martes, agosto 10, 2021

REFLEXIÓN 799. EL CONCILIO DE JERUSALÉN/ SEGUNDO VIAJE MISIONERO DE PABLO (HECHOS 15).

Hechos 15. EL CONCILIO DE JERUSALÉN. Vers. (1-5) Hay una gran disputa en cuanto a la circuncisión. (6-21) Los apóstoles consultan con los dirigentes de la iglesia acerca de esto, (22-35) y comunican por carta sus decisiones a las iglesias.

SEGUNDO VIAJE MISIONERO DE PABLO. (36-41) Pablo y Bernabé deciden visitar de nuevo a los hermanos; pero hay una disensión entre ellos, y se separan.

1 Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos.

2 Como Pablo y Bernabé tuviesen una discusión y contienda no pequeña con ellos, se dispuso que subiesen Pablo y Bernabé a Jerusalén, y algunos otros de ellos, a los apóstoles y los ancianos, para tratar esta cuestión. 3 Ellos, pues, habiendo sido encaminados por la iglesia, pasaron por Fenicia y Samaria, contando la conversión de los gentiles; y causaban gran gozo a todos los hermanos. 4 Y llegados a Jerusalén, fueron recibidos por la iglesia y los apóstoles y los ancianos, y refirieron todas las cosas que Dios había hecho con ellos.

5 Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron diciendo: Es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés.

6 Y se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer de este asunto. 7 Y después de mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo: Varones hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo que Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen. 8 Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros; 9 y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones.

10 Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? 11 Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos.

12 Entonces toda la multitud calló, y oyeron a Bernabé y a Pablo, que contaban cuán grandes señales y maravillas había hecho Dios por medio de ellos entre los gentiles.

13 Y cuando ellos callaron, Jacobo respondió diciendo: Varones hermanos, oídme. 14 Simón ha contado cómo Dios visitó por primera vez a los gentiles, para tomar de ellos pueblo para su nombre. 15 Y con esto concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito: 16 Después de esto volveré Y reedificaré el tabernáculo de David, que está caído; Y repararé sus ruinas, Y lo volveré a levantar, 17 Para que el resto de los hombres busque al Señor, Y todos los gentiles, sobre los cuales es invocado mi nombre,

18 Dice el Señor, que hace conocer todo esto desde tiempos antiguos. 19 Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios, 20 sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre.

21 Porque Moisés desde tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien lo predique en las sinagogas, donde es leído cada día de reposo.*

22 Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia, elegir de entre ellos varones y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé: a Judas que tenía por sobrenombre Barsabás, y a Silas, varones principales entre los hermanos; 23 y escribir por conducto de ellos: Los apóstoles y los ancianos y los hermanos, a los hermanos de entre los gentiles que están en Antioquía, en Siria y en Cilicia, salud. 24 Por cuanto hemos oído que algunos que han salido de nosotros, a los cuales no dimos orden, os han inquietado con palabras, perturbando vuestras almas, mandando circuncidaras y guardar la ley,

25 nos ha parecido bien, habiendo llegado a un acuerdo, elegir varones y enviarlos a vosotros con nuestros amados Bernabé y Pablo, 26 hombres que han expuesto su vida por el nombre de nuestro Señor Jesucristo.

27 Así que enviamos a Judas y a Silas, los cuales también de palabra os harán saber lo mismo. 28 Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: 29 que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; de las cuales cosas si os guardarais, bien haréis. Pasadlo bien.

30 Así, pues, los que fueron enviados descendieron a Antioquía, y reuniendo a la congregación, entregaron la carta; 31 habiendo leído la cual, se regocijaron por la consolación.

32 Y Judas y Silas, como ellos también eran profetas, consolaron y confirmaron a los hermanos con abundancia de palabras. 33 Y pasando algún tiempo allí, fueron despedidos en paz por los hermanos, para volver a aquellos que los habían enviado. 34 Mas a Silas le pareció bien el quedarse allí. 35 Y Pablo y Bernabé continuaron en Antioquía, enseñando la palabra del Señor y anunciando el evangelio con otros muchos.

36 Después de algunos días, Pablo dijo a Bernabé: Volvamos a visitar a los hermanos en todas las ciudades en que hemos anunciado la palabra del Señor, para ver cómo están. 37 Y Bernabé quería que llevasen consigo a Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos; 38 pero a Pablo no le parecía bien llevar consigo al que se había apartado de ellos desde Panfilia, y no había ido con ellos a la obra.

39 Y hubo tal desacuerdo entre ellos, que se separaron el uno del otro; Bernabé, tomando a Marcos, navegó a Chipre, 40 y Pablo, escogiendo a Silas, salió encomendado por los hermanos a la gracia del Señor, 41 y pasó por Siria y Cilicia, confirmando a las iglesias. (Hechos 15).

1. Algunos. No se nombra a los agentes de la disensión. Posiblemente fueran fariseos convertidos al cristianismo (cf. vers. 5).

De Judea. Estos nuevos maestros habían venido a Antioquía desde Judea, el centro de la autoridad apostólica; pero parece que sin la autorización de enseñar lo que presentaban.

Enseñaban a los hermanos. La iglesia de Antioquía era un conjunto cosmopolita, compuesto de judíos, prosélitos gentiles y miembros convertidos directamente del paganismo (cf. com. cap. 11:19-20).

Además, Pablo y Bernabé, principales evangelistas para los gentiles, eran importantes allí y habían sido comisionados por esa iglesia. Por estas razones, y puesto que la iglesia de Antioquía era la más próxima a Judea que tenía un gran número de gentiles, era natural que se levantara allí la pregunta en cuanto a cómo debía tratarse a los gentiles.

Si no os circuncidáis. Ver com. cap. 7:8. Esta exigencia prueba lo que no se dice claramente en ningún otro pasaje del NT: que Pablo y Bernabé no habían exigido que sus conversos gentiles se circuncidaran. Aquí se inicia el relato de la primera controversia importante en la iglesia cristiana, lucha que de seguro aumentaría a medida que el cristianismo se extendiera más allá de las fronteras de Palestina.

Los primeros conversos al cristianismo fueron judíos, quienes retuvieron mucho de las prácticas y de los prejuicios de la religión en la cual se habían formado. Por lo tanto, les molestó ver que los gentiles entraran en la iglesia cristiana antes de haberse hecho plenamente prosélitos del judaísmo.

Era de haberse esperado que con la conversión de Cornelio, o aun la del etíope, o la de los samaritanos, hubiera quedado resuelto el problema.

Quienes ahora presentaron objeciones bien pudieron haber estado dispuestos a aceptar a Cornelio y su casa en la iglesia; pero posiblemente argumentaban que en el caso de Cornelio el Espíritu Santo había hecho una excepción, y que la ley de la circuncisión aún estaba en vigencia. Por lo tanto, afirmaban que los que entraban en la iglesia por medio del bautismo y mediante la clara conducción del Espíritu Santo, debían ser ahora circuncidados.

Es posible que estos agitadores hubieran llegado a Antioquía afirmando que hablaban en nombre de Jacobo, quien presidía la iglesia de Jerusalén. Pero Jacobo definidamente negó haberles autorizado para que hicieran eso (vers. 24). Sin embargo, puesto que en su vida personal Jacobo parece haber seguido con constancia el ritual y las costumbres judías (cf.  Gál. 2:12), pudieron haber sentido que se justificaba el identificar a Jacobo con la enseñanza de ellos.

Afirmaban que la circuncisión era parte de la ley, y que si no se cumplía con ella se quebrantaba toda la ley.

No estaban ni preparados ni dispuestos a reconocer la verdadera relación entre Cristo y la ley. Los judaizantes destacaron en Antioquía un tema que continuó siendo motivo de disensión durante todo el ministerio de Pablo, y dejó su huella en muchos de los escritos del NT y aun en la literatura cristiana posterior a los apóstoles.

Podría preguntarse por qué Cristo no se anticipó a dar la solución a problemas tales como éste, mientras estuvo en la tierra. No habló de la circuncisión en forma específica, pero recalcó que la verdadera religión era la del alma y no la de ritos externos. Cristo puso un fundamento amplio y enunció principios antes que dogmas detallados. La iglesia sería guiada paso a paso a toda verdad por el Espíritu Santo (Juan 16:13). Esto no significaba que la iglesia debía desarrollar una tradición que se convirtiera en autoridad; pero sí que debía descubrir y conocer nueva luz.

El cristianismo ha tenido que resolver muchos problemas debido a las nuevas realidades que se presentan; pero esto no debía hacerse cambiando las enseñanzas y los ejemplos de las Escrituras (Rom. 15:4).

La nueva luz, junto con la solución de problemas imprevisibles, resultaría del estudio cada vez mayor de las verdades de las Escrituras y de la aplicación de los principios bíblicos a la obra de la iglesia.

Rito de Moisés. La circuncisión fue dada a Abrahán por Dios (Gén. 17:10-13), y le fue confirmada a Moisés (Lev. 12:3; cf. Juan 7:22). 

No podéis ser salvos. Este era el punto central del problema. Difícilmente se podía exigir a los gentiles que se circuncidaran argumentando que era una costumbre antigua, ni porque fuese una condición para que entraran en la iglesia. Los judaizantes presentaban la circuncisión como algo necesario para la salvación.

Sin embargo, Dios "había abierto la puerta de la fe a los gentiles" (cap. 14:27), apertura que probaba que ya no se necesitaban practicar los ritos ceremoniales.

2. Pablo y Bernabé. Los apóstoles se encontraban en el centro de la contienda, porque las exigencias de los judaizantes condenaban directamente el trabajo que estos dos misioneros habían hecho en Cilicia, en Antioquía, y en su primer viaje misionero. No podían sino interpretar que esa obra era el triunfo de la gracia de Dios. Habían proclamado la salvación por medio, de la fe en Cristo. Ahora no podían permanecer callados cuando oían que se les decía a sus conversos que no bastaba aceptar la gracia de Dios por medio de la fe, sino que debían practicarse ritos externos para obtener la salvación.

