2 Corintios 4.
LOS APÓSTOLES SOSTENIDOS POR EL PODER DIVINO…: Fortaleza Para Resistir: Una Evidencia De La Gracia Divina: Vers. (1-6) Pablo declara cómo ha utilizado toda sinceridad e intensos esfuerzos en la predicación del Evangelio,
(7-11) y cómo las dificultades y persecuciones que ha soportado diariamente han contribuido a exaltar el poder de Dios,
(12-15) al beneficio de la iglesia, (16-18) y del apóstol Pablo.
1 Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que hemos recibido, no desmayamos. 2 Antes bien renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios. 3 Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; 4 en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios. 5 Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús. 6 Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.
7 Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros, 8 que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; 9 perdidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; 10 llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. 11 Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.
12 De manera que la muerte actúa en nosotros, y en vosotros la vida. 13 Pero teniendo el mismo espíritu de fe, conforme a lo que está escrito: Creí, por lo cual hablé, nosotros también creemos, por lo cual también hablamos, 14 sabiendo que el que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús, y nos presentará juntamente con vosotros. 15 Porque todas estas cosas padecemos por amor a vosotros, para que abundando la gracia por medio de muchos, la acción de gracias sobreabunde para gloria de Dios.
16 Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día.
17 Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; 18 no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas. (2 Corintios 4).
1. Este ministerio. Es decir, el ministerio del
"nuevo pacto" por el cual los hombres son liberados de la servidumbre
a la "letra" de la ley (ver com. cap. 3:6,17), y reciben los
principios de ella que quedan grabados en el corazón (vers. 3). Este ministerio
del "espíritu" (vers. 6), de "justificación" por la fe
(vers. 9), del "nuevo pacto" (vers. 6), de la verdadera
"libertad" (vers. 17), restaura al creyente a la semejanza de Cristo.
Este glorioso ministerio siempre sostiene a sus adeptos y a sus embajadores a
través de cada prueba y de sufrimiento, y esas pruebas y esos sufrimientos aun
redundan para la gloria de Dios.
No desmayamos. Gr. egkakéÇ, "estar fatigado", "desanimarse", "descorazonarse". Pablo tenía plena confianza en la integridad y en el valor de su mensaje, y Dios había bendecido grandemente su ministerio. El era completamente indigno. Había sido perseguidor y blasfemo.
Se consideraba el "primero" de to
dos los pecadores (1 Tim. 1:15); pero había recibido "misericordia".
Su ordenación como ministro del Evangelio la debía enteramente a la gracia de
Dios (1 Cor. 7:25; 15:9-10. Gál.
1:15-16; 1 Tim. 1:12-16). Nada subyuga tanto el orgullo, la fatuidad y la
confianza propia como una sincera mirada hacia atrás en nuestra propia vida. La
conversión de Pablo y la obra que le había sido confiada en el ministerio
evangélico se debían a la misericordia divina (1 Tim. 1:13-14).
2. Renunciamos. Este pretérito (aoristo) indica
hacer algo "de una vez por todas". Cuando Pablo se convirtió,
renuncio a toda conducta que no concordara con la fe que acababa de abrazar, y
al recibir su misión como ministro del Evangelio abandonó los métodos dudoso
que sus adversarios empicaban sin escrúpulos.
Vergonzoso. El ministerio cristiano exige una vida y mi
carácter puros. La obra de tiró dirigente espiritual termina en el mismo
momento en que se comienza a sospechar que en su vida hay ciertas práticas que
no pueden soportar ser examinadas. El primer requisito de un verdadero ministro
es que renuncie completamente a todas las cosas que podrían traer oprobio a la
causa de Dios. La verdadera religión es un camino de luz, nunca de tinieblas
(Rom. 13:12; 1 Cor. 4:5; Efe, 5:8: cf 1 Juan 1:5), pues depende no sólo de cada
acto sitio aun más: del motivo que lo impulsa.
No andando con astucia. No engañando. El anhelo de Pablo
era ser lo que aparentaba ser (cf. Luc.
20:23). Sus adversarios recurrían a cualquier engaño con tal de lograr sus
propósitos.
Ni adulterando. Pablo proclamaba toda la verdad, sin adulterarla.
Adulterar la Palabra de Dios significa predicar opiniones
personales como si tuvieran la sanción de las Escrituras, sacar textos de su
contexto, sustituir un "Así dice Jehová" por tradiciones humana,
desvirtuar mediante sutiles explicaciones el significado de las Escrituras con
el fin de excusar el pecado, interpretar sus enseñanzas literales en una forma
mística o simbólica para invalidar su fuerza, o presentar una mezcla de error
con verdad (ver 2 Cor. 11:3; 12:16; Efe. 4:14; 1 Tes. 2:3-4).
Manifestación. En esta epístola aparecen repetidas veces
diferentes formas del verbo "manifestar" (cap. 2:14; 3:3; 4:10; 5;
11; 11:6; etc.). Manifestación es lo opuesto a ocultamiento o astucia. Todo lo
que la verdad requiere es una declaración sencilla y clara. No debe permitirse
que nada oscurezca esta clara manifestación en el ministro o en el que dice que
es cristiano.
Recomendándonos. Los adversarios de Corinto habían
tildado a Pablo de ser un falso apóstol (ver com. cap. 3:1). El procede ahora a
defender su apostolado presentando, ciertos aspectos de su vida y de su
ministerio que debieran recomendarlo ante ellos como un apóstol genuino.
Conciencia. En cuanto a la importancia que daba Pablo a una
clara conciencia. ver com. Hech. 23:1. Pablo atribuía a cada hombre la
capacidad de juzgar moralmente y tener un conocimiento intimo de la ley moral
(ver Rom. 2:13-15). La "manifestación" que Pablo hacia de la verdad
no sólo hallada eco en el intelecto humano, sino también en la conciencia de
los hombres (cf. Juan 8:9; Rom. 2:15).
