miércoles, septiembre 02, 2020

REFLEXIÓN 378. CÁNTICO DE ACCIÓN DE GRACIAS (ISAÍAS 12).

 Una regocijada acción de gracias del fiel por las misericordias de Dios.

1 En aquel día dirás: Cantaré a ti, oh Jehová; pues aunque te enojaste contra mí, tu indignación se apartó, y me has consolado. 2 He aquí Dios es salvación mía; me aseguraré y no temeré; porque mi fortaleza y mi canción es JAH Jehová, quien ha sido salvación para mí. 3 Sacaréis con gozo aguas de las fuentes de la salvación. 4 Y diréis en aquel día: Cantad a Jehová, aclamad su nombre, haced célebres en los pueblos sus obras, recordad que su nombre es engrandecido. 5 Cantad salmos a Jehová, porque ha hecho cosas magníficas; sea sabido esto por toda la tierra. 6 Regocíjate y canta, oh moradora de Sion; porque grande es en medio de ti el Santo de Israel. (Isaías 12).

1. Cantaré. Este capítulo es un salmo de acción de gracias. Es una continuación apropiada del capítulo anterior, en el cual el Mesías efectúa la liberación de los justos de manos de sus opresores. Así como los israelitas cantaron el cántico de Moisés (Exo. 15) después de ser librados de los egipcios, se ha de entonar otro cántico de liberación cuando Jehová alce "otra vez su mano para recobrar el remanente de su pueblo" (Isa. 11: 11). En los cap. 25 y 26 aparecen himnos de triunfo similares. En Apoc. 15: 3, se ve a los redimidos de todas las edades cantando un cántico triunfal después de su victoria final.

2. Dios es salvación mía. En el tiempo de la invasión de Senaquerib, lo que salvó al pueblo de Dios no fue el ejército de Israel, ni los muros que rodeaban a Sión, sino el Señor mismo (cap. 37: 33-36). En los últimos días, el remanente fiel será salvado del poder del enemigo por la mano de Jehová.

JAH Jehová. En hebreo aparece repetido el nombre sagrado, primero en su forma abreviada, y luego en la forma completa, es decir, Yah Yahweh. Es posible que esta repetición, característica en Isaías, indique un mayor énfasis.

3. Fuente de la salvación. Cuando los israelitas atravesaron el desierto, Dios les proporcionó agua de la roca herida (Exo. 17:6; Núm. 20: 8-11). Este milagro posteriormente fue celebrado con una ceremonia impresionante en el templo durante la fiesta de los tabernáculos (DTG 413). Se sacaba agua de la fuente de Siloé (ver com. Isa. 8:6) en una vasija de oro, y se la llevaba al templo, donde se la vertía en el altar de los holocaustos. Cuando los sacerdotes se dirigían a la fuente, acompañados de un coro de levitas, muchos adoradores los seguían para beber del agua viva que brotaba de la vertiente en la ladera de la colina del templo. 

Jesús hizo referencia a esta ceremonia en el último día de la fiesta, cuando invitó a la gente a venir a él para beber (Juan 7:37). Cristo es la fuente de la cual surge el agua que da vida y sanidad a las naciones. (Eze. 47:1; Joel 3:18; Zac. 14:8; DTG 28).

4. Haced célebres… sus obras. Se estimula al pueblo de Dios a que recuerde las mercedes que Dios ha realizado en su favor, y a que cuente a otros cuán maravillosas son sus bendiciones. Si entre el pueblo de Dios hubiera más alabanza, habría menos desánimo y crítica. El que no recuerda los admirables actos de misericordia del cielo, es quien con mayor probabilidad olvida a Dios (Rom. 1: 21-23) y se explaya en los errores de sus hermanos.

5. Cosas magníficas. Los actos de misericordia que Dios realiza en favor de sus hijos son incontables. ¿Por qué, pues, no recordarlos y cantar alabanzas al Señor por sus magníficas mercedes? El canto disipa el desánimo y el temor, rechaza la tentación y fortalece el alma contra los ardides del diablo.

6. El Santo De Israel. (com. cap. 1: 4. Esta expresión es predilecta de Isaías, pues la emplea 25 veces, mientras que todos los otros autores del AT sólo la usan 6 veces. Cuando Isaías vio a Dios en visión por primera vez, sentado sobre su trono, también oyó a los coros angélicos que cantaban: "Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos" (cap. 6: 3). El santo carácter de Dios había impresionado profundamente al profeta. Sobre todas las cosas, reconocía a Dios como un ser santo, y anhelaba ser semejante a él. Desde ese momento, la gran tarea de la vida de Isaías sería la de mantener ante Israel un cuadro de la santidad de Dios y la importancia de descartar el pecado y luchar fervientemente por lograr la santidad).

Isaías no representa a un Dios distante encerrado en un cielo santo, sino a un Dios que moraba con su pueblo (cap. 57: 15; 66: 1-2). Dios con su pueblo -Emanuel: "con nosotros Dios"- era el mensaje de la vida y de las palabras de Isaías (cap. 7: 14; 8: 8, 10). Los que han sido librados del pecado interior y de los enemigos exteriores (ver com. vers. 1) no deben callar las mercedes del cielo. No basta pensar que sólo en el futuro, sobre el mar de vidrio, será el momento de unirse al cántico de los redimidos. En esta vida tenemos el privilegio de elevar nuestras voces en canto, con el gozo y la paz del cielo en el corazón. Con este himno de alabanza (cap. 12) concluye lo que se ha dado en llamar el "Libro de Emanuel" de la profecía de Isaías. (4CBA) Ministerio Hno. Pio


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