Mateo
17. PREPARACIÓN PARA LA CRUZ: (1-13) La transfiguración de Cristo. (14-21) Cura al
lunático. (22-23) Predice su muerte, (24-27) y paga el impuesto.
1 SEIS días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; 2 y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. 3 Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él. 4 Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías. 5 Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd. 6 Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor.
7 Entonces Jesús se acercó y los tocó, y dijo: Levantaos, y no temáis. 8 Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo. 9 Cuando descedieron del monte, Jesús les mandó, diciendo: No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos. 10 Entonces sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Por qué, pues, dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero? 11 Respondiendo Jesús, les dijo: A la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas las cosas. 12 Mas os digo que Elías ya vino, y no le conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos. 13 Entonces los discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista.
14 Cuando llegaron al gentío, vino a él un hombre que se arrodilló delante de él, diciendo: 15 Señor, ten misericordia de mi hijo, que es lunático, y padece muchísimo; porque muchas veces cae en el fuego, y muchas en el agua. 16 Y lo he traído a tus discípulos, pero no le han podido sanar. 17 Respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar? Traédmelo acá. 18 Y reprendió Jesús al demonio, el cual salió del muchacho, y éste quedó sano desde aquella hora.
19 Viniendo entonces los discípulos a Jesús, aparte, dijeron: ¿Por qué nosotros no pudimos echarlo fuera? 20 Jesús les dijo: Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible. 21 Pero este género no sale sino con oración y ayuno.
22 Estando ellos en Galilea, Jesús les dijo: El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres, 23 y le matarán; mas al tercer día resucitará. Y ellos se entristecieron en gran manera.
24 Cuando llegaron a Capernaúm, vinieron a Pedro los que cobraban las dos dracmas, y le dijeron: ¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas? 25 El dijo: Sí. Y al entrar él en casa, Jesús le habló primero, diciendo: ¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quiénes cobran los tributos o los impuestos? ¿De sus hijos, o de los extraños? 26 Pedro le respondió: De los extraños. Jesús le dijo: Luego los hijos están exentos. 27 Sin embargo, para no ofenderles, ve al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al abrirle la boca, hallarás un estatero; tómalo, y dáselo por mí y por ti. (Mateo 17).
1. Seis días después. [La transfiguración, Mat. 1-13 = Mar. 9: 2-13 = Luc. 9: 28-36. Comentario principal: Mateo. Ver mapa p. 211; diagrama p. 221.] Con
referencia a los acontecimientos y las circunstancias que precedieron a la
transfiguración, ver com. Mat. 16:13
vers. siguientes. De acuerdo con la
cronología adoptada por este Comentario, es probable que la transfiguración
ocurriera hacia fines del verano (agosto-septiembre) del año 30 d. C. Por la época de la pascua de ese año, la
opinión pública en Galilea se había volcado en contra de Jesús (ver com. cap.
15: 21). Además, el sanedrín había
intensificado sus intentos de terminar con el ministerio de Cristo (ver
com. Mat. 16: 1; cf. Mar. 7: 1-5).
Por primera vez, en Cesarea de Filipo, Cristo había hablado claramente a
sus discípulos acerca de sus padecimientos y de su muerte (ver com. Mat. 16: 21).
Pero ellos, como la gran mayoría de los judíos, pensaban que el Mesías
sería un rey vencedor. Por eso les
resultaba difícil comprender que el Mesías debería sufrir y morir. Como en ocasiones previas, tenían la mente
llena de sombríos pensamientos porque comprendían mal el propósito y la
naturaleza del ministerio de Jesús.
El período de seis días que se menciona aquí se refiere al tiempo transcurrido desde la confesión de la fe de Pedro en Jesús como Hijo de Dios (cap. 16: 16).
Lucas
(cap. 9: 28) dice que transcurrieron "como ocho días", es decir, una
semana, si se emplea el cómputo inclusivo (ver pp. 239-242). Lucas suele hablar de un período aproximado y
no afirma exactamente el tiempo transcurrido (ver com. cap. 3: 23).
