viernes, abril 09, 2021

REFLEXIÓN 637. EL PRIMER MENSAJE DE HAGEO (HAGEO 1).

Hageo 1. Reprensión a la indiferencia del pueblo. Hageo reprocha al pueblo por su negligencia en cuanto a la construcción del templo. (1-6). La razón de la sequía. El profeta los anima a edificar.  (7-11). Reacción del pueblo frente al mensaje del profeta. Les promete la asistencia divina si lo hacen. (12-15).

1 En el año segundo del rey Darío, en al mes sexto, en el, primer día del mes, vino palabra de Jehová por medio del profeta Hageo a Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y a Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, diciendo: 2 Así ha hablado Jehová de los ejércitos, diciendo: Este pueblo dice: No ha llegado aún el tiempo, el tiempo de que la casa de Jehová sea reedificada 3 Entonces vino palabra de Jehová por medio del profeta Hageo, diciendo: 4 ¿Es para vosotros tiempo, para vosotros, de habitar en vuestras casas artesonadas, y esta casa está desierta? 5 Pues así ha dicho Jehová de los ejércitos: Meditad bien sobre vuestros caminos 6 Sembráis mucho, y recogéis poco; coméis, y no os saciáis; bebéis, y no quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis; y el que trabaja a jornal recibe su jornal en saco roto.

7 Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Meditad sobre vuestros caminos. 8 Subid al monte, y traed madera, y reedificad la casa; y pondré en ella mi voluntad, y seré glorificado, ha dicho Jehová. 9 Buscáis mucho, y halláis poco; y encerráis en casa, y yo lo disiparé en un soplo. ¿Por qué? dice Jehová de los ejércitos. Por cuanto mi casa está desierta, y cada uno de vosotros corre a su propia casa. 10 Por eso se detuvo de los cielos sobre vosotros la lluvia, y la tierra detuvo sus frutos. 11 Y llamé la sequía sobre esta tierra, y sobre los montes, sobre el trigo, sobre el vino, sobre el aceite, sobre todo lo que la tierra produce, sobre los hombres y sobre las bestias, y sobre todo trabajo de manos.

12 Y oyó Zorobabel hijo de Salatiel, y Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, y todo el resto del pueblo, la voz de Jehová su Dios, y las palabras del profeta Hageo, como le había enviado Jehová su Dios; y temió el pueblo delante de Jehová. 13 Entonces Hageo, enviado de Jehová, habló por mandato de Jehová al pueblo, diciendo: Yo estoy con vosotros, dice Jehová. 14 Y despertó Jehová el espíritu de Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y el espíritu de Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, y el espíritu de todo el resto del pueblo; y vinieron y trabajaron en la casa de Jehová de los ejércitos, su Dios. 15 en el día veinticuatro del mes sexto, en el segundo año del rey Darío. (Hageo 1).

1. Darío. El 2º año de Darío Histaspes fue 520-519 a. C., no importa que se usase el año calendario que comenzaba en primavera o el que empezaba en otoño (ver t. III, pp. 101-102).

Mes sexto. Elul, el mes hebreo que comienza en agosto o septiembre (ver t. II, p. 119).

Primer día. El día de la fiesta de la nueva luna (ver com. Núm. 28: 11,14), ocasión apropiada para exhortar a los israelitas a que edificaron el templo (en cuanto al cómputo de la fecha, ver com. vers. 15).

Zorobabel. Cf. Esd. 3: 8. También era conocido como Sesbasar (ver com. Esd. 1: 8).

Gobernador. Heb. pajah, "gobernador subordinado", alguien que estaba bajo las órdenes de un sátrapa. Aunque Zorobabel -miembro de la casa de David- tenía el liderazgo político de Judá, tan sólo lo poseía como un personero de un gobierno foráneo.

Josué. Nabucodonosor llevó cautivo al padre de Josué a Babilonia (ver com. 1 Crón. 6:15). 

El profeta Zacarías, contemporáneo de Hageo, con frecuencia menciona a Josué (Zac. 3:6-11). El parentesco entre Zorobabel y Josué quizá se presenta para establecer el derecho de ambos a puestos de autoridad, como descendientes de David y Aarón respectivamente.

2. Jehová de los ejércitos. Ver com. Jer. 7: 3. 

Tiempo de que. El pueblo utilizaba este falso argumento para explicar su fracaso al no reedificar el templo. Sin duda interpretaba mal la profecía de los 70 años de jeremías, diciendo que el período del cautiverio no se había cumplido plenamente. Es evidente que pretendían estar esperando que se completaran los 70 años desde la destrucción del templo en 586 a. C. (ver t. III, pp. 101- 103), período que terminaría en 518/517, lo que es algo posterior a estos mensajes (520/519; ver com. vers. 1). Sostenían que las dificultades que habían encontrado en la reedificación del templo eran un reproche de Dios por su apresuramiento prematuro. Pero el mismo hecho de que Darío hubiera anulado la prohibición de Esmerdis, el usurpador, para que se reedificara el templo (ver p. 1096) debería haber sido un excelente incentivo para que los judíos reemprendieran la obra en la casa de Jehová (ver EGW, Material Suplementario, com. Hag. 1: 2).

