lunes, octubre 04, 2021

REFLEXIÓN 861. PABLO DEFIENDE SU APOSTOLADO; EXHORTACIÓN A LOS IMPENITENTES: Respuesta A Los Que Habían Menospreciado A Pablo Como Apóstol (2 CORINTIOS 10).

2 Corintios 10. 

RESPUESTA A LOS QUE HABÍAN MENOSPRECIADO A PABLO COMO APÓSTOL: Vers. (1-6) Pablo presenta su autoridad y poder espiritual, con los cuales está armado para defenderse de todos los poderes del adversario y contra los falsos apóstoles que echan en cara su debilidad y su ausencia corporal, 

(7-11) asegurándoles que a su llegada será tan fuerte con la palabra como lo es ahora por medio de sus cartas, estando ausente. (12-18) Los recrimina por extralimitarse e inmiscuirse en las labores de los demás.

1 YO PABLO os ruego por la mansedumbre y ternura de Cristo, yo que estando presente ciertamente soy humilde entre vosotros, mas ausente soy osado para con vosotros; 2 ruego, pues, que cuando esté presente, no tenga que usar de aquella osadía con que estoy dispuesto a proceder resueltamente contra algunos que nos tienen como si anduviésemos según la carne. 3 Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; 4 porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, 5 derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, 6 y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta.

7 Miráis las cosas según la apariencia. Si alguno está persuadido en sí mismo que es de Cristo, esto también piense por sí mismo, que como él es de Cristo, así también nosotros somos de Cristo. 8 Porque aunque me gloríe algo más todavía de nuestra autoridad, la cual el Señor nos dio para edificación y no para vuestra destrucción, no me avergonzaré; 9 para que no parezca como que os quiero amedrentar por cartas. 10 Porque a la verdad, dicen, las cartas son duras y fuertes; más la presencia corporal débil, y la palabra menospreciable. 11 Esto tenga en cuenta tal persona, que así como somos en la palabra por cartas, estando ausentes, lo seremos también en hechos, estando presentes.

12 Porque no nos atrevemos a contarnos ni a compararnos con algunos que se alaban a sí mismos; pero ellos, midiéndose a sí mismos por sí mismos, y comparándose consigo mismos, no son juiciosos. 13 Pero nosotros no nos gloriaremos desmedidamente, sino conforme a la regla que Dios nos ha dado por medida, para llegar también hasta vosotros. 14 Porque no nos hemos extralimitado, como si no llegásemos hasta vosotros, pues fuimos los primeros en llegar hasta vosotros con el evangelio de Cristo.

15 No nos gloriamos desmedidamente en trabajos ajenos, sino que esperamos que conforme crezca vuestra fe seremos muy engrandecidos entre vosotros, conforme a nuestra regla; 16 y que anunciaremos el evangelio en los lugares más allá de vosotros, sin entrar en la obra de otro para gloriarnos en lo que ya estaba preparado. 17 Mas el que se gloria, gloríese en el Señor; 18 porque no es aprobado el que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien Dios alaba. (2 Corintios 10).

1. Ruego. Gr. parakaléÇ, "suplicar", "amonestar", "exhortar". Con este capítulo comienza la tercera sección de esta epístola (cap. 10-13). 

En los cap. 1 al 7, Pablo trata del poder y la gloria del ministerio apostólico; en los cap. 8 y 9 de la colecta para los pobres de Jerusalén, y en cap. 10:1 a 13:10 se ocupa de sí mismo como apóstol.  Pablo defiende su autoridad apostólica y la contrasta con la de sus oponentes, los "falsos apóstoles" (cap. 11:13), que estaban perturbando a la iglesia de Corinto. Ver com. vers. 22.

En los primeros nueve capítulos Pablo se dirige a la mayoría fiel y sólo hay referencias incidentales a los falsos dirigentes y a los que podrían haber sido influidos por ellos (cap. 2:17; 3:1; 5:12), y advierte a los corintios contra los "falsos apóstoles" que había entre ellos. Conocía muy bien su nociva influencia en la iglesia, pero sin duda Tito le había dado más informaciones en cuanto a la mala obra de ellos. Para la mayoría sólo tenía palabras de afecto, exhortación y reconciliación. Pero a pesar de sus instrucciones, los judaizantes (ver com. cap. 11:22) no habían cedido en su obra.

Al escribir a la iglesia de Corinto cerca del fin del siglo I, Clemente Romano encontró que los mismos elementos antagónicos actuaban en la iglesia. Sin embargo, el reproche de Pablo a ese grupo rebelde parece que, por lo menos por un tiempo, liberó a la iglesia de las disensiones causadas por esas personas.

La firmeza con que Pablo trató esa situación no dejó ninguna duda en los creyentes corintios en cuanto a la autoridad que tenía como apóstol. Los capítulos finales de 2 Corintios están llenos de consejos para los que tienen que hacer frente ahora a elementos discordantes similares.

Para que haya una interpretación correcta de lo que sigue, es esencial una adecuada comprensión de la naturaleza del cambio que ocurre en este punto de la epístola.

En el texto griego las primeras palabras de este versículo son intensamente personales y enfáticas; el pronombre plural "nosotros" es sustituido por el pronombre singular "yo": "Y yo mismo, Pablo" (cf.  Gál. 5:2; Efe. 3:1; File. 19). 

El apóstol hace sentir todo el peso de su autoridad y personalidad contra los falsos caudillos judaizantes (ver com. 2 Cor. 11:22), quienes lo habían acusado de cobardía y timidez (cap. 10:1-2), de que su hablar era despreciable (cap. 11:6), de que su inteligencia y juicio eran dudosos (vers. 16-19).

Pero eran falsos guías que difundían enseñanzas erróneas y "otro evangelio" (vers. 4), jactanciosos insolentes (vers. 20-21), intrusos impertinentes (cap. 10:15) y culpables de imponerse sobre los creyentes (cap. 11:20). Pero al fin había llegado la oportunidad de llamarlos al orden. Tendrían que hacer frente personalmente a Pablo.

El tono del apóstol en estos capítulos siguientes revela indignación y un punzante reproche. A veces casi pide disculpas por la severidad de lo que siente que debe decir. En ninguna otra parte de los escritos de Pablo hay algo que se pueda comparar con el espíritu y el método que se ven en los cap. 10-13.

Mansedumbre. Gr. praót's, "dulzura", "suavidad", "mansedumbre". En cuanto a la palabra afín praús, ver com. Mat. 5:5.

Ternura. Gr. epieikéia, "moderación", "equidad", "benignidad". En la palabra epieikéia se funden la bondad y la equidad, virtudes que brotan del amor y de la devoción.

Pablo prefería imitar el espíritu manso y tierno de Cristo en su trato con los hombres; no se complacía en la severidad, pero aun su severidad revela humildad.

En los vers. 1-6 Pablo ruega a los corintios que no lo obliguen a usar medidas y palabras severas contra ellos; estas armas rara vez son muy eficaces, y su uso puede justificarse sólo cuando fracasan la "mansedumbre" y la "ternura". Pablo estaba en camino a Corinto, y pronto se enfrentaría a sus adversarios cara a cara. Si lo que necesitaban era una severa disciplina, estaba bien preparado para emplearla. Aunque el tono de su exhortación era severo, esperaba no verse obligado a usar palabras aún más severas cuando se presentara en persona.