Discusión. Gr. stásis, "discordia", "desunión", "contienda"; "rebelión", "levantamiento" Mar. 15:7: "revuelta"; Luc. 23:19: "sedición"). Aquí describe una acalorada disputa.

Contienda. Gr. z't'sis, "lo que se busca", "lo que se pregunta", es decir, un debate.

Se dispuso. Gr. tássÇ, "disponer", "decidir", "ordenar" (ver com. cap. 13:48).

Pablo y Bernabé. No podrían haberse elegido mejores representantes de la causa de la libertad en el Evangelio, que estos dos que ya habían trabajado con tanto éxito entre los gentiles.

A Jerusalén. En cuanto al problema de la identificación de este viaje a Jerusalén con el que se registra en Gál. 2, ver la primera Nota Adicional al final de este capítulo.

Algunos otros. No se dan los nombres. Posiblemente fueran algunos de los profetas de Antioquía (cap. 13:1), o algunos de los varones de Chipre y de Cirene (cap. 11:20) que tenían especial interés en los gentiles. Tito también fue, quizá como un notable ejemplo del tipo de obra que el Espíritu Santo había capacitado a Pablo y a Bernabé para que hicieran (Gál. 2:1).

Los apóstoles y los ancianos. Pedro, Juan y Jacobo, hermano del Señor, estaban en Jerusalén (Gál. 2:9; cf. cap. 1:19). Ellos, juntamente con los ancianos (ver com. Hech. 11:30) y posiblemente otros apóstoles cuyos nombres no se especifican, aparecen como dirigentes de la joven iglesia.

La iglesia primitiva confió el enojoso asunto de la circuncisión a un concilio de apóstoles y ancianos en Jerusalén, lo cual fue un precedente importantísima para la organización de la iglesia.

Esta resolución contradice abiertamente la teoría de que la decisión final en asuntos eclesiásticos debe hacerla una sola persona en forma autocrática, y también ilustra la necesidad de buscar consejo y autoridad en un nivel más amplio que el de una congregación local, cuando se tratan asuntos que afectan a toda la iglesia.

Era lógico que los apóstoles y los dirigentes de la primera congregación de Jerusalén constituyeran ese tribunal de apelaciones en los tiempos del NT; pero al mismo tiempo, como se verá posteriormente (cap. 15:22,25), la decisión final se basó en el acuerdo de todos los presentes, entre los cuales estaban los que habían venido de Antioquía, y no únicamente en la decisión de los ancianos de Jerusalén.

Cuando Pablo y Bernabé y toda la iglesia de Antioquía llevaron su problema a Jerusalén, demostraron su confianza en la conducción del Espíritu Santo por medio de los dirigentes de Jerusalén. Por eso Pablo declaró que había ido a Jerusalén "según una revelación" (Gál. 2:2; ver Hap 79).

3. Habiendo sido encaminados. En el libro de Hechos se registra repetidas veces esta costumbre (cap. 20:38; 21:16). Los judíos consideraban que era una demostración de hospitalidad acompañar a un huésped que se iba, especialmente si era un maestro. Abrahán acompañó a los ángeles cuando emprendieron su camino hacia Sodoma (Gén. 18:16). Una antigua tradición judía afirma: "Un maestro [acompaña] a sus alumnos hasta las afueras de una ciudad; un colega [acompaña a otro] hasta el límite sabático; un alumno [acompaña] a su maestro una distancia ilimitada" (Talmud Sotah 46b). Una declaración atribuida al Rabí Meir (c. 150 d. C.), dice: "El que no acompaña a otros ni permite ser acompañado, es como el que derrama sangre" (Ibíd.).

Fenicia. El camino que siguieron los apóstoles de Antioquía a Jerusalén iba por la costa, pasando por Sidón, Tiro y probablemente por Cesarea, y después por Samaria. En su ruta encontraron "hermanos", lo que da a entender que había congregaciones establecidas.

Algunas de ellas sin duda habían sido establecidas por Felipe. En cuanto al origen de otras congregaciones nada se sabe, excepto esta breve alusión, lo cual hace suponer que una gran parte de la historia primitiva de la iglesia cristiana nunca fue registrada.

Conversión de los gentiles. Este era ciertamente el tema dominante de Pablo. Estas conversiones sin duda las describió en numerosas ocasiones con abundancia de detalles, destacando, como lo había hecho Pedro al narrar la conversión de Cornelio, que el Espíritu había puesto el sello de su aprobación sobre la aceptación de los incircuncisos.

Causaban Gran Gozo. La forma del verbo sugiere que a medida que Pablo y Bernabé iban hacia Jerusalén, la noticia de la conversión de los gentiles era recibida continuamente con gozo.

Esta actitud de las iglesias de Fenicia y Samaria contrasta agudamente con la estrechez y la amargura de los fariseos de la iglesia de Jerusalén (vers. 5), y del partido judaizante que intentaba hablar en nombre de esa iglesia.

Todos los hermanos. Cf. cap. 11:2-4,18. La iglesia se alegraba por las buenas nuevas que traían Pablo y Bernabé.

Los que insistían en que los gentiles debían circuncidarse eran sólo un grupo de los judíos cristianos, descritos como "algunos de la secta de los fariseos, que habían creído" (cap. 15:5).

Los fariseos apoyaban decididamente la ley ritual. Fueron recibidos por la iglesia. Cuando los apóstoles llegaron a Jerusalén recibieron una cordial bienvenida de parte de la iglesia en general. El grupo de la oposición se hizo oír después que los apóstoles presentaron en público el éxito alcanzado entre los gentiles.

Los apóstoles. Ver com. cap. 1: 2.

Refirieron. Si se compara este versículo con el 6, parece entenderse que se efectuó una reunión preliminar en la cual Pablo y Bernabé relataron sus trabajos misioneros. Esta reunión quizá fue la que se llevó a cabo en privado con "los que tenían cierta reputación", a los cuales Pablo más tarde alude (Gál. 2:2). Tuvo que gastarse algunas horas contando los hechos y los sufrimientos, las señales y las maravillas, así como la pureza y el amor de los conversos gentiles. Esa presentación fue la mejor introducción posible al tema que más tarde fue discutido y decidido en el concilio.

5. Secta. Gr. háiresis (ver com. cap. 5:17).

ALGUNOS De Los Fariseos Se Habían Hecho Cristianos. Aceptaron a Jesús como maestro enviado de Dios (Juan 3: 2), y como Mesías; aceptaron el Evangelio, y sabían que la salvación era por medio de Cristo; sin embargo, no querían admitir que ya no eran necesarios los ritos judíos a los cuales habían estado acostumbrados. Consideraban, además, que la iglesia cristiana era principalmente para los judíos, y que sólo podían aceptarse a aquellos gentiles que estuvieran dispuestos a observar los ritos judíos, sobre todo la circuncisión (HAp 153-163).

Estos fueron los que se opusieron a lo que habían hecho Pablo y Bernabé. Es posible que se pusiera a Tito como ejemplo de la situación general (Gál. 2:3): un gentil convertido que no había llenado los requisitos de un prosélito.

La participación de Tito en esta controversia lo preparó para luchar más tarde contra la insistencia de los judaizantes, de que debían practicarse formas religiosas ya en desuso (cf. Tito 1:10, 14-15).

Se levantaron. Estos fariseos que "se levantaron" quizá hicieron necesario que se convocara un concilio más organizado.

La ley de Moisés. Ver com. cap. 6:13.

La circuncisión no era el único requisito que los judaizantes proponían como necesario para los cristianos; era sólo su cuña de entrada. Deseaban imponer la observancia de toda la ley ritual.

Los apóstoles y los ancianos. Ver com. vers. 2; cap. 11:30. Por lo que dice el cap. 15:23, se ve que además de los dirigentes de la iglesia, los "hermanos", es decir los laicos, participaron en alguna medida en el concilio.

7. Discusión. Gr. z't'sis (ver. com. vers. 2). Las características humanas que se observan al tratar un asunto tan crucial como el que se decidió en esta ocasión, demuestra categóricamente que el Espíritu de Dios guía y actúa a través de los seres humanos, y cumple su voluntad a pesar de las flaquezas y los desacuerdos de las personas.

Pedro se levantó. Pedro ocupaba una posición de autoridad, pero no de primacía. No presidió este concilio, y aunque su discurso dio la nota clave para la última decisión, no propuso la resolución final. El hecho de que hubiera sido el instrumento en la conversión de Cornelio, un romano, quizá el primer gentil que se hizo cristiano, y de que esa conversión había sido aprobada por la iglesia (cap. 11:1-18), lo colocaba en una situación especialmente favorable para aconsejar que se aceptara en esta ocasión a otros gentiles.

Varones hermanos. Ver com. cap. 1:16; 2:37; 13:15.

Ya hace algún tiempo. "Desde días antiguos". Pedro alude a la conversión de Cornelio (cap. 10), ocurrida quizá una década antes. Mucho de lo que se relacionaba con el problema del momento había ocurrido desde aquella conversión.

Por mi boca. Pedro no estaba exigiendo que se le diera prominencia. Sencillamente dijo que Dios había hablado por medio de él.

8. Conoce los corazones. Esta expresión sólo aparece aquí y en Hech. 1:24. Dios había actuado colocando a los incircuncisos en el mismo nivel de los circuncisos, y la iglesia sólo podía proceder de la misma forma.

El Espíritu Santo. Ver com. cap. 10:44.

9. Ninguna diferencia. "No hizo distinción" (BJ). Dios había dado a los nuevos conversos gentiles, sin que fueran circuncidados, el mismo derramamiento del Espíritu, como lo había hecho por primera vez en Pentecostés, sin hacer distinción entre judíos y gentiles. Esto evidentemente representaba la aceptación completa de los gentiles dentro de la iglesia. Ver en Rom. 10:12 la declaración posterior de Pablo en cuanto al mismo principio.

