).
19. Si en esta vida solamente. La sintaxis de esta frase en
griego muestra que Pablo no destaca "en esta vida", sino el hecho de
que la fe cristiana se basa en algo más que una esperanza. De ese modo describe
vívidamente la inutilidad de un cristianismo despojado de vitalidad. El no
creer en la resurrección despoja a los hombres de la certeza concerniente a la
vida después de la muerte y los deja con una fe ineficaz para la vida actual.
Más dignos de conmiseración. Gr. eleeinóteros, comparativo del
adjetivo eleeinós, "infeliz", "desgraciado",
"miserable". Esta oración dice literalmente "más dignos de
lástima que todos los hombres somos". Debe notarse que Pablo no está
sugiriendo que la piedad y la conformidad con la voluntad revelada de Dios en
esta vida no son acompañadas por la felicidad. El creyente tiene motivos para
ser más feliz que los otros hombres; pero si la resurrección es un engaño,
entonces los cristianos merecen que se los compadezca más que cualquier otra
gente. No hay otros que hayan tenido tan elevada esperanza de disfrutar la
eternidad, por lo tanto, no hay otros que puedan experimentar una frustración
más profunda si esas esperanzas fueran destruidas si se comprobara la falsedad
de la resurrección.
El apóstol usa ese razonamiento
para demostrar a los corintios que la negación de la doctrina cristiana de la
resurrección destruye la fe y es ilógica. Además, los cristianos estaban
sometidos a pruebas y persecuciones mayores que la mayoría de las otras gentes.
De modo que si después de haber sufrido por su fe quedaban decepcionados en
cuanto a su esperanza en la resurrección, su condición sería realmente digna de
lástima.
De este versículo puede deducirse
una poderosa demostración de la legitimidad del cristianismo. Es concebible que
haya quienes estén dispuestos a sufrir privaciones y afanes si están seguros de
una recompensa adecuada por su sacrificio. Pero es increíble que los apóstoles
trabajaran y sufrieran sabiendo que la gloriosa esperanza que proclamaban era
un engaño: ¡que Cristo no había resucitado! Este razonamiento es tan
descabellado que no puede creerse.
20. Mas ahora. Pablo ha demostrado históricamente la verdad de la
resurrección de Cristo (vers. 5-8), y ha destacado los efectos destructivos de
negar la resurrección (vers. 13-19). Ahora puede afirmar que ha demolido la
enseñanza negativa y afirmar triunfalmente la certeza de la resurrección de
Cristo. La expresión "mas ahora" graba esta certeza en la mente de
los lectores de Pablo. Se aparta de las consideraciones negativas de los vers.
12-19, y sin vacilar considera los resultados positivos derivados de creer en
la resurrección (vers. 20-34).
Resucitado. Ver com. vers. 4, donde aparece la misma flexión.
Primicias. A los antiguos israelitas se les ordenó que presentaran la primera gavilla de la cosecha de cebada al sacerdote, quien la mecía ante el Señor como una promesa de la cosecha completa que seguiría. Esta ceremonia debía celebrarse el día 16 del mes de Nisán (Abib; ver com. Lev. 23:10-11).
La cena pascual se comía el 14 de
Nisán (ver com. vers. 5), y el 16 se ofrecían las primicias. La gavilla mecida
de las primicias de la cosecha era un símbolo de Cristo, las
"primicias" o promesa de la gran cosecha que seguirá cuando todos los
justos muertos sean resucitados en la segunda venida de Cristo (ver 1 Cor.
15:23; 1 Tes. 4:14-16). Cristo resucitó de los muertos el mismo día cuando la
gavilla mecida era presentada en el templo (ver com. Lev. 23:14; Luc. 23:56;
24:1; t. V, pp. 239-242).
Así como la primera gavilla era
una promesa y una seguridad de la recolección de toda la cosecha, así también
la resurrección de Cristo es una promesa de que todos los que depositan su
confianza en él serán resucitados de los muertos.
Los que durmieron. Mejor "los que han dormido". En cuanto a dormir como una figura de la muerte, ver com. vers. 6. "Dormir" se refiere aquí a los cristianos que mueren creyendo en el Señor Jesús como su Salvador.
Es hecho. La evidencia textual (cf. p. 10) establece la omisión de estas palabras. (Las omiten la BJ, BC y NC.)
21. Por cuanto. Con este versículo Pablo da comienzo a su comparación entre el primer Adán y el segundo (vers. 21-22, 45-47). Su razonamiento es muy similar al de la Epístola a los Romanos (ver com. cap. 5:12-19). La muerte entró. El pecado entró en la experiencia de la familia humana por medio de la desobediencia de un hombre, y como resultado la muerte se convirtió en la suerte de todos (ver com. Rom. 6:23). Si el hombre no hubiese pecado, los hombres no hubieran muerto. Sin el pecado los hombres nunca hubieran conocido la muerte (ver com. Gén. 2:17; PP 30, 33, 35).
Por un hombre. O "a través de un hombre". Una referencia
a Adán (cf. vers. 22).
Resurrección. Nótese que Pablo aún sigue su tema de la
resurrección. Como la muerte entró por causa de un hombre pecador, era
necesario que en el plan hermosamente ideado por Dios la liberación de la
muerte viniera por medio del Hombre sin pecado, Cristo Jesús. El pecado fue
introducido en la raza humana por un hombre; la eliminación de sus efectos se
haría mediante otro Hombre.
22. En Adán. Este versículo aclara el vers. 21; también
proporciona un resumen admirable del tema del cual Pablo se ocupa más
plenamente en su Epístola a los Romanos (ver com. Rom. 5:12-18). En cuanto a
los corintios, se conforma con señalar el contraste entre el resultado de la
vida de Adán: "todos mueren", y el resultado de la vida de Cristo:
"todos serán vivificados".
Todos mueren. Ver com. Rom. 5:12. La sentencia pronunciada sobre
Adán afectó a toda la familia humana; implicó la certidumbre de muerte para
todos; y comenzó a tener consecuencias inmediatamente después de que Adán pecó.
También. Es decir, de la misma manera, igualmente; pero debe
tenerse en cuenta que la obra de Adán y la de Cristo no son completamente paralelas,
pues Adán fue pecador, y Cristo es Aquel que no tuvo pecado.
En Cristo. Es decir, mediante la fe en su muerte expiatoria y
en su resurrección vivificadora.
Todos serán vivificados. Todos los hombres están sometidos
a la muerte debido al pecado de Adán y a su propia pecaminosidad, pero sólo los
que están "en Cristo" compartirán los beneficios eternos de la
resurrección del Salvador. En este respecto, el primer "todos" de
este versículo es universal, mientras que el segundo "todos" es
necesariamente limitado. Algunos han interpretado el segundo "todos"
como que abarcara a toda la humanidad: los impíos y los justos. Que esta
interpretación no es correcta se puede deducir de las palabras "en
Cristo" y haciendo una comparación con los vers. 51-53, donde
"todos" se refiere únicamente a los creyentes.
23. Orden. Gr. tágma, "lo que ha sido puesto en
orden", "tropa [de soldados]".
Tágma no aparece en ninguna otra parte del NT. Este vocablo era
originalmente un término militar, y da la idea de una serie de categorías como
se sugiere en este versículo. El Cristo triunfante presidió en la mañana de la
resurrección, pero será seguido por las filas de sus santos que han estado
dormidos.
Primicias. Ver com. vers. 20. Otros como Moisés (ver com. Mat.
17:3) y Lázaro (ver com. Juan 11:43) habían muerto y sido resucitados antes de
que Jesús saliera victorioso de la tumba, pero lo hicieron sólo en virtud de la
resurrección de Cristo y como una anticipación de ella (cf. DTG 489). Sin la
victoria de Cristo sobre la muerte, ninguna otra resurrección habría sido
posible. En este sentido Cristo es verdaderamente las primicias de los que
resucitan.
Luego. Gr. épeita, "de allí en adelante",
"entonces", o "después", que se usa para enumerar
acontecimientos sucesivos, y por lo general sugiriendo un orden cronológico. Se
usa en los vers. 6 y 7; en el 7 también está en su forma más corta (éita,
"después"). En el vers. 24 tiene un significado similar. La
resurrección de Cristo como las primicias está separada aquí de la resurrección
de los justos.
Los que son de Cristo. Es decir, los que murieron
confiando en el Redentor. Este grupo incluye a todos los que fueron
justificados por la fe en los días del AT, los que creían en Cristo en el
tiempo de Pablo, y los que han creído desde entonces. Los redimidos de todos
los siglos pueden ser descritos con justicia como los que son de Cristo, pues
nuestro Redentor compró a cada uno con su propia sangre.
En su venida. En cuanto a la palabra venida (Gr. parousía), ver com. Mat. 24:3. Pablo decididamente relaciona la resurrección de los redimidos con el regreso de Cristo.
Ver com. Juan 14:3; 1 Cor. 15:51-53; 1 Tes. 4:14-16;
Apoc. 20:6.
24. Luego. Gr. éita, "luego", "después", "entonces" (ver com. vers. 23). Éita nunca significa "al mismo tiempo" (cf. Mar. 4:17,28, donde la palabra "primero", "luego", "después" [éita], evidentemente se usa para indicar una secuencia cronológica). Por lo tanto, no se dice que lo que sigue ocurre al mismo tiempo de la resurrección de los justos. Éita da más bien comienzo a una nueva época que sigue después de un intervalo. El fin. Podría haber dudas en cuanto a la identificación de este "fin" si Pablo no procediera a describirlo después en el versículo. Lo que sigue muestra que se estaba refiriendo al fin del gran conflicto que ha causado tanto dolor en el universo. Más allá de esto no podemos ir con seguridad, pues la Inspiración no ha dado luz específica sobre el asunto.
Cuando. Gr. hótan, "cuando", "tan pronto como", que con frecuencia se usa para acontecimientos de los cuales el autor está seguro, pero cuyo tiempo no se atreve a fijar. Entregue. Gr. paradídomi, "transmitir", "entregar".
Reino. Es difícil decidir el significado exacto de esta palabra en este contexto, pero ayudan a interpretarla los siguientes puntos: (1) El reino de este mundo se rebeló contra Dios; Cristo vino para restituir el gobierno de Dios en él, y cuando esa tarea se complete, entregará a su Padre el reino restaurado. (2) El Salvador vino a establecer "el reino de los cielos" (ver com. Mat. 3:2; 4:17; Mar. 1:15), y cuando finalmente se concluya esa obra, él triunfalmente entregará el reino en manos de su Padre.
