Mateo 4:1-11. La Tentación. Vers.
(1-10) Cristo ayuna y es tentado. (11) Los ángeles
le sirven.
1 Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. 2 Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre.
3 Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. 4 El respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
5 Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo, 6 y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y En sus manos te sostendrán, Para que no tropieces con tu pie en piedra. 7 Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios.
8 Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, 9 y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares. 10 Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás.
11 El diablo entonces le dejó; y he aquí vinieron ángeles y le servían. (Mateo 4).
1. Entonces. [La tentación, Mat. 4:1-11 = Mar. 1:12-13 = Luc. 4:1-13. Comentario principal: Mateo. Ver mapa p. 206; diagrama p. 220.] Gr. tóte,
palabra empleada muchas veces por Mateo.
Aparece en su Evangelio unas 90 veces; en Marcos aparece 6 veces, y en
Lucas 14 veces (ver Mat. 2:7; 3:13; 4:1, 5, etc.). Indica una transición y
ubica el comienzo de una nueva sección de la narración en un momento definido,
el cual suele seguir inmediatamente después del hecho precedente.
Fue llevado. El desierto podría ser el de Judea o el de Perea, al otro lado del
Jordán. Se desconoce el lugar preciso
donde Jesús fue tentado.
Por el Espíritu. Desde su nacimiento, Jesús había sido guiado e instruido por el Espíritu
Santo (ver com. Mat. 3:16; Luc. 2:52),
pero en ocasión de su bautismo, el Espíritu descendió sobre él en su plenitud
para llenarlo de sabiduría y capacidad para cumplir con la misión que le había
sido asignada (Hech. 10:38; cf. cap. 1:8). Jesús fue guiado "paso a paso,
por la voluntad del Padre", en armonía con "el plan" que
"estuvo delante de él, perfecto en todos sus detalles" antes de que
él viniera "a la tierra" (DTG 121; ver com. Luc. 2:49).
Marcos emplea una expresión aún más expresiva: "El Espíritu le impulsó
al desierto" (Mar. 1:12).
Al desierto. El lugar tradicional de la tentación se sitúa en los cerros escarpados y
áridos que se elevan al oeste de Jericó.
Su nombre, Yebel Qarantal, se relaciona con los 40 días que Jesús pasó
en el desierto. El bautismo se realizó
en el Jordán, al este de Jericó (ver com. cap. 3:1), y el hecho de que Jesús
volviera a ese mismo lugar al terminar los 40 días implica que el sitio de la
tentación no estaba muy distante de allí.
Si bien la tradición indica que la tentación ocurrió al oeste del
Jordán, es también posible que Jesús se hubiera retirado a la región desierta
del monte Nebo, en las proximidades de los montes Abarim, al este del mar
Muerto (ver com. Núm. 21:20; 27:12;
Deut. 3:17). Desde las alturas del monte
Nebo, Dios había mostrado a Moisés la tierra prometida (Deut. 34:1-4; PP
504-510), y es posible que desde este mismo lugar, "un monte muy
alto", Satanás le "mostró [a Cristo] todos los reinos del mundo"
(Mat. 4: 8; ver DTG 102-103).
Para ser tentado. Gr. peirázÇ, "tratar" (Hech. 9: 26), "intentar" (Hech.
16: 7; 24: 6), "probar" (Juan 6: 6; 2 Cor. 13: 5) con un propósito
bueno, y "probar" o "tentar" (Mat. 19: 3; Luc. 11:16), con
un propósito malo, sobre todo con el de hacer pecar a una persona (1 Cor. 7: 5;
1Tes. 3: 5; Sant. 1: 13). Aquí se
emplea el verbo peirázÇ con este último sentido.
Jesús
no provocó la tentación, ni tampoco se colocó a sabiendas en el terreno
hechizado del diablo. Se retiró al desierto para estar solo con su Padre y para
meditar en la misión que tenía por delante.
Jesús tomó sobre sí la naturaleza humana, y con ella la posibilidad de ceder al pecado (DTG 91-92). Se permitió que arrostrara "los peligros de la vida en común con toda alma humana", que peleara "la batalla como la debe pelear cada hijo de la familia humana, aun a riesgo de sufrir la derrota y la pérdida eterna" (DTG 33). Sólo así podría decirse "que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado" (Heb. 4: 15).
Por otra
parte, si, como algunos lo afirman, Jesús, siendo divino, no podía ser tentado,
su tentación habría sido una farsa. Por
medio de su naturaleza humana experimentó la tentación (cf. DTG 636-637).
Si la forma en que experimentó la tentación hubiera sido en algo menos
difícil que la nuestra, "él no podría socorrernos" (DTG 92). Ver la Nota Adicional de Juan 1; com. Luc. 2: 40, 52; Juan 1: 14; Heb. 4:15;
Material Suplementario de EGW con referencia a Mat. 4: 1-11; Rom. 5: 12-19.
