martes, agosto 03, 2021

REFLEXIÓN 790. MINISTERIO EN PALESTINA Y SIRIA: Persecución Y Dispersión De La Iglesia: Felipe, Pedro y Juan en Samaria (HECHOS 8:1-25).

Hechos 8. Vers. (1-4) Por causa de la persecución en Jerusalén, la iglesia es establecida en Samaria (5-13) por la predicación de Felipe, el diácono, quien predicaba, hacía milagros y bautizaba a grandes multitudes, inclusive a Simón el mago, quien engañaba a muchos. (14-17) Pedro y Juan llegan para confirmar y aumentar la iglesia mediante la oración y la imposición de las manos. (18-19) Simón ofrece comprar el don del Espíritu Santo; (20-25) Pedro lo reprende duramente por su hipocresía y avaricia, y le aconseja que se arrepienta de su pecado; luego, regresan a Jerusalén.

1 Y Saulo consentía en su muerte. En aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles. 2 Y hombres piadosos llevaron a enterrar a Esteban, e hicieron gran llanto sobre él. 3 Y Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel. 4 Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio.

5 Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo. 6 Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía. 7 Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados; 8 así que había gran gozo en aquella ciudad.

9 Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad, y había engañado a la gente de Samaria, haciéndose pasar por algún grande. 10 A éste oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo: Este es el gran poder de Dios. 11 Y le estaban atentos, porque con sus artes mágicas les había engañado mucho tiempo. 12 Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres. 13 También creyó Simón mismo, y habiéndose bautizado, estaba siempre con Felipe; y viendo las señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito.

14 Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; 15 los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo; 16 porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. 17 Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo.

18 Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, 19 diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo.

20 Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. 21 No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. 22 Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; 23 porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás. 24 Respondiendo entonces Simón, dijo: Rogad vosotros por mí al Señor, para que nada de esto que habéis dicho venga sobre mí. 25 Y ellos, habiendo testificado y hablado la palabra de Dios, se volvieron a Jerusalén, y en muchas poblaciones de los samaritanos anunciaron el evangelio. (Hechos 8).

1. Saulo consentía. Algunos sugieren que la primera oración del versículo corresponde en realidad al final del cap. 7, para unir el relato del martirio de Esteban con una nota acerca de la actitud que Saulo adoptó frente a ese hecho. Saulo estaba de acuerdo con lo que se había hecho, aunque él mismo no tomó parte personalmente en el apedreamiento. El intrépido testimonio de Esteban sin duda conmovió a Saulo más profundamente de lo que él se daba cuenta.

Esto le produjo un conflicto íntimo entre su propio fanatismo farisaico y su convicción de que Esteban representaba una causa justa.

La consecuencia de este conflicto fue que se acentuara el rencor de Saulo contra los cristianos, que se intensificara su persecución (HAp 83-84, 92-93). Como recompensa por la parte que había tenido en el martirio de Esteban, Saulo fue recibido como miembro del sanedrín (HAp 84; ver com. 1 Cor. 7:7). Pero más tarde, arrepentido, confesó la parte que había desempeñado en la muerte de Esteban (cf. Hech. 22:20).

En Aquel Día. El apedreamiento de Esteban señaló el comienzo de una persecución organizada en contra de la iglesia. Después de haber llegado hasta el punto de matar a Esteban, los dirigentes judíos dieron rienda suelta a su ira contra todos los cristianos.

Gran Persecución. La iglesia fue perseguida una vez más por las autoridades judías, como ya lo había sido en una escala menor después de la curación del cojo (4:1-7) y de la muerte de Ananías y Safira (cap. 5:17-18). Esta persecución se distingue de las anteriores por ser "una gran persecución", más grande en extensión y severidad.

Según el vers. 3 y la descripción hecha más tarde por Pablo (cf. cap. 22:4; 26: 10-11), se deduce que esta persecución produjo muchos sufrimientos y encarcelamientos.

La iglesia. Es decir, la congregación que se había formado en la ciudad capital desde Pentecostés (ver com. Mat. 18:17). Esto sugiere que la iglesia tenía otras ramas fuera de Jerusalén, lo cual indica un crecimiento animador.

Esparcidos. Gr. diaspeirÇ, "esparcir"; específicamente se refiere a la siembra al voleo.  La ira de los enemigos sólo logró de este modo que la iglesia cumpliera lo que Cristo había predicho (cap. 1:8).

