jueves, abril 29, 2021

REFLEXIÓN 660. NACIMIENTO, INFANCIA Y NIÑEZ DE JESÚS (MATEO 1).

Mateo 1. Antes del nacimiento de Jesús. Vers. (1-17). La genealogía de Cristo desde Abrahán hasta José. (18) Fue engendrado por el Espíritu Santo y nació de María, quien estaba desposada con José. (19-25). Un ángel explica todo a José, borra sus dudas, y le interpreta los nombres de Cristo.

1 LIBRO de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham. 2 Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob, y Jacob a Judá y a sus hermanos. 3 Judá engendró de Tamar a Fares y a Zara, Fares a Esrom, y Esrom a Aram. 4 Aram engendró a Aminadab, Aminadab a Naasón, y Naasón a Salmón.

5 Salmón engendró de Rahab a Booz, Booz engendró de Rut a Obed, y Obed a Isaí. 6 Isaí engendró al rey David, y el rey David engendró a Salomón de la que fue mujer de Urías. 7 Salomón engendró a Roboam, Roboam a Abías, y Abías a Asa. 8 Asa engendró a Josafat, Josafat a Joram, y Joram a Uzías. 9 Uzías engendró a Jotam, Jotam a Acaz, y Acaz a Ezequías. 

10 Ezequías engendró a Manasés, Manasés a Amón, y Amón a Josías. 11 Josías engendró a Jeconías ya sus hermanos, en el tiempo de la deportación a Babilonia. 12 Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, y Salatiel a Zorobabel. 13 Zorobabel engendró a Abiud, Abiud a Eliaquim, y Eliaquim a Azor. 14 Azor engendró a Sadoc, Sadoc a Aquim, y Aquim a Eliud.

15 Eliud engendró a Eleazar, Eleazar a Matán, Matán a Jacob; 16 y Jacob engendró a José, marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo. 17 De manera que todas las generaciones desde Abraham hasta David son catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce.

18 El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo. 16 José su marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente. 20 Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. 21 Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.

22 Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: 23 He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, Y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros. 24 Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer. 25 Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre JESÚS. (Mateo 1).

1. Libro de la genealogía. [Los antepasados humanos de Jesús, Mat. 1:1-17 = Luc. 3: 23-38. Comentario principal: Mateo y Lucas.] Así titula Mateo el registro genealógico de Jesús, que aparece en los vers. 1-17. Las primeras palabras del cap. 2:1 sugieren que posiblemente Mateo quería que este título sirviera también para la narración de los acontecimientos que antecedieron al nacimiento de Jesús (cap. 1:18-25).

Al redactar el relato de la vida de Jesús, dirigido en primera instancia a lectores de origen judío (ver p. 267), Mateo comienza en forma típicamente judía, dando el linaje familiar de Jesús. Debido a que la venida del Mesías había sido tema de muchas profecías, Mateo muestra que Jesús de Nazaret fue en verdad Aquel de quien Moisés y los profetas dieron testimonio. Puesto que el Mesías había de nacer de la descendencia de Abrahán (Gén. 22:18; Gál. 3:16), el padre de la nación judía, y de David, fundador del linaje real (Isa. 9:6-7; 11:1; Hech. 2:29-30).

Mateo presenta la evidencia de que Jesús cumple con las condiciones de ser descendiente de estos dos ilustres personajes. Si no existiera esta evidencia, sus afirmaciones de ser el Mesías de nada valdrían, y podrían desecharse todas las pruebas adicionales sin siquiera examinar la veracidad de lo que Jesús decía (cf. Esd. 2:62; Neh. 7:64). Cuando Mateo escribió, es probable que fuera posible verificar la genealogía de Jesús comparándola con los registros públicos entonces existentes. Buena parte de esta genealogía (vers. 2-12) podía compararse con las enumeraciones del AT (1 Crón. 1: 34; 2: 1-15; 3: 5, 10-19). 

El hecho de que, hasta donde se sepa, ningún contemporáneo de Mateo, ni siquiera los enemigos declarados de la fe cristiana, alguna vez pusieron en tela de juicio la validez de esta genealogía, es un excelente testimonio en favor de la autenticidad de la lista genealógica.

Jesucristo. Nombre que consta de dos partes, que se considerarán en forma separada. Jesús. Gr. I'sóus, equivalente al nombre Heb. Yehoshua, "Josué". (En el texto griego de Hech. 7:45 y Heb. 4:8, Lucas y Pablo se refieren a "Josué" como I'sóus). Por lo general se ha entendido que este nombre significa "Jehová es salvación" (Mat. 1:21). Algunos estudiosos sugieren que debe traducirse "Jehová es generosidad". El nombre original de Josué (ver t. 11, p. 173), Hoshea' [Oseas] fue cambiado por Yehoshua' [Josué] (ver com. Núm. 13:16). Después del cautiverio babilónico, cuando el arameo reemplazó al hebreo como idioma común de los judíos, este nombre se transformó en Yeshua', que pasó al griego como I'sóus. En tiempos del NT, Yeshua' era un nombre común entre los judíos (Hech. 13:6; Col. 4:11), y estaba en armonía con la costumbre hebrea de escoger nombres que tuvieran significado religioso (ver com. Mat. 1:21).

Hoy día, los nombres sirven mayormente como una identificación. Pero en tiempos bíblicos, se escogía el nombre con sumo cuidado porque daba testimonio de la fe y de la esperanza de los padres (PR 352), de las circunstancias del nacimiento del niño, de sus propias características, o se relacionaba con la misión de su vida, sobre todo cuando el nombre había sido ordenado por Dios.

El nombre de Jesús está lleno de recuerdos históricos y vislumbres proféticas.  Así como Josué había guiado a Israel a la victoria en la tierra prometida, así también Jesús, el Capitán de nuestra salvación, vino para abrirnos las puertas de la Canaán celestial.  Pero Jesús no sólo es el Autor de nuestra salvación (Heb. 2:10), sino que también es el "apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión" (Heb. 3:1). El sumo sacerdote que volvió del cautiverio babilónico (Esd. 2:2) se llamaba Josué (Zac. 3:8; 6:11-15). Así como Oseas amó a una mujer indigna y procuró, en vano, por algún tiempo ganar su afecto, y finalmente la compró de nuevo en el mercado de esclavos (Ose. 1:2; 3:1-2), así también Jesús vino para libertar a la raza humana de la esclavitud del pecado (Luc. 4:18; Juan 8:36).

El vocablo Cristo viene del Gr. Jristós, traducción del Heb. mashíaj (ver com. Sal. 2:2).  La palabra "Mesías" significa "ungido".  Antes de la resurrección, en los cuatro Evangelios se llama a Jesús "el Cristo" (o Mesías), usando el nombre más bien como título que como nombre personal. Después de la resurrección, el artículo suele desaparecer y "Cristo" se transforma tanto en nombre como en título.

En tiempos del AT el sumo sacerdote (Exo. 30:30), el rey (2 Sam. 5:3; cf. 1 Sam. 24:6), y en algunos casos los profetas (1 Rey. 19:16) eran ungidos al ser consagrados al sagrado servicio. Esas personas se denominaban entonces mashíaj, "ungido" (Lev. 4:3; 1 Sam. 24:6; 1 Crón. 16:21-22).  En las profecías mesiánicas, el término pasó a aplicarse específicamente al Mesías, quien como Profeta (Deut. 18:15), Sacerdote (Zac. 6:11-14), y Rey (Isa. 9:6-7), había sido constituido para que fuera nuestro Redentor (Isa. 61:1; Dan. 9:25-26).  Como Profeta, vino a representar al Padre ante los hombres; como Sacerdote, ascendió para representar a los hombres ante el Padre; y como Rey, libera a los que creen en él, no sólo del poder del pecado en esta vida, sino también del reino del pecado, y habrá de reinar sobre ellos en el reino de gloria.