Purificando por la fe sus corazones. Cornelio y su familia no habían necesitado purificarse mediante la observancia de las ceremonias judías. Dios les había purificado el corazón por medio de la fe.

Según los fariseos, la purificación se lograba mediante la observancia de ritos y ceremonias, y como los gentiles no cumplían con esas leyes, aquéllos los consideraban impuros.

Pero Dios siempre había tenido otro sistema para purificar (cf. Sal. 51) el corazón manchado de pecado: el arrepentimiento y la fe en el sacrificio de Jesús. Pedro había aprendido que el hombre no puede considerar inmundo lo que Dios ha purificado (Hech. 10:28).

El NT enseña que la verdadera pureza depende de lo que hay dentro y no de lo externo (Tito 1:15; Mat. 23:25-28).

10. ¿Por qué tentáis a Dios? Es decir, ¿por qué tenían que pedir señales a Dios, cuando él ya había manifestado su voluntad aceptando a los gentiles? ¿Era acaso más poderosa la voluntad del hombre para oponerse que la voluntad de Dios? Los judíos habían tentado a Dios en el desierto (Heb. 3:9) cuando, a pesar de las maravillas que había hecho en su favor, murmuraron contra los dirigentes que él les había dado. Habían tentado a Cristo (1 Cor. 10:9), y su desobediencia les había traído el castigo de las serpientes venenosas. Ananías y Safira habían tentado al Espíritu de Dios cuando intentaron engañar a la iglesia con sus ofrendas (Hech. 5:9). Pedro advirtió a sus oyentes que no tentaran otra vez a Dios en este asunto de la admisión de los gentiles en la iglesia.

Un yugo. El yugo del cual habla Pedro es la ley ceremonial (ver HAp 158), más sus elaboraciones tradicionales, por medio de las cuales los judíos se esforzaban por ganar la salvación.

Pablo no podría haber pronunciado palabras más duras que éstas, palabras que recordaban lo que Jesús había dicho acerca de las tradiciones de los fariseos: "cargas pesadas y difíciles de llevar" (Mat. 23:4), en contraste con su yugo y su carga: "fácil" y "ligera" (cap. de Pablo a los gálatas de que no se dejaran sujetar dé nuevo por el "yugo de esclavitud" (Gál. 8:1).

Hemos podido llevar. Dios no había tenido originalmente la intención de que los requisitos de la ley de Moisés fueran pesados.

Se convirtieron en un yugo insoportable porque los judíos perdieron de vista su verdadero significado y los transformaron en una rutina ceremonial por medio de la cual intentaban ganar la salvación.

Además, los rabinos habían procurado levantar una pared alrededor de la ley para defender sus preceptos, añadiendo sus exigencias para impedir que pudieran quebrantarse los mandamientos. Como resultado de esto, la observancia ceremonial judía se había convertido en una carga opresiva.

11. La gracia del Señor Jesús. Pedro afirmó que la salvación no se obtenía por medio de la conformidad con la ley, sino por la gracia del Señor; y con esta afirmación concluyó su discurso.

Seremos salvos. La salvación que Dios promete es por medio de la gracia (Rom. 3:21-26; 5:1-2; 11:5-6; Efe. 2:5, 8). Las obras aparecen como resultado de la recepción del don de la salvación mediante la gracia (Rom. 8:4; Efe. 2:9-10; Fil. 2:12-13).

12. La multitud. Es decir, el grupo reunido (ver com. vers. 6).

Calló. En respuesta al testimonio convincente de Pedro, no se oyeron voces de disensión. La oposición fue acallada, aunque todos no quedaron convencidos. Cuando se convirtió Cornelio, los prejuicios de Pedro habían sido eliminados; ahora su testimonio debía ayudar a otros a vencer los suyos.

Oyeron. Parece que hasta este momento Pablo y Bernabé no habían hablado a la congregación; pero el discurso de Pedro había preparado a los oyentes para escuchar la narración de los notables acontecimientos del primer viaje misionero de ellos. Entonces los dos misioneros repitieron en público lo que ya le habían dicho a los apóstoles y ancianos (vers. 4).

Señales y maravillas. Ver t. V, p. 198. En vista de las dudas de algunos de los presentes, es probable que Bernabé y Pablo destacaran el aspecto milagroso de su obra, como testimonio de que Dios había aceptado sus resultados. Su informe mostró que se habían obrado milagros tanto entre los gentiles como entre los judíos.

13. Jacobo. Es probable que este fuera hermano del Señor y dirigente de la iglesia de Jerusalén. Ver com. cap. 12:17.

Varones hermanos. Ver com. cap. 1:16; 2:37; 13:15.

Oídme. El resumen de Jacobo pasa por alto la "mucha discusión" (vers. 7). La percepción de Pedro (vers. 7-11) concordaba con la profecía del AT, y Jacobo basó su decisión en este hecho.

14. Simón. Era natural que Jacobo, como galileo que era, usara el nombre hebreo o arameo de Pedro. En 2 Ped. 1:1 el apóstol se denomina Simón Pedro, usando sus dos nombres.

Cómo Dios visitó por primera vez. Lo que Pedro narrara apoyaba la aceptación del primer gentil en la iglesia. El verbo que se traduce como "visitó" es episképtomai, "visitar", "atender", casi siempre con la idea de hacer algo para bien de otro (cf. Luc. 1:68; 7:16; Heb. 2:6).

Pueblo. Los judíos creían que sólo ellos eran el pueblo de Dios, y que todos los demás estaban fuera del círculo del amor de Dios. Pero Jacobo proclamó que Dios también estaba aceptando como suyo a un pueblo procedente de las naciones paganas. Pablo reconoció este mismo hecho (Rom. 9:26). Como los cristianos ya no debían considerar que el pueblo escogido era únicamente el pueblo judío, habían caducado los requisitos ceremoniales que habían distinguido a los judíos de los gentiles.

15. Con esto concuerdan. Es decir, los profetas del AT estaban de acuerdo con lo que Dios había hecho.  Ellos habían previsto la conversión de los gentiles que estaba ocurriendo ahora.

Como está escrito. La cita de los vers. 16,17 es de Amós 9:11-12, según la LXX. Los presentes, que conocían bien las Escrituras del AT, podrían recordar otras profecías similares, como lo hizo Pablo en Rom. 15:9-12.

El hecho de que la cita de Jacobo sea de la LXX y que el texto de este pasaje cuadre mejor con el argumento de Jacobo que las palabras del texto masorético, ha suscitado la pregunta en cuanto a si el concilio deliberó en griego. En favor de esta posibilidad está el hecho de que muchos judíos, incluso los que vivían en Palestina, eran bilingües, y que la cuestión que se estaba tratando era de interés para los cristianos de habla griega. Había presentes cristianos de Antioquía (Hech. 15:2), que no necesariamente sabían arameo. Tito, un gentil incircunciso, también estaba allí (Gál. 2:3), y probablemente no entendía arameo.  En beneficio de estas personas habría sido apropiado hablar en griego.

Sin embargo, hay buenas razones para suponer que Jacobo presentó su discurso en arameo, y probablemente citó el pasaje del AT en hebreo, muy similar al arameo.

En el NT y en la literatura cristiana primitiva, Jacobo aparece como dirigente de los cristianos de origen judío. Lo que se estaba tratando era esencialmente un problema judío que había sido presentado por los más judíos de los judíos cristianos: los fariseos. Por lo tanto, sería razonable esperar que un debate entre los apóstoles de Jerusalén se hubiera hecho en arameo.

Esto no significa, sin embargo, que Lucas no actuó bien al citar la LXX, la versión de la Biblia conocida por sus lectores griegos. Amós 9:11-12 en hebreo, según aparece en el texto masorético, no sería inapropiado para su argumento. De no haberse valido del texto masorético, pudo haber usado un texto hebreo más parecido a la LXX que el masorético. Los hallazgos de Qumrán han mostrado que tales textos existían, por lo menos para ciertas partes del AT (ver t. V, p. 94).

16. Volveré. Esta frase no concuerda con Amós 9:11, ni en el texto hebreo ni en la LXX; pero sí corresponde con una expresión hebrea muy usada para decir "haré algo otra vez" (cf. Ecl. 9:11; Ose. 2:9; 11:9). Este hebraísmo podría ser una indicación de que Jacobo citó el AT en hebreo.

Tabernáculo. Gr. sk'n', "tienda", palabra que representa la palabra hebrea sukkah, la "enramada" que se construía para la celebración de la fiesta de los tabernáculos cuando los hebreos vivían durante una semana en unas enramadas frágiles y temporales.

17. El resto de los hombres. Así traduce la LXX; el texto masorético dice "resto de Edom" (she´erith 'edom). Debe destacarse que la frase hebrea correspondiente a "resto de los hombres" sería she`erith 'adam, que las consonantes son las mismas en las dos frases y que las vocales hebreas no se escribían en tiempos del AT.

Se supone que los traductores de la LXX leyeron 'dm como "hombres" y no como "Edom". El argumento de Jacobo se apoya mejor en la traducción griega. "El resto de los hombres", es decir, los gentiles, debían buscar al Señor y sobre ellos sería invocado su nombre, Jacobo reconoció que esta profecía era una predicción de la conversión de los gentiles, y por lo tanto tenía que ver con lo que se estaba debatiendo en ese momento.

Busque al Señor. La diferencia que existe en el pasaje de Amós 9:12 entre el texto masorético y la LXX, se ve claramente en la diferencia que hay en la RVR entre Amós 9:12 y Hech. 15:17-18 p.p. En Amós 9:12 se describe la restauración del pueblo de Israel (mediante la figura del tabernáculo) como poseedor del resto de Edom y de todas las naciones. Pero tal como Jacobo emplea esta profecía, es una declaración de la intención de Dios de que los gentiles le busquen. Jacobo explica que cuando los gentiles busquen al Señor, se reparará tanto la casa de David como la de toda la humanidad.

