Mateo
6. El Sermón del Monte.
Vers.
(1-4) Cristo continúa el Sermón del Monte hablando de
las limosnas, (5-13) de la oración, (14-15) del perdón a nuestros hermanos, (16-18)
del ayuno, (19-23) del lugar en donde debemos poner nuestro tesoro, (24) y de
la imposibilidad de servir a Dios y a Mamón (las riquezas). (25-32) Exhorta a
no afanarse por las necesidades vitales, (33-34) sino a buscar el reino de Dios
y su justicia.
1 Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. 2 Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. 3 Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, 4 para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.
5 Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. 6 Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público. 7 Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. 8 No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis.
9 Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. 10 Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. 11 El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. 12 Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. 13 Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.
14 Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; 15 más si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.
16 Cuando ayunéis, no seáis austeros, como los hipócritas; porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. 17 Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, 18 para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.
19 No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; 20 sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. 21 Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
22 La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; 23 pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?
24
Ninguno puede servir a dos señores;
porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al
otro. No podéis servir a Dios y a las
riquezas.
25 Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? 26 Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? 27 ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? 28 Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; 29 pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. 30 Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? 31 No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? 32 Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas.
33 Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. 34 Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal. (Mateo 6).
1. Guardaos. Después de ocuparse de la verdadera justicia (cap. 5), Jesús pasa ahora a
ocuparse de la aplicación práctica de la justicia a los deberes del ciudadano
del reino de los cielos (cap. 6; ver DTG 278-279). Los cristianos deben evitar hacer alarde de
sus actos de culto y de caridad.
Mediante tres ejemplos -actos caritativos (vers. 2-4), oraciones (5-8) y ayunos (vers. 16-18)-, Jesús contrasta algunas prácticas conocieras
entre los judíos con los excelsos ideales del reino de los cielos (ver
com. Mat. 5: 22; Mar. 2: 21-22).
Justicia. La palabra griega dikaiosún', aquí traducida como "justicia",
puede también significar "piedad".
Los tres ejemplos que se dan -limosnas, oraciones y ayunos- se presentan
para explicar el principio que se trata en este versículo.
Es
probable que las tres ilustraciones que se dan representen las tres formas más
comunes de la "justicia" farisaica.
Debe destacarse que Jesús de ningún modo se oponía a los actos
religiosos; sólo se preocupaba de que fueran impelidos por motivos puros y se
realizaran sin ostentación.
Delante de los hombres. Es decir, como en desfile ante ellos con el propósito de llamar su atención y admiración (ver com. vers. 2).
Para ser vistos. Gr. theáomai, "contemplar", "mirar". La palabra "teatro" proviene de
esta misma raíz. Las acciones piadosas
realizadas "delante de los hombres, para ser, vistos de ellos" tenían
el propósito de ganarse la adulación de ellos.
De vuestro Padre. Literalmente, "del lado de vuestro Padre" o "en presencia de
vuestro Padre".
2. Tocar trompeta. No se sabe si debe entenderse literalmente esta ilustración de Jesús: si
quienes daban limosnas hacían sonar trompetas para llamar la atención a su
caridad, o si debe entenderse como una figura de dicción. En la literatura hebrea no aparece ningún
caso en el cual se haya hecho esto, pero sí aparece en la literatura de otros
antiguos países orientales. A primera
vista, podría parecer que las palabras "como hacen los hipócritas"
sugerirían que Jesús se estaba refiriendo a un hecho literal. Sin embargo, los "hipócritas"
también podrían haber hecho sonar trompetas simbólicas. Sea como fuere, Cristo reprende aquí el mal
de dar gran publicidad a los actos caritativos.
Hipócritas. Gr. hupokrit's, proviene de un verbo que significa "fingir",
"disimular". Los judíos
atendían a los necesitados con contribuciones impuestas a los miembros de la
comunidad según cada uno pudiera pagar.
Los fondos así logrados eran aumentados por medio de donaciones voluntarias. Además, a veces se hacían pedidos especiales
en las reuniones religiosas públicas en las sinagogas, o en reuniones al aire
libre que solían realizarse en las calles.
En estas ocasiones, la gente se sentía tentada a prometer grandes sumas
de dinero para conseguir la alabanza de los que estaban allí reunidos. También se acostumbraba permitir que el que
hubiera contribuido con una suma excepcionalmente grande se sentara en un sitio
de honor junto a los rabinos. Con
demasiada frecuencia, el deseo de ser alabado era el móvil de esos
donativos. También ocurría que muchos
prometían grandes sumas, pero luego no cumplían sus promesas. La referencia que Jesús hizo a la hipocresía
sin duda incluía también esta forma de fingimiento.
En las calles. Ver com. vers. 5.
De cierto. Ver com. cap. 5: 18.
Ya tienen su recompensa. El griego hace resaltar la idea de que ya han recibido plenamente su
paga. El verbo griego que aquí se
traduce "tienen" aparece con frecuencia en recibos escritos en
antiguos papiros griegos donde significa "cancelado" o
"recibido". Jesús dijo que los hipócritas ya habían recibido todo lo
que habrían de recibir. Practicaban la
caridad como una transacción estrictamente comercial, mediante la cual
esperaban comprarse la admiración pública; no se preocupaban por aliviar la
desgracia del pobre. Esa recompensa
sería la única que habrían de recibir.
3. Cuando tú des limosna. Se emplea aquí el pronombre "tú". Jesús se dirigía a cada miembro
del grupo en forma personal. Con
referencia a la responsabilidad del rico para con el pobre según se la presenta
en la ley de Moisés, ver com. Lev. 25:
25, 35; Deut. 15: 7, 11.
Tu izquierda. Se dice que, entre los árabes, ambas manos, la izquierda y la derecha,
representan a los amigos íntimos. Jesús dijo que no había necesidad de que los
amigos, ni siquiera los más íntimos, se enteraran de los actos piadosos de
alguien. En esta figura de dicción,
Cristo emplea una hipérbole para dar énfasis.
