viernes, marzo 26, 2021

REFLEXIÓN 619. CULPABILIDAD NACIONAL, CORRUPCIÓN Y LA DESTRUCCIÓN DE SION Y DEL TEMPLO (MIQUEAS 3).

Miqueas 3. Amenazas sobre príncipes y falsos profetas. Causa de La destrucción de Sión y del templo.

Vers. (1-4) La crueldad de los príncipes. (5-7) La falsedad de los profetas. (8 -11) La seguridad de ambos. (12) Destrucción Total.

En los vers. 5-8. Miqueas denuncia los pecados de los falsos profetas que engañaban al pueblo, y pronuncia los juicios de Dios sobre ellos. Muestra que sólo pensaban en sí mismos y en sus intereses. Al ponerse de lado de los ricos, cerraban los ojos a las injusticias sociales que prevalecían. No combatieron los pecados de sus días.

En los vers. 9-12, se repasa brevemente la iniquidad de los gobernantes, sacerdotes y profetas y se anuncia la venidera destrucción de Sión y de su templo. Intrépidamente, el profeta condena a los que debieran haber sido dirigentes en rectitud por haber rechazado el "juicio" y haber pervertido "todo el derecho". Los que deberían haber sido ejemplos de pureza, y los protectores y guardianes de la justicia y la equidad, estaban haciendo un ludibrio de las leyes de Dios y del hombre.

1 DIJE: Oíd ahora, príncipes de Jacob, y jefes de la casa de Israel: ¿No concierne a vosotros saber lo que es justo? 2 Vosotros que aborrecéis lo bueno y amáis lo malo, que les quitáis su piel y su carne de sobre los huesos; 3 que coméis asimismo la carne de mi pueblo, y les desolláis su piel de sobre ellos, y les quebrantáis los huesos y los rompéis cómo para el caldero, y como carnes en olla. 4 Entonces clamaréis a Jehová, y no os responderá; antes esconderá de vosotros su rostro en aquel tiempo, por cuanto hicisteis malvadas obras.

5 Así ha dicho Jehová acerca de los profetas que hacen errar a mi pueblo, y claman: Paz, cuando tienen algo que comer, y al que no les da de comer, proclaman guerra contra él: 6 Por tanto, de la profecía se os hará noche, y oscuridad del adivinar; y sobre los profetas se pondrá el sol, y el día se entenebrecerá sobre ellos. 

7 Y serán avergonzados los profetas, y se confundirán los adivinos; y ellos todos cerrarán sus labios, porque no hay respuesta de Dios.

8 Mas yo estoy lleno de poder del Espíritu de Jehová, y de juicio y de fuerza, para denunciar a Jacob su rebelión, y a Israel su pecado. 9 Oíd ahora esto, jefes de la casa de Jacob, y capitanes de la casa de Israel, que abomináis el juicio, y pervertís todo el derecho; 10 que edificáis a Sión con sangre, y a Jerusalén con injusticia. 11 Sus jefes juzgan por cohecho, y sus sacerdotes enseñan por precio, y sus profetas adivinan por dinero; y se apoyan en Jehová, diciendo: ¿No está Jehová entre nosotros? No vendrá mal sobre nosotros.

12 Por tanto, a causa de vosotros Sión será arada como campo, y Jerusalén vendrá a ser montones de ruinas, y el monte de la casa como cumbres de bosque. (Miqueas 3).

Príncipes de Jacob. Miqueas ahora denuncia la injusticia y la opresión de los gobernantes y los falsos profetas.

¿No concierne a vosotros? Ciertamente, esos magistrados debieran haber sabido lo que es justo y correcto, y debieran haberlo practicado. Sin embargo, como sucede con frecuencia, los que tenían el poder abusaron de su autoridad. Mientras más se destaca un hombre entre sus semejantes y mientras más importante es su obra, más amplios son los alcances de su influencia. Puede usar esa influencia para bien, o puede usar su encumbramiento y autoridad para fomentar el mal.

2. Que aborrecéis lo bueno. Cf. Amós 5: 14-15; Juan 3: 20; Rom. 1: 28-32.

Quitáis. En vez de ser los pastores del rebaño para guiar y proteger a las ovejas, esos dirigentes eran carniceros del rebaño, y vivían de él (ver Eze. 34: 2-6).

3. Coméis . . . la carne. En esta vívida metáfora el profeta destaca la codicia y rapacidad totalmente egoístas de los gobernantes en su trato con el pueblo común (cf. Sal. 14: 4; Amós 8: 4).

4. No os responderá. Cuando la misericordia divina es rechazada con persistencia y finalmente se ajusten las cuentas, será inútil que los hombres rueguen para que no se los castigue. Los hombres han tenido su día de oportunidad, y aun cuando se les diera otra ocasión, continuarían con su testarudo proceder.