La palabra Jristós viene del verbo jrío que significa "rozar", "untar".  "ungir".  En el NT, se dice que Cristo fue "ungido" (Luc. 4:18; Hech. 4:27; 10:38; Heb. 1:9).

Cuando se emplean juntos los dos nombres, Jesús y Cristo, se hace una confesión de fe en cuanto a la unión de la naturaleza divina con la humana en una Persona; se afirma la creencia de que Jesús de Nazaret, Hijo de María, Hijo del hombre, es en verdad el Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios (Hech. 2:38; etc.). Ver la Nota Adicional de Juan 1; com. Mat. 1:23; Juan 1:1-3, 14; Fil. 2:68; Col. 2:9.

Hijo de David. Esta era la designación popular empleada por gobernantes (Mat. 22:42; Mar. 12:35; Luc. 20:41) y la gente común (Mat. 9:27; 12:23; 15:22; 20:30-31; 21:9; Mar. 10:47-48; Luc. 18:38 - 39; cf. Juan 7:42) para referirse al Mesías esperado.  El empleo de esta frase como título mesiánico indica la comprensión de las profecías que predecían que el Mesías descendería de la familia de David.  Para un pueblo cansado del yugo romano, también implicaba el retorno del reino judío a la independencia y la prosperidad del magnífico reinado de David.  David mismo había entendido que la promesa de un hijo que se sentaría en su trono (2 Sam. 7:12-13; Sal. 132:11) se cumpliría en aquel que habría de redimir a Israel (Hech. 2:29-30; ver com.  Deut. 18:15).  Vez tras vez los profetas de antaño hablaron de este Mesías (Isa. 9:6-7; 11:1; Jer. 23:5-6; etc.).  Los escritores del NT repetidas veces aplican el título "del linaje de David" a Cristo (Rom. 1:3; 2 Tim. 2:8; etc.).  Como el Hijo de David, Jesús era tanto heredero del trono de David como de las promesas mesiánicas dadas a David.

Hijo de Abraham. Entre los héroes de la fe, Abrahán se destacó como "amigo" de Dios (Sant. 2:23; cf. 2 Crón. 20:7; Isa. 41:8).  Debido a su fidelidad (Gál. 3:7, 9), se eligió a Abrahán para ser el padre del pueblo escogido de Dios.  La promesa de que en su descendencia todas las naciones de la tierra serían bendecidas era, según Pablo, una clara predicción mesiánica (Gén. 22:18; cf. Gál. 3:16).  En consonancia con su propósito de convencer a los judíos de que Jesús era el Mesías, Mateo, a propósito y en forma muy apropiada, hace remontar la genealogía de Jesús hasta Abrahán, mientras que Lucas, que escribió para los cristianos gentiles, consideró que era esencial llevar la genealogía de Cristo hasta el padre de la raza humana.  El propósito de Mateo era el de mostrar que Jesús era descendiente de Abrahán, y que por lo tanto podía ser considerado como posible heredero de las promesas que le habían sido hechas al patriarca.  Ver com.  Juan 8:35, 39.

En com. Luc. 3:23 se tratan las diferencias entre la enumeración de Mateo y la de Lucas.

2. Abraham engendró a Isaac. Con excepción de variantes debidas a la transliteración al griego de los nombres hebreos, y ciertas omisiones intencionales (ver com. vers. 8, 11, 17), la genealogía de Mateo, desde Abrahán hasta Zorobabel, concuerda con listas similares en el AT (1 Crón. 1:28, 34; 2:1, 4-5, 9-12, 15; 3:15-19; cf.  Rut 4:18-22).  No hay registros con los cuales comparar los nombres del período intertestamentario desde Zorobabel hasta Cristo. Judá. Ver com. Gén. 29:35. El autor de Hebreos afirma que "manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá" (Heb. 7:14). Sus hermanos.Mateo hace referencia a los otros hijos de Jacob, quizá con el propósito de recordar a los judíos de las otras tribus que Jesús -de la tribu de Judá- era Salvador de ellos también.

3. Tamar. Es la excepción y no la regla encontrar a una mujer en una lista genealógica hebrea.  Con todo, Mateo hace referencia a las mujeres sólo en forma pasajera y no específica, como eslabones genealógicos.  El que se omitan los nombres de mujeres tan honorables como Sara y Raquel, podría sugerir que se incluyeron los nombres de las cuatro mujeres mencionadas por causa de circunstancias poco comunes.  Es probable que las cuatro -Tamar, Rahab, Rut y Betsabé- fueran de origen gentil.  En esto se insinúa un reproche contra el exclusivismo judío y también un reconocimiento tácito de que Jesús pertenece tanto a los gentiles como a los judíos.

Con excepción de Rut, todas las otras mujeres estuvieron relacionadas con algún escándalo.  Un historiador meramente humano podría haber preferido pasar por alto estos nombres por temor de que el nombre del Mesías fuera menoscabado por mencionarlas.  Pero Mateo cita específicamente al Maestro que dice a los fariseos que no ha venido a "llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento" (cap. 9: 13).  Es posible que Mateo, siendo publicano y por lo tanto colocado en la misma categoría que las mujeres pecadoras (cap. 21: 31-32), halló en su corazón cabida para otros generalmente considerados como parias de la sociedad.

A Fares y a Zara.- Estos eran los hijos de Tamar y Judá (ver com. Gén. 38: 6-30). Tamar, que quizá era cananea (Gén. 38: 2, 6), fue la nuera de Judá.

5. Salmón.- Ver Rut 4: 20; cf. 1 Crón. 2: 11.  Salmón era pariente cercano de Caleb y Efrata (1 Crón. 2: 9-11, 19, 24) y de Belén, cuyo padre fue Salma (ver 1 Crón. 2: 50-51, 54), y por lo tanto miembro de una familia que se estableció en Belén de Efrata (1 Crón. 2: 24, 51; Miq. 5: 2; ver com. Gén. 35: 19).  Algunos comentadores sugieren que Salmón pudo haber sido uno de los espías enviados por Josué a la ciudad de Jericó antes de que Israel cruzara el Jordán (Jos. 2: 1).

Algunas veces se objeta que la Rahab de Jericó no puede ser la Rahab esposa de Salmón porque las generaciones que Mateo ubica entre Salmón y David son muy pocas como para abarcar el intervalo entre la Rahab de Jericó y el tiempo de David.  Pero esta objeción no es necesariamente válida, porque: (1) Mateo en otros versículos intencionalmente omite a algunos de los antepasados de Jesús (ver com. vers. 8, 11, 17), e imitando al autor de Rut, bien pudo haber hecho aquí lo mismo; (2) Rahab era quizá joven cuando se casó (Jos. 6: 23), pero Booz ya no era joven cuando se casó con Rut (cap. 3: 10), e Isaí era entrado en años cuando nació David (1 Sam. 17: 12-14).

Rahab.- Ver t. 11, p. 424; com. Rut 1: 1; 2: 1.  Hay poca razón para dudar que ésta sea Rahab la cananea, la ramera de Jericó que protegió a los hebreos enviados como espías a esa ciudad antes de que fuera tomada (Jos. 2; ver com. cap. 6: 23).  Ella es la única persona que lleva ese nombre, que aparece en la Biblia.  El nombre que se le da en Gr.  Rajáb, es una perfecta transliteración del Heb. rajab.  Sin embargo, en Heb. 11: 31 y  Sant. 2: 25, la grafía es Raab. (En Sal. 87: 4; 89: 10; Isa. 51: 9 aparece el nombre "Rahab", pero proviene del Heb. rahab y es nombre simbólico de Egipto.) Por otra parte, el que Rahab se mencione por nombre, contrariamente a la costumbre habitual de no mencionar a las mujeres en las listas genealógicas, sugiere que Mateo tenía alguna razón especial para incluirla.  Sea cual fuere el caso, la Rahab de Jos. 2 tiene un lugar importante entre los héroes de la fe (Heb. 11: 31) y Santiago se refiere a ella como ejemplo de fe en acción (Sant. 2: 25).

