domingo, septiembre 19, 2021

REFLEXIÓN 844. LA DEBIDA CONDUCTA EN EL CULTO CRISTIANO: El Velo En Las Mujeres Y La Forma Debida De Celebrar La Cena Del Señor (1 CORINTIOS 11).

1 Corintios 11. LA DEBIDA CONDUCTA EN EL CULTO CRISTIANO: USO DEL VELO EN LAS MUJERES: Vers. (1-3) Pablo reprende a los hermanos porque en las reuniones santas (4-5) los hombres oraban con la cabeza cubierta, y (6-16) las mujeres con la cabeza descubierta.

LA FORMA DEBIDA DE CELEBRAR LA CENA DEL SEÑOR: (17-20) y porque sus reuniones generalmente no eran para lo mejor sino para lo peor, (21-22) como, por ejemplo, la profanación de la Cena del 'Señor con sus propias fiestas. (23-34) Finalmente los amonesta a practicar la Cena tal como, fue originalmente instituida. 

1 Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo. 2 Os alabo, hermanos, porque en todo os acordáis de mí, y retenéis las instrucciones tal como os las entregué. 3 Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo.

4 Todo varón que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta su cabeza. 5 Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta su cabeza; porque lo mismo es que si se hubiese rapado.

6 Porque si la mujer no se cubre, que se corte también el cabello; y si le es vergonzoso a la mujer cortarse el cabello o raparse, que se cubra. 7 Porque el varón no debe cubrirse la cabeza, pues él es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es gloria del varón. 8 Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón, 9 y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón. 10 Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles. 11 Pero en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón; 12 porque así como la mujer procede del varón, también el varón nace de la mujer; pero todo procede de Dios.

13 juzgad vosotros mismos: ¿Es propio que la mujer ore a Dios sin cubrirse la cabeza? 14 La naturaleza misma ¿no enseña que al varón le es deshonroso dejarse crecer el cabello? 15 Por el contrario, a la mujer dejarse crecer el cabello le es honroso; porque en lugar de velo les dado el cabello. 16 Con todo eso, si alguno quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni las iglesias de Dios.

17 Pero al anunciaros esto que sigue, no os alabo; porque no os congregáis para lo mejor, sino para lo peor. 18 Pues en primer lugar, cuando os reunís como iglesia, oigo que hay entre vosotros divisiones; y en parte lo creo. 19 Porque es preciso que entre vosotros haya disensiones, para que se hagan manifiestos entre vosotros los que son aprobados. 20 Cuando, pues, os reunís vosotros, esto no es comer la cena del Señor.

21 Porque al comer, cada uno se adelanta a tomar su propia cena; y uno tiene hambre, y otro se embriaga. 22 Pues qué, ¿no tenéis casas en que comáis y bebáis? ¿O menospreciáis la iglesia de Dios, y avergonzáis a los que no tienen nada? ¿Qué os diré? ¿Os alabaré? En esto no os alabo.

23 Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; 24 y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. 25 Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebierais, en memoria de mí. 26 Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebierais esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga.

27 De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. 28 Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. 29 Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí.

30 Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen. 31 Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; 32 más siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo. 33 Así que, hermanos míos, cuando os reunís a comer, esperaos unos a otros. 34 Si alguno tuviere hambre, coma en su casa, para que no os reunáis para juicio.  Las demás cosas las pondré en orden cuando yo fuere. (1 Corintios 11).

1. Imitadores. Gr. min't's, "imitador", "mimo"; de ahí, "mímica". Este versículo constituyeras adecuadamente la conclusión del cap. 10 que la introducción del cap. 11. Al pedirles a los corintios que renunciaran a sus deseos y placeres porque otros podrían entender mal sus motivos, Pablo sólo les estaba exigiendo lo que él mismo hacía. Primero les había mostrado con su propio ejemplo cómo debían conducirse en relación con la voluntad de Dios, y después, con las palabras de este versículo, termina su presentación del asunto de comer carnes ofrecidas a ídolos y de participar en los festines de los idólatras (ver Rom. 15:1-3; 1 Cor. 8:13; 9:12,19, 22-23).

Como yo. Cada ministro del Evangelio de Jesucristo debiera poder exhortar a sus oyentes para que imiten su ejemplo en seguir al Maestro. Si no lo puede hacer, es imprescindible que escudriñe su propio corazón y le ruegue a Dios que pueda vivir para el Señor en todo respecto, y no para sí mismo. Pablo hizo de Cristo su modelo, y tenía autoridad para exhortar a los corintios a que siguieran su ejemplo. Cristo es el gran ejemplo para todos los hombres, y los cristianos deben acudir a él en busca de dirección, y aceptar sólo lo que esté en completa armonía con sus enseñanzas y su ejemplo (ver Mat. 16:24).

2. Alabo. Pablo siempre procuraba alabar a los creyentes hasta donde le fuera posible (ver Efe. 1:15-16; Fil. 1:3-5; Col. 1:3-4; 1 Tes. 1:2-4, 7-8; 2:19-20).

Había algunas cosas que era necesario que Pablo les dijera que podrían no ser tan aceptables, pero antes de tratarlas los alabó en todo lo que pudo. Aunque eran algo lentos en imitar el comportamiento abnegado y conciliatorio del apóstol, sin embargo, en general eran cuidadosos en observar las regias de la conducta cristiana que se les habían enseñado. Pero es posible que Pablo se refiriera a una declaración específica que los corintios le habían hecho en la carta, la que quizá decía más o menos así: Puesto que nuestro propósito es seguir tus enseñanzas, nos gustaría tener tu opinión en cuanto al tema del uso del velo en las mujeres en los servicios religiosos públicos.

Acordáis. Habían surgido diferencias de opinión entre ellos acerca de ciertas prácticas dentro de la iglesia, y convinieron en consultar con su maestro.

Instrucciones. Gr. parádosis, "lo que se transmite o se entrega". Se traduce correctamente como "tradición" en Mat. 15:2 y en Gál. 1:14. Pero aquí Pablo se está refiriendo a las instrucciones que acababa de "transmitir" a los corintios acerca del culto público y la conducta privada. No les predicó el Evangelio y después los dejó para que dedujeran sus propias regias para la iglesia y la vida social. El hacía una obra completa en las iglesias que establecía, y daba instrucciones que permitían que los nuevos cristianos estuvieran seguros de que en su culto y en su vida diaria estaban viviendo de acuerdo con la voluntad de su Señor (ver 1 Cor. 4:17; 7:17; 2 Tes. 2:15).

Con este procedimiento dio un ejemplo que ha de ser imitado por todos los ministros del Evangelio. Los conversos deben ser plenamente instruidos acerca de todas las fases de la actividad de la iglesia y de los asuntos de la vida social y doméstica, para que puedan estar seguros de que están cumpliendo los deseos del Señor para el bien de ellos en todo respecto (ver Ev 248-250).

Entregué. Gr. paradídÇmi, verbo afín del sustantivo parádosis (ver comentario de "Instrucciones").

3. Pero. Antes de responder a la pregunta acerca del velo de las mujeres, Pablo llama la atención a ciertas consideraciones que Podían ayudarles a formar una opinión correcta del asunto.

Cabeza. Aquí significa, "señor" o "amo'.

Varón. Se presentan tres grados de sumisión. El varón debe reconocer a Cristo como su Amo y Señor; la mujer, que reconoce la supremacía de Cristo en todo, reconoce también que en la vida doméstica está colocada bajo la conducción y protección del hombre.

Aunque Cristo es igual al Padre (ver la Nota Adicional de Juan 1), se lo presenta reconociendo a Dios como cabeza. En una junta de personas de igual categoría, siempre se elige a uno para que presida. Algunos ven aquí una referencia a una sumisión involuntaria de Cristo en el cumplimiento del plan de salvación. Ver com. 1 Cor. 15:25-28 (El poder y la dignidad del esposo dependen de la posición que ocupa en relación con Cristo, su cabeza; por lo tanto, la sumisión de la esposa frente al esposo en realidad significa que ella depende de Cristo. La sumisión de la esposa a su esposo fue un plan divinamente presentar a bien de ambos cónyuges (ver PP 44 -43) Pero esta dependencia no significa en ninguna forma ni la más mínima degradación. Así como la iglesia no se deshonra por depender de Cristo (ver Efe. 1:18-23; 3:17-19; 4:13, 15-16), tampoco se deshonra la mujer por depender del hombre.

4. Todo varón. En los vers. 4-16 Pablo trata el tema de cubrirse la cabeza, especialmente en relación con los servicios religiosos. Debe aclararse desde el comienzo que este es uno de los pasajes paulinos a los cuales bien pueden aplicarse las palabras de Pedro de que Pablo escribió "algunas" cosas "difíciles de entender" (2Ped. 3:16); Los comentadores confiesan que se sienten perplejos al tratar de seguir el tema de Pablo y en sus esfuerzos por descubrir la amplitud de la aplicación parecen concordar aquí de los principios básicos, decoro religioso y buen gusto dentro el ambiente, costumbres y maneras del tiempo cuando escribió y de la gema quien escribió.

Es indudable que ciertos aspectos de este principio básico se expresan de diferentes maneras en diversos países, y aun cambian en los mismos países con el paso del tiempo. En el AT hay una variedad de ilustraciones al respecto. Cuando Moisés estaba frente a la zarza ardiente, el Señor le ordenó: "Quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es" (Exo. 3:5).

Es evidente que en esa zona del mundo, era la costumbre -y aún lo es- quitarse los zapatos para demostrar respeto por un lugar santo. Por esta razón el Señor ordenó a Moisés que mostrara la reverencia que se acostumbraba para un lugar santo; sin embargo, ningún expositor de las Escrituras jamás ha concluido que la explícita orden de Dios a Moisés establece un precedente para el culto, religioso en todo el mundo, y menos en los países occidentales.

El principio de la debida reverencia aún permanece igual, pero el modo de expresarla puede variar mucho en los países y los diferentes tiempos. Podemos entonces entender que Pablo en 1 Cor. 11:4-16 está razonando con los corintios en cuanto al principio de decencia y de coro religioso en términos de las costumbres peculiares de esos días.

Aunque los documentos antiguos no nos dan un testimonio inequívoco en cuanto a la costumbre de cubrirse la cabeza en Corinto o en otra parte, es evidente que lo habitual era considerar que era correcto que un hombre estuviera con la cabeza descubierta, pero que no lo era en la mujer decimos "evidente", porque de lo contrario, sería imposible hallar lógica en el argumento de Pablo.

