domingo, agosto 01, 2021

REFLEXIÓN 788. MINISTERIO EN JERUSALÉN: La Comunidad Cristiana Primitiva: Nombramiento De Los Diáconos/ Predica Y Arresto De Esteban (HECHOS 6).

Hechos 6. Nombramiento De Los Diáconos. Vers. (1-2) Los apóstoles, deseosos de satisfacer las necesidades materiales de los pobres, pero a la vez no queriendo dejar de predicar la Palabra, (3-4) aconsejan a la iglesia que escoja a siete varones de buen testimonio para que sirvan como diáconos. (5-11) Uno de éstos es Esteban, un hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, (12) que presenta las Escrituras con gran poder y confunde a sus opositores; (13-15) pero es falsamente acusado de blasfemia contra la ley y contra el templo. Iluminación de Esteban

1 En Aquellos días, como creciera el número de los discípulos, hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, de que las viudas de aquéllos eran desatendidas en la distribución diaria. 2 Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas.

3 Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo. 4 Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra. 

5 Agradó la propuesta a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas, y a Nicolás prosélito de Antioquía; 6 a los cuales presentaron ante los apóstoles, quienes, orando, les impusieron las manos. 7 Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe.

8 Y Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo.

9 Entonces se levantaron unos de la sinagoga llamada de los libertos, y de los de Cirene, de Alejandría, de Cilicia y de Asia, disputando con Esteban. 10 Pero no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba. 11 Entonces sobornaron a unos para que dijesen que le habían oído hablar palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios. 12 Y soliviantaron al pueblo, a los ancianos y a los escribas; y arremetiendo, le arrebataron, y le trajeron al concilio.

13 Y pusieron testigos falsos que decían: Este hombre no cesa de hablar palabras blasfemas contra este lugar santo y contra la ley; 14 pues le hemos oído decir que ese Jesús de Nazaret destruirá este lugar, y cambiará las costumbres que nos dio Moisés. 15 Entonces todos los que estaban sentados en el concilio, al fijar los ojos en él, vieron su rostro como el rostro de un ángel. (Hechos 6).

1. En aquellos días. Es decir, en los días descritos en el cap. 5:41-42. Lucas maneja con notable soltura los datos históricos. Ha mostrado el crecimiento de la iglesia bajo el poder del Espíritu Santo y la gran afluencia de nuevos creyentes. Ha mostrado cómo la administración de la iglesia, por lo menos por un tiempo, fue la de una comunidad fraternal. El cap. 6 muestra algunas de las dificultades que surgieron de ese modo de vida, pero también sirve como introducción para el caso de Esteban, episodio estrechamente relacionado con la conversión de Saulo de Tarso y sus actividades misioneras posteriores. El relato es puramente histórico. La narración del cap. 6 está muy relacionada con la del cap. 5:14, pero no se sabe cuánto tiempo transcurrió entre los dos acontecimientos.

Creciera. "Al multiplicarse los discípulos" (BJ). Era evidente que un gran crecimiento traería nuevos problemas. Había sido fácil atender las necesidades de la familia apostólica con lo que había en la bolsa que llevaba Judas. Fue más complicado, aunque no imposible, atender al primer grupo de creyentes en Pentecostés. Pero los miembros de la sociedad cristiana ahora habían aumentado de tal modo que el cuidado de los necesitados ocupaba todo el tiempo de los apóstoles, impidiéndoles atender deberes más importantes.

Discípulos. Primera vez que aparece en los Hechos esta palabra para describir a los cristianos. Los discípulos de los Evangelios se han convertido en apóstoles, y el término "discípulo" se emplea para referirse a los creyentes en general.

Murmuración. No fue una queja suave, sino una protesta suficientemente fuerte como para merecer seria preocupación.

El registro no culpa de nada a los apóstoles, porque no tenían la menor culpa. El rápido crecimiento de la feligresía había superado los recursos de la iglesia, y había creado un problema.

Griegos. Gr. hell'nists, "helenista", es decir judíos que hablaban griego. En el NT se distingue cuidadosamente entre el hellínistás y e1 héll'n, persona de lengua y de raza griega (Juan 12:20).  Los helenistas eran los judíos de la diáspora odispersión (ver t. V, pp. 61-62; ver com. Juan 7:35; Hech. 2:8), que no sólo hablaban el griego sino que también habían absorbido, hasta cierto punto, la cultura griega. También podían ser judíos nacidos en lugares donde comúnmente se hablaba griego, y por lo tanto no sabían hebreo ni arameo, y que, en vez de participar en los servicios religiosos celebrados en hebreo en Palestina, tenían sus propias sinagogas en Jerusalén. Podrían también haber sido prosélitos que hablaban griego. De todos modos, eran conversos del judaísmo, porque hasta este momento el Evangelio no había sido predicado a los gentiles. Muchos de los conversos del día de Pentecostés deben haber pertenecido a este grupo, entre ellos Bernabé (cap. 4:36) y otros cuyos nombres se mencionan específicamente en el relato (cap. 6:5).