Delante de Dios. Dios conocía la integridad del
corazón de Pablo y éste recurría al testimonio de Dios en cuanto a la verdad de
lo que estaba escribiendo.
3. Está aún encubierto. O "es velado";
"está velado" (BJ); "queda velado" (BC). Pablo alude al
velo del cap. 3 (vers. 13-16). La situación en los días de Pablo era la misma
de la de los días de Moisés: la verdad aún permanecía oculta para muchos. Esa
circunstancia no se debía a falta de claridad en el Evangelio, sino a la forma
como era recibido en la mente y en el corazón de los que lo escuchaban.
Se pierden. O "se están perdiendo". Pablo sin duda
pensaba en la minoría de los corintios que persistían en seguir a los falsos apóstoles
que había entre ellos. Aún podían arrepentirse, pero mientras el Evangelio
estuviera velado para ellos, permanecerían perdidos. Para ellos la salvación sólo
sería posible cuando se quitaran el "velo" (ver Mat. 18:11; Luc.
15:4,6,24, 31-32; 19:10).
El hombre no puede ser luz para
sí mismo, pero puede rodearse de tinieblas si cierra los ojos a la luz. La luz
del sol está velada para el ciego, no importa cuánto brille el sol. Pablo habla
de los que resistían la luz del Evangelio debido a sus tinieblas interiores, de
las cuales ellos mismos eran responsables (ver com. Ose. 4:6).
Hay ciertas condiciones que
pueden velar o encubrir el poder salvador del Evangelio. Por ejemplo, en la
iglesia de Corintos el espíritu de bandos, las rivalidades, las disputas, la
inmoralidad, el orgullo y el egoísmo de las vidas de algunos, ocultaban el
Evangelio para ellos. El Evangelio puro es aceptado por las mentes y los
corazones abiertos (Juan 8:47; 1 Juan 4:6).
La indiferencia por las cosas
espirituales y la preocupación por las que no lo son también cierran el velo
(ver Luc. 21:34; com. Mat. 6:24-34). Las ocupaciones seculares que son buenas
pueden absorber a una persona en tal forma que no le queda tiempo para la luz
celestial ni deseo por ella. Los seres
humanos no rechazan la verdad por falta de pruebas, pues en realidad, creen mil
cosas con muchas menos pruebas. Rechazan la verdad porque los condena, reprende
sus pecados y perturba su conciencia.
4. Dios de este siglo. Es decir, Satanás. "Dios de
este mundo" (BJ). Pablo explica por qué el glorioso Evangelio está velado
u oculto para muchos. Satanás es un ser personal (ver com. Mat. 4:1), y es
imperativo que lo reconozcamos cuando se presenta en cualquier forma o por
cualquier medio.
El título "dios de este mundo" es una alusión al intento de Satanás de usurpar la soberanía que Dios tiene sobre este mundo. El diablo ambiciona ser el dios definitivo de este mundo (Mat. 4:8-9; 1 Juan 5:19). Ha sido el invisible gobernante de muchos de los grandes reinos e imperios de la tierra. Es llamado "dios de este mundo" porque su propósito es conseguir el dominio completo del mundo y de sus habitantes; es el "dios de este mundo" porque la tierra está en gran medida bajo su dominio. Gobierna el corazón de la mayoría de sus habitantes (cf. Efe. 2:1-2).
El mundo obedece sus dictados, se rinde ante sus
tentaciones, toma parte en sus impiedades y abominaciones. El es el autor y el
instigador de todo pecado y de toda manifestación de él. Los que pecan voluntariamente se dice que
están entregados a Satanás (1 Cor. 5:5; cf. 1 Tim. 1:20).
Es el "dios de este mundo" debido a su dominio, aunque limitado, de las fuerzas de la naturaleza, de los elementos de la tierra, el mar y la atmósfera. Hablar de Satanás como del "dios de este mundo" no significa que Dios haya renunciado a su soberanía sobre el mundo. El poder de Satanás y su dominio están estrictamente limitados.
El poder que tiene sólo lo ejerce por permiso de un
Dios omnisapiente, y sólo mientras sea necesario para la destrucción final y
eterna del pecado (1 Cor. 15:24-28; Apoc. 12:12).
Entendimiento. La batalla entre Cristo y Satanás tiene como
objetivo el entendimiento de los hombres (Rom. 7:23,25; 12:2; 2 Cor. 3:14;
11:3; Fil. 2:5; 4:7-8).
La principal obra de Satanás es
cegar la mente de los hombres, oscurecerla. Lo hace manteniéndolos alejados del
estudio de la Palabra de Dios, trastornando las facultades mentales mediante
excesos de orden físico y moral, ocupando todo el pensamiento con los asuntos
de esta vida y utilizando el orgullo y la vanagloria.
Los incrédulos. Satanás no sólo es el culpable de
la ceguera espiritual, también lo son quienes prefieren ser
"incrédulos". Han sido llevados a la luz de la verdad de Dios, y sin
embargo sus reacciones espirituales y mentales son ciegas y negativas. Les
parece que las grandes doctrinas fundamentales de la fe cristiana no tienen
valor. Pero son responsables, pues a sabiendas se han apartado de la verdad. Tienen
ojos, pero no ven (Isa. 6:9; Mat. 13:14-15; Juan 12:40; Rom. 11:8-10). No ven
belleza en el Siervo de Dios para que lo deseen (Isa. 53:2).
No les resplandezca. Pablo se refiere a la penetración en el alma humana de la luz del conocimiento salvador del Evangelio.
Luz. Gr. fÇtismós, "iluminación", de un verbo
que significa "dar luz", "iluminar". "Brillar"
(BJ); "brille" (NC). Compárese con fÇs, palabra que generalmente se
usa para "luz" (ver com. Juan 1:7,9). Aquí se usa fÇtismós para el
Evangelio que puede iluminar a toda mente sincera y receptiva. A pesar de todo,
muchos permanecen ciegos aun cuando la plena luz del Evangelio brilla dentro de
sus mentes entenebrecidas. Son como hombres que están en una habitación oscura,
y a propósito no permiten que entre la luz. Impiden que la iluminación del
Evangelio ascienda y llegue al cenit en sus vidas (ver Prov. 4:18).
