Mateo 18. La Importancia De La Humildad En Las Relaciones Humanas: (1-6) Cristo amonesta a sus discípulos a ser mansos y humildes, (7-14) a no ofender a nadie y a no menospreciar a los pequeños. (15-20) Enseña cómo debemos tratar a nuestros hermanos cuando nos ofenden, (21-22) y en que medida es necesario a menudo perdonarlos. (23-31) Lo ejemplifica con la parábola del rey que ajustó cuentas con sus siervos, (32-35) y castigó a uno que no tuvo compasión de su consiervo.
1 En Aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? 2 Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, 3 y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. 4 Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos. 5 Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe. 6 Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar.
7 ¡Ay del mundo por los tropiezos! porque es necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo! 8 Por tanto, si tu mano o tu pie te es ocasión de caer, córtalo y échalo de ti; mejor te es estar en la vida cojo o manco, que teniendo dos manos o dos pies ser echado en el fuego eterno. 9 Y si tu ojo te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti; mejor te es entrar con un solo ojo en la vida, que teniendo dos ojos ser echado en el infierno de fuego. 10 Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos. 11 Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido. 12 ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había descarriado? 13 Y si acontece que la encuentra, de cierto os digo que se regocija más por aquélla, que por las noventa y nueve que no se descarriaron. 14 Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños.
15 Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. 16 Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. 17 Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano. 18 De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo.
19 Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. 20 Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
21 Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? 22 Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.
23 Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. 24 Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. 25 A éste, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda. 26 Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. 27 El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda.
28 Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. 29 Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. 30 Mas él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda.
31 Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado. 32 Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. 33 ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti?
34 Entonces su señor, enojado, les entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. 35 Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas. (Mateo 18).
1. En aquel tiempo. [Humildad reconciliación y perdón, Mat. 18: 1-35 = Mar. 9: 33-50 = Luc. 9: 46-50. Comentario principal: Mateo y Marcos. Ver mapa p. 211.] Según DTG 401-402, las instrucciones que Mateo registra aquí fueron impartidas el mismo día del episodio del impuesto del templo. Con referencia a las circunstancias de este acontecimiento y lo que acababa de ocurrir, ver com. cap. 17: 24-27. La disputa de los discípulos que ocasionó la instrucción presentada aquí había ocurrido en el reciente viaje por Galilea (Mar. 9: 30; DTG 399), y al parecer, culminó cuando el grupo llegó a Capernaúm.
Sin duda, cuando Jesús habló de ir de nuevo a
Jerusalén (Mat. 16: 21) -de donde, según la cronología seguida por este
Comentario, habrían estado ausentes durante casi año y medio (ver com. Juan 7:
2)-, había hecho revivir en el corazón de los discípulos la esperanza errónea
(ver com. Mat. 16: 13, 21; Luc. 4: 19)
de que Jesús estaba a punto de inaugurar su reino (ver com. Mat. 14: 22).
Evidentemente todo el discurso del cap. 18 fue presentado en una misma ocasión. Así como ocurrió con el Sermón del Monte (ver com. cap. 5: 2), cada uno de los evangelistas incluye porciones no mencionadas por los otros. Salvo algunas pequeñas variaciones (ver Mar. 9: 38-41, 49-50), el relato de Marcos es muy similar al de Mateo. En aquellas partes del discurso que han sido registradas por Mateo y Marcos, el relato de Marcos tiende a ser más completo y más detallado que el de Mateo. Pero Mateo incluye toda una sección (cap. 18: 10-35) que falta en Marcos y en Lucas.
Lucas sólo relata brevemente el discurso, aunque en otros pasajes
menciona enseñanzas similares presentados por Jesús en otras ocasiones. Por lo tanto, el registro de Mateo es el más
completo. Bien podría dársele a este
sermón el título: "Cómo hacer frente a diferencias de opinión y disputas
que surgen en la iglesia". El grave
problema que dio origen a este sermón fue el serio conflicto de personalidades
entre los doce, problema que debía resolverse si se había de conservar la
unidad del grupo. Con referencia a la
importancia de la unidad de los creyentes, ver Juan 17: 11, 21-23 y com. cap.
17: 21, 23.
Los discípulos vinieron. Al retornar a Capernaúm los discípulos habían procurado ocultar a Jesús el
espíritu de rivalidad que los embargaba (DTG 399). Jesús sabía lo que estaban
pensando, pero no les dijo nada en el momento.
