sábado, abril 10, 2021

REFLEXIÓN 638. SEGUNDO, TERCERO, Y CUARTO MENSAJE DE HAGEO (HAGEO 2).

Hageo 2. Éste capítulo comprende los últimos mensajes de Hageo a Zorobabel, El sumo Sacerdote Josué y al pueblo.

EL SEGUNDO MENSAJE DE HAGEO (1-9). A. Consuelo a los que lloraban el templo anterior (1-5). B. La gloria del nuevo templo sobrepasará a la gloria del templo anterior (6-9).

EL TERCER MENSAJE DE HAGEO (10-19). A. No basta un formalismo religioso (10-14). B. El pueblo debe obedecer para recibir las bendiciones de Dios (15-19).

EL CUARTO MENSAJE DE HAGEO (20-23). A. La derrota de las naciones que se oponen a Dios (20-22). B. Una promesa personal a Zorobabel, 2: 23.

En resumen, El profeta anima al pueblo a la obra, prometiéndoles que la gloria del segundo templo sería mayor que la del primero. Porque estaría la presencia visible de Dios. El deseado de toda las naciones: Jesús. 

Y no tendría que haber temor por la falta de recursos, porque Dios es el dueño de la plata y el oro. Solo tienen que esforzarse.

Mediante la combinación de cosas santas e inmundas les señala que sus pecados obstaculizan la obra de construcción. Y finalmente se da la Promesa de Dios a Zorobabel, por su labor en esta empresa divina.

1 En el mes séptimo, a los veintiún días del mes, vino palabra de Jehová por medio del profeta Hageo, diciendo: 2 Habla ahora a Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y a Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, y al resto del pueblo, diciendo: 3 ¿Quién ha quedado entre vosotros que haya visto esta casa en su gloria primera, y cómo la veis ahora? ¿No es ella como nada delante de vuestros ojos? 4 Pues ahora, Zorobabel, esfuérzate, dice Jehová; esfuérzate también, Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote; y cobrad ánimo, pueblo todo de la tierra, dice Jehová, y trabajad; porque yo estoy con vosotros, dice Jehová de los ejércitos 5 Según el pacto que hice con vosotros cuando salasteis de Egipto, así mi Espíritu estará en medio de vosotros, no temáis

6 Porque así dice Jehová de los ejércitos: De aquí a poco yo haré temblar los cielos y la tierra, el mar y la tierra seca 7 y haré temblar a todas las naciones, y vendrá el Deseado de todas las naciones; y llenaré de gloria esta casa, ha dicho Jehová de los ejércitos 8 Mía es la plata, y mío es el oro, dice Jehová de los ejércitos 9 La gloria postrera de esta casa será mayor que la primera, ha dicho Jehová de los ejércitos; y daré paz en este lugar, dice Jehová de los ejércitos.

10 A los veinticuatro días del noveno mes, en el segundo año de Darío, vino palabra de Jehová por medio del profeta Hageo, diciendo: 11 Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Pregunta ahora a los sacerdotes acerca de la ley, diciendo: 12 Si alguno llevare carne santificada en la falda de su ropa, y con el vuelo de ella tocare pan, o vianda, o vino, o aceite, o cualquier otra comida, ¿será santificada?  Y respondieron los sacerdotes y dijeron: No 13 Y dijo Hageo: Si un inmundo a causa de cuerpo muerto tocara alguna cosa de estas, ¿será inmunda?  Y respondieron los sacerdotes, y dijeron: Inmunda será 14 Y respondió Hageo y dijo: Así es este pueblo y esta gente delante de mí, dice Jehová; y asimismo toda obra de sus manos; y todo lo que aquí ofrecen es inmundo

15 Ahora, pues, meditad en vuestro corazón desde este día en adelante, antes que pongan piedra sobre piedra en el templo de Jehová 16 Antes que sucediesen estas cosas, venían al montón de veinte efas, y había diez; venían al lagar para sacar cincuenta cántaros, y había veinte 17 Os herí con viento solano, con tizoncillo y con granizo en toda obra de vuestras manos; mas no os convertisteis a mí, dice Jehová 18 Meditad, pues, en vuestro corazón, desde este día en adelante, desde el día veinticuatro del noveno mes, desde el día que se echó el cimiento del templo de Jehová; meditad, pues, en vuestro corazón 19 ¿No está aún la simiente en el granero?  Ni la vid, ni la higuera, ni el granado, ni el árbol de olivo ha florecido todavía; mas desde este día os bendeciré

20 Vino por segunda vez palabra de Jehová a Hageo, a los veinticuatro días del mismo mes, diciendo: 21 Habla a Zorobabel gobernador de Judá, diciendo: Yo haré temblar los cielos y la tierra; 22 y trastornaré el trono de los reinos, y destruiré la fuerza de los reinos de las naciones; trastornaré los carros y los que en ellos suben, y vendrán abajo los caballos y sus jinetes, cada cual por la espada de su hermano 23 En aquel día, dice Jehová de los ejércitos, te tomaré, oh Zorobabel hijo de Salatiel, siervo mío, dice Jehová, y te pondré como anillo de sellar; porque yo te escogí, dice Jehová de los ejércitos. (Hageo 2).

1. Mes séptimo. Es decir, Tisri, el mes hebreo que comienza en septiembre u octubre (ver t. II, p. 119).

2. Resto. O "remanente". La misma palabra hebrea, sheerith, se usa aquí y en 1:12, 14.

3. ¿Quién ha quedado? Puesto que no se habían completado del todo los 70 años (ver com. cap. 1: 2) desde la destrucción del templo, es muy posible que algunos de los más ancianos allí presentes hubieran visto el templo anterior en su niñez. Algunos comentadores piensan que Hageo mismo tenía bastante edad como para haberlo visto.

La diferencia entre la magnífica "gloria" del templo de Salomón y la decepcionante apariencia de este edificio debe haber provocado profundo dolor en el pueblo, tal como el que experimentaron cuando pusieron los fundamentos 15 años antes (Esd. 3: 11-13).

Nada. Josefo afirma que el segundo templo tenía sólo la mitad de la altura del templo de Salomón y era inferior a él en muchos aspectos (Antigüedades viii. 3. 2; xv. 11. 1). Sin embargo, la principal diferencia no estaba en el tamaño sino en el esplendor de la apariencia y los ricos adornos de oro y piedras preciosas.

4. Esfuérzate. Para mayor énfasis tres veces fueron pronunciadas palabras de aliento (cf. cuatro veces en Jos. 1: 6-7, 9, 18). 

Estoy con vosotros. Ver com. cap. 1:13.

5. Pacto que hice. Jehová había prometido que estaría con su pueblo (Exo. 29: 45).

Salisteis de Egipto. Los hijos de Israel siempre habían considerado su liberación de Egipto como un acontecimiento sobresaliente (ver com. Amós 2: 10).

Espíritu. Dios había asegurado al pueblo que su Espíritu Santo habitaría con él (PR 422).

