martes, mayo 25, 2021

REFLEXIÓN 693. MINISTERIO FINAL EN JERUSALÉN, PASCUA 31DC/ La Crucifixión Y La Sepultura (MATEO 27:32-66).

Mateo 27:32-66). La Crucifixión Y La Sepultura. Vers. (32-39) es crucificado, (40-49) se burlan de él, (50-65) muere y es sepultado; (66) su sepulcro es sellado y vigilado.

32 Cuando salían, hallaron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón; a éste obligaron a que llevase la cruz. 33 Y cuando llegaron a un lugar llamado Gólgota, que significa: Lugar de la Calavera, 34 le dieron a beber vinagre mezclado con hiel; pero después de haberlo probado, no quiso beberlo. 35 Cuando le hubieron crucificado, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes, para que se cumpliese lo dicho por el profeta: Partieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes. 36 Y sentados le guardaban allí.

37 Y pusieron sobre su cabeza su causa escrita: ESTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDIOS. 38 Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha, y otro a la izquierda. 39 Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza,

40 y diciendo: Tú que derribas el templo, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz. 41 De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los fariseos y los ancianos, decían: 42 A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él. 43 Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere; porque ha dicho: Soy Hijo de Dios. 44 Lo mismo le injuriaban también los ladrones que estaban crucificados con él. 45 Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.

46 Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? 47 Algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: A Elías llama éste. 48 Y al instante, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber. 49 Pero los otros decían: Deja, veamos si viene Elías a librarle.

50 Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu. 51 Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron; 52 y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; 53 y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos.

54 El centurión, y los que estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera, y dijeron: Verdaderamente éste era Hijo de Dios. 55 Estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole, 56 entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.

57 Cuando llegó la noche, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también había sido discípulo de Jesús. 58 Este fue a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato mandó que se le diese el cuerpo. 59 Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia, 60 y lo puso en su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña; y después de hacer rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, se fue.

61 Y estaban allí María Magdalena, y la otra María, sentadas delante del sepulcro. 62 Al día siguiente, que es después de la preparación, se reunieron los principales sacerdotes y los fariseos ante Pilato, 63 diciendo: Señor, nos acordamos que aquel engañador dijo, viviendo aún: Después de tres días resucitaré.

64 Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos de noche, y lo hurten, y digan al pueblo: Resucitó de entre los muertos. Y será el postrer error peor que el primero. 65 Y Pilato les dijo: Ahí tenéis una guardia; id, aseguradlo como sabéis.

66 Entonces ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia. (Mateo 27).

32. Cirene. Ciudad de Libia, en el norte de Africa. En la antigüedad había una gran colonia de, Judíos en Cirene; y en Jerusalén había una sinagoga donde se congregaban cirineos y otros extranjeros (Hech. 6: 9). 

Obligaron. Agotado por sus recientes padecimientos, Jesús no pudo llevar su cruz, según lo exigía la costumbre. Los discípulos de Jesús podrían haberse adelantado y haberse ofrecido a hacerlo, pero el temor les impidió realizar cualquier demostración de lealtad a él. Qué gran privilegio fue el de Simón de llevar esa cruz y de tener así una parte con Jesús en sus sufrimientos. Hoy tenemos el privilegio de llevar la cruz de Jesús cuando somos leales a los principios a pesar de la impopularidad, las palabras de burla y los malos tratos.

33. Gólgota. Transliteración del griego golgothá, que a su vez es una transliteración de la palabra aramea golgolta' (Heb. gulgóleth), que significa "calavera". En Luc. 23: 33 se emplea el Gr. kránion, "cráneo". El nombre "Calvario" viene de la palabra latina calvaria, "calavera", empleada en la Vulgata. Si Gólgota corresponde al lugar que hoy ocupa la iglesia del Santo Sepulcro, nada puede saberse de la topografía original del lugar, pues ha sido modificada por la construcción y destrucción y reconstrucción en el área. En un tiempo se sostuvo que el Santo Sepulcro tradicional no pudo haber sido el lugar del Gólgota, puesto que se halla hoy dentro del recinto de los muros de Jerusalén. Sin embargo, las excavaciones arqueológicas han comprobado que en tiempos de Jesús ese lugar estaba fuera de los muros, a corta distancia al norte de la ciudad. La ubicación concuerda aproximadamente con la que señala la Biblia (Heb. 13: 12; Juan 19: 20; DTG 529; cf. com. cap. 26: 36; 27: 31. Ver mapa 12, p. 215).