Tenemos
un representante ante el Padre que puede "compadecerse de nuestras
debilidades" porque "fue tentado en todo según nuestra
semejanza". Por eso se nos invita a
acercarnos "confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar
misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro" (Heb. 4: 15-16).
Jesús sabe por experiencia propia lo que la humanidad puede soportar, y ha
prometido moderar el poder del tentador de acuerdo con la fortaleza de cada uno
de nosotros, a fin "de poderla resistir con éxito" (1 Cor. 10: 13,
BJ). Dentro de cada corazón humano se
repite el gran conflicto que Cristo debió soportar en el desierto de la
tentación. Sin pruebas -sin la
oportunidad de elegir entre hacer lo bueno y hacer lo malo- no puede
desarrollarse el carácter. La fuerza
para resistir a la tentación se desarrolla resistiendo a la tentación.
El diablo. Gr. diábolos, del verbo diabállÇ, que literalmente significa "tirar a través de", pero que se emplea con el sentido de "acusar" con malas intenciones, ya sea falsa o justamente, o "calumniar". La palabra diábolos es empleada en la LXX para traducir la palabra hebrea Ñatan, "adversario" (ver com. Zac. 3: 1).
Cuando se emplea la palabra
diábolos para referirse a Satanás, suele usarse con artículo definido (1 Ped.
5:8 constituye una excepción). Sin
artículo, la palabra diábolos se refiere a personas (Juan 6:70; 1 Tim. 3: 11; 2
Tim. 3: 3; Tito 2: 3).
Hay
quienes afirman que no hay un diablo personal, pero las palabras diábolos,
"calumniador" o "acusador", y Ñatan,
"adversario", se basan en el concepto del diablo como un ser
personal. Cristo vio "a Satanás
caer del cielo como un rayo" (Luc. 10: 18). Sólo un ser personal podría haber desempeñado
el papel del diablo en el relato de la tentación (Mat. 4: 1, 5, 8, 11), y
podría coincidir con las otras afirmaciones que acerca de su persona se hacen
en diversos pasajes del NT (Juan 13: 2; Heb. 2: 14; Sant. 4: 7; 1 Juan 3: 8;
Jud. 9; Apoc. 2: 10; 20: 2, 7-10).
2. Ayunado. La palabra que así se traduce suele emplearse en el NT para referirse a la
práctica ritual de abstenerse de alimento.
Pero es evidente que en este caso no se trataba de un ayuno ritual.
Jesús fue criticado durante toda su vida porque sus discípulos no cumplían con
los ayunos prescritos por los fariseos (Mat. 9: 14; Luc. 5: 33; cf. Luc. 18: 12).
Existe el peligro hoy, como existía en tiempos bíblicos, de creer que el
ayuno es un medio para alcanzar méritos a la vista de Dios, de hacer algo para
congraciarse con Dios. Pero este ayuno
no es el que Dios manda (ver Isa. 58:5-6; cf.
Zac. 7:5). Si se ha de ayunar,
debería hacerse con el propósito de alcanzar claridad de pensamiento, lo
opuesto de la modorra que causa el comer en exceso. La percepción espiritual de la verdad y de la
voluntad de Dios aumenta notablemente cuando se sigue una dieta frugal. En algunos casos puede venir bien el
abstenerse totalmente de comer. El ayuno no siempre significa no comer nada.
Sin embargo, Lucas dice que Jesús no comió nada mientras estuvo en el desierto
de la tentación (cap. 4:2).
Cuarenta días. Comparar con ayunos similares de Moisés (Exo. 34:28) y Elías (1 Rey.
19:8). No tiene sentido el tratar de
encontrar en el número 40 algún significado simbólico (ver com. Luc. 4:2).
3. Vino a él. Fue un diablo personal el que "vino a" Jesús. Fue un diablo personal el que Jesús
derrotó. Ninguno de los evangelistas da
la más mínima indicación de que la tentación fue una vivencia que existió tan
sólo en el pensamiento de Jesús, como lo han supuesto algunos.
El tentador. El diablo siempre nos ataca en los momentos de mayor debilidad, porque es
entonces cuando con mayor facilidad podríamos caer. Por eso es de vital importancia que se conserven las fuerzas físicas y
mentales en un elevado nivel de vitalidad y eficiencia. Todo lo que pueda debilitar esas fuerzas,
debilita nuestra defensa contra los engaños del tentador. El trabajar demasiado, dejar de hacer
ejercicio, comer mal, dormir poco, o hacer cualquier cosa que disminuya la
viveza intelectual o el control de las emociones, tiende a abrir el camino para
que el maligno penetre en el alma. El
albergar pensamientos de desánimo, derrota o resentimiento tiene el mismo
efecto. Debemos poner nuestros afectos y
nuestros pensamientos en las cosas de arriba (Col. 3:2), y llenar la mente con
lo verdadero, lo honesto, lo puro, lo amable (Fil. 4:8). Debemos someter el cuerpo a las leyes de
nuestro ser físico, porque es imposible apreciar plenamente las cosas eternas
si vivimos violando las leyes naturales que gobiernan nuestro ser.