1-2. Súplicas en busca de una dilación deshonran a Dios. [Se cita Hag. 1: 1-2.]             La expresión "este pueblo dice", es significativa. Los israelitas no habían demostrado buena voluntad en la hora de su oportunidad. Se espera pronta obediencia de parte de aquellos a quienes el Señor elige y guía. Las súplicas en busca de una dilación son una deshonra para Dios. Y sin embargo, los que prefieren proceder a su antojo con frecuencia 1197 inventan excusas artificiosas de justificación propia.  Por eso los israelitas declararon que habían comenzado a reedificar, pero que no habían concluido su obra debido a los estorbos ideados por sus enemigos.  Razonaban que esos estorbos eran una indicación de que no era el tiempo adecuado para reedificar.  Declaraban que el Señor había interpuesto dificultades para reprobar su ardiente apresuramiento.  Por eso, en un mensaje mediante su profeta, Dios no se refiere a ellos como a "mi pueblo" sino como a "este pueblo".

Los israelitas no tenían una verdadera excusa para abandonar su trabajo del templo.  Cuando surgieron las dificultades más serias fue el tiempo cuando debieron perseverar en la edificación.  Pero fueron movidos por el deseo egoísta de evitar el peligro despertando la oposición de sus enemigos.  No tenían fe, que es la sustancia de las cosas que se esperan, la evidencia de las cosas que no se ven.  Vacilaron sin atreverse a avanzar por fe en las providencias con que Dios les abría el camino, porque no podían ver el fin desde el principio.  Cuando surgieron dificultades, fácilmente se apartaron de la obra.

La historia se repetirá.  Habrá fracasos religiosos porque los hombres no tienen fe.  Cuando miran las cosas que se ven, aparecen imposibilidades; pero Dios puede guiarlos paso a paso en la dirección que desea que sigan.  Su obra avanzará sólo cuando sus siervos avancen por fe.  Aunque tengan que pasar por tiempos de prueba, sin embargo siempre debieran recordar que están luchando con un enemigo debilitado y vencido.  Finalmente el pueblo de Dios triunfará sobre todos los poderes de las tinieblas (RH 5-12-1907).

2. La incorrecta interpretación de la profecía estorba la obra de Dios.- El Señor tiene recursos.  Su mano está en la organización.  Cuando llegó el tiempo para que su templo fuera reedificado, él influyó sobre Ciro como su instrumento, para que discerniera las profecías concernientes a él mismo y concediera la libertad al pueblo judío.  Más todavía: Ciro les proporcionó las facilidades necesarias para reedificar el templo del Señor.  Esa obra comenzó en tiempo de Ciro, y sus sucesores prosiguieron con la obra comenzada.

[Se cita Isa. 45: 1 y 44: 28.] Los samaritanos trataron de estorbar esa obra.  Mediante sus informes falsos despertaron recelos en la mente de algunos desconfiados por naturaleza, y debido a este desaliento, los judíos se volvieron incrédulos e indiferentes respecto a la obra que el Señor había manifestado que él realizaba y se les opuso el usurpador Esmerdis.  "Entonces cesó la obra de la casa de Dios que estaba en Jerusalén hasta el año segundo del reinado de Darío rey de Persia".  Cuando Darío subió al trono, anuló la obra y la prohibición del usurpador.  Pero aun entonces los que debieran haber demostrado mayor interés continuaron en su indiferencia.  Aplicaron mal la profecía dada por la Inspiración.  Interpretaron mal la Palabra de Dios, y declararon que no había llegado todavía el tiempo para edificar, y que no emprenderían la obra hasta que se cumplieran plenamente los días.  Pero mientras que dejaron de edificar la casa del Señor, el templo en el cual podrían adorar a Dios hasta que hubiera llegado plenamente el fin del tiempo especificado como el lapso de la cautividad de los judíos, construyeron mansiones para ellos mismos (MS 116, 1897).

3. Palabra de Jehová. Ver com.  Sof. 1: 1. Profeta. Tanto Hageo como su contemporáneo Zacarías se refieren a sí mismos como a profetas (Zac. 1: 1; ver com. Hab. 1: 1).

4. ¿Es. . . tiempo? Dios reprocha a los judíos porque permitieron que su cómoda forma de vivir en casas bien confortables les impidiera ver la necesidad de reconstruir el templo. 