Todo
esto está en armonía con la vida íntegra de Cristo, pues él vivió para
glorificar a Dios (Luc. 2:49; Juan 4:34; 6:38; 17:4). Cuando se lleve a cabo
esa entrega, el Padre recibirá nuevamente la completa soberanía pues habrá sido
vencida toda oposición y reinará la unidad en todo el universo (CS 736).
Cuando haya suprimido. O "cuando haya
abolido".
Dominio. Gr. arj', "principado",
"soberanía", "gobierno". El plural arjaí, se ha traducido
como "principados" en Rom. 8:38 (ver el comentario respectivo).
Autoridad. Gr. exousía (ver com. Rom. 13:1). Potencia. Gr. dúnamis, "poder", "dominio", "autoridad", que aquí describe a las entidades tanto terrenales como celestiales que se han opuesto a Dios (cf. com. Efe. 1:21; 6:12).
25. Preciso es que él reine. Es decir, es necesario, de acuerdo con el plan de Dios (ver Sal. 110:1; Mat. 22:43-44), que Cristo continúe reinando hasta que estén completamente subyugados todos los enemigos de Dios. En 1 Cor. 15:24 se ve claramente que es Cristo quien subyuga a los adversarios. Los vers. 27 y 28 muestran que lo hace por orden del Padre. Haya puesto. Es decir, el Padre (vers. 28).
Debajo de sus pies. Esto corresponde con el estrado
de Sal. 110:1, del cual el apóstol cita la idea.
26. Postrer enemigo. Una personificación de la muerte,
como en el vers. 55 y en Apoc. 6:8. En este pasaje, en el texto griego no está
el artículo definido, y el adjetivo "postrer" ocupa el primer lugar
-enfático- en la oración, destacando la finalidad de la victoria sobre toda
oposición, aun sobre el más temible enemigo del hombre: la muerte. El fin de la
muerte coincidirá con el fin del pecado. Cuando no haya más pecado, no habrá
más muerte, pues la muerte resulta del pecado (ver com. Rom. 6:21,23; Sant.
1:15).
Algunos afirmaban que no hay
resurrección, que la muerte es el fin de todo. El apóstol da la sorprendente
respuesta de que en el plan de Dios finalmente no habrá muerte pues ésta será
destruida (ver com. Isa. 25:8; Nah. 1:9; Apoc. 21:4).
Destruido. Gr. katargéÇ, "eliminar",
"abolir", "terminar con" (vers. 24).
27. Porque. Los vers. 27 y 28 son explicaciones adicionales del tema presentado en los vers. 24 y 25, y comienzan con una cita de Sal. 8:6. Pablo toma las palabras que fueron primeramente escritas en cuanto al dominio del hombre sobre las obras creadas por Dios, y las aplica al dominio de Cristo sobre todas las cosas. El primer Adán perdió su dominio y encontró la muerte; el segundo Adán recuperó el dominio perdido y destruyó la muerte. Las sujetó. Gr. hupotássÇ, "colocar debajo", "someter", "subordinar". Este verbo se usa en los vers. 27 y 28, donde se ha traducido "someter" y "sujetar" en diferentes versiones. Las Escrituras confiadamente dan la seguridad de que nada, ni siquiera la muerte, está excluido de quedar completamente sometido a Cristo (cf. Fil. 3:21; Heb. 2:8). Dice. Es decir, el Padre.
Se exceptúa. Dios no está incluido en las cosas que se ponen
bajo los pies de Cristo. Pablo tiene
cuidado de evitar cualquier sugestión que ensalce al Hijo por sobre el Padre
(ver t. V, pp. 894-896). Considera que Dios ha delegado ciertos poderes en
Cristo para el cumplimiento de los planes de ambos para vencer el pecado, pero
reconoce claramente que las relaciones eternas del Padre y el Hijo no son
anuladas debido a la parte prominente que Cristo desempeñó en el gran
conflicto.
28. Pero luego. Gr. hótan de, "pero
cuando". El vers. 27 trata del liderazgo de Cristo en la victoria sobre el
pecado; el vers. 28 se refiere a la relación posterior del Hijo vencedor con el
Padre.
Hijo. En el plan divino para la redención del mundo, el Padre confió todo en las manos del Hijo (ver com. Mat. 11:27; Col. 1:19). Cuando se complete la misión de Cristo y sean sometidos los enemigos de Dios, entonces el Hijo entregará "el reino al Dios y Padre" (1 Cor. 15:24). Este acto no implica que el Hijo sea inferior en comparación con el Padre. Es una demostración de la unidad de propósitos entre los miembros de la Deidad, por la cual los actos de uno se ven como el cumplimiento de la voluntad unida de ambos (ver t. V, pp. 894-896; com. Juan 10:30).
Para que Dios sea. Aquí se resume el propósito
supremo de la misión de Cristo: el Hijo vivió para glorificar al Padre (ver
Juan 17:1,4,6). Cristo no descansará hasta que el universo reconozca la
supremacía del Padre (ver com, Efe. 4:6; Fil. 2:11), y nada quede fuera de la
órbita del bondadoso control de Dios.
29. De otro modo. Pablo regresa ahora a su
argumentación acerca de la resurrección.
Se bautizan por los muertos. Este es uno de los pasajes
difíciles de los escritos de Pablo, para el cual aún no se ha encontrado una
explicación enteramente satisfactoria. Los comentadores han elaborado nada
menos que 36 diferentes posibles soluciones para los problemas que presenta este
versículo, la mayor parte de las cuales tienen poca importancia y sólo unas
pocas merecen ser consideradas.
Cuando se intenta entender este pasaje, deben tenerse en cuenta dos puntos
importantes: (1) Que Pablo aún está hablando de la
resurrección, y que cualquier explicación que se presente debe estar
íntimamente relacionada con el tema principal del cap. 15. (2) Que una
interpretación razonable debe concordar con una traducción correcta de las
palabras griegas hupér tÇn nekrÇn, ("por los muertos"). Generalmente
se concuerda en que hupér ("por") aquí significa "a causa
de" o "en lugar de".
Se sugieren, pues, tres posibles interpretaciones: (1) Que el
pasaje debe traducirse: "¿Qué, pues, harán quienes son bautizados? [¿Se
bautizan] por los muertos? Si de ninguna manera resucitan los muertos, ¿por qué
aún son bautizados? ¿Por qué también nosotros estamos en peligro cada momento
por ellos?" Aunque esta traducción es posible, no explica
satisfactoriamente las palabras "por los muertos".
(2) Que Pablo se está refiriendo a una costumbre pagana y por eso los
cristianos que vivían entonces eran bautizados en nombre de parientes o amigos
muertos que no habían sido bautizados, y se suponía que de esa manera se
salvaban por un acto de los vivos. Los padres de la iglesia se refieren varias
veces a esa práctica citando la costumbre de los herejes marcionitas (Tertuliano,
Contra Marción v. 10; Acerca de la resurrección de la carne 48; Crisóstomo,
Homilías sobre 1 Corintios xl.1). Además, Tertuliano se refiere a la festividad
pagana Kalendae Februariae, durante la cual los adoradores se sometían a una
purificación o lavamiento en favor de los muertos (Contra Marción v. 10).
Marción vivió a mediados del siglo II d. C. Para este segundo punto de vista es necesario suponer que la práctica se remonta a los días de Pablo. Se ha objetado que es improbable que el apóstol citara una práctica pagana o herética para apoyar una doctrina fundamental cristiana.
Pero Pablo no está apoyando de ninguna manera dicha práctica,
y por lo tanto en esencia podría estar diciendo: "Aun los paganos y los
herejes afirman su fe en la esperanza de la resurrección, y si ellos tienen esa
esperanza, ¡cuanto más debiéramos albergarla nosotros!" Jesús usó el
relato del rico y Lázaro como marco de una parábola, aunque sin apoyar su
aplicación literal (ver com. Luc. 16:19).
(3) Que es posible interpretar el
vers. 29 en términos de su contexto (vers. 12-32) como otra prueba de la
resurrección: (a) las palabras "de otro modo" se refieren al tema de
los vers. 12-28, y podrían parafrasearse, "pero si no hay resurrección . .
." (b) El verbo "bautizan" se usa en sentido figurado para
significar exponerse a un peligro extremo o la muerte, como en Mat. 20:22; Luc.
12:50. (c) "Los que se bautizan" se refiere a los apóstoles, que
constantemente se enfrentaban a la muerte mientras proclamaban la esperanza de
la resurrección (1 Cor. 4:9-13; cf. Rom.
8:36; 2 Cor. 4:8-12).
Pablo escribió esta epístola en Éfeso,
y debido a sus vicisitudes en esa ciudad declaró que estuvo en peligro "a
toda hora" (1 Cor. 15:30), que había perdido "la esperanza de conservar
la vida" (2 Cor. 1:8-10) y que moría "cada día" (1 Cor. 15:31).
(4) "Los muertos" del
vers. 29 son los cristianos muertos de los vers. 12-18 y potencialmente todos
los cristianos vivos que, según la opinión de algunos en Corinto, no tenían
esperanza después de morir (vers. 12,19).
Según esta interpretación, el
vers. 29 podría ser parafraseado de esta manera: "Pero si no hay
resurrección, ¿qué harán los mensajeros del Evangelio si continuamente se
exponen a la muerte a causa de hombres que de todos modos están destinados a
perecer en la muerte?" Sería una necedad de parte de ellos (vers. 17) que
hicieran frente a la muerte, para salvar a otros "si los muertos no
resucitan" (vers. 16, 32). El constante valor de los apóstoles ante la
muerte es, pues, una evidencia excelente de su fe en la resurrección.
Que es imposible -como algunos
enseñan- que los cristianos fueran bautizados para salvar a sus parientes o
amigos fallecidos, es evidente por los muchos pasajes de las Escrituras que
declaran que un hombre debe creer personalmente en Cristo y confesar sus
pecados para poder recibir beneficio del bautismo y ser salvo (Hech. 2:38;
8:36-37; cf. Eze. 18:20-24; Juan 3:16; 1 Juan 1:9).