Calavera. Es probable que esta designación tenga que ver con la forma de la colina en la cual se llevó a cabo la crucifixión, y no con calaveras humanas que supuestamente habrían quedado a la vista de todos en ese lugar. Quienes identifican el lugar del Calvario con una formación de piedras que en algo se parece a una calavera, en una colina a unas pocas decenas de metros del muro norte de la actual ciudad de Jerusalén, no toman en cuenta el hecho de que la antigua superficie de la zona en cuestión probablemente se ha modificado mucho durante siglos de exposición a la intemperie y alteraciones debidas a la obra del hombre. Los intentos de identificar hoy este lugar no conducen a nada.

34. Vinagre. La evidencia textual establece (cf. 147) el texto óinos, "vino", y no óxos, "vinagre". Según el rabino Hisda (c. 309 d. C.), "Cuando uno es llevado a la ejecución, se le da una copa de vino que tiene un poco de incienso a fin de nublar sus sentidos" (Talmud Sanhedrin 43a). Esta costumbre tenía el objeto de mitigar el sufrimiento del que había sido condenado a muerte. Marcos dice que se le dio a Jesús "vino mezclado con mirra" (cap. 15:23). La mezcla de "vinagre" y de "hiel" posiblemente sea una alusión a Sal. 69:21.

No quiso beberlo. Jesús rechazó este estupefaciente a fin de que su mente y sus sentidos no estuvieran embotados (DTG 695).

35. Cuando le hubieron crucificado. Así como Cristo lo había predicho (cap. 20:19; 26:2). La crucifixión misma fue realizada por soldados romanos (Juan 19:23). Se dice que los crucificados algunas veces morían de fatiga y por quedar expuestos a la intemperie después de unas doce horas, aunque en algunos casos tardaban dos o tres días en morir. En Mar. 15:25 se afirma que Jesús fue crucificado a la hora tercera, según el cómputo judío, lo cual equivaldría aproximadamente a las nueve de la mañana.

Repartieron entre sí sus vestidos. Su ropa fue dividida en cuatro partes, una para cada uno de los soldados que participaron en la ejecución. Por su manto echaron suertes (Juan 19: 23-24), como había sido predicho en Sal. 22: 18.

36. Le guardaban. La autoridad romana había decretado la sentencia de muerte y los soldados romanos la ejecutaron.

37. Su causa escrita. En Juan 19: 20 se lee que el título estaba escrito en hebreo (arameo) -el idioma común del pueblo-, en griego -el idioma del conocimiento y de la cultura- y en latín -idioma oficial del Imperio Romano-. Juan afirma también (vers. 19), que Pilato lo mandó escribir. Los judíos protestaron (vers. 21), seguramente porque el título resultaba ofensivo para la nación. Pilato, resentido por la presión que los dirigentes habían ejercido -hasta el punto de amenazarlo-, se negó a modificar la inscripción (vers. 22).

Rey de los judíos. Juan (cap. 19:19) sin duda da el título completo, mientras que cada uno de los sinópticos da una abreviación del mismo (Mat. 27:37; Mar. 15:26; Luc. 23:38; ver la segunda Nota Adicional de Mat. 3). El "título" o "causa" daba el nombre del condenado, el lugar de su residencia, y el crimen del cual se lo acusaba. Los judíos se 536irritaron porque esta "causa" era una advertencia romana de que cualquiera que pretendiera ser rey de los judíos correría una suerte similar. Esto implicaba sumisión perpetua a Roma, una perspectiva amarga para el orgullo de los judíos.

38. Ladrones. Gr. l'st's, "ladrón", "asaltante" (ver com. cap. 26:55). La cruz de Jesús fue levantada en el centro, la ubicación reservada para el jefe de una banda de criminales.

39. Meneando la cabeza. En gesto de burla y desprecio (cf. Sal. 22:7; 109:25; Isa. 37:22; Jer. 18:16).

40. Tú que derribas. Se repite aquí la acusación que el sanedrín había hecho anteriormente a Jesús (cap. 26:61).

Si eres. Estas palabras recuerdan el desafío pronunciado por Satanás cuando se acercó a Jesús en el desierto de la tentación (ver com. cap. 4: 3). De acuerdo con las apariencias, Jesús no podía ser el.  Aun sus discípulos habían perdido completamente la esperanza de que lo fuera (Luc. 24: 21; cf. DTG 717). Una vez más, hablando por medio de hombres poseídos del demonio, Satanás dirigió su flecha más aguda hacia la fe que Jesús tenía en su Padre celestial (DTG 681-682, 696, 708). Este vituperio reflejaba la pregunta hecha a Jesús por el sumo sacerdote ante el sanedrín (Mat. 26: 63).