A Pedro, a Jacobo y a Juan. Estos tres habían mostrado que entendían mejor que
sus compañeros las verdades que Cristo procuraba impartir. Al menos en una ocasión previa habían sido
elegidos para ser testigos del poder divino en acción (Mar. 5: 37). Por causa de su percepción espiritual más
profunda, también habrían de ser testigos de la hora de agonía del Maestro en
el Getsemaní (Mar. 14: 33). Con el
propósito especial de prepararlos para esa hora de temor y de desaliento, Jesús
los llevó con él al monte (DTG 389).
Un monte alto. Se desconoce el lugar donde ocurrió la transfiguración. Por siglos la tradición sostuvo que la transfiguración ocurrió en el monte Tabor (de unos 600 m), situado a unos 20 km al suroeste del mar de Galilea y a unos 10 km al este de Nazaret.
Pero al descubrirse que en tiempos de Jesús había en la cima del monte una fortaleza y una aldehuela, pareció difícil que ése fuera el lugar "aparte" del cual hablan Mateo y Marcos (cf. DTG 388). Una vez descartado el monte Tabor como ubicación de la transfiguración, se ha pensado en la posibilidad de que el monte en cuestión fuera el Hermón (de unos 3.000 m), en cuyas laderas inferiores estaba la ciudad de Cesarea de Filipo y en cuyas proximidades se sabe que estuvieron Cristo y sus discípulos justamente antes de la transfiguración (ver com. Mat. 16: 13). Pero también se hace difícil esta identificación. En las cercanías de Cesarea de Filipo y del monte Hermón, Jesús estaba "fuera del alcance de Herodes y Caifás" y "lejos de los fariseos" (DTG 387). Era una región poblada por gentiles, más allá de los límites de Galilea. Por eso Jesús se había retirado allí por un tiempo (ver com. cap. 16: 13). Pero al pie del monte de la transfiguración un grupo de escribas y rabinos se reunió junto con la multitud, que probablemente era judía, y procuraron humillar a Jesús y a sus discípulos. Esto parecería indicar que la transfiguración ocurrió en Galilea, y no en el distrito de Cesarea de Filipo, poblado por gentiles.
Según
DTG 387, Jesús y sus discípulos se trasladaron desde Cesarea de Filipo hacia el
sur, y antes de la transfiguración se encontraban cerca del mar de Galilea, por
lo menos a 50 km del monte Hermón. Esto
parecería indicar que durante los seis días que transcurrieron entre la gran
confesión de Pedro y la transfiguración, Jesús había vuelto a Galilea. Por esto, también el monte Hermón quedaría
descartado como posible escenario de la transfiguración.
Aparte. Lucas
añade que Jesús fue allí para orar (cap. 9: 28). Esta fue una de esas ocasiones especiales
cuando Jesús buscó anhelosamente la comunión con su Padre celestial (ver
com. Mar. 1: 35) a fin de que pudiera
saber cómo realizar su misión (ver com.
Mar. 3: 13). En este caso, el
problema era el de saber cómo ayudar a los discípulos para que comprendieran la
verdadera naturaleza de la misión de su Maestro y cómo prepararlos para su
muerte (ver com. Mat. 16: 13). Pasó toda la noche allí en el monte (DTG
393).
Según
evidencias, Jesús y sus compañeros habían continuado subiendo hasta que se hizo
demasiado oscuro para proseguir.
Pareciera que Jesús oró durante largo tiempo, pidiendo fuerza para
enfrentar la gran prueba que se avecinaba.
También oró por sus discípulos, para que su fe en él como Hijo de Dios
aumentara, y que pudieran comprender la necesidad de su muerte como parte del
plan de salvación y estuvieran preparados para la hora de prueba (DTG
389). Por eso pidió en oración que ellos
pudieran contemplar su gloria divina, la cual hasta este momento, salvo
fugazmente, les había estado oculta (ver com. Luc. 2:48).
2. Se transfiguró. Gr. metamorfóo, "cambiar de una forma a otra",
"transformarse". Esta fue una
de las ocasiones cuando la divinidad refulgió a través de la humanidad de
Jesús, para encontrarse con la gloria celestial (ver DTG 389; com. Luc. 2: 48).
La misteriosa transformación sucedió mientras Jesús oraba y los
discípulos dormían.
