jueves, agosto 05, 2021

REFLEXIÓN 794. MINISTERIO EN PALESTINA Y SIRIA: Ministerio Posterior De Pedro: Conversión De Cornelio, Centurión Romano (HECHOS 10).

Hechos 10. CONVERSIÓN DE CORNELIO. Vers. (1-8) Un ángel ordena a Cornelio, un gentil devoto, que mande a buscar a Pedro, (9-16) a quien el Señor le enseña en una visión, que no debe rechazar a los gentiles. (17-43)  Pedro va a Cesarea e instruye a Cornelio. (44-48) Al predicar acerca de Cristo a Cornelio y a sus huéspedes, el Espíritu Santo desciende sobre ellos y son bautizados.

1 HABÍA en Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión de la compañía llamada la Italiana, 2 piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre. 3 Este vio claramente en una visión, como a la hora novena del día, que un ángel de Dios entraba donde él estaba, y le decía: Cornelio. 4 El, mirándole fijamente, y atemorizado, dijo: ¿Qué es, Señor?  Y le dijo: Tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria delante de Dios. 5 Envía, pues, ahora hombres a Jope, y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro. 6 Este posa en casa de cierto Simón curtidor, que tiene su casa junto al mar; él te dirá lo que es necesario que hagas. 7 Ido el ángel que hablaba con Cornelio, éste llamó a dos de sus criados, y a un devoto soldado de los que le asistían; 8 a los cuales envió a Jope, después de haberles contado todo.

9 Al día siguiente, mientras ellos iban por el camino y se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la azotea para orar, cerca de la hora sexta. 10 Y tuvo gran hambre, y quiso comer; pero mientras le preparaban algo, le sobrevino un éxtasis; 11 y vio el cielo abierto, y que descendía algo semejante a un gran lienzo, que atado de las cuatro puntas era bajado a la tierra; 12 en el cual había de todos los cuadrúpedos terrestres y reptiles y aves del cielo. 13 Y le vino una voz: Levántate, Pedro, mata y come. 14 Entonces Pedro dijo: Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás. 15 Volvió la voz a él la segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común. 16 Esto se hizo tres veces; y aquel lienzo volvió a ser recogido en el cielo.

17 Y mientras Pedro estaba perplejo dentro de sí sobre lo que significaría la visión que había visto, he aquí los hombres que habían sido enviados por Cornelio, los cuales, preguntando por la casa de Simón, llegaron a la puerta. 18 Y llamando, preguntaron si moraba allí un Simón que tenía por sobrenombre Pedro. 19 Y mientras Pedro pensaba en la visión, le dijo el Espíritu: He aquí, tres hombres te buscan. 20 Levántate, pues, y desciende, y no dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado. 21 Entonces Pedro, descendiendo a donde estaban los hombres que fueron enviados por Cornelio, les dijo: He aquí, yo soy el que buscáis; ¿cuál es la causa por la que habéis venido?

22 Ellos dijeron: Cornelio el centurión, varón justo y temeroso de Dios, y que tiene buen testimonio en toda la nación de los judíos, ha recibido instrucciones de un santo ángel, de hacerte venir a su casa para oír tus palabras. 23 Entonces, haciéndoles entrar, los hospedó. Y al día siguiente, levantándose, se fue con ellos; y le acompañaron algunos de los hermanos de Jope.

24 Al otro día entraron en Cesarea. Y Cornelio los estaba esperando, habiendo convocado a sus parientes y amigos más íntimos. 25 Cuando Pedro entró, salió Cornelio a recibirle, y postrándose a sus pies, adoró. 26 Mas Pedro le levantó, diciendo: Levántate, pues yo mismo también soy hombre. 27 Y hablando con él, entró, y halló a muchos que se habían reunido.

28 Y les dijo: Vosotros sabéis cuán abominable es para un varón judío juntarse o acercarse a un extranjero; pero a mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo;

29 por lo cual, al ser llamado, vine sin replicar. Así que pregunto: ¿Por qué causa me habéis hecho venir? 30 Entonces Cornelio dijo: Hace cuatro días que a esta hora yo estaba en ayunas; y a la hora novena, mientras oraba en mi casa, vi que se puso delante de mí un varón con vestido resplandeciente, 31 y dijo: Cornelio, tu oración ha sido oída, y tus limosnas han sido recordadas delante de Dios. 32 Envía, pues, a Jope, y haz venir a Simón el que tiene por sobrenombre Pedro, el cual mora en casa de Simón, un curtidor, junto al mar; y cuando llegue, él te hablará. 33 Así que luego envié por ti; y tú has hecho bien en venir. Ahora, pues, todos nosotros estamos aquí en la presencia de Dios, para oír todo lo que Dios te ha mandado.

34 Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, 35 sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia.

36 Dios envió mensaje a los hijos de Israel, anunciando el evangelio de la paz por medio de Jesucristo; éste es Señor de todos. 37 Vosotros sabéis lo que se divulgó por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan: 38 cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. 39 Y nosotros somos testigos de todas las cosas que Jesús hizo en la tierra de Judea y en Jerusalén; a quien mataron colgándole en un madero. 40 A éste levantó Dios al tercer día, e hizo que se manifestase; 41 no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había ordenado de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de los muertos. 42 Y nos mandó que predicásemos al pueblo, y testificásemos que él es el que Dios ha puesto por juez de vivos y muertos. 43 De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre.

44 Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso.

45 Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo. 46 Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios. 47 Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados éstos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros? 48 Y mandó bautizarles en el nombre del Señor Jesús. Entonces le rogaron que se quedase por algunos días. (Hechos 10).

1. Cesarea. Ver com. Hech. 8:40. Cesarea era la capital de la provincia romana de Judea y residencia habitual del procurador romano. Sin duda era una ciudad cosmopolita e importante centro comercial.

Cornelio. Posiblemente Lucas conoció los detalles de este relato durante las veces que estuvo en Cesarea (cap. 21:8; 23:33; 24:27). La conversión de Cornelio señaló una nueva etapa en la expansión del crecimiento de la iglesia. Cornelio, oficial romano, no era totalmente pagano. Era "piadoso y temeroso de Dios" y daba "limosnas al pueblo" (ver com. cap. 10:2).

De todos modos, según los judíos era un gentil e incircunciso; por lo tanto, su admisión en la iglesia marca una nueva etapa en la expansión del cristianismo. Puede entenderse por lo tanto que los apóstoles de Jerusalén prestaran atención especial a este caso (cap. 11:1-18). Las notables circunstancias sobrenaturales de la conversión de Cornelio tuvieron que ser un factor importante que indujo a los apóstoles a aceptar el hecho de que un gentil no circuncidado podía llegar a ser cristiano. Sin embargo, la iglesia tardó varios años más antes de llegar a comprender plenamente que los gentiles debían estar exactamente en el mismo nivel de los judíos y disfrutar de los mismos privilegios de ellos (Hech. 15:1-31; Gál. 2:12).

Centurión. Ver com. Luc. 7:2. Un centurión tenía bajo su mando aproximadamente a cien hombres. Era considerado como un oficial subalterno que tenía la responsabilidad de vigilar que sus soldados cumplieran con sus deberes y mantuvieran la disciplina. Los centuriones por lo general no ascendían a jerarquías más elevadas en el ejército romano. Lo más probable es que Cornelio fuera ciudadano romano.

De la compañía. El griego indica claramente que Cornelio era de la compañía, pero no dice que fuera su comandante. La "compañía" -unidad administrativa de las fuerzas auxiliares romanas-, tenía 500 ó 1.000 hombres.

La Italiana. Es probable que ésta fuera la Cohors II. Itálica, la cual estuvo en Siria durante la guerra entre judíos y romanos. Parece que estaba desde antes, según se puede deducir por este relato. Se piensa que la compañía la Italiana estaba compuesta mayormente de libertos, o por lo menos de personas que no eran de origen romano. Era una compañía auxiliar de arqueros.