Hasta los más justos de todos los seres huraños pueden librar únicamente sus propias vidas (Eze. 14:14,16; cf. Sal. 49:7). La muerte señala la terminación del tiempo de gracia para los humanos (ver Sal. 49:7-9; Ecl. 9:5-6, 10; Isa. 38:18-19; Luc. 16:26; Heb. 9:27-28).
30. Peligramos. ¿Por qué debían los apóstoles
arriesgar constantemente sus vidas para predicar el arrepentimiento y la fe en
Cristo si los muertos no resucitan? Los mensajeros del Evangelio al enfrentar
los peligros por tierra y mar, tienen el único propósito de hacer conocer la
verdad relacionada con el glorioso estado futuro en el reino de Dios, y si no
hay una felicidad futura que esperar difícilmente tiene sentido que se corran
tantos peligros.
31. Os aseguro. Esta expresión es una traducción
libre de la partícula griega n', usada para manifestar una vigorosa afirmación,
o un juramento en cuanto a la certeza de lo declarado. Difícilmente Pablo podría haber afirmado su
convicción más enérgicamente.
La gloria que de vosotros tengo. Ver com. 1 Cor. 9:2; cf. Rom. 15:17.
Cada día muero. El orden de las palabras en el texto griego coloca esta frase al comienzo de la sentencia. Pablo está manifestando su máximo orgullo, su gloriarse en los frutos de su ministerio evangélico, para apoyar su razonamiento, para subrayar su enérgica afirmación en cuanto a morir cada día. No se atribuía el mérito a sí mismo por su obra, sino que atribuía su acción fructífera a "nuestro Señor Jesucristo". La vida del gran apóstol de los gentiles estaba tan llena de pruebas, persecuciones, peligros y penalidades, que podría haber parecido como una muerte en vida (ver Rom. 8:36; com. 2 Cor. 4:8-11).
Pero si no hay resurrección de
los muertos, ese diario morir parecería ser una necedad; por lo tanto, el caso
personal de Pablo fortalece una vez más su presentación de la certidumbre de la
resurrección.
La frase "cada día muero" también podría admitir una interpretación homilética: contiene el secreto de la vida victoriosa de Pablo. A lo largo de toda su vida de servicio fiel para el Salvador con quien se había encontrado en el camino a Damasco, Pablo descubría que su antigua naturaleza no regenerada luchaba reclamando reconocimiento, y tenía que reprimirla constantemente (ver com. Rom. 8:6-8, 13; Efe. 4:22).
Bien sabía él que la vida del cristiano debe ser de abnegación en
cada paso del camino (ver com. Gál. 2:20; cf. com. Mat. 16:24-26).
Los cristianos que descubren que
sus antiguos deseos aún claman por ser satisfechos a pesar de sus buenas
intenciones de servir al Señor, pueden reconfortarse porque Pablo pasó por esta
misma experiencia. La vida cristiana es una continua lucha, bien simbolizada
como una batalla y una marcha, sin lugar de descanso hasta que Jesús venga (ver
MC 358). Pero el pensamiento de la resurrección y la vida gloriosa de la cual
es el comienzo, sostiene al creyente en todas las pruebas.
32. Como hombre. O "si por motivos
humanos" (BJ).
Batallé... contra fieras. Esta parece ser una referencia
figurada al episodio de la lucha de Pablo contra feroces adversarios en Efeso
(cf. Hech. 19:23-41). Un ciudadano romano no podía ser castigado obligándolo a
luchar con fieras. En resumen, él pregunta: "¿Qué gané exponiéndome a
peligros comparables con los de una lucha contra fieras y si el mensaje de resurrección
para vida eterna mediante Jesucristo no es cierto? ¿Por qué debo yo correr
tales riesgos para anunciar una falsa enseñanza?
Eso no sería sensato. Mejor
habría sido dejar abandonada la gente a su suerte, sin decir nada en
absoluto". No sabemos a qué vicisitudes en Éfeso se refiere Pablo. Los
adoradores paganos de la diosa Diana (Artemisa) parecían, en su furia insensata,
fieras y no seres humanos. Pero Pablo no podía estarse refiriendo a ese caso
particular, porque ocurrió después de que él escribió esta epístola (cf. 1 Cor.
16:8-9).
Comamos y bebamos. Una cita de Isa. 22:13, LXX. Hubiera
sido una necedad que Pablo, o cualquier otro, soportara privaciones,
penalidades y persecuciones a fin de predicar el Evangelio de salvación del
pecado y de una futura felicidad inmortal, si los muertos no resucitaran. Bien
podría haber aprovechado al máximo esta vida disfrutando plenamente sus
placeres, sabiendo que la muerte sería el fin irrevocable. Esta parece ser sin
duda la filosofía epicúrea de muchos, especialmente al aproximarse el segundo
advenimiento de Cristo (ver Mat. 24:38-39; 2 Tim. 3:1-4).
33. No erréis. O "dejad de ser descarriados". "No
os dejéis engañar" (BC).
Conversaciones. Mejor "compañías" (BJ,
BC). Este es un fragmento de una poesía de Menandro (343-c. 280 a. C.), quizá
un conocido proverbio. Puesto que todos son grandemente influidos por aquellos
con quienes se asocian, es necesario tener gran cuidado en la elección de
amigos y compañeros. Pablo exhortaba a los creyentes a cuidarse de los
argumentos suaves y engañosos de los falsos maestros que negaban la
resurrección de los muertos. Debe evitarse la compañía de tales individuos. La
relación con los que sostienen opiniones erróneas, o cuyas vidas son impuras,
tienen la tendencia a corromper la fe y la moral de los creyentes.
La relación diaria con los que no creían en la resurrección de los muertos y las frecuentes conversaciones sobre ese tema, podrían hacer que los creyentes perdieran su clara y positiva comprensión de la verdad. Habituarse al error tiende a eliminar las objeciones contra él y a disminuir las precauciones necesarias.
Por eso Dios siempre ha
aconsejado a los suyos que no participen de una estrecha relación con los
incrédulos (ver. Gén. 12:1-3; Exo. 3:9-10; Deut. 7:1-4; Isa. 52:11; Jer.
51:6,9; 2 Cor. 6:14-17; Apoc. 18:4)
34. Velad. Gr. eknéfÇ, "despertar", "volver a
la sensatez". "Despertaos" (BJ); "despertad " (BC);
"desembriagaos" (NC). El vocablo se aplica frecuentemente a los que
se despertaban después de haberse embriagado. Aquí da la idea de eliminar el
aturdimiento mental y apartarse de la confusión y la necedad de dudar de la
verdad de la resurrección. Es una exhortación a dejar un pensamiento equivocado
y volverse a lo que es correcto, una amonestación contra el peligro de una
apatía que se complace en sí misma. Los cristianos necesitan estar
constantemente alerta contra las insidiosas infiltraciones de falsas
enseñanzas.
No pequéis. O "no continuéis pecando"; "dejad de
pecar" (BC). Estad en guardia contra el error; no aceptéis una enseñanza
que no sólo es falsa sino que tiende a inducir a pecar. El rechazo de la
creencia en la resurrección podía llevar a un completo desprecio por toda
restricción y a una complacencia propia desenfrenada. Pablo consideraba que la
negación de la doctrina de la resurrección conduciría a consecuencias
peligrosas en la conducta y forma de vida de un cristiano.
No conocen a Dios. Entre los corintios había algunos
que no conocían a Dios como el Omnipotente; su creencia en él era sólo una
teoría. Como resultado estaban dispuestos a aceptar fácilmente la idea de que
no hay resurrección. La presencia de tales personas era una deshonra para toda
la iglesia, y no debía ser tolerada.
35. ¿Cómo? En la mente natural surgen objeciones contra la
idea de una resurrección de los muertos. La observación enseña que después de
la muerte viene la descomposición, y al fin el cuerpo se desintegra por
completo. Por eso los que dependen de la filosofía humana bien podrían
preguntar cómo podrá reunirse el polvo esparcido para que resucite la misma
persona que murió (ver Job 34:15; Ecl. 12:7). Otra pregunta perturbadora es:
¿cómo se comparará el cuerpo reconstituido con el cuerpo que se descompuso?
36. Necio. Gr. áfrÇn, "insensato". La insinuación en
las preguntas (vers. 35) demuestra que el que pregunta habla sin reflexión ni
inteligencia.
Lo que tú siembras. La dificultad presentada en el vers.
35 podía resolverse con el crecimiento de un cereal, fenómeno con el cual todos
estaban familiarizados, pero que no ocasionaba comentarios ni creaba problemas
a nadie. Cuando un grano de trigo es colocado en la tierra, se descompone y
muere; pero este proceso es esencial para la producción de una nueva planta. Si
esto que ocurre a diario se acepta fácilmente sin objetar nada, ¿por qué debía
haber problema alguno en cuanto a la resurrección de un cuerpo nuevo procedente
del que se ha descompuesto?
37. Grano desnudo. Es decir, una semillita sin hojas
ni tallo; así es el grano cuando se siembra. La planta que brota no es igual a
la semilla que se sembró. El cuerpo que saldrá de la tumba en la resurrección
tampoco será el mismo que fue colocado en el sepulcro. Por supuesto, habrá
semejanzas, pero también habrá diferencias. El nuevo cuerpo no está compuesto
de las mismas partículas de materia que formaban el cuerpo antiguo; sin
embargo, se conservará la identidad personal del individuo (ver Material Suplementario
de EGW, com. vers. 42-52).
38. Dios le da el cuerpo. El incesante milagro de la
naturaleza que produce las muchísimas y diversas clases de semillas, tiene su
origen en Dios, el Autor de toda vida y todo crecimiento. En la semillita no
hay nada que sin ayuda la haga brotar y producir vida (ver 3JT 258-260).
En el cuerpo descompuesto del
muerto tampoco hay nada que de por sí produzca la resurrección. Pero Dios ha
ordenado que haya resurrección, y ese milagro sólo ocurre por su poder. En la
resurrección cada uno tendrá un cuerpo que le sea adecuado. Los justos tendrán cuerpos glorificados, y
los impíos resucitarán con cuerpos que lleven las marcas de su condenación (ver
CS 702-703, 720).