La lucha es entre la luz y las
tinieblas. Lo más que puede hacer Satanás es cegar la mente de los hombres,
pero nunca oscurecer la luz del Evangelio. Podrá envolver la mente humana con tinieblas y hacer que un velo cubra
los ojos de unos cuantos, aunque el Evangelio ilumine a otros en su derredor.
El reino de Satanás es un reino de tinieblas (ver Isa. 60:2; Mat. 8:12; Luc. 22:53; 2 Ped. 2:4; Jud. 6; Apoc. 16:10), y por esa razón el diablo odia la luz del Evangelio. No se inquieta porque brille la luz de cualquier sustituto del Evangelio: la luz del conocimiento, de la cultura, de la moralidad, de la educación, de la riqueza y de la sabiduría humana. Pero todo su esfuerzo se vuelca contra la propagación de la luz del Evangelio, la única que puede salvar al hombre (Hech. 4:12).
El
Evangelio es el único medio por el cual pueden descubrirse los designios
diabólicos de Satanás y sus engaños, y por el cual los hombres pueden ver el
camino e ir de las tinieblas a la luz. Ver com. Juan 1:4-5, 9,14.
Imagen. Gr. eikón, "imagen", "figura",
"semejanza". Esta palabra se usa en Gén. 1:26, LXX. En el NT se halla
en 1 Cor. 11:7; Col. 1:15; 3:10; Heb. 10:1. Cristo es la expresa imagen del
Padre, pues el carácter, los atributos y la perfección de ambos son los mismos.
Dios el Padre es como Jesús (Juan 12:45; 14:9; Fil. 2:6). Adán y Eva fueron
originalmente creados a esa imagen, y el propósito del plan de salvación es
restaurarla en la humanidad.
5. Predicamos. Pablo había sido acusado de ser egocéntrico en su
predicación, pero niega absolutamente ese cargo. Los hombres se predican a sí
mismos cuando son motivados por intereses personales, cuando buscan el aplauso
de otros, cuando ambicionan exhibir sus talentos, cuando proclaman sus propias
opiniones y las tradiciones y enseñanzas de los hombres antes que la Palabra de
Dios y la contradicen, y cuando predican por ambición a las ganancias, por
ganarse la manera de vivir o por prestigio y popularidad.
Jesucristo como Señor. Ver com. Mat. 1:1; Juan 1:38. Predicar
a Cristo significa predicar el Evangelio eterno.
Siervos. Gr. doúlos, "esclavo". En otros pasajes
Pablo dice que él es siervo o "esclavo" de Cristo (Rom. 1:1; Fil.
1:1; cf. Mat. 20:28), y por eso no tiene derecho de enseñorearse de la heredad
de Dios.
6. Mandó que. . . resplandeciese la luz. Dios creó la
luz con su palabra, con una sencilla orden (ver com. Gén. 1:3; Sal. 33:6,9). Las
primeras palabras de Dios que se registran hicieron aparecer la luz donde sólo
había tinieblas (Gén. 1:2). Dios no sólo creó la luz natural, sino que envió a
su Hijo para que fuera "la luz del mundo" (Juan 8:12). Toda la luz
física, intelectual, moral y espiritual ha tenido su origen en el Padre de la
luz (Sant. 1:17). El "se cubre de luz como de vestidura" (Sal.
104:2). Dios es, por su misma naturaleza, luz (Sant. 1:17; cf. Juan 1:4-5). Ver
com). Juan 1:4-5, 9,14.
Resplandeció. Gr. lámpÇ, "brillar". El mismo Ser que
creó el sol para que iluminara las tinieblas primitivas de este mundo, también
dio la luz de la verdad para que alumbrara las mentes entenebrecidas (Sal.
119:105). Así como la palabra que pronunció Dios trajo la luz a un mundo
oscuro, así también la Palabra viviente, tal como se presenta en la Palabra
escrita, ordena que la luz del cielo resplandezca en las almas
entenebrecidas. Los hombres no tienen
poder, capacidad ni sabiduría para producir esta luz.
La flexión del verbo en griego
sugiere que Pablo podría estarse refiriendo a determinado episodio del pasado:
su propia conversión. En ese momento Pablo contempló a Cristo glorificado, y
brilló sobre él luz que venía del rostro de Cristo. Posteriormente cayeron "como
escamas" de sus ojos y de su mente (Hech. 9:3-18). Por primera vez se le
apareció Cristo como verdaderamente es: Salvador y Señor, y Pablo se transformó
en otro hombre. Desaparecieron las tinieblas de su alma y de su mente. (Hech.
9:17-18; 26:16-18).
Para iluminación. Según la construcción griega de
este pasaje, el propósito de que Dios brille en los corazones de los hombres,
es el de dar luz; es para que los hombres se familiaricen con el conocimiento
de la gloria divina; y la salvación de los hombres es el propósito del
conocimiento de la gloria divina .
En la faz. La misma gloria que se había reflejado en el rostro
de Moisés, más recientemente se había visto en el rostro de Cristo (ver com.
Mat. 17:2; Luc. 2:48; Juan 1:14; 2 Ped. 1:17-18). Cristo es la revelación
completa de la gloria de su Padre, la encarnación de toda la excelencia
divina. Todas las otras revelaciones han
sido parciales e imperfectas. Los
hombres pueden ver la luz de Dios en toda su plenitud, pureza y perfección en
el rostro de Jesucristo.
Pablo reconocía la gloria de Dios
en la creación y en la ley, pero ahora percibía la perfecta exhibición de la
gloria divina en la faz y en la persona de Jesucristo. Esto fue lo que ganó su
corazón e hizo que siempre estuviera consagrado a Dios. Sólo en Jesucristo y
mediante él puede el hombre llegar a ser participante de la naturaleza divina,
y de ese modo de la gloria divina.
