1 Corintios 9. SE ILUSTRA EL USO QUE HACE PABLO DE LA LIBERTAD CRISTIANA: Vers. (1-6) Pablo defiende su libertad, (7-14) y explica que los ministros deben vivir del Evangelio; (15-17) pero que él ha decidido no hacerlo (18-21) para no ser gravoso a nadie (22-23) ni ofender en asuntos de menor importancia. (24-27) Nuestra vida es semejante a una carrera deportiva.
1 ¿NO SOY apóstol? ¿No soy libre? ¿No he visto a Jesús el Señor nuestro? ¿No sois vosotros mi obra en el Señor? 2 Si Para Otros No Soy Apóstol, para vosotros ciertamente lo soy; porque el sello de mi apostolado sois vosotros en el Señor 3 Contra los que me acusan, esta es mi defensa: 4 ¿Acaso no tenemos derecho de comer y beber? 5 ¿No tenemos derecho de traer con nosotros una hermana por mujer como también los otros apóstoles, y los hermanos del Señor, y Cefas? 6 ¿O sólo yo y Bernabé no tenemos derecho de no trabajar?
7 ¿Quién fue jamás soldado a sus
propias expensas? ¿Quién planta viña y no come de su fruto? ¿O quién apacienta
el rebaño y no toma de la leche del rebaño? 8 ¿Digo esto sólo como hombre? ¿No
dice esto también la ley? 9 Porque en la ley de Moisés está escrito: No pondrás
bozal al buey que trilla. ¿Tiene Dios cuidado de los bueyes, 10 o lo dice
enteramente por nosotros? Pues por nosotros se escribió; porque con esperanza
debe arar el que ara, y el que trilla, con esperanza de recibir del fruto.
11 Si nosotros sembramos entre
vosotros lo espiritual, ¿es gran cosa si segaremos de vosotros lo material?
12 Si otros participan de este derecho sobre vosotros, ¿Cuánto más nosotros? Pero no hemos usado de este derecho, sino que lo soportamos todo, por no poner ningún obstáculo al evangelio de Cristo. 13 ¿No sabéis que los que trabajan en las cosas sagradas, comen del templo, y que los que sirven al altar, del altar participan? 14 Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio.
15 Pero yo de nada de esto me he aprovechado, ni tampoco he escrito esto para que se haga así conmigo; porque prefiero morir, antes que nadie desvanezca esta mi gloria. 16 Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciara el evangelio!
17 Por lo cual, si lo hago de buena voluntad, recompensa tendré; pero si de mala voluntad, la comisión me ha sido encomendada.
18 ¿Cuál, pues, es mi galardón? Que predicando el evangelio, presente gratuitamente el evangelio de Cristo, para no abusar de mi derecho en el evangelio. 19 Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar a mayor número. 20 Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley; 21 a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley.
22 Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos. 23 Y esto hago por causa del evangelio, para hacerme copartícipe de él.
24 ¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. 25 Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. 26 Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, 27 sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado. (1 Corintios 9).
1. Apóstol. Este capítulo, considerado superficialmente, podría dar la impresión de que Pablo se aparta del tema principal del capítulo anterior; pero es sólo una continuación del tema que viene tratando, especialmente del vers. 13. Pablo ilustra su disposición a renunciar a sus derechos por el bien de otros, mostrando que ha renunciado a sus legítimos derechos de apóstol. Ha sido desafiada su legítima aseveración de ser apóstol (vers. 3) y Pablo presenta, en consecuencia, las pruebas de su apostolado.
La
presentación de su derecho a ser reconocido como apóstol constituye uno de los
relatos más hermosos, elevados y ennoblecedores que se puedan encontrar acerca
de la virtud de la abnegación y de los principios que debieran motivar al
ministro del Evangelio. El que está lleno del espíritu de Cristo está dispuesto
a hacer cualquier cosa y a ser cualquier cosa para hacer progresar el reino de
Dios.
¿No soy libre? La evidencia textual establece (cf p. 10) primero
la pregunta "¿No soy libre?" Así se hace más clara la relación entre
este versículo y la conclusión del cap. 8. Es como si Pablo dijera: "Os
estoy pidiendo que renunciéis a vuestra libertad y que os abstengáis de usarla
arbitrariamente. Os pido que consideréis la condición espiritual de vuestros
hermanos más débiles, y que de acuerdo con ella controléis vuestra libertad.
¿No estoy haciendo yo lo mismo? Tengo ciertos privilegios como apóstol de los
cuales no me estoy aprovechando, pues si lo hiciera, estorbaría a algunos en su
debido progreso en la senda cristiana". La construcción de las preguntas
de este versículo demuestra que, en todos los casos, se espera una respuesta
afirmativa.
He visto a Jesús. Una objeción contra la afirmación
de Pablo de que era apóstol, se basaba en que él no había estado con Cristo
mientras éste estuvo en la tierra. Jesús había llamado a los apóstoles sus
"testigos" (Hech. 1:8). Y Pablo no había acompañado al Señor antes de
su muerte; pero sí lo había visto después de su resurrección, y por eso podía
exigir que se lo incluyera en el grupo de los apóstoles (ver Hech. 9:3-5; com.
1 Cor. 15:8). Es importante notar que Pablo con frecuencia apoyaba su demanda
de ser apóstol refiriéndose a su visión del Señor (Hech. 22:14-15; 26:16; 1
Cor. 15:8-9).
Mi obra. El apóstol se refiere al hecho de que precisamente
los mismos que levantaban objeciones contra su carácter de apóstol, habían sido
convertidos al Señor por medio de su ministerio; y lo presenta como una prueba
de que Jesús lo reconocía como apóstol y lo bendecía en esa obra. No era, pues,
razonable pensar que Dios bendijera así a un impostor; por lo tanto, el
establecimiento de la iglesia de Corinto debido al ministerio de Pablo era una
prueba de su apostolado. Es correcto que un ministro se refiera a las
bendiciones que acompañan a su obra de predicar el Evangelio, como una prueba
del hecho de que es llamado por Dios para el ministerio de la Palabra (ver Mat.
7:16,20).
En el Señor. Pablo admite que todo lo que ha hecho lo ha logrado mediante el poder del Señor. Sabía que por sí mismo nada podía hacer (cf. Juan 15:5).
Todo su poder y sabiduría derivaban del Señor, quien lo había llamado a su misión de apóstol (Rom. 1:1; 1 Cor. 1:1; 1 Tim. 2:7; 2 Tim. 1:1; Tito 1:1).
Esta completa sumisión a la voluntad de Dios y el reconocimiento inteligente de
la incapacidad de un hombre para hacer algo por su propio poder, es el primero
y el más importante factor para su ministerio de éxito en el Evangelio.
2. Para otros. "Para otros" que no estaban en Corinto,
que no habían sido convertidos por el ministerio de Pablo. Los tales podrían
dudar de que él había sido enviado por Dios para predicar el Evangelio, pero
seguramente que sus hermanos de Corinto no podían albergar tal duda. Como había
trabajado entre ellos durante mucho tiempo, habían tenido muchas oportunidades
de familiarizarse con él y de ver cuánto éxito habían tenido sus esfuerzos.
Tenían suficiente evidencia de que había sido enviado para hacer una gran obra
para Dios.
Sello. O certificado de autenticidad. Pablo declara enfáticamente que la presencia de los miembros de la iglesia en Corinto- precisamente los que dudaban de su derecho a ser llamado apóstol- era la confirmación absoluta de su derecho a ser apóstol.
Un hombre no podía haber
efectuado la conversión de ellos. Eso era obra de Dios. Era evidente que Dios
estaba con su siervo y sin duda lo había enviado.
Dios usa a sus siervos como un
hábil artesano utiliza sus herramientas. Ellos son el medio en las manos
divinas para cumplir los propósitos de Dios entre los hombres. Así como el
carpintero usa diversas herramientas para hacer un bello mueble, y cuando lo
termina se reconoce que es un producto de sus manos, en la misma forma se vale
el Señor de sus obreros para convertir en trofeos de su gracia a hombres y
mujeres que se hallaban perdidos en el pecado. El artesano conoce sus
herramientas y las usa hábilmente; el Señor conoce a sus siervos, y bajo su
divina conducción reciben poder para ganar las personas para el reino. Este
éxito en la ganancia de almas para el Señor indica que él ha aceptado su
servicio y que los considera como sus testigos.
3. Acusan. Gr. anakrínÇ, "examinar",
"averiguar"; como apología, es un término legal que se aplica a los
Jueces en los tribunales, quienes se sientan para juzgar, investigar y decidir
sobre los casos que les son presentados (ver Luc. 23:14; Hech. 4:9; 24:8).
Esta. Los comentadores discrepan en cuanto a si este
pronombre se refiere a lo que precede (vers. 1-2) o a lo que sigue. Este
pronombre quizá sea una introducción adecuada para la más amplia discusión de
los versículos que siguen, y no un resumen de los dos versículos anteriores. Si
así fuera, lo que sigue constituiría la defensa que presenta Pablo frente a los
que cuestionaban su autoridad como apóstol. En los vers. 4-6 el apóstol
presenta las principales objeciones que habían sido esgrimidas, y en los
versículos siguientes demuestra que no tienen validez.
Defensa. Gr. apología, "apología", "defensa oral".
Es un término legal, que se aplicaba a un discurso en defensa de
alguien acusado ante un tribunal (ver Hech. 25:16; Fil. 1:7,17; 2 Tim. 4:16).
Aquí describe la respuesta de Pablo ante los que lo juzgaban por afirmar que
era apóstol. Como sabía plenamente que había establecido el fundamento de la
iglesia de Corinto mediante el poder divino, se refirió a los creyentes como
"el sello" o confirmación solemne de su apostolado, como su defensa
contra todos sus opositores.
4. Derecho. Gr. exousía, "derecho", "autoridad".
Pablo reclama todos los derechos y prerrogativas que tenía cualquiera de los
otros apóstoles.
De comer y beber. Podría deducirse por el cap. 8
que Pablo se estaba refiriendo a su derecho de comer alimentos ofrecidos a los
ídolos si así lo deseaba, pero el contexto no apoya este punto de vista (vers.
2-3, 6-7). Pablo está tratando ahora la cuestión de su derecho como apóstol a
ser sostenido por las iglesias a las cuales ministraba. Pablo reclama que él
-como todos los otros obreros evangélicos que entregan su vida al ministerio de
la Palabra de Dios- tiene el derecho de ser sostenido por las iglesias. Esto se
basa en fundamentos muy razonables, como él procede a demostrarlo (vers. 7-14).
La objeción que Pablo parece
estar respondiendo es ésta: él y su compañero Bernabé trabajaban con sus manos
para sostenerse (Hech. 18:3,6), pero otros predicadores y maestros religiosos
exigían ser sostenidos por aquellos a quienes ministraban.
