1 Corintios
11. LA DEBIDA
CONDUCTA EN EL CULTO CRISTIANO: USO DEL VELO EN LAS MUJERES: Vers. (1-3)
Pablo reprende a los hermanos porque en las reuniones santas (4-5) los hombres
oraban con la cabeza cubierta, y (6-16) las mujeres con la cabeza descubierta.
LA FORMA DEBIDA DE CELEBRAR LA CENA DEL SEÑOR: (17-20) y porque sus reuniones generalmente no eran para lo mejor sino para lo peor, (21-22) como, por ejemplo, la profanación de la Cena del 'Señor con sus propias fiestas. (23-34) Finalmente los amonesta a practicar la Cena tal como, fue originalmente instituida.
1 Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo. 2 Os alabo, hermanos, porque en todo os acordáis de mí, y retenéis las instrucciones tal como os las entregué. 3 Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo.
4 Todo varón que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta su cabeza. 5 Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta su cabeza; porque lo mismo es que si se hubiese rapado.
6 Porque si la mujer no se cubre,
que se corte también el cabello; y si le es vergonzoso a la mujer cortarse el
cabello o raparse, que se cubra. 7 Porque el varón no debe cubrirse la cabeza,
pues él es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es gloria del varón. 8 Porque
el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón, 9 y tampoco el varón
fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón. 10 Por lo
cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los
ángeles. 11 Pero en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el
varón; 12 porque así como la mujer procede del varón, también el varón nace de
la mujer; pero todo procede de Dios.
13 juzgad vosotros mismos: ¿Es propio que la mujer ore a Dios sin cubrirse la cabeza? 14 La naturaleza misma ¿no enseña que al varón le es deshonroso dejarse crecer el cabello? 15 Por el contrario, a la mujer dejarse crecer el cabello le es honroso; porque en lugar de velo les dado el cabello. 16 Con todo eso, si alguno quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni las iglesias de Dios.
17 Pero al anunciaros esto que sigue, no os alabo; porque no os congregáis para lo mejor, sino para lo peor. 18 Pues en primer lugar, cuando os reunís como iglesia, oigo que hay entre vosotros divisiones; y en parte lo creo. 19 Porque es preciso que entre vosotros haya disensiones, para que se hagan manifiestos entre vosotros los que son aprobados. 20 Cuando, pues, os reunís vosotros, esto no es comer la cena del Señor.
21 Porque al comer, cada uno se adelanta a tomar su propia cena; y uno tiene hambre, y otro se embriaga. 22 Pues qué, ¿no tenéis casas en que comáis y bebáis? ¿O menospreciáis la iglesia de Dios, y avergonzáis a los que no tienen nada? ¿Qué os diré? ¿Os alabaré? En esto no os alabo.
23 Porque yo recibí del Señor lo
que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado,
tomó pan; 24 y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es
mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. 25 Asimismo
tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo
pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebierais, en memoria de
mí. 26 Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebierais esta
copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga.
27 De manera que cualquiera que
comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. 28
Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa.
29 Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio
come y bebe para sí.
30 Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen. 31 Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; 32 más siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo. 33 Así que, hermanos míos, cuando os reunís a comer, esperaos unos a otros. 34 Si alguno tuviere hambre, coma en su casa, para que no os reunáis para juicio. Las demás cosas las pondré en orden cuando yo fuere. (1 Corintios 11).
1. Imitadores. Gr. min't's, "imitador", "mimo"; de ahí, "mímica". Este versículo constituyeras adecuadamente la conclusión del cap. 10 que la introducción del cap. 11. Al pedirles a los corintios que renunciaran a sus deseos y placeres porque otros podrían entender mal sus motivos, Pablo sólo les estaba exigiendo lo que él mismo hacía. Primero les había mostrado con su propio ejemplo cómo debían conducirse en relación con la voluntad de Dios, y después, con las palabras de este versículo, termina su presentación del asunto de comer carnes ofrecidas a ídolos y de participar en los festines de los idólatras (ver Rom. 15:1-3; 1 Cor. 8:13; 9:12,19, 22-23).
Como yo. Cada ministro del Evangelio de Jesucristo debiera
poder exhortar a sus oyentes para que imiten su ejemplo en seguir al Maestro.
Si no lo puede hacer, es imprescindible que escudriñe su propio corazón y le
ruegue a Dios que pueda vivir para el Señor en todo respecto, y no para sí
mismo. Pablo hizo de Cristo su modelo, y tenía autoridad para exhortar a los
corintios a que siguieran su ejemplo. Cristo es el gran ejemplo para todos los
hombres, y los cristianos deben acudir a él en busca de dirección, y aceptar
sólo lo que esté en completa armonía con sus enseñanzas y su ejemplo (ver Mat.
16:24).
2. Alabo. Pablo siempre procuraba alabar a los creyentes
hasta donde le fuera posible (ver Efe. 1:15-16; Fil. 1:3-5; Col. 1:3-4; 1 Tes.
1:2-4, 7-8; 2:19-20).
Había algunas cosas que era
necesario que Pablo les dijera que podrían no ser tan aceptables, pero antes de
tratarlas los alabó en todo lo que pudo. Aunque eran algo lentos en imitar el
comportamiento abnegado y conciliatorio del apóstol, sin embargo, en general
eran cuidadosos en observar las regias de la conducta cristiana que se les
habían enseñado. Pero es posible que Pablo se refiriera a una declaración
específica que los corintios le habían hecho en la carta, la que quizá decía
más o menos así: Puesto que nuestro propósito es seguir tus enseñanzas, nos
gustaría tener tu opinión en cuanto al tema del uso del velo en las mujeres en
los servicios religiosos públicos.
Acordáis. Habían surgido diferencias de opinión entre ellos
acerca de ciertas prácticas dentro de la iglesia, y convinieron en consultar
con su maestro.
Instrucciones. Gr. parádosis, "lo que se transmite o se
entrega". Se traduce correctamente como "tradición" en Mat. 15:2
y en Gál. 1:14. Pero aquí Pablo se está refiriendo a las instrucciones que
acababa de "transmitir" a los corintios acerca del culto público y la
conducta privada. No les predicó el Evangelio y después los dejó para que
dedujeran sus propias regias para la iglesia y la vida social. El hacía una
obra completa en las iglesias que establecía, y daba instrucciones que
permitían que los nuevos cristianos estuvieran seguros de que en su culto y en
su vida diaria estaban viviendo de acuerdo con la voluntad de su Señor (ver 1
Cor. 4:17; 7:17; 2 Tes. 2:15).
Con este procedimiento dio un
ejemplo que ha de ser imitado por todos los ministros del Evangelio. Los
conversos deben ser plenamente instruidos acerca de todas las fases de la
actividad de la iglesia y de los asuntos de la vida social y doméstica, para
que puedan estar seguros de que están cumpliendo los deseos del Señor para el
bien de ellos en todo respecto (ver Ev 248-250).
Entregué. Gr. paradídÇmi, verbo afín del sustantivo parádosis
(ver comentario de "Instrucciones").
3. Pero. Antes de responder a la pregunta acerca del velo de
las mujeres, Pablo llama la atención a ciertas consideraciones que Podían
ayudarles a formar una opinión correcta del asunto.
Cabeza. Aquí significa, "señor" o "amo'.
Varón. Se presentan tres grados de sumisión. El varón debe
reconocer a Cristo como su Amo y Señor; la mujer, que reconoce la supremacía de
Cristo en todo, reconoce también que en la vida doméstica está colocada bajo
la conducción y protección del hombre.
Aunque Cristo es igual al Padre
(ver la Nota Adicional de Juan 1), se lo presenta reconociendo a Dios como
cabeza. En una junta de personas de igual categoría, siempre se elige a uno
para que presida. Algunos ven aquí una referencia a una sumisión involuntaria
de Cristo en el cumplimiento del plan de salvación. Ver com. 1 Cor. 15:25-28
(El poder y la dignidad del esposo dependen de la posición que ocupa en
relación con Cristo, su cabeza; por lo tanto, la sumisión de la esposa frente
al esposo en realidad significa que ella depende de Cristo. La sumisión de la
esposa a su esposo fue un plan divinamente presentar a bien de ambos cónyuges
(ver PP 44 -43) Pero esta dependencia no significa en ninguna forma ni la más
mínima degradación. Así como la iglesia no se deshonra por depender de Cristo
(ver Efe. 1:18-23; 3:17-19; 4:13, 15-16), tampoco se deshonra la mujer por
depender del hombre.
4. Todo varón. En los vers. 4-16 Pablo trata el tema de cubrirse
la cabeza, especialmente en relación con los servicios religiosos. Debe
aclararse desde el comienzo que este es uno de los pasajes paulinos a los
cuales bien pueden aplicarse las palabras de Pedro de que Pablo escribió
"algunas" cosas "difíciles de entender" (2Ped. 3:16); Los
comentadores confiesan que se sienten perplejos al tratar de seguir el tema de
Pablo y en sus esfuerzos por descubrir la amplitud de la aplicación parecen
concordar aquí de los principios básicos, decoro religioso y buen gusto dentro
el ambiente, costumbres y maneras del tiempo cuando escribió y de la gema quien
escribió.
Es indudable que ciertos aspectos
de este principio básico se expresan de diferentes maneras en diversos países,
y aun cambian en los mismos países con el paso del tiempo. En el AT hay una
variedad de ilustraciones al respecto. Cuando Moisés estaba frente a la zarza
ardiente, el Señor le ordenó: "Quita tu calzado de tus pies, porque el
lugar en que tú estás, tierra santa es" (Exo. 3:5).
Es evidente que en esa zona del
mundo, era la costumbre -y aún lo es- quitarse los zapatos para demostrar
respeto por un lugar santo. Por esta razón el Señor ordenó a Moisés que
mostrara la reverencia que se acostumbraba para un lugar santo; sin embargo,
ningún expositor de las Escrituras jamás ha concluido que la explícita orden de
Dios a Moisés establece un precedente para el culto, religioso en todo el
mundo, y menos en los países occidentales.
El principio de la debida
reverencia aún permanece igual, pero el modo de expresarla puede variar mucho
en los países y los diferentes tiempos. Podemos entonces entender que Pablo en
1 Cor. 11:4-16 está razonando con los corintios en cuanto al principio de
decencia y de coro religioso en términos de las costumbres peculiares de esos
días.
Aunque los documentos antiguos no
nos dan un testimonio inequívoco en cuanto a la costumbre de cubrirse la cabeza
en Corinto o en otra parte, es evidente que lo habitual era considerar que era
correcto que un hombre estuviera con la cabeza descubierta, pero que no lo era
en la mujer decimos "evidente", porque de lo contrario, sería
imposible hallar lógica en el argumento de Pablo.