7. Este tesoro. Es decir, el "conocimiento
de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo" (vers. 6). En los vers. 7-18
Pablo se ocupa de la forma en que este conocimiento le ha dado el poder para
soportar, como "siervo" de Dios, las casi insuperables dificultades
que había enfrentado en su ministerio. Si no hubiera sido por ese conocimiento
y poder, el débil vaso humano habría sucumbido (vers. 1).
Vasos de barro. Gr. ostrakínos, vasijas hechas de
arcilla cocida. Eran utensilios débiles y frágiles, humildes, de poca duración
y de poco valor. Así es el vaso humano en contraste con el tesoro eterno de
Dios. Sin embargo, el plan de Dios es hacer de ese débil vaso el receptáculo y
el continente del mayor tesoro posible. Se afirma que el ministro y el creyente
no son sino vasos de barro para el propósito supremo de contener el gran tesoro
de Dios. Quizá Pablo estuviera pensando en la antigua práctica de guardar
tesoros en grandes vasos de barro para protegerlos.
El hombre es sólo el cofre que
contiene la joya de la justicia de Cristo, que es imputada e impartida a cada
creyente (ver com. Mat. 13:45-46).
El hombre está espiritualmente en
estado paupérrimo, y así permanece hasta que es enriquecido por el tesoro
celestial. Todos los que son redimidos por Cristo tienen ese tesoro, algunos
más que otros, de acuerdo con la forma como lo reciben por fe. Para los que
cruzan un desierto, el agua es de valor supremo; para los que viven en
tinieblas, la luz es de valor supremo; para los que hacen frente a la muerte,
la vida es de valor supremo; y para el mortal, el tesoro del Evangelio es todo
eso: agua viviente, luz del mundo, vida eterna.
De Dios. Los hombres se sienten inclinados a usar costosos
cofres para guardar sus tesoros. Pero para la realización de su plan Dios elige
con frecuencia a las personas más humildes, para que no se atribuyan el mérito a
sí mismas (1 Cor. 1:28-29). No contribuye al bien del hombre que reciba el
mérito por salvarse a sí mismo o a sus prójimos. El orgullo es el mayor estorbo
para la vida del ministro o del creyente. Lo importante no es el recipiente
sino su contenido, y lo mismo sucede con el ministro y su mensaje. Dios podría
haber comisionado a los ángeles para que hicieran la obra que ha confiado a
frágiles humanos, pero no ha escogido esa forma de obrar.
En la presentación del mensaje
divino a los hombres procede de tal manera que se hace evidente que la obra de
la redención es de Dios y no del hombre. El vaso o instrumento no tiene valor
por sí mismo (cf. 2 Tim. 2:19-20). Sólo la presencia de Dios y su poder
determinan el valor de ese vaso o instrumento. La propagación del Evangelio es estorbada cuando los hombres oscurecen
la obra de Dios al poner el énfasis en su propia sabiduría, habilidad o
elocuencia.
8. Atribulados en todo. Los vers. 8-10 presentan cuatro
contrastes que destacan por un lado la fragilidad de los vasos de barro, y por el
otro la excelencia del poder de Dios a pesar de esa fragilidad. Ver com. cap.
1:4. Cada cristiano, y particularmente el ministro cristiano, se encuentra en
medio de una gran batalla: la lucha secular entre Cristo y Satanás (Efe. 6:10-17-
Apoc. 12:7-12, 17). Por lo tanto, no puede escapar de las pruebas y tribulaciones
(Juan 16:33; Hech. 14:22; Apoc. 7:14).
Sin embargo, el éxito que acompaña los esfuerzos del frágil instrumento humano en medio de la tribulación y la angustia demuestra la presencia del poder divino (Rom. 8:35-39).
Por esta
razón, ningún hombre debe gloriarse "sino en la cruz de nuestro Señor
Jesucristo" (Gál. 6:14). La revelación más clara y más eficaz de Cristo se
lleva a cabo en y mediante los hombres y las mujeres que triunfan por la gracia
de Dios.
Mas no angustiados. La alegría del indomable espíritu
de Pablo ha inspirado a incontables millares de embajadores de Cristo a ser
leales, valientes y decididos en medio de las incertidumbres, los chascos, las
dificultades, las persecuciones y la muerte. Las circunstancias no determinan
el estado de ánimo del cristiano. Resiste porque ve a su Señor invisible y es
sostenido por la luz de la gracia divina (Heb. 11:27).
En apuros. Gr. aporéÇ, "estar en duda". "perplejos"
(BJ, BC, NC) corresponde mejor con el significado literal del verbo
griego. Pablo se había encontrado con
frecuencia en situaciones en las que, desde el punto de vista humano, no había
ninguna solución; pero en tales circunstancias había aprendido a confiar en
Dios y a esperar en él.
Desesperados. Gr. exaporéomai, "desesperarse", no saber
qué hacer. No importaba cuán difíciles fueran las circunstancias, Pablo había
aprendido por experiencia propia a confiar en Dios para una solución.
9. Perseguidos. Ver com. Mat. 5:10-12; 10:17-23;
Juan 15: 20. Cada contraste sucesivo revela más plenamente la intensidad de los
sufrimientos y los peligros personales. Pablo habla de estar rodeado,
perseguido, capturado y derribado por fuerzas hostiles. No parecía haber un
camino de escape, y la muerte era aparentemente inevitable.
No desamparados. Pablo y sus colaboradores veían en medio de todas sus pruebas el cumplimiento de la promesa de Cristo de estar con ellos hasta la misma muerte y proporcionarles una vía de escape (ver 1 Cor. 10:13; 2 Tes. 1:4; Heb. 2:18; 13:5).
En tiempos de pruebas y persecuciones son evidentes para el cristiano algunas verdades divinas. No importa cuán grandes sean las pruebas en las cuales el cristiano se encuentre, siempre podrá soportarlas (Deut. 33:25; Sal. 46:1).