2. Temeroso de Dios. Esta frase, el adjetivo "piadoso" y el verbo "temer" aparecen en Hechos en relación con Dios (cap. 10:22,35; 13:16,26,50; 16:14; 17:4,17; 18:7) para referirse a gentiles que, como Cornelio, habían aceptado el judaísmo y adoraban a Jehová. En algunos casos también significaba que guardaban el sábado y se abstenían de alimentos prohibidos por la ley. Pero estos gentiles no se habían identificado plenamente con el judaísmo, pues no se habían sometido a la circuncisión ni guardaban minuciosamente todo lo que debía observar un judío piadoso. Ver t. V, pp. 63-64.

Las expresiones mencionadas han sido muy debatidas entre los eruditos. En 2 Crón. 5:6 (LXX) aparecen, además de la congregación de Israel, "los que temían", lo cual induce a pensar que éstos no eran considerados como miembros de la congregación de los judíos. Josefo (Antigüedades xiv. 7.2) habla también de los judíos y de "adoradores de Dios" que enviaban sus ofrendas al templo desde todas partes del mundo.

Se ha sugerido además que los que "temían a Dios" o "adoraban a Dios", que aparecen en Hechos, son los "prosélitos de la puerta", de quienes se dice que eran medio prosélitos porque aunque adoraban a Jehová y observaban parte de la ley judía no habían sido circuncidados, y por lo tanto no eran considerados completamente judíos. Algunos dudan de esta explicación.

Por eso podría decirse que las expresiones "temeroso de Dios" o "adorador de Dios" pueden haber sido frases convencionales en el período del NT para referirse a un determinado grupo de semiprosélitos del judaísmo, quienes, como muchas veces se ha sugerido, eran reconocidos hasta cierto punto en la sinagoga. Es posible que un término similar, "temerosos del cielo", pudiera haber representado al mismo grupo en el judaísmo posterior. Los que temían a Dios difícilmente podrían haber sido reconocidos formalmente dentro de la comunidad judía, y su relación con el judaísmo no debe haber tenido un carácter legal; sin embargo, el hecho de que existieran esos varones piadosos en todo el Imperio Romano proporcionaba a los predicadores cristianos un público de gentiles que, aunque no estaban atados al legalismo judío, eran sinceros buscadores de Dios y conocían algo de las Escrituras de los judíos (especialmente la LXX) y las creencias judías.

Con toda su casa. Cornelio no estaba satisfecho con haber encontrado una verdad superior, sino que procuraba impartírsela a su familia, a sus siervos y a los que estuvieran bajo su influencia. El soldado que fue enviado a buscar a Pedro es llamado "devoto" (vers. 7).

Muchas limosnas. Cornelio era generoso como el otro centurión de quien los judíos dijeron: "ama a nuestra nación, y nos edificó una sinagoga" (Luc. 7:5).

Al pueblo. El pueblo judío, no los gentiles.

Oraba. La combinación de la generosidad y la oración era común en cl judaísmo y también en el cristianismo primitivo (cf. Mat. 6:2,5; Hech. 10:4; 1 Ped. 4:7-8; Tobías 12:8). La visión que se relata a continuación indudablemente puede considerarse como una respuesta a las oraciones de Cornelio, por esta razón es lógico pensar que él estaba buscando cómo conocer más ampliamente la voluntad de Dios (cf. Hech. 11:14).

3. Una visión. Gr. hórama, "lo que se ve", y especialmente, como aquí, lo que la Divinidad permite que se vea. El artículo no aparece en griego; podría traducirse sencillamente: "en visión". Ver com. 1 Sam. 3:1. La hora novena. Las 3 de la tarde era la hora de la oración vespertina en el templo (ver com. Mat. 27:45; Hech. 3:1). Según parece, Cornelio se había habituado a las horas judías de oración, pues estaba orando cuando le fue dada esta visión (cap. 10:30). 

4. Atemorizado. Cornelio describió al ángel como "un varón con vestido resplandeciente" (vers. 30; cf. cap. 1:10). La repentina aparición del ángel atemorizó a Cornelio al comienzo. Los soldados romanos que vigilaban la tumba de Jesús, pero que no tenían la experiencia espiritual de Cornelio, temblaron y quedaron como muertos ante la presencia de la resplandeciente gloria del ángel de la resurrección (Mat. 28:2,4; cf., Dan. 10:7-11).

¿Qué es? Esta pregunta de Cornelio indicaba que la visión implicaba más de lo que él podía comprender; y sus palabras dan a entender que estaba listo para seguir la conducción divina.  Compárese con la respuesta de Santo cuando Cristo se le apareció cerca de Damasco (cap. 9:6).

Señor. La palabra griega kúrios, "señor", no es más que un título de cortesía cuando se aplica a las personas (cap. 16:30); sin embargo, los judíos usaban el término kúrios para referirse a Jehová, y los cristianos lo utilizaron para indicar la soberanía y la divinidad de Jesús. No se sabe si Cornelio usó este término como una expresión de respeto, o si comprendió que estaba hablando con un ser celestial y lo usó como una señal de devoción y piedad. La segunda interpretación es más probable.

Mis oraciones y tus limosnas. Ver com. vers. 2. Las limosnas de Cornelio eran una expresión concreta de la sinceridad de su vida espiritual íntima, fortalecida por sus constantes oraciones.

Han subido. La oración se considera como un incienso que asciende al trono de Dios (Apoc. 5:8; 8:3-4) o como el humo del holocausto que en hebreo era llamado 'olah, "lo que sube". Esta expresión era especialmente apropiada para referirse a una oración ofrecida a la hora del sacrificio vespertino (ver com. Hech. 10:3).

Memoria. Gr. mn'mósunon, "memoria", palabra que se usa repetidas veces en la LXX para referirse a la parte de la ofrenda de granos que el sacerdote quemaba sobre el altar (Lev. 2:2,9,16; 5:12; 6:15). El humo que subía de la ofrenda quemada representaba las oraciones de Israel. La misma palabra aparece en Tobías 12:12, LXX: "Era yo el que presentaba y leía ante la Gloria del Señor el memorial de vuestras peticiones" (BJ). Las oraciones de Cornelio eran aceptables a Dios, pues seguía "aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre" (Juan 1:9), y compartía esa fe que desde la fundación del mundo abrió el camino a la justificación: la fe de que el verdadero Dios existe "y que es galardonador de los que le buscan" (Heb. 11:6).

5. Envía, pues, ahora hombres. Dios anhelaba que Cornelio hiciera un esfuerzo intenso para obtener el conocimiento del Evangelio. Las verdades que se aprenden como resultado de la búsqueda personal, muchas veces son consideradas más preciosas que las que se nos enseña a aceptar.

Haz venir a Simón. Sin duda, el centurión podría haber descubierto que Simón el apóstol estaba alojado con Simón el curtidor; pero Dios, el Omnisapiente, sabía dónde estaba Pedro y dio a Cornelio la dirección exacta. Dios conoce los detalles más íntimos de la vida de cada persona. Cuando el hombre comprende esto se siente convencido de que no debe pecar; pero aún más: se siente animado a vivir una vida piadosa. Dios conocía las andanzas y las tristezas del salmista (Sal. 56:8). El Señor se da cuenta hasta de la caída de un pajarillo y tiene contados los cabellos de cada persona (Mat. 10:29-31). Es notable el paralelo que hay entre los casos de Cornelio, de Ananías y de Saulo (Hech. 9:10-12).

6. Simón curtidor. Ver com. cap. 9:43.

Él te dirá. La evidencia textual establece (cf. p. 10) la omisión de la última frase del versículo. Sin embargo, esta idea está implícita en el relato que hizo Pedro de su visita a Cornelio: "él te hablará palabras por las cuales serás salvo tú, y toda tu casa" (cap. 11:14). Este es uno de varios casos que aparecen en algunos manuscritos tardíos de Hechos, donde aparentemente se intentó presentar una narración completa en los primeros capítulos juntando y cotejando declaraciones que aparecían originalmente sólo en capítulos posteriores (cf. cap. 9:6).