6. Jehová de los ejércitos. Ver com. Jer. 7: 3.

De aquí a poco. U "otra vez". Para que el pueblo aprendiera a aceptar y apreciar debidamente el segundo templo, Hageo predice que en el futuro su gloria sobrepasaría muchísimo la del templo de Salomón. La expresión yo "haré temblar" recuerda las manifestaciones previas del poder de Dios, incluso quizá la sacudida de la tierra cuando fue dada la ley en el Sinaí (ver com. Sal. 68: 7-8).

7. Todas las naciones. Puesto que el profeta trata del primer advenimiento de nuestro Señor, ésta es probablemente una referencia a la caída de las naciones y los imperios que ocurrió después del tiempo de Hageo (vers. 21-22).

Vendrá. En hebreo este verbo está en plural, mientras que su sujeto, jemdah, está en singular. Algunos traductores han cambiado jemdah, "deseo" -"Deseado" (RVR)- por jamudoth, "cosas deseables" o "tesoros" -"vengan los tesoros" (BJ)-, a fin de que el sujeto pueda concordar con el plural del verbo hebreo. Sin embargo, esto destruye el significado mesiánico de este pasaje, que ya es secular. (Dice la BJ, en nota de pie de página: "La Vulg. ha leído aquí una alusión al Mesías: 'Et veniet Desideratus cuncus gentibus'. De ahí el uso litúrgico de este texto en tiempo de Adviento"). Si es necesario hacer un cambio en el hebreo a fin de que concuerden el sujeto y el predicado, el contexto indicaría que el verbo se haga singular para que concuerde con el sujeto, jemdah.

Deseado. Heb. jemdah, de jamad, "desear". El "Deseado de todas las naciones" vino al segundo templo - edificado por Zorobabel y después reedificado por Herodes el Grande- cuando Cristo enseñaba y curaba en su recinto.

Llenaré . . . esta casa. Esto se cumplió cuando Cristo vino al templo (Mal. 3: 1; Juan 2: 13-16). El templo al cual vino Cristo, con frecuencia ha sido llamado el templo de Herodes (ver com. Luc. 3: 1; Juan 2: 20; CS 25-27). En tiempos posteriores, y aun en nuestros días, por lo general los judíos se refieren al templo de Salomón como al primer templo, y llaman segundo templo al que fue reedificado por Zorobabel hasta su destrucción en 70 a. C.

8. Plata. Dios no pide a los hombres que le den ofrendas porque él necesite dinero, sino para que puedan recibir una bendición al dar y para que desarrollen un carácter semejante al divino (DTG 11-12). "El dar continuamente mata por consunción a la codicia" (3T 548). De los judíos del tiempo de Hageo podemos aprender la lección de que Dios no puede bendecir a los que no le dan lo que se necesita para la obra divina (ver cap. 1: 5-11).

9. Gloria. Debido a la presencia de Cristo, la "gloria" del segundo templo (ver com. vers. 7) fue mayor que la del anterior. El segundo templo fue honrado por la presencia viviente de Aquel en quien "habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad" (Col. 2: 9). En cuanto al propósito de Dios para los judíos después de que volvieron del cautiverio, ver las pp. 29-32.

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Paz. La presencia del "Príncipe de Paz" traería a la humanidad todas las bendiciones propias de la paz (ver com. Jer. 6: 14). El anuncio del nacimiento de Jesús, hecho por la hueste angelical a los pastores de Belén, fue un mensaje de paz: "¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!" (Luc. 2: 14).

10. Noveno mes. Quisleu, el mes hebreo que comienza en noviembre o diciembre (ver t. II p. 119). El 24 de este mes sería aproximadamente el 18 de diciembre de 520 a. C. (ver t. III, p. 102).

11. Jehová de los ejércitos. Ver com. Jer. 7: 3.

Pregunta. Era un deber específico de los sacerdotes enseñar al pueblo todos los requerimientos de Dios (ver com. 2 Crón. 15: 3). Por lo tanto, una respuesta de los sacerdotes sería considerada autorizada.

12. Carne santificada. Es decir la carne de ciertos animales sacrificados (ver com. Lev. 6: 25).

No. Lo que tocaba la "carne santificada" debía ser santo (Lev. 6: 27), pero la vestimenta del que llevaba la carne santificada no podía comunicar su santidad a otra cosa.

13. Inmundo. Tocar un cadáver provocaba una grave contaminación ceremonial (Núm. 19:11). Todo lo que era tocado por la persona contaminada se volvía inmundo.

14. Así es este pueblo. Aquí el profeta da la interpretación de los vers. 11-13. No sólo los repatriados mismos, sino también todo aquello sobre lo cual ponían las manos, atraía la maldición divina en lugar de la bendición. Su contaminación provenía de su desobediencia al no edificar la casa del Señor. Este mensaje es un categórico reproche por la conducta anterior del pueblo.

Ofrecen. Sin duda esto se refiere al altar que los repatriados habían construido cuando primero volvieron (Esd. 3: 2). De acuerdo con la analogía de Hag. 2: 12, es evidente que el altar santo no santificaba -y no podía hacerlo- las profanas acciones de los adoradores.

15. Desde este día. Es decir, desde el tiempo mencionado en los vers. 10, 18.

En adelante. Es evidente que Hageo deseaba que el pueblo "meditara" en lo que sucedería teniendo el antecedente de lo que había sucedido "antes".

Antes que pongan piedra. Literalmente: "Antes de poner piedra". Quizá sea una referencia a la edificación del edificio principal y no a la colocación de los fundamentos del templo.

16. Montón. Los "montones" eran de cereales, que después de haber sido trillados daban sólo la mitad de lo que esperaba la gente. Esa disminución de la cosecha representaba el castigo de Dios sobre el pueblo debido a su negligencia. Lagar. Heb. yéqeb, dispositivo para exprimir vino o aceite. Generalmente consistía en dos cavidades hechas en la piedra o en el suelo, una superior, en la que se apretaban las uvas o aceitunas, comunicada por un canal con la de más abajo donde se juntaba el vino o el aceite. Cántaros. Posiblemente el profeta pensaba en la cantidad de aceite o de vino que entraba en una de las medidas para líquido comunes entre los hebreos, como el "bato" (ver t. I, pp. 175-176).

17. Herí. Dios mismo castigó a su pueblo (ver com. Deut. 28: 22; Amós 4: 9). El "viento solano" y el "tizoncillo" arruinaron los cereales; el "granizo" destruyó las vides (cf. Sal. 78: 47).

18. Meditad, pues. En hebreo, este versículo está correctamente dividido en dos partes, desde el punto de vista gramatical. En la primera, el profeta exhorta al pueblo a que medite en lo que sucedería de aquel día en adelante. En la segunda, les pide que mediten desde el día en que pusieron el fundamento del templo y de allí en adelante. La mayoría de los comentadores concuerdan en que estos dos "días" son uno y el mismo.

