sábado, septiembre 26, 2020

REFLEXIÓN 403. INVASIÓN DE ASIRIA CON SENAQUERIB (ISAÍAS 36).


Isaías 36. Es el cumplimiento de las profecías por Isaías por mandato divino; dadas en capítulos anteriores, por la maldad de su pueblo. En que Asiria seria su instrumento de castigo. Pero a pesar de todo eso; no les deja sin esperanza.

Entonces Los capítulos 36 al 39 son principalmente histórias, narran las invasiones de Senaquerib, la enfermedad de Ezequías y la visita de los embajadores de Merodac-baladán.

En Este capítulo 36, desde los Versículos (1 -3) Senaquerib invade Judá. Del (4 -21)     El Rabsaces, enviado por Senaquerib, mediante persuasiones blasfemas incita al pueblo a rebelarse. Y en el versículo (22) Ezequías es informado de lo que dijo el embajador Asirio.

1 ACONTECIÓ en el año catorce del rey Ezequías, que Senaquerib rey de Asiria subió contra todas las ciudades fortificadas de Judá, y las tomó. 2 Y el rey de Asiria envió al Rabsaces con un gran ejército desde Laquis a Jerusalén contra el rey Ezequías; y acampó junto al acueducto del estanque de arriba, en el camino de la heredad del Lavador. 3 Y salió a él Eliaquim hijo de Hilcías, mayordomo, y Sebna, escriba, y Joa hijo de Asaf, canciller,

4 a los cuales dijo el Rabsaces: Decid ahora a Ezequías: El gran rey, el rey de Asiria, dice así: ¿Qué confianza es esta en que te apoyas? 5 Yo digo que el consejo y poderío para la guerra, de que tú hablas, no son más que palabras vacías. Ahora bien, ¿en quién confías para que te rebeles contra mí? 6 He aquí que confías en este báculo de caña frágil, en Egipto, en el cual si alguien se apoyare, se le entrará por la mano, y la atravesará. Tal es Faraón rey de Egipto para con todos los que en él confían. 7 Y si me decís: En Jehová nuestro Dios confiamos; ¿no es éste aquel cuyos lugares altos y cuyos altares hizo quitar Ezequías, y dijo a Judá y a Jerusalén: Delante de este altar adoraréis?

8 Ahora, pues, yo te ruego que des rehenes al rey de Asiria mi señor, y yo te daré dos mil caballos, si tú puedes dar jinetes que cabalguen sobre ellos. 9 ¿Cómo, pues, podrás resistir a un capitán, al menor de los siervos de mi señor, aunque estés confiado en Egipto con sus carros y su gente de a caballo? 10 ¿Acaso vine yo ahora a esta tierra para destruirla sin Jehová? Jehová me  dijo: Sube a esta tierra y destrúyela. 

11 Entonces dijeron Eliaquim, Sebna y Joa al Rabsaces: Te rogamos que hables a tus siervos en arameo, porque nosotros lo entendemos; y no hables con nosotros en lengua de Judá, porque lo oye el pueblo que está sobre el muro. 12 Y dijo el Rabsaces: ¿Acaso me envió mi señor a que dijese estas palabras a ti y a tu señor, y no a los hombres que están sobre el muro, expuestos a comer su estiércol y beber su orina con vosotros? 13 Entonces el Rabsaces se puso en pie y gritó a gran voz en lengua de Judá, diciendo: Oíd las palabras del gran rey, el rey de Asiria.

14 El rey dice así: No os engañe Ezequías, porque no os podrá librar. 15 Ni os haga Ezequías confiar en Jehová, diciendo: Ciertamente Jehová nos librará; no será entregada esta ciudad en manos del rey de Asiria. 16 No escuchéis a Ezequías, porque así dice el rey de Asiria: Haced conmigo paz, y salid a mí; y coma cada uno de su viña, y cada uno de su higuera, y beba cada cual las aguas de su pozo, 17  hasta que yo venga y os lleve a una tierra como la vuestra, tierra de grano y de vino, tierra de pan y de viñas.

18 Mirad que no os engañe Ezequías diciendo: Jehová nos librará. ¿Acaso libraron los dioses de las naciones cada uno su tierra de la mano del rey de Asiria? 19 ¿Dónde está el dios de Hamat y de Arfad? ¿Dónde está el dios de Sefarvaim? ¿Libraron a Samaria de mi mano?

20 ¿Qué dios hay entre los dioses de estas tierras que haya librado su tierra de mi mano, para que Jehová libre de mi mano a Jerusalén? 21 Pero ellos callaron, y no le respondieron palabra; porque el rey así lo había mandado, diciendo: No le respondáis.