Estos judíos helenistas leían el AT en la versión griega de los LXX, versión que con mayor frecuencia se cita en el NT. Por lo general eran más fervientes que los judíos de Palestina. Con gran sacrificio venían a rendir culto en los lugares sagrados de Jerusalén, mientras que para los judíos de Palestina los recintos del templo con demasiada frecuencia eran considerados comunes (cf. cap. 21:27-28). La tradición rabínica permitía que se pronunciara en griego la shema' o confesión hebrea de fe en Jehová (Deut. 6:4; ver t. V, P. 59).

Hebreos. Eran los judíos que a diferencia de los helenistas, habían nacido en Palestina, que vivían allí y hablaban arameo, llamado hebreo en el NT (cf. cap. 22:2; ver t. I, p. 34).

Las viudas de aquéllos. Como los judíos palestinos constituían la mayoría de los miembros en la naciente iglesia -lo cual no significa que hubiera mala voluntad hacia los helenistas-, los necesitados que había entre éstos bien podrían haber quedado desatendidos debido a diferencias de idioma y de costumbres. En las Escrituras se destaca la importancia de la atención de las viudas (ver com. Exo. 22:22; Deut. 14:29; Isa. 1:17; Luc. 18:3). Es posible que aquí haya una referencia a la atención que se debía prestar a todos los pobres y necesitados. Es evidente que la administración de la iglesia como una comunidad fraternal exigía algún tipo de supervisión organizada del fondo común que se había creado (Hech. 4: 32). Más tarde la iglesia estableció reglas para el cuidado de sus viudas (1 Tim. 5:3-16).

Distribución. Gr. diakonía, "servicio", que se traduce "asistencia" en la BJ, y "socorro" en Hech. 11:29 (RVR). Esta palabra deriva de la misma raíz de diákonos, "diácono", "el que sirve". Esta ayuda se daba diariamente sin duda porque las necesidades eran apremiantes. Es probable que constantemente estuvieran llegando dádivas y quizá se las repartiera desde varios puntos de la ciudad. Esta obra debe haber quitado mucho tiempo a los apóstoles; pero no hay ningún indicio de que ellos fueran culpables de discriminación o negligencia, ni de que hubiera resentimiento contra ellos.

2. Los doce. Matías era evidentemente el duodécimo apóstol (ver com. cap. 1:24-26).

Convocaron a la multitud. Cuando los apóstoles escucharon las quejas y comprendieron su seriedad, aparentemente no trataron de disculparse; actuaron con prontitud. Pueden haber recordado el precedente establecido por Moisés (Exo. 18:25) y, como él, resolvieron compartir su autoridad. La expresión "multitud de los discípulos" no debe hacer pensar que cada uno de los cristianos de Jerusalén y de sus alrededores fue llamado a una reunión, sino que más bien se hizo una convocación especial, a la cual asistieron todos los que pudieron y en la cual presentaron los apóstoles el problema y el plan que habían trazado para resolverlo. 

Muchos habían contribuido para el fondo acerca de cuya distribución se habían levantado quejas, y por lo tanto era justo que se consultara a muchos. Este método de consultar a los hermanos, usado en varias oportunidades (Hech. 1:15,21-22; 11:2-18; 15:2-20), sirvió para desbaratar los esfuerzos de Satanás por lograr que hubiera disensiones (HAp 78-79).

No es justo. Mejor "no es apropiado", "no parece bien" (BJ). Los apóstoles no debían pasar tanto tiempo atendiendo asuntos materiales y financieros.

Dejemos. Gr. kataléipÇ- "abandonar". Este verbo es enfático y sugiere que ya los apóstoles habían dedicado mucho tiempo a atender a los necesitados.

La palabra. Los doce reconocían que su primera responsabilidad era el ministerio de la Palabra de Dios mediante la predicación y la enseñanza.

Servir a las mesas. Es decir, atender a las necesidades materiales de los pobres.

3. Buscad. Los doce colocaron sobre los creyentes la responsabilidad de escoger de entre ellos a quienes debían elegir.

Siete varones. Era razonable que los apóstoles pensaran en el número siete. Entre los judíos se respetaba ese número. En tiempos posteriores eran siete los que estaban encargados de los asuntos públicos de las aldeas judías (Talmud, Megillah 26a). O simplemente puede haber sido porque en ese momento se necesitaban siete personas.

En el NT no se llama "diáconos" a estos siete que fueron elegidos, y cuando se los vuelve a mencionar en el cap. 21:8 son "los siete", como si constituyeran un grupo especial. Sin embargo, con ellos se originó la función de los "diáconos" (HAp 73-74), y es claro que los diáconos descritos por Pablo cumplían con funciones análogas (1 Tim. 3: 8-13). En algunas iglesias, como en Roma, se fijó más tarde en siete el número de diáconos (Eusebio, Historia eclesiástica vi. 43.11). 