No necesariamente debe entenderse que "todos" los miembros de la naciente iglesia fueron esparcidos (ver com. cap. 1:1), sino sólo los que sintieron más temor, o quizá los más activos en predicar, o los que eran conocidos personalmente por los perseguidores. Pero en la ciudad quedaron creyentes de ambos sexos (cap. 8:3).

De Judea y de Samaria. Es posible que ciudades y aldeas como Hebrón, Gaza, Lida y Jope pudieran haber servido de refugio para los cristianos. La existencia de comunidades cristianas en algunos de estos lugares pudo deberse a esta dispersión de cristianos y a la predicación de Felipe (vers. 40; cf. cap. 9:32,36).

Algunos huyeron a Samaria sin duda por causa del odio de ese pueblo contra los judíos; el que huía de los sacerdotes y dirigentes de Jerusalén probablemente era bien recibido allí.

La segunda región mencionada en el cap. 1:8 ya estaba siendo alcanzada. Esto pudo haber servido como el primer paso para deshacer la antipatía contra los samaritanos, y finalmente contra los gentiles.

Salvo los apóstoles. Se han señalado tres posibles razones para que se quedaran los apóstoles: (1) Los doce habían aprendido de su Maestro que "el asalariado huye, porque es asalariado" (Juan 10:13), y se negaban a abandonar sus responsabilidades. (2) Los doce deseaban permanecer en Jerusalén a pesar de toda la persecución, porque esa ciudad era considerada como el centro de las actividades de los cristianos, y los fugitivos debían buscar allí consejo y ayuda. (3) Esta persecución parece haberse dirigido especialmente contra aquellos que, como Esteban, enseñaban que las costumbres a las cuales los fariseos daban tanta importancia eran transitorias (ver com. Hech. 6:14). Parece que los apóstoles siguieron rindiendo culto en el templo manteniéndose ceremonialmente limpios (cap. 10:14), y permanecían alejados de los gentiles (vers. 28).

Es probable que la mayoría del pueblo los considerara con bastante favor y respeto; por lo tanto, es posible que la persecución se hubiera dirigido más bien contra los discípulos helenistas.  Este grupo fue el que en forma más activa inició el siguiente gran paso en la expansión de la iglesia.  Sin embargo, no puede adoptarse ninguna posición dogmática en cuanto a una u otra de las tres razones presentadas por comentadores e historiadores eclesiásticos.

2. Piadosos. Gr. eulab's, "el que toma bien", "cuidadoso", "piadoso" (ver com. cap. 2:5). Ananías, quien bautizó a Pablo es calificado de "piadoso" (cap. 22:12). Sólo Lucas emplea esta palabra (Luc. 2:25; Hech. 2:5; 8:2; 22:12).

Se ha sugerido que "piadosos" se refiere a un grupo de personas que enterraron a Esteban, sin defender plenamente la verdad que éste había presentado mientras vivía, así como lo habían hecho Nicodemo y José de Arimatea después de la crucifixión de Cristo. Este versículo es la conclusión del cap. 7.

Gran llanto. Cf. Mat. 9:23; com. Mar. 5:38-39. Los que participaron en el entierro tuvieron que tener mucho valor para cumplir con los ritos funerarios, pues Esteban había caído ante la ira del sanedrín. Lo habitual era que una persona que había sido acusada de blasfemia y apedreada, no tuviera derecho a funerales (Mishnah, Sanhedrin 6.5-6).

La lamentación de los piadosos en público pudo haber tenido un tono de protesta contra los que habían causado la muerte de Esteban.

3. Saulo asolaba la iglesia. Se continúa el relato comenzado en el vers. 1. El verbo "asolar", es traducción del griego lumáinÇ, "destrozar", "destruir", "asolar". En Sal. 80:13 (LXX) este verbo describe el destrozo que hace un jabalí.

El tiempo aquí empleado sugiere una persecución continuada. Pablo afirma: "perseguía yo este Camino hasta la muerte" (Hech. 22:4; cf. cap. 26:10). Según lo confesó más tarde (cap. 26:11), en su violencia parecía haber una extrema ferocidad.

Iglesia. La de Jerusalén. Ver com. vers. 1; cf. cap. 26:10.

