Marcos 2. Ministerio En Y Alrededor De Capernaúm. Vers. (1-13) Cristo cura a un paralítico. (14) Llama a Mateo, un recaudador de impuestos; (15-17) come con los publicanos y los Pecadores; (18-22) excusa a sus discípulos porque no ayunan (23-28) y por arrancar espigas en día sábado.
1 ENTRO Jesús otra vez en Capernaúm después de algunos días; y se oyó que estaba en casa. 2 E inmediatamente se juntaron muchos, de manera que ya no cabían ni aun a la puerta; y les predicaba la palabra.
3 Entonces vinieron a él unos trayendo un paralítico, que era cargado por cuatro. 4 Y como no podían acercarse a él a causa de la multitud, descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo una abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico. 5 Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados. 6 Estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales cavilaban en sus corazones: 7 ¿Por qué habla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?
8 Y conociendo luego Jesús en su espíritu que cavilaban de esta manera dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por qué caviláis así en vuestros corazones?
9 ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu lecho y anda? 10 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): 11 A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa. 12 Entonces él se levantó en seguida, y tomando su lecho, salió delante de todos, de manera que todos se asombraron, y glorificaron a Dios, diciendo: Nunca hemos visto tal cosa. 13 Después volvió a salir al mar; y toda la gente venía a él, y les enseñaba.
14
Y al pasar, vio a Leví hijo de Alfeo, sentado al banco de los tributos
públicos, y le dijo: Sígueme. Y levantándose, le siguió.
15
Aconteció que estando Jesús a la mesa en casa de él, muchos publicanos y
pecadores estaban también a la mesa juntamente con Jesús y sus discípulos;
porque había muchos que le habían seguido.
16 Y los escribas y los fariseos, viéndole comer con los publicanos y con los pecadores, dijeron a los discípulos: ¿Qué es esto, que él come y bebe con los publicanos y pecadores? 17 Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores.
18 Y los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunaban; y vinieron, y le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunan, y tus discípulos no ayunan? 19 Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los que están de bodas ayunar mientras está con ellos el esposo? Entre tanto que tienen consigo al esposo, no pueden ayunar. 20 Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces en aquellos días ayunarán. 21 Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; de otra manera, el mismo remiendo nuevo tira de lo viejo, y se hace peor la rotura. 22 Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo rompe los odres, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar.
23 Aconteció que al pasar él por los sembrados un día de reposo, sus discípulos, andando, comenzaron a arrancar espigas. 24 Entonces los fariseos le dijeron: Mira, ¿por qué hacen en el día de reposo lo que no es lícito? 25 Pero él les dijo: ¿Nunca leísteis lo que hizo David cuando tuvo necesidad, y sintió hambre, él y los que con él estaban; 26 cómo entró en la casa de Dios, siendo Abiatar sumo sacerdote, y comió los panes de la proposición, de los cuales no es lícito comer sino a los sacerdotes, y aun dio a los que con él estaban?
27 También les dijo: El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo. 28 Por tanto, el Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo. (Marcos 2).
1. Entró Jesús otra vez. [El paralítico bajado por el techo, Mar. 2:1-12 = Mat. 9:2-8 = Luc.
5:17-26. Comentario principal: Marcos. Ver mapa p. 208; diagrama p. 221; en
cuanto a los milagros, pp. 198-203] O "entró de nuevo" (BJ). Es
característico de Marcos usar la palabra griega pálin, "otra vez",
para referirse a lugares que ha mencionado previamente o a circunstancias
similares (cap. 2: 13; 3: 1, 20; 4: 1; 5: 21; 8: 13). A manera de contraste,
Mateo generalmente usa pálin para introducir una nueva sección de su relato.
Tanto Mateo como Marcos hacen notar que Jesús había vuelto recientemente de su
primer recorrido por los pueblos y las aldeas de Galilea (ver Mat. 9: 1). Mateo
añade la información de que el regreso de Cristo a Capernaúm fue en una barca.
Es evidente una de dos cosas: o su primer viaje terminó en la orilla oriental
del mar de Galilea, o se había retirado a esa región cuando la publicidad que
le fue dada por el leproso sanado lo indujo a un retiro transitorio de su
ministerio público (ver com. Mar. 1: 45).
Capernaúm. Ver com. Mat. 4: 13. Hablando de Cristo, Mateo dice que Capernaúm era
"su ciudad". Es decir, era la sede central desde la cual efectuaba su
ministerio en Galilea, y Jesús parece haberla considerado como su propia
ciudad.
Después de algunos días. Gr. di' hémerón, "días después" (BJ, 1966). Estas palabras son
tomadas por algunos como una referencia a todo el período del primer recorrido
de Jesús por Galilea, entre el tiempo de su partida de Capernaúm (cap. 1:
35-38) y su regreso a esa ciudad. Por lo tanto, y teniendo en cuenta que ese
recorrido duró quizá una cantidad de semanas, quizá sea más apropiado entender
aquí los "días" como que fueron aquellos durante los cuales Jesús se
retiró al desierto debido a las multitudes, cuando "no podía, Jesús
presentarse en público en ninguna ciudad" (cap. 1:45, BJ). Si se entiende
así, el período en cuestión sería el transcurrido entre los sucesos narrados al
fin del cap. 1 y los del comienzo del cap. 2.
Se oyó. O
"había corrido la voz" (BJ).
Que. Gr.
hoti, "que", lo cual implica que las siguientes palabras,
literalmente, "él está en la casa", son una cita directa de lo que
estaba diciendo la gente en general.
En casa. Sólo
Marcos menciona específicamente este hecho, como también sucede con muchos
otros detalles del relato que omiten los otros sinópticos. Esta referencia, sin
duda, alude al hogar de Pedro (ver DTG 232, 236; com. cap. 1: 29).
2. Inmediatamente. La salida de Cristo de Capernaúm para su primer recorrido misionero se
debió a la agitación popular y a las grandes multitudes que lo buscaban (cap.
1: 33, 37). Pero su ausencia de Capernaúm no disminuyó el entusiasmo de la
gente. Tan pronto se supo que Jesús estaba otra vez en la ciudad, la gente
acudió a él.
3. Cargado por cuatro. Detalle que sólo da Marcos. Este y otros detalles no sólo reflejan la
veracidad del relato sino que también indican que se trata de la narración de
un testigo ocular; en este caso, quizá Pedro (ver p. 551).
4. Descubrieron el techo. Literalmente, "destecharon el techo". Lucas (cap. 5: 19) registra
que "por el tejado le bajaron". Como es común en el Medio Oriente,
sin duda en esta casa había un techo plano, con una grada o escalera por el
lado de afuera que permitía subir desde el patio (ver Hech. 10: 9; cf. com.
Deut. 22: 8 ). Sin duda, el techo tenía tejas sobre las vigas.
