Oseas
13. Es el castigo divino sobre Efraín.
El nombre
Efraín se usa muchas veces en el AT para designar a la parte norte del reino
dividido, porque Efraín era la mayor y más influyente de las tribus del norte;
y el reino del sur generalmente se conocía como Judá, que era la más numerosa y
más influyente de las tribus del sur.
La idolatría
de Efraín dio como resultado la degradación nacional y la muerte política.
Perdió su encumbrada y excelsa posición y su honor quedó por el polvo. Se
convirtió en un muerto espiritual, listo para ser sepultado de inmediato
(cf. Efe. 2: 1). Apartarse de Dios y
jugar con el pecado siempre trae el mismo resultado seguro: la muerte (Eze. 33:
10-11; Rom. 6: 23). El profeta contrasta la prosperidad de Efraín y su
destrucción, y muestra que la prosperidad de Efraín se debía a la misericordia
inmerecida de Dios, quien lo bendijo por causa de José (Gén. 49: 22). Pero su
destrucción la causó su propio pecado.
En los vers.
4-5 se muestra que el castigo divino que cayó sobre Efraín no podía,
razonablemente, ser considerado como demasiado severo en vista de la bondad de
Dios para con el ingrato Israel. El Señor había prodigado su favor a su pueblo
desde que estaba en Egipto; pero desvergonzadamente Israel lo olvidó todo. Los
profetas tenían la costumbre de referirse a la historia pasada de la gracia
salvadora de Dios al tratar con su pueblo, como el motivo de una exhortación al
arrepentimiento por los pecados presentes y como un incentivo para buscar la
aprobación y la aceptación divinas.
Los vers. 1-8 de este capítulo muestran por qué Efraín (el reino del norte de Israel) se perdió por su propia culpa (vers. 9-). Se dan los detalles de los pecados de la nación con el castigo consiguiente, como resultado de esas transgresiones. Los vers. 12-13 hablan de que es inevitable el juicio venidero. El tema continúa en el vers. 15.
Israel se destruyó con las armas del orgullo, la
idolatría, la sensualidad y la anarquía. El pecado es siempre un suicidio
(Prov. 8: 36; Eze. 18: 20; 33: 10-11; 1JT 160).
En vez de recordar con gratitud a Dios y de amoldar
sus vidas de acuerdo con los abundantes favores recibidos, el pueblo se llenó
de orgullo y se olvidó de su Hacedor.
Versículos (1-4)
La gloria de Efraín se desvanece debido a su idolatría. (5-8) Ira de Dios por
su ingratitud. (9-14) Promesa divina de misericordia. (15-16) Castigo por su
rebelión.
1 CUANDO Efraín hablaba, hubo temor; fue exaltado en Israel; mas pecó en Baal, y murió. 2 Y ahora añadieron a su pecado, y de su plata se han hecho según su entendimiento imágenes de fundición, ídolos, toda obra de artífices, acerca de los cuales dicen a los hombres que sacrifican, que besen los becerros. 3 Por tanto, serán como la niebla de la mañana, y como el rocío de la madrugada que se pasa; como el tamo que la tempestad arroja de la era, y como el humo que sale de la chimenea. 4 Mas yo soy Jehová tu Dios desde la tierra de Egipto; no conocerás, pues, otro dios fuera de mí, ni otro salvador sino a mí.
5 Yo te conocí en el desierto, en tierra seca. 6 En sus pastos se saciaron, y repletos, se ensoberbeció su corazón; por esta causa se olvidaron de mí. 7 Por tanto, yo seré para ellos como león; como un leopardo en el camino los acecharé. 8 Como osa que ha perdido los hijos los encontraré, y desgarraré las fibras de su corazón, y allí los devoraré como león; fiera del campo los despedazará.