Si eres. Satanás
había presenciado el bautismo de Jesús y había escuchado la proclamación del
cielo que dijo: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia"
(cap. 3:17; ver DT (90-91, 93-94).
Guiándose por las apariencias, parecía lógico dudar de la verdad de esa
afirmación. Pálido, cansado, extenuado y
sumamente hambriento (DTG 110-111), Jesús no tenía la apariencia de ser el Hijo
de Dios. Las palabras de Satanás, "si eres" representaban para Jesús la
pregunta: "¿Cómo sabes que eres el Hijo de Dios?" Del mismo modo, en
el huerto del Edén, el tentador había tenido el propósito de inducir a Eva a no
creer en las palabras que Dios tan claramente había pronunciado en cuanto al
árbol del conocimiento. Así también
Satanás se acerca a los hombres y a las mujeres hoy, tratando de conseguir que
no crean las verdades que tan claramente aparecen en la Palabra revelada de
Dios. Sólo aquellos cuya fe, como la de
Jesús, descansa firmemente en lo que "escrito está", en un claro
"así dice Jehová", podrán resistir los engaños del diablo. Una tentación siempre representa un desafío a
alguna verdad claramente conocida.
Induce a suponer que las circunstancias justifican el abandono de algún
principio.
La
forma de la frase griega indica que también podría traducirse de la siguiente
manera: "Puesto que eres el Hijo de Dios". De este modo se insinuaría el reconocimiento
de Jesús como Hijo de Dios, pero al mismo tiempo era un desafío a que mostrase
su poder y autoridad.
Hijo de Dios. Un claro eco de las palabras del Padre en el Jordán 40 días antes (ver com.
cap. 3: 17). Con arrogante desprecio
Satanás se dirigió a Aquel contra quien había hablado en forma tan desafiante
antes de ser expulsado del cielo. En
verdad, Jesús parecía más un ser humano moribundo que el Hijo de Dios (DTG
92-93, 110-111). Las palabras que
Satanás empleó en esta ocasión fueron repetidas más tarde por los dirigentes
judíos al burlarse de Jesús en la cruz (cap. 27: 40; ver com. Mat. 1: 23; Luc. 1: 35; Juan 1: 1-3, 14).
Di.En
diversas ocasiones durante su ministerio, se le pidió a Jesús que diera prueba
de que era el auténtico Mesías mediante el despliegue de su poder milagroso
(Mat. 12: 38; 16: 1; Mar. 8: 11-12; Juan 2: 18; 6: 30). Pero él se negó a realizar milagros cuando se
lo desafiaba a hacerlo. Más bien, cada
milagro debía responder a alguna necesidad específica de las personas a quienes
estaba procurando ministrar. Es verdad
que se podía esperar que las fuerzas y los elementos de la naturaleza obedecieran
la voz de su Creador (Mat. 8:26; Juan 2:6- 11; etc.), pero Jesús no recurrió al
empleo de su poder celestial para disponer de algo que no esté a nuestro
alcance (ver p. 199).
Estas piedras. Quizá Satanás señaló unas piedras en el suelo, a los pies de Jesús, algunas
de las cuales bien podrían haber tenido forma redonda, que era común en el pan
que se hacía en el Cercano Oriente.
Satanás pudo haber tomado una de las piedras (cf. Luc. 4:3) y habérsela ofrecido a Jesús, así
como había tomado la fruta del árbol prohibido y la había colocado en las manos
de Eva (PP 37- 38).
Pan. Aquí
el pan representa las exigencias materiales de la naturaleza física del hombre.
Representa la filosofía materialista de la vida que supone que la vida del
hombre consiste en la abundancia de lo que posee y que vive sólo de pan. Así como la tentación hecha por Satanás a
Adán y Eva en el jardín del Edén se basó en la excitación del apetito, también
el apetito fue la base de su primer ataque contra el Hijo de Dios. Muchas de las
tentaciones que acosan a los hombres son de esta clase. En primer lugar,
Satanás sabe que al tentar la naturaleza física del hombre, tiene mayor
probabilidad de un éxito inmediato. En segundo lugar, dirige sus tentaciones
contra las debilitadas y degradadas facultades físicas del hombre, sabiendo
perfectamente que por medio de la naturaleza física, por medio de los sentidos,
puede alcanzar todo el ser. La naturaleza física debe estar siempre bajo el
control de las facultades superiores de la mente, la voluntad y la razón a fin
de evitar la ruina. El cuerpo es el medio por el cual se desarrollan la mente y
el alma, por medio del cual se forma el carácter (MC 92). Esta tentación fue real porque Jesús, como
Hijo de Dios, tenía el poder de satisfacer su hambre creando alimento.