La descripción de este episodio que presentan los tres escritores de los sinópticos parecería indicar que no se trató de una experiencia subjetiva experimentada por los discípulos, o quizá sólo por Pedro. Fue más que un sueño o una alucinación debida al cansancio del viaje del día y a la preocupación por la predicción hecha por Jesús acerca de su muerte. Fue una experiencia real.
Muchos años
más tarde, Pedro afirmó que él y sus compañeros de discipulado habían sido
testigos oculares de la "majestad", la "honra" y la "gloria"
de Jesús, y aseveró haber oído la voz que proclamó que Jesús era Hijo de Dios
(2 Ped. 1:16-18). Pedro presenta este
notable episodio como una de las grandes confirmaciones de la fe
cristiana. Ver com. Juan 1: 14.
Su rostro. La descripción que de Jesús se presenta aquí se asemeja mucho a la que fue
dada por Daniel (Dan. 10: 5-6) y por Juan (Apoc. 1: 13-15). La apariencia del rostro de Jesús se modificó
(Luc. 9: 29) bajo la influencia de esa radiante luz blanca. Era una gloria luminosa que parecía venir
desde adentro. Esa era la gloria que
Jesús había tenido en el cielo antes de que asumiera la forma de la humanidad
(Juan 17: 5), y es la gloria con la cual volverá otra vez a esta tierra (Mat.
25: 31; DTG 390). Se vio en el rostro de
Moisés una gloria similar cuando descendió del monte de la ley (Exo. 34: 29; 2
Cor. 3: 7). Cuando Jesús vuelva y
conceda a sus fieles el don de la inmortalidad, sin duda ellos también
reflejarán esta gloria (Dan. 12: 3). Con
referencia a otros momentos de la vida de Cristo cuando se vieron destellos de
su divinidad, ver com. Luc. 2: 48.
Blancos como la luz. Según Marcos, sus vestidos se vieron tan blancos que "ningún lavador
en la tierra los puede hacer tan blancos" (cap. 9: 3). Las
"vestiduras blancas" de los santos (Apoc. 3: 4- 5, 18; etc.)
reflejarán la gloria de las vestimentas de justicia de Cristo en la tierra
renovada.
3. Moisés y Elías. Evidentemente los discípulos reconocieron a los visitantes celestiales por
lo que decían o porque Dios se lo reveló.
Moisés había sido el gran libertador, legislador y fundador de la nación
hebrea. Elías fue el que salvó a esa
nación en un momento de gran apostasía y crisis. Aquí había personas vivas que podían dar
testimonio acerca de la divinidad de Jesús, así como Moisés y todos los
profetas, en sus escritos, habían dado testimonio de él (ver com. Luc. 24: 44).
Es
importante notar que las Escrituras registran que Elías fue trasladado al cielo
sin ver la muerte (ver com. 2 Rey 2: 11-12) y que Moisés fue resucitado y luego
llevado al cielo (ver com. Jud. 9). El
hecho de que Moisés y Elías aparecieran con Cristo en esta ocasión no debe ser
considerado como una prueba de que todos los muertos justos están en el
cielo. Estos dos, el uno resucitado de
entre los muertos, y el otro trasladado sin ver la muerte, aparecieron con
Jesús, como una representación del glorioso reino en el cual los redimidos de
todas las edades estarán con él en gloria (Mat. 25: 31; Col. 3: 4; 1 Tes. 4:
16-17).
Hablando con él. Lucas añade que estaban hablando con él acerca de "su partida, que iba
Jesús a cumplir en Jerusalén" (Luc. 9: 31; cf. Mat. 16: 21).
4. Entonces Pedro dijo. Como de costumbre, Pedro fue el primero en hablar (ver com. Mat. 16:
16). Lucas dice que Pedro habló sin
saber lo que decía (Luc. 9: 33). Marcos
dice que Pedro, al igual que los otros, estaba espantado (Mar. 9: 6).
Señor. Gr.
kúrios. Según Mar. 9: 5, Pedro se
dirigió a Jesús empleando el título hebreo "rabino" (Gr. rabbí), y
según Luc. 9: 33 empleó el título griego epistátes, "maestro",
"amo", "Señor". Con
referencia a la importancia de estas variaciones en los relatos evangélicos,
ver la segunda Nota Adicional de Mateo 3.
