(Este capítulo está basado en Lucas 2:1-20).
EL REY DE GLORIA SE REBAJÓ A REVESTIRSE DE HUMANIDAD. Tosco y
repelente fue el ambiente que le rodeó en la tierra. Su gloria se veló para que
la majestad de su persona no fuese objeto de atracción. Rehuyó toda ostentación
externa. Las riquezas, la honra mundanal y la grandeza humana no pueden salvar
a una sola alma de la muerte; Jesús se propuso que ningún halago de índole
terrenal atrajera a los hombres a su lado.
ÚNICAMENTE LA BELLEZA DE LA VERDAD CELESTIAL DEBÍA ATRAER A
QUIENES LE SIGUIESEN. El carácter del Mesías había sido predicho desde mucho
antes en la profecía, y él deseaba que los hombres le aceptasen por el
testimonio de la Palabra divina.
LOS ÁNGELES SE HABÍAN MARAVILLADO DEL GLORIOSO
PLAN DE REDENCIÓN. Con atención miraban cómo el pueblo de Dios iba a recibir
a su Hijo, revestido con el manto de la humanidad.
VINIERON LOS ÁNGELES A LA TIERRA DEL PUEBLO ELEGIDO. Las otras
naciones creían en fábulas y adoraban falsos dioses. Pero los ángeles fueron a
la tierra donde la gloria de Dios se había revelado y había resplandecido la
luz de la profecía. Vinieron sin ser vistos a Jerusalén, se acercaron a los que
debían exponer los Sagrados Oráculos, a los ministros de la casa de Dios.
YA HABÍA SIDO ANUNCIADA AL SACERDOTE ZACARÍAS LA PROXIMIDAD
DE LA VENIDA DE CRISTO, mientras servía ante el altar. Ya había nacido el
precursor, y su misión estaba corroborada por milagros y profecías. Habían
cundido las nuevas de su nacimiento y del maravilloso significado de su misión.
Y, sin embargo, Jerusalén no se preparaba para dar la bienvenida a su Redentor.
LOS MENSAJEROS CELESTIALES CONTEMPLABAN CON ASOMBRO la
indiferencia de aquel pueblo a quien Dios llamara a comunicar al mundo la luz
de la verdad sagrada.
LA NACIÓN JUDÍA HABÍA SIDO CONSERVADA COMO TESTIGO de
que Cristo había de nacer de la simiente de Abrahám y del linaje de David; y
sin embargo, no sabía que su venida se acercaba.
EN EL TEMPLO, el sacrificio 30
matutino y el vespertino señalaban diariamente al Cordero de Dios; sin embargo,
ni aun allí se habían hecho los preparativos para recibirle.
LOS SACERDOTES Y MAESTROS de
la nación no sabían que estaba por acontecer el mayor suceso de los siglos.
Repetían sus rezos sin sentido y ejecutaban los ritos del culto para ser vistos
de los hombres, pero en su lucha para obtener riquezas y honra mundanal, no estaban
preparados para la revelación del Mesías.
Y LA MISMA INDIFERENCIA REINABA EN TODA LA TIERRA
DE ISRAEL. Los corazones egoístas y amantes del mundo no se conmovían por el
gozo que embargaba a todo el cielo.
SÓLO UNOS POCOS Anhelaban Ver Al
Invisible. A los tales fue enviada la embajada celestial.
HUBO ÁNGELES QUE ACOMPAÑARON A JOSÉ Y MARÍA en su viaje de
Nazaret a la ciudad de David. El edicto de la Roma imperial para empadronar a
los pueblos de sus vastos dominios alcanzó hasta los moradores de las colinas
de Galilea. Como antaño Ciro fue llamado al trono del imperio universal para
que libertase a los cautivos de Jehová, así también Augusto César hubo de
cumplir el propósito de Dios de traer a la madre de Jesús a Belén. Ella era del
linaje de David; y el Hijo de David debía nacer en la ciudad de David. De
Belén, había dicho el profeta, "saldrá el que será Señor en Israel;
cuya procedencia es *desde el principio, desde los días de la eternidad."