Esta
forma insólita de llegar hasta Jesús fue la desesperada sugerencia del mismo
paralítico, quien temía que, aunque ahora estaba tan cerca de Jesús, podría
perder su oportunidad (DTG; 233). El hecho de que, Jesús saliera tan
inesperadamente de Capernaúm (cap. 1: 37-38), de que hubiera permanecido
ausente durante varias semanas y finalmente se hubiera retirado al desierto
(cap. 1: 45), quizá aumentó la desesperación de este hombre, el cual afrontaba
la perspectiva de una muerte prematura (DTG 232).
Lecho. Gr.
krábbatos, la "cama" o el "lecho" de un pobre. La ruda
camilla en la que yacía el hombre quizá era poco 1más que una estera de paja, o
una colcha rellena.
5. La fe de ellos. Es decir, de los cuatro que llevaban la camilla y del paralítico. El hecho
de que abrieran un hueco en el techo habla elocuentemente de su urgente sentido
de necesidad y de su fe de que sólo Jesús podía satisfacerla. Ese sentimiento
de necesidad y una fe tal son esenciales antes de que el poder sanador de Jesús
pueda aplicarse ya sea al cuerpo o al alma (ver com. Luc. 5: 8).
Hijo. Gr. teknon, literalmente, "niño", "hijito" (como se ha traducido en Juan 13: 33; Gál. 4: 19; 1 Juan 2: 1, 12, 28; 3 7, 18; 4: 4; 5: 21). Cuando se usa para dirigirse a alguien, como aquí, significa "hijito mío", "mi hijo". Puesto que su enfermedad le había sobrevenido como resultado directo de una vida depravada (DTG 232), parecería que su caso debe haber sido muy semejante al del hijo pródigo (Luc. 15: 13- 14). Lo mismo podría decirse del paralítico sanado en Betesda unos pocos meses antes (Juan 5: 14).
Tus pecados te son perdonados. Ver com. vers. 10. La aflicción le había dado tiempo para reflexionar, y había llegado a comprender que su sufrimiento se debía a sus propios pecados.
Jesús se refirió a esos pecados que ahora pesaban
tanto sobre la mente de ese hombre. El paralítico vino buscando tanto salud del
alma como curación del cuerpo (ver DTG 232-234). Estaba físicamente impotente y
desahuciado espiritualmente, hasta que presentó su caso a Jesús, quien le
proporcionó tanto ayuda como esperanza (ver com. Juan 9: 2).
6. Los escribas. Ver p. 57, y com. cap. 1: 22. Según Lucas (com. cap. 5: 17), esos
"fariseos y doctores de la ley" venían de todas partes "de
Galilea, y de Judea y de Jerusalén". La venida de representantes de tantos
lugares diferentes sugiere que su presencia en esa ocasión particular era más
que casual. El hecho de que esos funcionarios religiosos provinieran precisamente
de las zonas en las cuales Jesús hasta entonces había trabajado, parecería
indicar que estaban en Capernaúm para investigar en cuanto a Aquel que se había
convertido en el centro de un interés público tan intenso. La situación hace
recordar a la delegación que los dirigentes de Jerusalén enviaron al Jordán
para que investigara la obra de Juan el Bautista (Juan 1: 19-28) dos años
antes. Esta delegación, proveniente de Judea, donde Jesús había trabajado
antes, puede haber sido convocada para aconsejar a los dirigentes de Galilea
acerca de su forma de actuar en vista de las últimas actividades de Jesús allí.
Esos
hombres eran espías (ver DTG 232; cf. 184), y Jesús, como para hacerles
recordar vívidamente la curación del paralítico de Betesda (Juan 5: 1-9), ahora
sanó a otro hombre que sufría de la misma enfermedad. No tuvieron que esperar
mucho antes de encontrar lo que estaban buscando: supuestas evidencias de que
Jesús era blasfemo. Su declaración anterior ante los dirigentes Judíos había
sido conceptuada como blasfemia (Juan 5: 18); ahora ejerció públicamente una
prerrogativa divina que ellos también tomaron como blasfemia. Este episodio
señala la primera de varias controversias de Jesús con las autoridades judías
durante su ministerio en Galilea.
Cavilaban. Gr. dialogízomai, "saldar cuentas", "platicar",
"debatir", "argüir".
7. Este. En
un sentido despectivo. Ellos pensaban que habían sorprendido a Jesús en el acto
de blasfemar, pero, aunque parezca extraño, la prueba no era tal como para que
pudieran presentarla contra él cuando lo juzgaron un año y medio más tarde
(Mat. 26: 59-60; Mar. 14:55-56). La dificultad de ellos consistía en que él les
presentaba la acción práctica del poder de la Deidad -perdón del pecado y
curación de la enfermedad- y no una afirmación específica de pretensiones
mesiánicas (ver p. 199).
Blasfemias. Gr. blasfemia, "dicho injurioso", "calumnia", es decir,
cualquier afirmación ofensiva.
Los
escribas daban por sentado que al perdonar los pecados del paralítico, Jesús
-simplemente un hombre, según suponían ellos- había usurpado las prerrogativas
de la Deidad. En el sistema ceremonial, el sacerdote presidía durante la
confesión que hacía un hombre, pero en realidad no pronunciaba palabras de
perdón. Su aceptación del sacrificio tan sólo simbolizaba que Dios había
aceptado la confesión (Heb. 10:1-12). Cuando se negaron a reconocer la prueba
de la presencia y de la acción de la Divinidad, los escribas estaban cometiendo
precisamente el pecado del cual, en sus corazones, acusaban a Cristo (Mat.
12:22-32). El castigo levítico para la blasfemia era pena de muerte o apedreamiento
(Lev. 24:16), aunque los judíos del tiempo de Cristo, por lo general, no
estaban en libertad de llevar a cabo esa ejecución.
¿Quién puede perdonar? En cuanto a su teología, en rigor de verdad, los escribas tenían razón,
pues el AT claramente indicaba que Dios es Aquel que perdona pecados (Isa.
43:25; Jer. 31: 34; cf. Juan 10: 33). Su error consistía en no haber reconocido
que el Hombre que estaba ante ellos era Dios. Ver p. 199.
8. Conociendo. "Dándose cuenta" (BJ, 1966). Gr. epiginoskó, "saber con
seguridad", "reconocer". Repetidas veces, Jesús leyó los
pensamientos de los hombres (Mar. 12: 15; Luc. 6: 8; 9: 47; 11: 17; cf. Juan 4:
16-19; 8: 7-9). Generalmente esto los enfurecía.
9. ¿Qué es más fácil? Es evidente que los escribas estaban pensando: "Es fácil decir que
569los pecados de un hombre están perdonados, pero nadie puede decir si lo
están en realidad" Inmediatamente Jesús aceptó su desafío tácito y, en
resumen, les preguntó: "¿Qué sería para ustedes más fácil, perdonar los
pecados de un hombre o sanarlo de su parálisis?" La respuesta es obvia.
10. Para que sepáis. Jesús presentó un milagro que todos podían ver como la prueba de la
realidad de un milagro mucho mayor que no podían ver (cf. Rom. 1:20).