Partiendo, pues, de la deducción
razonable de que Pablo se ocupa aquí de la aplicación de un principio basado.
en la costumbre de un país en determinado tiempo, podemos aceptar sus palabras
como literales y significativas, sin llegar a la conclusión de que la aplicación
específica que él hizo de ese principio en ese momento, debe aplicarse hoy día
de la misma manera. Esta segunda conclusión sería lógica, pues no tendría en
cuenta la premisa de la cual depende su argumento -la costumbre de ese tiempo-,
sino que sería aplicar dicha premisa como una conclusión. Eso sería como quitar
el fundamento de un edificio mientras se procura salvar y usar la
superestructura suspendida en el aire.
Hay un punto más que puede ser
importante para la consideración de todo este pasaje. Pablo proclamaba una
nueva y gloriosa libertad en el Evangelio. Esa proclama tenía en sí la semilla
del principio cristiano de la dignidad del sexo femenino y su liberación de la
condición degradada en que eran tenidas las mujeres en los países paganos. El apóstol
declaró: "No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni
mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús" (Gál. 3:28).
Sería fácil ver cómo algunas
mujeres convertidas al cristianismo podrían distorsionar y usar mal su libertad
en el Evangelio para causar descrédito a la iglesia. Una de las difamatorias e
infundadas acusaciones que se presentaron contra el cristianismo a medida que
éste se difundía y que despertaron el odio de muchos, fue que los cristianos eran
inmorales. No hay duda de que esta acusación ya podía haberse esparcido en los
días de Pablo. Por eso era muy necesario que los cristianos se abstuvieran
"de toda especie de mal" (1 Tes. 5:22) y que recordaran el consejo
adicional de su maestro: que aunque cierto proceder sea lícito, puede ser no
conveniente (1 Cor. 6:12).
Todo lo que sigue en el comentario
de este pasaje (cap. 11:4-16) debe entenderse a la luz de esta afirmación
general e introductoria, para que no atemos a las mujeres de muchos países con
pesadas cargas que no debieran llevar, y para que no hagamos que Pablo aparezca
como anticuado y sin mensaje, para el lector del siglo XX.
Ora o profetiza. Estos eran elementos importantes
del culto público. El que rinde culto es representante de toda la congregación
cuando ora, pues la presenta ante Dios en agradecimiento, petición e
intercesión; y cuando profetiza es el instrumento del Espíritu Santo, que lleva
el mensaje de Dios a su iglesia. El "profetizar" aquí mencionado sin
duda se refiere a la predicación y a la enseñanza en público mediante hombres
inspirados, pues un profeta es el que habla por Dios bajo la inspiración del
Espíritu Santo (ver 1 Cor. 12:10,29; 14:1,4,22; 1 Tes. 5:20; cf. 2 Ped. 1:21).
Con la cabeza cubierta. Gr. katá kefal's éjÇn, literalmente
"teniendo debajo de la cabeza". Algunos piensan que es una referencia
a la práctica de los judíos de llevar un chal de cuatro puntas sobre la cabeza
cuando oraban o hablaban en el culto. Este chal, o tallith, se colocaba sobre
la cabeza del adorador cuando entraba en la sinagoga. Sin embargo, es dudoso
que esa costumbre ya se hubiera establecido en los días de Pablo.
El apóstol no implica
necesariamente que los hombres de la iglesia de Corinto se cubrieran la cabeza
mientras oraban o profetizaban. Parece aplicar esta costumbre sólo como un
argumento para su reproche a las mujeres que evidentemente pensaban que era
adecuado participar, sin velo, en las actividades públicas religiosas aquí
mencionadas.
Su cabeza. Podría referirse o a Cristo, quien es la cabeza
"de todo varón" (vers. 3), o a la cabeza literal del hombre, que se
deshonraría por estar cubierta. El hombre que, como siervo de su Señor se niega
a mostrar públicamente respeto por Cristo, deshonra a su Señor y a su propia
cabeza Corinto era una ciudad griega, y Pablo, por consideración a esa
costumbre griega, enseñaba que al adorar a Dios en esa ciudad los hombres
debían seguir la costumbre general de demostrar respeto descubriéndose la
cabeza en la presencia de un superior. Los hombres no debían comportarse como
las mujeres.
5. Mujer. Este versículo destaca el contraste que se debe mantener entre ambos sexos frente a las costumbres aceptadas, cuando participan en actividades de la iglesia. Profetiza. Hay varios casos registrados en el AT donde aparecen mujeres que recibieron el don de profecía y sirvieron como profetisas (Exo. 15:20, Juec. 4:4; 2 Rey 22:14; Neh. 6:14). Y en los tiempos del NT también hubo mujeres en la iglesia que profetizaron (Luc. 2:36-37; Hech. 21:9).
Es posible que las mujeres
corintias argumentaran que cuando desempeñaban funciones espirituales, como
orar y profetizar, debían presentarse con la cabeza descubierta como lo hacían
los hombres (1 Cor. 11:4). Algunos también podrían haber razonado que la
libertad del Evangelio (ver Gál. 3:28) quitaba la obligación de observar
diversas señales de distinción entre los sexos. Pero Pablo demostró la falsedad
de ese razonamiento.
Descubierta. Gr. akatakáluptos, "sin velo",
"descubierta". La costumbre era que las mujeres se cubrieran la cabeza
con un velo como una prueba de que eran casadas, y también como una
demostración de pudor.
Afrenta. Antiguamente las mujeres no se presentaban en
público con la cabeza descubierta, por eso se habría considerado como una
deshonra para una mujer y para su esposo que se presentara públicamente sin un,
velo, especialmente al presidir un culto.
El hecho de que una mujer de
Corinto tomara parte en los servicios públicos de la iglesia con la cabeza
descubierta, daría la impresión; de que se comportaba desvergonzada e
indecorosamente por no llevar el adorno del pudor y la modestia (ver. 1 Tim. 2:9).
Parece que Pablo razonara que la mujer al eliminar el velo, emblema reconocido
de su sexo y de su posición, demostraba una falta de respeto por el esposo, el
padre, el sexo femenino en general, y por Cristo.
Rapado. El cabello corto en una mujer era a veces señal de
mala reputación; por lo tanto, una mujer de Corinto que tomara parte en los
servicios públicos de la iglesia con la cabeza descubierta, podría ser
considerada como si se hubiera colocado en el mismo nivel de una mujer vil,
quizá impúdica.
6. Que se corte también el cabello. Es difícil que
se trate de una orden literal. El significado parece ser: "También podría
cortarse el cabello". En otras palabras, si una mujer quería proceder como
un hombre, para ser consecuente debía cortarse el cabello como los hombres.
Pero esta conducta sería considerada como vergonzosa Por lo tanto, debía usar
el velo acostumbrado.
7. Imagen. Esta es una referencia a la condición en que fue
creado el hombre (Gén. 1:26-27). Si un hombre llevaba un velo puesto o se
cubría la cabeza de otra manera, hubiera sido una señal de servidumbre o
inferioridad. Habría sido inapropiado que se presentara así. Debía vestirse de
tal manera que no ocultara el hecho de que era el representante de Dios en la
tierra.
Gloria. Gr. dóxa, palabra que originalmente significaba
"opinión", "reputación", "reconocimiento".
Basados en el uso que se le da en la LXX, los comentadores del NT le han dado
el significado de "esplendor", "brillo",
"magnificencia" o "carácter", "atributos que se
manifiestan" (cf. com. Juan 1:14;
Rom. 3:23).
La expresión Gloria de Dios
parece significar aquí que el hombre tiene en si mismo una semejanza con el
esplendor, la grandeza y el carácter de Dios mientras administra los asuntos de
su esfera asignada, en armonía con los principios divinos. Se nos presenta
entonces una vislumbre de la excelsa responsabilidad a la cual Dios ha llamado
al hombre. Lo colocó como cabeza del mundo recién creado y le dio dominio sobre
"toda la tierra" (Gén. 1:26). De esa manera Dios quería por medio del
hombre revelar ante el universo su sabio, bondadoso y paternal cuidado, como
también su protección, su generosidad y su conducción (ver CM 33; PP 25-26).
Aun después de la caída del
hombre y de la pérdida de su
dominio, Dios continuó su plan de que el hombre tuviera la responsabilidad del
liderazgo en los asuntos del hogar (ver Gén. 3:16-, PP 41-43). No hay ninguna
indicación en la Biblia de que este orden de cosas haya sido cambiado alguna
vez desde ese tiempo; pero parece que algunas mujeres de la iglesia de Corinto
trataban de cambiarlo.
Gloria del varón. En el caso de la mujer sólo se
usa la palabra "gloria", y se omite la palabra "imagen"
aunque ambos fueron creados a la imagen de Dios (ver Gén. 1:27). Aquí se trata
de la relación de la mujer con el hombre y no de su relación con Dios. La
mujer, mediante su gozosa aceptación del plan de Dios para la familia humana,
refleja la gloria de su esposo, y por medio de él la gloria de Dios, quien ha
tomado una medida tan sabia para la humanidad (ver 1JT 412-413).
La mujer fue hecha del hombre:
hueso de sus huesos y carne de su
carne; por lo tanto, en cierto sentido todos los encantos de ella, su belleza y
pureza, reflejan la dignidad y el honor del hombre (ver Gén. 2:22-23), Si
entendemos correctamente a Pablo, esta relación debía mantenerse y ser
demostrada en la iglesia de Corinto, presentándose las mujeres en público con
la cabeza cubierta con el velo acostumbrado.
8. De la mujer. Dios creó primero a Adán y después a Eva, como una ayuda idónea para él (Gén. 2:20-23).
La creación de
Adán fue independiente, pero no así la de la mujer. Ella fue hecha del hombre,
y él la reconoció como una parte de sí mismo (Gén. 2:23). Parte de la gloria
del hombre es que la mujer fuera creada de su misma carne y huesos,
especialmente para él, no para que fuera independiente de él, no para que
tuviera autoridad sobre él, sino para que estuviera a su lado como una
"ayuda idónea".
9. Por causa del varón. Este versículo es paralelo al vers. 8; es una repetición de la verdad allí expuesta. El relato de la creación de Adán y Eva muestra que la mujer fue creada para ser el complemento del hombre; Adán sin Eva no tenía a nadie de su propia especie con quien conversar y con quien compartir todas las vicisitudes de su vida; por eso Dios satisfizo esa necesidad con la creación de la mujer. Ella fue hecha para la felicidad y consuelo del hombre.
No debía ser una esclava, sino una compañera no para que
fuera considerada de una categoría inferior, sino como amiga del hombre y su
consuelo en la vida; para que compartiera sus penas y aumentara sus gozos; sin
embargo, y especialmente después de la caída, también para que estuviera
subordinada a él (ver Gén 2:18-22; 3:16; Efe. 5:22-25, 33; 1 Ped. 3:5-7).
El esposo debe ser cabeza de la familia y el que gobierna en el hogar; la esposa debe ayudarle en sus deberes, consolarlo en sus aflicciones y compartir sus placeres.