Hijo de Dios. Ver com. Luc. 1: 35.

41. Los principales sacerdotes. El sanedrín se componía de representantes de los grupos mencionados en este versículo. Es evidente que muchos de ellos estuvieron presentes en la crucifixión a fin de contemplar la culminación de su sangriento complot. ¡Qué clase de hombres eran estos dirigentes de la nación! ¡Cuán crueles, despiadados y completamente faltos de misericordia y compasión eran éstos que se gozaban en el sufrimiento de su víctima! Lo mismo ocurrió con los dirigentes religiosos apóstatas en la Edad Media; lo mismo ocurre hoy en países donde hay persecución.

42. A otros salvó. Jesús había salvado a muchos de sus enfermedades, de la posesión demoníaca y de la muerte. Quizá quienes se mofaban de Jesús estaban pensando en la resurrección de Lázaro, ocurrida hacía poco.

A sí mismo no se puede salvar. Si Jesús se hubiera salvado a sí mismo en esta ocasión, habría perdido el poder de salvar a otros y el plan de salvación hubiera fracasado. Aunque no lo sabían, los dirigentes de los Judíos estaban proclamando una profunda verdad. El hecho de que Cristo rehusara salvarse a sí mismo era la demostración suprema del amor divino (Juan 15: 13). Precisamente debido a que prefirió no salvarse a sí mismo en ese momento, puede salvar a otros. En la cruz Cristo ejemplificó el principio presentado en Mat. 10: 39. En el desierto de la tentación, había afrontado el problema de emplear su poder divino para beneficio personal y había decidido que no lo haría.

Si es el Rey. Había dicho que lo era (Juan 18: 33-37). Como lo anunciaba la inscripción que estaba sobre su cabeza, había sido condenado a muerte por haber declarado que era rey Los burladores insinuaban que si Jesús no descendía de la cruz, eso sería una prueba de que no era lo que pretendía ser y también de que merecía la suerte que le había sobrevenido.

Creeremos. Según el pensamiento Judío, la prosperidad era una evidencia del favor divino, y la adversidad, del desagrado de Dios. La lección ejemplificada en el caso de Job no había modificado su filosofía del sufrimiento (ver com. Job 42: 5; Sal. 38: 3; 39: 9). En varias oportunidades durante su ministerio, Jesús había procurado refutar el falso concepto de ellos, pero sin éxito (ver com. Mar. 1: 40; 2: 5; Juan 9: 2). Esta comprensión errónea del sufrimiento era un medio por el cual Satanás se proponía oscurecer el entendimiento de quienes fueron testigos del sufrimiento de Jesús en la cruz. Al Judío común le era inconcebible que Dios permitiera que el Mesías sufriera como estaba sufriendo Jesús. Por lo tanto, concluía que Jesús no podía ser quien pretendía ser.

43. Confió en Dios. Por medio de astutos hipócritas, Satanás atacó la fe que tenía Cristo en su Padre (ver com. vers. 40). Cuando Jesús pasaba por la experiencia del Getsemaní, y ahora mientras pendía en la cruz, Satanás no escatimó ningún método, por cruel o falso que fuera, para tratar de socavar la confianza del Salvador en el amor de su Padre y en la providencia divina. Este amor fue la ciudadela de la fortaleza del Salvador para soportar y de su victoria sobre todos los dardos de fuego del maligno (DTG 94).

Líbrele ahora. Sin quererlo, los que atormentaban a Jesús emplearon las mismas palabras de la profecía (Sal. 22: 8).

Quiere. Gr. thélÇ, que aquí significa "desear", "querer". 

Ha dicho: Soy. Ver com. vers. 40.

44. Los ladrones. Ver com. vers. 38. Con referencia al ladrón arrepentido, ver com. Luc. 23: 40-43.

45. Hora sexta. Según el cómputo judío, la hora del mediodía. La "hora sexta" de Juan 19: 14 es la hora romana, aproximadamente las 6 de la mañana. El Evangelio apócrifo de Pedro (sec. 5; ver p. 130) dice que "era mediodía y hubo tinieblas en toda Judea". Según Mar. 15: 25 Jesús fue crucificado como a "la hora tercera", o sea las 9 de la mañana. Por lo tanto, había pendido de la cruz como tres horas.