Sobre los cuales es invocado mi nombre. Esta expresión es semítica, y puede interpretarse como "los que son llamados por mi nombre". Aparece en Deut. 28:10, en hebreo, y en Sant. 2:7, en griego.

18. Que hace conocer. La evidencia textual se inclina (cf. p. 10) por el texto: "Dice el Señor que hace estas cosas conocidas desde el siglo". La cita de Amós 9:12 termina con la frase "dice el Señor que hace estas cosas". La última parte de la oración parece haber sido añadida por Jacobo. Puede interpretarse en dos formas, sin violentar el texto griego: (1) "Dice el Señor que hace estas cosas, que son conocidas desde hace mucho", o, (2) "Dice el Señor que hace que estas cosas sean conocidas desde hace mucho".

Cualquiera de las dos interpretaciones indica que la salvación de los gentiles no era una novedad en el plan de Dios (ver t. IV, pp. 29-32).

Los judíos estaban asombrados de que Dios aceptara a los gentiles; pero él había revelado esto por medio de sus profetas. Ahora llevaba a cabo lo que había decidido desde el principio (Efe. 3:2-12).

19. Yo juzgo. "Opino yo" (BJ). Las palabras de Jacobo significan que hablaba con autoridad.  Sin embargo, lo que sigue no fue no decreto, porque su promulgación final dependió de la autoridad de los apóstoles y los ancianos (cap. 16:4).

No se inquiete. Gr. parenojléÇ "afligir", "inquietar", "turbar"; "molestar" (BJ), poniendo obstáculos en el camino de otro. Este verbo sólo aparece aquí en el NT.

Que se convierten. La obra de la conversión continuaba entre los gentiles en ese movimiento. El verbo Gr. epistréfo, que se emplea en este pasaje, aparece varias veces en Hechos para referirse a la conversión (ver com. cap. 3:19).

El informe de Pablo y Bernabé, y quizá la presencia de Tito, cristiano de origen gentil, demostraba que los gentiles realmente se estaban convirtiendo a Dios y que el Señor los estaba aceptando (cf. Gál. 2:1; primera Nota Adicional al final de este capítulo). Esta fije la razón básica para que el concilio tomara tal decisión. Los gentiles se estaban convirtiendo; Dios los estaba aceptando. ¿Cómo podía la iglesia rechazarlos?

Muchos cristianos de origen judío aún no comprendían claramente que las leyes ceremoniales que señalaban a Cristo se habían cumplido en él, y que los símbolos étnicos que caracterizaban a los judíos (tales como la circuncisión) también habían perdido su valor.

Durante décadas muchos cristianos de origen judío siguieron practicando los rituales del templo, y aun Pablo se unió con ellos cuando fue a Jerusalén (Hech. 20:16; 21:18-26, cf. cap. 18:19). Pero con el correr del tiempo, y en buena medida gracias a los escritos de Pablo, quedó claro que los sacrificios ya no eran necesarios, pues habían servido para prefigurar a Cristo, quien ya había sido sacrificado como cordero pascual (1 Cor. 5:7) de una vez por todas (Heb. 9:12,28). 

Además los hermanos fueron entendiendo que la circuncisión, como señal de que la persona era miembro del pueblo especial de Dios, había dejado de tener significado, pues en Cristo todos, incluso los gentiles convertidos, podían ser ahora miembros de la "nación santa" (1 Ped. 2:9), y ya no había más diferencia entre gentil y judío (Rom. 10:11-12; Col. 3:10-11). 

Pablo comprendía claramente que el espíritu de legalismo, que en gran medida dependía de esos ritos, se había convertido en una barrera entre judíos y gentiles, lo que no debía existir entre aquellos que eran uno en Cristo Jesús (Efe. 2:13-16).

20. Se les escriba. Gr. epistéllÇ, "enviar un mensaje", "escribir una carta" (cf. Heb. 13:22). Los mensajeros enviados por los apóstoles llevaron consigo la decisión escrita del concilio (Hech. 15:23).

Que se aparten. La decisión era, en esencia, práctica (ver com. vers. 19). La cuestión de comer carnes sacrificadas a los ídolos fue considerada más tarde en forma algo diferente (ver com. "las contaminaciones de los ídolos"). En las condiciones existentes cuando se reunió el concilio de Jerusalén, la iglesia no se animó a permitir mayores libertades. Los gentiles no podían menos que sentirse satisfechos porque no se les había impuesto ninguna carga pesada, y los que tenían tendencia al fariseísmo no podían negar que los gentiles de veras se habían convertido. Los requisitos estipulados parecían muy aceptables a los judíos cristianos.

Las contaminaciones de los ídolos. En vista de que el manifiesto escrito oficial del concilio de Jerusalén, manda abstenerse "de lo sacrificado a ídolos" (eidlóthuton, vers. 29), probablemente deba entenderse que "contaminaciones de los ídolos" se refiere a alimentos o bebidas que se habían ofrecido a los dioses paganos.

En las religiones de Roma y de Grecia era común en los templos ofrendar alimento a los dioses. Sin embargo, sólo se colocaba una pequeña porción sobre el altar. El resto era comido por quienes vivían del templo, o era enviado al mercado para ser vendido. Según los judíos ortodoxos, tales alimentos estaban contaminados. Una opinión atribuida al rabí Aquiha (c. 100 d. C.) afirma: "La carne que se trae a un ídolo es permitida; pero la que se saca de allí es prohibida porque es como sacrificios para los muertos" (Mishnah Abodah Zarah 2.3).

En forma similar, otro reglamento de la Mishnah (recopilada c. 200 d. C.) dice lo siguiente en cuanto a vino ofrecido a un ídolo: "El vino de la libación en cualquier cantidad es prohibido, y hace que otro vino sea prohibido. Si se mezcla el vino de la libación con otro vino o el agua de la libación con otra agua en cualquier cantidad, hace que sea prohibido. Pero si se mezcla el vino de la libación con agua, o el agua de la libación con vino, el otro se convierte en prohibido sólo si es suficiente como para dejar sabor. Esta es la regla general: si se mezcla con líquido de la misma clase en cualquier cantidad, hace que el otro sea prohibido. Pero si se mezcla con un líquido de otra clase, hace que el otro sea prohibido sólo si es suficiente como para dejar sabor" (Mishnah Abodah Zarah 5.8).

Por lo tanto, un judío estricto nunca compraba carne en el mercado común, sino sólo a un carnicero judío. Cuando viajaba lo hacía con su kófinos o canasta al hombro; llevaba consigo su comida (ver com. Mar. 6:43).

En vista de este intenso sentimiento judío, el concilio creyó apropiado pedir a los cristianos de origen gentil que se abstuvieran de carnes ofrecidas a los ídolos. Esto exigía una gran abnegación. El converso debería rechazar invitaciones a muchas fiestas, y si iba, abstenerse de comer. El que tuviera una conciencia meticuloso también se negaría a comer en una casa particular, a menos que estuviera convencido de que el alimento que le servían no había sido ofrecido en un templo.

Esta restricción tenía además el valor práctico de salvaguardar a los cristianos de origen gentil contra la tentación de participar en ritos paganos, donde era parte esencial del culto probar el alimento y el vino de los sacrificios. Si no se debía comer nada ofrecido a un ídolo, el cristiano meticuloso entendería claramente que aun el ritual de probar comida y bebida en el altar del emperador, era prohibido. Esta situación parece haber sido especialmente problemática en el período cuando se escribió el Apocalipsis (ver com. Apoc. 2:14).

Esta restricción fue objeto de cierta oposición pocos años después del concilio de Jerusalén. En Corinto algunos pretendieron tener el derecho de comer lo que les parecía.Pablo concedió que tenían el derecho de comprar alimento en los mercados sin preguntar si había sido ofrecido anteriormente en un templo, puesto que "un ídolo nada es" (1 Cor. 8:4); pero apoyó la restricción debido al amor fraternal y al respeto por los escrúpulos de otros (1 Cor. 8-10; ver com. Rom. 14).

De fornicación. A primera vista puede sorprender que se encuentre una regla moral entre unas restricciones que parecen ser únicamente ceremoniales. Pero el primer asunto que se menciona en el decreto era también moral, pues se basaba en el segundo mandamiento del Decálogo. 

En cuanto a la fornicación, la ley levítica en contra de toda forma de falta de castidad era muy estricta (Lev. 18; 20:10-21). En algunos MSS griegos no aparece esta frase; pero la evidencia textual favorece (cf. p. 10) su inclusión.

El pecado de fornicación, que implica falta de verdadero respeto por la pureza de la mujer, era un mal tan difundido en el mundo antiguo que casi podría considerarse como una característica de la cultura grecorromana.

La idolatría y la fornicación muchas veces estaban relacionadas en los cultos paganos. Como ocurría en el caso de las sacerdotisas prostitutas de Afrodita en Corinto y en Pafos, la prostitución con frecuencia era parte de la idolatría. El hombre que tenía relaciones sexuales con una de las prostitutas del templo expresaba así su veneración por la diosa que allí se adoraba. Para el pagano la fornicación era permitida y aun natural.

Por esta razón los cristianos de origen judío querían estar seguros de que los conversos gentiles habían adoptado una vida pura (1 Cor. 6:15; Apoc. 2:14). Por lo tanto, en el concilio de Jerusalén el cristianismo dio el primer paso público para mantener en alto las normas morales, no sólo por su enseñanza general sino mediante una regla específica que se esperaba que respetaran los miembros de la iglesia.

De ahogado. Esta frase no aparece en varios MSS griegos, sin embargo, la evidencia textual se inclina (cf. p. 10) por su inclusión. En el AT no aparece ninguna prohibición clara de comer carnes de animales "estrangulados" (BJ); pero aquí parece estar relacionada con la prohibición siguiente: abstenerse "de sangre".

Un animal estrangulado no podía ser desangrado en forma aceptable, y por lo tanto su carne no era buena como alimento (Lev 17:13-14). 

