Mateo 7. El Sermón del Monte. Vers. (1-5) Conclusión del Sermón del Monte: Cristo desaprueba los juicios precipitados; (6) prohíbe dar las cosas santas a los perros;
(7-12) exhorta a la oración, (13-14) a entrar por la puerta estrecha, (15-20) a guardarse de los falsos profetas; (21-23) a no ser sólo oidores de la Palabra, sino a practicarla, obedeciendo sus mandamientos.
(24-25) La
importancia de edificar bien. Como el hombre que construyó sobre la roca, (26-27)
y no como el que edificó sobre la arena. (28-29). Al final de su discurso, la
gente se admira de su enseñanza con autoridad.
1 NO JUZGUEIS, para que no seáis juzgados. 2 Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. 3 ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? 4 ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? 5 ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.
6 No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen.
7 Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. 8 Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. 9 ¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? 10 ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? 11 Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más nuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan? 12 Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas.
13 Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; 14 porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.
15 Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. 16 Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? 17 Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. 18 No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. 19 Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. 20 Así que, por sus frutos los conoceréis.
24 Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. 25 Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca.
26 Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; 27 y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina.
28 Y cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de su doctrina; 29 porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas. (Mateo 7).
1. No juzguéis. Jesús se refiere de especial manera al hecho de juzgar las intenciones de
otras personas, no al hecho de juzgar si sus acciones son buenas o malas. Sólo Dios es competente para juzgar las
intenciones de los seres humanos porque sólo él puede saber los pensamientos
íntimos de los hombres (Heb. 4: 12; DTG 280-281). Cuando Dios mira así los corazones de los
hombres, ama al pecador al paso que odia el pecado. Puesto que sólo puede mirar "lo que está
delante de sus ojos" (1 Sam. 16: 7) y no lo que está en el corazón, el
hombre inevitablemente se equivoca. Jesús no se refiere aquí al delicado
sentido de discriminación por el cual el cristiano debe distinguir entre lo
bueno y lo malo (Apoc. 3: 18; cf. 2JT 75), sino más bien al hábito de criticar
y censurar, muchas veces en forma injusta e inmisericorde.
2. Con el juicio. Cf. Mar. 4: 24; Luc. 6: 38. La medida que damos es la que recibiremos,
porque la injusticia engendra injusticia.
Más que eso, la injusticia de una persona para con sus prójimos provoca
el castigo divino, tal como lo enseñó Jesús en la parábola de los dos deudores
(Mat. 18: 23-35). Podemos condenar la
ofensa, pero, como lo hace Dios, debemos siempre estar listos a perdonar al
ofensor. Podemos ser misericordiosos
para con el ofensor sin por ello condonar el mal que pueda haber cometido.
3. ¿Por qué miras? Cf. Luc. 6: 41. Un proverbio árabe pregunta: "¿Cómo ves
la astilla en el ojo de tu hermano y no ves la viga en tu propio ojo?" Una
idea similar se expresa en nuestro proverbio: "El que tiene tejado de
vidrio no tire piedras al ajeno".
Paja. Gr. kárfos, una "pizca" o "astillita" de madera o paja. A pesar de su minúsculo tamaño, este objeto extraño sería sumamente irritante en el ojo. La "paja" representa una falta menor. El que es proclive a censurar, fácilmente detecta cualquier falta en otro, no importa cuán pequeña sea. Viga. Gr. dokós, "tronco" o "tablón", un pedazo de madera empleado en la construcción de una casa.
4. ¿Cómo dirás? Cf. Luc. 6: 42.
Déjame sacar. Este ofrecimiento no se debe tanto al deseo de ayudar como al deseo de
atraer la atención al hecho de que la paja está en el ojo del otro, y a la
supuesta sabiduría y habilidad de quien ofrece sacar la paja.
La viga. Olvidando
completamente las veces que él mismo se ha equivocado y sus propias
debilidades, el hipócrita se impacienta con su hermano que ha errado. Con cuánta frecuencia los así llamados
cristianos expresan profunda indignación por la conducta de otros o quizá por
lo que suponen haber sido las actitudes ajenas, y después se llega a saber que
ellos mismos son culpables de los pecados de los cuales han acusado a
otros. Así había ocurrido en el caso de
los fariseos que llevaron a Jesús a la mujer sorprendida en adulterio (Juan 8:
3-11; DTG 425-426) y en el caso de Simón
que condenó a María (Luc. 7: 36-39; DTG 519).
El cristiano que descubre la falta de su hermano, debe restaurarlo
"con espíritu de mansedumbre", considerando que también él puede
haber sido tentado y puede haber caído en el mismo pecado o puede hacerlo en el
futuro (Gál. 6: 1).
5. ¡Hipócrita! La persona criticona y censuradora es siempre hipócrita, y sus críticas en
parte tienen el propósito de cubrir su propia hipocresía (ver com. cap. 6: 2).