Tinieblas. Esta fue una oscuridad sobrenatural (ver com. Luc. 23: 45). De ningún modo podría haber sido causada por un eclipse de sol pues la luna llena ya había pasado.

Toda la tierra. Esta frase no da a entender hasta dónde se extendió la oscuridad.

Hora novena. Aproximadamente las 3 de la tarde.

46. Jesús clamó. Acerca del resumen de las siete palabras o dichos de Jesús en la cruz, ver com. Luc. 23: 34. Este es el único de los siete dichos de, Jesús que registran Mateo y Marcos. Lucas y Juan registran tres cada uno, aunque no son los mismos tres.

Elí. Ver com. Sal. 22: 1. La forma Eloi (Mar. 15:34) es la transliteración del arameo equivalente al hebreo.

47. A Elías llama. Quizá el sufrimiento y la fatiga habían hecho que las palabras de Jesús no fueran fácilmente comprensibles. Según la tradición judía, Elías era, por así decirlo, el santo patrono de los piadosos en su hora postrera (Talmud Sanhedrin 109a; Shabbath 33b; 'Abodah Zarah 17b, 18b).

48. Vinagre. Gr.óxos (ver com. vers. 34). óxos era el vino que se hacía agriar por medio de la fermentación (ver com. Núm. 6: 3). En Sal. 69: 21 se predice este mismo hecho.

49. Deja, veamos. Burlándose, los sacerdotes propusieron aguardar para ver si acaso lo que ellos habían entendido erróneamente -que Jesús recurría a Elías-, obtendría como respuesta la venida de dicho profeta para aliviar el sufrimiento de Jesús o para librarlo.

Si bien algunos MSS griegos añaden: "y otro tomó una lanza, y le traspasó el costado, y salieron agua y sangre", la evidencia textual favorece (cf. p. 147) la omisión de esta frase.

50. Clamando a gran voz. Cf. Luc. 23:46; Sal. 31:5.

Entregó el espíritu. Gr. af'ken to pnèuma, "emitió o despidió el aliento" (ver com. Luc. 8: 55), eufemismo empleado para referirse a la muerte. Marcos y Lucas emplean el verbo ekpnéÇ, "expirar" o "morir" (Mar. 15:37; Luc. 23: 46).

Jesús murió triunfante sobre la tumba (Apoc. 1:18) y sobre todas las fuerzas del mal (Col. 2:15). Aunque se había retirado de él la sensación de la presencia de su Padre, de modo que mientras pendía de la cruz "no podía ver a través de los portales de la tumba" (DTG 701), "desapareció [de él, entonces] la sensación de haber perdido el favor de su Padre" (DTG 704). Jesús no murió derrotado. Estaba plenamente consciente del triunfo que había obtenido y confiaba en su propia resurrección.

51. El velo. Es decir, la cortina que separaba el lugar santo del santísimo (ver com. Exo. 26:31-33; 2 Crón. 3:14). Únicamente el sumo sacerdote podía entrar en el lugar santísimo, y eso, sólo una vez en el año. Al desgarrarse el velo quedó expuesto el lugar que había sido hasta ese momento sacrosanto. Así el cielo indicó la terminación del servicio simbólico: el símbolo se había encontrado con la realidad simbolizada. Esto ocurrió a la hora del sacrificio vespertino regular, cuando el sacerdote estaba a punto de degollar el cordero del holocausto diario. Es probable que eso hubiera ocurrido como a las 3 de la tarde, o en torno a la hora "novena", según el cómputo Judío (ver la primera Nota Adicional del capítulo 26; cf. DTG 704-705; CS 450).

De arriba abajo. Esto indica que no lo hicieron manos humanas.

52. Muchos cuerpos. Sólo Mateo registra este hecho relacionado con la crucifixión y la resurrección de Jesús. Cf. Sal. 68: 18; Efe. 4: 8. Debiera notarse que si bien las tumbas se abrieron en el momento de la muerte de Cristo, los santos resucitados no salieron hasta después de que Cristo resucitó (Mat. 27: 53). Cuán apropiado fue que Jesús hiciera salir de la tumba juntamente consigo a algunos de los cautivos a quienes Satanás había mantenido en la cárcel de la muerte. Estos mártires salieron con Jesús dotados de inmortalidad, y más tarde ascendieron con él al cielo (DTG 730).

