2 CORINTIOS 1:12-24. EXPLICACIÓN DEL CAMBIO EN LOS PLANES DE VIAJE: Vers. (12-14) Invoca su conciencia y la de los corintios para testificar de su manera sincera de predicar la verdad inmutable del Evangelio, (15-24) y para disculpar su visita que no había cumplido, no por ligereza o falta de propósito, sino por su indiligencia con ellos.
12 Porque nuestra gloria es esta: el testimonio de nuestra conciencia, que con sencillez y sinceridad de Dios, no con sabiduría humana, sino con la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo, y mucho más con vosotros. 13 Porque no os escribimos otras cosas de las que leéis, o también entendéis; y espero que hasta el fin las entenderéis; 14 como también en parte habéis entendido que somos vuestra gloria, así como también vosotros la nuestra, para el día del Señor Jesús.
15 Con esta confianza quise ir primero
a vosotros, para que tuvieseis una segunda gracia, 16 y por vosotros pasar a
Macedonia, y desde Macedonia venir otra vez a vosotros, y ser encaminado por
vosotros a Judea. 17 Así que, al proponerme esto, ¿usé quizá de ligereza? ¿O lo
que pienso hacer, lo pienso según la carne, para que haya en mí Sí y No? 18
Mas, como Dios es fiel, nuestra palabra a vosotros no es Sí y No. 19 Porque el
Hijo de Dios, Jesucristo, que entre vosotros ha sido predicado por nosotros,
por mí, Silvano y Timoteo, no ha sido Sí y No; mas ha sido Sí en él; 20 porque
todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros,
para la gloria de Dios. 21 Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el
que nos ungió, es Dios,
22 el cual también nos ha sellado,
y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones.
23 Mas yo invoco a Dios por testigo sobre mi alma, que por ser indulgente con vosotros no he pasado todavía a Corinto. 24 No que nos enseñoreemos de vuestra fe, sino que colaboramos para vuestro gozo; porque por la fe estáis firmes. (2 Corintios 1).
12. Nuestra conciencia. Ahora comienza a tratar las
relaciones recientes entre él y la iglesia de Corinto. Había reclamado el derecho a las oraciones
intercesoras de ellos (vers. 11), y ahora declara que no ha renunciado a ese
reclamo mediante su conducta pasada o presente: su conciencia lo apoyaba
plenamente.
Pablo repetidas veces se refiere
al testimonio de su conciencia (Hech. 23:1; 24:16; Rom. 9:1). Algunos de los
corintios lo habían acusado de albergar intenciones dudosas y no sinceras respecto
a su cambio de planes en cuanto a su anunciada visita a Corinto (ver: 2 Cor. 1:15);
pero su conciencia estaba libre de culpa ante Dios, ante los gentiles, y
especialmente ante los corintios.
Con sencillez. Si bien algunos MSS dicen "con
santidad", la evidencia textual (cf. p. 10) sugiere el texto que se
refleja en la RVR. La actitud de Pablo
era el resultado de una entrega sin reservas a la voluntad de Dios.
Sabiduría humana. Ver com. Rom. 7:24; 2 Cor. 10:2;
cf. com. 1 Cor. 9:27. Pablo vivía y trabajaba en una atmósfera completamente
espiritual, ajena a la influencia de las consideraciones que motivan a los
hombres del mundo. "Sabiduría humana" ("sabiduría carnal"
BJ, BC, NC) es el conocimiento de quienes no han sido regenerados, que no están
bajo la influencia del Espíritu de Dios. La sabiduría humana puede parecer
profunda, pero engaña con frecuencia.
Nos hemos conducido. Nada puede sostener a una persona
firme frente a múltiples sufrimientos, como una limpia conciencia.
El sufrimiento se aumenta en gran
escala cuando la conciencia le dice repetidas veces al ser humano que él mismo
se ha causado la dificultad. Cosecha lo
que ha sembrado. Ver 1 Ped. 2:12, 19-20. Una "buena conciencia"
sostuvo a Pablo a través de sus pruebas, primero en Jerusalén (Hech. 23:1) y más
tarde en Cesarea (Hech. 24:16).
La altura de la dimensión moral
sólo se alcanza cuando "el Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de
que somos hijos de Dios" (Rom. 8:6). La certidumbre de que uno realmente
ha sido aceptado por Dios y de que disfruta de la aprobación celestial, es la
única base permanente para un gozo duradero.