En estas circunstancias parece
como si Pablo se diera cuenta que él y Bernabé no tenían derecho a ser
sostenidos por los miembros de iglesia, porque éstos no sabían que ellos eran
apóstoles. Frente a este razonamiento Pablo responde que aunque ha admitido que
trabajaba con sus manos para sostenerse, era equivocada la deducción que se
sacaba de esta circunstancia. No era porque no tenía derecho a ser sostenido,
ni porque no sentía ese deseo, sino porque estaba seguro que sería para el bien
espiritual de la iglesia que él no exigiera ser sostenido.
5. Una hermana. Es decir, una mujer cristiana,
miembro de la iglesia (ver Rom. 16:1; 1Cor. 7:15; Sant. 2:15).
Por mujer. El texto griego dice, "hermana mujer", lo
que podría entenderse "una hermana como mujer". Esta mujer tendría,
como su esposo, el derecho de ser sostenida por la iglesia. Parece que Pablo
dijera: "¿No tengo acaso el derecho de llevar una esposa, que también es
creyente, y viajar con ella a vuestras expensas, como hacen los otros
apóstoles?" Algunos han pensado que una "hermana" no se refería
a una esposa, sino a una ayudante que pudiera atender a los apóstoles en la
misma forma en que ciertas mujeres atendían a Cristo (ver Luc, 10:38-42); pero
la referencia de que Pedro era casado (Mat. 8:14; Mar. 1:30) sugiere que se
hace referencia a esposas.
Como. . . los otros apóstoles. Esto indica que la práctica
general era que los apóstoles viajaran acompañados. Puede haber varias razones
para que las esposas acompañaran a los apóstoles en sus viajes. En algunos
países del Cercano Oriente no era fácil para los hombres reunir un auditorio de
mujeres con el propósito de instruirlas en religión, pero las esposas de los
apóstoles podían hacerlo sin dificultades. Por eso podría haber sido una gran
ventaja que los apóstoles llevaran a sus esposas para que les ayudaran en las
labores domésticas, y también para que los cuidaran cuando se enfermaban o eran
perseguidos. En su obra Pablo prefería el celibato (ver com. 7:7) y sin
duda, hay casos cuando un hombre puede hacer una obra mejor sin tener a cargo
una familia. Pero es evidente que no hay ninguna base bíblica para imponer el
celibato en el ministerio.
Hermanos del Señor. ver com. Mat. 12:46. En los
comienzos del ministerio de Cristo, sus hermanos no creían en él (ver com. Juan
7:3-5). Es indudable que más tarde cambiaron su parecer y fueron contados entre
los predicadores del Evangelio. También es evidente, según esta afirmación, que
eran casados y llevaban a sus esposas, por lo menos en algunos de sus viajes.
Ver com. Hech. 1:14.
Cefas. Es decir, Pedro (ver com. Mat. 4:18; 16:18; Mar. 3:16;
1 Cor. 1:12). En cuanto al hecho de que el apóstol Pedro era casado, ver Mat.
8: 14; Mar. 1:30. Como con su ejemplo aprobó el matrimonio de los clérigos, es
extraño que quien pretende ser su sucesor prohiba que los clérigos se casen.
6. Bernabé. Bernabé era un propietario procedente de la isla de Chipre, quien se unió a la iglesia de Jerusalén y compartió sus bienes con los creyentes más pobres (Hech. 4:36-37).
Más tarde fue enviado para que atendiera la creciente obra en Antioquía (Hech. 11:22). Sintiendo la necesidad de más ayuda, consiguió los servicios de Pablo (Hech. 11:25-26).
Posteriormente se
unió a Pablo en su primer viaje misionero (Hech. 13:1-4). Después de ese viaje,
no continuaron trabajando juntos por no haberse puesto de acuerdo en cuanto a
si llevar a Juan Marcos con ellos en el segundo viaje (Hech. 15:36-39). Esta es
la primera mención que hace Pablo de Bernabé después de que se separaron varios
años antes de que se escribiera esta epístola a los corintios.
Derecho de no trabajar. La forma de la pregunta en griego
equivale a una enfática afirmación de que Pablo y Bernabé tenían la facultad, o
derecho, de abstenerse de trabajar para sostenerse, si preferían hacerlo. Pablo
sólo tenía un anhelo después de su conversión: testificar por Cristo y
persuadir a los hombres a que lo aceptaran como su Salvador (1 Cor. 9:16; 2
Cor. 5:11; Fil. 3:13-14). Vigilaba constantemente para evitar cualquier cosa
que pudiera ser un impedimento para que los hombres creyeran en su mensaje (ver
Rom. 9:1-3; 10:1; 14:16, 19-21; 1 Cor. 8:13; 9:22-23). Los paganos desconfiaban
de los forasteros que los visitaban, por lo tanto el apóstol se propuso no
darles motivo para que lo acusaran de ir a ellos como maestro religioso para
que lo sostuvieran.
Parece que algunas personas seguían de cerca a Pablo en sus viajes misioneros para crearle continuamente dificultades, destruir su autoridad y estorbar su obra (ver Hech. 13:45,50; 14:2,19; 17:5; Gál. 2:4; 3:1; 5:12).
Algunos de esos individuos eran maestros cristianos de origen judío que creían que la ley de Moisés estaba en vigencia para los cristianos, y trataban de imponer su doctrina sobre las iglesias establecidas por Pablo y Bernabé, con lo cual despertaban dudas acerca de Pablo.
Como no podían encontrar ninguna base real de queja contra él, hacían
aparecer la negativa de Pablo de aceptar que lo sostuvieran los creyentes de
Corinto, como una evidencia de que no era un verdadero apóstol de Cristo. Ver
com. 2 Cor. 11:22.
El ministro del Evangelio siempre
debe estar en guardia contra el peligro de hacer o decir algo que pudiera
resultar en un motivo de escándalo para aquellos por quienes está trabajando.
Esto exige -por el bien de otros y si fuere necesario- la disposición de
abandonar nuestros legítimos derechos y prerrogativas.
7. ¿Quién fue jamás soldado? Gr. strateúÇ, "servir como
soldado" en tiempo de guerra o de paz; expresión que se usaba para el
servicio militar en general. El soldado dedica su vida al servicio militar en
favor de su pueblo y su patria. Su deber es proteger los intereses de los que
lo emplean como soldado, aun sacrificando su vida si es necesario. Pero el
soldado tiene derecho a esperar que los que lo alistan suplan todas sus
necesidades, para que quede enteramente libre de dedicar sus energías a la obra
que le ha sido encomendada. El soldado tiene derecho a recibir su paga de los
que lo emplean, y el ministro del Evangelio -soldado de Cristo- tiene derecho a
esperar que lo sostengan aquellos a quienes ministra. Esta es la primera
ilustración.
Expensas. Gr. opsÇnion, "ración militar"
"estipendio", "asignación", "salario". En la
antigüedad se acostumbraba pagar a los soldados parcialmente con raciones de
carne, cereales o fruta. Los soldados no esperaban que se los obligara a
conseguir su propio alimento, porque era responsabilidad de los que los
alistaban. El obrero evangélico no debe verse tampoco en la necesidad de
dedicar su tiempo y energía a ganar su alimento el costo de otras cosas que
necesita.
Viña. La segunda ilustración está tomada de la
agricultura. El que planta una viña o huerto no espera que su trabajo sea en
vano, sino que piensa en el momento cuando disfrutará del fruto de su viña. El
ministro del Evangelio dedica su tiempo, trabajo y talentos en beneficio de la
iglesia -la viña de Dios-, y es correcto que sea sostenido por ella (ver Sal.
80:8-9; Isa. 5:1-4; 27:2-3).
Rebaño. La tercera ilustración reafirma el argumento de las
dos anteriores. Cuando Pablo escogió esta ilustración, quizá estaba pensando en
el símbolo de la iglesia de Dios como un rebaño de ovejas (Juan 10:7-9, 11;
Heb. 13:20) y en el ministro como un pastor (Efe. 4:11).
No debe pasarse por alto la
importante lección que se enseña por medio de este plan divino para el sostén
del ministerio. El corazón natural es extremadamente egoísta; el hombre trata
continuamente de acumular riquezas. El plan por medio del cual la iglesia
sostiene a los que se ocupan en ella de ministrar en las cosas espirituales,
ayuda a los miembros a vencer la tendencia natural del corazón hacia el
egoísmo. También proporciona un método para que los feligreses expresen en
forma práctica su aprecio por los esfuerzos desplegados por los ministros en
favor de ellos, y más importante aún: es un medio para que expresen su gratitud
a Dios por su amor y cuidado con ellos, que se manifiesta mediante los
servicios de sus ministros designados.
8. Como hombre. La forma de la pregunta en griego
pide una respuesta negativa. Este plan para el sostén del ministerio, ¿era sólo
una opinión humana? Probablemente había quienes así lo argumentaban afirmando
que no había base bíblica para ese plan.
¿No dice esto también la ley? La ley de Dios, ya fuera la de
los Diez Mandamientos o las reglas y prescripciones llamadas la ley de Moisés,
era considerada con gran respeto por los judíos y por el sector judaico de la
iglesia cristiana. Cuando Pablo discutía con los judíos acostumbraba probar sus
argumentos con el AT.
En el vers. 7 ha demostrado con
razonamientos humanos que es equitativo que la iglesia sostenga a los ministros
del Evangelio. Ahora demuestra mediante ilustraciones del AT que el mismo
principio era reconocido y puesto en práctica durante los días del antiguo
Israel.
9. Ley de Moisés. En cuanto a una definición de
esta ley, ver com. Luc. 2:22; 24:44; Hech. 15:5.
Bozal. La cita es de Deut. 25:4. Este embozalamiento del
buey se hacía envolviéndole el hocico o metiéndoselo en una canastita atada a
los cuernos del animal, de modo que el buey pudiera respirar sin dificultad,
pero no comer. La ley que permitía que los bueyes comieran el grano mientras
hacían sus recorridos para trillarlo, demostraba la consideración de Dios para
con los animales domésticos. Generalmente se considera como una disposición
humana en favor de los animales que trabajan, pero este versículo sugiere que
hay un significado más profundo que la mera humana bondad para los animales.
¿Tiene Dios cuidado? La forma en que se expresa esta pregunta en el griego pide una respuesta negativa; sin embargo, no debemos concluir por esto que Pablo rechazaba una interpretación literal del versículo. Dios cuida de los bueyes.
Pablo está destacando el hecho de que la disposición
humanitaria que permitía que el buey comiera del grano que estaba trillando,
contiene un principio de aplicación universal. Los que trabajan tienen derecho
a ser sostenidos con los frutos de su esfuerzo (1 Cor. 9:7; 2 Tes. 3:10). Esta
sabia y justa medida ha sido muy pervertida por el hombre bajo el control de
Satanás. Millones de trabajadores no han recibido una paga adecuada por su
trabajo; no se les ha dado una parte justa de los frutos de sus esfuerzos. Dios
tiene en cuenta esta gran injusticia y ha asegurado a sus fieles que en su
reino de gloria eterna todos disfrutarán de los frutos de su labor (ver Isa.