El Hijo del Hombre. Por primera vez, en este relato los tres autores de los sinópticos usan este título distintivo (Mat. 9: 6; Mar. 2: 10; Luc. 5: 24). Esta era la forma favorita en que Cristo se llamaba a sí mismo, y aparece unas 80 veces en los Evangelios. Sin embargo, nadie lo llamó en esa forma, ni ninguno de los escritores de los Evangelios se refiere a él así. A lo menos, entre algunos judíos, ese título era entendido como un nombre para el gobernante mesiánico del nuevo reino que se iba a establecer.
Excepto bajo juramento (Mat. 26: 63-64; Mar. 14: 61-62), y
en privado para los que estaban listos a creer en él como el Cristo (Mat. 16:
16-17; Juan 3: 13-16; 4: 2526; 16: 30-31), Jesús no afirmó directamente su
carácter mesiánico. Su propósito era que los hombres reconocieran en su vida,
sus palabras y sus obras, la evidencia de que las profecías del Mesías se
habían cumplido en él. Ver p. 199.
Jesús era literalmente "el Hijo del Hombre" tanto en un sentido puramente histórico (Luc. 1: 31- 35; Rom. 1: 3-4; Gál. 4: 4) como en un sentido más excelso. El título "Hijo del Hombre" lo designa como al Cristo encarnado (Juan 1: 14; Fil. 2: 6-8). Destaca el milagro por el cual el Creador y la criatura se unieron en una persona divino-humana. Testifica de la verdad de que ciertamente los hijos de los hombres pueden llegar a convertirse en hijos de Dios (Juan 1: 12; Gál. 4: 3-7; 1 Juan 3:1-2). La Deidad se identificó con la humanidad a fin de que la humanidad pudiera otra vez transformarse a la imagen de la Divinidad (DTG 16). Acerca de Jesús como el Hijo de Dios, ver com. Luc. 1: 35; Juan 1:1-3; y como el Hijo del hombre, com. Luc. 2:49, 52; Juan 1: 14; la Nota Adicional de Juan 1.
Potestad. Gr. exousía, "autoridad", "potestad". La palabra griega
que se usa para "poder", en el sentido de "potencia" o
"fuerza", es dúnamis. Para realizar un milagro se necesita poder;
pero el perdón de los pecados era cuestión de autoridad. En este pasaje,
exousía está al comienzo de la cláusula y así destaca la autoridad de Cristo
para perdonar pecados. Los dirigentes judíos repetidas veces desafiaron esa
autoridad (cap. 11: 28).
Perdonar pecados. Debía ser eliminada la cansa de la enfermedad antes de que el sufriente
pudiera ser liberado de la enfermedad que lo aquejaba (ver com. vers. 5). La
curación del cuerpo sin la curación del alma sólo podía resultar en una
repetición de la conducta que había provocado la enfermedad en el joven. Por
ende, Cristo, que dio al hombre tan cuerpo nuevo, primero le proporcionó un
corazón nuevo.
Dijo. La
afirmación entre paréntesis que comienza con esta palabra está insertada en
medio del discurso de Jesús para indicar que en ese punto dejó de dirigirse a
los escribas y habló al paralítico. Aparece en el mismo lugar en las tres
versiones del relato (cf. Mat. 9: 6; Luc. 5: 24). Ejemplos similares de un
lenguaje idéntico pueden hallarse en Mar. 1: 16 y Mat. 4: 18; Mar. 5: 28 y Mat.
9: 21; Mar. 14: 2 y Mat. 26: 5; Mar. 15: 10 y Mat. 27: 18. Ver pp. 175-176; cf.
pp. 298-299.
11. A ti te digo. El orden de las palabras en nuestro idioma corresponde exactamente con el
orden de las palabras en griego, y hace resaltar a quién hablaba Jesús. El
dirigió las palabras del vers. 10 a los escribas descreídos. Ahora, como una
prueba para ellos, se volvió al paralítico y dijo: "A ti te digo:
Levántate". El poder para sanar físicamente era prueba de la autoridad
para sanar espiritualmente.
Toma tu lecho. El doliente había sido llevado a Jesús en su lecho; ahora se retira de la
presencia de Jesús llevando su lecho, una prueba de la gran transformación que
había ocurrido.
12. Tal cosa. O "Jamás vimos cosa parecida" (BJ). El hombre que había venido a
Jesús con un profundo sentido de necesidad se fue lleno de gozo triunfante,
mientras que los que habían venido llenos de engreimiento, orgullo y maldad se
fueron "mudos de asombro y abrumados por su derrota" (DTG 236). El
espíritu con el cual los hombres se acercan a Jesús determina si encuentran en
él un escalón para el cielo o una piedra de tropiezo para la destrucción (cf.
Mat. 21: 44; Luc. 2: 34; 1 Ped. 2: 8).
13. Volvió a salir. [Llamamiento de Leví Mateo, Mar. 2:13-14 = Mat. 9:9 = Luc. 5.-2728.
Comentario principal: Marcos. Ver mapa p.208;570 diagrama p. 221] Es evidente
que este fue un breve viaje por las proximidades de Capernaúm, y no un viaje
importante de predicación por Galilea. El segundo viaje de esa naturaleza, el
cual fue precedido por la elección de los doce y el Sermón del Monte, no
comenzó hasta un tiempo después.
14. Vio. Ver
com. Luc. 5: 27.
Leví. Lucas
también usa este nombre (cap. 5: 27), pero Mateo, en el mismo relato, prefiere
el nombre de Mateo (cap. 9: 9). Que los dos nombres se refieren al mismo hombre
se ve, además, por el hecho de que Mateo también es llamado "el publicano
[cobrador de impuestos]" (Mat. 10: 3), y porque en sus listas de los doce
apóstoles, los autores de los otros Evangelios consignan Mateo y no Leví (Mar.
3: 18; Luc. 6: 15; cf. Hech. 1: 13). Era común que los judíos tuvieran más de
un nombre, como en el caso de Simón Pedro y de Juan Marcos (ver com. Mar. 3:
14).
Hijo de Alfeo. Algunos han creído identificar a "Leví hijo de Alfeo" con
"Jacobo hijo de Alfeo" (cap. 3: 18). Sin embargo, en vista de la
prueba ya dada para identificar a Leví con Mateo, parece indudable que Leví y
Jacobo eran personas diferentes; es imposible decir si eran hermanos (ver com.
cap. 3: 18).
Los tributos públicos. Es decir, la oficina de impuestos. Sin duda, estaba a la orilla del
"mar" (vers. 13), y probablemente era una oficina en la cual los
agentes de Herodes Antipas cobraban impuestos a las caravanas y a los viajeros
que pasaban por el camino principal de Damasco y el Oriente a Tolemaida (Aco)
sobre el Mediterráneo (ver com. Isa. 9:1), o al mar de Galilea, procedentes del
territorio de Herodes Felipe. En cuanto a la ubicación estratégica y comercial
de Capernaúm, ver com. Mat. 4: 13 y Luc. 4: 31
Según
el concepto popular era deshonroso ser cobrador de impuestos. Los tales, con
frecuencia, no sólo eran instrumentos de la opresión romana, sino que también
eran extorsionadores que actuaban por su propia cuenta, usando de su poder
oficial para oprimir y defraudar a la gente. Eran aborrecidos y despreciados
por todos como parias sociales y religiosos (ver p. 68, com. Luc. 3: 12).