5. Los profetas. En los vers. 5-8 Miqueas denuncia los pecados de los falsos profetas que engañaban al pueblo, y pronuncia los juicios de Dios sobre ellos. Muestra que sólo pensaban en sí mismos y en sus intereses. Al ponerse de lado de los ricos, cerraban los ojos a las injusticias sociales que prevalecían. No combatieron los pecados de sus días.

Cuando tienen algo que comer. "Mientras mascan con sus dientes" (BJ). Cuando los profetas eran sobornados con alimentos, predecían el bienestar del pueblo. Sin embargo, debido a que la palabra aquí traducida "comer" (o "mascar") es nashak -que todas las otras veces que aparece en el AT se refiere a la mordedura de una serpiente (Gén. 49: 17; Núm. 21:6-9; Prov. 23:32; Ecl. 10:8, 11; Jer. 8:17)-, algunos piensan que aquí se hace referencia al veneno lanzado por los falsos profetas cuando profetizaban "paz, no habiendo paz" (Eze. 13:9-10; cf. Jer. 8:11; 14:13-14). Ese falso consuelo tan sólo inyectaba en el alma engañada el veneno del desastre y la muerte.

Proclaman guerra. Esos falsos profetas se volvían hostiles con los que no los sobornaban.

6. Se os hará noche. Estas palabras de una desgracia venidera se dirigen a los falsos profetas o a los gobernantes. Miqueas les informa que en el tiempo de su angustia no habría profecía para guiarlos (ver 1 Sam. 28: 6; Lam. 2: 9).

Se pondrá. El día del castigo revelaría la falsedad de las predicciones de paz. El sol de su prosperidad y su influencia se pondría.

7. Serán avergonzados. Porque sus predicciones de paz habían resultado ser engañosas.

Labios. O "bigote" ("se taparán todos el bigote", BJ). Cubrirse o "taparse" era una señal de luto y vergüenza (Lev. 13: 45; Eze. 24: 17, 22).

8. Lleno de poder. En contraste con los falsos profetas que seguían "su propio espíritu" (Eze. 13: 3), Miqueas era dirigido por el "Espíritu de Jehová" (2 Sam. 23: 2; 1 Ped. 1: 10-11; 2 Ped. 1: 20-21). Podemos analizar su triple capacidad de esta manera: 

Estaba lleno de (1) poder para que pudiera proclamar el mensaje divino con vigor sobre los oyentes (Luc. 1: 17; Hech. 1: 8); (2) juicio y conocimiento de Injusticia y la rectitud de Dios, que hacían que sus palabras fueran justas y correctas; (3) fuerza y valor para pregonar los mensajes divinos contra cualquier oposición por general que fuera (ver Isa. 50: 7-9; Jer. 1: 8, 17-19; 15: 20; 2 Tim. 1: 7). Cuán diferente era el ministerio de Miqueas del de los falsos profetas que se habían llamado a sí mismos, que eran engañosos, aduladores y serviles, los que a lo malo decían "bueno, y a lo bueno malo" (Isa. 5: 20).

9. Jefes. En los vers. 9-12 se repasa brevemente la iniquidad de los gobernantes, sacerdotes y profetas y se anuncia la venidera destrucción de Sión y de su templo. Intrépidamente, el profeta condena a los que debieran haber sido dirigentes en rectitud por haber rechazado el "juicio" y haber pervertido "todo el derecho". Los que deberían haber sido ejemplos de pureza, y los protectores y guardianes de la justicia y la equidad, estaban haciendo un ludibrio de las leyes de Dios y del hombre.

10. Con sangre. Mediante extorsiones, rapacidad y asesinatos revestidos de legalidad (ver 1 Rey. 21; Jer. 22: 13- 15; Amós 5: 11).

11. Por cohecho. En vez de dictaminar una justicia imparcial, los jueces aceptaban cohechos y pronunciaban decisiones contra los pobres indefensos (cf. Isa. 1:23; Eze. 22:12), práctica estrictamente prohibida por la ley (Exo. 23:8; Deut. 16:18-20).

Por precio. Los sacerdotes ansiosos de dinero recibían regalos además de su sustento regular (Núm. 18: 20- 24), y sin duda daban instrucciones favorables a los averiguadores generosos. De ese modo esos sacerdotes apóstatas corrompían su sagrado oficio convirtiéndolo en un medio de conseguir ganancias. Así también los profetas "por dinero" proporcionaban "revelaciones" adecuadas a los que estaban dispuestos a pagarlas. Estaban contaminados con el espíritu de Balaam "el cual amó el premio de la maldad" (2 Ped. 2: 15; cf. Jud. 11).