El puesto de ella es
claramente honorable, y en algunos respectos más honorable debido a su
subordinación de dependencia tiene prioridad en su derecho al cuidado y a la
protección de su esposo.
10. Por lo cual. Es decir, debido al expreso
propósito de Dios en la creación de la mujer y su clara orden respecto al
puesto de ella en relación con su esposo, la mujer debería acceder a la
costumbre aceptada de que las mujeres llevaran un velo en público (ver Gén. 2:18;
3:16; 1Cor. 14:34; Efe. 5:22-24; 1 Tim. 2:11-12; Tito 2:5; 1 Ped. 3:1, 5-6).
Autoridad. Quizá se refiera a la señal de autoridad del esposo
-el velo- que usaban las mujeres como un reconocimiento público de su posición
bajo la autoridad de sus esposos. El aceptar con buena voluntad esta costumbre
era un privilegio honorable que indicaba que una mujer ocupaba un lugar de
respeto en la comunidad porque "pertenecía" a alguien, y tenía
derecho a pedir sostén y protección de aquel bajo cuya "autoridad"
vivía.
Por causa de los ángeles. Esta frase ha sido entendida de
diversas maneras. Entre las interpretaciones fantásticas están las siguientes:
(1) Que los ángeles representan a los ancianos u obispos que presiden en la
iglesia; (2) que los ángeles representan a los espías que se suponía que
estaban presentes en las reuniones de los cristianos, y que divulgarían
informes desfavorables si veían mujeres sin velo en tales reuniones; (3) que
los ángeles representan a ángeles malignos que serían tentados por la belleza
de las mujeres sin velo.
Pero la explicación más simple
parece ser que y Pablo se refería a los ángeles buenos que están presentes en
las reuniones religiosas Públicas, y ante los cuales las mujeres debieran
comportarse con el debido decoro. Los ángeles, que tienen una elevada
comprensión de la majestad y la grandeza de Dios, cubren su rostro con respeto
cuando pronuncian su nombre (ver OE 187).
Y cualquier manifestación de
irreverencia o de falta de respeto en las reuniones de culto cristiano no sólo
sería un insulto para el Creador, sino también una ofensa para los ángeles,
quienes se complacen en honrar a Dios y cumplir sus órdenes, reconociendo
alegremente la dignidad y la gloria del Señor (Sal. 103:20; cf. Isa. 6:2-3;
Apoc. 4:8).
Los seres humanos necesitan tener
un concepto mucho mayor de la santidad y de la grandeza de Dios; deben
dirigirse a él con reverencia y hacer todas las cosas estrictamente de acuerdo
con su voluntad revelada (ver Sal. 29:1-2) Si las mujeres tenían que obedecer
la costumbre de llevar la señal de su posición subordinada por temor de ofender
a los ángeles, ¿no debían temer mucho más ofender a Aquel ante quien están en
sujeción todos los seres y los ángeles?
11. Pero. En los vers. 11-12 Pablo se pone en guardia contra
una posible tergiversación de lo que ha dicho en los vers. 7-10. Debe evitarse
todo intento de los hombres de ensalzarse por encima de las mujeres y toda
inclinación de parte de las mujeres a considerarse en menos.
En la vida cristiana los
representantes de ambos sexos dependen mutuamente te entre sí. Al afirmar la
supremacía del hombre y la forma en que debía mostrarse, esa supremacía en el
culto público, Pablo no quería decir que el hombre es independiente de la
mujer. El hombre y la mujer se complementan mutuamente.
La iglesia no es una, iglesia
sólo de hombres, sino también de mujeres, y ambos son miembros de Aquel en
quien "no hay varón ni mujer" (Gál. 3:28).
El hombre y la mujer no están
aislados; ambos; están esencialmente juntos y dependen el uno del otro. Se cita
esa interdependencia mutua para que el hombre no asuma demasiada superioridad,
para que no considere que la mujer es sólo para su placer y la mire como a un
ser inferior que no tiene derecho al debido respeto.
En el Señor. Esta relación mutua de ambos sexos está en
concordancia con el designio la dirección del Señor. La intención y la orden de
Dios es que deben depender entre sí, y tener en cuenta y promover el bienestar
y la felicidad de ambos. Cada uno es indispensable para el bienestar del otro,
y este hecho debe ser reconocido en todas sus relaciones. El hombre no puede
existir sin la mujer, ni, mujer sin el hombre ambos son incompletos el uno sin
el otro. Esto debe ser suficiente para impedir que en el hombre se manifieste
un espíritu de jactancia.
12. Del varón. Una referencia al origen de la mujer, que fue
sacada del costado de hombre para que fuera su ayuda compañía, su igual (Gén.
2:18, 21-22). Antes de la fatal desobediencia a los mandatos de Dios, que
resultó en la degradación de toda la tierra, el plan, el plan de Dios era que
la mujer estuviera en completa igualdad con el hombre; pero el pecado hizo un
cambio de ese plan, y la mujer fue subordinada al hombre (ver Gén. 3:16; PP 26,
41-43).
De la mujer. Adán, el primer hombre, nació por un acto directo
de creación de Dios, en el cual la mujer no tuvo parte alguna; pero cada hombre
posterior ha dependido de la mujer para llegar al mundo, porque Dios escogió
este método para la reproducción de la raza humana. Este hecho debe hacer que el
hombre medite con respeto y reverencia en el proceso de la reproducción humana,
en el cual tanto el hombre como la mujer son empleados por Dios para traer a la
existencia a otro ser a quien el Señor puede prodigar su afecto, y que puede
llegar a ser contado entre los que reciban el don de la vida eterna (ver Gén.
1:28; 9:1, 7; Juan 3:16; 1 Juan 5:11; 2 Tim. 4:8).
De Dios. Todo lo que hay en el universo fue creado e ideado
por Dios, y existe porque él lo quiere (ver Isa. 43:7; Apoc. 4:11). El pecado
ha interferido con el plan original de Dios, y el hombre ha perdido la belleza
y la perfección de la forma y del carácter que recibió cuando fue creado (ver
Gén. 1:26-27; PP 49-50).
El plan de salvación tiene el
propósito de restaurar al hombre a su perfección original (Miq. 4:8; pp 54).
Como la mano de Dios está por encima de todo y él está llevando a cabo su
propósito en el mundo, los hombres y las mujeres deben dominar cualquier
tendencia a expresar quejas o disgustos por la forma como Dios ha dispuesto las
cosas.
La mujer, reconociendo la mano guiadora de Dios y admitiendo su sabiduría y su amor, estará contenta con la posición que le asignó Dios; y el hombre a su vez humildemente confesará que la actual condición imperfecta de las cosas en la tierra es resultado del pecado, y no asumirá ninguna actitud de falsa superioridad.
Ambos entenderán que Dios
ese origen de todas las cosas, de la existencia de la mujer que procedió del
hombre y del hombre por medio de la mujer. Esa aceptación inteligente y
voluntaria del plan ordenado por Dios, ayudará al esposo y a la esposa a
alcanzar ese ideal de unión indisoluble que está ilustrado por la unión de
Cristo con su iglesia (Gén. 2:24; Efe. 5:22-23).
13. Vosotros mismos. Después de tratar el Plan divino
acerca de la relación del hombre y la mujer en lo que concierne al liderazgo,
Pablo retoma la cuestión de si es correcto o incorrecto que la mujer tome parte
en el culto Público sin cubrirse, y exhorta a los creyentes a que consulten sus
propias convicciones íntimas, sin tener en cuenta ninguna autoridad externa que
podría influir en sus ideas.
Propio. Gr. prépon, "adecuado",
"correcto", "decoroso". Que las mujeres no estuvieran
cubiertas cuando participaban en un culto público no concordaba con la
solemnidad de ese momento. (Debían cubrirse aunque no hubiera sido por otra
razón que por ser la costumbre del país.) Tal actitud indecoroso habría
distraído la atención de los otros adoradores; además habría creado una
impresión equivocada en la mente de un pagano que pudiera estar presenciando el
servicio.
14. Naturaleza. El orden natural de las cosas, lo que generalmente es aceptado por los; seres humanos, la costumbre prevaleciente. En los días de Pablo la costumbre entre los hombres judíos, griegos y romanos era llevar el cabello corto.
Entre los israelitas se
consideraba como vergonzoso que un hombre tuviera el cabello largo, a menos que
hubiera hecho el voto de nazareo (Núm. 6:1-5; Juec. 13:5; 16:17; 1Sam. 1:11;
ver com. Núm. 6:2).
15. Honroso. Pablo razona que la naturaleza (ver com. vers. 14)
induce a la gente a reconocer que el cabello largo es un ornamento y adorno
para la mujer, y que el cabello corto es decoroso par el hombre.
Velo. Gr. peribolaion, literalmente "lo que es
echado alrededor". Pablo no quiere decir que la mujer de cabello largo
puede eliminar el velo. El vers. 6 muestra claramente que la mujer con pelo
largo también debía usar velo; pues si andaba sin velo era lo mismo que
cortarse el pelo. Pablo parece argumentar que el cabello largo es de por sí una
prueba de que el velo es adecuado.
16. Contencioso. Gr. filóneikos, "aficionado
a disputas". Después de todo lo dicho acerca del tema, era posible que
todavía hubiera alguien en la iglesia de Corinto que pensara que tenía derecho
a presentar objeciones contra la enseñanza de que las mujeres debían llevar
velo, y tratar de imponer su enseñanza en la iglesia en contra del consejo que
había dado Pablo.
Esta persona debía comprender que
Dios estaba guiando a su iglesia en conjunto; él no guía a individuos aislados;
por esta razón una opinión personal debe ceder ante la voz de la iglesia cuando
el conjunto de creyentes actúa de acuerdo con las instrucciones inspiradas del
Señor (ver TM 30, 754 476; 2JT 207-208; 4T 239, 256-257; 3JT 405-406).
Esto no elimina la necesidad de
estudiar e investigar la verdad en forma individual y privada; al contrario, se
insta a los creyentes a que escudriñen "las Escrituras" y que estén
preparados para dar testimonio de la verdad. Pero si alguien tiene una opinión
que no está en armonía con la Biblia, debe renunciar a ella pues no puede haber
luz en ninguna creencia o idea que está en conflicto con la Palabra de Dios
(ver Isa. 8:20; Juan 5:39; 2 Tim. 2:15).
Nosotros. Es decir, los apóstoles, los conductores de la
iglesia divinamente establecidos.
No tenemos tal costumbre. Los apóstoles no enseñaban ni
seguían la práctica de aprobar que se presentaran las mujeres sin usar velo en
el culto público.
El hecho de
que en las iglesias cristianas de otras partes las mujeres no participaban en
los servicios con la cabeza descubierta, debería haber sugerido a las mujeres
de Corinto lo que debían hacer.