Partiendo, pues, de la deducción razonable de que Pablo se ocupa aquí de la aplicación de un principio basado. en la costumbre de un país en determinado tiempo, podemos aceptar sus palabras como literales y significativas, sin llegar a la conclusión de que la aplicación específica que él hizo de ese principio en ese momento, debe aplicarse hoy día de la misma manera. Esta segunda conclusión sería lógica, pues no tendría en cuenta la premisa de la cual depende su argumento -la costumbre de ese tiempo-, sino que sería aplicar dicha premisa como una conclusión. Eso sería como quitar el fundamento de un edificio mientras se procura salvar y usar la superestructura suspendida en el aire.

Hay un punto más que puede ser importante para la consideración de todo este pasaje. Pablo proclamaba una nueva y gloriosa libertad en el Evangelio. Esa proclama tenía en sí la semilla del principio cristiano de la dignidad del sexo femenino y su liberación de la condición degradada en que eran tenidas las mujeres en los países paganos. El apóstol declaró: "No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús" (Gál. 3:28).

Sería fácil ver cómo algunas mujeres convertidas al cristianismo podrían distorsionar y usar mal su libertad en el Evangelio para causar descrédito a la iglesia. Una de las difamatorias e infundadas acusaciones que se presentaron contra el cristianismo a medida que éste se difundía y que despertaron el odio de muchos, fue que los cristianos eran inmorales. No hay duda de que esta acusación ya podía haberse esparcido en los días de Pablo. Por eso era muy necesario que los cristianos se abstuvieran "de toda especie de mal" (1 Tes. 5:22) y que recordaran el consejo adicional de su maestro: que aunque cierto proceder sea lícito, puede ser no conveniente (1 Cor. 6:12).

Todo lo que sigue en el comentario de este pasaje (cap. 11:4-16) debe entenderse a la luz de esta afirmación general e introductoria, para que no atemos a las mujeres de muchos países con pesadas cargas que no debieran llevar, y para que no hagamos que Pablo aparezca como anticuado y sin mensaje, para el lector del siglo XX.

Ora o profetiza. Estos eran elementos importantes del culto público. El que rinde culto es representante de toda la congregación cuando ora, pues la presenta ante Dios en agradecimiento, petición e intercesión; y cuando profetiza es el instrumento del Espíritu Santo, que lleva el mensaje de Dios a su iglesia. El "profetizar" aquí mencionado sin duda se refiere a la predicación y a la enseñanza en público mediante hombres inspirados, pues un profeta es el que habla por Dios bajo la inspiración del Espíritu Santo (ver 1 Cor. 12:10,29; 14:1,4,22; 1 Tes. 5:20; cf. 2 Ped. 1:21).

Con la cabeza cubierta. Gr. katá kefal's éjÇn, literalmente "teniendo debajo de la cabeza". Algunos piensan que es una referencia a la práctica de los judíos de llevar un chal de cuatro puntas sobre la cabeza cuando oraban o hablaban en el culto. Este chal, o tallith, se colocaba sobre la cabeza del adorador cuando entraba en la sinagoga. Sin embargo, es dudoso que esa costumbre ya se hubiera establecido en los días de Pablo.

El apóstol no implica necesariamente que los hombres de la iglesia de Corinto se cubrieran la cabeza mientras oraban o profetizaban. Parece aplicar esta costumbre sólo como un argumento para su reproche a las mujeres que evidentemente pensaban que era adecuado participar, sin velo, en las actividades públicas religiosas aquí mencionadas.

Su cabeza. Podría referirse o a Cristo, quien es la cabeza "de todo varón" (vers. 3), o a la cabeza literal del hombre, que se deshonraría por estar cubierta. El hombre que, como siervo de su Señor se niega a mostrar públicamente respeto por Cristo, deshonra a su Señor y a su propia cabeza Corinto era una ciudad griega, y Pablo, por consideración a esa costumbre griega, enseñaba que al adorar a Dios en esa ciudad los hombres debían seguir la costumbre general de demostrar respeto descubriéndose la cabeza en la presencia de un superior. Los hombres no debían comportarse como las mujeres.

5. Mujer. Este versículo destaca el contraste que se debe mantener entre ambos sexos frente a las costumbres aceptadas, cuando participan en actividades de la iglesia. Profetiza. Hay varios casos registrados en el AT donde aparecen mujeres que recibieron el don de profecía y sirvieron como profetisas (Exo. 15:20, Juec. 4:4; 2 Rey 22:14; Neh. 6:14). Y en los tiempos del NT también hubo mujeres en la iglesia que profetizaron (Luc. 2:36-37; Hech. 21:9).

Es posible que las mujeres corintias argumentaran que cuando desempeñaban funciones espirituales, como orar y profetizar, debían presentarse con la cabeza descubierta como lo hacían los hombres (1 Cor. 11:4). Algunos también podrían haber razonado que la libertad del Evangelio (ver Gál. 3:28) quitaba la obligación de observar diversas señales de distinción entre los sexos. Pero Pablo demostró la falsedad de ese razonamiento.

Descubierta. Gr. akatakáluptos, "sin velo", "descubierta". La costumbre era que las mujeres se cubrieran la cabeza con un velo como una prueba de que eran casadas, y también como una demostración de pudor.

Afrenta. Antiguamente las mujeres no se presentaban en público con la cabeza descubierta, por eso se habría considerado como una deshonra para una mujer y para su esposo que se presentara públicamente sin un, velo, especialmente al presidir un culto.

El hecho de que una mujer de Corinto tomara parte en los servicios públicos de la iglesia con la cabeza descubierta, daría la impresión; de que se comportaba desvergonzada e indecorosamente por no llevar el adorno del pudor y la modestia (ver. 1 Tim. 2:9). Parece que Pablo razonara que la mujer al eliminar el velo, emblema reconocido de su sexo y de su posición, demostraba una falta de respeto por el esposo, el padre, el sexo femenino en general, y por Cristo.

Rapado. El cabello corto en una mujer era a veces señal de mala reputación; por lo tanto, una mujer de Corinto que tomara parte en los servicios públicos de la iglesia con la cabeza descubierta, podría ser considerada como si se hubiera colocado en el mismo nivel de una mujer vil, quizá impúdica.

6. Que se corte también el cabello. Es difícil que se trate de una orden literal. El significado parece ser: "También podría cortarse el cabello". En otras palabras, si una mujer quería proceder como un hombre, para ser consecuente debía cortarse el cabello como los hombres. Pero esta conducta sería considerada como vergonzosa Por lo tanto, debía usar el velo acostumbrado.

7. Imagen. Esta es una referencia a la condición en que fue creado el hombre (Gén. 1:26-27). Si un hombre llevaba un velo puesto o se cubría la cabeza de otra manera, hubiera sido una señal de servidumbre o inferioridad. Habría sido inapropiado que se presentara así. Debía vestirse de tal manera que no ocultara el hecho de que era el representante de Dios en la tierra.

Gloria. Gr. dóxa, palabra que originalmente significaba "opinión", "reputación", "reconocimiento". Basados en el uso que se le da en la LXX, los comentadores del NT le han dado el significado de "esplendor", "brillo", "magnificencia" o "carácter", "atributos que se manifiestan" (cf. com.  Juan 1:14; Rom. 3:23).

La expresión Gloria de Dios parece significar aquí que el hombre tiene en si mismo una semejanza con el esplendor, la grandeza y el carácter de Dios mientras administra los asuntos de su esfera asignada, en armonía con los principios divinos. Se nos presenta entonces una vislumbre de la excelsa responsabilidad a la cual Dios ha llamado al hombre. Lo colocó como cabeza del mundo recién creado y le dio dominio sobre "toda la tierra" (Gén. 1:26). De esa manera Dios quería por medio del hombre revelar ante el universo su sabio, bondadoso y paternal cuidado, como también su protección, su generosidad y su conducción (ver CM 33; PP 25-26).

Aun después de la caída del hombre y de la pérdida de su dominio, Dios continuó su plan de que el hombre tuviera la responsabilidad del liderazgo en los asuntos del hogar (ver Gén. 3:16-, PP 41-43). No hay ninguna indicación en la Biblia de que este orden de cosas haya sido cambiado alguna vez desde ese tiempo; pero parece que algunas mujeres de la iglesia de Corinto trataban de cambiarlo.

Gloria del varón. En el caso de la mujer sólo se usa la palabra "gloria", y se omite la palabra "imagen" aunque ambos fueron creados a la imagen de Dios (ver Gén. 1:27). Aquí se trata de la relación de la mujer con el hombre y no de su relación con Dios. La mujer, mediante su gozosa aceptación del plan de Dios para la familia humana, refleja la gloria de su esposo, y por medio de él la gloria de Dios, quien ha tomado una medida tan sabia para la humanidad (ver 1JT 412-413).

La mujer fue hecha del hombre: hueso de sus huesos y carne de su carne; por lo tanto, en cierto sentido todos los encantos de ella, su belleza y pureza, reflejan la dignidad y el honor del hombre (ver Gén. 2:22-23), Si entendemos correctamente a Pablo, esta relación debía mantenerse y ser demostrada en la iglesia de Corinto, presentándose las mujeres en público con la cabeza cubierta con el velo acostumbrado.

8. De la mujer. Dios creó primero a Adán y después a Eva, como una ayuda idónea para él (Gén. 2:20-23). 

La creación de Adán fue independiente, pero no así la de la mujer. Ella fue hecha del hombre, y él la reconoció como una parte de sí mismo (Gén. 2:23). Parte de la gloria del hombre es que la mujer fuera creada de su misma carne y huesos, especialmente para él, no para que fuera independiente de él, no para que tuviera autoridad sobre él, sino para que estuviera a su lado como una "ayuda idónea".

9. Por causa del varón. Este versículo es paralelo al vers. 8; es una repetición de la verdad allí expuesta. El relato de la creación de Adán y Eva muestra que la mujer fue creada para ser el complemento del hombre; Adán sin Eva no tenía a nadie de su propia especie con quien conversar y con quien compartir todas las vicisitudes de su vida; por eso Dios satisfizo esa necesidad con la creación de la mujer. Ella fue hecha para la felicidad y consuelo del hombre. 

No debía ser una esclava, sino una compañera no para que fuera considerada de una categoría inferior, sino como amiga del hombre y su consuelo en la vida; para que compartiera sus penas y aumentara sus gozos; sin embargo, y especialmente después de la caída, también para que estuviera subordinada a él (ver Gén 2:18-22; 3:16; Efe. 5:22-25, 33; 1 Ped. 3:5-7).