19. Simiente. En otras palabras: "¿Está todavía en el 'granero' vuestra 'simiente' de cereales [cf. Job 39: 12] que habéis reservado para sembrarla el año próximo, o ya la habéis comido por la escasez de alimento debida a la sequía?"

Ni ... ni ... ni. Aunque no había señales de crecimiento o germinación que permitieran predecir la cosecha, Hageo anuncia abundancia (cf. Deut. 28: 2-3).

Ni ... ha florecido todavía. Parece evidente que la sequía (Hag. 1: 9-10) todavía prevalecía cuando fue dado el mensaje. Normalmente la estación lluviosa habría comenzado uno o dos meses antes (ver t. II, p. 113). Este día. El día de su obediencia.

20. Segunda vez. El libro termina con una promesa de restauración para la casa de David bajo el liderazgo de Zorobabel (vers. 21-23).

Veinticuatro días. Ver com. vers. 10. Aunque no se indica el mes, es razonable suponer que es el mismo mes cuando el profeta dio el mensaje inmediatamente anterior. Por lo general se cree que este mensaje fue dado en el mismo día del mensaje de los vers. 10-19.

21. Temblar. Ver com. vers. 6-7.

22. Trastornaré. El Señor se presenta ejerciendo su autoridad sobre todas las naciones de la tierra que se levanten para oponerse a los propósitos divinos.

23. Anillo de sellar. Considerado como un objeto de gran importancia, autoridad y valor (ver com. Jer. 22: 24). Estas maravillosas promesas para Zorobabel debieran alentar a todos los hijos de Dios. "Dios no permitirá que uno de sus fieles obreros quede solo para luchar con grandes desventajas y sea vencido. El preserva, como una joya preciosa, a cada uno cuya vida está escondida con Cristo en Dios. De cada uno de ellos dice: 'Te pondré como anillo de sellar; porque yo te escogí' " (7T 67).

Jehová de los ejércitos. Ver com. Jer. 7: 3. Estas palabras de promesa son pronunciadas por el Comandante de los ejércitos del universo, lo que asegura que esas promesas se cumplirán. (4CBA)

COMENTARIOS DE (EGW).

3. ¿Quién ha quedado entre vosotros que haya visto esta casa en su gloria primera, y cómo la veis ahora? ¿No es ella como nada delante de vuestros ojos?

Dirigiendo Jesús sus miradas hasta la última generación vio al mundo envuelto en un engaño semejante al que causó la destrucción de Jerusalén. El gran pecado de los judíos consistió en que rechazaron a Cristo; el gran pecado del mundo cristiano iba a consistir en que rechazaría la ley de Dios, que es el fundamento de su gobierno en el cielo y en la tierra. Los preceptos del Señor iban a ser menospreciados y anulados. Millones de almas sujetas al pecado, esclavas de Satanás, condenadas a sufrir la segunda muerte, se negarían a escuchar las palabras de verdad en el día de su visitación. ¡Terrible ceguedad, extraña infatuación!

Dos días antes de la Pascua, cuando Cristo se había despedido ya del templo por última vez, después de haber denunciado públicamente la hipocresía de los príncipes de Israel, volvió al monte de los Olivos, acompañado de sus discípulos y se sentó entre ellos en una ladera cubierta de blando césped, dominando con la vista la ciudad. Una vez más contempló sus muros, torres y palacios. Una vez más miró el templo que en su deslumbrante esplendor parecía una diadema de hermosura que coronara al sagrado monte.

Mil años antes el salmista había magnificado la bondad de Dios hacia Israel porque había escogido aquel templo como su morada. "En Salem está su tabernáculo, y su habitación 26 en Sión." "Escogió la tribu de Judá, el monte de Sión, al cual amó. Y edificó su santuario a manera de eminencia." (Salmos 76: 2; 78: 68, 69.) El primer templo había sido erigido durante la época de mayor prosperidad en la historia de Israel. Vastos almacenes fueron construidos para contener los tesoros que con dicho propósito acumulara el rey David, y los planos para la edificación del templo fueron hechos por inspiración divina. (1 Crónicas 28: 12, 19.) Salomón, el más sabio de los monarcas de Israel, completó la obra. Este templo resultó ser el edificio más soberbio que este mundo haya visto. No obstante, el Señor declaró por boca del profeta Aggeo, refiriéndose al segundo templo: "Mayor será la gloria postrera de esta Casa que la gloria anterior." "Sacudiré todas las naciones, y vendrá el Deseado de todas las naciones; y llenaré esta Casa de gloria, dice Jehová de los Ejércitos." (Aggeo 2: 9, 7, V.M.)

Después de su destrucción por Nabucodonosor, el templo fue reconstruído unos cinco siglos antes del nacimiento de Cristo por un pueblo que tras largo cautiverio había vuelto a su país asolado y casi desierto. Había entonces en Israel algunos hombres muy ancianos que habían visto la gloria del templo de Salomón y que lloraban al ver el templo nuevo que parecía tan inferior al anterior. El sentimiento que dominaba entre el pueblo nos es fielmente descrito por el profeta cuando dice: "¿Quién ha quedado entre vosotros que haya visto esta casa en su primera gloria, y cual ahora la veis? ¿No es ella como nada delante de vuestros ojos?" (Aggeo 2: 3; Esdras 3: 12.)

Entonces fue dada la promesa de que la gloria del segundo templo sería mayor que la del primero.  Pero el segundo templo no igualó al primero en magnificencia ni fue santificado por las señales visibles de la presencia divina con que lo fuera el templo de Salomón, ni hubo tampoco manifestaciones de poder sobrenatural que dieran realce a su dedicación. Ninguna nube de gloria cubrió al santuario que acababa de ser erigido; no hubo fuego que descendiera del cielo para consumir el sacrificio sobre el altar. La 27 manifestación divina no se encontraba ya entre los querubines en el lugar santísimo; ya no estaban allí el arca del testimonio, ni el propiciatorio, ni las tablas de la ley. Ninguna voz del cielo se dejaba oír para revelar la voluntad del Señor al sacerdote que preguntaba por ella.

Durante varios siglos los judíos se habían esforzado para probar cómo y dónde se había cumplido la promesa que Dios había dado por Aggeo. Pero el orgullo y la incredulidad habían cegado su mente de tal modo que no comprendían el verdadero significado de las palabras del profeta. Al segundo templo no le fue conferido el honor de ser cubierto con la nube de la gloria de Jehová, pero sí fue honrado con la presencia de Uno en quien habitaba corporalmente la plenitud de la Divinidad, de Uno que era Dios mismo manifestado en carne. Cuando el Nazareno enseñó y realizó curaciones en los atrios sagrados se cumplió la profecía gloriosa: él era el "Deseado de todas las naciones" que entraba en su templo. Por la presencia de Cristo, y sólo por ella, la gloria del segundo templo superó la del primero; pero Israel tuvo en poco al anunciado don del cielo; y con el humilde Maestro que salió aquel día por la puerta de oro, la gloria había abandonado el templo para siempre. Así se cumplieron las palabras del Señor, que dijo: "He aquí vuestra casa os es dejada desierta." (S. Mateo 23: 38.). CS 25-27.