Con vosotros. Pablo había dado a los corintios
amplia oportunidad de que observaran cómo obraba en él la gracia de Dios.
13. Os escribimos. Pablo acaba de hablar de su
pureza de intenciones. Dice que esto se
puede encontrar en sus cartas: la que está escribiendo y las dos anteriores que
ya conocemos (ver p. 818).
Leéis . . . entendéis. Gr. anaginÇskÇ y epiginÇskÇ, un
juego de palabras. AnaginÇskÇ denota lectura, silenciosa o en alta voz, y
epiginÇskÇ, la comprensión de lo que se ha leído. No hay ningún significado
oculto en sus palabras, ninguna ambigüedad que permita suponer que Pablo
pensara una cosa mientras escribía otra. Los corintios sin duda lo habían
acusado de duplicidad, de equívocos: decir una cosa para significar otra u
otras.
Pablo declara que todo lo que les
ha escrito no tiene otro, significado fuera del que claramente expresan sus
palabras. El informe traído por Tito indicaba que muchos de los creyentes
corintios habían entendido correctamente a Pablo, que no interpretaban mal sus
motivos. Y él esperaba que ellos nunca tuvieran ocasión de pensar de otra
manera.
14. En parte. Esta frase podría aplicarse tanto
a Pablo como a los corintios. Quiso decir: o que todos lo comprendían
parcialmente, o que sólo algunos lo comprendían.
Entendido. Ver com. vers. 13. Algunos de los
corintios lo habían entendido; otros, no.
Somos vuestra gloria. Algunos corintios sentían un
santo orgullo por Pablo y sus colaboradores. Es un buen síntoma en la iglesia
cuando el ministerio y los laicos tienen confianza y motivos mutuos para
regocijarse.
También vosotros. Los conversos de Pablo serán en
el día final la corona en que él se regocije (ver 1 Tes. 2:19-20; Fil. 2:16;
cf. Heb. 12:2). El gozo de los ministros y de los laicos será completo en el
día cuando Cristo aparezca para congregar a sus redimidos en su reino. Si todos
tuvieran en cuenta ese día, nunca habría resentimientos, hostilidades ni
incomprensiones. ¡Cuánto más amor cristiano y buena voluntad se manifestarían
si todos anticiparan ese día de gozo mutuo en la presencia de Dios!
15. Con esta confianza. Es decir, la confianza de ellos en la integridad y la sinceridad de Pablo (vers. 12-14). Quise. Pablo había tenido al principio la intención de ir directamente de Éfeso a Corinto por mar; después viajar a Macedonia, regresar a Corinto y seguir a Jerusalén. De modo que tenía el propósito de honrarlos con dos visitas (ver com. "segunda" y "gracia") en el mismo viaje, mientras que sólo visitaría una vez a los macedonios. Esto significaba apartarse de su camino para pasar un tiempo adicional con la iglesia de Corinto. Había abandonado el plan de la doble visita a Corinto por la razón que luego dará en el vers. 23.
Primero. Pablo tenía el propósito de
visitar primero a los corintios antes de proseguir a Macedonia.
Segunda. No es del todo claro si Pablo
pensaba en su visita previa a Corinto como la primera "gracia" y de
esta doble visita que se proponía hacerles, como la segunda, o si estaba
pensando en el itinerario que ahora había cancelado con su primera y segunda
visitas.
Gracia. Gr. járis, "gracia" o
"favor". Si bien algunos MSS dicen jará, "alegría", en vez
de jaris, "gracia", la evidencia textual (cf. p. 10) se inclina por
el texto que se refleja en la RVR. Pablo había informado a los corintios de su
cambio de planes (1 Cor. 16:5-6), y sus adversarios de Corinto aprovecharon su
cambio para acusarlo de ser vacilante e inconstante (2 Cor. 1:17). Se aferraron
a ese pretexto insignificante debido a la mala voluntad que le tenían y a su
deseo de desacreditarlo.
16. Ser encaminado. Gr. propémpÇ, enviar delante,
acompañar, preparar el viaje, aprovisionar. PropémpÇ se ha traducido de diversas
maneras en Hech. 15:3; 20:38; 21:5; Rom. 15:24; 1 Cor. 16:6,11. Pablo esperaba
que algunos representantes de la iglesia de Corinto le facilitaran el viaje y
lo acompañaran, por lo menos parte del camino, cuando saliera de Corinto hacia
Jerusalén. Esto sería una nueva manifestación de su amor y respeto por un
apóstol de Cristo, su padre espiritual. Por lo menos algunos miembros de la
delegación de Corinto lo acompañarían todo el camino hasta Jerusalén, para
llevar la colecta recibida (ver Hech. 24:17; 1 Cor. 16:1-4).