El esposo debe ser cabeza de la familia y el que gobierna en el hogar; la esposa debe ayudarle en sus deberes, consolarlo en sus aflicciones y compartir sus placeres. 

El puesto de ella es claramente honorable, y en algunos respectos más honorable debido a su subordinación de dependencia tiene prioridad en su derecho al cuidado y a la protección de su esposo.

10. Por lo cual. Es decir, debido al expreso propósito de Dios en la creación de la mujer y su clara orden respecto al puesto de ella en relación con su esposo, la mujer debería acceder a la costumbre aceptada de que las mujeres llevaran un velo en público (ver Gén. 2:18; 3:16; 1Cor. 14:34; Efe. 5:22-24; 1 Tim. 2:11-12; Tito 2:5; 1 Ped. 3:1, 5-6). 

Autoridad. Quizá se refiera a la señal de autoridad del esposo -el velo- que usaban las mujeres como un reconocimiento público de su posición bajo la autoridad de sus esposos. El aceptar con buena voluntad esta costumbre era un privilegio honorable que indicaba que una mujer ocupaba un lugar de respeto en la comunidad porque "pertenecía" a alguien, y tenía derecho a pedir sostén y protección de aquel bajo cuya "autoridad" vivía.

Por causa de los ángeles. Esta frase ha sido entendida de diversas maneras. Entre las interpretaciones fantásticas están las siguientes: (1) Que los ángeles representan a los ancianos u obispos que presiden en la iglesia; (2) que los ángeles representan a los espías que se suponía que estaban presentes en las reuniones de los cristianos, y que divulgarían informes desfavorables si veían mujeres sin velo en tales reuniones; (3) que los ángeles representan a ángeles malignos que serían tentados por la belleza de las mujeres sin velo.

Pero la explicación más simple parece ser que y Pablo se refería a los ángeles buenos que están presentes en las reuniones religiosas Públicas, y ante los cuales las mujeres debieran comportarse con el debido decoro. Los ángeles, que tienen una elevada comprensión de la majestad y la grandeza de Dios, cubren su rostro con respeto cuando pronuncian su nombre (ver OE 187).

Y cualquier manifestación de irreverencia o de falta de respeto en las reuniones de culto cristiano no sólo sería un insulto para el Creador, sino también una ofensa para los ángeles, quienes se complacen en honrar a Dios y cumplir sus órdenes, reconociendo alegremente la dignidad y la gloria del Señor (Sal. 103:20; cf. Isa. 6:2-3; Apoc. 4:8).

Los seres humanos necesitan tener un concepto mucho mayor de la santidad y de la grandeza de Dios; deben dirigirse a él con reverencia y hacer todas las cosas estrictamente de acuerdo con su voluntad revelada (ver Sal. 29:1-2) Si las mujeres tenían que obedecer la costumbre de llevar la señal de su posición subordinada por temor de ofender a los ángeles, ¿no debían temer mucho más ofender a Aquel ante quien están en sujeción todos los seres y los ángeles?

11. Pero. En los vers. 11-12 Pablo se pone en guardia contra una posible tergiversación de lo que ha dicho en los vers. 7-10. Debe evitarse todo intento de los hombres de ensalzarse por encima de las mujeres y toda inclinación de parte de las mujeres a considerarse en menos.

En la vida cristiana los representantes de ambos sexos dependen mutuamente te entre sí. Al afirmar la supremacía del hombre y la forma en que debía mostrarse, esa supremacía en el culto público, Pablo no quería decir que el hombre es independiente de la mujer. El hombre y la mujer se complementan mutuamente.

La iglesia no es una, iglesia sólo de hombres, sino también de mujeres, y ambos son miembros de Aquel en quien "no hay varón ni mujer" (Gál. 3:28).

El hombre y la mujer no están aislados; ambos; están esencialmente juntos y dependen el uno del otro. Se cita esa interdependencia mutua para que el hombre no asuma demasiada superioridad, para que no considere que la mujer es sólo para su placer y la mire como a un ser inferior que no tiene derecho al debido respeto.

En el Señor. Esta relación mutua de ambos sexos está en concordancia con el designio la dirección del Señor. La intención y la orden de Dios es que deben depender entre sí, y tener en cuenta y promover el bienestar y la felicidad de ambos. Cada uno es indispensable para el bienestar del otro, y este hecho debe ser reconocido en todas sus relaciones. El hombre no puede existir sin la mujer, ni, mujer sin el hombre ambos son incompletos el uno sin el otro. Esto debe ser suficiente para impedir que en el hombre se manifieste un espíritu de jactancia.

12. Del varón. Una referencia al origen de la mujer, que fue sacada del costado de hombre para que fuera su ayuda compañía, su igual (Gén. 2:18, 21-22). Antes de la fatal desobediencia a los mandatos de Dios, que resultó en la degradación de toda la tierra, el plan, el plan de Dios era que la mujer estuviera en completa igualdad con el hombre; pero el pecado hizo un cambio de ese plan, y la mujer fue subordinada al hombre (ver Gén. 3:16; PP 26, 41-43).

De la mujer. Adán, el primer hombre, nació por un acto directo de creación de Dios, en el cual la mujer no tuvo parte alguna; pero cada hombre posterior ha dependido de la mujer para llegar al mundo, porque Dios escogió este método para la reproducción de la raza humana. Este hecho debe hacer que el hombre medite con respeto y reverencia en el proceso de la reproducción humana, en el cual tanto el hombre como la mujer son empleados por Dios para traer a la existencia a otro ser a quien el Señor puede prodigar su afecto, y que puede llegar a ser contado entre los que reciban el don de la vida eterna (ver Gén. 1:28; 9:1, 7; Juan 3:16; 1 Juan 5:11; 2 Tim. 4:8).

De Dios. Todo lo que hay en el universo fue creado e ideado por Dios, y existe porque él lo quiere (ver Isa. 43:7; Apoc. 4:11). El pecado ha interferido con el plan original de Dios, y el hombre ha perdido la belleza y la perfección de la forma y del carácter que recibió cuando fue creado (ver Gén. 1:26-27; PP 49-50).

El plan de salvación tiene el propósito de restaurar al hombre a su perfección original (Miq. 4:8; pp 54). Como la mano de Dios está por encima de todo y él está llevando a cabo su propósito en el mundo, los hombres y las mujeres deben dominar cualquier tendencia a expresar quejas o disgustos por la forma como Dios ha dispuesto las cosas.

La mujer, reconociendo la mano guiadora de Dios y admitiendo su sabiduría y su amor, estará contenta con la posición que le asignó Dios; y el hombre a su vez humildemente confesará que la actual condición imperfecta de las cosas en la tierra es resultado del pecado, y no asumirá ninguna actitud de falsa superioridad. 

Ambos entenderán que Dios ese origen de todas las cosas, de la existencia de la mujer que procedió del hombre y del hombre por medio de la mujer. Esa aceptación inteligente y voluntaria del plan ordenado por Dios, ayudará al esposo y a la esposa a alcanzar ese ideal de unión indisoluble que está ilustrado por la unión de Cristo con su iglesia (Gén. 2:24; Efe. 5:22-23).

13. Vosotros mismos. Después de tratar el Plan divino acerca de la relación del hombre y la mujer en lo que concierne al liderazgo, Pablo retoma la cuestión de si es correcto o incorrecto que la mujer tome parte en el culto Público sin cubrirse, y exhorta a los creyentes a que consulten sus propias convicciones íntimas, sin tener en cuenta ninguna autoridad externa que podría influir en sus ideas.

Propio. Gr. prépon, "adecuado", "correcto", "decoroso". Que las mujeres no estuvieran cubiertas cuando participaban en un culto público no concordaba con la solemnidad de ese momento. (Debían cubrirse aunque no hubiera sido por otra razón que por ser la costumbre del país.) Tal actitud indecoroso habría distraído la atención de los otros adoradores; además habría creado una impresión equivocada en la mente de un pagano que pudiera estar presenciando el servicio.

14. Naturaleza. El orden natural de las cosas, lo que generalmente es aceptado por los; seres humanos, la costumbre prevaleciente. En los días de Pablo la costumbre entre los hombres judíos, griegos y romanos era llevar el cabello corto. 

Entre los israelitas se consideraba como vergonzoso que un hombre tuviera el cabello largo, a menos que hubiera hecho el voto de nazareo (Núm. 6:1-5; Juec. 13:5; 16:17; 1Sam. 1:11; ver com. Núm. 6:2).

15. Honroso. Pablo razona que la naturaleza (ver com. vers. 14) induce a la gente a reconocer que el cabello largo es un ornamento y adorno para la mujer, y que el cabello corto es decoroso par el hombre.

Velo. Gr. peribolaion, literalmente "lo que es echado alrededor". Pablo no quiere decir que la mujer de cabello largo puede eliminar el velo. El vers. 6 muestra claramente que la mujer con pelo largo también debía usar velo; pues si andaba sin velo era lo mismo que cortarse el pelo. Pablo parece argumentar que el cabello largo es de por sí una prueba de que el velo es adecuado.

16. Contencioso. Gr. filóneikos, "aficionado a disputas". Después de todo lo dicho acerca del tema, era posible que todavía hubiera alguien en la iglesia de Corinto que pensara que tenía derecho a presentar objeciones contra la enseñanza de que las mujeres debían llevar velo, y tratar de imponer su enseñanza en la iglesia en contra del consejo que había dado Pablo.

Esta persona debía comprender que Dios estaba guiando a su iglesia en conjunto; él no guía a individuos aislados; por esta razón una opinión personal debe ceder ante la voz de la iglesia cuando el conjunto de creyentes actúa de acuerdo con las instrucciones inspiradas del Señor (ver TM 30, 754 476; 2JT 207-208; 4T 239, 256-257; 3JT 405-406).

Esto no elimina la necesidad de estudiar e investigar la verdad en forma individual y privada; al contrario, se insta a los creyentes a que escudriñen "las Escrituras" y que estén preparados para dar testimonio de la verdad. Pero si alguien tiene una opinión que no está en armonía con la Biblia, debe renunciar a ella pues no puede haber luz en ninguna creencia o idea que está en conflicto con la Palabra de Dios (ver Isa. 8:20; Juan 5:39; 2 Tim. 2:15).

Nosotros. Es decir, los apóstoles, los conductores de la iglesia divinamente establecidos.

No tenemos tal costumbre. Los apóstoles no enseñaban ni seguían la práctica de aprobar que se presentaran las mujeres sin usar velo en el culto público.

El hecho de que en las iglesias cristianas de otras partes las mujeres no participaban en los servicios con la cabeza descubierta, debería haber sugerido a las mujeres de Corinto lo que debían hacer.

