jueves, noviembre 19, 2009

9 ¡MARANATA EL SEÑOR VIENE! "Meditación Excelsa" (III. PREPARADOS PARA EL CIELO 10-20)


III. PREPARADOS PARA EL CIELO (10-20) 
10. LA MEDITACIÓN MAS EXCELSA
Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios. (1 Juan 3:1).

¡Qué amor, qué amor incomparable, que nosotros, pecadores y extranjeros, podamos ser llevados de nuevo a Dios y adoptados en su familia! Podemos dirigirnos a él con el nombre cariñoso de "Padre nuestro". . .

Todo el amor paterno que se haya transmitido de generación a generación por medio de los corazones humanos, todos los manantiales de ternura que se hayan abierto en las almas de los hombres, son tan sólo como una gota del ilimitado océano, cuando se comparan con el amor infinito e inagotable de Dios. La lengua no lo puede expresar, la pluma no lo puede describir. 

 Podéis meditar en él cada día de vuestra vida; podéis escudriñar las Escrituras diligentemente a fin de comprenderlo; podéis dedicar toda facultad y capacidad que Dios os ha dado al esfuerzo de comprender el amor y la compasión del Padre celestial; y aun queda su carácter infinito. 

 Podéis estudiar este amor durante siglos, sin comprender nunca plenamente la longitud y la anchura, la profundidad y la altura del amor de Dios al dar a su Hijo para que muriese por el mundo. La eternidad misma no lo revelará nunca plenamente. Sin embargo, cuando estudiemos la Biblia y meditemos en la vida de Cristo y el plan de redención, estos grandes temas se revelarán más y más a nuestro entendimiento.*

Cristo vino para revelar a Dios al mundo como un Dios de amor, lleno de misericordia, ternura y compasión.* Sería bueno que dedicásemos una hora de meditación cada día para repasar la vida de Cristo desde el pesebre hasta el Calvario. Debemos considerarla punto por punto, y dejar que la imaginación capte vívidamente cada escena, especialmente las finales de su vida terrenal. Al contemplar así sus enseñanzas y sus sufrimientos, y el sacrificio infinito que hizo para la salvación de la familia humana, podemos fortalecer nuestra fe, vivificar nuestro amor, compenetrarnos más profundamente del espíritu que sostuvo a nuestro Salvador.

Si queremos ser salvos al fin, debemos aprender todos, al pie de la cruz, la lección de penitencia y fe. . . Todo lo noble 
y generoso que hay en el hombre responderá a la contemplación de Cristo en la cruz.* 76

11. SE REQUIEREN VESTIDURAS BLANCAS
Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda. 
 Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? (Mat. 22:11, 12).

El vestido de boda de la parábola representa el carácter puro y sin mancha que poseerán los verdaderos seguidores de Cristo. A la iglesia "se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente", "que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante". El lino fino, dice la Escritura, "es las acciones justas de los santos" (Apoc. 19: 8; Efe. 5: 27). 

Es la justicia de Cristo, su propio carácter sin mancha, que por la fe se imparte a todos los que lo reciben como Salvador personal. La ropa blanca de la inocencia era llevada por nuestros primeros padres cuando fueron colocados por Dios en el santo Edén. . . Pero cuando entró el pecado, rompieron su relación con Dios, y la luz que los había circuido se apartó . . .

El hombre no puede idear nada que pueda ocupar el lugar de su perdido manto de inocencia... Únicamente el manto que Cristo mismo ha provisto puede hacernos dignos de aparecer ante la presencia de Dios. Cristo colocará este manto, esta ropa de su propia justicia sobre cada alma arrepentida y creyente. "Yo te aconsejo -dice él- que de mí compres... vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez" (Apoc. 3: 18).

Este manto, tejido en el telar del cielo, no tiene un solo hilo de invención humana. Cristo, en su humanidad, desarrolló un carácter perfecto, y ofrece impartimos a nosotros este carácter. "Todas nuestras justicias [son] como trapos de inmundicia" (Isa. 64: 6). Todo cuanto podamos hacer por nosotros mismos está manchado por el pecado. Pero el Hijo de Dios "apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en el" (1 Juan 3: 5). . . Por su perfecta obediencia ha hecho posible que cada ser humano obedezca los mandamientos de Dios. 