El concilio de NeoCesarea (año 314 d. C.; canon 14) indicó que debía haber siete diáconos en cada lugar. Muchos comentadores piensan que los siete escogidos aquí corresponden con los "ancianos" que aparecen en Hech. 11:30; 14:23, y en adelante.  Ver p. 27; HAp 73-74.

De buen testimonio. Literalmente "de quien se ha dado testimonio"; "de buena fama" (BJ) entre sus hermanos (cf. 1Tim. 5:10). La situación de la iglesia no mejoraría a menos que se asignara la tarea de distribuir equitativamente los fondos a hombres de reputación intachable. Debían ser personas honradas y eficientes, aceptables ante sus hermanos. Con referencia a la enumeración inspirada de cualidades que debían tener tanto los diáconos como los ancianos (obispos), ver 1 Tim. 3:1-14; Tito 1:5-11.

Llenos del Espíritu Santo. La evidencia textual establece (cf. p. 10) el texto: "llenos de espíritu". Sin embargo, en el vers. 5 se dice que Esteban, uno de los siete, era lleno del Espíritu Santo. Por lo tanto, es razonable pensar que el espíritu de este versículo es el Espíritu Santo. Era importantísimo que en esta primera expansión de la organización eclesiástica, además de los apóstoles, se escogiera a personas aptas. Además de tener buena reputación se esperaba que cada uno estuviera lleno del Espíritu Santo. Es evidente que los apóstoles entendían que la obra del Espíritu incluía más que el don de profecía y de lenguas.

Sabiduría. Los varones elegidos no sólo debían atender las necesidades espirituales de los pobres, sino manifestar prudencia, discreción, capacidad administrativa y sabiduría en su obra. Pablo incluye la sabiduría entre los dones del Espíritu (1 Cor. 12:8). Santiago dice que es don de Dios (Sant. 1:5) que debe ser acompañado de "buena conducta" (Sant. 3:13). El único otro personaje del que se dice específicamente en Hechos que tuvo "sabiduría" es Esteban (Hech. 6:10), y la palabra sólo aparece en su discurso (cap. 7:10,22). También se dice de Esteban que estaba "lleno de fe" (6:5).

A quienes encarguemos. Los apóstoles estaban dispuestos a nombrar a los que fueran escogidos por los hermanos. Esta actitud promovía la confianza mutua entre los dirigentes y los hermanos.

4. Y Nosotros. Se señala la diferencia entre la obra de los apóstoles y la de los siete.  

Persistiremos en. La misma palabra se emplea varias veces para describir la conducta llena de piedad de los primeros cristianos (cap. 1:14; 2:42,46).

La oración. Estos hombres piadosos, en cuyo recuerdo era patente la vida de oración de Cristo, colocaban la oración en primer lugar. Sin embargo, debiera recordarse que la oración incluye el culto público de la iglesia además del culto privado.

Ministerio. Gr. diakonía, la misma palabra que aparece en el vers. 1. Los siete debían ocuparse de la administración de los recursos materiales, mientras que los doce debían quedar libres para ocuparse del ministerio de los beneficios espirituales derivados de la Palabra de Dios. Esto lo tenían que hacer mediante la predicación y diversas formas de enseñanza. Aquí se explica claramente lo que significa "dejemos la palabra de Dios" (vers. 2).

5. Agradó. Es evidente que no había habido ninguna intención de excluir a nadie ni de descuidar a nadie, y se produjo entonces un regocijo general porque se hizo frente al problema y se presentó una solución aceptable.

Eligieron. Ver com. vers. 3. Los nombres de los siete que fueron escogidos son griegos, y es posible que fueran helenistas (ver com. vers. 1); sin embargo, muchos judíos tenían nombres griegos, entre ellos apóstoles como Andrés y Felipe (ver com. Mar. 3:18). Además, no hay evidencia alguna de que los siete hubieran limitado su ministerio a los creyentes helenistas. Después de esto, sólo se tiene noticias de la obra de Esteban y de Felipe.

Esteban. Gr. Stéfanos, "corona de victoria", se refiere generalmente a la que se hacía con hojas, a veces de laurel. Este nombre es relativamente común y aparece en inscripciones antiguas.

Según la tradición, Esteban y Felipe estuvieron entre los setenta que fueron enviados a todas las ciudades y aldeas para anunciar que el Mesías había llegado (Luc. 10:1-11). Es posible que hubieran desempeñado su ministerio en Samaria (ver com. Luc. 10:1), pues es probable que los judíos helenistas fueran mejor recibidos en Samaria que los judíos de Palestina. Esto podría explicar por qué se envió a Felipe como evangelista entre los samaritanos (Hech. 8:5).

Felipe. Gr. Fílippos, "aficionado a los caballos" (ver com. Mar. 3:18). Uno de los doce tenía este nombre, y así también se llamaban dos de los hijos de Herodes el Grande. Fue un nombre frecuente en la casa real de Macedonia en siglos anteriores. Nada se sabe acerca de lo que había hecho Felipe antes; la tradición afirma que fue uno de los setenta (ver com. "Esteban"). Pablo lo visitó en Cesarea (Hech. 21:8), y es probable que fuera por mucho tiempo dirigente de la iglesia en esa ciudad. El hecho de que Felipe tuviera cuatro hijas ya mayores cuando Pablo lo visitó, sugiere que ya estaba casado cuando fue nombrado como uno de los siete.

A Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas. De estos cuatro nada se sabe, ni hay base para hacer conjeturas.

Nicolás. Gr. Nikólaos, "vencedor del pueblo". Este fue el primer cristiano no judío cuyo nombre se registra.

Prosélito. Sin duda Nicolás era un "prosélito de justicia", es decir uno que había aceptado plenamente el judaísmo, y como tal conocía bien la religión judía. Ver t. V, p. 64. Con referencia a la tradición de que este Nicolás fue el fundador de la secta de los nicolaítas, ver t. VI, pp. 59-60 y com. Apoc. 2:6.

Nicolaítas.- Este nombre se usa por primera vez en el libro de Apocalipsis, en el 60 mensaje a la iglesia de Efeso (cap. 2:6), donde la "doctrina de los nicolaítas" se presenta como el equivalente en los tiempos apostólicos de la "doctrina de Balaam", quien instigó al pueblo de Israel para que cayera en la idolatría y la fornicación en el tiempo de Moisés (cf. Núm. 24:1,25; Apoc. 2:14; PP 479-486). No existe la historia de esa "doctrina", pero en el mensaje a Tiatira se dice que la mujer Jezabel origina la misma clase de males (Apoc. 2:20) que los que se atribuyen a la "doctrina de los nicolaítas".

Escritores cristianos posteriores se ocuparon del término "nicolaítas". Ireneo, el primero que lo trató (Contra herejías i. 26), menciona como el fundador de esa secta a Nicolás, uno de los siete diáconos designados para que cuidaran de la administración de la iglesia primitiva (Hech. 6:1-3,5) y descrito como "prosélito de Antioquía".  

Tertuliano, Hilario, Gregorio Niseno y Epifanio (Contra herejías i. 1, Herejía xxv) concuerdan en que está implicado el tal Nicolás, pero varían en el grado de culpabilidad que le atribuyen. 

Un relato dice que Nicolás celaba muchísimo a su bella esposa, y que para vencer ese mal sentimiento cayó en el pecado peor de defender la promiscuidad. Basándose en esto, se supone que un sector de la iglesia, compuesto sin duda de cristianos judaicos, habría caído en pecados semejantes a aquellos en que participaron los hebreos inducidos por el plan de Balaam.

Debe notarse que las mismas faltas contra las cuales amonestó el Señor en sus mensajes a Pérgamo y Tiatira (Apoc. 2:12-29), estaban entre aquellas cosas prohibidas por el concilio de Jerusalén: "Que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos... y de fornicación" (Hech. 15:29). Parece que el problema causado por los nicolaítas ya había surgido en el tiempo de este concilio, quizá en forma incipiente. Pablo, al hacer frente a condiciones similares en Corinto, evidentemente no las consideraba como características de un movimiento definido (1 Cor. 5:16,8; 10:5-11), aunque se refiere específicamente al caso de Israel con Balaam (cap. 10:8).

Pero Pedro (2 Ped. 2:9-22) y Judas (Jud. 4-13) hablaron con dureza acerca de miembros de la comunidad cristiana, que en las fiestas de amor (ágap') de los primeros tiempos relacionadas entonces con la Cena del Señor eran culpables de los males que se atribuyen a los nicolaítas (ver com. Apoc. 2:6). Es una extraña coincidencia que por instigación de los judíos en la última parte del siglo II y en los comienzos del siglo III, los cristianos fueran acusados de faltas repulsivas relacionadas con sus fiestas.  Esas acusaciones, similares a las atribuidas a los nicolaítas, fueron dirigidas por los paganos (Orígenes, Contra Celso vi. 27; Tertuliano, Ad Nationes 1.14) contra los cristianos. Aparte de estas acusaciones, difícilmente puede dudarse de que las transgresiones atribuidas a los nicolaítas no existieran dentro de cierto grupo de la iglesia primitiva. La pregunta que se debe responder es hasta qué punto los nicolaítas constituyeron un movimiento organizado, consciente de su existencia. Acerca de esto sólo hay los indicios dados en las referencias bíblicas citadas.

En cuanto a las aplicaciones proféticas de la actuación de los nicolaítas en las iglesias de Pérgamo y Tiatira, ver com. Apoc. 2:6,14,20. 6CBA

Apoc. 2:6. Nicolaítas. Una de las sectas heréticas que atormentó a las iglesias de Éfeso y Pérgamo (vers. 15) y tal vez a otras. Ireneo identifica a los nicolaítas como una secta gnóstica: "Juan el discípulo del Señor, predica esta fe [la deidad de Cristo], y mediante la proclamación del Evangelio procura quitar aquel error que había sido diseminado entre los hombres por Cerinto, y mucho tiempo antes por los llamados nicolaítas, que son una rama de aquella falsamente llamada 'ciencia', a fin de poder confundirlos y persuadirlos de que sólo hay un Dios que hizo todas las cosas por su Palabra" (Contra herejías iii. 11.1).

