domingo, septiembre 27, 2020

REFLEXIÓN 404. DIOS LIBERA A SU PUEBLO DEL ENEMIGO BLASFEMO (ISAÍAS 37).

Isaías 37. Es el efecto de las palabras del Rey Asirio sobre Rey Ezequías y Judá. Quien pone su confianza en Jehová, y es librado del enemigo de una manera milagrosa, sin que medie ejercito humano, pero si divino.

Éste capítulo desde los versículos (1-5) Ezequías, vestido de luto, por medio de enviados solicita a Isaías que ore por ellos. Del (6-7) Isaías los conforta. En los versículos (8-13) Senaquerib, que está por combatir contra Tirhaca, envía una carta blasfema a Ezequías. Del (14-20) es la oración de Ezequías. Y del (21-35) es la profecía de Isaías acerca del orgullo y destrucción de Senaquerib, y de las bondades de Sión. Y en el versículo (36) Concluye Dios su obra salvadora a Judá; donde Un ángel destruye a los asirios. Y del (37-38) es el epilogo de la vida de Senaquerib. Donde es asesinado en Nínive por sus dos hijos. Veamos y leamos la historia en sí.

1 ACONTECIÓ, pues, que cuando el rey Ezequías oyó esto, rasgó sus vestidos, y cubierto de cilicio vino a la casa de Jehová. 2 Y envió a Eliaquim mayordomo, a Sebna escriba y a los ancianos de los sacerdotes, cubiertos de cilicio, al profeta Isaías hijo de Amos. 3 Los cuales le dijeron: Así ha dicho Ezequías: Día de angustia, de reprensión y de blasfemia es este día; porque los hijos han llegado hasta el punto de nacer, y la que da a luz no tiene fuerzas. 4 Quizá oirá Jehová tu Dios las palabras del Rabsaces, al cual el rey de Asiria su señor envió para blasfemar al Dios vivo, y para vituperar con las palabras que oyó Jehová tu Dios; eleva, pues, oración tú por el remanente que aún ha quedado. 5 Vinieron, pues, los siervos de Ezequías a Isaías.

6 Y les dijo Isaías: Diréis así a vuestro señor: Así ha dicho Jehová: No temas por las palabras que has oído, con las cuales me han blasfemado los siervos del rey de Asiria. 7 He aquí que yo pondré en él un espíritu, y oirá un rumor, y volverá a su tierra; y haré que en su tierra perezca a espada.

8 Vuelto, pues, el Rabsaces, halló al rey de Asiria que combatía contra Libna; porque ya había oído que se había apartado de Laquis. 9 Mas oyendo decir de Tirhaca rey de Etiopía: He aquí que ha salido para hacerte guerra; al oírlo, envió embajadores a Ezequías, diciendo: 10 Así diréis a Ezequías rey de Judá: No te engañe tu Dios en quien tú confías, diciendo: Jerusalén no será entregada en mano del rey de Asiria. 11 He aquí que tú oíste lo que han hecho los reyes de Asiria a todas las tierras, que las destruyeron; ¿y escaparás tú? 12 ¿Acaso libraron sus dioses a las naciones que destruyeron mis antepasados, a Gozán, Harán, Resef y a los hijos de Edén que moraban en Telasar? 13 ¿Dónde está el rey de Hamat, él rey de Arfad, y el rey de la ciudad de Sefarvaim, de Hena y de Iva?

14 Y tomó Ezequías las cartas de mano de los embajadores, y las leyó; y subió a la casa de Jehová, y las extendió delante de Jehová. 15 Entonces Ezequías oró a Jehová, diciendo: 16 Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, que moras entre los querubines, sólo tú eres Dios de todos los reinos de la tierra; tú hiciste los cielos y la tierra. 17 Inclina, oh Jehová, tu oído, y oye; abre, oh Jehová, tus ojos, y mira; y oye todas las palabras de Senaquerib, que ha enviado a blasfemar al Dios viviente. 18 Ciertamente, oh Jehová, los reyes de Asiria destruyeron todas las tierras y sus comarcas, 19 y entregaron los dioses de ellos al fuego; porque no eran dioses, sino obra de manos de hombre, madera y piedra; por eso los destruyeron. 20 Ahora pues, Jehová Dios nuestro, líbranos de su mano, para que todos los reinos de la tierra conozcan que sólo tú eres Jehová.