Rut.- La moabita que acompañó a Noemí cuando regresó de Moab a Belén (Rut 4: 18-22; 1Crón. 2: 3- 15).  La hermosura de su dedicación a Noemí (Rut 1: 16) y su atractiva simpatía no tienen parangón en los anales de época alguna.

6. Rey David.- Aun durante la monarquía hebrea, el gobierno de Israel, al menos en principio, era una teocracia (DTG 686-687; t. IV p. 29).  Como Gobernante supremo, Dios procuraba dirigir la política nacional por medio de sus embajadores, los profetas.  David respondió a la dirección divina y procuró mantener un espíritu de verdadera humildad ante el Señor.  Cuando fue reprendido por algún proceder impío, manifestó un genuino arrepentimiento.  Reconoció su culpa, buscó el perdón y se propuso de nuevo obedecer la voz del Señor (2 Sam. 12: 1-13; 24: 10, 17; Sal. 51: 4, 10-11; etc.). Debido a la contrición de David, Dios pudo ensalzarle y prosperarlo (1 Rey. 3: 6; 8: 25; Isa. 57: 15; Miq. 6: 8).

Salomón.- Segundo hijo de Betsabé, nacido después de que David se arrepintió sinceramente y fue perdonado (2 Sam. 12: 13-24; 1 Rey. 1: 11-40).

8. Josafat.- Ver 1 Rey 22: 41-43.

Joram a Uzías.- Aquí Mateo omite los nombres de tres reyes sucesivos de Judá, que reinaron entre Joram y Uzías: a saber, Ocozías, Joás y Amasías.  Esta omisión difícilmente podría haber sido accidental, porque la genealogía real, que aparece repetidas veces en el AT, era bien conocida. Tampoco pudo haber sido error de copia (ver com. Mat. 1: 17).  Se ha sugerido que posiblemente Mateo se proponía reducir a 14 los 19 nombres desde Salomón hasta Joaquín, para que correspondieran con el número de generaciones desde Abrahán hasta David (vers. 17).

También se ha sugerido que Mateo consideró que estos tres eran los menos dignos de aparecer en la genealogía de Jesús.  Ocozías, Joás y Amasías fueron los sucesores inmediatos de Atalía, hija de Acab y Jezabel, esposa de Joram (2 Crón. 22: 25).  Fue Atalía quien introdujo el culto a Baal en el reino del sur (ver com. 2 Rey. 11: 18), como lo había hecho su madre en el reino del norte (ver 1 Rey. 16: 31-32).  Ocozías, Joás y Amasías, todos hicieron lo malo a la vista del Señor (2 Crón. 22: 3-4; 24: 17-18; 25: 14), al menos en la última parte de sus reinados.

9. Acaz.- Cf. 2 Rey. 16. Ezequías.- Uno de los buenos reyes de Judá (2 Rey. 18-20); pero su hijo Manasés, aunque vivió hasta arrepentirse de sus malos caminos, se empeñó durante su largo e impío reinado en anular las reformas hechas por su padre.

10. Amón a Josías.- Después de los impíos reinados de Manasés (2 Rey. 21: 1-18) y de Amón (2 Rey. 21: 19-26), ascendió al trono Josías (2 Rey. 22: 1 a 23: 28), bisnieto de Ezequías, y el último de los reyes buenos de Judá.  De los 20 reyes que reinaron en el reino del sur durante un período de 345 años, la minoría sirvió al Señor.  Resalta el contraste de que en el reino del norte reinaron 20 reyes, que representaron a 10 dinastías durante un período de 209 años, pero no hubo entre ellos ni siquiera uno que permaneciera fiel al Señor.

11. Jeconías.- Aquí aparece la segunda omisión indudable de la lista de Mateo (ver com. vers. 8). Jeconías (Joaquín, 2 Rey. 24: 6; Jeconías, 1 Crón. 3: 16, o Conías, Jer. 22: 24) fue en verdad hijo de Joacim, y por lo tanto nieto, no hijo, de Josías (1 Crón. 3: 15-16). Algunos han sugerido que si se añadiera a Joacim a la lista, se obtendría una división más simétrica de las generaciones que se mencionan en Mat. 1: 17 (ver allí el comentario), y que posiblemente Mateo incluyó el nombre de Joacim, pero que ese nombre se perdió más tarde, debido a su parecido con Joaquín.  Algunos manuscritos antiguos incluyen el nombre de Joacim entre el de Josías y el de Jeconías.

Sus hermanos.- Si se incluyera el nombre de Joacim (ver com. "Jeconías"), los "hermanos" serían sus hermanos carnales, Joacaz y Sedequías (ver com. 1 Crón. 3: 15).  De otro modo, la expresión "sus hermanos" sería menos específica.  Tres de los hijos de Josías -Joacaz, Joacim y Sedequías- ocuparon el trono de Judá, pero uno de ellos fue padre de Jeconías, mientras que los otros dos fueron tíos.

Deportación a Babilonia.- Así concluye la segunda división de la genealogía de Jesús en el libro de Mateo (ver com. vers. 17).  El período en cuestión abarca la monarquía, desde su edad de oro en los días de David y Salomón, hasta su disolución y la edad oscura de la historia judía: el cautiverio babilónico.

Entre David y Salatiel, Lucas menciona seis eslabones genealógicos más que Mateo (Luc. 3: 27-31).  Si se toman en cuenta las cuatro omisiones hechas por Mateo (ver com. vers. 8 y el com. de "Jeconías") queda una diferencia de sólo dos.  Esto podría indicar sencillamente que el linaje ancestral seguido por Lucas contenía dos generaciones más que el linaje real seguido por Mateo.  Esta diferencia sería muy posible en un período de cinco siglos.  Entre David y Jesús -un lapso de unos 1.000 años- Lucas enumera 15 generaciones más que Mateo, lo que implicaría que Mateo omitió un número aún mayor de generaciones.

12. Jeconías engendró a Salatiel.- Según la profecía de Jeremías (cap. 22: 30), Jeconías había de morir sin descendencia, pero en seguida se explica que esto significaba que "ninguno de su descendencia logrará sentarse sobre el trono de David".  Varios hijos de Jeconías, entre ellos Salatiel, aparecen en 1 Crón. 3: 17-18.  Es posible que uno o más de ellos lo hubieran acompañado a Babilonia (ver com. Jer. 22: 28).  Jeconías era un joven de 18 años cuando fue llevado cautivo (2 Rey. 24: 8). Cuando murió Nabucodonosor 37 años más tarde, fue liberado de la cárcel y "comió siempre delante" del rey (2 Rey. 25: 29), recibió una pensión regular de la tesorería real, y gozó del favor del rey evidentemente durante el resto de su vida (ver com. 2 Rey. 25: 27-29).

Salatiel a Zorobabel.- Ver com. Luc. 3: 27. En cumplimiento del decreto de Ciro, con el cual concluyeron los 70 años de cautiverio, Zorobabel llevó de vuelta a Jerusalén a unos 50.000 judíos. Ver com. Esd. 2: 2.

15. Matán a Jacob.- Nada más se sabe acerca de las ocho personas enumeradas entre Abiud y Matán (vers. 13-15), sino sus nombres, y ninguno de ellos aparece en otra parte. Estas ocho generaciones abarcan cinco siglos.  Quizá Mateo omitió ciertos nombres a fin de que la tercera sección de su genealogía pudiera corresponder con las primeras dos secciones (ver com. Mat. 1: 17; Esd. 7: 5). 

Esto podría ser posible por las siguientes razones: (1) El número de generaciones dadas difícilmente parecería corresponder con la duración del período, (2) Lucas enumera para este período nueve generaciones más que Mateo, y (3) Mateo omite cuatro nombres de la segunda sección de su genealogía (ver com. vers. 8, 11).