Verás bien. Sólo cuando una persona está dispuesta a sufrir, si es necesario, a fin de
ayudar a su hermano descarriado, puede ver con suficiente claridad como para
ayudarle (DMJ 109). La intervención más
delicada en el área de las relaciones humanas, la que requiere visión más clara
y discernimiento más agudo de parte de quien se propone realizar la
intervención, es la de ayudar a otros a ver y quitar los defectos que tienen en
su carácter y en su vida.
6. No deis. Después de hablar acerca de los errores minúsculos o imaginarios en la vida
y en el carácter de otros, Jesús se pronuncia sobre la actitud del cristiano
para con los que evidente y completamente están en el error y no desean escapar
del pecado.
Lo santo. Probable referencia a ofrendas o sacrificios llevados al templo y
consagrados a un uso santo. Dice un
rabino en la Mishnah: "Las ofrendas animales no pueden redimirse para
usarlas como alimento para perros" (Temurah 6. 5; ver también Talmud
Behoroth 15a). Quien predica el
Evangelio no debe perder tiempo con los que "consideran el Evangelio como
tema de contención e ironía" (DMJ 110; 1JT 396).
Perros. Aun
hoy en algunos lugares del Cercano Oriente los perros vagabundos son los
basureros de los pueblos y las ciudades.
Para los judíos el perro era también un animal inmundo según las leyes ceremoniales. Por no ser de mayor utilidad doméstica, se lo
consideraba con sumo desprecio (ver com. Job 30: 1).
Perlas. Gr.
margarít's, de donde proviene el nombre Margarita. Es posible que Jesús se estuviera refiriendo
a las perlas pequeñas que por su tamaño y color podrían confundirse con el
grano usado para alimentar a los cerdos.
7. Pedid. Después de exponer los altos ideales del reino de los cielos (cap. 5: 21 al
7: 6), Jesús dedica el resto de su sermón a presentar los medios por los cuales
los ciudadanos de su reino pueden hacer que estas nobles virtudes sean parte de
su vida (cap. 7: 7-12). Conduce a sus
oyentes al punto donde los caminos se dividen y les llama la atención al hecho
de que la ciudadanía del reino divino exige gran sacrificio personal (Mat. 7:
13-14; cf. Luc. 14: 27-33), y no debiera
tomarse livianamente. Advierte contra la
filosofía y el consejo de los que pretenden ser dirigentes religiosos, pero son
lobos vestidos de ovejas (Mat. 7: 15-20), y termina con una fervorosa exhortación
a vivir según los principios del reino (21-27).
Reconociendo
la imposibilidad de que los pecadores por sí mismos puedan ordenar su vida
según los principios de la ley divina, Cristo indica a sus oyentes la fuente de
poder para la vida cristiana. Todo lo
que los ciudadanos del reino necesitan pueden recibirlo con sólo pedirlo. Comprendiendo su propia incapacidad, piden a
Dios fuerza y él los colma del poder divino necesario para vencer. Los que piden no serán chasqueados (vers.
9-11). Dios no es mezquino con los dones
del cielo. No trata con los hombres como
ellos se tratan entre sí (vers. 1-6), sino que es bondadoso y misericordioso.
9. ¿Qué hombre hay? Ningún padre presente en el público habría sido tan cruel y
despiadado. Si ellos, a pesar de sus
imperfecciones humanas, no se rebajarían a tal proceder, mucho menos probable
era que el Padre celestial lo hiciera.
11. ¿Cuánto más? Al enseñar, Cristo muchas veces empleó el método de ir de lo menor a lo
mayor. En este caso, del amor de los padres
humanos al amor infinitamente mayor del Padre celestial (cf. cap. 6: 30). Jesús
toma lo mejor de la naturaleza humana y luego señala a los hombres el carácter
incomparablemente mayor de Dios.
Dará buenas cosas. Por lo general los niños no se sienten cohibidos cuando quieren pedir
algo. No debemos vacilar al acercarnos
al Dador de "toda dádiva y todo don perfecto" (Sant. 1: 17).
12. Así que. Ver com. Mat. 7: 7; cf. Luc. 6: 3l. La prueba de la autenticidad de
la religión es la manera como el cristiano trata a sus prójimos (1 Juan 4: 20;
cf. Mat. 25: 31- 46).
La
regla de oro resume las obligaciones de la segunda tabla del Decálogo y es otra
expresión del gran principio de amar al prójimo (Mat. 19: 16-19; 22: 39-40; cf.
1 Juan 4: 21).
Los
ciudadanos del reino de la gracia han escogido vivir según esta norma divina y
sin duda en el reino de la gloria seguirán haciéndolo. La actitud que asumimos para con nuestros
prójimos es la medida infalible de nuestra actitud para con Dios (1 Juan 3:
14-16).