Ningún cristiano debe desanimarse. Aunque
sea despojado de todo lo que tiene valor material, su tesoro máximo permanece a
salvo, más allá del alcance de los hombres y los demonios (2 Cor. 4:16; cf.
Sal. 23:3). Cuando todos los sufrimientos y las pruebas que acosan la vida del
cristiano se soportan debidamente, sólo sirven para ponerlo en comunión más
estrecha con Cristo en los sufrimientos de su Maestro (Fil. 3:10).
Es posible que Pablo sufriera más
por causa de Cristo que cualquier otro cristiano. Por lo tanto entendía mejor
que otros lo que significaba sufrir con Jesús. De todos los autores del NT ningún otro escribe tanto sobre la cruz y en
cuanto a morir con Cristo. Para Pablo las persecuciones, las pruebas, los
sacrificios y la vida misma se transformaban en episodios en los cuales se
gloriaba, porque lo ponían en una comunión más estrecha con Cristo en los
sufrimientos del Maestro.
En el proceso de la perfección cristiana, los sufrimientos son importantes para los seguidores de Cristo.
Los
sufrimientos de Cristo constituyen, por así decirlo, el oscuro telón de fondo
sobre el cual refulgió con mayor brillo su perfección de carácter (Heb. 2:10). En
toda su vida experimentó lo que era morir al yo. No hubo nada que tendiera a
revelar más claramente su propio amor y el de su Padre por los pecadores.
Para el cristiano las pruebas,
los sufrimientos y los desengaños de la vida cristiana también constituyen un
telón de fondo sobre el cual se destacan la belleza de la paciencia divina, la
fragancia de un carácter semejante a Cristo, una tranquila sumisión a la
voluntad de Dios y una firme confianza en la conducción divina; en esta forma
la luz de Dios se refleja en el semblante del cristiano. El que viva
cristianamente siempre sufrirá la hostilidad y el odio de los seguidores del
príncipe de las tinieblas. Pero no es el plan de Dios que el cristiano se
gloríe en sufrir debido a su culpa, ni que cause hostilidad y oposición para
que se destaquen su abnegación y valor.
Derribados. Gr. katabállÇ, "echar abajo", "abatir",
"derribar"; como se derrota a un hombre en combate personal.
No destruidos. Vez tras vez podía parecer como que Pablo no sólo
estaba abatido sino aniquilado. Admite
que repetidas veces había sido derribado, pero declara enfáticamente que nunca
fue destruido.
10. Llevando en el cuerpo. En el cuerpo de Pablo sin duda
había muchas cicatrices, las cuales eran un mudo testimonio de sus sufrimientos
por Cristo.
La muerte. Para Pablo esto era un morir diario, constante y real, debido a que siempre estaba expuesto a la muerte (Rom. 8:36; 1 Cor. 15:31; 2 Tim. 2:11).
Mediante esta figura de lenguaje Pablo expresa su íntima
comunión con Cristo en los sufrimientos que continuamente debía soportar. Esto
era un testimonio vital para el mundo acerca del poder del Evangelio. Los
judaizantes, que escapaban de la persecución predicando un Evangelio sin vida y
legalista, no podían presentar una evidencia semejante (ver Gál. 6:12).
También la vida de Jesús. Sus cicatrices eran un testimonio
de cuán cerca había estado Pablo de la muerte, y el hecho de que aún viviera
también era un elocuente testimonio del poder de Cristo para librarlo de la
muerte. La vida de Pablo también testificaba del poder de Cristo para liberar a
los hombres del pecado y de transformarlos a la semejanza divina (ver Gál. 2:20).
11. Nosotros que vivimos. Pablo amplía y confirma lo que ya
ha declarado en el vers. 10. El embajador del Evangelio en aquellos días
siempre estaba en peligro de perder la vida.
Siempre. En la construcción del texto griego se destaca este
adverbio. Pablo vivía constantemente amenazado de muerte (ver com. 1 Cor. 15:29).
Para que también la vida. El misionero cristiano continúa
viviendo aunque esté siempre en peligro de muerte, porque Cristo comunica su
propia vida a lo que de por sí es mortal y corruptible Juan 3:36; 14:6; 1 Juan
5:11-12).
12. La muerte actúa. Pablo da un paso más en su
presentación del contraste entre la vida y la muerte. Si bien es cierto que la
muerte es siempre una perspectiva presente para el mensajero del Evangelio, su
propósito es proporcionar vida a los que están condenados a muerte por causa
del pecado. El término "vida" se usa aquí en su sentido espiritual
superior. Aunque los conversos de Pablo no habían tenido la experiencia de
hallarse en un combate de vida y muerte que se pudiera comparar con el del
apóstol, sin embargo Dios lo había usado para que fuera un ministro de vida
entre ellos. Procedente del humilde vaso de barro -la vida de Pablo- surgía el
poder de Cristo para impartir nueva vida a los corintios.
13. Espíritu de fe. La misma fe que se expresa en la
cita del AT: "Creí, por lo cual hablé" (Sal. 116:10). Pablo escribe a
los corintios con un profundo sentido de convicción y con la ferviente
esperanza de que aceptarían su consejo.
Está escrito. Es evidente que el Salmo 116 había sido sostén y
consuelo del apóstol. Pablo y David habían comprobado la bondad y el amor de
Dios, y por lo tanto estaban convencidos de ellos. Ambos habían experimentado
pruebas, sufrimientos y liberaciones, y ambos hablaban con convicción. La
proximidad de la muerte no es un impedimento para la gozosa expresión de una fe
viviente. Las vidas de todos los grandes hombres y mujeres de la Biblia
refulgen con este espíritu de triunfo, con esta disposición de ánimo alegre y
radiante.
Expresan gozosa gratitud a Dios
aun en medio de pérdidas y persecuciones. Las vidas de todos los cristianos que
han sentido el amor de Dios se vuelven gozosamente expresivas de ese amor y
poder. Es natural y fácil que la lengua exprese lo que conoce la mente y siente
el corazón. El que habla lo que no cree, es un hipócrita; y el que no da a
conocer lo que cree, es un cobarde.