Se ha sugerido que el nombre de Matán en Mateo, y de Matat, en Lucas (cap. 3: 24) son diferentes formas de escribir el nombre "Mateo" (no el evangelista) y que por lo tanto los dos nombres "Matán" y "Matat" en realidad indican una y la misma persona.  Si así fuera, Jacob y Elí (Luc. 3: 23) serían hermanos.  Con esto se supone que Elí no tenía un heredero varón y que adoptó a José, su sobrino, como hijo y heredero (cf. com. Luc. 3: 27).  Lo que se pretende con esto es comprobar que José era verdaderamente "hijo de Elí" como aparece en Luc. 3: 23, y también hijo de Jacob como aparece en Mateo.  Según otra teoría, Jacob se casó con la viuda sin hijos de su hermano Elí, en armonía con la ley del levirato (Deut. 25: 5-10).  José, el primogénito de ese matrimonio, sería hijo de Jacob, pero legalmente hijo y heredero de Elí.  Ambas sugerencias, originalmente hechas por ciertos padres de la iglesia primitiva, se basan en suposiciones, y por lo tanto no son dignas de confianza.  El problema se trata con más detalles en com.  Luc. 3: 23.

16. José, marido.- Con todo cuidado Mateo evita decir que José "engendró" a Jesús.  La relación que existía entre José y Jesús no era la de padre e hijo, sino de un padrastro con el hijo de su esposa.  "Engendrar", el eslabón que ha unido a todas las generaciones hasta aquí, desaparece, con lo cual Mateo destaca el nacimiento virginal.

María.- Gr. María. El mismo nombre en Heb. es miryam, y en la LXX es Mariam. Al igual que José, María era de la casa de David (DTG 30; cf. Hech. 2: 30; 13: 23; Rom. 1: 3; 2 Tim. 2: 8), porque sólo por intermedio de ella Jesús podía ser literalmente "del linaje de David según la carne" (Rom. 1: 3; cf. Sal. 132: 11). El hecho de que la "parienta" de María (Luc. 1: 36) fuera de las "hijas de Aarón" (Luc. 1: 5) de ningún modo requiere que María fuera de la tribu de Leví y no de la tribu de Judá. Ver com. Luc. 1: 36 con referencia a la palabra traducida como "parienta".

Al parecer María pasó su juventud en Nazaret (Luc. 1: 26). Tenía una parienta, Elisabet, esposa de Zacarías (Luc. 1: 36). Además tenía parientes que vivían en Caná, aldea situada a unos 13 km al norte de Nazaret (Juan 2: 1, 5; DTG 118, 120).  La idea de que su madre se llamaba Ana se basa exclusivamente en la tradición.  María fue sumamente favorecida por el Señor y bendita entre las mujeres (Luc. 1: 28, 42).  Desde que se dio la primera promesa de un libertador, que había de ser de la "simiente" de la mujer (Gén. 3: 15; Apoc. 12: 5), las piadosas madres en Israel habían esperado que su primogénito fuera el Mesías prometido (DTG 23). Este honor le fue concedido a María.

Sin duda, Dios escogió a María en primer lugar, porque en el momento designado (Dan. 9: 24-27; Mar. 1: 15; Gál. 4: 4) su carácter reflejaba con mayor perfección los ideales divinos de la maternidad que los de cualquier otra hija de David.  Ella pertenecía a esa selecta minoría que aguardaba "la consolación de Israel" (Luc. 2: 25, 38; Mar. 15: 43; cf. Heb. 9: 28). Esta fue la esperanza que purificó su vida (cf. 1 Juan 3: 3) y la preparó para su sagrada tarea (PP 316; PR 185; DTG 49-50).  Toda madre en Israel hoy puede cooperar con el cielo como lo hizo María (DTG 473), y en cierto sentido, puede transformar a sus hijos en hijos e hijas de Dios. Ver com. Luc. 2: 52.

De la cual.- Tanto en griego como en castellano, el género gramatical excluye la posibilidad de que se entienda que José fuera el padre natural de Jesús.  Debido a su matrimonio con María, José fue el padre legal de Jesús, aunque no su verdadero padre (cap. 13: 55).

17. Todas las generaciones.- Es evidente que Mateo omite por lo menos cuatro nombres que tendría que haber incluido si hubiera sido su intención proporcionar una genealogía completa (ver com. vers. 8, 11). Es posible que haya otras omisiones en la parte de la lista que abarca el período intertestamentario, porque desde Abrahán hasta Cristo, inclusive, Lucas da 56 nombres, mientras que Mateo sólo da 41 (ver com. Mat. 1: 15).  Por lo tanto, al hablar de "todas las generaciones", Mateo claramente se refiere a las que ha enumerado, y no a todos los antepasados de Cristo que habían vivido y que pudieran haberse incluido en una lista completa.  Es posible que el número de nombres en la segunda y tercera sección de la genealogía se hubieran ajustado para hacerlo corresponder con el número de la primera sección.

Quizá Mateo empleó una lista abreviada, numéricamente simétrica, para ayudar a aprenderla de memoria.  En el AT hay listas abreviadas, como la de Esdras (ver com. Esd. 7: 1, 5).  Pero es evidente que esa genealogía abreviada era considerada como una prueba suficiente de que Esdras era descendiente de Aarón cuando otros no podían ser sacerdotes por no poder demostrar debidamente su linaje (Esd. 2: 62; Neh. 7: 64).  El filósofo Filón y el historiador Josefo, ambos casi contemporáneos de Jesús, dan genealogías abreviadas, que evidentemente eran consideradas adecuadas como para probar su ascendencia.  Hoy en día, cuando un árabe quiere demostrar su prosapia, menciona unos pocos nombres eminentes.  Al hacerlo, su propósito no es el de proporcionar una enumeración completa sino tan sólo establecer su ascendencia.

La distribución en tres partes que hace Mateo es históricamente correcta, porque cada sección constituye un período separado en la historia judía.  En el primero, desde Abrahán hasta David, la nación hebrea fue esencialmente patriarcal.  Durante el segundo fue monárquica; y durante el tercero los judíos estuvieron bajo el dominio de diversos poderes extranjeros.

Catorce.- Tres divisiones, cada una compuesta de 14 generaciones, darían un total de 42 generaciones, en vez de las 41 que aparecen en Mateo.  Esta aparente discrepancia se ha explicado de diversas maneras.  Algunos sugieren que el nombre de Jeconías debería contarse dos veces: como último nombre del segundo grupo, y como primer nombre del tercero.  Otros opinan que originalmente Mateo había colocado el nombre de Joacim entre el de Josías y el de Jeconías (ver com. vers. 11).

Hasta Cristo.- Literalmente "hasta el Cristo" (ver com. vers. 1). Mateo hace referencia a Cristo dentro de la perspectiva histórica como el Mesías de la profecía.

18. El nacimiento.- [El anuncio a José; su matrimonio, Mat. 1: 18-25. Ver el mapa p. 204.] Mateo sólo menciona algunas de las circunstancias que rodearon el nacimiento de Jesús, las que eran necesarias para demostrar que su venida era el cumplimiento de las profecías del AT (vers. 22). En armonía con el propósito de su Evangelio, Mateo, a diferencia de Marcos y Lucas, omite muchos detalles de interés humano de la vida de Jesús a fin de concentrarse en las enseñanzas del Maestro (ver p. 181).

María su madre.- Jesús fue hecho "en semejanza de carne de pecado" (Rom. 8: 3).  María tenía tanta necesidad de ser salvada de sus pecados como cualquier otro descendiente de Adán (Rom. 3: 10, 23).  Hay "un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre" (1 Tim. 2: 5).

Desposada... con José.- Es decir, "comprometida para casarse".  María y José vivían en Nazaret (Luc. 1: 26-27; 2: 4), "su ciudad" (Luc. 2: 39), aunque como descendientes de David, consideraban que Belén era la ciudad de su familia (ver DTG 47).  El hecho de que les resultó difícil encontrar alojamiento en Belén sugiere que en ese momento ninguno de ellos tenía allí parientes cercanos.  Tanto José como María eran de la casa y del linaje de David (Mat. 1: 20, Luc. 1: 26-27; 2: 4; ver com. Mat. 1: 16). 