4. Pues ahora, Zorobabel, esfuérzate, dice Jehová; esfuérzate también, Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote; y cobrad ánimo, pueblo todo de la tierra, dice Jehová, y trabajad; porque yo estoy con vosotros, dice Jehová de los ejércitos. En menos de un mes después que se reanudara el trabajo en el templo, los constructores recibieron otro mensaje alentador. El Señor mismo envió estas instancias por su profeta: "Pues ahora, Zorobabel, esfuérzate, dice Jehová; esfuérzate también Josué, . . . y cobra ánimo, pueblo todo de la tierra, dice Jehová, y obrad: porque yo soy con vosotros, dice Jehová de los ejércitos." (Hag. 2: 4.)

A Israel acampado al pie del Sinaí el Señor había declarado: "Habitaré entre los hijos de Israel, y seré su Dios. Y conocerán que yo soy Jehová su Dios, que los saqué de la tierra de Egipto, para habitar en medio de ellos: Yo Jehová su Dios." (Exo. 29: 45, 46.) Y ahora, a pesar de que repetidas veces "fueron rebeldes, e hicieron enojar su espíritu santo" (Isa. 63: 10), el Señor les extendió una vez más la mano para salvarlos, mediante los mensajes de su profeta. En reconocimiento de la cooperación que daban a su propósito, les renovó su pacto y promesa de que su Espíritu habitaría entre ellos, y les recomendó: "No temáis."

Hoy también el Señor declara a sus hijos: "Esfuérzate, . . . y obrad: porque yo soy con vosotros." El creyente tiene siempre en el Señor a un poderoso auxiliador. Tal vez no sepamos cómo nos ayuda; pero esto sabemos: Nunca falta su ayuda para aquellos que ponen su confianza en él. Si los cristianos pudieran saber cuántas veces el Señor ordenó su camino, para que los propósitos del enemigo acerca de ellos no se cumplieran, no seguirían tropezando y quejándose. Su fe se estabilizaría en Dios, y ninguna prueba podría moverlos. Le reconocerían como su sabiduría y eficiencia, y él haría que se cumpliese lo que él desea obrar por su medio.

Las fervientes súplicas y palabras de aliento dadas por medio de Ageo fueron recalcadas y ampliadas por Zacarías, a quien Dios suscitó al lado de aquél para que también instara a Israel a cumplir la orden de levantarse y edificar. El primer 423 mensaje de Zacarías expresó la seguridad de que nunca deja de cumplirse la palabra de Dios, y prometió bendiciones a aquellos que escuchasen la segura palabra profética.

Aunque sus campos estaban incultos y sus escasas provisiones se agotaban rápidamente, a pesar de que estaban rodeados por pueblos hostiles, los israelitas avanzaron por la fe, en respuesta al llamamiento de los mensajeros de Dios, y trabajaron diligentemente para reedificar el templo en ruinas. Era un trabajo que requería una firme confianza en Dios. Mientras el pueblo procuraba hacer su parte y obtener una renovación de la gracia de Dios en su corazón y en su vida, le fue dado un mensaje tras otro por medio de Ageo y Zacarías, para asegurarle que su fe tendría rica recompensa y que las palabras de Dios acerca de la gloria futura del templo cuyos muros se estaban levantando no dejarían de cumplirse. En ese mismo edificio se vería, vencido el plazo, al Deseado de todas las gentes como Maestro y Salvador de la humanidad.

No se dejó por tanto a los constructores luchar solos; estaban "con ellos los profetas de Dios que les ayudaban"(Esd. 5: 2); y el mismo Jehová de los ejércitos había dicho: "Esfuérzate, . . . y obrad: porque yo soy con vosotros." (Hag. 2: 4.)

El sentido arrepentimiento y la resolución de avanzar por la fe atrajeron la promesa de prosperidad temporal. El Señor declaró: "Mas desde aqueste día daré bendición." (Vers. 19.)

Fue dado un mensaje preciosísimo a Zorobabel, su conductor, que había sido muy probado durante todos los años que habían transcurrido desde el regreso de Babilonia. Declaró el Señor que llegaba el día cuando todos los enemigos de su pueblo escogido serían derribados. "En aquel día, dice Jehová de los ejércitos, te tomaré, oh Zorobabel, hijo de Sealtiel, siervo mío, . . . y ponerte he como anillo de sellar: porque yo te escogí." (Vers. 23.) Ya podía el gobernador de Israel ver el significado de la providencia que le había hecho pasar por desalientos y perplejidades; podía discernir en todo ello el propósito de Dios. 424

Este mensaje personal dirigido a Zorobabel fue registrado para alentar a los hijos de Dios en toda época. Al enviar pruebas a sus hijos, Dios tiene un propósito. Nunca los conduce por otro camino que el que eligirían si pudiesen ver el fin desde el principio y discernir la gloria del propósito que están cumpliendo. Todo lo que les impone como prueba tiene por fin fortalecerlos para obrar y sufrir para él. PR 422-424

7. Y haré temblar a todas las naciones, y vendrá el Deseado de todas las naciones; y llenaré de gloria esta casa, ha dicho Jehová de los ejércitos. Salomón, el más sabio de los monarcas de Israel, completó la obra. Este templo resultó ser el edificio más soberbio que este mundo haya visto. No obstante, el Señor declaró por boca del profeta Aggeo, refiriéndose al segundo templo: "Mayor será la gloria postrera de esta Casa que la gloria anterior." "Sacudiré todas las naciones, y vendrá el Deseado de todas las naciones; y llenaré esta Casa de gloria, dice Jehová de los Ejércitos." (Aggeo 2: 9, 7, V.M.)

Después de su destrucción por Nabucodonosor, el templo fue reconstruído unos cinco siglos antes del nacimiento de Cristo por un pueblo que tras largo cautiverio había vuelto a su país asolado y casi desierto. Había entonces en Israel algunos hombres muy ancianos que habían visto la gloria del templo de Salomón y que lloraban al ver el templo nuevo que parecía tan inferior al anterior. El sentimiento que dominaba entre el pueblo nos es fielmente descrito por el profeta cuando dice: "¿Quién ha quedado entre vosotros que haya visto esta casa en su primera gloria, y cual ahora la veis? ¿No es ella como nada delante de vuestros ojos?" (Aggeo 2: 3; Esdras 3: 12.)

Entonces fue dada la promesa de que la gloria del segundo templo sería mayor que la del primero.  Pero el segundo templo no igualó al primero en magnificencia ni fue santificado por las señales visibles de la presencia divina con que lo fuera el templo de Salomón, ni hubo tampoco manifestaciones de poder sobrenatural que dieran realce a su dedicación. Ninguna nube de gloria cubrió al santuario que acababa de ser erigido; no hubo fuego que descendiera del cielo para consumir el sacrificio sobre el altar. La 27 manifestación divina no se encontraba ya entre los querubines en el lugar santísimo; ya no estaban allí el arca del testimonio, ni el propiciatorio, ni las tablas de la ley. Ninguna voz del cielo se dejaba oír para revelar la voluntad del Señor al sacerdote que preguntaba por ella.