Ahora, poco después de su regreso, surgió la oportunidad de tratar el
problema con ellos. A primera vista,
Mateo y Marcos no parecen concordar en cuanto a cómo surgió el tema en esta
ocasión. Mateo afirma que los discípulos
iniciaron el asunto, al paso que Marcos informa que Jesús comenzó la
conversación (Mar. 9: 33). Sin embargo,
pueden armonizarse los dos relatos de la siguiente manera: Mientras Pedro
estaba pescando para conseguir el dinero del tributo (ver DTG 401; com. Mat. 17: 27), Jesús habló del asunto con los
once, quizá en la casa de Pedro (ver com. cap. 17: 24), pero ellos no querían
tratar el tema. Después que Pedro
volvió, uno de los doce se atrevió a hacerle a Jesús la misma pregunta que
habían estado discutiendo entre sí en secreto (DTG 401-402).
¿Quién? Literalmente,
"¿quién es, pues?" (BJ). Puede
suponerse que la palabra "pues" (Gr. ára) sirve para relacionar esta
pregunta con la que Cristo había formulado anteriormente mientras Pedro estaba
ausente. Unos seis meses más tarde
Jacobo y Juan, por medio de su madre, pidieron que Jesús les concediera lugares
de preeminencia en su reino (cap. 20: 20-21).
Después de la entrada triunfal en Jerusalén y después de que Jesús hubo
afirmado que era el Señor del templo, surgió nuevamente la cuestión de los
primeros lugares en el reino; y en la misma noche cuando Jesús fue entregado
(ver com. Luc. 22: 24) se discutió de
nuevo sobre el tema. Los discípulos se
Consideraban como los más encumbrados dignatarios del reino. El tener un elevado puesto en el reino fruto
de su imaginación ocupaba el primer lugar en sus pensamientos, hasta el punto
de excluir lo que Jesús les había dicho acerca de sus sufrimientos y de su
muerte. Sus ideas preconcebidas eran una
infranqueable barrera mental para la verdad que Cristo quería impartirles.
El reino de los cielos. Con referencia a la verdadera naturaleza del reino de Cristo, ver com. cap.
4: 17; 5: 2. Acerca de las ideas
equivocadas que tenían los judíos en cuanto a esto, ver com. Luc. 4: 19.
2. Llamando Jesús a un niño. El Salvador tomó al niño en sus brazos (Mar. 9: 36;
DTG 404).
3. Os volvéis. "Si no cambiáis" (BJ). Gr.
stréfÇ," volver", "darse vuelta"; y en relación con la
conducta, "cambiar de opinión", "cambiar de posición". En el uso bíblico, stréfÇ equivale al Heb.
shub, empleado comúnmente en el AT para hablar de "volverse" al Señor
(ver Eze. 33: 11; com. Jer. 3: 12; Eze. 14: 6; 18: 30). Los discípulos estaban discutiendo quién
sería el mayor en el reino de los cielos porque no comprendían la verdadera
naturaleza del reino de la gracia divina (Mat. 18: 1; DTG 402). Pero había una razón más importante por la
cual discutían: no estaban verdaderamente convertidos (DTG 402). Si no se volvían para seguir a Cristo, si no
se negaban a sí mismos como lo había hecho él (Fil. 2: 6-8), sus deseos se
identificarían cada vez más con los del maligno (Juan 8: 44). Por eso Jesús procuró hacerles entender el
principio de la verdadera grandeza (ver com.
Mar. 9: 35).
Si los discípulos no aprendían este principio, ni siquiera entrarían en el
reino, y mucho menos tendrían elevados puestos en él.
Os hacéis como niños. El espíritu de rivalidad acariciado por los discípulos era pueril, pero Cristo quería que se volvieran como niños en otro sentido. Con referencia a la actitud personal de Jesús para con los niños, ver com. Mar. 10: 13-16. No entraréis. En el griego aparece aquí una doble negación que destaca la completa imposibilidad de entrar. Dos situaciones que surgieron algún tiempo más tarde (Mat. 20: 20-28; Luc. 22: 24-30) hicieron ver cuán imperfectamente los discípulos habían aprendido la lección que Cristo procuraba enseñarles.
4. Se humille. Ver com. cap. 11: 29. con referencia a otras ocasiones cuando Cristo impartió instrucciones acerca del valor de la humildad como rasgo de carácter, ver Mat. 23: 8-12; Luc. 14: 11; 18: 14. Ese es el mayor. Ver com. Mar. 9: 35.
5. Un niño. Jesús prosigue mostrando la comparación entre ciertas admirables
características frecuentes en la niñez y las de aquellos que son verdaderamente
grandes en el reino de los cielos, donde la única grandeza es la del carácter.
Si bien Jesús estaba
hablando aquí también de niños literales, se refería en primera instancia a los
que eran aún "niños" en el reino de los cielos, es decir, que eran
cristianos inmaduros (cf. 1 Cor-. 3: 1-2; Efe. 4: 15; Heb. 5: 13; 2 Ped. 3: 18;
DTG 408).
En mi nombre. Ver com. cap. 10: 40-42. En nombre
de alguien equivale a decir como representante suyo o por amor a él.