La
tentación consistía en la sugerencia satánica de que Cristo satisficiera su
hambre en una forma indebida, sin tomar en cuenta cuál podría ser la voluntad
de Dios. Lo que proponía Satanás insinuaba que Dios debía ser poco bondadoso al
dejar que su Hijo sufriera hambre y estuviera solo, sobre todo cuando eso era
completamente innecesario.
Compárense
las tentaciones en el desierto al comienzo del ministerio de Cristo con las que
padeció en el Getsemaní al fin de ese período (ver com. cap. 26:38).
4. Respondió y dijo. Ver com. Job 3:2.
Escrito está. La fe de Cristo en Dios y su conocimiento de la voluntad divina se fundaban
en las Escrituras. Desde su niñez Cristo
había estudiado con diligencia las Escrituras y las conocía íntimamente (DTG
50-51). En eso radicaba el secreto de su
fuerza para hacer frente a la tentación.
Es la fe la que trae la victoria sobre el mundo (1 Juan 5:4), y la fe se
desarrolla mediante el estudio de las Escrituras (Rom. 10: 17). Aquí Cristo afirma que el obedecer la Palabra
escrita de Dios tiene mayor valor e importancia que realizar un milagro. En esta ocasión todas las citas que Cristo
empleó fueron del libro de Deuteronomio.
No sólo de pan. Esta cita es de Deut. 8:3, y es una verdad que Cristo había revelado a
Moisés 15 siglos antes. Cuando las
tentaciones acabaron, Jesús estaba al borde de la muerte (DTG 104-105). Quizá Satanás sugirió que Cristo moriría a
menos que se apartara de lo que él consideraba ser su deber. Si así fue, por su respuesta Jesús afirmó que
la muerte dentro del ámbito de la voluntad de Dios es mejor que la vida lejos
de esa voluntad. Satanás emplea esta
forma de tentación con muchos de los que procuran ser obedientes a la voluntad
de Dios. El que se propone vivir sólo
con "pan" o con el único propósito de obtener ese "pan", en
realidad no está viviendo, y en el mejor de los casos está sentenciado a
muerte, porque el "pan" sin Dios lleva a la muerte y no a la vida.
Las
primeras palabras de Jesús afirman una completa e inalterable sumisión a la
voluntad del Padre, tal como está expresada en la Palabra de Dios. Jesús aceptó
la obligatoriedad de esa Palabra (cf.
Juan 15: 10) y negó que las cosas materiales fueran de primera
importancia. Las cosas espirituales son
supremas en su valor e importancia (ver com.
Mat. 6: 24-34; Juan 6: 27).
Vivirá el hombre. El hombre es más que un animal; sus más urgentes necesidades no son físicas
ni materiales. Jesús afirmó: "Mi reino no es de este mundo" (Juan 18:
36). Mientras que Jesús afirmaba, por
una parte, la vital importancia de ayudar en todas las formas posibles a los
necesitados (Mat. 25: 31-46; etc.), también dejó bien en claro que esto no
debía ocupar el lugar de la lealtad y la consagración que se le debía rendir a
él personalmente como Mesías (cap. 26: 11).
Es verdad que los hombres deben "hacer justicia, y amar
misericordia" (Miq. 6: 8), y deben amar a sus prójimos como a sí mismos
(Mat. 22: 39), pero también deben humillarse delante de Dios (Miq. 6: 8). La respuesta de Cristo al diablo es una
condenación de la filosofía materialista de la vida, no importa cuál forma
pueda tomar. La posesión de cosas no es el propósito final de la vida. Ni
siquiera es un propósito deseable (ver Luc. 12: 15; com. Juan 6: 27-58).
Toda palabra. Dijo Jesús: "Mi comida es que haga la voluntad del que me envió"
(Juan 4: 34). Jeremías habló de hallar y comer las palabras de Dios, y dice que
ellas se transformaron en "gozo y alegría" de su corazón (cap. 15:
16). Job declaró: "Guardé las palabras de su boca más que mi comida"
(cap. 23: 12). Jesús, el Verbo viviente (Juan 1: 1-3) era el "pan vivo que
descendió del cielo" (cap. 6: 48-51).
El autor de la carta a los Hebreos habla de gustar de "la buena
palabra de Dios" (Heb. 6: 5). Pedro
se refirió a la "leche espiritual no adulterada" (1 Ped. 2: 2) que
permite el crecimiento del cristiano.