54. El centurión. El que estaba encargado de la crucifixión. Con referencia a la palabra "centurión", ver com. Luc. 7: 2. Según la tradición, el centurión se llamaba Petronio; otros dicen que se llamaba Longino (Acta Pilati xvi.7; 538 Evangelio de Pedro, fragmento i. 31).

Hijo de Dios. Ver com. Luc. 1: 35.

55. Muchas mujeres. Fueron muchas las mujeres que creyeron en Jesús; algunas de ellas lo acompañaron y atendieron la s necesidades del pequeño grupo (ver com. Luc. 8: 23). En, Juan 19: 27 se menciona también a la madre de Jesús.

56. María Magdalena. Ver Nota Adicional de Luc. 7; com. Luc. 8: 2.

Madre de Jacobo. Posiblemente, "María mujer de Cleofas" (Juan 19: 25). 

La madre de los hijos de Zebedeo. Posiblemente, la Salomé de Mar. 15:40 (cf. Mat. 20:20).

57. Cuando llegó la noche. [Jesús es sepultado, Mat. 27: 57-61 = Mar. 15: 42-47 = Luc. 23: 50-56 = Juan 19: 38-42. Comentario principal: Mateo y Marcos. Ver mapa p. 215; diagramas 8, 9, pp. 222-223.] Es decir, a última hora de la tarde del viernes, el día de la crucifixión. Jesús murió en torno a las 3 de la tarde (Mar. 15: 34-37), y en esa fecha, en la latitud de Jerusalén, el sol se ponía alrededor de las 6: 30 de la tarde.

Un hombre rico. Marcos describe a José de Arimatea como "miembro noble del concilio, que también esperaba el reino de Dios" (15: 43). Lucas añade que era "varón bueno y justo" que "no había consentido en el acuerdo ni en los hechos de ellos" (Luc. 23: 50-5 l). Juan dice que era discípulo de Jesús, "pero secretamente por miedo de los judíos" (Juan 19: 38). El entierro de Jesús, dispuesto por José de Arimatea, cumplió la predicción de Isaías 53: 9 en el sentido de que el Mesías estaría "con los ricos... en su muerte".

Arimatea. Esta es la forma griega del nombre Ramá. Había varias aldeas conocidas por este mismo nombre, pero no se sabe cuál de ellas es la Arimatea del NT. Ver la Nota Adicional de 1 Sam. 1.

José. Juan añade que Nicodemo (Juan 3: 1; 7: 50) también cooperó con José en las diligencias para sepultar a Jesús (cap. 19: 39).

Discípulo de Jesús. Tanto José como Nicodemo habían sido intencionalmente excluidos de los Juicios de Jesús ante el sanedrín, pues en ocasiones anteriores habían hablado en favor de Jesús y habían impedido la realización de planes para silenciar al Salvador (ver com. cap. 26: 66; cf. DTG 718). En este momento se presentaron sin temor para hacer lo que ningún otro amigo de Jesús podía hacer. En la crucifixión, Nicodemo fue testigo del cumplimiento de lo que Jesús había dicho tres años antes acerca de que el Hijo del hombre iba a ser levantado (Juan 3: 14-15). Para él las escenas de ese día fueron una clara evidencia de la divinidad de Cristo (DTG 721-722).

58. Fue a Pilato. Nicodemo fue a comprar especias para embalsamar el cuerpo de Jesús (ver com. Juan 19: 39-40), probablemente al mismo tiempo en que José fue a ver a Pilato. El tiempo era escaso, pues la tarea debía completarse antes de la puesta del sol (ver com. Mat. 27: 57). Debe haber demandado valor el presentarse y manifestar simpatía por un hombre que había sido condenado y ejecutado como traidor a Roma, y que había sido acusado por la suprema corte judía como blasfemo. El valor de José y de Nicodemo refulge con mayor brillo en contraste con la cobardía de los discípulos.

Pidió. Esto ocurrió aproximadamente al mismo tiempo que los dirigentes de los judíos se acercaron a Pilato para pedirle que los cuerpos de Jesús y de los dos ladrones fueran quitados de las cruces antes del sábado (Juan 19: 31). La ley de Moisés ordenaba que el cuerpo de un criminal colgado en un madero fuera quitado antes de la puesta del sol (Deut. 21: 22-23). Se hubiera considerado sumamente oprobioso que los cadáveres permanecieran en las cruces durante el sábado, especialmente en vista de que este sábado era "de gran solemnidad" (Juan 19: 31, 42. Cf. Josefo, Guerra iv. 5. 2). De acuerdo con las prácticas establecidas, Jesús, como traidor a Roma, hubiera sido enterrado en forma ignominiosa en un campo reservado para los criminales más viles (DTG 718).