Me recibe. La narración de Mateo omite una sección del discurso de Jesús. Fue pronunciada en respuesta a una pregunta
hecha por Juan acerca de la actitud que debía asumirse para con otros que no
estuvieran directamente relacionados con los seguidores inmediatos de Cristo
(ver com. Mar. 9: 38-41).
6. Haga tropezar. Gr. skandalízo, "hacer caer en una trampa", "hacer
tropezar" (ver com. cap. 5: 29).
Aquí, Jesús se refiere en primera instancia a cualquier cosa que
desuniera a los hermanos. Pablo amonesta
a los cristianos maduros a que no hagan nada que hiciera tropezar al cristiano
débil en la fe (1 Cor. 8: 9-13).
Estos
pequeños. Los "pequeños" son
los que creen en Jesús (Mat. 18: 6; ver com. vers. 5). Jesús posiblemente
estaba pensando en algunos de sus discípulos que eran aún niños en la fe y
que podrían ser heridos por las actitudes de otros.
Una piedra de molino de asno. Gr. múlos onikós, una piedra de molino grande, tan
pesada que se necesitaba un asno para hacerla girar. Con referencia al molino pequeño de mano, ver
com. cap. 24: 41.
7. Tropiezos. Es decir, lo que "hace tropezar" (ver com. del verbo skandalízÇ
en relación con cap. 5: 29).
Es necesario. Es decir, es inevitable que haya motivo de tropiezos. Los tropiezos no son necesarios en los
propósitos y los planes de Dios, pero es imposible evitarlos por causa de la
naturaleza humana (DTG 405; cf. Luc. 17:
1).
¡Ay de aquel hombre! Ay de aquel que por precepto o por ejemplo induzca a otros a equivocarse o
los desanime para que no sigan en las pisadas de Jesús.
8. Tu pie te es ocasión de caer. Con referencia a la naturaleza figurada de esta
declaración, Ver com. cap. 5: 29-30. (29. Tu ojo derecho. Cf. cap. 18: 8-9. Se ha registrado (cap. 5: 28) que Cristo,
yendo más allá de la acción, llamó la atención al motivo que la produce, es
decir, la intención o forma de pensar que provoca la acción. Aquí va más allá del motivo o la intención
para señalar las vías por las cuales el pecado logra entrar en la vida: los
sentidos que se comunican con el sistema nervioso. Para la mayoría de las personas los más
fuertes incentivos al pecado son los que llegan a la mente por el camino de los
nervios óptico, auditivo y otros nervios sensoriales (HAp 413).
El que se niega a ver,
escuchar, gustar, oler o tocar lo que incita al pecado, ha ganado buena parte
de la batalla para evitar los pensamientos pecaminosos. El que inmediatamente desecha los malos
pensamientos, cuando fugazmente pasan como un relámpago en su conciencia, evita
así la formación de una manera de pensar que se hace hábito y que condicionan
la mente para que peque cuando se presente la oportunidad. Cristo vivió una vida sin pecado porque
"no había en él nada que respondiera a los sofismas de Satanás" (DTG
98).
Te es ocasión de caer. Gr. shandalízÇ,
"ser motivo de tropiezo". El
término skándalon, se refiere al mecanismo que hace funcionar una trampa (Rom.
11: 9; 14: 13; 1 Juan 2: 10; Apoc. 2: 14).
Sácalo. En un sentido sería mejor vivir esta vida siendo ciego o lisiado, que perder la vida eterna. Aquí las palabras de Cristo son figuradas. No pide que se mutile el cuerpo, sino que se controlen los pensamientos. Negarse a contemplar lo malo es tan efectivo como cegarse, y tiene la ventaja de que se retiene la facultad de la vista que puede emplearse para ver lo bueno. Algunas veces, un zorro que ha caído en una trampa se corta a dentelladas una pata a fin de escapar.
Del mismo modo, un lagarto sacrifica su cola
o una langosta de mar sacrifica una de sus pinzas. Al hablar de sacarse el ojo o cortarse la
mano, Cristo habla en forma figurada de la acción resuelta de la voluntad para
precaverse del mal. El cristiano hará
bien en seguir el ejemplo de Job, quien hizo "pacto" con sus ojos
(Job 31: 1; cf. 1 Cor. 9: 27).
Infierno. Gr. géenna (ver com.
vers. 22). 30. Tu mano derecha. Es
decir, como instrumento de malos deseos (ver com. vers. 29).
Después
de hablar de motivos de tropiezo ocasionados por otros (cap. 18: 5-7), Jesús
habla de malos hábitos y tendencias en la vida de uno mismo. "Un pecado acariciado es suficiente para
realizar la degradación del carácter, y extraviar a otros" (DTG 406; ver
com. Juan 14: 30).