Hay también evidencia histórica de que más o menos un siglo después hubo una secta gnóstica llamada de los nicolaítas. Algunos padres de la iglesia que nos informan respecto a esta secta (Ireneo, Contra herejías i. 26, 3; Hipólito, Refutación de todas las herejías vii. 24), identifican a su fundador con Nicolás de Antioquía, uno de los siete diáconos (Hech. 6:5). No sabemos si esta tradición relativa a Nicolás el diácono es correcta, pero la secta puede ser la misma mencionada por Juan. Los seguidores de esta secta parecen haber enseñado, por lo menos en el siglo II, que las obras de la carne no afectan la pureza del alma, y por consiguiente no tienen que ver con la salvación. 7CBA

Antioquía. Esta ciudad siria (ver mapa, p. 226) tenía estrechas relaciones con Palestina debido a sus muchos habitantes judíos. Herodes el Grande construyó en ella una espléndida columnata a todo lo largo de la calle principal. Es de especial interés notar que Nicolás era de Antioquía, pues allí fue donde los cristianos fueron llamados por este nombre (cap. 11:26). La ciudad más tarde se convirtió en una sede de la primera obra misionera de la iglesia (ver com. cap. 11:19).

6. A los cuales presentaron. Quizá los presentaron para que fueran examinados, instruidos y, sin duda, ordenados.

Orando. La iglesia primitiva no daba un solo paso importante sin antes orar (ver com. cap. 1:14,24; 2:42).

Les impusieron las manos. Esta es la primera vez que se menciona esta ceremonia en el NT. En el AT se la menciona en relación con el acto de bendecir (ver com. Gén. 48:13-14), de consagrar a los sacerdotes (ver com. Núm. 8:10), y en la dedicación de Josué al liderazgo (ver com. Núm. 27:18,23). Por lo tanto, los fieles judíos no desconocían el significado de este acto. Para los cristianos estaba el hecho adicional de que Jesús muchas veces sanaba poniendo las manos sobre los enfermos (Mar. 6:5; Luc. 4:40; 13:13; cf. Mar. 16:18), y del mismo modo bendijo a los niños (Mat. 19:15). Por todo esto, los apóstoles tenían un buen precedente para pedir una bendición sobre los siete y consagrarlos mediante la imposición de manos. Siguieron haciendo esto en situaciones similares, como puede verse en Hech. 8:17; 13:3; 19:6. En la iglesia apostólica, los que iban a ser ministros, eran ordenados mediante la imposición de manos (1 Tim. 4:14; 5:22; 2 Tim. 1:6). Según Heb. 6:2, la imposición de manos era un procedimiento eclesiástico acostumbrado. Esta costumbre debía significar una estrecha relación espiritual entre el Señor y el que era así consagrado (HAp 130-131).

7. Y crecía. Mejor "iba creciendo" (BJ), o seguía creciendo, lo cual indica un crecimiento gradual, pero continuo. Esta declaración implica más que el aumento numérico que se menciona en la frase siguiente. Era la palabra de Dios lo que aumentaba. La "palabra del Señor" se refiere aquí a las enseñanzas de Cristo tal como eran expuestas por los apóstoles. Los versículos siguientes muestran que los siete estaban muy activos en la obra del Señor. La obra de los diáconos, y especialmente la de Esteban, señala una clara expansión, un evidente desarrollo de la proclamación del mensaje cristiano (cf. cap. 6:8; 8:5).

El número de los discípulos. El crecimiento de la iglesia había sido extraordinario: "Se añadieron aquel día como tres mil personas" (Hech. 2:41); "el Señor añadía cada día a la iglesia" (vers. 47); "muchos... creyeron; y el número de los varones era como cinco mil" (cap. 4:4); "los que creían en el Señor aumentaban más, gran número" (cap. 5:14). La cantidad de miembros de iglesia "se multiplicaba grandemente en Jerusalén".

Muchos de los sacerdotes. Esta declaración es muy significativa. Hasta donde se sepa, ninguno de los seguidores íntimos de Cristo era sacerdote, ni tampoco se nombra a ningún sacerdote entre los primeros conversos. Era de esperarse que algunas de las claras enseñanzas de los apóstoles y de los diáconos hubieran producido la profunda enemistad de todos los sacerdotes. Muchos de éstos sin duda eran hostiles, pero el poder del Espíritu Santo atrajo a "muchos" de ellos a Cristo por medio de la predicación.