Durante varios siglos los judíos se habían esforzado para probar cómo y dónde se había cumplido la promesa que Dios había dado por Aggeo. Pero el orgullo y la incredulidad habían cegado su mente de tal modo que no comprendían el verdadero significado de las palabras del profeta. CS 26-27

* Una vez establecido el servicio del tabernáculo, el Señor eligió a la tribu de Leví en lugar de los primogénitos de todo Israel, para que sirviese en su santuario. Pero debía seguir considerándose a los primogénitos como propiedad del Señor, y debían ser redimidos por rescate. Así que la ley de presentar a los primogénitos era muy significativa. Al par que conmemoraba el maravilloso libramiento de los hijos de Israel por el Señor, prefiguraba una liberación mayor que realizaría el unigénito Hijo de Dios. Así como la sangre rociada sobre los dinteles había salvado a los primogénitos de Israel, tiene la sangre de Cristo poder para salvar al mundo. ¡Cuánto significado tenía, pues, la presentación de Cristo! Mas el sacerdote no vio a través del velo; no leyó el misterio que encubría. La presentación de los niños era escena común. 

Día tras día, el sacerdote recibía el precio del rescate al ser presentados los niños a Jehová. Día tras día cumplía con la rutina de su trabajo, casi sin prestar atención a padres o niños, a menos que notase algún indicio de riqueza o de alta posición social en los padres. José y María eran pobres; y cuando 36 vinieron con el niño, el sacerdote no vio sino a un hombre y una mujer vestidos como los galileos, y con las ropas más humildes. No había en su aspecto nada que atrajese la atención, y presentaban tan sólo la ofrenda de las clases más pobres. El sacerdote cumplió la ceremonia oficial. Tomó al niño en sus brazos, y le sostuvo delante del altar. 

Después de devolverlo a su madre, inscribió el nombre "Jesús" en el rollo de los primogénitos. No sospechó, al tener al niñito en sus brazos, que se trataba de la Majestad del Cielo, el Rey de Gloria. No pensó que ese niño era Aquel de quien Moisés escribiera: "El Señor vuestro Dios os levantará profeta de vuestros hermanos, como yo; a él oiréis en todas las cosas que os hablare."(Hechos 3:22). No pensó que ese niño era Aquel cuya gloria Moisés había pedido ver. Pero el que estaba en los brazos del sacerdote era mayor que Moisés; y cuando dicho sacerdote registró el nombre del niño, registró el nombre del que era el fundamento de toda la economía judaica. Este nombre había de ser su sentencia de muerte; pues el sistema de sacrificios y ofrendas envejecía; el tipo había llegado casi a su prototipo, la sombra a su substancia. 

La presencia visible de Dios se había apartado del santuario, mas en el niño de Belén estaba velada la gloria ante la cual los ángeles se postran. Este niño inconsciente era la Simiente prometida, señalada por el primer altar erigido ante la puerta del Edén. Era Shiloh, el pacificador. Era Aquel que se presentara a Moisés como el YO SOY. Era Aquel que, en la columna de nube y de fuego, había guiado a Israel. Era Aquel, que de antiguo predijeran los videntes. Era el Deseado de todas las gentes, la Raíz, la Posteridad de David, la brillante Estrella de la Mañana. 

El nombre de aquel niñito impotente, inscrito en el registro de Israel como Hermano nuestro, era la esperanza de la humanidad caída. El niño por quien se pagara el rescate era Aquel que había de pagar la redención de los pecados del mundo entero. Era el verdadero "gran sacerdote sobre la casa de Dios," la cabeza de "un sacerdocio inmutable," el intercesor "a la diestra de la Majestad en las alturas." (Hebreos 10:21; 7:24; 1:3).

Las cosas espirituales se disciernen espiritualmente. En el templo, el Hijo de Dios fue dedicado a la obra que había venido a hacer. El sacerdote le miró como a cualquier otro niño. Pero aunque él no vio ni sintió nada insólito, el acto de 37 Dios al dar a su Hijo al mundo no pasó inadvertido. Esta ocasión no pasó sin algún reconocimiento del Cristo. "Había un hombre en Jerusalem, llamado Simeón, y este hombre, justo y pío, esperaba la consolación de Israel: y el Espíritu Santo era sobre él. Y había recibido respuesta del Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Cristo del Señor."

Al entrar Simeón en el templo, vio a una familia que presentaba su primogénito al sacerdote. Su aspecto indicaba pobreza; pero Simeón comprendió las advertencias del Espíritu, y tuvo la profunda impresión de que el niño presentado al Señor era la Consolación de Israel, Aquel a quien tanto había deseado ver. Para el sacerdote asombrado, Simeón era un hombre arrobado en éxtasis. El niño había sido devuelto a María, y él lo tomó en sus brazos y lo presentó a Dios, mientras que inundaba su alma un gozo que nunca sintió antes. Mientras elevaba al Niño Salvador hacia el cielo, exclamó: "Ahora despides, Señor, a tu siervo, conforme a tu palabra, en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la cual has aparejado en presencia de todos los pueblos; luz para ser revelada a los Gentiles, y la gloria de tu pueblo Israel." 

El espíritu de profecía estaba sobre este hombre de Dios, y mientras que José y María permanecían allí, admirados de sus palabras, los bendijo, y dijo a María: "He aquí, éste es puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel; y para señal a la que será contradicho [blanco de contradicción, V. M.]; y una espada traspasará tu alma de ti misma, para que sean manifestados los pensamientos de muchos corazones." También Ana la profetisa vino y confirmó el testimonio de Simeón acerca de Cristo. Mientras hablaba Simeón, el rostro de ella se iluminó con la gloria de Dios, y expresó su sentido agradecimiento por habérsele permitido contemplar a Cristo el Señor. Estos humildes adoradores no habían estudiado las profecías en vano. 

Pero los que ocupaban los puestos de gobernantes y sacerdotes en Israel, aunque habían tenido delante de sí los preciosos oráculos proféticos, no andaban en el camino del Señor, y sus ojos no estaban abiertos para contemplar la Luz de la vida. 38 Así sucede todavía. Pasan inadvertidos para los dirigentes religiosos y para los que adoran en la casa de Dios, acontecimientos en los cuales se concentra la atención de todo el cielo. Los hombres reconocen a Cristo en la historia mientras se apartan del Cristo viviente. El Cristo que en su Palabra invita a la abnegación, el que está en los pobres y dolientes que suplican ayuda, en la causa justa que entraña pobreza, trabajos y oprobio, no es recibido más ávidamente hoy que hace mil ochocientos años. DTG 35-38

* Jesús no contestó inmediatamente la pregunta respecto de sí mismo, sino que con solemne seriedad dijo: "Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, para siempre no tendrá sed: más el agua que yo le daré, será en él una fuente de agua que salte para vida eterna." El que trate de aplacar su sed en las fuentes de este mundo, bebe tan sólo para tener sed otra vez. Por todas partes, hay hombres que no están satisfechos. Anhelan algo que supla la necesidad del alma. Un solo Ser puede satisfacer esta necesidad. Lo que el mundo necesita, "el Deseado de todas las gentes," es Cristo. 