Respecto a la posición de los prosélitos y de los "temerosos de Dios", que habían aceptado parcialmente la fe judía, ver t. V, p. 63-64.

7. Un devoto soldado. El adjetivo "devoto" sugiere que este hombre era, como el centurión que lo mandaba, adorador del verdadero Dios; pero es difícil pensar que ya fuera un prosélito circuncidado (ver t. V, p. 64).

8. A Jope. De Cesarea a Jope había unos 50 km. Jope era la ciudad de donde huyó Jonás cuando fue llamado a predicar a los gentiles un mensaje que los salvó. En esta ocasión se llama a Pedro en esta misma ciudad para que fuera a predicar el Evangelio a los gentiles.

Haberles contado todo. Es evidente la confianza que Cornelio tenía en quienes estaban bajo su mando, pues les contó franca e inmediatamente todo lo relacionado con su visión. Sin duda ya conocían sus esperanzas y oraciones, y ahora estaban listos para compartir la respuesta prometida. Todo esto proyecta luz sobre el carácter de Cornelio e indica que, hasta donde le fue posible hacerlo, había tratado de compartir con los que estaban al alcance de su influencia la verdad que lo había llevado a él a una vida mejor.

9. Se acercaban. Los acontecimientos que precedieron a la visión de Pedro ocurrieron de tal modo que la culminación de la visión se produjo justamente cuando llegaron los mensajeros (vers. 17-20).

La azotea. Gr. dôma, "casa", "edificio". Estar "sobre la casa" (dôma), como dice en el griego, equivalía a estar sobre el techo de la casa, es decir, en la "azotea" o "terrado" (BJ), pues los techos solían ser planos. Este era un lugar apropiado para la oración y la meditación. En una ciudad como Jope y en la casa de un curtidor, la azotea era quizá el único lugar apropiado para un propósito tal. En 1 Sam. 9:25; 2 Rey. 23:12; Jer. 19:13; Sof. 1:5; Mat. 10:27 aparecen otros usos que se daba a las azoteas.

La hora sexta. A mediodía. Entre los judíos ésta no era probablemente una de las horas regulares de oración; la literatura judía más antigua nada dice al respecto. Es posible que las personas muy piadosas pudieran haberla observado (Sal. 55:17), y quizá pueda interpretarse que así ocurría en el caso de Pedro (ver com. Hech. 3:1); sin embargo, también son posibles otras explicaciones. La oración matutina, que regularmente se ofrecía a las 9 de la mañana podía elevarse en cualquier momento antes del mediodía; por lo tanto, Pedro podría muy bien haber estado haciendo la oración matutina. Un reglamento judío que se remonta por lo menos al siglo III d. C. sugiere otra posibilidad interesante: Si una persona no había comido hasta mediodía, entonces debía ofrecer primero su oración vespertina antes de comer, porque la oración vespertina (normalmente alrededor de las 3 de la tarde) no debía pronunciarse poco después de haber comido. Como se dice que Pedro tenía "gran hambre" (cap. 10:10), es posible que ese día aún no hubiera comido, y por lo tanto quizá estaba ofreciendo su oración vespertina en una hora temprana.

Cualquiera que sea la explicación que se dé al hecho de que Pedro estaba orando a esa hora, es claro que su meditación y su devoción abrieron la puerta para que recibiera la visión exactamente en el momento apropiado que lo prepararía para recibir a los mensajeros enviados por Cornelio, un gentil.

10. Gran hambre. Pedro no estaba ayunando porque tenía intenciones de comer. El apetito que sintió antes de mediodía lo preparó para recibir la orden de comer que le sería dada en relación con su visión. En estas circunstancias la orden tenía un significado especial.

Un éxtasis. Gr. éktasis, tiene la idea de estar fuera de sí, indica que la mente se ha alejado de su ambiente natural. En el cap. 22:17 Lucas emplea de nuevo la palabra éxtasis para describir lo que Pablo vio en el templo. La LXX usa este mismo vocablo para describir el sueño profundo de Abrahán (Gén. 15:12). Durante el éxtasis se presenta un estado en el cual la captación natural de los sentidos queda en suspenso, de modo que la visión es sólo mental, como en sueños (cf. 2 Cor. 12:3). El éxtasis de Pedro fue un medio para recibir la revelación de la voluntad divina.

11. El cielo abierto. Esto indica que la visión y su mensaje eran de Dios (cf. cap. 7:56).

Algo. "Una cosa" (BJ). Gr. skéuos, "vasija", "tiesto", palabra empleada para describir muchos tipos de utensilios. Aquí es un término general que describe algún tipo de recipiente.

Atado. La evidencia textual se inclina (cf. p. 10) por el texto: "era bajado de las cuatro puntas". En el griego se habla de "los cuatro comienzos del lienzo", y lógicamente se entiende que son sus puntas. Parece que lo que el apóstol vio fue un lienzo extendido que bajaba sostenido por sus cuatro puntas, lo que podría compararse con los cuatro extremos o puntos cardinales del cielo abierto.

12. De todos los cuadrúpedos. En la visión había toda clase de animales, tanto los que eran permitidos comer a los judíos como los que les eran prohibidos, pero los comían los gentiles.

13. Mata y come. Pedro tenía hambre, y lo que su apetito lo impulsaba a hacer fue confirmado por una voz del cielo. Pedro se negó a comer por causa de su conciencia; aún no había aprendido que la distinción entre judío y gentil había sido eliminada en Cristo (Gál. 3:28-29). Y es evidente que Pedro no lo aprendió plenamente ni aun después de esta visión, pues más tarde en Antioquía procedió hipócritamente, y Pablo tuvo que reprenderlo en forma pública (Gál. 2:9-21).

14. Señor, no. La enfática negación de Pedro aun ante la orden del cielo, concuerda bien con su carácter (cf. Mat. 16:22; Juan 13:8). Esta exclamación suya recuerda la de Ezequiel cuando vio a Israel comiendo alimentos inmundos (cap. 4:14). Abstenerse de las carnes inmundas era una de las características más resaltantes de los judíos, y una distinción a la cual se ceñían rigurosamente. Este había sido uno de los problemas básicos entre judíos y sirios durante la guerra de los Macabeos (2 Mac. 6:18-31), y por cumplirlo los judíos más fieles habían estado dispuestos a sacrificar sus vidas.

Sin embargo, la distinción entre animales limpios e inmundos, presentada claramente en Lev. 11, era anterior a la nación judía. Esta distinción fue establecida por Dios y respetada por Noé cuando supervisó la entrada de los animales en el arca (Gén. 7:2; cf. cap. 8:20).

La alimentación original del hombre se componía de frutas, cereales y leguminosas (Gén. 1:29). Antes que la carne se añadiera a este régimen alimentarlo (Gén. 9:2-3), ya se había presentado claramente la distinción entre animales limpios e inmundos; por lo tanto, no tiene una base sólida la posición de que la prohibición de los alimentos inmundos fue quitada cuando la ley ceremonial judía terminó en la cruz.

En la visión de Pedro estas restricciones alimentarias se referían en forma simbólica a las distinciones que hacían los judíos, entre ellos y los gentiles, y a la abrogación de esas distinciones. Esta diferencia era lo que se estaba destacando en ese momento (ver com. Gén. 9:3; Lev. 11; Hech. 10:15; Nota Adicional de Lev. 11).

Gen. 9:3. Os será para mantenimiento. No significaba que el hombre por primera vez hubiera comenzado a comer carne de animales, sino tan sólo que Dios por primera vez lo autorizaba, o mejor le permitía hacer lo que el diluvio había convertido en una necesidad. Los impíos antediluvianos eran carnívoros (CH 109).  Pero no fue la voluntad original del Creador que sus criaturas se comieran entre sí. El le había dado al hombre plantas para comer (cap. 1: 29). Con la destrucción de toda vida vegetal durante el diluvio y con el agotamiento de las reservas de alimentos que fueron llevados al arca, surgió una emergencia a la que Dios hizo frente dando permiso para comer la carne de animales. Además, el comer carne acortaría las vidas pecaminosas de los hombres (CRA 445).