Cuando nos sometemos a Cristo, el corazón se une con su corazón, la voluntad se fusiona con su voluntad, la mente llega a ser una con su mente, los pensamientos se sujetan a él; vivimos su vida. Esto es lo que significa estar vestidos con el manto de su justicia. Entonces, cuando el Señor nos contempla, él ve no el vestido de hojas de higuera, no la desnudez y deformidad del pecado, sino su propia ropa de justicia.* 77

12. GOZO EN LA OBEDIENCIA
He deseado tu salvación, oh Jehová, y tu ley es mi delicia. (Sal. 119:174).

El verdadero cristiano jamás se queja de que el yugo de Cristo le produce escozor en el cuello. Considera que servir al Maestro constituye la más genuina libertad. La ley de Dios es su delicia. En lugar de procurar rebajar la norma de los mandamientos divinos para acomodarla a sus propias deficiencias, se esfuerza constantemente por elevar su nivel de perfección.

Esta debe ser nuestra experiencia si queremos estar preparados para el día de Dios. Ahora, mientras dura el tiempo de prueba y aún se oye la voz de la misericordia, debemos abandonar nuestros pecados... Dios ha hecho amplia provisión para que podamos estar en pie, perfectos, mediante su gracia, para que nada nos falte mientras esperamos la aparición de nuestro Señor. 

¿Estáis listos? ¿Os habéis puesto el vestido de boda? Ese vestido jamás cubrirá el engaño, la impureza, la corrupción o la hipocresía. El ojo de Dios está sobre vosotros. Discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Podemos esconder nuestros pecados de los ojos de los hombres, pero no podemos ocultarle nada a nuestro Hacedor.

Ni siquiera a su propio Hijo libró Dios, sino que lo entregó para que muriese por nuestras culpas y lo resucitó para nuestra justificación. Por medio de Cristo podemos presentar nuestras peticiones ante el trono de la gracia. Por su intermedio podemos, a pesar de nuestra indignidad, obtener todas las bendiciones espirituales.
 ¿Iremos a él, para que tengamos vida?*

La voluntad de Dios se expresa en los preceptos de su sagrada ley, y los principios de esta ley son los principios del cielo. Los ángeles que allí residen no alcanzan conocimiento más alto que el saber la voluntad de Dios, y el hacer esa voluntad es el servicio más alto en que puedan ocupar sus facultades.

En el cielo no se sirve con espíritu legalista. Cuando Satanás se reveló contra la ley de Jehová, la noción de que había una ley sorprendió a los ángeles casi como algo en que no habían soñado antes. En su ministerio, los ángeles no son como siervos, sino como hijos. Hay perfecta unidad entre ellos y su Creador. La obediencia no es trabajo penoso para ellos. 
 El amor a Dios hace de su servicio un gozo.* 78

13. MODELADOS EN EL TALLER DEL SEÑOR
¿O Ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo. (1 Cor. 6:19, 20).

No nos pertenecemos. Hemos sido comprados a un precio elevado, a saber, los sufrimientos y la muerte del Hijo de Dios. Si pudiésemos comprender plenamente esto, sentiríamos que pesa sobre nosotros la gran responsabilidad de mantenernos en la mejor condición de salud, a fin de prestar a Dios un servicio perfecto. . .

Creemos sin duda alguna que Cristo va a venir pronto. Esto no es una fábula para nosotros; es una realidad. No tenemos la menor duda, ni la hemos tenido durante años, de que las doctrinas que sostenemos son la verdad presente, y que nos estamos acercando al juicio. Nos estamos preparando para encontrar a Aquel que aparecerá en las nubes de los cielos escoltado por una hueste de santos ángeles, para dar a los fieles y justos el toque final de la inmortalidad. Cuando él venga, no lo hará para limpiarnos de nuestros pecados, quitarnos los defectos de carácter o curarnos de las flaquezas de nuestro temperamento y disposición. Si es que ha de realizar en nosotros esta obra, se hará antes de aquel tiempo.