No quiere decir que siempre ha de darse limosnas en secreto absoluto
(DMJ 69). Pablo alabó la generosidad de los cristianos
macedonios (Fil. 4: 16) y escribió a los corintios que su "celo"
había estimulado a muchos a que fueran activos en la causa de Dios (2 Cor. 9:
2). Lo que Jesús dice aquí es que los
cristianos no deben realizar actos caritativos a fin de conseguir la alabanza y
el homenaje de los hombres.
4. En secreto. La Mishnah habla de la "cámara de los secretos", dentro del
recinto del templo, donde los piadosos podían depositar sus dádivas en forma secreta
y donde los pobres "de buena familia" podían ir a buscar ayuda para
hacer frente a sus necesidades cuando no tuvieran otros recursos (Shekalim 5.
6).
Ve en lo secreto. Es decir, Dios ve las intenciones secretas del corazón que mueven a la
acción, y por esas intenciones, y no por las acciones mismas, los hombres
recibirán "su alabanza de Dios" en el día del juicio (1 Cor. 4: 5;
cf. Rom. 2: 16).
En público. La evidencia textual favorece la omisión de esta frase. La BJ traduce sencillamente "te recompensará". En el día postrero, "la obra de cada uno
se hará manifiesta" (1 Cor. 3: 13, cf.
Mat. 25: 31-46; 1 Cor. 4: 5). Cuando
Cristo venga recompensará a cada uno según sus obras (Mat. 16: 27; Apoc. 22:
12). Los cristianos no deben pensar
"en el galardón, sino en el servicio" (DMJ 71).
5. Cuando ores. Ver com. vers. 3, 6-7, 9.
Los hipócritas. Ver com. vers. 2.
En pie. La
referencia aquí es a las horas regulares de oración, por la mañana y por la
tarde (ver com. Luc. 1: 9). Habitualmente el templo y las sinagogas eran
los lugares de oración. Quienes no
podían orar en esos lugares establecidos, podían orar en el campo, en casa o en
su cama. Más tarde, la tradición
estableció que ciertas oraciones debían pronunciarse de pie, otras mientras se
estaba sentado, caminando, montado en burro, sentado o acostado en cama (Talmud
Berakoth 30a; ver también el Midrash de Sal. 4, sec. 9 [23b]).
Las esquinas de las calles. En estos lugares públicos se realizaban las
transacciones comerciales. Si los
fariseos se encontraban en "las esquinas de las calles" a la hora
designada para la oración, asumían una actitud de oración y en alta voz
recitaban las frases formales que comúnmente empleaban para orar. Sin duda muchos se las arreglaban para estar
en lugares públicos a esas horas especiales.
Para ser vistos de los hombres. Ver com. vers. 1-2. De cierto. Ver com. cap. 5: 18.
Ya tienen su recompensa. Ver com. vers. 2. También en griego se emplea la misma frase en los dos versículos.
6. Mas tú. Ver Isa. 26: 20 (cf. 2 Rey. 4: 33).
En griego el pronombre traducido "tú" está en posición
enfática.
Cuando ores. Jesús se dirige a cada persona del público en forma individual mediante el empleo del pronombre singular. Tu Padre. Ver com. vers. 9.
En secreto. Es probable que esta expresión quiera decir, "que oye lo que se dice
en secreto", como lo insinúa el contexto.
Ver com. vers. 4.
Ve en lo secreto. Dios ve lo que los hombres no pueden ver, ve aun lo que se hace en secreto (ver com. vers. 4). En público. Ver com. vers. 4.
7. Y orando. O "al orar" (BJ). Lo que sigue es una continuación del mismo
tema, no la introducción de otro asunto.
No uséis vanas repeticiones. Gr. battalogéÇ, verbo que sólo aparece aquí en el
NT. Por el uso que se le da a la
palabra, se ha sugerido que debe traducirse "parlotear", "hablar
sin pensar lo que se dice", "balbucear", o "charlar
mucho" (BJ). Jesús no prohibió toda repetición porque él mismo empleó la
repetición (cap. 26: 44).
Como los gentiles. Comparar con 1 Rey. 18: 26; Hech. 19: 34. Los tibetanos creen que cuando gira la rueda de los rezos se repite la misma plegaria incontables miles de veces sin pensamiento ni esfuerzo de parte del devoto. Palabrería. Ver com. anterior.
8. Vuestro Padre sabe. Algunos manuscritos antiguos dicen: "Dios vuestro padre"; pero la
evidencia textual tiende a confirmar el texto tal como aparece en la RVR. La
oración no le da a Dios informaciones que de otro modo no podría saber. Tampoco es un medio para convencerlo de que
haga lo que de otro modo no querría hacer.
La oración nos une con el Omnisapiente y condiciona nuestra voluntad
para que cooperemos eficazmente con la voluntad divina.
9. Vosotros. Este pronombre es enfático en el griego. Jesús se estaba dirigiendo
especialmente a los doce, los primeros elegidos para el reino de los cielos
(ver com. cap. 5: 1-2). Aquí la palabra "vosotros" contrasta con los
"hipócritas" del cap. 6: 2 y los "gentiles" del vers. 7.
Oraréis así. Es decir, siguiendo este modelo, no necesariamente empleando las mismas
palabras. El Padrenuestro es un modelo
en cuanto al contenido, pero no necesariamente con respecto a la forma. El contexto indica que esta oración se
presenta como un modelo que contrastara con las "vanas repeticiones"
y la "palabrería" de los rezos paganos, características que habían
sido adoptadas por los fariseos (ver com. vers. 7). A los ciudadanos de su reino, Cristo les
dijo: "No os hagáis, pues, semejantes a ellos... Vosotros, pues, oraréis
así" (vers. 8-9).