Este permiso no implicaba un consumo sin restricciones y sin límites de toda clase de animales. La frase "todo lo que se mueva sobre la tierra" excluye claramente el comer cadáveres de animales que habían muerto o habían sido muertos por otras bestias, lo que más tarde prohibió específicamente la ley mosaica (Exo. 22:31; Lev. 22:8). Aunque aquí no se presenta la distinción entre animales limpios e inmundos respecto al alimento, eso no significa que era desconocida para Noé. Que Noé conocía esa distinción resulta claro por la orden previa de llevar más animales limpios que inmundos al arca (Gén. 7:2), y porque ofreció tan sólo animales limpios como holocausto (cap. 8:20).

La distinción debe haber sido tan perfectamente conocida por los primeros hombres, que fue innecesario que Dios llamara especialmente la atención de Noé a ella. Tan sólo cuando esta distinción se había perdido a través de los siglos de alejamiento del hombre de Dios, se promulgaron nuevas directivas escritas acerca de animales limpios e inmundos (Lev. 11; Deut. 14). La inmutabilidad del carácter de Dios (Sant. 1:17) excluye la posibilidad de interpretar este pasaje como un permiso para sacrificar y comer cualquier animal. Los que eran inmundos para un propósito no podían ser limpios en otro.

Plantas verdes. Esto implica la novedad del permiso de comer carne, además de verduras y frutas que originalmente habían sido destinadas como alimento del hombre. No sólo fue por la ausencia temporal de vida vegetal, como resultado del diluvio, por lo que Dios permitió que el hombre complementara su régimen vegetariano con carne, sino también posiblemente porque el diluvio había cambiado tan completamente la forma externa de la tierra y había disminuido su fertilidad hasta el punto de que en algunas regiones, tales como las del extremo norte, no producirían suficiente alimento vegetal para sostener la raza humana. 1CBA 

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Común. El uso de la palabra "común" para referirse a lo "impuro" según la ley mosaica, reflejaba la actitud judía hacia los gentiles. Se consideraba que todos los que no eran judíos eran gente "común" que estaba excluida del pacto de Dios. Las prácticas de esos parias espirituales, diferentes de las del pueblo escogido, eran llamadas "comunes" y como estas cosas "comunes" eran generalmente las que prohibía la ley, todas las costumbres o actos prohibidos se denominaban "comunes". Cuando las manos de una persona estaban ceremonialmente impuras también se las llamaba "manos comunes" (en Mar 7:2 literalmente en griego, "inmundas").

15. Lo que Dios limpió. Nótese que en la visión todos los animales -limpios e inmundos- estaban en un mismo nivel, pues se los había hecho descender del cielo en un mismo lienzo. Representaban una mezcla general, de la cual ninguna parte debía llamarse "común o inmunda". Al interpretar la visión, debe reconocerse que aunque fue dada cuando Pedro sintió verdadera hambre (vers. 10), sin embargo no tenía nada que ver con comida sino con personas. Pedro debía llegar a sentir hambre por las almas de las personas de toda raza y lugar Después de haber aprendido esta lección, al menos en parte, Pedro declaró: "Me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo" (vers. 28). Los gentiles, a quienes solía considerarse "inmundos", estaban aguardando el ministerio espiritual de Pedro. Él no debía vacilar en brindarles ese ministerio. Ya no debían ser considerados "inmundos".

16. Se hizo tres veces. La visión se repitió tres veces, sin duda para que pudiera ser fijada en la mente del apóstol. El sueño de Faraón también se le repitió dos veces (Gén. 41:32), y Jesús había repetido a Pedro tres veces la orden de alimentar sus "corderos" y sus "ovejas"(Juan 21:15-17), orden que ahora debía cobrar un significado nuevo y más amplio para el apóstol.

17. Estaba perplejo. Esta misma expresión se emplea para describir la perplejidad de Herodes cuando la gente decía de Cristo que era Juan el Bautista que había resucitado (Luc. 9:7). Cuando Pedro sale del éxtasis, no sabe cómo aplicar lo que ha visto y oído; pero los enviados por Cornelio, que en ese momento lo llaman, le traen la respuesta. Ver Hech. 10:28.

Llegaron a la puerta. A Cornelio se le había dado en términos generales la dirección de la casa de Simón (vers. 6). Cuando los mensajeros comprobaron que los detalles eran correctos, sin duda sintieron confianza en que su misión tendría éxito. No fue por coincidencia que Cornelio recibiera la visión con el momento exacto de anticipación, para que la llegada de los mensajeros a la casa de Pedro después de caminar unos 50km -(ver com. vers. 8)-, coincidiera con el momento preciso de la visión de éste.

19. Pedro pensaba. Pedro meditaba en su dificultad y se preguntaba qué era lo que Dios había querido enseñarle mediante la visión. Mientras estaba en esta condición, vino la respuesta.

Le dijo el Espíritu. Pedro ya no estaba en éxtasis. El Espíritu divino le habló en lo más íntimo de su alma. Estas instrucciones implicaban que Pedro debía relacionar la llegada de la delegación que lo buscaba con la visión que había tenido.

Tres hombres. Los dos siervos y el soldado a quienes Cornelio había enviado (7). Algunas versiones dicen: "dos hombres"; sin embargo la evidencia textual se inclina (cf. p.10) por el texto "tres".

20. Desciende. Pedro estaba todavía en la azotea.

No dudes. "Ve con ellos sin vacilar" (BJ). Como en una ocasión anterior, Pedro aún no sabía lo que estaba haciendo su Señor, pero pronto lo conocería (Juan 13:7). El y los mensajeros de Cornelio actuaban movidos por el Espíritu Santo. En la visión no se le había ordenado a Pedro que debía hacer un viaje; pero ahora se le informó que tenía que hacerlo, y comprendió que la orden "no dudes en ir" significaba que al viajar no debía hacer diferencias de ninguna clase entre judíos y otras personas. Por lo tanto, la visión se hizo poco a poco más comprensible y se disipó su perplejidad.

21. Que fueron enviados por Cornelio. Si bien es cierto que los hombres habían sido enviados por Cornelio, la evidencia textual establece (cf. p. 10) la omisión de esta frase.

¿Cuál es la causa? El Espíritu le había dicho a Pedro que los hombres lo aguardaban y que debía ir con ellos; pero no se le había informado en cuanto a la razón por la cual habían venido. Era, pues, natural que su primera pregunta se refiriera al propósito de la visita de ellos.

22. Cornelio el centurión. La descripción que dan los mensajeros parecería implicar que Cornelio no era del todo desconocido en Jope. Pedro bien pudo haber recordado aquel otro centurión cuyo nombre no se registra, que estaba en la guarnición de Capernaúm y había construido una sinagoga para los judíos (Luc. 7:5). Al recordar ese caso también pudieron venir a su mente las palabras de su Maestro cuando alabó la fe del centurión, y dijo que vendrían "muchos del oriente y del occidente" y se sentarían "con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos" (Mat. 8:11).

Temeroso de Dios. Ver com. vers. 2.

Que tiene buen testimonio. Tenía buen testimonio por las limosnas que había dado y por su evidente reverencia hacia el verdadero Dios. La piedad de Cornelio no sólo era conocida por la población de Cesarea, sino también entre todos los judíos.

Ha recibido instrucciones. Gr. jr'matízÇ, "advertir", se usa con frecuencia para señalar las instrucciones dadas por Dios. Los autores paganos lo emplean para referirse a los oráculos de las divinidades paganas. Josefo lo usa varias veces para indicar que Dios habla a las personas. En el NT se aplica para describir las advertencias dadas a los magos (Mat. 2:12) y a José (Mat. 2:22), para la revelación dada a Simón (Luc. 2:26) y los mensajes divinos enviados a Moisés (Heb. 8:5) y a Noé (Heb. 11:7).