Cuando venga el Señor, los que son santos seguirán siendo santos. Los que han conservado su cuerpo y espíritu en pureza, santificación y honra, recibirán el toque final de la inmortalidad. Pero los que son injustos, inmundos y no santificados, permanecerán así para siempre. No se hará en su favor ninguna obra que elimine sus defectos y les dé un carácter santo. El Refinador no se sentará entonces para proseguir su proceso de refinación y quitar sus pecados y su corrupción. Todo esto debe hacerse en las horas del tiempo de gracia. Ahora debe realizarse esta obra en nosotros. . .

Estamos ahora en el taller de Dios. Muchos de nosotros somos piedras toscas de la cantera. Pero cuando echamos mano de la verdad de Dios, su influencia nos afecta. Nos eleva, y elimina de nosotros toda imperfección y pecado, cualquiera que sea su naturaleza. Así quedamos preparados para ver al Rey en su hermosura y unirnos finalmente con los ángeles puros y santos, en el reino de gloria.* 79

14. LA SALUD FÍSICA Y EL PENSAMIENTO NOBLE
Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis 
de los deseos carnales que batallan contra el alma. (1 Ped. 2:11).

Muchos consideran que este versículo es sólo una amonestación contra la conducta licenciosa; pero tiene un sentido más amplio. Prohíbe toda complacencia perjudicial del apetito o la pasión. Todo apetito pervertido se transforma en una concupiscencia agresiva. Recibimos el apetito con un buen propósito, no para que se convirtiera en ministro de muerte al pervertirse, y degenerar de ese modo en "deseos carnales que batallan contra el alma". La amonestación de Pedro es una advertencia bien directa y enérgica contra el empleo de estimulantes y narcóticos. Estas complacencias se pueden clasificar muy bien entre las concupiscencias que ejercen una influencia perniciosa sobre el carácter moral.*

Los que profesan piedad no consideren con indiferencia la salud del cuerpo, ni se engañen con la idea de que la intemperancia no es pecado y que no ha de afectar a su espiritualidad. Existe una íntima relación entre la naturaleza física y la moral. La norma de la virtud se eleva o se degrada según sean los hábitos físicos. El consumo excesivo de los mejores alimentos producirá morbosidad en los sentimientos morales. Y si los alimentos no son de los más saludables, los efectos serán más perjudiciales todavía. Todo hábito que no promueva el funcionamiento saludable del organismo humano, degrada las facultades más elevadas y nobles. Los hábitos equivocados referentes a la bebida y la comida, inducen a error en el pensamiento y la acción. La complacencia del apetito fortalece las inclinaciones animales, dándoles la supremacía sobre las facultades mentales y espirituales.*

La fuerza de la tentación a complacer el apetito puede ser comprendida sólo cuando se recuerda la inexpresable angustia de nuestro Redentor durante su largo ayuno en el desierto. El sabía que la complacencia del apetito pervertido amortecería tanto las percepciones del hombre, que éste no podría discernir las cosas sagradas. Adán cayó por la satisfacción del apetito; Cristo venció por la negación del apetito, y nuestra única esperanza de recuperar el Edén es por medio de un firme dominio propio.* 80

15. LA SIEMBRA Y LA COSECHA DE LA VIDA
Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, 
con los que de corazón limpio Invocan al Señor. (2 Tim. 2:22).

Un poco de tiempo dedicado a la siembra de malezas, queridos jóvenes, producirá una cosecha que os amargará toda la vida; una hora de atolondramiento, ceder una vez a la tentación, pueden desviar toda la corriente de la vida en dirección equivocada. Sólo podéis tener una juventud; haced que sea útil. Una vez que hayáis pasado por ese terreno, nunca más podréis regresar para rectificar vuestros errores. . .