(Miqueas 5:2).
PERO JOSÉ Y MARÍA NO FUERON RECONOCIDOS ni honrados en
la ciudad de su linaje real. Cansados y sin hogar, siguieron en toda su
longitud la estrecha calle, desde la puerta de la ciudad hasta el extremo
oriental, buscando en vano un lugar donde pasar la noche.
NO HABÍA SITIO PARA ELLOS EN LA ATESTADA
POSADA.
Por fin, hallaron refugio en un tosco edificio que daba albergue a las bestias,
y allí nació el Redentor del mundo. Sin que lo supieran los hombres, las nuevas
llenaron el cielo de regocijo.
LOS SERES SANTOS DEL MUNDO
DE LUZ SE SINTIERON ATRAÍDOS HACIA LA TIERRA POR UN INTERÉS MÁS PROFUNDO Y
TIERNO.
El mundo entero quedó más resplandeciente por la presencia del Redentor. Sobre
los collados de Belén se reunieron innumerables ángeles a la espera de una
señal para declarar las gratas nuevas al mundo.
SI LOS DIRIGENTES DE ISRAEL HUBIERAN SIDO FIELES, podrían haber
compartido el gozo de anunciar el nacimiento de Jesús. Pero hubo que pasarlos
por alto. 31 Dios declaró: "Derramaré aguas sobre el secadal, y
ríos sobre la tierra árida." "Resplandeció en las tinieblas luz a los
rectos."
(Isaías
44:3; Salmos 112:4).
PARA LOS QUE BUSQUEN LA LUZ, Y La Acepten Con
Alegría, Brillarán Los Esplendentes Rayos Del Trono De Dios.
EN LOS CAMPOS DONDE EL JOVEN DAVID APACENTARA SUS REBAÑOS, había todavía
pastores que velaban. Durante las silenciosas horas de la noche, hablaban del
Salvador prometido, y oraban por la venida del Rey al trono de David. "Y
he aquí el ángel del Señor vino sobre ellos, y la claridad de Dios los cercó de
resplandor; y tuvieron gran temor. Mas el ángel les dijo: No temáis; porque he
aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: Que os ha nacido
hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor." (Lucas
2:8-15).
AL
OÍR ESTAS PALABRAS, las mentes de los atentos pastores se llenaron de visiones
gloriosas. ¡El Libertador había nacido en Israel! Con su llegada, se asociaban
el poder, la exaltación, el triunfo.
PERO EL ÁNGEL DEBÍA PREPARARLOS PARA RECONOCER
A SU SALVADOR EN LA POBREZA Y HUMILLACIÓN. "Esto os será por señal
--les dijo:-- hallaréis al niño envuelto en pañales, echado en un
pesebre." (Lucas 2:12). El mensajero celestial había calmado sus
temores. Les había dicho cómo hallar a Jesús. Con tierna consideración por su
debilidad humana, les había dado tiempo para acostumbrarse al resplandor
divino. Luego el gozo y la gloria no pudieron ya mantenerse ocultos. Toda la
llanura quedó iluminada por el resplandor de las huestes divinas. La tierra
enmudeció, y el cielo se inclinó para escuchar el canto: "Gloria en las
alturas a Dios, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres."
Lucas 2: 14.
¡OJALÁ
LA HUMANIDAD PUDIESE RECONOCER HOY AQUEL CANTO! La declaración hecha entonces,
la nota pulsada, irá ampliando sus ecos hasta el fin del tiempo, y repercutirá
hasta los últimos confines de la tierra. Cuando el Sol de justicia salga, con
sanidad en sus alas, aquel himno será repetido por la voz de una gran multitud,
como la voz de muchas aguas, diciendo: "Aleluya: porque reinó el Señor
nuestro Dios Todopoderoso." (Apoc 19:6).