No acceder a la regla generalmente aceptada en las iglesias de otras partes habría sido un motivo de incomprensión y ofensa. La opinión y la conducta de la generalidad de los creyentes debían ser también respetadas por unos pocos empecinados miembros de la iglesia de Corinto que no debían oponerse a ellas.

Este es un buen principio: uno o unos pocos individuos no deben creer que sus ideas son superiores a la opinión general de la iglesia en conjunto, y no tienen por qué tratar de suponer sus ideas a la mayoría, sin tener en cuenta las enseñanzas de las Escrituras y la práctica aceptada por la iglesia (ver Hech. 15:5-6, 22-29; 9T 260-261).

17. Esto. El pronombre se refiere a lo que viene a continuación, a saber: la correcta conducta que se debe seguir en el sagrado rito de la Cena del Señor.

No os alabo. En vista de su empecinamiento y a que no guardaban el debido decoro en el culto, especialmente en cuanto a la manera en que celebraban la Cena del Señor, Pablo no podía dirigirles palabras de alabanza.

Las contiendas dentro de la iglesia indicaban que había un grupo que deseaba tener un grado de libertad mayor que el permitido dentro de las disposiciones que Dios había dado a su pueblo. La lucha para mantener una opinión personal, con frecuencia arraigada en el orgullo, se parece al espíritu de Satanás, quien produjo una guerra en el ciclo para tratar de demostrar que él estaba en lo correcto y Dios estaba equivocado (ver Isa. 14:12-15; Apoc. 12:7-10).

No... para lo mejor. Las reuniones regulares de los creyentes tienen el propósito de fomentar el crecimiento espiritual y de animar a los que participan en la reunión, para que libren la batalla de la vida con mayor fe y esperanza. Pero lejos de alabar su comportamiento y la forma en que celebraban los ritos de la casa del Señor, el apóstol estimó necesario reprenderlos. Primero afirmó categóricamente que las reuniones de ellos no daban sino malos resultados; después prosiguió ampliando esa afirmación y mostrando cómo habían permitido que algunas falsas prácticas despojaran al servicio de la comunión de su santidad e inspiración.

18. Primer. Pablo ya había tratado de las divisiones y luchas de la iglesia de Corinto que habían surgido debido a las diferenciase de creencias y prácticas (cf. cap. 1:10-12) Ahora puede estarse refiriendo al hábito de congregarse en grupos separados para celebrar la Cena del Señor. Esa separación e fracciones era lo primero que debía ser reprobado. En los cap. 12 y 14, se ocupa del segundo asunto que necesitaba corrección; a saber, una tergiversación de la natural y el propósito de los diversos dones espirituales.

Iglesia. Gr. ekkl'sía, "reunión"; "asamblea" (BJ). Ekkl'sía no significa un edificio, como sucede con frecuencia con la palabra "iglesia", sino el conjunto de los miembros de la iglesia.

Oigo. Literalmente "estoy oyendo" u "oigo de continuo". Sin duda Pablo recibía continuos informes, y sentía gran preocupación por las iglesias que había contribuido á establecer, y todo lo que perturbara su marcha regular era motivo de angustia para él (Ver Gál. 3:1; 4:19; cf. Fil. 1:7-8; Col. 1:24).

Divisiones. Gr. sjísma (ver coro. cap. 1:10). Faltaba el espíritu de unidad y armonía debe prevalecer en las reuniones de los santos (ver com. de "primer").

En parte. La crítica del comportamiento de los corintios en este respecto fue usada un poco con estas palabras que Pablo los tenía en una considerado elevada para dar pleno crédito a todos los informes que había recibido en cuanto a su espíritu divisionista.

19. Disensiones. Gr. haréisis, que originalmente significaba "selección", "elección"; después significó "lo que es elegido", "opinión"; y posteriormente llegó a significar un grupo de personas que sostenían una opinión particular, una secta, un bando.

Quizá no se usa aquí en un mal sentido, sino haciendo referencia a opiniones diversas. Cuando una cantidad de personas de diversos orígenes se unen estrechamente en compañerismo cristiano, es inevitable que haya diversos grados de apreciación de la verdad. Esos diferentes grados de comprensión de los principios del Evangelio pueden dar origen a discusiones; pero esas discusiones podrían tener efectos saludables y no tienen por qué producir divisiones.

Se hagan manifiestos. La presencia en la iglesia de Corinto de algunos que no estaban en armonía con el pensamiento de Cristo, hacía inevitable que se manifestaran públicamente diferencias de creencia que estimularían a los creyentes a un escudriñamiento ferviente en busca del conocimiento de la voluntad de Dios; y a la vez haría que se descubriera a los que se oponían a ser guiados por el Espíritu Santo (ver Luc. 2:34-35; 1 Juan 2:18-19). De ese modo la presencia de diferencias doctrinales y de diversas opiniones relativas a los métodos correctos de procedimiento eclesiástico, servían como un medio para zarandear la iglesia y separar el tamo del trigo.

Los que son aprobados. Es decir, los que están dispuestos a obedecer a Dios y a cooperar con él. Las divisiones dentro de la iglesia tienen el efecto de mostrar quiénes son revoltosos, ambiciosos y están descontentos, a los que no están dispuestos a ser guiados por el Espíritu Santo, sino que procuran salirse con la suya; no están preparados para abandonar sus propias opiniones en beneficio de la paz y la armonía de la iglesia. Debe evitarse a los individuos de esa clase (ver com.  Rom. 16:17).

Pero por otro lado existen los que reconocen su propia pecaminosidad y no están dispuestos a confiar en sus propias opiniones pues comprenden el peligro de ser influidos por los impulsos, los deseos y las inclinaciones de la carne inconversa. Tales miembros de iglesia manifiestan que están en favor de cumplir pacífica y alegremente con todas las enseñanzas de Dios (ver Rom. 8:14; Gál. 5:16-17, 19-26). Durante los acontecimientos que sacudirán al mundo poco antes de la terminación de la historia de la tierra, cuando todos demostrarán de qué lado está su lealtad, muchos cuya fidelidad a la verdad ha pasado casi inadvertida refulgirán entonces como brillantes estrellas en una noche oscura (ver SC 63).

20. Os reunís. Es decir, para celebrar la Cena del Señor.

No es comer. Es decir, cualquiera que fuera la intención, no era posible en esas circunstancias observar el sagrado servicio de la comunión. Se reunían para una cena, no cabe duda, pero no era la Cena del Señor. Eso no se debía a falta de recursos, sino a la ausencia de la atmósfera espiritual necesaria y a la carencia de discernimiento espiritual que podían producir el debido aprecio del significado del rito.

Los corintios no debían pensar que las prácticas que se permitían entre ellos en tales ocasiones correspondían con la celebración de la Cena del Señor. 

La codicia, el egoísmo y la intemperancia se oponen completamente al espíritu de Aquel que dejó los goces del ciclo para dar todo lo que tenía por la salvación de los pecadores (ver 1 Cor. 11:21-22; Juan 3:16; Fil. 2:6-8).

Cena del Señor. Gr. kuriakón déipnon, literalmente "cena señorial", que podría significar una cena consagrada al Señor, o instituida por él, o ambas. Los primeros cristianos tenían la costumbre de celebrar antes de la Cena del Señor lo que ellos llamaban tina comida de camaradería cristiana o ágape. De ese modo el acto era en su conjunto una conmemoración de la última cena pascual, en la cual Cristo instituyó el rito de la Cena del Señor (Mat. 26:17-21, 26-28; 1 Cor. 11:23-26).

En la comida de camaradería cada uno contribuía con algún alimento del cual todos disfrutaban en común con los otros creyentes, para demostrar claramente el compañerismo de amor que había en la iglesia cristiana, fraternidad que no conoce distinción alguna de casta ni de clase, y que coloca a todos en un mismo nivel. Esa comida antes de la Cena del Señor, mostraba que todos participaban de las bendiciones materiales y espirituales que Dios derrama sobre su pueblo, y que no manifiesta favoritismo con nadie. Esta costumbre continuó en la iglesia hasta fines del siglo IV, cuando, debido al crecimiento de la iglesia y de sus congregaciones, resultó necesario separar las comidas de camaradería de la Cena del Señor. Ver pp. 46-48.

21. Propia cena. A causa de las divisiones y grupos que habían surgido dentro de la iglesia de Corinto, el espíritu de amor y de comunión hermanable que caracteriza a todos los verdaderos seguidores de Jesús, había desaparecido en cierto grado. Esta triste condición se revelaba en la celebración del banquete que suponían que era la Cena del Señor, pues cada participante traía su propio alimento y lo comía sin pensar en compartirlo con otros. El rico tenía mucho para comer, y el pobre con frecuencia no tenía nada.

La cena que había sido instituida para conmemorar la suprema demostración de amor se convirtió en un banquete privado, un acto sin propósito ni significado, que cada uno podría haber celebrado en su casa. Esta actitud desacreditó el sagrado rito de la Cena del Señor. Los cismas de la iglesia en gran medida eran la causa de esa condición, y es posible que los miembros de diferentes bandos comieran por separado debido a su orgullo, negándose a humillarse practicando un compañerismo fraternal alrededor de la mesa del Señor.

Hambre. El creyente pobre que confiaba en la caridad de sus hermanos más afortunados, venía al banquete creyendo que se suplirían sus necesidades, pero quedaba frustrado por el egoísmo y el impío orgullo de los ricos.

Se embriaga. Gr. methúÇ, "estar embriagado". Esta palabra se refiere definidamente al consumo excesivo de bebidas embriagantes hasta el punto de perder el dominio propio. Pablo insinúa que los corintios comían y bebían en exceso en esos festines, y como resultado, su falsa celebración de la Cena del Señor se convertía en un rito burlesco.

Puede parecer sorprendente que cristianos que vivieron en los días apostólicos y que habían sido instruidos personalmente por Pablo, pervirtieran de tal manera la naturaleza y el propósito de la Cena del Señor, hasta el punto de convertirla en una imitación de sus antiguos festines paganos.

Sin embargo, debe recordarse que hacía poco tiempo que los corintios habían abandonado el paganismo. Habían celebrado largas fiestas en homenaje de sus falsos dioses, y les era relativamente fácil imaginar que la Cena del Señor podía ser celebrada de una manera similar. Las divisiones y luchas partidistas que socavaban su vida espiritual oscurecían su discernimiento, y les era más fácil desvirtuar la observancia de los ritos sagrados.