Para oír tus palabras. Es decir, para aprender de Pedro lo que Dios quería que Cornelio hiciera (cap. 11:14).

23. Haciéndoles entrar. Cuando Pedro invitó a estos gentiles a entrar en la casa, dio el primer paso hacia la eliminación de los escrúpulos que los judíos tenían contra los gentiles.

Al día siguiente. Alrededor del mediodía "Pedro subió a la azotea para orar"; por lo tanto, la llegada de los mensajeros, después de la visión, debe haber ocurrido en las primeras horas de la tarde. Como ya era muy tarde para que llegaran ese mismo día a Cesarea, a unos 50 km de distancia, Pedro no emprendió el viaje en seguida. Además, sin duda los mensajeros necesitaban descansar de su viaje hasta Jope.

Algunos de los hermanos. Según el relato del apóstol (cap. 11:12) fueron seis los hermanos, sin duda cristianos judíos (vers. 45), que lo acompañaron. Es probable que Pedro recordara las palabras de Cristo: "Toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra" (Mat. 18:16). Deseaba que ellos informaran a la iglesia de cualquier cosa que él hiciera. En Hech. 11:12 se alude a la utilidad del testimonio que más tarde dieron en Jerusalén. Seguramente Pedro les informó de su visión y del mensaje que habían traído los siervos de Cornelio. La buena reputación de Cornelio tuvo que haber sido de importancia para ellos y los impulsó a ir con Pedro.

24. Al otro día. Parece que Pedro y sus compañeros se hospedaron en algún lugar entre Jope y Cesarea, lo que también pudieron haber hecho los mensajeros de Cornelio cuando viajaban a Jope (vers. 7-9,17). El camino corría a lo largo de la costa del Mediterráneo.

Los estaba esperando. Los preparativos de Cornelio demuestran cuán convencido estaba de que su visión había sido real y que Dios estaba a punto de dar respuesta a sus oraciones.

Sus parientes y amigos más íntimos. Indudablemente, entre éstos había soldados que estaban bajo el mando de Cornelio, que más o menos simpatizaban con su creencia religiosa, y también amigos de la comunidad; y procuró que la nueva luz que estaba por recibir, llegara a tantos como fuera posible.

25. Adoró. Gr. ProskunéÇ, significa "arrodillarse delante". Puede significar "rendir homenaje" o "adorar", según sea el caso y el objeto del homenaje. La BJ traduce literalmente: "Cayó postrado a sus pies". Caer a los pies de alguien era la forma más apropiada de rendirle homenaje. Así se postraron Jairo (Mat. 9:18) y Juan (Apoc. 22:8) delante de Jesús y del ángel, respectivamente. Esta actitud de Cornelio, oficial romano, demuestra que aceptaba a Pedro como un mensajero de Dios. Un acto tal sin duda no era común entre los soldados romanos, y mucho menos para con un judío.

26. Le levantó. La respuesta de Pedro indica que el homenaje y la adoración deben reservarse sólo para Dios. Nunca es correcto que una persona exija o reciba tal homenaje de parte de otro ser humano. Las palabras de Pedro son similares a las de Pablo en Listra (cap. 14:15). Al adorar a los santos o aun a los ángeles se borra la distinción que siempre debe existir entre Dios y el hombre (Apoc. 22:9).

27. Hablando con él. Lo que sigue indica que Cornelio le dijo al apóstol muchas cosas que no se mencionan específicamente en el texto.

Entró. Parece que la recepción tuvo lugar cerca de la entrada de la casa de Cornelio. La acción de Cornelio al salir a recibir a Pedro mostraba algo del espíritu del centurión que dijo a Jesús: "No soy digno de que entres bajo mi techo" (Luc. 7:6).

Muchos. La personalidad y la conducta de Cornelio le habían ganado muchos amigos. Su entusiasmo y su fe lo habían inducido a reunirlos para que vieran y escucharan a un hombre acerca del cual él nada sabía (ver com. vers. 24).

28. Cuán abominable es. El apóstol dio por sentado que quienes le escuchaban sabían que un judío no podía juntarse con un gentil. Los autores clásicos conocían el exclusivismo judío.

Juvenal (60?- 122 d. C.) escribió: "Ellos, acostumbrados a desobedecer las leyes de Roma, aprenden, y practican, y reverencian la ley judía, y todo lo que Moisés les entregó en su tomo secreto, prohibiéndoles que señalen el camino a cualquiera que no adore los mismos ritos y que no conduzcan a nadie a la fuente deseadas sino a los circuncidados" (Sátiras xiv. 100-104).

Tácito escribió algo similar: "Los judíos son extremadamente leales el uno con el otro, y siempre están listos para mostrar compasión; pero para con todo otro pueblo no sienten sino odio y enemistad. Se sientan aparte en las comidas, y duermen aparte" (Historia v. 5).

Por supuesto, Pedro hablaba desde el punto de vista del fariseísmo tradicional y no de la ley en sí; pero se hacía amplio alarde de tales sentimientos y se manifestaban en las rigurosas formas cada vez que se relacionaban judíos y paganos. Un judío estricto vacilaría en vivir en casa de un gentil.

En la Mishnah se lee: "Las moradas de los paganos son inmundas" (Oholoth 18.7). 

En un antiguo comentario judío sobre Levítico, aparece un notable ejemplo de contaminación ceremonial por contacto con un gentil. "Se relata que Simeón, hijo de Kimjith salió a hablar con un rey árabe, y un chorrillo de saliva de la boca de éste cayó sobre las vestiduras de aquél y lo contaminó. [Entonces] su hermano Judas entró, y ministró como sumo sacerdote en su lugar" (Midrash Rabbah, Lev. 20:11). El sistema hindú de castas, según el cual las castas superiores no deben tener nada que ver con las inferiores -algo que va desapareciendo lentamente bajo la presión de la ley y los sentimientos liberales-, presenta un paralelo moderno muy semejante al sentimiento judío para con los gentiles.

Juntarse. Es decir, tener contacto directo. Ver com. cap. 9:26. Aunque el trato de la vida diaria obligaba a los judíos a estar constantemente en compañía de los gentiles, debían evitar un estrecho contacto para no contaminarse desde el punto de vista ceremonial.

A ningún hombre llame común. El apóstol mostró de esta manera que había aprendido la enseñanza de la visión. La humanidad había sido redimida por la encarnación, el sacrificio y la ascensión de Cristo, y hasta el pagano más humilde ya no era común o inmundo. Dios estaba dispuesto a recibir a todos los hombres, y por medio de Jesús lo sigue haciendo. El pecado es lo único que puede separar al hombre de Dios (Isa. 59:2).

La impureza debe considerarse como una tacha moral, no física ni racial. El seguidor de Dios debe aprender a ver en cada pecador la posibilidad de que llegue a ser una persona justificada, santificada y redimida.

Puesto que cada persona puede llegar a experimentar esta magnífica transformación, debe ser respetada como alguien en quien la imagen de Dios no se ha borrado totalmente y en quien puede restaurarse (1 Ped. 2:17). El orgullo de clase social que sólo se basa en diferencias de cultura o de oportunidad, y se manifiesta en hechos y palabras de desprecio, es, desde cierto punto de vista, aun menos excusable que las diferencias que tienen una base religiosa. Estas últimas tienen más posibilidades de remediarse.

De este versículo se deduce claramente que la lección que Dios le enseñó a Pedro tenía que ver con gente y no con animales. El Evangelio debía alcanzar a todas las personas. Finalmente serían inmundos sólo quienes rechazaran los esfuerzos de Dios para su salvación.

29. Sin replicar. Pedro había ido a Cesarea sin vacilar, y sin discutir la orden que había recibido; había seguido por fe la conducción del Espíritu aunque sólo veía vislumbres de lo que Dios quería que hiciera.