14. Resucitó al Señor. Como Pablo ya había explicado
ampliamente a los corintios (1Cor. 15:13-23), la resurrección de Jesús
significaba una garantía absoluta de la resurrección final de todos los justos.
Nos resucitará. La confiada esperanza de Pablo en
la resurrección lo capacitaba para hacer frente a la muerte con calma y valor.
Ya había experimentado una resurrección espiritual con Cristo (Rom. 6:4), y esa
era su seguridad del triunfo futuro sobre la muerte. Estaba seguro de la vida
eterna (Rom. 8:11; 1 Cor. 15:12-22; 2 Tim. 4:8).
Con Jesús. Pablo se refería a la resurrección de nuestro
Señor. Creía que su propia resurrección también era plenamente cierta. Jesús
fue resucitado como el "primogénito" de una raza de redimidos (Apoc.
1:5), lo que incluiría a todos los conversos del apóstol (1 Cor. 15:20). Además
es Cristo el que hará resucitar a los muertos en el día postrero (Juan 5:25-29).
Nos presentará. El gozo máximo para los que
triunfen con Cristo quizá será su presentación ante Dios Padre. Pablo anticipa
con orgullo la presentación de sus conversos a Cristo (cap. 11:2). Las
Escrituras se refieren varias veces a los cristianos como si estuvieran siendo
presentados delante de Dios. Aparecen ante el tribunal de Cristo para ser
defendidos y justificados (Rom. 14:10-12; 2 Cor. 5:10). En la cena de las bodas
del Cordero serán presentados delante de Dios como la novia del Cordero (Apoc.
19:7-9), y habitarán en su presencia (cap. 21:3).
Adviértase que el lenguaje de
este versículo parece indicar que Pablo creía que moriría antes de que volviera
su Señor y que iba a tener parte en la resurrección.
15. Todas estas cosas. Es decir, todas las cosas que
Pablo había sufrido como embajador de Cristo (vers. 7-12). Compárese con 1 Cor.
3:22-23; 2 Tim. 2:10.
Abundando la gracia. La gracia de Dios que hace posible
la salvación y la redención del pecador Juan 1:14, 16-17; Hech. 20:24,32; Rom.
4:16; 5:20; etc.).
Por medio de muchos, la acción de gracias. Pablo previó
que aumentaría la gloria que se le daría a Dios, pues cuanto más fueran las
personas que llevara a Cristo por medio de su ministerio, tanto más serían los
que dieran gloria al santo nombre de Dios (cf cap. 9:11-12). La lluvia hace
producir los frutos de la tierra, y así también la abundante gracia de Dios
induce a los hombres a que respondan con agradecimiento (cf. Efe. 2: 6-8). Esta
respuesta se produce como el reconocimiento espontáneo de la bondad, la
misericordia, el amor y el poder de Dios. El hecho de que se dé gracias y se
alabe a Dios, indica que se ha restaurado la relación correcta entre Dios y el
hombre; éste es el principal propósito del Evangelio.
16. Por tanto. La perspectiva de la gloria y del gozo futuros era
lo que inducía a Pablo a hacer frente con serenidad y paciencia a las pruebas y
las tribulaciones que había en su ministerio (cf. Heb. 12:2). Los embajadores del Evangelio
soportan las vicisitudes de esta tierra porque diariamente viven "como
viendo al Invisible" (Heb. 11:27). Tienen tanta confianza en las glorias
del futuro, que todas las vicisitudes de esta vida sencillamente les inspiran
más esperanza, gozo y fidelidad.
Hombre exterior. Es decir, el cuerpo, la parte visible del hombre que decae debido al desgaste de los años.
El hombre
"interior" significa la naturaleza espiritual y regenerada del
hombre, la cual es renovada diariamente por el Espíritu de Dios (Rom. 7:22;
Efe. 3:16; 4:24; Col. 3:9-10; 1 Ped. 3:4). El proceso de renovación avanza sin
cesar y mantiene al hombre unido con Dios. Pablo con frecuencia se refiere a
esa renovación (Rom. 12:2; Efe. 4:23; Tito 3:5). Un aspecto de la obra del
Espíritu Santo es la renovación del creyente, cuya vida espiritual, energía,
valor y fe se vigorizan continuamente.
La obra de renovación diaria del
Espíritu en la vida es lo que produce la restauración completa de la imagen de
Dios en el alma humana. De modo que aunque el hombre exterior envejezca y
decaiga con los años, el hombre interior continúa creciendo en gracia mientras
dure la vida. Pablo podía considerar con tranquilidad las pruebas de la vida,
el veloz transcurrir del tiempo, el envejecimiento, el dolor y el sufrimiento y
aun la muerte. El Espíritu Santo le proporcionaba al mismo tiempo la seguridad
de la inmortalidad, una dádiva que recibiría en el día de la resurrección (2
Tim. 4:8).
Cada cristiano necesita esta
renovación diaria para que su relación con Dios no se convierta en algo
insensible y formal. La renovación espiritual proporciona nueva luz de la
Palabra de Dios, nuevas experiencias obtenidas de la gracia para compartir con
otros, nueva limpieza del corazón y de la mente. Pero, por contraste, el que no
ha sido regenerado por lo general está ansioso por las cosas que atañen al
hombre exterior: qué comer, con qué vestirse y cómo entretenerse, Ver com. Mat.
6:24-34.
17. Leve tribulación. Este versículo con sus paradojas
superlativas es uno de los pasajes más enfáticos de todos los escritos de
Pablo. El apóstol contrasta las cosas del presente con las cosas venideras, las
del tiempo con las de la eternidad, la aflicción con la gloria.
Momentánea. Lo momentáneo no es nada en comparación con la
eternidad. Con la perspectiva de la eternidad frente a sí, bien puede el
cristiano soportar cualquier aflicción momentánea.