Esta experiencia de los creyentes corintios demuestra que los cristianos principiantes necesitan una instrucción cuidadosa y prolongada, liderazgo sabio y comprensivo, y supervisión hasta que estén firmemente arraigados en las verdades fundamentales del Evangelio. La transigencia con las creencias y prácticas no cristianas siempre produce un alejamiento de la pureza y la sencillez del Evangelio (ver Deut. 7:1-4; 18:9-14; 2 Cor. 6:14-17).

22. ¿No tenéis casas? Si sólo se reunían para participar del alimento y la bebida que traían individualmente, bien podrían comerlo en sus propios hogares para no deshonrar la causa de Dios.

Menospreciáis. ¿Pensáis tan poco en la práctica general del conjunto de los creyentes esparcidos por todas partes que ponéis a un lado los principios para satisfacer el orgullo en vuestros bandos y para complacer, vuestros apetitos egoístas?

No tienen nada. Es decir, los menesterosos, cuya pobreza era más evidente por la forma despiadada en que muchos de los miembros de iglesia procedían en los servicios de la comunión. El no ayudar a los pobres en tales ocasiones no sólo destacabas desvalida condición de éstos, sino también revelaba que a los que procedían de esa manera les faltaba por completo la preparación necesaria para participar del rito de comunión.

Los creyentes habían perdido de vista en: tal grado la sagrada y excelsa naturaleza de la Cena. del Señor, que permitían que las rivalidades, la envidia, la glotonería, el orgullo y el descuido de los pobres, ocuparan un lugar en su pensamiento y acciones; por esto merecían el más severo reproche. Tal situación mostraba claramente que los que así procedían estaban absolutamente desprovistos del espíritu de Jesús, quien ama a todos por igual y tiene una tierna consideración Por los; miembros desvalidos de su grey (ver Lev. 19:10; Sal. 41:1; 72:4; 132:15; Prov. 14:21; Isa. 14:32; 58:7; Mat. 26:11; Luc. 147:13; Sant. 2:5).

Mostrar desprecio e ignorarlos debido a que no disfrutan de las bendiciones materiales de la vida, son actos que el Señor considera como maltratos; infligidos a él. Los que tratan de esta manera a los pobres, muestran que están completamente equivocados en cuanto a los principios del reino de Dios (ver Mat. 25:40-46; MB 32, 34-35,39, 42-45, 107-108, 221-222, 319-320, 327; SC 232-235). Socorrer a los pobres, los enfermos y los ancianos es cristianismo práctico.

No os alabo. No importa cuánto lo deseara el apóstol, no había una sola cosa que podía alabar en la forma como observaban el rito de comunión; al contrario, había muchos, motivos para una censura incondicional. La situación exigía la exposición del propósito de la Cena del Señor, que sigue en los vers. 23-30.

23. Recibí del Señor. Pablo no era uno de los que estuvieron presentes cuando Cristo instituyó la Cena del Señor. Sin embargo, había sido instruido en cuanto a ella, no sólo por otros apóstoles o por la tradición, sino directamente por el mismo Salvador durante una de las revelaciones que recibió de él (ver 2 Cor. 12:7; Gál. 1:12).

Enseñado. Pablo les había enseñado fielmente lo que Dios le había revelado en cuanto a la forma en que debía ser observada la Cena del Señor. En vista de la falta de percepción de la verdadera importancia del rito, que producía los abusos mencionados, Pablo expuso las solemnes circunstancias en que por primera vez fue observado por Jesús y sus discípulos en el aposento alto de Jerusalén (Luc. 22:13-14).

Entregado. Literalmente "estaba siendo entregado" Estaba en marcha el complot para que Cristo fuera entregado, pero aún no se había consumado. En el momento cuando Jesús daba sus instrucciones en cuanto a la observancia del rito que simbolizaba su muerte, sus enemigos estaban poniendo en acción su plan para apoderarse de él. La solemnidad y el sentimiento de la Santa Cena contrastaban muchísimo con la actitud descuidada y petulante de los corintios en sus ágapes.

La noche cuando Cristo fue traicionado pasó por la experiencia más amarga que pueda soportar el ser humano. Ser perseguido y juzgado por enemigos declarados, son situaciones difíciles de soportar, pero no causan a un corazón confiado la misma angustia mental que propinan la traición y el abandono de parte de los amigos (ver Job 19:21; Sal. 38:11; Zac. 13:6; Juan 13:21, 26-27, 30; DTG 611).

Al recordar a la iglesia de Corinto los sucesos de esa noche de sufrimiento, sin duda Pablo procuraba imprimir en ellos un sentimiento de la solemne naturaleza del rito, para tratar de enseñarles que era completamente equivocado que lo celebraran con glotonería, embriaguez y orgullo exclusivista. Para apreciar el profundo significado del rito es necesario meditar en los sucesos que se acumularon en torno de su institución; y uno de esos acontecimientos cuya recordación tiene el propósito de producir en la mente un sentimiento de simpatía por el Salvador fue el ser traicionado por uno que decía ser su amigo (ver Sal. 41:9).

Tomó pan. El pan que había sido preparado para la cena pascual (ver com. Mat. 26:26).

24. Habiendo dado gracias. Gr. eujaristeÇ, "dar gracias", de donde deriva "eucaristía". El término "eucaristía" lo aplican algunos teólogos a la Cena del Señor como un sacrificio de agradecimiento por todas las bendiciones de Dios.

Algunos de los padres de la iglesia del siglo II aplicaron la palabra al pan y al vino usados en el rito. 

En el relato de la institución del rito que presenta Marcos, se usa el vocablo eulogéÇ, "alabar" o "bendecir"; en Mateo la evidencia textual establece (cf. p. 10) la variante eulogéÇ; pero en Lucas, como aquí, se emplea eujaristéÇ (ver Mat. 26:26; Mar. 14:22; Luc. 22:19). Ambas palabras tienen un significado similar, y en el contexto dan la idea de consagrar el pan mediante un agradecido reconocimiento de la misericordia y del amor de Dios.

Partió. Cristo partió lo que desde allí en adelante "hasta que él venga" (vers. 26) sería el símbolo misterioso de todo lo que significan para la raza humana sus sufrimientos expiatorios.  El acto de partir el pan significaba, en primer lugar, los sufrimientos que él estaba a punto de soportar por nosotros.

Esto es mi cuerpo. En cuanto al significado de esta metáfora, ver com. Mat. 26:26. El significado espiritual del acto de participar del pan partido, debe entenderse teniendo en cuenta el antecedente del estado original de perfección del hombre, su caída y su redención mediante Jesucristo.

Originalmente el hombre fue creado a la imagen de Dios, tanto en apariencia como en carácter. Sus pensamientos estaban en armonía con los pensamientos de Dios (ver Gén. 1:26-27; PP 25); mantenía una franca comunión con Dios y con los ángeles, y era sustentado por el fruto del árbol de la vida (ver Gén. 2:15-16; PP 28, 31-32); pero cuando pecó, todo cambió.

Perdió el privilegio de una abierta comunión con Dios, y en vez de estar en armonía con el pensamiento divino, se pervirtieron sus pensamientos y el temor ocupó el lugar del amor (ver Gén. 3:8,10,12; Isa. 59:2; Jer. 17:9). El hombre, abandonado a sí mismo, no podía hallar el camino de regreso a Dios y a la felicidad; no podía escapar de las garras de Satanás, y estaba condenado a perecer eternamente (ver Jer. 13:23; PP 46). Entonces Dios, en su incomprensible misericordia, se reveló al hombre en la persona de su Hijo, e hizo posible la restauración de su imagen en el hombre (ver Sal. 2:7,12; 40:7; Juan 14:9-11; 2 Cor. 5:19).

El Padre ha elegido en su sabiduría hablar a la humanidad mediante su Hijo. Por lo tanto, el Hijo es llamado el Verbo de Dios (ver. Juan 1:1-3, 14; DTG 11, 13-14). Los creyentes mantienen su comunión con el cielo y pueden vivir espiritualmente, mediante el estudio y la asimilación de la Palabra de Dios. Esta asimilación de sus palabras es descrita por Jesús como el hecho de comer su cuerpo y beber su sangre (ver Juan 6:47-48, 51, 54-58, 63; DTG 615-616).

El pan partido en la cena de la comunión significa la admirable verdad de que así como el hombre obtiene su vida física de Dios, el cual es la fuente de la vida, así también el pecador arrepentido obtiene vida espiritual de Jesús, el Verbo de Dios. El poder y la gracia de Dios proporcionan alimento material a todos los hombres.

El alimento físico que es ingerido se transforma, por el proceso de la digestión y del metabolismo, en los tejidos del sistema nervioso, muscular, óseo, etc., y llega a ser parte del hombre; por lo tanto, el hombre es materialmente lo que come.

De la misma manera, el que por medio del estudio hace penetrar en su mente la Palabra de Dios y coloca su vida en conformidad con ella mediante el poder de Dios, se transforma de rebelde que vive oponiéndose a Dios y a lo que es mejor para sí mismo, en un amante y obediente hijo de Dios, cuyo único propósito en la vida es reflejar la imagen de su Creador (ver DTG  615-616). El hombre puede experimentar esta preciosa experiencia únicamente mediante el quebrantamiento del cuerpo de Jesús.

Es partido. La evidencia textual (cf. p. 10) favorece la omisión de este verbo. Esta construcción truncada ha sido evidentemente responsable de numerosas variantes, entre éstas, "se da" (BJ), "es partido" (RVR), "entregado a muerte" (DHH), "que se da por vosotros" (NC).

En memoria de mí. Estas palabras muestran que estaría ausente cuando sus discípulos participaran después de esta cena. Dios había ordenado a los hebreos sacrificar animales para impresionar a los hombres con la horrible naturaleza de la desobediencia. Esos sacrificios no podían cambiar el carácter del pecador que ofrecía el sacrificio, pero sí señalarle al Redentor venidero, quien con su propio cuerpo haría el gran sacrificio por el cual el hombre podría reconciliarse con Dios.

La Cena del Señor, que sustituyó el recordativo pascual de la liberación de Egipto, fue dada no como un sacrificio, sino para recordar al creyente en forma vívida todo lo que había sido ganado para él mediante el único gran sacrificio hecho por el Hijo de Dios para toda la familia humana (ver Heb. 9:25-28; 10:3-12,14).

El sacrificio de Cristo fue perfecto; por lo tanto, sólo podía ser ofrecido una vez. 