30. Hace cuatro días. Este es un claro ejemplo de cómputo inclusivo (ver. t. I, 191-192; t. II, pp. 139-141; t. V, pp. 240-241). Cornelio recibió la visión y envió a sus siervos el primer día (vers. 3,7-8); llegaron a Jope al segundo día (vers. 9,17); y junto con Pedro y sus compañeros partieron de Jope al tercer día (vers. 23); y todos llegaron a Cesarea al cuarto día (vers. 24).

Puesto que se encontraron con Cornelio aproximadamente a la misma hora en que había tenido su visión (ver com. "a esta hora"), el período total difícilmente habría sido mayor de 72 horas. Sin embargo, como en ese lapso se incluían partes de cuatro días, Cornelio dijo que habían transcurrido "cuatro días".

Estaba en ayunas. La evidencia textual sugiere (cf. p. 10) la omisión de esta frase.

A la hora novena. Este versículo aparece en los manuscritos antiguos en diversas formas. En el griego dice: "estaba orando la novena", es decir, la oración de la hora novena. Quizá la forma más sencilla de traducir este pasaje sea la siguiente: "Hace cuatro días, alrededor de esta misma hora, estaba yo orando la [oración de la hora] novena en mi casa".

Con vestido resplandeciente. Cf. cap. 1:10. La frase griega aquí empleada es la misma que se traduce como "ropa espléndida" en Sant. 2:2-3. El mismo adjetivo es empleado por Juan para describir la vestimenta "resplandeciente" de los ángeles (Apoc. 15:6) y de la esposa (Apoc. 19:8).

31. Tu oración. En el pasaje paralelo (vers. 4) se habla de "oraciones" en plural; aquí aparece en singular. Se insinúa aquí que Cornelio había presentado un pedido específico, que había orado por algo definido. Sin duda en esa oración había pedido mayor luz y un conocimiento más pleno de la verdad (ver com. vers. 2).

Tus limosnas. Ver com. vers. 4.

Han sido recordadas. En el griego aparece aquí una forma verbal del sustantivo que se traduce "memoria" en el pasaje paralelo (ver com. vers. 4).

32. Jope. Ver com. cap. 9:36; 10:8.

Simón, un curtidor. Ver com. cap. 9:43.

33. Tú has hecho bien. Cornelio expresa no sólo aprobación sino profunda gratitud (ver Fil. 4:14).

Todos nosotros estamos aquí. Estas palabras indican que los amigos reunidos con Cornelio compartían su ansiedad por ampliar su conocimiento de la verdad, y estaban dispuestos a cumplir con cualquier condición que les fuera revelada como la voluntad de Dios.

Para oír. Esta expresión incluye también la intención de creer y de obedecer (ver com. Juan 5:24). El centurión esperaba escuchar de Pedro palabras por medio de las cuales él y toda su casa pudieran ser salvos.

34. Abriendo la boca. Expresión que se usa como introducción para dichos importantes (ver com. cap. 8:35).

Acepción de personas. Gr. prospolémptes, "el que recibe la cara", es decir, uno que distingue entre las personas según las apariencias externas. En hebreo se encuentra un paralelo interesante en la frase naÑa´fanim "levantar el rostro", que en el uso común significaba hacer distinciones injustas entre los hombres. Ver t. V, p. 108. Pedro había visto que su Señor no hacía "acepción de personas", es decir, no tomaba en cuenta distinciones ni de posición social, ni de conocimiento, ni de riqueza. Esto lo admitieron hasta sus enemigos (Mat. 22:16). Santiago subraya este mismo rasgo de carácter como algo esencial en todos los que quieren ser verdaderos discípulos de Cristo (cap. 2:1-9). Pedro necesitaba aprender que la total aplicación de este gran principio exigía que los cristianos judíos aceptaran a los de otras razas como iguales a ellos. Pablo, paladín del cristianismo entre los gentiles, destaca este principio en Rom. 2:9-11. Pedro estaba aprendiendo de la visión de Cornelio, semejante a la que él mismo había tenido, que Dios se hace conocer de todos los que aspiran a la justicia, ya sean judíos o gentiles, cf. Deut. 10:17; 1 Sam. 16:7.

35. En toda nación. Pedro vagamente comprendía que el cristianismo no debía ser una religión nacional. En su trato con Cornelio comenzó a comprender cómo podría ocurrir esto, aunque aún no lo entendía cabalmente. Pablo declararía poco después que delante de Dios no importan ni raza, ni sexo, ni posición social (Gál. 3:28; Col. 3:10-11). Los judíos habían llegado a considerarse como el pueblo exclusivo del interés, del cuidado y de la misericordia de Dios. Antes del cautiverio babilónico habían amoldado su vida, sus creencias y prácticas religiosas a las de las naciones paganas que los rodeaban (ver t. IV, p. 33); pero cuando regresaron del cautiverio se esforzaron hasta el máximo por aislarse de sus vecinos gentiles. Se desarrolló en ellos un espíritu de exclusivismo que los llevó a despreciar a los que no eran israelitas y a negar que pudieran ser aceptados por Dios.

Al principio este espíritu exclusivista constituyó el principal obstáculo para el avance del Evangelio entre los que no eran judíos. Si el cristianismo hubiera seguido siendo sólo una secta judía -según lo concebían los primeros cristianos de origen judío- nunca podría haberse difundido entre toda clase de gente, por todas partes. Por lo tanto, la primera gran tarea de la iglesia fue romper las estrechas ataduras del judaísmo. Por medio de la conversión de Cornelio, el Espíritu Santo hizo que la naciente iglesia diera su primer paso importante en esa dirección.

Se agrada. "Le es grato" (BJ). Dios acepta a todos. Ya no tiene una raza o un pueblo escogido. El llama a todos que se arrepientan, y acepta a los que lo hacen con sinceridad.

Le teme. Puede pensarse que esta frase y la siguiente abarcan, respectivamente, las dos tablas de la ley: la primera, referente al deber del hombre para con Dios; la segunda, a su deber para con sus prójimos. Ver com. Miq. 6:8; Mat. 22:34-40.

36. Mensaje. Este era el mensaje del Mesías, que traía paz a la tierra por medio de un Salvador, Cristo el Señor (Luc. 2:14). Este mensaje fue predicado en primer lugar a Israel como pueblo escogido de Dios; pero en esta ocasión Pedro reconoció que Dios perdona los pecados de todos los que creen en él (Hech. 10:43). El mensaje de paz no sólo sería dado por Dios a la raza escogida, sino también a los gentiles.

Anunciando el evangelio. Gr, euaggelízomai, "dar buenas nuevas"; en el sentido cristiano, "predicar el Evangelio" (cf. Isa. 52:7).

Paz. Se dice que Dios da paz al que está lejos como también al que está cerca, tanto al gentil como al judío (ver com. Isa. 57:19; cf. cap. 49:6). Cristo predicó esta paz entre Dios y todas las naciones sin distinción (Mat. 8:11; Juan 12:32; cf. Mat. 28:19). Los apóstoles llevaron estas buenas nuevas al mundo. Hablando a los gentiles, Pablo dijo: "Vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo" (Efe. 2:13).

Los apóstoles siempre predicaban que no había otro nombre debajo del cielo, fuera del de Cristo, por el cual puedan ser salvos los hombres (Hech. 4:12), y que para los judíos y también para los griegos, Cristo era el todo y en todos (Col. 3:11). Por lo tanto, en esta doctrina de la paz por medio de Cristo, hay armonía entre el AT y el NT, entre profetas y apóstoles. Cristo es Señor de todos (Rom. 3:29).

La paz que se ha prometido no es en primer lugar paz entre los hombres, sino entre Dios y cada persona, y se la obtiene cuando se recibe la expiación por medio de Jesucristo por la fe (Rom. 3:24-26; 5:1). Jesucristo es el mensajero de paz; la base de la paz es su obra expiatorio; los términos de la paz son la fe; la bendición de la paz es la remisión de los pecados; el fruto de la paz es la santidad.

Señor de todos. Puesto que Jesucristo es Señor de todos, ante él cada persona debe ser considerada como igual. Al decir esto, también Pedro quería evitar que Cornelio pensara que el Jesús a quien él consideraba como Mesías era sólo profeta y maestro.