Los adversarios de Pablo eran arrogantes, caprichosos y engreídos. Confundían su mansedumbre con debilidad, su ternura con cobardía. Debido a eso no era posible llegar a ellos con exhortaciones conciliatorias y bondadosas como las empleadas en los cap. 1-7. La única forma de hacer mella en su orgullosa autosuficiencia era con el reproche, la denuncia y la franqueza de los cap. 10 al 13.

Los que padecen del mal de tener un concepto exagerado de su importancia por lo general son indiferentes ante las virtudes apacibles. Desprecian inclusive a los que poseen las cualidades más delicadas de la humildad y la generosidad. La posición y el liderazgo, mantenidos mediante la dominación de otros, son para ellos la prueba del éxito. Por eso Pablo explica que aunque habría preferido dirigió se a ellos con un espíritu apacible, su proceder lo obligaba a usar términos severos.

Humilde. Gr. tapeinós, "modesto", "insignificante", "sumiso". Pablo alude a los vituperios de sus oponentes (vers. 10; cf. cap. 12:5,7). Lo habían ridiculizado, insinuando que era débil y cobarde. Además, ¿no había estado siempre temeroso de presentarse en Corinto? ¿Acaso no había demorado su llegada porque tenía miedo de enfrentarse a ellos? ¿Acaso no había tratado de encubrir su timidez escribiendo cartas severas?

Osado. Gr. tharréÇ, "confiar", "estar animoso", "mostrarse audaz" (cf. vers. 10).

2. Ruego. Gr. déomai, "implorar", "suplicar". Déomai expresa más urgencia que parakaléÇ (2 Cor. 10:1; ver Mat. 9:38; Luc. 8:28; 9:40; Hech. 21:39; 2 Cor. 5:20; etc.; com. 2 Cor. 10:1. Pablo deseaba fervientemente que no fuera necesario mostrar en forma decisiva su autoridad, lo que inevitablemente les hubiera creado una situación humillante y embarazoso. Les suplicaba que no permitieran que llegara a ese punto.

El espíritu de amor se caracteriza porque evita ocasionar dolor o humillación a alguien. Para arreglar las diferencias dentro de un espíritu de compañerismo cristiano, es preferible siempre un esfuerzo paciente, ferviente y discreto antes que una demostración pública de autoridad y de aplicación de disciplina.

Osadía. Es decir, en el trato de los asuntos de Corinto. 

Pablo no expresa aquí una vana jactancia. Demostrar osadía ante el peligro ya le era habitual (ver com. cap. 4:8-10; 11:23-27).

La obstinada minoría de Corinto tendría la oportunidad de ver, si fuera necesario, ese aspecto del carácter de Pablo, que en otras circunstancias era humilde, paciente y manso. No temería a nadie, ni vacilaría en actuar. A menos que un cambio en la actitud y en la conducta de ellos lo hiciera innecesario, se vería obligado a tratarlos con severidad. Todo dependía de ellos. Estaba bien preparado para enfrentarse a sus críticos personalmente y a tratarlos con toda decisión.

Como si anduviésemos. O "como si procediésemos".

La carne. Esto es, la persona que no ha sido regenerada, el aspecto de la naturaleza humana carnal, natural, terrenal, sin la influencia del Espíritu Santo (ver com. Rom. 7:24; cf. com. 1 Cor. 9:27). Los impulsos naturales del hombre son llamados "los deseos de la carne" (1 Juan 2:16).

Los que son dominados y dirigidos por el Espíritu no satisfacen "los deseos de la carne" (Gál. 5:16; cf. Efe. 2:3; 2 Ped. 2:18). La Biblia habla de la "sabiduría carnal" (2Cor. 1:12, BJ). Una persona carnal piensa "en las cosas de la carne" (Rom. 8:5; cf. Col. 2:18). En la "carne" (Rom. 7:18) "no mora el bien" porque es, "enemistad contra Dios" (cap. 8:7).

Juzgándolos por lo que eran, los corintios enemigos de Pablo parecían acusarlo de estar motivado por fines egoístas y terrenales (cf. 2 Cor. 1:17). Tales personas tienden a juzgar los motivos y la conducta de otros por el nivel de ellos mismos. Pero cuando tienen que vérselas con alguien semejante a Pablo, ejerciendo su osadía y valor santificados, huyen o aparentan humillarse. Se reducen a su verdadera y pequeña estatura.

3. Andamos en la carne. Es decir, vivimos en este mundo como seres humanos.

No militamos según la carne. Aunque vivía en medio de hombres que utilizaban los métodos del mundo, Pablo no se rebajaba a usarlos. Compárese con las palabras de Cristo en cuanto a que sus seguidores están "en el mundo", pero "no son del mundo" (Juan 17:11,14). El hombre convertido posee una naturaleza enteramente nueva y diferente, y está motivado por el amor de Cristo y el Espíritu de Dios, en armonía con los ideales divinos (Juan 3:3,5; Rom. 8:5-14; 1 Cor. 2:12-16; 2 Cor. 5:14).

Ha ganado la victoria sobre el mundo, el demonio y la carne (ver 1 Juan 2:15-16), Junto con la experiencia de la regeneración y del nuevo nacimiento, inmediatamente existe una activa y profunda hostilidad y guerra entre la carne y el espíritu (Rom. 8: 3-14; Gál. 5: 16-23). Los dos no pueden reconciliarse. La carne nunca puede volverse espiritual, pues en ella "no mora el bien" (Rom. 7:18).

El cristiano aún está en el mundo, pero su naturaleza espiritual predomina sobre la naturaleza inferior y carnal (ver Rom. 1:18 a 2:4). Pablo libró la buena batalla de la fe con armas espirituales, no carnales (Efe. 6:12-20). Pablo entendía la verdadera naturaleza de la situación en Corinto, y no vacilaba en usar las armas que pudiera exigir la situación.

4. Armas de nuestra milicia. Ver com. Efe. 6:10-20; cf. 1 Tim. 1:18; 2 Tim. 2:3-5; 4:7. Las armas del mundo son riqueza, talento, conocimiento, prestigio, jerarquía, influencia, razonamiento, perversión de la verdad, fuerza y designios humanos. Los corintios enemigos de Pablo luchaban con esas armas (ver com. 2 Cor. 3:1).

Pero Pablo se negaba a luchar valiéndose de esa armadura o con esas armas, pues los principios del cielo no permiten el empleo de tales métodos (cf Juan 18:36). Si la salvación de las almas y la extensión del reino de Cristo dependieran del talento humano, de su intelecto y poder, el cristianismo sería una religión puramente humana. Pero las cualidades espirituales nunca pueden imponerse al hombre desde el exterior.

Poderosas en Dios. Las armas del cristiano se forjan en el arsenal del cielo, y están a su disposición mediante el ministerio de los ángeles (2 Cor. 1:12; Efe. 6:12-20; cf. DTG 767). Esas armas incluyen la verdad tal como se presenta en la Palabra de Dios (Heb. 4:12) y en el poder impartido por Cristo y el Espíritu Santo (1 Cor. 2:4). Dios llama a los hombres para que entren en este conflicto, los pertrecha para la batalla y les asegura la victoria. Proporciona al hombre todo el poder (2 Cor. 2:14).