39. No . . . es la misma carne. Carne es el cuerpo. La naturaleza
revela que hay varias clases de carne. Si Dios ha dispuesto que haya tantas
variedades de carnes y de cuerpos en la tierra, no debe ser sorprendente que en
la resurrección dé diferentes clases de cuerpos a los hombres.
40. Celestiales. Gr. epouránios, "celeste",
"que existe en el cielo". Los comentadores están divididos en su
interpretación de esta palabra. Algunos creen que Pablo se refiere al sol, la
luna y las estrellas, mientras que otros la aplican a los ángeles. Ambas
aplicaciones son apropiadas como ilustraciones del hecho de que todos los
cuerpos no tienen la misma forma y apariencia.
Sin embargo, la referencia en el
versículo siguiente al sol, la luna y las estrellas parece apoyar la primera
interpretación. Se presentan como ejemplos dos clases de cuerpos completamente
diferentes: una del todo fuera de la tierra; la otra, dentro de la tierra.
Después de que se advierte la gran diferencia entre estas dos clases de
cuerpos, no debiera ser difícil comprender que habrá una gran diferencia entre
los cuerpos terrenales, humanos, que ahora poseemos y comprendemos, y los que
poseeremos en la resurrección,
Gloria de los celestiales. El esplendor, la belleza y la
magnificencia de los cuerpos celestes es muy diferente a la de los cuerpos de
esta tierra. Aunque las aves, las flores, los árboles, los minerales y los
hombres tienen su propia belleza individual y sus atractivos, difieren de las
cosas del cielo. Los hombres no ponen en tela de juicio la diferencia entre la
belleza de las cosas celestiales y la de las cosas terrenales, ¿por qué, pues,
debiera haber alguna duda en cuanto a reconocer una diferencia entre el cuerpo
de un hombre, adaptado para la vida en esta tierra, y el que se adaptará para
la vida eterna?
41. Otra la gloria. Los cuerpos celestes -el sol, la
luna y las estrellas- tienen diversos grados de esplendor y belleza. Hay
estrellas de magnitudes diferentes y aun de colores diferentes. En el vers. 40
Pablo mostró que había una diferencia entre las diversas clases de cuerpos en
los cielos y en la tierra. Aquí afirma además que hay diferencias entre los
miembros de una misma clase, a saber, en los cuerpos celestes. Difieren no sólo
de los de la tierra sino también entre sí. De ese modo refuerza su argumento de
que el cuerpo que resucitará será diferente del cuerpo mortal. Dios ha
establecido tales variedades en la naturaleza, por eso no está limitado en su
poder para proporcionar un cuerpo nuevo y diferente a sus santos en la
resurrección.
42. Se siembra en corrupción. Pablo vuelve a la comparación
entre el reino vegetal y el hombre (vers. 37-38). Habla de los cuerpos de los
redimidos como de semillas sembradas en la tierra, semillas que producirán una
cosecha para el reino de Dios. El cementerio es llamado a veces, acertadamente,
"camposanto".
La descomposición que
silenciosamente prosigue allí sin ser vista, es el preámbulo de la gloriosa
resurrección cuando termine el crudo invierno de la historia de este mundo y
comience la eterna primavera con la venida de Cristo (ver 1 Cor. 15:52; 1 Tes.
4:16).
Resucitará. Pablo afirma que la resurrección de los justos con
cuerpos glorificados no sólo es posible, sino que en realidad sucederá. Esta es
una de las más reconfortantes verdades que se pueden presentar a los que en
esta vida van debilitándose debido a las enfermedades, que con temor anticipan
la tumba.
Incorrupción. Los cuerpos resucitados de los creyentes nunca más
estarán sometidos a enfermedades, descomposición ni muerte.
43. Se siembra en deshonra. Un cadáver es en cierto sentido
deshonroso, pues debido a su rápida descomposición se torna desagradable y
repugnante, y debe ser sepultado.
Resucitará en gloria. Los santos resucitados se
caracterizarán por su dignidad, belleza y perfección. Sus cuerpos serán hechos
semejantes al de Cristo (Fil. 3:20-21; CS 703).
Debilidad. Gr. asthéneia, "falta de fuerza",
"fragilidad", "enfermedad". No se refiere sólo a la
debilidad del cuerpo terrenal cuando está vivo, sino también a su completa
impotencia cuando ya es cadáver y a su incapacidad para resistir la corrupción.
Las débiles energías del cuerpo terrenal pronto quedan postradas ante la
enfermedad, y su vitalidad desaparece rápidamente ante la arremetida de la
muerte.
Poder. Gr. dúnamis, "vigor",
"energía", "poder". El poder de Dios se manifestará en el
milagro de la resurrección. El cuerpo resucitado no experimentará ninguna de
las debilidades y falta de resistencia que afligen al cuerpo terrenal (ver Isa.
33:24; 40:31; Apoc. 7:15-16; 22:5; CS 734).
44. Animal. "Natural" (BJ). Gr. psujikós, adjetivo
derivado de psuj', que a menudo se traduce como "alma". Psujikós
significa pertenencia a esta vida actual; es una palabra difícil de traducir.
La traducción "natural" de la BJ contiene algún matiz de pensamiento
que no se halla en psujikós, por ejemplo, "natural" podría significar
"material", pero el contraste no es entre un cuerpo material y otro
inmaterial, aunque este último es, por definición, una contradicción, pues los
santos resucitados tendrán cuerpos reales. Pablo presenta el contraste entre el
cuerpo de esta breve vida terrenal y el cuerpo glorioso con el cual los
redimidos serán resucitados para vivir eternamente en el reino de gloria de
Dios (ver 1 Cor. 15:50,52; Fil. 3:21; Col. 3:4; 1 Juan 3:2).
El cuerpo "natural",
psujikós, es el que está sometido a las limitaciones de esta existencia
temporal, como el dolor, la enfermedad, la fatiga, el hambre, la muerte, etc. Ese
cuerpo es colocado en la tumba al morir (ver Job 14:1-2, 10-12; 21:32-33); pero
el cuerpo espiritual estará libre de todas las señales de la maldición del
pecado (ver CS 702-703).
Hay cuerpo animal. La evidencia textual (cf. p. 10)
establece el texto "si hay un cuerpo natural" (BJ). La siguiente
oración debe, pues, traducirse, "hay también un cuerpo espiritual"
(BJ). No es muy claro el razonamiento de Pablo. Parece basarse en la premisa de
que la existencia del inferior presupone la existencia del superior.
O quizá Pablo está basando su
afirmación en la observación que ya ha hecho acerca de la certeza de la
resurrección. El cuerpo corrupto que se siembra sin duda surgirá a la vida como
un cuerpo incorruptible, así como una semilla arrojada en la tierra produce su
planta correspondiente.
45. Así también está escrito. La referencia es a Gén. 2:7. Pablo
parafrasea el pasaje añadiendo las palabras "primer" y
"Adán".
Alma. Gr. psujÇ, de donde deriva psujikós,
"animal" (natural, BJ). Ver com. vers. 44.
Postrer Adán. Es decir, Cristo (ver com. Rom. 5:14). Así como los
hombres han recibido su naturaleza terrenal del primer hombre, Adán, de la
misma manera los cuerpos con que resuciten dependerán de Cristo. El primer Adán
es cabeza de la inmensa muchedumbre que tiene una existencia temporal; el
segundo, de todos los que por medio de la fe en él, en su segunda venida,
recibirán un cuerpo espiritual y entrarán en la vida eterna (ver Rom. 5:15-18;
1 Cor. 15:51-54).
Espíritu vivificante. Es decir, un ser que tiene el
poder de impartir vida. Adán llegó a ser "un ser viviente", pero
Cristo es el que imparte vida. Jesús dijo que tenía poder para resucitar a los
muertos (ver Juan 5:21,26; 11:25). Puso en acción ese poder en relación con
esta vida terrenal, transitoria, cuando resucitó a algunos muertos (ver Luc. 7:14-15;
8:54-55). Estas demostraciones de su poder vivificante pueden ser aceptadas como
una evidencia de su poder para resucitar a los muertos en su segundo
advenimiento.
46. Lo espiritual no es primero. Los cuerpos espirituales de los
santos, cuando resuciten, son continuación de sus cuerpos naturales (o
"animales", RVR), pues lo natural viene 806 primero. Los cuerpos
espirituales no existen todavía, ni existirán hasta el día de la resurrección
cuando Dios dará a cada santo un cuerpo nuevo.
47. Terrenal. Gr. joVkós, "de tierra o polvo". Adán, el
primer hombre, el que encabeza la raza humana, fue hecho por Dios del
"polvo de la tierra" (Gén. 2:7).
El segundo hombre. Es decir, Cristo (cf. com. vers.
45).
Que es el Señor. La evidencia textual (cf. p. 10)
tiende a confirmar la omisión de estas palabras. (Las omiten la BJ, BC y NC.)
Esta omisión no altera, en esencia, el significado del pasaje, pues Jesús es el
único que descendió del cielo para convertirse en cabeza de la humanidad. Este
"segundo hombre" ya existía antes de relacionarse íntimamente con los
hombres, pero se humilló a sí mismo y ocultó su divinidad con humanidad (ver
Gál. 4:4; DTG 32-33) cuando vino a vivir entre los hombres.
48. Cual el terrenal. Es decir, Adán. Todos los
descendientes de Adán participan de su naturaleza caída; son frágiles,
mortales, sujetos como él a corrupción y muerte.
Celestial. En la resurrección, los cuerpos de los santos serán
transformados, y los nuevos cuerpos serán semejantes "al cuerpo de la
gloria suya [de Cristo]" (Fil. 3:20-21).
50. Esto digo. Pablo vuelve a destacar lo que ha presentado en los
vers. 35-49: que los cuerpos de los resucitados serán diferentes de los
actuales. El cuerpo corruptible del hombre es inadecuado para disfrutar del
perfecto reino de gloria. Antes de la entrada del pecado en la raza humana, el
cuerpo del hombre estaba adaptado a las condiciones que reinaban en un mundo
perfecto (ver Gén. 1:31). Todo lo que Dios había creado era perfecto, por lo
tanto, los cuerpos de Adán y Eva también eran perfectos -libres de corrupción-
y adecuados para su ambiente perfecto. Cuando el hombre pecó, su naturaleza fue
cambiada. Por lo tanto, antes de que participe de la bienaventuranza del Edén
restaurado, su cuerpo será cambiado y adaptado para la perfección del cielo.