Sígueme. El
lenguaje que comúnmente Cristo usaba para extender su invitación al discipulado
(Mat. 4: 19; Juan 1: 43). Invitado a hacer en un instante la gran decisión de
su vida, Mateo estuvo dispuesto. Una decisión tal presupondría que previamente
se había relacionado con Jesús. En su corazón ya debe haber habido un anhelo de
seguir al Maestro. Pero, puesto que conocía muy bien la actitud de los rabinos
para con los cobradores de impuestos, sin duda no se le ocurría que este gran
rabino condescendería en que fuera uno de sus discípulos. Lucas (cap. 5: 28)
añade que Mateo dejó "todo" para seguir a Jesús; abandonó una ocupación
lucrativa para servir sin pago alguno.
15. Estando. [La fiesta de Mateo, Mar. 2: 15- 17 = Mat. 9: 10-13 = Luc. 5: 29-32.
Comentario principal: Marcos. Ver mapa p. 209; diagrama p. 221] Gr. katákeimai
acostarse", "estar reclinado".
Aunque en los tiempos del AT la costumbre judía era sentarse para comer,
en el tiempo de Jesús, por lo menos en las casas de la gente más acomodada, los
comensales, para comer, solían acostarse sobre una plataforma baja, o lecho,
que llegaba hasta la mesa. Descansaban sobre cojines y se apoyaban sobre su
brazo izquierdo. Por lo general, la mesa tenía tres lados hasta los que
llegaban esas plataformas inclinadas. El cuarto lado quedaba abierto para que
los servidores llevaran los alimentos. El hecho de que en la casa de Mateo
hubiera una mesa tal, sugiere que era un hombre de recursos y de cultura.
Sin
duda, la fiesta en la casa de Mateo se realizó algunas semanas, quizá meses,
después de que él fuera llamado (ver DTG 310; com. cap. 5: 21). Quizá esto se
registra aquí para completar, en un solo contexto, el relato de los hechos que
narra Mateo.
A la mesa. Esta expresión ha sido añadida por los traductores para completar la idea
implícita en el contexto (cf. vers. 16).
En casa de él. El contexto demuestra que se trata de la casa de Mateo, y que Jesús era el huésped de honor (cf. Luc. 5:29; cf. DTG 239). Publicanos. Gr. telones "cobrador de impuestos", "funcionario de tributos" (ver com. Mar. 2: 14; Luc. 3: 12).
Pecadores. Ver com. vers. 17.
Relaciones como ésta, que quizá parecían en ese momento estériles, sin duda contribuyeron a producir la cosecha de los que hicieron su decisión de acompañar a los seguidores de Jesús, y así llegaron a ser testigos de la verdad cuando el Espíritu fue derramado sobre los creyentes en el Pentecostés (DTG 239-240).
Había muchos. Es decir, los que aceptaron las enseñanzas de Jesús. Además de Mateo,
algunos, indudablemente, se pusieron de parte de Jesús en ese momento;
otros, sin duda, lo hicieron más tarde, especialmente después de la
resurrección (DTG 240).
16. Los escribas y los fariseos. La evidencia textual (cf. p. 147) se inclina por "los escribas de los fariseos", es decir, "los escribas del partido de los fariseos" (BJ, 1966).
Aunque algunos de los escribas eran
saduceos, la mayor parte eran fariseos, pues eran estos últimos los que se
interesaban particularmente en los detalles minuciosos de la ley (ver pp.
53-54, 57). Podemos considerarlos más
como "escribas fariseos" que como "escribas saduceos".
Discípulos. Gr. mathétes, "alumno", "discípulo" Por lo general, en los Evangelios se usa esta palabra para designar a los que acompañaban a Jesús y le ayudaban en su ministerio. Los discípulos eran mathetés; Cristo era su didaskalos, "maestro" o "ensoñador" (ver com. Juan 3:2). Al quejarse a los discípulos, los escribas esperaban que aquéllos perdieran su respeto por el Maestro. Lucas dice que los escribas "murmuraban" contra los discípulos (Luc. 5: 30), comprendiendo indudablemente que un ataque directo contra Jesús no les valdría de nada, así como habían resultado infructuosas otras tentativas para silenciarlo (Mar. 2:6- 11; 1Juan 2:18-20; 5:16-47).
Come y bebe. Comer y beber con los gentiles era una infracción de la ley ritual e
implicaba una impureza ceremonial (Hech. 11:3). En la práctica, los cobradores
de impuestos eran clasificados con los gentiles, y, por lo tanto, eran
considerados entre los parias de la sociedad (ver com. Mar. 2:14; Luc. 3:12-13).
17. Los sanos. Gr. hoi isjúontes, "los que tienen fuerza". Lucas dice: hoi
hugiaínontes, "los que están saos". La expresión de Lucas es un
término más exacto; proviene de hugies, "sano". Pablo emplea
repetidas veces la misma palabra, tal como lo hace Lucas, y la aplica a
"sana doctrina" (1 Tim. 1: 10), "sanas palabras" (2 Tim. 1:
13), y "sanos en la fe" (Tito 1:13).
No he venido. Al declarar la profunda verdad del propósito de su misión terrenal, Cristo
reveló la hipocresía y la falacia de los fariseos y su actitud ante la relación
del Maestro con los cobradores de impuestos.
Si esos hombres eran tan pecadores como pretendían los fariseos, su
necesidad debía ser mayor que la de los otros hombres. ¿No debían ser, pues,
precisamente aquellos para los cuales Cristo debía prodigar sus mejores
esfuerzos? Había venido para
"salvar" a los hombres (Mat. l:2l), pero si sólo hubiera podido
salvar a los que ya eran justos, no podría ser un verdadero Salvador. La prueba de su misión como Salvador de los
hombres dependía de lo que podía hacer en favor de los pecadores.
Justos. Los
fariseos pretendían ser capaces de alcanzar justicia mediante el estricto
cumplimiento de los requisitos de la ley ritual. Más tarde, Jesús aclaró que
una "justicia" tal era una falsificación y no tenía valor en el reino
que él había venido a proclamar (Mat 5:20; cf. cap. 23:1-33). Pero en esta ocasión, debido a las
circunstancias, les concedió su pretensión implícita de ser justos
personalmente (Mar. 2:16-17), pues al hacer eso podía aclarar la razón por la
cual debía ministrar en favor de las necesidades espirituales de los
publicanos.
En
realidad, a veces los fariseos eran culpables de los mismos pecados que tan
acerbamente detestaban en los cobradores de impuestos. Jesús declaró que ellos
devoraban "las casas de las viudas" (Mat. 23:14) y absolvían a un
hijo avaro que no cuidaba de sus padres ancianos (ver com. Mar. 7: 11) si de esa manera podían
enriquecerse. Así ellos, que ponían énfasis
en la rectitud legal, con demasiado frecuencia actuaban como hipócritas. Por
otro lado, los publicanos, que no hacían alarde de respetar las leyes rituales,
y a pesar de sus pecados, a veces estaban en una mejor posición para aceptar la
enseñanza de Jesús (ver com. Luc.