Casa por casa. Por lo que se dice posteriormente (cap. 26:11), parece que Saulo iba en primer lugar a las sinagogas en busca de víctimas, y después perseguía a los cristianos de casa en casa. Es posible que esas casas fueran sus lugares de reunión.

A hombres y a mujeres. La mención de que había mujeres entre los perseguidos, sugiere que ellas eran prominentes en la iglesia (cf. com. Luc. 8:2-3; Hech. 1:14).

Las mujeres han demostrado ser fieles en las persecuciones. a través de la historia de la iglesia.

4. Iban por todas partes. Gr. diérjomai, "atravesar", palabra predilecta de Lucas para referirse a la obra misionera (cf. Luc. 9:6; Hech. 8:40; 9:32; 11:19; 13:6).

En este caso el intento de raer la nueva le dio un campo de acción más amplio, así como el Señor lo había deseado (Hech. 1:8), y obligó a la iglesia a ir más allá de los límites que de otro modo la habrían detenido durante un período de espera mucho más largo. Entonces -como ha sucedido después-, la sangre de los mártires fue la semilla de la iglesia.

Anunciando el evangelio. Gr. euaggelízomai, "evangelizar", "anunciar buenas noticias". Esta era la tarea de los cristianos perseguidos: anunciar el Evangelio, o sea las buenas nuevas (ver com. Mar. 1:1) en los muchos lugares donde eran esparcidos.

El griego dice "evangelizando la palabra", es decir, anunciando las buenas nuevas de la Palabra.  Esta palabra era todo lo que se refería a Cristo. Buena parte de esa "palabra" provenía del AT. La mayoría de lo que se presentaba de la historia de Jesús aún no había sido escrita, y se basaba en los mensajes orales de los diligentes evangelistas.

5. Felipe. No puede referirse a Felipe el apóstol, pues en el vers. 1 se dice específicamente que los apóstoles permanecieron en Jerusalén; por lo tanto, debe referirse al diácono que llevaba ese mismo nombre (ver com. cap. 6:5). Puesto que tuvo una parte importante en estos primeros esfuerzos de evangelización, se lo conoció después como Felipe el evangelista (cap. 21:8).

Ciudad de Samaria. Samaria era la región; "la ciudad de Samaria" se refería lógicamente a la ciudad capital de la región; sin embargo, no se sabe si Lucas se refería a Sebaste, conocida antes como Samaria, o a Neápolis, la Nablús actual, o quizá a alguna otra ciudad (cf. com. vers. 9). Tampoco se sabe por qué no dio el nombre preciso de la ciudad. No importa cuál fuera esa ciudad, la semilla ya se había sembrado en Samaria (ver com. Juan 4:4-42). Como resultado los campos estaban ya "blancos para la siega" (Juan 4:35).

Predicaba. Gr. k'rússÇ, "proclamar", lo que implica una predicación más formal y organizada que la de los creyentes. Se utiliza esta palabra para referirse tanto a la predicación de Juan el Bautista como a la de Cristo (Mat. 3:1; 4:17). El tiempo del verbo indica que Felipe predicaba constantemente.

Cristo. Mejor "el Cristo", el Ungido, el Mesías. En Juan 4:25 se ve que entre los samaritanos, como entre los judíos, había mucha expectativa en cuanto al Mesías, y que por lo tanto la obra de Felipe fue la de proclamar que Aquel a quien por tanto tiempo habían esperado ya había venido, y que Jesús de Nazaret era el Cristo, el Hijo de Dios.

6. La gente. Mejor "las multitudes", refiriéndose a muchedumbres. 

Unánime. Ver com. cap. 1:14. Escuchaba. Gr. proséjÇ, "aplicar la mente a", "atenerse a"; es decir, "oír atentamente" (Hech. 8:10-11; 16:14; 1 Tim. 1:4; 3:8; 4:1, 13; 2 Ped. 1:19). El texto implica que multitudes aceptaron la nueva enseñanza. La prontitud con que creyeron muestra que a pesar de la influencia adversa de Simón el Mago (Hech. 8:9-11), la cual se había hecho sentir después de que Cristo enseñó allí, la obra del Maestro no había sido en vano. Oyendo. Los samaritanos habían creído al principio simplemente como resultado de oír predicar a Cristo (Juan 4:39-42), sin que entonces se produjeran "señales" (cf. Mat. 12:38-42).