La gracia divina, que él solo puede impartir, es como agua viva que purifica, refrigera y vigoriza al alma. Jesús no quiso dar a entender que un solo sorbo del agua de vida bastaba para el que la recibiera. El que prueba el amor de Cristo, lo deseará en mayor medida de continuo; pero no buscará otra cosa. Las riquezas, los honores y los placeres del mundos no le atraen más. El constante clamor de su corazón es: "Más de ti." Y el que revela al alma su necesidad, aguarda para satisfacer su hambre y sed. Todo recurso en que confíen los seres humanos, fracasará. Las cisternas se vaciarán, los estanques se secarán; pero nuestro Redentor es el manantial inagotable. 

Podemos beber y volver a beber, y siempre hallar una provisión de agua fresca. Aquel en quien Cristo mora, tiene en sí la fuente de bendición, "una fuente de agua que salte para vida eterna." De este manantial puede sacar fuerza y gracia suficientes para todas sus necesidades. Mientras Jesús hablaba del agua viva, la mujer lo miró con atención maravillada. Había despertado su interés, y un deseo del don del cual hablaba. Se percató de que no se refería al agua del pozo de Jacob; porque de ésta bebía de continuo y volvía a tener sed. "Señor --dijo,-- dame esta agua, para que no tenga sed, ni venga acá a sacarla." Jesús desvió entonces bruscamente la conversación. 

Antes que esa alma pudiese recibir el don que él anhelaba concederle, debía ser inducida a reconocer su pecado y su Salvador. "Jesús le dice: Ve, llama a tu marido, y ven acá." Ella contestó: "No 158 tengo marido." Esperaba así evitar toda pregunta en ese sentido. Pero el Salvador continuó: "Bien has dicho, No tengo marido; porque cinco maridos has tenido: y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad." La interlocutora de Jesús tembló. Una mano misteriosa estaba hojeando las páginas de la historia de su vida, sacando a luz lo que ella había esperado mantener para siempre oculto. 

¿Quién era éste que podía leer los secretos de su vida? Se puso a pensar en la eternidad, en el juicio futuro, en el cual todo lo que es ahora oculto será revelado. En su luz, su conciencia despertó. No podía negar nada; pero trató de eludir toda mención de un tema tan ingrato. Con profunda reverencia, dijo: "Señor, paréceme que tú eres profeta." Luego, esperando acallar la convicción, mencionó puntos de controversia religiosa. Si él era profeta, seguramente podría instruirla acerca de estos asuntos en disputa desde hacía tanto tiempo. Con paciencia Jesús le permitió llevar la conversación adonde ella quiso. 

Mientras tanto, aguardaba la oportunidad de volver a hacer penetrar la verdad en su corazón. "Nuestros padres adoraron en este monte --dijo ella,-- y vosotros decís que en Jerusalem es el lugar donde es necesario adorar." A la vista estaba el monte Gerizim. Su templo estaba derribado y sólo quedaba el altar. El lugar del culto había sido tema de discusión entre judíos y samaritanos. Algunos de los antepasados de estos últimos habían pertenecido a Israel; pero por causa de sus pecados, el Señor había permitido que fuesen vencidos por una nación idólatra. 

Durante muchas generaciones, se habían mezclado con idólatras, cuya religión había contaminado gradualmente la suya. Es cierto que sostenían que sus ídolos tenían como único objeto hacerles acordar del Dios viviente, el Gobernante del universo; no obstante, el pueblo había sido inducido a reverenciar sus imágenes esculpidas. Cuando el templo de Jerusalén fue reconstruido en los días de Esdras, los samaritanos quisieron contribuir a su erección juntamente con los judíos. Este privilegio les fue negado, y esto suscitó una amarga animosidad entre los dos pueblos. Los samaritanos edificaron un templo rival sobre el monte Gerizim. 

Allí adoraban de acuerdo con el ritual mosaico, aunque 159 no renunciaron completamente a la idolatría. Pero los azotaron desastres, su templo fue destruido por sus enemigos, y parecían hallarse bajo una maldición; a pesar de lo cual se aferraron todavía a sus tradiciones y a sus formas de culto. No querían reconocer el templo de Jerusalén como casa de Dios, ni admiran que la religión de los judíos fuese superior a la suya. En respuesta a lo que mencionara la mujer, Jesús dijo: "Mujer, créeme, que la hora viene, cuando ni en este monte, ni en Jerusalem adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos: porque la salud viene de los judíos." 

Jesús había demostrado que él no participaba de los prejuicios judíos contra los samaritanos. Ahora se esforzó en destruir el prejuicio de esa samaritana contra los judíos. Al par que se refería al hecho de que la fe de los samaritanos estaba corrompida por la idolatría, declaró que las grandes verdades de la redención habían sido confiadas a los judíos y que de entre ellos había de aparecer el Mesías. En las Sagradas Escrituras, tenían una clara presentación del carácter de Dios y de los principios de su gobierno. Jesús se clasificó con los judíos como el pueblo al cual Dios se había dado a conocer.

El deseaba elevar los pensamientos de su oyente por encima de cuanto se refería a formas, ceremonias y cuestiones controvertidas. "La hora viene --dijo él,-- y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren." Aquí se declara la misma verdad que Jesús había revelado a Nicodemo cuando dijo: "A menos que el hombre naciere de lo alto, no puede ver el reino de Dios." (Juan 3:3 VM).

Los hombres no se ponen en comunión con el cielo visitando una montaña santa o un templo sagrado. La religión no ha de limitarse a las formas o ceremonias externas. La religión que proviene de Dios es la única que conducirá a Dios. A fin de servirle debidamente, debemos nacer del Espíritu divino. Esto purificará el corazón y renovará la mente, dándonos una nueva capacidad para conocer y amar a Dios. Nos inspirará una obediencia voluntaria a todos sus requerimientos. Tal es el verdadero culto. DTG 157-159

https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/dtg-capitulo-19-junto-al-pozo-de-jacob.html

8. Mía es la plata, y mío es el oro, dice Jehová de los ejércitos. DIOS ALLANARÁ EL CAMINO. Los tiempos se hacen más duros, y el dinero es difícil de obtener; pero Dios nos dará ocasión de alcanzar fuentes para nuestro propio pueblo.  No puedo ver cómo alguien se oponga a la recepción de donativos de parte de aquellos que no son de nuestra fe.  Sólo pueden ellos hacer esto asumiendo puntos de vista extremos, y creando problemas donde no están autorizados a hacerlo.  Este es el mundo de Dios, y si Dios puede guiar a los agentes humanos, de tal manera que la tierra que ha estado en poder del enemigo nos sea transferida para que el mensaje sea proclamado en regiones lejanas, ¿bloquearán los hombres el camino con sus nociones estrechas?  Tal tipo de espíritu concienzudo es cualquier cosa menos saludable.  El Espíritu Santo nos induce a los hombres a seguir una conducta tal.-TM 212.