37. Lo que se divulgó. Es decir, todas las nuevas de salvación mediante Cristo que se habían esparcido después de la predicación de Juan el Bautista acerca de Jesús. Parece que Cornelio y sus amigos conocían estas cosas, quizá por medio de la enseñanza que ya había llegado a Cesarea (cap. 8:40). El contenido de esta enseñanza era que aunque Jesús había vivido como hombre en Nazaret, era el Ungido de Dios, el Mesías, y lo comprobaban las maravillas que había hecho (cap. 10:38). Esto demuestra que la historia de Jesús era ampliamente conocida, que las nuevas acerca de él habían sido divulgadas en forma fervorosa y efectiva por apóstoles y laicos.

Comenzando desde Galilea. Después que Jesús fue bautizado en el Jordán, comenzó a predicar en Galilea (Mar. 1:14).

38. Ungió. Gr. jríÇ, "ungir"; de este mismo verbo deriva la palabra jristós, "ungido", o sea Mesías o Cristo (ver com. cap. 4:26). Como esta palabra está poco después de la referencia de Pedro a Cristo (cap. 10:36), parece implicar que fue durante su bautismo cuando Jesús recibió el Espíritu y se convirtió en el Mesías en forma pública y oficial (Mat. 3:16-17), en el "Ungido", aunque era el "Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo" (Apoc. 13:8).

Espíritu Santo. Jesús fue ungido en su bautismo, no con aceite, sino con el Espíritu Santo (Mat. 3:13-17).

Con poder. Cuando el Hijo de Dios se humilló en la encarnación, dejó a un lado el ejercicio independiente de sus atributos como la Segunda Persona de la Deidad (cf. t.V, pp. 895-896). Todo lo que realizó en la tierra lo hizo, como deben hacerlo todos los hombres, dependiendo del poder de lo alto (ver DTG 117; cf., Juan 5:19,30; 8:28).

Anduvo haciendo bienes. La vida de Jesús fue un ejemplo consecuente de dedicación al servicio de la humanidad (cap. 2:22; DTG 51).

Oprimidos por el diablo. Toda enfermedad y todo sufrimiento en cierto sentido vienen de Satanás; hasta la espina que Pablo tenía en la carne era un "mensajero de Satanás" que lo abofeteaba (2 Cor. 12:7). Además, también existe la posesión demoníaca específica, no siempre reconocida como tal por el diagnóstico médico moderno.

Esta posesión se manifestó con todo su espanto y horror durante los primeros años de la proclamación del Evangelio. Jesús venció esta fuerza todas las veces que le hizo frente. Vez tras vez echó fuera demonios. Ver Nota Adicional de Mar. 1.

https://elaguila3008.blogspot.com/2021/07/enlace-sobre-los-evangelios-de-mateo.html 

Dios estaba con él. Nicodemo confesó: "No puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él" (Juan 3:2).

39. Nosotros somos testigos. Pedro había estado con Jesús desde el principio de su ministerio (Juan 1:40-42). El apóstol reconocía que el objetivo principal de su misión era ser testigo de Cristo ante los hombres, así como el Señor lo había ordenado (Hech. 1:8, 21-22; cf. Mat. 28:19-20; Luc. 24:48).

La tierra de Judea. Mejor "la región de los judíos". La palabra griega jóra significa "distrito", o algunas veces "campiña", haciendo notar la distinción entre campo y ciudad. Probablemente aquí pueda dársele este segundo significado (cf. Luc. 2:8; Hech. 26:20).

Mataron colgándole. Ver com. cap. 5:30. Como lo hiciera antes (cap. 2:23), Pedro presenta la crucifixión principalmente como un acto de los dirigentes y del pueblo de Jerusalén, y no del gobernador romano.

40. Al tercer día. Este es un ejemplo de cómputo exclusivo. Este método de computar el tiempo se estudia en el t. I, p. 191; t, II, pp. 139-141; t. V, pp. 240-241; cf. com. vers. 30. con referencia al tiempo que pasó Cristo en la tumba, ver Mat. 16:21; Luc. 23:53 a 24:6. Hizo que se manifestase. Jesús no se dejó de ver de todos (vers. 41), pero mediante muchas pruebas fue claro para los que lo vieron que era el mismo Jesús, ahora vivo y glorificado, que había estado colgado en la cruz.

41. No a todo el pueblo. Los judíos en general, que no habían reconocido a Jesús como el Mesías predicho en las profecías del AT, difícilmente habrían sido testigos voluntarios de su resurrección (Luc. 16:31). 

El hecho de que aun algunos de sus discípulos al principio no estuvieron dispuestos a aceptar al Cristo resucitado (Mat. 28:17; Mar. 16:14), ilustra de cuán poco valor habría sido una presentación pública ante todos los judíos.

Testigos que Dios había ordenado. Los discípulos habían sido escogidos desde el principio no sólo para ayudar a Jesús en su ministerio, sino aún más: para ser testigos de lo que habían visto y oído después que él se fuera (Mat. 28:19-20; Juan 17:6-8; Hech. 1:8; 2 Ped. 1:16-18).

A nosotros. Cf. Hech. 1:3; 1 Cor. 15:5-8.

Comimos y bebimos. Luc. 24:42-43; Juan 21:13-15. El hecho de que Jesús comiera y bebiera era una prueba segura de que no era un fantasma fruto de la imaginación de sus discípulos.

42. Nos mandó que predicásemos. Esta orden está implícita en Mat. 28:18-20 y también en las instrucciones de Hech. 1:8 dar testimonio del reino de Dios (cf. 1:2). 

Dios ha puesto. Bajo las condiciones del pacto eterno, Cristo efectuaría la salvación del hombre.  Por esto es apropiado que también fuera el juez de los hombres, en pleno cumplimiento del pacto.

Vivos. Pablo (cap. 17:31) concuerda con Pedro al relacionar la resurrección con la seguridad de que el que había resucitado sería el futuro juez de todos los hombres. 

El hecho de que Jesús fuera hombre, pero un hombre victorioso sobre el pecado y la muerte, y de que al mismo tiempo era Dios, el autor de la ley por la cual los hombres serán juzgados, hacen que sea lógico y apropiado que sea él quien juzgue a todos los hombres (ver com. Juan 5:22, 27).

43. Todos los profetas. Pedro, como lo había hecho en sus discursos anteriores (cap. 2:16, 30; 3:18), aquí también revela que comprende el significado de las profecías del AT en cuanto a Cristo y a su obra. Sin duda gran parte de esta comprensión era el resultado de la enseñanza que él y los otros apóstoles habían recibido de Cristo en el intervalo entre la resurrección y la ascensión (Luc. 24:27,44). En esta ocasión es probable que Pedro se estuviera refiriendo a pasajes como Isa. 49:6; Joel 2:32. 

El hecho de que Pedro empleara las Escrituras del AT para reforzar su argumento es una evidencia de que sabía que Cornelio y su casa conocían esos escritos. Todos los que en él creyeren. Esta es la promesa de Juan 3:16. 

Pedro la repite como lo hará Pablo más tarde (Hech. 16:31). La salvación se obtiene por la aceptación de la gracia de Dios por medio de Jesucristo (Efe. 2:5,8), y no por medio de las obras de la ley (Gál. 2:16, 20-21).  Las obras son el fruto de recibir la dádiva de la salvación (Efe. 2:10; Fil. 2:12-13).

Perdón de pecados. Cf. cap. 2:38; 3:19.

Por su nombre. Estas palabras deben haber impresionado profundamente a los que atentamente escuchaban a Pedro. Esta era la respuesta a sus dudas y perplejidades. Debían encontrar la salvación sin someterse a la circuncisión, ni a las tradiciones de los judíos, ni a todo lo que estas obligaciones implicaban, sino mediante el sencillo acto de fe en Cristo y en el poder de su nombre (ver com. cap. 3:16). La salvación de ellos dependía del poder de los atributos divinos de Cristo, de los cuales su nombre era un pleno símbolo. Por medio de Jesucristo de Nazaret, ellos, a pesar de ser gentiles, recibirían el perdón de sus pecados. Su conciencia sensibilizada les enseñaría que esa era la condición necesaria para tener paz con Dios. La satisfacción de sus anteriores anhelos los colocaría en la condición espiritual apropiada para participar en el maravilloso acontecimiento que se va a narrar en el versículo siguiente.