Con frecuencia los hombres tienen en cuenta sus necesidades materiales y no ven sus necesidades espirituales ni las de la obra de Dios en la tierra.  Mientras los hombres pospongan la edificación de la casa espiritual del Señor (1 Ped. 2: 5), se demorará la terminación de ella.

Artesonadas. Del Heb. safan, "revestir" o "techar", "cubrir" (ver Jer. 22: 13-15).

5. Jehová de los ejércitos. Ver com. Jer. 7: 3. Meditad. El Señor siempre exhorta al hombre para que razone y piense con seriedad en cuanto a su vida (ver com. Isa. 1: 18).

6. Sembráis mucho. Las tareas del pueblo durante la sequía precedente dieron frutos mezquinos porque Dios retuvo su bendición (Hag. 2:15-17; cf.  Deut. 28:38-47; Prov. 11:24).

Saco roto. Una figura vívida de la falta de prosperidad que sufría Judá porque el pueblo no servía fervientemente a Jehová.  Tal es el resultado inevitable de una filosofía materialista de la vida. En cuanto al valor relativo de las cosas espirituales y materiales y la importancia de colocar primero lo que es primero, ver com. Mat. 6: 24-34; 19: 21-22.

7. Meditad. Una segunda exhortación divina (cf. vers. 5) para que el pueblo comprendiera su pecaminosa indiferencia (ver com. Isa. 1: 18).

8. Monte. Quizá se refiera a la zona montañosa cercana a Jerusalén, posiblemente el "bosque del rey" (ver com. Neh. 2: 8) donde se podía conseguir madera rápidamente.

9. Buscáis mucho. Es evidente que los repatriados tenían una profunda esperanza de paz y prosperidad cuando volvieron a Judá, y no estaban preparados para las penalidades que afrontaban.

¿Por qué? Categóricamente se dice al pueblo que el fracaso de sus cosechas no se debía sólo a causas naturales, sino al Dios que rige las fuerzas de la naturaleza, a Aquel cuya "casa" habían descuidado.

Corre. "Vais aprisa" (BJ). Expresión idiomática que indica la premura con que los judíos construían para ellos casas espaciosas y cómodas.

10. Se detuvo. Tan grave fue la sequía que según el texto hebreo, literalmente "se detuvo el rocío'.

11. Llamé. El profeta desea aclarar que esa sequía no obedecía meramente a causas naturales, sino que Dios la provocaba para mostrarle al pueblo el error de su conducta.

Trigo. Es decir, "granos" o "cereales" de toda clase.

12. Oyó. La palabra hebrea significa oír y obedecer. La exhortación de Hageo fue eficaz (vers. 12-15) y se emprendió con diligencia la obra de restauración. El resto. Tan sólo un número relativamente pequeño de exiliados volvió a Judá (ver com. Esd. 2: 64).

13. Enviado. Heb. mal'ak, con frecuencia un mensajero humano. Mal'ak también es la palabra usual para "ángel" en el AT. Hageo habla de sí mismo como no lo hace ningún otro profeta, como del "enviado de Jehová" (ver com. Mal. 1: 1).

Estoy con vosotros. Es aceptado el arrepentimiento de ellos, y Dios les promete su protección (cf. Sal. 23: 4; 91: 15; Isa. 43: 2). Tan pronto como el pueblo decidió obedecer a Jehová, los mensajes de reproche fueron reemplazados por palabras de aliento.  La seguridad de la presencia de Dios con el pueblo significaba la promesa de todas las otras bendiciones, porque ellas ciertamente se manifestaban donde está la presencia de Dios.

14. Gobernador de Judá. Ver com. vers. 1. El resto. Vers. 12.

Trabajaron. "Emprendieron la obra" (BJ).  El pueblo fue impulsado a la acción y prestó oídos a los mensajes de Jehová. La inspiración provocada por los profetas Hageo y Zacarías fue un poderoso incentivo para que los caudillos de Judá emprendieran la obra, y respondieron a la exhortación comenzando a edificar "y con ellos los profetas de Dios que les ayudaban" (Esd. 5: 1-2).

Jehová de los ejércitos. Ver com. Jer. 7: 3.

15. Día veinticuatro. El mensaje precedente de Hageo había sido dado en el " primer día del mes" (vers. 1).  Considerando el tiempo necesario para hacer planes y reunir materiales, ciertamente fue pronta la respuesta del pueblo de Jerusalén y de Judá.