Los
grandes pensadores de otros tiempos y de otras culturas han descubierto y
expresado la sublime verdad presentada en la regla de oro, pero por lo general
lo han hecho en forma negativa. Se le
atribuye a Hillel, famosísimo rabino de la generación anterior a Jesús, la
siguiente declaración: "Lo que te resulte odioso a ti, no se lo hagas a tu
prójimo; en eso consiste toda la Torah, y lo demás es comentario acerca de
esto" (Talmud Shabbath 31a). La
regla de oro aparece también en el libro apócrifo de Tobías (cap. 4:15):
"No hagas a nadie lo que no quieras que te hagan" (BJ). En la Carta de Aristeas se lee: "Así
como no deseas que te sobrevenga el mal, sino que deseas participar en todo lo
bueno, así debieras tratar con los que te están sujetos y con los transgresores".
Debe
notarse que Jesús transformó un precepto negativo en una regla positiva. En esto está la diferencia esencial entre el
cristianismo y todos los sistemas religiosos falsos, y entre el verdadero
cristianismo y aquella religión que tiene las formas pero niega el poder vital
del Evangelio. La regla de oro toma el
egoísmo supremo, lo que querríamos que otros hicieran por nosotros, y lo
transforma en suprema abnegación, lo que hemos de hacer en favor de otros. Esta es la gloria del cristianismo. Esta es la vida de Cristo vivida en los que
le siguen y llevan su nombre (ver com. cap. 5: 48).
Esto es la ley. Cristo niega enfáticamente que el principio enunciado en la regla de oro
sea algo nuevo; es la esencia misma de la ley tal como fue dada mediante Moisés
(la Torah), y lo que escribieron los profetas.
Es decir, todo el AT (ver com.
Mat. 5: 17; Luc. 24: 44). Los que
afirman que la ley de amor sólo pertenece al NT y relegan el AT al olvido, como
un sistema religioso obsoleto, se constituyen en críticos del Maestro quien
declaró específicamente que no había venido a cambiar los grandes principios
expuestos en "la ley o los profetas" (ver com. Mat. 5: 17-18; Luc. 24: 27, 44). Todo el Sermón del Monte, desde Mat. 5: 20
hasta 7: 11, ilustra esta gran verdad.
Después de haber afirmado que no había venido a abolir las enseñanzas de
Moisés 347 y de los profetas, Cristo expuso con detalles su actitud para con la
ley al manificarla y honrarla (cf. Isa. 42: 21).
13. Entrad. En los vers. 13-14 Jesús extiende a su auditorio una invitación formal para
aceptar sus principios como norma para regir la vida y les señala la manera de
comenzar y por dónde empezar. El es la
"puerta" (Juan 10: 7, 9) y el "camino" (Juan 14: 6). El que desee entrar en el reino de los
cielos, el que quiera tener vida y tenerla "en abundancia" debe
entrar por medio de Cristo; no hay otro camino (Juan 10: 7-10; cf. Luc. 13: 24).
Estrecha. Gr. stenós, "estrecho", "angosto". La puerta está al comienzo del camino y no al fin. Es estrecha y por ella podrá pasar sólo lo que sea esencial para el viaje. Los que escuchaban a Jesús bien podían comprender la figura. Estaban acostumbrados a los caminos sinuosos, angostos y escarpados de su montañoso país. Las ciudades y los pueblos tenían puertas que se cerraban generalmente a la puesta del sol, y algunas veces había que esforzarse (Luc. 13: 24) por llegar a tiempo.
Espacioso es el camino. El concepto de los dos caminos aparece con frecuencia (Deut. 11: 26; 30: 15; Jer. 21: 8; cf. Sal. 1).
14. Porque. La evidencia textual (cf. p. 147) favorece aquí una exclamación: "¡Qué
estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la vida!" (BJ).
Estrecha es la puerta. Cf. cap. 19: 24. La estrechez de la
puerta exige que el que desea entrar se niegue a sí mismo.
Angosto. Gr.
thlíbÇ, "comprimir", "apretar". Por lo tanto, un camino estrecho o apretado,
como el de un desfiladero entre altas peñas, en comparación con el camino ancho
y fácil.
Pocos son. Por la sencilla razón de que no desean encontrarlo (BJ), porque todo el que
quiere, puede entrar por este camino (Apoc. 22: 17).
15. Falsos profetas. Cf. Mat. 24: 5, 11, 24; Mar. 13:
22. Verdadero profeta es el que habla en
lugar de Dios. En consecuencia, falso
profeta es el que pretende hablar en lugar de Dios cuando en realidad sólo profiere
los pervertidos pensamientos de su propio corazón corrupto (cf. Isa. 30: 10; Jer. 14: 13-15; 23: 16-17, 21,
25, 30-32, 38; 29: 8-9; Eze. 13: 2-3, 10-11).
Comparar esto con el episodio de Jeremías y los falsos profetas de su
tiempo (Jer. 27-29).
Falsos
profetas son los que pretenden que los hombres pueden entrar por la puerta
ancha y el camino espacioso, y podrán llegar de todos modos al destino de la
puerta angosta y el camino estrecho.
Estos son los "ladrones" cuyo único propósito es robar, matar
y destruir (Juan 10: 7- 10). Ver en
Hech. 20: 28-31; 2 Tes. 2: 3, 7; 2 Ped. 2; 1 Juan 2: 18-19 las advertencias
apostólicas contra los falsos profetas.