Además,
es de vital importancia prestar atención a toda palabra de Dios. El hombre no tiene la libertad de elegir de
la Palabra de Dios aquellas porciones que le agradan y rechazar otras. Dios ha proporcionado una dieta espiritual
equilibrada para sus hijos terrenales, y quienes sólo comen lo que les place,
no pueden esperar disfrutar de una experiencia cristiana saludable ni llegar a
la madurez cristiana. Aun los "mandamientos
muy pequeños" (Mat. 5: 19) son indispensables para el que quiera entrar en
el reino de los cielos.
5. Entonces. En el relato de Lucas, la tercera tentación de Mateo aparece como segunda.
No sabemos cuál fue el orden cronológico, pero es razonable pensar que
ocurrieron en el orden que da Mateo. Un
estudio cuidadoso de la naturaleza y del propósito de cada tentación lleva a la
conclusión de que se llega al pináculo de las tres cuando Satanás lleva a Jesús
a "un monte muy alto" (vers. 8) y le muestra los reinos de este
mundo. En las primeras dos tentaciones,
según las registra Mateo, Satanás aparece bajo la figura de un ángel de luz,
pero en la tercera abiertamente exige que Cristo le adore (vers. 9). Esta sugerencia blasfema es la que, según
Mateo, recibe como respuesta la orden: "Vete, Satanás" (vers.
10). El Deseado de todas las gentes
comenta las tentaciones en el orden en el cual las presenta Mateo (pp. 102-103;
ver com. vers. 9).
La
secuencia de los acontecimientos muchas veces es diferente en uno de los
Evangelios sinópticos frente a los otros.
Debe notarse que ninguno de los evangelistas pretende haber organizado
el relato en orden cronológico exacto (ver p. 268), y es evidente que no lo han
hecho siempre así. Ver la Nota Adicional
2 del cap. 3.
La santa ciudad. Algunas monedas de los Macabeos llevan la inscripción: "Jerusalén la
santa". Isaías denomina
"ciudad santa" a Jerusalén (cap. 48: 2; 52: 1). En Mat. 27: 53 Jerusalén aparece como
"santa ciudad". Es evidente
que Satanás escogió el templo como el lugar de su segunda tentación no porque
no hubiera alturas y precipicios en los montes del desierto. Tiene que haber
existido otro motivo. Posiblemente Satanás quiso rodear a la segunda tentación
con un ambiente de santidad.
Pináculo. Gr. pterúgion, diminutivo de la palabra "ala". Se emplea la palabra para referirse a la
punta o a la extremidad de algo. Por eso
se entiende que alude aquí al borde exterior del templo. Diversos autores griegos emplean la misma
palabra para referirse a las partes altas de un edificio o de un templo. La
palabra "pináculo" viene de la palabra latina pinnaculum, que es el
diminutivo de pinna, "pluma".
Templo. Gr.
hierón, término que se emplea para referirse a toda el área del templo y sus
edificios. En griego, el edificio del
templo, con su lugar santo y su lugar santísimo se llama naós. En el NT, ambas palabras, hierón y naós, se
traducen como "templo".
6. Si eres. Ver com. vers. 3. A primera vista, parecería que al no responder al desafío
de Satanás, Jesús admitía tácitamente que no era Hijo de Dios. Al enfrentarse con la primera tentación,
Jesús había demostrado su lealtad como Hijo a la voluntad del Padre. En esta ocasión el tentador le propone que
demuestre su lealtad y su fe mediante un acto que, aparentemente, daría una
prueba convincente de ese hecho.
Echate abajo. Satanás insinuaba que sin duda tal acto de fe en Dios sería la suprema
demostración de que Jesús era en verdad el Hijo de Dios. El Midrash Pesikta
Rabbati, comentario bíblico rabínico de aproximadamente el año 845 d. C.,
afirma en la sección 36 que "cuando el rey Mesías se revele, vendrá y se
parará sobre el techo del lugar santo".
No se puede saber si esta tradición se remonta a tiempos de Jesús. Si Jesús se hubiera echado abajo, nadie más
que Satanás y los ángeles de Dios lo hubieran visto (ISG 33).
Escrito está. Satanás tergiversa y aplica mal el pasaje que ahora presenta ante Cristo
como una razón para que se aparte del camino del deber. Emplea la Palabra de
Dios en tal forma, que parece que este pasaje aprueba una conducta pecaminosa;
tuerce su significado y lo emplea engañosamente (cf. 2 Cor. 4: 2).
A sus ángeles mandará. Satanás cita del Sal. 91: 11-12, pero omite las palabras "que te
guarden en todos tus caminos".
Quizá tenía el propósito de oscurecer el hecho de que tenemos derecho de
reclamar el cuidado protector de Dios sólo cuando andamos por los caminos que
Dios escoge. Satanás bien sabía que
cuando un hombre se aparta del camino estrecho y recto, se aleja del terreno
escogido por Dios y se coloca en la tierra hechizada del enemigo. Pero Jesús se negó a apartarse del camino de
la estricta obediencia a la voluntad del Padre.