9 Te perdiste, oh Israel, más en mí está tu ayuda. 10 ¿Dónde está tu rey, para que te guarde con todas tus ciudades; y tus jueces, de los cuales dijiste: Dame rey y príncipes? 11 Te di rey en mi furor, y te lo quité en mi ira. 12 Atada está la maldad de Efraín; su pecado está guardado. 13 Dolores de mujer que da a luz le vendrán; es un hijo no sabio, porque ya hace tiempo que no debiera detenerse al punto mismo de nacer. 14 De la mano del Seol los redimiré, los libraré de la muerte. Oh muerte, yo seré tu muerte; y seré tu destrucción, oh Seol; la compasión será escondida de mi vista.
15 Aunque él fructifique entre los hermanos, vendrá el solano, viento de Jehová; se levantará desde el desierto, y se secará su manantial, y se agotará su fuente; él saqueará el tesoro de todas sus preciosas alhajas. 16 Samaria será asolada, porque se rebeló contra su Dios; caerán a espada; sus niños serán estrellados, y sus mujeres encintas serán abiertas. (Oseas 13).
1. Temor. Los vers. 1-8
de este capítulo muestran por qué Efraín (el reino del norte de Israel) se
perdió por su propia culpa (vers. 9). Se dan los detalles de los pecados de la nación
con el castigo consiguiente, como resultado de esas transgresiones.
Pecó. Indudablemente se refiere al culto a Baal (para el
cual sin duda el culto al becerro preparó el camino) que había sido introducido
en Israel por Acab por instigación de la reina Jezabel (1 Rey. 16: 29-33). Mas
mediante los esfuerzos de Elías (1 Rey. 18) y del rey Jehú (2 Rey. 9; 10) fue
contrarrestado este mal; pero no fue erradicado y, con frecuencia, surgía de
nuevo.
Murió. La idolatría de Efraín dio como resultado la degradación
nacional y la muerte política. Perdió su encumbrada y excelsa posición y su
honor quedó por el polvo. Se convirtió en un muerto espiritual, listo para ser
sepultado de inmediato (cf. Efe. 2: 1).
Apartarse de Dios y jugar con el pecado siempre trae el mismo resultado seguro:
la muerte (Eze. 33: 10-11; Rom. 6: 23). El profeta contrasta la prosperidad de
Efraín y su destrucción, y muestra que la prosperidad de Efraín se debía a la
misericordia inmerecida de Dios, quien lo bendijo por causa de José (Gén. 49:
22). Pero su destrucción la causó su propio pecado.
2. Y ahora. Estas palabras señalan claramente la transición del
tiempo cuando se introdujo el culto a Baal (ver com. vers. 1) a las condiciones
existentes en los días de Óseas. Era una cosa abominable fabricar y adorar una
imagen tallada como una representación material del Dios verdadero, como lo
hizo Jeroboam
I (1 Rey. 12: 25-33), con lo que violó el segundo mandamiento y descuidó la
solemne instrucción de que el culto a Dios debe ser espiritual y no material
(Exo. 20: 4-6; Juan 4: 24). Pero era doblemente abominable introducir otros
dioses, como el Baal fenicio, en violación directa al primer mandamiento que
exige el culto exclusivo a Jehová (Exo. 20: 3). Y ahora, en los días de Oseas,
habían continuado todas las formas de idolatría, añadiendo "a su
pecado", hasta que la nación se saturó completamente con esas falsas
religiones.
Obra de artífice. Estas imágenes e ídolos no tenían poder físico ni
espiritual por cuanto eran la obra de las manos de hombres (Isa. 44: 9-20; Hab.
2: 18-19).
Besen los becerros. Los adoradores de ídolos tenían la costumbre de
besar el objeto de su adoración (1 Rey. 19: 18). Si no se podía llegar hasta la
imagen, como en el caso de la luna, los adoradores le enviaban sus besos
besándose la mano (ver com. Job. 31: 27).