No acceder a
la regla generalmente aceptada en las iglesias de otras partes habría sido un
motivo de incomprensión y ofensa. La opinión y la conducta de la generalidad de
los creyentes debían ser también respetadas por unos pocos empecinados miembros
de la iglesia de Corinto que no debían oponerse a ellas.
Este es un buen principio: uno o
unos pocos individuos no deben creer que sus ideas son superiores a la opinión
general de la iglesia en conjunto, y no tienen por qué tratar de suponer sus
ideas a la mayoría, sin tener en cuenta las enseñanzas de las Escrituras y la
práctica aceptada por la iglesia (ver Hech. 15:5-6, 22-29; 9T 260-261).
17. Esto. El pronombre se refiere a lo que viene a
continuación, a saber: la correcta conducta que se debe seguir en el sagrado
rito de la Cena del Señor.
No os alabo. En vista de su empecinamiento y a que no guardaban
el debido decoro en el culto, especialmente en cuanto a la manera en que
celebraban la Cena del Señor, Pablo no podía dirigirles palabras de alabanza.
Las contiendas dentro de la
iglesia indicaban que había un grupo que deseaba tener un grado de libertad
mayor que el permitido dentro de las disposiciones que Dios había dado a su
pueblo. La lucha para mantener una opinión personal, con frecuencia arraigada
en el orgullo, se parece al espíritu de Satanás, quien produjo una guerra en el
ciclo para tratar de demostrar que él estaba en lo correcto y Dios estaba
equivocado (ver Isa. 14:12-15; Apoc. 12:7-10).
No... para lo mejor. Las reuniones regulares de los
creyentes tienen el propósito de fomentar el crecimiento espiritual y de animar
a los que participan en la reunión, para que libren la batalla de la vida con
mayor fe y esperanza. Pero lejos de alabar su comportamiento y la forma en que
celebraban los ritos de la casa del Señor, el apóstol estimó necesario
reprenderlos. Primero afirmó categóricamente que las reuniones de ellos no
daban sino malos resultados; después prosiguió ampliando esa afirmación y
mostrando cómo habían permitido que algunas falsas prácticas despojaran al
servicio de la comunión de su santidad e inspiración.
18. Primer. Pablo ya había tratado de las divisiones y luchas
de la iglesia de Corinto que habían surgido debido a las diferenciase de creencias
y prácticas (cf. cap. 1:10-12) Ahora puede estarse refiriendo al hábito de
congregarse en grupos separados para celebrar la Cena del Señor. Esa separación
e fracciones era lo primero que debía ser reprobado. En los cap. 12 y 14, se
ocupa del segundo asunto que necesitaba corrección; a saber, una tergiversación
de la natural y el propósito de los diversos dones espirituales.
Iglesia. Gr. ekkl'sía, "reunión"; "asamblea"
(BJ). Ekkl'sía no significa un edificio, como sucede con frecuencia con la
palabra "iglesia", sino el conjunto de los miembros de la iglesia.
Oigo. Literalmente "estoy oyendo" u "oigo
de continuo". Sin duda Pablo recibía continuos informes, y sentía gran
preocupación por las iglesias que había contribuido á establecer, y todo lo que
perturbara su marcha regular era motivo de angustia para él (Ver Gál. 3:1;
4:19; cf. Fil. 1:7-8; Col. 1:24).
Divisiones. Gr. sjísma (ver coro. cap. 1:10). Faltaba el
espíritu de unidad y armonía debe prevalecer en las reuniones de los santos
(ver com. de "primer").
En parte. La crítica del comportamiento de los corintios en
este respecto fue usada un poco con estas palabras que Pablo los tenía en una
considerado elevada para dar pleno crédito a todos los informes que había
recibido en cuanto a su espíritu divisionista.
19. Disensiones. Gr. haréisis, que originalmente
significaba "selección", "elección"; después significó
"lo que es elegido", "opinión"; y posteriormente llegó a
significar un grupo de personas que sostenían una opinión particular, una
secta, un bando.
Quizá no se usa aquí en un mal
sentido, sino haciendo referencia a opiniones diversas. Cuando una cantidad de
personas de diversos orígenes se unen estrechamente en compañerismo cristiano,
es inevitable que haya diversos grados de apreciación de la verdad. Esos
diferentes grados de comprensión de los principios del Evangelio pueden dar
origen a discusiones; pero esas discusiones podrían tener efectos saludables y
no tienen por qué producir divisiones.
Se hagan manifiestos. La presencia en la iglesia de
Corinto de algunos que no estaban en armonía con el pensamiento de Cristo,
hacía inevitable que se manifestaran públicamente diferencias de creencia que
estimularían a los creyentes a un escudriñamiento ferviente en busca del
conocimiento de la voluntad de Dios; y a la vez haría que se descubriera a los
que se oponían a ser guiados por el Espíritu Santo (ver Luc. 2:34-35; 1 Juan 2:18-19).
De ese modo la presencia de diferencias doctrinales y de diversas opiniones
relativas a los métodos correctos de procedimiento eclesiástico, servían como
un medio para zarandear la iglesia y separar el tamo del trigo.
Los que son aprobados. Es decir, los que están
dispuestos a obedecer a Dios y a cooperar con él. Las divisiones dentro de la
iglesia tienen el efecto de mostrar quiénes son revoltosos, ambiciosos y están
descontentos, a los que no están dispuestos a ser guiados por el Espíritu
Santo, sino que procuran salirse con la suya; no están preparados para
abandonar sus propias opiniones en beneficio de la paz y la armonía de la
iglesia. Debe evitarse a los individuos de esa clase (ver com. Rom. 16:17).
Pero por otro lado existen los
que reconocen su propia pecaminosidad y no están dispuestos a confiar en sus
propias opiniones pues comprenden el peligro de ser influidos por los impulsos,
los deseos y las inclinaciones de la carne inconversa. Tales miembros de
iglesia manifiestan que están en favor de cumplir pacífica y alegremente con
todas las enseñanzas de Dios (ver Rom. 8:14; Gál. 5:16-17, 19-26). Durante los
acontecimientos que sacudirán al mundo poco antes de la terminación de la
historia de la tierra, cuando todos demostrarán de qué lado está su lealtad,
muchos cuya fidelidad a la verdad ha pasado casi inadvertida refulgirán
entonces como brillantes estrellas en una noche oscura (ver SC 63).
20. Os reunís. Es decir, para celebrar la Cena del Señor.
No es comer. Es decir, cualquiera que fuera la intención, no era
posible en esas circunstancias observar el sagrado servicio de la comunión. Se
reunían para una cena, no cabe duda, pero no era la Cena del Señor. Eso no se
debía a falta de recursos, sino a la ausencia de la atmósfera espiritual
necesaria y a la carencia de discernimiento espiritual que podían producir el
debido aprecio del significado del rito.
Los corintios no debían pensar que las prácticas que se permitían entre ellos en tales ocasiones correspondían con la celebración de la Cena del Señor.
La codicia, el egoísmo y la
intemperancia se oponen completamente al espíritu de Aquel que dejó los goces
del ciclo para dar todo lo que tenía por la salvación de los pecadores (ver 1
Cor. 11:21-22; Juan 3:16; Fil. 2:6-8).
Cena del Señor. Gr. kuriakón déipnon,
literalmente "cena señorial", que podría significar una cena
consagrada al Señor, o instituida por él, o ambas. Los primeros cristianos
tenían la costumbre de celebrar antes de la Cena del Señor lo que ellos
llamaban tina comida de camaradería cristiana o ágape. De ese modo el acto era
en su conjunto una conmemoración de la última cena pascual, en la cual Cristo
instituyó el rito de la Cena del Señor (Mat. 26:17-21, 26-28; 1 Cor. 11:23-26).
En la comida de camaradería cada
uno contribuía con algún alimento del cual todos disfrutaban en común con los
otros creyentes, para demostrar claramente el compañerismo de amor que había en
la iglesia cristiana, fraternidad que no conoce distinción alguna de casta ni
de clase, y que coloca a todos en un mismo nivel. Esa comida antes de la Cena
del Señor, mostraba que todos participaban de las bendiciones materiales y
espirituales que Dios derrama sobre su pueblo, y que no manifiesta favoritismo
con nadie. Esta costumbre continuó en la iglesia hasta fines del siglo IV,
cuando, debido al crecimiento de la iglesia y de sus congregaciones, resultó
necesario separar las comidas de camaradería de la Cena del Señor. Ver pp.
46-48.
21. Propia cena. A causa de las divisiones y
grupos que habían surgido dentro de la iglesia de Corinto, el espíritu de amor
y de comunión hermanable que caracteriza a todos los verdaderos seguidores de
Jesús, había desaparecido en cierto grado. Esta triste condición se revelaba en
la celebración del banquete que suponían que era la Cena del Señor, pues cada
participante traía su propio alimento y lo comía sin pensar en compartirlo con
otros. El rico tenía mucho para comer, y el pobre con frecuencia no tenía nada.
La cena que había sido instituida
para conmemorar la suprema demostración de amor se convirtió en un banquete
privado, un acto sin propósito ni significado, que cada uno podría haber
celebrado en su casa. Esta actitud desacreditó el sagrado rito de la Cena del
Señor. Los cismas de la iglesia en gran medida eran la causa de esa condición,
y es posible que los miembros de diferentes bandos comieran por separado debido
a su orgullo, negándose a humillarse practicando un compañerismo fraternal
alrededor de la mesa del Señor.
Hambre. El creyente pobre que confiaba en la caridad de sus
hermanos más afortunados, venía al banquete creyendo que se suplirían sus
necesidades, pero quedaba frustrado por el egoísmo y el impío orgullo de los
ricos.
Se embriaga. Gr. methúÇ, "estar embriagado". Esta
palabra se refiere definidamente al consumo excesivo de bebidas embriagantes
hasta el punto de perder el dominio propio. Pablo insinúa que los corintios
comían y bebían en exceso en esos festines, y como resultado, su falsa
celebración de la Cena del Señor se convertía en un rito burlesco.
Puede parecer sorprendente que
cristianos que vivieron en los días apostólicos y que habían sido instruidos
personalmente por Pablo, pervirtieran de tal manera la naturaleza y el
propósito de la Cena del Señor, hasta el punto de convertirla en una imitación
de sus antiguos festines paganos.
Sin embargo, debe recordarse que
hacía poco tiempo que los corintios habían abandonado el paganismo. Habían
celebrado largas fiestas en homenaje de sus falsos dioses, y les era
relativamente fácil imaginar que la Cena del Señor podía ser celebrada de una
manera similar. Las divisiones y luchas partidistas que socavaban su vida
espiritual oscurecían su discernimiento, y les era más fácil desvirtuar la
observancia de los ritos sagrados.
Esta experiencia de los creyentes
corintios demuestra que los cristianos principiantes necesitan una instrucción
cuidadosa y prolongada, liderazgo sabio y comprensivo, y supervisión hasta que
estén firmemente arraigados en las verdades fundamentales del Evangelio. La
transigencia con las creencias y prácticas no cristianas siempre produce un
alejamiento de la pureza y la sencillez del Evangelio (ver Deut. 7:1-4;
18:9-14; 2 Cor. 6:14-17).