21 Entonces Isaías hijo de Amos envió a decir a Ezequías: Así ha dicho Jehová Dios de Israel: Acerca de lo que me rogaste sobre Senaquerib rey de Asiria, 22 estas son las palabras que Jehová habló contra él: La virgen hija de Sión te menosprecia, te escarnece; detrás de ti mueve su cabeza la hija de Jerusalén. 23 ¿A quién vituperaste, y a quién blasfemaste? ¿Contra quién has alzado tu voz, y levantado tus ojos en alto? Contra el Santo de Israel. 24 Por mano de tus siervos has vituperado al Señor, y dijiste: Con la multitud de mis carros subiré a las alturas de los montes, a las laderas del Líbano; cortaré sus altos cedros, sus cipreses escogidos; llegaré hasta sus más elevadas cumbres, al bosque de sus feraces campos. 25 Yo cavé, y bebí las aguas, y con las pisadas de mis pies secaré todos los ríos de Egipto. 26 ¿No has oído decir que desde tiempos antiguos yo lo hice, que desde los días de la antigüedad lo tengo ideado? Y ahora lo he hecho venir, y tú serás para reducir las ciudades fortificadas a montones de escombros. 27 Sus moradores fueron de corto poder; fueron acobardados y confusos, fueron como hierba del campo y hortaliza verde, como heno de los terrados, que antes de sazón se seca. 28 He conocido tu condición, tu salida y tu entrada, y tu furor contra mí. 29 Porque contra mí te airaste, y tu arrogancia ha subido a mis oídos; pondré, pues, mi garfio en tu nariz, y mi freno en tus labios, y te haré volver por el camino por donde viniste. 30 Y esto te será por señal: Comeréis este año lo que nace de suyo, y el año segundo lo que nace de suyo; y el año tercero sembraréis y segaréis y plantaréis viñas, y comeréis su fruto. 31 Y lo que hubiere quedado de la casa de Judá y lo que hubiere escapado, volverá a echar raíz abajo, y dará fruto arriba. 32 Porque de Jerusalén saldrá un remanente, y del monte de Sión los que se salven. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto. 33 Por tanto, así dice Jehová acerca del rey de Asiria: No entrará en esta ciudad, ni arrojará saeta en ella; no vendrá delante de ella con escudo, ni levantará contra ella baluarte. 34 Por el camino que vino, volverá, y no entrará en esta ciudad, dice Jehová. 35 Porque yo ampararé a esta ciudad para salvarla, por amor de mí mismo, y por amor de David mi siervo.

36 Y salió el ángel de Jehová y mató a ciento ochenta y cinco mil en el campamento de los asirios; y cuando se levantaron por la mañana, he aquí que todo era cuerpos de muertos.

37 Entonces Senaquerib rey de Asiria se fue, e hizo su morada en Nínive. 38 Y aconteció que mientras adoraba en el templo de Nisroc su dios, sus hijos Adramelec y Sarezer le mataron a espada, y huyeron a la tierra de Ararat; y reinó en su lugar Esar-hadón su hijo. (Isaías 37).

1. Rasgó sus vestidos. Ver com. 2 Rey. 19: 1. La presencia de Ezequías en la "casa de Jehová" concordaba con el consejo de Joel 1: 8-14, dado en otro tiempo de crisis.

2. Al profeta Isaías. El rey se encontraba en un dilema tal, que sólo tan profeta del verdadero Dios podría señalarle una salida eficaz.

3. Día de angustia. Ver com. 2 Rey. 19: 3. Así como Dios contestó las fervientes plegarias de su pueblo en los días de Isaías, así también escuchará las peticiones de sus hijos en todo tiempo y los librará (Sal. 46: 5-11; 91).

4. Oirá Jehová. Ver com. 2 Rey. 19: 4. Dios puede "salvar perpetuamente" a todos los que se acercan a él, pues vive "siempre para interceder por ellos" (Heb. 7: 25).

6. No temas. Ver com. 2 Rey. 19: 6.

7. Yo pondré en él un espíritu. Ver com. 2 Rey. 19: 7.

8. Libna. Ver com. 2 Rey. 19: 8.

9. Tirhaca. Ver com. 2 Rey. 19: 9; también t. II, pp. 55, 66. La llegada de Tirhaca (Taharka) hacía recomendable que Senaquerib reanudara sus esfuerzos por conseguir la inmediata sumisión de Ezequías. Envió embajadores.  En el rollo 1QIsª de los Manuscritos del Mar Muerto se lee: "Envió mensajeros otra vez".