Los milagros que ahora se hacían no eran la base de su fe, sino que la fortalecían. Los milagros quitaron toda duda acerca del poder que actuaba por medio de Felipe. Sin duda también sirvieron para contrarrestar la influencia de Simón el Mago (Hech. 8:9-11).

7. Espíritus inmundos. Nótese cómo Lucas, el médico, distingue entre los que estaban endemoniados y los que sufrían de otras enfermedades. Con referencia a los "espíritus inmundos", ver com. cap. 5:16; la Nota Adicional de Mar. 1.

8. Gran gozo. El gozo de esta ciudad samaritana muestra cuán favorablemente fue recibida la obra de los mensajeros cristianos por la gente de Samaria.

9. Simón. Ver com. Juan 1:42. Este Simón comúnmente es llamado Simón el Mago. Según, Justino Mártir, nació en Gitto, aldea de Samaria (Apología primera 26).

Relatos posteriores de los tiempos de los padres de la iglesia, lo describen como un constante enemigo de Pedro, a quien siguió a Roma para oponerse a su enseñanza. Estas leyendas carecen de autoridad.

Simón era un ejemplo típico de cierto grupo de Judíos que dependían del prestigio de su raza y de la credulidad de los paganos.

Tales fueron Elimas de Chipre (Hech. 13:8), los exorcistas "ambulantes" judíos de Éfeso (cap. 19:13), y Simón de Chipre, a menos que éste fuera el mismo de este pasaje (Josefo, Antigüedades xx. 7.2). Ver t. V, p.890; t. VI, p. 36.

Antes ejercía la magia. La "magia" la practicaban los "magos".

Ambas palabras derivan de mágos, nombre que daban los griegos a los miembros de una tribu de medos que ejercían funciones sacerdotales entre los iranios; sin embargo, debe admitirse que no sabemos exactamente cuáles eran las artes mágicas que practicaba Simón.

Los magos que vinieron del Oriente a ver al niño Jesús (ver com. Mat. 2:2) eran hombres piadosos y eruditos; pero se sabe que los "magos" también se dedicaban a la astrología, a la interpretación de sueños y a la adivinación. En relación con los "magos" de Babilonia, ver com. Dan. 1:20. Indudablemente, Simón era un hombre astuto y sabía engañar a los crédulos del pueblo, pero su éxito no se debió exclusivamente a inteligencia humana, sino que trabajaba con la ayuda de los demonios (CS 570; cf. com. Exo. 7:11).

Aquella ciudad. Ver com. vers. 5. Muchos comentadores creen que debería leerse "una ciudad" y no "la ciudad".  Aquí Samaria parece referirse de nuevo a la región y no a una ciudad.

Había engañado a la gente. Mejor "tenía atónito al pueblo de Samaria" (BJ).

Los habitantes de Samaria eran supersticiosos, y por eso quedaron impresionados por los supuestos milagros del gran Simón el Mago.

Algún grande. El vers. 10 explica con más claridad la naturaleza de lo que pretendía ser. Cuando el pueblo exclamaba que Simón era "el gran poder de Dios", sin duda no hacía más que repetir lo que él mismo afirmaba, pues de una u otra manera pretendía ser la encarnación del poder divino. Es posible que se identificara como el Mesías.

Las esperanzas mesiánicas judías favorecían a los impostores y les ayudaban a conseguir adeptos.

Nótese el contraste con Felipe (vers. 5) que predicaba a Cristo, y no llamaba la atención hacia sí mismo.

10. Oían atentamente todos. Ver com. vers. 6. Sus engaños habían logrado mucho éxito, porque todo tipo de gente creía en él. Jesús advirtió que se levantarían personas que harían "grandes señales y prodigios" para engañar, (cf. Mat. 24:24; 2 Tes. 2:9).

Este es el gran poder de Dios. Según el griego, el pronombre "éste" sólo puede representar a Simón. Refiriéndose a Simón el Mago, Ireneo, obispo de Lyon, dice que "era glorificado por muchos como si fuera un dios... En una palabra, se hacía pasar como el más elevado de todos los poderes" (Contra herejías i. 23).

11. Estaban atentos. Gr. proséjÇ (ver com. vers. 6).

Les había engañado. Ver com. vers 9. Algunos han sugerido que Simón había actuado en Samaria durante varios años, quizá desde poco tiempo después que Jesús visitó esa región, unos seis o siete años antes. Sin embargo, no se sabe cuánto abarcó el "mucho tiempo" de este versículo.