UN MEDIO DE CONVERSIÓN. ¿Por qué no pedir la ayuda de los gentiles? He recibido instrucción según la cual en el mundo hay hombres y mujeres de corazones comprensivos, quienes serán movidos a compasión cuando se les presenten las necesidades de la humanidad sufriente...

En el mundo hay hombres que darán sus recursos para la edificación de escuelas y sanatorios.  Este asunto me ha sido presentado en esta luz.  Nuestra obra debe ser agresiva.  El dinero pertenece al Señor y si se entrevista a los ricos en forma debida el Señor conmoverá sus corazones y los impresionará para que den de sus recursos.  El dinero de Dios está en las manos de esas personas y algunas de ellas responderán al pedido de ayuda.

Considerad esto y haced todo lo que sea posible para 197 conseguir donativos.  No debemos pensar que no sea correcto pedir recursos a los hombres mundanos, porque eso es precisamente lo que debe hacerse.  Este plan me fue presentado como un medio de entrar en contacto con los ricos del mundo.  En esta forma no pocos se interesaran, oirán y creerán la verdad para este tiempo.-Stewardship Series, No. 1, págs. 15, 16. CMC 196-197

* Nuestro dinero debería ser empleado para promover el reino de Dios, para despertar a los que están muertos en sus faltas y pecados y para hablar a los pecadores acerca 236 del bálsamo sanador del amor del Salvador.  Pero con demasiada frecuencia se emplea el dinero para la glorificación del yo.  En vez de constituir el medio para llevar a las almas al conocimiento de Dios y de Cristo, provocando en esta forma alabanza y gratitud al Dador de todo bien, las posesiones terrenales han sido el medio para eclipsar la gloria de Dios y oscurecer la vista del cielo.  Mediante el uso equivocado del dinero el mundo se ha llenado de prácticas impías. La puerta de la mente ha sido cerrada contra el Redentor.

Dios declara:  "Tu plata y tu oro son míos" (1 Rey. 20: 3).  El mantiene una estricta cuenta con cada hijo e hija de Adán a fin de saber en qué formas utilizan sus recursos. Los mundanos podrán decir:  "Pero yo no soy cristiano.  No profeso servir a Dios".  ¿Pero los hace esto menos culpables por enterrar sus medios y recursos económicos en empresas mundanales, a fin de promover sus intereses egoístas?

Hablo a los que no conocen a Dios, que lleguen a leer estas líneas, porque en su providencia pueden ser llevadas a su atención.  ¿Qué estáis haciendo con los bienes de vuestro Señor?  ¿Qué estáis haciendo con las facultades físicas y mentales que él os ha dado? ¿Podéis por vosotros mismos mantener en movimiento la maquinaria humana?  Si Dios pronunciara una sola palabra para indicar que debéis morir, de inmediato caeríais en el reposo de la muerte. Día a día, hora a hora, minuto a minuto, Dios obra mediante su poder infinito para manteneros vivos. Él es quien proporciona el aliento que mantiene la vida en vuestro cuerpo. Si Dios descuidara al hombre así como éste descuida a Dios, ¿qué ocurriría con la humanidad?

El gran Médico misionero se interesa en la obra de sus manos. Presenta a los hombres el peligro que hay en cerrar la puerta del corazón contra el Salvador, diciéndoles:  "Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿ por qué moriréis?" (Eze. 33: 11).-RH, mayo 23, 1907. CMC 236

HAp 414; 1JT 468, 553; 3JT 403; MB 293-295; MC 401; PP 564; SC 210; 2T 652; 3T 549; 4T 458; 6T 102; TM 176, 199

16. Antes que sucediesen estas cosas, venían al montón de veinte efas, y había diez; venían al lagar para sacar cincuenta cántaros, y había veinte. A cada hombre se le confiere "su obra"*Mar. 13:34, la obra para la cual lo capacitan sus aptitudes, la que dará como resultado la mayor suma de bien para sí mismo y sus semejantes, y la mayor honra para Dios.

De modo que nuestro negocio a vocación forma parte del gran plan de Dios y, mientras se lleve a cabo de acuerdo con su voluntad, él se responsabilizará de los resultados. Como "colaboradores de Dios"*1Cor. 3:9, la parte que nos toca es obedecer fielmente sus instrucciones. No hay, por lo tanto, lugar para la preocupación y la ansiedad. Se requieren diligencia, fidelidad, cuidado, economía y discreción. Cada facultad debe emplearse hasta lo sumo. Pero no debemos poner nuestra confianza en el resultado feliz de nuestros esfuerzos, sino en la promesa de Dios. La Palabra que alimentó a Israel en el desierto, y mantuvo a Elías mientras prevalecía el hambre, tiene hoy el mismo poder que entonces.

"No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos? . . . Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. *Mt. 6:31, 33El que da a los hombres la facultad de obtener riquezas, ha unido al don una obligación.  Reclama una porción determinada de todo lo que adquirimos.  El diezmo pertenece al Señor.  "Y el diezmo de la tierra, así de la simiente de la tierra como del fruto de los árboles". . . "Y todo diezmo de vacas o de ovejas. . . será consagrado a Jehová”. * Lev. 27:30,32. La promesa hecha por Jacob en Betel, muestra lo que abarca la obligación. "De todo lo que me dieres -dijo-, el diezmo apartaré para ti”. *Gen. 28:22. Ed 138.

16-19. 16 Antes que sucediesen estas cosas, venían al montón de veinte efas, y había diez; venían al lagar para sacar cincuenta cántaros, y había veinte. 17 Os herí con viento solano, con tizoncillo y con granizo en toda obra de vuestras manos; mas no os convertisteis a mí, dice Jehová. 18 Meditad, pues, en vuestro corazón, desde este día en adelante, desde el día veinticuatro del noveno mes, desde el día que se echó el cimiento del templo de Jehová; meditad, pues, en vuestro corazón. 