65:21-22).
10. Enteramente. Gr. pántÇs,
"ciertamente", "seguramente", "sin duda". Sin
embargo, Pablo no niega la aplicación literal de la ley (ver com. vers. 9).
Sencillamente está haciendo una aplicación tan amplia del principio, que en
comparación con la amplitud de la aplicación, por así decirlo, la aplicación
literal es insignificante.
Por nosotros. Pablo aplica ahora definidamente esta ley a los que
son llamados por Dios para proclamar el Evangelio. Podría preguntarse, ¿en qué
sentido fue dada esta ley por causa del ministerio? La respuesta muestra que el
plan de Dios es que todos los que se esfuerzan honradamente tienen derecho a
esperar una recompensa. No es que la recompensa sea la gran meta en el caso del
obrero evangélico, pues él predica porque, a semejanza de Pablo, no puede hacer
otra cosa (vers. 16). Pero el Señor demuestra su bondadosa consideración por sus
obreros. Aunque el verdadero ministro del Evangelio se siente constreñido a
trabajar por la salvación de sus prójimos, no se espera que lo haga sin la
esperanza de una compensación que implica su sustento material y su gozo futuro
(ver Jer. 20:9; 2 Cor. 1:14; 1 Tes. 2:19-20).
Con esperanza debe arar. El que se ocupa de cultivar la
tierra tiene que sentirse motivado a desplegar sus máximos esfuerzos. Para
poder hacerlo debe tener la justificada esperanza y la expectativa de que su
trabajo y diligencia serán coronados con éxito. Debe trabajar con la plena
seguridad de que se le permitirá disfrutar de los resultados de sus labores. El
que está obligado a trabajar sin esta esperanza inspiradora, se halla en gran
desventaja, y no es probable que pueda desplegar su máximo esfuerzo.
¿Cómo Puede Manifestar Gran Interés En Su Labor El Que
No Tiene La Seguridad De Recibir Una Compensación Adecuada? ¿Cómo Puede
Esperarse Que Se Dedique Desinteresada E Incansablemente A La Tarea Que Le Ha
Sido Confiada? ¿Cómo Puede Liberarse De Preocupaciones Cuando Piensa En Las
Necesidades De Su Familia? Si Esta Es La Situación Del Que Se Ocupa En Una Obra
Secular, ¿No Será También Cierto Del Que Trabaja En La Viña Del Señor?
Con esperanza de recibir del fruto. El texto griego dice "de compartir", o sea, "de recibir su parte" (BJ). En el plan de salvación, Dios usa muchos agentes para el cumplimiento de sus propósitos. Así como en la agricultura un hombre prepara el terreno y otro recoge la cosecha, así también en la gran obra de ganar almas para el reino de Dios, el Espíritu Santo puede usar a una persona para sembrar la semilla del Evangelio en el corazón del que busca la verdad, y a otra para que conduzca a esa persona a través del agua del bautismo para que entre en la iglesia (cf cap. 3:6-7).
Cualquiera que sea la parte que un obrero haya tenido en la conversión de un alma para Cristo, compartirá la recompensa con todos los otros a quienes el Señor haya usado para atraer esa alma a Dios (ver Mat. 20:8- 10; Juan 4:36-38; 1 Cor. 3:8,14).
El ministro que siembra la semilla de la verdad
tiene tanto derecho al sostén material, como el predicador que en una fecha
posterior haya tenido el privilegio de establecer una iglesia compuesta por los
que fueron doctrinados en el Evangelio por el primer ministro (ver 2 Tim. 2:6).
11. Sembramos. El símbolo de la siembra se emplea en la Biblia para representar la predicación del Evangelio y la comunicación de la magna esperanza y los privilegios que se ofrecen mediante la fe en Cristo (ver Mat. 13:3, 19-23; Juan 4:38).
Lo adecuado de este símbolo se ve cuando se recuerda que el que siembra semilla en un campo la esparce por todo el terreno. El ministro del Evangelio también predica la Palabra de Dios a toda clase de personas.
Predica a todos los que quieren escuchar, pues no sabe quién
responderá favorablemente y quién demostrará que es como el terreno pedregoso y
el camino transitado de la parábola del sembrador (ver Mat. 13:4-5). Su deber
es sembrar la semilla, dejando que el Espíritu de Dios la haga fructificar (ver
Ecl. 11:6; Mar. 4:26-28).
Lo espiritual. El obrero cristiano imparte bendiciones de un valor infinitamente mayor que el sostén material que recibe. Proclama el Evangelio con todas sus bendiciones y consolaciones. Hace que la gente se familiarice con Dios, con el plan de salvación y con la esperanza del cielo. Guía a los hombres en el camino del consuelo y la paz; bajo la dirección del Espíritu Santo eleva a los hombres de la degradación de la idolatría y el culto a los falsos dioses, al gozo de la comunión con el Dios viviente; en resumen: como embajador de Cristo, invita a los hombres a que reciban ese conocimiento que les proporciona vida eterna (ver Juan 17:3; 2 Cor. 5:20).
Coloca ante los hombres los tesoros
de valor eterno, en comparación con los cuales todas las riquezas de la tierra
se desvanecen en la insignificancia (ver Isa. 55:2; Mat. 13:44-46; Apoc.
3:17-18; 21:3-4, 7; 22:14).
Gran cosa. La demanda de sostén material está muy bien
justificada debido a que la compensación a la cual los obreros tienen derecho
es algo muy inferior a lo que ellos imparten. Para la comunidad cristiana no
sólo resulta insignificante atender al ministro el "lo material",
sino que para dicha comunidad es también un alegre deber hacer tal cosa;
mediante él puede manifestar parcialmente su aprecio por lo que el Señor ha
hecho por ella (ver Rom. 15:27).
12. Otros. Se refiere sin duda a otros maestros religiosos de
la iglesia de Corinto. Pablo quizá estaba pensando en algunos de los ya
mencionados (cap. 1:10-11; 3:3), caudillos de las diferentes divisiones dentro
de la iglesia, que quizá exigían el derecho de ser sostenidos por ella. Pueden
haber sido los mismos que intentaban demostrar que Pablo no era apóstol porque
él no ejercía, como ellos, el derecho de ser sostenido por la iglesia. Pero
demostró que si otros tenían derecho a ser sostenidos, la demanda de él era
mucho más válida. Había sido el primer instructor en Corinto; los había
conducido al Señor, y les había ayudado a organizar su iglesia. Trabajó allí
durante más tiempo y más intensamente, enseñándoles y guiándolos en las cosas
espirituales.
Derecho. Gr. exousía, "derecho", "autoridad",
"prerrogativa".
No hemos usado. A pesar de que Pablo tenía mayor
derecho a exigir sostén material de la iglesia, no había insistido en hacerlo,
prefiriendo renunciar a su prerrogativa en este asunto y trabajar para
sostenerse. Era muy cuidadoso para no ser motivo de escándalo a nadie; para que
no fuera posible que alguien lo acusara de tener motivos mercenarios al ir a
Corinto a predicar el Evangelio (ver Hech. 18:3; 2 Cor. 11:7-9; 12:14). Esta es
una ilustración de la completa consagración de Pablo a la misión de su vida de
salvar almas para el reino de Dios (ver 1 Cor. 9:22). Su primera y única
consideración, en todo tiempo, era lo que se debía hacer para los mejores
intereses de aquellos a quienes ministraba. Esta consagración abnegada a la causa
del Señor es característica de todos los que han captado la visión de Jesús, y
que conocen por experiencia el significado de estar muertos al pecado y vivos a
Dios mediante Jesucristo (ver Hech. 9:6; Gál. 2:20; 5:24-26).
Soportamos. La determinación de Pablo de sostenerse a sí mismo
lo indujo a soportar toda clase de penalidades. Estaba dispuesto a soportarlas
si de ese modo podía promoverse el reino de Dios.
Obstáculo. Pablo anhelaba que nada de lo que pudiera hacer, en
forma alguna fuera un obstáculo para el adelanto de la obra de la Predicación
del Evangelio. No era porque tuviese duda alguna acerca de su derecho a ser
plenamente sostenido, sino porque creía que negándose a sí mismo ese derecho
podía beneficiar la causa de Cristo y evitar ciertas malas consecuencias que
podrían haberse producido si hubiera insistido en su justo derecho.
13. Sabéis. Pablo se refiere a lo que se conocía por lo general
entre los judíos y entre los que estaban familiarizados con ellos: que los
sacerdotes tenían derecho a ser sostenidos con los recursos del templo. La
historia de los israelitas ha sido registrada para el beneficio de la iglesia
cristiana, y los principios de administración eclesiástica del servicio del
templo antiguo son dignos de cuidadoso estudio.
Los que trabajan. En el templo no sólo trabajaban
los sacerdotes sino también los levitas, quienes cuidaban de los utensilios y
muebles sagrados del santo edificio. Mantenían limpio el templo y preparaban lo
necesario para el santuario, como el aceite y el incienso; también
proporcionaban la música para el servicio del templo (ver Núm. 1:50-53; 3:5-37;
4:1-33; 8:5-22; 1 Crón. 23:3-6, 24, 27-32).
Del templo. Dios había dado instrucciones mediante Moisés de
que los sacerdotes y sus ayudantes no debían tener herencia alguna en la tierra
de Palestina, pero sí recibir todo su sustento del templo (Núm. 18:20-24;
26:57, 62; Deut. 18:1-8). Los sacerdotes y levitas, libres de las
responsabilidades propias del cuidado de las tierras y otras propiedades,
podían dedicar toda su atención a la importante obra del templo. No debían
preocuparse por los recursos para satisfacer sus necesidades temporales. Dios
había ordenado que todo eso se atendiera con los diezmos y las ofrendas
ceremoniales dados por la congregación.
Al altar. Estas palabras sin duda se refieren específicamente
a los sacerdotes, pues su deber era ofrecer los sacrificios en el altar. Los levitas ayudaban en la preparación de los
sacrificios y en el cuidado de los utensilios e instrumentos que usaban los
sacerdotes, pero era prerrogativa exclusiva de los sacerdotes ofrecer los
sacrificios ante el Señor y colocar el incienso sobre el altar de oro delante
del velo (Exo. 28:1-3; Núm. 18:1-7).
Del altar. Parte de los animales de ciertos sacrificios era
reservada para el sacerdote, por lo tanto, éste participaba de los animales sacrificados
en el altar (Lev. 6:16-18; 7:15-16, 31-34; Núm. 18:8-10; Deut. 18:1-2).