Es probable que fueran miembros del pequeño círculo que estudiaba con afán las profecías y esperaba la venida del Mesías (DTG 29-31, 72-73).  

De ser así, sabiendo que el tiempo se acercaba, sin duda oraban para que Dios apresurara la venida del Prometido (cf. Luc. 2: 25-26, 38).  Al parecer, José era viudo cuando se casó con María.  Tenía al menos otros seis hijos (Mat. 12: 46; 13: 55-56; Mar. 6: 3; DTG 69-70, 288; se mencionan cuatro hermanos y un número no definido de hermanas), y es probable que todos fueran mayores que Jesús (DTG 65-66; ver com. Mat. 1: 25).

Antes que se juntasen.- Mateo ya ha indicado que José no era el padre de Jesús (vers. 16). Aquí confirma ese hecho. Durante el período de los esponsales, o del compromiso, los novios eran legalmente considerados como marido y mujer, aunque no vivían juntos (Deut. 22: 23-24). El compromiso matrimonial constituía una relación legal, un solemne convenio que sólo podía invalidarse por medios legales, es decir, mediante el divorcio (ver Mishnah, Gittin 8. 9; Kiddushin 3. 7. 8).

Que había concebido.- Ver com. Luc. 1: 26-38. El ángel había aparecido a María después de su compromiso (Luc. 1: 26-27), pero antes del momento de la concepción (Luc. 1: 31, 35). Al parecer, José no se enteró hasta más tarde de la visita del ángel a María. 

El ángel no se le apareció a José hasta después de que éste supo que María "había concebido" (Mat. 1: 18, 20).

Espíritu Santo.- El Espíritu Santo es el Instrumento por medio del cual se ejerce el poder creador y vivificador de Dios (cf. Gén. 1: 2; Job 33: 4; Juan 3: 3-8; Rom. 8: 11; etc.).  Lucas declara (Luc. 1: 35) con mayor claridad que Mateo cuál fue el papel del Espíritu Santo en el nacimiento de Jesús. Por obra del Espíritu Santo el "Verbo fue hecho carne" (Juan 1: 14), y el Hijo de María pudo llamarse "Hijo de Dios" (ver com. Luc. 1: 35).

A fin de no aceptar a Jesús como el Mesías, los judíos inventaron el cuento de que era hijo ilegítimo (Juan 8: 41; 9: 29).  Pero es digno de notarse que los más grandes eruditos judíos hoy reconocen que eso es puro invento.  Por ejemplo, José Klausner dice que "no tiene base histórica la tradición de que Jesús fue hijo ilegítimo" (Jesus of Nazareth, p. 36).

La encarnación de Jesús es un milagro sublime e insondable. Él era "en forma de Dios" (Fil. 2: 6; Juan 1: 2), era adorado por las huestes celestiales, y ocupaba el trono del universo.  Pero como Rey de gloria "prefirió devolver el cetro a las manos del Padre" (DTG 14) a fin de que fuera "por un poco inferior a los ángeles" (Heb. 2: 7-8, BJ), "semejante a los hombres" (Fil. 2: 7). Más tarde, recibiría de nuevo "toda potestad" (Mat. 28: 18), sería "entronizado en medio de la adoración de los ángeles" (HAp 31) y sería coronado de "gloria y de honra" (Heb. 2: 7; cf. Isa. 52: 13-15). Sin embargo, el misterio de la encarnación no es tan grande como el misterio del tierno amor que la originó (Juan 3: 16; Rom. 5: 8; Gál. 2: 20; 1 Juan 4: 9). El "misterio de la piedad" es el gran misterio de todos los tiempos (1 Tim. 3: 16; ver com. Fil. 2: 7-8; Nota Adicional de Juan 1).

19. Justo.- Gr. díkaios, palabra que sirve para describir a una persona correcta, que cumple con las reglas y las costumbres, o justa, es decir, que hace lo recto. En el NT la palabra díkaios se emplea a menudo en el sentido amplio de corresponder con la norma divina.  De este modo Zacarías y Elisabet (Luc. 1: 5-6), Simeón (Luc. 2: 25) y José de Arimatea (Luc. 23: 50) aparecen como personas justas (díkaios).  La esposa de Pilato designó a Jesús como "justo" (díkaios, Mat. 27: 19). Desde el punto de vista judío, un "justo" era aquel que observaba en forma estricta las leyes de Moisés y las tradiciones rabínicas.  Por eso, José pudo haberse preguntado si era moralmente correcto casarse con una persona que, al parecer, era adúltera.

No quería.- José mitigó su sentido de justicia con misericordia para con la supuesta culpable.  No deseaba que aumentaran la vergüenza y el bochorno de María.  La supuesta ofensa era contra él.  Legalmente, podía divorciarse de ella diciendo sencillamente que no le agradaba (Mat. 19: 3, 8; Mar. 10: 4), sin decir por qué razón lo hacía.

Infamarla.- El hecho de que José procurara evitarle a María la vergüenza de un juicio público, muestra su propia integridad como también su consideración por ella.

Quiso dejarla.- Es decir, divorciarse de ella. Desde el momento del compromiso o de los esponsales, ambas partes estaban legalmente unidas, y sólo podían separarse por un divorcio (ver com. cap. 1: 18; 5: 27).

20. Un ángel.- Es probable que este ángel fuera Gabriel, quien ya se le había aparecido a Zacarías (Luc. 1: 11,19) y a María (ver com. Luc. 1: 19). En sueños.- Lucas (cap. 1: 26-38) insinúa que el ángel se había aparecido a María en forma visible, no en sueño ni en visión, sino que se le presentó "en donde ella estaba" (Luc. 1: 28).  Pero a José, que meditaba angustiosamente en su problema, se le apareció en un sueño mientras dormía. Los sueños inspirados son una de las formas escogidas por Dios para revelar su voluntad a los hombres (Núm. 12: 6; Joel 2: 28; cf. Gén. 20: 3; 31: 11, 24; 41: 1; etc.).

Hijo de David.- Por supuesto, José sabía que era del linaje real.  Bien podría haber sido hasta heredero al trono de David, como tal vez podría indicarlo la genealogía de Mateo. 

No temas.- No debía vacilar ni poner en duda la virtud de María.  Como varón "justo" (vers. 19), José no debía temer que al tomar a María estuviera apartándose de lo correcto.  En verdad, Dios exigía este acto de fe.

Mujer.- Gr. gun', palabra que significa (1) mujer en general (cap. 9: 20; 13: 33; etc.), (2) esposa (cap. 14: 3; 18: 25), (3) una mujer desposada (Gén. 29: 21, LXX; Deut. 22: 23-24, LXX; cf. Apoc. 21: 9). Aquí se aplica evidentemente la tercera acepción.

21. Dará a luz.- El ángel no le dijo a José que su "mujer" le daría a luz un hijo a él, como le había dicho a Zacarías acerca de Juan (Luc. 1: 13).  Jesús había de nacer como "Hijo de Dios", no como hijo de José (Luc. 1: 35), pero desde el momento del nacimiento de Jesús, José debía ser para él como padre.  A semejanza de otros niños, Jesús se beneficiaría del compañerismo, de la conducción y de la protección de un padre.

Llamarás su nombre.- José había de tener el privilegio de ponerle nombre a su "Hijo", acto que solía considerarse como prerrogativa del padre (Luc. 1: 59-63).  María también había de participar en ese acto de ponerle nombre a Jesús (Luc. 1: 31).  A los niños judíos se les ponía oficialmente el nombre ocho días después de su nacimiento, cuando se celebraba el rito de la circuncisión (Luc. 2: 21).