Vestidos de ovejas. El parecido de los "lobos" con las "ovejas" era sólo externo. No había ocurrido un cambio de corazón, sino sólo de aspecto. Indudablemente, el propósito era engañar a las ovejas y crear en ellas una falsa seguridad a fin de devorarlas con mayor facilidad. Con frecuencia se describe al pueblo de Dios como ovejas y a Dios como su Pastor (Sal. 23: 1-2; 78: 52; 80: 1; 100: 3; Isa. 40: 11; 53: 6; Eze. 34: 10-19; Juan 10: 1-16; etc.). Lobos. Cf. Sof. 3: 3; Mat. 10: 16; Juan 10: 12 Rapaces. Gr. hárpax, "rapaz". Estos "lobos" no sólo son de corazón malvado, sino que se oponen a la verdad y a los que desean seguirla. Tienen el propósito de perjudicar a las ovejas para beneficiarse a sí mismos. Ansiosos de ganancia y de poder, son más peligrosos que los "perros" o los "cerdos" del vers. 6. Ver com. Miq. 3: 5-11.
16. Conoceréis. Gr. epiginÇskÇ, "conocer cabalmente". Aquí cambia la metáfora. Las ovejas no están totalmente desvalidas pues tienen la habilidad de detectar a los "lobos" por su porte y por su conducta. Las atrayentes pretensiones de estos falsos profetas no demuestran su verdadero carácter. Sus hermosas palabras y su excelsa profesión no son pruebas válidas de lo que realmente son, ni puede tenerse confianza en sus milagros (vers. 22). Las palabras "los conoceréis" pueden ser consideradas como una promesa de que las "ovejas" que conocen la voz de su Pastor (Juan 10: 4) no serán engañadas por las hermosas palabras de los "lobos" (2JT 75).
Quienes aman de verdad al Señor y están
enteramente entregados a su voluntad obedecerán la voz de Dios que habla a sus
almas día tras día por medio de su Palabra y mediante los consejos que Dios ha
dado (CS 656; 3JT 275-276). En la gran
hora de la prueba que se avecina, sólo los que conocen y aman la verdad podrán
salvarse de los engaños de Satanás (Ose. 4: 6; 2 Tes. 2: 9-10; Ev 502). Cf.
Mat. 12: 33-35; Luc. 6: 43-45.
Uvas de los espinos. Cf. Sant. 3: 11-12.
17. Todo buen árbol. Cf. cap. 12: 33-34. Buenos frutos. Es decir, frutos que tienen hermosa apariencia, agradable aroma y buen gusto. Estos frutos son atrayentes en todo sentido. El "fruto del Espíritu" se describe en Gál. 5: 22-23.
Malo. Gr. saprós, "podrido", "deteriorado". La misma palabra se traduce "corrompida" en Efe. 4: 29. Frutos malos. En Gál. 5: 19-21 se enumeran las obras de la carne. Comparar esto con las "uvas silvestres" de la parábola de la viña del Señor (Isa. 5: 1-7) y con los higos, tan malos que no se podían comer (Jer. 24: 2, 8).
18. Buen árbol. Cf. Luc. 6: 43. La persona de carácter sano, automáticamente
manifestará ese carácter en palabras y acciones dignas de encomio.
19. Es cortado. Juan el Bautista había hablado del hacha "puesta a la raíz de los
árboles" (ver com. cap. 3: 10). En
una parábola posterior, Jesús empleó otra vez la figura del árbol inútil que es
cortado (Luc. 13: 6-9).
Echado en el fuego. Ver com. cap. 3: 10. En el fuego del día final serán quemados los malos
frutos, o sea las malas obras (2 Ped. 3: 10-12).
20. Por sus frutos. Ver com. vers. 16. Para mayor
énfasis, esta sección, en la cual se presenta la metáfora del árbol frutal y su
fruto, concluye con la misma declaración con la cual comenzó.
21. No todo. La construcción de esta oración hace resaltar el gran contraste entre el
que sólo habla y el que en verdad hace la voluntad de Dios. La profesión sola no tiene valor. El que pretende conocer a Dios y sin embargo
desobedece sus mandamientos "es mentiroso, y la verdad no está en él"
(1 Juan 2: 4), no importa que las apariencias puedan indicar lo contrario.
Señor, Señor. El dirigirse a Cristo como Señor (kúrios) implica reconocerlo como soberano
y asumir la posición de súbdito o siervo.
El que hace. Es decir, el que hace la voluntad de Dios cuando sabe cuál es. La fe en Dios debe acompañar a las acciones;
de otro modo es sólo un formalismo. Es
verdad que "la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma" (Sant.