Hagamos. Aquí
la evidencia textual establece (cf. p. 147) el texto "yo haré", pero
en Marcos y Lucas dice claramente "hagamos".
Tres enramadas. O "tres tiendas" (BJ).
Casi no llovía en la última parte del verano (ver t. II, p. 113; com.
cap. 17: 1), y la única protección necesaria sería para resguardarse del
abundante rocío de la noche y del sol del día.
No hay modo de saber si Pedro pensó en las enramadas como protección
contra los elementos naturales o si pensó en relación con la fiesta de los
tabernáculos, la cual se avecinaba. La
expectativa de que Elías vendría como heraldo del reino mesiánico (ver com.
vers. 10) posiblemente hizo recordar a Pedro de la celebración de esa fiesta en
relación con el reinado del Mesías (cf.
Zac. 14: 16-19). Quizá llegó a la
conclusión de que la aparición de Moisés y de Elías en este momento, a tan poco
tiempo de la fiesta de los tabernáculos, implicaba que habían venido a
participar en esa celebración.
5. Una nube de luz. Quizá como recordativo de la columna de nube del desierto (ver com. Exo. 13:21-22; Núm. 9:15-16), la cual
estaba iluminada con la gloria de Dios (ver com. Exo. 40:34).
Comparar con el caso de Moisés en el monte con Dios (ver com. Exo. 24:15-18) cuando entró en la nube que
ocultaba la gloria de Dios. Esta escena
puede haber acudido a la imaginación de los discípulos, como también el caso de
Elías en el monte Carmelo (ver com. 1 Rey. 18:38; Juan 1:14).
Los cubrió. Gr. episkiázo, "cubrir con una sombra" (cf. Luc. 1: 35; Sal. 91:1). Mateo y Marcos no dicen claramente si la nube
cubrió a Cristo y a sus dos visitantes celestiales o a los discípulos o a los
dos grupos. Lucas parecería indicar que
más bien cubrió a los discípulos (Luc. 9: 34).
Una voz. En
ocasión del bautismo de Jesús se oyó una voz (cap. 3: 17), y más tarde, al
final de su ministerio (Juan 12: 28), se volvió a oír. En estas tres ocasiones el Padre dio
testimonio de que Jesús era su divino Hijo.
Mi Hijo amado. Con referencia a Cristo como Hijo de Dios, ver com. Luc. 1: 35; Juan 13; Nota Adicional de Juan
1.
Tengo complacencia. El Padre podía complacerse porque en su vida terrenal Jesús había cumplido
a la perfección con su misión asignada (Juan 17: 4) y había presentado a los
hombres un ejemplo perfecto de obediencia a la voluntad del Padre (Juan 15:
10). Si confiamos en nuestro Salvador,
tendremos también el privilegio de hacer "las cosas que son agradables
delante de él" (1 Juan 3: 22).
A
él oíd. Es probable que esta indicación
se refiera especialmente a la instrucción que Cristo estaba dándoles acerca de
sus inminentes padecimientos y de su muerte (ver com. cap. 16: 21).
6. Se postraron sobre sus rostros. Cf. Eze. 1:
28; Dan. 10: 9. A hombres tales como
Ezequiel 430 y Daniel se les concedió ver visiones. Pedro, Jacobo y Juan vieron con sus propios
ojos.
9. A nadie. Jesús tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan porque sólo ellos, entre los
doce, estaban preparados para recibir lo que él tenía para impartirles (ver
com. vers. 1). Si ellos hubiesen
informado lo que habían visto y oído, eso tan sólo hubiera provocado una inútil
admiración y curiosidad, y en ese tiempo podría no haber tenido ningún buen
efecto. El hecho de que debían callarse
respecto a lo sucedido hasta después de la resurrección, implica que entonces
los otros discípulos estarían listos para entender, y que su fe sería
fortalecida por el relato de los tres testigos presenciales de ese
acontecimiento. Además, habiendo contemplado
con sus propios ojos a dos hombres sobre los cuales la muerte no tuvo poder,
esos tres discípulos deberían haber estado preparados para creer las palabras
de Cristo acerca de su propias resurrección (cf. Luc. 9: 31) y para impartir fe y valor a sus compañeros
en el discipulado. También el hecho de que Jesús sólo llevara consigo a esos
mismos tres discípulos al huerto de Getsemaní para que lo acompañaran en
oración, debiera haber servido para que esta lección acudiera otra vez
vívidamente al recuerdo de ellos.