22. ¿No tenéis casas? Si sólo se reunían para
participar del alimento y la bebida que traían individualmente, bien podrían comerlo
en sus propios hogares para no deshonrar la causa de Dios.
Menospreciáis. ¿Pensáis tan poco en la práctica general del
conjunto de los creyentes esparcidos por todas partes que ponéis a un lado los
principios para satisfacer el orgullo en vuestros bandos y para complacer,
vuestros apetitos egoístas?
No tienen nada. Es decir, los menesterosos, cuya
pobreza era más evidente por la forma despiadada en que muchos de los miembros
de iglesia procedían en los servicios de la comunión. El no ayudar a los pobres
en tales ocasiones no sólo destacabas desvalida condición de éstos, sino
también revelaba que a los que procedían de esa manera les faltaba por completo
la preparación necesaria para participar del rito de comunión.
Los creyentes habían perdido de vista
en: tal grado la sagrada y excelsa naturaleza de la Cena. del Señor, que
permitían que las rivalidades, la envidia, la glotonería, el orgullo y el
descuido de los pobres, ocuparan un lugar en su pensamiento y acciones; por
esto merecían el más severo reproche. Tal situación mostraba claramente que los
que así procedían estaban absolutamente desprovistos del espíritu de Jesús,
quien ama a todos por igual y tiene una tierna consideración Por los; miembros
desvalidos de su grey (ver Lev. 19:10; Sal. 41:1; 72:4; 132:15; Prov. 14:21;
Isa. 14:32; 58:7; Mat. 26:11; Luc. 147:13; Sant. 2:5).
Mostrar desprecio e ignorarlos
debido a que no disfrutan de las bendiciones materiales de la vida, son actos
que el Señor considera como maltratos; infligidos a él. Los que tratan de esta
manera a los pobres, muestran que están completamente equivocados en cuanto a
los principios del reino de Dios (ver Mat. 25:40-46; MB 32, 34-35,39, 42-45,
107-108, 221-222, 319-320, 327; SC 232-235). Socorrer a los pobres, los enfermos
y los ancianos es cristianismo práctico.
No os alabo. No importa cuánto lo deseara el apóstol, no había
una sola cosa que podía alabar en la forma como observaban el rito de comunión;
al contrario, había muchos, motivos para una censura incondicional. La situación exigía la exposición del
propósito de la Cena del Señor, que sigue en los vers. 23-30.
23. Recibí del Señor. Pablo no era uno de los que
estuvieron presentes cuando Cristo instituyó la Cena del Señor. Sin embargo,
había sido instruido en cuanto a ella, no sólo por otros apóstoles o por la
tradición, sino directamente por el mismo Salvador durante una de las
revelaciones que recibió de él (ver 2 Cor. 12:7; Gál. 1:12).
Enseñado. Pablo les había enseñado fielmente lo que Dios le
había revelado en cuanto a la forma en que debía ser observada la Cena del
Señor. En vista de la falta de percepción de la verdadera importancia del rito,
que producía los abusos mencionados, Pablo expuso las solemnes circunstancias
en que por primera vez fue observado por Jesús y sus discípulos en el aposento
alto de Jerusalén (Luc. 22:13-14).
Entregado. Literalmente "estaba siendo entregado"
Estaba en marcha el complot para que Cristo fuera entregado, pero aún no se
había consumado. En el momento cuando Jesús daba sus instrucciones en cuanto a
la observancia del rito que simbolizaba su muerte, sus enemigos estaban
poniendo en acción su plan para apoderarse de él. La solemnidad y el
sentimiento de la Santa Cena contrastaban muchísimo con la actitud descuidada y
petulante de los corintios en sus ágapes.
La noche cuando Cristo fue
traicionado pasó por la experiencia más amarga que pueda soportar el ser
humano. Ser perseguido y juzgado por enemigos declarados, son situaciones
difíciles de soportar, pero no causan a un corazón confiado la misma angustia
mental que propinan la traición y el abandono de parte de los amigos (ver Job
19:21; Sal. 38:11; Zac. 13:6; Juan 13:21, 26-27, 30; DTG 611).
Al recordar a la iglesia de
Corinto los sucesos de esa noche de sufrimiento, sin duda Pablo procuraba
imprimir en ellos un sentimiento de la solemne naturaleza del rito, para tratar
de enseñarles que era completamente equivocado que lo celebraran con
glotonería, embriaguez y orgullo exclusivista. Para apreciar el profundo
significado del rito es necesario meditar en los sucesos que se acumularon en
torno de su institución; y uno de esos acontecimientos cuya recordación tiene
el propósito de producir en la mente un sentimiento de simpatía por el Salvador
fue el ser traicionado por uno que decía ser su amigo (ver Sal. 41:9).
Tomó pan. El pan que había sido preparado para la cena
pascual (ver com. Mat. 26:26).
24. Habiendo dado gracias. Gr. eujaristeÇ, "dar
gracias", de donde deriva "eucaristía". El término
"eucaristía" lo aplican algunos teólogos a la Cena del Señor como un
sacrificio de agradecimiento por todas las bendiciones de Dios.
Algunos de los padres de la iglesia del siglo II aplicaron la palabra al pan y al vino usados en el rito.
En el relato de la institución del rito que presenta Marcos, se usa el vocablo
eulogéÇ, "alabar" o "bendecir"; en Mateo la evidencia
textual establece (cf. p. 10) la variante eulogéÇ; pero en Lucas, como aquí, se
emplea eujaristéÇ (ver Mat. 26:26; Mar. 14:22; Luc. 22:19). Ambas palabras
tienen un significado similar, y en el contexto dan la idea de consagrar el pan
mediante un agradecido reconocimiento de la misericordia y del amor de Dios.
Partió. Cristo partió lo que desde allí en adelante
"hasta que él venga" (vers. 26) sería el símbolo misterioso de todo
lo que significan para la raza humana sus sufrimientos expiatorios. El acto de partir el pan significaba, en
primer lugar, los sufrimientos que él estaba a punto de soportar por nosotros.
Esto es mi cuerpo. En cuanto al significado de esta
metáfora, ver com. Mat. 26:26. El significado espiritual del acto de participar
del pan partido, debe entenderse teniendo en cuenta el antecedente del estado
original de perfección del hombre, su caída y su redención mediante Jesucristo.
Originalmente el hombre fue
creado a la imagen de Dios, tanto en apariencia como en carácter. Sus
pensamientos estaban en armonía con los pensamientos de Dios (ver Gén. 1:26-27;
PP 25); mantenía una franca comunión con Dios y con los ángeles, y era
sustentado por el fruto del árbol de la vida (ver Gén. 2:15-16; PP 28, 31-32); pero
cuando pecó, todo cambió.
Perdió el privilegio de una
abierta comunión con Dios, y en vez de estar en armonía con el pensamiento
divino, se pervirtieron sus pensamientos y el temor ocupó el lugar del amor (ver
Gén. 3:8,10,12; Isa. 59:2; Jer. 17:9). El hombre, abandonado a sí mismo, no
podía hallar el camino de regreso a Dios y a la felicidad; no podía escapar de
las garras de Satanás, y estaba condenado a perecer eternamente (ver Jer. 13:23;
PP 46). Entonces Dios, en su incomprensible misericordia, se reveló al hombre
en la persona de su Hijo, e hizo posible la restauración de su imagen en el
hombre (ver Sal. 2:7,12; 40:7; Juan 14:9-11; 2 Cor. 5:19).
El Padre ha elegido en su
sabiduría hablar a la humanidad mediante su Hijo. Por lo tanto, el Hijo es
llamado el Verbo de Dios (ver. Juan 1:1-3, 14; DTG 11, 13-14). Los creyentes
mantienen su comunión con el cielo y pueden vivir espiritualmente, mediante el
estudio y la asimilación de la Palabra de Dios. Esta asimilación de sus
palabras es descrita por Jesús como el hecho de comer su cuerpo y beber su
sangre (ver Juan 6:47-48, 51, 54-58, 63; DTG 615-616).
El pan partido en la cena de la
comunión significa la admirable verdad de que así como el hombre obtiene su
vida física de Dios, el cual es la fuente de la vida, así también el pecador
arrepentido obtiene vida espiritual de Jesús, el Verbo de Dios. El poder y la
gracia de Dios proporcionan alimento material a todos los hombres.
El alimento físico que es
ingerido se transforma, por el proceso de la digestión y del metabolismo, en
los tejidos del sistema nervioso, muscular, óseo, etc., y llega a ser parte del
hombre; por lo tanto, el hombre es materialmente lo que come.
De la misma manera, el que por
medio del estudio hace penetrar en su mente la Palabra de Dios y coloca su vida
en conformidad con ella mediante el poder de Dios, se transforma de rebelde que
vive oponiéndose a Dios y a lo que es mejor para sí mismo, en un amante y obediente
hijo de Dios, cuyo único propósito en la vida es reflejar la imagen de su
Creador (ver DTG 615-616). El hombre
puede experimentar esta preciosa experiencia únicamente mediante el
quebrantamiento del cuerpo de Jesús.
Es partido. La evidencia textual (cf. p. 10) favorece la
omisión de este verbo. Esta construcción truncada ha sido evidentemente
responsable de numerosas variantes, entre éstas, "se da" (BJ),
"es partido" (RVR), "entregado a muerte" (DHH), "que
se da por vosotros" (NC).
En memoria de mí. Estas palabras muestran que
estaría ausente cuando sus discípulos participaran después de esta cena. Dios
había ordenado a los hebreos sacrificar animales para impresionar a los hombres
con la horrible naturaleza de la desobediencia. Esos sacrificios no podían
cambiar el carácter del pecador que ofrecía el sacrificio, pero sí señalarle al
Redentor venidero, quien con su propio cuerpo haría el gran sacrificio por el
cual el hombre podría reconciliarse con Dios.
La Cena del Señor, que sustituyó
el recordativo pascual de la liberación de Egipto, fue dada no como un
sacrificio, sino para recordar al creyente en forma vívida todo lo que había
sido ganado para él mediante el único gran sacrificio hecho por el Hijo de Dios
para toda la familia humana (ver Heb. 9:25-28; 10:3-12,14).
El sacrificio de Cristo fue perfecto; por lo tanto, sólo podía ser ofrecido una vez.
Pero para que fuera
eficaz para todos los que buscaran el perdón de sus pecados por medio de él,
Jesús se convirtió en el gran sumo sacerdote del hombre en el cielo después de
su ascensión, para presentar allí "hasta que él venga" los méritos
del sacrificio de su propio cuerpo quebrantado en favor del pecador arrepentido
(1 Cor. 11:26; Heb. 4:14-16; 7:24-25; 8:1, 6; 9:11-12, 14,24). Mientras el Salvador
ministra en favor de nosotros en el ciclo, presentando ante el Padre los
méritos de su sacrificio, exhorta a los suyos en la tierra a que observen el
rito que mantiene delante de ellos el misterio de la expiación.