2: 17), pero es igualmente cierto que las obras, si no están acompañadas por
una fe sincera y viva, también son "muertas" (Heb. 6: 1; 9: 14; 11:
6). Los que no conocen la voluntad de
Dios, no deben rendir cuentas de ella (Luc. 12: 47-48); pero los que han oído
la voz de Dios que habla a sus corazones y sin embargo persisten en andar por
sus propios caminos "no tienen excusa por su pecado" (Juan 15: 22).
22. Muchos me dirán. Aquí por primera vez Jesús hace alusión indirecta al hecho de que él vendrá
en "aquel día" como Juez de todos los hombres (cap. 26: 64). Estos que le dirán "Señor" a Cristo
en el día del gran juicio final, lo harán como profesos cristianos. Mientras vivían, han pretendido ser sus
seguidores, pero han sido pesados y hallados faltos.
Aquel día. El gran día del juicio final (cf. cap. 25: 32-33, 41). "Aquel día" o "día del
Señor" es mencionado con frecuencia por los profetas del AT (ver Isa. 2:
11, 17; Joel 2: 1; 3: 14; Amós 5:18, 20; Sof. 1: 15; cf. Mal. 3: 17; 4: 1; Luc. 10: 12; 2 Tes. 1: 10;
2 Tim. 4: 8).
Profetizamos en tu nombre. La forma de la pregunta en el griego indica que se
espera una respuesta positiva. Es como
si se dijera: "Ciertamente, hemos profetizado en tu nombre, ¿verdad?"
Difícilmente habrían hecho tal afirmación delante del gran juez del universo si
su pretensión no hubiera estado respaldada, aparentemente, por los hechos. Esta es la medida de su arrogancia y vana
ilusión. Es como si protestaran ante el
Juez de que su decisión es injusta y que no puede tratarlos como a
réprobos. Han estado predicando en el
nombre de Cristo, ¿no es verdad? Pero
han olvidado que el culto externo dedicado a Dios, que se basa en la tradición
humana, no tiene valor.
Echamos fuera demonios. Se consideraba que éste era el milagro más difícil de realizar (ver com. Mar. 1: 23), y por lo tanto representaba a todos los otros que pudieran mencionarse. Cuando los setenta regresaron de su primer recorrido evangelístico, lo que les parecía más importante era el hecho de que aun los demonios se les habían sujetado (Luc. 10: 17; ver Nota Adicional de Mar. 1).
Muchos milagros. Quizá estas maravillas incluían verdaderos milagros (cf. CS 609, 645), realizados como una evidencia que pretendía demostrar que la presencia de Dios los acompañaba y que sus enseñanzas tenían la aprobación divina (ver Apoc. 13: 13-14; 2 Tes. 2: 9-10). Las Escrituras muestran claramente que la realización de milagros no es en sí una evidencia convincente de que está obrando el poder divino.
El
mayor milagro, tanto en el tiempo como en la eternidad, es una vida
transformada según la semejanza divina (DTG 372-375). Quienes profesan ser profetas han de ser
probados por su vida (ver com. Mat. 7:
16) y no por sus pretendidos milagros.
Ver p. 396.
23. Les declararé. Gr. homologéÇ, "confesar" o "declarar abiertamente".
Nunca os conocí. Esta es la evidencia de que sus enseñanzas no habían sido pronunciadas en armonía con la voluntad de Dios y que los milagros no habían sido realizados mediante el poder divino. Apartaos de mí. Cf. cap. 25: 41. El pecado da por resultado la separación final y completa de Dios.
Maldad. Gr. anomía, "ilegalidad" o "falta de conformidad con la ley".
Los hacedores de maldad están fuera de la ley porque han rehusado conformar sus
vidas con el modelo perfecto expuesto en la ley del reino del cielo: "el
pecado es infracción de la ley [anomía]" (1 Juan 3: 4). En el monte de los Olivos, Cristo dijo que en
los últimos días se multiplicaría la maldad [anomía] (Mat. 24: 12), y pocas décadas
más tarde Pablo observó que el "misterio de la iniquidad [anomía]" ya
estaba "en acción" (2 Tes. 2: 7).
24. Pues. La conclusión y la exhortación del Sermón del Monte son presentadas en la
forma de una doble parábola. Cf. Luc. 6: 47-49.
Oye. Sin
duda Cristo se refiere aquí a algo más que simplemente escuchar. Quienes oyen estas enseñanzas indudablemente
las comprenden, al menos hasta el punto de tener suficiente luz para actuar si
deciden hacerlo, y por lo tanto son responsables delante de Dios (ver com.
vers. 21).
Las hace. Ver com. vers. 21; cf. cap. 5: 19.
Es peligroso oír un mandato divino y no traducirlo en acción, porque el
oír inevitablemente trae consigo la responsabilidad de actuar en forma
consecuente. Los "hijos de
Dios" son los que siguen la dirección del Espíritu (Rom. 8: 14). La obediencia a las palabras de Cristo
transforma el carácter de la persona que obedece. Ver com.
Juan 5: 24.
Le compararé. La evidencia textual (cf. p. 147) se inclina por la frase "será
comparado", es decir, "será como el hombre" (BJ).