18:9-14).
18. Los discípulos de Juan. [La pregunta en cuanto al ayuno, Mar. 2: 18-22 =
Mat. 9: 14-17 = Luc. 5: 33-39. Comentario principal: Marcos. Ver mapa p. 209;
en cuanto a las parábolas, pp. 193-197.]
Ayunaban. Sin duda, los discípulos de Juan, por lo menos en parte, lo imitaban en su
forma austera de vida (Mat. 3:4), como lo demuestra aquí su ayuno.
Indudablemente, estaban ayunando en el momento en que formularon su pregunta a
Jesús.
En
el Talmud babilónico se relata la antigua tradición de ayunar el segundo y
quinto día de la semana, es decir lunes y jueves (Ta`anith 12a; cf. Luc.
18:12); lo mismo se afirma en la Enseñanza de los apóstoles, de comienzos del
siglo 11 (Didajé 8: 1).
Aunque
la tradición judía atribuye esta costumbre al relato de que Moisés comenzó su
ayuno de 40 días en el Sinaí (Exo. 34: 28) 572un jueves y lo terminó un lunes,
parece probable que el ayuno durante estos dos días, en realidad, se debía al
deseo de que estuvieran lo más lejos posible del sábado y que al mismo tiempo
no estuvieran demasiado próximos entre sí.
Los
motivos exactos detrás de esos ayunos bisemanales no son enteramente claros,
pero parece probable que tuvieran su origen en el deseo de algunos judíos
particularmente fervorosos de procurar expiar la mundanalidad de la nación,
que, según ellos, estaba provocando rápidamente su destrucción. Por lo general,
los antiguos judíos ayunaban a fin de resarcir una falta o para asegurarse una
respuesta favorable a una oración o el cumplimiento de un deseo. Ciertamente,
parece que muchos ayunaban porque creían que un acto tal les ganaba un mérito
especial ante Dios.
Por supuesto, este tipo de ayuno descansaba sobre un concepto equivocado del carácter de Dios y de la naturaleza de la justicia. Con demasiada frecuencia, el ayuno degeneraba en un medio de justificación por las obras, mediante las cuales los hombres esperaban apaciguar a un Dios austero y ganar su favor, sin tener en cuenta el estado del corazón de ellos.
Siglos antes del tiempo de
Jesús, los profetas habían condenado tales ideas al declarar que Dios había
llegado a aborrecer los ayunos de Israel y otros ritos religiosos (Isa. 58:
3-5; Zac. 7: 5-6).
Hay
veces cuando el cristiano necesita agudeza de pensamiento y correcta
discriminación en su juicio; quizá necesite hacer decisiones importantes, o
quizá necesite discernir más claramente la voluntad de Dios. En tales
circunstancias, el ayuno puede ser una gran bendición. Un ayuno tal quizá no
necesariamente signifique una completa abstinencia de alimento, sino una
limitación a lo que es esencial para mantener la salud y el vigor. Al igual que
Daniel, el cristiano podría eliminar todo "manjar delicado" (Dan.
10:3). No se honra el nombre de Dios ni
se mejora la experiencia cristiana mediante ninguna práctica que debilite el
cuerpo o dañe la salud (Mat. 6: 16).
Vinieron, y le dijeron. No se identifica con claridad quiénes son éstos, y tampoco el Evangelio de
Lucas es más claro en este respecto (Luc. 5: 33). Sin embargo, Mateo afirma con toda certeza
que fueron los discípulos de Juan el Bautista quienes importunaron a Jesús con
la pregunta del ayuno (Mat. 9: 14).
De
acuerdo con la cronología provisoria que adopta este Comentario, Juan había
sido encarcelado a comienzos de la primavera (marzo-abril) del año 29 d. C., y
tal vez fue ejecutado poco antes de la pascua del año 30 d. C. (ver com. Mat. 4: 12; Mar. 6: 14-29; Luc. 3:
19-20). Sus discípulos formularon esta
pregunta acerca del ayuno quizá tan sólo unos pocos meses antes de que muriera.
Tus discípulos no ayunan. Es indudable que de esta manera los escribas esperaban alejar del Maestro
al conjunto de discípulos que crecía rápidamente.
19. Los que están de bodas. O "los invitados a la boda" (BJ). La
comparación que aquí usó Jesús tiene sus raíces en las profecías del AT, donde
se describe la relación de Jehová con su pueblo como la del novio con la novia
(Isa. 62: 5; cf. Ose. 1: 2). Juan ya había usado la misma figura para
explicar su relación con el Mesías (cap. 3: 25-30), cuando los dirigentes
judíos habían procurado introducir una cuña de rivalidad entre Juan y Jesús,
aproximadamente un año antes de esta ocasión Por ende, parece significativo que
Jesús usara esta breve figura en la presencia de los discípulos de Juan el
Bautista.
En ninguna forma Jesús se apartó de los requerimientos religiosos que él mismo había ordenado a Israel mediante Moisés. La controversia entre él y los fariseos se focalizaba en las tradiciones de los ancianos, las "cargas pesadas" que eran "difíciles de llevar" (Mat. 23:4). Esos requerimientos tradicionales habían sido tan ensalzados y se les daba tanta importancia, que a veces aun se permitía que anularan el verdadero espíritu de la ley de Moisés (cap. 15: 3-6; cf. DTG 360).
Así la forma de religión que los escribas y fariseos procuraban imponer
al pueblo hacía que su culto a Dios fuera "vano" e inútil (Mar 7: 7;
ver com. Mat. 23: 2-3).
Lo
que Jesús ahora destacó, con tres breves símiles, era la incompatibilidad de
sus enseñanzas con las de los escribas. Los discípulos de Juan, aunque quizá
aceptaban a Jesús como el Mesías (Juan 1: 35-31), practicaban por lo menos
algunas de las disposiciones rituales impuestas por los escribas y fariseos
(Mar 2: 18). En la parábola de los
invitados a la boda, Cristo defendió a sus discípulos, "los que están de
bodas", contra la acusación de que no cumplían con la tradición. Quiso
decir que las prácticas rituales debían
ser subordinadas a cosas de mayor importancia. Luego, 573con los ejemplos del vino nuevo
(vers. 22) y el paño nuevo (vers. 2 1), Jesús amplió el principio fundamental
implicado: la irreconciliable diferencia entre las nuevas enseñanzas y las
antiguas. Aquí explicó por qué
consideraba que no tenían valor las observancias rituales rabínicas. En su
conjunto, estas tres parábolas tenían el propósito de que fuera claro para los
discípulos de Juan el Bautista que si en realidad creían en las enseñanzas de
su maestro, también aceptarían las enseñanzas de Jesús.
No pueden ayunar. Se habría considerado como un insulto para la novia y el novio el que los
invitados a la boda hubiesen estado tristes y apesadumbrados y se hubiesen
rehusado a participar en la fiesta de bodas.