12. Anunciaba el evangelio. "Anunciaba la Buena Nueva del Reino"(BJ). Así como entonces, también ahora los hombres son salvados por la predicación del Evangelio (ver com. 1 Cor. 1:21). El poder del mensaje de Felipe fue mucho más poderoso que la fascinación de la magia de Simón.

Reino de Dios. Ver com. Mat. 4:17; Luc. 17:20-21; Hech. 1:6. A medida que se extendía el campo de la labor evangélica, el mensaje de los discípulos se hacía más claro. Era abarcante y específico; llevaba al bautismo a quienes lo escuchaban.

Nombre de Jesucristo. Ver com. cap. 2:21; 3:16.

Se bautizaban. Ver com. Mat. 3:6. El tiempo del verbo griego denota un continuo crecimiento debido a los que se iban bautizando y se añadían a la iglesia.

13. También Creyó Simón Mismo. Sin duda quedó impresionado por los milagros que hacía Felipe (vers. 6). Se sentía como si estuviera ante la presencia de un poder infinitamente mayor que el suyo, y aceptó lo que Felipe decía acerca de la muerte y de la resurrección de Cristo sin que madurara en él una fe personal. Su fe era de la clase que habla Santiago (Sant. 2:14,19).

En Juan 8:31 se describe una fe similarmente imperfecta; algunos judíos creyeron en Jesús, pero como se explica en los versículos siguientes, su creencia no era aquella que salva. Sin embargo, Simón comprendió lo suficiente como para ser bautizado aunque, según lo mostró su actitud posterior, su bautismo no significó un nuevo nacimiento que lo condujera a una vida superior. Todavía permanecía en "prisión de maldad" (Hech. 8:23).

Lucas destaca la diferencia entre la creencia de los samaritanos y la de Simón: la gente fue ganada por la predicación de Felipe, pero Simón fue simplemente atraído por las maravillas que vio.

Sin embargo, Dios no rechazó esta fe imperfecta; la aceptó como una base para construir una fe más aceptable. Cuando Simón erró, Pedro lo animó (vers. 22) a arrepentirse y a pedir perdón en oración.

Viendo... estaba atónito. Ver com. vers. 9. Los papeles se habían invertido. El mago, que había mantenido atónita a la gente, cedió ante maravillas superiores a las suyas, y también quedó atónito al contemplar el poder que acompañaba a la proclamación del Evangelio.

14. Los apóstoles. Habían quedado en Jerusalén (vers. 1) dirigiendo las actividades de la iglesia. El Señor había fijado un límite geográfico para la predicación del mensaje del reino (Mat. 10:5); pero había eliminado esos límites por medio de la comisión evangélica (Mat. 28:19-20) y mediante la instrucción dada en Hech. 1:8.

La noticia del éxito de Felipe en Samaria fue para los doce una prueba de que en verdad se habían eliminado esos límites. Había llegado el momento de testificar de Cristo en Samaria.

Oyeron. A pesar de la persecución, parece que se mantuvieron las comunicaciones entre los obreros esparcidos y el cuartel general.

Samaria. El mensaje de Felipe fue llevado a través de toda la región por sus entusiastas conversos.

Palabra de Dios. Lucas emplea esta expresión, tanto aquí como en su Evangelio, para resumir todo el Evangelio de Cristo (cf.  Luc. 5:1; 8:11,21).

Pedro y… Juan. Evidentemente en esos primeros tiempos no se le asignaba ninguna preeminencia especial a ninguno de los doce. Por decisión de todos los apóstoles, Pedro y Juan fueron enviados en misión a Samaria. Era lógico que eligieran a estos dos, pues habían sido los más activos en comenzar la obra de la iglesia (cf. cap. 1:15; 2:14; 3:1; 4:8; etc.).

Aquí no hay evidencia alguna de la supremacía de Pedro; estaba bajo la dirección del cuerpo apostólico.

El y Juan fueron enviados por ese grupo para cumplir esta misión. Juan, que una vez había deseado que descendiera fuego del cielo sobre los samaritanos (Luc. 9:54), ahora debía llevarlos con amor al bautismo del Espíritu Santo y de fuego (Mat. 3:11).