Algunos creen que este texto
enseña que los cuerpos de los resucitados no estarán compuestos de carne y
sangre, pero una conclusión tal no tiene fundamento. La carne y la sangre es
una expresión figurada para referirse a una persona de esta tierra (ver Mat.
16:17; Gál. 1:16; Efe. 6:12); por lo tanto no debe reducirse a un significado
literal.
Pablo está sencillamente
afirmando que el cuerpo actual del hombre es inadecuado para entrar en el reino
de Dios. Que los cuerpos de los resucitados tendrán carne y sangre puede
deducirse razonablemente por el hecho de que nuestros cuerpos serán semejantes
al cuerpo glorioso de Cristo en su resurrección (Fil. 3:20-21), que era de
"carne" y "huesos" (Luc. 24:39; cf. DTG 744). Es además
razonable deducir que los cuerpos de los santos resucitados no serán muy
diferentes del cuerpo que tuvo Adán cuando fue creado al principio (Gén. 2:7). Si
el hombre no hubiese pecado, sin duda hubiera retenido para siempre ese cuerpo.
51. Misterio. Ver com. Rom. 11:25. No todos dormiremos. Dormir es una figura de lenguaje para referirse a la muerte, ver com. Juan 11:11. Pablo llama la atención al hecho de que hay algunos que no morirán, sino que serán transformados de su estado físico imperfecto al estado celestial perfecto. Este cambio instantáneo los hará semejantes a los santos resucitados (CS 368-369; SR 411-412).
Todos seremos transformados. "Todos" incluye a los
que estén vivos cuando Jesús venga y también a los que hayan muerto. Los
cuerpos de los primeros pasarán instantáneamente de la mortalidad a la
inmortalidad; los de los segundos serán resucitados en estado inmortal (cf.
com. 2 Cor. 5:1-4).
52. En un momento. Gr. en atóm', en un punto de
tiempo indivisible. "En un
instante" (BJ, BC, NC). Atomos sólo aparece aquí en el NT. De esta palabra
deriva "átomo". La frase en un abrir y cerrar de ojos indica también
la extrema rapidez con que se efectuará la transformación en los cuerpos de los
santos que estén vivos.
A la final trompeta. Después se indica el tiempo
cuando se efectuará esta gloriosa transformación: será en la segunda venida de
Cristo, pues será entonces cuando sonará la "trompeta de Dios" y los
fieles creyentes que murieron serán resucitados con cuerpos enteramente libres
de todos los efectos del pecado (Col. 3:4; ver com. 1 Tes. 4:16).
Los cristianos que estén vivos y esperen anhelosamente la venida de su Señor, experimentarán entonces una transformación maravillosa, y todo rastro de incorrupción e imperfección será eliminado de sus cuerpos, que serán hechos semejantes al glorioso cuerpo de Cristo (ver Fil. 3:20-21; 1 Juan 3:2).
Pasarán por la maravillosa experiencia
de ser llevados de la tierra al cielo sin morir, como Elías, que fue un símbolo
de todos los verdaderos creyentes que estén vivos cuando Cristo vuelva (ver 2
Rey. 2:11; PR 169).
53. Es necesario que esto corruptible. Es esencial que
ocurra un cambio en los cuerpos de los santos; y esto sucederá si son
resucitados como cuerpos inmortales e incorruptibles (vers. 42), o si son
transformados sin ver la muerte, pues no pueden entrar en el cielo como son
ahora (vers. 50).
Se vista. Gr. endúÇ, "vestirse" como con una ropa,
etc. "Se revista" (BJ, BC, NC). Esto muestra claramente que se
mantendrá la identidad individual y personal cuando ocurra esta transformación
del cuerpo. Cada uno de los redimidos retendrá su propio carácter individual
(ver PVGM 267, 295-296; 1JT 242; 2JT 70-71; Material Suplementario de EGW, com.
1 Cor. 15:42-52).
Mortal. Es decir, sometido a la muerte. El don de la
inmortalidad será recibido solamente por los que acepten la salvación que Dios
ofrece mediante Jesucristo, y este don será suyo cuando Jesús venga otra vez
(ver Juan 3:16; Rom. 2:7; 6:23; 2 Cor. 5:4).
54. Sorbida es la muerte. La cita es sin duda de Isa. 25:8,
aunque no concuerda exactamente ni con el texto hebreo ni con la LXX. En la segunda venida de Cristo, cuando tenga
lugar la asombrosa transformación de lo mortal a lo inmortal, tanto en los
justos muertos como en los que estén vivos, entonces Satanás, el gran enemigo
del hombre, no hostigará más a los redimidos. El último pensamiento que ocupó la
mente de los santos cuando les sobrevino la muerte fue la proximidad del sueño;
su última sensación fue el dolor de la muerte. Cuando vean que Cristo ha venido
y les ha conferido el don de la inmortalidad, su primera sensación será la de
un inefable regocijo porque nunca más sucumbirán ante el poder de la muerte
(ver CS 606).
55. Oh muerte. Alusión a Ose. 13:14 (ver el comentario respectivo). En este clamor alegre y victorioso, tanto la muerte como el sepulcro son personificados, se les dirige la palabra. Esto quizá lo hagan todos los santos triunfantes, que serán liberados para siempre de la amenaza del sufrimiento y la separación que ocasiona la muerte. El predominio que siempre ha mantenido este enemigo sobre todos los hombres desde la caída de Adán, será eliminado para siempre de los redimidos en la segunda venida de Cristo. Aguijón. Gr. kéntron, "púa", "punta", "aguda", "aguijón".
56. Aguijón de la muerte. Este aguijón se define como "pecado". La muerte, como el escorpión, tiene un aguijón, un poder fatal que ha recibido por medio del pecado, la causa de la muerte (ver Rom. 6:23). Pero los redimidos nunca más cometerán pecado, por lo tanto, no podrán sentir otra vez el aguijón de la muerte (ver Nah. 1:9; Isa. 11:9; Apoc. 21:4). La ley. Ver com. Rom. 7:7-11.
57. Gracias sean dadas a Dios. Este versículo presenta el tema o
propósito de todos los libros de la Biblia: mostrar que para que el hombre
recupere el favor de Dios y vuelva a su condición original de perfección y
libertad de todos los efectos del pecado, fue necesario el portentoso poder de
Dios que actúa mediante nuestro Señor Jesucristo (ver Ed 121-122; cf. Rom. 7:25).
Por este triunfo sobre el poder del adversario, los redimidos alabarán y
glorificarán a Dios durante toda la eternidad (ver Apoc. 5:11-13; 15:3-4; 19:5-6).
58. Así que. En vista de la gloriosa verdad que ha sido revelada acerca de la resurrección, se exhorta a los creyentes a resistir cada esfuerzo que pueda ser hecho por los instrumentos de Satanás para minar su fe en Cristo. Hermanos míos amados. Pablo demostraba en su vida la verdad de que los discípulos de Jesús se aman unos a otros (ver Juan 13:34-35). Este amor se manifiesta en su disposición para sufrir el uno por el otro (ver Gál. 4:19; Col. 1:24; 2:1-2; 1 Tes. 2:8-9; 3:7-8).
Firmes y constantes. Se aconseja a los creyentes a que permanezcan firmes en su fe sin permitir que nada los perturbe. Esta exhortación a mantener una estabilidad inconmovible se refuerza mediante la grandiosa verdad de la resurrección tan hábilmente presentada por el apóstol en este capítulo. Teniendo en cuenta una seguridad tan maravillosa para el futuro, los creyentes no deben dejarse influir por las múltiples tentaciones del diablo, ya sea para complacer la carne o apartarse de los evidentes hechos del Evangelio debido a la influencia de filosofías mundanas. No se debe permitir que ninguna 808 persona o cosa remueva al creyente del fundamento de su fe y esperanza. Creciendo. El gran incentivo para una actividad continua en la causa de la verdad, es la positiva seguridad de que tales esfuerzos no serán en el Señor. . . en vano, sino resultarán en la salvación de almas y en la magnificación de la gloria de Dios (ver Sal. 126: 6; Ecl. 11:6; Isa. 55:11; 1 Cor. 3:8-9). 6CBA
COMENTARIOS DE
EGW
3-4. HAp 101. ESPUÉS DE SU BAUTISMO, PABLO DEJÓ DE AYUNAR Y
PERMANECIÓ "por algunos días con los
discípulos que estaban en Damasco. Y luego en las sinagogas predicaba a Cristo,
diciendo que éste era el Hijo de Dios."
Osadamente
declaraba que Jesús de Nazaret era el Mesías por mucho tiempo esperado, que
"fue muerto por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; . . . fue
sepultado, y . . . resucitó al tercer día," después de lo cual fue visto
por los doce, y por otros. "Y el postrero de todos," añadió Pablo,
"como a un abortivo, me apareció a mí." (1 Cor. 15:3,4,8.) Sus
argumentos de las profecías eran tan concluyentes, y sus esfuerzos estaban tan
manifiestamente asistidos por el poder de Dios, que los judíos se confundían y
eran incapaces de contestarle.
LAS
NOTICIAS DE LA CONVERSIÓN DE PABLO LLEGARON A LOS JUDÍOS PRODUCIENDO UNA GRAN
SORPRESA. El que había ido a Damasco "con potestad
y comisión de los príncipes de los sacerdotes" (Hech. 26:12), para
aprehender y perseguir a los creyentes, estaba ahora predicando el Evangelio de
un Salvador crucificado y resucitado, fortaleciendo las manos de los que eran
ya sus discípulos, y trayendo continuamente nuevos conversos a la fe que una
vez combatió acerbamente.
PABLO
HABÍA SIDO CONOCIDO ANTERIORMENTE COMO UN CELOSO DEFENSOR DE LA RELIGIÓN JUDÍA, y
un incansable perseguidor de los seguidores de Jesús. Era valeroso,
independiente, perseverante, y sus talentos y preparación le capacitaban para
prestar casi cualquier servicio. Razonaba con extraordinaria claridad, y
mediante su aplastador sarcasmo podía colocar a un oponente 102 en
situación nada envidiable. Y ahora los judíos veían a ese joven de
posibilidades extraordinarias unido a los que anteriormente había perseguido, y
predicando sin temor en el nombre de Jesús.