22 Entonces Eliaquim hijo de Hilcías, mayordomo, y Sebna escriba, y Joa hijo de Asaf, canciller, vinieron a Ezequías, rasgados sus vestidos, y le contaron las palabras del Rabsaces. (Isaías 36).

1. Aconteció. Con este capítulo comienza una nueva sección del libro de Isaías. Los cap. 36 al 39 son principalmente históricos y no proféticos, pues narran las invasiones de Senaquerib, la enfermedad de Ezequías y la visita de los embajadores de Merodac-baladán. Estos capítulos son, en buena medida, idénticos con 2 Rey. 18: 13 al 19: 20. Por lo general debería buscarse en el comentario de esos pasajes la interpretación de estos capítulos.

El año catorce. Ver com. 2 Rey. 18: 13. Senaquerib comenzó a reinar en Asiria en el año 705 a. C. y realizó su primera campaña contra las ciudades de Judá en 701. En su propio relato de esta campaña, en la cual afirma haber tomado 46 ciudades amuralladas de Judá, enumera las siguientes razones de esa expedición: (1) el hecho de que Ezequías se había negado a someterse al yugo asirio; (2) que Ezequías pidió socorro a Egipto y Etiopía; y (3) que había ayudado a los filisteos de Ecrón en su rebelión contra Asiria y encarcelado a su rey Padi, que había sido leal a Asiria.

2. Envió al Rabsaces. Ver com. 2 Rey. 18: 17, 19. Este era el título del principal copero del rey asirio. Era un oficial importante del ejército, colaborador del Tartán y el Rabsaris, bajo cuyo mando estaban las fuerzas asirias enviadas contra Jerusalén.

Laquis. Ver com. 2 Rey. 18: 14. (En el registro de su tercera campaña "contra el país de los hititas", Senaquerib dice que subió primero contra Sidón y después contra las ciudades de Filistea. Entonces se dirigió al interior, a Laquis. Laquis está a 30,8 km al sureste de Ascalón y a 43,2 km al suroeste de Jerusalén. Un bajo relieve asirio muestra el sitio de Laquis).

Estanque de arriba. Ver com. 2 Rey. 18: 17. (Es dudosa la ubicación de este estanque. Algunos piensan que estaba al sur de la ciudad, cerca del valle de Cedrón, mientras que otros conjeturan que estaba al norte. Algunos años antes Isaías y su hijo Sear-jasub se encontraron con Acaz en este estanque (Isa. 7: 3), que sin duda existía antes del tiempo de Ezequías y antes de que se hiciera el acueducto).

3. Eliaquim. Ver com. 2 Rey 18: 18. Eliaquim había sido elevado a este importante cargo después de la destitución de Sebna, en cumplimiento de la predicción de Isaías (Isa. 22: 20-24).

4. En que te apoyas. Ver com. 2 Rey. 18: 19. ¿Qué confianza es ésta? Ezequías había puesto su principal confianza y fe en Dios (2 Crón. 32: 7, 8), y los enviados asirios se referían a esta confianza en el Señor (2 Crón. 32: 10, 11).

5. Yo digo. En unos 20 antiguos manuscritos hebreos, entre ellos el 1QIsª de los Manuscritos del Mar Muerto, aparece: "Tú dices". Lo mismo ocurre en el pasaje paralelo de 2 Rey. 18: 20. La primera parte del versículo dice literalmente: "Tú dices, ciertamente la palabra de los labios, plan y fuerza para la guerra", lo cual significa: "Tú dices, ciertamente [nuestros] planes y fuerzas [son adecuados] para la guerra".

Poderío para la guerra. Ver com. 2 Rey. 18: 20. Ezequías había sido tributario de Asiria, como su padre Acaz antes de él (2 Rey. 16: 7-8), y porque se negó a pagar ese tributo, los ejércitos de Asiria vinieron contra él.

6. Caña frágil. Ver com. 2 Rey. 18: 21. Caña cascada. Una descripción muy adecuada para Egipto. El junco que crecía junto al Nilo era un símbolo muy apropiado de la tierra donde crecía. Aunque tenía apariencia de robustez y seguridad, no merecía confianza. Si una persona intentase apoyarse sobre esa caña, ésta cedería hiriéndole la mano. Oseas recurrió a Egipto en busca de ayuda, y por hacer esto perdió su reino (cap. 17: 4-6). La crisis de Judá que aquí se relata ocurrió durante el período de la XXV dinastía de Egipto, cuando el país estaba desgarrado por disensiones internas y sentenciado a caer presa de Asiria. Sin embargo, gobernado por una casta de reyes etíopes, Egipto intentaba resistir el poderío asirio.