Es posible que la declaración de Jacobo se hubiera basado en las restricciones mosaicas en cuanto a la carne de animales muertos en forma natural, o muertos por algún otro animal (Lev. 17:15; Deut. 14:21).

Esas restricciones eran obedecidas por la iglesia primitiva, como se ve por el testimonio de Tertuliano (m. c. 230 d. C.), quien escribiendo a los paganos, afirmó: "Sonrojaos por vuestra vil conducta delante de los cristianos, quienes ni siquiera participan de sangre de animales en sus comidas de alimento sencillo y natural; quienes se abstienen de comer lo estrangulado y de animales que mueren de muerte natural, sin otra razón que la de no contaminarse, ni siquiera por la sangre de las vísceras" (Apología 9).

Una antigua regla (siglo IV) de la iglesia oriental dice: "Si un obispo, o presbítero, o diácono, o cualquiera del clero, come carne con la sangre de su vida, o lo que ha sido despedazado por animales, o que muere en forma natural, sea privado [de su puesto]; porque esto lo ha prohibido la ley. Pero si es un laico, que sea suspendido"* (Cánones apostólicos 63). La antigua tradición judía declaraba que cuando se le quebraba el pescuezo a un animal, la sangre fluía a las extremidades de tal modo que no se la podía sacar, ni siquiera usando sal (Talmud Hullin 113a).

De sangre. La prohibición de comer sangre fue hecha inmediatamente después de que se permitió a los hombres que comieran carne (Gén. 9:4), y en la ley mosaica se repite con frecuencia (Lev. 3:17; 7:26; 17:10; 19:26). En los tiempos de Saúl se consideraba que comer sangre era pecado contra el Señor (1 Sam. 14:33).

El alimento preparado con sangre era común en la mesa de romanos y griegos.  Homero describe la siguiente escena: "Dos vientres de cabras, ahítos de sangre y grasa ásanse al fuego para el yantar: aquél de entrambos que venza al otro, elegirá la porción que le guste" (Odisea xvii. 44-49). En los sacrificios paganos se acostumbraba beber vino mezclado con sangre.

Josefo, hablando desde el punto de vista de los judíos del siglo I d. C., afirmó que "cualquier clase de sangre él [Moisés] ha prohibido que se use como alimento, considerándola como alma y espíritu (Antigüedades iii. 11. 2). La actitud de los judíos hacia esta prohibición puede verse por una declaración atribuida al rabí Simón ben Azzai (c. 110 d. C.): "En la Torah hay 365 prohibiciones, y entre todas las leyes no hay ninguna como ésta... Si las Escrituras os amonestan así en cuanto a la prohibición de la sangre [Deut. 12: 23], en comparación con la cual no hay mandamiento más fácil entre todos los mandamientos, "¡cuánto más se aplica esto a todo el resto de los mandamientos!" (Sifre Deuteronomio 12:23).

El hecho de que se considerara que la prohibición de comer sangre fuera el más fácil de observar de todos los mandamientos, ayuda a comprender la posición de los cristianos de origen judío, de Jerusalén, en el sentido de que los conversos gentiles debieran atenerse a ella. Durante siglos, al menos en ciertas zonas, la iglesia cristiana primitiva parece haber seguido esta regla (ver com. "ahogado").

Al mismo tiempo, especialmente en el Occidente, parece haberse hecho un intento de presentar las restricciones del concilio de Jerusalén sólo como prohibiciones morales.  

Ireneo (c. 185 d. C.) cita este pasaje de la siguiente forma: "Que se les mande que se abstengan de las vanidades de los ídolos, y de fornicación, y de sangre; y que cualquier cosa que no quieren que se les haga a ellos, no la hagan a otros" (Contra herejías iii. 12.14).

Algo muy similar dice el Códice de Beza del siglo VI. Desde este punto de vista, "abstenerse de sangre" era abstenerse de derramar sangre humana. 

Tertuliano (m. c. 230 d. C.) lo dice con claridad: "La prohibición de 'sangre' la debemos entender como prohibición principalmente de sangre humana" (Sobre la modestia 12).

Com. Gén. 9:4. Carne Con Su Vida. La prohibición se aplica a comer carne con sangre, ya fuera de animales vivos como había sido la bárbara costumbre de algunas tribus paganas del pasado, o de animales sacrificados que no hubieran sido bien desangrados.  Entre otras cosas, esta prohibición era una salvaguardia contra la crueldad y un recordativo del sacrificio de animales, en los cuales la sangre, como portadora de la vida, era considerada sagrada. Dios previó que el hombre, al caer como fácil víctima de las creencias supersticiosas, pensaría que participando del líquido vital, su propia vitalidad sería vigorizada o prolongada.

Por estas razones y probablemente por otras que ahora no resultan claras, fue irrevocablemente prohibido comer carne con sangre. Los apóstoles consideraron que esta prohibición todavía estaba en vigencia en la era cristiana. Llamaron la atención respecto a esto especialmente a los creyentes cristianos de origen gentil, porque esos nuevos creyentes, antes de su conversión, habían estado acostumbrados a comer carne con sangre (Hech. 15:20,29).

"Vida", néfesh (ver com. de Gén. 2:7). Traducir esta palabra como "alma", como algunos han hecho, oscurece el verdadero significado (ver Lev. 17:11). La sangre es indispensable para la vida. Si se corta la circulación de sangre a cualquier parte del cuerpo, esa parte muere. Una pérdida completa de sangre inevitablemente produce la muerte. Siendo esto verdad, la palabra hebrea néfesh, como paralela de "sangre" en este texto. debe traducirse "vida", tal como está en la VVR.

21. Desde tiempos antiguos. Literalmente "desde las generaciones antiguas". Según parece, Jacobo sólo podía pensar que los cristianos de origen judío retendrían todo lo que el judaísmo les había dado, y que no se separarían de la sinagoga judía.

En las sinagogas. Con referencia al culto en la sinagoga, ver t. V, pp. 57-60. Los cristianos de origen judío seguían asistiendo a los servicios en la sinagoga. La relación de este versículo con el anterior puede entenderse de diversos modos.

Algunos interpretan que significa que los cristianos de origen judío no tenían que temer que la libertad concedida a los gentiles afectaría su observancia de las leyes mosaicas puesto que ellos y sus hijos seguirían recibiendo la amonestación de la ley cada sábado cuando asistieran a la sinagoga.

Otros interpretan que este versículo es la base de las prohibiciones de Jacobo en el sentido de que, por cuanto Moisés era leído en la sinagoga, los gentiles deberían por lo menos, abstenerse de las cosas que él enumera. Otros sugieren que esto significa que los cristianos de origen gentil ciertamente no encontrarían difícil las prohibiciones de Jacobo, pues ya las conocían por sus relaciones con la sinagoga, donde se leía regularmente la ley.

22. Pareció bien. Gr. dokéÇ, "parecer apropiado" o, en un sentido oficial, "decidieron" (BJ) o "se ordenó".

Toda la iglesia. Esto muestra la importancia que se daba a los miembros de la iglesia. Estuvieron de acuerdo en enviar a los que llevarían la carta. En los siglos posteriores los laicos fueron mayormente excluidos de los concilios regulares de la iglesia.

Con Pablo y Bernabé. Los mensajeros escogidos fueron enviados junto con Pablo y Bernabé, para que la confirmación de los decretos que se habían adoptado pudiera ser presentada por otros labios que no fueran los de estos dos, que estaban personalmente implicados en la cuestión. De este modo, no habría posibilidad de que algún judaizante fanático acusara a Pablo y a Bernabé de haber falsificado el documento.

Judas que tenía por sobrenombre Barsabás. José, "que tenía por sobrenombre justo", también se llamaba Barsabás (ver com. Hech. 1:23). Si Barsabás se considera como un nombre de familia, es posible que este Judas sea hermano de aquel José. De este José se sabe que había estado con Jesús; de Judas se dice que era profeta (cap. 15:32).

Silas. Este nombre podría ser arameo o quizá un apócope de Silvano, nombre romano. Silas, como Judas, era profeta (vers. 32). Fue compañero de Pablo en su segundo viaje misionero (vers. 40), y es probable que sea el Silvano de 1 Tes. 1:1; 2 Tes. 1:1; 1 Ped. 5:12.

Varones principales. Su posición puede haberse debido al hecho de que eran profetas (vers. 32). Si hubieran sido seguidores de Jesús, esto también habría sido motivo para que fueran respetados por los hermanos.

23. Escribir. Lo que sigue es sin duda la transcripción del documento enviado, el primero de una larga serie de decretos y cánones de los concilios que aparecen en la historia de la iglesia. Es probable que esta carta fuese escrita en griego, pues su forma es griega.  Los gentiles más afectados por las decisiones de esa carta eran mayormente de habla griega. Fue indudablemente enviada a la iglesia de Antioquía.

Por conducto de ellos. "Por su medio" (BJ). Judas y Silas fueron los portadores de la carta.

Los apóstoles y los ancianos y los hermanos. La evidencia textual favorece (cf.'. p.10) el texto: "los apóstoles y los ancianos hermanos". De este modo los dirigentes en Jerusalén aseguraban a los cristianos a quienes les escribían que todos eran hermanos en Cristo. La BJ traduce: "Los apóstoles y los presbíteros hermanos, saludan a los hermanos venidos de la gentilidad que están en Antioquía, en Siria y en Cilicia".

Gentiles. Como se señaló en el vers. 20, la carta del concilio iba dirigida a los gentiles y no a los cristianos de origen judío.

En Antioquía, en Siria y en Cilicia. La discusión acerca de lo que debía requerirse de los gentiles había llegado a su culminación en Antioquía. Las iglesias de las regiones circunvecinas de Siria sin duda también estaban inaplicadas. La mención de Cilicia sugiere la idea de que Pablo había hecho una obra importante en su provincia natal, antes de trabajar con Bernabé en Antioquía (cf. cap. 11:25).