17. Ligereza. Gr. elafría, "inconstancia",
"veleidad", "volubilidad". Cuando Pablo hizo originalmente
la promesa (vers. 15), tenía toda la intención de cumplirla. Pero cambió sus
planes no porque fuera voluble, sino para el bien de ellos (cap. 1:23; 2:1-4). Pablo
ahora procede a explicar y a defender su cambio de planes contra las
acusaciones esgrimidas por sus adversarios. Es evidente que se había dicho en
Corinto que él ya no tenía el propósito de llegar directamente desde Éfeso.
Hasta ese momento tampoco les
había explicado personalmente las cosas. Sus adversarios habían aprovechado esa
situación para acusarlo de que no cumplía su palabra y que no era digno de
confianza.
Según la carne. ¿Sería posible que Pablo tomara
sus decisiones dependiendo de intereses egoístas? ¿Hacía sus planes como los
hacen los hombres del mundo? ¿Alteraba sus planes por cualquier circunstancia y
caprichosamente cuando era evidente que de ese modo recibiría un beneficio
personal?
Sí y No. Mientras hablaba de su visita a
Corinto, ¿tenía acaso el plan de no ir a esa ciudad? ¿Quería decir
"No" cuando decía "Sí"? ¿O era tan voluble que podía decir
"Sí" y "No" casi al mismo instante? ¿Era cierto que nadie
podía depender de él ni saber qué podía esperar de él? Pablo lo niega. Su
proyectada doble visita había sido impedida no por su inconstancia, sino por la
deslealtad de ellos y por el deseo del apóstol de no tener que tratarlos ásperamente.
(Ver com. Mat, 5:37; cf. Sant. 5:12.)
18. Como Dios es fiel. Pablo llama a Dios por testigo en cuanto a la verdad de su declaración. Lo que se debate es el cumplimiento de sus afirmaciones. Como representante de Dios, ¿cómo podía presentar Pablo la inmutabilidad de Dios y de sus promesas, y al mismo tiempo hablar y proceder de manera contradictoria? Así como Dios es fiel también lo había sido Pablo en su trato con ellos. El que destaca en su predicación el completo cumplimiento de las promesas de Dios, no usará un lenguaje doble, ambiguo. Nuestra palabra a vosotros. Quizá la promesa de Pablo de visitarlos.
19. Hijo de Dios. Ver com. Luc. 1:35.
Entre vosotros ha sido predicado.
Hech. 18:1-18.
Silvano y Timoteo. Ver com. Hech. 18:5. Ha sido Sí en él. El mensaje evangélico es positivo e inequívoco. No contiene ambigüedades.
20. Todas las promesas. Las promesas de Dios son fidedignas. Son en él Sí. Es decir, mediante Cristo. Todas las promesas de Dios se encarnaron en Cristo, hallaron su cumplimiento en él. Él es, pues, la evidencia de que todas las promesas divinas hechas a los padres son fidedignas. Cf. Hech. 3:20-21; Rom. 15:8. La fe cristiana es de una certeza absoluta.
Amén. Es decir, verdaderas, fieles,
ciertas (ver com. Mat. 5:18; Juan 1:51). La palabra aquí repite la idea ya
expresada en "Sí"(ver com. 2 Cor. 1:17-18). No es un título como en
Apoc. 3:14. Debido a que en griego dice literalmente "el amén", se ha
sugerido que Pablo aquí se refiere a la palabra "amén" pronunciada
por los cristianos para afirmar las verdades eternas de la fe cristiana.
Por medio de nosotros. Por medio de Cristo se comprueba
que las promesas son seguras, y por medio de los hijos de Dios, que son
eficaces. Por medio de la vida y el
ministerio de Pablo el nombre de Dios estaba siendo glorificado en particular,
y era difícil que pudiera hacer promesas caprichosas mientras se ocupaba en la
proclamación de promesas tan seguras como lo son las de Dios y confirmadas
mediante Cristo.
Los cristianos siguen a su
Maestro en la medida en que actúan firme y constantemente en su obediencia a
Dios y en su dedicación a la causa del Señor en la tierra. La vida cristiana
nunca hace de los hombres seres volubles. Pablo a veces alteraba sus planes,
pero cuando lo hacía era con una lealtad absoluta a los principios y al deber
tal como le habían sido revelados.