3. Niebla de la mañana. La prosperidad de Efraín sería fugaz (cf. Sal. 37:
35-36). Su apostasía le propinaría un castigo rápido y seguro. Los cuatro
símiles: la niebla de la mañana, el rocío de la madrugada, el tamo y el humo,
denotan muy expresivamente la naturaleza pasajera de la existencia nacional de
Israel. La Biblia abunda en comparaciones que representan la transitoriedad de
la vida humana (Isa. 40: 6-8; Sant. 4: 14; etc.).
4. Tierra de Egipto. En los vers. 4-5 se muestra que el castigo divino
que cayó sobre Efraín no podía, razonablemente, ser considerado como demasiado
severo en vista de la bondad de Dios para con el ingrato Israel. El Señor había
prodigado su favor a su pueblo desde que estaba en Egipto; pero
desvergonzadamente Israel lo olvidó todo. Los profetas tenían la costumbre de
referirse a la historia pasada de la gracia salvadora de Dios al tratar con su
pueblo, como el motivo de una exhortación al arrepentimiento por los pecados
presentes y como un incentivo para buscar la aprobación y la aceptación
divinas.
Ni otro salvador. Oseas se refiere aquí a Dios como el único Dios
verdadero. Todos los otros dioses son fraudes (cf. Isa. 43: 10-12; 45: 20-21).
Cuando Israel fue liberado de Egipto se desplegó en forma impresionante el
poder de Dios.
5. En el desierto. Dios conocía a su pueblo y lo cuidaba, por lo tanto,
éste debería haber conservado el conocimiento del Señor (ver com. cap. 4: 6)
manteniendo el culto divino (Deut. 32:
9-14).
6. Se saciaron. Su pueblo se sació en los ricos pastos del amor y la
bondad de Dios. Efraín es como un animal doméstico de trabajo (ver com. cap.
10: 11), el cual en un pasto demasiado suculento se vuelve indómito e
ingobernable.
Se olvidaron de mí. En vez de recordar con gratitud a Dios y de amoldar
sus vidas de acuerdo con los abundantes favores recibidos, el pueblo se llenó
de orgullo y se olvidó de su Hacedor. Mientras más se buscan y cotizan los
bienes de este mundo, más y más se olvida a Dios, el Dador de todo bien. Este
fue el agravante del pecado de Israel, al cual el profeta muy a menudo llamó la
atención del pueblo (cap. 2: 5; 4: 7; 10: 1).
7. Como león. Una comparación que adecuadamente describe la
destrucción que inevitablemente seguiría al pecado de Israel. Las bestias
feroces mencionadas: el león con su ferocidad y el leopardo con su agilidad,
simbolizan la pronta invasión de los asirios que pondría fin al reino del norte
(2 Rey. 17: 6). La oveja engordado en sus suculentos pastos (Ose. 13: 6) pronto
se convertiría en la presa de los devoradores. En la LXX la última frase dice:
"como leopardo por el camino de los asirios".
8. Como osa. Pocos animales son más feroces que la osa cuando le arrebatan sus cachorros o cuando está muy hambrienta. Las tres bestias feroces mencionadas: el león, el leopardo y la osa, describen acertadamente el poder de la ira de Dios y la furia de su cólera. Si el pecador escapaba del león, lo atraparía el leopardo; si escapaba del leopardo, se enfrentaría a la osa salvaje.
Parece como si Oseas estuviera esforzándose por presentar a su pueblo,
con mayor y mayor intensidad la comprensión de lo que significa el azote de la
ira divina. El profeta utiliza aquí los mismos símbolos aterradores, tomados
del mundo animal, que con frecuencia se usan en otros pasajes para simbolizar a
las naciones que Satanás usa para oponerse al pueblo de Dios y para devorarlo
(cf. Jer. 4: 7; 50: 17, 44; Eze. 32: 2; Dan. 7: 4-7).
Fibras de su corazón. Heb., "lo que encierra su corazón"; es decir, el pericardio, la membrana que rodea el corazón. Israel había cerrado su corazón contra Dios. El castigo divino aparece aquí descrito gráficamente, comparándoselo con un feroz león que rompe o abre ese corazón cerrado.