Salud. Gr. jáirein. Esta era una palabra habitual con la cual se iniciaban las cartas griegas. En el NT sólo aparece esta forma verbal aquí, en Hech. 23:26, en Sant. 1:1 y en 2 Juan 10-11.

24. Algunos que han salido. La evidencia textual se inclina (cf. p. 10) por la inclusión de esta frase, aunque muchas versiones no la tienen. Por lo que dice el vers. 1, se deduce que eran de Judea. Su falta de autoridad se destaca en agudo contraste con la autoridad que el concilio dio a Judas y a Silas (vers. 27).

No dimos orden. Se desmiente categóricamente que se hubiera dado autoridad a algún judaizante. Este pasaje es importante también en la evaluación de las pretensiones posteriores del mismo grupo (Gál. 2:12).

Os han inquietado. Gr. anaskeuázÇ, "inquietar", "trastornar". Los judaizantes habían trastornado la fe de los conversos gentiles, ya que sus afirmaciones afectaban profundamente la base de la experiencia y creencia del cristianismo: que la salvación no se gana mediante ritos externos ni identificándose con un determinado grupo.

Mandando circuncidaros. La evidencia textual favorece (cf. p. 10) la omisión de esta frase.  Probablemente se añadió más tarde para aclarar qué era lo que pedían los que pretendían tener autoridad de parte de la iglesia de Jerusalén.

25. Nos ha parecido bien. Gr. dokéÇ (ver com. vers. 22). "Hemos decidido de común acuerdo" (BJ). Elegir varones. A saber, Judas y Silas.

Amados. Gr. agap'tós, adjetivo que en el NT se aplica especialmente a los que estaban unidos en fe y en amor. Toda la carta honra a propósito a Pablo y a Bernabé, y la palabra,"amados" aclara lo que más tarde dijera Pablo en cuanto a que los que eran "columnas" en la iglesia le habían dado la "diestra en señal de compañerismos" (Gál. 2:9). Pedro usa este mismo adjetivo al referirse a Pablo (2 Ped. 3:15).

Bernabé y Pablo. Probablemente se puso en primer lugar el nombre de Bernabé, porque antes había sido un mensajero especial enviado de la iglesia de Jerusalén a Antioquía (cap. 11:22).

26. Han expuesto. Gr. paradídÇmi, "entregar"; "han entregado" (BJ). Este pasaje podría significar que eran hombres que se habían mostrado dispuestos a entregar la vida por amor a Cristo, lo que evidentemente era cierto (cap. 13:50; 14:5,19), o de un modo más general, que eran hombres que habían entregado su vida a la causa de Cristo.

Por el nombre. Aquí, como antes, el "nombre" se refiere a la dignidad mesiánica y a la autoridad divina de Jesús. Los misioneros habían estado predicando que Jesús era el Cristo. Ver com. cap. 3:16.

28. Ha parecido bien. Se usa aquí el mismo verbo del vers. 25. Jesús había prometido que el Espíritu de verdad guiaría a sus discípulos a toda verdad (Juan 16:13), y Lucas muchas veces dice que ellos estaban llenos del Espíritu. Por lo tanto, los miembros del concilio afirmaron sin vacilación que eran guiados por el Espíritu de Dios. Con la dirección del Espíritu, los cristianos de origen judío estaban dejando a un lado su viejo prejuicio que les impedía tener comunión con los gentiles. Cuánto mejor hubiera sido que la iglesia pudiera decir honradamente que siempre era dirigida y conducida por el Espíritu Santo.

Ninguna carga más. Aun los judíos sentían la carga que les imponían los ritos legales (ver com. Hech. 15:10; Apoc. 2:24).

29. Lo sacrificado a ídolos. Esta manera de expresarse define con mayor claridad la advertencia de Jacobo en contra de las "contaminaciones de los ídolos" (ver com. 20).

De ahogado y de fornicación. En algunos manuscritos falta una frase, y en otros, la otra; sin embargo, la evidencia textual favorece (cf. p. 10) la inclusión de ambas. Los problemas exegéticos y de crítica textual que presenta este versículo son los mismos del vers. 20. Ver com. vers. 20.

Bien haréis. De la expresión griega eu prássÇ, "irle bien a uno", o "hacer lo correcto". Aunque el primer significado es más común, la literatura cristiana a partir del siglo II apoya el segundo porque parece ser más adecuado en este contexto. De acuerdo con los papiros, eu prássÇ era una expresión que se empleaba en las epístolas del período del koiné, para manifestar un pedido con cortesía; por lo tanto, este pasaje podría, inclusive, traducirse: "De las cuales guardaos, por favor".

Pasadlo bien. Del verbo Gr. rÇnnumi, "ser fuerte", "prosperar". Era una forma común de concluir una carta en griego. Esta carta sigue el estilo griego tanto al comienzo como al final (ver com. vers. 23).

30. Descendieron a Antioquía. Es natural suponer que los enviados por el concilio regresaron al norte por el camino de Samaria y de Fenicia. Sin duda hubo alegría entre los gentiles de las congregaciones cristianas al oír acerca de las gratas noticias que recibieron.

La congregación. Gr. pl'thos, que a veces se traduce como "multitud"; pero en Hechos se usa repetidas veces para referirse a la "asamblea" (BJ) de los cristianos (cap. 4:32; 5:14; 6:2; 15:12).

Entregaron la carta. Tuvo que haber cierto nerviosismo cuando, con toda solemnidad, se abrió la carta y fue leída en voz alta. Quizá se oyó alguna murmuración en unos y aplausos por parte de otros cuando se oyó claramente que la carta no apoyaba la enseñanza de los judaizantes, y confirmaba la posición adoptada por Pablo y Bernabé.  Para los creyentes gentiles de Antioquía esta epístola fue una declaración de libertad, ganada después de una intensa lucha.

31. La consolación. Bernabé, "hijo de consolación" (ver com. cap. 4:36) era un digno miembro de esa embajada. Tanto judíos como gentiles sentirían consolación; aquéllos, porque ahora sabían sobre qué base apoyarse para recibir a los conversos gentiles como hermanos cristianos; éstos, porque habían quedado libres del yugo de las ceremonias y de los ritos. Ver segunda Nota Adicional al final del capítulo. 

32. Judas y Silas... profetas. Ver com. cap. 13:1. El término "profeta" se emplea aquí no necesariamente para el que predice el futuro, sino para el que, lleno del Espíritu, es un portavoz de Dios. Por lo tanto, Judas y Silas estaban calificados para aconsejar y fortalecer a los discípulos. Los gentiles necesitaban ser exhortados; esta era la obra a la cual Pedro había sido llamado por su Señor (Luc. 22:32), y ahora debía realizarse tal como Pedro lo había aprendido en su trato con Cornelio.

33. En paz. Traducción de la despedida normal entre los hebreos. No significa que a esas personas se les permitía irse tranquilamente, sino que las acompañarían las oraciones de la iglesia para que se fueran en paz. Cf. Mar. 5:34.

A aquellos que los habían enviado. La RVA dice "a los apóstoles"; pero la evidencia textual establece (cf. p. 10) el texto que aparece en la RVR.

34. Mas a Silas. La evidencia textual favorece (cf. p. 10) la omisión del vers. 34. Sin embargo, puesto que Pablo escogió poco después a Silas como compañero de viaje (vers. 40; cf. vers. 36), éste debe haber permanecido en Antioquía, o de lo contrario tuvo que haber regresado poco tiempo después.

35. Anunciando el evangelio. Gr. euaggelízomai (ver com. cap. 13:32). Para presentar a Jesús como el Salvador era necesario enseñar y predicar. También debía instruirse a los nuevos conversos en cuanto a la manera de vivir para Dios. Sin duda esto era especialmente necesario para los gentiles quienes, según se veía cada vez con mayor claridad, eran ahora participantes del nuevo pacto por el Evangelio.

36. Después de algunos días. Ver com. cap. 16:1.

Volvamos a visitar. Esta es una idea característica en Pablo. Siempre sentía "la preocupación por todas las iglesias" (2 Cor. 11:28), a las cuales constantemente recordaba en oración (Rom. 1:9; Efe. 1:16; Fil. 1:3). A juzgar por su preocupación por Timoteo, la cual se revela en las epístolas que le dirigió, el apóstol estaba tan preocupado por el crecimiento espiritual de los miembros de las iglesias, que eran sus hijos en la fe, como por la condición general de las congregaciones que había fundado.

Pablo propuso el viaje para tener una oportunidad de visitar de nuevo las iglesias fundadas en su primer viaje; pero viajó más lejos cuando el Espíritu lo impulsó a ir a Europa en respuesta al llamamiento macedónico (cap. 16:8-10).

37. Quería. La relación familiar de Bernabé con Juan Marcos fue, sin duda, lo que lo indujo a querer llevar al joven en otro viaje misionero, con el fin de darle la oportunidad de demostrar su aptitud para el servicio (cf. Col. 4:10).

Reconoció, a no dudarlo, a diferencia de Pablo, que había circunstancias que explicaban, por lo menos en parte, el hecho de que Juan hubiera desertado ante una tarea difícil (ver com. Hech. 13:13).

Posiblemente, para Pablo, fervoroso y valiente guerrero de Cristo, cualquiera que se hubiera echado atrás no parecía ser "apto para el reino de Dios" (Luc. 9:62), y necesitaba ser disciplinado, dejado de lado -por lo menos por un tiempo-, con el fin de prepararlo para realizar otros trabajos.

38. Se había apartado. Ver com. cap. 13:13. Juan Marcos había regresado de Perge a Jerusalén. No había ido. Estas palabras sugieren que Pablo se quejaba de que Marcos al regresar a Jerusalén había abandonado la parte del trabajo misionero que le correspondía hacer.

39. Desacuerdo. Gr. paroxusmós, "irritación", "arranque de ira". "Paroxismo... exaltación extrema de los afectos y pasiones" (Diccionario de la lengua, española). 