Sobre
la roca. El Señor Jesucristo es la
"roca" en la cual cada cristiano, y también la iglesia cristiana como
conjunto de constructores de carácter, deben construir (ver com. cap. 16: 18). Según Luc. 6: 48, el constructor "cavó y
ahondó" a fin de poner un buen cimiento.
La construcción de un edificio firme exige mucho tiempo y esfuerzo. Es mucho más sencillo construir una casa sin
darse el trabajo de poner un cimiento sólido.
25. Descendió lluvia. Nótese el estilo ágil: las declaraciones cortas y precisas que describen
vívidamente la tormenta.
Vientos. Los
"vientos" de la tentación y de la prueba (DTG 281), quizá de modo
especial los vientos de las falsas enseñanzas que tienden a separar a la
persona del firme cimiento de la fe (Efe. 4: 14).
No cayó. Bienaventurado
el que en su lucha "contra los gobernadores de las tinieblas de este
siglo" puede "resistir en el día malo" y estar firme (Efe. 6:
12-13). Bienaventurado el que,
terminadas las tormentas de la vida, encuentra que, por la gracia de Cristo, su
carácter ha resistido "todos los dardos de fuego del maligno" (Efe.
6: 16). Su alma está aferrada a la gran
esperanza cristiana (Heb. 6: 19; Tito 2: 13; cf. Heb. 10: 35) y no puede caer.
Fundada sobre la roca. La roca era la enseñanza de Cristo, específicamente la del Sermón del Monte
(vers. 24). Las palabras de Cristo nunca
dejan de ser (cap. 24: 35), sino que duran para siempre (Isa. 40: 8; 1 Ped. 1:
25). Sólo en él hay salvación (Hech. 4:
12).
26. No las hace. Para dar mayor énfasis a su enseñanza, Jesús repitió en forma negativa la
parábola. Notar este ejemplo del uso de
la repetición como método de enseñanza usado por Jesús. La diferencia entre los dos relatos está sólo
en el cimiento. Todos los otros
elementos son iguales. Es evidente que
el hombre que aquí se describe sabía cuáles podrían ser las consecuencias de
sus acciones (ver com. vers. 24).
Insensato. "Insensato" porque hizo menos que lo que sabía que debía
hacer. Puede comparárselo con el que no
se puso el vestido de boda (cap. 22: 11-13) y las cinco vírgenes insensatas
(cap. 25: 2-3).
Sobre la arena. El que presta oídos sordos al Evangelio, construye en las inestables arenas
de sí mismo, sobre sus propios esfuerzos (DMJ 127) y sobre las teorías y los
inventos humanos (DTG 281).
Descendió lluvia. La arena seca, cuyo aspecto era atrayente y seguro en tiempo seco, se transforma con las fuertes lluvias en un torrente caudaloso. Cayó. Ver com. vers. 25.
Fue grande su ruina. Comparar esto con la caída de quienes han puesto su confianza en mentiras
(Isa. 28: 16-18), y de los que han construido el muro del carácter con
"lodo suelto" (Eze. 13: 10-16).
28. Cuando terminó. Ver en Mar. 1: 22 y Luc. 4: 31-32 reacciones similares a las que se registran aquí. Estas palabras. Las que se registran en los cap. 5-7.
Doctrina. Gr. didaj'', "enseñanza" (ver com. Mar. 1: 21-22). La gente estaba asombrada porque la enseñanza
de Jesús era tan diferente a la de los escribas en las sinagogas.
29. Como quien tiene autoridad. Jesús no enseñaba en forma dogmática, ni citaba a
anteriores expositores de la ley como lo hacían los rabinos en sus enseñanzas,
sino que dependía de su propia autoridad.
Notar en los Evangelios el empleo frecuente de la expresión "De
cierto os digo" (ver com. cap. 5: 18), y su equivalente "El que tiene
oídos para oír, oiga" (cap. 11: 15).
Los escribas. La evidencia textual (cf. p. 147) establece el texto "sus
escribas". "Sus escribas"
eran aquellos a quienes esta misma gente había escuchado. Las enseñanzas de los escribas eran
dogmáticas y se basaban en las tradiciones de los ancianos. En la presentación de Cristo, como también en
las verdades que pronunciaba, había poder vivificante que contrastaba
notablemente con el muerto formalismo de la enseñanza de los escribas. Hay poca evidencia textual (cf. p. 147) de
que el texto original griego decía "sus escribas y los fariseos".
NOTA ADICIONAL DEL CAPÍTULO 7.
En
los escritos de los eruditos rabínicos se encuentran numerosos paralelos con
las enseñanzas religiosas y morales presentadas por Jesús en el Sermón del
Monte y en otros pasajes. Corresponde
preguntar: ¿Hasta qué punto depende el uno del otro? La mayoría de los eruditos Judíos del siglo
XX afirman que en buena medida Jesús dependió de las tradiciones Judías de las
escuelas rabínicas de su tiempo.