25. Asimismo. Es decir, con la misma solemnidad y el mismo
propósito, y para enseñar la misma gran verdad. Estas palabras también indican
que el Señor dio gracias antes de invitar a los discípulos a que bebieran el "fruto
de la vid" (ver Mat. 26:27; Mar. 14:23; Luc. 22:17).
Después de haber cenado. Es imposible determinar en qué
punto del ritual de la pascua fue introducido el nuevo rito (ver com. Juan 13:2). Debía ser un rito completamente
nuevo, no una continuación de la fiesta pascual, cuyo significado terminó
cuando murió Cristo.
Esta copa. Una sinécdoque, figura de lenguaje en la cual el
continente se toma por el contenido. La copa contenía el vino pascual
"exento de toda fermentación" (DTG 609; ver com. Mat. 26:27).
Pacto. Gr. diathék', "pacto",
"convenio", "acuerdo". Se refiere al pacto o acuerdo que
Dios ha hecho con el hombre, por medio del cual y en virtud de la
reconciliación hecha por la muerte expiatorio de Cristo, Dios daría vida eterna
a todo el que cree en Cristo (ver Juan 3:16,36; 5:24; 1 Juan 5:12).
Es evidente que este convenio
para la salvación del hombre estaba en vigencia antes de que Jesús viniera a la
tierra, pues Abrahán, entre otros, fue salvado por su fe en el Redentor
prometido (Rom. 4:3, 16-22; Heb. 11:39-40). ¿Cómo podía, pues, ser llamado
"nuevo" pacto? En cuanto al tiempo no era nuevo, pero sí en cuanto al
momento de su ratificación por la sangre de Cristo. En cuanto a la relación
entre el antiguo y el nuevo pacto, ver com. Eze. 16:60.
En mi sangre. En los días del AT se acostumbraba ratificar o
sellar los convenios acordados entre dos partes mediante el sacrificio de un
animal. En algunos casos el animal era cortado en pedazos, y los pactantes
caminaban entre los trozos del animal para demostrar su voto de fidelidad a los
términos del pacto (Gén. 15:9-18; Jer. 34:18-19).
El antiguo pacto entre Dios e
Israel fue confirmado con la sangre de animales (Exo. 24:3-8). El nuevo pacto
entre Dios y el hombre, basado enteramente en las promesas de Dios, fue
ratificado con la sangre de Jesús (ver Heb. 10:12,14,16,20; PP 387). El pecador
que se arrepiente y acepta el plan divino para su redención, entra de ese modo
en el nuevo pacto y, además, testifica de su agradecida aceptación de ese plan
bebiendo el jugo de la vid, de la comunión, que simboliza la sangre de Cristo quien
ratificó el pacto.
Todas las veces. Dios estableció definidamente el
tiempo y la frecuencia para la celebración de la pascua (Exo. 12:1-20), sin
embargo no lo hizo así para la Cena del Señor. La frecuencia de su celebración
queda a elección de los creyentes. Pero es natural pensar que los que aman al
Señor y comprenden su gran necesidad de él, se sentirán contentos de participar
con frecuencia del rito.
En memoria de mí. Es esencial que la gran realidad
del Calvario, con todo lo que ella significa, nunca esté ausente del
pensamiento de todos los que valoran la vida eterna. El estudio de la ciencia
de la salvación ocupará la atención de los redimidos a través de toda la
eternidad. Los verdaderos cristianos tendrán el deseo de meditar mucho en este
tema inagotable mientras esperan que su Señor regrese. (ver Ed 122; DTG 613).
26. Todas las veces. Ver coro. vers. 25.
Anunciáis. Gr. kataggéllÇ, "proclamar",
"declarar". Cuando los cristianos participan en el rito de la Cena
del Señor, proclaman al mundo su fe en la obra expiatorio de Cristo y también
de su segunda venida. Las palabras del Salvador "aquel día en que lo beba
nuevo con vosotros en el reino de mi Padre" (Mat. 26:29), animan a sus
seguidores a anticipar, en medio de sus pruebas y penalidades, el día glorioso
cuando él regresará para llevar a los suyos lejos de este mundo de pecado, a la
morada de eterna paz y felicidad (ver DTG 613).
Esta declaración en cuanto a
anunciar o proclamar la muerte del Señor, sugiere que el rito no debe
practicarse en secreto. Su celebración
pública con frecuencia causa una profunda impresión en los que lo contemplan.
Según este versículo, es evidente
que todos los creyentes deben comer del pan y beber del jugo de la vid en el
servicio de la comunión. Ninguno de estos dos emblemas es exclusivo del que
oficia. Los creyentes, al participar de los símbolos -el pan y el jugo de uva-,
declaran su fe en la plena reconciliación efectuada mediante el cuerpo
quebrantado y la sangre derramada de Cristo, y en su regreso a este mundo para
llevar a su pueblo consigo (Juan 14: 1-3).
Todos los creyentes deben
observar el rito mientras dure el tiempo. Su observancia sólo cesará cuando
todos los creyentes vean a Jesús cara a cara. Entonces no habrá necesidad de
nada que nos traga recordar al Salvador porque lo veremos como él es (1Juan
3:2; Apoc. 22:4).
Así como los sacrificios
ofrecidos en el tabernáculo en los días de Moisés y posteriormente en el templo
de Jerusalén, representaron la muerte de Jesús a lo largo de los siglos hasta
que vino la primera vez, así también la celebración de la Cena del Señor
declara que él ha pagado el precio del castigo de los pecados de la humanidad,
y continuará declarándolo "hasta que él venga" por segunda vez.
27. De manera que. Es decir, en vista de lo que ha
sido dicho acerca del propósito de la Cena del Señor.
Indignamente. O sin la debida reverencia hacia el Señor, cuyos
sufrimientos y sacrificio están siendo conmemorados. Podría decirse que la indignidad consiste en
una conducta indecoroso (cf. vers. 21) o en falta de una fe vital y activa en
el sacrificio expiatorio de Cristo.
Culpado. El que no aprecia la incalculable deuda que tiene
con el Salvador y trata con indiferencia el rito instituido para mantener
vívidamente en el pensamiento de los creyentes la muerte de Cristo, es culpable
de falta de respeto hacia el Señor. Esta actitud se parece a la de los que
condenaron y crucificaron al Señor. El que manifiesta tal actitud en la Cena
del Señor, podría ser considerado como que rechaza a su Señor y, por lo tanto,
comparte la culpa de los que le dieron muerte.
28. Pruébese cada uno a sí mismo. El creyente
debe, antes de participar en la Cena del Señor, repasar con oración y cuidado
su vida cristiana, y sentirse seguro de que está preparado para recibir las
bendiciones que proporciona la participación en este rito a todos los que están
en una relación correcta con Dios.
Debe preguntarse si cada día experimenta la muerte al pecado y el nuevo nacimiento al Señor, si está triunfando en la batalla contra los pecados que lo acosan y si es correcto su proceder para con los demás.
Deben examinarse las palabras, los pensamientos y hechos,
y también los hábitos de devoción personal; sin duda, todo lo que influya en el
progreso hacia la adquisición de un carácter que refleje la imagen de Jesús
(ver 2 Cor. 13:5; Gál. 6:4).
Así como el examen propio y el
apartarse de todo lo que es contrario a la mente de Dios es un ejercicio en el
cual debe ocuparse cada día el cristiano (ver Luc. 9:23; 1Cor. 15:31; OE
286-288), de la misma manera la Cena del Señor representa una ocasión especial
para la declaración pública de las nuevas resoluciones. En cuanto a la función
del rito del lavamiento de los pies para ayudar al creyente a fin de que
alcance la requerida experiencia de la preparación, ver com. Juan 13:4-17.
Así. Después de hacer un cuidadoso examen de su vida en
relación con Dios, acérquese el creyente a la mesa del Señor con gozosa
gratitud por todo lo que el Salvador crucificado significa para él.
29. Indignamente. La evidencia textual (cf. p. 10)
se inclina por la omisión de esta palabra. Si se omite, el sentido del pasaje
es: "pues quien come y bebe juicio para sí come y bebe, no discerniendo el
cuerpo". La evidencia textual también se inclina por la omisión de la
frase "del Señor".
Sin discernir. Gr.
diakrínÇ "distinguir", "discriminar". El significado podría
ser que los corintios no distinguían entre una comida común y los emblemas
consagrados del rito, que no hacían diferencia entre su alimento cotidiano y el
que había sido puesto aparte para recordarles la muerte expiatorio de Cristo.
Hay una gran diferencia entre los
recordativos de sucesos comunes de la historia y el recordativo de la
transacción mediante la cual se hizo posible que el pecador fuera restaurado al
favor divino.
Los creyentes no deben considerar
este rito sólo como una ceremonia conmemorativa de un suceso histórico. Es
esto, y mucho más; es un recordativo de lo que el pecado le costó a Dios y de
lo que el hombre le debe al Salvador. Es también un medio de mantener vivo en
la mente el deber del creyente de dar testimonio público de su fe en la muerte
expiatorio del Hijo de Dios (ver DTG 612).
Juicio. Gr. kríma, "juicio"; "castigo" (BJ); "condenación" (BC, NC). No necesariamente el castigo final de los impíos.
Cuando uno participa indignamente de la Cena del Señor, se expone
al desagrado de Dios y a un castigo como el que se menciona en los vers. 30 y
32.
30. Enfermos y debilitados. Los comentadores generalmente
creen que estos adjetivos describen enfermedades y sufrimientos físicos. Podría
ser que la intemperancia y la glotonería, más los ágapes que precedían al rito
en Corinto, eran factores que contribuían a la enfermedad de que aquí se habla.
El pecado es desobediencia, y produce sufrimiento y muerte.
Duermen. Gr. koimáomai, verbo que con frecuencia se usa en las Escrituras para significar la muerte (Juan 11:11-12; Hech. 7:60; 1 Cor. 7:39; 15:51; 1 Tes. 4:13-15).
La embriaguez y la glotonería traen sus
consecuencias, que son enfermedad y muerte. La intemperancia pagana manifestada
por los creyentes corintios en sus ágapes puede haber sido de tal naturaleza
que merecía este escarmiento; pero es también aplicable a todos los casos en
donde se cometen excesos semejantes.
Sin embargo, ésta no es la única
aplicación de esta afirmación; no se la puede separar del tema de la
observancia descuidada de la Cena del Señor. El que por su conducta descuidada
durante el rito muestra falta de respeto por los sufrimientos de Cristo, pierde
las bendiciones que Dios quiere que reciba. Está propenso a ser descuidado con
respecto a otras órdenes de Dios, atrayéndose sobre sí mismo enfermedades,
sufrimientos y aun la misma muerte.