Se apoyan. Mientras que practicaban esta impiedad, los magistrados, sacerdotes y falsos profetas pretendían ser adoradores de Jehová. La suya era una religión de meras formas que se satisfacía sustituyendo la rectitud interior y la verdad con una sumisión externa. Se engañaban a sí mismos pensando que porque tenían el templo de Jerusalén, era suya la garantía de la presencia divina y del favor del cielo y que estaban a salvo de cualquier mal (cf.  Isa. 48: 1-2; Jer. 7: 1-15).

12. Sion. Originalmente el nombre de la fortaleza jebusea (2 Crón. 5: 2; cf. 2 Sam. 5: 7), pero más tarde se aplicó a todo el cerro oriental y, poéticamente, a la ciudad de Jerusalén entera (ver com. Sal. 48: 2).

Arada. Símbolo de su destrucción total. De acuerdo con Jer. 26: 17-19, la profecía fue dada en los días de Ezequías. La predicción se cumplió literalmente en 586 a. C.

Montones. Cf.  Neh. 2: 17; 4: 2; Jer. 9: 11

Cumbres de bosque. O, "alturas boscosas".  La cumbre del Moriah, que una vez estuvo tan atestada, se volvería tan desolada como la cima de una montaña. (4CBA)

COMENTARIOS DE (EGW).

Las tinieblas toman el control allí donde debería gobernar el Espíritu de Dios. Sin embargo, pocos de los que se enrolan en la obra se dan cuenta de la necesidad del esfuerzo personal y la responsabilidad individual que requieren todas las responsabilidades que asumen. La mayoría las consideran al mismo nivel que las empresas ordinarias. La soberbia domina en muchos que deberían saber que una vida de amor sacrificado es una vida de paz y libertad. Los que buscan la felicidad mediante la autocomplacencia y cuidando principalmente sus propios intereses han emprendido el camino equivocado si desean asegurarse alguna felicidad en la tie­rra. 

Quien es infiel en los más insignificantes deberes, lo será también en los mayores. El que descuida el fiel cumplimiento de las pequeñas tareas que se le confían demuestra que es incapaz de llevar res­ponsabilidades más pesadas e indica que no se ha entregado en cuerpo y alma a la labor y que no pien­sa, siquiera un momento, en la gloria de Dios. Algunos se afanan por definir los deberes ajenos y se aperciben de toda la importancia que es inherente a las responsabilidades que tales deberes conllevan. Sin embargo, son incapaces de darse cuenta de los suyos. La fidelidad personal y la responsabilidad individual son necesarias… 4T 185.

La Ascensión de Acaz al trono puso a Isaías y a sus compañeros frente a condiciones más espantosas que cualesquiera que hubiesen existido hasta entonces en el reino de Judá. Muchos que habían resistido anteriormente a la influencia seductora de las prácticas idólatras, se dejaban persuadir ahora a tomar parte en el culto de las divinidades paganas. Había en Israel príncipes que faltaban a su cometido; se levantaban falsos profetas para dar mensajes que extraviaban; hasta algunos de los sacerdotes estaban enseñando por precio. Sin embargo, los caudillos de la apostasía conservaban las formas del culto divino, y aseveraban contarse entre el pueblo de Dios.

El profeta Miqueas, quien dio su testimonio durante aquellos tiempos angustiosos, declaró que los pecadores de Sión blasfemaban al aseverar que se apoyaban "en Jehová," y que, mientras edificaban "a Sión con sangre, y a Jerusalem con injusticia," se jactaban así: "¿No está Jehová entre nosotros? No vendrá mal sobre nosotros." (Miq. 3: 10, 11).

Contra estos males alzó la voz el profeta Isaías en estas severas reprensiones: "Príncipes de Sodoma, oíd la palabra de Jehová; escuchad la ley de nuestro Dios, pueblo de Gomorra. ¿Para qué a mí, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? . . . ¿Quién demandó esto de vuestras manos, cuando vinieseis a presentaros delante de mí, para hollar mis atrios?" (Isa. 1: 10-12.)