Pero para que fuera eficaz para todos los que buscaran el perdón de sus pecados por medio de él, Jesús se convirtió en el gran sumo sacerdote del hombre en el cielo después de su ascensión, para presentar allí "hasta que él venga" los méritos del sacrificio de su propio cuerpo quebrantado en favor del pecador arrepentido (1 Cor. 11:26; Heb. 4:14-16; 7:24-25; 8:1, 6; 9:11-12, 14,24). Mientras el Salvador ministra en favor de nosotros en el ciclo, presentando ante el Padre los méritos de su sacrificio, exhorta a los suyos en la tierra a que observen el rito que mantiene delante de ellos el misterio de la expiación.

25. Asimismo. Es decir, con la misma solemnidad y el mismo propósito, y para enseñar la misma gran verdad. Estas palabras también indican que el Señor dio gracias antes de invitar a los discípulos a que bebieran el "fruto de la vid" (ver Mat. 26:27; Mar. 14:23; Luc. 22:17).

Después de haber cenado. Es imposible determinar en qué punto del ritual de la pascua fue introducido el nuevo rito (ver com.  Juan 13:2). Debía ser un rito completamente nuevo, no una continuación de la fiesta pascual, cuyo significado terminó cuando murió Cristo.

Esta copa. Una sinécdoque, figura de lenguaje en la cual el continente se toma por el contenido. La copa contenía el vino pascual "exento de toda fermentación" (DTG 609; ver com. Mat. 26:27).

Pacto. Gr. diathék', "pacto", "convenio", "acuerdo". Se refiere al pacto o acuerdo que Dios ha hecho con el hombre, por medio del cual y en virtud de la reconciliación hecha por la muerte expiatorio de Cristo, Dios daría vida eterna a todo el que cree en Cristo (ver Juan 3:16,36; 5:24; 1 Juan 5:12).

Es evidente que este convenio para la salvación del hombre estaba en vigencia antes de que Jesús viniera a la tierra, pues Abrahán, entre otros, fue salvado por su fe en el Redentor prometido (Rom. 4:3, 16-22; Heb. 11:39-40). ¿Cómo podía, pues, ser llamado "nuevo" pacto? En cuanto al tiempo no era nuevo, pero sí en cuanto al momento de su ratificación por la sangre de Cristo. En cuanto a la relación entre el antiguo y el nuevo pacto, ver com. Eze. 16:60.

En mi sangre. En los días del AT se acostumbraba ratificar o sellar los convenios acordados entre dos partes mediante el sacrificio de un animal. En algunos casos el animal era cortado en pedazos, y los pactantes caminaban entre los trozos del animal para demostrar su voto de fidelidad a los términos del pacto (Gén. 15:9-18; Jer. 34:18-19).

El antiguo pacto entre Dios e Israel fue confirmado con la sangre de animales (Exo. 24:3-8). El nuevo pacto entre Dios y el hombre, basado enteramente en las promesas de Dios, fue ratificado con la sangre de Jesús (ver Heb. 10:12,14,16,20; PP 387). El pecador que se arrepiente y acepta el plan divino para su redención, entra de ese modo en el nuevo pacto y, además, testifica de su agradecida aceptación de ese plan bebiendo el jugo de la vid, de la comunión, que simboliza la sangre de Cristo quien ratificó el pacto.

Todas las veces. Dios estableció definidamente el tiempo y la frecuencia para la celebración de la pascua (Exo. 12:1-20), sin embargo no lo hizo así para la Cena del Señor. La frecuencia de su celebración queda a elección de los creyentes. Pero es natural pensar que los que aman al Señor y comprenden su gran necesidad de él, se sentirán contentos de participar con frecuencia del rito.

En memoria de mí. Es esencial que la gran realidad del Calvario, con todo lo que ella significa, nunca esté ausente del pensamiento de todos los que valoran la vida eterna. El estudio de la ciencia de la salvación ocupará la atención de los redimidos a través de toda la eternidad. Los verdaderos cristianos tendrán el deseo de meditar mucho en este tema inagotable mientras esperan que su Señor regrese. (ver Ed 122; DTG 613).

26. Todas las veces. Ver coro. vers. 25.

Anunciáis. Gr. kataggéllÇ, "proclamar", "declarar". Cuando los cristianos participan en el rito de la Cena del Señor, proclaman al mundo su fe en la obra expiatorio de Cristo y también de su segunda venida. Las palabras del Salvador "aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre" (Mat. 26:29), animan a sus seguidores a anticipar, en medio de sus pruebas y penalidades, el día glorioso cuando él regresará para llevar a los suyos lejos de este mundo de pecado, a la morada de eterna paz y felicidad (ver DTG 613).

Esta declaración en cuanto a anunciar o proclamar la muerte del Señor, sugiere que el rito no debe practicarse en secreto.  Su celebración pública con frecuencia causa una profunda impresión en los que lo contemplan.

Según este versículo, es evidente que todos los creyentes deben comer del pan y beber del jugo de la vid en el servicio de la comunión. Ninguno de estos dos emblemas es exclusivo del que oficia. Los creyentes, al participar de los símbolos -el pan y el jugo de uva-, declaran su fe en la plena reconciliación efectuada mediante el cuerpo quebrantado y la sangre derramada de Cristo, y en su regreso a este mundo para llevar a su pueblo consigo (Juan 14: 1-3).

Todos los creyentes deben observar el rito mientras dure el tiempo. Su observancia sólo cesará cuando todos los creyentes vean a Jesús cara a cara. Entonces no habrá necesidad de nada que nos traga recordar al Salvador porque lo veremos como él es (1Juan 3:2; Apoc. 22:4).

Así como los sacrificios ofrecidos en el tabernáculo en los días de Moisés y posteriormente en el templo de Jerusalén, representaron la muerte de Jesús a lo largo de los siglos hasta que vino la primera vez, así también la celebración de la Cena del Señor declara que él ha pagado el precio del castigo de los pecados de la humanidad, y continuará declarándolo "hasta que él venga" por segunda vez.

27. De manera que. Es decir, en vista de lo que ha sido dicho acerca del propósito de la Cena del Señor.

Indignamente. O sin la debida reverencia hacia el Señor, cuyos sufrimientos y sacrificio están siendo conmemorados.  Podría decirse que la indignidad consiste en una conducta indecoroso (cf. vers. 21) o en falta de una fe vital y activa en el sacrificio expiatorio de Cristo.

Culpado. El que no aprecia la incalculable deuda que tiene con el Salvador y trata con indiferencia el rito instituido para mantener vívidamente en el pensamiento de los creyentes la muerte de Cristo, es culpable de falta de respeto hacia el Señor. Esta actitud se parece a la de los que condenaron y crucificaron al Señor. El que manifiesta tal actitud en la Cena del Señor, podría ser considerado como que rechaza a su Señor y, por lo tanto, comparte la culpa de los que le dieron muerte.

28. Pruébese cada uno a sí mismo. El creyente debe, antes de participar en la Cena del Señor, repasar con oración y cuidado su vida cristiana, y sentirse seguro de que está preparado para recibir las bendiciones que proporciona la participación en este rito a todos los que están en una relación correcta con Dios.

Debe preguntarse si cada día experimenta la muerte al pecado y el nuevo nacimiento al Señor, si está triunfando en la batalla contra los pecados que lo acosan y si es correcto su proceder para con los demás. 

Deben examinarse las palabras, los pensamientos y hechos, y también los hábitos de devoción personal; sin duda, todo lo que influya en el progreso hacia la adquisición de un carácter que refleje la imagen de Jesús (ver 2 Cor. 13:5; Gál. 6:4).

Así como el examen propio y el apartarse de todo lo que es contrario a la mente de Dios es un ejercicio en el cual debe ocuparse cada día el cristiano (ver Luc. 9:23; 1Cor. 15:31; OE 286-288), de la misma manera la Cena del Señor representa una ocasión especial para la declaración pública de las nuevas resoluciones. En cuanto a la función del rito del lavamiento de los pies para ayudar al creyente a fin de que alcance la requerida experiencia de la preparación, ver com. Juan 13:4-17.

Así. Después de hacer un cuidadoso examen de su vida en relación con Dios, acérquese el creyente a la mesa del Señor con gozosa gratitud por todo lo que el Salvador crucificado significa para él.

29. Indignamente. La evidencia textual (cf. p. 10) se inclina por la omisión de esta palabra. Si se omite, el sentido del pasaje es: "pues quien come y bebe juicio para sí come y bebe, no discerniendo el cuerpo". La evidencia textual también se inclina por la omisión de la frase "del Señor".

Sin discernir.  Gr. diakrínÇ "distinguir", "discriminar". El significado podría ser que los corintios no distinguían entre una comida común y los emblemas consagrados del rito, que no hacían diferencia entre su alimento cotidiano y el que había sido puesto aparte para recordarles la muerte expiatorio de Cristo.

Hay una gran diferencia entre los recordativos de sucesos comunes de la historia y el recordativo de la transacción mediante la cual se hizo posible que el pecador fuera restaurado al favor divino.

Los creyentes no deben considerar este rito sólo como una ceremonia conmemorativa de un suceso histórico. Es esto, y mucho más; es un recordativo de lo que el pecado le costó a Dios y de lo que el hombre le debe al Salvador. Es también un medio de mantener vivo en la mente el deber del creyente de dar testimonio público de su fe en la muerte expiatorio del Hijo de Dios (ver DTG 612).

Juicio. Gr. kríma, "juicio"; "castigo" (BJ); "condenación" (BC, NC). No necesariamente el castigo final de los impíos. 

Cuando uno participa indignamente de la Cena del Señor, se expone al desagrado de Dios y a un castigo como el que se menciona en los vers. 30 y 32.

30. Enfermos y debilitados. Los comentadores generalmente creen que estos adjetivos describen enfermedades y sufrimientos físicos. Podría ser que la intemperancia y la glotonería, más los ágapes que precedían al rito en Corinto, eran factores que contribuían a la enfermedad de que aquí se habla. El pecado es desobediencia, y produce sufrimiento y muerte.

Duermen. Gr. koimáomai, verbo que con frecuencia se usa en las Escrituras para significar la muerte (Juan 11:11-12; Hech. 7:60; 1 Cor. 7:39; 15:51; 1 Tes. 4:13-15). 

La embriaguez y la glotonería traen sus consecuencias, que son enfermedad y muerte. La intemperancia pagana manifestada por los creyentes corintios en sus ágapes puede haber sido de tal naturaleza que merecía este escarmiento; pero es también aplicable a todos los casos en donde se cometen excesos semejantes.