31. Examinásemos. Gr. diakrínÇ,
"discernir", "discriminar". DiakrínÇ se traduce como
"discernir" en el vers. 29; significa autoexamen, diagnóstico de
nuestra propia condición moral a la luz de una norma de Dios. Si los creyentes
examinaran estrictamente sus propias actitudes y su conducta, y tomaran parte
en el rito con la debida reverencia, no caerían bajo la condenación de Dios.
No seríamos juzgados. Es decir, por Dios. El caso de
los creyentes corintios está registrado para nuestra instrucción. Si los
cristianos recordaran este caso de la primitiva iglesia de Corinto y fueran
fieles en el examen de sus pensamientos, sentimientos y motivos, obtendrían una
bendición mucho al participar del rito y evitarían atraerse el desagrado de
Dios.
32. Juzgados. Los sufrimientos que el Señor permitió que sobrevinieran a los corintios debido a la forma descuidada en que celebraban el rito, fue una manera misericordiosa de tratar sus faltas. La disciplina tenía el propósito de salvarlos para que no continuaran en esa transgresión. Es mejor que seamos "castigados por el Señor" en esta vida para ser inducidos a cambiar nuestra forma de proceder, de una conducta que no está de acuerdo con la voluntad divina a otra que Dios aprueba, antes que continuar en el pecado y perdernos eternamente (ver 1 Cor. 5:5; 1 Tim. 1:20).
El sufrimiento da como
resultado la depuración y purificación de la vida del verdadero creyente (ver
Heb. 12:5-11).
Condenados con el mundo. Se refiere al juicio condenatorio
final el cual no será pospuesto. "Mundo" comprende a todos los que se
niegan a arrepentirse de sus pecados, humillarse ante Dios y aceptar a Jesús
como su Salvador. Son hallados dignos de la muerte eterna (ver Sal. 34:16; Eze.
18:24; Mal. 4:12; 2 Tes. 1:8-9).
33. Esperaos. Existen dos opiniones acerca de este versículo, y
ambas parecen ser apropiadas. Algunos comentadores piensan que se refiere al
debido comportamiento en los ágapes que precedían a la Cena del Señor (ver pp.
46-48) en la iglesia de Corinto. Otros opinan que se refiere estrictamente al
rito mismo. En ambos casos la amonestación es contra el desorden y el egoísmo
que habían prevalecido.
Algunos se habían embriagado;
otros habían descuidado a los pobres. Todo esto era contrario al espíritu de
Cristo (cf. vers. 21-22). Dios exige orden y un espíritu celestial en todo lo
que tiene que ver con su culto (cap. 14:33,40).
En el servicio más solemne de la
iglesia -la Cena del Señor- no debe haber ni la más mínima apariencia de
orgullo, egoísmo, glotonería o intemperancia; los pensamientos deben
concentrarse en Cristo y su sacrificio, y no permitir que hallen lugar los
pensamientos o actos impulsados por el corazón natural.
34. Hambre. Se refiere al deseo físico, natural de alimento, y
no al anhelo espiritual del pan de vida. La Cena del Señor no tiene el
propósito de ser una ocasión para que las personas satisfagan su hambre
natural. Su propósito es ser un recordativo del más grande y más solemne
acontecimiento del mundo, y no un banquete. Si todos los creyentes obedecieran
cuidadosamente las instrucciones acerca de la observancia de la Cena del Señor
que se dan en este capítulo, sería un servicio lleno de consuelo y de gozo
elevador y santo (ver DTG 615-616).
Las demás. Indudablemente había otros asuntos acerca de los
cuales habían hecho preguntas los creyentes de Corinto, preguntas que Pablo
creía que podría tratar mejor cuando los visitara. Esta afirmación muestra que
tenía el plan de visitar nuevamente a Corinto, lo que hizo después, pero no
antes de que les escribiera otra epístola (ver pp. 105-107, 818).
Este capítulo destaca la
necesidad de tener sumo cuidado en todo lo que se relaciona con el culto de
Dios. Los adoradores deben acercarse a él con conciencias y motivos puros, y
con el propósito de glorificarlo y recibir la bendición que él está listo a
darles (ver Sal. 24:3-5; 29:2; 95:2-3, 6; 100:4; Juan 4:23-24). 6CBA
COMENTARIOS DE EGW
1. PP 778. Antes que
terminara la guerra con los amonitas, David regresó a Jerusalén, dejando la dirección
del ejército a Joab. Los sirios ya se habían sometido a Israel, y la completa
caída de los amonitas parecía segura. David se veía rodeado de los frutos de la
victoria y de los honores de su gobierno sabio y hábil. Fue entonces, mientras
vivía en holgura y desprevenido, cuando el tentador aprovechó la oportunidad de
ocupar su mente. El hecho de que Dios había admitido a David en una relación
tan estrecha consigo, y había manifestado tanto favor hacia David, debiera
haber sido para él el mayor de los incentivos para conservar inmaculado su
carácter. Pero cuando él estaba cómodos tranquilo y seguro de si mismo, se
separó de Dios, cedió a las tentaciones de Satanás, y atrajo sobre su alma la
mancha de la culpabilidad. El hombre designado por el Cielo como caudillo de la
nación, el escogido por Dios para ejecutar su ley, violó sus preceptos. Por sus
actos el que debía castigar a los malhechores, les fortaleció las manos.
En medio de los peligros de su
juventud, David, consciente de su integridad, podía confiar su caso a Dios. La
mano del Señor le había guiado y hecho pasar sano y salvo por infinidad 777 de
trampas tendidas para sus pies. Pero ahora, culpable y sin arrepentimiento, no
pidió ayuda ni dirección al Cielo, sino que buscó la manera de desenredarse de
los peligros en que el pecado le había envuelto. Betsabé, cuya hermosura fatal
había resultado ser una trampa para el rey, era la esposa de Urías el heteo,
uno de los oficiales más valientes y más fieles de David. Nadie podía prever
cuál seria el resultado si se llegase a descubrir el crimen. La ley de Dios
declaraba al adúltero culpable de la pena de muerte, y el soldado de espíritu
orgulloso, tan vergonzosamente agraviado, podría vengarse quitándole la vida al
rey, o incitando a la nación a la revuelta.
Todo esfuerzo de David para
ocultar su culpabilidad resulto fútil. Se había entregado al poder de Satanás;
el peligro le rodeaba; la deshonra, que es más amarga que la muerte, le
esperaba. No había sino una manera de escapar, y en su desesperación se
apresuró a agregar un asesinato a su adulterio. El que había logrado la
destrucción de Saúl, trataba ahora de llevar a David también a la ruina. Aunque
las tentaciones eran distintas, ambas se asemejaban en cuanto a conducir a la transgresión
de la ley de Dios. David pensó que si Urías era muerto por la mano de los
enemigos en el campo de batalla, la culpa de su muerte no podría atribuirse a
las maquinaciones del rey; Betsabé quedaría libre para ser la esposa de David
las sospechas se eludirían y se mantendría el honor real.
Urías fue hecho portador de su
propia sentencia de muerte. El rey envió por su medio una carta a Joab, en la
cual ordenaba: "Poned a Urias delante de la fuerza de la batalla, y
desamparadle, para que sea herido y muera." (Véase 2 Samuel 11,12.) Joab,
ya manchado con la culpa de un asesinato protervo, no vaciló en obedecer las
instrucciones del rey, y Urías cayó herido por la espada de los hijos de Ammón.
Hasta entonces la foja de
servicios de David como soberano había sido tal que pocos monarcas la tuvieron
jamás igual. Se nos dice que "hacía David derecho y justicia a todo su
pueblo." (2 Sam. 8:15.) Su integridad le había ganado la, confianza y 778
la lealtad de toda la nación. Pero cuando se apartó de Dios y cedió al maligno,
se hizo, por el momento, agente de Satanás; sin embargo, conservaba el puesto y
la autoridad que Dios le había dado, y a causa de esto exigía ser obedecido en
cosas que hacían peligrar el alma del que las hiciera. Y Joab, más leal al rey
que a Dios, violó la ley de Dios por orden del rey.
El poder de David
le había sido dado por Dios, pero para que lo ejercitara solamente en armonía
con la ley divina. Cuando ordenó algo que era contrario a la ley de Dios, el
obedecerle se hizo pecado. "Las [potestades] que son, de Dios son
ordenadas" (Rom. 13:1), pero no debemos obedecerlas en contradicción a la
ley de Dios. El Apóstol Pablo, escribiendo a los corintios, fija el principio
que, ha de guiarnos. Dice: "Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo. (1
Cor. 11:1).
3. DTG 382. CUÁN DÉBIL PARECÍA LA IGLESIA CUANDO CRISTO PRONUNCIÓ ESTAS PALABRAS. Se componía apenas
de un puñado de creyentes contra quienes se dirigía todo el poder de los
demonios y de los hombres malos; sin embargo, los discípulos de Cristo no
debían temer. Edificados sobre la Roca de su fortaleza, no podían ser
derribados.
DURANTE SEIS MIL
AÑOS, LA FE HA EDIFICADO SOBRE CRISTO. Durante seis mil años, las
tempestades y los embates de la ira 382 satánica han azotado la Roca de nuestra
salvación; pero ella sigue inconmovible.
PEDRO HABÍA
EXPRESADO LA VERDAD QUE ES EL FUNDAMENTO DE LA FE DE LA IGLESIA, y Jesús le
honró como representante de todo el cuerpo de los creyentes. Dijo: "A
ti daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que ligares en la tierra
será ligado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado
en los cielos."
"LAS LLAVES DEL REINO DE LOS CIELOS" SON LAS PALABRAS DE
CRISTO. Todas las palabras de la Santa Escritura son suyas y están incluidas en
esa frase. Esas palabras tienen poder para abrir y cerrar el cielo. Declaran
las condiciones bajo las cuales los hombres son recibidos o rechazados. Así la
obra de aquellos que predican la Palabra de Dios tiene sabor de vida para vida
o de muerte para muerte. La suya es una misión cargada de resultados eternos.
EL SALVADOR NO
CONFIÓ LA OBRA DEL EVANGELIO A PEDRO INDIVIDUALMENTE. En una ocasión
ulterior, repitiendo las palabras que fueron dichas a Pedro, las aplicó
directamente a la iglesia. Y lo mismo fue dicho en substancia también a los
doce como representantes del cuerpo de creyentes. Si Jesús hubiese delegado en
uno de los discípulos alguna autoridad especial sobre los demás, no los
encontraríamos contendiendo con tanta frecuencia acerca de quién sería el
mayor. Se habrían sometido al deseo de su Maestro y habrían honrado a aquel a
quien él hubiese elegido.