4-8. HAp 257.
13-20. HAp 257.
51-55. HAp 258.
57-58. HAp 258.
AL
BAJARSE LA NORMA MORAL DE LOS CREYENTES CORINTIOS,
ciertas personas habían abandonado algunos de los rasgos fundamentales de su
fe. Algunos habían llegado hasta el punto de negar la doctrina de la
resurrección. Pablo afrontó esta herejía con un testimonio muy claro en
cuanto a la evidencia inconfundible de la resurrección de Cristo. Declaró
que Cristo, después de su muerte, "resucitó al tercer día, conforme a las
Escrituras," después de lo cual "apareció a Cefas, y después a los
doce. Después apareció a más de quinientos hermanos juntos; de los cuales
muchos viven aún; y otros son muertos. Después apareció a Jacobo; después
a todos los apóstoles. Y el postrero de todos, . . . me apareció a mí."
CON
PODER CONVINCENTE EL APÓSTOL EXPUSO LA GRAN VERDAD DE LA RESURRECCIÓN. "Porque
si no hay resurrección de muertos arguyó, Cristo tampoco resucitó: y si
Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también
vuestra fe. Y aun somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos
testificado de Dios que él haya levantado a Cristo; al cual no levantó, si en
verdad los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, tampoco
Cristo resucitó: y si Cristo no 258 resucitó, vuestra fe es
vana; aun estáis en vuestros pecados. Entonces también los que durmieron
en Cristo son perdidos. Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, los más
miserables somos de todos los hombres. Mas ahora Cristo ha resucitado de
los muertos; primicias de los que durmieron es hecho."
PABLO
DIRIGIÓ LOS PENSAMIENTOS de los
hermanos corintios a los triunfos de la mañana de la resurrección, cuando todos
los santos que duermen se levantarán, para vivir para siempre con el
Señor. "He aquí declaró el apóstol, os digo un misterio: Todos
ciertamente no dormiremos, mas todos seremos transformados, en un momento, en
un abrir de ojo, a la final trompeta; porque será tocada la trompeta, y los
muertos serán levantados sin corrupción, y nosotros seremos
transformados. Porque es menester que esto corruptible sea vestido de
incorrupción, y esto mortal sea vestido de inmortalidad. Y cuando esto
corruptible fuere vestido de incorrupción, y esto mortal fuere vestido de
inmortalidad, entonces se efectuará la palabra que está escrita: Sorbida es la
muerte con victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón ? ¿dónde, oh
sepulcro, tu victoria ? . . A Dios gracias, que nos da la victoria por el Señor
nuestro Jesucristo."
GLORIOSO
ES EL TRIUNFO QUE AGUARDA AL FIEL. El apóstol,
comprendiendo las posibilidades que estaban por delante de los creyentes
corintios, trató de exponerles algo que los elevara del egoísmo y la
sensualidad y glorificase su vida con la esperanza de la
inmortalidad. Fervorosamente los exhortó a ser leales a su alta vocación
en Cristo. "Hermanos míos amados les suplicó, estad firmes y constantes,
creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el
Señor no es vano."
ASÍ
EL APÓSTOL, DE LA MANERA MÁS DECIDIDA Y EXPRESIVA, se
esforzó por corregir las falsas y peligrosas ideas y prácticas que prevalecían
en la iglesia de Corinto. Habló claramente, pero con amor por sus
almas. Mediante sus amonestaciones y reproches, brilló sobre ellos la luz
del trono de Dios, para revelar 259 los pecados ocultos que
estaban manchando sus vidas.
16-18. CS 602. Cuando, en
respuesta a sus oraciones, la vida de Ezequías fue prolongada por quince años,
el rey agradecido, tributó a Dios loores por su gran misericordia. En su canto
de alabanza, dice por qué se alegraba: "No te ha de alabar el sepulcro; la
muerte no te celebrará; ni esperarán en tu verdad los que bajan al hoyo. El
viviente, el viviente sí, él te alabará, como yo, el día de hoy." (Isaías
38: 18, 19, V.M.) La teología de moda presenta a los justos que fallecen como
si estuvieran en el cielo gozando de la bienaventuranza y loando a Dios con
lenguas inmortales, pero Ezequías no veía tan gloriosa perspectiva en la
muerte. Sus palabras concuerdan con el testimonio del 602 salmista: "Porque en la muerte no hay memoria de ti:
¿Quién te loará en el sepulcro?" (Salmo 6: 5.) "No son los muertos
los que alaban a Jehová, ni todos los que bajan al silencio." (Salmos 115:
17, V.M. )
En el día de Pentecostés, San
Pedro declaró que el patriarca David "murió, y fue sepultado, y su
sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy." "Porque David no
subió a los cielos." (Hechos 2: 29, 34.) El hecho de que David permanecerá
en el sepulcro hasta el día de la resurrección, prueba que los justos no van al
cielo cuando mueren. Es sólo mediante la resurrección, y en virtud y como consecuencia
de la resurrección de Cristo por lo cual David podrá finalmente sentarse a la
diestra de Dios.
Y San Pablo dice: "Porque si
los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó,
vuestra fe es vana; aun estáis en vuestros pecados. Entonces también los que
durmieron en Cristo son perdidos." (1 Corintios 15: 16-18.) Si desde hace
cuatro mil años los justos al morir hubiesen ido directamente al cielo, ¿cómo
habría podido decir San Pablo que si no hay resurrección, "también los que
durmieron en Cristo, son perdidos"? No habría necesidad de resurrección.
El mártir Tyndale, refiriéndose
al estado de los muertos, declaró: "Confieso francamente que no estoy
convencido de que ellos gocen ya de la plenitud de gloria en que se encuentran Dios
y los ángeles elegidos. Ni es tampoco artículo de mi fe; pues si así fuera,
entonces no puedo menos que ver que sería vana la predicación de la
resurrección de la carne." -Guillermo Tyndale, en el prólogo de su
traducción del Nuevo Testamento, reimpreso en British Reformers-Tindal, Frith,
Barnes, pág. 349.
20. CS 451.
23. CS 450.
San Pablo dice,
hablando de la resurrección del Señor y de todo su pueblo: "Cristo las
primicias; luego los que son de Cristo, en su venida." (1 Corintios 15:23.)
Como la gavilla de la ofrenda mecida, que era las primicias o los primeros
granos maduros recogidos antes de la cosecha, así también Cristo es primicias
de aquella inmortal cosecha de rescatados que en la resurrección futura serán
recogidos en el granero de Dios.
Estos símbolos se cumplieron no sólo en cuanto al acontecimiento sino también en cuanto al tiempo. El día 14 del primer mes de los judíos, el mismo día y el mismo mes en que quince largos siglos antes el cordero pascual había sido inmolado, Cristo, después de haber comido la pascua con sus 451 discípulos, estableció la institución que debía conmemorar su propia muerte como "Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo." En aquella misma noche fue aprehendido por manos impías, para ser crucificado e inmolado.
Y como antitipo de la gavilla mecida, nuestro Señor fue resucitado de entre los
muertos al tercer día, "primicias de los que durmieron," cual ejemplo
de todos los justos que han de resucitar, cuyo "vil cuerpo"
"transformará" y hará "semejante a su cuerpo glorioso." (1
Corintios 15: 20; Filipenses 3: 21, V.M.)
22. CS 599. Fue por
misericordia para con el mundo por lo que Dios barrió los habitantes de él en
tiempo de Noé. Fue también por misericordia por lo que destruyó a los
habitantes corrompidos de Sodoma. Debido al poder engañador de Satanás, los
obreros de iniquidad se granjean simpatía y admiración y arrastran a otros a la
rebelión. Así sucedió en días de Caín y de Noé, como también en tiempo de
Abraham y de Lot; y así sucede en nuestros días. Por misericordia para con el
universo destruirá Dios finalmente a los que rechazan su gracia.
"Porque la paga del pecado
es muerte: mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor
nuestro." (Romanos 6: 23.) Mientras la vida es la heredad de los justos,
la muerte es la porción de los impíos. Moisés declaró a Israel: "Mira, yo
he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal."
(Deuteronomio 30:15.) La muerte de la cual se habla en este pasaje no es
aquella a la que fue condenado Adán, pues toda la humanidad sufre la penalidad
de su transgresión. Es "la muerte segunda," puesta en contraste con
la vida eterna.
A consecuencia del pecado de Adán, la muerte pasó a toda la raza humana. Todos descienden igualmente a la tumba. Y debido a las disposiciones del plan de salvación, todos saldrán de los sepulcros. "Ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de injustos." (Hechos 24:15.) "Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados." (1Corintios 15:22.)
Pero queda sentada una distinción entre las dos clases que serán resucitadas. "Todos los que están en los sepulcros oirán su voz [del Hijo del hombre]; y los que hicieron bien, saldrán a resurrección de 600vida; mas los que hicieron mal a resurrección de condenación." (Jn. 5:28, 29.)
Los que hayan sido "tenidos por
dignos" de resucitar para la vida son llamados "dichosos y
santos." "Sobre los tales la segunda muerte no tiene poder."
(Apocalipsis 20:6, V.M.) Pero los que no hayan asegurado para sí el perdón,
por medio del arrepentimiento y de la fe, recibirán el castigo señalado a la
transgresión: "la paga del pecado." Sufrirán un castigo de duración e
intensidad diversas "según sus obras," pero que terminará finalmente
en la segunda muerte. Como, en conformidad con su justicia y con su
misericordia, Dios no puede salvar al pecador en sus pecados, le priva de la
existencia misma que sus transgresiones tenían ya comprometida y de la que se
ha mostrado indigno. Un escritor inspirado dice: "Pues de aquí a poco no
será el malo: y contemplarás sobre su lugar, y no parecerá." Y otro dice:
"Serán como si no hubieran sido." (Salmo 37: 10; Abdías 16.)
Cubiertos de infamia, caerán en irreparable y eterno olvido.
30. HAp 240. MIENTRAS BATALLABA
ASÍ contra la oposición, impulsando con celo incansable la obra del Evangelio y
velando por los intereses de una iglesia todavía nueva en la fe, Pablo sentía
en su alma una preocupación por todas las iglesias.