Gloria de Dios. Pablo sólo procuraba en todas sus
labores, honrar a Dios y difundir su reino. Ver com. Rom. 3:24.
21. El que nos confirma. Dios era el que había confirmado
en el cristianismo a Pablo y a los corintios. Pablo había sido el mensajero de
Dios para llamarlos. ¿Podía uno que era voluble e indeciso -como tildaban a
Pablo- confirmar a otros? Pero Pablo no merecía la alabanza, pues Dios era
quien lo había confirmado a él y también a ellos.
Nos ungió. Gr. jríÇ, el verbo raíz del
sustantivo que se traduce como "Cristo" (ver com. Mat. 1:1). Todos
los cristianos fueron en cierto sentido ungidos o consagrados a Dios por el
derramamiento del Espíritu Santo en el tiempo de su conversión y bautismo.
Quizá Pablo se refiere a su propia consagración especial al ministerio
evangélico, pero el contexto de 2 Cor. 1:21-22 parece indicar que la referencia
es al ungimiento general de todos los verdaderos creyentes. La unción del
Espíritu Santo capacitaba y daba poder a los que, como Pablo, habían sido
ungidos para el cumplimiento eficaz de su obra.
22. Sellado. Gr. sfragízÇ,
"marcar", "sellar", "autenticar",
"confirmar". Un sello se estampa sobre un documento para garantizar
que es genuino. El "sello" que Dios coloca sobre hombres y mujeres
los reconoce como hijos e hijas del Altísimo, como confirmados en Cristo y
dedicados a su servicio (vers. 21). Ver com.
Eze. 9:4; Juan 6:27; Efe. 1:13; 4:30; Apoc. 7:2-3; 14:1.
Arras. Gr. arrabÇn,
"arras", "pago inicial", término relacionado con el Heb.
erabon, prenda, como en Gén. 38:17-20. Esta palabra era de uso común entre los
comerciantes cananeos y fenicios. ArrabÇn se encuentra con frecuencia en los
papiros para indicar dinero pagado como arras o garantía por una vaca, un
terreno, una esposa, etc.; también se usaba para un anillo de compromiso.
Además, constituía
no pago inicial, una garantía de que se pagaría toda la suma prometida, lo cual
ratificaba el convenio, Las arras debían pagarse en la misma especie del pago
estipulado para la suma total, y se debían considerar como una parte del pago.
En caso de que el comprador no completara la transacción, el dinero de las
arras quedaba en poder del vendedor.
Pablo usa la figura
del dinero de las arras para ilustrar a los creyentes el don del Espíritu Santo
como un primer pago, una garantía de la herencia plena de ellos en el más allá
(ver Efe. 1:13-14; cf. Rom. 8:16). El cristiano tiene el privilegio de
experimentar la completa convicción de haber sido aceptado por Dios como su
hijo adoptivo cuando se convirtió, y de retener esa adopción a través de toda
la vida (ver com. 1 Juan 3:1), de aceptar la dádiva de la vida eterna (ver com.
Juan 3:16) y de experimentar la transformación del carácter que se hace posible
cuando el Espíritu Santo mora en lo íntimo del ser (ver com. Rom. 8:1-4; 12:2;
cf. Juan 16:7-11).
Pero el gozo que se
siente cuando la voluntad armoniza con la voluntad de Dios (ver com. Sal. 40:8),
cuando el corazón aspira llegar a la estatura de la perfección en Cristo Jesús
(ver com. Mat. 5:48; Efe. 4:13,15; 2 Ped. 3:18), y cuando se camina cada día
interrumpidamente con el Salvador, representa las "arras" de un gozo
mayor y eterno en la tierra renovada.
Pablo disfrutaba de
una experiencia tal, como también los creyentes corintios que estaban verdaderamente
convertidos (2 Cor. 1:21).
Por lo tanto, la
acusación de que Pablo era guiado por motivos egoístas cuando cambió sus planes
(vers. 23; cf. vers. 15-17), no tenía ningún valor. Las arras son mucho más que
una prenda. Lo que se da como prenda difiere en calidad de lo que garantiza. Además,
la prenda se devuelve cuando se cancela la obligación que se contrajo. Por el
contrario, las "arras" son parte inseparable de la obligación. Las "arras del Espíritu" podrían
considerarse como equivalentes de "las primicias del Espíritu" (Rom.