Visión. Gr.
hórama, "lo que se ve", "espectáculo". Con referencia a las palabras hebreas jazon y
mar'ah, que se traducen como "visión", ver com. 1 Sam. 3: 1.
10. Dicen los escribas. Como expositores oficiales de las Escrituras, se esperaría que serían ellos
quienes decidieran en cuanto a problemas teológicos como el que aquí se
presenta. Con referencia a los escribas,
ver p. 57.
Evidentemente, la relación entre la transfiguración y la discusión acerca de la venida de Elías era que éste había sido uno de los dos que había aparecido con Cristo.
Sin embargo, Malaquías había predicho la venida de Elías como precursor del Mesías (ver com. Mal. 4: 5), y los discípulos pensaban que Elías había venido ahora para anunciar al Mesías, para proteger a Jesús, y para confirmar su autoridad como Rey y Mesías (ver DTG 391; com. Juan 1: 21).
Sin embargo, los discípulos se preguntaban
por qué, si Jesús era el Mesías de la profecía, como ellos lo esperaban y lo
creían (ver com. Mat. 16: 16), Elías no había aparecido antes de esta ocasión.
Todavía tenían una comprensión errónea de la misión de Juan el Bautista, a
pesar de que Jesús ya les había dicho claramente que en la vida y la obra de
Juan el Bautista se había cumplido la profecía de la venida de Elías (ver com.
cap. 11: 14).
11. Restaurará todas las cosas. En el dramático episodio del monte Carmelo, Elías
había logrado hacer volver el corazón de todos los israelitas al Dios de sus
padres (ver com. 2Rey. 18:37-40), y al hacerlo había detenido los terribles
avances de la apostasía. Del mismo modo,
Juan el Bautista proclamó el bautismo del arrepentimiento del pecado y el
retorno al verdadero espíritu de la adoración (ver com. Mal. 3: 1, 7; 4: 6; Luc. 1: 17). Evidentemente, Juan no era Elías en persona
(ver com. Juan 1: 2l), pero precedió al
Mesías "con el espíritu y el poder de Elías" (Luc. 1: 17).
12. No le conocieron. Es decir, no reconocieron que era el Elías que había de venir (com. Juan 1: 10-11).
Todo lo que quisieron. En vez de aceptar a Juan y creer en su mensaje, los dirigentes judíos lo
habían despreciado a él y su exhortación al arrepentimiento (ver Luc. 7: 30-33;
com. Mat. 21: 25, 32). Herodes lo había encarcelado (ver com. Luc. 3: 20), y aproximadamente un año más
tarde lo había ejecutado (ver com. Mar.
6: 14-29). Tan solo transcurrirían unos pocos meses después de la
transfiguración hasta que los dirigentes de Israel harían también con Jesús
todo lo que quisieran.
14. Cuando llegaron. [Jesús sana a un muchacho lunático, Mat. 17: 14-21 = Mar. 9: 14-29 = Luc.
9:37-43ª. Comentario principal: Marcos.]
15. Lunático. Ver com. cap. 4: 24. Lunáticos. Del verbo Gr.
sel'niázomai, "estar alunado".
Este verbo sólo aparece en el NT aquí y en el cap. 17: 15. Por los síntomas que se dan en el cap. 17:
15, muchos han llegado a la conclusión de que el verbo sel'niázomai significa
"ser epiléptico". También es
posible que tuviera connotaciones más amplias.
17. Perversa. Literalmente, "torcida" o corrupta".
20. Poca fe. Los discípulos tenían demasiada fe en sí mismos y muy poca fe en Dios (ver
com. cap. 8: 26. Hombres de poca fe. Aunque los
discípulos habían visto muchas maravillosas evidencias del poder divino,
parecería que hasta este momento Jesús no había manifestado su dominio sobre
las fuerzas de la naturaleza, y posiblemente no se les había ocurrido que
pudiera hacerlo). Algunos
manuscritos griegos dicen "incredulidad" en vez de "poca
fe".