Satanás. . . se transforma en ángel de luz y se acerca a los jóvenes con sus tentaciones engañosas y logra apartarlos, paso a paso, de la senda del deber. Se lo presenta como acusador, engañador, mentiroso, torturador y asesino. . . Satanás puede tentaros; pero de vosotros depende si vais a ceder o no. Toda la hueste de Satanás carece de poder para obligar al tentado a desobedecer. No hay excusa para el pecado.*

La tentación no es pecado. Jesús era santo y puro; sin embargo fue tentado en todo como nosotros, pero con una fuerza y un poder que nunca el hombre tendrá que soportar. En su resistencia triunfante, nos ha dejado un hermoso ejemplo, a fin de que sigamos sus pisadas. Si tenemos confianza en nosotros mismos y nos consideramos justos, se nos dejará caer bajo el poder de la tentación; pero si miramos a Jesús y confiamos en él, invocaremos en nuestra ayuda un poder que ha vencido al enemigo en el campo de batalla, y con toda tentación nos dará una vía de salida. Cuando Satanás viene como una inundación, debemos arrostrar sus tentaciones con la espada del Espíritu, y Jesús nos ayudará y levantará bandera contra él. El padre de la mentira tiembla cuando la verdad de Dios, con poder ardiente, le es arrojada a la cara.*

Un mal rasgo de carácter, el albergar un deseo pecaminoso, neutralizará con el tiempo todo el poder del Evangelio. . . 
Los dolores del deber y los placeres del pecado son las cuerdas con las cuales Satanás enlaza a los hombres en sus trampas. Los que estén dispuestos a morir antes que cometer un acto malo, serán los únicos a quienes se considerará fieles.* 81

16. EL CARÁCTER QUE APRUEBA DIOS
Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, 
conducta, amor, espíritu, fe y pureza. (1 Tim. 4:12).

Jesús, la Majestad del cielo, dejó un ejemplo para la juventud. Trabajaba en el taller de Nazaret para ganar su diario sustento. Estaba sujeto a sus padres y no trataba de administrar su propio tiempo o seguir su propia voluntad. Mediante una vida de fácil complacencia, jamás logrará un joven alcanzar la verdadera excelencia como hombre o como cristiano. Dios no nos ha prometido comodidad, honor o riquezas en su servicio; pero nos afirma que serán nuestras todas las bendiciones que necesitemos, "con persecuciones", y en el mundo venidero "la vida eterna". Cristo no aceptará nada menos que la plena consagración a su servicio...

Tenemos notables ilustraciones del poder sustentador de los firmes principios religiosos... La boca abierta de los leones en el foso no pudo impedir que Daniel elevara sus plegarias cotidianas, ni pudo el horno de fuego inducir a Sadrac y sus compañeros a postrarse delante del ídolo que había levantado Nabucodonosor. Los jóvenes de firmes principios esquivarán el placer, desafiarán el dolor, y hasta el foso de los leones y el horno de fuego, antes que ser infieles a Dios. Notad el carácter de José. Su virtud fue probada intensamente, pero su triunfo fue completo. En cada aspecto el noble joven soportó la prueba. El mismo elevado principio, inquebrantable, se manifestó en cada prueba. El Señor estaba con él y su palabra era ley...

Los que estudian la Biblia, piden consejo a Dios y reposan en Cristo, serán capacitados para obrar con sabiduría en todo momento y en toda circunstancia. Los buenos principios se manifestarán en la vida real. Si sólo recibís cordialmente la verdad para este tiempo, de manera que se convierta en el fundamento del carácter, producirá una firmeza de propósito que no podrán desviar ni las atracciones del placer, ni las veleidades de la moda, ni el desprecio de los amantes del mundo, ni los propios deseos del corazón que clama por la complacencia propia. Primeramente la conciencia debe ser iluminada, la voluntad debe ser puesta en sujeción. El amor a la verdad y a la justicia debe reinar en el alma, y surgirá entonces un carácter que el cielo podrá aprobar.* 82

17. SUBAMOS LA ESCALERA DE PEDRO
Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; 
al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; 
y al afecto fraternal, amor. (2 Ped. 1:5-7).