Obedecían. El tiempo del verbo griego sugiere continuidad: las conversiones de sacerdotes seguían produciéndose. Con referencia a la necesidad de obedecer, ver com. cap. 5:32. Fe. Hay opiniones divergentes en cuanto a la correcta interpretación de "obedecían a la fe". La posición literal sostiene que la "fe" se refiere al conjunto de doctrinas cristianas al cual los sacerdotes asentían y por las cuales regían sus vidas (cf. Hech. 13:8; 14:22; 16:5; Gál. 1:23). Sin embargo, muchos comentadores piensan que aquí se emplea la palabra "fe" en un sentido subjetivo, y que Lucas dice que los sacerdotes manifestaban fe en Jesús. Esto armoniza con una forma común de expresarse en el NT (cf. Hech. 24:24; Rom. 1:5; 16:26; Gál. 3:2). Una fe tal comprende la doctrina cristiana, porque ésta es la que permite que los hombres tengan una fe inteligente en Jesús. Cf. com. Rom. 1:5.

8. De gracia y poder. Esta "gracia" no sólo era el atributo divino (cf. com. Juan 1:14,16), sino la gracia y la hermosura de espíritu con las cuales presentaba el mensaje evangélico (cf. Luc. 4:22). El "poder" era la virtud de hacer milagros. Parece que Esteban tenía tantos dones del Espíritu como los doce.

Prodigios y señales. Ver com. cap. 2:19. Estos milagros demostraban el poder del cual estaba investido Esteban. No se sabe cuánto tiempo transcurrió entre la ordenación de Esteban como diácono y su martirio; pero es probable que no hubiera sido un lapso prolongado.

9. Se levantaron. Ver com. cap. 5:17. Sinagoga. Ver. t. V, pp. 57-59. Una sinagoga podía ser establecida por diez adultos. En tiempos posteriores hubo 12 sinagogas en Tiberias, y la tradición, quizá exagerando mucho, dice que en Jerusalén había 480. Aunque esta última cifra no es digna de confianza, muestra que en la capital había gran número de sinagogas.

Libertos. Palabra de origen latino que se usaba para referirse a los esclavos que adquirían su libertad. Se cree que estos "libertos" eran judíos que habían sido esclavos en el Imperio Romano, quizá descendientes de judíos llevados cautivos a Roma por Pompeyo en el 63 a. C., y que después fueron puestos en libertad por los romanos.

Es difícil saber exactamente si había una o más sinagogas de libertos. El griego permite entender que había una, y que sus miembros provenían de diferentes países.  También permite interpretar que eran dos: una de cireneos y alejandrinos (cabe señalar que en esos lugares había grandes colonias de judíos), y otra de los de Cilicia y de Asia. Algunos interpretan que había cinco sinagogas: de libertos, de cireneos, de alejandrinos, de los de Asia y de los de Cilicia; sin embargo, es difícil sostener esta última posición.

Los descubrimientos arqueológicos muestran que antes del año 70 d. C. había en Jerusalén por lo menos una sinagoga dedicada específicamente para que se congregaran los judíos helenistas.  En Jerusalén se descubrió una inscripción en griego que relata la construcción de una sinagoga hecha por un tal Teodoto, la cual era especialmente para el uso de los judíos de la dispersión. La inscripción dice:

"Teodoto, [hijo de] Veteno, sacerdote y dirigente de la sinagoga, hijo del jefe de la sinagoga, nieto de un jefe de la sinagoga, construyó la sinagoga para la lectura de la ley y para la enseñanza de los mandamientos; y la cámara de visitas, y las habitaciones, y la provisión de agua, para alojar allí a los extranjeros que la necesitan, la cual [sinagoga] los padres de él y los ancianos y Simónides fundaron" (Citado en Seventh-day Adventist Bible Dictionary, bajo "Freedmen").

Aunque no puede probarse, es posible que ésta fuera la sinagoga de los libertos que se menciona en este pasaje. Sea como fuere, esta inscripción es un testimonio de la existencia de una sinagoga helenista en Jerusalén, similar a aquella con cuyos miembros Esteban entró en conflicto.

Los de Cirene. Había gran número de judíos en Cirene, en la costa norte de Africa, entre Egipto y Cartago. Josefo (Antigüedades xiv. 7.2) cita a Estrabón, geógrafo clásico, quien dice que en Cirene había cuatro clases de habitantes, de las cuales una era de judíos.  Los judíos de Cirene se habían destacado por las generosas ofrendas que enviaron al templo de Jerusalén, y habían buscado la ayuda de César Augusto para que los protegiera de las irregularidades en los impuestos que les exigían los gobernadores de la provincia, quienes habían procurado apoderarse de sus dádivas (Id. xvi. 6.5). Simón cireneo, quien llevó la cruz de Cristo, parece haber sido uno de esos judíos (ver com. Mat. 27:32). Hubo judíos de Cirene que estuvieron presentes en Pentecostés (Hech. 2:10), y en Hech. 11:20 aparecen varones de Cirene predicando el Evangelio a los gentiles en Antioquía.