La Inspiración declara: "El sacrificio de los impíos es abominación: ¡Cuánto más ofreciéndolo con maldad!" (Prov. 21: 27.) El Dios del cielo es "de ojos demasiado puros para mirar el mal," y no puede "contemplar la iniquidad."(Hab. 1: 13, V.M.) Si se aparta del transgresor no es porque no esté 239 dispuesto a perdonarlo; es porque el pecador se niega a valerse de las abundantes bendiciones de la gracia; y por tal motivo Dios no puede librarlo del pecado. "He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni hase agravado su oído para oír: Mas vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar su rostro de vosotros, para no oír." (Isa. 59: 1, 2.) PR

Jesús declaró a los discípulos los castigos que iban a caer sobre el apóstata Israel y especialmente los que debería sufrir por haber rechazado y crucificado al Mesías. Iban a producirse señales inequívocas, precursoras del espantoso desenlace. La hora aciaga llegaría presta y repentinamente. Y el 29 Salvador advirtió a sus discípulos: "Por tanto, cuando viereis la abominación del asolamiento, que fue dicha por Daniel profeta, que estará en el lugar santo (el que lee, entienda), entonces los que están en Judea, huyan a los montes." (S. Mateo 24: 15, 16; S. Lucas 21: 20.) Tan pronto como los estandartes del ejército romano idólatra fuesen clavados en el suelo sagrado, que se extendía varios estadios más allá de los muros, los creyentes en Cristo debían huir a un lugar seguro. Al ver la señal preventiva, todos los que quisieran escapar debían hacerlo sin tardar. Tanto en tierra de Judea como en la propia ciudad de Jerusalén el aviso de la fuga debía ser aprovechado en el acto. Todo el que se hallase en aquel instante en el tejado de su casa no debía entrar en ella ni para tomar consigo los más valiosos tesoros; los que trabajaran en el campo y en los viñedos no debían perder tiempo en volver por las túnicas que se hubiesen quitado para sobrellevar mejor el calor y la faena del día. Todos debían marcharse sin tardar si no querían verse envueltos en la ruina general.

Durante el reinado de Herodes, la ciudad de Jerusalén no sólo había sido notablemente embellecida, sino también fortalecida. Se erigieron torres, muros y fortalezas que, unidos a la ventajosa situación topográfica del lugar, la hacían aparentemente inexpugnable. Si en aquellos días alguien hubiese predicho públicamente la destrucción de la ciudad, sin duda habría sido considerado cual lo fuera Noé en su tiempo: como alarmista insensato. Pero Cristo había dicho: "El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán." (S. Mateo 24: 35.) La ira del Señor se había declarado contra Jerusalén a causa de sus pecados, y su obstinada incredulidad hizo inevitable su condenación.

El Señor había dicho por el profeta Miqueas: "Oíd ahora esto, cabezas de la casa de Jacob, y capitanes de la casa de Israel, que abomináis el juicio, y pervertís todo el derecho; que edificáis a Sión con sangre, y a Jerusalem con injusticia; 30 sus cabezas juzgan por cohecho, y sus sacerdotes enseñan por precio, y sus profetas adivinan por dinero; y apóyanse en Jehová diciendo: ¿No está Jehová entre nosotros? No vendrá mal sobre nosotros." (Miqueas 3: 9-11.)

Estas palabras dan una idea cabal de cuán corruptos eran los moradores de Jerusalén y de cuán justos se consideraban. A la vez que se decían escrupulosos observadores de la ley de Dios, quebrantaban todos sus preceptos.

La pureza de Cristo y su santidad hacían resaltar la iniquidad de ellos; por eso le aborrecían y le señalaban como el causante de todas las desgracias que les habían sobrevenido como consecuencia de su maldad. Aunque harto sabían que Cristo no tenía pecado, declararon que su muerte era necesaria para la seguridad de la nación. 

Los príncipes de los sacerdotes y los fariseos decían; "Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos y destruirán nuestro lugar y nuestra nación." (Juan 11: 48, V.M.) Si se sacrificaba a Cristo, pensaban ellos, podrían ser otra vez un pueblo fuerte y unido. Así discurrían, y convinieron con el sumo sacerdote en que era mejor que uno muriera y no que la nación entera se perdiese.

Así era cómo los príncipes judíos habían edificado "a Sión con sangre, y a Jerusalem con iniquidad," y al paso que sentenciaban a muerte a su Salvador porque les echara en cara sus iniquidades, se atribuían tanta justicia que se consideraban el pueblo favorecido de Dios y esperaban que el Señor viniese a librarlos de sus enemigos.

"Por tanto había añadido el profeta, - a causa de vosotros será Sión arada como campo, y Jerusalem será majanos, y el monte de la casa como cumbres de breñal." (Miqueas 3: 12.)

Dios aplazó sus juicios sobre la ciudad y la nación hasta cosa de cuarenta años después que Cristo hubo anunciado el castigo de Jerusalén. Admirable fue la paciencia que tuvo Dios con los que rechazaran su Evangelio y asesinaran a su Hijo. La parábola de la higuera estéril representa el trato bondadoso de Dios con la nación judía. Ya había sido dada 31 la orden: "Córtala, ¿por qué ocupará aún la tierra?" (S. Lucas 13: 7), pero la divina misericordia la preservó por algún tiempo… CS

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Ministerio Hno. Pio


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