Pocos han sufrido tanto por
Cristo como Pablo (cap. 11:23-30). La aflicción lo perseguía en todo momento
por dondequiera que iba. Sus aflicciones eran sin duda difíciles de soportar.
Pero cuando las comparaba con los goces de la eternidad y la gloria del más
allá, no eran sino "momentáneas". Cf. Rom. 8:18; Fil. 1:29; Heb. 2:9-10.
Cada vez más excelente. Para Pablo las palabras
"eterno peso de gloria" son completamente insuficientes para expresar
el contraste que ve entre las aflicciones temporales y la bienaventuranza de la
eternidad, y añade todavía otro superlativo (cf. 1Juan 3:1), un modismo griego
que quizá él mismo acuñó. Compárese con otras expresiones superlativas usadas
por Pablo en Rom. 7:13; 1 Cor. 12:31; 2 Cor. 1:8; Gál. 1:13.
La aflicción contribuye a la gloria eterna al purificar, refinar y elevar el carácter (Sal. 94:12; Isa. 48:10; Heb. 12:5- 11; Sant. 1:2-4, 12; 1 Ped. 1:7).
La aflicción desarrolla la
confianza en Dios y la dependencia de él (Sal. 34:19; Isa. 63:9; Ose. 5:15;
Jon. 2:2). La aflicción ejerce una influencia suavizadora sobre el corazón y la
mente; abate el orgullo, subyuga el yo y es con frecuencia el medio para que la
voluntad del creyente esté en una armonía completa con la voluntad de Dios;
pone en prueba la fe del creyente y la autenticidad de su profesión como cristiano
(Job 23:10; Sal. 66:10); da ocasión para que se ejercite y perfeccione la fe,
la cual se fortalece por medio del ejercicio; ayuda al creyente a ver las cosas
en su verdadera perspectiva y a poner primero las cosas de más valor. Por todo
esto la aflicción crea en el cristiano una idoneidad para la gloria futura. Cuando
se eliminan los propósitos terrenales mediante la disciplina del sufrimiento,
es más fácil que el cristiano fije su corazón en las cosas celestiales (Col.
3:1-2; 2 Tim. 4:5).
Esa disciplina demuestra la
ineficacia de la sabiduría humana, pues coloca al creyente en situaciones
difíciles donde se ponen de manifiesto su impotencia y su necesidad de Dios
(Sal. 107:39). Santifica las relaciones humanas. El dolor, las pruebas y los
sufrimientos nos capacitan más que cualquier otra circunstancia para comprender
a nuestros prójimos y tener sentimientos de bondad hacia ellos.
Gloria. Gr. dóxa (ver com.
Juan 1: 14; Rom. 3:23).
18. No mirando nosotros. Pablo explica ahora cómo es
posible que veamos las aflicciones de esta vida en su verdadera perspectiva y
las cataloguemos como de consecuencias sólo transitorias. La mirada del apóstol
estaba fija en las glorias del reino eterno (cf. Heb. 12:2). Cualquier cosa que capture
nuestra atención determinará cómo enfrentaremos las pruebas: si con esperanza y
paciencia, o con disgusto y amargura. Lo primero se alcanza contemplando las
cosas invisibles del mundo eterno (Fil. 4:8), las realidades espirituales de
Cristo; lo segundo es una directa consecuencia de contemplar las cosas visibles
y transitorias, como las riquezas, los placeres y la fama (ver com. Mat. 6:24-34). si fijamos la mente en el
carácter y en la vida de Cristo, llegaremos a ser semejantes a él (cf. Heb. 11:10, 26-27, 39-40; 1 Ped. 1:11). 6CBA
COMENTARIOS DE EGW
1-6. HAp 265.
7-10. HAp 266
11-14. HAp 266
15-18. HAp 267
UN
VERDADERO MINISTRO hace la obra del
Señor. Siente la importancia de su obra y comprende que mantiene con la
iglesia y con el mundo una relación similar a la que mantenía
Cristo. Trabaja incansablemente para guiar a los pecadores a una vida más
noble y elevada, para que puedan obtener la recompensa del vencedor. Sus labios
están tocados con un carbón encendido extraído del altar, y ensalza a Jesús
como la 265 única esperanza del pecador. Los que le oyen
saben que se ha acercado a Dios mediante la oración ferviente y eficaz.
EL
ESPÍRITU SANTO ha reposado sobre él, su
alma ha sentido el fuego vital del cielo, y puede comparar las cosas
espirituales con las espirituales. Se le da poder para derribar las
fortalezas de Satanás. Los corazones son quebrantados por su exposición
del amor de Dios, y muchos son inducidos a preguntar: "¿Qué es
menester que yo haga para ser salvo?". "Por lo cual teniendo nosotros
esta administración según la misericordia que hemos alcanzado, no desmayamos;
antes quitamos los escondrijos de vergüenza, no andando con astucia, ni
adulterando la palabra de Dios; sino por manifestación de la verdad
encomendándonos a nosotros mismos a toda conciencia humana delante de
Dios. Que, si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se
pierden está encubierto: en los cuales el dios de este siglo cegó los
entendimientos de los incrédulos, para que no les resplandezca la lumbre del
evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios. Porque no
nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo, el Señor; y nosotros
vuestros siervos por Jesús. Porque Dios, que mandó que de las tinieblas
resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para
iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de
Jesucristo."