De Alejandría. Probablemente en ninguna ciudad del imperio, excepto Jerusalén, hubiera una comunidad judía más numerosa e influyente que en Alejandría (ver t. V, p. 61). Se calcula que en ese tiempo había unos 100.000 judíos en Alejandría. Tenían su propia sección, que formaba uno de los cinco distritos en que se dividía la ciudad de Alejandría. Eran gobernados por su propio etnarca (Josefo, Antigüedades xiv 7.2), como si hubieran formado una república autónoma. Los gobernantes romanos los reconocían como ciudadanos (Id. xiv. 10.1). En Alejandría se había traducido el AT al griego (ver t. I, p. 43); Filón, filósofo y escritor judío, vivió allí durante el primer siglo de la era cristiana, y en Alejandría fue donde nació Apolos (cap. 18:24).

De Cilicia. En el extremo sudeste de Asia Menor. Una de las principales ciudades de Cilicia era Tarso, donde nació Pablo. Allí vivían muchos judíos descendientes de 2.000 familias que Antíoco el Grande había llevado a Asia Menor (Josefo, Antigüedades xii. 3.4), para asegurarse la lealtad de la provincia y quizá para ayudar a defenderla. Por lo que se dice en otro pasaje (cap. 7:58-60) es evidente que Saulo de Tarso estaba en Jerusalén en este tiempo, y parece que fue uno de los que disputaba con Esteban. Los irrefutables argumentos de Esteban sin duda produjeron en Saulo una intensa oposición, aunque se sugiere que inconscientemente sintió una inquietante convicción (HAp 83).

De Asia. En los tiempos del NT Asia era la provincia romana situada en lo que ahora se conoce como Asia Menor. Comprendía las regiones que antes se llamaban Lidia y Jonia. Efeso era su ciudad principal. En Pentecostés habían estado presentes judíos de Asia (cap. 2:9). Algunos judíos provenientes de Asia demostraron más tarde su celo por la defensa de la santidad del templo (cap. 21:27).

Disputando. Literalmente "buscando juntos", o sea "discutiendo" o "disputando". La disputa la iniciaron judíos de la dispersión. Eran hombres piadosos que habían venido a Jerusalén con profundo espíritu de consagración, porque cuanto más lejos están las personas del centro de su devoción tanto más celosas suelen ser. Tuvo que haber algo en la enseñanza de Esteban que los hacía pensar que estaba disminuyendo, o quizá tratando de quitarle la singular importancia espiritual del templo de Jerusalén (ver com. cap. 6:13; 7:1). Los que disputaban en la sinagoga deben haber estado bien preparados para discutir temas teológicos con los cristianos.

10. No podían resistir. En este episodio se cumplió la promesa de Cristo hecha a sus seguidores (Luc. 21:15). Sabiduría. Cf. com. vers. 3. En los Evangelios se le atribuye sabiduría a Cristo (Mat. 13:54; Luc. 2:40,52), y en Mat. 12:42 se habla de "La sabiduría de Salomón". Pero Esteban fue el primer maestro de la nueva sociedad a quien se le atribuyó específicamente sabiduría. Si se tiene en cuenta la precisión con que describe Lucas, esta palabra debe tener un significado específico; sugiere que Esteban poseía una visión singularmente clara de la verdad y la capacidad para destacar verdades que antes no se percibían.

Espíritu. En primer lugar, se hace referencia a la energía inspirada con la cual hablaba Esteban. Compárese este caso con el de Juan el Bautista, quien obraba "con el espíritu y el poder de Elías" (Luc. 1:17).

11. Sobornaron. Gr. hupobállÇ- literalmente "echar debajo", con el sentido de "sobornar", "instigar secretamente". Este término se usa a veces para referirse a la acción de emplear, instigar o instruir a un agente secreto.

Palabras blasfemas. Ver com. Mat. 12:31. La acusación es más clara en Hech. 6:13. Esta se basaba en una distorsión de la verdad, así como había ocurrido en el caso de Jesús. Cristo fue acusado de blasfemar (ver com. Mat. 26:65) porque se había llamado a sí mismo Hijo de Dios, "haciéndose igual a Dios" (Mat. 26:63-64; Juan 5:18), y, según se afirmaba, haba amenazado con "derribar el templo" (Mat. 26:61). Cada una de estas acusaciones se basaba en declaraciones hechas por Jesús. Esteban bien pudo haber dicho lo que aparentaba dar fundamento a las acusaciones. Pudo haber enseñado que ya no había necesidad de que existiera el templo (Cf. Hech. 7:48), así como lo había insinuado Jesús al hablar con la mujer samaritana (Juan 4:21). Esto habría significado atacar las raíces mismas del judaísmo y, naturalmente, despertó una fuerte oposición. Frente a tal enseñanza, los saduceos y los fariseos se unieron para oponerse a ella.  La blasfemia era castigada con pena de muerte mediante apedreamiento (Lev. 24:16).

Moisés. Es decir, contra los sistemas que Moisés había instituido y que se registraron en el Pentateuco. Nótese que se menciona a Moisés junto con Dios; esto señala la gran importancia que se le daba al caudillo de los hebreos, y sugiere que lo que se decía contra Moisés se decía contra Cristo.