El profeta presenta un paralelo gráfico e
impresionante con el día del Juicio, cuando todos los corazones quedarán
abiertos delante de Dios (Heb. 4: 13;10: 30-31).
9. Te perdiste, oh Israel. Heb., "te destruyó". Israel se destruyó
con las armas del orgullo, la idolatría, la sensualidad y la anarquía. El
pecado es siempre un suicidio (Prov. 8: 36; Eze. 18: 20; 33: 10-11; 1JT 160).
Tu ayuda. Si Israel así lo deseaba, su necesidad podría ser
para él la oportunidad de Dios (cf. Isa. 49: 14-16; Heb. 13: 5). El versículo
es al mismo tiempo un trágico fin y un consolador comienzo; la seguridad de que
si bien la ruina de Israel era causada por su propio proceder, aún estaba a su
alcance la oportunidad de volver al Señor. Si bien es cierto que a lo largo de
todo el transcurso de la historia humana la ira y la ruina son la justa
retribución del hombre pecaminoso, no es menos cierto que la bondad y la
misericordia son concedidas por la gracia de Dios, que es justo y amoroso.
10. Tu rey. Las preguntas de este versículo muestran claramente
que los reyes que eligió Israel por su propia cuenta (ver com. cap. 8: 4), no
pudieron ayudar a la nación. La razón que presentaron los israelitas para pedir
rey fue: "Nuestro rey nos gobernará, y saldrá delante de nosotros, y hará
nuestras guerras" (1 Sam. 8: 19-20). Su temor de lo que pudieran hacerles
las naciones hostiles representó una crisis que pensaron que sólo un rey podría
resolver adecuadamente. Pero en la gran crisis que ahora tienen delante de
ellos -la amenaza de una invasión asiria- el Señor les pregunta: "¿Dónde
está ahora el rey que te guiará en la defensa de todas tus ciudades y tus
fortalezas, y que te dé la victoria? ¿Dónde están los jueces y los príncipes que
te liberarán del peligro?" Por supuesto, la respuesta es que no se han de
encontrar esos poderosos libertadores.
Si
restringimos el significado de las palabras "tu rey" al reino del
norte, se hace referencia al momento cuando Israel eligió a Jeroboam I para
librarse de la presión de los impuestos de Roboam (1 Rey. 12: 12-20). Sin
embargo, el uso del término "Jueces" y la redacción del pedido del
pueblo sugieren que este pasaje se refiere al error de Israel cuando pidió
primero un rey (1 Sam. 8: 5), y no cuando el reino del norte rechazó a Roboam y
eligió a Jeroboam.
11. Te di rey. Sin duda se trata de Saúl (1 Sam. 8: 4-7; 9: 22 a
10: 1). Se dice que Agustín declaró: "Muchas veces cuando Dios da, está
airado; y cuando niega, es misericordioso" (cf. Núm. 11; Sal. 78: 18,
27-31, 38-39; 106: 14-15, 43-46). Es un pensamiento muy solemne que Dios pueda
castigar a los hombres concediéndoles sus deseos.
12. Atada. Así como un hombre, de acuerdo con la costumbre,
envuelve el dinero en una bolsita y lo esconde en algún lugar secreto para que
quede seguro, así también Dios había guardado cuidadosamente los pecados de
Efraín (Deut. 32: 34-35; Job 14: 17). Pero había llegado el día del ajuste de
cuentas con Efraín. Pablo usa la misma ilustración acerca de la suerte del pecador
(Rom. 2: 4-6). En vez de ocultar nuestros pecados debemos presentarlos ante la
luz plena del arrepentimiento y la confesión, si esperamos que sean perdonados
(Job 31: 33).
13. Dolores. El castigo con que Dios amenaza es comparado con las
violentas, súbitas e irresistibles angustias de una mujer que está por dar a
luz (ver 1 Tes. 5: 3). La iniquidad de Israel causaría graves sufrimientos y
muchos dolores. Sin embargo esos dolores según el mundo pueden, por la gracia
divina, convertirse en los dolores divinos del arrepentimiento. Entonces, y
sólo entonces, podrá comenzarse un nuevo y más feliz período en la existencia.