La cálida y antigua amistad entre Pablo y Bernabé, confirmada por el apoyo que éste le prestó al apóstol cuando más necesitaba de un amigo (ver com. cap. 9:27), además de su mutuo esfuerzo en una gran obra y de su éxito en asegurar una importante decisión en Jerusalén, hizo que la ruptura entre ambos fuera más dolorosa.

Esta es la última vez que se menciona a Bernabé o a Marcos en el libro de los Hechos. Este desacuerdo dio como resultado que se iniciaran dos viajes misioneros, y no uno solo. Aunque los apóstoles no concordaban en cuanto a quién era digno de unirse con ellos para hacer esa obra, no había desacuerdo en cuanto a cuál era la obra que demandaba el Evangelio.

El nombre de Bernabé aparece en las epístolas paulinas en 1 Cor. 9:6; Gál. 2:1,9,13; y Col. 4:10. Cuando escribe a los Corintios (1 Cor. 9:6), el apóstol afirma que Bernabé había dado el mismo noble ejemplo de trabajar con sus propias manos, para no ser sostenido por las iglesias donde predicaba. En Col. 4:10 se ve que Pablo recibió de nuevo a Juan Marcos como colaborador (cf. File. 24).

Pablo reconoció que Juan Marcos le era "útil para el ministerio" (2 Tim. 4:11). Después de haber trabajado Marcos con Bernabé en Chipre, parece que regresó donde estaba Pedro y estuvo con éste en Roma (1 Ped. 5:13). Posiblemente fue durante esa permanencia en Roma cuando Marcos trabajó de nuevo con Pablo.

Navegó a Chipre. Bernabé era oriundo de Chipre y era natural que él y Juan Marcos comenzaran allí su trabajo.

40. Pablo, escogiendo a Silas. Ver com. vers. 34. Esto muestra el interés que tenía Silas en el evangelismo entre los gentiles. Sin duda estaba tan bien preparado como Bernabé, porque tenía el don de profecía. Desde este momento Silas podía aspirar al título de apóstol en su sentido más amplio de "misionero", pues había sido enviado como tal por la iglesia de Antioquía. Encomendado. Ver com. cap. 14:26.

41. Pasó. El verbo aparece en singular, pero el relato indica que Silas acompañó a Pablo, el apóstol más experimentado.

Siria y Cilicia. Como Pablo no había visitado a Cilicia, su provincia natal, en el primer viaje, es probable que las iglesias que había allí fueran fundadas por él durante los años que vivió en Tarso después de su conversión (cap. 9:30; 11:25). Pero los judaizantes habían estado activos en las dos provincias mencionadas, y la presencia de Pablo con Silas como uno de los enviados del concilio, debe haber ayudado a disipar dudas o preguntas tanto de los judíos como de los gentiles en las iglesias que visitaban. Confirmando. Ver com. cap. 14:22.

NOTAS ADICIONALES DEL CAPÍTULO 15

NOTA 1. Uno de los problemas más difíciles de resolver en el libro de los Hechos es el que se presenta cuando se comparan el registro de Lucas de las visitas de Pablo a Jerusalén con el relato del apóstol en Gál. 1 y 2. Hasta ahora Lucas ha registrado tres visitas (Hech. 9:26-30; 11:27-30; 12:25; 15:1-29), mientras que Pablo sólo menciona dos (Gál. 1:18-19; 2:1-10).

De éstas, las visitas mencionadas en Hech. 9:26-30 y Gál. 1:18-19 son evidentemente la misma. Sin embargo, surge la duda en cuanto a la relación entre la segunda y la tercera visitas mencionadas en Hechos, con la segunda visita de Gálatas. ¿Cuál de las visitas registradas por Lucas en los Hechos corresponde con la que Pablo menciona en Gálatas?

Por lo general, los eruditos han propuesto tres soluciones al problema. Algunos entienden que la visita debida al "hambre", que se registra en Hech. 11:27-30; 12:25, es la misma de Gál. 2:1-10.

Otros al afirman que la visita de Gál. 2 corresponde a la de Hech. 15, durante la cual Pablo asistió al concilio de Jerusalén.  Pero otros, que no aceptan estas explicaciones, consideran que la única forma de poder armonizar los relatos de Lucas y de Pablo es reconstruir completamente el relato de los Hechos. Algunos de los que son de esta opinión sugieren que la visita a Jerusalén por causa del "hambre" (Hech. 11 y 12) y el viaje al concilio (Hech. 15), son un solo viaje, el cual Pablo menciona en Gálatas.

Según esta interpretación, Lucas tomó de diferentes fuentes los dos relatos de los Hechos, y aunque ambas relataban el mismo viaje, equivocadamente entendió que eran dos visitas separadas. Otra posición, un poco radical, es la que sitúa la visita de Pablo a Judea con motivo del "hambre" al final del tercer viaje misionero, antes de su encarcelamiento; lo cual identifica este viaje con el que se registra en Hech. 21, cuando llevó una ofrenda de las iglesias de Macedonia y Acaya (Rom. 15:25-26). El profeta Agabo aparece en Hech. 21 y en Hech. 11, y en ambos casos pronunció una profecía.

Al evaluar estos puntos de vista debe decirse en primer lugar, que el tercer tipo de solución, que requiere la reconstrucción completa del relato de Lucas, parece no tomar debidamente en cuenta el conocimiento que él tuvo que tener de este período de la carrera de Pablo.

Una persona que tuviera tanto interés en la biografía de Pablo como lo demostró Lucas, y que se relacionara personalmente con él, difícilmente podría haber ignorado las relaciones de Pablo con la iglesia de Jerusalén en cuanto al problema de los gentiles, hasta el punto de ignorar en cuál momento de la obra de Pablo se celebró el concilio de Jerusalén. Además, es poco razonable pensar que Lucas hubiera confundido tanto los hechos en el relato de Agabo. Desde el punto de vista de este Comentario, no hay razón para pensar en la reconstrucción completa del relato de Lucas.

Pueden presentarse algunas pruebas en favor de la posición que sostiene que la visita de Pablo y Bernabé a Jerusalén para llevar socorro a los hermanos (Hech. 11:27-30; 12:25), es la misma que se registra en Gál. 2:1-10:

1. Pablo afirma que fue a Jerusalén "según una revelación" (Gál. 2:2). Lucas parece sugerir algo parecido al describir la visita a Jerusalén, como resultado directo de la profecía de Agabo de que habría "una gran hambre" (Hech. 11:28).

2. En Gál. 1 y 2, Pablo afirma que no recibió de ningún hombre el Evangelio, ni mucho menos de los judaizantes de la iglesia de Jerusalén, sitio sólo de Cristo. Luego habla de su vida después de su conversión, destacando especialmente sus relaciones con los dirigentes que estaban en Jerusalén, para mostrar que su conexión con ellos había sido relativamente escasa y siempre en contra del espíritu judaizante.

Si la segunda visita a Jerusalén que Pablo menciona en Gál. 2:1-10 es la misma que se registra en Hech. 15, entonces es evidente que el apóstol omitió una visita (la de Hech. 11) en su relato de Gálatas, lo que lo habría hecho merecedor de la acusación de que a propósito había reducido al mínimo sus relaciones con los hermanos de Jerusalén para favorecer su argumento.

Pero es difícil pensar que Pablo fuera tan ingenuo como para caer en ese error. En cambio si en Gál. 2, se refiere a la visita por causa del "hambre", y si escribe antes del concilio de Jerusalén, como opinan muchos eruditos (ver p. 107), entonces registró todas sus visitas a Jerusalén hasta el momento de escribir, y no se le puede acusar de ocultar alguna evidencia para favorecer su argumento. 

3. Pablo afirma que durante los años entre su primera visita a Jerusalén (Gál. 1:18-19) y la visita que consideramos, "no era conocido de vista a las iglesias de Judea" (cap. 1:22). Esta afirmación difícilmente puede concordar con el hecho de que había ido a Jerusalén a llevar "socorro" a los hermanos (Hech. 11:27-30), si este viaje se hubiera efectuado entre las dos visitas narradas en Gál. 1 y 2.

4. En Gálatas, donde Pablo se preocupa mayormente con la relación entre los cristianos de origen gentil y el judaísmo, no menciona el acuerdo oficial tomado por los dirigentes de Jerusalén en cuanto a este mismo problema. Esto sería extraño, a menos que el segundo viaje que registra en Gálatas fuera el de Hech. 11:27-30 y el concilio de Jerusalén todavía no se hubiera celebrado.

5. Si el viaje de Hech. 11, corresponde con el de Gál. 2, la simulación de Pedro y Bernabé en Antioquía (Gál. 2:11-13), habría ocurrido antes del concilio de Jerusalén y del primer viaje misionero. Así se entendería mejor que si se acepta que ellos cedieron ante la presión judaica después de los episodios de Bernabé con los gentiles en el primer viaje, y después de que Pedro y Bernabé públicamente habían tomado la iniciativa en la decisión a que se llegó en Jerusalén (Hech. 15:7-12).

Si Pedro y Bernabé fueron tan valientes en la posición que adoptaron en Jerusalén, ¿por qué tenían que simular más tarde en Antioquía?

Argumentos como los que se acaban de presentar han inducido a muchos eruditos a pensar que la visita debido al "hambre" (Hech. 11), y no la que hubo por causa del concilio (Hech. 15), es la que Pablo registra en Gál. 2.

Sin embargo, muchos de los comentadores más antiguos han identificado la visita de Hech. 15 con la de Gál. 2. A continuación presentamos los argumentos que apoyan este punto de vista:

1. En Hech. 11:27-30 y 12: 25, no hay indicación alguna de que el problema de los gentiles hubiera surgido durante la visita debido al "hambre". Por otra parte, este problema se ve claramente en Hech. 15 y Gál. 2. Además, el primer viaje misionero (Hech. 13 y 14) proporciona un antecedente lógico para el problema presentado en Gál. 2.