Fuego eterno. Ver com. cap. 4: 22; 25: 41. Cf.
Mar. 9: 43.
9. Entrar.. en la vida. Se entiende que se habla aquí de la vida eterna.
Infierno de fuego. Ver com. cap. 5: 22. Aquí la
narración de Mateo omite una sección del discurso de Jesús que se basa en una
ilustración que tiene que ver con fuego y con sal (ver com. Mar. 9: 49; Mat. 5: 13).
10. Pequeños. Ver com. vers. 5. Sus ángeles. Cf. Sal. 103: 20-21; Heb. 1: 14.
Ven siempre el rostro. En el uso idiomático hebreo, ver el rostro de alguien significa tener acceso a esa persona (Gén. 43: 3, 5; 44: 23).
El hecho de que los ángeles siempre tengan acceso a la presencia del Padre asegura a los cristianos más débiles que Dios se preocupa con ternura hasta por el bienestar del más humilde de sus hijos terrenales (ver com. Isa. 57:15).
11. Hijo del Hombre. Ver com. Mat. 1: 1; Mar. 2: 10. La evidencia textual favorece (cf. p.147) la omisión de este versículo. Salvar. Ver com. Mat. 1: 2 1; Juan 3: 16.
Lo que se había perdido. Ver com. Luc. 19: 10.
12. Va. Ver
com. Luc. 15: 4-7. Dios ha tomado la
iniciativa para efectuar la salvación del hombre. La salvación no consiste en que el hombre
busca a Dios, sino en que Dios busca al hombre.
El razonamiento del hombre no ve en la religión más que intentos humanos
por encontrar la paz del alma y resolver el misterio de la existencia, por
hallar solución para las dificultades e incertidumbres de la vida. Es verdad que en lo profundo del corazón
humano hay un anhelo de estas cosas, pero el hombre por sí mismo nunca puede
encontrar a Dios. La maravilla de la
religión cristiana es que reconoce a un Dios que cuida al hombre hasta el punto
de que ha dejado todo lo demás a fin de buscar y "salvar lo que se había
perdido" (Luc. 19: 10).
Se había descarriado. Gr. planáÇ, "extraviarse", "vagar", "llevar al
error". Planeta viene del Gr.
plan't's, que significa "errante" (Jud. 13). Se les dio este nombre a los planetas del
sistema solar porque parecen "vagar" entre las estrellas denominadas
"fijas".
13. Si acontece. Existe la posibilidad de que los esfuerzos que Dios realiza en favor del
hombre sean rechazados por éste.
14. No es la voluntad. Dios no quiere "que ninguno perezca, sino que todos procedan al
arrepentimiento" (2 Ped. 3: 9). Es
la voluntad de Dios que "todos los hombres sean salvos y vengan al
conocimiento de la verdad" (1 Tim. 2: 4).
Estos pequeños. Ver com. vers. 5-6.
15. Por tanto. Aquí Jesús inicia una nueva sección de su enseñanza, pero que está
estrechamente relacionada con las ideas que la preceden, especialmente con las
de los vers. 12-14. En la parábola de la
oveja perdida, Jesús destaca la gran preocupación que siente el Padre por
"uno de estos pequeños" (vers. 14) que se ha extraviado (ver com.
vers. 12). Ahora presenta la actitud que
debería asumir un cristiano para con su hermano que lo ha injuriado (vers.
15-20).
Peca. Gr.
hamartánÇ, literalmente, "errar al blanco" y por lo tanto "hacer
mal", "pecar". El hermano
que peca es evidentemente el mismo representado por la oveja que se ha
descarriado (ver com. vers. 12).
Ve y repréndele. Ver com. Lev. 19: 17-18; cf. Gál. 6: 1. Esto es más que una sabia amonestación; es una orden. "Somos tan responsables de los males que podríamos haber detenido como si los hubiéramos cometido nosotros mismos" (DTG 409).
Tú y él solos. Hacer circular informes acerca de lo que el hermano pueda haber hecho, hará difícil, o aun imposible, ganarle el corazón. Quizá en este punto, más que en cualquier otro aspecto de las relaciones personales, tenemos el privilegio de aplicar la Regla de Oro (ver com. cap. 7: 12). Cuanto menos publicidad se le dé a una acción equivocada, tanto mejor. Has ganado a tu hermano. Alguien ha dicho que la mejor forma de deshacerse de los enemigos es transformarlos en amigos.
El talento de la influencia es un sagrado tesoro confiado por Dios, del cual inevitablemente seremos llamados a dar cuenta en el día del juicio. "Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios" (ver com. cap. 5: 9).
16. Si no te oyere. Es decir, si no está dispuesto a admitir que hizo mal, a modificar su
conducta y a reparar, hasta donde sea posible, los errores del pasado.