14. Ordenó. Gr. diatássÇ, "disponer",
"indicar", "dar órdenes". Dios ha ordenado, en general, que
sus ministros sean aliviados de la doble responsabilidad de predicar el
Evangelio y de ganar su sustento material. Jesús envió a sus discípulos a los
pueblos y las aldeas de Palestina, y les dijo que no se preocuparan por sus
necesidades físicas, porque de eso se encargarían aquellos por quienes ellos
iban a trabajar (Mat. 10:9-10; Luc. 10:7).
Dios informó a los israelitas que
una décima parte de todas sus posesiones era de él, y que el deber de ellos era
entregar un fiel diezmo a los sacerdotes del templo (Lev. 27:30,32; Núm. 18:21;
Mal. 3:10-11; Heb. 7:5). Jesús sancionó este plan cuando estuvo en la tierra
(Mat. 23:23). Así se ha establecido claramente el modelo del método divinamente
ordenado que debe seguir la iglesia cristiana para el sustento material del ministerio.
El Israel de la antigüedad se apartó de las claras instrucciones de Dios en
este asunto, y recibió una maldición (Mal. 3:8-9).
El no devolver a Dios lo que es suyo expone al
cristiano a la misma maldición que fue pronunciada sobre Israel, mientras que
el cumplimiento fiel y con buena voluntad de este mandamiento justo y
equitativo, hace que el creyente pueda reclamar el cumplimiento de la
maravillosa promesa dada para el que obedientemente devuelve el diezmo (Mal. 3:10-12).
El hombre es por naturaleza
extremadamente egoísta. Sigue el ejemplo del gran
adversario de la verdad, quien perdió su elevada posición en el cielo por
cultivar el deseo del ensalzamiento propio (ver Isa. 14:12-15; Jer. 17:9).
ENTREGAR EL DIEZMO
Y DAR OFRENDAS es una reprensión
continua del egoísmo humano; además, ayuda al dador a poner su confianza en
Dios y no en las cosas materiales (ver Mat. 6: 19-21).
De ese modo resulta evidente que
la entrega del diezmo y la generosa dádiva de ofrendas para el sostén del
ministerio y el progreso de la obra de Dios en toda la tierra, proporciona
bendiciones al que da y al que recibe. Se refrena el egoísmo, y se fomenta y
mantiene el interés en la obra de la iglesia. Al mismo tiempo, los que se han
entregado a la obra del ministerio están debidamente atendidos, libres de la
carga y preocupación de tratar de atender los asuntos seculares y también las
cosas espirituales.
Vivan. Si todos los miembros de iglesia son fieles en la entrega de los diezmos y de las ofrendas, habrá abundantes recursos para llevar adelante la obra del Evangelio. Se pueden emplear más obreros y se apresura la venida del Señor.
Los ministros tienen el deber de educar en este asunto de
orden económico a los miembros de iglesia, para que los creyentes puedan
recibir las bendiciones que Dios ha prometido a los que cumplen con el plan
divino contenido en esta ordenanza, y también para hacer progresar la proclamación
del Evangelio en todo el mundo (ver 2 Cor. 8:4-8, 11-12; 9:6-12; HAp 277).
15. Me he aprovechado. Ver com. vers. 12.
Se haga así. Los corintios sin duda habrían estado dispuestos a
sostener a Pablo si él lo hubiera deseado. El apóstol se está asegurando de que
la defensa de sus derechos no era mal interpretada.
Prefiero morir. Esta declaración parece ser
exagerada, hasta que comprendemos que Pablo no está buscando gloria personal,
sino la gloria de Dios como lo demuestran los versículos siguientes. El pasaje
nos da otra vislumbre de la maravillosa consagración de Pablo al Señor y a su
causa, y destaca su completa abnegación cuando se trataba de Aquel que lo había
redimido. El hombre puede hacer todo lo que cree que es la voluntad de Dios,
pero si no lo hace con buena voluntad no conocerá lo que era la gloria de
Pablo. Pero el que hace gozosamente más de lo que es requerido, como lo hacía
Pablo en lo que se refería a la cuestión del sustento, obtiene una recompensa
especial.
16. Pues si. El tema de Pablo de los vers. 16-17 es difícil, y
se le han dado varias interpretaciones. Algunos añaden las palabras "como
otros hacen" en la primera parte del vers. 16: "Pues si anuncio el
Evangelio como otros hacen [recibiendo pago de aquellos a quienes predico], no
tengo por qué gloriarme". Otros, en cambio, ven una declaración más
general, como si Pablo dijera: "Sencillamente el hecho de que predique el
Evangelio no es un motivo de gloria para mí, pues me es impuesta
necesidad".
No tengo por qué. Pablo había sugerido en el vers.
15 que tenía motivos para gloriarse jactarse, pero en este versículo aclara que
no había nada en el asunto de su predicación del Evangelio que le diera derecho
alguno para jactarse, porque se sentía constreñido a predicar.
Necesidad. Pablo no podía jactarse de lo que estaba obligado a
hacer. Toda esperanza de recompensa debía estar relacionada con algo que él
hiciera voluntariamente, y no como obligación. Eso mostraría la verdadera
inclinación y el deseo de su corazón. Cuando dice "necesidad", sin
duda se refiere a su vocación al ministerio (ver Hech. 9:4-6, 17-18; 13:2;
22:6-15, 21; 26:15-19), que no podía ignorar y al mismo tiempo tener paz o el
favor de Dios.
Si no anunciare. Pablo conocía el castigo del
silencio. Sabía que estaba comisionado por Dios para proclamar las alegres
nuevas de la liberación del pecado, y que si permanecía callado no tendría paz,
ni alegría, ni completa comunión con Cristo. Permanecer callado habría
significado para él negar la comisión que el Señor le había dado (ver Hech. 22:14-15,
21; Rom. 11:13; 15:16; Efe. 3:7-8).
Todos los que son llamados por
Dios para predicar el Evangelio como ministros, no pueden ocuparse en ninguna
otra clase de actividad y sentirse felices o contentos. Si un hombre puede con
limpia conciencia y paz mental dejar de predicar, entonces de ninguna manera
debiera entrar en el ministerio (ver OE 452). El ministerio del Evangelio es la
vocación que implica la mayor responsabilidad en el mundo, y sólo debieran
entrar en él los que están dispuestos a ser guiados por el Espíritu del Señor y
responden al sentimiento de un deber sagrado (ver 3T 243).
El verdadero ministro de Jesucristo no se tiene en cuenta a sí mismo y a su propia conveniencia. No trata de hacer lo menos posible ni limita su servicio a cierto número de horas diarias; anhela hacer más de lo que parece necesario porque ama al Señor y aprecia el valor de las almas. Se siente impulsado por un sentimiento íntimo de urgencia de buscar y salvar las almas perdidas (ver Jer. 20:9).
Y lo que es
verdad y necesario en relación con el ministerio, también se aplica a cada
seguidor del Señor. Jesús ha ordenado a todos los que creen en él que sean sus
testigos (ver Mat. 28:19-20; Hech. 1:8; DTG 313-314; 3JT 288-289). Todos los
que aman al Salvador responderán a esa orden dejando que el Espíritu Santo brille
a través de ellos para beneficio de todos aquellos con quienes se relacionan
(ver Dan. 12:3; Mat. 5:16; Fil. 2:15).
17. De buena voluntad. Gr. hekón,
"afanosamente", "por propia iniciativa". Pablo no quiere
decir que hacía su obra a regañadientes o con mala voluntad, sino que su
vocación no era el resultado del plan que originalmente había tenido para la
carrera de su vida (ver com. vers. 16).
Recompensa. No es del todo claro qué quiso decir Pablo; quizá
se refirió a que si se hubiera ocupado de la predicación del Evangelio como lo
hacían otros maestros, habría recibido una recompensa como ellos indudablemente
la percibían (vers. 14). Esa no era la recompensa que Pablo buscaba (ver com.
vers. 18). "Si lo hiciera por propia iniciativa, ciertamente tendría derecho
a una recompensa. Más si lo hago forzado, es una misión que se me ha
confiado" (BJ).
De mala voluntad. Gr. ákÇn, cuyo significado es el
opuesto de hekón (ver com. "de buena voluntad"). Por lo tanto, en el
contexto significa que no era de acuerdo con su propia resolución, pues cuando
fue llamado a la obra tenía otros planes. De modo que el hecho de que estuviera
predicando el Evangelio no era un motivo para que se gloriara.
Comisión. Gr. oikonomía, "mayordomía";
"misión" (BJ); "administración" (NC). A Pablo se le había
confiado una mayordomía. En los días del apóstol los mayordomos con frecuencia
eran esclavos, elegidos de entre la servidumbre y encargados de los bienes de
la casa (ver Luc. 12:42-43). No hay aquí la idea de degradar el ministerio cristiano
al nivel de un oficio servil; la palabra se usa con el propósito de ilustrar la
forma en que Pablo fue hecho apóstol.
Pablo no quiso decir que
predicaba el Evangelio movido únicamente por una simple obligación, porque esa
carga le había sido impuesta, o en forma tal que su voluntad no estaba de
acuerdo con lo que estaba haciendo. Una vez que recibió su llamamiento aceptó
con alegría su responsabilidad como mayordomo y decidió enaltecer su cargo.
Creía que para hacer esto era necesario que se abstuviera de la recompensa
material ordenada por el Señor para los ministros del Evangelio (ver Luc. 10:7;
1 Cor. 9:13-14). Esto significaba que
trabajaría sin las comodidades y remuneraciones de que podría haber disfrutado
legítimamente, y se sometía a penalidades y esfuerzos para sostenerse a sí
mismo mientras predicaba el Evangelio. Un comportamiento de esta naturaleza
demostraba que su corazón estaba en su obra y que en realidad disfrutaba de
ella y la amaba.
18. Galardón. Una razón para que Pablo procediera así puede
hallarse en su anterior antagonismo contra Cristo y sus seguidores, su conversión
milagrosa (ver Hech. 7:58; 8:1,3; 9:1-6) y lo elevado de la responsabilidad
que se le había confiado (ver 1 Cor. 15:8-10; Efe. 3:7-8; 1 Tim. 1:15-16). Sentía
profundamente el gran error que había cometido al perseguir a los seguidores de
Jesús, aunque sinceramente creía que al hacerlo estaba cumpliendo la voluntad
de Dios (ver 1 Tim. 1:13).
La misericordia por la cual Pablo
fue perdonado de su errada oposición al Evangelio está ilustrada gráficamente
en las palabras de Cristo al Padre acerca de los hombres que lo crucificaban
(ver Luc. 23:34). Un sincero arrepentimiento por el mal que se ha hecho, hace
que Dios pueda perdonar al pecador arrepentido (ver Hech. 2:37-38; 3:19).