ASÍ
MAGNIFICABA EL APÓSTOL LA GRACIA Y LA MISERICORDIA DE DIOS, mostrada
en el sagrado cometido que se le confiara como ministro de Cristo. Por la
abundante misericordia de Dios, él y sus hermanos habían sido sostenidos en las
dificultades, aflicciones y peligros. No habían amoldado su fe y enseñanza
para acomodarlas a los deseos de sus oyentes, ni callado las verdades
esenciales para la salvación a fin de hacer más atractiva su
enseñanza. Habían presentado la verdad con sencillez y claridad, orando
por la convicción y conversión de las almas. Y se habían esforzado por
vivir de acuerdo con sus enseñanzas, para que la verdad que presentaban fuera
aceptable a la conciencia de todo hombre. 266
"TENEMOS empero
este tesoro continuó el apóstol en vasos de barro, para que la alteza del
poder sea de Dios, y no de nosotros." Dios
podría haber proclamado su verdad mediante ángeles inmaculados, pero tal no es
su plan. El escoge a los seres humanos, a los hombres rodeados de
flaquezas, como instrumentos para realizar sus designios. El inestimable tesoro
se coloca en vasos de barro. Mediante los hombres han de comunicarse al mundo
sus bendiciones y ha de brillar su gloria en las tinieblas del pecado. Por
su ministerio amante deben ellos encontrar al pecador y al necesitado para
guiarlos a la cruz. Y en toda su obra tributarán gloria, honor y alabanza
a Aquel que está por encima de todo y sobre todos.
AL
REFERIRSE A SU PROPIO CASO, Pablo mostró
que al elegir el servicio de Cristo no había sido inducido por motivos
egoístas; porque su camino había estado bloqueado de pruebas y tentaciones.
"Estando atribulados en todo escribió, mas no angustiados; en apuros,
mas no desesperamos; perseguidos, mas no desamparados; abatidos, mas no
perecemos; llevando siempre por todas partes la muerte de Jesús en el cuerpo,
para que también la vida de Jesús sea manifestada en nuestros corazones."
PABLO
LES RECORDÓ a sus hermanos que, como mensajeros de
Cristo, él y sus colaboradores estaban continuamente en peligro. Las
penalidades que soportaban estaban desgastando sus fuerzas. "Nosotros
que vivimos escribió, siempre estamos entregados a muerte por Jesús, para que
también la vida de Jesús sea manifestada en nuestra carne mortal. De
manera que la muerte obra en nosotros, y en vosotros la vida."
SUFRIENDO
FÍSICAMENTE por las privaciones y trabajos, estos
ministros de Cristo estaban conformándose a la muerte de él. Pero lo que
obraba muerte en ellos, traía vida y salud espiritual a los corintios, quienes
por la fe en la verdad eran hechos participantes de la vida eterna. En
vista de esto, los seguidores de Jesús han de procurar no aumentar, por el descuido
y el desafecto, las cargas y pruebas de los que trabajan. 267 "Teniendo
el mismo espíritu de fe continuó Pablo, conforme a lo que está escrito: Creí,
por lo cual también hablé: nosotros también creemos, por lo cual también
hablamos."
PLENAMENTE
CONVENCIDO de la realidad de la verdad a él confiada,
nada podía inducir a Pablo a manejar engañosamente la palabra de Dios o a
ocultar las convicciones de su alma. No quería conformarse con las
opiniones del mundo para adquirir riqueza, honor o placer. Aunque en
constante peligro del martirio por la fe que había predicado a los corintios,
no se intimidaba; porque sabía que el que había muerto y resucitado le
levantaría de la tumba y le presentaría al Padre. "Todas las cosas
suceden por vosotros, para que la gracia difundida en muchos acreciente la
acción de gracias para gloria de Dios." (V.N.C.)
NO
PARA ENGRANDECERSE a sí mismos predicaban
los apóstoles el Evangelio. Era la esperanza de salvar almas lo que los
inducía a dedicar sus vidas a esta obra. Y era esta esperanza lo que les
ayudaba a no abandonar sus esfuerzos por causa de los peligros que los
amenazaban o de los sufrimientos que soportaban. "Por tanto declaró
Pablo, no desmayamos: antes aunque éste nuestro hombre exterior se va
desgastando, el interior empero se renueva de día en día."
PABLO
SENTÍA EL PODER DEL ENEMIGO; pero aunque
sus fuerzas físicas declinaban, declaraba fiel y resueltamente el Evangelio de
Cristo. Vestido con toda la armadura de Dios, este héroe de la cruz
proseguía la lucha. Su voz animosa lo proclamaba triunfante en el
combate. Fijando sus ojos en la recompensa de los fieles, exclamó con tono
de victoria: "Porque lo que al presente es momentáneo y leve de
nuestra tribulación, nos obra un sobremanera alto y eterno peso de gloria; no
mirando nosotros a las cosas que se ven, sino a las que no se ven: porque las
cosas que se ven son temporales, más las que no se ven son eternas."
ES
MUY FERVIENTE E IMPRESIONANTE LA INVITACIÓN DEL APÓSTOL a
sus hermanos corintios a considerar de nuevo el inmaculado amor de su
Redentor. "Ya sabéis la gracia de nuestro Señor 268 Jesucristo
declaró, que por amor de vosotros se hizo pobre, siendo rico; para que
vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos." Conocéis la altura
desde la cual se rebajó, la profundidad de la humillación a la cual
descendió. Habiendo emprendido la senda de la abnegación y el sacrificio,
no se apartó de ella hasta que hubo dado su vida. No hubo descanso para él
entre el trono y la cruz.
PABLO
SE FUE DETENIENDO EN UN PUNTO TRAS OTRO, a
fin de que los que leyeran su epístola pudieran comprender plenamente la
maravillosa condescendencia de su Salvador con ellos. Presentando a Cristo
como era cuando era igual a Dios y recibía con él el homenaje de los ángeles,
el apóstol trazó su curso hasta cuando hubo alcanzado las más bajas
profundidades de la humillación. Pablo estaba convencido de que si podía
hacerles comprender el asombroso sacrificio hecho por la Majestad del cielo,
barrería de sus vidas todo su egoísmo. Mostró cómo el Hijo de Dios había
depuesto su gloria y se había sometido voluntariamente a las condiciones de la
naturaleza humana; y entonces se había humillado como un siervo, llegando a ser
"obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (Fil. 2:8), para poder
elevar a los hombres de la degradación a la esperanza y el gozo del cielo.
HAp/EGW
Ministerio Hno. Pio
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