Uno o dos. Se supone que se trata de personas que no están implicadas personalmente en
el asunto, y que están en mejores condiciones para expresar ideas libres de
prejuicio y para aconsejar al hermano que ha errado. Si éste no oye sus admoniciones, pueden dar
testimonio de que se han realizado esfuerzos para ayudarlo y también ser
testigos de los hechos del caso.
Dos o tres testigos. Ver
com. Deut. 17: 6; 19: 15. Según la ley hebrea, nadie podía ser
castigado por el testimonio de un solo testigo. También corresponde recordar
que en cada desacuerdo hay dos lados y que ambas partes merecen ser oídas con
imparcialidad antes de que pueda tomarse una decisión.
17. Iglesia. Gr. ekkl'sía. Originalmente se
empleaba ekkl'sía para designar a una asamblea de ciudadanos reunidos para
considerar asuntos cívicos. En la LXX se
emplean las palabras griegas sunagÇg', "sinagoga", y ekkl'sía para
designar a la "congregación" de Israel. Como sunagÇg' se fue usando más
específicamente para designar una reunión religiosa de judíos, fue natural que
los cristianos prefirieran ekklesía para referirse a sus reuniones. En el uso cristiano, ekkl'sía podía aplicarse
al lugar de adoración o al conjunto de adoradores, estuvieran reunidos o
no. Aquí la iglesia es el conjunto de
creyentes en un determinado lugar, que actúan de forma colectiva, y no la
iglesia universal que aparece en el cap. 16: 18.
Tenle por gentil y publicano. Es decir gentil y recaudador de impuestos. Cuando el hermano se niega a aceptar el
consejo de la iglesia, se separa de la comunión de ella (DTG 408). Esto no quiere decir que deba ser despreciado,
rehuido o descuidado. A partir de este
momento, debieran realizarse esfuerzos por él como si se tratara de alguien que
no pertenece a la iglesia. Al trabajar
en favor de una persona que se ha separado así de la iglesia, los hermanos
deberían tener cuidado de no asociarse con ella de tal modo que parezca que
ellos comparten su punto de vista o participan de su mala conducta.
18. Todo lo que atéis. Ver com. cap. 16: 19. Aquí la
autoridad de atar y de desatar es encomendada a la iglesia (ver com. cap. 18:
17), pero aun en este caso la ratificación celestial de la decisión terrenal
sólo se efectuará si la decisión está en armonía con los principios
celestiales. Todos los que tratan con
los hermanos que yerran, deberían recordar siempre que están ocupándose del
destino eterno de las almas, y que los resultados de su labor bien podrían ser
eternos (DTG 410).
19. Otra vez os digo. Los vers. 19-20 presentan el principio general del cual el vers. 18 es una
aplicación específica.
Si dos de vosotros. Ver com. vers. 16.
Se pusieren de acuerdo. En su oración intercesora en la noche cuando fue entregado, Jesús hizo
hincapié repetidas veces en la importancia de la acción unida de parte de los
miembros de la iglesia (Juan 17: 11, 21-23).
En este caso, aquello en lo cual deben ponerse de acuerdo los dos es
específicamente la forma de actuar en relación con el hermano descarriado (Mat.
18: 16-18).
Cosa. Gr.
prágma, "hecho", "asunto".
Aquí se insinúa que es un asunto del cual es necesario ocuparse.
20. En mi nombre. Ver com. Mat. 10: 18, 42; cf. 1 Cor.
5: 4. Una idea similar aparece en la
Mishnah donde se dice que "si dos se sentaren, juntos y las palabras de la
Ley [son habladas] entre ellos, la Presencia Divina descansa entre ellos"
(Aboth 3. 2). Si bien la afirmación de
Mat. 18: 20 es correcta en un sentido general, dentro del contexto del capítulo
(vers. 16-19) se refiere en primera instancia a la iglesia en su misión oficial
de reprender a un miembro que ha cometido una falta.
21. Se le acercó Pedro. Quizá por razón de su temperamento (ver com. Mar. 3:16), Pedro solía ser el primero en
responder a las preguntas que se formulaban a los doce, en hacer preguntas
o en sugerir lo que debía hacerse (ver com. cap. 14: 28;16: 16, 22; 17:4;
etc.).
¿Cuántas veces? En forma directa o indirecta, Jesús dedicó buena parte de lo registrado en
el cap. 18 a las enseñanzas acerca de la actitud que debe asumir un cristiano
para con el hermano ofensor, sobre todo si la ofensa es personal. Pedro acepta tácitamente la idea de ser
paciente con su hermano, pero quisiera saber hasta cuándo debe tratarlo con
bondad antes de sentirse libre de adoptar una actitud más dura y procurar un
desagravio.