8:23). que son una muestra de lo que será la cosecha al fin del mundo.
El dinero dado en
arras se entrega cuando se presenta alguna demora en completar la transacción. Los
hijos y las hijas de Dios se convierten en herederos de todas las bendiciones
del cielo tan pronto como se relacionan con Dios mediante el pacto (Rom. 8:17;
Efe. 1:3-12; 1 Juan 3:1-2), y las arras del Espíritu les son dadas como
garantía de ese 830 derecho.
En cierto sentido ya
viven en el cielo (Efe. 2:5-6; Fil. 3:20). Los verdaderos hijos de Dios, los
que tienen estas "arras del Espíritu", no sienten ninguna incertidumbre
en cuanto a si Dios los ha aceptado en Cristo y tiene lista para ellos una herencia
inmortal (ver com. Juan 3:16; 1 Juan 3:2; 5:11). Pero el pago pleno y completo
-la verdadera entrada en el cielo- se posterga a fin de dar tiempo para el
desarrollo del carácter, de modo que los hijos de Dios puedan estar plenamente
preparados para el cielo. El título del cristiano o su derecho al reino de los
cielos, es automáticamente suyo en el momento en que experimenta la
justificación por la fe en la justicia que Cristo les imputa. La idoneidad para
el cielo se alcanza a través de toda una vida de estarse apropiando de la
justicia impartida de Cristo y de aplicarla a los problemas diarios de la vida
cristiana (DTG 267; MJ 32).
Cuando el Espíritu
Santo imparte gracia y poder para vencer el pecado, el cristiano experimenta
las "arras" del triunfo completo y de la victoria final que serán
suyos cuando sea admitido en el cielo. La comunión con Cristo y la comunión
mutua aquí en la tierra son asimismo un anticipo de la comunión con los seres
celestiales. Sólo los que han recibido "las arras del Espíritu"
pueden saber lo que es y el gozo que proporciona (1 Cor. 2:11,15). El
conocimiento de las cosas espirituales se adquiere únicamente por la
experiencia. Para los que no tienen ese conocimiento espiritual, el cielo es
más o menos irreal.
23. Dios por testigo. Después de haber defendido su
proceder reciente (vers. 16-22), Pablo (cap. 1:23 a 2:4) presenta la razón por
la cual cambió sus planes de visitar a Corinto, y hace depender su esperanza de
vida eterna de la veracidad de la afirmación que está por presentar en cuanto a
la causa para su reciente cambio de planes (ver com. cap. 1:17).
Por ser indulgente. El cambio de planes del apóstol
se debió a que tuvo en cuenta los sentimientos de los corintios y quería lo
mejor para ellos. Era algo que merecía el agradecimiento de ellos. Si Pablo
hubiera seguido su plan original, habría llegado a ellos con una
"vara" (1 Cor. 4:21). Esa dilación significó que cuando llegó
posteriormente a Corinto pudiera pasar allí tres meses en paz y armonía y sin
necesidad de tomar las severas medidas disciplinarias que de otro modo habrían
sido necesarias.
24. Nos enseñoreemos de vuestra
fe. La expresión "por ser indulgente" (vers. 23) podría haber sido
mal entendida por los corintios como un esfuerzo de Pablo para enseñorearse de
ellos. Pero deseaba que no tuvieran ninguna excusa para pensar que él aspiraba
a ocupar el lugar de Dios frente a ellos.
Ningún hombre -ni aún el apóstol
Pablo- tiene el derecho de ejercer autoridad sobre las conciencias de los
hombres. Hacerlo sería usurpar la autoridad divina. Cuán impresionante es la humildad de Pablo en
contraste con la arrogancia de dirigentes posteriores de la iglesia, quienes,
en el nombre de los apóstoles, pretendieron tener una jurisdicción semejante a
la de Dios sobre las conciencias y las almas de los hombres (ver Nota Adicional
de Dan. 7).
Al administrar los asuntos de la
iglesia hoy, o al aconsejar a los miembros de la iglesia, los dirigentes
siempre deben tener cuidado de no interponerse entre la conciencia y Dios. Cada
persona es responsable directamente ante Dios por su conciencia y también por
sus acciones.
Colaboramos para vuestro gozo. Lo que Pablo había hecho lo hizo
como amigo de los corintios, y no como su amo.
Por la fe estáis firmes. La mayoría de los corintios
habían permanecido firmes en la fe, a pesar de los vientos de doctrina y
descontento que habían soplado sobre la iglesia como una tormenta y la habían
sacudido hasta sus fundamentos. (6CBA).