Destrucción. Ninguna fortaleza de construcción humana puede oponerse a las armas del cielo. Fortalezas. O "castillos". Pablo describe al reino de Satanás como si estuviera defendido por numerosas fortificaciones. La obra del cristiano y de la iglesia es asediar al enemigo, destruir sus defensas y hacerlo salir a campo abierto. Sin duda Pablo pensaba en las ciudades íntimas de los corazones de los hombres, las malignas fortificaciones de sus mentes, los hábitos de pecado y egoísmo bien atrincherados. La batalla es de la verdad contra el error, del conocimiento de Dios contra la ignorancia y la superstición, del verdadero culto contra todas las formas de idolatría, de la libertad en Cristo contra la esclavitud del pecado, de la santidad contra la impiedad, de la rectitud contra la injusticia, del dominio de Cristo contra el de Satanás.

El lenguaje figurado de los vers. 4-5 podría haber acudido a la mente de Pablo debido a los piratas que infestaban la costa marítima en las proximidades de Tarso, antes de que fueran expulsados de los mares por las galeras romanas una generación antes de que naciera el apóstol.

Esos merodeadores del mar salían desde muchos lugares ocultos en la costa, hacían incursiones contra los navíos que comerciaban en los puertos cercanos, y después se retiraban con su botín. Finalmente el general romano Pompeyo dirigió una campaña contra ellos, redujo a ruinas más de 100 de sus "fortalezas' y capturó a más de 10.000 prisioneros.

5. Argumentos. Gr. logismós, "razonamiento", "concepto", "pensamiento" (ver com. Rom. 2:3,15). "Sofismas" (BJ, BC, NC). Pablo se refiere a las teorías humanas en contraste con las verdades divinas reveladas. No hay nada más engañoso que el razonamiento especulativo de hombres vanidosos que tienen una confianza ilimitada en su propia sabiduría y desprecian a Dios y a su Palabra. Pablo se proponía asaltar las fortalezas del mal.

Altivez. Es decir, toda muralla y torre desafiantes.  Pablo compara las altivas especulaciones de los hombres con fortalezas en la cima de las montañas. Un rasgo distintivo y constante de las fuerzas del mal y de la rebelión ha sido desafiar al Dios del cielo (Isa. 14:13-15; Dan. 7:25; 8:11; 11:36; 2 Tes. 2:4; Apoc. 13:5-8).

LOS HOMBRES LEVANTAN INDIVIDUALMENTE sus reductos particulares desde los cuales resisten el poder de Dios. La fortaleza más formidable del mal es una forma de vivir aparentemente cristiana, pero que está en contra de los principios cristianos.

El conocimiento de Dios. Es decir, el conocimiento que proviene de Dios. 

La exaltación de la sabiduría humana se opone a ese conocimiento superior, espiritual, que Dios imparte (Juan 17:8; Hech. 17:23; 1 Cor. 1:24; 2:10; Col. 1:9).

El dios del filósofo es creado por sus propios razonamientos. El Dios del cristiano es el Dios de la revelación divina. El primero es subjetivo; el segundo, objetivo. 

Si se aceptan las sencillas verdades del Evangelio como la condición pecaminosa del hombre Y la justicia expiatorio de Cristo, derribarán la vana confianza propia, la autosuficiencia intelectual, el orgullo de la sabiduría terrenal y todas las pretensiones humanas.

Llevando cautivo. O "subyugando", "dominando".

Pensamiento. Gr. nó'ma, vocablo traducido como "entendimiento" en 2 Cor. 3:14; 4:4; Fil. 4:7, "sentidos" en 2 Cor. 11:3 y "maquinaciones" en 2 Cor. 2:11. Pablo quizá se refiera a la caprichosa teología de los "falsos apóstoles" (cap. 11:13), que se originaba en la mente de Satanás.

Obediencia a Cristo. Sin una obediencia basada en el amor no puede haber una genuina experiencia cristiana (ver com. Mat. 7:21-27). Cristo no ha dejado al hombre en duda en cuanto a la naturaleza de la verdadera obediencia (Juan 14:15,21, 23-24; 15:10; 17:6,17). Todos los cristianos genuinos se someterán alegremente a la amante autoridad de Cristo.

A los corazones orgullosos les es intolerable tener que someterse a la autoridad, especialmente la de Cristo y su Palabra. La razón principal por la cual el Evangelio no ha progresado más en el mundo y en las vidas de los hombres, es la renuencia para aceptar a Cristo como el verdadero Señor de la vida y para aceptar la autoridad de toda la Palabra de Dios.

6. Estando prontos. O estando listos, dispuestos.

Para castigar. Pablo estaba listo para ejercer su autoridad apostólica y disciplinar y castigar al grupo rebelde de la iglesia corintia. Hasta aquí se había abstenido de hacerlo porque el asunto aún no era claro y muchos podrían haber sido inducidos a tomar una decisión equivocada. Pero ya aclarado todo, la mayoría estaba a favor de Pablo y lo apoyaba en su posición contra la minoría contumaz. Antes algunos de ellos quizá habían simpatizado con los rebeldes y probablemente estaban contra Pablo.

Lo que esa minoría rebelde había interpretado como cobardía y timidez del apóstol, era sencillamente la paciencia que había manifestado con la esperanza de que otros pudieran ser ganados. No quería ser severo con los que hubieran sido engañados con las falsas enseñanzas y los métodos de ellos, que aún no habían alcanzado a ver claramente lo que estaba en peligro, pero que aún podrían ser rescatados para la verdad. Pablo ya les había escrito dos cartas, quizá tres, para explicarles pacientemente qué era lo que estaba en peligro (ver p. 818).

Cuando vuestra obediencia sea perfecta. Pablo ya estaba preparado para proceder con firmeza. Esta era su advertencia final. No dice qué forma de castigo estaba dispuesto a aplicar a los pocos que habían ejercido una influencia tan poderosa y tan funesta. Quizá los iba a reprender públicamente, y si fracasaban todos los medios, los expulsaría de la iglesia (cf. 1 Cor. 5:5; 1 Tim. 5:20). Si algunos aún estaban indecisos, tenían que decidirse ahora.

7. Miráis las cosas. El griego puede traducirse o como una pregunta, o como una orden, o como una simple afirmación. Si fuera una pregunta, significaría una desaprobación. ¿Juzgaban los corintios sólo por las apariencias? Si fuera una orden les estaba pidiendo que abrieran los ojos ante los hechos innegables. Y si se trataba de una simple afirmación, era una reprensión porque algunos de los corintios seguían fijándose en las apariencias.

En los tres casos Pablo les dice a los corintios que no habían examinado atentamente las acusaciones presentadas contra él. Habían llegado a una conclusión movidos por emociones y no por lógica, fijándose sólo en las apariencias (ver com. cap. 5:12). Por lo general se juzga superficialmente porque son pocos los que están dispuestos a no emitir su juicio hasta haber examinado todas las evidencias.

Si alguno. Aquí parece que Pablo se estuviera refiriendo a alguno de los caudillos de la oposición, o a algunos que eran sinceros de corazón, pero cuyo pensamiento todavía estaba confuso. El contexto parece favorecer la primera suposición. Compárese con los "algunos" del vers. 2 (cf. cap. 11:4,20).