¿Hasta siete? Algunos han sugerido que los rabinos, fundándose en una falsa
interpretación de Amós 1: 3, decían que sólo podía perdonarse tres veces al hermano. Plenamente consciente de que Jesús siempre
interpretaba la ley en forma más amplia que los escribas (ver com. Mat. 5: 17-18), Pedro intenta aquí adivinar
el punto límite de la paciencia que Cristo podría recomendar, y empleó el
número siete, que generalmente representaba la perfección (PVGM 190). Pero el perdonar a una persona siete veces y
nada más, sería otorgar un perdón limitado.
El
perdón, ya sea de parte de Dios o del hombre, es mucho más que un acto
judicial. Es el restablecimiento de la
paz donde ha habido conflicto (Rom. 5: 1).
Pero el perdón es aún más que eso: incluye también los esfuerzos por
restablecer al hermano que ha errado.
22. Setenta veces siete. La sintaxis de esta frase es ambigua en el griego por lo cual algunos han
entendido que Jesús dijo que debían perdonar setenta y siete veces (cf. un
problema similar en el hebreo de Gén. 4: 24).
Evidentemente, el número en sí no es importante pues es sólo simbólico. Cualquiera de las cifras armoniza con la
verdad que aquí se enseña, es decir, que el perdón no es asunto de matemáticas
ni de reglas o leyes, sino de actitud.
El que alberga la idea de que en algún momento futuro no perdonará a
alguien, está lejos de conocer el verdadero perdón aunque pueda parecer que
está perdonando. Si el espíritu del
perdón mueve el corazón, una persona estará tan dispuesta a perdonar al alma
arrepentida por octava vez como lo estuvo la primera vez, o la vez número 491
como lo estuvo la octava vez. El
verdadero perdón no es limitado por números.
Además, no es el acto el que vale, sino el espíritu que lo motiva. "Nada puede justificar un espíritu no
perdonador" (PVGM 196).
23. Por lo cual. [Los dos deudores, Mat. 18: 23-35.
Con referencia a parábolas, ver pp. 193-197.]
LAS PARÁBOLAS Y SU INTERPRETACIÓN. La palabra
"parábola" deriva del Gr. parabol': :uxtaposición",
"comparación", "ilustración", "parábola",
"proverbio"; de un verbo que significa "poner una cosa al lado
de otra [para comparar]", "situar al lado de". El vocablo Gr. pa'rabol' y su equivalente
hebreo (t. III, p. 957) tienen un significado más amplio que la palabra
"parábola"; sin embargo, las parábolas que se presentan como tales en
este Comentario son las que con propiedad caven dentro de los límites más
estrictos de la palabra 194 parábola. De acuerdo con la definición expuesta, la
parábola es una narración cuyo principal propósito es enseñar una verdad; pero
literariamente hablando es una alegoría o sucesión de metáforas. Muchas de las parábolas de Cristo fueron tan
breves que pueden considerarse como metáforas o proverbios.
Una parábola es en
los Evangelios una narración "colocada al lado de" cierta verdad
espiritual con el fin de hacer una "comparación". Las parábolas de nuestro Señor se basaban,
por lo general, en hechos comunes de la vida diaria familiar de sus oyentes, y
con frecuencia se trataba de hechos específicos que acababan de ocurrir (ver
DTG 462) o de algo que los oyentes podían ver en ese momento (PVGM 16; cf. DMJ
34-35). La narración era simple y breve,
y por lo general su conclusión era tan obvia que no admitía confusiones (Mat.
21: 40-41); y se colocaba paralelamente la verdad espiritual con el propósito
de ilustrar a ésta. La parábola se
convertía así en un puente por el cual los oyentes podían ser conducidos hacia
la comprensión y apreciación de esa verdad.
La narración comenzaba al nivel de los oyentes, y Jesús dirigía los
pensamientos hacia donde él quería valiéndose de un miedo agradable y
familiar. Era una ventana a través de la
cual el alma podía contemplar perspectivas de una verdad celestial.
Por medio de
parábolas Jesús (1) despertaba el interés, la atención y las preguntas; (2)
enseñaba verdades desagradables sin despertar prejuicios; (3) eludía a los
espías que lo perseguían implacablemente; (4) creaba en la mente de sus oyentes
impresiones duraderas que se renovarían e intensificarían cuando vieran
nuevamente las escenas presentadas en la parábola o pensaran en ellas; (5)
convertía la naturaleza en un instrumento para conocer a Dios. Las parábolas revelaban la verdad a los que
querían recibirla, y, a veces, la ocultaba a otros.
Al estudiar las
parábolas de Jesús es importantísimo seguir principios correctos de
interpretación. Esos principios pueden
resumirse brevemente así:
1. Una parábola es
un espejo por el cual se puede ver la verdad; pero no es la verdad misma.