Es difícil afirmar que este Juan sea en verdad Juan Marcos (ver com. Hech. 13:5,13). Si Juan Marcos hubiera pasado por las vicisitudes descritas en los versículos siguientes, difícilmente más tarde habría dejado de acompañar a Pablo y Bernabé (13:13).

15. Oraron. Este fue el primer acto de los dos apóstoles. No concedieron el Espíritu Santo a los creyentes samaritanos recientemente bautizados, sino que imploraron al Señor que les concediera el Espíritu como resultado de su bautismo (cf. cap. 2:38), y como evidencia de que habían sido aceptados por Dios.

16. Aún no había descendido. En este versículo se hace una clara distinción entre el bautismo de agua administrado por Felipe, y la recepción del Espíritu Santo por medio del ministerio de Pedro y de Juan. El verbo que se traduce "había descendido", es el mismo que se traduce como "cayó", en Hech. 10:44 y 11:15.

Solamente habían sido bautizados. Felipe los había bautizado con agua, pero no recibieron los dones del Espíritu hasta que llegaron Juan y Pedro.

En el nombre. Esto indica el estrecho vínculo con el cual los nuevos conversos a la fe estaban ligados a Cristo por medio del bautismo.

17. Les imponían las manos. Ver com. cap. 6:6.

Recibían. Nótese los tres pasos que capacitaron a los samaritanos para recibir el Espíritu Santo: (1) Su propia confesión de fe por medio del bautismo (vers. 12), (2) la oración de los apóstoles (vers. 15), y (3) la imposición de las manos de los apóstoles (vers. 17).

18. Vio Simón. Simón había sido bautizado por Felipe, así como lo habían sido los otros samaritanos; pero las manos de los apóstoles no habían sido puestas sobre él, y no había recibido el Espíritu que generosamente había sido dado a los otros creyentes. Sin duda hubo alguna razón para esto; la verdadera naturaleza de Simón quizá había sido claramente percibida. Sin embargo, la diferencia que se hizo entre él y sus compatriotas, despertó su deseo.

Vio la evidencia de que habían recibido el Espíritu. Eran personas transformadas que posiblemente habían comenzado a hablar en lenguas y a profetizar. Era evidente que el Espíritu Santo había penetrado en la vida de ellos.

Les ofreció dinero. Simón vio que sus compañeros estaban siendo dotados de facultades mucho más grandes que las que él tenía. Aunque no poseía el Espíritu Santo deseaba el poder que recibiría con él; por lo tanto, ofreció dinero a Pedro y a Juan, esperando poder comprar lo que no había recibido gratuitamente. Esta conducta reveló las fallas de su fe y descubrió los motivos que lo dominaban.

Su ofrecimiento de dinero ha dado su nombre a toda una serie de errores eclesiásticos. Cualquier intento de comprar un poder de orden espiritual o eclesiástico se llama "simonía".

19. Dadme. Ahora se reveló plenamente el carácter de Simón. No deseaba tener el Espíritu Santo como un don espiritual para sellar su bautismo, sino para poder usar el poder para dominar a otros.

Quería el poder externo sin haber experimentado el cambio interno que justificara la posesión de tal don. Es posible que tuviera la intención de ganar dinero con la facultad de impartir a su antojo el Espíritu Santo a otros.

20. Tu dinero perezca contigo. O "vaya tu dinero a la perdición y tú con él" (BJ). Pedro expresa su disgusto por la oferta de Simón. Comprendió que si Simón no cambiaba, sería destruido. Pero no consideró que no había más esperanza para Simón, porque en el vers. 22 se registra que lo instó a arrepentirse para que fuera perdonado.

Don de Dios. La actitud de Simón mostraba una incomprensión fundamental del carácter de Dios y de los dones del Espíritu.

Todavía tenía que aprender que las cosas más preciosas de la vida no pueden comprarse con dinero.

21. No tienes tú parte. Esta no es una declaración arbitraria, sino una sentencia basada en el estado evidente del corazón de Simón. No pertenecía en verdad a la familia de Dios, y por lo tanto no estaba en condiciones de compartir sus privilegios y responsabilidades. Con referencia a "suerte", ver com. cap. 1:26.

Este asunto. "Este asunto" es evidentemente el tema que se estaba discutiendo: el poder de impartir el Espíritu Santo por medio de la imposición de manos (vers. 19).