AL DESAPARECER LOS ÁNGELES, la luz se disipó, y las
tinieblas volvieron a invadir las colinas de Belén. Pero en la memoria de los
pastores quedó el cuadro más resplandeciente que hayan 32 contemplado los ojos
humanos. "Y aconteció que como los ángeles se fueron de ellos al cielo, los
pastores dijeron los unos a los otros: Pasemos pues hasta Bethlehem, y veamos
esto que ha sucedido, que el Señor nos ha manifestado. Y vinieron aprisa, y
hallaron a María, y a José, y al niño acostado en el pesebre. Con gran gozo
salieron y dieron a conocer cuánto habían visto y oído. Y todos los que oyeron,
se maravillaban de lo que los pastores les decían. Más María guardaba todas
estas cosas, confiriéndolas en su corazón. Y se volvieron los pastores
glorificando y alabando a Dios." (Lucas 2:15–20).
EL CIELO Y LA TIERRA NO ESTÁN MÁS ALEJADOS HOY
QUE CUANDO LOS PASTORES OYERON EL CANTO DE LOS ÁNGELES. La
humanidad sigue hoy siendo objeto de la solicitud celestial tanto como cuando
los hombres comunes, de ocupaciones ordinarias, se encontraban con los ángeles
al mediodía, y hablaban con los mensajeros celestiales en las viñas y los
campos. Mientras recorremos las sendas humildes de la vida, el cielo puede
estar muy cerca de nosotros. Los ángeles de los atrios celestes acompañarán los
pasos de aquellos que vayan y vengan a la orden de Dios.
LA HISTORIA DE BELÉN ES UN TEMA INAGOTABLE. En
ella se oculta la "profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la
ciencia de Dios." (Rom. 11:33). Nos asombra el sacrificio realizado por
el Salvador al trocar el trono del cielo por el pesebre, y la compañía de los
ángeles que le adoraban por la de las bestias del establo. La presunción y el
orgullo humanos quedan reprendidos en su presencia. Sin embargo, aquello no fue
sino el comienzo de su maravillosa condescendencia. Habría sido una humillación
casi infinita para el Hijo de Dios revestirse de la naturaleza humana, aun
cuando Adán poseía la inocencia del Edén.
PERO JESÚS ACEPTÓ LA HUMANIDAD CUANDO LA ESPECIE SE HALLABA
DEBILITADA POR CUATRO MIL AÑOS DE PECADO. Como cualquier hijo de Adán, aceptó
los efectos de la gran ley de la herencia. Y la historia de sus antepasados
terrenales demuestra cuáles eran aquellos efectos. Mas él vino con una herencia
tal para compartir nuestras penas y tentaciones, y darnos el ejemplo de una
vida sin pecado.
EN EL CIELO, Satanás había
odiado a Cristo por la posición que ocupara en las cortes de Dios.
LE ODIÓ AÚN MÁS cuando
se vio destronado.
ODIABA a Aquel que se había
comprometido a 33 redimir a una raza de pecadores.
SIN EMBARGO, a ese mundo donde Satanás pretendía
dominar, permitió Dios que bajase su Hijo, como niño impotente, sujeto a la
debilidad humana. Le dejó arrostrar los peligros de la vida en común con toda
alma humana, pelear la batalla como la debe pelear cada hijo de la familia
humana, aun a riesgo de sufrir la derrota y la pérdida eterna.
EL CORAZÓN DEL PADRE HUMANO SE CONMUEVE POR SU HIJO. Mientras mira
el semblante de su hijito, tiembla al pensar en los peligros de la vida. Anhela
escudarlo del poder de Satanás, evitarle las tentaciones y los conflictos. Mas
Dios entregó a su Hijo unigénito para que hiciese frente a un conflicto más
acerbo y a un riesgo más espantoso, a fin de que la senda de la vida fuese
asegurada para nuestros pequeñuelos. "En esto consiste el amor."
¡Maravillaos, oh cielos! ¡Asómbrate, oh tierra! 34 DTG/EGW
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