2. El contexto en
que se presenta una parábola -lugar, circunstancias, personas a las que se
dirigió la parábola y el problema que se trataba- debe tomarse en cuenta y
convertirse en la clave para su interpretación.
3. La introducción y
conclusión de Cristo a la parábola aclaran generalmente su propósito
fundamental.
4. Cada parábola
ilustra un aspecto básico de una verdad espiritual (ver la lista de los
principios que ilustran las diversas parábolas de nuestro Señor, pp.
195-197). Los detalles de una parábola
sólo son significativos cuando contribuyen a aclarar ese punto especial de
verdad.
5. Antes de que se
pueda entender el significado espiritual de la parábola, es necesario tener una
clara perspectiva de la situación descrita en la parábola: costumbres
orientales y modalidades de pensamiento y expresión. Las parábolas son cuadros verbales vívidos
que deben verse para que puedan ser entendidos.
6. Es un hecho
fundamental que una parábola tiene el propósito de ilustrar la verdad, y
generalmente una verdad particular; por lo tanto, no se debe basar ninguna
doctrina en los detalles incidentales de una parábola.
7. La parábola se
debe interpretar, sea en conjunto o sea en parte, teniendo en cuenta la verdad
que tiene el propósito de enseñar, tal como se presenta en lenguaje literal en
el contexto inmediato y en otras partes de las Escrituras.
La siguiente lista
de parábolas se ha preparado teniendo en cuenta la definición presentada en la
p. 193. Están agrupadas por temas, de
acuerdo con la verdad principal que Cristo quiso ilustrar con cada una de
ellas. La referencia bíblica principal 195 de cada parábola señala dónde aparece la mayor explicación de la
parábola en este Comentario. Las
referencias paralelas que se dan en "Principios ilustrados" indican
otra u otras parábolas que enseñan la misma verdad o verdades relacionadas con
dicha parábola; y las referencias que aparecen al final de cada grupo de
parábolas indican otra u otras parábolas que contienen lecciones secundarias
apropiadas para el grupo respectivo. El
"Número en la Armonía" (pp. 186-191), dirige a otras fuentes de
información relacionadas con las parábolas.
La columna "Principios ilustrados" proporciona, además, un
breve análisis de la enseñanza o enseñanzas básicas de cada parábola. En las pp. 206-211 se presenta el orden
cronológico de las parábolas. (Previos 5CBA).
En
el resto del cap. 18, hay una parábola que ilustra el verdadero espíritu del
perdón.
Un rey. Puesto
que esta parábola representa el trato del Señor con nosotros y la forma como
deberíamos tratar a nuestros prójimos, el rey representa a Cristo.
Hacer cuentas. "Ajustar cuentas" (BJ).
Siervos. Los
siervos eran, en realidad, funcionarios del reino (PVGM 190).
24. Le fue presentado uno. Sólo un funcionario de elevada jerarquía podría
estar endeudado como lo estaba este siervo.
Diez mil talentos. Esta suma equivaldría a unos 340.000 kg de plata, lo que habría permitido
emplear a 10.000 jornaleros durante unos 20 años.
25. No pudo pagar. En la antigüedad, y hasta tiempos relativamente recientes, aun en los
países occidentales, podía enviarse a la cárcel a los deudores. En el Cercano Oriente el deudor podía ser
vendido por su acreedor como esclavo junto con su familia. En este caso, el señor ordenó que fuera
vendido con su familia y todas sus posesiones.
Según las disposiciones de la ley mosaica, un hebreo podía venderse a sí
mismo o ser vendido por un acreedor, pero era vendido sólo por un tiempo
limitado (ver com. Exo. 21: 2; Lev. 25:
15; Deut. 15: 12). Además, las
disposiciones legales protegían a esa persona del trato duro que solía dársele
a un esclavo (ver com. Lev. 25: 39;
Deut. 15: 15). Debería recordarse que la
parábola tiene por meta enseñar una verdad central, y que muchos de sus
detalles son de poca importancia y se añaden sólo a fin de redondear la
historia (PVGM 224). La parte de la
parábola que habla de que el siervo había de ser vendido como esclavo no debe
interpretarse en el sentido de que Dios vende a alguien como esclavo. Con referencia al uso de parábolas por parte
de Jesús y a la interpretación de parábolas, ver pp. 193-197.
26. Postrado. Ver com. cap. 2: 11.
27. Le perdonó la deuda. En forma figurada, la deuda representa el registro de pecados computados contra nosotros. Así como el deudor de la parábola, somos completamente incapaces de cancelar esa deuda. Pero cuando nos arrepentimos de verdad, Dios nos libra de la deuda. Comparar esta parábola con la de los dos deudores (ver com. Luc. 7: 41-42).