Sin embargo, ésta no es la única aplicación de esta afirmación; no se la puede separar del tema de la observancia descuidada de la Cena del Señor. El que por su conducta descuidada durante el rito muestra falta de respeto por los sufrimientos de Cristo, pierde las bendiciones que Dios quiere que reciba. Está propenso a ser descuidado con respecto a otras órdenes de Dios, atrayéndose sobre sí mismo enfermedades, sufrimientos y aun la misma muerte.

31. Examinásemos. Gr. diakrínÇ, "discernir", "discriminar". DiakrínÇ se traduce como "discernir" en el vers. 29; significa autoexamen, diagnóstico de nuestra propia condición moral a la luz de una norma de Dios. Si los creyentes examinaran estrictamente sus propias actitudes y su conducta, y tomaran parte en el rito con la debida reverencia, no caerían bajo la condenación de Dios.

No seríamos juzgados. Es decir, por Dios. El caso de los creyentes corintios está registrado para nuestra instrucción. Si los cristianos recordaran este caso de la primitiva iglesia de Corinto y fueran fieles en el examen de sus pensamientos, sentimientos y motivos, obtendrían una bendición mucho al participar del rito y evitarían atraerse el desagrado de Dios.

32. Juzgados. Los sufrimientos que el Señor permitió que sobrevinieran a los corintios debido a la forma descuidada en que celebraban el rito, fue una manera misericordiosa de tratar sus faltas. La disciplina tenía el propósito de salvarlos para que no continuaran en esa transgresión. Es mejor que seamos "castigados por el Señor" en esta vida para ser inducidos a cambiar nuestra forma de proceder, de una conducta que no está de acuerdo con la voluntad divina a otra que Dios aprueba, antes que continuar en el pecado y perdernos eternamente (ver 1 Cor. 5:5; 1 Tim. 1:20). 

El sufrimiento da como resultado la depuración y purificación de la vida del verdadero creyente (ver Heb. 12:5-11).

Condenados con el mundo. Se refiere al juicio condenatorio final el cual no será pospuesto. "Mundo" comprende a todos los que se niegan a arrepentirse de sus pecados, humillarse ante Dios y aceptar a Jesús como su Salvador. Son hallados dignos de la muerte eterna (ver Sal. 34:16; Eze. 18:24; Mal. 4:12; 2 Tes. 1:8-9).

33. Esperaos. Existen dos opiniones acerca de este versículo, y ambas parecen ser apropiadas. Algunos comentadores piensan que se refiere al debido comportamiento en los ágapes que precedían a la Cena del Señor (ver pp. 46-48) en la iglesia de Corinto. Otros opinan que se refiere estrictamente al rito mismo. En ambos casos la amonestación es contra el desorden y el egoísmo que habían prevalecido.

Algunos se habían embriagado; otros habían descuidado a los pobres. Todo esto era contrario al espíritu de Cristo (cf. vers. 21-22). Dios exige orden y un espíritu celestial en todo lo que tiene que ver con su culto (cap. 14:33,40).

En el servicio más solemne de la iglesia -la Cena del Señor- no debe haber ni la más mínima apariencia de orgullo, egoísmo, glotonería o intemperancia; los pensamientos deben concentrarse en Cristo y su sacrificio, y no permitir que hallen lugar los pensamientos o actos impulsados por el corazón natural.

34. Hambre. Se refiere al deseo físico, natural de alimento, y no al anhelo espiritual del pan de vida. La Cena del Señor no tiene el propósito de ser una ocasión para que las personas satisfagan su hambre natural. Su propósito es ser un recordativo del más grande y más solemne acontecimiento del mundo, y no un banquete. Si todos los creyentes obedecieran cuidadosamente las instrucciones acerca de la observancia de la Cena del Señor que se dan en este capítulo, sería un servicio lleno de consuelo y de gozo elevador y santo (ver DTG 615-616).

Las demás. Indudablemente había otros asuntos acerca de los cuales habían hecho preguntas los creyentes de Corinto, preguntas que Pablo creía que podría tratar mejor cuando los visitara. Esta afirmación muestra que tenía el plan de visitar nuevamente a Corinto, lo que hizo después, pero no antes de que les escribiera otra epístola (ver pp. 105-107, 818).

Este capítulo destaca la necesidad de tener sumo cuidado en todo lo que se relaciona con el culto de Dios. Los adoradores deben acercarse a él con conciencias y motivos puros, y con el propósito de glorificarlo y recibir la bendición que él está listo a darles (ver Sal. 24:3-5; 29:2; 95:2-3, 6; 100:4; Juan 4:23-24). 6CBA

COMENTARIOS DE EGW

1. PP 778. Antes que terminara la guerra con los amonitas, David regresó a Jerusalén, dejando la dirección del ejército a Joab. Los sirios ya se habían sometido a Israel, y la completa caída de los amonitas parecía segura. David se veía rodeado de los frutos de la victoria y de los honores de su gobierno sabio y hábil. Fue entonces, mientras vivía en holgura y desprevenido, cuando el tentador aprovechó la oportunidad de ocupar su mente. El hecho de que Dios había admitido a David en una relación tan estrecha consigo, y había manifestado tanto favor hacia David, debiera haber sido para él el mayor de los incentivos para conservar inmaculado su carácter. Pero cuando él estaba cómodos tranquilo y seguro de si mismo, se separó de Dios, cedió a las tentaciones de Satanás, y atrajo sobre su alma la mancha de la culpabilidad. El hombre designado por el Cielo como caudillo de la nación, el escogido por Dios para ejecutar su ley, violó sus preceptos. Por sus actos el que debía castigar a los malhechores, les fortaleció las manos.

En medio de los peligros de su juventud, David, consciente de su integridad, podía confiar su caso a Dios. La mano del Señor le había guiado y hecho pasar sano y salvo por infinidad 777 de trampas tendidas para sus pies. Pero ahora, culpable y sin arrepentimiento, no pidió ayuda ni dirección al Cielo, sino que buscó la manera de desenredarse de los peligros en que el pecado le había envuelto. Betsabé, cuya hermosura fatal había resultado ser una trampa para el rey, era la esposa de Urías el heteo, uno de los oficiales más valientes y más fieles de David. Nadie podía prever cuál seria el resultado si se llegase a descubrir el crimen. La ley de Dios declaraba al adúltero culpable de la pena de muerte, y el soldado de espíritu orgulloso, tan vergonzosamente agraviado, podría vengarse quitándole la vida al rey, o incitando a la nación a la revuelta.

Todo esfuerzo de David para ocultar su culpabilidad resulto fútil. Se había entregado al poder de Satanás; el peligro le rodeaba; la deshonra, que es más amarga que la muerte, le esperaba. No había sino una manera de escapar, y en su desesperación se apresuró a agregar un asesinato a su adulterio. El que había logrado la destrucción de Saúl, trataba ahora de llevar a David también a la ruina. Aunque las tentaciones eran distintas, ambas se asemejaban en cuanto a conducir a la transgresión de la ley de Dios. David pensó que si Urías era muerto por la mano de los enemigos en el campo de batalla, la culpa de su muerte no podría atribuirse a las maquinaciones del rey; Betsabé quedaría libre para ser la esposa de David las sospechas se eludirían y se mantendría el honor real.

Urías fue hecho portador de su propia sentencia de muerte. El rey envió por su medio una carta a Joab, en la cual ordenaba: "Poned a Urias delante de la fuerza de la batalla, y desamparadle, para que sea herido y muera." (Véase 2 Samuel 11,12.) Joab, ya manchado con la culpa de un asesinato protervo, no vaciló en obedecer las instrucciones del rey, y Urías cayó herido por la espada de los hijos de Ammón.

Hasta entonces la foja de servicios de David como soberano había sido tal que pocos monarcas la tuvieron jamás igual. Se nos dice que "hacía David derecho y justicia a todo su pueblo." (2 Sam. 8:15.) Su integridad le había ganado la, confianza y 778 la lealtad de toda la nación. Pero cuando se apartó de Dios y cedió al maligno, se hizo, por el momento, agente de Satanás; sin embargo, conservaba el puesto y la autoridad que Dios le había dado, y a causa de esto exigía ser obedecido en cosas que hacían peligrar el alma del que las hiciera. Y Joab, más leal al rey que a Dios, violó la ley de Dios por orden del rey.

El poder de David le había sido dado por Dios, pero para que lo ejercitara solamente en armonía con la ley divina. Cuando ordenó algo que era contrario a la ley de Dios, el obedecerle se hizo pecado. "Las [potestades] que son, de Dios son ordenadas" (Rom. 13:1), pero no debemos obedecerlas en contradicción a la ley de Dios. El Apóstol Pablo, escribiendo a los corintios, fija el principio que, ha de guiarnos. Dice: "Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo. (1 Cor. 11:1).

3. DTG 382. CUÁN DÉBIL PARECÍA LA IGLESIA CUANDO CRISTO PRONUNCIÓ ESTAS PALABRAS. Se componía apenas de un puñado de creyentes contra quienes se dirigía todo el poder de los demonios y de los hombres malos; sin embargo, los discípulos de Cristo no debían temer. Edificados sobre la Roca de su fortaleza, no podían ser derribados.

DURANTE SEIS MIL AÑOS, LA FE HA EDIFICADO SOBRE CRISTO. Durante seis mil años, las tempestades y los embates de la ira 382 satánica han azotado la Roca de nuestra salvación; pero ella sigue inconmovible.

PEDRO HABÍA EXPRESADO LA VERDAD QUE ES EL FUNDAMENTO DE LA FE DE LA IGLESIA, y Jesús le honró como representante de todo el cuerpo de los creyentes. Dijo: "A ti daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que ligares en la tierra será ligado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos."

"LAS LLAVES DEL REINO DE LOS CIELOS" SON LAS PALABRAS DE CRISTO. Todas las palabras de la Santa Escritura son suyas y están incluidas en esa frase. Esas palabras tienen poder para abrir y cerrar el cielo. Declaran las condiciones bajo las cuales los hombres son recibidos o rechazados. Así la obra de aquellos que predican la Palabra de Dios tiene sabor de vida para vida o de muerte para muerte. La suya es una misión cargada de resultados eternos.

EL SALVADOR NO CONFIÓ LA OBRA DEL EVANGELIO A PEDRO INDIVIDUALMENTE. En una ocasión ulterior, repitiendo las palabras que fueron dichas a Pedro, las aplicó directamente a la iglesia. Y lo mismo fue dicho en substancia también a los doce como representantes del cuerpo de creyentes. Si Jesús hubiese delegado en uno de los discípulos alguna autoridad especial sobre los demás, no los encontraríamos contendiendo con tanta frecuencia acerca de quién sería el mayor. Se habrían sometido al deseo de su Maestro y habrían honrado a aquel a quien él hubiese elegido.