Grano de mostaza. Ver com. cap. 13: 31-32. Otras ilustraciones similares aparecen en Mat. 21:
21; Mar. 11: 23; Luc. 17: 6. La semilla de mostaza puede ser pequeña en un
comienzo, pero, escondido dentro de sí, lleva el germen de la vida, y en
circunstancias favorables crecerá.
Diréis a este monte. Aquí Cristo habla en forma figurada de los grandes obstáculos con los
cuales deben enfrentarse sus discípulos 431 cuando cumplen con la misión
evangélica. Es indudable que Jesús no
tenía el propósito de que sus discípulos anduvieran de aquí para allá moviendo
montes literales. Sin embargo, prometió
que ninguna dificultad, no importa cuan grande pudiera parecer, sería capaz de
impedir el cumplimiento de su divino propósito de salvar a los pecadores (Isa.
55: 8-11).
Nada os será imposible. "Para Dios todo es posible" (Mat. 19: 26).
21. Pero este género. La evidencia textual favorece (cf. p. 147) la omisión de este versículo
(ver com. Mar. 9: 29).
Este género. Los escribas habían atribuido la
impotencia de los nueve discípulos ante el supuesto poder superior del demonio,
y afirmaban que el dominio de Jesús estaba limitado a los demonios menos
poderosos (cf. DTG 394). Sin embargo, la verdadera dificultad no
dependía del poder del demonio, sino de la impotencia espiritual de los
discípulos.
Sino con oración. Cristo no se refiere aquí a la
oración ofrecida en el momento de expulsar el demonio. El no habla de la
oración accidental, sino de una vida movida por la oración. Mientras Pedro,
Jacobo y, Juan estaban con Cristo, los otros nueve discípulos habían estado
rumiando sus chascos y resentimientos personales, movidos por un espíritu de
celos, debido al favor mostrado a sus compañeros ausentes (DTG 397). El estado
de sus pensamientos y de su corazón hacía imposible que Dios actuara mediante
ellos.
Ayuno. La evidencia textual tiende a confirmar la
omisión (cf. p. 147) de esta palabra. (No está en el texto de la BJ, sino como
variante al pie de página.) Ver com.
Mat. 6: 16; Mar. 2: 18.
22. Estando ellos. [Jesús anuncia otra vez su muerte, Mat. 17: 22-23 = Mar. 9: 30-32 = Luc. 9:
43b - 45. Comentario principal: Marcos.]
La evidencia textual se inclina (cf. p. 147) por el texto "juntándose
ellos en Galilea".
Entregado. Ver com. Luc. 6: 16.
23. Al tercer día. Ver pp. 239-242. Se entristecieron
en gran manera. Aunque los discípulos ahora comprendieron que el Maestro
les estaba hablando de su propia muerte, esperaban y creían que pasaría algo
que hiciera que ese padecimiento fuera innecesario.
24. Cuando llegaron a Capernaúm. [Pago del impuesto del templo, Mat. 17:
24-27. Ver mapa p. 211; diagrama p. 221;
con referencia a milagros, ver pp. 198-203.] Evidentemente, Jesús y sus
discípulos acababan de volver (DTG 399) de una breve gira por Galilea (ver Mat.
17: 22; com. Mar. 9: 30-32). Es posible que en esta ocasión, como en otras
anteriores, Jesús se hubiera alojado en casa de Pedro (ver com. Mar. 1: 29; 2: 1), donde tal vez posó durante
el resto de su estada en Galilea.
Los que cobraban las dos dracmas. Literalmente, "los que recibían la dracma
doble [Gr. dídrajmon]". No eran los
publicanos o cobradores de impuestos (ver com.