El
Padrenuestro, sobre todo los vers 9 -10 y la doxología final, se parece mucho,
tanto en ideas como en fraseología, al Kadisch, antigua doxología judía,
proveniente quizá del siglo I de nuestra era, que se emplea regularmente en
diversos cultos en la sinagoga. Este
parecido podría sugerir que al enseñar Jesús el Padrenuestro, empleó frases
conocidas por el público que lo escuchaba.
En todo caso, tanto el Kadisch como el Padrenuestro tienen sus raíces en
el AT (ver Dan. 2: 20; Job 1: 21 ú. p.; Sal. 113: 2, donde se expresan ideas
comunes a las dos oraciones).
Si
bien el Kadisch, como también otras oraciones judías, tiene su base en el AT,
el culto judío ya había incorporado, en tiempos de Cristo, algunas tradiciones
que habían oscurecido en cierta medida las verdades reveladas en el AT (ver
com. Mat. 5:17, 19, 22). En parte por esto Jesús no fue reconocido
como el personaje central del AT (PP 381-383; DTG 35-36), ni como el
cumplimiento de sus profecías (ver com. cap. 5:17- 18).
Las
oraciones habían llegado a ser largas y llenas de repeticiones, y la sinceridad
del pensamiento y de la expresión se habían oscurecido por una forma literaria
impersonal, de hermosas frases, pero muchas veces falta de sinceridad de
espíritu (ver com. vers. 7-9). En el Padrenuestro,
Jesús rescató del palabrerío lo que era esencial y lo restauró a una forma
simple y compacta, cuyo significado pudiera ser comprendido por la persona más
sencilla. Si bien el Padrenuestro
refleja hasta cierto punto las oraciones judías, se trata de una oración cuya
originalidad se encuentra en la selección de pedidos que se presentan y en su
arreglo. El que se lo acepte en forma
universal indica que el Padrenuestro expresa más perfectamente que ninguna otra
oración las necesidades fundamentales del corazón humano.
Padre nuestro. El reconocimiento de que somos hijos de nuestro Padre celestial debiera ser
lo primero en cada oración. Posiblemente
seamos indignos de llamarle "Padre", pero siempre que lo hagamos con
sinceridad, él nos recibe con regocijo (Luc. 15: 21-24) y nos reconoce como
hijos en verdad. El que Dios sea nuestro
Padre nos une como cristianos en la gran comunión universal de la fe con todos
los que con sinceridad y en verdad reconocen al Padre de nuestro Señor
Jesucristo.
Que estás en los cielos. A pesar de la estrecha relación personal que pueda existir entre los
hombres y su "Padre" que está en el cielo, sus hijos terrenos siempre
percibirán la infinita majestad y grandeza de Dios (Isa. 57: 15) y su propia y total insignificancia. El reconocimiento de que "Dios está en
el cielo, y tú sobre la tierra" (Ecl. 5:2) lleva al corazón contrito a ese
espíritu de reverencia y humildad que es la primera condición de la salvación.
Santificado. Gr. hagiázÇ, "considerar santo", "hacer santo",
relacionado con el adjetivo hagios, "santo, consagrado". El nombre de Dios es honrado de dos modos:
(1) mediante actos divinos que inducen a los hombres a reconocer y a
reverenciar a Jehová como Dios (ver Exo. 15: 14 -15; Jos. 2: 9-11; 5:1; Sal.
145:4, 6, 12), y (2) mediante las acciones de los hombres que le honran como
Dios y le rinden la adoración y la obediencia que le corresponden (ver Isa.
58:13; Mat. 7:21-23; Hech. 10:35; etc.).
Sea tu nombre. Según el uso moderno, un nombre no es más que un medio de identificar a una
persona. Pero en tiempos bíblicos, el
nombre de una persona estaba más íntimamente ligado a ella como individuo. Con frecuencia, el nombre representaba
"los rasgos de carácter que [los padres] deseaban ver desarrollarse en sus
hijos" (PR 352). El nombre de Dios
representa su carácter (Exo. 34: 5-7).
La importancia que los judíos atribuían al nombre divino se reflejaba en
la reverencia con la cual lo pronunciaban, o con mayor frecuencia, dejaban sin
decir o empleaban una circunlocución en vez de pronunciarlo (ver t. 1, pp.
179-182). El nombre de Dios es santo o
"santificado" porque Dios mismo es santo. Santificamos su nombre al reconocer la
santidad de su carácter y al permitir que él reproduzca su carácter en
nosotros.
La
forma verbal griega (aoristo imperativo) sugiere que todavía no está siendo
glorificado el nombre de Dios. Bien
puede referirse también al momento cuando el santo nombre de Dios será
universalmente santificado (ver com. vers. 10).
10. Venga tu reino. Con respecto a la naturaleza del "reino de los cielos" y la
posición central que ocupa en la enseñanza de Jesús, ver com. cap. 4:17. En cuanto al "reino de los cielos"
en el Sermón del Monte, ver com. cap. 5:2-3.
Cristo habla aquí, no tanto del reino de la gracia como del reino de la
gloria (DMJ 92) para el cual el reino de la gracia prepara el camino y con el
cual culmina (cap. 25:31). La forma
verbal empleada en el griego apoya esta interpretación. Ver com. cap. 6: 13.
A
través de los siglos, la promesa de que los reinos de este mundo finalmente
llegarán a ser el reino de nuestro Señor Jesucristo (Apoc. 11: 15) ha
acicateado a los ciudadanos del reino de la gracia a vivir vidas piadosas (1
Juan 3: 2-3) y a sacrificarse para proclamar las buenas nuevas del reino (ver
Hech. 20: 24; 2 Tim. 4: 6-8). En la
mente y en el corazón de todos los verdaderos cristianos de todos los tiempos,
la "esperanza bienaventurada y la manifestación de nuestro gran Dios y
Salvador Jesucristo" (Tito 2: 13) ha primado y los ha inspirado a llevar
vidas más piadosas.