Pablo reconocía que la forma
misericordiosa en que Dios lo trataba y la gran responsabilidad que había sido
puesta sobre él por el llamamiento específico a su misión apostólica, lo
convertían en el recipiente de favores de los cuales era completamente indigno
y que nunca podría retribuir (ver 1 Tim 1:11-12,14,16). Gozosamente aceptaba la
comisión que tan bondadosamente se le había dado y sin reservas reconocía su
obligación de predicar el Evangelio a todos los hombres (ver Rom. 1:14-15; 1
Cor. 9:16).
Abrumado de amor y gratitud hacia
Jesús, se entregaba a la gozosa tarea de llevar el mensaje de salvación a
todos: judíos y gentiles. Se sentía
movido a renunciar a la legítima disposición hecha para su sostén (vers.
13-14). No quería que su gozo en la obra fuera interferido ni aceptaba pago por
lo que para él era un trabajo de amor. Estaba determinado a que no se le
arrebatara el privilegio de rendir un servicio abnegado (vers. 15). Se sentía
completamente recompensado porque su Señor lo consideraba digno de la elevada
vocación del ministerio evangélico, y porque se le permitía demostrar su
desinteresado amor por el Salvador trabajando por las almas a sus propias
expensas, sin ser una carga para la iglesia.
Gratuitamente. Es decir, sin solicitar recursos de sus conversos
para su sostén.
Abusar. Gr. katajráomai, "usar" o
"abusar"(ver com. 1 Cor. 7:31). Aquí probablemente deba entenderse
"usar", pues Pablo no estaba recibiendo ni reclamando un
sostenimiento parcial. La palabra no debe ser entendida en sentido incorrecto. Pablo
afirmó varias veces su derecho a que lo sostuvieran los creyentes (vers. 4-5,
11-12), pero no se proponía reclamar su derecho. si lo hubiera hecho habría
sido un obstáculo para el Evangelio y se habría visto privado de su anhelado
galardón de ofrecer la salvación a todos a quienes se dirigía sin precio alguno
o recargo (vers. 12).
No se puede sostener por las
afirmaciones de Pablo en los vers. 15-18 que los ministros del Evangelio
necesariamente deben trabajar en un oficio para sostenerse sin esperar nada de
las iglesias. El apóstol aclara con mucho cuidado que su proceder era la
excepción y no la regla (vers. 5-7, 9). Dios ha instruido definidamente a su
iglesia acerca de su plan para el sostén de sus ministros (vers. 14; HAp
272-275).
Derecho en el evangelio. "Derecho que me confiere el
Evangelio" (BJ). Es decir, la autoridad o derecho de Pablo de ser
sostenido por sus conversos cuando predicaba el Evangelio.
19. Libre. Ver com. vers. 1. Pablo vuelve al tema del cap. 8:9-13.
Afirma que no permitirá que su libertad se convierta en una piedra de tropiezo
para los débiles. Prosigue dando otros consejos de renunciar a sus derechos por
causa de otros.
Me he hecho siervo. Literalmente "me he
esclavizado". Pablo estaba dispuesto a trabajar para beneficio de otros,
como un esclavo lo hace sin recompensa ni paga. Como un esclavo que desea
agradar a su amo o porque estaba forzado a hacerlo, él estaba dispuesto a
conformarse con los hábitos, las costumbres y las opiniones de otros hasta
donde fuera posible, sin claudicar en los principios. Los ministros de Dios
siempre deben estar listos para adaptarse y adaptar su ministerio a la
idiosincrasia de aquellos para quienes trabajan (ver. 2T 673).
Ganar a mayor número. En la vida de Pablo todas las
cosas estaban subordinadas a su gran propósito de predicar el Evangelio y ganar
almas para Cristo. Estaba preparado para ser tenido en poca estima, si al
hacerlo algunos podían ser ganados para el Señor (ver Rom. 9:3). La loable
ambición del apóstol era que pudiera ser usado por el Espíritu Santo para
conducir al mayor número posible a que aceptaran ser salvados del pecado
mediante Cristo. Esta es la ambición de todo verdadero ministro del Evangelio.
20. Como judío. Aquí y en los vers. 21-22 Pablo presenta en forma más detallada el comportamiento a que se refirió en el vers. 19. Se había comportado en esa forma entre toda clase de gentes. Había predicado mucho entre los judíos, y llegaba hasta ellos desde el punto de vista de un verdadero judío (ver Hech. 13:14, 17-35; 17:1-3; 28:17-20).
No sólo
adaptaba su predicación a los judíos, sino que también parecía adaptarse a sus
costumbres cuando no estaba en juego algún principio (ver Hech. 16:3; 18:18;
21:21-26; 23:1-6). Conocía muy bien las modalidades de los judíos, ya que él
mismo había sido fariseo y miembro del sanedrín (ver Hech. 23:6; 26:5; Fil. 3:5;
HAp 83).
Pablo usó bien este conocimiento
del judaísmo en sus actividades de evangelización entre sus connacionales y en
su propia defensa (ver Hech. 23:6-9). Se amoldaba a las prácticas y a los
prejuicios de los judíos hasta donde podía hacerlo con buena conciencia. No los
ofendía innecesariamente, sino que se esforzaba por aprovechar su conocimiento
de las costumbres y creencias de ellos, de modo que le fuera más fácil
presentarles el Evangelio. Su único propósito al adaptarse hasta donde le fuera
posible a la filosofía de la vida de los judíos, era conducirlos al Salvador.
Como sujeto a la ley. Los comentadores difieren en la explicación de esta frase. Unos interpretan que el primer grupo mencionado por Pablo en este versículo son los judíos como nación, y que los "que están sujetos a la ley" son los judíos considerados en relación con sus creencias; pero otros explican que "judíos" significa los que lo son por origen, es decir, según la carne, y que los "que están sujetos a la ley" son los gentiles convertidos en prosélitos del judaísmo.
Hay otros
más que creen que los "sujetos a la ley" son los judíos ortodoxos, o
fariseos. Otra explicación es que los dos grupos son idénticos, y que Pablo
está usando un recurso literario -el paralelismo- para dar énfasis y preparar
el camino para la expresión correspondiente, "los que están sin ley"
(vers. 21).
Otro comentador sugiere que esta
expresión podría referirse a los que creían que la salvación se gana guardando
la ley, como era el caso de los judíos conversos al cristianismo, quienes
sostenían que aún estaban obligados a cumplir con todas las observaciones
rituales de la ley mosaica para recibir la aprobación de Dios (ver Hech. 15:1;
21:20-26). En cuanto al significado de la expresión "bajo la ley",
ver com. Rom. 6:14.
Pablo no violaba innecesariamente
las leyes de los judíos. No los reprendía porque respetaran la ley de Moisés,
ni se negaba a conformarse con esa ley cuando podía hacerlo sin entrar en
componendas. Era tan cauteloso en cuanto a esto que pudo afirmar, cuando fue
acusado por los dirigentes judíos, que había guardado las leyes y prácticas
judaicas (ver Hech. 25:8; 28:17).
Ganar. Pablo no creía que era necesario que los cristianos
se conformaran con las leyes ceremoniales ni las observancias rituales, pero
anhelaba hacer todo lo posible para crear una impresión favorable, y así estar
en mejor posición para convencer a los "sujetos a la ley" de la verdad
del Evangelio (ver Hech. 15:24-29) y "ganarlos".
21. Sin ley. Es decir, los que no conocían los preceptos de la
ley como los conocían los judíos; en otras palabras, los gentiles o paganos
(ver com. Rom. 2:14).
De Dios. Para que no fuera mal juzgado y acusado de rechazar
toda ley, el apóstol agregó a modo de explicación que en todas sus relaciones
con los hombres, ya judíos, ya gentiles, siempre tenía en cuenta su deber para
con Dios.
De Cristo. Pablo obedecía a Cristo y seguía sus enseñanzas
desde el momento de su conversión. Estaba ligado a él por vínculos de amor,
gratitud y deber. El propósito dominante de su vida era prestar obediencia
continua y cordial a la voluntad del Salvador.
Para ganar. El único deseo de Pablo, en sus relaciones con
todos los hombres, era ganarlos para Cristo.
22. Débiles. Aquellos cuya comprensión del Evangelio era
limitada y que podrían ofenderse por cosas que eran perfectamente lícitas (ver
com. Rom. 14:1). Cuando trataba con "los débiles", Pablo no se
comportaba deliberadamente en una forma que despertara sus prejuicios y
confundiera su limitada comprensión de la verdad. No los escandalizaba no
adaptándose a sus costumbres en el vestido, alimento y aun en sus servicios
religiosos (ver Hech. 16:1-3; Rom. 14:1-3, 13,15, 19-21; 1 Cor. 8:13). Esta
condescendencia ante los puntos de vista de los hermanos más débiles podría
haber parecido una debilidad de Pablo; pero en realidad era una señal de que
poseía gran fortaleza moral. Seguro como estaba de su conocimiento personal del
amor de Jesús y de la supremacía de la única gran verdad de la salvación por la
fe en Cristo, bien podía permitirse agradar a los débiles adaptándose a sus
peculiaridades en cosas que no eran de mayor importancia, como abstenerse del
uso de alimentos ofrecidos a los ídolos (cap. 8:4, 7-9).
De todo. La versatilidad de Pablo lo capacitaba para
adaptarse en diferentes circunstancias a toda clase de personas de cualquier
condición, en aquellas cosas que no comprometían ningún principio. Pablo nunca
renunciaba a sus principios.
De todos modos. Gr. pántÇs,
"ciertamente", "definidamente", "al menos";
"a toda costa" (BJ).
Salve a algunos. Todo lo que hacía Pablo -su
rápida adaptación a la sociedad en la que se encontraba y su disposición para
ser tolerante y paciente para con la gente- tenía un solo propósito: la
salvación de los que creyeran en su mensaje. No se expresaba como si hubiera
pensado que todos se salvarían, pues sabía que muchos no creerían (Rom. 9:27;
11:5). En su amoldamiento a las costumbres, hábitos y opiniones de toda clase
de personas para poder salvar a algunos, Pablo seguía de cerca el modelo del
Salvador, descrito por el profeta: "No quebrará la caña cascada"
(Isa. 42:1-3). La adaptabilidad es una de las cualidades más útiles que puede
cultivar un ministro. Le ayuda a trabajar como Jesús trabajaba: en los hogares
de los pobres e ignorantes, entre los mercaderes y comerciantes en los lugares
públicos, en los banquetes y diversiones de los ricos, y en su conversación con
los sabios. Estará dispuesto a ir a cualquier parte y a usar cualquier método
que sea más adecuado con el fin de ganar almas para el eterno reino de Dios, de
gloria y de paz (ver MC 14-15; OE 124-125).