COMENTARIOS DE EGW
20. TM 387. EL RUEGO DEL
SEÑOR. Permitidme que ruegue a las asociaciones de nuestros estados y a nuestras
iglesias que dejen de depender de los hombres y hacer de la carne su brazo. No
miréis a otros hombres para ver cómo se conducen bajo la convicción de la
verdad, o para pedirles ayuda. No esperéis de los hombres que están en altos
puestos de responsabilidad la fuerza, porque ellos son precisamente los hombres
que están en peligro de considerar una posición de responsabilidad como
evidencia del poder especial de Dios.
Nuestras iglesias
están débiles porque sus miembros están acostumbrados a mirar a los recursos
humanos y depender de ellos, y miles de pesos se gastan innecesariamente en el
transporte de hombres finitos de un lugar a otro, para que arreglen pequeñas
dificultades, cuando 387 Jesús está siempre cerca para ayudar a los que están
en necesidad y aflicción.
Las advertencias dadas en la
Palabra de Dios a los hijos de Israel les fueron dirigidas, no solamente a
ellos, sino a todos los que vivieran en la tierra. Él les dice: "¡Ay de los hijos que se
apartan, ... para tomar consejo, y no de mí; para cobijarse con cubierta, y no
de mi espíritu, añadiendo pecado a pecado!
Pártense para descender a Egipto, y no han preguntado mi boca; para
fortificarse con la fuerza de Faraón, y poner su esperanza en la sombra de
Egipto". Si el Señor reprobó a su pueblo de la antigüedad porque descuidó
el buscar consejo de él cuando estaba en dificultad, ¿no se sentirá desagradado
hoy de que su pueblo, en lugar de depender de los brillantes rayos del Sol de
Justicia para que alumbren su camino, se aparte de él en el proceso de su
prueba para buscar la ayuda de seres humanos que son tan errantes e
ineficientes como ellos mismos? ¿Dónde
está nuestra fuerza? ¿Está en hombres que son tan desvalidos y dependientes
como nosotros mismos, que necesitan dirección de Dios así como nosotros la
necesitamos?
22. MC 24. El reino de
Dios no viene con manifestaciones externas. Viene mediante la dulzura de la
inspiración de su Palabra, la obra interior de su Espíritu, y la comunión del
alma con Aquel que es su vida. La mayor demostración de su poder se advierte en
la naturaleza humana llevada a la perfección del carácter de Cristo.
Los discípulos de Cristo han de
ser la luz del mundo, pero Dios no les pide que hagan esfuerzo alguno para
brillar. No aprueba los intentos llenos de satisfacción propia para ostentar
una bondad superior. Desea que las almas sean impregnadas de los principios del
cielo, pues entonces, al relacionarse con el mundo, manifestarán la luz que hay
en ellos. Su 24 inquebrantable
fidelidad en cada acto de la vida será un medio de iluminación.
Ni las riquezas, ni
la alta posición social, ni el costoso atavío, ni suntuosos edificios ni
mobiliarios se necesitan para el adelanto de la obra de Dios; ni tampoco
hazañas que reciban aplauso de los hombres y fomenten la vanidad. La
ostentación mundana, por imponente que sea, carece enteramente de valor a los
ojos de Dios. Sobre lo visible y temporal, aprecia lo invisible y eterno. Lo
primero tiene valor tan sólo cuando expresa lo segundo. Las obras de arte más
exquisitas no tienen belleza comparable con la del carácter, que es el fruto de
la obra del Espíritu Santo en el alma.
Cuando Dios dio a su Hijo a
nuestro mundo, dotó a los seres humanos de riquezas imperecederas, en cuya
comparación nada valen los tesoros humanos acumulados desde que el mundo es
mundo. Cristo vino a la tierra, y se presentó ante los hijos de los hombres con
el atesorado amor de la eternidad, y tal es el caudal que, por medio de nuestra
unión con él, hemos de recibir para manifestarlo y distribuirlo.
La eficacia del esfuerzo humano
en la obra de Dios corresponderá a la consagración del obrero al revelar el
poder de la gracia de Dios para transformar la vida. Hemos de distinguirnos del
mundo porque Dios imprimió su sello
en nosotros y porque manifiesta en nosotros su carácter de amor. Nuestro
Redentor nos ampara con su justicia.
Ministerio Hno. Pio
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