Hágase tu voluntad. Cristo habla aquí de la voluntad de Dios, especialmente en lo que afecta a
esta tierra. Cuando el corazón humano se
somete a la jurisdicción del reino de la gracia divina, la voluntad de Dios
para con esa persona se cumple. La forma
verbal griega empleada indica que este pedido reconoce que todavía no se está
haciendo la voluntad de Dios en la tierra.
Se pide que acabe el reinado del pecado y que llegue el momento cuando
la voluntad de Dios sea tan universalmente cumplida en la tierra como lo es
ahora en todos los otros dominios de la creación de Dios.
11. El pan nuestro. En la primera parte del Padrenuestro (vers. 9-10) se dirige la atención a
la paternidad, al carácter, al reino y a la voluntad de Dios. En la segunda parte de la oración (vers.
11-13) se pide poder cubrir las necesidades temporales y espirituales del
hombre.
Era
el "pueblo", la gente común, la que oía a Jesús "de buena
gana" (Mar. 12:37). En su mayoría
se trataba de humildes pescadores, agricultores y obreros. De tales personas estaba compuesta la
multitud que escuchaba a Jesús en la ladera del monte junto a la llanura de
Genesaret y el mar de Galilea (DMJ 36; DTG 265-266). Muchos de ellos no tenían empleo fijo y sus
condiciones de vida eran precarias.
Quizá había allí pocas personas que, debido a la sequía, a los impuestos
excesivos, o a otras penalidades, no hubieran conocido el hambre o la necesidad
en algún modo. Como suele ocurrir,
quienes tienen escasez de bienes terrenales sienten más vivamente su
dependencia de Dios para suplir sus necesidades materiales que los que tienen
suficiente y de sobra.
Aun
quienes tienen abundancia de "pan" y de bienes terrenales harían bien
en recordar que es Dios quien da "el poder para hacer las riquezas"
(Deut. 8: 18). Jesús demostró claramente esta verdad en la parábola del rico
necio (Luc. 12: 16-21). Todo lo que
tenemos procede de Dios y en el corazón siempre debería haber gratitud por su
bondad. El "pan nuestro de cada
día" incluye tanto los bienes espirituales como los físicos.
De cada día. Gr. epióusios, palabra que aparece en el NT sólo aquí y en Luc.11:3. Se
desconoce el sentido exacto de esta palabra.
Aparece también en un antiguo archivo doméstico donde parece referirse
al alimento necesario para el día siguiente.
Algunos de los significados que se le atribuyen son: (1) lo necesario
para existir, (2) para el día presente, (3) para el día venidero. Las palabras de Mat. 6: 34 tienden a apoyar
la idea de que se refiere a una provisión diaria suficiente para mantener la
vida. Ver p. 107.
12. Y perdónanos. Gr. afí'mi, palabra común en el NT, que con frecuencia significa
"dejar" (Mat. 4: 11) o "despedir" (Mar. 4: 36), pero que
también se traduce correctamente con la idea de "remitir" (Juan 20:
23), o "perdonar" (Luc. 5: 21, 23).
Cuando se emplea la palabra con este segundo sentido, se hace resaltar
la idea de que el perdón deja sin culpa al pecador.
Nuestras deudas. Gr. oféil'ma, palabra comúnmente empleada para referirse a las deudas
legales (cf. Rom. 4: 4), pero usada aquí
en el sentido de deudas morales y espirituales.
Aquí se representa al pecado como deuda y al pecador como deudor. El pasaje paralelo de Lucas dice
"pecados" (cap. 11: 4; ver com.
Mat. 18: 28, 30; Luc. 7: 41-43).
Como también nosotros perdonamos. Es decir, como ya hemos perdonado. En el griego unos pocos manuscritos usan el
presente, pero la evidencia textual establece el uso del aoristo (pretérito
indefinido). Esto último insinuaría que
no debiéramos atrevemos a pedir perdón si no hemos perdonado ya a nuestro
prójimo (ver com. cap. 5: 24; 18: 23-35).
A nuestros deudores. Es decir, los que nos han hecho mal.
13. No nos metas. Quizá este pedido debería entenderse como "no nos dejes caer" (BJ; ver 1 Cor. 10: 13; com. Sal. 141: 4). Algunas veces se entiende que esta parte del Padrenuestro es un ruego a Dios para que nos quite toda tentación.
Pero Dios no nos ha prometido que nos protegerá de la tentación, sino
que no nos dejará caer (Juan 17: 15).
Con demasiada frecuencia nos colocamos voluntariamente en el camino de
la tentación (ver com. Prov. 7: 9). En verdad, el pedir que Dios no nos meta en
tentación equivale a renunciar a nuestros propios caminos y someternos a los
caminos que Dios escoja.
Tentación. Gr. peirasmós, "tentación", y también "prueba", "aflicción" como en 1 Ped. 4: 12. El verbo que proviene de la misma raíz se traduce "probar" (Juan 6: 6; Heb. 11: 17; Apoc. 2:2,10; 3: 10), "intentar" (Hech. 16: 7), "examinar" (2 Cor. 13: 5). Las Escrituras dejan en claro que Dios permite las pruebas (Hech. 20: 19; Sant. 1: 2; cf. 1 Ped. 4: 12) y de diversos modos prueba a los hombres (Gén. 22: 1; Exo. 20: 20), pero nunca los tienta a pecar (Sant. 1: 13). Líbranos. El verbo griego puede significar también "rescatar".
Mal. Gr.
pon'rós. La forma que aquí se emplea puede referirse a una cosa mala o a una
persona mala (ver com. cap. 5: 39), malvada o maligna. No es claro a cuál se hace referencia
aquí. Algunos prefieren traducir
"malo" o maligno", mientras que otros creen que se habla aquí
del principio del mal. La conjunción
"mas" parecería indicar que el "mal" debe considerarse como
equivalente de "tentación" en la frase anterior. Si así fuera, el "mal"
probablemente se refiere al "mal" moral.