Indicad a los jóvenes la escalera de ocho peldaños de Pedro y no coloquéis sus pies en el peldaño más alto sino en el más bajo, y con cálidos ruegos instadlos a trepar hasta la misma cumbre. Cristo. . . es la escalera. La base de ella está firmemente asegurada en la tierra por su humanidad; el peldaño más alto alcanza hasta el trono de Dios por su divinidad. La humanidad de Cristo abraza a la humanidad caída en tanto que su divinidad se ase al trono de Dios. 

Somos salvos cuando ascendemos peldaño tras peldaño en la escalera, mirando a Cristo, ascendiendo paso a paso hasta la altura de Cristo, de modo que él sea hecho para nosotros sabiduría, y justicia, y santificación y redención. Fe, virtud, ciencia, templanza, paciencia, bondad, amor fraternal y caridad, son los peldaños de esta escalera. Todas estas gracias deben manifestarse en el carácter cristiano; y "haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo" (2 Ped. 1: 10, 11).*

No debéis pensar que podéis esperar hasta haber perfeccionado una gracia antes de cultivar la siguiente. No; deben desarrollarse juntas. . . Cada día que viváis podéis perfeccionar los benditos atributos revelados plenamente en el carácter de Cristo; cuando lo hagáis, traeréis luz, amor, paz y alegría a vuestros hogares.*

No os sintáis abrumados por la gran cantidad de trabajo que tenéis que hacer en el espacio de vuestra vida, pues no se requiere de vosotros que lo hagáis todo a la vez. Aplicad toda facultad de vuestro ser a la tarea del día, aprovechad toda preciosa oportunidad, apreciad las ayudas que Dios os da y avanzad paso a paso por la escalera del progreso. Recordad que habéis de vivir sólo un día a la vez, que Dios os ha dado un día, y los registros celestiales mostrarán cómo habéis valorado sus privilegios y oportunidades.* 83

18. EL ALIENTO DEL ALMA
Orad sin cesar. (1 Tes. 5:17).

La oración es el aliento del alma, el canal de todas las bendiciones. Mientras. . . el alma arrepentida ofrece su oración, 
Dios ve sus luchas, considera sus conflictos y toma nota de su sinceridad. Aplica su dedo a su pulso, y anota cada latido. No hay sentimiento que lo conmueva, ni emoción que lo agite, ni pesar que lo ensombrezca, ni pecado que lo manche, ni pensamiento o propósito que lo impulse, que Dios no conozca. Esa alma ha sido adquirida a un precio infinito, y se la ama con una devoción inalterable.

La oración al Gran Médico por la salud del alma trae la bendición de Dios. La oración nos une los unos a los otros y a Dios. La oración trae a Jesús a nuestro lado, y da nuevas fuerzas y gracia fresca al alma vacilante y a punto de perecer. . .

Cristo, nuestro Salvador, fue tentado en todo tal como nosotros, pero fue sin pecado. Tomó la naturaleza humana, tomó la forma del hombre, y sus necesidades fueron las necesidades del hombre. Tenía necesidades corporales que satisfacer, 
y cansancio físico del cual aliviarse. Mediante la oración a su Padre fue fortalecido para enfrentar el deber y la prueba. Cada día cumplía sus deberes tratando de salvar almas. Su corazón estaba lleno de tierna simpatía por los fatigados y cansados. Dedicó noches enteras a orar en favor de los tentados. . . La oración precedía y santificaba cada acto de su ministerio...

Las noches dedicadas a la oración que el Salvador empleó en la montaña o en el desierto, eran esenciales a fin de prepararlo para las pruebas que tendría que enfrentar en los días sucesivos. Sentía la necesidad de refrigerar y vigorizar el alma y el cuerpo, para poder encarar las tentaciones de Satanás; y los que estén tratando de vivir su vida sentirán la misma necesidad. . . Nos dice: " Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame" 
(Mat. 16: 24). 

 Sólo Cristo puede capacitarnos para responder cuando dice: "Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón" (Mat. 11: 29). Esto significa que cada día tenemos que negar al yo. Cristo puede darnos la doble resolución, la voluntad de sufrir y de librar las batallas del Señor con energía perseverante.* 84

19. EL SECRETO DEL PROGRESO
Esperad en él en todo tiempo, oh pueblos; derramad delante de él vuestro corazón; Dios es nuestro refugio. (Sal. 62:8).