14. Los redimiré. "Los libraré" (BJ). Los comentadores
disienten en cuanto a la aplicación de este pasaje. Tomado aisladamente parece
que fuera una bella promesa de la resurrección y de la aniquilación final de la
muerte y del she'ol [sepulcro]. Sin embargo, tal interpretación no cuadra bien
dentro del contexto. Los vers. 12-13 hablan de que es inevitable el juicio
venidero. El tema continúa en el vers. 15.
Además, la declaración "la compasión será escondida de mi
vista", no armoniza en forma natural con las declaraciones precedentes.
Esta consideración ha hecho que muchos expositores busquen un significado que
concuerde completamente con el contexto. Destacan que traduciendo el pasaje
como una serie de preguntas y no como una serie de afirmaciones, se logra una
completa armonía. La traducción siguiente responde a estas consideraciones:
"¿Los rescataré del poder del Seol? ¿Los redimiré de la muerte? Oh muerte, ¿dónde
están tus plagas? Oh Seol, ¿dónde está tu destrucción? La compasión está oculta
de mis ojos" (RSV). De esta manera el pasaje advierte que puesto que
"atada está la maldad de Efraín", Dios no rescatará al pueblo de la
muerte; que, en realidad, está exhortando a la muerte y al Seol para que hagan
su obra; y que la compasión estará lejos de él mientras hace lo que para él es
una "extraña operación" (Isa. 28: 21).
Los que
sostienen que este pasaje es una promesa de la resurrección, hacen destacar que
estas palabras pueden ser una súbita exclamación del profeta frente a la
gloriosa perspectiva futura, y por eso parecen estar fuera del contexto.
Interpretan el pasaje "la compasión será escondida de mi vista", como
si afirmara que los misericordiosos propósitos de Dios para su pueblo no serán
cambiados.
La triunfante
exclamación de Pablo en 1 Cor. 15: 55: "¿Dónde está, oh muerte, tu
aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?", es quizá una alusión a Ose.
13: 14. Las palabras del apóstol se parecen más a la LXX que al hebreo. El
pasaje que corresponde en la LXX dice así: "¿Dónde está tu castigo, oh
muerte? ¿Dónde está tu aguijón, oh Hades?
15. Fructifique. Quizá se trate de un juego de palabras.
Etimológicamente, el nombre de Efraín deriva de una raíz que significa
"ser fructífero" (cf. Gén. 49: 22). El nombre Efraín se usa muchas
veces en el AT para designar a la parte norte del reino dividido, porque Efraín
era la mayor y más influyente de las tribus del norte; y el reino del sur generalmente
se conocía como Judá, que era la más numerosa y más influyente de las tribus
del sur.
El solano. Era el viento oriental de Palestina, que procedía
del desierto. Tendía a ser cálido y agostador (ver com. Jer. 18: 17). Esta
figura es un símbolo de los poderosos ejércitos de Asiria.
Él saqueará. Es decir, el viento solano, aunque hay una brusca
transición de la figura a la realidad. Se trata del conquistador asirio que
viene del este como un viento oriental devastador que asolaría y saquearía a Israel.
16. Samaria. La ciudad de Samaria era la capital del reino del
norte.
Será asolada. Heb. 'asham, "ser tenido como culpable"
("rea de castigo es Samaria", BJ). La traducción "será
asolada" requiere un cambio de la palabra hebrea. La LXX traduce: "Será
hecha desaparecer", o "será destruida". En el hebreo y en la LXX
el vers. 16 es el vers. 1 del cap. 14.
Serán estrellados. En cuanto a las bárbaras costumbres de las guerras
antiguas, ver com. Juec. 1: 6; 2 Rey. 8:12; cf. 2 Crón. 25: 12. (4CBA) Ministerio
Hno. Pio
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