En vez de nombrar a uno como su cabeza, Cristo dijo de los discípulos: "No queráis ser llamados Rabbí;" "ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo." (Mateo 23:8,10). "Cristo es la cabeza de todo varón." Dios, quien puso todas las cosas bajo los pies del Salvador, "diólo por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que hinche todas las cosas en todos.' (1 Corintios 11:3; Efesios 1:22,23).

LA IGLESIA ESTÁ EDIFICADA SOBRE CRISTO COMO SU FUNDAMENTO; ha de obedecer a Cristo como su cabeza. No debe depender del hombre, ni ser regida por el hombre. Muchos sostienen que una posición de confianza en la iglesia les da autoridad para dictar lo que otros hombres deben creer y hacer. Dios no sanciona esta pretensión. El Salvador declara: "Todos vosotros sois hermanos.' Todos 383 están expuestos a la tentación y pueden errar. No podemos depender de ningún ser finito para ser guiados.

LA ROCA DE LA FE ES LA PRESENCIA VIVA DE CRISTO EN LA IGLESIA. De ella puede depender el más débil, y los que se creen los más fuertes resultarán los más débiles, a menos que hagan de Cristo su eficiencia. "Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo." El Señor "es la Roca, cuya obra es perfecta." "Bienaventurados todos los que en él confían.' (Jeremías 17:5; Deuteronomio 32:4; Salmos 2:12).

23-26. DTG 608. EL SEÑOR JESÚS, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed: esto es mi cuerpo que por vosotros es partido: haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre: haced esto todas las veces que bebierais, en memoria de mí. Porque todas las veces que comiereis este pan, y bebierais esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que venga." (1 Corintios 11:23-26).

CRISTO SE HALLABA EN EL PUNTO DE TRANSICIÓN ENTRE DOS SISTEMAS Y SUS DOS GRANDES FIESTAS RESPECTIVASEl, el Cordero inmaculado de Dios, estaba por presentarse como ofrenda por el pecado, y así acabaría con el sistema de figuras y ceremonias que durante cuatro mil años había anunciado su muerte. Mientras comía la pascua con sus discípulos, instituyó en su lugar el rito que había de conmemorar su gran sacrificio. La fiesta nacional de los judíos iba a desaparecer para siempre. El servicio que Cristo establecía había de ser observado por sus discípulos en todos los países y a través de todos los siglos.

LA PASCUA fue ordenada como conmemoración del libramiento de Israel de la servidumbre egipcia. Dios había indicado que, año tras año, cuando los hijos preguntasen el significado de este rito, se les repitiese la historia. Así había de mantenerse fresca en la memoria de todos aquella maravillosa liberación.

EL RITO DE LA CENA DEL SEÑOR fue dado para conmemorar la gran liberación obrada como resultado de la muerte de Cristo. Este rito ha de celebrarse hasta que él venga por segunda vez con poder y gloria. Es el medio por el cual ha de mantenerse fresco en nuestra mente el recuerdo de su gran obra en favor nuestro.

27-29,26. DTG 612.  EL EJEMPLO DE CRISTO PROHÍBE LA EXCLUSIVIDAD EN LA CENA DEL SEÑOREs verdad que el pecado abierto excluye a los culpables. Esto lo enseña claramente el Espíritu Santo. (1 Corintios 5:11). Pero, fuera de esto, nadie ha de pronunciar juicio. Dios no ha dejado a los hombres el decir quiénes se han de presentar en estas ocasiones.

Porque ¿Quién puede leer el corazón? ¿Quién puede distinguir la cizaña del trigo? "Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así de aquel pan, y beba de aquella copa." Porque "cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor." "El que come y bebe indignamente, juicio come y bebe para sí, no discerniendo el cuerpo del Señor." (1 Corintios 11:28, 27,29).

CUANDO LOS CREYENTES SE CONGREGAN PARA CELEBRAR LOS RITOS, están presentes mensajeros invisibles para los ojos humanos. Puede haber un Judas en el grupo, y en tal caso hay allí mensajeros del príncipe de las tinieblas, porque ellos acompañan a todos los que se niegan a ser dirigidos por el Espíritu Santo. Los ángeles celestiales están también presentes. Estos visitantes 613 invisibles están presentes en toda ocasión tal. Pueden entrar en el grupo personas que no son de todo corazón siervos de la verdad y la santidad, pero que desean tomar parte en el rito. No debe prohibírselas. Hay testigos que estuvieron presentes cuando Jesús lavó los pies de los discípulos y de Judas. Hay ojos más que humanos que contemplan la escena.

POR EL ESPÍRITU SANTO, CRISTO ESTÁ ALLÍ PARA PONER EL SELLO A SU PROPIO RITO. Está allí para convencer y enternecer el corazón. Ni una mirada, ni un pensamiento de contrición escapa a su atención. El aguarda al arrepentido y contrito de corazón. Todas las cosas están listas para la recepción de aquella alma. El que lavó los pies de Judas anhela lavar de cada corazón la mancha del pecado. Nadie debe excluirse de la comunión porque esté presente alguna persona indigna.

CADA DISCÍPULO ESTÁ LLAMADO A PARTICIPAR PÚBLICAMENTE DE ELLA Y DAR ASÍ TESTIMONIO DE QUE ACEPTA A CRISTO COMO SALVADOR PERSONAL. Es en estas ocasiones designadas por él mismo cuando Cristo se encuentra con los suyos y los fortalece por su presencia. Corazones y manos indignos pueden administrar el rito; sin embargo Cristo está allí para ministrar a sus hijos. Todos los que vienen con su fe fija en él serán grandemente bendecidos. Todos los que descuidan estos momentos de privilegio divino sufrirán una pérdida. Acerca de ellos se puede decir con acierto: "No estáis limpios todos."

AL PARTICIPAR CON SUS DISCÍPULOS DEL PAN Y DEL VINO, CRISTO SE COMPROMETIÓ COMO SU REDENTOR. Les confió el nuevo pacto, por medio del cual todos los que le reciben llegan a ser hijos de Dios, coherederos con Cristo. Por este pacto, venía a ser suya toda bendición que el cielo podía conceder para esta vida y la venidera. Este pacto había de ser ratificado por la sangre de Cristo. La administración del sacramento había de recordar a los discípulos el sacrificio infinito hecho por cada uno de ellos como parte del gran conjunto de la humanidad caída. Pero el servicio de la comunión no había de ser una ocasión de tristeza. Tal no era su propósito. Mientras los discípulos del Señor se reúnen alrededor de su mesa, no han de recordar y lamentar sus faltas. No han de espaciarse en su experiencia religiosa pasada, haya sido ésta elevadora o deprimente.

No han de recordar las divergencias existentes entre ellos y sus 614 hermanos. El rito preparatorio ha abarcado todo esto. El examen propio, la confesión del pecado, la reconciliación de las divergencias, todo esto se ha hecho. Ahora han venido para encontrarse con Cristo. No han de permanecer en la sombra de la cruz, sino en su luz salvadora. Han de abrir el alma a los brillantes rayos del Sol de justicia. Con corazones purificados por la preciosísima sangre de Cristo, en plena conciencia de su presencia, aunque invisible, han de oír sus palabras: "La paz os dejo, mi paz os doy: no como el mundo la da, yo os la doy." (Juan 14:27).

NUESTRO SEÑOR DICE: BAJO LA CONVICCIÓN DEL PECADO, RECORDAD QUE YO MORÍ POR VOSOTROS. Cuando seáis oprimidos, perseguidos y afligidos por mi causa y la del Evangelio, recordad mi amor, el cual fue tan grande que di mi vida por vosotros. Cuando vuestros deberes parezcan austeros y severos, y vuestras cargas demasiado pesadas, recordad que por vuestra causa soporté la cruz, menospreciando la vergüenza. Cuando vuestro corazón se atemoriza ante la penosa prueba, recordad que vuestro Redentor vive para interceder por vosotros.

EL RITO DE LA COMUNIÓN SEÑALA LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTOEstaba destinado a mantener esta esperanza viva en la mente de los discípulos. En cualquier oportunidad en que se reuniesen para conmemorar su muerte, relataban cómo él "tomando el vaso, y hechas gracias, les dio, diciendo: Bebed de él todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, la cual es derramada por muchos para remisión de los pecados. Y os digo, que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid hasta aquel día, cuando lo tengo de beber nuevo con vosotros en el reino de mi Padre." En su tribulación, hallaban consuelo en la esperanza del regreso de su Señor. Les era indeciblemente precioso el pensamiento: "Todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que venga." (1 Corintios 11:26).

31 DTG 281. “EL JUZGAR A LOS DEMÁS” "No juzguéis, para que no seáis juzgados." No os estiméis mejores que los demás ni os erijáis en sus jueces. Ya que no podéis discernir los motivos, no podéis juzgar a otro. Si le criticáis, estáis fallando sobre vuestro propio caso; porque 281 demostráis ser partícipes con Satanás, el acusador de los hermanos.

El Señor dice: "Examinaos a vosotros mismos si estáis en fe; probaos a vosotros mismos." Tal es nuestra obra. "Que si nos examinásemos a nosotros mismos, cierto no seríamos juzgados." (2 Corintios 13:5; 1 Corintios 11:31).

POR SUS FRUTOS. El buen árbol producirá buenos frutos. Si el fruto es desagradable al paladar e inútil, el árbol es malo. Así también el fruto que se produce en la vida atestigua las condiciones del corazón y la excelencia del carácter. Las buenas obras no pueden comprar la salvación, pero son una evidencia de la fe que obra por el amor y purifica el alma. Y aunque la recompensa eterna no nos es concedida por causa de nuestros méritos, estará, sin embargo, en proporción con la obra hecha por medio de la gracia de Cristo.

Así expuso Cristo los principios de su reino, y demostró que eran la gran regla de la vida; y para grabar la lección, añadió una ilustración.

“COMO EDIFICAMOS” No es suficiente, dijo, que oigáis mis palabras. Por la obediencia debéis hacer de ellas el fundamento de vuestro carácter. El yo no es sino una arena movediza. Si edificáis sobre teorías e inventos humanos, vuestra casa caerá. Quedará arrasada por los vientos de la tentación y las tempestades de la prueba. Pero estos principios que os he dado permanecerán. Recibidme; edificad sobre mis palabras. "Cualquiera pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la peña; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y combatieron aquella casa; y no cayó; porque estaba fundada sobre la peña." DTG/EGW

Ministerio Hno. Pio

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