12. Soliviantaron. "Amotinaron" (BJ), "pusieron en movimiento". Por medio de estas falsas acusaciones encolerizaron a la gente entre la cual Esteban había hecho milagros (vers. 8).

Ancianos. Estos ya habían estado disgustados contra los apóstoles (cap. 4:5-7) y no necesitaban que se los incitara mucho para atacar a Esteban.

Arremetiendo. "Vinieron de improviso" (BJ), así como lo habían hecho los escribas y los fariseos con Jesús en el templo (Luc. 20:1).

Concilio. Este juicio delante del concilio, así como había ocurrido con Jesús, fue el preludio de un fin violento (cap. 7:57). Nótese cuán parecido es el paralelismo entre el martirio de Esteban y el de su Maestro.

13. Testigos falsos. Ver com. vers. 11.

Este hombre. Estas palabras fueron pronunciadas en forma despectiva y sarcástica.

Palabras blasfemas. La evidencia textual establece (cf. p. 10) el texto: "palabras". Se omite el adjetivo. Contra este lugar santo. Es decir, contra el templo y sus inmediatos alrededores (ver com. cap. 3:1).

La ley. Esteban tuvo que haber insistido, como lo había hecho Jesús (Mat. 5:17-19) y posteriormente lo hizo Pablo (Hech. 24:14-16; 25:8), que el cristianismo no estaba introduciendo ningún cambio en los principios morales básicos de la ley que los judíos tanto amaban. Sin embargo, era claro que la proclamación concerniente al Cordero de Dios equivalía al fin del sistema de sacrificios que se explicaba en la ley. Tal predicación se interpretaba como destructora de casi todo lo que los judíos valoraban.

14. Le hemos oído decir. La enseñanza pudo haber sido mal entendida por los sinceros de corazón, y evidentemente fue mal aplicada por los deshonestos. Esto ocurre con relativa frecuencia en los asuntos que encienden disputas religiosas.

Ese Jesús. Otra referencia despectiva, aunque en los labios de un cristiano este nombre debe haber sido hermoso (cf. cap. 2:22). Nótese cómo los testigos falsos le atribuyen a Esteban la continuación de la predicación de Cristo.

Destruirá este lugar. Cf. com. Mat. 24:2; 26:61; 27:40. Las palabras de Cristo, posiblemente repetidas por Esteban, evidentemente habían hecho una profunda y duradera impresión en la mente de los acusadores. Aunque creían que Cristo había muerto, estaban preocupados porque destruiría el templo y cambiaría sus costumbres en algún momento futuro.

Cambiará las costumbres. Es posible que esta acusación pudiera haber sido hecha por los fariseos, ya que tiene que ver con "costumbres" (ver t. V, pp. 53-54). Aunque era hecha contra Esteban, aún está unida a Jesús de Nazaret y sus enseñanzas. Ya habían acusado a Esteban en cuanto al templo y la ley (vers. 13); ahora lo acusaban en relación con las "costumbres" que habían surgido en cuanto al templo y la ley. Afirmaban que Moisés les había dado estas leyes, pero tal aseveración no era válida. Se habían impuesto restricciones difíciles, la mayor parte de ellas después del retorno del exilio en el año 536 a.C., casi mil años después de los días de Moisés (ver com. Mar. 7:1-23, especialmente el vers. 3). Jesús había condenado fuertemente estas tradiciones (Mat. 15:1-13).

15. Al fijar los ojos. Este verbo es emplea con frecuencia por Lucas (ver com. Hech. 1:10). Era natural que los acusadores de Esteban lo miraran fijamente, preguntándose lo que diría para defenderse. Los miembros del concilio se asombraron por lo que vieron y oyeron.

El rostro de un ángel. No basta decir que la mirada de Esteban se debía a una natural dignidad de expresión, o que Esteban estaba admirablemente tranquilo y sereno frente a los graves peligros que lo amenazaban. Sin duda su rostro se iluminó con un brillo divino. El resplandor de los mensajeros angélicos se describe vez tras vez en las Escrituras. Por ejemplo, en el caso del "joven" de Mar. 16:5. El rostro de Moisés brilló cuando descendió del monte Sinaí donde había estado en la misma presencia de Dios (Exo. 34:28-35). El rostro de Esteban también estaba iluminado porque estaba muy cerca de Cristo, y por la luz de la visión que estaba por recibir de Jesús, que está a la diestra de Dios (Hech. 7: 56). 6CBA

COMENTARIOS DE EGW

1-15 HAp 72-81; 3JT 53; SR 259-264.

LOS SIETE DIÁCONOS. 72-79

https://elaguila3008.blogspot.com/2012/07/capitulo-9-los-siete-diaconos.html

EL PRIMER MÁRTIR CRISTIANO. 80-84

https://elaguila3008.blogspot.com/2012/07/capitulo-10-el-primer-martir-cristiano.html

Ministerio Hno. Pio


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