Luc. 3: 12), quienes recaudaban los derechos aduaneros y los impuestos
en nombre de las autoridades civiles, sino personas designadas en cada distrito
para recoger el impuesto del templo que era de medio siclo por cada judío
varón, libre, mayor de 20 años. El pago
de este impuesto para el sostén del templo no era obligatorio como lo era el
pago del diezmo, pero se consideraba que entregarlo era un deber
religioso. Con referencia al origen de
este impuesto y las disposiciones que lo regulaban, ver com. Exo. 30: 12-16. Según la Mishnah se debía avisar públicamente
del pago de este impuesto el primer día del mes de Adar, fecha que correspondía
con febrero o marzo de nuestro calendario (ver t. II, p. 112). El día 15 del mes de Adar, "se colocaban
mesas [de cambistas de dinero] en las provincias", y diez días más tarde
se hacía lo mismo en el templo (Shekalim 1. 1. 3). Por lo tanto, si se sigue la cronología
adoptada por este Comentario, la fecha del pago del impuesto del templo para
ese año ya había pasado varios meses antes.
El
antiguo siclo hebreo (ver t. I, pp. 173, 177-178) ya no se usaba, pero la
costumbre rabínica exigía que el impuesto del templo fuera pagado con la unidad
del medio siclo. Los que cobraban
tributo cambiaban la moneda legal del país por la moneda del templo y con cada
transacción sacaban provecho. La palabra
griega dídrajmon, traducida en la RVR como "dos dracmas", se refería
a la doble dracma, casi equivalente al medio siclo, y que valía aproximadamente
el doble de lo que valía un denario romano, considerado como jornal de un día
(ver com. cap. 20: 2).
Vinieron a Pedro. Quizá porque Jesús estaba alojado en casa de Pedro.
¿Vuestro Maestro no paga? No se sabe si se conservaba un registro de quienes habían pagado el
impuesto, o si los que vinieron a Pedro ya sabían que Jesús no había pagado el
impuesto. Además, ésta no era la época
del año cuando se acostumbraba a cobrar este impuesto. Parecería que si se hubiera sabido que Jesús
no había pagado el impuesto, los escribas -quienes en el tiempo de pagar el
impuesto del templo habían molestado a Jesús en público en repetidas ocasiones
(ver com. Mat. 16: 1; Mar. 7: 1-23)- lo
habrían acusado de no haber pagado el impuesto mucho antes. Es evidente que la idea de desafiar a Jesús
con referencia a este asunto se les había ocurrido hacía poco. Era parte de un plan bien tramado. Al emplear el adjetivo plural
"vuestro", los recolectores de impuestos estaban implicando a todos
los discípulos. no sólo a Pedro.
25. Él dijo: Sí. Algunos consideran que la pronta respuesta de Pedro sugiere que Jesús acostumbraba pagar el impuesto y que Pedro sabía de esa costumbre. En verdad, Pedro podría no haber sabido si Jesús había pagado o no. Según DTG 363, Pedro comprendió que ese pedido desacostumbrado e inoportuno (ver com. vers. 24) insinuaba que Jesús no era leal al templo, lo que sin duda indicaría el no pagarlo.
Es evidente de que Pedro
deseaba evitar en este momento todo
motivo para empeorar las relaciones entre Jesús y los dirigentes Judíos. Pero, como en ocasiones posteriores (cap.
22:15-22), los escribas y los fariseos procuraban enfrentar a Jesús con un
dilema del cual no pudiera escapar. Los
levitas, los sacerdotes y los profetas estaban exentos de este impuesto (DTG
400). El negarse a pagar el impuesto
implicaría deslealtad al templo, pero el pagarlo indicaría que Jesús no se
consideraba profeta exento de pagar el medio siclo anual.
En casa. Quizá
en la misma casa de Pedro (ver com. vers. 24).
Jesús le habló primero. Jesús le habló a Pedro acerca del episodio ocurrido antes de que Pedro
pudiera mencionarlo.
Tributos. Gr. télos, "derecho de aduana", o "impuesto",
generalmente el que se cobraba sobre las posesiones o los bienes (ver com. Luc. 3: 12).
Extraños. Es decir, los que no pertenecían a la familia real, o sea los súbditos del
rey.
26. Los hijos están exentos. Jesús podría haber insistido en la exención pues
era maestro o rabino. Sin embargo, Jesús
puso a un lado su derecho (ver com. vers. 27).
27. Sin embargo. El recaudador de los impuestos del templo no tenía ningún derecho legal de
exigir que Jesús pagara el medio siclo. Jesús lo pagó para terminar con el
asunto, no por obligación. A fin de evitar
la controversia, no insistió en sus derechos.