Tenemos que dedicar mucho tiempo a la oración si queremos hacer progresos en la vida divina. Cuando se proclamó por primera vez el mensaje de la verdad, ¡cuánto orábamos! Cuán a menudo se escuchaba la voz de intercesión en la habitación, en el establo, en la quinta o en la huerta. Con frecuencia pasábamos horas en ferviente oración, en grupos de dos o tres, reclamando la promesa; a menudo se escuchaba el llanto seguido de la acción de gracias y del himno de alabanza. Ahora el día de Dios está más cerca que cuando creímos, y debiéramos ser más diligentes, más celosos y más fervientes que en esos primeros días. Nuestros peligros son mayores ahora que en aquel entonces.*

Jesús recibió sabiduría y poder, durante su vida terrenal, en las horas de oración solitaria. Sigan los jóvenes su ejemplo y busquen a la hora del amanecer y del crepúsculo un momento de quietud para tener comunión con su Padre celestial. 
Y durante el día eleven su corazón a Dios. A cada paso dado en nuestro camino, nos dice: "Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha. . . No temas, yo te ayudo" (Isa. 41: 13). Si nuestros hijos pudiesen aprender estas lecciones en el alba de su vida, ¡qué frescura y poder, qué gozo y dulzura habría en su existencia!*

Quebrántese vuestro corazón por el anhelo que tenga de Dios, del Dios vivo. La vida de Cristo ha mostrado lo que la humanidad puede hacer participando de la naturaleza divina. Todo lo que Cristo recibió de Dios, podemos recibirlo también nosotros. Pedid, pues, y recibiréis. Con la fe perseverante de Jacob, con la persistencia inflexible de Elías, pedid para vosotros todo lo que Dios ha prometido.

Dominen vuestra mente las gloriosas concepciones de Dios. Enlácese vuestra vida con la de Cristo mediante recónditos eslabones. Aquel que ordenó que la luz brillara en las tinieblas, desea brillar en vuestro corazón, para daros la luz del conocimiento de la gloria de Dios en el rostro de Jesucristo. El Espíritu Santo tomará las cosas de Dios y os las mostrará. . . Cristo os conducirá al umbral del Infinito.* 85

20. FE INCONMOVIBLE
Pero pida en fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, 
que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. (Sant. 1:6).

La oración y la fe están íntimamente ligadas y necesitan ser estudiadas juntas. En la oración de fe hay una ciencia divina; es una ciencia que debe comprender todo el que quiera tener éxito en la obra de su vida. Cristo dice: "Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá" (Mar. 11: 24). Él explica claramente que nuestra petición debe estar de acuerdo con la voluntad de Dios; debemos pedir cosas que él haya prometido y todo lo que recibamos debe ser usado para hacer su voluntad. Cuando se satisfacen las condiciones, la promesa es inequívoca.

Podemos pedir perdón por el pecado, el don del Espíritu Santo, un temperamento como el de Cristo, sabiduría y fuerza para hacer su obra, cualquier don que él haya prometido; luego tenemos que creer para recibir y dar gracias a Dios por lo que hemos recibido.

No necesitamos buscar una evidencia exterior de la bendición. El don está en la promesa y podemos emprender nuestro trabajo seguros de que Dios es capaz de cumplir lo que ha prometido y que el don, que ya poseemos, se hará efectivo cuando más lo necesitemos.

Vivir así por la palabra de Dios significa entregarle toda la vida. Se experimentará una sensación constante de Dios sobre el corazón. La oración es una necesidad porque es la vida del alma. La oración en familia, la oración en público, tienen su lugar, pero es la comunión secreta con Dios la que sostiene la vida del alma. . .

Muchos, aun en sus momentos de devoción, no reciben la bendición de la verdadera comunión con Dios. Están demasiado apremiados. . . No tienen tiempo para permanecer con el divino Maestro. . .Nuestra necesidad no consiste en detenernos un momento en su presencia, sino en tener relación personal con Cristo, sentarnos en su compañía. 86 
(MARANATHA) EGW


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