LAS NOTICIAS DE QUE
HABÍA APOSTASÍA en algunas de las iglesias levantadas por él, le causaban profunda
tristeza. Temía que sus esfuerzos en favor de ellas pudieran resultar
inútiles. Pasaba muchas noches de desvelo en oración y ferviente meditación al
conocer los métodos que se empleaban para contrarrestar su trabajo. Cuando
tenía oportunidad y la condición de ellas lo demandaba, escribía a las iglesias
para reprenderlas, aconsejarlas, amonestarlas y animarlas.
EN ESTAS CARTAS, el apóstol no
se explaya en sus propias pruebas; sin embargo, ocasionalmente se vislumbran
sus labores y sufrimientos en la causa de Cristo. Por amor al Evangelio
soportó azotes y prisiones, frío, hambre y sed, peligros en tierra y mar, en la
ciudad y en el desierto, de sus propios compatriotas y de los paganos y los
falsos hermanos. Fue difamado, maldecido, considerado como el desecho de todos,
angustiado, perseguido, atribulado en todo, estuvo en peligros a toda hora,
siempre entregado a la muerte por causa de Jesús.
En medio de la
constante tempestad de oposición, el clamor de los enemigos y la deserción de
los amigos, el intrépido apóstol casi se descorazonaba. Pero miraba hacia
atrás al Calvario, y con nuevo ardor se empeñaba en extender el conocimiento
del Crucificado. No estaba sino hollando la senda manchada de sangre que Cristo
había hollado antes. No quería desistir de la guerra hasta que pudiera
arrojar su armadura a los pies de su Redentor. 241
31. 1JT 204. LA PLAGA DEL EGOÍSMO. El pecado más
difundido que nos separa de Dios y provoca tantos trastornos espirituales
contagiosos, es el egoísmo. No se puede volver al Señor excepto mediante la
abnegación. Por nosotros mismos no podemos hacer nada; pero si Dios nos
fortalece, podemos vivir para hacer bien a otros, y de esta manera rehuir el
mal del egoísmo. No necesitamos ir a tierras paganas para manifestar nuestros
deseos de consagrarlo todo a Dios en una vida útil y abnegada. Debemos hacer
esto en el círculo del hogar, en la iglesia, entre aquellos con quienes
tratamos y con aquellos con quienes hacemos negocios. En las mismas vocaciones
comunes de la vida es donde se ha de negar al yo y mantenerlo en sujeción.
Pablo podía decir: "Cada día muero." (1 Cor. 15:31.) Es esa muerte
diaria del yo en las pequeñas transacciones de la vida lo que nos hace
vencedores. Debemos olvidar el yo por el deseo de hacer bien a otros. A muchos
les falta decididamente amor por los demás. En vez de cumplir fielmente su
deber, procuran más bien su propio placer.
Dios impone positivamente a todos
los que le siguen el deber de beneficiar a otros con su influencia y recursos,
y de procurar de él la sabiduría que los habilitará para hacer todo lo que esté
en su poder para elevar los pensamientos y los afectos de aquellos sobre
quienes pueden ejercer su influencia. Al obrar por los demás, se experimentará
una dulce satisfacción, una paz íntima que será suficiente recompensa. Cuando
estén movidos por un elevado y noble deseo de hacer bien a otros, hallarán
verdadera felicidad en el cumplimiento de los múltiples deberes de la vida.
Esto les proporcionará algo más que 205 una recompensa terrenal; porque todo
cumplimiento fiel y abnegado del deber es notado por los ángeles, y resplandece
en el registro de la vida. En el cielo nadie pensará en sí mismo, ni buscará su
propio placer; sino que todos, por amor puro y genuino, procurarán la felicidad
de los seres celestiales que los rodeen. Si deseamos disfrutar de la sociedad
celestial en la tierra renovada, debemos ser gobernados aquí por los principios
celestiales.
Cada acto de nuestra vida afecta
a otros para bien o para mal. Nuestra influencia tiende hacia arriba o hacia
abajo; los demás la sienten, obran de acuerdo con ella, y la reproducen en
mayor o menor grado. Si por nuestro ejemplo ayudamos a otros a adquirir buenos
principios, les impartimos poder de obrar el bien. A su vez, ellos ejercen la
misma influencia benéfica sobre otros, y así ejercemos sobre centenares y
millares de personas nuestra influencia inconsciente. Pero, si por nuestros
actos fortalecemos o ponemos en actividad las malas facultades que poseen los
que nos rodean, participamos de su pecado, y tendremos que dar cuenta por el
bien que podríamos haberles hecho y que no les hicimos, porque no hallamos en Dios
nuestra fortaleza, nuestro guía, nuestro consejero. 206
32. PP 181. A causa de su
indiferencia hacia las bendiciones y requerimientos divinos, la Escritura llama
a Esaú "profano." Representa a aquellos que menosprecian la redención
comprada 181 para ellos por Cristo,
y que están dispuestos a sacrificar su herencia celestial a cambio de las cosas
perecederas de la tierra. Multitudes
viven para el momento presente, sin preocuparse del futuro. Como Esaú exclaman:
"Comamos y bebamos, que mañana moriremos." (1 Cor. 15:32) Son
dominados por sus inclinaciones; y en vez de practicar la abnegación, pasan por
alto las consideraciones de más valor. Si se trata de renunciar a una de las
dos cosas, la satisfacción de un apetito depravado o las bendiciones celestiales
prometidas solamente a los que practican la abnegación de sí mismos y temen a
Dios, prevalecen las exigencias del apetito, y Dios y el cielo son tenidos en
poco.
¡Cuántos, aun entre los que
profesan ser cristianos, se aferran a goces perjudiciales para la salud, que
entorpecen la sensibilidad del alma!
Cuando se les presenta el deber de limpiarse de toda inmundicia del
espíritu y de la carne, perfeccionando la santidad en el temor de Dios, se
ofenden. Ven que no pueden retener esos goces perjudiciales, y al mismo tiempo
alcanzar el cielo, y como la senda que lleva a la vida eterna les resulta tan
estrecha, concluyen por decidirse a no seguir en ella.
Millares de personas están
vendiendo su primogenitura para satisfacer deseos sensuales. Sacrifican la salud, debilitan las facultades
mentales, y pierden el cielo; y todo esto por un placer meramente temporal, por
un goce que debilita y degrada. Así como
Esaú despertó para ver la locura de su cambio precipitado cuando era tarde para
recobrar lo perdido, así les ocurrirá en el día de Dios a los que han trocado
su herencia celestial por la satisfacción de goces egoístas. 182
33. 1JT 137.
UN TIEMPO CRÍTICO PARA LOS NIÑOS. No dejéis que
vuestros hijos os vean con rostros ceñudos. Si ellos ceden a la tentación, y
luego ven su error y se arrepienten de él, perdonadles tan generosamente como
esperáis ser perdonados por vuestro Padre celestial. Instruidlos bondadosamente
y ligadlos a vuestro corazón. Este es un tiempo crítico para los niños. Los
rodearán influencias tendientes a separarlos de vosotros, y debéis
contrarrestarlas. Enseñadles a hacer de vosotros sus confidentes. Permitidles
contaros sus pruebas y goces. Estimulando esto, los salvaréis de muchas trampas
que Satanás ha preparado para sus pies inexpertos. No tratéis a vuestros hijos
únicamente con severidad, olvidándoos de vuestra propia niñez, y olvidando que
ellos no son sino niños. No esperéis de ellos que sean perfectos, ni tratéis de
obligarlos a actuar como hombres y mujeres en seguida.
Obrando así, cerraríais la puerta
de acceso que de otra manera pudierais tener hacia ellos, y los impulsaríais a
abrir la puerta a las influencias perjudiciales, que permitirían a otros
envenenar sus mentes juveniles antes de advertir el peligro. 137 Satanás y su
hueste están haciendo arduos esfuerzos para desviar la mente de los niños, y
éstos deben ser tratados con franqueza, ternura y amor cristianos. Esto os dará
una poderosa influencia sobre ellos, y les hará sentir que pueden depositar una
confianza ¡limitada en vosotros. Rodead a vuestros hijos de los encantos del
hogar y de vuestra sociedad. Si lo hacéis, no tendrán mucho deseo de trabar
relaciones con otros jóvenes. Satanás obra por medio de dichas relaciones, y
trata de que las mentes ejerzan una mutua influencia corruptora. Esta es la
manera más eficaz en que pueda trabajar. Los jóvenes tienen una influencia
poderosa unos sobre otros. Su conversación no es siempre selecta y elevada.
Oyen malas conversaciones, que, si no se resisten con decisión, se alojan en el
corazón, para arraigar allí, crecer hasta dar frutos y corromper las buenas
costumbres. A causa de los males que imperan hoy en el mundo, y de la
restricción que es necesario imponer a los hijos, los padres deben tener doble
cuidado de ligarlos a sus corazones y de dejarles ver que desean hacerlos
felices.
41. SC 137. ASPIRAD A LA CORONA CELESTIAL. No debemos
cansarnos ni desmayar. Sería una terrible pérdida permutar la gloria perdurable
por la comodidad, la conveniencia y el placer, o por las complacencias
carnales. Un premio de la mano de Dios aguarda al vencedor. Ninguno de nosotros
lo merece; es gratuito de su parte. Este don será admirable y glorioso, pero
recordemos que "una estrella difiere de otra en gloria." Pero
mientras se nos insta a luchar por la victoria, pongámonos por blanco, con el
poder de Jesús, obtener una corona cargada de estrellas. "Y los entendidos
resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan a justicia
la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad." (RH 25/10/1881.)
42-43. PVGM 65.
LA SEMILLA MUERE PARA BROTAR EN FORMA DE NUEVA VIDA, y en esto se nos
enseña la lección de la resurrección. Todos los que aman a Dios vivirán
otra vez en el Edén celestial. Dios ha dicho de los cuerpos humanos que
yacen en la tumba para convertirse en polvo: "Se siembra en
corrupción; se levantará en incorrupción; se siembra en vergüenza, se levantará
con gloria; se siembra en flaqueza, se levantará con potencia". 1 Cor.
15:42,43.