En vez de nombrar a
uno como su cabeza, Cristo dijo de los discípulos: "No queráis ser
llamados Rabbí;" "ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro
Maestro, el Cristo." (Mateo 23:8,10). "Cristo es la cabeza de todo
varón." Dios, quien puso todas las cosas bajo los pies del Salvador,
"diólo por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su
cuerpo, la plenitud de Aquel que hinche todas las cosas en todos.' (1 Corintios
11:3; Efesios 1:22,23).
LA IGLESIA ESTÁ
EDIFICADA SOBRE CRISTO COMO SU FUNDAMENTO; ha de obedecer a Cristo como su
cabeza. No debe depender del hombre, ni ser regida por el hombre. Muchos
sostienen que una posición de confianza en la iglesia les da autoridad para
dictar lo que otros hombres deben creer y hacer. Dios no sanciona esta
pretensión. El Salvador declara: "Todos vosotros sois hermanos.' Todos 383
están expuestos a la tentación y pueden errar. No podemos depender de ningún
ser finito para ser guiados.
LA ROCA DE LA FE ES
LA PRESENCIA VIVA DE CRISTO EN LA IGLESIA. De ella puede depender el más débil,
y los que se creen los más fuertes resultarán los más débiles, a menos que
hagan de Cristo su eficiencia. "Maldito el varón que confía en el
hombre, y pone carne por su brazo." El Señor "es la Roca,
cuya obra es perfecta." "Bienaventurados todos los que en él
confían.' (Jeremías 17:5; Deuteronomio 32:4; Salmos 2:12).
23-26. DTG 608. EL SEÑOR JESÚS, la noche que fue
entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed:
esto es mi cuerpo que por vosotros es partido: haced esto en memoria de mí.
Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es
el nuevo pacto en mi sangre: haced esto todas las veces que bebierais, en
memoria de mí. Porque todas las veces que comiereis este pan, y bebierais esta
copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que venga." (1 Corintios
11:23-26).
CRISTO SE HALLABA
EN EL PUNTO DE TRANSICIÓN ENTRE DOS SISTEMAS Y SUS DOS GRANDES FIESTAS
RESPECTIVAS. El, el Cordero inmaculado de Dios, estaba por presentarse como ofrenda
por el pecado, y así acabaría con el sistema de figuras y ceremonias que
durante cuatro mil años había anunciado su muerte. Mientras comía la pascua con
sus discípulos, instituyó en su lugar el rito que había de conmemorar su gran
sacrificio. La fiesta nacional de los judíos iba a desaparecer para siempre. El
servicio que Cristo establecía había de ser observado por sus discípulos en
todos los países y a través de todos los siglos.
LA PASCUA fue ordenada
como conmemoración del libramiento de Israel de la servidumbre egipcia. Dios
había indicado que, año tras año, cuando los hijos preguntasen el significado
de este rito, se les repitiese la historia. Así había de mantenerse fresca en
la memoria de todos aquella maravillosa liberación.
EL RITO DE LA CENA
DEL SEÑOR fue dado para conmemorar la gran liberación obrada como resultado
de la muerte de Cristo. Este rito ha de celebrarse hasta que él venga por
segunda vez con poder y gloria. Es el medio por el cual ha de mantenerse fresco
en nuestra mente el recuerdo de su gran obra en favor nuestro.
27-29,26. DTG 612. EL EJEMPLO DE CRISTO PROHÍBE LA EXCLUSIVIDAD EN LA CENA DEL SEÑOR. Es verdad que el pecado abierto excluye a los culpables. Esto lo enseña
claramente el Espíritu Santo. (1 Corintios 5:11). Pero, fuera de esto, nadie ha
de pronunciar juicio. Dios no ha dejado a los hombres el decir quiénes se han
de presentar en estas ocasiones.
Porque ¿Quién puede leer el corazón? ¿Quién puede distinguir
la cizaña del trigo? "Por tanto,
pruébese cada uno a sí mismo, y coma así de aquel pan, y beba de aquella
copa." Porque "cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa
del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor."
"El que come y bebe indignamente, juicio come y bebe para sí, no
discerniendo el cuerpo del Señor." (1 Corintios 11:28, 27,29).
CUANDO LOS CREYENTES
SE CONGREGAN PARA CELEBRAR LOS RITOS, están presentes mensajeros invisibles
para los ojos humanos. Puede haber un Judas en el grupo, y en tal caso hay allí
mensajeros del príncipe de las tinieblas, porque ellos acompañan a todos los
que se niegan a ser dirigidos por el Espíritu Santo. Los ángeles celestiales
están también presentes. Estos visitantes 613 invisibles están presentes en
toda ocasión tal. Pueden entrar en el grupo personas que no son de todo corazón
siervos de la verdad y la santidad, pero que desean tomar parte en el rito. No
debe prohibírselas. Hay testigos que estuvieron presentes cuando Jesús lavó los
pies de los discípulos y de Judas. Hay ojos más que humanos que contemplan la
escena.
POR EL ESPÍRITU
SANTO, CRISTO ESTÁ ALLÍ PARA PONER EL SELLO A SU PROPIO RITO. Está allí para
convencer y enternecer el corazón. Ni una mirada, ni un pensamiento de
contrición escapa a su atención. El aguarda al arrepentido y contrito de
corazón. Todas las cosas están listas para la recepción de aquella alma. El que
lavó los pies de Judas anhela lavar de cada corazón la mancha del pecado. Nadie
debe excluirse de la comunión porque esté presente alguna persona indigna.
CADA DISCÍPULO ESTÁ
LLAMADO A PARTICIPAR PÚBLICAMENTE DE ELLA Y DAR ASÍ TESTIMONIO DE QUE ACEPTA A
CRISTO COMO SALVADOR PERSONAL. Es en estas ocasiones designadas por
él mismo cuando Cristo se encuentra con los suyos y los fortalece por su
presencia. Corazones y manos indignos pueden administrar el rito; sin embargo
Cristo está allí para ministrar a sus hijos. Todos los que vienen con su fe fija
en él serán grandemente bendecidos. Todos los que descuidan estos momentos de
privilegio divino sufrirán una pérdida. Acerca de ellos se puede decir con
acierto: "No estáis limpios todos."
AL PARTICIPAR CON SUS
DISCÍPULOS DEL PAN Y DEL VINO, CRISTO SE COMPROMETIÓ COMO SU REDENTOR. Les confió el nuevo
pacto, por medio del cual todos los que le reciben llegan a ser hijos de Dios,
coherederos con Cristo. Por este pacto, venía a ser suya toda bendición que el
cielo podía conceder para esta vida y la venidera. Este pacto había de ser
ratificado por la sangre de Cristo. La administración del sacramento había de
recordar a los discípulos el sacrificio infinito hecho por cada uno de ellos
como parte del gran conjunto de la humanidad caída. Pero el servicio de la comunión
no había de ser una ocasión de tristeza. Tal no era su propósito. Mientras los
discípulos del Señor se reúnen alrededor de su mesa, no han de recordar y
lamentar sus faltas. No han de espaciarse en su experiencia religiosa pasada,
haya sido ésta elevadora o deprimente.
No han de recordar
las divergencias existentes entre ellos y sus 614 hermanos. El rito
preparatorio ha abarcado todo esto. El examen propio, la confesión del
pecado, la reconciliación de las divergencias, todo esto se ha hecho. Ahora han
venido para encontrarse con Cristo. No han de permanecer en la sombra de la
cruz, sino en su luz salvadora. Han de abrir el alma a los brillantes rayos del
Sol de justicia. Con corazones purificados por la preciosísima sangre de
Cristo, en plena conciencia de su presencia, aunque invisible, han de oír sus
palabras: "La paz os dejo, mi paz os doy: no como el mundo la da,
yo os la doy." (Juan 14:27).
NUESTRO SEÑOR DICE:
BAJO LA CONVICCIÓN DEL PECADO, RECORDAD QUE YO MORÍ POR VOSOTROS. Cuando seáis
oprimidos, perseguidos y afligidos por mi causa y la del Evangelio, recordad mi
amor, el cual fue tan grande que di mi vida por vosotros. Cuando vuestros
deberes parezcan austeros y severos, y vuestras cargas demasiado pesadas,
recordad que por vuestra causa soporté la cruz, menospreciando la vergüenza.
Cuando vuestro corazón se atemoriza ante la penosa prueba, recordad que vuestro
Redentor vive para interceder por vosotros.
EL RITO DE LA COMUNIÓN SEÑALA LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO. Estaba destinado a mantener esta esperanza viva en la mente de los discípulos. En cualquier oportunidad en que se reuniesen para conmemorar su muerte, relataban cómo él "tomando el vaso, y hechas gracias, les dio, diciendo: Bebed de él todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, la cual es derramada por muchos para remisión de los pecados. Y os digo, que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid hasta aquel día, cuando lo tengo de beber nuevo con vosotros en el reino de mi Padre." En su tribulación, hallaban consuelo en la esperanza del regreso de su Señor. Les era indeciblemente precioso el pensamiento: "Todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que venga." (1 Corintios 11:26).
31 DTG 281. “EL JUZGAR A LOS DEMÁS” "No juzguéis, para que no seáis
juzgados." No os estiméis mejores que los demás ni os erijáis en sus
jueces. Ya que no podéis discernir los motivos, no podéis juzgar a otro. Si le
criticáis, estáis fallando sobre vuestro propio caso; porque 281 demostráis ser
partícipes con Satanás, el acusador de los hermanos.
El Señor dice:
"Examinaos a vosotros mismos si estáis en fe; probaos a vosotros
mismos." Tal es nuestra obra. "Que si nos examinásemos a nosotros
mismos, cierto no seríamos juzgados." (2 Corintios 13:5; 1 Corintios
11:31).
POR SUS
FRUTOS. El buen árbol producirá buenos frutos. Si el fruto es desagradable al
paladar e inútil, el árbol es malo. Así también el fruto que se produce en la
vida atestigua las condiciones del corazón y la excelencia del carácter. Las
buenas obras no pueden comprar la salvación, pero son una evidencia de la fe
que obra por el amor y purifica el alma. Y aunque la recompensa eterna no nos
es concedida por causa de nuestros méritos, estará, sin embargo, en proporción
con la obra hecha por medio de la gracia de Cristo.
Así expuso Cristo los principios de su reino, y demostró que eran la
gran regla de la vida; y para grabar la lección, añadió una ilustración.
“COMO
EDIFICAMOS” No es suficiente, dijo, que oigáis mis palabras. Por la obediencia
debéis hacer de ellas el fundamento de vuestro carácter. El yo no es sino una
arena movediza. Si edificáis sobre teorías e inventos humanos, vuestra casa
caerá. Quedará arrasada por los vientos de la tentación y las tempestades de la
prueba. Pero estos principios que os he dado permanecerán. Recibidme; edificad
sobre mis palabras. "Cualquiera pues, que me oye estas palabras, y las
hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la peña; y
descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y combatieron aquella
casa; y no cayó; porque estaba fundada sobre la peña." DTG/EGW
Ministerio Hno. Pio
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