Dijeron: "No es 567 aún venido el tiempo, el tiempo de que la casa de Jehová sea reedificada" (Véase Haggeo 1, 2.). Pero el profeta del Señor les envió un mensaje: "¿Es para vosotros tiempo, para vosotros, de morar en vuestras casas enmaderadas, y esta casa está desierta?  Pues así ha dicho Jehová de los ejércitos: Pensad bien sobre vuestros caminos.  Sembráis mucho, y encerráis poco; coméis, y no os hartáis; bebéis, y no os saciáis; os vestís, y no os calentáis, y el que anda a jornal recibe su jornal en trapo horadado." Y luego se daba la razón de todo esto: "Buscáis mucho, y halláis poco; y encerráis en casa, y soplo en ello. ¿Por qué? dice Jehová de los ejércitos.  Por cuanto mi casa está desierta, y cada uno de vosotros corre a su propia casa.  Por eso se detuvo de los cielos sobre vosotros la lluvia, y la tierra detuvo sus frutos.  Y llamé la sequedad sobre esta tierra, y sobre los montes, y sobre el trigo, y sobre el vino, y sobre el aceite, y sobre todo lo que la tierra produce, y sobre los hombres y sobre las bestias, y sobre todo trabajo de manos." "Antes que fuesen estas cosas, venían al montón de veinte hanegas, y había diez; venían al lagar para sacar cincuenta cántaros del lagar, y había veinte.  Os herí con viento solano, y con tizoncillo, y con granizo en toda obra de vuestras manos."

Conmovido por estas advertencias, el pueblo se dedicó a construir la casa de Dios.  Entonces la palabra del Señor les llegó: "Pues poned ahora vuestro corazón desde este día en adelante, desde el día veinticuatro del noveno mes, desde el día que se echó el cimiento al templo de Jehová.... Desde aqueste día daré bendición."

El sabio dice: "Hay quienes reparten, y les es añadido más: y hay quienes son escasos más de lo que es justo, mas vienen a pobreza." (Prov. 11: 24.)  Y la misma lección enseñan en el Nuevo Testamento las palabras del apóstol Pablo: "El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra en bendiciones, en bendiciones también segaras." "Poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda 568 gracia; a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo que basta, abundéis para toda buena obra." (2 Cor. 9: 6, 8.)

Dios quería que sus hijos los israelitas transmitieran luz a todos los habitantes de la tierra.  Al sostener su culto público, atestiguaban la existencia y la soberanía del Dios viviente.  Y era privilegio de ellos sostener este culto, como una expresión franca de su lealtad y su amor hacia él.  El Señor ordenó que la difusión de la luz y la verdad en la tierra dependa de los esfuerzos y las ofrendas de quienes participan del don celestial.  Hubiera podido hacer a los ángeles embajadores de la verdad; hubiera podido dar a conocer su voluntad, como proclamó la ley del Sinaí, con su propia voz; pero en su amor y sabiduría infinitos llamó a los hombres para que fueran sus colaboradores, y los eligió para que hicieran su obra.

En tiempos de Israel se necesitaban los diezmos y las ofrendas voluntarias para cumplir los ritos del servicio divino. ¿Debiera el pueblo de Dios dar menos hoy?  El principio fijado por Cristo es que nuestras ofrendas a Dios han de ser proporcionales a la luz y a los privilegios disfrutados.  "A cualquiera que fue dado mucho, mucho será vuelto a demandar de él." (Luc. 12: 48.) Cuando el Salvador envió a sus discípulos, les dijo: "De gracia recibisteis, dad de gracia." (Mat. 10: 8.)  A medida que nuestras bendiciones y nuestros privilegios aumentan, y sobre todo al tener presente el sacrificio sin par del glorioso Hijo de Dios, ¿no debiera expresarse nuestra gratitud en donativos más abundantes para comunicar a otros el mensaje de la salvación?  PP 566-568

19. ¿No está aún la simiente en el granero? Ni la vid, ni la higuera, ni el granado, ni el árbol de olivo ha florecido todavía; mas desde este día os bendeciré. Las fervientes súplicas y palabras de aliento dadas por medio de Ageo fueron recalcadas y ampliadas por Zacarías, a quien Dios suscitó al lado de aquél para que también instara a Israel a cumplir la orden de levantarse y edificar… No se dejó por tanto a los constructores luchar solos; estaban "con ellos los profetas de Dios que les ayudaban"(Esd. 5: 2); y el mismo Jehová de los ejércitos había dicho: "Esfuérzate, . . . y obrad: porque yo soy con vosotros." (Hag. 2: 4.). El sentido arrepentimiento y la resolución de avanzar por la fe atrajeron la promesa de prosperidad temporal. El Señor declaró: "Mas desde aqueste día daré bendición." (Vers. 19.)

Fue dado un mensaje preciosísimo a Zorobabel, su conductor, que había sido muy probado durante todos los años que habían transcurrido desde el regreso de Babilonia. Declaró el Señor que llegaba el día cuando todos los enemigos de su pueblo escogido serían derribados. "En aquel día, dice Jehová de los ejércitos, te tomaré, oh Zorobabel, hijo de Sealtiel, siervo mío, . . . y ponerte he como anillo de sellar: porque yo te escogí." (Vers. 23.) Ya podía el gobernador de Israel ver el significado de la providencia que le había hecho pasar por desalientos y perplejidades; podía discernir en todo ello el propósito de Dios. PR 423

23. En aquel día, dice Jehová de los ejércitos, te tomaré, oh Zorobabel hijo de Salatiel, siervo mío, dice Jehová, y te pondré como anillo de sellar; porque yo te escogí, dice Jehová de los ejércitos. La fe 389 puede sobrellevar la prueba, resistir a la tentación y mantenerse firme ante los desengaños.  Jesús vive y es nuestro abogado.  Todo lo que su mediación nos asegura es nuestro ¿No creéis que Cristo aprecia a los que viven enteramente para él? ¿No pensáis que visita a los que, como el amado Juan en el destierro, se encuentran por su causa en situaciones difíciles?  Dios no consentirá en que sea dejado solo uno de sus fieles obreros, para que luche con gran desventaja y sea vencido.  El guarda como preciosa joya a todo aquel cuya vida está escondida con Cristo en él.  De cada uno de ellos dice: "Ponerte he como anillo de sellar: porque yo te escogí." (Hageo 2:23.)

Hablad por tanto de las promesas; hablad de la buena voluntad de Jesús para bendecir.  No nos olvida ni un solo instante.  Cuando, a pesar de circunstancias desagradables, sigamos confiados en su amor y unidos íntimamente con él, el sentimiento de su presencia nos inspirará un gozo profundo y tranquilo.  Acerca de sí mismo Cristo dijo: "Nada hago de mí mismo; mas como el Padre me enseñó, esto hablo.  Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre; porque yo, lo que a él agrada, hago siempre." (Juan 8:28, 29.) La presencia del Padre rodeaba a Cristo, y nada le sucedía que Dios en su infinito amor no permitiera para bendición del mundo.  Esto era fuente de consuelo para Cristo, y lo es también para nosotros.  El que está lleno del espíritu de Cristo vive en Cristo. 

Lo que le suceda viene del Salvador, que le rodea con su presencia. Nada podrá tocarle sin permiso del Señor.  Todos nuestros padecimientos y tristezas, todas nuestras tentaciones y pruebas, todas nuestras pesadumbres y congojas, todas nuestras privaciones y persecuciones, todo, en una palabra, contribuye a nuestro bien.  Todos los acontecimientos y circunstancias obran con Dios para nuestro bien. MC 389

Ministerio Hno. Pio


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