10. No te engañe. Ver com. 2 Rey. 19: 10. Después de haber fracasado en la conquista de Jerusalén por las armas, Senaquerib estaba haciendo esfuerzos desesperados para tomarla con palabras. Su mensaje en esta ocasión era muy similar al que había enviado antes (Isa. 36: 15, 18-20), sólo que era más desesperado y desafiante.

11. A todas las tierras. Ver com. 2 Rey. 19:11. Los reyes asirios eran despiadados y crueles, y se enorgullecían de su crueldad. Con el despliegue de sus horrorosas carnicerías esperaban aterrorizar a los hombres y a las naciones y así poder dominar el mundo.

12.  Gozán, Harán. Ver com. 2 Rey. 19: 12.

13. Hamat. Ver com. 2 Rey. 19: 13. La misma pregunta se había formulado antes acerca de los dioses de Hamat y Arfad (Isa. 36: 19); ahora se indaga por los reyes de estas ciudades. La respuesta que se insinúa es que habían sufrido la terrible suerte de todos los que se habían atrevido a resistir a las fuerzas asirias. En el rollo 1QIsª de los Manuscritos del Mar Muerto aparece el nombre de Samaria después de Iva.

14. Tomó Ezequías las cartas. Ver com. 2 Rey. 19: 14.

16.  Entre los querubines. Ver.com. 2 Rey. 19: 15.

17. A blasfemar. Ver com. 2 Rey. 19: 16. Ezequías consideró que las palabras de Senaquerib estaban dirigidas a Dios antes que a él, como rey. Ezequías reinaba como representante de Dios en la tierra.

18. Destruyeron todas las tierras. Asiria estaba en este momento en el apogeo de su poder. Tiglat-pileser III (745-727), Salmanasar V (727-722), Sargón II (722-705) y Senaquerib (705-681) fueron los más poderosos reyes que tuvo Asiria; bajo su dominio las naciones de Asia Occidental fueron aplastadas y dejadas en ruinas. Ezequías admitió que las pretensiones de Senaquerib no eran una jactancia sin fundamento. En el rollo 1QIsª de los Manuscritos del Mar Muerto se omite la frase "y sus comarcas". 

19. No eran dioses. Ver com. 2 Rey. 19: 18.

20. Todos los reinos. Ver com. 2 Rey. 19: 19.

21. Así ha dicho Jehová. Parece que Isaías no estaba presente cuando Ezequías pronunció su ferviente oración, pero el Señor le informó al profeta acerca de la oración y de la respuesta favorable que sería concedida. En ese tiempo de crisis nacional, Dios no dejaría a su pueblo sin esperanza. Ver com. 2 Rey. 19: 20.

22. La virgen. Sión, como una virgen delicada, había sido amenazada por Senaquerib, quien estaba determinado a humillarla ante el mundo. Pero valerosamente Sión se negó a someterse al asirio, y Dios la recompensaría por su lealtad a él. Ver com. 2 Rey. 19: 21.

23. El Santo.  Ver com. 2 Rey. 19: 22. Sión era la novia de Dios, y al vituperarla a ella, los asirios insultaban a Dios. Por causa del honor de su santo nombre, Dios se levantaría para defender a Sión.

24. Dijiste. Ver com. 2 Rey. 19: 23. El hombre se estaba colocando a sí mismo y a su débil fuerza en oposición al omnipotente Dios. Como Lucifer, Senaquerib era culpable de gloriarse de sí mismo.  Hablaba en primera persona: "mis carros… ; subiré… ; cortaré... ; llegaré" (cf. Isa. 14: 13-14). Las inscripciones de Senaquerib están repletas de esta clase de jactancias. Pero una vez más iba a demostrarse que "antes del quebrantamiento es la soberbia" (Prov. 16: 18), y que "Dios resiste a los soberbios" (Sant. 4: 6).

25. Yo cavé, y bebí. Senaquerib sigue jactándose de su poder y de ser invencible. Creía que nada podía detenerlo. Las dificultades que desconciertan a los mortales no eran nada para él. Ver com. 2 Rey. 19: 24. Aguas. El rollo 1QIsª de los Manuscritos del Mar Muerto dice "aguas extrañas", frase que también aparece en el pasaje paralelo de 2 Rey. 19: 24.