Es de Cristo. Es decir, afirma que es un representante de Cristo debidamente autorizado.

Así también nosotros somos. Pablo afirma que era un apóstol realmente autorizado. En este capítulo y en los dos siguientes se refiere repetidas veces a que era un legítimo embajador de Cristo, que su autoridad era igual a la de los doce (cap. 11:5; 12:11-12), que había sido llamado y enviado directamente por el Señor (Hech. 9:3-9; 22:17-21; cf. 1 Cor. 15:8; 2 Cor. 10:14-18), que había tenido comunión con Cristo participando en sus sufrimientos (cap. 11:23-33) y había recibido revelaciones y visiones directamente de Cristo (cap. 12:1-6).

8. Me gloríe. Gr. kaujáomai, "jactarse", "gloriarse".  Pablo usa esta palabra 21 veces en esta epístola.  Los falsos cabecillas de Corinto indudablemente se habían jactado y alabado mucho a sí mismos (ver com. cap. 5:12). Ahora le había llegado el turno a Pablo para gloriarse; pero lo hacía a disgusto y con moderación, únicamente con el propósito de confirmar su autoridad como apóstol de Cristo, para beneficio de algunos que todavía sinceramente pudieran estar confundidos con esa disputa.

Pero había una gran diferencia entre Pablo y los falsos caudillos: éstos se jactaban de una autoridad que, en realidad, sólo era de origen humano y egoísta en sus motivos; en cambio, Pablo se gloriaba de su autoridad que era divinamente conferida y la ejercía para la edificación de la iglesia.

Como la autoridad de él provenía de Dios, los corintios debían reconocerla y respetarla. El resultado sería la edificación de la iglesia de Corinto, la derrota de los elementos cismáticos y la vindicación de Pablo como apóstol de Jesucristo.

Edificación. En el uso que hace Pablo de este vocablo está implicada la figura del cristiano como un templo en el cual mora Dios (1 Cor. 3:9-17; 2 Cor. 6:16; Efe. 2:20-22; 1 Ped. 2:4-5). La autoridad evangélica tiene el propósito de edificar y no de derribar. El fin que buscaban los falsos caudillos de Corinto era ensalzarse o edificarse a sí mismos, y el resultado fue dividir y derribar la iglesia. Pablo había fundado la iglesia de Corinto, y la autoridad que él ejercía, aun cuando se tratara de una disciplina severa, tenía el propósito de edificar.

No me avergonzaré. Los falsos apóstoles de Corinto tenían el propósito de avergonzar a Pablo ridiculizándolo como apóstol y menospreciando su Evangelio. Pablo declara que el propósito suyo al gloriarse "algo" de su "autoridad" como apóstol, era defender su apostolado y su Evangelio. No tenía otros motivos.

9. Amedrentar. O "atemorizar". Los enemigos que había en Corinto sin duda habían atribuido un motivo tal a Pablo, pero él negó que su propósito fuera intimidar a los creyentes.

Cartas. Pablo ya había escrito por lo menos dos cartas a Corinto, y quizá más (ver com. cap. 2:3-4; cf. p. 818). En el plural "cartas", sin duda Pablo incluía la carta perdida mencionada en 1 Cor. 5:9.

10. Duras y fuertes. Es evidente que Pablo cita las palabras exactas de sus críticos. Aun sus enemigos tenían que admitir que era un redactor de cartas muy capaz, y el tiempo había confirmado ese juicio. Sus enemigos no sabían que las epístolas de Pablo eran inspiradas y que llegarían a formar una gran parte de lo que finalmente sería el NT, la base de la teología cristiana.

Esas epístolas están llenas de poderosos argumentos en favor de la fe; están henchidas con el poder del Espíritu Santo manifestado en duros reproches, en amor cristiano y delicadeza, en el ensalzamiento de Cristo como Redentor, en exhortaciones para todos los extraviados para que acepten el camino de la salvación, en inspiración para tener comunión con Cristo y en un testimonio personal de la propia conversión milagrosa de Pablo y su experiencia cristiana.

Presencia. Gr. parousía (ver coro. Mat. 24:3). Esta es la única referencia del NT a la apariencia corporal de alguno de los apóstoles (cf. 1 Cor. 2:3-4; 2 Cor. 12:7-10; Gál. 4:13-14). Escritores anteriores al siglo IV alarmaban que Pablo era de pequeña estatura, encorvado -quizá por los repetidos azotes (2 Cor. 11:24-25)-, calvo y estevado; pero lleno de gracia y los ojos le brillaban de amor, nobleza y celo por Cristo (ver Hechos de Pablo y Tecla 1:7).

Otros escritores antiguos confirman esta descripción; pero, por supuesto, es sólo algo de la tradición. En el cap. 10:1 aparentemente Pablo confirma la idea de que su apariencia personal no tenía nada de impresionante; pero el hecho de que sus adversarios de Corinto se rebajaran a ridiculizar su debilidad física, y quizá leves deformidades, revela el carácter despreciable de ellos.

Menospreciable. O "despreciable" (BJ). "no vale nada" (BC).  Esta acusación parece haber sido por lo menos una gran exageración, si no directamente una calumnia. Pablo era un excelente orador (Hech. 14:12; cf. cap. 24:1-21), aunque es cierto que después del episodio de Atenas evitó la retórica y la oratoria que tanto deleitaba a los griegos. (1Cor. 2:2). Se negaba a emplear esos medios para atraer a los pecadores a Cristo. No se debe permitir que nada disminuya la claridad y el poder del Evangelio (1 Cor. 2:4-5).

11. Tal persona. Ver com. vers. 2,7. Pablo se dirige a la persona o personas responsables de la dificultad. Su afirmación no es tanto una amenaza de lo que intentaba hacer cuando llegara a Corinto, como una refutación de la acusación de que actuaba de cierto modo cuando estaba ausente y de otro muy distinto cuando estaba presente.

Parece que las declaraciones incisivas y lógicas de Pablo en los cap. 10 al 12 habían convencido a sus oponentes de que era insostenible la posición en que se encontraban debido a sus maliciosas mentiras. Era completamente ilógico pensar que un hombre como ellos describían, pudiera fundar iglesia tras iglesia como la de Corinto. Pablo ganaba por dondequiera que iba multitudes de judíos y gentiles para la fe cristiana, como una evidencia del poder del Evangelio tal como él lo predicaba.

12. No nos atrevemos. En los vers. 12-18, Pablo ensalza sus labores como ministro del Evangelio. En esta epístola defiende repetidas veces su integridad como apóstol (cap. 3:1; 4:2; 5:12; 12:11). Ahora compara sutilmente la presumida y vanagloriosa jactancia de sus adversarios con la prudente labor que había hecho mientras estuvo en Corinto, y pone a sus adversarios en una situación difícil mediante el hábil uso de los verbos egkrínÇ y sugkrínÇ (ver más adelante).

Pablo evidentemente se refiere a la acusación de cobardía. Si sus adversarios querían decir que le faltaba valor para defenderse y ser un verdadero líder en el sentido popular de ese término, estaba dispuesto a admitir la acusación. Además, ni procuraba conseguir los aplausos de los hombres, ni tampoco se atrevía a buscarlos. Para él no tenía ningún atractivo la jactancioso osadía que sus adversarios habían demostrado.