Para estar en paz con quienes eran sus enemigos, hizo lo que no podía
con justicia exigírsela. Seguramente, no
quería que se pusiera en duda su lealtad al templo, no importa cuán injusta
pudiera ser la acusación. El proceder de
Cristo es una lección para todo cristiano.
Deberíamos procurar vivir en paz con todos los hombres, y hacer más de
lo que se nos exige, si eso es necesario, a fin de evitar un conflicto
innecesario con los que se oponen a la verdad (Rom. 12: 18; Heb. 12: 14; 1 Ped.
2: 12-15, 19-20). Sin embargo, en
ninguna circunstancia el cristiano deberá entrar en componendas ni desviarse de
los principios a fin de agradar a otros (DTG 322).
Ofenderles. Gr. skandalízo, literalmente, "hacer caer en una trampa",
empleado generalmente con el sentido de "ser motivo de tropiezo" (ver
com. cap. 5: 29). Con referencia al
deber que tiene el cristiano de considerar bien lo que ha de hacer a fin de no
ser motivo de tropiezo para otros, ver 1 Cor. 8: 8-13.
Al mar. El mar de Galilea, en cuya ribera se encontraba la ciudad de Capernaúm (ver com. cap. 4: 13). Anzuelo. Sólo aquí en el NT se habla de pescar con anzuelo.
Un estatero. Gr. stat''r, moneda de plata de valor de cuatro dracmas, y aproximadamente
de un siclo (ver t. I, pp. 177-178; t. V, p. 51). A pesar de los esfuerzos de parte de algunos
por explicar cómo podría haber sucedido esto sin ningún factor sobrenatural, no
puede haber duda de que fue un milagro que Pedro pudiera pescar en ese preciso
momento el pez que tenía en su boca justamente la cantidad de dinero que se
necesitaba.
Por mí y por ti. La cantidad era exactamente la que se necesitaba para pagar el impuesto de
medio siclo de dos personas. El relato
termina aquí sin confirmar que Pedro sacó el pez y pagó el dinero del impuesto
a los que habían venido a cobrarlo.
Este
milagro, sin duda, impresionó a Pedro, pescador de oficio, quien sabía cuán
difícil era que un pez tuviera dinero en la boca, sobre todo la cantidad exacta
que en un momento dado pudiera requerirse, y sabía además cuán pequeña era la
probabilidad de sacar ese pez en el preciso momento en que se le decía que
debía hacerlo (ver com. Luc. 5: 89).
Cristo no realizó este milagro para beneficiarse a sí mismo (ver com. Mat. 4: 3), aunque la mitad del dinero era
para pagar su impuesto. El milagro tenía
el propósito de enseñarle a Pedro una lección y de acallar a los recaudadores
de impuestos, quienes habían procurado colocar a Cristo en la categoría del
común del pueblo, y de esa manera impugnaban su derecho de enseñar a la gente.
(5CBA).
COMENTARIOS DE EGW
"LA TRANSFIGURACIÓN" 388-392 (Basado en San Mateo
17:1-8; San Marcos 9:2-8; San Lucas 9:28-36).
https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/dtg-capitulo-46-la-transfiguracion.html
"NADA OS SERÁ IMPOSIBLE" 393-398
(Basado en San Mateo 17:9-21; San Marcos 9:9-29; San
Lucas 9:37-45).
https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/dtg-capitulo-47-nada-os-sera-imposible.html
¿QUIÉN ES EL MAYOR? 399-410
(Basado en San Mateo 17:22-27; 18:1-20; San Marcos
9:30-50; San Lucas 9:46-48).
https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/dtg-capitulo-48-quien-es-el-mayor.html
1-27. DTG 388-401.
1 DTG 388
1-2 ECFP 69; HAp 430
1-5 PE 162; PR 170
2-3 DTG 389; PP 512
3 SR 174
5 FE 405
5-8 DTG 392
8 HAp 53
8 HAp 53
9 DTG 393 433
14-16 DTG 394
19 DTG 397
20 DTG 397; PR 437
20-21 DTG 397
22-24 DTG 399
25-26 DTG 400
27 DTG 401
Ministerio
Hno. Pio
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