23. Por causa del evangelio. Esto revela el principio que
motivaba y guiaba a Pablo en todo lo que hacía. Estaba tan consciente de la
realidad del amor de Jesús, de la realidad del poder de su resurrección y de la
verdad de la misericordia divina para con el pecador arrepentido, que estaba
inspirado con una pasión imperecedera de salvar a los hombres, sin importarle
cuánto le costara. Lo mismo le sucederá a todos los que son regenerados por el
Espíritu Santo y están en íntima comunión con Jesús (ver Hech. 1:8; 2:17-18,
21; 4:13; CC 72-73). El yo desaparece de la vida de aquel que realmente ama al
Salvador. Sólo vive para hacer la voluntad de Dios (ver Gál. 2:20).
Copartícipe de él. Este es el clímax de la esperanza
del apóstol: que pudiera tener el gozo de compartir la recompensa de la vida
eterna con aquellos por quienes había trabajado y sufrido. En esta afirmación
se puede ver el mismo amor ferviente por sus prójimos que animaba a Moisés,
quien no quería ser salvado si Israel no era perdonado y restaurado al favor
divino (Exo. 32:31-32), y también el inexpresable amor de Jesús. El cielo
perdería buena parte de su gozo sin la presencia de aquellos por los cuales él murió
(Juan 14:3; 17:24; cf. MC 72).
24. ¿No sabéis? En los vers. 24-27 Pablo usa de
las bien conocidas competencias atléticas que se celebraban periódicamente en
Grecia y en el mundo helenístico, para ilustrar el tema que está tratando: la
necesidad de practicar la abnegación para lograr la salvación de otros. En los
vers. 26-27 se aplica la lección a sí mismo. Quizá Pablo hace alusión a los
juegos ístmicos o corintios, con los cuales estaban más familiarizados los
habitantes de Corinto. Esos juegos consistían en carreras pedestres,
competencias de pugilato, lucha y lanzamiento del disco. Pablo alude a dos: a
las carreras pedestres (vers. 24-25) y al pugilato (vers. 26-27).
Premio. En los juegos sólo uno podía alcanzar la victoria;
sin embargo, todos los que participaban estaban dispuestos a soportar
penalidades y una severa preparación a fin de aumentar sus posibilidades de conquistar
el premio. El galardón que se daba al vencedor era una corona de hojas de pino,
laurel, olivo, perejil o manzano.
Corred de tal manera. Todos los participantes de las
carreras griegas se esforzaban al máximo para ganar el premio. Usaban toda la habilidad
y vigor que habían adquirido como resultado de su intenso entrenamiento.
Ninguno de ellos era indiferente o apático o descuidado. A todos se ofrece la
corona de la vida eterna, pero sólo alcanzarán el premio los que se sometan a
un estricto entrenamiento. Esto significa que el cristiano siempre será guiado
en palabras, pensamientos y acciones por las elevadas normas de la Biblia, y no
se dejará dominar por los deseos y las inclinaciones de su propio corazón; se
preguntará a cada paso del camino: "¿Qué haría Jesús? Este proceder, este
plan de trabajo, o esta clase de recreación, ¿aumentarán mi fortaleza
espiritual o la disminuirán?" Rechazará cualquier cosa que en una forma u
otra interfiera con su progreso espiritual; de lo contrario, no podrá conquistar
la victoria (ver Heb. 12:1-2).
25. Lucha. Gr. agÇnízomai, "luchar", "contender",
"pugnar", "esforzarse". "Agonizar" deriva de
agÇnízomai (ver com. Luc. 13:24). Competir por la victoria en los juegos
griegos significaba más que efectuar un esfuerzo imperfecto; era luchar desde
el principio hasta el fin, sin ninguna tregua.
Se abstiene. Gr. egkrat'uomai, "ejercer dominio
propio". Para tener alguna esperanza de victoria, el atleta que competía
tenía que dominar sus deseos y apetitos, y aún más: ser capaz de hacer que su
cuerpo respondiera inmediatamente a las órdenes de su pensamiento, y vencer la
indolencia natural y la renuencia a esforzarse, debilidad que con tanta
frecuencia aflige a la humanidad. Debía abstenerse de todo lo que estimulara y
excitara, y llevara al debilitamiento, como por ejemplo, el vino, una vida
desenfrenada y pasional, y las complacencias exageradas. Era necesario que
ejerciera dominio propio en todas las cosas, no sólo en las evidentemente
dañinas, sino también en el uso de aquellas que no eran perjudiciales en sí
mismas. Debía practicar una estricta moderación en los alimentos y bebidas, y
rechazar del todo cualquier cosa que pudiera debilitar su cuerpo.
El cristiano que se está
esforzando por conquistar el premio de la vida eterna, debe seguir un programa
que en algunos aspectos se parece al de los competidores en los juegos griegos.
El que desea ser tenido en estima por el Señor en el día final, necesita valor,
fe, perseverancia, abnegación y laboriosidad; debe esforzarse como lo hacen los
atletas que compiten por los honores terrenales, que son efímeros (cf. Mat. 24:13;
Luc. 13:24; Fil. 3:13-15; 1 Tim. 6:12; 2 Tim. 2:4-5; 4:7; Heb. 12:1-4; Sant. 1:12;
Apoc. 2:10). En la carrera cristiana cada competidor que cumple con los
requisitos del entrenamiento, recibirá el premio (ver Apoc. 2:10; 22:17).
La vida eterna es enteramente un
regalo de Dios, pero le será dada sólo a los que la buscan y se esfuerzan con
toda su energía para alcanzarla (ver Rom. 2:7; Heb. 3:6, 14).
Corona. Gr. stéfanos, "guirnalda" o
"corona" con frecuencia hecha de hojas, que se llevaba como señal de
victoria o gozo (ver com. vers, 24).
Incorruptible. ¡Qué diferencia incalculable entre la recompensa
del vencedor en los juegos griegos y la del cristiano victorioso! ¡Cuán
afanosamente corren los hombres en busca del éxito temporal, y hasta qué grado
de incomodidad y aun de sufrimiento están dispuestos a someterse con tal de ser
famosos delante del mundo! Si están dispuestos a todo esto por una corona que
pronto perece, ¡cuánto más ferviente y perseverante debe ser la lucha del
cristiano por la corona inmarchitable de la vida eterna! La entrada del pecado
en el mundo pervirtió los pensamientos y las ideas de los hombres, y Satanás ha
tenido gran éxito en inducirles a transgredir todas las leyes de la salud. Por
lo tanto, generalmente viven en tal forma que apresuran su ruina corporal a
causa de sus hábitos en la comida, la bebida, el vestido, el sueño, el trabajo,
las recreaciones y la manera de pensar (ver CH 18-19).
Dios exige que los suyos
comprendan bien la necesidad de una reforma en estas cosas, y la práctica de un
estricto dominio propio en todo lo que tiene que ver con la conservación de la
salud. El hombre no está en libertad de hacer lo que le plazca en su forma de
vivir, pues fue comprado por Dios y está en la obligación de hacer todo lo que
pueda para respetar las leyes de la salud, a fin de mantener su cuerpo y su
mente en la mejor condición posible (ver 1 Cor. 6:19-20; 10:31). El cristiano
lleno del amor por el Salvador no permite que lo dominen sus apetitos y
pasiones; por el contrario, en todo acepta el consejo que Dios ha dado para su
vida mental, física y espiritual. Los apetitos carnales deben ser sometidos a
las facultades superiores de la mente, que está bajo la conducción del Espíritu
Santo (ver Rom. 6:12; MJ 459-460).
El alcohol y el
tabaco -venenos comprobados- son ejemplos evidentes de los vicios que Satanás
ha introducido con engaños entre los seres humanos, aumentando así su debilidad
física y espiritual, y dificultando su preparación para recibir la recompensa
eterna ofrecida a todos los que están dispuestos a ser sobrios en todas las
cosas (ver Prov. 23:20-21, 29-32; 1 Cor. 6:10; CH 125).
El que se niega a abandonar
hábitos crónicos de complacencia nociva, no importa de qué clase sean, ¿cómo
puede esperar que será bendecido por Dios y que recibirá la bienvenida en el
reino de la gloria divina? La única conducta
segura es recordar que el cuerpo debe ser mantenido en sujeción siempre y en
todas las cosas, hasta que Jesús venga (ver Sal. 51:5; Rom. 7:18, 23-24; 8:13,23;
1 Cor. 9:27; Fil. 3:20-21; Col. 3:5-6). La bendición de la vida eterna -o
corona eterna, Apoc. 2:10- no será dada a los que consideran que la vida
presente es una ocasión para la complacencia de los apetitos y de las pasiones,
y para satisfacer cada capricho y deseo de la naturaleza pervertida. Dios dará la vida eterna únicamente a los que
usan su vida ahora como una oportunidad para ganar la victoria sobre todo lo
que impida la salud mental, física y espiritual, demostrando así su verdadero
amor y obediencia al Salvador que tanto sufrió por ellos (ver Sant. 1:12; 1
Ped. 5:4; Apoc, 2:10; 3:10-11; 7:14-17).
26. No como a la ventura. Pablo sabía exactamente hacia
dónde iba y lo que estaba haciendo. Su propósito era avanzar tan rápidamente
como le fuera posible en la carrera de la vida. No había ninguna confusión en
su mente en cuanto a la dirección que debía tomar. Corría con una seguridad
clara y positiva de alcanzar la meta. Se esforzaba hasta lo sumo para no perder
la corona, una corona no de hojas marchitables, sino de vida inmortal, paz,
gozo y felicidad en el reino de gloria. El corredor de los juegos griegos no
tenía la seguridad de llegar primero a la meta y obtener el premio. Pero Pablo
sabía que él y cualquiera que cumpliera con las condiciones divinas, podía
estar seguro del éxito. Cuando ya se acercaba al fin de su carrera, expresó su
absoluta seguridad de que recibiría la corona junto con todos los otros cristianos
vencedores (ver 2 Tim. 4:7-8).
Peleo. Gr. puktéÇ, "pelear con los puños",
"boxear". "Ejerzo el pugilato" (BJ); "lucho en el
pugilato" (BC). La pelea a puñetazos, o boxeo, era una forma de diversión
en las antiguas competencias atléticas. Pablo introduce un cambio en la
metáfora: el corredor en el estadio es ahora un pugilista o boxeador.
Golpea el aire. Podría pensarse que un boxeador
"golpea el aire" cuando practica solo o su antagonista esquiva sus
golpes, malgastando su esfuerzo en el aire. Pero Pablo muestra claramente que
no desestimaba a su adversario, ni permitía que se escapara de sus golpes, ni
malgastaba su tiempo boxeando con su sombra, porque su adversario -Satanás-
estaba siempre presente y debía ser resuelto frente a él. Cada golpe era
dirigido con certeza, con toda su voluntad y energía, para que llegara con
eficacia a su meta. Los deseos corruptos de la carne debían ser suprimidos, y
todo su ser debía ser puesto en sujeción a Dios por medio de Cristo (ver 2 Cor.