26. Yo lo hice. Ver com. 2 Rey. 19: 25. Si Dios no hubiera retirado su mano protectora de los hombres y las naciones, las armas de Asiria habrían sido impotentes contra ellos.

27. De corto poder. Ver com. 2 Rey. 19: 26.

28. He conocido tu condición. Heb. "he conocido tu sentar". En el rollo 1QIsª de los Manuscritos del Mar Muerto se lee: "Conozco tu levantarte y tu sentarte" (cf. Lam. 3: 63). Dios le advierte a Senaquerib que conoce perfectamente todas sus actividades y sus intenciones. El "salir" y el "entrar" comprenden todas las actividades de la vida (Sal. 121: 8; 139: 2-3).

29. Mi garfio en tu nariz. Ver com. 2 Rey. 19: 28. Los asirios recurrieron con frecuencia a la más bárbara crueldad en el trato de sus víctimas. Senaquerib sería tratado como él había tratado a otros. Se emplea la misma figura para referirse al castigo que finalmente recibirán los obradores de impiedad (Isa. 30: 28; Eze. 38: 4).

30. Señal. Ver com. 2 Rey. 19: 29. Ezequías y el pueblo de Judá recibieron la seguridad de que Dios les daría una señal, como lo hacía con frecuencia (Isa. 7: 11, 14; 38: 8), como prenda de que la predicción acompañante se cumpliría. La invasión asiria había paralizado todas las actividades agrícolas normales, pero al pueblo se le asegura un abastecimiento adecuado de alimento. Es posible que el año siguiente fuera un año sabático, durante el cual la tierra daría suficiente fruto por sí sola.  Pero al tercer año se reanudaría la vida normal con todas sus actividades. El cumplimiento de esta predicción dentro del tiempo especificado sería una señal de que seguramente se cumpliría la promesa más amplia de los vers. 31-32.

31. Lo que hubiere quedado.  Ver com. 2 Rey. 19: 30.

32. El celo de Jehová. Ver com. 2 Rey. 19: 31. Sólo la intervención divina podía salvar a Judá. Sin Dios no había esperanza. Israel ya había sido destruido, y parecía que cada podía impedir que a Judá le ocurriera lo mismo.

33. Ni levantará contra ella baluarte. Ver com. 2 Rey. 19: 32. Los soldados de Senaquerib ya estaban acampados alrededor de la ciudad, pero no continuarían con las operaciones habituales de un asedio. No se levantaría ningún "terraplén" (VM) contra los muros que permitiera el avance de las máquinas de guerra y de los arqueros; y ningún enemigo lograría entrar en la ciudad. Parecía que Jerusalén estaba al borde de un asedio terrible, pero ese sitio no se realizaría.

35. Por amor de mí mismo. Al defender a Jerusalén, Dios estaba defendiendo su propia majestad y su propio honor contra la blasfemia de Senaquerib (ver com. vers. 24).

36. El ángel de Jehová. Ver com. 2 Rey. 19:35. Los ángeles son enviados con más frecuencia para salvar que para destruir. Nada se sabe del método que empleó el ángel en esta ocasión, pero cualquiera que fuera, el castigo celestial fue repentino y arrasó a la fuerza sitiadora. De acuerdo con la renuencia que sentían los antiguos de consignar informaciones desfavorables en las crónicas nacionales, los registros asirios no mencionan esta catástrofe. Carecen de valor varias explicaciones legendarias.

37.  Senaquerib. Es significativo que Senaquerib escapara con vida. Parece que estaba con la parte de su ejército que fue enviada contra Tirhaca (vers. 9; 2 Rey. 19:9 y mapa, t. II, p. 948). Quizá el Señor quiso que él regresara a su país avergonzado y humillado, como una lección objetiva de lo que le sucede a un hombre que se opone a Dios. Ver com. 2 Rey. 19:36.

38. Sus hijos . . . le mataron. Ver com. 2 Rey. 19: 37. Aunque se le permitió a Senaquerib que volviera a Asiria, no se libró de una muerte violenta. Las crónicas asirias y babilonias confirman el relato bíblico de que fue asesinado por sus hijos. Senaquerib fue muerto en 681 a. C., y entonces comenzó a reinar Esar-hadón. No se sabe cuánto tiempo transcurrió después de su regreso de Jerusalén, hasta que esto sucedió (ver t. II, pp. 66, 67). 4CBA/Ministerio Hno. Pio


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