En
1881 T. Tal (Een Blik in Talmoed en Evangelie, Amsterdam) afirmó que las
enseñanzas morales presentadas en el NT aparecen sin excepción en el Talmud, y
que el Talmud fue la fuente de la cual los Evangelios tomaron sus enseñanzas
morales. Un estudio judío más reciente
pretende que "en todos los Evangelios no hay ni una sola enseñanza ética
que no tenga su paralelo en el Antiguo Testamento, en los libros apócrifos, o
en la literatura talmúdica o midrásica del período cercano al de Jesús"
(José Klausner, Jesús of Nazareth [traducido por Herbert Danby al inglés y
publicado en 1925], p. 384). Afirma
además que "Jesús no presentó casi ninguna enseñanza ética que fuera
fundamentalmente ajena al judaísmo. Tan
extraordinaria es la similitud, que casi podría parecer que los Evangelios
fueron compuestos sencilla y exclusivamente de materiales contenidos en el
Talmud y el Midrash" (Id., pp. 388-389).
Aunque no son tan radicales como los eruditos judíos recién mencionados,
muchos comentadores cristianos citan numerosos paralelos en la literatura
rabínica, creando así la impresión de que Jesús realmente enseñó pocas cosas
que no fueran familiares para el pensamiento judío. Ver pp. 97- 101.
No
puede negarse que hay paralelismos notables.
Pero no se deduce necesariamente que Jesús tomó sus enseñanzas morales
de la literatura rabínica. Quizá la
comparación más extensa jamás hecha entre el NT y la literatura judía es la que
efectuaron Strack y Billerbeck en su monumental obra de 4.102 páginas publicada
en alemán (Kommentar zum Neuen Testament aus Talmud und Midrasch) en el año
1922. Puesto que estos autores sin duda
son las autoridades máximas en este tema, resulta interesante notar sus
observaciones y conclusiones, las cuales aparecen en un epílogo a los
comentarios del Sermón del Monte (t. I, pp. 470-474). Hacen notar que, con la sola excepción de lo
que dijo Hillel (ver com. Mat. 7: 12), los
paralelos con el Sermón del Monte atribuidos por nombre a rabinos, son todos de
maestros rabínicos que vivieron después del tiempo de Jesús. Es posible argumentar en contra de esta
conclusión diciendo que muchos dichos, que se atribuyen a autores posteriores,
son de origen más antiguo, por lo cual podrían haber servido como fuente para
las enseñanzas de Jesús. Sin embargo,
Strack y Billerbeck respetan la regla bien establecida de que un dicho que se
le atribuye a cierto autor pertenece en realidad al erudito cuyo nombre lleva,
siempre que no pueda probarse de buena fuente que ese dicho ya existía antes.
Cuando
se aplica esta regla a las enseñanzas del Sermón del Monte, inmediatamente se
comprueba que la gran mayoría de ellas deben atribuírsele a Jesús, pues él
vivió antes que los eruditos a quienes se le atribuyen estas enseñanzas en la
literatura rabínica. No se niega que
algunos de estos dichos pudieron haber sido más antiguos, pero ha de ser
responsabilidad del que así lo cree el encontrar la evidencia de que cada dicho
provenía en realidad de una época anterior.
Examinemos
por un momento el otro lado del problema. ¿Hasta qué punto pudo haber sido la
enseñanza de Jesús origen para algunos de los dichos de la literatura
rabínica? Strack y Billerbeck toman en
cuenta evidencias de que los más antiguos eruditos rabinos tanaíticos, quienes
vivieron por el año 100 d. C., conocían bien algunas de las enseñanzas de
Jesús. Por ejemplo, la afirmación de
Mat. 5: 17 surge en una disputa entre Gamaliel II (c. 90 d. C.) y un cristiano
(Talmud Shabbath 116a, 116b). No puede
medirse la influencia que tuvo Jesús en el desarrollo del pensamiento judío,
sobre todo durante esos primeros años cuando la sinagoga y la iglesia
estuvieron muy relacionadas la una con la otra.
La siguiente cita podría considerarse como una apreciación justa de la situación:
"Se ha llegado hasta el punto de sugerir, aunque difícilmente pueda
probarse alguna vez, que las críticas hechas por Jesús, en tiempos posteriores
cuando su origen se había olvidado, podrían haber jugado algún papel en el
desarrollo del código judío que fue tomando la forma de la Mishnah y el
Talmud" (H. D. A. Major, T. W. Manson, y C. J. Wright, The Mission and
Message of Jesus, 1938, p. 304).
Cuando
se recuerda que el porcentaje de dichos rabínicos que no se basan, total o
parcialmente, en el texto bíblico es mínimo, no debe sorprender que puedan
hallarse paralelos entre estos dichos y los de Jesús, quien dio las Escrituras
del AT. Cuando los hombres piadosos de
todas las épocas permitieron que influyera en ellos el Espíritu que había
inspirado el AT, sus dichos han reflejado la luz del cielo. En verdad, esta observación explica por qué
los filósofos que han trabajado fuera de los confines de la religión revelada,
tales como Confucio y Platón, con frecuencia han expuesto elevados ideales.