10:3-5).
Muchos cristianos saben que se debe ganar la victoria sobre los deseos y apetitos que se oponen a la voluntad de Dios, pero son débiles en sus esfuerzos para dominar el yo. Parece que pelean, pero en realidad no quieren que sus golpes castiguen lo que es parte de sí mismos, porque tienen miedo de dolor de los golpes bien dirigidos. Aman demasiado su naturaleza pecaminosa y por eso no la castigan; les falta suficiente fuerza de voluntad para no hacer caso a la carne que pide misericordia.
Pero ese no era el caso de Pablo. Él no quería ser complaciente
con su carne pecaminosa y su naturaleza carnal. Estaba avergonzado de ella, la
aborrecía y deseaba su muerte. Por esa razón desechaba todos los pensamientos y
sentimientos de compasión o ternura para con ella, y le propinaba golpes con
toda su fuerza, habilidad y voluntad (ver Col. 3:5; CH 51). Estas palabras no
deben ser interpretadas como las de los gnósticos (ver las pp. 56-59). Pablo
consideraba que el cuerpo debía ser dominado, pero no destruido como si fuera
intrínsecamente malo.
27. Golpeo. Gr. hupÇpiázÇ, literalmente "golpear debajo
del ojo", "amoratar un ojo". Pablo empleó la metáfora del
pugilato de los griegos para ilustrar gráficamente la naturaleza feroz del
conflicto en que debe participar todo cristiano verdadero. Los guantes de boxeo
que se usaban entonces no eran como los que se usan ahora. Los hacían a menudo
con tiras de cuero de buey, que a veces se reforzaban con coyunturas de bronce.
El verbo hupÇpiázÇ describe vívidamente el rigor y la dureza con que los
cristianos genuinos deben tratar su naturaleza pecaminosa. Sugiere la rígida
disciplina y el renunciamiento que deben ponerse en práctica para poder ganar
la victoria sobre todas las pasiones corruptas propias de las malas tendencias
humanas.
Lo pongo en servidumbre. Así muestra Pablo su firme
propósito de ganar una victoria absoluta sobre todas sus malas inclinaciones y
corruptas pasiones y tendencias. Para él no valía hacer las cosas a medias.
Sabía que era una lucha a muerte, sin importar cuál era el costo en sufrimiento
y angustia para su naturaleza terrenal. Estaba consciente que debían morir las
cosas malas que luchaban contra sus aspiraciones espirituales. Esta es una
lección que deben aprender todos los que esperan estar en condiciones de ser
aceptados como ciudadanos del cielo. Los impulsos y anhelos de los apetitos y
las pasiones naturales deben ser puestos en sujeción a Cristo. Esto es posible
únicamente cuando la voluntad se rinde a Cristo (ver Fil. 4:13; CC 43-44, 59).
No sea que. Pablo no tenía el propósito de permitir que cosa
alguna le impidiera lograr la salvación; estaba preparado para hacer cualquier
cosa que Dios dispusiera a fin de ser idóneo para el cielo. Sabía que lo
acechaba el constante peligro de ser engañado debido a lo sutil que es el
pecado, y estaba determinado a no dejar de hacer nada de lo que le correspondía
para asegurarse el éxito en alcanzar la corona de la vida eterna.
Heraldo para otros. Pablo quizá continúa con la
metáfora de los juegos, pues se refiere a sí mismo como el heraldo que
convocaba a los corredores para la carrera, pero que al mismo tiempo era uno de
los competidores.
Eliminado. "Descalificado" (BJ). Gr. adókimos,
"que no soporta la prueba", "rechazado después de la
prueba", "desaprobado". Como heraldo, Pablo había anunciado las
reglas que regían "el juego" espiritual; como competidor, se esperaba
que, por encima de todos los demás, se ciñera a las reglas. Había sido celoso
en proclamar a otros los reglamentos que rigen la competencia para la vida
eterna. Aquí expresa su determinación de practicar un rígido control sobre su
naturaleza pecaminosa para no sufrir la terrible desgracia de ser hallado falto
por el gran juez al fin de la carrera. Los ministros cristianos, que presentan
ante el mundo las reglas concernientes a la victoria en la competencia por la
salvación eterna, necesitan ser sumamente cuidadosos en cuanto a su propia
condición espiritual para que no fallen en algún respecto, y se queden sin esa
recompensa que durante toda su vida han presentado a otros para que la
conquisten. Si todos los que son llamados al ministerio del Evangelio fueran
tan fieles y firmes en trabajar por las almas como lo fue Pablo, el
reavivamiento y la reforma que tanto anhela la iglesia aparecerían sin demora y
Cristo vendría pronto. (6CBA).
COMENTARIOS DE EGW
6. HAp 279. AUNQUE Pablo tenía cuidado de presentar a sus conversos las sencillas enseñanzas de las Escrituras en cuanto al debido sostén de la obra de Dios y reclamaba, como ministro del Evangelio, la "potestad de no trabajar" (1 Cor. 9: 6) en empleos seculares como medio de sostén propio, en diversas ocasiones durante su ministerio en los grandes centros de civilización, trabajó en un oficio manual para mantenerse.
EL TRABAJO MANUAL ES VITAL PARA TODOS
Entre
Los Judíos No Se Consideraba El Trabajo Físico Como Cosa Extraña O
Degradante. Mediante
Moisés se había enseñado a los hebreos a desarrollar en sus hijos hábitos de
laboriosidad; y se consideraba como un pecado permitir que los jóvenes
crecieran sin conocer el trabajo físico. Aun cuando se educará a un hijo
para un cargo sagrado, se consideraba esencial un conocimiento de la vida
práctica.
A
todo joven, ya fueran sus padres ricos o pobres, se le enseñaba un oficio.
Se consideraba que los padres que descuidaban el impartimiento de esa enseñanza a sus hijos se apartaban de la instrucción del Señor. De acuerdo con esta costumbre, Pablo había aprendido temprano el oficio de tejedor de tiendas.
Antes
de llegar a ser discípulo de Cristo, Pablo había ocupado un alto puesto, y no
dependía del trabajo manual para su sostén. Pero más tarde, cuando hubo
usado todos sus medios para promover la causa de Cristo, recurrió algunas veces
a su oficio para ganarse la vida. Especialmente hacía eso cuando
trabajaba en lugares donde podían entenderse mal sus motivos.
7 Ev 52; HAp 274; 1T 147; 8T
180
7-14. HAp 270. EN SU PRIMERA CARTA A LA IGLESIA DE CORINTO, Pablo
instruyó a los creyentes respecto a los principios generales sobre los cuales
se funda el sostén de la obra de Dios en la tierra.
ESCRIBIENDO en
cuanto a sus labores apostólicas en favor de ellos, preguntó: "¿Quién
jamás peleó a sus expensas? ¿quién planta viña, y no come de su fruto? ¿o
quién apacienta el ganado, y no come de la leche del ganado? ¿Digo esto según
los hombres? ¿No dice esto también la ley? Porque en la ley de Moisés
está escrito: No pondrás bozal al buey que trilla. ¿Tiene Dios
cuidado de los bueyes? ¿O dícelo enteramente por nosotros?
PUES
POR NOSOTROS ESTÁ ESCRITO; porque con
esperanza ha de arar el que ara; y el que trilla, con esperanza de recibir
el fruto. "Si nosotros os sembramos lo espiritual preguntó además
el apóstol, ¿es gran cosa si segáremos lo vuestro carnal? Si
otros tienen en vosotros esta potestad, ¿no más bien nosotros?
MAS
NO HEMOS USADO DE ESTA POTESTAD: antes lo
sufrimos todo, por no poner ningún obstáculo al evangelio de Cristo.
¿NO
SABÉIS que los que trabajan en el santuario, comen del santuario, y que los que
sirven al altar, del altar participan?
ASÍ
TAMBIÉN ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del
evangelio." (1 Cor. 9:7-14).
EL
APÓSTOL SE REFIRIÓ AQUÍ AL PLAN DEL SEÑOR para
sostener a los sacerdotes que ministraban en el templo. Aquellos
que eran apartados para este sagrado cargo eran sostenidos por sus hermanos, a
quienes ellos ministraban las bendiciones espirituales. "Y ciertamente los
que de los hijos de Leví toman el sacerdocio, tienen mandamiento de tomar del
pueblo los diezmos 271 según la ley." (Heb. 7:5).
La
tribu de Leví fue escogida por el Señor para los cargos sagrados pertenecientes
al templo y al sacerdocio. Acerca del sacerdote se dijo: "Porque le
ha escogido Jehová, . . . para ministrar al nombre de Jehová." (Deut.
18:5).
DIOS
RECLAMABA COMO PROPIEDAD SUYA UNA DÉCIMA PARTE de
todas las ganancias, y consideraba como robo la retención del diezmo. A
este plan para el sostén del ministerio se refirió Pablo cuando dijo: "Así
también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del
evangelio." Y más tarde, escribiendo a Timoteo, el apóstol dijo:
"Digno es el obrero de su jornal." (1 Tim. 5:18).
EL
PAGO DEL DIEZMO no
era sino una parte del plan de Dios para
el sostén de su servicio. Se especificaban divinamente numerosas
dádivas y ofrendas.
19-22. OE 123. EL TACTO. En la obra de
ganar almas, se necesita mucho tacto y sabiduría. El Salvador no suprimió nunca
la verdad, sino que la declaró siempre con amor. En su trato con los demás, él
manifestaba el mayor tacto, y era siempre bondadoso y reflexivo. Nunca fue rudo, nunca dijo sin necesidad una
palabra severa, nunca causó pena innecesaria a un alma sensible. No censuró la debilidad humana. Denunció sin
reparos la hipocresía, incredulidad e iniquidad, pero había lágrimas en su voz
cuando pronunciaba sus penetrantes reprensiones. Nunca hizo cruel la verdad,
sino que manifestó siempre profunda ternura hacia la humanidad. Cada alma era
preciosa a su vista. Se portaba con divina dignidad y se inclinaba con la más
tierna compasión y consideración sobre cada miembro de la familia de Dios. En
todos veía almas que era su misión salvar.
LA DISCRECIÓN
DE PABLO. El Predicador no debe pensar que se ha de decir toda la verdad a los incrédulos
en toda ocasión. Debe estudiar con
cuidado cuándo debe hablar, qué debe decir, y qué debe callar. Esto no es practicar el engaño; es obrar como
obraba Pablo. "Siendo libre para con todos -escribió a los corintios-, me he hecho siervo de todos por ganar a
más. Heme hecho a los judíos como judío,
por ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no sea
sujeto a la ley) como sujeto a la ley, por ganar a los que están sujetos a la
ley; a los que son sin ley, como si yo fuera sin ley (no estando yo sin ley de
Dios, más en la 124 ley de Cristo),
por ganar a los que estaban sin ley. Me
he hecho a los flacos flaco, por ganar a los flacos: a todos me he hecho todo,
para que de todo punto salve a algunos." *1Cor. 9:19-22.