Pero había una clase de valor que no le faltaba (cap. 11:21-30): el valor para penetrar en nuevos países con el Evangelio y para sufrir por Cristo (cap. 10:15-16). Se conceptuaba a sí mismo y a su obra de acuerdo con la voluntad y la norma de Dios (Rom. 12:3; Efe. 4:7). Pablo declaró a los gálatas que no se atrevía a jactarse sino en "la cruz de nuestro Señor Jesucristo" (Gál. 6:14).

A contarnos. Gr. egkrínÇ, "computarse entre", juzgarse digno de ser admitido a un círculo que se supone que es selecto.

Ni a compararnos. Gr. sugkrínÇ, "compararse", "medirse". Pablo no quería aventurarse a competir con esos maestros de la vanagloria propia, pues en este aspecto ellos lo sobrepasaban muchísimo.

Comparándose consigo mismos. Esos corintios jactanciosos parece que eran miembros de lo que podría llamarse una "sociedad de admiración recíproca". Cada uno de ellos se ponía a sí mismo como su propia norma de excelencia, y alababa a otros miembros de esa "sociedad" para promover sus propios interéses individuales y los del grupo al que pertenecía. Al establecer sus propias supuestas virtudes como norma de comparación, se convertían en su propio ideal.

La alabanza propia es la peor forma de autoengaño. El engreimiento impide que las personas vean una norma objetiva de excelencia por la cual podrían hacer una evaluación justa de sí mismas, y como resultado siempre van siguiéndose a sí mismas en un círculo vicioso.

No pueden ver la norma de medida de Dios; están ciegas a su propio orgullo, ciegas a las excelentes cualidades de todo el que se les oponga, ciegas inclusive a su propia necesidad de salvación. Esta forma de autoevaluación -que se origina en el yo y termina en el yo-, carece de perspicacia y hasta de un correcto interés personal. Vivir sujeto a esta norma es algo completamente opuesto a la mente y al espíritu de Cristo (Fil. 2:5-11).

No son juiciosos. El ideal del pecador orgulloso es considerarse perfecto, o estar muy próximo a serlo (Rom. 7:18; 1 Juan 1:10); en cambio el reconocimiento de nuestras imperfecciones es el primer requisito celestial para todos los que desean ser aceptados como hijos e hijas de Dios (ver com. Mat. 5:3).

13. Desmedidamente. O "más allá del límite", es decir, el límite de lo correcto y lo debido, señalado por Dios, la medida de la regia que Dios nos ha dado. Los adversarios de Pablo no tenían otra norma para medirse que no fuera la de ellos; por lo tanto, recurrían siempre al procedimiento de autoensalzarse. 

El pronombre "nosotros" es enfático en el griego, y contrasta la gran diferencia entre Pablo y sus colaboradores y los judaizantes que se alababan a sí mismos. Pablo reconocía que su autoridad tenía un límite ya fijado, así como lo tenían su esfera de acción y su conducta (ver Gál. 2:7-9). No se atrevía a ir más allá de ese límite fijado divinamente.

La esfera especial de la obra de Pablo era entre los gentiles (Hech. 26:17-18, Gál. 2:7-9). 

Comenzó en Antioquía y alcanzó buena parte del Imperio Romano.  Cuando escribió esta epístola no había llegado más lejos que Corinto. Los falsos apóstoles de esta ciudad no reconocían ninguna limitación para sus actividades.  Su misma presencia y su pretensión de autoridad eran suficientes para condenarlos. Habían perseguido a Pablo desde Jerusalén hasta Antioquía, Galacia y después Corinto, procurando deshacer su obra, atribuyéndose el mérito de lo que él había alcanzado y jactándose como si los éxitos de Pablo les pertenecieran.

Pablo tenía todo derecho a la lealtad de los corintios; pero esos falsos apóstoles, no. Dios le había encomendado a Pablo la obra en Corinto (Hech. 18:8-10); a ellos no los había enviado allí. Sólo había una fuente de la cual pudieron haber recibido su misión (2 Cor. 11:3); sin embargo allí estaban. Pero el apóstol no se atribuía el mérito del éxito ajeno.

14. No nos hemos extralimitado. O no nos hemos excedido de los límites de la esfera de labor que nos fue asignada.

No llegásemos hasta vosotros. Es decir, como si Corinto hubiese estado más allá del territorio asignado a Pablo. Macedonia y Grecia estaban dentro de su esfera de acción designada (Hech. 16:9-10). Era, pues, por orden divina que él había predicado primero el Evangelio en Corinto. Cuando esos falsos caudillos se le opusieron allí, demostraron ser unos usurpadores. Nadie los había enviado; no tenían autoridad ni credenciales válidas; dependían solamente de sus pretensiones caprichosas.

15. No nos gloriamos. Ver com. vers.  8.

Desmedidamente. Ver com. vers. 13. El principio que siempre guiaba a Pablo había sido sembrar el Evangelio en terreno virgen, ser el primero en comenzar la obra en determinado lugar (Rom. 15:20); y por esa razón no corría el riesgo de gloriarse por las labores ajenas.

Vuestra fe. El mejoramiento de la condición espiritual de los creyentes corintios le daba la esperanza a Pablo para creer que esa iglesia pronto se convertiría en un bastión de la fe y en una avanzada desde la cual podrían lograrse otros triunfos para el Evangelio. La madurez de la fe de los corintios haría posible que la obra de Pablo se extendiera a territorios más lejanos.

Hasta ese momento había sido impedido de llegar hasta nuevos territorios, debido, en parte, a la difícil situación de Corinto. 

Hay sólidas razones para creer que se cumplió la esperanza que expresó de penetrar en nuevas zonas con el Evangelio (cf. Rom. 15:22-28).

A medida que creciera la fe de los corintios también crecería la reputación de Pablo como apóstol. Así como un maestro se siente honrado por los avances de sus alumnos (ver com. 2 Cor. 3:1-3), la madurez espiritual de los corintios como cristianos sería para Pablo una corona de gloria. Una evidencia de madurez en una iglesia es que no necesita más la leche, el alimento indicado para los niños espirituales (1 Cor. 3:1-3).

Desgraciadamente ahora, como a veces sucedía en los tiempos apostólicos, algunas iglesias restringen la obra de su pastor pidiéndole continuamente ayuda para ciertas cosas de las cuales no tiene necesidad la gente espiritualmente madura. Una iglesia que no es espiritual no podrá sostener por mucho tiempo una obra misionera intensa.

Engrandecidos entre vosotros. Pablo procuraba inspirar con celo misionero las iglesias que había fundado. Centralizaba su obra en las grandes ciudades, e iba de una a otra mientras dejaba con cada iglesia, estratégicamente ubicada, la responsabilidad de evangelizar el distrito en el cual se encontraba.

Este método de evangelismo resultó ser sumamente eficaz, pues muchas de las grandes iglesias centrales fundaron y sostuvieron a otras iglesias dentro de sus distritos. Por ejemplo, se dice que la iglesia de Laodicea fundó otras 16 iglesias en su zona inmediata. Cada iglesia tiene el privilegio de enviar a sus miembros a predicar a Cristo.