Mes sexto. Ver com. vers. 1. El segundo año de Darío fue 520-519 a. C., tanto por el cómputo de otoño como por el de primavera (ver t. III, p. 102). Pero si Hageo lo computó por el año del calendario civil judío, que comenzaba con el 7º mes, en el otoño (septiembre-octubre; ver t. II, pp. 111, 113, 119), el "mes sexto" correspondería a 519, mientras que en un año que comenzara en la primavera, el 6º mes correspondería a 520.  Si la declaración de Hageo de que la reconstrucción comenzó en el "año segundo" de Darío se hace coincidir con la declaración de Esdras de que la obra en el templo fue detenida hasta el año "segundo" de Darío (cap. 4: 24), y si Esdras empleaba para el año el cómputo de otoño a otoño (ver t. II, pp. 111-124; t. III, pp. 104-111; ver también la edición revisada, 1970, de The Chronology of Ezra 7 [La cronología de Esdras 7], de S. H. Horn y L. H. Wood), entonces debe llegarse a la conclusión de que Hageo empleaba el cómputo de otoño.

Sin embargo, el uso de un año que comenzara en el otoño significaría que el texto presenta los mensajes de Hageo fuera del orden cronológico, orden que -aunque no es imposible ni extraño a alguna otra parte de la Biblia (cf. Nota Adicional com. Esd. 4)-, la mayoría de los comentadores creen que es contrario al peso del contenido de los mensajes proféticos. Por esta razón, casi sin excepción se acepta que Hageo empleaba un cómputo de primavera; y en ese caso el día 24 del 6.º mes del 2.º año de Darío sería aproximadamente el 21 de septiembre de 520 a. C. (ver t. 111, p. 102). 4CBA

COMENTARIOS DE (EGW).

Vers. 1-15. Los Diezmos Y Las Ofrendas. EN LA economía hebrea, una décima parte de las rentas del pueblo se reservaba para sufragar los gastos del culto público de Dios.  Por esto Moisés declaró a Israel: "Todas las décimas de la tierra, si de la simiente de la tierra como del fruto de los árboles, de Jehová son: es cosa consagrada a Jehová." "Y toda décima de vacas o de ovejas, ... la décima será consagrada a Jehová." (Lev. 27: 30, 32.)

Pero el origen del sistema de los diezmos es anterior a los hebreos. Desde los primeros tiempos el Señor exigió el diezmo como cosa suya; y este requerimiento fue reconocido y cumplido.  Abrahán pagó diezmos a Melquisedec, sumo sacerdote del Altísimo. (Gén. 14:20.) Pasando por Bethel, desterrado y fugitivo, Jacob prometió al Señor: "De todo lo que me dieres, el diezmo lo he de apartar para ti." (Gén. 28:22.) Cuando los israelitas estaban por establecerse como nación, la ley del diezmo fue confirmada, como uno de los estatutos ordenados divinamente de cuya obediencia dependía su prosperidad.

El sistema de los diezmos y de las ofrendas tenía por objeto grabar en las mentes humanas una gran verdad, a saber, que Dios es la fuente de toda bendición para sus criaturas, y que se le debe gratitud por los preciosos dones de su providencia.

"El da a todos vida, y respiración, y todas las cosas." (Hech. 17: 25.) El Señor dice: "Mía es toda bestia del bosque, y los millares de animales que hay en los collados." "Mía es la plata, y mío el oro." "El te da el poder para hacer las riquezas." (Sal. 50: 10; Hag. 2: 8; Deut. 8: 18.)  En reconocimiento de que todas estas cosas procedían de él, Jehová mandó que una porción de su abundancia le fuese devuelta en donativos y ofrendas para sostener su culto. 565

"Todas las décimas . . . de Jehová son." En este pasaje se halla la misma forma de expresarse que en la ley del sábado.  "El séptimo día será reposo [sábado] para Jehová tu Dios." (Exo. 20: 10.)  Dios reservó para sí una porción específica del tiempo y de los recursos pecuniarios del hombre, y nadie podía dedicar sin culpa cualquiera de esas cosas a sus propios intereses.

El diezmo debía consagrarse única y exclusivamente al uso de los levitas, la tribu que había sido apartada para el servicio del santuario.  Pero de ningún modo era éste el límite de sus contribuciones para fines religiosos.  El tabernáculo, como después el templo, se erigió totalmente con ofrendas voluntarias; y para sufragar los gastos de las reparaciones necesarias y otros desembolsos, 

Moisés mandó que en ocasión de cada censo del pueblo, cada uno diera medio siclo para el servicio del santuario. (Véase Exo. 30: 12-16; 2 Rey. 12: 4, 5; 2 Crón. 24: 4, 13.)  En el tiempo de Nehemías se hacía una contribución anual para estos fines. (Neh. 10: 32, 33.)  De vez en cuando se ofrecían sacrificios expiatorios y de agradecimiento a Dios.  Estos eran traídos en grandes cantidades durante las fiestas anuales.  Y se proveía generosamente para el cuidado de los pobres.