20. Vendrán días. Aquí, por primera vez, Cristo, en forma pública, dio a entender que
finalmente sería quitado de sus discípulos, como un novio es arrebatado a la
fuerza de los festejos de boda. Más de
un año antes, había dicho en privado a Nicodemo que sería "levantado"
(Juan 3: 14).
Quitado. Forma
pasiva del verbo griego apáiro, "quitar", "arrebatar". En este contexto, la palabra puede implicar
una separación a la fuerza y penosa, como sucedió con la muerte violenta de
Jesús.
Fue
"quitado" de ellos en la cruz, y les fue restaurado después de la
resurrección.
21. Nadie pone Ver com. Luc. 5: 36. En esta
metáfora extensa, o parábola breve, Cristo destaca la necedad de intentar
remendar el viejo manto del judaísmo con el tejido nuevo de las enseñanzas de
Jesús.
Remiendo. Las enseñanzas de Jesús no eran tan sólo un remiendo que se iba a aplicar
al desgastado sistema religioso judío.
Nuevo. Gr.
ágnafos, "sin cardar", y, por lo tanto "nuevo", que aquí
significa "sin blanquear" o "sin encoger".
Vestido viejo. Aquí se compara al judaísmo con un manto gastado que ha llegado a ser
inútil y está a punto de ser descartado. Desde hacía mucho tiempo, se había
perdido el espíritu original de la religión judía entre la mayoría de los que
la practicaban, y en su lugar se había desarrollado un sistema de formas.
Usando esta figura, Cristo procuró que los discípulos de Juan el Bautista
vieran claramente la inutilidad de tratar de entretejer la buena nueva del
reino de los cielos con las desgastadas observancias de la tradición judaica.
Se hace peor. Es decir, cuando por primera vez se humedece la vestimenta, después de la
aplicación del parche. Lo que tiene el
propósito de mejorar el viejo vestido sólo sirve para hacer resaltar más sus
defectos.
22. Vino nuevo. Ver com. Luc. 5: 39. "Vino nuevo", o vino en el cual los
elementos de la fermentación no han comenzado su obra, o en el cual la obra ha
comenzado pero no se ha completado. La comparación del Evangelio con "vino
nuevo" y su obra con el proceso de fermentación, recuerda en esencia la
parábola de la levadura, pero destaca un resultado diferente (ver com. Mat. 13: 33).
El "vino nuevo" representa la verdad vital de Dios obrando en
los corazones de los hombres.
Odres. En
la antigüedad, estos odres se hacían con pieles de ovejas o cabras, la piel de
cuyas patas se cerraba con una costura y el cuello servía como la boca de una
botella. Los odres viejos" perdían su elasticidad original y se resecaban
y endurecían. Tal era la condición del judaísmo en el tiempo de Cristo.
Rompe los odres. Las revolucionarias enseñanzas de Jesús no podían ser reconciliadas con los
dogmas reaccionarios del judaísmo. Resultaría vano cualquier esfuerzo para
introducir el cristianismo dentro de las formas muertas del judaísmo, es decir,
para unir los dos forzando al cristianismo a tomar la forma del judaísmo y a
adaptarse a él. Jesús enseñaba que los principios del reino de los ciclos
aplicados a las almas de los hombres se manifestarían en vidas que poseen una
religión activa y radiante (ver com.
Mat. 5: 2).
El vino se derrama. El intento de unir lo nuevo con lo viejo resultaría en una doble
destrucción. El "vino" del
Evangelio se "derramaría" y los "odres" del judaísmo se
"perderían"
Odres nuevos. Quizá fuera una referencia a la gente que estaba lista a recibir el
Evangelio o al nuevo tipo de organización eclesiástica mediante el cual debía
promoverse el Evangelio.
23. Aconteció. [Arrancando espigas en sábado, Mar. 2:23-28 = Mat. 12:1-8 = Luc.
6:1-5. Comentario principal: Marcos.
Ver mapa p. 208.] Es probable que este episodio haya acaecido un sábado, a
fines de la primavera (mayo-junio) del año 29 d. C., puesto que está narrado
junto con sucesos de ese lapso.
Por los sembrados. Sin duda los discípulos no caminaban entre los cereales pisoteándolos, sino por una senda que cruzaba los campos.
Un día de reposo. Puesto que los fariseos no objetaron la distancia recorrida, parecería que
no era mayor de lo que se podía caminar en sábado, es decir, unos 900 m (ver p.
52).
Espigas. Casi
con seguridad, de trigo o de cebada. Lucas (cap. 6: 1) añade que los discípulos
comenzaron a restregar la cebada o el trigo con sus manos para quitarle la
cáscara.
24. Los fariseos le dijeron. Este
es el cuarto encuentro de Cristo con los escribas y fariseos que se registra
desde el comienzo de su ministerio en Galilea (cf. vers. 6, 16, 18; com. Luc.
6: 6).
No es lícito. Lo que hicieron los discípulos no hubiera sido reprochado en cualquier otro
día de la semana, pues la ley del AT específicamente disponía que un hambriento
podía comer de la fruta o de las espigas de un campo mientras pasaba por él
(ver com. Deut. 23: 24-25).
El
hecho de que Cristo aprobara lo que hicieron sus discípulos, y sus propios
actos de curación en el día sábado, con frecuencia son mal comprendidos por los
intérpretes modernos, quienes los usan como una prueba de que ni observaba
personalmente ni enseñaba a sus discípulos a que observaran las leyes y los
reglamentos del AT concernientes a la observancia del sábado. Algunos también
afirman que la actitud de Cristo en cuanto a estos asuntos debe interpretarse
como un rechazo suyo del cuarto mandamiento. La realidad es que Jesús
personalmente respetaba los requerimientos de la ley de Moisés y del Decálogo
en todo sentido y enseñaba a sus seguidores a que hicieran lo mismo. Repetidas
veces afirmó la naturaleza eterna de la vigencia de la ley moral (ver com. Mat. 5: 17-18; Juan 15: 10; etc.), y también
reconocía la validez de la ley ritual de Moisés como aplicable a los judíos en
ese tiempo (ver com. Mat. 23: 3).
Sin
embargo, durante todo su ministerio terrenal, Cristo estuvo en conflicto con
los dirigentes judíos con respecto a la validez de las leyes y las tradiciones
hechas por los hombres (ver com. Mar. 7:
2-3, 7). Cristo asumió una actitud de inflexible oposición frente a esos
requerimientos que, sin duda, muchos de sus contemporáneos habían llegado a
considerar aun como más esenciales para la piedad que las leyes de Moisés y que
el Decálogo (ver com. cap. 2: 19). El
más somero examen de muchos de esos requerimientos destaca su absurdidad. Sin
embargo, los fariseos enseñaban rigurosamente que la salvación debía obtenerse mediante
la observancia estricta de todas esas reglas. La vida de un judío piadoso
tendía a convertirse en un esfuerzo interminable y vano para evitar impurezas
ceremoniales en las que se incurría cuando se desobedecía, sin darse cuenta, el
más ínfimo detalle de esos requerimientos puramente humanos. Este sistema de
justificación por las obras estaba en conflicto mortal con la justificación por
la fe.