7. Escrito está. Satanás había sacado las palabras de Sal. 91: 11-12 de su contexto (ver
com. Mat. 4:6). A fin de exponer el verdadero significado de
las palabras citadas del Sal. 91 y probar que el diablo las había aplicado mal,
Jesús citó otro pasaje (Deut. 6: 16), cuyo contexto muestra cuáles son las
circunstancias en las cuales se puede pretender recibir la bendición de Dios
(Deut. 6: 17-25). Los textos aislados de
su contexto muchas veces dan lugar a interpretaciones erróneas. Además, un pasaje debe entenderse en armonía
con todos los otros. Lo que algunos
dicen, en el sentido de que puede torcerse la Escritura para que enseñe
cualquier doctrina, sólo es cierto cuando se viola este principio. Cuando se estudia la Palabra de Dios en todo
su conjunto, sus verdades son claras y armoniosas.
No tentarás. Las palabras empleadas por Cristo para frustrar al enemigo fueron originalmente pronunciadas por Moisés en relación con la queja de los israelitas, cuando por primera vez protestaron en el desierto por falta de agua (Exo. 17: 1-7).
Dios había proporcionado abundantes pruebas de que estaba guiando a su pueblo y que le proporcionaría todo lo que necesitara, por ejemplo, el despliegue de poder divino en Egipto, la dramática liberación en el mar Rojo, y posteriormente el envío del maná.
Cuando se le dio alimento, el pueblo prometió humildemente que en el futuro confiaría en el Señor (PP 303-304), pero poco tiempo más tarde, cuando tuvieron oportunidad de ejercer su fe, los hebreos acusaron a Moisés de querer matarlos a fin de enriquecerse con sus posesiones (Exo. 17: 1-4; PP 303-305).
A pesar de las evidencias del cuidado de Dios
para con ellos, "tentaron a Jehová, diciendo: ¿Está, pues, Jehová entre nosotros,
o no? (Exo. 17: 7). Pusieron a Dios a
prueba; es decir, lo desafiaron a que demostrara su divino poder. Su pecado consistió en acercarse a Dios con
un espíritu equivocado, de exigencia y de impaciente ira, y no el de humilde y
paciente fe. A menos de que se les diera
lo que exigían, se negaban a creer en Dios.
Con
este mismo espíritu Satanás propuso que Cristo pusiera a prueba al Padre. En vez de aceptar por fe lo que el Padre
había proclamado en el Jordán, cuando afirmó que Jesús era el Hijo de Dios,
Satanás sugería que Jesús pusiera al Padre a prueba para convencerse por sí
mismo de que eso era así. Pero tal
comprobación reflejaría duda y no fe.
Nunca
debemos colocarnos innecesaria o descuidadamente en una posición en la cual
Dios tenga que obrar un milagro a fin de salvarnos de los resultados adversos
de nuestra necia conducta. No debemos
albergar la presunción de que Dios nos rescatará cuando sin necesidad nos
precipitamos hacia el peligro. Una fe madura nos inducirá a poner nuestra vida
en armonía con lo que Dios ya nos ha revelado, y entonces hemos de confiar en
él para lo demás.
8. Monte muy alto. El registro inspirado no ha revelado el lugar de la tercera tentación. Algunos han sugerido que podría haber sido en
el monte Nebo, desde cuya altura (unos 880 m) Moisés vio toda la tierra
prometida (Deut. 34: 1-4), y después, en visión, contempló el desarrollo del
plan de salvación a través de todas las edades (PP 505-510).
Le mostró. Mateo hace notar que el diablo "le mostró todos los reinos del mundo y
la gloria de ellos" (cap. 4: 8), y Lucas señala que esto ocurrió "en
un momento" (cap. 4: 5). Es inútil
especular en cuanto a la forma en que Satanás pudo presentar ante Jesús el
vívido panorama que pasó delante de sus ojos.
Despojándose
de su disfraz de ángel de gloria, Satanás se presentó ante Cristo como príncipe
de esta tierra (DTG 102-103). No tenía
derecho a ese título, pero había arrebatado a Adán y Eva el dominio que Dios
les había dado. Satanás pretendía haber reemplazado a Adán como legítimo señor
de la tierra (Gén. 1:28; Job 1:6-7), pero gobernaba como usurpador. Sin embargo, Cristo no refutó directamente
las pretensiones de Satanás, y sólo negó que Satanás tuviera derecho alguno de
recibir adoración. Jesús mismo habló de Satanás como el "príncipe" de
este mundo, reconociendo así el gobierno de facto de Satanás (Juan 12: 31; 14:
30; 16: 11).
Mundo. Gr.
kósmos, "mundo", o "universo", desde el punto de vista de
estar dispuesto en orden en el espacio.