Jesús es la "luz verdadera, que alumbra a todo hombre" (Juan 1: 9;
cf. DTG 430).
Aunque
puedan señalarse paralelos entre los dichos de Jesús y los de los rabinos
judios, al mismo tiempo hay diferencias importantes, según lo muestran Strack y
Billerbeck. Ningún erudito judío ha
dejado tal multitud de dichos religiosos y morales como lo ha hecho Jesús. Ningún rabino judío ha podido expresar sus
dichos en la forma breve y autorizada que tanto se admira en las enseñanzas de Jesús. Sobre todo, ningún erudito judío posterior
tuvo las mismas metas que tuviera Jesús y en esto consiste la principal
diferencia, a pesar de todos los parecidos. Jesús se declaró enfáticamente
contrario a la doctrina farisaico de la salvación por las obras y enseñó
valientemente que la justicia legalista era insuficiente. Al mismo tiempo, mostró a su pueblo un nuevo
camino que lleva a una justicia más elevada.
La literatura rabínica proporciona una evidencia abrumadora de que la
religión de los judíos, así como la exponían los rabinos, era una religión en
que la redención se hace depender de uno mismo.
Por otra parte, la religión de Cristo no se centra en determinada
colección de verdades y enseñanzas éticas, sino sólo en Jesús, en su persona y
en su ministerio.
La
importancia espiritual de las enseñanzas de Jesús no debe medirse meramente por
sus grandes principios morales. Muchos
de éstos ya habían sido expuestos en el AT o en los dichos del hombre que, en
diferentes grados, habían sido iluminados por la luz del cielo. Pero Cristo habló como nunca hombre había
hablado y con una autoridad que exigía que se le prestara atención. Lo que distingue claramente a nuestro Señor
es el hecho de que él es divino y los otros maestros tan sólo han sido humanos.
Jesús no vino sólo a decir a los hombres cómo debían vivir, sino a impartirles
el poder necesario para vivir esa vida.
No sólo vino para mostrar a los seres humanos que el pecado es malo y
que la justicia es la verdadera meta de la vida, sino vino a borrar los pecados
pasados y a impartir a los hombres la justicia proveniente del cielo. Esto no lo podían hacer los maestros
humanos. A lo sumo podían señalar a los
hombres un camino mejor. Pero Jesús era
"el camino, y la verdad, y la vida" (Juan 14:6). Cristo "nos ha sido hecho por Dios sabiduría,
justificación, santificación y redención" (1 Cor. 1: 30).
Jesús
es la "luz verdadera" (Juan 1: 9).
El es la fuente de toda verdadera luz, y no el reflector de la luz de
otros (ver com. Juan 1: 9; 5: 35). Todo lo que es bueno y ennoblecedor se origina
en él y lleva a él. (5CBA)
COMENTARIOS DE EGW
“EL JUZGAR A LOS
DEMÁS” "No juzguéis, para que no seáis juzgados." No os estiméis
mejores que los demás ni os erijáis en sus jueces. Ya que no podéis discernir
los motivos, no podéis juzgar a otro. Si le criticáis, estáis fallando sobre
vuestro propio caso; porque 281 demostráis ser partícipes con Satanás, el
acusador de los hermanos.
El Señor dice:
"Examinaos a vosotros mismos si estáis en fe; probaos a vosotros
mismos." Tal es nuestra obra. "Que si nos examinásemos a nosotros
mismos, cierto no seríamos juzgados." (2 Corintios 13:5; 1 Corintios
11:31).
POR SUS
FRUTOS. El buen árbol producirá buenos frutos. Si el fruto es desagradable al
paladar e inútil, el árbol es malo. Así también el fruto que se produce en la
vida atestigua las condiciones del corazón y la excelencia del carácter. Las
buenas obras no pueden comprar la salvación, pero son una evidencia de la fe
que obra por el amor y purifica el alma. Y aunque la recompensa eterna no nos
es concedida por causa de nuestros méritos, estará, sin embargo, en proporción
con la obra hecha por medio de la gracia de Cristo.
Así expuso Cristo los principios de su reino, y demostró que eran la
gran regla de la vida; y para grabar la lección, añadió una ilustración.
“COMO
EDIFICAMOS” No es suficiente, dijo, que oigáis mis palabras. Por la obediencia
debéis hacer de ellas el fundamento de vuestro carácter. El yo no es sino una
arena movediza. Si edificáis sobre teorías e inventos humanos, vuestra casa
caerá. Quedará arrasada por los vientos de la tentación y las tempestades de la
prueba. Pero estos principios que os he dado permanecerán. Recibidme; edificad
sobre mis palabras. "Cualquiera pues, que me oye estas palabras, y las
hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la peña; y
descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y combatieron aquella
casa; y no cayó; porque estaba fundada sobre la peña." DTG/EGW
Ministerio Hno. Pio
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