Aun antes de que se pudiera reservar el diezmo, había que reconocer los derechos de Dios.  Se le consagraban los primeros frutos que maduraban entre todos los productos de da tierra.  Se apartaban para Dios las primicias de la lana cuando se trasquilaban las ovejas, del trigo cuando se trillaba, del aceite y del vino.  De idéntica manera se apartaban los primogénitos de los animales; y se pagaba rescate por el hijo primogénito.  Las primicias debían presentarse ante el Señor en el santuario, y luego se dedicaban al uso de los sacerdotes.

En esta forma se le recordaba constantemente al pueblo que Dios era el verdadero propietario de todos sus campos, rebaños y manadas; que él les enviaba la luz del sol y la lluvia para la siembra y para la siega, y que todo lo que poseían era 566 creación de Aquel que los había hecho administradores de sus bienes.

Cuando los hombres de Israel, cargados con las primicias del campo, de las huertas y los viñedos, se congregaban en el tabernáculo, reconocían públicamente la bondad de Dios.  Cuando los sacerdotes aceptaban el regalo, el que lo ofrecía, hablando como si estuviera en presencia de Jehová, decía: "Un Siro a punto de perecer fue mi padre" (Deut. 26: 5-11); y describía la estada en Egipto, las aflicciones y angustias de las cuales Dios había librado a Israel "con mano fuerte, y con brazo extendido, y con grande espanto, y con señales y con milagros." Añadía: "Y trájonos a este lugar, y diónos esta tierra, tierra que fluye leche y miel.  Y, ahora, he aquí, he traído las primicias del fruto de la tierra que me diste, oh Jehová."

Las contribuciones que se les exigían a los hebreos para fines religiosos y de caridad representaban por lo menos la cuarta parte de su renta o entradas.  Parecería que tan ingente leva de los recursos del pueblo hubiera de empobrecerlo; pero, muy al contrario, la fiel observancia de estos reglamentos era uno de los requisitos que se les imponía para tener prosperidad.  A condición de que le obedecieran, Dios les hizo esta promesa: "Increparé también por vosotros al devorador, y no os corromperá el fruto de la tierra; ni vuestra vid en el campo abortará.. . Y todas las gentes os dirán bienaventurados; porque seréis tierra deseable, dice Jehová de los ejércitos." (Mal. 3: 11, 12.)

En los días del profeta Haggeo se vio una sorprendente ilustración de los resultados que produce el privar egoístamente la causa de Dios aun de las ofrendas voluntarias.  Después de regresar del cautiverio de Babilonia, los judíos emprendieron la reconstrucción del templo de Jehová; pero al tropezar con una resistencia obstinada de parte de sus enemigos, abandonaron la obra; y una severa sequía que los redujo a una escasez verdadera los convenció de que era imposible terminar la construcción del templo.  Dijeron: "No es 567 aún venido el tiempo, el tiempo de que la casa de Jehová sea reedificada" (Véase Haggeo 1, 2.)

Pero el profeta del Señor les envió un mensaje: "¿Es para vosotros tiempo, para vosotros, de morar en vuestras casas enmaderadas, y esta casa está desierta?  Pues así ha dicho Jehová de los ejércitos: Pensad bien sobre vuestros caminos.  Sembráis mucho, y encerráis poco; coméis, y no os hartáis; bebéis, y no os saciáis; os vestís, y no os calentáis, y el que anda a jornal recibe su jornal en trapo horadado." Y luego se daba la razón de todo esto: "Buscáis mucho, y halláis poco; y encerráis en casa, y soplo en ello. ¿Por qué? dice Jehová de los ejércitos.  Por cuanto mi casa está desierta, y cada uno de vosotros corre a su propia casa.  Por eso se detuvo de los cielos sobre vosotros la lluvia, y la tierra detuvo sus frutos.  Y llamé la sequedad sobre esta tierra, y sobre los montes, y sobre el trigo, y sobre el vino, y sobre el aceite, y sobre todo lo que la tierra produce, y sobre los hombres y sobre las bestias, y sobre todo trabajo de manos." "Antes que fuesen estas cosas, venían al montón de veinte hanegas, y había diez; venían al lagar para sacar cincuenta cántaros del lagar, y había veinte.  Os herí con viento solano, y con tizoncillo, y con granizo en toda obra de vuestras manos."

Conmovido por estas advertencias, el pueblo se dedicó a construir la casa de Dios.  Entonces la palabra del Señor les llegó: "Pues poned ahora vuestro corazón desde este día en adelante, desde el día veinticuatro del noveno mes, desde el día que se echó el cimiento al templo de Jehová.... Desde aqueste día daré bendición."

El sabio dice: "Hay quienes reparten, y les es añadido más: y hay quienes son escasos más de lo que es justo, mas vienen a pobreza." (Prov. 11: 24.)  Y la misma lección enseñan en el Nuevo Testamento las palabras del apóstol Pablo: "El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra en bendiciones, en bendiciones también segaras." "Poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda 568 gracia; a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo que basta, abundéis para toda buena obra." (2 Cor. 9: 6, 8).