TALES SON UNAS POCAS DE LAS MUCHAS LECCIONES
ENSEÑADAS por la viviente parábola de la naturaleza respecto del sembrador y la
semilla. Cuando los padres y los maestros procuran enseñar estas
lecciones, deben hacerlo en una forma práctica. Aprendan los niños por sí
mismos a preparar el terreno y a sembrar la semilla. Cuando trabaja el padre o
maestro puede explicarles acerca del jardín del corazón y la buena o mala semilla
que allí se siembra, y así como el jardín puede prepararse para la semilla
natural, debe prepararse el corazón para la semilla de la verdad. Cuando
esparcen la semilla en el terreno, pueden enseñar la lección de la muerte de
Cristo, y cuando surge la espiga, la verdad de la resurrección. Cuando
crecen las plantas, puede continuarse con la relación entre la siembra natural
y la espiritual.
45. CS 705. Cuando se da la
bienvenida a los redimidos en la ciudad de Dios, un grito triunfante de
admiración llena los aires. Los dos Adanes están a punto de encontrarse. El
Hijo de Dios está en pie con los brazos extendidos para recibir al padre de
nuestra raza al ser que él creó, que pecó contra su Hacedor, y por cuyo pecado
el Salvador lleva las señales de la crucifixión. Al distinguir Adán las
cruentas señales de los clavos, no se echa en los brazos de su Señor, sino que
se prosterna humildemente a sus pies, exclamando: "¡Digno, digno es el
Cordero que fue inmolado!" El Salvador lo levanta con ternura, y le invita
a contemplar nuevamente la morada edénica de la cual ha estado desterrado por
tanto tiempo.
50. CS 369. El pueblo de
Dios no puede recibir el reino antes que se realice el advenimiento personal de
Cristo. El Señor había dicho: "Cuando el Hijo del hombre venga en su
gloria, y todos los ángeles con él, entonces se sentará sobre el trono de su 369 gloria; y delante de él serán
juntadas todas las naciones; y apartará a los hombres unos de otros, como el
pastor aparta las ovejas de las cabras: y pondrá las ovejas a su derecha, y las
cabras a la izquierda. Entonces dirá el Rey a los que estarán a su derecha: ¡Venid,
benditos de mi Padre, poseed el reino destinado para vosotros desde la
fundación del mundo! "(Mateo 25:31-34, V.M.) Hemos visto por los pasajes
que acabamos de citar que cuando venga el Hijo del hombre, los muertos serán
resucitados incorruptibles, y que los vivos serán mudados. Este gran cambio los
preparará para recibir el reino; pues San Pablo dice: "La carne y la
sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción."
(1 Corintios 15:50, V.M.) En su estado presente el hombre es mortal,
corruptible; pero el reino de Dios será incorruptible y sempiterno. Por lo
tanto, en su estado presente el hombre no puede entrar en el reino de Dios.
Pero cuando venga Jesús, concederá la inmortalidad a su pueblo; y luego los
llamará a poseer el reino, del que hasta aquí sólo han sido presuntos
herederos.
51-52. PP 77. "Por la fe
Enoc fue traspuesto para no ver muerte, ... y antes que fuese traspuesto, tuvo
testimonio de haber agradado a Dios." (Vers. 5.) En medio de un mundo condenado
a la destrucción por su iniquidad, Enoc pasó su vida en tan íntima comunión con
Dios, que no se le permitió caer bajo el poder de la muerte. El piadoso
carácter de este profeta representa el estado de santidad que deben alcanzar
todos los que serán "comprados de entre los de la tierra" (Apoc. 14:3) en el tiempo de la segunda venida de
Cristo. En ese entonces, así como en el mundo antediluviano, prevalecerá la
iniquidad. Siguiendo los impulsos de su corrupto corazón y las enseñanzas de
una filosofía engañosa, el hombre se rebelará contra la autoridad del Cielo.
Pero, así como Enoc, el pueblo de Dios buscará la pureza de corazón y la
conformidad con la voluntad de su Señor, hasta que refleje la imagen de Cristo.
Tal como lo hizo Enoc, anunciarán al mundo la segunda venida del Señor, y los
juicios que merecerá la transgresión; y mediante su conversación y ejemplo
santos condenarán los pecados de los impíos.
Así como Enoc fue trasladado al cielo antes de la destrucción del mundo por el diluvio, así también los justos vivos serán traspuestos de la tierra antes de la destrucción por el fuego.
Dice el apóstol: "Todos ciertamente no dormiremos, mas todos seremos transformados, en un momento, en un abrir de ojo, a la final trompeta." "Porque el mismo Señor con aclamación, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo." "Porque será tocada la trompeta, y los muertos serán levantados sin corrupción, y nosotros seremos transformados."
"Los muertos en Cristo resucitarán primero: luego
nosotros, los que vivimos, los que quedamos, juntamente con ellos seremos
arrebatados en las nubes a recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre
con el Señor. Por tanto, consolaos los
unos a los otros en estas palabras." (1Cor. 15:51, 52; 1 Tes, 4:16-18.)
78
51-53. CS 368. La doctrina de
la conversión del mundo y del reino espiritual de Cristo no era sustentada por
la iglesia apostólica. No fue generalmente aceptada por los cristianos hasta
casi a principios del siglo XVIII. Como todos los demás errores, éste también
produjo malos resultados. Enseñó a los hombres a 368 dejar para un remoto
porvenir la venida del Señor y les impidió que dieran importancia a las señales
de su cercana llegada. Infundía un sentimiento de confianza y seguridad mal
fundado, y llevó a muchos a descuidar la preparación necesaria para ir al
encuentro de su Señor.
Miller encontró que la venida
verdadera y personal de Cristo está claramente enseñada en las Santas
Escrituras. San Pablo dice: "El Señor mismo descenderá del cielo con
mandato soberano, con la voz del arcángel y con trompeta de Dios." Y el
Salvador declara que "verán al Hijo del hombre viniendo sobre las nubes
del cielo, con poder y grande gloria." "Porque como el relámpago sale
del oriente, y se ve lucir hasta el occidente, así será la venida del Hijo del
hombre." Será acompañado por todas las huestes del cielo, pues "el
Hijo del hombre" vendrá "en su gloria, y todos los ángeles con
él." "Y enviará sus ángeles con grande estruendo de trompeta, los
cuales juntarán a sus escogidos." (1 Tes. 4: 16; S. Mateo 24:
30, 27, 31; 25: 31, V.M.)
A su venida los justos muertos
resucitarán, y los justos que estuvieren aún vivos serán mudados. "No
todos dormiremos -dice Pablo,- mas todos seremos mudados, en un momento, en un
abrir de ojos, al sonar la última trompeta: porque sonará la trompeta, y los
muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros seremos mudados. Porque es
necesario que este cuerpo corruptible se revista de incorrupción, y que este
cuerpo mortal se revista de inmortalidad." (1 Cor. 15: 51-53) Y
en 1 Tes. 4: 16, 17, después de describir la venida del Señor, dice:
"Los muertos en Cristo se levantarán primero; luego, nosotros los
vivientes, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos a
las nubes, al encuentro del Señor, en el aire; y así estaremos siempre con el
Señor."
57. CS 523. La doctrina de la santificación verdadera es bíblica. El apóstol Pablo, en su carta a la iglesia de Tesalónica, declara: "Esta es la voluntad de Dios, es a saber, vuestra santificación." Y ruega así: "El mismo Dios de paz os santifique del todo." (1 Tesalonicenses 4:3; 5:23).
La Biblia enseña claramente lo que es la santificación, y cómo se puede alcanzarla. El Salvador oró por sus discípulos: "Santifícalos con la verdad: tu Palabra es la verdad." (Juan 17:17,19). Y San Pablo enseña que los creyentes deben ser santificados por el Espíritu Santo. (Rom. 15:16.) ¿Cuál es la obra del Espíritu Santo? Jesús dijo a sus discípulos: "Cuando viniere aquél, el Espíritu de verdad, él os guiará al conocimiento de toda la verdad." (Juan 16:13, V.M.)
Y el salmista dice: "Tu 523
ley es la verdad." Por la Palabra y el Espíritu de Dios quedan de
manifiesto ante los hombres los grandes principios de justicia encerrados en la
ley divina. Y ya que la ley de Dios es santa, justa y buena, un trasunto de la
perfección divina, resulta que el carácter formado por la obediencia a esa ley
será santo. Cristo es ejemplo perfecto de semejante carácter. El dice: "He
guardado los mandamientos de mi Padre." "Hago siempre las cosas que le
agradan." (Juan 15:10; 8:29, V.M.) Los discípulos de Cristo han de
volverse semejantes a él, es decir, adquirir por la gracia de Dios un carácter
conforme a los principios de su santa ley. Esto es lo que la Biblia llama
santificación.
Esta obra no se puede realizar
sino por la fe en Cristo, por el poder del Espíritu de Dios que habite en el
corazón. San Pablo amonesta a los creyentes: "Ocupaos en vuestra salvación
con temor y temblor; porque Dios es el que en vosotros obra así el querer como
el hacer, por su buena voluntad." (Filipenses 2:12,13.) El cristiano
sentirá las tentaciones del pecado, pero luchará continuamente contra él. Aquí
es donde se necesita la ayuda de Cristo. La debilidad humana se une con la
fuerza divina, y la fe exclama: "A Dios gracias, que nos da la victoria
por el Señor nuestro Jesucristo." (1 Corintios 15:57.)
Las Santas Escrituras enseñan
claramente que la obra de santificación es progresiva. Cuando el pecador
encuentra en la conversión la paz con Dios por la sangre expiatoria, la vida
cristiana no ha hecho más que empezar. Ahora debe llegar "al estado de
hombre perfecto;" crecer "a la medida de la estatura de la plenitud
de Cristo." El apóstol San Pablo dice: "Una cosa hago: olvidando
ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo
al blanco, al premio de la soberana vocación de Dios en Cristo Jesús."
(Filipenses 3:13,14.) Y San Pedro nos presenta los peldaños por los cuales se
llega a la santificación de que habla la Biblia: "Poniendo de vuestra parte
todo empeño, añadid a vuestra fe el poder; y al poder, la ciencia; y a la
ciencia, la templanza; y a 524 la templanza, la paciencia; y a la paciencia, la
piedad; y a la piedad, fraternidad; y a la fraternidad, amor.... Porque si
hacéis estas cosas, no tropezaréis nunca." (2 Pedro 1:5-10, V.M.)
Ministerio Hno. Pio
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