Pilato mandó. Antes de dar la orden de que se le diera el cuerpo a José, Pilato obtuvo del centurión la confirmación oficial de que Jesús había muerto (Mar. 15: 44-45). Era poco común que un crucificado muriera en seis horas. Por lo general, la agonía de la muerte continuaba por muchas horas más, algunas veces por varios días.

59. Sábana limpia. Cf. Mar. 15: 46.

60. Su sepulcro nuevo. En Luc. 23: 53 se explica que todavía no se habían enterrado a nadie en la tumba. El que José hubiera tenido esta tumba tan cerca de Jerusalén indica que ya no residía en Arimatea. Es probable que ésta fuera su ciudad natal, el lugar donde estaba radicada su familia. 

Labrado. En torno a Jerusalén abundan las cuevas naturales y las tumbas cavadas en la roca. En la antigua Palestina éstos eran los lugares acostumbrados para enterrar a los muertos. Estas tumbas solían tener por lo menos dos nichos donde se colocaban los cuerpos. Muchas veces había una habitación detrás de la parte principal de la tumba donde se guardaban los huesos de generaciones anteriores, a fin de que hubiera lugar para los nuevos cadáveres. La generosa dádiva de José al ceder su sepulcro para enterrar a Jesús, resolvió un problema para el cual los discípulos no tenían solución.

Hacer rodar una gran piedra. Quizá una piedra redonda, pero más bien plana, de una forma parecida a una piedra de molino, ubicada de tal forma que rodaba en una especie de riel y servía de puerta a la tumba.

61. María Magdalena. Es decir, María, hermana de Marta (ver la Nota Adicional de Luc. 7; cf. DTG 511-515, 521). María fue una de las últimas personas en abandonar la tumba el viernes de tarde. Fue también la primera en regresar allí el domingo por la mañana (Mat. 28:1; cf. DTG 521, 732).

La otra María. Quizá "María madre de José" (Mar. 15:47) y de Jacobo (Mar. 16: 1). Con referencia a las piadosas mujeres que acompañaban a Jesús y a sus discípulos y atendían a sus menesteres, ver com. Luc. 8: 23. La "otra María" estuvo con María Magdalena en el sepulcro temprano por la mañana del día de la resurrección (Mat. 28: 1).

62. Al día siguiente. [La guardia ante la tumba, Mat. 27:62-66. Ver mapa, p. 215; diagrama 9, p. 223] Este episodio es registrado sólo por Mateo, aunque también aparece en el Evangelio pseudoepigráfico de Pedro (sec. 8-11; ver p. 130). El "día siguiente" era sábado, el día de descanso semanal (Luc. 23:54, 56).

Los críticos han hecho intentos complicados para desacreditar el episodio registrado por Mateo en este pasaje. Han dicho que es increíble que las autoridades judías supieran que Jesús había predicho su resurrección, que hubieran ido a Pilato en día sábado, que Pilato hubiera concedido lo que pedían, que los soldados romanos se conjuraran para presentar un falso testimonio -aun mediante un soborno-, y que hubieran quedado aterrorizados y hubieran caído al suelo cuando apareció el ángel para quitar la piedra. Es verdad que Mateo es el único autor inspirado que narra estas cosas. Sin embargo, debe señalarse que tanto Pilato como las autoridades judías aquí actúan en forma característica, y esto constituye en sí una evidencia intrínseca de que el relato es genuino. La narración evangélica demuestra que los sacerdotes y los ancianos estaban dispuestos a todo. Además, el profundo temor que habían sentido durante los dos días anteriores de que posiblemente no lograrían triunfar en su siniestro plan de aniquilar a Jesús (ver la segunda Nota Adicional de Mat. 26), junto con la sospecha que tenían de que en verdad él era el Mesías, los habrían llevado a hacer lo que Mateo aquí dice que hicieron. Pilato había accedido débilmente a sus insistentes demandas de que Jesús fuera crucificado (Juan 19: 12), y tenían toda la razón para pensar que también les concedería este pedido. Era la época de la pascua, y en vista de dificultades que había tenido anteriormente con los judíos, sin duda Pilato haría todo lo que estuviera de su parte, aunque fuera irrazonable, para apaciguarlos (ver com. Mat. 27: 24).