Dios quería que sus hijos los israelitas transmitieran luz a todos los habitantes de la tierra.  Al sostener su culto público, atestiguaban la existencia y la soberanía del Dios viviente.  Y era privilegio de ellos sostener este culto, como una expresión franca de su lealtad y su amor hacia él.  El Señor ordenó que la difusión de la luz y la verdad en la tierra dependa de los esfuerzos y las ofrendas de quienes participan del don celestial.  Hubiera podido hacer a los ángeles embajadores de la verdad; hubiera podido dar a conocer su voluntad, como proclamó la ley del Sinaí, con su propia voz; pero en su amor y sabiduría infinitos llamó a los hombres para que fueran sus colaboradores, y los eligió para que hicieran su obra.

En tiempos de Israel se necesitaban los diezmos y las ofrendas voluntarias para cumplir los ritos del servicio divino. ¿Debiera el pueblo de Dios dar menos hoy?  El principio fijado por Cristo es que nuestras ofrendas a Dios han de ser proporcionales a la luz y a los privilegios disfrutados.  "A cualquiera que fue dado mucho, mucho será vuelto a demandar de él." (Luc. 12: 48.) Cuando el Salvador envió a sus discípulos, les dijo: "De gracia recibisteis, dad de gracia." (Mat. 10: 8.)  A medida que nuestras bendiciones y nuestros privilegios aumentan, y sobre todo al tener presente el sacrificio sin par del glorioso Hijo de Dios, ¿no debiera expresarse nuestra gratitud en donativos más abundantes para comunicar a otros el mensaje de la salvación?  A medida que se amplía la obra del Evangelio, exige para sostenerse mayores recursos que los que se necesitaban anteriormente; y este hecho hace que la ley de los diezmos y las ofrendas sea aun más urgentemente necesaria hoy día que bajo la economía hebrea.  Si el pueblo de Dios sostuviera liberalmente su causa mediante las ofrendas voluntarias, en lugar de recurrir a métodos anticristianos y profanos para llenar la tesorería, ello honraría al Señor y muchas más almas serían ganadas para Cristo. 569

El plan trazado por Moisés para reunir los medios necesarios para construir el tabernáculo tuvo muchísimo éxito.  No fue menester instar a nadie.  Ni empleó tampoco uno solo de los ardides a los cuales las iglesias recurren tan a menudo hoy.  No ofreció un grandioso festín.  No convidó al pueblo a participar en escenas de alegría animada, bailes y diversiones generales; ni tampoco estableció loterías, ni cosa alguna de este orden profano, para obtener medios con que erigir el tabernáculo de Dios.  El Señor indicó a Moisés que invitara a los hijos de Israel a que trajeran sus ofrendas.  El había de aceptar los donativos de cuantos los ofrecieron voluntariamente, de todo corazón.  Y las ofrendas llegaron en tan enorme abundancia que Moisés mandó al pueblo que no trajera más, pues ya había suplido más de lo que se podía usar.

Dios ha hecho a los hombres administradores suyos.  Las propiedades que él puso en sus manos son los medios provistos por él para la difusión del Evangelio.  A los que demuestren ser fieles administradores, les encomendará responsabilidades mayores.  Dijo el Señor: "Yo honraré a los que me honran." "Dios ama al dador alegre," y cuando su pueblo le traiga sus donativos y ofrendas con corazón agradecido "no con tristeza, o por necesidad." lo acompañará con sus bendiciones, tal como prometió: "Traed todos los diezmos al alfolí, y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y vaciaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde. (1 Sam. 2: 30; 2 Cor. 9: 7; Mal. 3: 10.) PP 564-569

Durante tres semanas Gabriel luchó con las potestades de las tinieblas, procurando contrarrestar las influencias que obraban sobre el ánimo de Ciro; y antes que 419 terminara la contienda, Cristo mismo acudió en auxilio de Gabriel. Este declara: "El príncipe del reino de Persia se puso contra mí veintiún días: y he aquí, Miguel, uno de los principales príncipes, vino para ayudarme, y yo quedé allí con los reyes de Persia." (Dan. 10: 13.) Todo lo que podía hacer el cielo en favor del pueblo de Dios fue hecho. Se obtuvo finalmente la victoria; las fuerzas del enemigo fueron mantenidas en jaque mientras gobernaron Ciro y su hijo Cambises, quien reinó unos siete años y medio.