Jesús.- Ver com. vers. 1. Salvará.- El nombre de Jesús significa "Jehová es salvación" (ver com. vers. 1).  La construcción griega es enfática, como si se deseara recalcar que él mismo es quien ha de salvar. Desde la antigüedad se había escuchado la promesa: "He aquí, vengo" (Sal. 40: 7; Zac. 2: 10; Heb. 10: 7).  Por siglos el pueblo judío -el pueblo de Dios- había esperado ansiosamente la venida de su Libertador.  Ahora, "cuando vino el cumplimiento del tiempo" (Gál. 4: 4) el destino señaló a Aquel en quien habían de cumplirse esas esperanzas.  Ver com. Juan 1: 14.

De sus pecados.- El pecado había encerrado a los hombres (Rom. 6: 16; 2 Ped. 2: 19) en su cárcel (Isa. 42: 7).  Cristo vino para quebrar las cadenas, abrir las puertas de la cárcel y libertar a los cautivos de su condena de muerte (Isa. 61: 1; Rom. 7: 24-25; Heb. 2: 15).  Vino a salvarnos de nuestros pecados, no en nuestros pecados.  Vino, no sólo para salvarnos de los pecados que ya hemos cometido, sino de nuestras tendencias inherentes que nos llevan al pecado (Rom. 7: 23-25; 1 Juan 1: 7, 9).  Vino a redimirnos de "toda iniquidad" (Tito 2: 14), en la cual está incluida toda tendencia al mal heredada y cultivada (DTG 625).

Cristo no vino a salvar a su pueblo del poder de Roma, como lo anhelaban los judíos, sino del poder de un enemigo mucho más formidable.  No vino a restaurar "el reino a Israel" (Hech. 1: 6), sino a restaurar el dominio de Dios en el corazón de los hombres (Luc. 17: 20-21). Cristo no vino principalmente a salvar a los hombres de la pobreza y de la injusticia social (Luc. 12: 13-15), como lo afirman hoy muchos apóstoles del evangelio social, sino del pecado, que es la causa fundamental de la pobreza y de la injusticia.

22. Todo esto aconteció.- Todos los aspectos importantes de la vida y de la misión de Jesús -su naturaleza, su nacimiento, los diversos acontecimientos de su vida, y sobre todo sus sufrimientos y su muerte- fueron predichos por los profetas de antaño (DTG 209, 759).  No sólo eso, sino que cada acto de su vida fue ejecutado en cumplimiento de un plan que existía desde la eternidad.  Antes de que Cristo viniera a la tierra, ese plata, con todos sus detalles, estaba delante de él, y cada acontecimiento tenía su hora señalada (DTG 120-121, 414-415; ver com. Deut. 18: 15; Luc. 2: 49).

Para que se cumpliese.- Esta expresión es característica de Mateo (cap. 2: 15, 17, 23; 4: 14; 8: 17; 12: 17; 13: 35; 21: 4; 26: 54, 56; 27: 9, 35).  La construcción griega que se emplea aquí podría indicar propósito o simplemente resultado.  Por lo tanto, podría traducirse "a fin de que se cumpliese" o "por esto se cumplió".  Mateo emplea esta construcción en ambas maneras; y en cada caso el contexto debe determinar la traducción.  

Las predicciones acerca de Cristo habían sido hechas en forma sobrenatural; su cumplimiento ocurrió mayormente en forma natural, hasta donde pudieran ver los hombres, pero siempre por medio de acontecimientos ordenados por el que "gobierna el reino de los hombres" (Dan. 4: 17; DTG 120-121; ver com. Luc. 2: 49). 

Ciertas cosas ocurrieron, no a fin de cumplir la profecía, sino en cumplimiento de la profecía.  Por esto, la declaración de Mateo "para que se cumpliese" se debería traducir mejor "en cumplimiento de" (ver com. Deut. 18: 15).

23. Una virgen.- Literalmente, "la virgen". En forma directa e indirecta Mateo y Lucas proporcionan la evidencia que confirma la verdad del nacimiento virginal. (1) Ambos afirman que Jesús nació del Espíritu Santo (Mat. 1: 18, 20; Luc. 1: 35). (2) Declaran que María había de dar a luz un hijo que no sería el hijo de José (ver com. Mat. 1: 21), sino el Hijo de Dios (Luc. 1: 35). (3) María permaneció virgen "hasta que dio a luz" a Jesús (Mat. 1:25). (4) María le afirmó al ángel que era virgen (Luc. 1: 34).  Por todo esto se da testimonio pleno del nacimiento virginal de Jesús.  Aun sin que se tome en cuenta la palabra "virgen", podría probarse la virginidad de María aunque Mateo nunca hubiera empleado esa palabra en este contexto.

Mateo y Lucas, escribiendo bajo la dirección divina, no hubieran narrado el relato del nacimiento virginal si no hubiera sido verídico.  Bien sabían cómo los dirigentes judíos se habían burlado de Jesús por causa de las misteriosas circunstancias que rodeaban su nacimiento, y comprendían que al repetir el relato estaban proporcionando a sus críticos más oportunidad de ridiculizar la narración (ver DTG 662).

No hay duda de que aquí Mateo emplea la palabra "virgen" en el sentido estricto del término, para referirse a María como una joven casta y soltera. Ver com. Isa. 7: 14 donde se trata la objeción de que la profecía de Isaías sólo tenía aplicación local en tiempos del profeta.  Bajo la conducción del Espíritu Santo, Mateo aplica la predicción de Isaías a Cristo, y al hacerlo emplea la palabra parthenós, que significa estrictamente "virgen" y ninguna otra cosa.  El problema de Isa. 7: 14 se estudia detalladamente en Problems in Bible Translation, pp. 151-169.

Puesto que rechazan todos los milagros, los modernos críticos de la Biblia suelen desechar la idea de que pudo haber sido un nacimiento virginal, por considerarla indigna de una mente esclarecida.  Dirigen la atención al hecho de que, de todos los autores del NT, sólo Mateo y Lucas mencionan la forma de la concepción.  Hacen notar que ni Marcos, quizá el primero de los evangelistas, ni Juan, quien escribió para confirmar la divinidad de Jesús, ni Pablo, el gran teólogo del NT, hacen alusión al asunto.  Los críticos llegan a la conclusión de que Marcos nada sabía de la virginidad de María y que Juan y Pablo consideraron que era una idea tan fantástica que no valía la pena mencionarla.

Todos estos argumentos basados en el silencio, nada prueban. Mateo y Lucas se refieren a la virginidad de María como a un detalle del relato del nacimiento, y puesto que ni Marcos ni Juan registran esa narración, no tienen por qué referirse a este detalle específico. Lo mismo ocurre con Pablo, quien hace resaltar la encarnación, la unión de lo divino con lo humano, como el gran hecho céntrico implícito en el nacimiento de Jesús. En cierto sentido, el nacimiento virginal es sólo incidental frente a la verdad mayor, pues fue el medio por el cual se realizó la encarnación. El concepto paulino de la deidad de Jesucristo armoniza perfectamente con el nacimiento virginal (Fil. 2: 6-8; Col. 1: 16; Heb. 1: 1-9; etc.). Fuera de la encarnación, la crucifixión y la resurrección, Pablo no dice casi nada acerca de detalles de la vida de nuestro Señor. Trata esos tres acontecimientos sencillamente como hechos históricos.

Los críticos destacan que los paganos atribuían la grandeza de hombres como Alejandro, Pitágoras, Platón y Augusto César al supuesto hecho de que descendían de los dioses y a un supuesto nacimiento virginal. Pero este argumento no tiene mayor valor que si se dijera que la existencia de monedas falsas y las falsificaciones de las grandes obras maestras del arte pictórico, prueban que no hay monedas ni cuadros genuinos.

Si las afirmaciones de Mateo y de Lucas en cuanto al nacimiento virginal han de desecharse como inverosímiles, porque la verdad allí expresada trasciende el conocimiento y la experiencia del hombre, muchos otros pasajes de los Evangelios deben descartarse sobre la misma base. Si se coloca la mente humana como norma para determinar la veracidad de las Escrituras, la Biblia deja de ser la Palabra de Dios para el hombre y se transforma en un documento meramente humano.