Recto. Gr. euthús, "recto", tanto en el sentido literal como en el moral. Aparece 8 veces en el NT: 4 veces en los Evangelios (Mat. 3:3; Mar. 1:3; Luc. 3:4-5), 3 veces en Hechos (cap. 8:21; 9:11; 13:10), y una en 2 Ped. 2:15.

22. Arrepiéntete. Ver com. Mat. 3:2. El arrepentimiento es la primera condición para alcanzar el perdón y evitar el castigo merecido. Nótese que aunque la actitud de Simón es denominada "maldad", la exhortación de Pedro muestra que todavía había salvación para él.

Ruega a Dios. La evidencia textual establece (cf. p. 10) el texto: "Ruega al Señor". Si bien los judíos comúnmente llamaban "Señor" a Dios, es posible que aquí Pedro le dijera a Simón que debía orar al Señor Jesús.

Si quizás. Esto implica duda, no de que Dios no estuviera dispuesto a perdonar, sino de que Simón estuviera listo para arrepentirse.

Pedro también pudo haber pensado que el pecado de Simón se acercaba al pecado imperdonable contra el Espíritu Santo (ver com. Mat. 12:31). Cristo había dado a los apóstoles tanta autoridad para disciplinar (Juan 20:23), que estas palabras en labios de Pedro indicarían la gravedad de la situación.

Pensamiento. Gr. epínoia, "intención", pensamiento"; sugiere la idea de algo premeditado. Esto hace que el pecado fuera aún más grave. El apóstol vio que la mente de Simón se había entregado plenamente a su plan, y si bien no quería afirmar que no había esperanza para él, su codicia, que rayaba en idolatría, hacía que el arrepentimiento fuera casi imposible.

Dios está siempre dispuesto a perdonar, pero muchas veces el hombre no está listo para ser perdonado (ver com. Sal. 32:1; 130:4).

23. Hiel de amargura. Pedro comprendió que Simón estaba sumergido en amargura y encadenado en iniquidad.

Había permitido que la envidia y la codicia amargaran su alma, y que la iniquidad se convirtiera en un hábito, de modo que estaba preso en estos males.

Veo. Pedro pudo entender nítidamente lo que había en el corazón de Simón.

24. Rogad vosotros por mí. Por la forma en que Simón hizo su petición se ve que no había sido impulsado por un arrepentimiento genuino. No manifestaba tristeza. No parecía preocuparse por el debido desarrollo de su carácter. Sólo pedía que se lo liberara de la amenaza del castigo. Su ruego puede compararse con el pedido de Faraón, que repitió en varias ocasiones a Moisés: "Orad a Jehová" (Exo. 8:8,28; 9:28; 10:17), que sólo reflejaba su temor, pero que no produjo ningún cambio en su conducta. No se registra posteriormente ningún arrepentimiento de Simón, y por lo tanto puede suponerse que siguió sin convertirse.

Aquí termina el relato de Simón en el libro de Hechos, pero la iglesia primitiva conservó muchas leyendas acerca de él. En éstas aparece como un usurpador que presidía una corrupta secta pseudocristiana que constantemente luchó contra la recta doctrina. Las informaciones acerca de Simón el Mago aparecen en las Homilías pseudoclementinas ii. 1839; Reconocimientos clementinos ii. 5-16; Justino Mártir, Apología primera 26, 56; Ireneo, Contra herejías i. 23; Eusebio, Historia eclesiástica ii. 13.3-18; 14. 1-6;15.1.

En estos escritos se describe a Simón como precursor de los herejes gnósticos, un maestro cuyo sistema se basaba mayormente en la astrología y la angelología, y una obstinada creencia en sus propios poderes divinos. Ver p. 36; t. V, p. 890.

25. Y ellos. Sin duda se refiere a los apóstoles Pedro y Juan.

Habiendo testificado. Gr. diamartúromai, "presentaron un testimonio solemne".

Se volvieron. En su viaje de regreso a Jerusalén predicaron el Evangelio en muchas aldeas samaritanos. Aquí termina el relato inspirado del progreso del cristianismo en Samaria. Después no hay más que una mención pasajera (cap. 15:3). 6CBA

COMENTARIOS DE EGW

1-25. HAp 85-88. EL EVANGELIO EN SAMARIA.

https://elaguila3008.blogspot.com/2012/07/capitulo-11-el-evangelio-en-samaria.html

Ministerio Hno. Pio


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