Fue un tiempo de oportunidades maravillosas para los judíos. Las personalidades más altas del cielo obraban sobre los corazones de los reyes, y al pueblo de Dios le tocaba trabajar con la máxima actividad para cumplir el decreto de Ciro. No debiera haber escatimado esfuerzo para restaurar el templo y sus servicios ni para restablecerse en sus hogares de Judea. Pero mientras se manifestaba el poder de Dios, muchos carecieron de buena voluntad. La oposición de sus enemigos era enérgica y resuelta, y gradualmente los constructores se descorazonaron. Algunos de ellos no podían olvidar la escena ocurrida cuando, al colocarse la piedra angular, muchos habían expresado su falta de confianza en la empresa. Y a medida que se envalentonaban más los samaritanos, muchos de los judíos se preguntaban si, a fin de cuentas, había llegado el momento de reedificar. Este sentimiento no tardó en difundirse. Muchos de los obreros, desalentados y abatidos, volvieron a sus casas, para dedicarse a las actividades comunes de la vida.

La obra del templo progresó lentamente durante el reinado de Cambises. Y durante el reinado del falso Esmerdis (llamado Artajerjes en Esdras 4: 7), los samaritanos indujeron al impostor sin escrúpulos a que promulgara un decreto para prohibir a los judíos que reconstruyeran su templo y su ciudad.

Durante más de un año quedó descuidado y casi abandonado el trabajo del templo. La gente habitaba sus casas, y se esforzaba por alcanzar prosperidad temporal; pero su situación 420 era deplorable. Por mucho que trabajase, no prosperaba. Los mismos elementos de la naturaleza parecían conspirar contra ella. Debido a que había dejado el templo asolado, el Señor mandó una sequía que marchitaba sus bienes. Dios les había concedido los frutos del campo y de la huerta, el cereal, el vino y el aceite, como pruebas de su favor; pero en vista de que habían usado tan egoístamente estos dones de su bondad, les fueron quitadas las bendiciones.

Tales eran las condiciones durante la primera parte del reinado de Darío Histaspes. Tanto espiritual como temporalmente, los israelitas estaban en una situación lastimera. Tanto tiempo habían murmurado y dudado; tanto tiempo habían dado la preferencia a sus intereses personales mientras miraban con apatía el templo del Señor en ruinas, que habían perdido de vista el propósito que había tenido Dios al hacerlos volver a Judea y decían: "No es aún venido el tiempo, el tiempo de que la casa de Jehová sea reedificada." (Hag. 1: 2.)

Pero aun en esa hora sombría había esperanza para los que confiaban en Dios. Los profetas Ageo y Zacarías fueron suscitados para hacer frente a la crisis. En sus testimonios conmovedores, esos mensajeros revelaron al pueblo la causa de sus dificultades. Declararon que la falta de prosperidad temporal se debía a que no se había dado el primer lugar a los intereses de Dios. Si los israelitas hubiesen honrado a Dios, si le hubiesen manifestado el respeto y la cortesía que le debían, haciendo de la edificación de su casa su primer trabajo, le habrían invitado a estar presente y a bendecirlos.

A los que se habían desalentado, Ageo dirigió la escrutadora pregunta: "¿Es para vosotros tiempo, para vosotros, de morar en vuestras casas enmaderadas, y esta casa está desierta ? Pues así ha dicho Jehová de los ejércitos: Pensad bien sobre vuestros caminos." ¿Por qué habéis hecho tan poco? ¿Por qué os preocupáis de vuestras propias construcciones, y os despreocupáis de la edificación para el Señor? ¿Dónde está el celo que sentíais antes para restaurar la casa del Señor? ¿Qué 421 habéis ganado sirviéndoos a vosotros mismos? El deseo de escapar a la pobreza os ha inducido a descuidar el templo, pero esta negligencia os ha acarreado lo que temíais. "Sembráis mucho, y encerráis poco; coméis y no os hartáis; bebéis, y no os saciáis; os vestís, y no os calentáis; y el que anda a jornal recibe su jornal en trapo horadado." (Hag. 1: 4-6.)

Y luego, con palabras que no podían dejar de comprender, el Señor les reveló la causa de la estrechez en que se veían: "Buscáis mucho, y halláis poco; y encerráis en casa, y soplo en ello. ¿Por qué? dice Jehová de los ejércitos. Por cuanto mi casa está desierta, y cada uno de vosotros corre a su propia casa. Por eso se detuvo de los cielos sobre vosotros la lluvia, y la tierra detuvo sus frutos. Y llamé la sequedad sobre esta tierra, y sobre los montes, y sobre el trigo, y sobre el vino, y sobre el aceite, y sobre todo lo que la tierra produce, y sobre los hombres y sobre las bestias, y sobre todo trabajo de manos." (Vers. 9-11.) El Señor los instó así: "Meditad sobre vuestros caminos. Subid al monte, y traed madera, y reedificad la casa; y pondré en ella mi voluntad, y seré honrado." (Vers. 7, 8.)