7. Hizo quitar. Ver com. 2 Rey. 18: 22; cf. 2 Crón. 31: 1. Ha quitado. Sin duda Senaquerib había oído hablar de las reformas de Ezequías: cómo había mandado quitar los lugares altos y destruido los santuarios locales (cap. 18: 4). Mucha gente sacrificaba a Jehová en esos lugares no autorizados y quizá estuviera desconforme por la interferencia de Ezequías en sus prácticas. El rabsaces procuraba incitar al pueblo contra su rey, y pudo también haber pensado que en realidad Ezequías había demostrado que no tenía en cuenta a Dios al intentar destruir los santuarios locales populares.

8. Dos mil caballos. Ver com. 2 Rey. 18: 23. Es evidente que Judá no tenía una caballería preparada. Los asirios se burlaron de Ezequías por intentar resistirlos, ya que su caballería era muy débil.

9. Confiado en Egipto. Ver com. 2 Rey. 18: 21, 24. Previamente Isaías había reprendido a los dirigentes de Judá por haber confiado en su poder militar y en sin tratado con Egipto (Isa. 30: 1-4; 31: 1); y les había advertido que su confianza en Egipto de nada les aprovecharía (cap. 30: 7; 31: 3).

10. Jehová me dijo. Senaquerib afirma en sus inscripciones que había recibido la aprobación de su dios Asur para atacar a sus enemigos. 

(Com. 2 Rey. 18: 25). Jehová me ha dicho. Esta declaración en labios de un asirio es notable. ¿Había oído los mensajes de Isaías en los cuales profetizó que el Señor usaría a Asiria para castigar a Israel y Judá? (ver Isa. 7: 17-24; 10: 5-12). ¿Estaría intentando recurrir a la credulidad del pueblo con la pretensión de que había recibido un mensaje de Jehová? No importa cuál fuera el caso, quiso crear la impresión de que sería inútil resistir a Asiria, que se le había dado la orden divina de destruir a Judá y que el fin del reino del sur era inevitable.

11.  Arameo. Los enviados asirios tenían el propósito de intimidar a los habitantes de Jerusalén y de hacer que se levantaran contra su rey. 

(Com. 2 Rey. 18: 26). En arameo. Esto muestra que el arameo ya se usaba al menos, hasta cierto punto, tanto en Asiria como entre los hebreos. Los documentos de la época indican que el arameo estaba comenzando a ser el idioma de la diplomacia y del comercio en Asia occidental.  Sin embargo, todavía no era común su uso entre los hebreos, pues el vulgo no podía entenderlo. Después del exilio babilónico el idioma arameo reemplazó poco a poco al hebreo entre los judíos.

12. Los hombres que están sobre el muro. Ver com. 2 Rey. 18: 27. Los mensajeros de Senaquerib dieron la impresión de que se interesaban más por el bienestar de los habitantes de Jerusalén que el mismo Ezequías. A Senaquerib poco le importaba que durante un largo asedio la gente se comiera su propio estiércol y bebiera su propia orina. Dijeron que la única manera de evitar esta suerte era que el pueblo se rebelara contra su rey.

13. Lengua de Judá. Com. 2 Rey. 18: 28. En lengua de Judá. Al solicitar al rabsaces que no hablara en el idioma que la gente entendía, los enviados hebreos revelaron una de sus debilidades, y el asirio se aprovechó bien de eso. Se dirigió entonces al pueblo, y no al rey.

14. No os engañe. Ver com. 2 Rey. 18: 29. El Rabsaces pinta a Ezequías como a un engañador vanaglorioso, interesado sólo en sí mismo y despreocupado del bienestar de su pueblo.

15. Ni os haga Ezequías confiar. Ver com. 2 Rey. 18: 30. A menos que los asirios pudieran apartar al pueblo de Dios, no podrían someterlo bajo su poder. La disyuntiva era muy clara: lealtad a Dios o alianza con el rey asirio.  En realidad, el reto de Senaquerib era un desafío a Dios mismo.

16. Haced conmigo paz. El Rabsaces formuló grandiosas promesas en cuanto a los resultados de la deslealtad a Ezequías y a la alianza con Senaquerib.

(Com. 2 Rey. 18: 31). No escuchéis. Era una invitación para que el pueblo de Judá repudiara a su rey y procediera por su cuenta. Haced conmigo paz. El ofrecimiento era para que el pueblo de Judá hiciera la paz con Senaquerib y lo aceptara como rey y amigo. Cada uno de su vid. Esta expresión da la idea de paz y prosperidad como las que habían gozado los judíos con Salomón (1 Rey. 4: 24, 25), y como las volverían a tener si aceptaran las condiciones del pacto (ver Miq. 4: 3, 4; Zac. 3: 10).