Tuyo es el reino. Con esta frase comienza la doxología del Padrenuestro. La evidencia textual tiende a confirmar la omisión de (cf. p. 147) esta doxología.
No aparece en la versión de Lucas de la oración (Luc. 11: 4). Sin embargo, la idea que expresa es netamente
bíblica y se parece mucho a 1 Crón. 29:11-13.
Una doxología más corta aparece en 2 Tim. 4: 18.
El "reino", el "poder" y la "gloria" que se le atribuyen al Padre sin duda se refieren también al reino actual de la gracia divina en el corazón de los hombres, pero principalmente anticipan el glorioso reino que ha de inaugurarse con el retorno de Cristo a esta tierra para reinar con poder y gloria (ver com. vers. 10). Amén. Ver com. cap. 5: 18.
14. Si perdonáis. Cf. Mat. 18: 23-35; Mar. 11:
25-26. Ver com. Mat. 6: 12.
Ofensas. Gr.
paráptÇma, que proviene de un verbo que significa "caer al lado", o
"pisar en falso". Notar que la
palabra traducida como "deudas" en el vers. 12 es diferente. La palabra paráptÇma insinúa un apartarse de
la verdad o la justicia. En el NT
parecería indicar una violación consciente de lo recto, lo cual implicaría
culpabilidad.
Vuestro Padre celestial. Ver com. vers. 9.
15. Si no perdonáis. El que no está dispuesto a perdonar a otros, no merece recibir perdón. Esperar de otros lo que uno mismo no está
dispuesto a hacer es la esencia del egoísmo y del pecado. Si Dios perdonara al que no perdona, estaría condonando
su falta y le estaría dando lo que éste en realidad no quiere. Dios no podría perdonar a tal persona y ser
al mismo tiempo leal a su carácter justo.
Sólo cuando estamos en armonía con nuestros prójimos, podemos estar en
armonía con Dios (ver 1 Juan 4: 20; com.
Mat. 7: 12).
Sus ofensas. La evidencia textual sugiere la omisión de esta frase (cf. p. 147), la cual
está omitida en la BJ. Pero el sentido
es el mismo si se la omite o se la retiene.
16. Cuando ayunéis. En los vers. 16-18 se trata el tercero de los deberes religiosos aquí considerados (ver com. vers. 1).
Con
referencia al ayuno entre los judíos ver com.
Mar. 2: 18, 20. Se alude aquí al
ayuno privado y voluntario. Afligir el cuerpo a causa
del pecado del alma es en realidad esquivar el problema y perder de vista la
verdadera naturaleza del arrepentimiento, porque el pecado es enfermedad del
alma y no del cuerpo (DMJ 75).
No seáis austeros. Mejor "no pongáis cara triste" (BJ). No significa esto que Jesús prohibía la tristeza si es genuina. Más bien se refiere a la apariencia fingida de los "hipócritas". Hipócritas. Ver com. vers. 2.
Demudan. Gr.
afanízÇ, "hacer invisible" o "hacer irreconocible". Jesús
aquí se refiere a la acción de ocultar los verdaderos sentimientos tras una
apariencia de tristeza simulada, así como un actor esconde su rostro bajo una
máscara, so pretexto de ser muy piadoso.
Cuando ayunaban, los "hipócritas" andaban sin lavarse, sin
afeitarse, y sin arreglarse ni el cabello ni la barba.
En
el griego hay un interesante juego de palabras que difícilmente puede
traducirse a nuestro idioma. Los verbos
que se traducen como "demudar" y "mostrar" provienen de una
misma raíz: fáinÇ, "aparecer".
Una traducción libre de este pasaje sería así: "Hacen desaparecer
sus rostros [sus verdaderos sentimientos] para que ellos [mismos] puedan
aparecer", etc.
Mostrar a los hombres. Procuraban llamar la atención de sus prójimos para conseguir fama de tener gran piedad.
De cierto. Ver com. cap. 5: 18.
Su recompensa. Ver com. vers. 1-2
17. Pero tú. El Sermón del Monte hace notar el contraste entre la filosofía de Dios y la
filosofía del hombre. Las enseñanzas de Jesús -"pero yo os digo"
(cap. 5: 22, etc.)- se oponen a la de los rabinos, y la vida de los ciudadanos
del reino del cielo -"más tú" (cap. 6:6; etc.)- contrasta con la de
los "hipócritas".
Cuando ayunes. En este pasaje Jesús no aprueba el ayuno ni tampoco lo condena. Ayunar o no sólo atañe a la persona
involucrada. En realidad, la esencia del
ayuno es la conciencia de la necesidad personal de hacerlo. La enseñanza de Jesús destaca que el ayuno ha
de ser una experiencia personal movida por esa sensación de necesidad, y no una
formalidad piadosa ni un medio de ganar fama de ser muy piadoso. No hay virtud en ayunar sólo porque a uno se
le ordene que lo haga.
Unge tu cabeza. El aceite era símbolo de gozo (Sal. 45: 7; 104: 15). Ungir la cabeza era un símbolo de bendiciones
recibidas (Sal. 23: 5; 92: 10). Los
ciudadanos del reino pueden ayunar, pero cuando lo hacen deben vestirse y
arreglarse como siempre, porque el ayuno es personal y pierde su significado si
se lo hace "para mostrar a los hombres que ayunan".
Lava tu rostro. No como lo hacían los "hipócritas" (ver com. vers. 16).
18. Para no mostrar. La religión cristiana no tiene nada de sombrío, y el cristiano melancólico
en sus palabras o en su apariencia representa mal el carácter de Dios (DMJ
76). Es un gozoso privilegio el ser
hijos de Dios (1 Juan 3: 1-2), y el rostro triste nos da la apariencia de ser
huérfanos y no hijos.
Sino a tu Padre. El ayuno es un asunto que sólo tiene que ver con el que ayuna y su Dios, y
no entre él y sus prójimos.