2. Tanto en Hech. 15 como en Gál. 2, el tema discutido fue suscitado por intrusos. Lucas dice que eran "algunos de la secta de los fariseos" (Hech. 15:5); pero Pablo los llama en una forma más dura: "falsos hermanos" (Gál. 2:4). No hay indicación alguna de tales personas en el relato de Hech. 11 y 12.

3. En relación al hecho de que si se considera que el viaje de Gál. 2 es el mismo que el que se registra en Hech. 15, faltaría un viaje en el relato de Pablo en Gál. 1 y 2, se ha sugerido que durante la visita debido al "hambre" Pablo no se relacionó con ningún apóstol. Lucas sólo dice que Pablo y Bernabé llevaron "socorro " y lo entregaron a los "ancianos" (Hech. 11:30) que estaban en Jerusalén.  Por eso, al relatar sus encuentros con los apóstoles, Pablo posiblemente no consideró que la visita debida al "hambre" fuera suficientemente importante para que la mencionara.

4. No hay necesariamente contradicción entre la afirmación de Lucas de que desde Antioquía enviaron "socorro" a "los ancianos por mano de Bernabé y de Saulo" (cap. 11:30), y lo que dice Pablo: que "no era conocido de vista a las iglesias de Judea" (Gál 1:22). El breve relato de Lucas sólo indicaría que en ese viaje nada más se entregó a los ancianos el dinero recolectado, misión que pudo haberse cumplido sin demora, y que Pablo y Bernabé regresaron inmediatamente para seguir con su urgente trabajo en Antioquía. (Con referencia a la identificación de los ancianos, ver com. Hech. 11:30.) De modo que Pablo podría haber omitido en Gálatas el relato de este viaje, por no haberlo considerado de suficiente importancia para su tema.

5. Aunque es más fácil comprender la simulación de Bernabé y de Pedro, si se entiende que ocurrió antes del concilio de Jerusalén, no es imposible entender que después de ese concilio hubieran claudicado frente a la presión judía. Pablo indica claramente que actuaron así a pesar de la información que tenían (Gál. 2:12-13).

6. El relato de Lucas del viaje de Pablo y Bernabé con motivo del "hambre", no indica que alguien hubiera acompañado a los misioneros a Jerusalén. Pero Lucas dice específicamente que cuando fueron a Jerusalén para asistir al concilio fueron también "algunos otros de ellos" (Hech. 15:2). Esto podría corresponder con la afirmación de Pablo de que llevó a Tito consigo en el viaje a Jerusalén, registrado en Gál. 2:1.

Debido a razones como las que acaban de presentarse, muchos eruditos han preferido considerar que la visita de Pablo y de Bernabé a Jerusalén registrada en Hech. 15 y la que aparece en Gál. 2, es la misma. La cronología provisoria que sigue este Comentario hace equivaler el viaje de Gál. 2 con el que se relata en Hech. 15, con motivo del concilio. de Jerusalén (ver p. 103).

NOTA 2. Es difícil dar demasiada importancia a las decisiones del concilio de Jerusalén. Allí se redactaron cuatro prohibiciones específicas pero la disposición general de no imponer "ninguna carga más", era la vital. Por decreto oficial de la iglesia, se declaró que los gentiles estaban libres de la obligación de cumplir los ritos judíos. Esta fue una proclama de emancipación.

El ingreso en la iglesia del etíope, de los samaritanos, de Cornelio y su casa, y, sobre todo, de los griegos completamente paganos de Antioquía, fue significativo y tuvo un efecto que se dejó sentir más y más sobre el pensamiento del elemento judío de la iglesia. Pero en Jerusalén la iglesia se reunió en concilio y llegó a un acuerdo definitivo. La circuncisión, el ofrecimiento de sacrificios, los lavamientos y todo el ritual que eran parte de la religión judía -o que habían introducido por tradición en la práctica de esa religión-, no debían exigirse de los gentiles que fueran recibidos en la iglesia cristiana mediante el bautismo.

En vista de la importancia de esta decisión, el hecho de que se especificaran ciertas prohibiciones que se esperaba que rigieran para los gentiles, era quizá menos importante; pero, con todo, necesario para completar el cuadro doctrinal.

El punto esencial de la decisión estaba en la declaración general en cuanto a lo que no debía exigirse a los gentiles. Junto con esta declaración aparecía una afirmación breve de lo que realmente debía esperarse.  Los puntos escogidos evidentemente hacían destacar las cosas en las cuales un gentil podía errar, o en relación con las cuales podía ser indiferente.

La vacilación de Pedro en Antioquía (Gál. 2:11-14), la tenaz oposición de los endurecidos judaizantes de Galacia (cap. 3:1-2), y más tarde la aparición de las sectas judaizantes de los nazarenos y de los ebionitas (ver pp. 54-56), todo en conjunto muestra cuán esencial era que la iglesia llegara a una decisión clara en cuanto al asunto de los judaizantes, pues de no ser así, tendría que haberse preocupado por antiguas formas y ceremonias -honrosas pero simbólicas- que habían caducado con la llegada del bendito Antitipo (o "realidad simbolizada"), que ya había cumplido con su obra. La iglesia habría sentido siempre la atracción de Jerusalén como su centro, aun después de que esta ciudad fuera destruida.

Peor aún: habría sido una iglesia de una nación, de una raza judía en esencia.  Sin duda, se habría hecho sentir cada vez en forma creciente que los gentiles eran admitidos, no por la gracia de Dios, sino por la condescendencia de los de la raza escogida. Tal egocentrismo, tal complejo racial y centralización habrían tenido un efecto dañino y finalmente fatal para la vida, el programa y el progreso de la iglesia.

Tal situación habría hecho que la iglesia se viera obligada a caracterizarse por formas externas y ritos. Pero la verdadera naturaleza del cristianismo no se encuentra en las formas y las ceremonias. El genio del cristianismo es su espiritualidad, su adoración a Dios en espíritu y en verdad. La intención de Dios era que el cristianismo quedara libre de las antiguas formas, ritos y ceremonias. Si se hubiera aplicado en la evolución posterior de la iglesia el significado pleno de la decisión del concilio de Jerusalén, se habría evitado una gran cantidad de error y también la apostasía.

Podría preguntarse por qué el concilio de Jerusalén no (se trató) que los Diez Mandamientos seguían vigentes. Debe responderse que el concilio no estaba discutiendo la vigencia del Decálogo.

Adorar a Dios, guardar el sábado, honrar a los padres, permitir que nuestros prójimos vivan y disfruten de la vida, ser honrados y vivir contentos, era una parte tan vital de la moralidad básica del cristianismo, que por lo mismo ni se mencionaron.

Más aún: estos puntos no eran los que se estaban debatiendo en este concilio. Ya se señaló que las prohibiciones tenían que ver con asuntos en los cuales los gentiles ya convertidos debían cuidarse, para no caer en pecados indecorosos o prácticas que pudieran causar discordia en la iglesia.

Comer sangre o carne de la cual no se hubiera eliminado bien la sangre, participar en la idolatría y la fornicación eran prácticas comunes entre los gentiles, quienes ni siquiera pensaban que pudieran ser dañinas para el cuerpo, el espíritu, o ambos. Por lo tanto, estas eran las cosas contra las cuales se debía advertir a los gentiles, y de las cuales debían abstenerse.

En cuanto a los acuerdos del concilio, es natural preguntarse cómo los consideró la iglesia en tiempos posteriores. Fue un convenio entre gentiles y judíos en la iglesia, y, por lo tanto, fue en cierto modo un arreglo o solución de compromiso, o al menos una base para que pudieran convivir ambos grupos (ver com. vers. 19). Aún no había llegado el momento de proclamar el pleno significado de la enseñanza de Pablo (Gál. 2:2), quien había aceptado la decisión del concilio como un arreglo satisfactorio del problema, y nunca más hizo referencia a lo que se había decretado. Aun cuando se ocupó de uno de los principales puntos tratados -el problema de la comida ofrecida a ídolos (1 Cor. 8; 10)-, no mencionó la decisión del concilio.

En verdad, difícilmente podría considerarse que lo que aconsejó al respecto armonizaba totalmente con la decisión del concilio, si bien es cierto que no era contrario al espíritu y al propósito del misma firma que no necesariamente era incorrecto comer lo que había sido ofrecido a ídolos, porque los dioses representados por los ídolos eran nada. Lo que realmente hubiera estado mal era el no tener en cuenta los escrúpulos de otros cristianos que no comían tales cosas, y que hubieran sido perturbados si sus prójimos lo hacían. Este acuerdo tendía a evitar toda fricción innecesaria entre cristianos de origen judío y gentiles en sus relaciones sociales.

Cuando Pablo trató el asunto de la impureza en lo sexual, como lo hizo vez tras vez en sus epístolas, no se refirió al concilio de Jerusalén, sino se fundó en los principios bíblicos básicos, verdadera raíz de la decisión del concilio. Es decir, trató el problema teniendo en cuenta que el cristiano pertenece a Dios y que toda su persona se ha convertido en templo del Espíritu Santo, en cuya divina presencia no puede haber impureza.

Debe, pues, entenderse que la importancia del concilio no dependió en primer término del efecto que tuvo sobre la iglesia con sus prohibiciones específicas, sino más bien en la liberación de la iglesia cristiana de origen gentil, de la obligación de cumplir con ciertos ritos religiosos por muy respetables que pudieran parecer. (6CBA).

COMENTARIOS DE EGW

1-41. HAp 153-165.

JUDÍOS Y GENTILES. Basado en Hechos 15:1-35. (153-163)

https://elaguila3008.blogspot.com/2017/08/capitulo-19-judios-y-gentiles.html

PABLO EXALTA LA CRUZ. Basado en Hechos 15:36-41; 16:1-6. (164-171)

https://elaguila3008.blogspot.com/2017/08/capitulo-20-pablo-exalta-la-cruz.html

Ministerio Hno. Pio


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