La preparación. Ver com. Mar. 15: 42. Principales sacerdotes. Ver com. cap. 26: 59. Fariseos. Cf. pp. 53-54.

63. Nos acordamos. Jesús lo había insinuado en público (cap. 12: 40), y lo había afirmado más claramente, aunque todavía en una forma un tanto velada, en respuesta a la demanda de una señal (Juan 2: 19). Pareciera que habían entendido lo que Jesús había querido decir, aunque en el juicio habían estado dispuestos a interpretar erróneamente sus palabras (ver com. Mat. 26: 61).

Aquel engañador. "Ese impostor" (BJ). Cf. Juan 7:47. Los críticos del cristianismo de los siglos segundo y tercero, tanto paganos como judíos, solían acusar a Jesús de engañador.

Tres días. Ver las pp. 239-241.

64. El tercer día. En este caso (vers. 63-64) se ve claramente que la frase "después de tres días" es sinónima de "hasta el tercer día" (ver p. 240).

Error. Según los judíos, el primer "error", "engaño" o "impostura" (BJ) era aceptar que Jesús era el Mesías de la profecía (ver com. cap. 26: 63-66). La "última impostura" (BJ) sería la pretensión de que Jesús había resucitado de entre los muertos.

65. Una guardia. Gr. koustÇdía, palabra tomada del latín.

Aseguradlo como sabéis. Estas palabras irónicas recuerdan lo que Pilato había dicho 540antes:"Lo que he escrito, he escrito". Pilato habló aquí de acuerdo con su carácter. Despreciaba a los dirigentes judíos, y les concedió desdeñosamente lo que pedían. Los esfuerzos de las autoridades judías por impedir que Jesús resucitara sólo dieron por resultado evidencias más positivas y concluyentes de la realidad de este gran acontecimiento.

66. Sellando la piedra. Según DTG 724, se colocaron por encima de la piedra cordones, con el sello romano, cuyos extremos estaban fijados a la roca adyacente. (5CBA)

COMENTARIOS DE EGW

31-53 DTG 690-705 "EL CALVARIO"

(Este capítulo. Está basado en San Mateo 27:31-53; San Marcos 15:20-38; San Lucas 23:26-46; San Juan 19:16-30).

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52-53 DTG 729-731CUANDO LA VOZ DEL PODEROSO ÁNGEL FUE OÍDA JUNTO A LA TUMBA DE CRISTO, DICIENDO"Tu Padre te llama," el Salvador salió de la tumba por la vida que había en él. Quedó probada la verdad de sus palabras: "Yo pongo mi vida, para volverla a tomar. ... Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar." Entonces se cumplió la profecía que había hecho a los sacerdotes y príncipes: "Destruid este templo, y en tres días lo levantaré."*(Juan 10:17,18; 2:19).

SOBRE LA TUMBA ABIERTA DE JOSÉ, Cristo Había Proclamado Triunfante: "Yo soy la resurrección y la vida." ÚNICAMENTE LA DIVINIDAD PODÍA PRONUNCIAR ESTAS PALABRAS. Todos los seres creados viven por la voluntad y el poder de Dios. Son receptores dependientes de la vida de Dios. Desde el más sublime serafín hasta el ser animado más humilde, todos son renovados por la Fuente de la vida. Únicamente el que es uno con Dios podía decir: Tengo poder para poner mi vida, y tengo poder para tornarla de nuevo. En su divinidad, Cristo poseía el poder de quebrar las ligaduras de la muerte.

CRISTO RESUCITÓ DE ENTRE LOS MUERTOS COMO PRIMICIA DE AQUELLOS QUE DORMÍAN. Estaba representado por la gavilla agitada, y su resurrección se realizó en el mismo día en que esa gavilla era presentada delante del Señor.

DURANTE MÁS DE MIL AÑOS, SE HABÍA REALIZADO ESA CEREMONIA SIMBÓLICA. Se juntaban las primeras espigas de grano maduro de los campos de la mies, y cuando la gente subía a Jerusalén para la Pascua, se agitaba la 730 gavilla de primicias como ofrenda de agradecimiento delante de Jehová. No podía ponerse la hoz a la mies para juntarla en gavillas antes que esa ofrenda fuese presentada. La gavilla dedicada a Dios representaba la mies.