Que está en secreto. Ver com. vers. 6.
Te recompensará en público. Ver com. vers. 4.
19. No os hagáis tesoros. Literalmente, "no sigáis haciendo tesoros" o "dejad de hacer
tesoros". La acumulación de bienes
terrenales generalmente se debe al deseo de tener seguridad en lo futuro y
refleja temor e incertidumbre. Jesús indica a los que quieren ser ciudadanos de
su reino que la posesión de riquezas materiales es un motivo de ansiedad más
que un medio de liberarse de ella. El
cristiano no se angustia por las necesidades materiales de la vida porque
confía en que Dios las conoce y le dará lo que le haga falta (vers. 31-34). Como lo destaca Pablo más tarde, esto no
significa que el cristiano será indolente ante sus propias necesidades y las de
su familia (1 Tes. 4: 11; 2 Tes. 3: 10; 1 Tim. 5: 8). Mat. 6: 19-21 parecería tener una forma
poética y podría haber sido un proverbio o refrán. Ver com.
Prov. 10: 22.
La
palabra griega th'saurós (ver com. cap. 2: 11), que se traduce aquí como
"tesoro", se refiere a riqueza en el sentido amplio de todas las
posesiones materiales. En tiempos de
Cristo, así como ahora, el amor al dinero era la pasión dominante de
millones. En el griego se puede apreciar
un interesante juego de palabras.
Ni la polilla ni el orín. Estas palabras simbolizan varias clases de daños. "Orín ("herrumbre", BJ), Gr.
brÇsis, del verbo bibrÇskÇ, "devorar", y se refiere a lo que carcome
o corroe. Todas las posesiones
materiales son afectadas de un modo u otro por pérdida, desgaste, depreciación
o deterioro.
Corrompen. Gr. afanízÇ (ver com. vers. 16).
Podría traducirse mejor como "consumir" o "hacer desaparecer".
Minan. "Socavan"
(BJ). El verbo griego tiene la idea de
"horadar" (NC) para pasar a través de una pared de ladrillos o de
barro.
20. Sino haceos. Ver com. Mat. 6: 19; cf. Luc. 12: 33.
En el Sermón del Monte no se prohíbe hacer tesoros, siempre que esos
tesoros se coloquen en el lugar donde les corresponda. Cristo quiere que los ciudadanos del reino de
los cielos hagan una buena inversión del tiempo y de las fuerzas que su Padre
celestial ha tenido a bien proporcionarles en esta vida. Todo lo que el hombre pueda tener en esta
vida le ha sido prestado por Dios; sólo aquel "tesoro" que logra
depositar en el cielo puede en verdad llamarse suyo.
Tesoros en el cielo. Tales tesoros son permanentes y no son afectados por los enemigos de los
tesoros terrenales ni los estragos del tiempo.
Las inversiones que se hacen en tesoros celestiales van valorizándose
con el tiempo, mientras que las inversiones hechas en tesoros terrenales
inevitablemente se deprecian.
21. Allí estará también vuestro corazón. Tesoro es todo aquello a lo cual se aferra una
persona, sin tener en cuenta su valor intrínseco. Los "tesoros" de un niño pueden
tener poco valor en sí, pero para él son tan importantes como la fortuna de un
rey. Los verdaderos intereses de una persona están donde tiene sus
"tesoros".
22. Lámpara. Gr. lujnós. Se refiere a la fuente de luz o al medio por el cual brilla y no a la luz misma (ver com. cap. 5: 15). Los vers. 22 y 23 son una ilustración del principio expuesto en los vers. 19-21. La excesiva preocupación por acumular riquezas terrenales es una evidencia de visión espiritual defectuosa, de tinieblas en el alma (vers. 34). La "luz" del cuerpo es aquel discernimiento que relaciona debidamente el valor de las cosas temporales con el valor de las cosas eternas. El ojo. Se habla aquí del ojo del alma, que le permite al hombre tener una visión celestial, y lo capacita para contemplar lo que es invisible para la vista natural (Rom. 1: 20; cf. Heb. 11: 27). Esta vista es guía del alma así como la vista física es guía del cuerpo.
Bueno. "Sano" (BJ). Gr. haplóus, "sencillo", "sincero", "sano", "sin culpa". Se emplea para referirse a lo que no tiene dobleces, como en el caso de una tela. En este pasaje haplóus está en contraposición con pon'ros, "malo" (ver com. vers. 23). Su significado se parece mucho al de la palabra "perfectos" en cap. 5: 48 (ver com. de ese vers.). La traducción "sano" (BJ) está de acuerdo con el contexto.
Un cristiano cuyo ojo espiritual esté "sano" es aquel cuyo discernimiento y juicio hacen que sea una persona sencilla, sin artificios, íntegra y pura; la que ve las cosas temporales y las de la eternidad en su verdadera perspectiva. Si el ojo está "bueno" o "sano" hay sinceridad de propósito, dedicación integral al reino del cielo y a la práctica de sus principios eternos (Fil. 3: 8, 13-14; DMJ 78). Para ser eficaz, la visión debe estar enfocada y concentrada. Del mismo modo, el que desea tener verdadera luz en el alma, debe tener claramente enfocada su visión espiritual. De otro modo, su visión será borrosa y su estimación de la verdad y del deber será defectuosa (ver com. Apoc. 3: 18).
23. Pero si. Cf. Luc. 11: 34-35. Maligno. Gr. pon'rós, que aquí significa en mal estado" o "enfermo". El hombre que tiene el ojo "maligno" bien podría ser el que tiene un ojo puesto en los tesoros acumulados en la tierra y el otro arrogantemente vuelto hacia el cielo. Tal persona sufre de estrabismo, espiritual y ve doble.