16. Lugares más allá. La única indicación que tenemos de los lugares a los que se refería Pablo está en Rom. 15:19-24: lírico, Italia y España. Es evidente que ya había cristianos en Roma y también una iglesia (Rom. 1:7-13), pero aparentemente no habían recibido los beneficios de la obra de algún apóstol.

La obra de otro. Es decir, la región donde otro hubiera estado o estuviera trabajando. Pablo no deseaba penetrar, bajo ninguna circunstancia, en territorio ajeno y recibir méritos por las labores de otros, como lo habían hecho los falsos apóstoles de Corinto.

17. Gloríese en el Señor. O "gloríese en el Señor" en vez de gloriarse en sí mismo. 

El vers. 17 es una cita de Jer. 9:24 (ver el comentario respectivo). 

El mérito del éxito es de Dios, ya sea en la experiencia cristiana personal o en el ministerio para otros. Apropiarse del honor del éxito es deshonrar a Dios, es apartar de él los ojos de las personas para que los fijen en el instrumento humano y ensalcen al ser humano antes que a Dios. Ver Sal. 115:1; 1 Cor. 1:31; 10:12; 15:10; 2 Cor. 12:5; Gál. 2:20; 6:14; com. 1 Cor. 1:31.

Los que se sienten satisfechos consigo mismos, están lejos de haber alcanzado el ideal cristiano (Fil. 3:12-14). Los que están en constante comunión con Cristo, nunca tienen una opinión demasiado exaltada de sí mismos (ver CC 58).

18. Dios alaba. Un cargo directivo da lugar a la tentación de aceptar los aplausos de los hombres y de enorgullecerse egoístamente por los triunfos personales. 

El paso siguiente es el deseo de ejercer una autoridad arbitraria sobre otros. Sin embargo, en el caso del cristiano la única aprobación que desea es la aprobación de Dios (ver Rom. 2:29; 1 Cor. 3:13-14; 4:1-6).

Los que no sucumben ante esta prueba y triunfan sobre el engreimiento, el orgullo y el ensalzamiento propio, serán los únicos que recibirán la aprobación de Dios.

 La autoalabanza de los falsos apóstoles de Corinto -que no tenían nada de qué jactarse- demostraba en forma concluyente que carecían por completo de la aprobación de Dios. En cuanto a la base sobre la cual Dios recompensa los servicios, ver com. Mat, 20:1-16. (6CBA).

COMENTARIOS DE EGW

4. HAp 369. EN AÑOS ANTERIORES EL APÓSTOL había proclamado públicamente la fe de Cristo con persuasivo poder; y mediante señales y milagros había dado inequívoca evidencia del carácter divino de la misma. Con noble firmeza se había presentado ante los sabios de Grecia, y por sus conocimientos y elocuencia había 369 silenciado los argumentos de los orgullosos filósofos. Con intrépida valentía se había presentado ante reyes y gobernadores para disertar sobre la justicia, la temperancia y el juicio venidero, hasta hacer temblar a los soberbios gobernantes como si ya contemplaran los terrores del día de Dios.

TALES OPORTUNIDADES no se le presentaban ahora al apóstol, confinado en su propia casa; solamente podía proclamar la verdad a los que acudían a él. No tenía, como Moisés y Aarón, la orden divina de presentarse ante el rey libertino, y en el nombre del gran Yo Soy reprochar su crueldad y opresión. NO OBSTANTE, en ese mismo tiempo, cuando el principal abogado del Evangelio estaba aparentemente impedido de realizar trabajo público, SE GANÓ una gran victoria para la causa de Dios: miembros de la misma casa del rey fueron añadidos a la iglesia.

En ninguna parte podía existir una atmósfera más antagónica hacia el cristianismo que en la corte romana.

NERÓN Parecía Haber Borrado De Su Alma El Último Vestigio De Lo Divino, Y Aun De Lo Humano, y llevar la misma estampa de Satanás. Sus asistentes y cortesanos eran, en general, del mismo carácter: crueles, degradados y corrompidos.

SEGÚN TODAS LAS APARIENCIAS, sería imposible para el cristianismo abrirse paso en la corte y palacio de Nerón. No obstante, aun en este caso, como en muchos otros, se comprobó la veracidad de la afirmación de Pablo; que las armas de nuestra milicia son "poderosas en Dios para la destrucción de fortaleza" (2 Cor. 10:4)

AUN EN LA MISMA CASA DE NERÓN fueron ganados trofeos para la cruz. De entre los viles siervos de un rey aún más vil, se ganaron conversos que llegaron a ser hijos de Dios. No eran cristianos secretos, sino que profesaban su fe abiertamente y no se avergonzaban.

¿Y POR QUÉ MEDIOS Alcanzó Entrada Y Se Abrió Paso El Cristianismo Donde Su Misma Admisión Parecía Imposible?

5. HAp. 204, 385. LOS ESFUERZOS DEL APÓSTOL No Se Limitaban A La Predicación Pública; había muchos que no podrían ser alcanzados de esa manera. Pasaba mucho tiempo en el trabajo de casa en casa, aprovechando el trato del círculo familiar.

Visitaba a los enfermos y tristes, consolaba a los afligidos y animaba a los oprimidos. En todo lo que decía y hacía, magnificaba el nombre de 204 Jesús. Así trabajaba "con flaqueza, y mucho temor y temblor." (1 Cor. 2:3). Temblaba de temor de que su enseñanza llevara el sello humano en lugar del divino.

"HABLAMOS SABIDURÍA ENTRE PERFECTOS ­DECLARÓ MÁS TARDE PABLO;­ y sabiduría, no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que se deshacen; mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria: la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció: porque si la hubieran conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de gloria: antes, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oreja oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que ha Dios preparado para aquellos que le aman. Empero Dios nos lo reveló a nosotros por el Espíritu: porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios.

Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. "Y nosotros hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el Espíritu que es de Dios, para que conozcamos lo que Dios nos ha dado; lo cual también hablamos, no con doctas palabras de humana sabiduría, mas con doctrina del Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual." (1 Cor. 2:6-13).

PABLO COMPRENDÍA QUE SU SUFICIENCIA NO ESTABA EN ÉL, sino en la presencia del Espíritu Santo, cuya misericordiosa influencia llenaba su corazón y ponía todo pensamiento en sujeción a Cristo. Hablando de sí mismo, afirmaba que llevaba "siempre por todas partes la muerte de Jesús en el cuerpo, para que también la vida de Jesús sea manifestaba en nuestros cuerpos." (2 Cor. 4:10). En las enseñanzas del apóstol, Cristo era la figura central. "Vivo­ declaraba, ­no ya yo, mas vive Cristo en mí." (Gál. 2:20). El yo estaba escondido; Cristo era revelado y ensalzado. HAp.

* DIOS DESEA QUE TENGAMOS DOMINIO SOBRE NOSOTROS MISMOS, pero no puede ayudarnos sin nuestro consentimiento y cooperación. El Espíritu divino obra por medio de los poderes y facultades otorgados al hombre. Por naturaleza, no estamos capacitados para armonizar nuestros propósitos, deseos e inclinaciones con la voluntad de Dios; pero si tenemos el deseo 385 de que Dios cree en nosotros la voluntad, el Salvador lo efectuará por nosotros, "derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo" (2 Cor. 10:5).