17. Como la vuestra. Ver com. 2 Rey. 18: 32. Si el plan de Senaquerib hubiera sido dar al pueblo de Judá la recompensa que le prometía, lo hubiera dejado en su propia tierra. La amenaza de llevárselos a una tierra distante demostraba que sus palabras eran burlonas y sus promesas sin valor.

18. Los dioses de las naciones. Com. 2 Rey. 18: 33. Alguno de los dioses. Los asirios tenían buenas razones para jactarse así. En todas partes los había acompañado un éxito que parecía ser sin fin. Ningún dios era capaz de librar a su tierra del poderío asirio. Asur parecía ser el dios más poderoso de todos. Ni siquiera el Dios de los hebreos podía, según las apariencias, tener tanto poder como Asur, pues Samaria había caído, y por años Judá había estado bajo el poder asirio. Mal podían comprender los asirios que había sido la desobediencia a Jehová lo que había destruido a Israel, y que precisamente el mismo Dios en contra del cual se jactaban, era quien había permitido los éxitos asirios.

19. De Hamat. Samaria había caído en manos de los asirios 22 años antes de este ataque de Senaquerib contra Judá. El hecho de que la capital del reino del norte no había podido resistir al poderío asirio, era considerado como la máxima evidencia de que también Jerusalén debía caer.

(Com. 2 Rey. 18: 34). De Hamat. Se enumeran a continuación las ciudades que acababan de caer ante el poderío asirio. Hamat estaba sobre el Orontes, a 189 km al norte de Damasco. Sargón menciona con frecuencia su dominio sobre esta ciudad y relata la deportación de sus habitantes. En Samaria fueron ubicados colonos de Hamat (2 Rey. 17: 24), y parece que exiliados hebreos fueron llevados a Hamat (Isa. 11: 11).

Arfad. Ciudad importante al norte de Siria, al noroeste de Alepo.  En 754, 742, 741 y 740, los asirios realizaron campañas militares contra esta ciudad. En 743 la ciudad parece haber sido cuartel general de Tiglat-pileser, porque en ese año los ejércitos sirios estuvieron "en Arfad". En 720 Sargón atacó otra vez la ciudad de Arfad. El lugar ahora se llama Tell Erfâd. Sefarvaim. Una de las ciudades cuyos habitantes Sargón estableció en Samaria (ver com. cap. 17: 24). Hena. No se conoce la ubicación de esta ciudad. Algunos la han identificado con Anah, sobre el Eufrates, pero otros creen que estuvo en el norte de Siria, donde se hallan las otras ciudades mencionadas en este mismo pasaje. lva. Es probablemente la misma Ava de donde se llevaron pobladores a Samaria         (ver com. 17: 24). 

¿Pudieron éstos librar a Samaria? Este parece haber sido el argumento culminante, porque la gente de Samaria era hebrea y hasta cierto punto, al menos, pretendía adorar al mismo Dios.

20. Entre los dioses. Com. 2 Rey. 18: 35. De todos los dioses. Los lugares mencionados se encontraban entre los vecinos al norte de Judá.  Pero las conquistas asirias se habían extendido por todos los países del Asia occidental. Senaquerib afirmaba que su poder y el poder de su dios eran mayores que el de todos los dioses de todo el mundo, sin excluir al Dios de Judá.

21. Callaron. No había respuesta efectiva que se pudiera dar al arrogante embajador asirio. Sólo Dios podía proporcionar una respuesta adecuada, y Ezequías tuvo fe de que así sería.  Nada de lo que los enviados hebreos pudieran haber dicho habría hecho desistir a Senaquerib de su propósito. Por lo tanto, con toda sabiduría Ezequías les mandó que callaran.

Com, 2 Rey. 18: 36. El pueblo calló. Hay momentos cuando el silencio es oro. El pueblo de Judá no podría haber dicho en ese momento nada que hubiera impresionado a los emisarios asirios. Dios mismo debería proporcionar la respuesta necesaria. Mandamiento del rey. El rabsaces había esperado oír alguna palabra de sedición seguida de un tumulto popular, pero en vez de eso el pueblo de Judá obedeció fielmente a su rey.

22. Rasgados sus vestidos. Com. 2 Rey. 18: 37. Los hebreos acostumbraban desgarrar sus vestidos en momentos de luto (Job 1: 20), de alarma o angustia (Gén. 37: 29; 1 Sam. 4: 12; 2 Sam. 13: 19; 15: 32; 2 Crón. 34: 27; Esd. 9: 3; Jer. 36: 24). 4CBA/Ministerio Hno. Pio


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