No debería olvidarse que todo el plan de salvación es un milagro, un "misterio" (Rom. 16: 25; Efe. 1: 9; 3: 9; Col. 1: 27; 2: 2; Apoc. 10: 7).  En primer lugar, es un misterio que Dios pueda amar a los pecadores (Juan 3: 16; Rom. 5: 8). Así también es un misterio que la sabiduría infinita pudiera formular un plan por el cual la misericordia pudiera combinarse con la justicia (Sal. 85: 10) a fin de poder responder a las justas exigencias de la santa ley de Dios y al mismo tiempo salvar al pecador del castigo que merece por haber quebrantado esa ley (Juan 3: 16; Rom. 6: 23).  Es un milagro que el hombre, que por naturaleza está enemistado con Dios (Rom. 8: 7), pueda llegar a vivir en paz con el Señor (Rom. 5: 1).  Es un milagro que Cristo pueda librar del reinado del pecado y de la muerte a una persona inclinada a hacer lo malo (Rom. 7: 24; 8: 1-2), y la capacite para vivir una vida perfecta en armonía con el carácter divino (Rom. 8: 3-4).  Es un milagro que una persona pueda nacer de nuevo (Juan 3: 3-9), que un hombre imperfecto (Rom. 3: 23) pueda ser transformado (Rom. 12: 2) por la gracia de Cristo en tan hombre perfecto (Mat. 5: 48) y se convierta en hijo de Dios (1 Juan 3: 1-3).  El nacimiento virginal, la vida perfecta, la muerte vicaria y la gloriosa resurrección de Jesús son misterios para la mente humana.  La religión cristiana no pide disculpas por los grandes misterios del plan de la salvación, porque el amor redentor de Dios es en sí mismo el mayor de todos los misterios.

La encarnación del Hijo de Dios es el hecho culminante de todos los tiempos, la piedra angular de la fe cristiana.  Pero sin el nacimiento virginal no podría haber verdadera encarnación, y sin la encarnación y el nacimiento virginal la Biblia se convertiría en mera fábula y leyenda, el cristianismo no sería más que un engaño piadoso, y la salvación sería un espejismo decepcionante. Ver Nota Adicional com.  Juan 1.

Concebirá.- Por acción del Espíritu Santo, como también lo dice Lucas (cap. 1: 35). "Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo" (Gál. 4: 4), después de haberle preparado un cuerpo (Heb. 10: 5).

Emanuel.- La transliteración griega del Heb. 'immanu'el quiere decir "con nosotros Dios".  

El Hijo de Dios no sólo vino a vivir entre nosotros, sino a identificarse con la familia humana (Juan 1: 1-3, 14; Rom. 8: 1-4; Fil. 2: 6-8; Heb. 2: 16-17; DTG 14-15; ver Nota Adicional com. Juan 1; com. Juan 1: 1-3, 14). "Emanuel" no era tanto un nombre personal sino un título empleado para describir la misión de Cristo (cf.  Isa. 9: 6-7; 1 Cor. 10: 4).

24. Recibió a su mujer.- Cf. vers. 18, 20. Cuando Dios habló, José actuó sin duda ni demora.  Se ve en este aspecto del carácter de José, más que en cualquier otro, la razón por la cual estaba preparado para ser el protector terrenal de María y de su hijo Jesús. Al llevar a María a su casa, José actuó por fe. Un acontecimiento como el que le había anunciado el ángel no era conocido en los anales de la experiencia humana, pero José creyó que "para Dios todo es posible" (Mat. 19: 26; cf. Gén. 18: 14; Job 42: 2; Jer. 32: 17; Zac. 4: 6; Luc. 1: 37; Rom. 4: 21).

El papel de José fue humilde, pero indispensable, y su pronto cumplimiento de las órdenes del ángel fue de gran importancia, tanto para María como para la opinión pública.

25. No la conoció.- La forma verbal en el griego no concuerda con la tradición católica de que María fue siempre virgen, porque implica que la virginidad de María sólo duró hasta el nacimiento de Jesús.  Por otra parte, la palabra que se traduce como "hasta que" (Gr. héÇs) no es definitiva, ni en favor, ni en contra de la virginidad perpetua.  El significado más natural del vers. 25 es que, aunque María no vivió con José como esposa de él hasta el nacimiento de Jesús, lo hizo posteriormente.  Comparar esto con el uso de la palabra héos en la LXX de Gén. 8: 7. 1 Sam. 15: 35; 2 Sam. 6: 23 y Mat. 5: 26; 12: 20; 18: 30; 22: 44.  

Jesús tenía hermanos y hermanas, pero, al parecer, al menos los hermanos eran mayores que Jesús, y por lo tanto eran hijos de José de un matrimonio anterior (ver com. Mat. 12: 46).  El hecho de que Jesús encomendara a su madre al cuidado de Juan (Juan 19: 29) podría indicar que María no tenía otros hijos.  Por otra parte, bien podría haber tenido hijos que no estaban en condiciones de atenderla o que no hubieran simpatizado ni con ella ni con Jesús (ver com.  Mat. 1: 18).

Su hijo primogénito.- La evidencia textual tiende a confirmar (p. 147) la omisión de la palabra "primogénito".  Sin embargo, esta omisión no afecta en nada la seguridad de que Jesús fue el primogénito de María, porque los mismos manuscritos que aquí omiten la palabra "primogénito" la emplean en Luc. 2: 7.

Entre los judíos con frecuencia se empleaba la palabra "primogénito" con un sentido técnico y legal.  Como resultado de la liberación de los primogénitos de Israel de la plaga egipcia, Dios declaró que todos los varones primogénitos de Israel eran suyos (Exo. 13: 2; Núm. 3: 13).  En el Sinaí la tribu de Leví fue aceptada para servir en el santuario en lugar de los primogénitos de todas las tribus, pero el Señor exigió que todo hijo primogénito fuera redimido (Núm. 3: 45-46).  Literalmente, el primogénito podía también ser un hijo único.

Le puso por nombre Jesús.- Se les ponía nombre en forma oficial a los niños a los ocho días de haber nacido (Luc. 2: 21).  Sin duda, en ese momento Jesús fue anotado como hijo de María y de José (ver com. Mat. 1: 1). 5CBA

COMENTARIOS EGW

21. El Señor de la vida y la gloria no consultó su conveniencia o placer cuando dejó su puesto y elevada jerarquía para venir a ser varón de dolores y experimentado en quebranto, para aceptar la ignominia y la muerte a fin de librar al hombre de las consecuencias de su desobediencia.  Jesús murió, no para salvar al hombre en sus pecados, sino de sus pecados.  El hombre ha de abandonar el error de sus caminos, seguir el ejemplo de Cristo, tomar su cruz y seguirlo, negándose a sí mismo y obedeciendo a Dios a todo costo. 1JT 500

23. "Y SERÁ llamado su nombre Emmanuel; . . . Dios con nosotros." Mat. 1:23. "La luz del conocimiento de la gloria de Dios," se ve "en el rostro de Jesucristo." Desde los días de la eternidad, el Señor Jesucristo era uno con el Padre; era "la imagen de Dios," la imagen de su grandeza y majestad, "el resplandor de su gloria." Vino a nuestro mundo para manifestar esta gloria. Vino a esta tierra obscurecida por el pecado para revelar la luz del amor de Dios, para ser "Dios con nosotros." Por lo tanto, fue profetizado de él: "Y será llamado su nombre Emmanuel." Al venir a morar con nosotros, Jesús iba a revelar a Dios tanto a los hombres como a los ángeles. Él era la Palabra de Dios: el pensamiento de Dios hecho audible. En su oración por sus discípulos, dice: "Yo les he manifestado tu nombre"- "misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en benignidad y verdad, "-"para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos." Pero no sólo para sus hijos nacidos en la tierra fue dada esta revelación.