Como resultado tiene un doble objetivo (ver com. vers. 24). Cree que le es posible gozar de todo lo que la tierra le ofrece y también entrar en los goces eternos del cielo. El amor del yo ha entorpecido su visión a tal punto que, como Eva, ve las cosas como no son en la realidad (Gén. 3: 6). ¿Cuántas no serán? Las tinieblas del alma empequeñecen el carácter y la personalidad.
24. Ninguno. "Nadie" (BJ). Cf. Luc. 16: 13. Servir A Dos Señores. No se puede servir a dos personas cuyos caracteres e intereses son diferentes (ver com. "al otro"). No es posible "servir a dos señores" así como no es posible enfocar la vista sobre dos cosas al mismo momento o concentrarse en dos ideas a la vez. El que intenta servir a Dios con el corazón dividido es inestable en todos sus caminos (Sant. 1: 8). La religión cristiana no puede aceptar ser una influencia entre muchas. Si está presente en la vida, necesariamente su influencia debe ser suprema y debe controlar todas las otras influencias haciendo armonizar la vida con sus principios.
Al
Otro. Gr. ho héteros, es decir, otro de
diferente clase o calidad. Se emplea la
palabra állos para referirse a otro de la misma clase 341 (cap. 5: 39). Aunque pudiera ser factible "servir a
dos señores" cuyos caracteres e intereses son los mismos, no es posible
hacerlo cuando discrepan sus caracteres e intereses.
No podéis. No hay posición neutral. El que no
está enteramente de parte de Dios, en realidad y para fines prácticos, está de
parte del diablo. La oscuridad y la luz no pueden ocupar el mismo espacio en un
mismo momento. Es imposible servir a
Dios y a las riquezas porque sus exigencias son irreconciliables. Los que sirven a las riquezas son sus
esclavos y hacen lo que ellas les exigen a pesar de sí mismos (Rom. 6: 16).
Riquezas. Gr. mamÇnas, transliteración del arameo mamon o mamonas´. Se refiere a las riquezas de todo tipo y no
es sustantivo propio a menos que se emplee para personificar a las riquezas.
25. No os afanéis. Gr. merimnáÇ, "preocuparse", "estar ansioso". Esta misma palabra se emplea en 1 Cor. 7: 32;
12: 25; cf. Luc. 12: 22-31. Ver com. Sal. 55: 22.
Jesús
no recomienda aquí el ascetismo ni tampoco alaba la pobreza. No afirma que sin pobre o descuidado sea más
aceptable ante Dios que un hombre diligente y rico. Jesús mismo aconsejó
prudencia en la administración de la vida y los negocios (Luc. 14: 28-32). Lo que aquí condena es el hábito de
preocuparse por las cosas materiales de la vida, especialmente por las que son
superfluas. Cristo condena el deseo que
lleva al derroche en cualquier sentido.
El cristiano discierne claramente el valor relativo de las cosas, y su
preocupación está en proporción con ese valor.
Comprende que la riqueza no es un fin en sí misma, sino un medio para
alcanzar fines más importantes, y su objetivo supremo en la vida no será el de
amontonar riquezas.
Vida. Gr.
psuj', que aquí designa la vida física. Ver com. cap. 10: 28, donde se
presentan otros sentidos de la palabra psuj'.
El alimento. Gr. trof', alimento de todo tipo. Jesús aquí dice que la vida es más
importante que el alimento. Si bien el
alimento es importante, no es un fin en sí mismo, sino un medio para sostener
la vida. La persona cuyo principal propósito es conseguir alimento y vestido,
ha perdido lo más importante de la vida.
Deberíamos comer para vivir y no vivir para comer (cf. com. Mar. 2: 27).
26. Mirad. Mediante tres ejemplos tomados de la naturaleza, Jesús ilustra la verdad de
que Dios, el Autor de la vida, proporciona lo que es necesario para sostener la
vida, y que por esto el hombre no debe afligirse indebidamente por conseguir lo
que le hace falta. Estas tres
ilustraciones son las aves (vers. 26), la estatura humana (vers. 27), y las
flores del campo (vers. 28).
Las aves. Las aves del cielo nada deben al cuidado humano. Es Dios quien les da la existencia y las
sostiene. Al mismo tiempo, requiere que
usen de la capacidad que les ha dado para buscarse el alimento. Quizá pocas personas trabajen tan dura e
incansablemente como lo hacen los pajarillos para conseguirse el alimento,
sobre todo cuando tienen pequeñuelos en el nido. Del mismo modo, Dios espera que el hombre
acepte la responsabilidad de trabajar para ganar lo que hace falta para sostener
la vida. Sin embargo, Jesús también dijo
que Dios no tenía el propósito de que el hombre considerara que ese trabajo era
el objetivo y la meta de la vida.
No siembran. El Creador ha ordenado la existencia de leyes naturales que operen para
producir el alimento (Job 38: 41; Sal. 145: 15-16; 147: 9). El alimento está allí, pero las aves deben ir
a buscarlo.
Las alimenta. El que proporciona el alimento para las aves del cielo es Aquel en quien podemos confiar para que nos proporcione lo que necesitamos para vivir. Dios nos ha prometido estas cosas, si estamos dispuestos a trabajar por ellas.
El
deseo de tener sobreabundancia de cosas materiales es implantado por el
maligno, e inevitablemente induce a los hombres a intentar reunir más de lo que
les corresponde de los bienes de la vida.
Este deseo pervertido es el que estimula el egoísmo y lleva al crimen,
la violencia y la guerra.
Mucho más. Si Dios alimenta con tanta abundancia a los animalitos que ha creado, ¿no
tendrá acaso mayor preocupación por la felicidad y el bienestar del hombre?
27. ¿Quién de vosotros? Así se presenta la segunda ilustración del principio expuesto en el vers.
25 (ver com. vers. 26; cf. Luc. 12: 25).
Por mucho que se afane. "Por más que se preocupe" (BJ).
Ver com. vers. 25.