El Que Desea adquirir un carácter fuerte y armónico, el que desea ser un cristiano equilibrado, debe darlo todo a Cristo y hacerlo todo por él; porque el Redentor no aceptará un servicio a medias.

Debe Aprender cada día el significado de la sumisión propia.

Debe Estudiar la Palabra de Dios, para aprender su significado y obedecer sus preceptos. De ese modo puede alcanzar la norma de la excelencia cristiana.

Día A Día Dios trabaja con él, para perfeccionar el carácter que será capaz de resistir en el momento de la prueba final. Y día tras día el creyente hace ante hombres y ángeles un experimento sublime, que demuestra lo que el Evangelio puede hacer en favor de los seres humanos caídos.

'YO MISMO no pretendo haberlo ya alcanzado -escribió Pablo-, pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús".

PABLO HACÍA MUCHAS COSAS. Desde el momento en que decidió ser fiel a Cristo, su vida estuvo llena de un servicio incansable.

De ciudad en ciudad, de país en país, viajaba refiriendo la historia de la cruz, para ganar conversos al Evangelio y fundar iglesias.

Siempre estaba preocupado por esas iglesias, y les escribió muchas cartas de instrucción.

A veces trabajaba en su oficio para ganarse el pan cotidiano. Pero en medio de todas las absorbentes actividades de su vida, Pablo nunca perdió de vista su gran propósito: Avanzar hacia el premio de su soberana vocación.

Mantenía resueltamente su blanco ante sí: Ser fiel al que se le había revelado junto a la puerta de Damasco. Nada tenía poder para apartarlo de ese blanco. Exaltar la cruz del Calvario era el motivo dominante que inspiraba sus palabras y actos. 386

10. PE 206. Después de la conversión de Pablo, éste visitó a Jerusalén y allí predicó a Jesús y las maravillas de su gracia. Relató su conversión milagrosa, lo cual enfureció hasta tal punto a los sacerdotes y gobernantes que procuraron quitarle la vida. Pero a fin de que se salvase, Jesús volvió a aparecerle en visión mientras oraba, y le dijo: "Date prisa, y sal prontamente de Jerusalén; porque no recibirán tu testimonio acerca de mí." Pablo contestó: "Señor, ellos saben que yo encarcelaba y azotaba en todas las sinagogas a los que creían en ti; y cuando se derramaba la sangre de Esteban tu testigo, yo mismo también estaba presente, y consentía en su muerte, y guardaba las ropas de los que le mataban." Pablo pensaba que los judíos de Jerusalén no podrían resistir su testimonio; que considerarían que el gran cambio realizado en él podía deberse únicamente al poder de Dios. Pero la respuesta fue aún más decidida: "Ve, porque yo te enviaré lejos a los gentiles."

Mientras estuvo ausente de Jerusalén, Pablo escribió muchas cartas a diferentes lugares, en las que relataba su experiencia y testificaba poderosamente. Pero algunos se esforzaron por destruir la influencia de aquellas cartas. Se veían obligados a admitir que tenían peso y poder, pero declaraban que la presencia corporal del autor era débil y despreciable su habla.

Los hechos del caso eran que Pablo era un hombre de gran saber, y su prudencia y sus modales encantaban a sus oyentes. Agradaba a los sabios con su conocimiento, y muchos de ellos creían en Jesús. Cuando estaba ante reyes y grandes asambleas, manifestaba tal elocuencia que fascinaba a todos los presentes. Esto enfurecía mucho a los sacerdotes 207 y ancianos. Era fácil para Pablo entrar en raciocinios profundos y, elevándose, arrastraba a la gente consigo en los pensamientos más exaltados, al presentar las riquezas profundas de la gracia de Dios y describir el asombroso amor de Cristo. Luego, con sencillez, descendía al nivel que el pueblo común podía comprender y de la manera más poderosa relataba su experiencia, y despertaba en sus oyentes el ardiente deseo de ser discípulos de Cristo.

12. 1JT 27, 47, 157. NUESTRO ÚNICO MODELO. Vi que muchos se miden entre sí y comparan su vida con la vida de otros. Esto no debe ser. Nadie sino Cristo nos es dado como ejemplo. Él es nuestro verdadero modelo, y cada uno debe luchar para distinguirse por su imitación de él. Somos colaboradores de Cristo, o colaboradores del enemigo. O juntamos para Cristo, o dispersamos contra él. Somos cristianos decididos y de todo corazón, o no lo somos en absoluto. Dice Cristo: "¡Ojalá fueses frío, o caliente! Mas porque eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca." (Apoc. 3:15, 16.)

Vi que algunos apenas saben lo que es la abnegación o el sacrificio, o lo que significa sufrir por causa de la verdad. Pero nadie entrará en el cielo sin hacer un sacrificio. Debemos tener espíritu de abnegación y sacrificio. Algunos no se han ofrecido a sí mismos ni a sus propios cuerpos sobre el altar de Dios. Conservan un genio impulsivo y arrebatado. Satisfacen sus apetitos y atienden sus propios intereses, sin tener en cuenta la causa de Dios. Los que están dispuestos a hacer cualquier sacrificio para obtener la vida eterna, la tendrán, y vale la pena sufrir por ella, crucificar el yo, y sacrificar todo ídolo. El más excelso y eterno peso de gloria, supera todo lo demás, y eclipsa todo placer terreno. 28

* EL 22 de agosto de 1857, en la casa de oración de Monterrey, estado de Míchigan, me fue mostrado que muchos no han oído todavía la voz de Jesús, ni se ha posesionado de su alma el mensaje salvador para realizar una reforma en su vida. Muchos de los jóvenes no abrigan el espíritu de Jesús. El amor de Dios no mora en su corazón, y por lo tanto, todas las tendencias naturales que los asedian obtienen la victoria, en lugar del Espíritu de Dios y la salvación.

Los que poseen realmente la religión de Jesús no se avergonzarán ni temerán llevar la cruz ante aquellos que tienen más experiencia que ellos. Desearán toda la ayuda que puedan obtener de los cristianos de más edad, si anhelan con fervor obrar con rectitud. Aquellos les ayudarán gustosamente; las bagatelas no estorbarán en la carrera cristiana a los de corazón enternecido por el amor de Dios. Hablarán de lo que el Espíritu de Dios obra en ellos. Lo expresarán con canto y oración. Es la falta de religión, la falta de santidad, lo que infunde timidez a los jóvenes, pues su vida los condena. Ellos saben que no viven como debieran vivir los cristianos, por lo tanto, no tienen confianza ante Dios, ni ante la iglesia.

Cuando los jóvenes sienten más libertad al estar ausentes los mayores, es porque están con los de su clase. Cada uno piensa que es tan bueno como el otro. Todos quedan por debajo de lo que debieran ser, pero se miden por sí mismos, se comparan entre sí y descuidan la única norma perfecta y verdadera. Jesús es el verdadero Modelo. Su vida de abnegación es nuestro ejemplo.