Nuestro pequeño mundo es un libro de texto para el universo. El maravilloso y misericordioso propósito de Dios, el misterio del amor redentor, es el tema en el cual "desean mirar los ángeles," y será su estudio a través de los siglos sin fin. Tanto los redimidos como los seres que nunca cayeron hallarán en la cruz de Cristo su ciencia y su canción. Se verá que la gloria que resplandece en el rostro de Jesús es la gloria del amor abnegado. A la luz del Calvario, se verá que la ley del renunciamiento por amor es la ley de la vida para la tierra y el cielo; que el amor que "no busca lo suyo" tiene su fuente en el corazón de Dios; y que en el Manso y Humilde se manifiesta el carácter de Aquel que mora en la luz inaccesible al hombre. Al principio, Dios se revelaba en todas las obras de la creación. Fue Cristo quien extendió los cielos y echó los cimientos de la tierra. Fue su mano la que colgó los mundos en el espacio, 12 y modeló las flores del campo. El "asienta las montañas con su fortaleza," "suyo es el mar, pues que él lo hizo." (Salmos 65:6; 95:5 VM).

Fue él quien llenó la tierra de hermosura y el aire con cantos. Y sobre todas las cosas de la tierra, del aire y el cielo, escribió el mensaje del amor del Padre. Aunque el pecado ha estropeado la obra perfecta de Dios, esa escritura permanece. Aun ahora todas las cosas creadas declaran la gloria de su excelencia. Fuera del egoísta corazón humano, no hay nada que viva para sí. No hay ningún pájaro que surca el aire, ningún animal que se mueve en el suelo, que no sirva a alguna otra vida. No hay siquiera una hoja del bosque, ni una humilde brizna de hierba que no tenga su utilidad. Cada árbol, arbusto y hoja emite ese elemento de vida, sin el cual no podrían sostenerse ni el hombre ni los animales; y el hombre y el animal, a su vez, sirven a la vida del árbol y del arbusto y de la hoja. Las flores exhalan fragancia y ostentan su belleza para beneficio del mundo. 

El sol derrama su luz para alegrar mil mundos. El océano, origen de todos nuestros manantiales y fuentes, recibe las corrientes de todas las tierras, pero recibe para dar. Las neblinas que ascienden de su seno, riegan la tierra, para que produzca y florezca. Los ángeles de gloria hallan su gozo en dar, dar amor y cuidado incansable a las almas que están caídas y destituidas de santidad. Los seres celestiales desean ganar el corazón de los hombres; traen a este obscuro mundo luz de los atrios celestiales; por un ministerio amable y paciente, obran sobre el espíritu humano, para poner a los perdidos en una comunión con Cristo aún más íntima que la que ellos mismos pueden conocer. Pero apartándonos de todas las representaciones menores, contemplamos a Dios en Jesús. Mirando a Jesús, vemos que la gloria de nuestro Dios consiste en dar. "Nada hago de mí mismo," dijo Cristo; "me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre." "No busco mi gloria," sino la gloria del que me envió. (Juan 8:28; 6:57; 8:50; 7:18.

*Desde que Jesús vino a morar con nosotros, sabemos que Dios conoce nuestras pruebas y simpatiza con nuestros pesares. Cada hijo e hija de Adán puede comprender que nuestro Creador es el amigo de los pecadores. Porque en toda doctrina de gracia, toda promesa de gozo, todo acto de amor, toda atracción divina presentada en la vida del Salvador en la tierra, vemos a "Dios con nosotros." Satanás representa la divina ley de amor como una ley de egoísmo. Declara que nos es imposible obedecer sus preceptos. Imputa al Creador la caída de nuestros primeros padres, con toda la miseria que ha provocado, e induce a los hombres a considerar a Dios como autor del pecado, del sufrimiento y de la muerte. Jesús había de desenmascarar este engaño. Como uno de nosotros, había de dar un ejemplo de obediencia. Para esto tomó sobre sí nuestra naturaleza, y pasó por nuestras vicisitudes. "Por lo cual convenía que en todo fuese semejado a sus hermanos." 

Si tuviésemos que soportar algo que Jesús no soportó, en este detalle Satanás representaría el poder de Dios como insuficiente para nosotros. Por lo tanto, Jesús fue "tentado 16 en todo punto, así como nosotros."* (Hebreos 2:17; 4:15). Soportó toda prueba a la cual estemos sujetos. Y no ejerció en favor suyo poder alguno que no nos sea ofrecido generosamente. Como hombre, hizo frente a la tentación, y venció en la fuerza que Dios le daba. El dice: "Me complazco en hacer tu voluntad, oh Dios mío, y tu ley está en medio de mi corazón."* (Salmos 40:8). En los siglos venideros," él revelará "la soberana 18 riqueza de su gracia, en su bondad para con nosotros en Jesucristo." "A fin de que . . . sea dado a conocer a las potestades y a las autoridades en las regiones celestiales, la multiforme sabiduría de Dios, de conformidad con el propósito eterno que se había propuesto en Cristo Jesús, Señor nuestro." (Efesios 2:17; 3:10,11).

Por medio de la obra redentora de Cristo, el gobierno de Dios queda justificado. El Omnipotente es dado a conocer como el Dios de amor. Las acusaciones de Satanás quedan refutadas y su carácter desenmascarado. La rebelión no podrá nunca volverse a levantar. El pecado no podrá nunca volver a entrar en el universo. A través de las edades eternas, todos estarán seguros contra la apostasía. Por el sacrificio abnegado del amor, los habitantes de la tierra y del cielo quedarán ligados a su Creador con vínculos de unión indisoluble. La obra de la redención estará completa. Donde el pecado abundó, sobreabundó la gracia de Dios. La tierra misma, el campo que Satanás reclama como suyo, ha de quedar no sólo redimida sino exaltada. Nuestro pequeño mundo, que es bajo la maldición del pecado la única mancha obscura de su gloriosa creación, será honrado por encima de todos los demás mundos en el universo de Dios. Aquí, donde el Hijo de Dios habitó en forma humana; donde el Rey de gloria vivió, sufrió y murió; aquí, cuando renueve todas las cosas, estará el tabernáculo de Dios con los hombres, "morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y el mismo Dios será su Dios con ellos." Y a través de las edades sin fin, mientras los redimidos anden en la luz del Señor, le alabarán por su Don inefable: Emmanuel; "Dios con nosotros." DTG

*"Porque ejemplo os he dado -dijo a los discípulos-, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis".  "Así como yo he guardado los mandamientos de mi padre". *Juan 13:15; 15:10. Así, las palabras de Cristo tuvieron en su vida una ilustración y un apoyo perfectas.  Y más aún, él era 79 lo que enseñaba.  Sus palabras no sólo eran la expresión de la experiencia de su propia vida, sino de su propio carácter.  No sólo enseñó la verdad; él era la verdad.  Eso fue lo que dio poder a su enseñanza.

Cristo reprendía fielmente.  Nunca vivió otro que odiara tanto el mal, ni cuyas acusaciones fuesen tan terribles.  Su misma presencia era un reproche para todo lo falso y lo bajo.  A la luz de su pureza, los hombres velan que eran impuros, y que el propósito de su vida era despreciable y falso.  Sin embargo, él los atraía.  El que había creado al hombre, apreciaba el valor de la humanidad.  Delataba al mal como enemigo de aquellos a quienes trataba de bendecir y salvar.  En todo ser humano, cualquiera fuera el nivel al cual hubiese caído, veía a un hijo de Dios, que podía recobrar el privilegio de su relación divina.

"Porque no envió Dios a su hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él". *Juan 3:17. Al contemplar a los hombres sumidos en el sufrimiento y la degradación, Cristo percibió que, donde sólo se veía desesperación y ruina, había motivos de esperanza.  Dondequiera existiera una sensación de necesidad, él veía una oportunidad de elevación.  Respondía a las almas tentadas, derrotadas, que se sentían perdidas, a punto de perecer, no con acusación, sino con bendición… Ed 78,79

Ministerio Hno. Pio



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