Estatura. Gr. h'likía, que puede traducirse tanto "edad" (Juan 9: 21, 23;
Heb. 11: 11) como "estatura" (Luc. 2: 52; 12: 25; 19: 3; Efe. 4:
13). Si bien se habla en este pasaje de
añadir un "codo" (medida de longitud) a la estatura, también sería
posible entender que se refiere a la imposibilidad del hombre de prolongar el
tiempo de su vida.
28. ¿Por qué os afanáis? Cf. Luc. 12: 26-27. Cristo presenta
la tercera ilustración del cuidado del Padre para con las criaturas de su mano.
Lirios. Gr.
krína, (singular, krínon), palabra cuyo equivalente botánico exacto se
desconoce. Posiblemente Jesús empleó krínon como término general para referirse
a las flores del campo. Algunos sugieren
que se hace alusión aquí a la anémona multicolor, flor común, colorida, que se
destaca en Palestina.
29. Pero os digo. Ver com. cap. 5: 22. Cf. Luc. 12: 27. Toda su gloria. El esplendor de la corte de Salomón era proverbial (1 Rey. 10: 1-13, 21; ver Mishnah Baba Metzia 7. 1).
30. Y si la hierba. Cristo resume aquí el principio que se ilustra en los vers. 26-28. Los vers. 30-34 repiten y hacen resaltar la
enseñanza que se presentó en el vers. 25.
Es probable que la hierba del campo deba relacionarse con los lirios del
campo del vers. 28, y que en tal sentido fuera una continuación de la misma
ilustración.
Horno. El
pasto seco y las ramas se empleaban comúnmente como combustible en los hornos
del antiguo Cercano Oriente.
Mucho más. Aquel que ha dado la vida, sin duda concederá con ella las dádivas menores del alimento y el vestido. No permanecerá inactivo en actitud de caprichosa despreocupación por el sostén de la vida que él mismo ha dado. Es razonable pensar que Dios se preocupa por sus hijos. Poca fe. Ver com. cap. 8: 26.
31. No os afanéis. Ver com. vers. 25. La vida es más importante
que el alimento, pero el reino de Dios es más importante que cualquiera de los
dos. El hombre sólo debería afanarse por
lo que es más esencial.
32. Los gentiles buscan. La lucha por lograr lo material no es apropiada para los ciudadanos del reino
celestial. No es correcto que un hijo de
Dios deje las cosas de valor eterno a fin de buscar lo que no es mejor que
"la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno" (vers.
30). Ver com. Isa. 55: 1-2; Juan 6: 27.
Sabe. Esta
es la segunda razón por la cual un cristiano no debe dedicar su vida a la
obtención de posesiones materiales: Dios sabe lo que necesitamos y nos lo
proporcionará.
33. Buscad primeramente. Cf. Luc. 12: 31. El gran propósito de la existencia de los hombres es que "busquen a Dios, si en alguna manera... puedan hallarle" (Hech. 17:27). La mayor parte de los seres humanos están afanados trabajando por "la comida que perece" (Juan 6: 27), por el agua de la cual volverán a tener sed (Juan 4: 13). La mayoría de las personas gasta su "dinero en lo que no es pan" y su "trabajo en lo que no sacia" (Isa. 55: 2). Con demasiada frecuencia tendemos a hacer de las cosas materiales el principal propósito de nuestra vida, con la vana esperanza de que Dios será indulgente con nosotros, y que al final de nuestra existencia, añadirá la eternidad al breve plazo de setenta años. Cristo quiere que demos a las cosas más importantes el primer lugar y nos asegura que las cosas de menor importancia y menor valor serán dadas a cada uno de acuerdo con su necesidad. El reino de Dios. Ver com. cap. 3: 2; 5: 13; 6: 10.
Os serán añadidas. No puede existir seguridad aparte de Dios y de la ciudadanía de su
reino. El mejor remedio para la
preocupación es la confianza en Dios. Si
hacemos fielmente la parte que nos toca, si damos al reino del cielo el primer
lugar en nuestros pensamientos y en nuestras vidas, Dios nos cuidará mientras
dure nuestra existencia. Con
misericordiosa ternura ungirá nuestra cabeza con aceite (ver com. vers. 17) y
la copa de nuestra vida rebosará de bienes (Sal. 23: 6).
34. No os afanéis. Ver com. vers. 25. Los cristianos
pueden vivir libres de ansiedad aun en medio de las circunstancias más
difíciles, plenamente confiados en que Aquel que "bien lo ha hecho
todo" (Mar. 7: 37) hará que todas las cosas les ayuden "a bien"
(Rom. 8: 28). Aunque nosotros no sabemos
"qué dará de sí el día" (Prov. 27: 1), Dios sabe muy bien lo que
ocurrirá el día de mañana. Nuestro
Padre, que conoce el futuro, nos insta a confiar en su cuidado permanente y a
no afanarnos por supuestos problemas y perplejidades. Cuando llegue el día de mañana, los problemas
que habíamos temido encontrar, con frecuencia resultarán haber sido totalmente
imaginarios. Muchísimas personas están
obsesionadas, sin necesidad, por el fantasma del día de mañana.
Los
cristianos siempre deberían recordar que Dios no concede ayuda para llevar las
cargas del día de mañana mientras ese día no llegue. Tienen el privilegio de aprender diariamente
la verdad de lo que Cristo le dijo a Pablo: "Bástate mi gracia" (2
Cor. 12: 9; cf. cap. 4: 16).
Basta a cada día. Con esto Jesús quería decir que no había por qué afanarse o afligirse por el día de mañana pues cuando ese día llegara, traería también con los problemas las soluciones. Cada día trae consigo su propia medida de trabajo y cuidado, y sabio es el que aprende a no intentar llevar hoy las cargas del día de mañana. Su propio mal. Es decir, sus propios problemas, su "inquietud" (BJ 1966). Ver Prov. 27: 1. (5CBA).
COMENTARIOS DE EGW "EL SERMÓN DEL MONTE"
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