Vi cuán poco se estudia el Modelo, cuán poco se lo ensalza delante de ellos. ¡Cuán poco sufren los jóvenes, o se, niegan a 48 sí mismos por su religión!  Apenas si se piensa en el sacrificio entre ellos. No imitan al Modelo a este respecto. Vi que el lenguaje de su vida es: el yo debe ser complacido, el orgullo debe ser satisfecho.  Se olvidan del Varón de dolores, que conoció el pesar. Los sufrimientos de Jesús en el Getsemaní, su sudor, como de grandes gotas de sangre en el huerto, la apretada corona de espinas que hirió su sagrada frente, no los conmueven. Se han encallecido. Sus sensibilidades están embotadas, y han perdido toda noción del gran sacrificio hecho por ellos. Pueden quedar sentados escuchando la historia de la cruz, y oyendo cómo los crueles clavos traspasaron las manos y los pies del Hijo de Dios sin conmoverse hasta lo más profundo del alma.

* ANDAD EN LA LUZ. ME FUE revelado que los hijos de Dios moran demasiado bajo una nube. No es voluntad de su Padre que ellos vivan en incredulidad. Jesús es luz, y en él no hay tinieblas. Sus hijos son hijos de la luz. Son renovados a su imagen y llamados de las tinieblas a su luz admirable. Él es la luz del mundo, y lo mismo son los que le siguen. No deben andar en tinieblas, sino tener la luz de la vida. Cuanto más lucha el pueblo de Dios para imitar a Cristo, con tanta mayor perseverancia será perseguido por el enemigo; pero al estar cerca de Cristo se fortalece para resistir los esfuerzos que hace nuestro astuto enemigo para apartarlo de Jesús.

Me fue mostrado que establecemos demasiadas comparaciones entre nosotros mismos, tomando a hombres falibles por nuestro modelo, cuando tenemos un Dechado seguro e infalible. No debemos medirnos por el mundo, ni por las opiniones de los hombres, ni por lo que éramos antes de aceptar la verdad. Nuestra fe y nuestra posición en el mundo, tal como son ahora, deben compararse con lo que habrían sido si nuestra senda nos hubiese llevado siempre hacia adelante y hacia arriba desde que profesamos seguir a Cristo. Esta es la única comparación que se puede hacer sin peligro. En cualquier otra que se haga, habrá engaño. Si el carácter moral y el estado espiritual de los hijos de Dios no corresponden a las bendiciones, los privilegios y la luz que él les ha concedido, aquéllos son pesados en la balanza, y los ángeles los declaran faltos.

Algunos parecen ignorar su verdadero estado. Ven la verdad, pero no perciben su importancia ni sus requerimientos. Oyen la verdad, pero no la comprenden plenamente, porque no amoldan su vida a ella, y por lo tanto no son santificados por 158 la obediencia. Y sin embargo, permanecen tan despreocupados y satisfechos como si los precediese la nube de día columna de fuego de noche, como señales del favor de Dios. Profesan conocer a Dios, pero en sus obras lo niegan. Se declaran su pueblo escogido y peculiar, pero su presencia y de salvar hasta lo sumo se manifiestan rara vez en ellos. ¡Cuán grandes son las tinieblas de los tales! Sin embargo, no lo saben. La luz resplandece, pero no lo comprenden.

No hay engaño que pueda seducir a la mente humana que aquel de hacer creer a los hombres que están perfectamente bien y Dios acepta sus obras cuando están pecando contra él. Confunden la forma de la piedad con el espíritu y poder de ella. Suponen que son ricos y no necesitan nada, cuando son pobres, miserables, ciegos y desnudos, y lo necesitan todo.

Hay quienes profesan seguir a Cristo, y, sin embargo, no hacen esfuerzo alguno en las cosas espirituales. En cualquier empresa mundanal realizan esfuerzos y manifiestan ambición para lograr su objeto y obtener el fin deseado; pero en la empresa de la vida eterna, donde todo está en juego y donde la felicidad eterna depende de su éxito, obran con tanta indiferencia como si no fuesen agentes morales, como si otro estuviese jugando el juego de la vida por ellos, y no tuviesen nada hacer sino aguardar el resultado. ¡Oh, qué insensatez! ¡Que locura!  Si todos quisieran tan sólo manifestar el grado de ambición, celo y fervor para la vida eterna que manifiestan e empresas mundanales, serian vencedores y victoriosos.

Vi cada uno debe obtener experiencia por sí mismo, cada debe desempeñar bien y fielmente su parte en el juego vida. Satanás aguarda su oportunidad para arrebatar las gracias preciosas cuando estamos desprevenidos, y tendremos sostener un severo conflicto con las potestades de las tinieblas para retenerlas, o para recuperar una gracia celestial si por de vigilancia la perdemos…

16. 2JT 524. Cuidar de estos menesterosos es buena obra; pero en esta época del mundo, el Señor no ordena a nuestro pueblo que establezca grandes y costosas instituciones con este fin. Sin 524 embargo, si hay entre nosotros quienes se sientan llamados por Dios a establecer instituciones dedicadas a cuidar de los niños huérfanos, cumplan lo que consideran su deber. Pero al cuidar de los pobres del mundo, deben solicitar la ayuda del mundo. No deben recurrir al pueblo al cual el Señor confió la obra más importante que haya sido dada a los hombres, que consiste en proclamar el último mensaje de misericordia a todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos. La tesorería del Señor debe tener un superávit para sostener la obra del Evangelio en "las regiones lejanas."

Dispongan de solicitantes sabios los que sienten la preocupación de establecer estas instituciones, para presentar sus necesidades y recoger fondos. Despierten a la gente del mundo, recurran a las iglesias de otras denominaciones los hombres que sienten la necesidad de que se haga algo en favor de los pobres y huérfanos. En toda iglesia hay quienes temen a Dios. Diríjanse a ellos, porque Dios les ha dado esta obra.

Las instituciones que han sido establecidas por nuestro pueblo para cuidar de los huérfanos, los enfermos y ancianos de entre nosotros, deben ser sostenidas. No se las debe dejar languidecer, ni permitir que sean un oprobio para la causa de Dios. La ayuda prestada para sostener a estas instituciones debe ser considerada, no solamente como un deber, sino como un precioso privilegio. En vez de hacernos regalos inútiles unos a otros, concedamos nuestros dones a los pobres e indefensos. Cuando el Señor vea que estamos haciendo lo mejor que podemos para aliviar a estos necesitados, inducirá a otros a cooperar en esta buena obra.

El propósito de un asilo de huérfanos no debe ser solamente proveer a los niños con alimentos y ropas, sino colocarlos bajo el cuidado de maestros cristianos que los educarán en el conocimiento de Dios y de su Hijo. Los que trabajan en este sentido deben ser hombres y mujeres de corazón grande, que se inspiraron con entusiasmo a los pies de la cruz del Calvario. Deben ser hombres y mujeres de cultura y abnegación; que 525 trabajarán como Cristo trabajó, para la causa de Dios y de la humanidad.

A medida que esas personas sin hogar sean colocadas donde puedan obtener conocimiento, felicidad y virtud y llegar a ser hijos e hijas del Rey celestial, estarán preparadas para desempeñar un papel semejante al de Cristo en la sociedad. Se las debe educar para que ellas a su vez ayuden a otros. Así se extenderá la buena obra y se perpetuará.

¿Qué madre amó jamás a su hijo como Jesús ama a los suyos? El mira el carácter mancillado con un pesar más profundo y más agudo que el de cualquier madre. Ve la retribución futura de una mala conducta. Por lo tanto, hágase todo cuanto se pueda en favor del alma descuidada. 2JT/EGW

Ministerio Hno. Pio 

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