Pablo no se dirigía a los judíos
de un modo que despertase sus prejuicios. No les decía primero que debían creer en Jesús de Nazaret; sino que se
espaciaba en las profecías que hablaban de Cristo, de su misión y obra. Paso a paso llevaba a sus oyentes hacia
adelante, y les demostraba la importancia de honrar la ley de Dios. Rendía el debido honor a la ley ceremonial,
demostrando que Cristo era quien había instituido la dispensación judaica y el
servicio de sacrificios. Luego los traía
hasta el primer advenimiento del Redentor, y les demostraba que en la vida y
muerte de Cristo se habla cumplido toda especificación del servicio de
sacrificios.
Al hablar a los gentiles, Pablo
ensalzaba a Cristo, presentándoles luego las imposiciones vigentes de la
ley. Demostraba cómo la luz reflejada
por la cruz del Calvario daba significado y gloria, a toda la dispensación
judaica.
Así variaba el apóstol su manera
de trabajar, y adaptaba el mensaje a las circunstancias en que se veía
colocado. Después de trabajar
pacientemente, obtenía gran éxito; aunque eran muchos los que no querían ser
convencidos. Algunos hay hoy día que no
serán convencidos por ningún método de presentar la verdad; y el que trabaja
para Dios debe estudiar cuidadosamente los mejores métodos, a fin de no despertar
prejuicios ni espíritu combativo. En esto han fracasado algunos. Siguiendo sus inclinaciones naturales,
cerraron puertas por las cuales podrían,125 con un diferente método de obrar,
haber hallado acceso a ciertos corazones, y por éstos a otros.
Los obreros de Dios deben ser
hombres de muchas fases; es decir, deben tener amplitud de carácter. No han de
ser hombres de una sola idea, estereotipados en su manera de trabajar,
incapaces de ver que su defensa de la verdad debe variar según la clase de
gente entre la cual trabajan y las circunstancias a las cuales deben hacer
frente.
Al predicador le toca hacer una
obra delicada al encarar el desvío, la amargura y la oposición. Más que los
demás, necesita él aquella sabiduría que "primeramente
es pura, después pacífica, modesta, benigna, llena de misericordia y de buenos
frutos, no juzgadora, no fingida." *Santiago 3:17. Así como el rocío y la lluvia descienden
suavemente sobre las plantas agostadas, han de caer suavemente sus palabras
cuando proclama la verdad. Ha de ganar
almas, no repelerlas. Ha de procurar ser
hábil cuando no haya reglas que rijan el caso.
Muchas almas han sido desviadas
en la mala dirección, y así se han perdido para la causa de Dios, por falta de
habilidad y sabiduría de parte del obrero. El tacto y el buen criterio
centuplican la utilidad del obrero. Si
él dice las palabras apropiadas a la ocasión, y manifiesta el debido espíritu,
ejercerá un poder convincente sobre el corazón de aquel a quien trata de
ayudar.
HAp 249. CON LA ESPERANZA DE HACER COMPRENDER VÍVIDAMENTE a
los creyentes corintios la importancia del firme dominio propio, la estricta
temperancia y el celo incansable en el servicio de Cristo, Pablo hizo en la
carta que les escribiera una impresionante comparación entre la lucha cristiana
y las carreras pedestres que se tenían en determinadas ocasiones cerca de
Corinto.
DE
TODOS LOS JUEGOS INSTITUÍDOS ENTRE LOS GRIEGOS Y ROMANOS, las
carreras pedestres eran las más antiguas y las más altamente
estimadas. Eran presenciadas por reyes, nobles, y hombres de
estado. Jóvenes de alcurnia y riqueza participaban en ellas, y no
escatimaban el esfuerzo y la disciplina necesarios para obtener el premio.
LOS
TORNEOS eran regidos por reglamentos estrictos, de
los cuales no había apelación. Los que deseaban que se incluyeran sus nombres
entre los competidores por el premio, tenían que someterse primero a un severo
entrenamiento preparatorio. Se prohibía estrictamente la peligrosa
complacencia del apetito o cualquier otra satisfacción que redujera el vigor
mental o físico. Para que alguien tuviera alguna esperanza de éxito en
estas pruebas de fuerza y velocidad, los músculos debían ser fuertes y
flexibles, y los nervios debían estar bien dominados. Todo movimiento
debía ser preciso; todo paso, rápido y seguro; las facultades físicas debían
alcanzar su mayor altura.
CUANDO
LOS COMPETIDORES De La Carrera Se
Presentaban Ante La Multitud Expectante, se proclamaban sus nombres y se
establecían 250 claramente las reglas de la
carrera. Entonces todos partían juntos, y la atención fija de los
espectadores les inspiraba su determinación de ganar. Los jueces se
sentaban cerca de la meta para poder observar la carrera desde el principio
hasta el fin, y dar el premio al verdadero vencedor. Si un hombre llegaba
a la meta primero valiéndose de algún recurso ilícito, no se le adjudicaba el
premio.
EN
ESTAS LIDES SE CORRÍAN MUCHOS RIESGOS. Algunos
nunca se reponían del terrible esfuerzo físico. No era raro que los
hombres cayeran en la pista, sangrando por la boca y la nariz, y algunas veces
un contendiente caía muerto cuando estaba a punto de alcanzar el
premio. Pero por amor al honor que se confería al contendiente que
triunfaba, no se consideraba un riesgo demasiado grande la posibilidad de
dañarse por toda la vida o de morir.
Cuando
el ganador llegaba a la meta, los aplausos de la vasta muchedumbre de
observadores hendían el aire y repercutían en las colinas y montañas
circundantes. A plena vista de los espectadores, el juez le otorgaba los
emblemas de la victoria: una corona de laurel, y una palma que había de llevar
en la mano derecha. Se cantaba su alabanza por toda la tierra; sus padres
compartían su honor; y aun la ciudad donde vivía era tenida en alta estima por
haber producido tan grande atleta.
AL
REFERIRSE A ESTAS CARRERAS COMO FIGURA DE LA LUCHA CRISTIANA, Pablo
recalcó la preparación necesaria para el éxito de los contendientes en la
carrera: la disciplina preliminar, el régimen alimenticio abstemio, la
necesidad de temperancia. "Y todo aquel que lucha declaró, de
todo se abstiene." Los corredores renunciaban a toda complacencia
que tendería a debilitar las facultades físicas, y mediante severa y continua
disciplina, desarrollaban la fuerza y resistencia de sus músculos, para que
cuando llegase el día del torneo, pudieran exigir el mayor rendimiento a sus
facultades.
¡CUÁNTO
MÁS IMPORTANTE es que el cristiano, cuyos intereses eternos están en juego,
sujete sus apetitos y pasiones a la razón y a la voluntad de Dios! 251
Nunca
debe permitir que su atención sea distraída por las diversiones, los lujos o la
comodidad. Todos sus hábitos y pasiones deben estar bajo la más estricta
disciplina. La razón, iluminada por las enseñanzas de la Palabra de Dios y
guiada por su Espíritu, debe conservar las riendas del dominio.
Y
después de haber hecho esto, el cristiano debe hacer el mayor esfuerzo a fin de
obtener la victoria.
En
los juegos de Corinto, los últimos pocos tramos de los contendientes de la
carrera eran hechos con agonizante esfuerzo por conservar la
velocidad. Así el cristiano, al acercarse a la meta, avanzará con más celo
y determinación que al principio de su carrera.
PABLO
PRESENTA EL CONTRASTE entre la
perecedera guirnalda de laurel recibida por el vencedor de las carreras
pedestres, y la corona de gloria inmortal que recibirá el que corra
triunfalmente la carrera cristiana. "Ellos, a la verdad declara, para
recibir una corona corruptible; mas nosotros, incorruptible." Para
obtener una recompensa perecedera, los corredores griegos no escatimaban
esfuerzo ni disciplina.
NOSOTROS
ESTAMOS LUCHANDO por una recompensa
infinitamente más valiosa, la corona de la vida eterna. ¡Cuánto más cuidadoso
debería ser nuestro esfuerzo, cuánto más voluntario nuestro sacrificio y
abnegación!
https://elaguila3008.blogspot.com/2019/07/capitulo-30-llamamiento-alcanzar-una.html
26-27. HAp 253. EL
APÓSTOL SE COMPARÓ A SÍ MISMO con un
hombre que corre 253 una
carrera empeñando todo nervio en la obtención del premio. "Así
que, yo de esta manera corro dice, no como a cosa incierta; de esta manera
peleo, no como quien hiere el aire: antes hiero mi cuerpo, y lo pongo en
servidumbre, no sea que, habiendo predicado a otros, yo mismo venga a ser
reprobado." Para no correr en forma incierta
o al azar la carrera cristiana, Pablo se sometía a severa preparación.
LAS
PALABRAS: "Pongo en servidumbre" mi cuerpo,
significan literalmente someter, mediante severa disciplina, los deseos,
impulsos y pasiones. Pablo temía que, habiendo predicado a otros, él mismo
fuera reprobado. Comprendía que si no cumplía en su vida los principios
que creía y predicaba, sus labores en favor de otros no le valdrían de
nada. Su conversación, su influencia, su negación a entregarse a la complacencia
propia, debían mostrar que su religión no era mera profesión, sino una comunión
diaria y viva con Dios. Mantenía siempre delante de sí un blanco, y
luchaba ardientemente por alcanzarlo: "la justicia que es de Dios por la
fe." (Fil. 3:9.)
PABLO
SABÍA QUE SU LUCHA CONTRA EL MAL NO TERMINARÍA MIENTRAS DURARA LA VIDA. Siempre
comprendía la necesidad de vigilarse severamente, para que los deseos
terrenales no se sobrepusieran al celo espiritual. Con todo su poder
continuaba luchando contra las inclinaciones naturales. Siempre mantenía
ante sí el ideal que debía alcanzarse, y luchaba por alcanzar ese ideal
mediante la obediencia voluntaria a la ley de Dios. Sus palabras, sus
prácticas, sus pasiones: todo lo sometía al dominio del Espíritu de Dios.
ERA
ESTE PROPÓSITO ÚNICO de ganar la
carrera de la vida eterna, lo que Pablo anhelaba ver revelado en las vidas de
los creyentes corintios. Sabía que a fin de alcanzar el ideal de Cristo para
con ellos, tenían por delante una lucha de toda la vida, que no tendría tregua. Les
pedía que lucharan lealmente, día tras día, en busca de piedad y excelencia
moral. Les rogaba que pusieran a un lado todo peso y se esforzaran hacia el
blanco de la perfección en Cristo.
Ministerio Hno. Pio
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