ASÍ TAMBIÉN CRISTO, LAS PRIMICIAS, REPRESENTABA LA GRAN MIES ESPIRITUAL que ha de ser juntada para el reino de Dios. Su resurrección es símbolo y garantía de la resurrección de todos los justos muertos. "Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con él a los que durmieron en Jesús." (1 tesalonicenses 4:14).

AL RESUCITAR CRISTO, SACÓ DE LA TUMBA UNA MULTITUD DE CAUTIVOS. El terremoto ocurrido en ocasión de su muerte había abierto sus tumbas, y cuando él resucitó salieron con él. Eran aquellos que habían sido colaboradores con Dios y que, a costa de su vida, habían dado testimonio de la verdad. Ahora iban a ser testigos de Aquel que los había resucitado.

DURANTE SU MINISTERIO, JESÚS HABÍA DADO LA VIDA A ALGUNOS MUERTOS. Había resucitado al hijo de la viuda de Naín, a la hija del príncipe y a Lázaro. Pero éstos no fueron revestidos de inmortalidad. Después de haber sido resucitados, estaban todavía sujetos a la muerte.

PERO LOS QUE SALIERON DE LA TUMBA EN OCASIÓN DE LA RESURRECCIÓN DE CRISTO FUERON RESUCITADOS PARA VIDA ETERNA. Ascendieron con él como trofeos de su victoria sobre la muerte y el sepulcro. Estos, dijo Cristo, no son ya cautivos de Satanás; los he redimido. Los he traído de la tumba como primicias de mi poder, para que estén conmigo donde yo esté y no vean nunca más la muerte ni experimenten dolor.

ESTOS ENTRARON EN LA CIUDAD Y APARECIERON A MUCHOS DECLARANDO: Cristo ha resucitado de los muertos, y nosotros hemos resucitado con él. Así fue inmortalizada la sagrada verdad de la resurrección. Los santos resucitados atestiguaron la verdad de las palabras: "Tus muertos vivirán; junto con mi cuerpo muerto resucitarán." Su resurrección ilustró el cumplimiento de la profecía: "¡Despertad y cantad, moradores del polvo! porque tu rocío, cual rocío de hortalizas; y la tierra echará los muertos."*(Isaías 26:19).

PARA EL CREYENTE, CRISTO ES LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA. En nuestro Salvador, la vida que se había perdido por el pecado es restaurada; porque él tiene vida en sí mismo para vivificar a quienes él quiera. Está investido con el derecho de dar la 731 inmortalidad.

54,57-58 DTG 714, 718; "EN LA TUMBA DE JOSÉ"

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57-61. PE 180. A pesar del desengaño sufrido por los discípulos acerca de sus esperanzas con respecto a Jesús, todavía le amaban y querían dar honrosa sepultura a su cuerpo, pero no sabían 180 como lograrlo. José de Arimatea, un rico e influyente consejero de, entre los judíos, y fiel discípulo de Jesús, se dirigió en privado pero con entereza a Pilato, pidiéndole el cuerpo del Salvador. No se atrevió a ir abiertamente por temor al odio de los judíos. Los discípulos temían que se procuraría impedir que el cuerpo de Cristo recibiese honrosa sepultura.  Pilato accedió a la demanda, y los discípulos bajaron de la cruz el inanimado cuerpo, lamentando con profunda, angustia sus malogradas esperanzas. Cuidadosamente envolvieron el cuerpo en un sudario de lino fino y lo enterraron en un sepulcro nuevo, propiedad de José.

Las mujeres que habían seguido humildemente a Jesús en vida, no quisieron separarse de él hasta verlo sepultado en la tumba y ésta cerrada con una pesadísima losa de piedra, para que sus enemigos no viniesen a robar el cuerpo. Pero no necesitaban temer, porque vi que las huestes  angélicas vigilaban solícitamente el sepulcro de Jesús, esperando con vivo anhelo la orden de cumplir su parte en la obra de librar de su cárcel al Rey de gloria.

Los verdugos de Cristo temían que todavía pudiese volver a la vida y escapárseles de las manos, por lo que pidieron a Pilato una guardia de soldados, para que cuidasen el sepulcro hasta el tercer día. Esto les fue concedido y fue sellada la losa de la entrada del sepulcro, a fin de que los discípulos no vinieran a llevarse el cuerpo y decir después que había resucitado de entre los muertos.

Ministerio Hno. Pio


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