La
Mishnah cataloga 39 principales clases de trabajo que se prohibían en sábado
(Shabbath 7. 2). Las primeras 11 de
ellas eran etapas previas en la producción y preparación de pan: siembra,
arada, siega, atadura de las gavillas, trilla, zarandeo, selección (separación
de lo que era adecuado como alimento de lo que no lo era), molienda, tamizado,
amasadura y cocción. Las 12 siguientes
se aplicaban a etapas similares en la preparación de vestidos, desde la esquila
de las ovejas hasta la confección de los vestidos. Siguen a esto 7 pasos en la preparación del
cadáver de un venado para usarlo como alimento o por el cuero. Los restantes
párrafos de la enumeración atañen a escribir, construir, encender y extinguir
fuegos y el transporte de cosas de un lugar a otro.
Estos
reglamentos generales eran explicados con minuciosos detalles. Además de estos
requerimientos principales, había otras innumerables disposiciones para la
observancia del sábado. La que quizá sea
más conocida es la llamada "jornada de un día sábado", de 2.000
codos, o sea, aproximadamente de unos 900 m (ver p. 52). También se consideraba que era una violación
del sábado el mirar en un espejo fijado a la pared (Shabbath 149a), o aun
encender una lámpara. Sin embargo, las mismas disposiciones permitían venderle
a un gentil un huevo puesto en día sábado y que se contratara a un gentil para
que encendiera una lámpara o un fuego.
No era lícito escupir en la tierra para que no se regara así ni una hoja
de hierba. No se permitía llevar un pañuelo en sábado, a menos que una de sus
extremidades estuviera cosida a la ropa, en cuyo caso se conceptuaba que ya no era
un pañuelo sino parte del vestido. También el reglamento en cuanto a la
distancia que se podía caminar en sábado podía ser evadido ocultando alimentos
a intervalos apropiados a lo largo del camino que uno esperaba recorrer. De esa
manera, el lugar donde estaba el alimento podía ser considerado como otro
"hogar" del dueño. Desde cada 575uno de esos escondites de alimentos
era posible emprender otra jornada de sábado hasta el siguiente escondite.
Tales eran algunas de las "cargas pesadas y difíciles de llevar"
(Mat. 23: 4) que se ponían sobre los judíos piadosos en los días de Cristo.
Al
colar el mosquito y tragarse el camello, los fariseos empleaban continuamente
la letra de leyes hechas por los hombres para destruir el espíritu de la ley de
Dios. El sábado -originalmente designado
para dar al hombre una oportunidad de conocer a su Hacedor mediante un estudio
de las cosas que él ha hecho y de reflexionar en su amor y bondad- se convirtió
en un recordativo del carácter egoísta y arbitrario de los fariseos y los
escribas. Al presentarlo como a un
tirano, tergiversaban completamente el carácter de Dios.
La naturaleza declara la sabiduría, el poder y el amor de Dios, y en el principio el sábado se refería a estas cosas para que el hombre se ocupara de ellas, a fin de que no se absorbiera de tal modo en sus propias actividades que olvidara a Aquel que le dio el ser y que constantemente utiliza su poder divino para la felicidad y el bienestar del hombre.
El problema que algunos cristianos
modernos encuentran para determinar qué es o qué no es apropiado hacer en
sábado se resuelve fácilmente una vez que se tiene un concepto claro del
propósito del sábado. La verdadera observancia del sábado consiste en hacer
todo aquello que nos acerque más a Dios, nos ayude a entender mejor su voluntad
para con nosotros y la forma en que nos trata, y nos induzca a cooperar más
eficazmente con él en nuestra vida y a contribuir para la felicidad y el
bienestar de otros (ver com. Isa. 58:
13; Mar. 2: 27-28).
25. ¿Nunca leísteis? Jesús quiere decir que en el estudio de las Escrituras que hacían ellos,
pasaban por alto la lección implícita del episodio que él está por referir.
Cuando tuvo necesidad. Las leyes sagradas y las cosas pertinentes al santuario habían sido
ordenadas para el bien del hombre, y en el caso de que alguna vez estuvieran en
conflicto con los mejores intereses humanos, debían subordinarse a lo que era
más necesario para el hombre.
26. Casa de Dios. Todavía no se había construido el templo en el tiempo del episodio a que
aquí se hace referencia. La "casa
de Dios" aún consistía únicamente en el tabernáculo, que en ese tiempo
estaba en Nob.
Abiatar. Abiatar
era el hijo de Ahimelec, sumo sacerdote en el tiempo en que ocurrió este
episodio (1 Sam. 21: 1, 6). Las palabras
de Jesús parecen sugerir que Abiatar representaba a su anciano Padre, de modo
que en realidad realizaba por lo menos algunas de las funciones del sumo
sacerdocio aun mientras vivía Ahimelec, y bajo su supervisión. Cuando fue
muerto Ahimelec, Abiatar huyó a David llevando consigo el efod sagrado, símbolo
del sumo sacerdocio (1 Sam. 22: 20).
Había una situación análoga en los días de Cristo, pues aunque Caifás
era sumo sacerdote, Anás era reconocido por todos como una especie de sumo
sacerdote honorario (Hech. 4: 6; ver com.
Luc. 3: 2).
Panes de la proposición. Ver com. Exo. 25: 30. Minuciosos reglamentos para la preparación y
el uso del "pan de la Presencia" (Exo. 25: 30, BJ) lo apartaban como
santo. El pan viejo, quitado de la mesa del pan de la proposición en el lugar
santo, debía ser comido por los sacerdotes dentro del predio sagrado del
santuario (ver com. Lev. 24: 5-8).
No es lícito comer. Tan sólo los sacerdotes podían comer el pan consagrado (Lev. 24: 9).
27. Día de reposo. Ver com. Gén. 2: 1-3; Exo. 20: 8-11.
Por causa. O "por el bien de".
Hombre. Gr.
ánthropos, "hombre", en el sentido genérico, incluyendo a hombres,
mujeres y niños (ver com. cap. 6: 44); más exactamente, "humanidad".
El sábado fue designado y ordenado por un amante Creador para el bienestar de
la humanidad. Se necesitaría forzar hasta el extremo un razonamiento para que
alguien pudiera considerar que el sábado es "contra" el hombre en
algún respecto (ver com. Col. 2: 14).
No el hombre por causa del día de reposo. Dios no creó al hombre porque tenía un día de
reposo y necesitaba que alguien lo guardara. Más bien, un omnisapiente Creador
sabía que el hombre, la criatura de sus manos, necesitaba una oportunidad para
su crecimiento moral y espiritual, para desarrollar su carácter. Necesitaba
tiempo en el cual los intereses y afanes humanos fueran subordinados al estudio
del carácter y de la voluntad de Dios como se revelaban en la naturaleza y más
tarde en la revelación. El día de reposo, el séptimo día -el sábado-, fue
ordenado por Dios para suplir esa necesidad. Tergiversar en alguna manera las
especificaciones del Creador en cuanto a cuándo y cómo debiera observarse
ese día, equivale a negar que Dios sabe qué es lo mejor para sus criaturas,
obra de sus manos.