Los consejos y reprensiones contenidos en el mensaje dado por Ageo fueron escuchados por los dirigentes y el pueblo de Israel. Comprendieron el fervor con que Dios los trataba. No se atrevían a despreciar las instrucciones que les enviara repetidamente, acerca de que su prosperidad temporal y espiritual dependía de que obedeciesen fielmente a los mandamientos de Dios. Incitados por las advertencias del profeta, obedecieron Zorobabel y Josué "y todo el demás pueblo, la voz de Jehová su Dios, y las palabras del profeta Haggeo." (Vers. 12.)

Tan pronto como Israel decidió obedecer, las palabras de reprensión fueron seguidas por un mensaje de aliento. "Haggeo . . . habló . . . al pueblo, diciendo: Yo soy con vosotros, dice Jehová. Y despertó Jehová el espíritu de Zorobabel," el de Josué y el "de todo el resto del pueblo: y vinieron e 422 hicieron obra en la casa de Jehová de los ejércitos, su Dios." (Vers. 13, 14.). PR 418-422

5-10. A cada hombre se le confiere "su obra"*Mar. 13:34, la obra para la cual lo capacitan sus aptitudes, la que dará como resultado la mayor suma de bien para sí mismo y sus semejantes, y la mayor honra para Dios. De modo que nuestro negocio a vocación forma parte del gran plan de Dios y, mientras se lleve a cabo de acuerdo con su voluntad, él se responsabilizará de los resultados.  Como "colaboradores de Dios"*1Cor. 3:9, la parte que nos toca es obedecer fielmente sus instrucciones.  No hay, por lo tanto, lugar para la preocupación y la ansiedad.  Se requieren diligencia, fidelidad, cuidado, economía y discreción.  Cada facultad debe emplearse hasta lo sumo.  Pero no debemos poner nuestra confianza en el resultado feliz de nuestros esfuerzos, sino en la promesa de Dios.  La Palabra que alimentó a Israel en el desierto, y mantuvo a Elías mientras prevalecía el hambre, tiene hoy el mismo poder que entonces.

"No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos? . . . Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. *Mt. 6:31, 33El que da a los hombres la facultad de obtener riquezas, ha unido al don una obligación.  Reclama una porción determinada de todo lo que adquirimos.  El diezmo pertenece al Señor.  "Y el diezmo de la tierra, así de la simiente de la tierra como del fruto de los árboles". . . "Y todo diezmo de vacas o de ovejas. . . será consagrado a Jehová”. * Lev. 27:30,32.

La promesa hecha por Jacob en Betel, muestra lo que abarca la obligación. "De todo lo que me dieres -dijo-, el diezmo apartaré para ti”. *Gen. 28:22. "Traed los diezmos al alfolí" *Mal. 3:10, es la orden de Dios.  No se extiende ninguna invitación a la gratitud 139 o generosidad. Es una cuestión, de simple honradez. El diezmo pertenece al Señor, y él nos ordena que le devolvamos lo que le pertenece.

"Se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel”. *1Cor. 4:2. Si la honradez es un principio esencial en los negocios, ¿no hemos de reconocer nuestra obligación hacia Dios, obligación en la que se basan todas las demás?

De acuerdo con las condiciones en que se funda nuestra mayordomía, tenemos obligaciones, no sólo con Dios, sino con los hombres.  Todo ser humano está en deuda con el amor infinito del Redentor por los dones de la vida.  El alimento, el vestido, el abrigo, el cuerpo, la mente y el alma, todo ha sido comprado con su sangre.  Y por la deuda de gratitud y servicio que nos ha impuesto, Cristo nos ha ligado a nuestros semejantes.  Nos ordena: "Servíos por amor los unos a los otros”. *Gal. 5:13. "En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”. *Mt. 25:40.

"A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios -declara Pablo- soy deudor”. *Rom. 1:14. Lo mismo ocurre con nosotros.  Puesto que nos ha bendecido más que a los demás, somos deudores de todo ser humano a quien podamos beneficiar.

Estas verdades tienen que ver no sólo con la cámara privada, sino con la oficina de contabilidad también. Los bienes que manejamos no nos pertenecen, y jamás estaremos seguros si perdemos de vista este hecho. Somos sólo administradores, y del cumplimiento de nuestra obligación hacia Dios dependen tanto el bienestar de nuestros semejantes, como nuestro propio destino en esta vida y la venidera.

"Hay quienes reparten, y les es añadido más; y hay quienes retienen más de lo que es justo, pero140 vienen a pobreza". "Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás". "El alma generosa será prosperada; y el que saciare, él también será saciado”. *Prov. 11:24; Ecl. 11:1; Prov. 11:25. Ed 138-140.

Ministerio Hno. Pio

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