44. El Espíritu Santo cayó. El descenso del Espíritu Santo sobre el gentil Cornelio y su familia antes de que fueran bautizados cumplió directamente ante los compañeros de Pedro la promesa de Cristo de que el Espíritu Santo los guiaría "a toda la verdad" (Juan 16:13). A pesar de la visión de Pedro, "los fieles de la circuncisión" aún no estaban preparados para aceptar plenamente a los gentiles en la iglesia (Hec. 10:45), hasta que el derramamiento del Espíritu Santo demostró que los gentiles eran aceptados por Dios.

Muchos cristianos afirman que la recepción del Espíritu Santo viene después del bautismo.  Enseñan que el bautismo tiene una virtud sacramental y que, por lo tanto, es un rito que produce gracia divina en el que lo recibe. Pero Cornelio y su familia recibieron el don del Espíritu Santo antes de ser bautizados, lo que demuestra que la recepción del Espíritu no depende del bautismo (ver com. vers. 47). El bautismo más bien es un símbolo visible de una regeneración espiritual interior, y deriva su significado de esa experiencia (ver pp. 44-46; com. Mat. 3:6; Rom. 6:3-6).

45. Los fieles de la circuncisión. Es decir los seis cristianos judíos ya mencionados (cap. 11:12; cf. cap. 10:23) que acompañaron a Pedro. Su asombro es una prueba de la realidad del don que recibieron Cornelio y su familia. Los cristianos habían supuesto hasta este momento que si los gentiles habían de ser cristianos, debían, en primer lugar, convertirse en prosélitos judíos.

Es probable que el eunuco etíope bautizado por Felipe no fuera una excepción a esta regla; pero Cornelio y su familia eran gentiles y los compañeros de Pedro, cristianos judíos, no pudieron entender cómo tales personas podían recibir el don del Espíritu Santo sin antes haber sido prosélitos judíos. Otra razón más por la cuales estuvieran atónitos posiblemente pueda sugerirla el Talmud, el cual dice que el rabino José había afirmado que en los días del Mesías no se recibirían en Israel más prosélitos (Talmud Abodah Zarah 3b). Como los compañeros de Pedro creían que los tiempos del Mesías habían llegado, bien pudieron haber sentido la influencia de tal actitud exclusivista hacia los prosélitos.

Sobre los gentiles. Los compañeros de Pedro, cristianos de origen judío, vieron el claro cumplimiento de la visión del apóstol. Cornelio y su familia, henchidos del Espíritu Santo, demostraban que desde ese momento nadie debía llamar a los gentiles comunes o inmundos.  Sin duda esta evidencia fue suficiente para los cristianos que acompañaban a Pedro.

46. Hablaban en lenguas. En esta ocasión se vio una manifestación de los dones de Dios, similar a la que se había visto en Jerusalén en el día de Pentecostés (ver com. cap. 2:4). Estas palabras implican una repentina emoción de gozo y ensalzamiento espiritual que se manifestó en un estallido de alabanza espontánea. En la historia de la iglesia apostólica hay varios casos registrados de la manifestación del Espíritu Santo por medio del don de lenguas (cf. Hech. 19:6; cf. cap. 2:4; ver com. 1 Cor. 14). Este don fue dado con un propósito útil. En el día de Pentecostés permitió que los apóstoles predicaran el Evangelio a las multitudes reunidas para la fiesta, que no hablaban arameo. En el caso de los conversos de Apolos que fueron rebautizados por Pablo en Éfeso, es razonable suponer que esto los preparó para una eficiencia cristiana más amplia (ver com. Hech. 19:6). Del mismo modo, en este caso el don de lenguas fue una señal y un testimonio para los compañeros de Pedro que no estaban preparados para recibir a los gentiles en la iglesia.

47. Entonces respondió Pedro. No se registra la pregunta que Pedro respondió, pero es evidente que sus palabras responden las preguntas de los atónitos cristianos de origen judío en cuanto a lo que debía hacerse en vista de que el gentil Cornelio y su familia habían recibido el Espíritu Santo. Pedro había seguido la dirección de Dios al viajar a Cesarea a predicarles; ¿se atrevería también a bautizarlos ahora?

Impedir el agua. ¿Podía negárseles a estos gentiles la señal visible, cuando la gracia invisible y espiritual a la cual simbolizaba había sido concedida por Dios tan directa y manifiestamente? Como había ocurrido en el caso de los samaritanos (cap. 8:15-17), el bautismo por lo general era seguido por la imposición de las manos, acompañada por el don del poder espiritual. Pero en este caso el don del Espíritu había sido concedido primero, y lo único que quedaba era realizar el acto visible de hacer que estos creyentes formaran parte de la sociedad de la iglesia. Este acontecimiento mostró que Dios da sus dones en forma directa y en la medida en que los hombres estén listos para recibirlos (ver com. cap. 10:44). Pero demostró de forma igualmente clara que ningún don espiritual, no importa cuán maravilloso sea, hace innecesario seguir ciertas formas visibles, tales como el bautismo. En verdad, el don excepcional fue concedido para que quitara cualquier escrúpulo que pudieran tener los de la circuncisión en cuanto a bautizar a esos gentiles. El don del Espíritu abrió el camino y siguió el bautismo.

También como nosotros. Pedro reconocía que Dios había escogido a los gentiles tanto como a los judíos y concedido a ambos la misma gracia.

48. Mandó bautizarles. La construcción sintáctica de esta frase parece sugerir que Pedro no bautizó a estos conversos. Jesús (Juan 4:1-2) y Pablo (1 Cor. 1:14-16) no bautizaron a sus conversos, y según parece, Pedro hizo lo mismo en esta ocasión. Pablo afirma que, por lo general, no bautizaba para que no surgieran diferentes grupos y se rompiera la unidad cristiana, pues los conversos se dividían según el que los había bautizado. Esta también pudo haber sido la razón que movió a Pedro en este caso (cf. 1 Cor. 1:12). No se dice quién fue el que bautizó. Quizá bautizaron los compañeros de Pedro. Es posible que ya hubiera una congregación organizada en Cesarea como resultado de la obra de Felipe, y los ancianos o diáconos de esta congregación, o Felipe mismo, pueden haber actuado siguiendo instrucciones de Pedro.

Señor Jesús. La evidencia textual se inclina (cf. p. 10) por el texto: "Jesucristo".

Que se quedase. Es probable que Pedro hubiera aceptado la invitación (cf. cap. 11:3), y de este modo hubiera mostrado que estaba preparado para actuar de acuerdo con la enseñanza de su visión. Pedro debe haberse juntado sin traba alguna con los nuevos conversos, comiendo y bebiendo con ellos (vers. 2-3), sin temor de contaminarse.

Lucas le da tanta importancia al episodio de Pedro en Cesarea, que debe considerarse como un momento decisivo en la vida del apóstol, quien demostró que, en esencia, concordaba con Pablo. Aunque Pedro más tarde vaciló en su trato con los gentiles cristianos (Gál. 2:11-13), y fue reprendido por Pablo, el relato de esa dura reprensión demuestra que Pedro había abandonado en gran parte sus prejuicios judíos; pero había actuado así porque fue presionado por la influencia de ciertos judíos muy estrictos que habían ido de Jerusalén a Antioquía.

Algunos días. Ver com. cap. 9:19. (6CBA).

COMENTARIOS DE EGW

1-48. HAp 108-115. UN INVESTIGADOR DE LA VERDAD.

https://elaguila3008.blogspot.com/2013/01/capitulo-14-un-investigador-de-la-verdad.html

Ministerio Hno. Pio


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