28. Halló a uno. No se dice si lo encontró por casualidad, o si salió a buscarlo; pero esto
no importa para la lección de la parábola.
Cien denarios. En sí la deuda era de cierta importancia, pues el denario representa el
jornal de todo un día para el trabajador común (ver com. cap. 20: 2). Sin embargo, en comparación con la primera
deuda (ver com. vers. 24), ésta era insignificante.
29. Postrándose. Cf. vers. 26. Ver com. cap. 2: 11.
30. No quiso. Este acreedor despiadado era implacable en su demanda de que se le pagara
lo que se le debía. Es difícil concebir
tal falta de compasión. Su egoísmo, que
le impedía ver la magnitud de su propia deuda y apreciar la grandeza de la
misericordia que se le brindaba, lo llevó a ser inhumano con su conservo.
En la cárcel. Ver com. vers. 25.
31. Se entristecieron. Posiblemente los consiervos acostumbraban protegerse mutuamente ocultando
al rey los pequeños hurtos hechos a expensas de su señor, el rey, pero en esta
ocasión no pudieron reprimirse de delatar a su consiervo al observar un
proceder tan desconsiderado.
34. Su señor, enojado. Notar el contraste con la compasión que el rey había manifestado cuando la
deuda era con él mismo. El rey podía
tolerar con paciencia esa pérdida, porque para él era algo de poca
importancia. Pero la injusticia hecha a
uno de sus súbditos provocó en él una justa indignación.
Verdugos. La palabra griega empleada aquí es la que se usa habitualmente para
designar a los carceleros o a los verdugos.
Su sentido literal es "el que atormenta".
Hasta que pagase. Ver com. vers. 25.
35. Así también. El que se niega a perdonar a otros, desecha la esperanza de ser perdonado
él mismo. Esta es la gran lección de la
parábola: el abismal contraste entre la crueldad y la falta de misericordia del
hombre para con sus prójimos y la longanimidad y la misericordia de Dios para
con nosotros. Antes de que acusemos a
otros o exijamos de ellos lo que nos corresponde, haríamos bien en considerar
primero el modo en que Dios nos ha tratado en circunstancias similares y cómo
querríamos que otros nos trataran si la situación se invirtiera (ver com. cap.
6: 12, 14-15). En vista de la infinita
misericordia de Dios para con nosotros, deberíamos también manifestar
misericordia para con otros.
De todo corazón. La falla que había en la pregunta de Pedro (ver com. vers. 21-22) era que
el perdón al cual hacía referencia no provenía del corazón, sino que era más
bien un perdón legal, rutinario, basado en el concepto de lograr la
justificación mediante obras. ¡Cuán difícil le resultaba a Pedro captar el
nuevo concepto de una obediencia cordial, impelida por el amor a Dios y a sus
prójimos! Así concluye la respuesta de
Jesús a la pregunta de Pedro (vers. 21), respuesta que también abarca
indirectamente la pregunta acerca de quién sería el mayor en el reino de los
cielos (vers. 1). El mayor es,
sencillamente, aquel que de todo corazón reflexiona en la misericordia de su
Padre celestial y la refleja en el trato con sus prójimos. Esta es la verdadera medida del carácter en
nuestro trato con nuestros prójimos.
Tal
como lo declaró Jesús en forma enfática en el Sermón del Monte, lo que
determina la naturaleza de cualquier acción es lo que la motiva. Por eso, aun las acciones que parecen ser
buenas, si son realizadas con el propósito de comprarse la estima de los
hombres, no tienen valor a la vista del cielo (cap. 6: 1-7). Las palabras de perdón, si bien son
importantes, no son decisivas a la vista de Dios. Más bien, es importante la
actitud del corazón que imparte a las palabras esa plenitud de significado que
de otro modo no tendrían. La pretensión
de perdonar, ya sea motivada por las circunstancias o por propósitos
ulteriores, puede engañar a aquel a quien es concedido el perdón, pero no
engaña al que escudriña el corazón (1 Sam. 16: 7). El perdón sincero es un aspecto importante de
la perfección cristiana (ver com. Mat.
5: 48). 5CBA
COMENTARIOS DE EGW
¿QUIÉN
ES EL MAYOR? (Basado en San Mateo 17:22-27; 18:1-20; San Marcos 9:30-50;
San Lucas 9:46-48).
https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/dtg-capitulo-48-quien-es-el-mayor.html
“CÓMO SE ALCANZA EL PERDÓN” (PALABRAS DE VIDA DEL GRAN MAESTRO) EGW
(Éste Capítulo Está Basado
En San Mateo 18:21-35).
https://elaguila3008.blogspot.com/2009/11/como-se-alcanza-el-perdon.html
Ministerio Hno. Pio
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