Lucas emplea la palabra oikoumén', "mundo habitado" (cap. 4:
5), la cual aparece también en Mat. 24: 14; Luc. 2: 1; Hech. 11: 28; 17: 6;
etc.
La gloria de ellos. Satanás ocultó hábilmente el lado peor de su reino y presentó sólo las
deslumbrantes glorias de las proezas humanas.
Ofreció a Jesús el papel de Mesías político. Si Jesús se hubiera presentado así, la nación
Judía lo habría aceptado (ver Juan 6: 15; com.
Luc. 4: 19).
9. Todo esto. Ver com. vers. 8. Efectivamente Satanás dominaba los asuntos religiosos y
políticos del mundo (Luc. 4: 6). Claro está que "todo esto" era una propiedad
robada, pero mientras Satanás la tuviera en su poder, se proponía comerciar con
ella para ventaja propia. Cristo era el
verdadero dueño, y su posesión se basaba en el hecho de que había creado
"todas las cosas" (Juan 1: 3).
Nunca había renunciado a sus derechos.
Satanás sabía que Jesús había venido a desafiar sus pretensiones, y
ahora se proponía entregarlas sin lucha, pero a cambio de ciertas
condiciones. Satanás no dominaba en
forma total a la raza humana; había todavía quienes no le rendían lealtad. Comprendía el desafío implicado en la pureza
impecable de Cristo.
Te daré. Satanás
dio a entender que Jesús conseguiría algo pagando prácticamente nada. "Todo esto" sería suyo por el
bajísimo precio de postrarse una vez ante el que pretendía ser el legítimo
dueño. Es como si Satanás hubiera insinuado que Jesús había venido a ganarse el
título de este mundo, y le ofrecía que lo aceptara como un regalo de su parte,
con toda la honra y el poder, sin lucha alguna. A cambio, todo lo que Satanás
pedía era que Cristo transfiriera su lealtad personal del Padre a Satanás.
Postrado me adorares. En los países del Cercano Oriente, el postrarse es todavía una señal de
absoluta sumisión y homenaje. Esta
propuesta diabólica -que el Dios encarnado adorase al diablo- constituye la más
grande blasfemia. Los grandes principios que estaban en juego y la impía
temeridad de la propuesta parecen mostrar el límite máximo de la ingeniosidad
del diablo, y sugieren que el orden en que Mateo presenta las tres tentaciones,
y no el orden de Lucas, es el verdadero orden cronológico. Después de haber
dado este paso atrevidísimo, Satanás no tenía nada más que ofrecer.
10. Vete. Se había llegado a la culminación.
Satanás se había desenmascarado y había aparecido tal como era. El príncipe
de este mundo se había acercado a Cristo ofreciéndole la satisfacción de los
anhelos humanos: (1) aplacar las necesidades materiales propias del bienestar
humano, (2) tener la prerrogativa de hacer lo que a uno le plazca y gozar del
privilegio de desobedecer sin aceptar las responsabilidades que eso entraña,
(3) orgullo y popularidad, y (4) ejercer poder y autoridad sobre otros.
El
príncipe de este mundo se acercó a Cristo y no encontró en él nada que
respondiera, ni en el más mínimo grado, a la tentación (Juan 14: 30). El Hijo de Dios "en semejanza de carne
de pecado... condenó al pecado en la carne" (Rom. 8: 3), y si nosotros tan
sólo nos acercamos a él con fe, si preferimos no andar "conforme a la
carne, sino conforme al Espíritu" (Rom. 8: 4), Cristo por su gracia nos
capacitará para andar así. Si tan sólo
nos sometemos a Dios, también podremos resistir al diablo, y el huirá de
nosotros (Sant. 4: 7-8). Dios nos será una
defensa segura (Prov. 18: 10).
Satanás. Ver
com. vers. 1.
Al Señor tu Dios adorarás. Esta cita es de la LXX y corresponde a Deut. 6:
13. La creencia de que el hombre puede
servir a dos señores es un engaño satánico (Mat. 6: 24). Cualquier filosofía de la vida que nos
ofrezca "todo esto" y además el cielo, es parte de la doctrina del
diablo mismo.
A él solo servirás. Jesús había afirmado su lealtad a los principios en lo que atañe al cuerpo,
la mente y el alma. A través de toda su
vida, fue la voluntad del Padre, y no la suya propia, la que dirigía su
elección en todas las cosas (cf. cap. 26:39).
11. Entonces. Ver com. vers. 1.
Le dejó. No
en forma permanente, sino "por un tiempo" (Luc. 4: 13). Desde su misma infancia, la vida de Jesús fue
"una larga lucha contra las potestades de las tinieblas" (DTG 52,
90-91; ver com. Luc. 4: 2). El diablo tentó a Cristo, pero no tenía poder
para obligarlo a pecar. Lo mismo ocurre
con nosotros. Sus más terribles
tentaciones carecen de poder a menos que consintamos ante el pecado (MJ 65). Cuando resistimos al diablo, él huye de
nosotros (Sant. 4: 7). Cristo salió
triunfante de la lucha; el diablo se alejó como un enemigo derrotado.