Dios
dispuso que el sábado fuera una bendición, no una carga, y su observancia
responde al provecho del hombre y no a su perjuicio. Fue dispuesto para
aumentar su felicidad y no para que le resultara penoso. Guardar el sábado no
consiste esencialmente en la minuciosa observancia de ciertas ceremonias y en
abstenerse de ciertos afanes. Pensar de esa manera es perder completamente el
verdadero espíritu y los propósitos de la observancia del sábado y es ir en pos
de una justificación basada en obras. Nos abstenemos de ciertas tareas, de
ciertos afanes, de ciertos temas en nuestro pensamiento y en nuestras
conversaciones, no porque al hacer eso pensemos que estamos ganando el favor de
Dios. Nos abstenemos de esas cosas a fin de que podamos dedicar nuestro tiempo,
nuestras energías y nuestros pensamientos a otras actividades que aumentarán
nuestra comprensión de Dios, nuestro aprecio de su bondad, nuestra capacidad
para cooperar con él y nuestra habilidad para servir al Señor y a nuestro
prójimo más eficientemente. La observancia del sábado que consiste principal o
únicamente en el aspecto negativo, en no hacer ciertas cosas, de ninguna manera
es observancia del sábado. Tan sólo cuando se practica el aspecto positivo de
guardar el sábado, se puede esperar obtener de la observancia de ese día el
beneficio dispuesto por un Creador sabio y amante (ver com. Isa. 58: 13).
Los
innumerables requisitos de los rabinos para la minuciosa observancia del sábado
se basaban en el concepto de que, a la vista de Dios, el sábado era más
importante que el hombre mismo. De
acuerdo con el indudable razonamiento de esos ciegos expositores de la ley
divina, el hombre fue hecho para el sábado: para guardarlo mecánicamente. Los
rabinos reducían el sábado a un absurdo mediante su rígida e insensata
distinción entre lo que se debía hacer y lo que no se debía hacer en ese día
(ver com. vers. 24). Hacían resaltar el
aspecto negativo de la observancia del sábado: el de abstenerse de ciertas
cosas. Se daba más importancia a las formas de la religión que a la sustancia
de la misma.
28. Por tanto. Después de destacar el propósito del sábado (vers. 27), Cristo dirige la
atención hacia su Autor, y, de esa manera, al derecho que él tenía de
determinar cuál sería la mejor forma de llevar a cabo ese propósito.
Hijo del Hombre. Ver com. Mat. 1: 1; Mar. 2: 10; la Nota Adicional de Juan 1.
Señor. El
Salvador mismo tiene el derecho de determinar lo que es apropiado para ese día.
Por ende, los fariseos se estaban excediendo en sus prerrogativas (cf. vers.
24). La iglesia no tiene el derecho de
recargar el sábado con restricciones opresivas -como lo hacían los judíos- o
tratar de transferir su santidad de un día a otro. Ambos son ardides del
maligno que tienen el propósito de que los hombres se desvíen del verdadero
espíritu de la observancia del sábado. El hombre no tiene derecho a manejar a
su antojo el día que Dios eligió, ya sea que se trate de un fariseo o de un
eclesiástico cristiano.
Aun. "También"
(BJ). El curso completo del razonamiento
de Cristo expuesto ante los sutiles fariseos es más claramente presentado en el
relato que ofrece Mateo de la siguiente manera: (1) La necesidad humana es más
importante que los requerimientos rituales o que las tradiciones humanas (Mat.
12: 3-4). (2) El trabajo que se realizaba en relación con el servicio del
templo estaba de acuerdo con los requerimientos del día sábado (vers. 5). (3) Cristo
es mayor que el templo (vers. 6) y que el día sábado (vers. 8). 5CBA
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-12. DTG 227-237. "PUEDES LIMPIARME" EL LEPROSO Y EL PARALITICO.
(Basado en San
Mateo 8:2-4; 9:1-8, 32-34; San Marcos 1:40-45; 2:1-12; San Lucas 5:12-28).
https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/dtg-capitulo-27-puedes-limpiarme.html
14-22. DTG 238-247. "LEVÍ MATEO"
(Basado en San Mateo 9:9-17; San Marcos 2:14-22; San Lucas
5:27-39).
https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/dtg-capitulo-28-levi-mateo.html
27-28. DTG 251, 254-255. "EL
SÁBADO"
https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/dtg-capitulo-29-el-sabado.html
28. CS 500. …El cambio introducido en el cuarto mandamiento cumple exactamente la
profecía. La única autoridad que se invoca para dicho cambio es la de la
iglesia. Aquí el poder papal se ensalza abiertamente sobre Dios. Mientras los
que adoran a Dios se distinguirán especialmente 500 por su respeto al cuarto
mandamiento -ya que éste es el signo de su poder creador y el testimonio de su
derecho al respeto y homenaje de los hombres,- los adoradores de la bestia se
distinguirán por sus esfuerzos para derribar el monumento recordativo del
Creador y ensalzar lo instituído por Roma. Las primeras pretensiones arrogantes
del papado fueron hechas en favor del domingo (véase el Apéndice); y la primera
vez que recurrió al poder del estado fue para imponer la observancia del
domingo como "día del Señor." Pero la Biblia señala el séptimo día, y
no el primero, como día del Señor. Cristo dijo: "El Hijo del hombre es
Señor aun del sábado." El cuarto mandamiento declara que: "El día
séptimo es día de descanso [margen, sábado], consagrado a Jehová." Y por
boca del profeta Isaías el Señor lo llama: "Mi día santo." (S. Marcos
2: 28; Éxodo 20: 10; Isaías 58: 13, V.M.)
EL ASERTO, TANTAS VECES REPETIDO, de que Cristo
cambió el día de reposo, está refutado por sus propias palabras. En su sermón
sobre el monte, dijo: "No penséis que vine pare invalidar la Ley, o los
Profetas: no vine a invalidar, sino a cumplir. Porque en verdad os digo, que
hasta que pasen el cielo y la tierra, ni siquiera una jota ni un tilde pasará
de la ley, hasta que el todo sea cumplido. Por tanto cualquiera que quebrantare
uno de estos más mínimos mandamientos, y enseñare a los hombres así, será
llamado muy pequeño en el reino de los cielos: mas cualquiera que los hiciere y
enseñare será llamado grande en el reino de los cielos." (S. Mateo 5:
17-19, V.M.)
Es un hecho generalmente admitido
por los protestantes, que las Sagradas Escrituras no autorizan en ninguna parte
el cambio del día de reposo. Esto se confirma en publicaciones de la Sociedad
Americana de Tratados y la Unión Americana de Escuelas Dominicales. Una de estas
obras reconoce "que el Nuevo Testamento no dice absolutamente nada en
cuanto a un mandamiento explícito en favor del día de reposo, o a reglas
definidas relativas a su observancia." -Jorge Elliott, The Abiding
Sabbath, pág. 184. CS/EGW
Ministerio
Hno. Pio
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