Le servían. Cuando acabaron las tentaciones, Jesús cayó exhausto a tierra. Su rostro tenía la palidez de la muerte:
estaba como moribundo (DTG 104-105).
Satanás
había prometido el ministerio de los ángeles sin tomar en cuenta la obediencia
a la voluntad de Dios, pero Jesús rehusó eso. Ahora ángeles celestiales
vinieron y le sirvieron sin que hubiera desobedecido. Cuando le aseguraron que el Padre lo amaba y
que todo el cielo se regocijaba por su victoria, el Salvador debe de haberse
sentido muy fortalecido y consolado. (5CBA).
COMENTARIOS DE EGW
1. "Y
JESÚS, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el
Espíritu al desierto." Las palabras de Marcos son aún más significativas.
Él dice: "Y luego el Espíritu le impele al desierto. Y estuvo allí en el
desierto cuarenta días, y era tentado de Satanás; y estaba con las
fieras." "Y no comió cosa en aquellos días." Cuando Jesús fue
llevado al desierto para ser tentado, fue llevado por el Espíritu de Dios. El
no invitó a la tentación. Fue al desierto para estar solo, para contemplar su
misión y su obra. Por el ayuno y la oración, debía fortalecerse para andar en
la senda manchada de sangre que iba a recorrer. Pero Satanás sabía que el
Salvador había ido al desierto, y pensó que ésa era la mejor ocasión para
atacarle. Grandes eran para el mundo los resultados que estaban en juego en el
conflicto entre el Príncipe de la Luz y el caudillo del reino de las tinieblas.
Después de inducir al hombre a pecar, Satanás reclamó la tierra como suya, y se
llamó príncipe de este mundo. Habiendo hecho conformar a su propia naturaleza
al padre y a la madre de nuestra especie, pensó establecer aquí su imperio.
Declaró que el hombre le había elegido como soberano suyo. Mediante su dominio
de los hombres, dominaba el mundo. Cristo había venido para desmentir la
pretensión de Satanás. Como Hijo del hombre, Cristo iba a permanecer leal a
Dios. Así se demostraría que Satanás no había obtenido completo dominio de la
especie humana, y que su pretensión al reino del mundo era falsa. Todos los que
deseasen liberación de su poder, podrían ser librados. El dominio que Adán
había perdido por causa del pecado, sería recuperado. Desde el anuncio hecho a
la serpiente en el Edén: "Y enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre
tu simiente y la simiente suya,' (Génesis 3:15). DTG 89
"EL BAUTISMO"
https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/dtg-capitulo-11-el-bautismo.html
"LA TENTACIÓN"
https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/dtg-capitulo-12-la-tentacion.html
"LA VICTORIA" DE CRISTO...
https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/dtg-capitulo-13-la-victoria.html
1-3. PR 128
1-4. CRA 77; 1JT 421; PE 155; 3T 380; 4T 29; Te
19, 244, 253
1-11. CMC 221; CRA 178; DTG 89-105; 3T 372; 4T
576; Te 250
2. CRA 198, 220; 1JT 416, 419; MC 256;
MM 264; 4T 32, 293
2-4. CRA 82, 201; DTG 92; 4T 257; 5T
510; Te 97, 142
3. DTG 16, 33, 93-94, 619, 696; MC 330;
2T 508
3-4. MJ 56; 1T 293
4. CH 423; CMC 161, 222; COES 29, 34, 47; CS 55,
616; DMJ 48; DTG 65, 68, 95-96, 99, 354- 355, 631; EC 402; Ed 122, 167; HAp 42;
2JT 374, 413, 426, 574; 3JT 285; MC 14, 136; MM 89, 97, 125; NB 101; OE 279,
325; PP 208; PVGM 21; 4T 45; 5T 330, 434; 6T 81; 7T 223; Te 244, 253; TM 448;
5TS 182
5-6. DTG 100; Te 253
5-7. PE 155
5-8. 1JT 98, 118; MJ 50
5-9. CS 555
6. DTG 696
6-7. DTG 100
7. 1JT 411; MM 15
7-10
4T45
8-9. CMC 150; DTG 103; 1JT 405; 2JT
369; MJ 52; 4T 495
8-11. CS 54; DTG 16; 1T 293; Te 253
9. CMC 222, 226; 1JT 407; 3JT 292; 4T 37
10. DTG 103; 2JT 365; PR 460; Te 247
10-11. 3T 457
11. DTG 105; FV 74; PE 157; SR 202; Te 19
Ministerio
Hno. Pio
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